NUESTRO PRIMER CIGARRO Página 1 de 4
Horacio Quiroga
Ninguna época de mayor alegría que la que éste un viejo pozo inconcluso, cuyos trabajos se
nos proporcionó a María y a mí, nuestra tía con su habían detenido a los catorce metros sobre el fondo
muerte. Inés volvía de Buenos Aires, donde había de piedra, y que desaparecía ahora entre los
pasado tres meses. Esa noche, cuando nos culantrillos y doradillas de sus paredes. Era, sin
acostábamos, oímos que Inés decía a mamá: embargo, menester explorarlo, y por vía de
--¡Qué extraño!... Tengo las cejas avanzada logramos con infinitos esfuerzos llevar
hinchadas. hasta su borde una gran piedra. Como el pozo
Mamá examinó seguramente las cejas de quedaba oculto tras un macizo de cañas, nos fué
tía, pues después de un rato contestó: permitida esta maniobra sin que mamá se enterase.
--Es cierto... ¿No sientes nada? No obstante, María, cuya inspiración poética primó
--No... sueño. siempre en nuestras empresas, obtuvo que
Al día siguiente, hacia las dos de la tarde, aplazáramos el fenómeno hasta que una gran lluvia,
notamos de pronto fuerte agitación en casa, puertas llenando el pozo, nos proporcionara satisfacción
que se abrían y no se cerraban, diálogos cortados de artística, a la par que científica.
exclamaciones, y semblantes asustados. Inés tenía Pero lo que sobre todo atrajo nuestros
viruela, y de cierta especie hemorrágica que vivía asaltos diarios fue el cañaveral. Tardamos dos
en Buenos Aires. semanas enteras en explorar como era debido aquel
Desde luego, a mi hermana y a mí nos diluviano enredo de varas verdes, varas secas, varas
entusiasmó el drama. Las criaturas tienen casi verticales, varas dobladas, atravesadas, rotas hacia
siempre la desgracia de que las grandes cosas no tierra. Las hojas secas, detenidas en su caída,
pasen en su casa. Esta vez nuestra tía--¡casualmente entretejían el macizo, que llenaba el aire de polvo y
nuestra tía!--¡enferma de viruela! Yo, chico feliz, briznas al menor contacto. Aclaramos el secreto, sin
contaba ya en mi orgullo la amistad de un agente de embargo; y sentados con mi hermana en la sombría
policía, y el contacto con un payaso que saltando guarida de algún rincón, bien juntos y mudos en la
las gradas había tomado asiento a mi lado. Pero semioscuridad, gozamos horas enteras el orgullo de
ahora el gran acontecimiento pasaba en nuestra no sentir miedo. Fué allí donde una tarde,
propia casa; y al comunicarlo al primer chico que se avergonzados de nuestra poca iniciativa,
detuvo en la puerta de calle a mirar, había ya en mis inventamos fumar. Mamá era viuda; con nosotros
ojos la vanidad con que una criatura de riguroso vivían habitualmente dos hermanas suyas, y en
luto pasa por primera vez ante sus vecinillos aquellos momentos un hermano, precisamente el
atónitos y envidiosos. que había venido con Inés de Buenos Aires.
Esa misma tarde salimos de casa, Este nuestro tío de veinte años, muy
instalándonos en la única que pudimos hallar con elegante y presumido, habíase atribuído sobre
tanta premura, una vieja quinta de los alrededores. nosotros dos cierta potestad que mamá, con el
Una hermana de mamá, que había tenido viruela en disgusto actual y su falta de carácter, fomentaba.
su niñez, quedó al lado de Inés. Seguramente en los María y yo, por de pronto, profesábamos
primeros días mamá pasó crueles angustias por sus cordialísima antipatía al padrastrillo.
