LILIA RAMOS, ESCRITORA Y MAESTRA
POR
YADIRA CALVO
Universidad Autdnoma de Centro America, Costa Rica
Cuando la pequefia Jacoba tenia cuatro afios vivi6 la primera rebeli6n
de su vida. Le parecia que ya era bastante ingrato ser pobre y poco agra-
ciada para cargar tambi6n con el peso de un nombre <<de
vieja>>, here-
dado de su abuela. Como le pidiera a su madre que se lo cambiara y
aqu6lla se negase, argumentando que la abuelita se entristeceria, la pe-
quefia le manifest6, con la despreocupaci6n propia de la niiez: <<Enton-
ces debo esperar su muerte.>>
No esper6 mucho, ciertamente, porque un afio despu6s la anciana
fallecid. Poco mas tarde, cuando su padre fue a matricularla al <kinder>>,
al ofr que preguntaban por su nombre, adelantindose a la respuesta de
su progenitor, la chiquilla se apresur6: <<Me
lamrno Lilia Ramos Valverde.>>
En aquel momento, con un acto de precoz autoafirmaci6n, se empezaba
a gestar la vigorosa personalidad de una de las escritoras mas reconocidas
en las letras de Costa Rica.
La defensa constante de su individualidad la enfrenta a su madre en
su tierna infancia: castigada por haber roto un trasto, se yergue ante ella
con un grito y un trozo de loza en la mano, que logra detener la amenaza
del golpe. Esta reacci6n modifica en adelante las relaciones entre las dos,
y, seglin la hija, ambas 1legan a un entendimiento. Pero Lilia sigui6 para
siempre por la vida con su grito y su trozo de loza, defendiendo su inte-
gridad, su dignidad y su empresa de cultura, siempre dispuesta a detener
los embates y las amenazas, que fueron por lo menos tantos como los
homenajes y los honores.
Tiene s6lo catorce afios la chiquilla cuando muere la madre, durante
su sexto parto, y los nifios se ven repartidos entre unas tfas, que Lilia vio
como mujeres secas y dictadoras; poco tiempo despues, el padre se vuelve
a M6xico, su tierra natal, y desaparece, sin rastro, de la vida de sus hijos.
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Unas cuantas cartas al principio, y despu6s el silencio. Lilia recuerda ese
periodo de su vida como 6poca de un patetismo convulsionador en la que
los cinco hermanos, huerfanos, conocieron la miseria y el infierno per-
sonal.
Pero, a pesar de la tragedia, la familia sobrevivi6. Lilia cuenta ya con
ochenta y un afios en el momento en que esto se escribe; es todavia activa,
iicida y luchadora; tiene una cultura general extraordinaria; contintia
lievando su vida de tertulias intelectuales, de conferencias, de actividad
cultural; conserva la pluma a la mano como otras ancianas las cuentas
con que desgranan oraciones, y de ella siguen saliendo pdginas Ilenas de
sus recuerdos, de sus fantasias, de su contagiosa calidez.
Graduada de maestra en el Colegio Superior de Sefnoritas en 1922,
y coio no encontrase posibilidad de ejercer, se inscribe en el Liceo de
Costa Rica para obtener su Bachillerato en Ciencias y Letras. Alli, miAs
que las lecciones regulares, en las que resulta siempre especialmente aven-
tajada, es la amistad con el profesor Carlos Gagini, escritor y fil6logo, la
clave de su forrmaci6n. Con 61 aprende lingtistica, literatura, griego, la-
tin... y hasta esperanto, porque Gagini la singulariza con su amistad
paternal, la recibe en su casa y la deja zambullirse en su biblioteca (don-
de se refugia ella con Mariana, sobrina e hija adoptiva del maestro) en
persecuci6n de Martinez Sierra, de Lamartine y, sobre todo, de P6rez
Gald6s, cuyos Episodios nacionales son el tema principal de didlogo en
el reducido grupo.
En 1924 obtiene una plaza de maestra en la Escuela Vitalia Madrigal,
de San Jos6. Por esa 6poca empieza a escribir piezas teatrales para nifios,
las cuales se representan en escuelas de Heredia y de San Jos6, con 6xito
notable. Una de ellas se publica en la Revista de Guatemala. Al mismo
tiempo que ensefia y escribe, Lilia empieza a preocuparse por los chiqui-
Ilos menesterosos, para quienes consigue el auxilio de varios m6dicos, que
los atienden gratuitamente. Funda tambien una escuela para padres, con
el fin de ensefiar a los adultos el amor a los nifios. Entonces sus acciones
comienzan a enfrentarse al juicio malintencionado de las gentes, que la
califican de librepensadora, lo cual, en Costa Rica, por esos afios, resul-
taba un cargo casi tan grave como ser sospechoso de herejia cuando la
Santa lnquisici6n.
Jna beca obtenida en refiido concurso la leva a Santiago de Chile
en 1929, epoca de la dictadura de Carlos Ibafiez. Alli, como delegada del
Instituto Pedag6gico en la Federaci6n de Estudiantes, pronuncia, en una
asamblea, un violento discurso, a finales del treinta, contra las arbitra-
riedades del r6gimen a raiz de una huelga estudiantil. Sumado a eso,
poco despu6s del paraguazo propinado a un carabinero que maltrataba
LILIA RAMOS, ESCRITORA Y MAESTRA 267
a un compatriota, se convirti6 en sujeto de vigilancia permanente. Lilia
no transige con el despotismo y regresa al pais sin haber concluido sus
estudios, lo que no obsta para que se le ofrezca una ctedra en la Escuela
Normal de Heredia como profesora de Ciencias Educativas y Literatura.
