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Octavo El Carmen Lengua Castellana

Este resumen describe el cuento "Rosas Artificiales" de Gabriel García Márquez. Mina no puede asistir a misa el primer viernes porque su abuela ciega lavó las mangas de su vestido y aún están húmedas. Mina trabaja haciendo rosas artificiales con su amiga Trinidad. Trinidad se va triste porque "se fue". La abuela ciega parece saber más de lo que dice sobre Mina a pesar de su ceguera.
Derechos de autor
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Octavo El Carmen Lengua Castellana

Este resumen describe el cuento "Rosas Artificiales" de Gabriel García Márquez. Mina no puede asistir a misa el primer viernes porque su abuela ciega lavó las mangas de su vestido y aún están húmedas. Mina trabaja haciendo rosas artificiales con su amiga Trinidad. Trinidad se va triste porque "se fue". La abuela ciega parece saber más de lo que dice sobre Mina a pesar de su ceguera.
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DOCENTE: ASIGNATURA: LENGUA

CASTELLANA
DELIA VARGAS MORENO GRADO: OCTAVO

ESTANDAR DE COMPETENCIA:

Determino en las obras literarias colombianas, elementos textuales que dan cuenta de sus
características estéticas, históricas y sociológicas, cuando sea pertinente
DERECHO BÁSICO DE APRENDIZAJE:

Reconoce en las producciones literarias como cuentos, relatos cortos, fábulas y novelas, aspectos
referidos a la estructura formal del género y de la identidad cultural que recrea.