hijos que habían besado a la virolenta. Pero en
--Te aseguro--decía él a mamá,
cambio nosotros, convertidos en furiosos
señalándonos con el mentón—que desearía vivir
Robinsones, no teníamos tiempo para acordarnos de
siempre contigo para vigilar a tus hijos. Te van a
nuestra tía. Hacía mucho tiempo que la quinta
dar mucho trabajo.
dormía en su sombrío y húmedo sosiego. Naranjos
blanquecinos de diaspis; duraznos rajados en la --¡Déjalos!--respondía mamá cansada.
horqueta; membrillos con aspecto de mimbres; Nosotros no decíamos nada; pero nos
higueras rastreantes a fuerza de abandono, aquello mirábamos por encima del plato de sopa. A este
daba, en su tupida hojarasca que ahogaba los pasos, severo personaje, pues, habíamos robado un
fuerte sensación de paraíso. paquete de cigarrillos; y aunque nos tentaba
Nosotros no éramos precisamente Adán y iniciarnos súbitamente en la viril virtud, esperamos
Eva; pero sí heroicos Robinsones, arrastrados a el artefacto. Este consistía en una pipa que yo había
nuestro destino por una gran desgracia de familia: fabricado con un trozo de caña, por depósito; una
la muerte de nuestra tía, acaecida cuatro días varilla de cortina, por boquilla; y por cemento,
después de comenzar nuestra exploración. masilla de un vidrio recién colocado. La pipa era
Pasábamos el día entero huroneando por la perfecta: grande, liviana y de varios colores.
quinta bien que las higueras, demasiado tupidas al En nuestra madriguera del cañaveral
pie, nos inquietaran un poco. El pozo también cargámosla María y yo con religiosa y firme
suscitaba nuestras preocupaciones geográficas. Era unción. Cinco cigarrillos dejaron su tabaco adentro;
NUESTRO PRIMER CIGARRO Página 2 de 4
Horacio Quiroga
y sentándonos entonces con las rodillas altas, --Y harás bien--asintió mamá.
encendí la pipa y aspiré. María, que devoraba mi --¡Yo no quiero que me toque!--repetí
acto con los ojos, notó que los míos se cubrían de enfurruñado y rojo.--¡El no es papá!
lágrimas: jamás se ha visto ni verá cosa, más --Pero a falta de tu pobre padre, es tu tío.
abominable. Deglutí, sin embargo, valerosamente la ¡En fin, déjenme tranquila!--concluyó
nauseosa saliva. apartándonos.
--¿Rico?--me preguntó María ansiosa, Solos en el patio, María y yo nos miramos
tendiendo la mano. con altivo fuego en los ojos.
--Rico--le contesté pasándole la horrible --¡Nadie me va a pegar a mí!--asenté.
máquina. --¡No... ni a mí tampoco!--apoyó ella, por la
María chupó, y con más fuerza aún. Yo, cuenta que le iba.
que la observaba atentamente, noté a mi vez sus --¡Es un zonzo!
lágrimas y el movimiento simultáneo de labios,
Y la inspiración vino bruscamente, y como
lengua y garganta, rechazando aquello. Su valor fué
siempre, a mi hermana, con furibunda risa y marcha
mayor que el mío.
triunfal:
--Es rico--dijo con los ojos llorosos y
--¡Tío Alfonso... es un zonzo! ¡Tío
haciendo casi un puchero. Y se llevó heroicamente
Alfonso... es un zonzo!
otra vez a la boca la varilla de bronce. Era
inminente salvarla. El orgullo, sólo él, la Cuando un rato después tropecé con el
precipitaba de nuevo a aquel infernal humo con padrastrillo, me pareció, por su mirada, que nos
gusto a sal de Chantaud, el mismo orgullo que me había oído. Pero ya habíamos planteado la historia
había hecho alabarle la nausebunda fogata. del Cigarro Pateador, epíteto éste a la mayor gloria
de la mula Maud.