Un afio mas tarde, el ministro de Educaci6n, Teodoro Picado, destituye
a aquella profesora por atreverse a declarar piblicamente que la Liga de
las Naciones era un mito, y encima, como si fuera poco, abogaba por la
educaci6n sexual para alumnos y padres. La envian a donde <<pueda hacer
menos dafio , a un kindergarten. De este modo, pasa a formar parte del
personal de la Escuela Maternal Montesoriana, que dirige la escritora
Carmen Lyra.
Como nada la desanima, alli, con grandes dificultades econ6micas,
Lilia vuelve a empezar. Dedica sus horas libres al estudio. Secretaria del
psicoanalista hingaro Antonio Bruck, se convierte en su discipula y obtie-
ne con 6xito la rehabilitaci6n de personas con perturbaciones emocionales.
Un dia, conversando con el ministro de Educaci6n Pblica, Luis De-
metrio Tinoco, sobre la necesidad de fundar escuelas para padres de fami-
lia, 6ste atribuye la obra De la Educacion Popular a Jos6 Marti. Lilia, cuya
altivez y sinceridad desconcertaban a sus superiores, le rectifica:<<De Sar-
miento, sefior>>. Pero ella ignoraba que a un ministro no se le puede corre-
gir impunemente, y poco despu6s la incauta profesora recibe su sanci6n
en la forma que menos lo esperaba: a solicitud de una maestra de sexto
grado, Lilia impartia en el grupo de aquella, por pura buena voluntad,
lecciones de Lengua y de Matemdticas, disciplinas en que la maestra le
habia pedido ayuda. Un dia, alguien la acus6 de manifestar en clase que
Costa Rica <<estaba obligada a consultar a Washington las resoluciones
trascendentales de politica internacional>. El sefior ministro le envia una
amonestaci6n; el director de la escuela y la maestra oficial del grupo in-
vestigan con los alumnos el origen del infundio; y aunque de o10averigua-
do no se obtuvo un solo dato en apoyo de las imputaciones, el rumor ya
habia levantado vuelo, y asi como antes se la acus6 de librepensadora,
ahora se la etiquetaba de comunista.
Pero ella pasa por sobre las injusticias y las acusaciones como los
antiguos mirtires cristianos por sobre las brasas: sin sufrir daio. Los gol-
pes no la desaniman, y continua haciendo lo que cree debe hacer, ajena
al celo de ministros insidiosos y a la infame oficiosidad de sus calum-
niadores.
En 1943 obtiene una beca que le permite estudiar Ciencias Humanas
y Tiflologia en la Universidad de Columbia y en el New York Institute
for the Education of the Blind. Recibe cursos de psicoanlisis en la New
School for Social Research. Entre 1945 y 1947 practica y estudia en el
268 YADIRA CALVO
Institute of Living, Hartford, Conn., donde adquiere el diploma de Auxi-
liar de Psiquiatria y Educaci6n Terap6utica.
Regresa a Costa Rica en uno de los momentos mas convulsivos de
nuestra historia, en 1947, cuando se preparan los sucesos politicos que
culminan con la Revoluci6n del 48. Se contrata como psic6loga en la
Escuela Profesional Femenina, y cuando la escuela se cierra, en 1949,
acepta en Guatemala un contrato para organizar asesoramiento a educa-
dores, padres y estudiantes durante tres meses.
Publica en 1950 Cabezas de mis nifios, cuya gran aceptaci6n la com-
pensa, al rnenos, del dolor de no hallar un solo centro docente en su pais
que no rechace sus servicios en el campo de su especialidad. Al fin, en
1951, y hasta 1954, la nueva psic6loga encuentra acomodo... como Jefe
de Publicaciones del Ministerio de Educaci6n. Este empleo no favorece
especialmente el aprovechamiento de su saber en el campo de la psico-
logia, pero la pone en contacto con el mundo de las editoriales y de los
autores y propicia su vocaci6n de escritora. Aunque no consigue ejercer
en el campo de su especialidad, en cambio dirige desde el Ministerio la
revista El Maestro, de la que escribe los editoriales y algunos articulos.
Por entonces su nombre empieza a rebasar las fronteras del pais, especial-
mente como conferencista sobre temas de educaci6n y salud mental. Hacia
1952 publica la obra de psicologia practica Si su hijito... y sus Cuentos
de Nausicaa.
En 1954 viaja a Francia y realiza estudios en la Sorbona, en las Es-
cuelas Martenot y en la Asociaci6n Montessori; colabora en la obra de
psicoterapia del Centro de Orientaci6n Universitaria de Paris; viaja por
varios paises europeos y por el norte de Africa; se relaciona con el psico-
analista franc6s Charles Baudouin, quien la hace miembro del Instituto
de Psicagogia y Psicoterapia de Ginebra, presidido por 61; colabora en el
Hospital San Pablo de Barcelona en la rehabilitaci6n de menores con
perturbaciones afectivas, y, finalmente, regresa a su pais a finales de 1956.
Tres aios mas tarde colabora en la fundaci6n de la Editorial Costa
Rica y en la de la Asociaci6n de Autores. A las pocas semanas de fun-
dada la Editorial es elegida para su presidencia. Por esta 6poca escribe
una obra de recuerdos y relatos de sus viajes: Ante mi el dulce milagro.
En 1960, en su cargo de Jefe de Publicaciones del Ministerio de Educa-
ci6n y de la revista Educaci6n, realiza una magna labor educacional. Edita
La voz enternecida y dos antologias: Jdbilo y pena del recuerdo y Luz y
bambalinas. Publica tambien algunas curiosidades bibliogrificas de gran
valor y varios optisculos. La Asociaci6n de Autores la nombra, con Fer-
nando Volio y Alberto Cafias, su presidenta honoraria vitalicia en 1963.
