Ridpc 2
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II blanca
2
2004
JULIO-DICIEMBRE
Copyright © 2004
ANÍBAL QUIROGA LEÓN
EDUARDO FERRER MAC-GREGOR
Picacho Ajusco 52, Torre IV-103,
col. Jardines en la Montaña,
14210, México, DF
Derechos reservados
ISBN 970-07-5070-1
Presidente Honorario
Héctor Fix-Zamudio
Presidente Ejecutivo
Domingo García Belaunde
Directores
Aníbal Quiroga León
Eduardo Ferrer Mac-Gregor
ridpc@terra.com.mx
Núm. 2, julio-diciembre 2004 ribdpc@yahoo.com.mx
CONSEJO EDITORIAL
Néstor Pedro Sagüés (Argentina)
Presidente
Peter Häberle (Alemania); Roberto O. Berizonce, Germán J. Bidart Campos, Osvaldo
Alfredo Gozaíni, Juan Carlos Hitters, Augusto M. Morello, Rodolfo L. Vigo (Argenti-
na); José A. Rivera Santibañez (Bolivia); José Afonso da Silva, Carlos Barbosa Moreira,
Ada Pellegrini Grinover (Brasil); Humberto Nogueira Alcalá, Raúl Tavolari Oliveros
(Chile); Ernesto Rey Cantor (Colombia); Rubén Hernández Valle (Costa Rica); Hernán
Salgado Pesantes (Ecuador); José Almagro Nosete, Manuel Aragón Reyes, José Luis
Cascajo Castro, Faustino Cordón Moreno, Francisco Fernández Segado, Vicente Gi-
meno Sendra, Jesús Gonzalez Pérez, Luis López Guerra, Juan Montero Aroca, Andrés
de la Oliva, Javier Pérez Royo, Pablo Pérez Tremps, Francisco Rubio Llorente, Pe-
dro de Vega (España); Louis Favoreu (Francia); Mario Aguirre Godoy, Jorge Mario
García Laguardia (Guatemala); Lucio Pegoraro, Gustavo Zagrebelsky (Italia); Elisur
Arteaga Nava, Jorge Carpizo, Juventino V. Castro, José Ramón Cossío D., Sergio
García Ramírez, Cipriano Gómez Lara, Manuel González Oropeza, José de Jesús
Gudiño Pelayo, José de Jesús Orozco Henríquez, José Ovalle Favela, José Luis Sobe-
ranes Fernández, Diego Valadés, Salvador Valencia Carmona, Arturo Zaldívar Lelo
de Larrea (México); Iván Escobar Fornos (Nicaragua); Arturo Hoyos (Panamá); Car-
los Blancas Bustamante, Francisco Eguiguren Praeli, César Landa Arroyo, Valentín
Paniagua Corazao, Marcial Rubio Correa (Perú); Krystian Complak (Polonia); Héctor
Gross Espiell (Uruguay); Carlos Ayala Corao, Allan R. Brewer Carías (Venezuela).
COMITÉ CONSULTIVO
Joaquín Brage Camazano (España)
Coordinador
Gabriela Ávalos, Víctor Bazán, María Sofía Sagüés (Argentina); Antonio Gidi (Brasil);
Andrés Bordalí Salamanca (Chile); Alexei Julio Estrada, Diego E. López Medina, Néstor
Osuma Patiño (Colombia); Ignacio Díez-Picazo Giménez, José Julio Fernández Rodrí-
guez, Ángela Figueruelo Burrieza, Pablo Gutiérrez de Cabiedes Hidalgo de Caviedes,
Víctor Moreno Catena, Joan Oliver Araujo, Miguel Revenga Sánchez, Fernando Rey, Pe-
dro Serna, Javier Tajadura Tejada (España); Alfonso Celloto, Tania Groppi (Italia); José
Antonio Caballero Juárez, Miguel Carbonell, Rafael Coello Cetina, Hugo A. Concha,
Edgar Corzo Sosa, Ma. Macarita Elizondo Gasperín, Héctor Fix Fierro, Sergio López
Ayllón, Carlos F. Natarén, Salvador O. Nava Gomar, Alberto Saíd, José María Serna de
la Garza (México); Boris Barrios González (Panamá); Luis Lezcano Claude (Paraguay);
Edgar Carpio Marcos, Eloy A. Espinosa-Saldaña, Gerardo Eto Cruz, Carlos Hackans-
son, José F. Palomino Manchego, Elvito A. Rodríguez Domínguez (Perú); Eduardo G.
Esteva Gallicchio (Uruguay); Alberto Baumeister Toledo, Jesús Ma. Casal (Venezuela).
INSTITUTO IBEROAMERICANO
DE DERECHO PROCESAL CONSTITUCIONAL
JUNTA DIRECTIVA 2003-2006
Presidentes Honorarios
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Héctor Fix-Zamudio (México)
Presidente
Néstor Pedro Sagüés (Argentina)
Vicepresidentes
Domingo García Belaunde (Perú)
Rubén Hernández Valle (Costa Rica)
Humberto Nogueira Alcalá (Chile)
Vocales
Boris Barrios González (Panamá)
Eduardo G. Esteva Gallicchio (Uruguay)
Francisco Fernández Segado (España)
Osvaldo Alfredo Gozaíni (Argentina)
Luis Lezcano Claude (Paraguay)
Pablo Pérez Tremps (España)
Ernesto Rey Cantor (Colombia)
VIII blanca
Contenido
Presentación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . XIII
Aníbal Quiroga León / Eduardo Ferrer Mac-Gregor
Doctrina
25 años de justicia constitucional en España . . . . . . . . . . . . . 3
Manuel Aragón Reyes
Los guardianes de las promesas. Poder Judicial y democracia en México . . . . 25
Miguel Carbonell
El Derecho Procesal Constitucional y su configuración jurídica (aproximación al
tema) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 45
Domingo García Belaunde
El debido proceso en la actualidad. . . . . . . . . . . . . . . . . 57
Osvaldo Alfredo Gozaíni
Consideraciones sobre las sentencias de los tribunales constitucionales y sus efectos
en América del Sur . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 71
Humberto Nogueira Alcalá
Tribunal de protección: algunas ideas críticas a partir del modelo español. . . . 105
Diego I. Palomo Vélez
Clasificaciones y modelos de justicia constitucional en la dinámica de los ordena-
mientos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 131
Lucio Pegoraro
Crítica de la llamada inconstitucionalidad por omisión . . . . . . . . . . 159
Carlos Ruiz Miguel
El desarrollo del Derecho Procesal Constitucional: logros y obstáculos . . . . . 179
Néstor Pedro Sagüés
IX
X • Contenido
Análisis jurisprudencial
Jurisdicción constitucional local y corrección de las omisiones inconstitucionales
relativas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 189
Víctor Bazán
Las acciones afirmativas en los recientes pronunciamientos de la Suprema Corte
de Justicia de Estados Unidos. Implicancias del dato sociológico en el análisis
jurisprudencial . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 211
María Sofía Sagüés
Debido proceso legal en la jurisprudencia electoral . . . . . . . . . . . 231
Francisco Zúñiga Urbina / Héctor Marambio Astorga
Apéndice legislativo
Anteproyecto de Ley Procesal Constitucional de la República de El Salvador . . 251
Ley del Control Constitucional del Estado de Tlaxcala (México) . . . . . . 277
Ley de Control Constitucional para el Estado de Chiapas (México) . . . . . 297
Varios
Palabras al asumir la Representación del Pleno de la Suprema Corte de Justicia
de la Nación (México) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 319
Mariano Azuela Güitrón
Palabras en el acto de comparecencia ante el Senado de la República como can-
didata a Ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (México) . 323
Margarita Beatriz Luna Ramos
Palabras en la ceremonia de investidura como Ministro de la Suprema Corte de
Justicia de la Nación (México) . . . . . . . . . . . . . . . . 327
José Ramón Cossío Díaz
Crónica de la presentación de la Revista Iberoamericana de Derecho Procesal
Constitucional . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 333
José Alfonso Herrera García
Contenido • XI
Reseñas bibliográficas
FERNÁNDEZ SEGADO, Francisco, The spanish Constitution in the
european constitutional context / La Constitución española en el contexto
constitucional europeo, Madrid, Dykinson, 2003 . . . . . . . . . 349
Joaquín Brage Camazano
FERRER MAC-GREGOR, Eduardo, Juicio de amparo e interés legítimo: la
tutela de los derechos difusos y colectivos, 2ª ed., México, Porrúa, 2004 . 351
Joaquín Brage Camazano
FIX-ZAMUDIO, Héctor, Ensayos sobre el derecho de amparo, 3ª ed., México,
Porrúa-UNAM, 2003
Eduardo Ferrer Mac-Gregor . . . . . . . . . . . . . . . . . 357
Arturo Zaldívar Lelo de Larrea . . . . . . . . . . . . . . . . 365
HENAO HIDRÓN, Javier, Derecho procesal constitucional. Protección de los
derechos constitucionales, Bogotá, Temis, 2003 . . . . . . . . . . 369
Rubén A. Sánchez Gil
QUIROGA LEÓN, Aníbal, El debido proceso legal en el Perú y el Sistema
Interamericano de protección de Derechos Humanos —jurisprudencia—,
Lima, Jurista Editores, 2003 . . . . . . . . . . . . . . . . 375
Domingo García Belaunde
XII • Contenido
1. INTRODUCCIÓN:
SENTIDO DE ESTA PONENCIA
Como ponencia general, no se pretende en ella entrar en excesivos detalles o exa-
minar con detenimiento puntos concretos de nuestra justicia constitucional, sino
más bien plantear, de manera, pues, general, el desarrollo y la situación actual de la
cuestión, haciéndolo, por supuesto, de modo crítico, señalando las virtudes y tam-
bién los defectos. Por ello, por esa pretensión de generalidad, se ha evitado todo
aparato bibliográfico y se ha buscado acometer una reflexión que incite al debate y,
sobre todo, que suscite la presentación de comunicaciones que, ellas sí, han de estar
referidas a problemas concretos.
3
4 • Manuel Aragón Reyes
2. JUSTICIA CONSTITUCIONAL
Y JURISDICCIÓN CONSTITUCIONAL
Ante el título de esta ponencia alguien podría pensar que se ha deslizado un
error cronológico: la Constitución cumple veintinco años, pero el Tribunal Consti-
tucional sólo veintitrés. Pero no hay tal error y el título es válido, pues si bien la ju-
risdicción constitucional entró en funcionamiento en 1980, la justicia constitucional
comenzó desde el mismo momento de entrada en vigor de la Constitución en 1978.
Y es que justicia constitucional y jurisdicción constitucional no son términos
equivalentes. Lo fueron en el modelo kelseniano, en el que el Tribunal Constitucio-
nal era el único que aplicaba la Constitución, pero dejaron de serlo muy poco des-
pués de la puesta en práctica de ese modelo, cuando ya en el período de entregue-
rras (reforma constitucional austriaca de 1929 y Constitución española de 1931) y
sobre todo en la segunda postguerra se recibió en Europa el concepto norteameri-
cano (e iberoamericano) de Constitución y ésta se presentó como una norma apli-
cable por todos los jueces y tribunales.
De esa manera, el modelo europeo de justicia constitucional dejó de ser un
modelo de dos jurisdicciones separadas (una, de constitucionalidad, ejercida por el
Tribunal Constitucional, y otra, de legalidad, ejercida por los órganos judiciales or-
dinarios) para pasar a ser un modelo de dos jurisdicciones entrelazadas (ambas, la
constitucional y la ordinaria, aplicadoras de la Constitución, aunque la primera con
unas competencias formalmente exclusivas que no impiden la coincidencia mate-
rialmente parcial con la segunda).
La justicia constitucional es la actividad judicial de aplicación de la Constitución
y la realizan tanto el Tribunal Constitucional como los jueces y tribunales ordina-
rios, pues la Constitución es norma jurídica inmediatamente aplicable, de la que
emanan derechos y obligaciones judicialmente exigibles. Lo único que ocurre, y esa
es la diferencia entre el sistema europeo y el norteamericano, es que en el modelo
europeo de justicia constitucional es el Tribunal Constitucional el único que puede
invalidar la ley inconstitucional en cuanto que se le atribuye el monopolio de recha-
zo de la ley contraria a la Constitución. En todo lo demás, la coincidencia material
es clara: el Tribunal Constitucional y los jueces y tribunales ordinarios pueden con-
trolar actos de los particulares (admitido para el Tribunal Constitucional por la vía
indirecta del art. 44 de su Ley Orgánica, que le permite dotar de eficacia horizontal
a los derechos fundamentales en la relaciones privadas) así como actos de los pode-
res públicos y reglamentos.
A diferencia de la justicia constitucional, la jurisdicción constitucional la ejerce
únicamente el Tribunal Constitucional a través de los procesos cuyo conocimiento
tiene atribuido en exclusiva. La distinción más amplia, pues, entre jurisdicción cons-
titucional y jurisdicción ordinaria, en el desempeño de la justicia constitucional, es
25 años de justicia constitucional en España • 5
3. EL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL:
NACIMIENTO Y DESARROLLO
de Autonomía y demás leyes orgánicas, que se había mostrado disfuncional para las
tareas del Tribunal y para nuestra democracia parlamentaria, aunque es de notar
que su presencia hasta 1985 coadyuvó (aunque no fuera de manera principal) a que
los Estatutos de Autonomía fueran normas ampliamente consensuadas. La de 1999
(Ley Orgánica 7/1999, de 21 de abril) para incluir, dentro de las competencias del
Tribunal, el conflicto en defensa de la autonomía Local, cuya oportunidad práctica
es dudosa, en la medida en que además de poder acrecentar el trabajo del Tribunal
el problema podía encontrar vías de resolución mediante el planteamiento de la
cuestión de inconstitucionalidad, y cuya pertinencia teórica es muy discutible, dado
que ha introducido un subrepticio recurso de inconstitucionalidad difícilmente
compatible con las reglas constitucionales (especialmente la contenida en el art. 162
CE). Y, en fin, la de 2000 (Ley Orgánica 1/2000, de 7 de enero) introduciendo una
fase de conciliación en el recurso de inconstitucionalidad cuando lo fuesen a inter-
poner el Presidente del Gobierno contra leyes autonómicas o los Gobiernos de las
Comunidades Autónomas frente a leyes del Estado, ampliando en esos casos a
nueve meses el plazo normal de tres meses para interponer el recurso. La intención
de esta última reforma puede considerarse loable, en la medida en que busca al
acuerdo y la evitación del litigio, pero no deja de ser criticable en cuanto pone la
disponibilidad de las leyes en manos de los Gobiernos.
Como antes se decía, la LOTC es una buena ley que, en el presente, quizás no
precise de sustanciales reformas, después de sus veinticuatro años de vigencia, salvo
las destinadas a modificar la fase de admisión en el recurso de amparo, la introduc-
ción de un recurso directo de amparo frente a leyes autoaplicativas, la regula-
ción del amparo indirecto frente a leyes y la modificación del conflicto entre pode-
res del Estado, cuestiones sobre las que se volverá más adelante. Además, algunas
insuficiencias de la LOTC han sido corregidas por la interpretación que el propio
Tribunal Constitucional le ha dado. Así al considerar que, pese al tenor literal del
precepto (el art. 29.2 de la LOTC) la desestimación por razones de fondo de un re-
curso de inconstitucionalidad no será obstáculo para que sobre la misma ley pueda
plantearse una cuestión de inconstitucionalidad. O al considerar, pese también al
desafortunado tenor literal del precepto (art. 28.2 de la LOTC), que las leyes orgá-
nicas no tienen una jerarquía superior a las leyes ordinarias. O para modular, pese al
rigor de las expresiones literales del precepto (art. 39.1 de la LOTC), los efectos de
las Sentencias del propio Tribunal. O, en fin, para interpretar muy ampliamente la
legitimación de las Comunidades Autónomas en el recurso de inconstitucionalidad,
que, aparentemente, el tenor literal del precepto (art. 32.2 de la LOTC) restringía.
Al hilo, precisamente de este último supuesto, debe hacerse notar que en la tra-
mitación parlamentaria de la LOTC desapareció, sorprendentemente, un precepto
que, sin embargo, había sido aprobado por las Cortes Generales. Me refiero a que
25 años de justicia constitucional en España • 9
la LOTC contenía un apartado 3 del art. 32 que decía así: “Los órganos colegiados
ejecutivos de las Comunidades Autónomas están legitimados, en todo caso, para
impugnar las leyes, actos y disposiciones con fuerza de ley emanados de las respec-
tivas Asambleas legislativas”. Ese precepto, como dije antes, pese a estar aprobado,
desapareció del texto de la Ley, lo que ya fue tempranamente denunciado por J.
Corcuera Atienza en 1981 y después por P. Pérez Tremps en 1997. Así se perdió la
oportunidad de que las leyes autonómicas pudiesen sen impugnadas por órganos
internos de la Comunidad y no sólo, como ocurre, por órganos o fracciones de ór-
ganos del Estado.
De todos modos, esa oportunidad de recurrir sólo parece comprensible en go-
biernos autonómicos de minoría o como mucho de coalición, pero no en gobiernos
de mayoría, donde la cámara autonómica no va presumiblemente a apartarse en su
labor legisladora de la voluntad del respectivo gobierno. Para que pudiese ser ver-
daderamente efectiva esa medida (conveniente, desde luego) hubiera que haberse
otorgado legitimación a minorías parlamentarias autonómicas, pero ello resulta im-
posible sin reformar la Constitución, pues el art. 162 CE lo impide.
Con las salvedades antes aludidas, el balance general de la eficacia de la LOTC
es muy positivo: ha hecho posible un desarrollo ejemplar de la labor del Tribu-
nal Constitucional. Un excelente homenaje a esa Ley, y un tratado insuperable,
por ahora, sobre nuestro Tribunal Constitucional, ha sido la publicación, en
2001, de los Comentarios a la LOTC, realizada por el propio Tribunal, coordi-
nados por J. L. Requejo Pagés y elaborados por autores que han sido Letrados
del Tribunal.
siese a marchas forzadas a fundar una ciencia del Derecho Constitucional de la que
estábamos huérfanos, hay que reconocer que el mayor mérito en esa tarea de hacer
posible en España una cultura jurídica constitucional recayó en manos del propio
Tribunal, que fue educando así a todos los juristas españoles. Aparte de que con
sus resoluciones le dio eficacia a las normas constitucionales para que tuvieran efec-
tivo vigor.
Así, en materia de derechos fundamentales, mediante todas sus resoluciones,
pero especialmente a través del recurso de amparo, convirtió a los derechos consti-
tucionales en auténticos derechos subjetivos, directamente alegables, reforzando su
eficacia, concretando su contenido esencial, obligando a todos los poderes públicos
e incluso a los particulares a reconocerlos y respetarlos. Hoy, sin exagerar, podría
decirse que los españoles tienen derechos fundamentales no sólo porque la Consti-
tución los recoja sino sobre todo porque el Tribunal Constitucional los ha hecho
realidad.
Más todavía podría decirse en materia de autonomía territorial. Realmente
nuestro actual Estado autonómico no hubiera sido posible sin la labor del Tribunal,
dadas la escasa configuración constitucional sobre la materia y las imprecisiones y
ambigüedades de los Estatutos de Autonomía. El Tribunal ha concretado la delimi-
tación de competencias territoriales, ha equilibrado razonablemente el sistema auto-
nómico, ha puesto en marcha las categorías conceptuales básicas para articular la
distribución territorial del poder y ha conseguido que funcione un sistema tan com-
plejo como el que, desde el punto de vista territorial, existe en España. Aunque me
corresponde a mí la utilización del término, no está mal definido nuestro Estado,
como hace años lo hice, calificándolo de Estado jurisdiccional autonómico.