--¡Psht!--dije bruscamente, prestando
El cigarro pateador consistió, en sus líneas
oído;--me parece el gargantilla del otro día... debe
elementales, en un cohete que rodeado de papel de
de tener nido aquí...
fumar, fué colocado en el atado de cigarrillos que
María se incorporó, dejando la pipa de lado; tío Alfonso tenía siempre en su velador, usando de
y con el oído atento y los ojos escudriñantes, nos ellos a la siesta.
alejamos de allí, ansiosos aparentemente de ver al Un extremo había sido cortado a fin de que
animalito, pero en verdad asidos como moribundos el cigarro no afectara excesivamente al fumador.
a aquel honorable pretexto de mi invención, para Con el violento chorro de chispas había bastante, y
retirarnos prudentemente del tabaco, sin que nuestro en su total, todo el éxito estribaba en que nuestro
orgullo sufriera. tío, adormilado, no se diera cuenta de la singular
Un mes más tarde volví a la pipa de caña, rigidez de su cigarrillo.
pero entonces con muy distinto resultado. Las cosas se precipitan a veces de tal modo,
Por alguna que otra travesura nuestra, el que no hay tiempo ni aliento para contarlas. Sólo sé
padrastrillo habíanos ya levantado la voz mucho que una siesta el padrastrillo salió como una bomba
más duramente de lo que podíamos permitirle mi de su cuarto, encontrando a mamá en el comedor.
hermana y yo. Nos quejamos a mamá. --¡Ah, estás acá! ¿Sabes lo que han hecho?
--¡Bah!, no hagan caso--nos respondió, sin ¡Te juro que esta vez se van a acordar de mí!
oirnos casi;--él es así. --¡Alfonso!
--¡Es que nos va a pegar un día!--gimoteó --¿Qué? ¡No faltaba más que tú también!...
María. ¡Si no sabes educar a tus
--Si ustedes no le dan motivos, no. ¿Qué le hijos, yo lo voy a hacer!
han hecho?--añadió Al oir la voz furiosa del tío, yo, que me
dirigiéndose a mí. ocupaba inocentemente con mi hermana en hacer
--Nada, mamá... Pero yo no quiero que me rayitas en el brocal del aljibe, evolucioné hasta
toque!--objeté a mi vez. entrar por la segunda puerta en el comedor, y
colocarme detrás de mamá. El padrastrillo me vió
En este momento entró nuestro tío.
entonces y se lanzó sobre mí.
--¡Ah! aquí está el buena pieza de tu --¡Yo no hice nada!--grité.
Eduardo... ¡Te va a sacar canas este hijo, ya verás! --¡Espérate!--rugió mi tío, corriendo tras de
--Se quejan de que quieres pegarles. mí alrededor de la mesa.
--¿Yo?--exclamó el padrastrillo --¡Alfonso, déjalo!
midiéndome.--No lo he pensado aún. Pero en --¡Después te lo dejaré!
cuanto me faltes al respeto... --¡Yo no quiero que me toque!
NUESTRO PRIMER CIGARRO Página 3 de 4
Horacio Quiroga
--¡Vamos, Alfonso! ¡Pareces una criatura! --¡Aquí, conmigo!--contestó riendo.--Ya
Esto era lo último que se podía decir al hemos hecho las paces.
padrastrillo. Lanzó un juramento y sus piernas en Como de lejos mamá no podía ver su
mi persecución con tal velocidad, que estuvo a palidez ni la ridícula mueca que él pretendía ser
punto de alcanzarme. Pero en ese instante salía yo beatífica sonrisa, todo fué bien.
como de una honda por la puerta abierta, y --¿No le pegaste, no?--insistió aún mamá.
disparaba hacia la quinta, con mi tío detrás. --No. ¡Si fué una broma!