LILIA RAMOS, ESCRITORA Y MAESTRA 269
Un aiio mis tarde obtiene el premio <Aquileo Echeverria por su obra
Lumbre en el hogar.
En 1966, despu6s de cuarenta y cuatro aios de servicios al pais, es
destituida de su cargo en el Ministerio de Educaci6n. Renuncia un aiio
mas tarde a la presidencia del Consejo Directivo de la Editorial Costa
Rica, se dedica al trabajo de editora independiente y publica, entre otras
obras de diversos autores, su novela infantil Alm6 far, hidalgo y aventu-
rero. Al mismo tiempo empieza a escribir Fulgores en mi ocaso, que pu-
blica en 1978 bajo el sello de la Editorial Costa Rica. Nuevos viajes entre
1968 y 1970 sirven para complementar el material de este libro, que re-
presenta, a mi modo de ver, la mejor y mis lograda de sus creaciones.
Si bien la personalidad de Lilia Ramos, altiva, recta y valerosa, le ha
atraido, a la par, profundas simpatias y acres antagonismos, su obra, en
cambio, recibi6 siempre el elogio unanime y disfruta de un prestigio nunca
puesto en duda. Como autora, Lilia cultiva paralelamente el ensayo cien-
tifico didactico sobre psicologia prctica, la literatura infantil y las im-
presiones, relatos y memorias.
Sus obras de caricter psiquiatrico son reconocidas por la originalidad
con que presentan los temas. En ellas, su mayor acierto, a juicio del fil6-
sofo Constantino Lascaris, consiste en <<mantener la seriedad acad6mica
de la exposici6n con la agilidad didictica para conducir al lector>, en un
trabajo que anuncia, desde los mismos titulos, <<la preocupaci6n por la
labor eficaz mis que por el andlisis te6rico abstracto>>.
Lilia Ramos es, ante todo, maestra, en el mas noble sentido del voca-
blo. El mejoramiento de sus cong6neres ha sido preocupaci6n fundamen-
tal suya desde el aula, desde el libro, desde el podio, desde su labor edi-
torial. Por ello, a veces, en su obra infantil emerge cierta tendencia peda-
g6gica, sobre todo en relaci6n con el manejo idiomitico.
Podr6 discutirse la validez de lo didictico en la literatura infantil, pero
es lo cierto que los libros de Lilia para nifios son leidos con gusto hasta
por los adultos, porque tienen el merito de estar muy bien escritos, y en
ellos, aparte de que asome con frecuencia la maestra tras la pluma de la
autora, los relatos son hermosos y estin bien alifiados; algunos, tefiidos
con una tenue colaboraci6n poetica, con figuras inolvidables como la del
gigante Palem6n de los Cuentos de Nausicaa, quien, por regalar cintas de
colores a las hadas, dispara saetas contra el arco iris y lo rompe, provo-
cando una inundaci6n de particulas multicolores que transforman y em-
bellecen la tierra; figuras como el hada Golondrina Viajera, que, irisada
IConstantino Lascaris, Desarollo de las ideas filosdficas en Costa Rica (San
Jose: Editorial Costa Rica, 1964), p. 552.
270 YADIRA CALVO
y reluciente por haberse zambullido en el mundo de una pompa de jab6n,
roza a sus hermanas al ejecutar una danza para celebrarlo, y al hacerlo,
les transmite el prodigio a sus trajes blancos y a sus zapatitos de cristal.
Lo que hay de pedag6gico en los relatos infantiles de Lilia son las
explicaciones insertas en los cuentos a fin de instruir a los niios o acla-
rarles vocablos cultos, tal como cuando, en el relato de Palem6n, el her-
mano del heroe, Pitocles, lo quiere convencer de que su intento es initil
porque el arco iris <es un meteoro, algo que se puede ver en el cielo y
que resulta de cambios que sufren los rayos del sol al encontrarse con las
nubes y las gotas de agua suspendidas en la atm6sfera despues de la
lluvia> 2. Y en este intento consciente de educar (que, por lo
demis, po-
dria suprimirse sin deterioro del relato), Lilia le pone riendas a su vis
creadora, olvidando que el cuento busca, como lo manifest6 su amiga
Dora Isella Rusell, <<redimir por la fantasia las grietas de la vida coti-
diana>> 3
Es, sin duda, su acendrada vocaci6n pedag6gica lo que le impide a
Lilia olvidar, cuando escribe, su condici6n de maestra, y 6ste es el mayor
reproche que se le puede hacer como escritora para nifios. Pero hay que
reconocerle, en ese campo, lo que sus criticos y comentaristas concuerdan
en atribuirle: la claridad y pulcritud de su estilo, producto de un trabajo
depurador del idioma en la justeza de los vocablos y en la correcci6n de
la sintaxis.
Ella conoce el arte sutil de contar cuentos y de construir mundos fan-
tisticos breves, po6ticos y lineales, como quieren los niiios. Asi, en su
Almdfniar, hidalgo y aventurero, se narran las aventuras de un duende que
un dia, durante un paseo solitario, da con una senda que lo conduce a la
superficie del planeta, donde se encuentra con la ardilla Pimpinela. Jun-
tos viven toda suerte de fantdsticas aventuras en un mundo lleno de be-
lleza y felicidad, en el que Cinzolin, la mas perfida de las brujas, resulta
ser la bondadosa india Rabinjd Rabinzul, hija del rio y de la montafia,
disfrazada de bruja y convencida de serlo por la sugesti6n de Espelunca
Taruga, a quien en su juventud sirvi6; y el Bosque Endiablado que rodea
su vivienda se transforma, con s6lo cambiarle de nombre, en el Bosque
Luminoso, y en el que, en fin, la magia del Mago del Otero Azul no es
otra cosa que sentido comin y buena voluntad, porque no hay magia mds
poderosa para un escritor que la de las palabras, capaces de construir
mundos y seres con vida permanente o al menos mucho mds duradera que
la de aquel que se las concedi6.