Aunque en la labor del Tribunal, como en toda obra humana, hay sombras, y
algunas de sus sentencias pueden ser criticables, en términos generales el balance es
muy positivo en cuanto a su actividad jurisprudencial. Cosa distinta es que en la ac-
tualidad se ciernan en el horizonte algunas nubes en lo que se refiere a su funciona-
miento y a los modos y métodos de su composición, o más claramente, a las prácti-
cas de elección de sus miembros. Pero sobre ello volveremos después.
4.1. DEFICIENCIAS
sen a los gobiernos (no a órganos administrativos distintos), ya sea el estatal o los
de las Comunidades Autónomas, con los órganos judiciales y encomendándosele
también su conocimiento al Tribunal Constitucional.
Por último, igualmente sería oportuno modificar la LOTC para otorgar legiti-
mación (como en Alemania) a las minorías parlamentarias para plantear los conflic-
tos, lo que ahora no ocurre pues la decisión está atribuida al Pleno de la cámara.
Piénsese, por ejemplo, que difícilmente, salvo en casos de gobiernos de minoría, la
mayoría de la cámara va a enfrentarse con el gobierno que sostiene. Esta atribución
de legitimación a las minorías parlamentarias tendría sentido siempre, claro está,
que se trate de defender no los derechos de los parlamentarios o de las minorías
(que para eso está el recurso de amparo) sino las atribuciones de la Cámara.
bre de 2002 el Pleno tenía acumulados 510 asuntos pendientes, la Sala 1ª 3113 am-
paros pendientes de admisión y 247 ya admitidos pendientes de sentencia y la Sala
2ª 2927 amparos pendientes de admisión y 106 ya admitidos pendientes de sen-
tencia.
Estos datos presentan un panorama sumamente inquietante. No se trata sólo
de que en los amparos se aumente la sobrecarga de trabajo y la acumulación de
asuntos pendientes, y que tarden en resolverse un mínimo, promedio, de dos años,
es que los demás procesos constitucionales sufren de superior acumulación y retra-
sos, como se ha visto. Los asuntos del Pleno tardan de cuatro a diez años en resol-
verse. Y ello redunda en claro perjuicio para la imagen y la función del Tribunal
Constitucional, cuyos más altos cometidos (aunque no pueda desconocerse la im-
portancia del amparo) están encomendados al Pleno.
La raíz del problema se encuentra, sin duda, en el recurso de amparo, cuya fase
de admisión consume, además, los dos tercios del tiempo del Tribunal Constitu-
cional.
4.2.2. EL RECURSO DE AMPARO COMO PROBLEMA:
POSIBLES SOLUCIONES
Descartado eliminar del recurso de amparo los derechos del art. 24 CE, porque
hay argumentos constitucionales que lo hacen inviable (principalmente, y no sólo,
el art. 123.1 CE), y eso que en 2002 6212 recursos de amparo (el 85,27% del total)
invocaban derechos del art. 24 CE, frente a 1556 (el 21,36%) el derecho a la igual-
dad y 1357 (el 18,36%) los demás derechos, hay que buscar otras soluciones, por-
que la situación apremia a ello.
Algunas pueden paliar, pero no resolver el asunto. Así la mejora de la protec-
ción de los derechos fundamentales por la jurisdicción ordinaria, la mejora de la or-
ganización interna del propio Tribunal para dotar de mayor agilidad a las reuniones
del Pleno y para dictar sentencias de amparo de mera ratificación de antecedentes,
ampliando al mismo tiempo el número de Letrados, que ahora son treinta y siete y
que debieran ser un número mayor. Esas y otras soluciones de tipo similar podrían
paliar, como antes se dijo, la situación, pero no resolverla. En este sentido hay que
llamar la atención sobre el dato antes aludido de que la fase de admisión en los re-
cursos de amparo consume aproximadamente las dos terceras partes del tiempo del
Tribunal Constitucional, lo que significa que aunque se restringiesen drásticamente
los amparos admitidos (que es la solución que más adelante propugnaremos), ello,
por sí solo no descargaría sustancialmente el trabajo del Tribunal (aunque sí lo re-
duciría). Por eso parece conveniente que se modifique el procedimiento interno de
admisión en los recursos de amparo, haciéndolo más ágil y rápido y, aparte de otras
medidas, descargándose prácticamente en los Letrados (con sensible aumento de su
25 años de justicia constitucional en España • 17
6. A MODO DE BALANCE
1. INTRODUCCIÓN
Hasta hace muy poco tiempo, el poder judicial en México era irrelevante para efec-
tos de la explicación del funcionamiento del sistema político. Su actividad no for-
maba parte de las preocupaciones de los partidos políticos; el tema de la justicia no
se asomaba casi nunca en las campañas electorales y a los ciudadanos les preocupa-
ba solamente en su vertiente policíaca, sin comprender muy bien qué es lo que ha-
cían los jueces.
No era menor el desinterés de los teóricos por el poder judicial, tanto en lo que
respecta a los politólogos como por lo que hace a los juristas. Los estudios sobre el
tema son bastante escasos, aunque han ido creciendo de forma notable en los últi-
mos años.
La situación descrita, como es obvio, no es exclusiva de México, sino que con
alguna seguridad se puede considerar como compartida por casi todos los países de
América Latina.1
25
26 • Miguel Carbonell
dujeran una decisión judicial de signo distinto… En la mayor parte de la región, el llamado poder ju-
dicial ha adoptado un perfil institucional más bien discreto. Incapaz de ejercer control legal efectivo
sobre fuerzas políticas y económicas, el juez ha ocupado claramente un lugar bastante más reducido
que aquél que le aparece adjudicado en los textos constitucionales… De allí que, en términos genera-
les, la institución haya recibido poca atención; de las fuerzas conservadoras, en razón de que la aquies-
cencia judicial les ha estado relativamente garantizada; de las fuerzas transformadoras, debido a que el
cambio de jueces y justicia no parecía relevante ni factible”, “Justicia y ciudadanía realmente existen-
tes”, Política y gobierno, vol. IX, número 2, México, segundo semestre de 2002, p. 362.
2 Los términos han sido utilizados en varios de sus escritos por Sergio GARCÍA RAMÍREZ; por
ejemplo en su libro Poder judicial y ministerio público, 2ª edición, México, Porrúa, 1997, pp. 15-16.
3 Al respecto son muy interesantes las consideraciones de Ernesto Garzón Valdés, “Estado de
derecho y democracia en América Latina” en CARBONELL, Miguel, OROZCO, Wistano y VÁZQUEZ,
Rodolfo (compiladores), Estado de derecho. Concepto, fundamentos y democratización en América Latina, Méxi-
co, Siglo XXI, UNAM, ITAM, 2002, pp. 205 y ss.
Los guardianes de las promesas. Poder Judicial y democracia en México • 27
Para nadie es un secreto que una de las piezas maestras de cualquier democra-
cia es un sistema judicial capaz de hacer exigible en la práctica el principio de suje-
ción de las autoridades al orden jurídico. Allí donde no exista un sistema judicial in-
dependiente será muy difícil poder mantener que se trata de un Estado en el que
los derechos de los ciudadanos están a salvo y donde la división de poderes tiene
algún significado más allá de la retórica que suele acompañarlo.
En América Latina se ha tomado conciencia de forma tardía de la importancia
de contar con un sistema judicial que tenga las condiciones necesarias para poder
procesar de forma competente y oportuna los conflictos sociales. Sin embargo, a
partir de la década de los 90, dentro de lo que se ha llamado “la segunda genera-
ción” de reformas del Estado, en muchos de los países del subcontinente se han
emprendido profundos cambios en la función judicial, muchas veces como conse-
cuencia de las aperturas comerciales que se dieron en el primer tramo de la reforma
del Estado.
Un entorno económico menos protegido, abierto al intercambio con otros paí-
ses y a una competencia hasta hace poco inexistente demanda un sistema ágil de
solución de controversias, el cual a su vez es condición necesaria para que pueda
existir un mínimo de seguridad jurídica para los inversionistas.4
En México por años los jueces habían jugado un papel menor en la arquitectu-
ra del Estado. Durante décadas el régimen autoritario se había permitido acallar y
mantener subordinado a un poder que contaba con pocos recursos y cuyos inte-
grantes en su gran mayoría nunca lucharon por la entonces imposible tarea de ha-
cer valer la Constitución frente a los designios presidenciales. El diseño del ordena-
miento jurídico tampoco ayudaba, puesto que el régimen posrrevolucionario había
tomado las suficientes precauciones para que la Constitución y las leyes no permi-
tieran que los jueces ejercieran el papel que les corresponde en un Estado democrá-
tico de derecho.
Las cosas, pese a todo, han ido cambiando de forma importante en los últimos
años. Hay muchas razones que explican esos cambios; una de ellas tiene que ver
con las exigencias que se han derivado de los procesos de apertura comercial y eco-
nómica que han impulsado los últimos gobiernos.
5 Los datos completos en FIX FIERRO, Héctor, “La reforma judicial en México. ¿De dónde vie-
ne? ¿hacia dónde va?”, Documento de trabajo, IIJ-UNAM, noviembre de 2002, p. 22.
6 FIX FIERRO, “La reforma judicial en México…”, cit., p. 27.
7 GONZÁLEZ COMPEÁN, Miguel y BAUER, Peter, Jurisdicción y democracia. Los nuevos rumbos del Po-
der Judicial en México, México, CIDAC, Cal y Arena, 2002, p. 157.
Los guardianes de las promesas. Poder Judicial y democracia en México • 29
Con las precauciones del caso, se podría convenir en que algunos de los aspec-
tos anteriores dan cuenta de un paso adelante en el intento de ir juridificando la in-
cipiente democracia mexicana. La mayor presencia de los jueces se ha correspondi-
do históricamente en muchos países que han llevado a cabo transiciones a la
democracia, con periodos en los que se ha privilegiado el imperio de la ley por en-
cima de los arreglos político-partidistas.
En un número importante de países que han logrado avanzar en procesos de
consolidación democrática, se han creado tribunales constitucionales que han actua-
do sirviendo de árbitros entre las partes en liza, a la vez que dejaban claro para to-
dos los actores que los derechos de los ciudadanos no podían ser objeto de ningu-
na clase de regateo político ni estaban a la libre disposición de los partidos con
representación parlamentaria.
La actuación del Tribunal Constitucional Federal alemán al ordenar tempra-
namente en la década de los 50 la disolución de los partidos neonazis, el trabajo
de la Corte Costituzionale italiana para hacer exigibles los derechos sociales previs-
tos en la Constitución de ese país, las sentencias del Tribunal Constitucional espa-
ñol para ir delimitando el modelo de distribución territorial de poder entre el
Estado central y las comunidades autónomas, son casos que nos ilustran sobre
el papel central que tienen los jueces constitucionales dentro de la consolidación
democrática.
También en América Latina tenemos ejemplos de jurisdicciones que han estado
a la altura de los tiempos que les ha tocado vivir. Son célebres las resoluciones de la
Corte Constitucional colombiana al conocer de procesos de acción de tutela por
medio de las cuales se mandaron poner drenaje en barrios marginales o través de
las que se aseguraba una correcta impartición de justicia dentro de las comunidades
indígenas de ese país. También la Sala Constitucional de Costa Rica tiene en su ha-
ber varios precedentes que han demostrado la pertinencia de los jueces constitucio-
10 Ver CARBONELL, Miguel, “Epílogo. La reforma indígena y la Suprema Corte” en la obra co-
lectiva, Comentarios a la reforma constitucional en materia indígena, México, IIJ-UNAM, 2002, pp. 145-149.
Los guardianes de las promesas. Poder Judicial y democracia en México • 31
11 Sobre el tema se puede consultar la emotiva narración de los hechos realizada por uno de sus
protagonistas en el trabajo de Jorge Mario GARCÍA LAGUARDIA, “Justicia constitucional y defensa de la
democracia. El golpe de estado en Guatemala en 1993”, Cuestiones constitucionales. Revista mexicana de de-
recho constitucional, número 2, México, enero-junio de 2000, pp. 3-21.
12 Obra citada, p. 421.
32 • Miguel Carbonell
13 Los resultados pueden verse en la revista Este País, número 137, agosto de 2002.
14 DE LAS HERAS, María, “El imperio de la desconfianza”, Milenio semanal, número 274, México,
16 de diciembre de 2002, pp. 32-33.
15 La eficiencia de la justicia (una aproximación y una propuesta), México, IIJ-UNAM, 1995, pp. 11-12.
16 Entrevista de Agustín Ambríz a Genaro Góngora Pimentel, Presidente de la Suprema Corte
de Justicia de la Nación, Proceso, 10 de enero de 1999 (luego recogida en Góngora Pimentel, G.,
Encuentros con los medios, Poder Judicial de la Federación, 1999; las citas en páginas 30 y 31).
17 El texto del informe figura en el documento E/CN. 4/2002/72/Add. 1.
18 Respuesta al Informe del Relator de la ONU para la independencia de jueces y abogados, México, Poder
Judicial de la Federación, 2002; ver también, ORTÍZ AHLF, Loretta (compiladora), Mitos y realidades de
un informe, México, UIA-Noriega Editores, 2002.
Los guardianes de las promesas. Poder Judicial y democracia en México • 33
En este contexto y para aportar solamente una de las muchas propuestas que
pueden ser razonables, habría que ponderar la necesidad de que los órganos ju-
risdiccionales que actualmente tienen autonomía constitucional (el caso de los
tribunales agrarios por virtud del mandato del artículo 27 fracción XIX de la Cons-
titución) o que operan en la órbita del poder ejecutivo (tribunales contencioso-ad-
ministrativos, juntas de conciliación y arbitraje, tribunales de conciliación y arbitra-
je, etcétera), se incorporen formalmente al poder judicial, como desde hace tiempo
ha señalado un sector importante de la doctrina y como han prometido algunos
partidos políticos en sus plataformas de campaña. No hay justificación alguna para
que el poder ejecutivo tenga “sus propios tribunales”. Todos los órganos que ejer-
cen funciones jurisdiccionales deben de estar formal y materialmente dentro del po-
der judicial, de forma que sus integrantes tengan el mismo estatuto profesional que
los miembros de la judicatura.
B) Los obstáculos procesales y sociales para el acceso a la justicia. En un país
como México, que tienen elevados niveles de pobreza y de desigualdad en el
ingreso, hacen falta mecanismos que permitan que la población de menores re-
cursos pueda acceder en condiciones equitativas a los tribunales. La falta de ac-
ceso a la justicia contribuye a generar una discriminación jurídica, que se suma a
las múltiples discriminaciones que las personas padecen simplemente por ser
pobres, mujeres, indígenas, campesinos, migrantes, tener alguna discapacidad,
vivir en el medio rural, etcétera.
Como indica Boaventura de Sousa, “Estudios revelan que la distancia de los
ciudadanos en relación con la administración de justicia es tanto mayor mientras
más bajo es el estrato social al que pertenecen y que esa distancia tiene como cau-
sas próximas no sólo factores económicos, sino también factores sociales y cultura-
les, aunque unos y otros puedan estar más o menos remotamente relacionados con
las desigualdades económicas. En primer lugar, los ciudadanos de menores recursos
tienden a conocer muy poco sus derechos y, en consecuencia, a tener más dificulta-
des para reconocer un problema que los afecta como un problema jurídico. Pueden
ignorar los derechos en juego o ignorar las posibilidades de arreglo jurídico… Los
datos muestran que los individuos de las clases bajas dudan mucho más que los otros
para recurrir a los tribunales, incluso cuando reconocen que están frente a un pro-
blema legal”.19
La reforma del acceso a la justicia pasa, en primer lugar, por crear mecanismos
procesales que permitan una mejor protección de los derechos fundamentales, mu-
chos de los cuales hoy en día no se encuentran tutelados en México por garantía ju-
risdiccional alguna; en este contexto, conviene recordar que “…a estas alturas se
cuenta con información suficiente y lo bastante contrastada como para sostener
que la existencia de una garantía jurisdiccional de un determinado estándar de cali-
dad es condición necesaria, aunque no suficiente, para que los derechos humanos
puedan gozar de algún grado estimable de realización práctica”.20
C) La falta de capacitación del personal judicial. En México, como ya se apunta-
ba, todavía no hemos discutido qué modelo de juez requiere la incipiente de-
mocracia que estamos comenzando a vivir, ni cuáles son las “virtudes judicia-
les”21 que deben tener quienes busquen mantenerse o promoverse dentro de
la carrera judicial. Una parte de nuestra cultura judicial, como no podía ser
de otra forma luego de vivir más de 70 en un régimen autoritario, no parece
muy concernida del proceso de apertura democrática, y mantiene viejos rituales
de cerrazón, secretismo y sigilo que no tienen demasiada justificación en la ac-
tualidad.
El trabajo de capacitación se podrá enfrentar solamente de forma limitada den-
tro del propio poder judicial. La tarea mayor incumbe a las facultades y escuelas de
derecho, encargadas de formar a los que en el futuro serán jueces, magistrados, mi-
nistros o consejeros de la judicatura. La renovación de los caducos libros de texto
con que se estudian las principales materias es también una tarea pendiente sin la
cual va a ser muy difícil generar el nuevo “modelo de juez” que requiere la demo-
cracia mexicana.
En la tarea de mejoramiento de la justicia y en la superación de las condicio-
nantes culturales de los jueces también deben participar los otros poderes, para evi-
tar —por ejemplo— que se siga permitiendo que los gobernadores de las entidades
federativas lo primero que hagan cuando lleguen al cargo sea cambiar a los jueces y
magistrados locales para poner a sus amigos; o para que sea innecesario que el Pre-
sidente de la Suprema Corte le tenga que recordar a los poderes legislativo y ejecu-
tivo que el judicial es otro poder y que los problemas que resuelven los jueces “no
son enchiladas”.22
20 ANDRÉS IBÁÑEZ, Perfecto, “Garantía judicial de los derechos humanos”, Claves de razón prácti-
ca, número 90, Madrid, marzo de 1999, p. 10.
21 El término es de Manuel ATIENZA, en su ensayo titulado, justamente, “Virtudes judiciales. Se-
lección y formación de los jueces en el Estado de derecho” en CARBONELL, Miguel, FIX FIERRO,
Héctor y VÁZQUEZ, Rodolfo (compiladores), Jueces y derecho. Problemas contemporáneos, México, UNAM,
Porrúa, 2004.
22 Ambos extremos se encuentran recogidos en la entrevista al entonces Presidente de la Supre-
ma Corte, publicada en La Jornada, 2 de diciembre de 2002.
36 • Miguel Carbonell
Conviene analizar con algún detalle las cuestiones que se acaban de mencionar;
para entenderlas mejor será útil ubicarlas en el contexto más amplio de la reforma
del Estado.
Las líneas maestras de las reformas al poder judicial dentro del marco general de
la reforma del Estado se pueden sintetizar en los siguientes cinco puntos:23 a) mejo-
ras en la administración de justicia, b) fortalecimiento de la independencia judicial,
c) desarrollo de mecanismos alternativos de resolución de controversias, d) mejora
de la educación legal de los jueces, abogados y del público en general, y e) crea-
ción de nuevos canales para que vastos sectores de la población, ahora excluidos,
tengan acceso a la justicia. Vamos a examinar brevemente cada uno de estos puntos.
A) El poder judicial debe ser concebido, dentro del marco de un Estado efi-
ciente, como el conjunto de órganos que se encargan de prestar un servicio público
de la mayor relevancia para la población. En este sentido y como ya se apuntaba en
las páginas precedentes, jueces y tribunales deben funcionar de tal modo que gene-
ren confianza en los usuarios de los servicios de la justicia. En periodos de gran des-
confianza hacia el poder judicial los ciudadanos de algunos países de América Lati-
na han desistido masivamente de ir a los tribunales para buscar las soluciones de
sus problemas.24 El tema de la confianza está muy relacionado también con el de la
legitimidad. Si los tribunales no cuentan con márgenes prudentes de confianza por
parte de los ciudadanos, lo más probable es que encuentren severas resistencias ha-
cia sus actuaciones (por ejemplo al momento de ejecutar sus sentencias).
