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Discurso Mandela

En este discurso, Nelson Mandela celebra la recién adquirida libertad de Sudáfrica tras décadas de apartheid y opresión racial. Mandela pide a los sudafricanos que construyan una sociedad de la que todo el mundo se sienta orgulloso y que ponga fin a la discriminación. Mandela también agradece a la comunidad internacional su apoyo y promete trabajar para erradicar la pobreza, lograr una paz duradera y construir una nación unida e inclusiva donde todos los sudafricanos puedan vivir con dignidad.

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Johanna Arias
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Discurso Mandela

En este discurso, Nelson Mandela celebra la recién adquirida libertad de Sudáfrica tras décadas de apartheid y opresión racial. Mandela pide a los sudafricanos que construyan una sociedad de la que todo el mundo se sienta orgulloso y que ponga fin a la discriminación. Mandela también agradece a la comunidad internacional su apoyo y promete trabajar para erradicar la pobreza, lograr una paz duradera y construir una nación unida e inclusiva donde todos los sudafricanos puedan vivir con dignidad.

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“DEJEMOS QUE REINE LA LIBERTAD”

NELSON MANDELA (1994)

“En el día de hoy, todos nosotros, mediante nuestra presencia aquí y mediante
celebraciones en otras partes de nuestro país y del mundo, conferimos esplendor y
esperanza a la libertad recién nacida. De la experiencia de una desmesurada catástrofe
humana que ha durado demasiado tiempo debe nacer una sociedad de la que toda la
Humanidad se sienta orgullosa.

Nuestros actos diarios como sudafricanos comunes deben producir una auténtica realidad
sudafricana que reafirme la creencia de la Humanidad en la justicia, refuerce su confianza
en la nobleza del alma humana y dé aliento a todas nuestras esperanzas de una vida
espléndida para todos. Todo esto nos lo debemos a nosotros mismos y se lo debemos a los
pueblos del mundo que tan bien representados están hoy aquí.

Sin la menor vacilación digo a mis compatriotas que cada uno de nosotros está íntimamente
arraigado en el suelo de este hermoso país, igual que lo están los famosos jacarandás de
Pretoria y las mimosas del Bushveld. Cada vez que uno de nosotros toca el suelo de esta
tierra, experimentamos una sensación de renovación personal. El clima de la nación cambia
a medida que lo hacen también las estaciones. Una sensación de júbilo y euforia nos
conmueve cuando la hierba se torna verde y las flores se abren. Esa unidad espiritual y
física que todos compartimos con esta patria común explica la profundidad del dolor que
albergamos en nuestro corazón al ver cómo nuestro país se hacía pedazos a causa de un
terrible conflicto, al verlo rechazado, proscrito y aislado por los pueblos del mundo,
precisamente por haberse convertido en la sede universal de la ideología y la práctica
perniciosas del racismo y la opresión racial.

Nosotros, el pueblo sudafricano, nos sentimos satisfechos de que la Humanidad haya vuelto
a acogernos en su seno; de que nosotros, que no hace tanto estábamos proscritos, hayamos
recibido hoy el inusitado privilegio de ser los anfitriones de las naciones del mundo en
nuestro propio territorio. Les damos las gracias a todos nuestros distinguidos huéspedes
internacionales por haber acudido a tomar posesión, junto con el pueblo de nuestro país, de
lo que es, a fin de cuentas, una victoria común de la justicia, de la paz, de la dignidad
humana. Confiamos en que continuarán ofreciéndonos su apoyo a medida que nos
enfrentemos a los retos de la construcción de la paz, la prosperidad, la democracia, la
erradicación del sexismo y del racismo.