Lilia Ramos, Cuentos de Nausicaa (San Jos6: edici6n particular, 1952), p. 16.
2
Dora Isella Rusell, Retorno a su cdlida ternura (San Jos6: Secci6a de Publica-
ciones Ministerio Educaci6n Piblica, 1960), pp. 8-9.
ILIA RAMOS, ESCRITORA Y MAESTRA 271
Por eso los personajes de Almfar: Capuz, Papahigo, Fazoleto, Pim-
pinela... y el duende que le da nombre al libro, seguirin para los nifios
en la Morada Fantastica de Nuezlandia, como sigue para ellos la Cape-
rucita en el bosque o la Cenicienta en el baile del palacio real. Y es que
contar cuentos, o escucharlos, es uno de los mayores placeres con que se
puede gozar nuestra mente fabuladora. Y cuando esos cuentos estan hibil-
mente narrados, el gusto por ellos se hereda a travis de las generaciones,
que los convierten en un legado de la humanidad.
En Costa Rica, los nifios entran en el mundo literario con el regocijo
de los Cuentos de mi tia Panchita, en que la genial Carmen Lyra recoge
relatos del patrimonio universal y los vierte en un lenguaje popular costa-
rricense, haci6ndolos nuestros. Porque, aunque, segin cuenta la autora,
su tio Pablo, el profesor de Etica y L6gica, los calificaba de cuenteretes
y bozorola, ella, y con ella todos nosotros, preferia estos relatos de la tia
Panchita, ajenos a veces a la gramatica y ayunos casi siempre de esas dos
cosas que el tio Pablo ensefiaba, a los cuentos moralizantes y graves que
nos escatiman el puro goce del relato, para ofrecernos lo que cualquier
libro de texto nos puede proporcionar.
En una linea diferente, Lilia Ramos continia, junto con otros auto-
res, la tradici6n del cuento infantil, no ya popular ciertamente; esta vena,
al parecer, se agot6 en Costa Rica con Carmen Lyra y con Maria Leal de
Noguera. Lilia crea un cuento erudito, a veces enraizado en la tradici6n
cldsica greco-latina; a veces, en la herencia feerica que, qui6n mds qui6n
menos, manejan todos los autores para nifios, y, por ultimo, una parte
sustancial que da vida a sus personajes es la observaci6n de la naturaleza
que nos rodea, y en ella, sobre todo, la de los animales, cuya veta de ri-
queza narrativa ya habian descubierto siglos atras los fabulistas.
Pero Lilia los bautiza con nombres euf6nicos y onomatopeyicos, so-
noros como instrumentos musicales. Los inocentes pollitos Pon Pon y Pa-
nina; Vulpeja, la zorra mala; el pato impostor Hopas Hopalanda; el mi-
moso cerdito Castafiuelas y el abejoncito Risco de los Cuentos de Nausi-
caa, no son, en sus textos, exactamente el generico animal de las f bulas,
caracterizado por un rasgo inico y definidor que encarna un vicio o una
debilidad humana o una virtud: son todos individuos diferenciados y no
una representaci6n de condiciones eternas del hombre, a excepci6n de los
clasicos tia Zorra, tio Conejo y tio Coyote del cuento <Tia Zorra envidio-
sa>>, Onico relato en que la autora echa mano a la tradici6n literaria del
cuento popular.
Con esta herencia preciosa en las manos: la greco-latina, la del cuento
de hadas y la que inaugurara Esopo veintis6is siglos atris; con su simpatia
y respeto por los nifios, con su vastisimo saber, Lilia Ramos edifica, para
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ellos, mundos ajenos al dolor y al desengafio. Porque para eso, para el
dolor y el desengafio, le basta con escribir sobre ellos.
La experiencia que vivi6 durante dos afios como maestra de <<chiquitos
cinco y seisafieros , como ella dice, le dej6, nos dej6, Cabezas de mis
nitios, libro en que relata los hondos pesares de aquellos de sus alumnos
que ilegaban a la escuela con su cotidiana raci6n de sufrimiento camu-
flado de violencia, de jactancia, de desconfianza, de estultez... Jose Luis,
Pablo, Hilda, Cecilia... chiquillos para perder la paciencia, cuyos mohines
y malcrianzas usualmente levan en la tarjeta de calificaciones el equiva-
lente numerico de la desaprobaci6n, son para esta maestra compasiva y
conocedora del alma la verdadera raz6n de ser de su labor educativa.
Y son algo mis: <<porque hablar, escribir, comunicar, es una liberaci6n> 4,
se convierten en personajes de su obra. Por eso Jos6 Luis, Hilda, Pablo,
Cecilia... siguen siendo, para nosotros, nifios sufrientes y famdlicos de
pan o de carifio, lo mismo da, en las paginas de la amorosa maestra que
sufri6 con ellos la tristeza de no poder cambiar a un padre egoista, a una
madre discola, una familia destrozada, un ambiente miserrimo, una vida
macerada en la desesperaci6n.