Para lograr la eficiencia mencionada se deben hacer modificaciones al modelo
de gestión de los asuntos judiciales; en muchos juzgados todavía se sigue trabajan-
do con métodos administrativos propios del siglo pasado.25 Las innovaciones tec-
nológicas todavía no han logrado penetrar a la mayoría de las pesadas burocracias
judiciales.
Es probable que sea necesario caminar de forma decidida hacia la toma de de-
cisiones que permitan una mayor transparencia en el funcionamiento del aparato ju-
dicial. Hoy en día, tanto a nivel federal como local, el poder judicial mexicano es
una gran caja opaca en la que es muy difícil saber qué está pasando. Tiene razón
Ernesto Villanueva cuando afirma que “el Poder Judicial es uno de los poderes del
Estado con mayores índices de opacidad en México y, por consecuencia, donde
menos ha permeado el sentido de por qué debe haber transparencia y para qué… la
cultura del secreto sigue siendo en buena medida parte de la vida de los juzgadores
mexicanos”.26
Es muy conocida la idea de que un sistema de poder que esté ajeno al escruti-
nio público y que opere desde el secreto es un sistema tendencialmente corrupto en
la medida en que no está sujeto a ningún tipo de rendición de cuentas; al no poder
saber cómo actúa un órgano público se genera el riesgo de conductas ilegales y de
la impunidad por la ausencia de mecanismos de control. Una democracia requiere
de un funcionamiento transparente y responsable por parte de los poderes públi-
cos; esto significa que los ciudadanos deben tener la capacidad jurídica de conocer
en todo momento la conducta de sus gobernantes, incluyendo a los jueces. De otra
manera, es imposible asignar responsabilidades a los malos funcionarios y recom-
pensar a los buenos.27
La entrada en vigor de la Ley Federal de Transparencia y Acceso a la Informa-
ción Pública Gubernamental podía haber sido una muy buena oportunidad para
avanzar en la transparencia del poder judicial. Sin embargo, los acuerdos generales
dictados por los órganos superiores del Poder Judicial Federal dejan mucho que de-
sear y, en algunos aspectos, contienen restricciones que no tienen justificación algu-
na dentro de un Estado democrático de derecho. Así por ejemplo, se considera que
todos los expedientes en materia penal y familiar constituyen información reservada
y, por tanto, no se puede tener acceso a ellos una vez que han sido concluidos sino
hasta 12 años después; de la misma forma, se considera que los expedientes en esa
materia que se hubieran concluido con anterioridad a la entrada en vigor de Ley
Federal de Transparencia y Acceso a la Información Pública Gubernamental per-
manecerán como información reservada por un plazo de 36 años, plazo que fue fi-
jado de forma arbitraria puesto que no encuentra fundamento en ninguna norma
jurídica ni del derecho interno ni del derecho internacional.28
B) La independencia judicial es un prerrequisito para el adecuado funciona-
miento de la justicia.29 Si no hay independencia de los jueces lo más probable es
que todos los asuntos en los que existan “intereses” —tanto económicos como po-
líticos— por parte de algún otro poder o de algún particular no se resuelvan de for-
ma imparcial, provocando una quiebra notable del principio de igualdad de todos
los ciudadanos frente a la ley.
Los jueces deben estar sujetos únicamente a las leyes, manteniéndose extraños
a los intereses de las partes en conflicto (esto es, justamente, la imparcialidad).30
Para lograr su independencia los jueces deben estar institucionalmente separados de
los demás poderes, es decir, el poder ejecutivo no debe tener sus propios tribunales
sino que la función de aplicar las normas generales a los casos concretos de forma
obligatoria debe pertenecer por entero a órganos formal y materialmente judiciales.
La vertiente tradicional de la independencia de los jueces ha sido hacia fuera
del propio poder judicial. En muchos países, sin embargo, queda pendiente la cons-
trucción de la “independencia interna”, que consiste en que cada juez y cada magis-
trado no sea presionado por las instancias superiores para decidir de determinada
manera algún caso. Las presiones han venido por décadas de afuera de la judicatu-
ra, peor también las ha habido y las sigue habiendo adentro.
En todo lo anterior tiene que ver la integración y competencia del órgano de
gobierno del poder judicial,31 que en México es el Consejo de la Judicatura Federal
a nivel justamente federal. Quizá habría que comenzar a reflexionar sobre la cues-
tión, poco explorada en México de la “independencia interna” de jueces y magis-
trados, es decir, la que se ejerce por todos y cada uno de los jueces frente a sus su-
periores.
C) Los métodos alternativos de solución de controversias, tales como la media-
ción, el arbitraje, la amigable composición, etcétera, deben ser fortalecidos como
una forma de descargar de trabajo a los tribunales y de propiciar soluciones más rá-
pidas, baratas y efectivas para los particulares. Obviamente, siempre deben respetar-
se ciertos principios para evitar caer en el extremo de “negociar” la aplicación de la
ley cuando se está en presencia de intereses fundamentales de la sociedad. Hay inte-
reses generales que no pueden estar sujetos a negociación, pero hay intereses priva-
dos sobre los cuales las partes podrían perfectamente ponerse de acuerdo sin tener
la necesidad de acudir ante un juez y desarrollar la enorme cantidad de trámites que
hay que desahogar en un proceso jurisdiccional.
30 FERRAJOLI, Luigi, Derecho y razón, prólogo de Norberto Bobbio, 5ª edición, Madrid, Trotta,
2000, p. 580.
31 Ver las interesantes observaciones, referidas al caso español, de ANDRÉS IBÁÑEZ, Perfecto,
“Poder judicial y juez en el Estado constitucional. El sistema de consejo” en La experiencia jurisdiccional:
del Estado legislativo al Estado constitucional de derecho, Madrid, CGPJ, 1999; dentro de esa misma obra
conviene revisar también el ensayo de Alessandro PIZZORUSSO, “Medio siglo de poder judicial en Ita-
lia”, pp. 89 y ss.
Los guardianes de las promesas. Poder Judicial y democracia en México • 39
32 Sobre el tema de la educación jurídica en México y los cambios de deben darse en la materia,
ver CARBONELL, Miguel, La enseñanza del derecho, México, Porrúa, UNAM, 2004.
33 Para el caso de México, ver FIX FIERRO, Héctor y LÓPEZ AYLLÓN, Sergio, “El acceso a la
justicia en México. Una reflexión multidisciplinaria” en VALADÉS, Diego y GUTIÉRREZ, Rodrigo
(coordinadores), Justicia. Memoria del IV Congreso Nacional de Derecho Constitucional, tomo I, México,
IIJ-UNAM, 2001, pp. 111 y ss.
34 Ver GARRO, Alejandro M., “Access to justice for the poor in Latina America” en MÉNDEZ,
Juan E., O’DONNELL, Guillermo y PINHEIRO, Paulo S. (editores), The (un)rule of law and the underprivile-
ged in Latin America, Indiana, Notre Dame University Press, 1999, p. 278 y ss.
35 BUSCAGLIA, obra citada, p. 45.
40 • Miguel Carbonell
36 Sobre este punto la literatura existente es verdaderamente abrumadora; de entre lo más recien-
te que se ha escrito puede verse ASÍS, Rafael de, Jueces y normas. La decisión judicial desde el ordenamiento,
prólogo de Gregorio Peces Barba, Madrid, Marcial Pons, 1995.
37 Véanse, al respecto, las brillantes observaciones de OTTO, Ignacio de, Estudios sobre el poder ju-
dicial, cit., pp. 76 y ss.
38 La relación entre el Estado del bienestar y la naturaleza “política” de la función jurisdiccional
(y en tanto que política, no neutral) ha sido puesta de manifiesto, muy correctamente, por Héctor FIX
FIERRO, “Poder judicial” en GONZÁLEZ, Ma. del Refugio y LÓPEZ AYLLÓN, Sergio (eds.), Transicio-
nes y diseños institucionales, México, IIJ-UNAM, 1999, p. 169.
Los guardianes de las promesas. Poder Judicial y democracia en México • 41
todo por la ley, pero no una ley inanimada que se pueda aplicar fría y neutralmen-
te, sino una ley comprometida con los mejores valores de la democracia: una ley
que tenga como objetivos fundamentales la igualdad, el pluralismo, la tolerancia,
el bien común, en fin, una ley que atienda a la justicia en sus más diversas mo-
dalidades.
El reto, obviamente, es de proporciones gigantescas. La situación de incerti-
dumbre y desconfianza que afecta al poder judicial en México no es exclusivo de
este país.39 Por el contrario, se trata de un fenómeno que se encuentra presente en
muchos países y cuyos diagnósticos y soluciones son muy variados. De lo que no
cabe duda es que, hoy como nunca, el poder judicial constituye una parte central
dentro del debate político contemporáneo y una pieza estratégica en la llamada “re-
forma del Estado”.
5. BIBLIOGRAFÍA BÁSICA
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ANDRÉS IBÁÑEZ, Perfecto, “Poder judicial y juez en el Estado constitucional. El sistema de
consejo” en La experiencia jurisdiccional: del Estado legislativo al Estado constitucional de derecho,
Madrid, CGPJ, 1999.
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Peces Barba, Madrid, Marcial Pons, 1995.
ATIENZA, Manuel, “Virtudes judiciales. Selección y formación de los jueces en el Estado de
derecho” en CARBONELL, Miguel, FIX FIERRO, Héctor y VÁZQUEZ, Rodolfo (compila-
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CARBONELL, Miguel, La Constitución pendiente. Agenda mínima de reformas constitucionales, 2ª edi-
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CARBONELL, Miguel, La enseñanza del derecho, México, UNAM, Porrúa, 2004.
CARBONELL, Miguel, “Poder judicial y reforma del Estado en México”, Diálogo y debate de
cultura política, año 2, número 7, enero-marzo de 1999.
CARBONELL, Miguel, “Algunas posibles reformas al poder judicial en México” en VEGA
39 Ver FIX FIERRO, Héctor, Courts and efficiency. A general investigation with evidence from three conti-
nents, tesis doctoral, Universidad de Bremen, Alemania, 1998, con abundante bibliografía.
42 • Miguel Carbonell
recho. Concepto, fundamentos y democratización en América Latina, México, Siglo XXI, UNAM,
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GONZÁLEZ COMPEÁN, Miguel y BAUER, Peter, Jurisdicción y democracia. Los nuevos rumbos del
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44 blanca
El Derecho Procesal
Constitucional
y su configuración jurídica
(aproximación al tema)*
Domingo García Belaunde* *
I
Es por demás conocido que en el siglo XIX aparecen algunos elementos de lo que
hoy se conoce genéricamente como jurisdicción constitucional, si bien el plantea-
miento teórico sólo aparece entrado ya el siglo XX. En concreto, en el período de
entre guerras, y en el continente europeo.
Así surgieron los primeros tribunales constitucionales (Austria en 1919, Che-
coslovaquia en 1920 y España en 1931) que resolvían determinados conflictos con
carácter vinculante. Existían órganos calificados, magistrados que actuaban y actos
procedimentales encaminados a resolver determinados problemas.
Y lo que surge es la pregunta de qué es lo que ahí sucede, y sobre todo en don-
de ubicarlo. Es decir, estábamos ante determinados procedimientos de carácter jurí-
dico, que deben ser localizados en algún lugar, dentro de lo que tradicionalmente se
conoce como Ciencia Jurídica, Ciencia del Derecho o Teoría del Derecho.
Y por eso nuestro propósito de ubicar o descubrir el lugar que corresponde
dentro del universo jurídico a esta novedosa experiencia. Se le llamó inicialmente
jurisdicción constitucional. Pero si entra a un período de maduración y desarrollo,
debe culminar en un Derecho Procesal Constitucional, y esa es la tesis que aquí
defiendo.
Por cierto, conocemos las posturas de algunos sectores doctrinarios que sostie-
nen que, en realidad, el Derecho Procesal Constitucional está incardinado en el De-
45
46 • Domingo García Belaunde
II
La tendencia que se abre campo lentamente, en menor medida en Europa,
pero sobre todo en América Latina, es que la jurisdicción constitucional debe, en
rigor, culminar en un Derecho Procesal Constitucional, y que este último es una
rama del Derecho Procesal, y en consecuencia, no es autónomo, por lo menos en
sentido pleno, sino dependiente del Derecho Procesal, y más en concreto, de la
Teoría del Proceso.
Esta tesis, de asumirla, implica determinadas posiciones que hay que precisar, y
a la que van las siguientes líneas.
Y para eso, nada mejor que partir del principio, que aun cuando sea elemental,
vale la pena no perderlo de vista.
Lo primero es que el Derecho, desde antiguo, y más en concreto, desde los ro-
manos, se divide en Derecho Público y en Derecho Privado. Esta calificación, más
que milenaria, ha subsistido hasta el presente, no obstante las críticas que se le han
hecho. Así, en la década del treinta del siglo pasado, se habló mucho del “derecho
social”, como una tercera rama dentro de esta clasificación, y al respecto hubo una
polémica de sumo interés, pero que no ha resistido el paso del tiempo. Se sigue
pensando con estas categorías, si bien se conoce su alcance relativo y sobre todo,
sus imperfecciones.
Ahora bien, por Derecho Privado se entendía al que regulaba las relaciones en-
tre los privados, o relaciones en las cuales primaba un criterio privado. Y por Dere-
cho Público, fundamentalmente, lo que concernía al Estado, o a las relaciones de
éstos con terceros, o en cierto tipo de relaciones en los que lo público era domi-
nante. Es decir, el criterio definidor era el interés en juego: público o privado.
El Derecho Procesal Constitucional y su configuración jurídica • 47
Esta clasificación, que al principio cubría muy poco, se fue ampliando con el
nacimiento de las diversas ramas jurídicas, que tomará varios siglos, hasta que por
fin todas ellas son objeto de una sistematización rigurosa y formal en el siglo XIX,
coincidente con el proceso de codificación que nace en Europa, y se extiende en el
mundo entero. Y coincidente además, con el nacimiento de las constituciones mo-
dernas o el afianzamiento de ellas en el mundo europeo, y su posterior expansión a
otros ámbitos geográficos.
Y llegados a este punto, tenemos que tener presente otra clasificación, que
también viene de antiguo, pero que se desarrolla plenamente en el siglo XIX, cual es
la que distingue entre el Derecho sustantivo y el Derecho adjetivo. El primero es el
que establece las reglas fundantes; el segundo, la manera como hacemos para que
ellas pueden ser cumplidas y exigidas desde un punto de vista jurídico.
Este segundo aspecto ha tenido una larga evolución, y su autonomía al interior
del Derecho es reciente. Aun más, de llamársele Derecho adjetivo, ha venido en
conocérsele como derecho instrumental, pues ese es su objetivo propio, es decir,
servir de puente con el derecho sustantivo, para que se haga realidad. Pero al hacer-
lo, esto es, al independizar la acción del Derecho, ha creado su propio campo dog-
mático, sus categorías y sus propios procederes, independizándose del antiguo pro-
cedimentalismo, para llegar al procesalismo científico, que se afianza, en rigor, en
los inicios del siglo XX.
Si esto lo relacionamos con lo anterior, tenemos que el derecho instrumental, o
mejor aun, procesal, es Derecho Público, ya que regula la manera como las personas
reclaman sus derechos ante órganos públicos investidos de carácter jurisdiccional.
Y observando normas que no son de libre disposición, sino que son imperativas.
Por tanto, el Derecho Procesal es derecho público, como lo son también el
Derecho Penal, el Derecho Financiero, el Derecho Administrativo, etc. Con la sal-
vedad que habría que distinguir, al interior del Derecho Público, una parte sustanti-
va y otra procesal.
Si esto lo relacionamos con el Derecho Procesal y con el Derecho Constitucio-
nal, tenemos lo siguiente:
Y así:
Derecho Constitucional: es Derecho público
Derecho Procesal: es Derecho público
48 • Domingo García Belaunde
III
Nuestra tesis es que el Derecho Procesal Constitucional es una rama del Dere-
cho Procesal. Pero ¿cómo se incardina esto con el resto del Derecho procesal?
Históricamente, y si lo consideramos a partir de su configuración científica
en el siglo XIX, vemos que el primero que fue objeto de un tratamiento adecua-
do fue el Derecho Procesal Civil, que es, por así decirlo, la madre de todos los
procesos.
Luego nació el Derecho Procesal Penal, y empezó la gran polémica en torno
a la relación entre ellos, pues algunos aseguraban que se trataba de dos procesos
distintos, y otros, que era el mismo proceso que se bifurcaba según sus necesi-
dades.
Y si bien la polémica no ha amainado, la tesis que hoy tiende a prevalecer, es
que en el fondo el proceso es uno solo, y que por lo tanto, siguiendo la célebre
metáfora de Carnelutti, el proceso sería al igual que el tronco de un árbol, del
que saldrían varias ramas unidas al tronco común, pero con sus propias peculia-
ridades.
Así considerados, los dos procesos por excelencia son el civil y el penal. Y el
que ha avanzado mucho en los últimos tiempos, es el proceso administrativo, que
todavía algunas legislaciones llaman o conocen como contencioso-administrativo,
nombre impropio como en su día lo demostró Alcalá-Zamora.
Y si admitimos la existencia de un proceso constitucional (que pueden, por
cierto, ser varios), es inevitable que exista un Derecho Procesal Constitucional,
como una de las ramas del Derecho Procesal general.
IV
Ahora bien, ¿como podemos ubicar al Derecho Procesal Constitucional?
Lo primero que debemos hacer es partir del hecho de que al ser parte del De-
recho Procesal, el Derecho Procesal Constitucional arrastra una serie de conceptos
del Derecho Procesal (o teoría del proceso, como también se estila) de los que es
deudor y de los que se sirve. Pero a su vez, tiene otros que le son propios, y que le
vienen de su peculiar naturaleza, que es servir de instrumento de realización del
Derecho Constitucional.
Detengámonos en este punto: el Derecho Procesal tiene, en sentido amplio,
una función de realización de otro derecho, al cual hace posible en el buen sentido
de la palabra. Para hacerlo realidad, actualizarlo y hacerlo efectivo. Es lo que sucede
con el Derecho Procesal Civil en relación con el Derecho Civil, y al Derecho Pro-
cesal Penal, en relación con el Derecho Penal.
Y esto lleva anexado algo más, que todos saben, pero que no necesariamente se
El Derecho Procesal Constitucional y su configuración jurídica • 49
V
Podríamos, recapitulando lo anterior, señalar lo siguiente:
Y luego,
50 • Domingo García Belaunde
VI
Otro aspecto que merece nuestra atención, es el referente a los procesos que se
llevan ante instancias internacionales o supranacionales, en materias conexas con las
constitucionales de cada país. Así, por ejemplo, las derivadas de las denuncias inter-
puestas ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, y que posterior-
mente pasan y son resueltos por la Corte Interamericana de Derechos Humanos,
52 • Domingo García Belaunde
que es un verdadero ente jurisdiccional, cuyas decisiones son vinculantes para los
Estados que hayan aceptado la jurisdicción contenciosa de dicha Corte.
Pues bien, si seguimos con la lógica antes expuesta, debemos admitir que el
Derecho Procesal Constitucional antes descrito, está ubicado al interior de un Esta-
do y en consecuencia, es parte del ordenamiento interno de un país, y dentro de él
se mueve y actúa.
Y en tal supuesto, no tiene sentido decir que dicho Derecho Procesal Constitu-
cional, se proyecta y en virtud de una metamorfosis curiosa, se extrapola al mundo
internacional, o constituye su prolongación natural.
Lo que hay que hacer es precisamente lo contrario. Y es partir de la existencia
de un Derecho Internacional, tan importante como el derecho nacional, si bien me-
nos perfeccionado que éste.
Así considerados, vemos que también en el ámbito externo se dan las divisio-
nes-no absolutas pero si necesarias desde un punto de vista metodológico-entre lo
público y lo privado, si bien en materia internacional, la diferencia es más imprecisa
que en el ámbito doméstico.