Apreciamos hondamente el papel que el conjunto de nuestro pueblo, así como sus líderes
de masas, políticos, religiosos, jóvenes, empresarios, tradicionales y muchos otros, tanto
hombres como mujeres, han desempeñado para provocar este desenlace. De entre todos
ellos, mi segundo vicepresidente, el honorable F.W. de Klerk, es uno de los más
significativos. También nos gustaría rendir tributo a nuestras fuerzas de seguridad, a todas
sus filas, por el distinguido papel que han desempeñado en la salvaguarda de nuestras
primeras elecciones democráticas, así como de la transición a la democracia,
protegiéndonos de fuerzas sanguinarias que continúan negándose a ver la luz.

Ha llegado el momento de curar las heridas. El momento de salvar los abismos que nos
dividen. Nos ha llegado el momento de construir. Al fin hemos logrado la emancipación
política. Nos comprometemos a liberar a todo nuestro pueblo del persistente cautiverio de
la pobreza, las privaciones, el sufrimiento, la discriminación de género así como de
cualquier otra clase. Hemos logrado dar los últimos pasos hacia la libertad en relativas
condiciones de paz. Nos comprometemos a construir una paz completa, justa y perdurable.
Hemos triunfado en nuestro intento de implantar esperanza en el seno de millones de los
nuestros. Contraemos el compromiso de construir una sociedad en la que todos los
sudafricanos, tanto negros como blancos, puedan caminar con la cabeza alta, sin ningún
miedo en el corazón, seguros de contar con el derecho inalienable a la dignidad humana:
una nación irisada, en paz consigo misma y con el mundo.

Como muestra de este compromiso de renovación de nuestro país, el nuevo gobierno


provisional de unidad nacional, puesto que es apremiante, aborda el tema de la amnistía
para gente nuestra de diversa condición que actualmente se encuentra cumpliendo condena.
Dedicamos el día de hoy a todos los héroes y las heroínas de este país y del resto del mundo
que se han sacrificado de numerosas formas y han ofrendado su vida para que pudiéramos
ser libres. Sus sueños se han hecho realidad. La libertad es su recompensa. Nos sentimos a
la par humildes y enaltecidos por el honor y el privilegio que ustedes, el pueblo
sudafricano, nos han conferido como primer presidente de una Sudáfrica unida,
democrática, no racista y no sexista, para conducir a nuestro país fuera de este valle de
oscuridad.

Aun así, somos conscientes de que el camino hacia la libertad no es sencillo. Bien sabemos
que ninguno de nosotros puede lograr el éxito actuando en soledad. Por consiguiente,
debemos actuar en conjunto, como un pueblo unido, para lograr la reconciliación nacional y
la construcción de la nación, para alentar el nacimiento de un nuevo mundo.

Que haya justicia para todos. Que haya paz para todos. Que haya trabajo, pan, agua y sal
para todos. Que cada uno de nosotros sepa que todo cuerpo, toda mente y toda alma han
sido liberados para que puedan sentirse realizados. Nunca, nunca jamás volverá a suceder
que esta hermosa tierra experimente de nuevo la opresión de los unos sobre los otros, ni que
sufra la humillación de ser la escoria del mundo. Que impere la libertad. El sol jamás se
pondrá sobre un logro humano tan esplendoroso. Que Dios bendiga a África.

Muchas gracias”.

“Nuestro miedo más profundo no es que seamos inadecuados.


Nuestro miedo más profundo es que somos poderosos sin límite.
Es nuestra luz, no la oscuridad lo que más nos asusta.
Nos preguntamos: ¿quién soy yo para ser brillante, precioso, talentoso y fabuloso?
En realidad, ¿quién eres tú para no serlo?
Eres hijo del universo.
El hecho de jugar a ser pequeño no sirve al mundo.
No hay nada iluminador en encogerte para que otras personas cerca de ti no se sientan
inseguras.
Nacemos para hacer manifiesto la gloria del universo que está dentro de nosotros.
No solamente algunos de nosotros: Está dentro de todos y cada uno.
Y mientras dejamos lucir nuestra propia luz, inconscientemente damos permiso a otras
personas para hacer lo mismo.
Y al liberarnos de nuestro miedo, nuestra presencia automáticamente libera a los demás”.

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