Asi como en los cuentos infantiles la pluma de la escritora aparece
con frecuencia sostenida por mano de maestra, los relatos para adultos
de su volumen Las voces truncas se adivinan contados por la sensibilisima
psic6loga que se cuela en los casos perdidos del sanatorio en que trabaj6,
para dejarnos evidencia, como lo sefiala Esmeralda Jimenez, de te-<<los
rribles mecanismos de los que se vale el hombre para aniquilar a los de-
biles o [... los subterfugios que buscan los carentes de iniciativa, los
obnubilados con sus propias aberraciones para devastar o minar la esta-
bilidad del fuerte>>.
El sensitivo Leonardo, la cruel Miss Flavia, el escritor de ap6crifos
Nombela, el artifice Alejo Riva y tantos otros seres torturados dejan su
marca de angustia en esta obra, como prueba irrefutable de los peligros
de la incomunicaci6n, porque, truncas las voces, se trunca tambidn la
felicidad.
Una tendencia natural en el lenguaje literario de Lilia Ramos, espe-
cialmente acentuada en esta obra, es el empleo de expresiones concisas,
nominales, con abundantes enumeraciones de nombres sustantivos y la
1Lilia
Lilia Ramos, Cabezas de mis niios (San Jose: Editorial La Naci6n, 1960), p. 12.
Ramos, Las voces truncas (San Jose: Edit. Autores Unidos, 1980), pp. 8-9.
LILIA RAMOS, ESCRITORA Y MAESTRA 273
consecuente rapidez de su sintaxis, fen6meno este intensificado, ademas,,
por la factura de sus oraciones, por lo general simples, coordinadas o
yuxtapuestas. Un fragmento, elegido al azar, del relato «<D6nde estas,
ego mio?>>, incluido en la obra que aquf se comenta, ilustra parcialmente
las anteriores afirmaciones:
Noche brillante en el Teatro de la Opera con Tristan e Isolda. Vi-
braciones, suspiros, lIgrimas al unisono de los dos hermanos. Es tarde
y quieren reposar. Muy grande la atracci6n de la Ermita y se dirigen
para una simple ojeada. Un ramillete de cuentos alemanes en edici6n
de lujo adorna la consola. Ella lo vislumbra y entera a Pablo de esa
iltima adquisici6n, y en el indice, 61 sefiala un nombre: La sangre de
los Waslungos y... el anzuelo: Thomas Mann. Regina lee. Historia ar-
diente de unos mellizos -Segismundo y Siglinda- que se desenvuelve
en la atm6sfera sui generis del autor. En la segunda parte, el relato va
caldeandose y asciende hasta el paroxismo. Y sucede lo inesperado: el
epilogo estremecedor que los impacta, los azora. Se medio reponen...
<<Suefia con los angeles>> y de estampia, cada mochuelo a su olivo
para... insomniar casi en delirio (p. 96).
Por la gran incidencia de recursos que contribuyen a la rapidez sin-
tactica en Las voces trunzcas, esta obra produce un efecto huracanado y
aspero, en acuerdo con los sucesos que en ella se relatan: vidas deshechas
por la infelicidad, lastradas por la neurosis, cargadas sin remedio, como
Sisifo, con una roca, cuesta arriba y para siempre, porque en Las voces
truncas la autora reuni6, de su experiencia psiquiatrica, un manojo de se-
res que nadie pudo redimir.
Como contrapartida a esta obra de ficci6n que abrev6 de cerca en la
realidad, y ms que eso, en la verdad del alma enferma, Lilia escribe
Donde renace la esperanza, obra de contenido <<veridico en toda su lon-
gitud>>, como aclara ella en el <<Umbral>>, y basada en su experiencia pro-
fesional en el Institute of Living, hospital neuropsiquiatrico de Hartford,
Nueva Inglaterra. Escrita con gratitud hacia el lugar donde aprendi6 a
conocer la conducta patol6gica y los m6todos para su recuperaci6n, Donde
renace la esperanza reuine an6cdotas, historias, acotaciones y episodios de
la vida cotidiana en aquel centro, que llama <huespedes> a sus pacientes
no por simple eufemismo, sino porque su director conocia la influencia
que ejercen en el alma las palabras.
Con gran habilidad, la autora nos conduce al inmenso parque donde
se desenvuelve la vida del Institute of Living, entre conciertos, exposicio-
nes, conferencias, paseos y tambi6n, a ratos, tiernos y jocosos episodios
«de locos>>, como aquel en el que dos esposos, internados en diferentes
18
:274 YADIRA CALVO
6pocas en el sanatario, se encuentran un domingo al salir de la capilla,
a pesar de las precauciones que se han tornado para evitarlo. Ante la
consternaci6n de los auxiliares, se dirigen uno al otro:
-iDan, mi querido! iPor qu6 has tardado en volver a casa? iLos
nifios estln muy nerviosos!
-iJean, mi amor! Lamento haberla preocupado... la oficina estaba
ilena de clientes... iRegresemos! 6
Interesan en esta obra las acotaciones, porque en ellas se ilustran cier-
tas patologias con los nombres de famosas personalidades que las pade-
cieron; y el saber que una grave enfermedad mental no ha obstaculizado
la producci6n de obras creativas tan estimables como las de Kafka,
D. H. Lawrence, Van Gogh, Dostoievski, Virginia Woolf, los Nodier...,
por citar s6lo algunos de los creadores que menciona Lilia en su obra,
confirma el cumplimiento de su prop6sito al escribirla: la utilidad de
«ensefianzas aplicables a un mejoramiento personal y a una comprensi6n
del mundo complejo, oscuro y tragico de los infelices que no han apren-
dido el arte de vivir>> (p. 10).