Así, el Derecho Internacional Privado está básicamente centrado en las rela-
ciones entre privados de carácter civil, pero también pueden extenderse al ámbito
comercial, en donde lo que prima es el factor particular, y ese es su punto de refe-
rencia.
En cuanto a procesos, el enfoque debe ser igual. En el ámbito internacional
existen procesos, pero con una doble particularidad. O ellos se dan en la medida
que las partes así lo soliciten expresamente en cada oportunidad, o se dan porque
las partes con anterioridad se sometieron a dicha jurisdicción especial al firmar,
aceptar o adherirse a un tratado o contrato. Esto como norma general.
El Derecho Internacional que nos interesa, por cierto, es el Público. Y ese De-
recho Internacional tiene varias facetas. Puede ser el Derecho Internacional Público
stricto sensu, que es el más antiguo y con mayor consistencia, que atiende, tradicio-
nalmente, a los aspectos relacionados con el Estado y las organizaciones suprana-
cionales. O puede ser el Derecho Internacional Humanitario (que tiene su sustento
más sólido en las llamadas Convenciones de Ginebra). O el Derecho Internacional
de los Derechos Humanos, de reciente data, pero con cada vez mayor fuerza en los
últimos años. Y podríamos agregar el Derecho del Mar, el Derecho del Comercio
Internacional, el Derecho de la Integración, el Derecho Penal Internacional, el De-
recho Internacional del Trabajo, entre otros.
Esto es lo que podría decirse o conocerse como Derecho Internacional en sen-
tido sustantivo. Pero si existen tribunales con carácter jurisdiccional, sea voluntario
u obligatorio por previa aceptación de las partes, es evidente que ante ellos deben
existir procesos en donde se respeten determinadas reglas y procederes y en donde
El Derecho Procesal Constitucional y su configuración jurídica • 53
A MANERA DE CONCLUSIÓN
quier tipo de procesos. Y esto se debe a razones teóricas e históricas, que sería lar-
go enumerar aquí.
Por el contrario, los países de la Europa continental, moviéndose en el marco
de la tradición romano-civilista, se plantearon a la altura de los años veinte del siglo
pasado, el problema del control de constitucionalidad y cómo resolverlo. Para ello
idearon dos cosas: un órgano ad hoc para llevarlo a cabo (los tribunales constitu-
cionales) y determinados procesos que se desarrollarían ante ellos. Si es proceso o
procedimiento, es algo que ha agitado el debate de los últimos años. Aquí hemos
apostado a que es un proceso. Y si es un proceso constitucional, llevado ante
una magistratura constitucional, ello lleva, a la larga, a postular un Derecho Proce-
sal Constitucional, cuya ubicación y sentido hemos intentado precisar en esta opor-
tunidad.
BIBLIOGRAFÍA
Los planteos que aquí desarrollo tienen su punto de partida en mis trabajos an-
teriores, a los que me remito para la correspondiente bibliografía y desarrollos cola-
terales; en especial De la jurisdicción constitucional al Derecho Procesal Constitucional (varias
ediciones) y Derecho Procesal Constitucional, Edit. Temis, Bogotá, 2001. El mejor y más
adecuado tratamiento, con multitud de enfoques e información, se encuentra en
Eduardo FERRER MAC-GREGOR (Coordinador), Derecho Procesal Constitucional, Edit.
Porrúa, 4ta. edición, 4 tomos, México, 2003.
56 blanca
El debido proceso
en la actualidad
Osvaldo Alfredo Gozaíni
1 Zagrebelsky sostiene que el derecho interpretado en las fórmulas abiertas o elásticas, conoci-
das también como “cláusulas generales”, es una cruz de toda concepción estrictamente positivista del
derecho y de la función judicial, constituyendo una delicia de todo crítica de la misma. Cuando se ex-
presa de este modo (“buenas costumbres”, “buena fe”, “buen padre de familia”, “interés público”,
“relaciones sociales justas”, etc) es el propio legislador quien declara su incapacidad para prever la
concreta aplicación y quien autoriza expresamente que los casos y sus exigencias obtengan reconoci-
miento. De otra parte, las Constituciones democráticas actuales se deliberan en asambleas constituyen-
tes que expresan el pluralismo político de la “constitución material” al comienzo de experiencias polí-
tico-constitucionales aún por definir, es decir, cuando todas las fuerzas, debido a la inseguridad de sus
intereses particulares inmediatos, se ven inducidos a obrar sobre la base de consideraciones de orden
general. Se comprende así por qué el momento constitucional, al ser por definición el momento de la coo-
peración general, tiene características completamente excepcionales en la vida política de un pueblo
y por qué, dicho sea de paso, no se puede crear y recrear a placer, como pretenden tantos aspirantes
a renovadores de la Constitución (ZAGREBELSKY, Gustavo, El derecho dúctil, 4ª edición, Trotta, Ma-
drid, 2002).
2 Explica Monroy Gálvez con solvencia habitual que, en el caso concreto de la Francia revolu-
cionaria de 1789, por ejemplo, las espórtulas y la desconfianza social fueron la expresión típica que
determinaron que se considerara a los Parlamentos —nombre del grupo social encargado del servicio
de justicia— como expresión directa y concreta de la corrupción del Antiguo Régimen, razón por la
cual fueron abolidos. Como sustituto de ellos, no solo se formó un nuevo servicio de justicia, sino
que, en nuestro tema concreto, se exigió que las decisiones judiciales estuviesen sustentadas en la nor-
ma jurídica (MONROY GÁLVEZ, Juan, Introducción al proceso civil, editorial Temis, Bogotá, 1996).
3 En el espíritu de la revolución Francesa —afirma Zagrebelsky— la proclamación de los dere-
chos operaba como legitimación de una potestad legislativa que, en el ámbito de la dirección renova-
El debido proceso en la actualidad • 59
dora que tenía confiada, era soberana, es decir, capaz de vencer todos los obstáculos del pasado que
hubieran podido impedir o ralentizar su obra innovadora. La idea —o mejor, la ideología— de la co-
dificación, esto es, la idea de la fundamentación ex novo de todo el derecho en un único sistema positi-
vo de normas precisas y completas, condicionado solamente por la coherencia de sus principios inspi-
radores, es la primera y más importante consecuencia de la Déclaration… Al final, cualesquiera que
pudiesen haber sido las intenciones de los constituyentes de 1789-1791, la idea, teóricamente muy
prometedora, de la ley como codificación del derecho, no podía más que revelarse enemiga del valor
jurídico de la Déclaration, arrojada al limbo de las genéricas proclamaciones políticas, carentes de inci-
dencia jurídica por sí mismas e insusceptibles de aplicación directa en las relaciones sociales (op. cit.,
pág. 61).
60 • Osvaldo Alfredo Gozaíni
Ningún hombre libre deberá ser arrestado, o detenido en prisión, o desprovisto de su propiedad, o de
ninguna forma molestado; y no iremos en su busca, ni enviaremos por él, salvo por el juzgamiento legal
de sus pares y por la ley de la nación.
La primera idea de estas garantías fue evitar el castigo arbitrario y las ilegales
violaciones a la libertad personal y de los derechos de propiedad. Al mismo tiempo
orientó a los jueces hacia un juicio justo y honesto. Creaba y protegía inmunidades
que las personas nunca habían disfrutado hasta entonces, así como los derechos
propios, atinentes a la persona o a sus bienes, y también significa que su disfrute no
podía ser alterado por el Rey por su propia voluntad y, por ende, no podía arreba-
társelas.5
Con el tiempo, el proceso debido fue llevado al plano de la Ley, e inclusive sin
tener mención expresa, se consagró en las constituciones de los Estados. No hubo
indicaciones sobre contenidos o funciones de un proceso tipo o modelo, sino pre-
cisiones sobre la defensa, especialmente referido a los casos de defensa en procesos
penales.
Nace así el llamado debido proceso constitucional, que fue más importante por las
implicancias supuestas que por las declaraciones realizadas. En Argentina, por
ejemplo, se extrajo del art. 33 (cláusulas implícitas) la necesidad de tener un proceso
debido sujeto a las condiciones de la ley, evitando la discreción judicial y los abusos
de autoridad.
La última etapa refleja un paso más en la tradición jurisprudencial anglo-nor-
teamericana, al extenderse el concepto del debido proceso a lo que en esa tradi-
ción se conoce como debido proceso sustancial —substantive due process of law—, que,
en realidad, aunque no se refiere a ninguna materia procesal, constituyó un inge-
nioso mecanismo ideado por la Corte Suprema de los Estados Unidos para afir-
mar su jurisdicción sobre los Estados federados, al hilo de la Enmienda XIV a la
Constitución Federal, pero que entre nosotros, sobre todo a falta de esa necesi-
dad, equivaldría sencillamente al principio de razonabilidad de las leyes y otras
5 El contenido original de la Carta —se explica— era mucho más específico y restringido, como
salvaguarda para asegurar un juzgamiento por árbitros apropiados, compuestos por los propios posee-
dores, por los barones mismos o por los jueces reales competentes. La cláusula no pretendía acentuar
una forma particular de juicio, sino más bien la necesidad de protección ante actos arbitrarios de en-
carcelamiento, desposesión e ilegalidad que el Rey Juan había cometido o tolerado. Pero con el tiem-
po las apelaciones a otras libertades fueron, o sustantivas, o procesalmente orientadas hacia fines sus-
tantivos, motivo por el que la Carta Magna inglesa se convirtió en uno de los documentos
constitucionales más importantes de la historia. No en vano recibió más de 30 confirmaciones de otros
monarcas ingleses; las más importantes, de Enrique III, en 1225; de Eduardo I, en 1297, y de Eduar-
do III, en 1354 (ZAGREBELSKY, op. cit., pág. 79 y ss.).
62 • Osvaldo Alfredo Gozaíni
La historia del debido proceso poco aclara para una definición; podemos co-
legir la misma vaguedad e imprecisión conceptual que tienen los preceptos ex-
6 Por eso las leyes y, en general, las normas y los actos de autoridad requieran para su validez,
no sólo haber sido promulgados por órganos competentes y procedimientos debidos, sino también
pasar la revisión de fondo por su concordancia con las normas, principios y valores supremos de la
Constitución (formal y material), como son los de orden, paz, seguridad, justicia, libertad, etc., que se
configuran como patrones de razonabilidad. Es decir, que una norma o acto público o privado sólo es
válido cuando, además de su conformidad formal con la Constitución, esté razonablemente fundado y
justificado conforme a la ideología constitucional. De esta manera se procura, no sólo que la ley no
sea irracional, arbitraria o caprichosa, sino además que los medios seleccionados tengan una relación
real y sustancial con su objeto. Se distingue entonces entre razonabilidad técnica, que es, como se dijo,
la proporcionalidad entre medios y fines; razonabilidad jurídica, o la adecuación a la Constitución en
general, y en especial, a los derechos y libertades reconocidos o supuestos por ella; y finalmente, razo-
nabilidad de los efectos sobre los derechos personales, en el sentido de no imponer a esos derechos
otras limitaciones o cargas que las razonablemente derivadas de la naturaleza y régimen de los dere-
chos mismos, ni mayores que las indispensables para que funcionen razonablemente en la vida de la
sociedad.
El debido proceso en la actualidad • 63
puestos al comienzo, como la importancia que tiene para establecer un dogma ju-
rídico.7
En rigor, la idea pilar originaria que tuvo el “debido proceso” fue de limitación
al poder, porque el mentado principio de legalidad que se constituyó por el desa-
rrollo constitucional del siglo XVIII y buena parte del siglo XIX, le otorgaba una au-
toridad soberana a las Cámaras legislativas, que se valieron del “imperio de la ley”
para subordinar las acciones del gobierno y de los jueces.
Fue consecuencia de esa política de sometimiento al principio dura lex sed lex,
que el Poder Judicial dejó de ser tal para quedar informado únicamente como “ad-
ministración de justicia”.
La autoridad de la ley era la expresión suprema de la hegemonía, y el debido
proceso legal no podía ser otro que el que las leyes modelaran, especialmente cavi-
lando en el proceso penal.8
Con los códigos se pretendió fijar el contenido dogmático de la ley; y con las
Constituciones se exaltó el valor de los principios superiores a la norma. Mientras
el primer aspecto se consagra en el positivismo jurídico; el restante asume vocación
de eternidad fijando reglas y organizando las instituciones.
La ley actúa sobre la generalidad, haciendo abstracción de los hechos, sistemati-
zando las acciones y asignando plenitud al cuerpo orgánico del sistema; en cambio,
las normas fundamentales, las cartas magnas, o simplemente las Constituciones, es-
pecifican los derechos y crean el sentido de los deberes. Por eso tienen más elastici-
dad y admiten creaciones flexibles donde la supremacía de los intereses admiten
adaptaciones al tiempo y las circunstancias, aunque se sepa de ante mano que ello
será para situaciones de excepción.
7 Sostiene Morello que la historia y las referencias que pasan por el horizonte de los Estados
Unidos de América marcan en la normativa, la consagración de los derechos y las garantías; a un pri-
mer tramo, etapa o período de “iusnaturalización” caracterizado por la simple “declaración” de los de-
rechos junto a los principios básicos del Estado, sigue una segunda etapa, en la que los derechos y ga-
rantías se ven convertidos en “derechos fundamentales”, positivizados con rigor y afán de cubrirlos
con una coraza de operatividad, y concretar resultados efectivos. La tradición inglesa y el criterio ma-
nifiesto del juego real de las libertades recorta el perfil de esa clara distinción que potencia el plafón
del ciudadano, que al seguir la línea de sentido americana, también vio el desarrollo que asumió desde
Francia, mediante la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano, del 27 de agosto de 1789.
MORELLO, Augusto Mario, “Del debido proceso y la defensa en juicio al proceso justo constitucio-
nal”, en Rev. La Ley, 2003-D (diario del 13/06/2003).
8 Así pues, las leyes, al ocupar la posición más alta, no tenían por encima ninguna regla jurídica que
sirviese para establecer límites, para poner orden. Pero no había necesidad de ello. Jurídicamente la ley lo
podía todo, porque estaba materialmente vinculada a un contexto político-social e ideal definido y homo-
géneo. En él se contenían las razones de los límites y del orden, sin necesidad de prever ninguna medida
jurídica para asegurarlos. El derecho entra en acción para suplir la carencia de una ordenación expresada
directamente por la sociedad, y no era éste el caso. Una sociedad política “monista” o “monoclase”, como
era la sociedad liberal del siglo XIX, incorporaba en sí las reglas de su propio orden (ZAGREBELSKY).
64 • Osvaldo Alfredo Gozaíni
Pero el “debido proceso”, como tal, no está ni en las leyes ni se define en las
Constituciones. Y hasta fue lógico que no estuviera, porque si en Europa el deno-
minado sistema de la desconfianza le había a privado a los jueces la posibilidad de in-
terpretar la ley y darle armonía con el contexto donde aplicarla, pensando que sola-
mente los Tribunales Constitucionales podían llevar a cabo esa tarea; con esa
prevención, precisamente, la noción de proceso debido se constituyó más como un
refuerzo a la mentada desconfianza, evitando que la discreción judicial tornara irra-
zonable o arbitraria.
De este modo, los códigos procesales de la época limitaron absolutamente el
rol del Juez en el proceso, elevando por encima de todos los demás principios, al
dispositivo según el cual, el proceso es cosa de partes y sólo éstas tienen interés en
el desarrollo y solución del conflicto. Son los litigantes quienes deben respetar las
consignas del procedimiento que, para ser debido, debía estar emplazado entre par-
tes, en igualdad de condiciones y trato, reconociendo en el Juez el equilibrio de la
balanza en esa lucha entre fuerzas opuestas.
Recuérdese que nuestro modelo instrumental fue tomado con estas característi-
cas, y en consecuencia, debe quedar impresa en la memoria esta conclusión prime-
ra: El debido proceso legal se sostiene en los principios de bilateralidad y contradicción; ejercicio
efectivo del derecho de defensa y garantías suficientes para la independencia e imparcialidad del
juez interviniente en el conflicto.
Pero esto es un suceso de Europa, y como antes se mencionó, el debido proce-
so nos llega e influye de la doctrina americana donde las cosas son muy diferentes.
En América priva la doctrina de la confianza en los jueces con todo lo que ello im-
plica y que trasciende el sentido de poder controlar la constitucionalidad de las leyes.
El “common law” presta suma atención a la confiabilidad y honorabilidad de sus
jueces, y por eso es tan importante la primera instancia, en lugar de los tribunales
de apelaciones europeos que se distinguen por la formación de la jurisprudencia o
doctrina judicial.
La fuerza del Juez americano está en sus potestades, antes que en las leyes. Tie-
ne un sistema donde el poder se tiene y se ejerce, sin limitaciones obstruccionistas
afincadas en principios estancos (como la bilateralidad y la contradicción) o en so-
lemnidades inútiles que solamente sirvieron para hacer del proceso una regla de
comportamientos y actitudes, de acciones y reacciones, de alegatos y réplicas, en los
cuales la verdad de los hechos quedó bastante difuminada.9
9 Advierte Zagrebelsky que, en América, el poder judicial encontraba las bases de su expansión
en aquello que faltaba en Inglaterra: un higher law, la Constitución, en la que los derechos se conciben
como realidad presupuesta para el derecho legislativo. Acudiendo a ese notable thesaurus, los jueces
pueden continuamente pertrecharse de argumentos constitucionales que no pueden ser contradichos
por un legislador cuya autoridad está subordinada a los derechos (passim).
El debido proceso en la actualidad • 65
10 No debe creerse que por ser el proceso un instrumento que se construye para una finalidad
que le es extrínseca, él mismo (la garantía) no tenga una propia finalidad. Ello así, en la medida que
un mismo fin puede lograrse por diferentes caminos o medios, lo cual pone de relieve que el fin no
integra la consistencia del medio, aunque ésta debe ser adecuada para alcanzarlo. Por ende, cada
medio ha de utilizarse según su propio modo de ser, respetándolo y cambiándolo para que mejor
llegue al fin perseguido. Cabe modificar el medio siempre que se mantengan sus aspectos funda-
mentales, pero no cambiando alguno de éstos, de tal manera que se pierda la manera de ser o consis-
tir del instrumento. Si ello se hace, estamos ante un medio diferente, mejor o peor, pero no ante el
mismo.
66 • Osvaldo Alfredo Gozaíni
11 En la teoría procesal este pasaje es de suma importancia, porque supone dar vida a una posi-
ción distinta al concepto popular que idealiza al proceso como parte vital en la trilogía estructural del
derecho procesal como ciencia (jurisdicción, acción y proceso), para dar lugar a una interpretación
constitucional sobre el modo que debe tener un procedimiento litigioso para respetar los derechos hu-
manos y otorgar adecuadamente el derecho a la protección jurídica que se promete en los Tratados y
Convenciones Internacionales.
12 Este pasaje tomado parcialmente de Zagrebelsky, se completa con lo siguiente: La idea de los
derechos como pretensiones de la voluntad concuerda, a primera vista, con una visión “defensiva” o
negativa de los mismos, es decir, con su concepción como instrumentos de defensa frente a la arbitra-
riedad del poder. Pero éste es sólo un punto de arranque. A partir de ahí es muy posible que se pro-
duzcan desarrollos en sentido “positivo”, como pretensión frente a quien dispone de recursos necesa-
rios o útiles para hacer eficientes, los derechos de la voluntad. Esto puede tener lugar en un sentido
intensivo, la efectividad, o en un sentido extensivo, la generalización de los derechos. Las pretensiones
en las que se sustancian los derechos orientados a la voluntad son, por ello, inagotables, como inago-
table es la voluntad de poder o de fuerza a cuyo servicio se orientan.
El debido proceso en la actualidad • 67
No obstante, puede haber al mismo tiempo, otra lectura para el mismo aconte-
cimiento fundamental.