En cinco segundos pasamos como una Mamá entró de nuevo. ¡Broma! Broma
exhalación por los durazneros, los naranjos y los comenzaba a ser la mía para el padrastrillo.
perales, y fué en este momento cuando la idea del Celia, mi tía mayor, que había concluído de
pozo, y su piedra, surgió terriblemente nítida. dormir la siesta, cruzó el patio y Alfonso la llamó
--¡No quiero que me toque!--grité aún. en silencio con la mano. Momentos después Celia
--¡Espérate! lanzaba un ¡oh! ahogado, llevándose las manos a la
En ese instante llegamos al cañaveral. cabeza.
--¡Me voy a tirar al pozo!--aullé para que --¡Pero, cómo! ¡Qué horror! ¡Pobre, pobre
mamá me oyera. Mercedes! ¡Qué golpe!
--¡Yo soy el que te voy a tirar! Era menester resolver algo antes que
Bruscamente desaparecí a sus ojos tras las Mercedes se enterara. ¿Sacarme, con vida aún?... El
cañas; corriendo siempre, di un empujón a la piedra pozo tenía catorce metros sobre piedra viva. Tal
exploradora que esperaba una lluvia, y salté de vez, quién sabe... Pero para ello sería preciso traer
costado, hundiéndome bajo la hojarasca. Tío sogas, hombres; y Mercedes...
desembocó en seguida, a tiempo que dejando de --¡Pobre, pobre madre!--repetía mi tía.
verme, sentía allá en el fondo del pozo el Justo es decir que para mí, el pequeño
abominable zumbido de un cuerpo que se aplastaba. héroe, mártir de su dignidad corporal, no hubo una
El padrastrillo se detuvo, totalmente lívido; sola lágrima. Mamá acaparaba todos los
volvió a todas partes sus ojos dilatados, y se entusiasmos de aquel dolor, sacrificándole ellos la
aproximó al pozo. Trató de mirar adentro, pero los remota probabilidad de vida que yo pudiera aún
culantrillos se lo impidieron. Entonces pareció conservar allá abajo. Lo cual, hiriendo mi doble
reflexionar, y después de una atenta mirada al pozo vanidad de muerto y de vivo, avivó mi sed de
y sus alrededores, comenzó a buscarme. venganza. Media hora después mamá volvió a
Como desgraciadamente para el caso, hacía preguntar por mí, respondiéndole Celia con tan
poco tiempo que el tío Alfonso cesara a su vez de pobre diplomacia, que mamá tuvo en seguida la
esconderse para evitar los cuerpo a cuerpo con sus seguridad de una catástrofe.
padres, conservaba aún muy frescas las estrategias --¡Eduardo, mi hijo!--clamó arrancándose
subsecuentes, e hizo por mi persona cuanto era de las manos de su hermana que pretendía sujetarla,
posible hacer para hallarme. y precipitándose a la quinta.
Descubrió en seguida mi cubil, volviendo --¡Mercedes! ¡Te juro que no! ¡Ha salido!
pertinazmente a él con admirable olfato; pero fuera --¡Mi hijo! ¡mi hijo! ¡Alfonso!
de que la hojarasca diluviana me ocultaba del todo, Alfonso corrió a su encuentro, deteniéndola
el ruido de mi cuerpo estrellándose obsediaba a mi al ver que se dirigía al pozo. Mamá no pensaba en
tío, que no buscaba bien, en consecuencia. Fué nada concreto; pero al ver el gesto horrorizado de
pues resuelto que yo yacía aplastado en el fondo del su hermano, recordó entonces mi exclamación de
pozo, dando entonces principio a lo que una hora antes, y lanzó un espantoso alarido.
llamaríamos mi venganza póstuma. El caso era bien --¡Ay! ¡Mi hijo! ¡Se ha matado! ¡Déjame,
claro: ¿con qué cara mi tío contaría a mamá que yo déjenme! ¡Mi hijo, Alfonso! ¡Me lo has muerto!
me había suicidado para evitar que él me pegara? Se llevaron a mamá sin sentido. No me
Pasaron diez minutos. había conmovido en lo más mínimo la
--¡Alfonso!--sonó de pronto la voz de desesperación de mamá, puesto que yo--motivo de
mamá en el patio. aquella--estaba en verdad vivo y bien vivo, jugando
--¿Mercedes?--respondió aquél tras una simplemente en mis ocho años con la emoción, a
brusca sacudida. manera de los grandes que usan de las sorpresas
Seguramente mamá presintió algo, porque semi-trágicas: ¡el gusto que va a tener cuando me
su voz sonó de nuevo, alterada. vea!