Lea detenidamente el cuento “Rosas Artificiales” de Gabriel García Márquez

ROSAS ARTIFICIALES
Gabriel García Márquez
Autor colombiano
(1927-2014)
Moviéndose a tientas en la penumbra del amanecer, Mina se puso el vestido sin mangas que la
noche anterior había colgado junto a la cama, y revolvió el baúl en busca de las mangas
postizas. Las buscó después en los clavos de las paredes y detrás de las puertas, procurando no
hacer ruido para no despertar a la abuela ciega que dormía en el mismo cuarto. Pero cuando se
acostumbró a la oscuridad, se dio cuenta de que la abuela se había levantado y fue a la cocina a
preguntarle por las mangas.
— Están en el baño —dijo la ciega—. Las lavé ayer tarde.
Allí estaban, colgadas de un alambre con dos prendedores de madera. Todavía estaban
húmedas. Mina volvió a la cocina y extendió las mangas sobre las piedras de la hornilla. Frente a
ella, la ciega revolvía el café, fijas las pupilas muertas en el reborde de ladrillos del corredor,
donde había una hilera de tiestos con hierbas medicinales.
— No vuelvas a coger mis cosas —dijo Mina—. En estos días no se puede contar con el sol.
La ciega movió el rostro hacia la voz.
— Se me había olvidado que era el primer viernes —dijo.
Después de comprobar con una aspiración profunda que ya estaba el café, retiró la olla del
fogón.
— Pon un papel debajo, porque esas piedras están sucias —dijo.
Mina restregó el índice contra las piedras de la hornilla. Estaban sucias, pero de una costra
de hollín apelmazado que no ensuciaría las mangas si no se frotaban contra las piedras.
— Si se ensucian tú eres la responsable —dijo.
La ciega se había servido una taza de café.
— Tienes rabia —dijo, rodando un asiento hacia el corredor—. Es sacrilegio comulgar
cuando se tiene rabia. —Se sentó a tomar el café frente a las rosas del patio. Cuando
sonó el tercer toque para misa, Mina retiró las mangas de la hornilla, y todavía estaban
húmedas.
Pero se las puso. El padre Ángel no le daría la comunión con un vestido de hombros des-
cubiertos. No se lavó la cara. Se quitó con una toalla los restos del colorete, recogió en el
cuarto el libro de oraciones y la mantilla, y salió a la calle. Un cuarto de hora después estaba
de regreso.
— Vas a llegar después del evangelio —dijo la ciega, sentada frente a las rosas del patio.
Mina pasó directamente hacia el excusado.
— No puedo ir a misa —dijo—. Las mangas están mojadas y toda mi ropa sin planchar. —Se
sintió perseguida por una mirada clarividente.
— Primer viernes y no vas a misa —dijo la ciega.
De vuelta del excusado, Mina se sirvió una taza de café y se sentó contra el quicio de cal,
junto a la ciega. Pero no pudo tomar el café.
— Tú tienes la culpa —murmuró, con un rencor sordo, sintiendo que se ahogaba en
lágrimas.
— Estás llorando —exclamó la ciega.
Puso el tarro de regar junto a las macetas de orégano y salió al patio, repitiendo:
— Estás llorando.
Mina puso la taza en el suelo antes de incorporarse.
— Lloro de rabia —dijo. Y agregó al pasar junto a la abuela—: Tienes que confesarte, porque
me hiciste perder la comunión del primer viernes.
La ciega permaneció inmóvil esperando que Mina cerrara la puerta del dormitorio. Luego caminó
hasta el extremo del corredor. Se inclinó, tanteando, hasta encontrar en el suelo la taza intacta.
Mientras vertía el café en la olla de barro, siguió diciendo:
— Dios sabe que tengo la conciencia tranquila.
La madre de Mina salió del dormitorio.
— ¿Con quién hablas? —preguntó.
— Con nadie —dijo la ciega—. Ya te he dicho que me estoy volviendo loca.
Encerrada en su cuarto, Mina se desabotonó el corpiño y sacó tres llavecitas que llevaba
prendidas con un alfiler de nodriza. Con una de las llaves abrió la gaveta inferior del ar mario y
extrajo un baúl de madera en miniatura. Lo abrió con la otra llave. Adentro había un paquete de
cartas en papeles de color, atadas con una cinta elástica. Se las guardó en el corpiño, puso el
baulito en su puesto y volvió a cerrar la gaveta con llave. Después fue al excusado y echó las
cartas en el fondo.
— No pudo ir —intervino la ciega—. Se me olvidó que era primer viernes y lavé las mangas
ayer tarde.
— Todavía están húmedas —murmuró Mina.
— Ha tenido que trabajar mucho en estos días —dijo la ciega.
— Son ciento cincuenta docenas de rosas que tengo que entregar en la Pascua —dijo Mina.
El sol calentó temprano. Antes de las siete, Mina instaló en la sala su taller de rosas artificiales:
una cesta llena de pétalos y alambres, un cajón de papel elástico, dos pares de tijeras, un rollo
de hilo y un frasco de goma. Un momento después llegó Trinidad con su caja de cartón bajo el
brazo, a preguntarle por qué no había ido a misa.
— No tenía mangas —dijo Mina.
— Cualquiera hubiera podido prestártelas —dijo Trinidad.
— Rodó una silla para sentarse junto al canasto de pétalos.
— Se me hizo tarde —dijo Mina.
Terminó una rosa. Después acercó el canasto para rizar pétalos con las tijeras. Trinidad puso
la caja de cartón en el suelo e intervino en la labor.
Mina observó la caja.
— ¿Compraste zapatos? —preguntó.
— Son ratones muertos —dijo Trinidad.
Como Trinidad era experta en el rizado de pétalos, Mina se dedicó a fabricar tallos de
alambre forrados en papel verde. Trabajaron en silencio sin advertir el sol que avanzaba en la
sala decorada con cuadros idílicos y fotografías familiares. Cuando terminó los tallos, Mina
volvió hacia Trinidad un rostro que parecía acabado en algo inmaterial. Trinidad rizaba con
admirable pulcritud, moviendo apenas la punta de los dedos, las piernas muy juntas. Mina
observó sus zapatos masculinos. Trinidad eludió la mirada, sin levantar la cabeza, apenas
arrastrando los pies hacia atrás e interrumpió el trabajo.
— ¿Qué pasó? —dijo.
Mina se inclinó hacia ella.
— Que se fue —dijo.
Trinidad soltó las tijeras en el regazo.
— No.
— Se fue —repitió Mina.
Trinidad la miró sin parpadear. Una arruga vertical dividió sus cejas encontradas.
— ¿Y ahora? —preguntó.
Mina respondió sin temblor en la voz.
— Ahora, nada.
Trinidad se despidió antes de las diez.
Liberada del peso de su intimidad, Mina la retuvo un momento, para echar los ratones muertos
en el excusado. La ciega estaba podando el rosal.
— A que no sabes qué llevo en esta caja —le dijo Mina al pasar.
Hizo sonar los ratones.
La ciega puso atención.
— Muévela otra vez —dijo.
Mina repitió el movimiento, pero la ciega no pudo identificar los objetos, después de escuchar
por tercera vez con el índice apoyado en el lóbulo de la oreja.
— Son los ratones que cayeron anoche en la trampa de la iglesia —dijo Mina.
Al regreso pasó junto a la ciega sin hablar. Pero la ciega la siguió. Cuando llegó a la sala, Mina
estaba sola junto a la ventana cerrada, terminando las rosas artificiales.
— Mina —dijo la ciega—. Si quieres ser feliz, no te confieses con extraños.
Mina la miró sin hablar. La ciega ocupó la silla frente a ella e intentó intervenir en el trabajo.
Pero Mina se lo impidió.
— Estás nerviosa —dijo la ciega.
— Por tu culpa —dijo Mina.
— ¿Por qué no fuiste a misa?
— Tú lo sabes mejor que nadie.
— Si hubiera sido por las mangas no te hubieras tomado el trabajo de salir de la casa —dijo
la ciega—. En el camino te esperaba alguien que te ocasionó una contrariedad.
Mina pasó las manos frente a los ojos de la abuela, como limpiando un cristal invisible.
— Eres adivina —dijo.
— Has ido al excusado dos veces esta mañana —dijo la ciega—. Nunca vas más de una
vez.
Mina siguió haciendo rosas.
— ¿Serías capaz de mostrarme lo que guardas en la gaveta del armario? —preguntó la
ciega.
Sin apresurarse Mina clavó la rosa en el marco de la ventana, se sacó las tres llavecitas del
corpiño y se las puso a la ciega en la mano. Ella misma le cerró los dedos.
— Anda a verlo con tus propios ojos —dijo.
La ciega examinó las llavecitas con las puntas de los dedos.
— Mis ojos no pueden ver en el fondo del excusado.
Mina levantó la cabeza y entonces experimentó una sensación diferente: sintió que la ciega
sabía que la estaba mirando.
— Tírate al fondo del excusado si te interesan tanto mis cosas —dijo.
La ciega evadió la interrupción.
— Siempre escribes en la cama hasta la madrugada —dijo.
— Tú misma apagas la luz —dijo Mina.
— Y en seguida tú enciendes la linterna de mano —dijo la ciega—. Por tu respiración podría
decirte entonces lo que estás escribiendo.
— Mina hizo un esfuerzo para no alterarse.
— Bueno —dijo sin levantar la cabeza—. Y suponiendo que así sea: ¿qué tiene eso de
particular?
— Nada —respondió la ciega—. Sólo que te hizo perder la comunión del primer viernes.
Mina recogió con las dos manos el rollo de hilo, las tijeras, y un puñado de tallos y rosas sin
terminar. Puso todo dentro de la canasta y encaró a la ciega.
— ¿Quieres entonces que te diga qué fui a hacer al excusado? —preguntó. Las dos per -
manecieron en suspenso, hasta cuando Mina respondió a su propia pregunta—: Fui a
cagar.
La abuela tiró en el canasto las tres llavecitas.
— Sería una buena excusa —murmuró, dirigiéndose a la cocina—. Me habrías convencido si
no fuera la primera vez en tu vida que te oigo decir una vulgaridad.
La madre de Mina venía por el corredor en sentido contrario, cargada de ramos espinosos.
— ¿Qué es lo que pasa? —preguntó.
Que estoy loca —dijo la ciega—. Pero por lo visto no piensan mandarme para el manicomio
mientras no empiece a tirar piedras.
ACTIVIDAD
I. Responda cada pregunta de selección múltiple de única respuesta.