El “debido proceso constitucional” se puede observar desde la plataforma de
los más necesitados, obligando a sustanciar un sistema tuitivo, de carácter protec-
cionista, donde se puede referenciar la miseria humana, las ofensas en la dignidad,
las carencias manifiestas de pobres y abandonados, la situación de los niños o las
mujeres vejadas, los marginados sociales, los perseguidos, los ancianos, etcétera.
En este aspecto, el debido proceso se vislumbra como la necesidad de restaurar
los derechos perdidos, donde no se pueden aplicar conceptos del procesalismo for-
mal, porque la necesidad de reparación es más importante que el formalismo. Sería
ni más ni menos que el derecho a tener un proceso sin resignaciones ni egoísmos
adjetivos.13
En resumen, la gran alteración que sufre el concepto repetido del debido pro-
ceso se relaciona con el tiempo cuando se expresa. Mientras la tradición ideológica
lo muestra como un concepto abstracto que persigue la perfección de los procedi-
mientos evitando la arbitrariedad o la sin razón; el ideal moderno lo emplaza con
una dinámica que diluye la fijación de contenidos. Tiene, en consecuencia, un ca-
rácter o una condición progresiva, donde lo trascendente es destacar su rol como
única garantía fundamental para la protección de los derechos humanos.
La modificación sustancial se da, asimismo, en el ethos dominado por los debe-
res, antes que por las exigencias individuales o propias del derecho subjetivo. El de-
bido proceso constitucional no se concreta en las afirmaciones de una ley, o en los
preceptos de un código; se proyecta más que en los derechos, hacia los deberes ju-
risdiccionales que se han de preservar con la aspiración de conseguir un orden ob-
jetivo más justo.
En definitiva, el debido proceso es el derecho a la justicia lograda en un proce-
dimiento que supere las grietas que otrora lo postergaron a una simple cobertura
del derecho de defensa en juicio. No estaremos hablando más de reglas, sino de
principios.
13 En la concepción antigua, los derechos no sirven para liberar la voluntad del hombre, porque
ésta, de por sí, es origen de arbitrio y desorden. Sirven, por el contrario, —en opinión de Zagre-
belsky— para reconducirla a su justa dimensión. Su realización consiste en la adopción de medidas
políticas orientadas a la justicia o, como suele decirse, al bien común. Por tanto, la visión que se ofre-
ce de ellos es esencialmente de derecho objetivo: los derechos como consecuencia o reflejo de un de-
recho justo; los derechos como tarea a realizar por los gobernantes, como deber de los poderosos en
favor de los más débiles. Así pues, también en esto se da una contraposición. Mientras que para la tra-
dición moderna los derechos son el complemento de la naturaleza positiva del hombre, para la tradi-
ción antigua, en cambio, son el remedio contra su maldad y contra los males que derivan del ejercicio
de su voluntad.
68 • Osvaldo Alfredo Gozaíni
2. CONFLICTO DE APLICACIÓN
DEL NUEVO “DEBIDO PROCESO”
El diseño progresivo que se advierte en la explicación del concepto adoptado
para el “debido proceso, tiene tras sí enorme trascendencia: las ideas no se ofrecen para
un sistema u ordenamiento específico, porque apoyan las bases para un entendimiento común, con
reglas y principios generales.
Con la comprensión ofrecida para un debido proceso constitucional no se pretendió
imponer desde la Norma Fundamental un criterio rígido ni un diseño preestableci-
do. Todo lo contrario, se han mantenido los esquemas ya dispuestos (v.gr.: art. 18,
CN) y se los complementó con las nuevas garantías (v.gr.: art. 43, CN).14
La perspectiva reformadora, quizás, tuvo en cuenta que los principios constitu-
cionales sobre la jurisdicción y el proceso necesitaban de reafirmaciones y progre-
sos, antes que de reglas y leyes dictadas en consecuencia (v.gr.: el ejemplo del uso
efectivo del amparo sin haberse reglamentado el art. 43, es una muestra contunden-
te acerca de cómo se pueda hacer una realidad práctica y efectiva de una institución
nueva, sin necesidad de aplicar leyes concretas que, a veces, terminan encarcelando
o limitando las renovaciones).
Con ello, el respaldo que sostiene los contenidos esenciales del “debido proce-
so” provienen de apoyos casi iusnaturalistas, en el sentido de prometer un derecho
para todos por la sola condición humana. Y eso es muy útil, mucho más cuando se
quieren ver diferencias en el modo de actuar el control de constitucionalidad.
En efecto, en un marco procesal sesgado como tienen los Tribunales Constitu-
cionales (sistema jurisdiccional concentrado, abstracto en la causa y genérico en las
derivaciones), la interpretación es casi filosófica, se argumenta con principios antes
que con razones, y se piensa en el bienestar general antes que en la solución pacífica
del conflicto; en cambio, el Juez del control difuso (concreto porque debe aplicar la
potestad de interpretar y aplicar la ley a un caso en particular, y singular en cuanto
respecto al alcance de la sentencia —por eso se afirma que no hay inconstituciona-
lidades eventuales sino inaplicación de la ley al caso específico—) debe resolver la
cuestión propuesta y deducir las implicancias de la ley en el problema en ciernes;
INTRODUCCIÓN
Las sentencias de término constituyen las decisiones jurisdiccionales más importan-
tes de los tribunales constitucionales, tanto desde un punto de vista jurídico como
de su trascendencia política, ya que dicha decisión se refiere a la Constitución Políti-
ca del Estado, como asimismo, porque tales decisiones determinan el sentido y al-
cance de valores y principios constitucionales que modelan y determinan el conte-
nido de la normativa infraconstitucional.
La sentencia de un Tribunal Constitucionales mas que un acto procesal que
pone término a un conflicto jurídico, como ocurre con las sentencias de los tribu-
nales ordinarios de justicia, ya que realiza una labor de interpretación de valores y
principios y una actividad integradora del derecho, es además una decisión con tras-
* Este artículo forma parte del proyecto de investigación Fondecyt del año 2003, en desarrollo
por parte del autor.
** Abogado. Doctor en Derecho. Profesor Titular de Derecho Constitucional. Director del Cen-
tro de Estudios Constitucionales de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de
Talca. Correo electrónico: nogueira@utalca.cl
71
72 • Humberto Nogueira Alcalá
cendencia política. Así lo explicita correctamente Bocanegra al señalar que “…el pa-
pel atribuido al Tribunal Constitucional sobre la norma fundamental y las cuestiones sobre las
que tiene que pronunciarse, sin perder en absoluto su carácter jurídico, tiene inevitablemente una
proyección y una trascendencia políticas, muchas veces de importancia decisiva, lo que sitúa al Tri-
bunal Constitucional, aún cuando sus sentencias continúan siendo pronunciamientos estrictamente
jurídicos, en una posición principalmente distinta a la de los tribunales ordinarios”.1
Por otra parte, el Tribunal Constitucional es el órgano de cierre del ordena-
miento jurídico interno, ya que es el interprete supremo y último de la Constitu-
ción, lo que es así también en el plano de América del Sur, ya que en los casos en
que se posibilita por los respectivos ordenamientos constitucionales la dictación de
leyes interpretativas de la Constitución, el Tribunal Constitucional tiene la atribu-
ción para determinar la constitucionalidad o inconstitucionalidad de tales leyes,
como ocurre por ejemplo con las Constituciones de Chile y Ecuador. Las decisio-
nes de los tribunales constitucionales no tienen posibilidades de ser impugnadas ni
rectificadas dentro del sistema jurídico interno, la única posibilidad de superar inter-
pretaciones erróneas o abusivas es el complejo procedimiento de revisión constitu-
cional. Es por ello que, el juez Jackson de la Corte Suprema norteamericana sostu-
vo “No tenemos la última palabra porque seamos infalibles pero somos infalibles
porque tenemos la última palabra”,2 todo ello sin perjuicio, de considerar a inicios
del siglo XXI la jurisdicción supranacional en materia de derechos humanos y la
Corte penal Internacional vigente, como asimismo, los procesos de integración su-
pranacional europea, todos los cuales flexibilizan la perspectiva señalada.
La magistratura constitucional y su trascendente potestad dentro del Estado
Constitucional pueden posibilitar el desarrollo institucional democrático y los dere-
chos de las personas o bloquearlos, de sus inspiraciones y valores dependerá en
parte el destino jurídico del país por un lapso importante. En efecto, ellos disponen
a través de la interpretación la posibilidad de adoptar posiciones conservadoras o
progresistas, al ponderar los valores y principios constitucionales y darles aplicación
práctica a través de sus sentencias, donde hay un margen no despreciable de cierta
discrecionalidad. No olvidemos las palabras señalada en su oportunidad por quién
fuera Presidente de la Corte Suprema norteamericana, el que sostuvo que la Consti-
tución no tiene otro significado que aquel que le otorgan los jueces constitucionales
en sus sentencias ( “vivimos bajo una Constitución, pero la Constitución es lo que
los jueces dicen que es”), por tanto, dependemos en parte importante del concepto
de Constitución que asuman los magistrados constitucionales.
1 BOCANEGRA SIERRA, Raúl. El valor de las sentencias del Tribunal Constitucional. Madrid, Ed Insti-
tuto de Estudios de la Administración Local, 1982, página 19.
2 Ver voto concurrente del juez Jackson en el caso Brown v. Allen, 344 U.S. 443,540 (1953).
Sentencias de los tribunales constitucionales y sus efectos en América del Sur • 73
Muy grande es así la responsabilidad de los magistrados que integran los Tribu-
nales Constitucionales y compleja y trascendente su función.
ser motivada, fundada en las fuentes del derecho vigente, y congruente. No existe
fallo ni cosa juzgada sin adecuado sustento jurídico de la decisión.
La cosa juzgada aparente ha sido reconocida hidalgamente por algunos tribuna-
les constitucionales, a modo de ejemplo, señalaremos a la Corte Constitucional Colom-
biana. En efecto, la Corte debió analizar la constitucionalidad del Decreto 663 de
1993, Estatuto Orgánico del Sistema Financiero, que contenía normas que configu-
raban el sistema de financiamiento de viviendas a largo plazo. La Corte encontró
que dicha normativa era inconstitucional, pero surgió en el Pleno la objeción acerca
de la posible cosa juzgada que existía en la materia, ya que la Corte Constitucio-
nal, desde 1994, había dictado una sentencia que había sostenido que todo el De-
creto 663, del cual hacían parte las disposiciones actualmente impugnadas, era
constitucional. La Corte Constitucional examinó minuciosamente la sentencia que
ella había dictado en 1994, en la que constato que había omitido todo análisis del
Decreto 663 de 1993, el cual aparecía declarado constitucional entre muchas otras
disposiciones que en dicha oportunidad habían sido demandadas de inconstitucio-
nalidad, apareciendo la referencia al Decreto 663 en la parte resolutiva del fallo, no
teniendo la parte motiva o los considerandos del mismo la mas mínima referencia
al contenido de dicho Decreto y a su confrontación con la Constitución. Así, la
sentencia de la Corte Constitucional C-700 de 1999, debió reconocer que respecto
de dicha disposición normativa en la sentencia de 1994 había sólo una apariencia de
cosa juzgada.
Todo ello es sin perjuicio de lo dispuesto por las jurisdicciones internacionales
o supranacionales a las cuales el Estado haya reconocido jurisdicción vinculante,
obligándose a cumplir dichas sentencias, como ocurre en el ámbito latinoamericano
con las sentencias de la Corte Interamericana de Derechos Humanos.3
Así, en materia de derechos fundamentales o humanos, los tribunales constitu-
cionales no son la última palabra en la materia, esta es la Corte Interamericana de
Derechos Humanos.4 La Constitución Peruana de 1993, es la única Carta Funda-
mental de la región que, expresamente contempla dicha situación, en su artículo
205 determina que, “Agotada la jurisdicción interna, quién se considere lesionado en los dere-
chos que la Constitución reconoce puede recurrir a los tribunales u organismos internacionales cons-
tituidos según tratados o convenios en que Perú es parte”.
No puede dejar de mencionarse, asimismo, siendo regla común en Sudamérica,
que la cosa juzgada de la sentencia del Tribunal Constitucional obliga a todos los
tribunales y órganos estatales, menos al propio Tribunal Constitucional, el cual pue-
de en casos futuros revisar su jurisprudencia o sus precedentes y, fundadamente, ya
que de otra manera sería arbitrario y se afectaría la igualdad ante la ley, puede cam-
biar de interpretación, posibilitando la evolución y adecuación de la jurisprudencia
constitucional a nuevos contextos y situaciones. Así en contenciosos posteriores se
puede declarar la inconstitucionalidad de una ley que, previamente, se había decla-
rado constitucional o conforme a la Constitución. La misma situación existe en el
derecho comparado, además, en España e Italia, entre otros países, se posibilita que
una ley sobre la cual ya ha existido un pronunciamiento en control abstracto, pueda
volverse a cuestionar vía control concreto mediante la invocación de circunstancias
nuevas o motivos diferentes.
del Tribunal Constitucional sólo tendrá carácter de cosa juzgada formal mientras no
transcurran los plazos que permiten impugnar el fallo, teniendo sólo el carácter de
cosa juzgada material si transcurren los plazos sin que dicha sentencia sea recurrida.
En este último aspecto, la Constitución peruana es la única que en forma explícita
determina en su artículo 205 que “Agotada la jurisdicción interna, quién se conside-
re lesionado en los derechos que la Constitución reconoce puede recurrir a los tri-
bunales u organismos internacionales constituidos según tratados o convenios de
los que el Perú es parte”
Por otra parte, en el ámbito de la jurisdicción constitucional, puede darse el
caso que los fallos del Tribunal o Corte Constitucional que determinen la constitu-
cionalidad de un enunciado normativo constitucional no tengan fuerza de cosa juz-
gada material, si a través de un procedimiento posterior, otras partes pueden volver
a sostener la inconstitucionalidad del mismo enunciado normativo por la misma ra-
zón, situación que posibilita la revisión del criterio antes utilizado por el mismo Tri-
bunal Constitucional sobre la conformidad de dicho enunciado normativo con la
Carta Fundamental, generando una nueva doctrina con nuevos fundamentos. No
debe olvidarse como recuerda Néstor Pedro Sagüés que la cosa juzgada constitu-
cional mas que cumplir una función pacificadora poniendo fin a un conflicto, tiene
por misión fundamental defender la supremacía de la Constitución.5
De esta forma, si presentado un primer pronunciamiento del Tribunal Consti-
tucional a requerimiento de un órgano estatal, hay un pronunciamiento de constitu-
cionalidad del enunciado normativo impugnado de inconstitucionalidad, volviendo
posteriormente a impugnarse la constitucionalidad del mismo enunciado normativo
por otro órgano legitimado activamente para ello, admitiendo la Corte o Tribunal
Constitucional en este segundo caso la inconstitucionalidad de dicho enunciado
normativo, el cual es eliminado del ordenamiento jurídico con efectos ex tunc (re-
troactivos), en dicha hipótesis no podría señalarse que el primer fallo tuvo efectos
de cosa juzgada constitucional material, ya que este fue enervado por la segunda
sentencia en que el mismo Tribunal cambio de criterio. Así ocurre por ejemplo, en
el caso de Costa Rica, donde las sentencias de la Sala Constitucional de la Corte Su-
prema son vinculantes para todos los tribunales de la República, salvo para la pro-
pia Sala Constitucional señalada, así lo señala la Ley de Jurisdicción Constitucional
7135, artículo 87, el cual determina: que las resoluciones o sentencias que denie-
guen la inconstitucionalidad “únicamente surtirán efectos entre las partes en el caso
concreto y no producirán cosa juzgada. La acción de inconstitucionalidad podrá
ejercerse contra normas o actos previamente declarados constitucionales y en casos
5 SAGÜÉS, Néstor Pedro. La interpretación judicial de la Constitución. Buenos Aires, Ed. Depalma,
1998, página 234.
78 • Humberto Nogueira Alcalá
la misma ley son incompatibles con la Ley Fundamental u otro derecho federal, en-
tonces el Tribunal constitucional Federal igualmente podrá declararlas nulas”. Así,
cuando la Corte de Karlsruhe encuentra que una norma es contraria a la Constitu-
ción declara su nulidad, lo que significa que es invalida desde su entrada al ordena-
miento jurídico, determinando los efectos ex tunc. Sin embargo, hay casos en que
el Tribunal Constitucional Federal declara la inconstitucionalidad de una norma,
absteniéndose de determinar su nulidad, por cuanto ello significaría una “situación
jurídica insoportable”.6 Ello muestra un cierto nivel de discrecionalidad prudencial
que ejerce el Tribunal Constitucional Federal en la modulación de sus sentencias en
casos excepcionales.
En el caso español, el artículo 39.1 de la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional
(LOTC) señala que “Cuando una sentencia declare la inconstitucionalidad, declarará
igualmente la nulidad de los preceptos impugnados, así como, en su caso, la de
aquellos otros de la misma Ley, disposición o acto con fuerza de ley a los que deba
extenderse por conexión o consecuencia”. De acuerdo con tal norma, el Tribunal
constitucional al declarar la inconstitucionalidad de un precepto legal, debe declarar
su nulidad, dándole a tal decisión efectos retroactivos o ex tunc, aún cuando se es-
tablecen excepciones en materia de sentencias basadas en autoridad de cosa juzga-
da. No obstante, el Tribunal Constitucional español en oportunidades ha quebrado
el nexo entre inconstitucionalidad y nulidad, posibilitando la primera sin declarar la
segunda.7
En el enfoque kelseniano del Tribunal Constitucional como legislador negativo,
el fallo tiene un carácter constitutivo, siendo de anulación y tiene efectos “ex nunc”,
vale decir, desde el pronunciamiento y notificación o publicación del fallo hacia el
futuro, no afectando las situaciones anteriores producidas al amparo de dicha nor-
ma. Al efecto, la Constitución de Austria, en su artículo 140.5 precisa, “El fallo del
Tribunal Constitucional por el que se anule una ley como anticonstitucional, obliga
al Canciller Federal o al Gobernador Regional competente a publicar sin demora la
derogación. Se aplicará este precepto por analogía al caso de las acciones interpues-
tas al amparo del párrafo 4. La anulación entrará en vigor el día de la promulgación,
si el tribunal constitucional no hubiere fijado un plazo para la expiración de la vi-
gencia. Dicho plazo no podrá exceder de un año”. A su vez, el artículo 140.7 deter-
mina, “Anulada una ley como inconstitucional o pronunciada sentencia por el Tri-
bunal constitucional, quedarán vinculados a dicho fallo cualesquiera tribunales y
órganos administrativos. Sin embargo, se seguirá aplicando la ley en cuestión a las
6 WEBER, Albrecht (Alemania) en AJA, Eliseo (Ed.). Las tensiones entre el Tribunal Constitucional y el
Legislador en la Europa Actual, Barcelona, Ariel Derecho, 1998, páginas 77 y siguientes.
7 Sobre la materia, ver STCE 45 de 1989; 185 de 1998; 235 de 1999, entre otras.
Sentencias de los tribunales constitucionales y sus efectos en América del Sur • 81
9 Ver sentencia C-619 de 2003 en Revista Electrónica Foro Constitucional Iberoamericano Nº3, Ma-
drid, Universidad Carlos III. Página http:77www.uc3m.es/uc3m/inst/MGP/JCIrevista-03-jur-col5.htm
10 Sentencia del Tribunal Constitucional roles 392, 393 y 394, acumulados, de fecha 18 de no-
viembre de 2003, publicada en el Diario Oficial del viernes 21 de noviembre de 2003, páginas 1 a 4.
84 • Humberto Nogueira Alcalá
11Sentencia de la Sala Constitucional del Tribunal supremo Nº450, de fecha 23-05-2000, en RIN-
CÓN URDANETA, Iván y otros. Doctrina de la Sala Constitucional. Competencias procesales. Caracas, Ed. Tri-
bunal Supremo de Justicia, 2002, página 142.
