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Novena A San Benito

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Fascículo N.

O 37

© it. wikipedia. org

CAPÍTULO XI: San Benito, Padre de Mariannhill (y III)


LA MEDALLA O CRUZ
DE SAN BENITO
Explicación
La medalla o cruz de san Benito consiste esencialmente en una cruz ro-
deada por dos círculos. Entre los brazos de la cruz aparecen estas cuatro le-
tras: C-S-P-B, que significan: Crux Sancti Patris Benedicti (La Cruz del Santo
Padre Benito).

En el brazo vertical de la cruz se lee: C-S-S-M-L, letras que significan:


Crux Sacra Sit Mihi Lux (La Santa Cruz sea mi luz).

En el brazo horizontal se leen estas letras: N-D-S-M-D, que significan:


Non Draco Sit Mihi Dux (No sea el dragón mi guía).

Rodeando a la cruz y dentro de los dos círculos, tomando la dirección de


las agujas del reloj, aparecen estas catorce letras: V-R-S / N-S-M-V / S-M-Q-
L / I-V-B. Las sentencias latinas que hay detrás de estas letras son: Vade
Retro Sathana / Nunquam Suade Mihi Vana / Sunt Mala Quae Libas / Ipse
Venena Bibas (Retírate, Satanás / Nunca me aconsejes cosas vanas / Son malas
las que tú brindas / Bébete tú esos venenos).

2 [290]
ORIGEN HISTÓRICO DE LA MEDALLA

Dos hechos contribuyeron a dar difusión universal a la medalla o cruz


de san Benito. Uno fue la curación milagrosa del joven Bruno, quien más
tarde sería el Papa San León IX. El otro hecho fue algo sorprendente. En
1647 se celebró un juicio en Natternberg (Baviera) contra unas hechice-
ras. Durante las sesiones del juicio éstas declararon que todos los male-
ficios contra la Abadía de Metten habían fracasado. Indagando la razón,
se comprobó que en las paredes de tal abadía se encontraba una cruz
con unas letras, pero nadie lograba dar con el significado de las mismas.
En la biblioteca de la abadía apareció un manuscrito miniado, que data
de 1415 y que hoy se encuentra en la Biblioteca Estatal de Munich [Clm
8201/Folio 95v]. En él aparece la imagen de San Benito, llevando en la
mano derecha una cruz, en cuya asta se lee: Crux Sacra Sit Mihi Lux / Non
Draco Sit Mihi Dux. En la mano izquierda lleva el Santo una bandera en
la que está inscrito: Vade Retro Sathana Nunquam Suade Mihi Vana / Sunt
Mala Quae Libas Ipse Venena Bibas.

Según parece esta miniatura se inspiró en un manuscrito de la Bi-


blioteca de Walfenbüttel [Helmst. 2ª., 35a], que data del siglo XIV, origi-
nario de Alemania meridional o de Austria. En la parte inferior de este
manuscrito, adornada con varias miniaturas, se puede ver una en la que
aparece un monje, blandiendo una cruz contra una mujer tentadora, que
le ofrece un vaso conteniendo las seducciones del pecado. La cruz que
lleva el monje en su mano derecha tiene estas palabras: Sunt Mala Quae
Libas Ipse Venena Bibas. Debajo de la mano izquierda del monje se pue-
den leer dieciséis hexámetros, de los que dos de ellos dicen: Vade Retro
Sathana / Nunquam Suade Mihi Vana / Crux Sacra Sit Mihi Lux / Non Draco
Sit Mihi Dux.

La medalla o cruz de san Benito no es un amuleto mágico sino un ver-


dadero sacramental cristiano, que nos invita a llevar una vida según el
Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo.

3 [291]
Tapiz africano sobre
san Benito y su obra,
realizado por la Hna.
Gereon Custodis CPS
en Sudáfrica.

FOTO : LUKAS A. METTLER CMM

LOS INSTRUMENTOS DE LAS BUENAS OBRAS.


