EL SIMBOLISMO INICIATICO
DE LA
CATEDRAL DE METZ
Dr. Carlos Raitzin
(Publicado en RENACER, Nos. 12 a 16, 1988
y en ATMA JNANA, Nos. 8 y 9, 1993.
Corregido y ampliado en diciembre de 1999)
El mundo moderno ha perdido en gran medida el sentido del símbolo como camino
privilegiado para elevarse al conocimiento metafísico a partir de lo visible y tangible.
Hay en esta función del símbolo algo así como una inducción trascendental pues,
obrando como catalizadores en nuestra mente, los símbolos hacen que percibamos las
verdades inteligibles por medio de su reflejo sensible como decía Platón y repetía el
seudo-Dionisio. Si aspiramos en realidad a hallar la verdad en nosotros mismos el
símbolo se torna insustituible. Sin tal llave maestra no podremos remontarnos a las
cumbres del espíritu por el espíritu mismo, en aquellas remotas regiones adonde la
mente racional librada a sus fuerzas no alcanza ni puede operar.
René Guénon señalaba con justeza que la ley hermética de correspondencia es el
fundamento de todo simbolismo. Es en virtud de ella que cada cosa, procediendo
esencialmente de un principio metafísico del que deriva toda su realidad, traduce y
expresa ese principio a su manera y según su orden y modo de existencia , de tal modo
que, uniendo tales diferentes órdenes, todas las cosas se encadenan y corresponden para
concurrir a la armonía universal y total.
No es fácil dar una definición completamente satisfactoria de la palabra "símbolo", la
que etimológicamente alude a dos mitades que se han hecho para unirse. Aquí,
naturalmente, las mitades son el símbolo sensible y la representación mental de
determinado hecho, el que puede ser espiritual, intelectual o material.
Dante Alighieri en sus obras, especiamente en "Il Convivio", efectúa una atinada
clasificación de los símbolos (la que ha sido posteriormente retomada por Auber y otros
autores). El gran iniciado gibelino agrupa los símbolos en cuatro categorías
fundamentales: a) los literales, b) los analógicos, c) los tropológicos y d) los
anagógicos. Queda claro que aquí nos ocuparemos preferentemente de las dos últimas
categorías, usando a menudo también de las analogías. Es menester aclarar brevemente
que los símbolos literales se refieren a los mensajes escritos en una lengua o código
conocido. Caen en esta categoría por ejemplo los textos en cualquier idioma, las
fórmulas matemáticas y las codificaciones de cualquier tipo, por ejemplo los programas
de computadora.
Lo analógico tiene por tema una asociación abstracta figurada que asocia cualidades
y/o entes de órdenes distintos de la realidad o de la ficción. Tal por ejemplo el cuerno
simbolizando la abundancia, la diosa Minerva representando a la Sabiduría, Hércules la
fuerza, Juno el poder, Mercurio y su caduceo el comercio, un gallo la vigilancia, un
pavo real la soberbia y así siguiendo.
El simbolismo ético o tropológico se refiere a la moral como guía de vida y norma de
conducta lo que supone cambios de proceder por parte nuestra.
Por último el simbolismo anagógico (de "ana"en griego: hacia lo alto ) implica
trascendencia en cuanto pasar de lo visible y sensible -propio del orden material y
cotidiano de la existencia- a lo invisible en el orden metafísico y espiritual.
Con estos prolegómenos necesarios ya estamos en condiciones de emprender nuestro
largo camino de hoy. Nuestro tema es el simbolismo iniciático que los constructores de
antaño legaron a la posteridad al construir la catedral de Metz en Francia. Con estas
páginas dedicadas a la Catedral de Metz les rendimos nuestro homenaje a los Maestros
Constructores, los Hermanos Operativos del pasado que nos legaron los templos y
monumentos de la antiguedad y las catedrales medievales.
Grande y admirable era la sabiduría de tales constructores en el orden iniciático y
tradicional. Por tal razón su mensaje cifrado en los relieves de la catedral mencionada
trasciente totalmente lo meramente confesional y dogmático -propio del nivel exotérico
de conocimiento- para entrar de lleno en conocimientos esotéricos de orden metafísico.
Estos, por su naturaleza misma, no pueden reducirse a ningún sectarismo pues hacen de
lleno a posibilidades superiores del ser humano que exceden en mucho el orden normal
que todos conocemos. A través de las edades ha fluido este conocimiento de origen
verdaderamente suprahumano hasta nuestros días, pasando por los Santuarios de la
India y de Egipto sin que se alterara jamás su contenido prístino de la más alta
sabiduría. Solo los más aptos y calificados fueron sus depositarios a lo largo de
milenios. Y ahora nos llegan estos símbolos con toda la frescura y belleza que los siglos
no pudieron arrebatarles pues su mensaje no es de Asia o Europa , ni de ayer o de hoy
sino eterno y universal.