Sentencias de los tribunales constitucionales y sus efectos en América del Sur • 85
tucionalidad recae más en las normas que se derivan vía interpretación de los enun-
ciados normativos que de estos últimos. Como ya sostenía Rubio Llorente en la dé-
cada pasada, “La teoría de la interpretación es hoy el núcleo central de la Teoría de
la Constitución. Valdría añadir que en la medida en que el Estado contemporáneo
es precisamente Estado Constitucional, el problema de la interpretación es también
el problema central de la Teoría del Estado e incluso, me atrevería a decir, en algu-
na medida, de la Teoría del Derecho”.19
En el desarrollo de sus funciones la jurisdicción constitucional, en especial, los
tribunales constitucionales, es necesario tener presente el principio de “cortesía
constitucional” u de “deferencia razonada”, que consiste que los órganos del Esta-
do se deben un respeto y cortesía mutuos, respetando sus recíprocos ámbitos com-
petenciales en que cada uno debe tomar decisiones con autonomía. Este tema no
es de fácil práctica, ya que a menudo se pruducen ciertos conflictos entre judicatura
ordinaria y constitucional y entre esta última y el parlamento, sobre lo cual existe
abundante literatura.
Por otra parte, en el proceso de interpretación constitucional en Cartas Funda-
mentales estructuradas bajo el principio democrático, los operadores e interpretes
jurídicos de la Constitución deben presumir la buena fe y constitucionalidad de la
obra del legislador y demás operadores jurídicos, salvo que de dichos enunciados
normativos no sea posible extraer ninguna interpretación que sea conforme con la
Carta Fundamental. Este es el principio constitucional de “conservación normativa”, “conser-
vación del derecho” o de “presunción de constitucionalidad de los actos legislativos” que busca
evitar la eliminación o desmantelamiento del ordenamiento jurídico de textos que
pudieran ser interpretados en algún sentido en conformidad a la Constitución. Este
principio junto con preservar el ordenamiento jurídico busca también asegurar y ga-
rantizar la mayor certeza y seguridad jurídica para sus destinatarios. La inconstitu-
cionalidad sólo debe ser determinada cuando una norma jurídica en ninguna inter-
pretación legítima es conforme a la Constitución.
Los tribunales constitucionales deben defender y asegurar la fuerza normativa
de la Constitución, en el desarrollo de sus funciones siempre deben interpretar las
normas pertinentes, determinando su sentido y alcance respecto de la materia en
análisis, pudiendo llegar a soluciones diferentes en función de las diferentes cir-
cunstancias. Ello ha llevado al desarrollo de sentencias atípicas, interpretativas o in-
termedias, en las cuales la magistratura constitucional pondera los valores y princi-
pios constitucionales en juego, optando por aquellas soluciones que causen menos
daño al ordenamiento jurídico y sean compatibles con la fuerza normativa de la
Constitución y los derechos fundamentales, como asimismo, evitando el vacío nor-
20Ver PEGORARO, Lucio. Lineamenti di giustizia costituzionale comparata, 1998, páginas 86-98; FER-
NÁNDEZ RODRÍGUEZ, José Julio. La justicia constitucional europea ante el siglo XXI, 2002, páginas
118-133.
Sentencias de los tribunales constitucionales y sus efectos en América del Sur • 89
21 Sobre estas sentencias, puede examinarse RUGGERI, Antonio y SPADARO, Antonio. Lineamenti
di Giustizia Costituzionale, Torino, G. Giappichelli Editore, 2001, páginas 191-198; CRISAFULLI, Vezio.
Lezioni di diritto Costituzionale. II. L’ordinamento costituzionale italiano (La Corte costituzionale), Milán, Ed
CEDAM, 1984, páginas 396-410.
22 ZAGREBELSKY, Gustavo. La giustizia costituzionale, Bolonia. Ed. Il Mulino, 1988, página 292.
90 • Humberto Nogueira Alcalá
26Citado por ZAPATA L, Patricio. La jurisprudencia del Tribunal Constitucional. Santiago, Corpora-
ción Tiempo, 2000, 1994, página 30.
27 Sentencia Rol Nº220, de fecha 13 de agosto de 1995.
Sentencias de los tribunales constitucionales y sus efectos en América del Sur • 93
prevenir sobre la necesidad de legislar sobre ellos, a fin de evitar que por su falta de regulación se
produzcan vacíos que dificulten el cabal cumplimiento de la voluntad legislativa, en conformidad a
las prescripciones de la Carta Fundamental”. El Tribunal Constitucional en su fallo deter-
minó: “Se hace presente a la H. Junta de Gobierno la necesidad de complementar, oportunamen-
te, esta ley con las materias indicadas en los considerandos 11, 18, 19 y 25 de esta sentencia”.35
También el Tribunal Constitucional chileno realiza una exhortación al legislador en
el proyecto de Ley Orgánica Constitucional de Gobierno y Administración Regio-
nal, referente al método de escrutinio para elegir los consejeros regionales, determi-
nando en la sentencia “…el Tribunal considera constitucional la disposición citada
pero observa y previene la conveniencia de establecer la forma de dilucidar o diri-
mir los empates que en cantidad de votos de dos o mas candidatos puedan produ-
cirse en el supuesto que contempla la norma”.36
El Tribunal Constitucional Peruano, en sentencia de 1º de diciembre de 2003 en
expediente Nº 0006-2003-AI/TC, de 1º de Diciembre de 2003, exhorta al Congre-
so de la República a realizar una reforma constitucional, en cuanto considera que el
artículo 100 de la Constitución interfiere con la independencia y autonomía de los
poderes públicos. La sentencia establece lo siguiente: “este Tribunal considera que no
existen criterios razonables que permitan concluir que la prerrogativa de antejuicio debe dar lugar
a algún grado de interferencia con la independencia y autonomía de los poderes públicos encarga-
dos, por antonomasia, de la persecución e investigación del delito. Por ello, este Colegiado observa
con preocupación lo expuesto en el tercer y quinto párrafo del artículo 100º de la Constitución. El
primer párrafo establece: ”En caso de resolución acusatoria de contenido penal, el Fiscal de la Na-
ción formula denuncia ante la Corte Suprema en el plazo de cinco días. El Vocal Supremo Penal
abre la instrucción correspondiente”. Por su parte, el tercero prevé:”Los términos de la denuncia
fiscal y del auto apertorio de instrucción no pueden exceder ni reducir los términos de la acusación
del Congreso”.
“El Tribunal Constitucional considera que las referidas disposiciones son contrarias al aludi-
do principio fundamental sobre los que se sustenta el Estado democrático de derecho: la separación
de poderes. Si bien dicho principio no puede negar la mutua colaboración y fiscalización entre los
poderes públicos, impone la ausencia de toda injerencia en las funciones esenciales y especializadas
que competen a cada una de las instituciones que diagraman la organización del Estado. En tal
sentido, en modo alguno puede restringirse la autonomía que corresponde al Ministerio Público en
el desenvolvimiento que la Constitución le ha conferido en su artículo 159º; menos aún puede acep-
tarse la limitación de los principios de unidad, exclusividad e independencia de la función jurisdic-
cional (incisos 1 y 2 del artículo 139º), la que, desde luego, alcanza también al juez instructor en-
37 Ver Sentencia aludida, considerando 17. Revista Foro Constitucional Iberoamericano. Revista elec-
trónica Nº4. Http://www.uc3m.es/uc3m/inst/MGP/JCI/revista-04jur-per2.htm
100 • Humberto Nogueira Alcalá
42 Citado por REBATO PEÑO, María Elena. “Inconstitucionalidad por omisión y libertad infor-
mativa”, en ESPÍN TEMPLADO, Eduardo y DÍAZ REVORIO, F. Javier. La justicia constitucional en el Esta-
do Democrático. Valencia, España, Tirant Lo Blanch, 2000, página 121.
43 Corte Constitucional de Colombia, sentencia de 16 de octubre de 1996, C-543/96, demanda
de inconstitucionalidad por la omisión del legislador de reglamentar los artículos 87 y 88 de la Consti-
tución.
44 BAZAN, Víctor. “Un sendero que merece ser transitado: el control de la inconstitucionalidad
omisiva” en BAZÁN, Victor (Coord), Desafios del control de constitucionalidad. Buenos Aires, Ed. Ciudad
Argentina, 1996, página 196.
102 • Humberto Nogueira Alcalá
imperfecta, al no prever todos los supuestos que debían ser regulados para su con-
formidad con la Constitución Política. Estos supuestos ocurren generalmente cuan-
do una norma incompleta es discriminatoria por violación del principio de igualdad.
Sobre esta materia hay diversas sentencias colombianas, analizadas por Mónica Li-
liana Ibagón.49
Así, la Corte Constitucional colombiana consideró que el artículo 140 del Códi-
go Civil, al omitir la posibilidad que el varón pudiera convalidar el vicio del consen-
timiento del matrimonio por rapto había producido una desigualdad injustificada
entre el varón y la mujer que se encontraban frente a la misma hipótesis de hecho.50
En otro fallo anterior, la Corte Constitucional colombiana determinó que una
norma que establecía una prerrogativa para los hijos de oficiales, suboficiales y per-
sonal civil de la policía podían prolongar la sustitución pensional para los hijos has-
ta los 24 años, beneficio que no tenían los hijos de los agentes de la Institución. La
Corte Constitucional falló que la diferencia de trato establecida por tales normas
era contraria al principio de igualdad, ya que no había ninguna razón que justificara
el trato desigual de los agentes respecto de los oficiales, suboficiales y personal civil
de la policía.51
Existen asimismo, omisiones legislativas inconstitucionales cuando la ley, al
crear una institución o regular un procedimiento, omite un aspecto indispensable
para ajustarse a la Constitución, o cuando al omitirse regulaciones se impide el co-
rrecto funcionamiento de un órgano o ente de carácter constitucional.
8. CONSIDERACIONES FINALES
Los distintos tipos de sentencias constituyen diferentes formas de buscar la so-
lución más justa, adecuada y adaptada al contexto y condiciones en que la sentencia
deberá operar, teniendo en consideración las consecuencias jurídicas del fallo en di-
versos ámbitos de la realidad de la sociedad, lo que exige al Tribunal Constitucional
extremar los cuidados de sus decisiones, con suficiente sentido de prudencia para
evitar la adopción de decisiones arriesgadas y respetando la distribución de potesta-
des establecidas por la Constitución. El juicio sobre este tipo de sentencias debe
realizarse sobre cada caso en particular, sin perjuicio de reconocer su aporte positi-
vo a la búsqueda de las soluciones jurisdiccionales más adecuadas y justas para cada
situación específica.
Esta misma realidad, reafirma los conceptos ya vertidos de que el juez consti-
tucional deben tener una adecuada formación de derecho público y constitucional,
una sólida formación en interpretación constitucional, un conocimiento preciso de
sus funciones y atribuciones, cualidades de prudencia y justicia, además de una do-
sis de suficiente experiencia jurídica. Ello demuestra asimismo que el juez constitu-
cional integra un órgano jurisdiccional cuyas decisiones tienen importantes conse-
cuencias políticas, por lo cual requiere de una suficiente dosis de legitimidad
democrática indirecta.
Por último, nos parece que los tribunales constitucionales en sus decisiones tie-
nen como único límite el carácter jurídico de sus decisiones e interpretaciones, to-
das ellas razonadas y sostenidas por los valores, principios y reglas constitucionales,
desarrollándolos y dándoles vida jurídica efectiva. La nueva realidad de los tribuna-
les constitucionales como órganos que superan la visión tradicional del legislador
negativo propuesto por Kelsen, hace necesario estructurar una mayor colaboración
entre tribunales constitucionales y órganos colegisladores mediante el estableci-
miento de instancias de diálogo periódico institucionalizado, consultas, como asi-
mismo, mediante el establecimiento de informes anuales de las cortes constitucio-
nales al Gobierno y al Congreso, como ya existen en algunos países.
Tribunal de protección:
algunas ideas críticas
a partir del modelo español*
Diego I. Palomo Vélez* *
Por ello, se postula la necesidad de contar con un órgano de cierre que permita la
uniformidad de la interpretación en materia de tutela jurisdiccional reforzada de de-
rechos fundamentales. Cómo referente comparado se utiliza el modelo de amparo
español que puede servir, evitando sus errores, para comenzar a consolidar —nue-
vamente— nuestra acción de protección hoy seriamente desfigurada y desgastada.
I. INTRODUCCIÓN
El punto de partida de este trabajo lo situamos en una pregunta que, pretende-
mos, nos sirva de hilo conductor para el planteamiento de algunas propuestas en la
materia que abordaremos. ¿Está agotado el modelo de recurso de protección diseña-
do en la Constitución chilena?
La pregunta se justifica al menos por un par de razones. Primero, por las cada
vez más frecuentes críticas que recibe la acción de protección desde la doctrina espe-
cializada. Si bien, parte de la doctrina destina esfuerzos críticos a materias bastantes
bizantinas, no es menos cierto que un sector de ella ha identificado serios problemas
estructurales y funcionales en el amparo criollo.1 Y segundo, pero más importante aún,
por reflejarse estos problemas en una preocupante práctica judicial del recurso que,
en la actualidad, se aleja bastante del modelo de tutela pensado por el constituyente.
En este particular contexto situamos el presente trabajo, en el cual intentamos
sugerir caminos que puedan servir para reconducir la tutela jurisdiccional reforzada
proveniente de una acción de protección nacional tremendamente desgastada y des-
perfilada en su naturaleza y finalidades. Tal cual se enuncia en el título de este tra-
bajo, en esta tarea nos apoyamos en el modelo de amparo constitucional español, especí-
ficamente en lo que liga con la estructura del sistema de justicia constitucional.
La razón de lo anterior puede encontrarla el lector en nuestro convencimiento
de ser el tribunal de protección —su deficiente estructuración— la principal fuen-
te de los problemas que presenta de un tiempo a esta parte. La explicación de ésta
afirmación es el motivo de las siguientes líneas.
2 BILBAO, J. La eficacia de los derechos fundamentales frente a particulares. Ed. Centro de Estudios Polí-
ticos y Constitucionales. Madrid. 1997, p. 40.
3 Esto no siempre fue así. Durante un periodo importante el constitucionalismo adoleció de los
instrumentos idóneos que obraran como garantía de los derechos que la Constitución consagraba,
norma que no pasaba de la pura retórica sin operatividad práctica alguna. A partir del siglo pasado la
tendencia cambia y apunta a dar protección jurisdiccional directa a la Constitución a través del proce-
so para que mantenga su valor pleno. La clave se radica, entonces, en el control jurisdiccional oportu-
no y eficaz. VARELA, C. Fundamentos constitucionales del derecho procesal. Ed. Ad-Hoc. Buenos Aires. 1999,
p. 133.
4 PÉREZ, A. Los derechos fundamentales. Ed. Tecnos. Madrid. 1995, p. 48.
108 • Diego I. Palomo Vélez
5 FERRAJOLI, L. Derechos y garantías: La ley del más débil. Ed. Trotta. Madrid, 1999.
6 MORELLO, A. Constitución y Proceso, la nueva edad de las garantías jurisdiccionales. Ed. Abeledo-Pe-
rrot. Buenos Aires. 1998, p. XV.
7 Estamos convencidos que los problemas prácticos del recurso de protección derivan, en importan-
tísima medida, de una insuficiente comprensión de cuál es su significado dentro del sistema chileno de jus-
ticia constitucional. Y ello, por cierto, liga estrechamente con el tribunal de protección y sus defectos.
8 SAGÜÉS, N. “Los desafíos del Derecho Procesal Constitucional”, en: BAZÁN, V. (Coordina-
dor). Desafíos del control de constitucionalidad. Ed. Ciudad Argentina. Buenos Aires, 1996, p. 27. Con ma-
yor extensión y profundidad, puede revisarse: SAGÜÉS, N. Teoría de la Constitución. Ed. Astrea. Buenos
Aires. 2001, Cap. III.
Tribunal de protección: algunas ideas críticas a partir del modelo español • 109
11 Se evitó una regulación rígida del mismo. Lo propio puede decirse a propósito de nuestra ac-
ción de protección cuya regulación constitucional se reduce al artículo 20.
12 JIMÉNEZ, J. Derechos fundamentales: Concepto y garantías. Ed. Trotta. 1999, pp. 90 y ss.
13 CRUZ, P. “Sobre el amparo”. Revista Española de Derecho Constitucional. Centro de Estudios
Constitucionales. Número 41. Año 14/Mayo-Agosto. 1994, p. 11.
Tribunal de protección: algunas ideas críticas a partir del modelo español • 111
El segundo paso viene dado por determinar la relación y articulación entre ambos
recursos de amparos. La solución a este problema también se aborda en sede cons-
titucional (aunque de un modo sólo implícito) y se relaciona con dos locuciones
que emplea la propia CE en sus artículos 53.2 y 161.1 b). El primero de ellos ante-
pone la locución “en su caso” y el segundo la frase “en los casos y formas que la
ley establezca”. De esta forma aparece un elemento que caracteriza e identifica al
modelo español, cual es que el primer garante de los derechos y libertades fundamen-
tales es el juez ordinario a través de los procedimientos ordinarios y específicamen-
te a través del procedimiento previsto en la CE que atiende a los principios de pre-
ferencia y sumariedad.14 A esta primera defensa le sigue, en los términos que fija la
CE y mediante una articulación que resulta sucesiva y escalonada, la actuación del
Tribunal Constitucional que viene a cerrar y reforzar el sistema de justicia constitucio-
nal de la libertad a través del recurso de amparo.
En otras palabras, por un lado existe el amparo ordinario a cargo de jueces y
procedimientos ordinarios (que deben respetar los principios ya citados) y por el
otro al amparo constitucional ante el Tribunal Constitucional con un especial y
marcado carácter subsidiario. Su relación con la tutela propiamente judicial de los de-
rechos y libertades fundamentales es subsidiaria.15
De esta manera, el recurso de amparo constitucional sólo puede interponerse
una vez que se haya agotado la vía judicial procedente (artículo 43.1 LOTC) o una
vez que se hayan agotado los recursos utilizables dentro de la vía judicial (artículo
44.1 a).16 y 17 Solamente en forma excepcional procede su interposición en forma
14 RAMOS, F. El sistema procesal español. Ed. Bosch. Barcelona. 1995, pp. 126-128.
15 En contra: RUBIO, F. “El recurso de amparo constitucional”. En: VVAA. La jurisdicción consti-
tucional en España. Tribunal Constitucional. Centro de Estudios Constitucionales. Colección Estudios
Constitucionales. Madrid. 1995, pp. 128-134. En su estudio el autor explica que el carácter que se pre-
tendió dar al recurso de amparo por los constituyentes fue la de un remedio alternativo y no subsidia-
rio. No obstante, agrega, no lo entendieron así los autores de la LOTC que dieron al instrumento un
carácter subsidiario. Asignándole un rol complementario (basado en el reparto de asuntos) y no subsi-
diario: CARRASCO, M. “El concepto constitucional de recurso de amparo: Examen de posibilidades
para una reforma de la regulación y la práctica del recurso de amparo”. Revista Española de Derecho
Constitucional. Centro de Estudios Políticos y Constitucionales. Número 63. Año 21/Septiembre-Di-
ciembre. 2001, p. 85.
16 JIMÉNEZ, A. (Coordinador). Comentario a la Constitución: La jurisprudencia del Tribunal Constitucio-
nal. Ed. Centro de Estudios Ramón Areces. Madrid. 1993, p. 547.
17 De hecho, el artículo 44.3 de la LOTC exige que se haya invocado formalmente en el proceso
el derecho constitucional vulnerado. Otra manifestación más del carácter subsidiario del recurso de
amparo constitucional.