Menores s6lo por la extensi6n son sus opisculos El santo enamorado
de los humildes, breve biografia de Vasco de Quiroga; Nueva York, me-
trdpoli sideral, especie de gufa para el viajero instruido, y Mensaje en
claridad imefable, que bien podria subtitularse <<Elogio
de la sardana>>.
En esta obra, que tiene la extensi6n apenas de un articulo, aunque se
edit6 en forma de libro, se describe la ejecuci6n de la danza popular de
Catalufia, en la que Lilia encuentra reminiscencias de frisos y vasijas
griegas. Bello el lenguaje, penetrante la observaci6n, la obrita es una bre-
visima muestra de la habilidad descriptiva de su autora.
Mas extensa su Evocacidn del Greco, escrita en colaboraci6n con Lo-
lita Zeller de Peralta, con abundantes evocaciones autobiogrificas de su
propio paso por Toledo, que Lilia describe como <<inolvidable
gracias a
los toledanos generosos y cultos>> que conoci6, y donde el ultimo y mas
preciado recuerdo resulta ser no la casa del pintor ni su obra inmortal,
como pudiera creerse, sino simplemente los nifios que le hablaron «con
fervor de El Greco, a la luz de un ocaso violeta> .
Por ultimo, y antes de dar un vistazo a la obra mas interesante de
Lilia Ramos, es necesario referirse a su labor de ant6loga, sobre todo en
dos obras de gran valor para la cultura costarricense; Jdbilo y pena del
Lilia Ramos, Donde renace la esperanza (San Jos6: Ediciones Elite, 1963), p. 10.
6
Lilia Ramos y Lolita Zeller, Evocacidn del Greco (San Jose: Imprenta Metro-
7
politana, 1966), p. 44.
LILIA RAMOS, ESCRITORA Y MAESTRA 275
recuerdo y Luz y bambalinas. Esta iltima contiene cincuenta y ocho tex-
tos teatrales infantiles que conforman, en criterio de su prologador Guido
Fernandez, <<unaselecci6n cuidadosa de piezas dramiticas tendientes a
facilitar al nifio sus contactos mas elementales con el teatro, a fin de que
mediante este sistema tan eficaz pueda afinarse su sensibilidad y se vaya
formando un sedimento cultural susceptible de ser aumentado durante su
trayectoria por la Escuela>>
Jdbilo y pena del recuerdo recoge evocadoras paginas de la historia
patria, no de la ciencia de la historia, que relata los sucesos belicos y po-
liticos y los nombres sefieros de quienes los protagonizaron, sino la his-
toria humilde y sin bombo del vivir de cada dia, que se queda por fuera
de los libros y de los archivos y constituye, sin embargo, el mas precioso
dato para juzgar la verdadera circunstancia de una 6poca y un pais. Sus
piginas se pueblan con los modestos seres que ocuparon los mdrgenes de
los hechos rmemorables y con aquellos a quienes, actividad o particulari-
dades, los fijan en un momento del pasado. Alli la madre de Juan Santa-
maria, el hdroe nacional de Costa Rica, la casi menesterosa Manuela Car-
bajal, <<deoficio mugeril> y avecindada en Alajuela, suplicando al presi-
dente de la Republica <<una mirada compasiva , <un monte pio>, obligada
por la «necesidad imperiosa>> de no dejarse morir de hambre; alli <El cu-
randero>, de Jenaro Cardona, que descubri6 el secreto de curar enferme-
dades con medicinas cuyos nombres empiezan por la misma letra que el
del mal; allif, en paginas de Carlos Jinesta, el San Jos6 de 1891, que se
estrena de urbe <<con
visibles empujes de adelanto>>, como calles tiradas
a cordel y conferencias sobre Plat6n en la Escuela de Derecho; alli, en fin,
la vida de Costa Rica en el bullir cotidiano y ordinario del pais tranquilo
y sencillo de principios de siglo, que tenia por elegancia el desfallecimien-
to de las seioritas de alta sociedad y el sombrerazo de los caballeros en
la calle, y por mixima diversi6n capitalina la misa de tropa con banda
militar, la retreta, uno que otro circo perdido alguna vez por estas zonas
y los bailes de gran rumbo en el Teatro Nacional.
Jabilo y pena del recuerdo, en cuanto sintetiza, en muchos aspectos, la
esencia de lo costarricense, no es simplemente una antologia: es La Anto-
logia: compendio tinico que conserva vivos, en un solo volumen, retazos
del mundo que gozaron y sufrieron los abuelos, desperdigados antes por
revistas y publicaciones de escasa perdurabilidad, cuidadosamente recor-
tados y cosidos por Lilia hasta formar una magnifica pieza trabajada con
esmero.
8 Lilia Ramos, Luz y bambalinas (San Jos6: Editorial Costa Rica, 1982), p. 10.
.276 YADIRA CALVO
Toda esta labor, en el campo de la cultura, ha sido reconocida publica-
mente a Lilia no s6lo en el pais: en 1964 obtiene el premio <<Aquileo
Echeverria> por su Lumbre en el hogar; en 1978 se le confiere el <<Ma-
g6n> por la obra ingente de toda una vida dedicada a crear, impulsar y
prohijar la cultura costarricense; en 1975, la Asociaci6n de Escritores del
Interior y la Asociaci6n Uruguaya de Autores crea el premio <<Lilia Ra-
mos>> en honor a sus meritos. Todo esto, aparte de gran cantidad de ho-
menajes y reconocimientos de caracter menos espectacular.