--¿Y Eduardo? ¿Dónde está?--agregó Entretanto, gozaba yo íntimo deleite con el
avanzando. fracaso del padrastrillo.
NUESTRO PRIMER CIGARRO Página 4 de 4
Horacio Quiroga
--¡Hum!... ¡Pegarme!--rezongaba yo, aún --¡Ah!--repuso mamá llevándose las manos
bajo la hojarasca. al corazón en un inmenso suspiro.--¡Sí, ya pasó!...
Levantándome entonces con cautela, Pero dime, Alfonso, ¿cómo pudo no haberse hecho
sentéme en cuclillas en mi cubil y recogí la famosa nada? ¡Ese pozo, Dios mío!...
pipa bien guardada entre el follaje. Aquel era el El padrastrillo, quebrantado a su vez, habló
momento de dedicar toda mi seriedad a agotar la vagamente de desmoronamiento, tierra blanda,
pipa. El humo de aquel tabaco humedecido, seco, prefiriendo para un momento de mayor calma la
vuelto a humedecer y resecar infinitas veces, tenía solución verdadera, mientras la pobre mamá no se
en aquel momento un gusto a cumbarí, solución percataba de la horrible infección de tabaco que
Coirre y sulfato de soda, mucho más ventajoso que exhalaba su suicida.
la primera vez. Emprendí, sin embargo, la tarea que Abrí al fin los ojos, me sonreí y volví a
sabía dura, con el ceño contraído y los dientes dormirme, esta vez honrada y
crispados sobre la boquilla. Fumé, quiero creer que profundamente.
cuarta pipa. Sólo recuerdo que al final el cañaveral Tarde ya, el tío Alfonso me despertó.
se puso completamente azul y comenzó a danzar a --¿Qué merecerías que te hiciera?--me dijo
dos dedos de mis ojos. Dos o tres martillos de cada con sibilante rencor.--¡Lo que es mañana, le cuento
lado de la cabeza comenzaron a destrozarme las todo a tu madre, y ya verás lo que son gracias!
sienes, mientras el estómago, instalado en plena Yo veía aún bastante mal, las cosas
boca, aspiraba él mismo directamente las últimas bailaban un poco, y el estómago continuaba todavía
bocanadas de humo. adherido a la garganta. Sin embargo, le respondí:
* * * * * --¡Si le cuentas algo a mamá, lo que es esta
Volví en mí cuando me llevaban en brazos vez te juro que me tiro!
a casa. A pesar de lo horriblemente enfermo que me ¿Los ojos de un joven suicida que fumó
encontraba, tuve el tacto de continuar dormido, por heroicamente su pipa, expresan acaso desesperado
lo que pudiera pasar. Sentí los brazos delirantes de valor? Es posible. De todos modos, el padrastrillo,
mamá sacudiéndome. después de mirarme fijamente, se encogió de
--¡Mi hijo querido! ¡Eduardo, mi hijo! ¡Ah, hombros, levantando hasta mi cuello la sábana un
Alfonso, nunca te perdonaré el dolor que me has poco caída.
causado! --Me parece que mejor haría en ser amigo
--¡Pero, vamos!--decíale mi tía mayor--¡no de este microbio--murmuró.
seas loca, Mercedes! ¡Ya ves que no tiene nada! --Creo lo mismo--le respondí.
Y me dormí.