112 • Diego I. Palomo Vélez
directa, lo que dice relación con la impugnación de decisiones o actos sin valor de
ley de los órganos legislativos (artículo 42).18
En este contexto, se postula al recurso de amparo constitucional como una ga-
rantía establecida en la CE que tiene por finalidad el reforzar el sistema de protec-
ción de los derechos y libertades fundamentales. Se alza como una protección adi-
cional e importante de los derechos y libertades fundamentales que la propia CE se
ocupa de señalar.19
Necesario es precisar un punto. Si bien el recurso de amparo es un proceso
distinto e independiente de los procesos judiciales que, para la tutela de los dere-
chos y libertades fundamentales, se desarrollan ante los órganos de la jurisdicción
ordinaria,20 su concreta articulación implica —necesariamente— una estrecha cone-
xión con ellos,21 según ya se ha dicho.22 De hecho, versan ambos sobre la tutela y
protección reforzada de derechos y libertades fundamentales. El factor de compe-
tencia es el mismo.
Ahora bien, el recurso de amparo ante el TC no es un elemento típico de la
justicia constitucional.23 Es una singularidad que presentan determinados ordena-
mientos, entre ellos el español. Ello, no obstante (hay que decirlo), no lo ha inmu-
nizado de problemas. De hecho, el recurso de amparo constitucional ha acarreado
problemas en el funcionamiento del TC, fundamentalmente por la peculiar y erró-
nea configuración de la tutela judicial como derecho fundamental (artículo 24 CE)
18 No existe en el ordenamiento jurídico español posibilidad de enjuiciar tales actos ante la justi-
cia ordinaria. De allí la excepción al carácter subsidiario señalado como regla. En similar sentido se
encuentra la jurisprudencia emanada del TCE que no exige las condiciones citadas cuando, por cual-
quier razón no imputable al recurrente, no haya sido posible utilizar las vías judiciales previas de de-
fensa.
19 Entre los escasos enunciados constitucionales en los que se realiza explícita referencia al recur-
so de amparo se precisa cuáles son los derechos susceptibles de ser protegidos por esta vía.
20 SÁNCHEZ, M. El recurso de amparo constitucional: Naturaleza jurídica, características actuales y crisis.
Ed. Centro de Estudios Constitucionales. Madrid. 1987, p. 27.
21 Para algunos, esta estrecha conexión que se da entre el proceso previo y el constitucional, in-
cluso, hace de todo proceso en el que se haya hecho invocación de derechos constitucionalmente ga-
rantizados un proceso constitucional desde el momento de la invocación formal de la vulneración,
exigida por la LOTC en su artículo 44.3.
22 Cabe apuntar, sin embargo, que la cuestión del agotamiento de la vía judicial previa ha divi-
dido a la doctrina española. Para algunos el recurso se alza como un recurso extraordinario en vir-
tud del cual el TC conoce en última instancia las violaciones de los derechos y libertades fundamen-
tales. Para otros, la vía judicial ordinaria y previa (amparo ordinario) es un proceso distinto del
constitucional.
23 VILLALÓN, P. “El recurso de amparo constitucional”. En: VVAA. Los procesos constitucionales.
Centro de Estudios Constitucionales. Cuadernos y debates. Madrid. 1991, p. 117.
Tribunal de protección: algunas ideas críticas a partir del modelo español • 113
24 Con bastante frecuencia se ha pasado a concebir este recurso como último remedio procesal,
como última instancia, frente a pretendidas infracciones del ordenamiento jurídico que sólo tienen una
relación meramente mediata o indirecta con el contenido de los derechos fundamentales tutelables
por esta vía. Se equipara la disconformidad jurídica con las resoluciones judiciales a una auténtica de-
negación de la tutela que garantiza el artículo 24. Lo propio acontece, pero en menor medida, respec-
to del artículo 14 y su derecho la igualdad ante la ley. Cualquier supuesto agravio comparativo o desi-
gualdad de trato se equipara a una discriminación vedada por dicha norma constitucional. SÁNCHEZ,
M. El recurso de amparo (...). Op. cit., p. 15.
25 Para parte de la doctrina española estos problemas se originan, en lo que liga con el derecho
garantizado por el artículo 24 de la CE, en la excesiva generosidad con que el propio TC ha configu-
rado el contenido.
26 Lo que no significa que la asignación de esta competencia no haya sido discutida. Con todo, la
claridad asoma cuando se constata el lugar central que los derechos y libertades fundamentales presen-
tan en la construcción constitucional española (y en su sistema de valores). GARCÍA, E. La Constitución
como norma y el Tribunal Constitucional. Ed. Civitas. Madrid. Tercera reimpresión a la tercera edición.
1994, p. 142.
27 GARCÍA, R. y CORBAL, J. El recurso de amparo constitucional en el área civil. Ed. Bosch. Barcelona.
1999, p. 29.
28 GARCÍA, E. La Constitución (…). Op. cit.., p. 143.
114 • Diego I. Palomo Vélez
a) IMPORTANCIA DE LA CUESTIÓN
La decisión en torno al tribunal de protección es un punto muy importante al
momento de abordar el estudio de la acción de amparo en Chile.
Con acierto Colombo ha señalado: “Toda organización judicial está destinada a
dar solución, por medio del proceso jurisdiccional o de sus equivalentes legitima-
dos, a los conflictos de intereses de relevancia jurídica generados por la infracción
de normas”.30
Pues bien, en la materia que nos ocupa, existen conflictos de intereses de rele-
vancia jurídica, existe infracción de normas (constitucionales) y existe la necesidad
de justicia (no cualquier justicia, veremos) por parte de las personas, desde el mo-
mento en que la autotutela se encuentra proscrita —por regla— por nuestro orde-
namiento jurídico. Y existe también, obviamente, la necesidad de encomendar la
solución de estas contiendas a los tribunales.
Ahora bien, a pesar de la importancia del tema, la doctrina nacional, salvo con-
tadas excepciones (entre los que destaco especialmente a Bordalí y Nogueira), omi-
te extenderse en pronunciamientos críticos sobre el particular y parece perderse en
planteamientos bastante bizantinos que alejan la mira de los problemas centrales.
Intentemos cambiar el rumbo de las cosas.
29 LÓPEZ L. Las sentencias básicas del Tribunal Constitucional. Ed. Centro de Estudios Políticos y
Constitucionales. Segunda edición. Madrid. 2000, p. 27.
30 COLOMBO, Juan. “Funciones del derecho procesal constitucional”. Revista Ius et Praxis de la
Universidad de Talca. Año 8. Número 2. 2002, p. 22.
Tribunal de protección: algunas ideas críticas a partir del modelo español • 115
31 Sea que el agravio provenga de un particular, sea que provenga de alguna autoridad del Esta-
do. Incluso el Senado, como ocurrió en una protección intentada por Cereceda, destituido ministro de
la Corte Suprema por proceso de acusación constitucional seguido por notable abandono de deberes,
en contra del Senado. C. Valparaíso, 26.03.93, RDJ, t. XC, N° 2, pp. 67-96. En el referido fallo se
reafirma la jurisdicción y competencia que las Cortes de Apelaciones tienen para conocer de un recur-
so de protección. Sentencia quedó ejecutoriada luego de que el recurrente se desistiera de la apelación
deducida.
32 De esta forma se quiso evitar los problemas que de la referencia que tratándose de la acción
de amparo se realizó por el artículo 21 de la Constitución. Se especificó, en el propio texto constitu-
cional, la jerarquía del tribunal de protección. En otras palabras, la competencia absoluta quedó cons-
titucionalmente afinada.
116 • Diego I. Palomo Vélez
33 Soto y Bruna prefieren hablar de custodios de los derechos humanos. SOTO, E. y; BRUNA, G.
Comentario a fallo C. Valparaíso, antes citado. Corresponde a protección caratulada “Cereceda, Her-
nán con Senado”.
34 ZÚÑIGA, F. “Recurso de protección y sistema político”. Revista de Derecho de la Universidad de
Concepción. Volumen LXIV. Número 199. 1996, p. 113.
35 La protección no puede ser considerada idónea para proteger cualquier derecho de un ciuda-
dano, ni menos para derechos o intereses legítimos de éstos frente a la Administración. La protección
debe quedar reservada para la tutela reforzada de los derechos fundamentales que requieren y exigen
una protección privilegiada, distinta de los procedimientos ordinarios.
Tribunal de protección: algunas ideas críticas a partir del modelo español • 117
36 Una similar es la de Carocca que alude al hecho de que la acción de protección se ha ido
transformando en un instrumento más dirigido a solucionar vacíos —más formales que reales, tam-
bién hay que decirlo— en los mecanismos de tutela contra las actuaciones de la Administración Públi-
ca, es decir, de lo contencioso-administrativo, que en un medio para obtener la efectiva vigencia de
todas las garantías constitucionales”. CAROCCA, A. Derechos humanos y derecho civil: Perspectiva procesal.
Centro de Desarrollo jurídico judicial. Corporación de Promoción Universitaria. Unión Europea. Pro-
yecto apoyo al mejoramiento de la justicia. 1997, p. 85.
37 Nuestra carta de navegación nos lleva a preferir el control jurisdiccional a través de la tutela
reforzada que otorga la protección. Pero póngase atención en este punto (no se confunda el lector), la
clave está en no olvidar un requisito básico de admisibilidad del recurso de protección, cual es que
efectivamente se vea afectado un derecho fundamental de aquellos que señala el artículo 20 de la
Constitución. Véase: FERRADA, J.; BORDALÍ, A. y; KAMEL, C. “El recurso de protección como meca-
nismo de control jurisdiccional ordinario de los actos administrativos: Una respuesta inapropiada a un
problema jurídico complejo”. Revista de Derecho de la Universidad Austral de Chile. Volumen XIV. 2003.
Junto a estos autores, instamos por la buena comprensión de lo que se plantea. No se trata de estar
contra el control jurisdiccional de los actos administrativos o proclamar la inmunidad del poder esta-
tal. Trátase, simplemente, de poner las cosas en su lugar y reservar la tutela reforzada que implica el
recurso de protección para hacer frente a violaciones o ataques a derechos efectivamente fundamenta-
les. Los derechos e intereses no fundamentales deben recibir protección jurisdiccional, nadie lo niega,
pero vía juicio ordinario de mayor cuantía y no vía protección. Recuérdese que tras la reforma consti-
tucional de 1989 al artículo 38 inciso 2° de la Constitución, jurisprudencia y doctrina han declarado la
plena competencia de los tribunales ordinarios en estas materias. Esta interpretación —estimamos—
es la correcta y compatibiliza el control jurisdiccional con el carácter urgente y de emergencia que po-
see la protección.
118 • Diego I. Palomo Vélez
Así lo subraya Canosa refiriéndose al caso español: “En la actualidad los conteni-
dos de las Constituciones no son, desde luego, los preferidos de Kelsen. Nuestros
textos fundamentales se han llenado de sustancia, de contenidos materiales y por aña-
didura se ha acentuado su carácter garantista con el reconocimiento de derechos fun-
damentales. Con solemnidad se proclama la vinculación de todos, particulares y po-
deres públicos, a la Constitución. Ésta ya no puede ser una norma vinculante sólo
para el legislador, condiciona directamente también, sin la imprescindible intermedia-
ción del Parlamento, a todos los poderes públicos, y señaladamente a los jueces”.39
Lo expuesto trae consecuencias y en lo relacionado con la protección se tradu-
cen en transformar a nuestros jueces de los tribunales superiores de justicia, en lo
que se refiere al recurso de protección, en jueces constitucionales. De hecho, las Cortes
chilenas al conocer y resolver recursos de protección no hacen otra cosa que dar
aplicación a la Constitución como norma suprema del ordenamiento jurídico nacio-
nal que es, lo que no es menor.
Alguien podrá decir que la CS ya se alzaba como “tribunal constitucional” desde el
momento que tenía (y tiene aún), desde la Constitución de 1925, la competencia del
recurso de inaplicabilidad, a través del cual el supremo tribunal de justicia ejerce
funciones de control concentrado de constitucionalidad respecto de preceptos lega-
les, a posteriori (represivo), de modo concreto y con efectos inter partes (siempre en
una gestión judicial concreta).
Es cierto, sin embargo, hablamos de cosas si bien muy vinculadas, bastante dis-
tintas, especialmente en el plano de sus consecuencias reales en el sistema nacional.
Primero, mientras un instituto, la protección, dice relación con la denominada justi-
cia constitucional orgánica, el otro, la inaplicabilidad de la CS, se enmarca dentro de
la justicia constitucional de la libertad. Justicia constitucional al fin de cuentas, pero
con muy distinta trascendencia en el plano efectivo. Mientras la protección se alzó
como una garantía esencial de tutela de los derechos y libertades fundamentales ab-
solutamente recurrida y con un abanico de consecuencias en el sistema jurídico, el
recurso de inaplicabilidad se convirtió en un instrumento derechamente débil, tanto
en su configuración jurídica como en sus resultados prácticos.40
41 En contrario a estas críticas Soto, quién destaca la “virtud” del recurso de protección de trans-
formar a la CS en un tribunal de justicia y no sólo en una Corte de casación. En otras palabras, asig-
narle preocupaciones desde la justicia concreta, más en contacto con la verdadera vida ciudadana y
asumiendo “el papel fundamental de velar por la salvaguarda de los derechos fundamentales de los
ciudadanos, de cualquier persona, en uso de sus facultades conservadoras, que fueron desde los inicios
mismos de la república, la más importante de sus funciones”. SOTO, E., Comentario a fallo C.S.,
01.07.91, RDJ, t. LXXXVIII, N° 2, p. 169. Caso corresponde a protección seguida entre empresa Re-
siter y Cía. Ltda. con funcionarios de la Municipalidad de las Condes.
42 Un AA de 1998 de la CS distribuye las apelaciones de protección en las cuatro salas del tribu-
nal supremo en base a un origen geográfico regional de los “recursos”.
43 No se crea, sin embargo, que la sala constitucional no presenta problemas. Sus fallos no es-
conden las contradicciones propias de las resoluciones emanadas de las otras salas del tribunal.
122 • Diego I. Palomo Vélez
44 GÓMEZ, G. “Algunas ideas críticas sobre la jurisdicción constitucional en Chile”. En: Gómez,
G. (Editor). La jurisdicción constitucional chilena ante la reforma. Cuadernos de Análisis Jurídico de la
Escuela de Derecho de la Universidad Diego Portales. Número 41. 1999, p. 94.
45 PEÑA, C. “La tutela judicial efectiva de los derechos fundamentales en el ordenamiento jurídi-
co interno”. En: MEDINA, C. y, MERA, J. Sistema Jurídico y Derechos Humanos. Universidad Diego Porta-
les. Serie Publicaciones Especiales. Número 6. 1996, p. 668.
Tribunal de protección: algunas ideas críticas a partir del modelo español • 123
46 Sin embargo, el factor territorial no fue enteramente decisivo, pues se descartó la propuesta de
entregar esta competencia protectora a los tribunales ordinarios inferiores (Silva), punto en el cual pre-
dominó en los comisionados la trascendencia que se asignaba al instituto, que debía tener un mejor
correlato en la mayor jerarquía de las Cortes que en los tribunales ordinarios inferiores.
47 Son las respectivas propuestas y defensas de Cumplido y Hubner, invitados por la Comisión.
Véase: LIRA, S. El recurso de protección. Ed. Alborada. Santiago de Chile. 1990, p. 48.
48 Es lo que la doctrina constitucional ha denominado la fuerza expansiva de los derechos funda-
mentales y el principio favor libertatis. “La hermenéutica constitucional en tal sentido debe basarse en el
principio favor libertatis, que da fuerza expansiva a los derechos, ya que, en caso de duda, debe optarse
claramente por la interpretación que mejor proteja asegurando y garantizando los derechos humanos
en su conjunto, en una estructura coherente y jerarquizada a la luz de los valores que los informan”.
NOGUEIRA, H. Dogmática Constitucional. Ed. Universidad de Talca. Talca. 1997, p. 146.
124 • Diego I. Palomo Vélez
górica que pueda parecer en una primera lectura: “Lamentablemente, y que hay que
decirlo, estuvieron muy lejos (la Comisión) de percatarse de la importancia que la
consagración de semejante instituto estaba llamado a desempeñar en un Estado res-
petuoso de los derechos fundamentales y, lo que es peor, no tuvieron para nada en
cuenta la experiencia comparada en la materia que podía haberles proporcionado
valiosos antecedentes para una mejor comprensión y estructuración de semejante
acción constitucional”.49
Es que la práctica de la protección golpea, y golpea fuerte. De aquel instrumen-
to que ingresaba con glorias a nuestro ordenamiento queda bastante poco. Encon-
tramos, en cambio, un instrumento derechamente desgastado y desfigurado, muy res-
tringido a cuestiones sólo vinculadas mediatamente con el derecho de propiedad y
el contencioso administrativo, muy contradictorio a la hora de defender y resguar-
dar los derechos y libertades fundamentales y la propia fuerza normativa de la
Constitución.
En otro frente, compartimos también el parecer de Colombo en relación con la
posición que debe tener el juez constitucional de frente a su alta misión.50 Como
garantes de la supremacía constitucional que son, los jueces constitucionales deben
aplicar la Constitución. Deben también interpretarla, y para ello deben estar en
condiciones óptimas para hacerlo, dispuestos a una labor creadora (inspirada en los
fines o valores constitucionales) que va mucho más allá que la tradicional función
de ser un mero intérprete fiel del tenor literal de la ley, que permita adaptar la
Constitución a hechos no previstos.
Debe tratarse también de una interpretación finalista de la norma constitucio-
nal, muy especialmente en materia de derechos y libertades fundamentales.51 En
otras palabras, una interpretación que junto con brindar la tutela requerida, pre-
serve los valores esenciales de la Constitución como norma fundamental del
Estado.
dado más liberados de trabajo, sin la inmensa carga que significaba la justicia cri-
minal).52
En fin, la responsabilidad primaria en materia de tutela jurisdiccional de los de-
rechos y libertades fundamentales seguirá siendo de los tribunales ordinarios, sean supe-
riores o inferiores. El sistema no funciona ni puede funcionar sin ellos. El TC, por
su limitada cantidad de miembros no podría hacerse cargo de tamaña tarea; sola-
mente viene a operar como órgano de cierre del sistema, que permita suplir las fa-
lencias actuales en especialización y hermenéutica constitucional.
52 Una de las propuestas en este sentido apunta a traspasar la competencia de primera instancia a
los tribunales ordinarios de ese nivel, dejando la segunda a las CA. En esta propuesta, la CS deja de
tener competencia en materia de protección, concentrándose en su calidad de tribunal de casación.
Por lo demás, todas las señales que envía apuntan a que no está particularmente interesada (por su re-
carga de trabajo tal vez) en estas materias. Basta revisar el AA de 1998 en lo que dice relación con
las exigencias el recurso de apelación y las limitaciones para su conocimiento por parte de la Corte
Suprema.
Tribunal de protección: algunas ideas críticas a partir del modelo español • 127
tancia (o segundo nivel), ella también debe respetar este principio de la especializa-
ción. Para ello bastaría que la CS respete la propia especialización que diseñó.
El tercer nivel vendría dado por el TC en su calidad (que postulamos) de intér-
prete y guardián supremo de la Constitución, el recurso de amparo extraordinario y
la uniformidad de la jurisprudencia aplicable en materia de protección de derechos
y libertades fundamentales.
La compartición de funciones entre jurisdicción ordinaria y jurisdicción constitucio-
nal se debería materializar o articular a través del principio de subsidiariedad, tal cual
ocurre en el sistema español, imponiendo la mediación judicial en defensa de los
derechos y libertades antes de la eventual intervención, cuando así se pida, del TC.
En definitiva, una justicia constitucional de la libertad a cargo de jueces espe-
cialistas, formados en el derecho constitucional de los derechos humanos o funda-
mentales que logren una separación efectiva del paradigma del juez mero aplicador
de la literalidad de la ley (que dejen de ser meros autómatas), no desatiendan el
contenido axiológico de estos derechos y den a los principios el sitial que les co-
rresponde en estas materias.