El tema que nos ocupa es de tan cautivante interés que el eminente esoterista y
egiptólogo Dr. Christian Jacq les dedicó a los símbolos de Metz un libro entero. Pero
las interpretaciones de Jacq, si bien por momentos rayan a gran altura, adolecen por
cierto de serias fallas comenzando por su unilateralidad. El orden en que Jacq presenta
los símbolos es erróneo pues se ha basado en consideraciones puramente tropológicas.
Estas son necesarias pero lo esencial se halla en un nivel más alto que este autor
desconoce casi por completo.
Estos hechos nos han movido a retomar desde la base misma toda la cuestión para
remediar algunas serias omisiones y presentar los símbolos en el orden correcto.
Además C. Jacq, por su formación, se apoya grandemente en las formas tradicionales
egipcias pero descuida notoriamente otras, en particular las hindúes. Quien escribe,
respetuoso de la obra ajena, había mantenido en la primera versión de este trabajo el
orden original de Jacq. Pero surgieron razones poderosas que me obligaron a una
revisión drástica para retornar plenamente al espíritu de la Tradición Iniciática. Es
curioso que ninguno de los muchos lectores de la primera versión de mi trabajo que me
hicieron llegar sus observaciones objetó en modo alguno el orden de presentación de los
símbolos. Tampoco lo hizo un individuo sin escrúpulos que se basó en mi trabajo para
dar varios cursillos sobre el tema sin mencionar las fuentes. Ahora deberá desandar lo
andado, pensar y rectificarse. Esto suponiendo que encuentre la honradez que antes
tanto le faltó. Se le aplica sin duda (y como a todos los seres humanos) aquel antiguo
apotegma esotérico:
"EN CADA MOMENTO CADA SER HUMANO ESTA DANDO LA NOTA MAS
ALTA QUE PUEDE DAR".
Lamento haberme equivocado antes siguiendo a Jacq pero peor sería perseverar en el
error y quedar apartado así de la Tradición Esotérica...
Hoy, partiendo de las tinieblas del mundo exterior y profano, recorreremos treinta y
tres etapas o grados de simbolismo iniciático, los que deben necesariamente
conducirnos a través de la comprensión, a mayores sabiduría, plenitud y armonía
interiores. Podremos así tener al menos una guía para el arduo proceso que suponen las
fases de la Gran Obra de la transmutación interna.
Los símbolos que nos legaron los constructores de catedrales de antaño reverberarán en
nuestra conciencia , dejando reflejos inmarcesibles que serán nuestra posesión
permanente y que luego tendremos el deber de transmitir. Pero cuidado: no podremos
saltar etapas pues las siguientes se tornarán inaccesibles. Deberemos aprender a
deletrear primero y luego a leer en las páginas de un libro de piedra, una por una, con
amor y esmero. Y este esfuerzo acarreará ricas recompensas pues, como bien afirmaban
los constructores medievales,
"EL QUE HACE SE HACE"".
Nos aguarda un camino de sabiduría. No todos podrán completarlo y deberán aguardar
su momento... Como profanos nos acercamos al templo (literalmente pro-fanum: quien
se halla frente al lugar sagrado). Una transformación profunda puede operarse hoy en
nosotros si estamos preparados para ello. De no estarlo, todo lo que se diga hoy aquí
serán, como afirma "El Kybalion", palabras y solo palabras.
El primer gran paso es desear la iniciación. Quien posea este deseo no tarda en
descubrir la vía justa y perfecta y en recorrerla. Se produce así la gran y eterna síntesis
que los hindúes expresan como
GNANA-ICCHA-KRIYA
(Conocimiento- Deseo y devoción-Acción).
Esto nos conduce a la acción perfecta que nos acerca a la meta, libres de egoísmo y
purificados por la ofrenda de nuestros esfuerzos. Luego retornaremos sobre este punto
esencial.
Nuestro viaje iniciático está a punto de comenzar. Nos acercamos al pilar central en la
catedral y descubrimos algo que impone reflexiones severas sobre nosotros mismos.
Son siete relieves que representan las descalificaciones, los obstáculos para la
iniciación. Son las siete primeras puertas que deberemos intentar pasar con valor y
resolución. Quien crea que estas siete puertas estan selladas y son infranqueables no
logrará por cierto atraversarlas y, lo que es más grave, no podrá seguir adelante...
Son siete etapas o Grados. Siete es el número de la vida en su aspecto más secreto y
misterioso pero tambien es el que torna a nuestra existencia justa y perfecta pues
representa precisamente a la perfección y a la victoria. Simboliza a la unión del espíritu
con la materia, la que así enfrenta con éxito a todos los obstáculos.
CONTINUA EN:
GRADOS PRIMERO AL SEPTIMO
LOS SIETE OBSTACULOS PARA LA INICIACION
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