CAPÍTULO IV DE LA REGLA DE SAN BENITO

1. Primero, amar al Señor Dios con todo el corazón, con toda el alma y
con todas las fuerzas. Después, al prójimo como a sí mismo. Luego, no
matar; no cometer adulterio; no hurtar; no codiciar; no levantar falso tes-
timonio; honrar a todos los hombres; no hacer a otro lo que uno no
quiere para sí. Negarse a sí mismo para seguir a Cristo.

2. Castigar el cuerpo; no entregarse a los deleites; amar el ayuno. Alegrar


a los pobres; vestir al desnudo; visitar al enfermo; sepultar al muerto. So-
correr al atribulado; consolar al afligido. Hacerse extraño al proceder del
mundo.

4 [292]
3. No anteponer nada al amor de Cristo. No ceder a la ira; no guardar
rencor. No tener dolo en el corazón; no dar paz falsa. No abandonar la
caridad. No jurar, no sea que acaso perjure; decir la verdad con el cora-
zón y con la boca. No devolver mal por mal. No hacer injurias, sino so-
portar pacientemente las que le hicieren. Amar a los enemigos. No
maldecir a los que lo maldicen, sino más bien bendecirlos. Sufrir perse-
cución por la justicia.
4. No ser soberbio, ni aficionado al vino, ni glotón, ni dormilón, ni pere-
zoso, ni murmurador, ni detractor. Poner su esperanza en Dios. Cuando
viere en sí algo bueno, atribúyalo a Dios, no a sí mismo; en cambio, sepa
que el mal siempre lo ha hecho él, e impúteselo a sí mismo. Temer el día
del juicio; sentir terror del infierno; desear la vida eterna con la mayor avi-
dez espiritual; tener la muerte presente ante los ojos cada día. Velar a toda
hora sobre las acciones de su vida. Saber de cierto que, en todo lugar, Dios
lo está mirando. Estrellar inmediatamente contra Cristo los malos pensa-
mientos que vienen a su corazón, y manifestarlos al padre espiritual.
5. Guardar su boca de conversación mala o perversa; no amar hablar
mucho; no hablar palabras vanas o que mueven a risa; no amar la risa ex-
cesiva o destemplada. Oír con gusto las lecturas santas; darse frecuente-
mente a la oración. Confesar diariamente a Dios en la oración, con
lágrimas y gemidos, las culpas pasadas; enmendarse en adelante de esas
mismas faltas. No ceder a los deseos de la carne. Odiar la propia voluntad;
obedecer en todo los preceptos del abad, aun cuando él - lo que no su-
ceda - obre de otro modo, acordándose de aquel precepto del Señor:
“Hagan lo que ellos dicen, pero no hagan lo que ellos hacen” (Mt 23,3).
No querer ser llamado santo antes de serlo, sino serlo primero para que lo
digan con verdad.
6. Poner por obra diariamente los preceptos de Dios: amar la castidad,
no odiar a nadie, no tener celos, no tener envidia, no amar la contienda,
huir de la vanagloria. Venerar a los ancianos; amar a los más jóvenes;
orar por los enemigos en el amor de Cristo. Reconciliarse antes de la
puesta del sol con quien se haya tenido alguna discordia. Y no desespe-
rar nunca de la misericordia de Dios.

7. Estos son los instrumentos del arte espiritual. Si los usamos día y
noche, sin cesar, y los devolvemos el día del juicio, el Señor nos recom-
pensará con aquel premio que Él mismo prometió: “Ni el ojo vio, ni el
oído oyó, ni llegó al corazón del hombre lo que Dios ha preparado a los
que lo aman” (1 Co 2,9). El taller, empero, donde debemos practicar
con diligencia todas estas cosas, es el recinto del monasterio y la estabi-
lidad en la comunidad.

5 [293]
Novena a San Benito
Día primero
¡Oh glorioso San Benito, que desde tu infancia reconociste la vanidad del
mundo y únicamente deseaste los bienes eternos! Alcánzanos un vivo deseo
del cielo y que recordemos frecuentemente a Dios, nuestro último fin, y hacia
Él ordenemos toda nuestra vida, para que en todo Él sea glorificado.