1. Sin perder el sentido de la frase: “Pero cuando se acostumbró a la oscuridad, se dio


cuenta de que la abuela se había levantado y fue a la cocina a preguntarle por las
mangas.” ¿Por qué otra palabra se puede sustituir la palabra en negrilla?
a. Permaneció.
b. Opacó
c. Habituó.
d. Utilizó.

2. “Se quitó con una toalla los restos del colorete, recogió en el cuarto el libro de
oraciones y la mantilla, y salió a la calle.” ¿A que hace referencia la palabra
subrayada?
a. Un verbo.
b. Un adjetivo.
c. Un sustantivo.
d. Una preposición.

3. La mayor parte del texto hace referencia a unas mangas ¿A quién le pertenecen las
mangas?
a. A Trinidad.
b. Al sacerdote.
c. A la abuela ciega.
d. A Mina.

4. ¿Cuántas docenas de rosas debía entregar Mina en la Pascua?


a. Ciento veinte.
b. Ciento cincuenta.
c. Doscientos diez.
d. Doscientos cincuenta.

5. ¿Qué actitud ha manejado Mina durante toda la trama o desarrollo del cuento?
a. De reproche.
b. De responsabilidad.
c. De Asertividad.
d. De Pasividad.

6. ¿Qué significado tiene la palabra: “artificiales”?


a. Que no es natural.
b. Que es original
c. Que es común
d. Que no es falso.

7. En la frase “Pero por lo visto no piensan mandarme para el manicomio mientras no


empiece a tirar piedras”. La palabra subrayada cumple la función de:
a. Identificar el lugar del relato.
b. Dar una cualidad del personaje principal.
c. Relacionar o unir una palabra con otra.
d. Expresar la acción que realiza el personaje.

