Novena A San Benito
Novena A San Benito
Novena A San Benito
O 37
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ORIGEN HISTÓRICO DE LA MEDALLA
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Tapiz africano sobre
san Benito y su obra,
realizado por la Hna.
Gereon Custodis CPS
en Sudáfrica.
1. Primero, amar al Señor Dios con todo el corazón, con toda el alma y
con todas las fuerzas. Después, al prójimo como a sí mismo. Luego, no
matar; no cometer adulterio; no hurtar; no codiciar; no levantar falso tes-
timonio; honrar a todos los hombres; no hacer a otro lo que uno no
quiere para sí. Negarse a sí mismo para seguir a Cristo.
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3. No anteponer nada al amor de Cristo. No ceder a la ira; no guardar
rencor. No tener dolo en el corazón; no dar paz falsa. No abandonar la
caridad. No jurar, no sea que acaso perjure; decir la verdad con el cora-
zón y con la boca. No devolver mal por mal. No hacer injurias, sino so-
portar pacientemente las que le hicieren. Amar a los enemigos. No
maldecir a los que lo maldicen, sino más bien bendecirlos. Sufrir perse-
cución por la justicia.
4. No ser soberbio, ni aficionado al vino, ni glotón, ni dormilón, ni pere-
zoso, ni murmurador, ni detractor. Poner su esperanza en Dios. Cuando
viere en sí algo bueno, atribúyalo a Dios, no a sí mismo; en cambio, sepa
que el mal siempre lo ha hecho él, e impúteselo a sí mismo. Temer el día
del juicio; sentir terror del infierno; desear la vida eterna con la mayor avi-
dez espiritual; tener la muerte presente ante los ojos cada día. Velar a toda
hora sobre las acciones de su vida. Saber de cierto que, en todo lugar, Dios
lo está mirando. Estrellar inmediatamente contra Cristo los malos pensa-
mientos que vienen a su corazón, y manifestarlos al padre espiritual.
5. Guardar su boca de conversación mala o perversa; no amar hablar
mucho; no hablar palabras vanas o que mueven a risa; no amar la risa ex-
cesiva o destemplada. Oír con gusto las lecturas santas; darse frecuente-
mente a la oración. Confesar diariamente a Dios en la oración, con
lágrimas y gemidos, las culpas pasadas; enmendarse en adelante de esas
mismas faltas. No ceder a los deseos de la carne. Odiar la propia voluntad;
obedecer en todo los preceptos del abad, aun cuando él - lo que no su-
ceda - obre de otro modo, acordándose de aquel precepto del Señor:
“Hagan lo que ellos dicen, pero no hagan lo que ellos hacen” (Mt 23,3).
No querer ser llamado santo antes de serlo, sino serlo primero para que lo
digan con verdad.
6. Poner por obra diariamente los preceptos de Dios: amar la castidad,
no odiar a nadie, no tener celos, no tener envidia, no amar la contienda,
huir de la vanagloria. Venerar a los ancianos; amar a los más jóvenes;
orar por los enemigos en el amor de Cristo. Reconciliarse antes de la
puesta del sol con quien se haya tenido alguna discordia. Y no desespe-
rar nunca de la misericordia de Dios.
7. Estos son los instrumentos del arte espiritual. Si los usamos día y
noche, sin cesar, y los devolvemos el día del juicio, el Señor nos recom-
pensará con aquel premio que Él mismo prometió: “Ni el ojo vio, ni el
oído oyó, ni llegó al corazón del hombre lo que Dios ha preparado a los
que lo aman” (1 Co 2,9). El taller, empero, donde debemos practicar
con diligencia todas estas cosas, es el recinto del monasterio y la estabi-
lidad en la comunidad.
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Novena a San Benito
Día primero
¡Oh glorioso San Benito, que desde tu infancia reconociste la vanidad del
mundo y únicamente deseaste los bienes eternos! Alcánzanos un vivo deseo
del cielo y que recordemos frecuentemente a Dios, nuestro último fin, y hacia
Él ordenemos toda nuestra vida, para que en todo Él sea glorificado.
Día segundo
¡Oh glorioso San Benito, humilde de corazón, que supiste desdeñar las
alabanzas de los hombres! Alcánzanos la humildad y tú, que amaste a Dios
sobre todas las cosas y le entregaste sin reservas tu corazón, consíguenos
también el amor de Dios.
Día tercero
¡Oh glorioso San Benito, que consagraste tus labios a la oración y can-
taste noche y día las alabanzas divinas! Alcánzanos el espíritu de oración.
Tú, que cual lirio entre espinas, guardaste una castidad angelical por medio
de la humildad, de la vigilancia continua, de la oración y de la mortificación
de los sentidos, consíguenos el don de la pureza.
Día cuarto
¡Oh glorioso San Benito que venciste al demonio y triunfaste de sus en-
gaños! Alcánzanos la gracia de resistir sus sugestiones y de huir de toda oca-
sión de pecado. Tú que enseñando una vida austera, de renuncia y trabajo,
aborreciste la ociosidad, inspíranos amor al trabajo y a la abnegación de
nosotros mismo para seguir a Cristo.
Día quinto
¡Oh glorioso San Benito, que amaste el silencio, y no abriste la boca jamás
a palabras ligeras e impuras, a quejas, murmuraciones, y a juicios contra el
amor al prójimo! Alcánzanos la gracia de no decir jamás palabras impuras y
contra la caridad, a perdonar y guardar nuestra lengua de todo pecado.
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Día sexto
¡Oh glorioso San Benito, que fuiste blanco de persecuciones y guardaste
la paz de tu alma por medio de la dulzura de la paciencia! Alcánzanos el don
de la paciencia y la gracia de perdonar las ofensas, tú que perdonaste a los
que atentaron contra tu vida y te expulsaron de tu país, y que misericordio-
samente pediste al Señor les perdonara, llorando su ceguera y terrible fin.
Día séptimo
¡Oh glorioso San Benito, que animado por un ardiente celo para asistir
al prójimo en sus necesidades, instruiste a los ignorantes, socorriste a los po-
bres, curaste a los enfermos, resucitaste a los muertos, libraste a los cautivos
del demonio y de sus pasiones, consolaste a los afligidos y convertiste a los
pecadores! Consíguenos la gracia de amar al prójimo y de hacer con él las
obras de misericordia.
Día octavo
¡Oh glorioso San Benito, que inundaste de consuelo el corazón de tu her-
mana Santa Escolástica, llenándolo del amor de Dios y de las bienaventu-
ranzas del cielo! Concédenos la gracia de santificar nuestros afectos más
queridos.
Día noveno
¡Oh glorioso San Benito, cuya alma en tu dichosa muerte, fue elevada al
cielo en medio de ángeles y santos, siendo consolados tus discípulos por la re-
velación de tu gloria! Concédenos del Señor la gracia de la perseverancia final,
de una buena muerte y tu asistencia e intercesión en nuestro último día.
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© arcorbe.org
San Benito,
buscador Dios,
que reuniste junto a ti a muchos buscadores de Dios,
ayúdanos a buscar a solo Dios.
San Benito,
evangelizador de Europa,
que sembraste de Evangelio este continente en ruinas,
ayúdanos a ser misioneros del Evangelio del Señor.
San Benito,
orante y trabajador,
que te hiciste santo en la sencillez de tu vida escondida,
ayúdanos a santificarnos en la oración y en el trabajo. Amén.