Día segundo
¡Oh glorioso San Benito, humilde de corazón, que supiste desdeñar las
alabanzas de los hombres! Alcánzanos la humildad y tú, que amaste a Dios
sobre todas las cosas y le entregaste sin reservas tu corazón, consíguenos
también el amor de Dios.

Día tercero
¡Oh glorioso San Benito, que consagraste tus labios a la oración y can-
taste noche y día las alabanzas divinas! Alcánzanos el espíritu de oración.
Tú, que cual lirio entre espinas, guardaste una castidad angelical por medio
de la humildad, de la vigilancia continua, de la oración y de la mortificación
de los sentidos, consíguenos el don de la pureza.

Día cuarto
¡Oh glorioso San Benito que venciste al demonio y triunfaste de sus en-
gaños! Alcánzanos la gracia de resistir sus sugestiones y de huir de toda oca-
sión de pecado. Tú que enseñando una vida austera, de renuncia y trabajo,
aborreciste la ociosidad, inspíranos amor al trabajo y a la abnegación de
nosotros mismo para seguir a Cristo.

Día quinto
¡Oh glorioso San Benito, que amaste el silencio, y no abriste la boca jamás
a palabras ligeras e impuras, a quejas, murmuraciones, y a juicios contra el
amor al prójimo! Alcánzanos la gracia de no decir jamás palabras impuras y
contra la caridad, a perdonar y guardar nuestra lengua de todo pecado.

6 [294]
Día sexto
¡Oh glorioso San Benito, que fuiste blanco de persecuciones y guardaste
la paz de tu alma por medio de la dulzura de la paciencia! Alcánzanos el don
de la paciencia y la gracia de perdonar las ofensas, tú que perdonaste a los
que atentaron contra tu vida y te expulsaron de tu país, y que misericordio-
samente pediste al Señor les perdonara, llorando su ceguera y terrible fin.

Día séptimo
¡Oh glorioso San Benito, que animado por un ardiente celo para asistir
al prójimo en sus necesidades, instruiste a los ignorantes, socorriste a los po-
bres, curaste a los enfermos, resucitaste a los muertos, libraste a los cautivos
del demonio y de sus pasiones, consolaste a los afligidos y convertiste a los
pecadores! Consíguenos la gracia de amar al prójimo y de hacer con él las
obras de misericordia.

Día octavo
¡Oh glorioso San Benito, que inundaste de consuelo el corazón de tu her-
mana Santa Escolástica, llenándolo del amor de Dios y de las bienaventu-
ranzas del cielo! Concédenos la gracia de santificar nuestros afectos más
queridos.

Día noveno
¡Oh glorioso San Benito, cuya alma en tu dichosa muerte, fue elevada al
cielo en medio de ángeles y santos, siendo consolados tus discípulos por la re-
velación de tu gloria! Concédenos del Señor la gracia de la perseverancia final,
de una buena muerte y tu asistencia e intercesión en nuestro último día.

ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS


¡Oh glorioso San Benito, que desde el cielo eres padre piadoso
para nosotros tus devotos! Tu gran poder ante Dios se reconoce hoy,
más que nunca, gracias a la medalla que viene honrada con tu nombre,
por la multitud de prodigios y favores que por su medio Dios nos ofrece.
Ruega por todos los que acudimos a ti.
Alcánzanos del Señor todas la gracias que nos son necesarias durante esta
vida y especialmente la gracia por la cual hacemos esta novena.
San Benito, ruega por nosotros.

7 [295]
© arcorbe.org

San Benito,
buscador Dios,
que reuniste junto a ti a muchos buscadores de Dios,
ayúdanos a buscar a solo Dios.

San Benito,
evangelizador de Europa,
que sembraste de Evangelio este continente en ruinas,
ayúdanos a ser misioneros del Evangelio del Señor.

San Benito,
orante y trabajador,
que te hiciste santo en la sencillez de tu vida escondida,
ayúdanos a santificarnos en la oración y en el trabajo. Amén.

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