8. ¿Qué narra el cuento?


a. Relata que una joven es presa de sus secretos amorosos, de sus miedos y de sus
fantasías.
b. La historia de Mina, una joven que vive con su abuela, mujer ciega que en medio de su
estado busca descubrir los misterios que se ocultan en el corazón de su nieta.
c. La historia de una aldea imaginaria, Macondo, y de la estirpe de sus fundadores,
los Buendía. 
d. Relata diferentes historias de ciertos latinoamericanos que se trasladan a Europa,
y en casi todos los casos, estos personajes son extraños.  

II. Responda si es falso (F) o verdadero (V) según el relato del cuento.

1. Mina no puede ir a misa porque tiene las mangas postizas mojadas y toda la ropa sin
planchar ( ).

2. Mina en la penumbra del amanecer se puso un vestido, estaba buscando los zapatos
nuevos. Su abuela ciega los había guardado la noche anterior y no recordaba. ( ).

3. Mina es una joven que se dedicaba a la confección de vestidos. ( )

4. Trinidad tenía en la caja ratones muertos que cayeron anoche en la trampa de la


iglesia. ( ).
III. Ubica en cada círculo las palabras que hagan parte de ese conjunto.

Los conectores, como su nombre lo indica, tienen como función unir palabras, frases,
sintagmas o enunciados dentro de un mismo párrafo.
 Conectores de Causa/Efecto: Son las expresiones que indican la causa, razón o motivo
por que que pasa o paso algo, expresan una circunstancia.
 Conectores de Tiempo: Indican sucesión o simultaneidad en el tiempo entre los
enunciados relacionados.
CONECTORES DE
CONECTORES TIEMPO
DE

Antes Porque
Por lo tanto (por tanto) por
A medida que consiguiente
De modo que Seguidamente
En consecuencia por eso
Mientras Ahora
Cuando por esta razón
Pues De ahí que
Por este motivo Entre tanto
En seguida Después
En adelante
IV. Deja volar tu imaginación

1. En un párrafo, de 3 o 4 renglones, escribe un final diferente para el cuento a partir


de la siguiente frase.

Mina recogió con las dos manos el rollo de hilo, las tijeras, y un puñado de tallos y rosas sin
terminar. Puso todo dentro de la canasta y encaró a la ciega…….

IMPORTANTE: Tenga en cuenta la ortografía, la coherencia y cohesión, asimismo utilice los signos de
puntuación adecuados como punto (.), coma (,), punto y coma (;) etc.

¡ANÍMATE, ESFUÉRZATE, DA LO MEJOR Y DIVÉRTETE UN RATO!

V. ¡A que si adivinas!

1. Con mi cara roja, mi ojo negro y mi vestido verde el campo alegro. ¿Qué es?

____________

2. Se parece a mi madre, pero es mayor, tiene otros hijos que mis tíos son. ¿Quién es?

______________

VI. ¿Cómo dice que dijo?

¡Es un simple juego que pone a prueba tu ortografía! Sólo debes completar las oraciones con la
palabra correcta. ¿Estás lista?

1. Me habrías convencido si no fuera la primera vez en tu vida que te ______ (Hoigo –


Oigo) decir una vulgaridad.

2. _______ (Puso – Puzo) todo dentro de la canasta y encaró a la ciega.

3. Cuando _____ (Llegó – Yegó) a la sala, Mina __________ (Estaba – Estava) sola junto a
la ventana cerrada, terminando las rosas artificiales.
4. Trinidad eludió la mirada, sin _________ (Lebantar – Levantar) la cabeza, apenas
arrastrando los pies ___________ (Hacia – asia) atrás e interrumpió el trabajo.

5. Pero por lo visto no piensan mandarme para el manicomio mientras no ___________


(Empieze – Empiece) a tirar piedras.

6. Se dio cuenta de que la abuela se ________ (Havía – Había) levantado y fue a la cocina
a preguntarle por las mangas.

7. Cuando terminó los __________ (Tallos – Tayos), Mina volvió hacia Trinidad un rostro
que _________ (Parecía – Paresía) acabado en algo inmaterial.

8. No vuelvas a ___________ (Cojer – Coger) mis cosas —dijo Mina.

VII. Realiza la siguiente sopa de letra


VIII. MICROCUENTO.

Resumen el cuento “Rosas Artificiales” de Gabriel García Márquez


en 30 palabras.

IX Hacer un caligrama con un cuento.


EJEMPLO:

Caligrama con la letra de la canción ‘Imagine’, de John Lennon

Fuente: https://www.ejemplos.co/15-ejemplos-de-caligramas/#ixzz6RfQa28kG

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