Para otros autores eso podria significar una obra terminada y el con-
secuente descanso. Para Lilia, no. Ella podria, con propiedad, exclamar,
como la francesa Colette: <<Pero Zcuindo se deja de escribir? LCuil es el
aviso? iUn tropiezo en la mano? En otro tiempo crei que el trabajo es-
crito era como los demas trabajos. Abandonado el utensilio, se exclama
alegremente: iAcabado!, y uno se frota las manos; de d6nde llueven los
granos de una arena que se ha creido preciosa... Es entonces cuando en
las figuras que escriben los granos de arena se leen las palabras: 'Con-
tinuara' ... 9
Como Colette, Lilia continuara porque, como manifiesta el doctor Jor-
ge Vega, <<ella nunca se acaba>>. Por eso, porque lo ab ilico y lo afiejo le
son desconocidos, ha sido capaz de ponerse a escribir, a los sesenta y
cuatro aios, una obra que le llevaria un decenio y que daria un resultado
proporcional al esfuerzo que le dedic6. Fulgores en mi ocaso tiene, sin
embargo, un desacierto, seglin juicio del citado doctor Vega: debi6 haber-
se llamado Fulgores en mi lontananza, como puede esperarse de la vitali-
dad de su autora, quien, en frase de Goethe, asegura que, pesar de<<a
todo, la vida es bella>>.
Porque <<con
los aios van quedando recuerdos de recuerdos>>, la es-
critora se dedica a recoger esa cosecha de toda una vida cuando ya tiene
andada una buena parte del camino, y, espigando entre sus mas queridas
experiencias, forma un haz apretado en que se juntan despedidas y en-
cuentros, dulzuras y amargor. <Los jibilos para la iteraci6n gloriosa con
los sufrimientos, para derivar ensefianza o establecer comparaciones si el
destino ha sonreido>>, dice ella. Su prop6sito queda claro en el inicio de
la obra:
Suelo darme a evocaciones y en ellas siempre van adquiriendo relie-
ve especial los seres que, en una u otra forma, me han enriquecido con
sus tesoros espirituales. En general, las piginas de este libro llevan el
acento afectivo: son homenaje amoroso a las gentes... 10
SGabrielle Colette, Obra completa (Barcelona: Plaza y Janes, 1965), p. 1571.
o10
Lilia Ramos, Fulgores en mi ocaso (San Jos6: Edit. Costa Rica, 1978), p. 11.
LILIA RAMOS, ESCRITORA Y MAESTRA 277
Y esto porque ella ha <<saboreadoregocijos compensadores al amar a Dios
en el regalo de sus criaturas y en la bendici6n del trabajo> .
Pero esas criaturas de Dios en las que Lilia le ha amado no son, por
cierto, los seres grises y an6nimos que pasan sin rastro por la vida: son
seres egregios, porque Lilia Ramos, que entiende y conoce el arte de la
amistad, vive, como los jardineros aficionados a plantas raras y flores im-
previstas, rodeada de seres de singular naturaleza, cuya amistad cultiva
con exquisita habilidad. Son estos seres los que pueblan su obra, cada
uno con un fulgor cuya luz recoge la autora para formar un haz luminoso
de nombres, encuentros, anecdotas, sucesos, didlogos, revelaciones... en
que se recoge el matiz intimo, el gesto de andar por casa, la conversaci6n
circunstancial de un escritor, de un pensador, de un artista, o se refleja
el rayo luminoso de un espiritu en mas modesta encarnaci6n, en quehacer
mas humilde de puro amor al pr6jimo. Porque ella hace suyas las pala-
bras de Unamuno cuando afirma que <<cada
nuevo amigo que ganamos en
la carrera de la vida nos perfecciona y enriquece, mas an que por lo que
e1 mismo nos da, por lo que de nosotros mismos nos descubre>>: escon-
drijos y recovecos de la conciencia que no se nos muestran, a no ser que,
merced a la comuni6n espiritual con otras personas, se nos revelen. De
estos seres hubo y sigue habiendo coro en la vida de Lilia. Grandes y
reconocidos unos, modestos y sin gran renombre otros, pero todos irra-
diando alguin fulgor, cuya luz alumbra los dias de la escritora entre la
paz y la limpieza de su casa-museo en San Jos6.
Como una nueva maquina del tiempo, Fulgores en mi ocaso da vuelta
atrds a la rueda de los afios y nos presenta, resucitados, al gigant6n genial
Max Jimenez y a la hermosa y torturada Yolanda Oreamuno, junto a
quienes Lilia confiesa que se siente liliputiense, lo
cual no impide que les
profese devoci6n. En el taller de Max, mientras admira dibujos y pinturas,
fascinada doblemente por el artista y por el hombre, se sobresalta ante
la inesperada aparici6n de Clemencia, la esposa del pintor. A los sesenta
y tantos afios nos confiesa ella la raz6n del sobresalto: estaba enamorada
de sui amigo. Es posible que en aquel momento s6lo ella lo supiera, y es
rigurosanmente cierto que el sentimiento por el hombre no perturb6 la
amistad, como no perturb6 la envidia los lazos que la unieron con Yo-
landa Oreamuno. Porque ante aquella mujer bellisima, que <sacude el
ambiente de las letras y de las artes> al tiempo que <<es
vedette en las
cr6nicas sociales>>, Lilia siente acrecer lo que ella llama la <<sensaci6n
de
minusvalia por mi fealdad>>. Para empeorar las cosas, se da cuenta del
11 Jorge Vega, <<Generosidad hecha muljer: Lilia Ramos>>, La Nacin, 20 abril
1979.
278 YADIRA CALVO
«desaffo que significa su obra>> y comprende que no puede aceptarlo. En-
tonces se confiesa ante Yolanda, que rife con incredulidad y se regocija
de esa decisi6n que marca el comienzo de una amistad sin igual entre
estas dos mujeres, una de las cuales, la hermosa, se consumi6 como un
meteoro, dejando su marca de luz en el cielo de las letras hispanoameri-
canas; la otra vive todavia recibiendo premios, homenajes y condecora-
clones, porque, como el patito feo del cuento, a la larga ha terminado por
convertirse en cisne.
Memorias y confesiones pueblan las piginas de Fulgores en mi ocaso.
Tantas, que no es posible detenerse en su regodeo mas que con la lectura
misma de la obra. Pero no se puede uno sustraer, al comentarla, de refe-
rirse a algunos de sus episodios que mejor pueden perfilar la naturaleza
de este libro, tales el referido a sus cuarenta y cinco afios de relaciones,
<<siermpre llenas de esos jibilos hondos que endulzan la vida>>, con el
poeta Jos6 Basileo Acufia, a quien ella considera su amistad amorosa, des-
de el tiempo en que, en 1930, a su regreso de Chile, lo tuvo por colega
en la Escuela Normal, donde el inter6s por la psicologia los herman6. Lilia
describe sus domingos juntos en la gran casa de Pepe, como ella familiar-
mente lo llama, a veces con una o dos amigas, entre libros y golosinas
preparadas por 61:
Yo en un sill6n confortable... 61, a mis pies sobre un enorme y
blando cojin, apacible y muy enhiesto, me trafa la imagen de Sakiamu-
ni,anochecer o10
hasta que la risa espontanea la alteraba. [...] La media luz del
invitaba a confesiones... Yo me abstrafa e integra oidos
era un receptor fiel y avido... (p. 66).
Pasan los afios a puliados, y Pepe y Lilia siguen visitindose, inter-
cambiando libros, queridndose como amigos entraiables, tal vez porque,
como dice 61 en una de sus poesias, <<tan
s6lo la amistad nos brinda el
mundo / como un resquicio para ver el cielo>>.
No se queda la obra encerrada en el pequefio y estrecho circulo de
amigos que forman el mundo intelectual de San Jose. Por el contrario,
se remonta, como lo advierte el doctor Jorge Vega, <<desde
reuniones casi
provincianas alrededor del parque Morazdn hasta las estribaciones del
Hudson, del Mar del Plata, del Sena, de las planicies mexicanas, las ari-
deces castellanas...>> 11, y en todos los lugares que visit6 hall6 un amigo,
hall6 varios amigos, porque, como dice ella, <<el
afinador de su espiritu
necesita colegas de ensuefio y siempre da con varios dispuestos a la aven-
tura gloriosa>> (p. 67). Y asi, en ese constante peregrinar, llega a Uruguay,
donde el amor a las letras la conduce a la casa-santuario de Juana de Ibar-
bourou, a quien se aproxima con un secreto temor, porque la fama publica
LILIA RAMOS, ESCRITORA Y MAESTRA 279
que Juana ha hecho retirar de su casa los espejos para no enfrentarse a la
perdida de su belleza, lo cual, en si, no significaria casi nada si no fuera
porque retirar los espejos es un acto simb6lico de mucha mayor gravedad,
del cual hay que inferir que a Juana se le ha envejecido el talento. Con
indecible emoci6n, Lilia lora ante la poetisa de America, que la recibe
rodeada de sus espejos y entre <un mar de hojas de escritura reciente.
Son brillantes las paginas referidas a loan Vidal y a Alberto Fernan-
dez Leys, que, gracias a la declarada epistolomania de Lilia, se doran con
fragmentos de cartas de 6stos, sus dos amigos: esquelas intimas con dig-
nidad de textos que no deben quedarse atados con cintas en la gaveta cde
un secrlfaire. Cuando Vidal conoce su decisi6n de recluirse para redactar
sus memorias, le aconseja que se goce toda entera en tan sublime deporte,
que <es la sola justificaci6n activa de nuestras vidas, el premio intemporal
a su enemriga brevedad> (p. 76). Y- Fernandez Leys, desde otro punto car-
dinal del mundo, mediante asidua correspondencia, le confia libros, pe-
nas y emociones, que le son retribuidos en moneda del rnismo valor. En
uno de los fragmentos reproducidos por Lilia escribe Alberto:
La correspondencia contigo -esta carta por caso- es la que me
permite repasar mis ideas, frecuentar mi optimismo, la frescura del pen-
samiento; el acto de pensar y repensar. Estar de acuerdo con la vida
y to vivido. Y con esta amrnistad que viene de lejos -honda, emotiva,
limpia y entraable- que hace bella la vida y embellece lo vivido, las
horas de hoy y de maana. He renacido para el afecto con el dia de
hoy. Quiera la suerte que prevalezca la imagen que de mi tienes. Nada
hare por mnodificarla, bella amiga, maravillosa amiga. iLilia del cora-
z6n luminoso! (p. 163).
Leyendo el fragmento epistolar de loan Vidal antes reproducido, se
comprende mejor por qu escribe Lilia Ramos un libro de memorias:
quiso regalarse con ese premio intemporal a la brevedad de la vida, de
que Vidal habla, pero como persona generosa que es, nos regal6 a la vez
su propio mundo, para que tambidn nosotros nos gocemos en 61. Y es que,
como bien apunt6 Constantino Lascaris, esta mujer vive sus libros como
una voluntad de mejoramiento. Como una voluntad de mejoramiento los
ha de vivir tambidn el lector que los recibe.
La obra escrita de Lilia Ramos, asi se ocupe de impartir lecciones
practicas de psicologia, de crear mundos fantasticos para los nifios o de
relatar hechos de su propia experiencia es producto de una estrecha co-
laboraci6n entre la maestra y la escritora que alientan juntas en todo lo
que Lilia Ramos hace y escribe.