Recuérdese sólo un punto más, a fin de calibrar adecuadamente la importancia
del tema aquí tratado. La correcta administración de las garantías procesales de los
derechos y libertades fundamentales por parte de los tribunales de justicia, como lo
es la protección, constituye un elemento decisivo para llevar al terreno de la experiencia
práctica el contenido de los mismos, lo que ha otorgado especial relieve al papel
que corresponde a los tribunales en la salvaguardia de las libertades.
V. A MODO DE CONCLUSIÓN
Hemos intentado en las líneas que anteceden dar cuenta de las principales deficien-
cias que a propósito del tribunal de protección evidencia nuestra acción de amparo.
Ellas podemos resumirlas en la ausencia de uniformidad interpretativa y coor-
dinación entre los distintos tribunales de protección. Asimismo, los problemas vie-
nen dados por la falta de especialización de los tribunales y jueces, éstos últimos no
formados en justicia constitucional.
El resultado de esta mezcla no es otra que argumentaciones constitucionalmen-
te deficientes y arcaicas, razonadas en coordenadas que se distancian de aquéllas
constitucionales necesarias para abordar de manera adecuada la resolución de los
casos de tutela jurisdiccional de derechos y libertades fundamentales. De allí la pro-
pietarización de los derechos, de allí el abuso del contencioso administrativo a tra-
vés del recurso de protección, entre otros.
Habiendo identificado el problema, sugerimos el remedio. Incorporar a nuestro TC
128 • Diego I. Palomo Vélez
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Clasificaciones
y modelos de justicia
constitucional en la dinámica
de los ordenamientos*
Lucio Pegoraro* *
1. CLASIFICACIONES
Uno de los objetivos fundamentales de la ciencia comparatista es la clasifica-
ción: o sea, reagrupar según sus semejanzas o diferencias, familias, sistemas, e insti-
tutos propios de ordenamientos aparentemente similares.1
En el ámbito de las ciencias jurídicas las clasificaciones no pueden tener cierta-
mente «un rigor científico comparable al que habitualmente es propio de las clasifi-
caciones que elaboran los estudiosos de las ciencias de la naturaleza»,2 ya se trate de
* Ponencia presentada en el VIII Congreso Iberoamericano de Derecho Constitucional (Sevilla,
España, 3 a 5 de diciembre de 2003).
** Catedrático de Derecho Público Comparado en la Facultad de Derecho de la Universidad de
Bolonia (Italia).
1 G. DE VERGOTTINI, Diritto costituzionale comparato, 5a ed, CEDAM, Padua, 1999, p. 58. Sobre clasi-
ficaciones en general v. también M. ANCEL, Utilité et méthodes du droit comparé, Ides et Calendes, Neuchâtel,
1971, trad. it., Utilità e metodi del diritto comparato: elementi d’introduzione generale allo studio comparato dei diritti, Jo-
vene, Nápoles, 1978; R. DAVID, C. JAUFFRET-SPINOSI, Les grands systèmes de droit contemporains, 10a ed., Da-
lloz, Paris, 1992, trad. it., I grandi sistemi giuridici contemporanei, 4a ed. a cura di R. Sacco, CEDAM, Padua, 1994;
K. ZWEIGERT, H. KÖTZ, Einfürung in die Rechtsvergleichung. Band 1: Grundlagen, Mohr Siebeck, Tübingen,
1984, trad. it., Introduzione al diritto comparato. Volume 1: Principi fondamentali, Giuffré, Milan, 1998, passim.
2 Cfr. A. PIZZORUSSO, Sistemi giuridici comparati, 2a ed., Giuffrè, Milano, 1998, p. 161, quien cita a
A. MALMSTRÖM, The System of Legal System. Notes on a Problem of Classification in Comparative Law, en
Scandinavian Studies in Law, 1976, p. 127.
131
132 • Lucio Pegoraro
formas de estado, formas de gobierno, fuentes, derechos, o por lo que ahora nos
interesa, sistemas de justicia constitucional. Como ya hemos tenido ocasión de se-
ñalar en otras ocasiones,3 la distinta objetividad y valoración de las clasificaciones se
fundamenta en variadas concausas.
Ante todo, en la conexión de los términos utilizados con otros a los que se atri-
buyen significados similares pero no iguales. Por ejemplo, «forma de gobierno», «ré-
gimen político», «sistema político», «sistema de gobierno», «orden constitucional”, etc.
O bien derechos de la primera generación, de la segunda, tercera, cuarta; derechos clá-
sicos y nuevos; e incluso fundamentales, humanos, del hombre, burgueses, etcétera.4
Por otro lado, cada vez que utilizamos clasificaciones en lenguas extranjeras, el
uso (en lengua materna) de palabras asonantes en un contexto lingüístico condicio-
nado por tradiciones lingüísticas diversas y factores extralingüísticos disonantes
—p.ej. “government”, gobierno, por no decir «governance»— puede dar lugar a una
comprensión errónea.5
Y no sólo esto: tampoco es infrecuente que en una determinada población se
utilice un vocablo que identifique a un instituto o a una categoría distinta de la que,
en otro contexto jurídico-lingüístico, maneja otra población: así, la palabra «devolu-
tion» tiene un significado propio entre juristas y políticos del Reino Unido, pero en
Italia ha asumido otro profundamente distinto, tanto en su versión inglesa como en
la traducida («devoluzione»). Lo cual incide en la clasificación de ordenamientos
desde el punto de vista de la distribución territorial del poder («centralizados», «des-
centralizados», «policéntricos», «autonómicos», «federales», «regionales», etcétera).6
Debe tenerse por tanto presente que una palabra puede asumir significados di-
versos según se utilice en el léxico especializado del derecho, en el de la política, en
el lenguaje periodístico, o en el de la calle. El propio vocablo «devolution» tiene entre
los juristas italianos o españoles el mismo significado que se la da en el Reino Uni-
do; en cambio entre los políticos (y periodistas) italianos significa a veces otra cosa
(la transferencia de algunas competencias exclusivas a las Regiones, en lugar de las
concurrentes). La misma suerte corrieron hace años las palabras «federalismo» y
«Estado federal», utilizadas en un modo evocativo y simbólico para designar a cual-
quier proceso u ordenamiento más descentralizado que el vigente.7
Todo ello suscita la interrogante de quién sea el competente para clasificar, ads-
cribiendo un ordenamiento o instituto a una u otra categoría, y en consecuencia
para cualificar la clasificación así establecida.
En todo caso, la mera autocalificación no basta para que se pueda predicar una
cierta característica de un ordenamiento o de un instituto. Así p. ej., el hecho de
que las respectivas Constituciones definan a Bélgica como «federal», a Ruanda
como «social», a Argelia como «democrática» etc. puede ciertamente reflejar un in-
dicio útil, pero sin un análisis profundo de su estructura constitucional interna, y a
falta de una indagación sobre el modo de ser efectivo de su ordenamiento, todo jui-
cio sobre la corrección del uso de tales palabras debe mantenerse en suspenso.
Existe no obstante la otra cara de la moneda: no es difícil detectar un efecto de
retorno de las autocalificaciones constitucionales y/o legislativas sobre las elaboracio-
nes doctrinales.
Si el significado de las palabras viene dado por el uso,8 es necesario en la prác-
tica clarificar que el uso de las palabras que cualifican a un determinado objeto pue-
de orientarse de forma ambivalente —salvo en el caso de definiciones que estipulan
9 Las Constituciones de los ordenamientos del common law, por el particular estilo que las ca-
racteriza no carecen a veces de definiciones estipulativas, orientadas a circunscribir el significado de
los términos: para algunos ejemplos, véase L. PEGORARO, A. RINELLA, La nuova Costituzione della Re-
pubblica del Sudafrica (1996), en Riv. trim. dir. pubbl., 1997, n. 2, p. 517 ss.; o bien L. PEGORARO, La tute-
la della certezza giuridica in alcune Costituzioni contemporanee, en Dir. e soc., 1994, p. 29 ss.
10 En el sentido de que «la doctrina y no la jurisprudencia es el verdadero Hërcules dworkinia-
no», ya que es la que «encuadra los problemas jurídicos examinando cada uno de sus aspectos; cumple
un trabajo suprahumano, hercúleo, que el juez, al decidir sobre casos singulares diversos entre sí no
tendría tiempo ni posibilidad para resolver por sí sólo», v. C. LUZZATI, La vaghezza delle norme.
Un’analisi del linguaggio giuridico, Giuffrè, Milan, 1990, p. 249.
Clasificaciones y modelos de justicia constitucional • 135
objetos singulares de análisis sino con una pluralidad de los mismos, y no es infre-
cuente que en un breve lapso de tiempo una determinada categoría se transforme,
se descomponga o se disuelva, con el riesgo de que el término que la designa pase a
indicar algo que ya no existe, o que ha dejado de existir, bien sea en abstracto o
desde una perspectiva histórica.
Entre los factores subjetivos que influyen en los modelos clasificatorios el más
importante viene representado por aquellos elementos que cada jurista estima como
fundamentales para el fin propuesto. En la moderna teoría de las formas de gobier-
no, p. ej., se han venido identificando, de forma conjunta o desagregada, los nexos
de interconexión entre órganos constitucionales, el criterio de atribución del poder
a uno o más órganos, la autonomía o colaboración entre órganos, la ubicación del
poder de impulso político, el sistema de partidos, los modelos electorales vigentes,
el rol atribuido a la oposición, o la atribución de un determinado poder al jefe de
estado (como el de disolución parlamentaria)…11
Las preguntas: «¿cuáles son las familias jurídicas?»; «¿cuáles son las formas de
gobierno?»; «¿cuáles son los nuevos derechos?»; «¿cuáles son las formas de Esta-
do?», «¿cuáles son los sistemas de justicia constitucional?», etc., parece que no po-
drán conocer una respuesta cuya verdad o falsedad pueda confirmarse, salvo con la
condición de precisar «según tal o cual autor».
El estudioso que clasifica, además del problema de seleccionar y reagrupar el
material teniendo en cuenta las dificultades señaladas, debe afrontar el problema de
asignarle un nombre a las categorías identificadas (ya sean familias jurídicas, formas
de estado, formas de gobierno, modelos de procedimiento legislativo, disposicio-
nes del Parlamento, sistemas de justicia constitucional, u otras). En tal actividad
estará doblemente condicionado, básicamente por la exigencia de verificación em-
pírica, pero también en segundo lugar, por la existencia de usos lingüísticos esta-
blecidos.
Se ha sugerido que, al establecer definiciones, debe perseguirse «una postura de
equilibrio, huyendo tanto del excesivo conservadurismo lingüístico como de la vana
complacencia de novedades inútiles», y que es necesario «mantenerse fiel a los tér-
minos y a los significados usuales, de tal modo que no se incurra innecesariamente
en complicaciones y riesgos de incomprensión».12 La advertencia es tanto más váli-
da para aquellas definiciones que incluyen clasificaciones en las que el nivel de li-
11 Debe añadirse que la clasificación refleja a veces no ya el fin de una determinada investigación,
sino un soporte instrumental para un objetivo distinto a la vista del cual los criterios utilizados pueden
diferenciarse adicionalmente.
12 Cfr. U. SCARPELLI, La definizione nel diritto, en Jus, 1959 y en L’etica senza verità, Il Mulino, Bolo-
nia, 1982, p. 219 s.; y v. al respecto las sugerencias de G. BOGNETTI, Introduzione al diritto costituzionale
comparato, Giappichelli, Turín, 1994, p. 117.
136 • Lucio Pegoraro
13 El objetivo del jurista no es investigar esencias, porque si así fuera su actividad le llevaría a
ciertas conclusiones, mientras que a la inversa continua «otorgando denominaciones con nuevos signi-
ficados o con significados mejorados conforme el desarrollo de la teoría de los ordenamientos jurídi-
cos establece la exigencia de nuevos y más refinados instrumentos lingüísticos»: así U. SCARPELLI, La
definizione nel diritto, cit, p. 218 ss.
14 De forma similar asumen una función análoga las calificaciones «mayoritario» o «proporcional»
asignadas a los sistemas electorales.
Clasificaciones y modelos de justicia constitucional • 137
En efecto, nadie ha propuesto jamás, para confirmar el papel que asume el nomen
asignado, denominar las categorías con letras o números.
El éxito de una clasificación (el uso común y aceptado) puede incluso derivar
en algunos casos de la elección más o menos feliz del término usado, de su idonei-
dad para subrayar el elemento importante asumido para cualificar.
b) De donde emerge otra cuestión: la precisión sintética de las definiciones. Se
ha dicho que, para definir los objetos a clasificar, el itinerario seguido es como mí-
nimo inverso al habitual: para definir el término «contrato» el artículo 1321 del Có-
digo Civil italiano uso otras múltiples palabras que nos ofrecen su significado («El
contrato es el acuerdo de dos o más partes para crear, regular o extinguir entre sí
una relación jurídica patrimonial»). En nuestro caso, el estudioso decide estipulati-
vamente definir de un modo determinado la «forma de gobierno», o el sistema de
justicia constitucional que presente determinadas características. Lo puede hacer
asignando un nombre simple, como «presidencial» o «abstracto», «preventivo», etc.,
o bien compuesto, como «semi-presidencial», o procediendo a una auténtica des-
cripción de sus categorías esenciales.
Pero puede suceder también, que por una serie de razones, no se considere co-
rrecta la palabra aceptada en el uso corriente (ej.: «semi-presidencial»), y se sugiera
utilizar a su vez —como se ha hecho— una definición reputada mas convincente
(ej.: «de componentes parlamentarios y presidenciales»).
La operación no sirve para individualizar una cosa distinta (como en el primer
caso analizado), sino para darle un nombre distinto a algo que ya tiene un nombre
familiar y convencionalmente aceptado. Lo que esto vaya a contribuir a la com-
presión del fenómeno estudiado dependerá del concepto utilizado y de los con-
textos lingüísticos y extralingúísticos en los que el nuevo nombre se va a utilizar
para designar una categoría. Puede que la relevancia empírica demuestre la
oportunidad de redefinir (en sentido amplio) el objeto de la definición; pero
puede suceder que la cosmética lingüística sea solo imputable a la veleidad
humptydumptiana de un artífice poco avezado en enfrentarse a los temas del len-
guaje y de su uso.15
c) La temática se conecta con la —importantísima— relativa al grado de simpli-
cidad-complejidad de las clasificaciones.
Mientras más simplificada, más imprecisa será la clasificación al integrar objetos
con características diversas, evidenciando sólo una o algunas de ellas (ej.: «monar-
quía-república»; «Estados democráticos-Estados autoritarios», «control preventi-
vo-control sucesivo», etc.). En el extremo opuesto de una escala clasificatoria ideal
estarían aquellas definiciones tan esmeradas que hacen inútil el propio intento clasi-
ficatorio, ya que la finalidad de las clasificaciones se desvanece. De hecho, ninguna
gota de agua es exactamente igual a otra.
El defecto adicional que presentan las clasificaciones excesivamente descom-
puestas consiste en la dificultad para designar a las diversas categorías o subcatego-
rías susceptibles de ser manejadas (come podría ser, p. ej., la denominación —no
utilizada expontáneamente— «forma de gobierno parlamentaria con multipartidis-
mo exasperado y gobierno de multipolaridad desigual»).16
Un factor ulterior de consolidación del uso de una clasificación depende del
manejo de criterios extrajurídicos para definir las categorías.
Dentro del ejemplo anterior, en la teoría de las formas de gobierno, para eludir
el riesgo de construir clasificaciones que prescinden de la propia realidad, autores
prestigiosos han propuesto incorporar también factores como el asentamiento y
funcionamiento de los partidos y sistemas electorales, y en general el modo de ser
del sistema político. El uso de estas clasificaciones no es aceptado por todos, parti-
cularmente por quienes prefieren mantener distintos conceptos y categorías científi-
cas diversas, o bien temen la atenuación del valor prescriptivo de las clasificaciones
y consecuentemente su falta de idoneidad para establecer previsiones sobre su fun-
cionamiento.17
d) La sedimentación histórica de la experiencia examinada asume finalmente
una importancia decisiva para consolidar el uso de una clasificación, o de los ele-
mentos que cualifican a determinadas categorías. En relación con los sistemas de
partidos, p. ej., —la observación sería válida para cualquier otro elemento— Elia ha
observado que sólo habría que registrar las mutaciones de un largo período, para
16 Problema análogo al que se le presenta al traductor cuando un vocablo no puede ser resumido
sintéticamente en otra lengua: U. ECO, La ricerca della lingua perfetta, Laterza, Roma-Bari, p. 376, señala
el ejemplo del término inglés «to skip», «che diventa “saltellare”, “ballonzolare” e non esprime un mo-
vimento per cui si salta per due volte su una gamba e per due volte su un’altra».
17 Cfr. respectivamente G. U. RESCIGNO, Forme di Stato e forme di governo, en Enc. giur., Treccani,
Roma, XIV, 1989; G. AMATO, Forme di Stato e forme di governo, en G. AMATO, A. BARBERA, Manuale di
diritto pubblico, 4a ed., il Mulino, Bolonia, 1994, p. 26 ss.; e M. DOGLIANI, Spunti metodologici per
un’indagine sulle forme di governo, en Giur. cost., 1973, p. 214 ss., así como La teoria delle forme di governo, en
Associazione per gli studi e le ricerche parlamentari, Quaderno n. 1, Giuffrè, Milan, 1991, p. 3; v. también M.
Volpi, Le forme di governo, en G. Morbidelli, L. Pegoraro, A. Reposo, M. VOLPI, Diritto costituzionale
italiano e comparato, 2a ed., Monduzzi, Bolonia, 1997, p. 471 ss.
Clasificaciones y modelos de justicia constitucional • 139
18 L. ELIA, La forma di governo e il sistema politico italiano, en Aa.Vv., Critica dello stato sociale, Laterza,
Roma-Bari, 1982, p. 106.
19 Así U. SCARPELLI, Il linguaggio giuridico: un ideale illuministico, en P. DI LUCIA (coord.), Nomogra-
fia. Linguaggio e redazione delle leggi, Quaderni di filosofia analitica del diritto, n. 10, Giuffrè, Milan,
1995, p. 8. Cfr. también U. SCARPELLI, C. LUZZATI, Filosofia del diritto, en P. ROSSI (dir.), La filosofia,
Utet, Turin, 1995, p. 293.
20 U. SCARPELLI, La definizione nel diritto, cit., p. 218 ss. Sobre el tema de las definiciones v. en la
amplia literatura italiana, del mismo autor, Il problema della definizione e il concetto di diritto, Giuffrè, Mi-
lan, 1955; Contributo alla semantica del linguaggio normativo, nuova ed. a ccargo de A. Pintore,
Giuffrè, Milan, 1985, p. 47 ss.; A. BELVEDERE, Il problema delle definizioni nel codice civile, Giuffrè, Mi-
lan, 1977, p. 63 ss.; A. BELVEDERE, M. JORI, L. LANTELLA, Definizioni giuridiche e ideologie, Giuffrè,
Milan, 1979. V. también R. GUASTINI, Le fonti del diritto e l’interpretazione, Giuffrè, Milan, 1993, pp. 30 s.,
41, 51 s.
21 V. en este punto U. SCARPELLI, C. Luzzati, Filosofia del diritto, cit., p. 292.
140 • Lucio Pegoraro
22 V. M. CAPPELLETTI, Il controllo giudiziario di costituzionalitá delle leggi nel diritto comparato, Giuffrè,
Milan, 1968, repetidamente reeditado y traducido a otras lenguas. Las referencias son de la edición de
1978.
23 V. op. cit., p. 1.
Clasificaciones y modelos de justicia constitucional • 141
24 P. ej. A. PIZZORUSSO, I sistemi di giustizia costituzionale: dai modelli alla prassi, en Quad. cost.,
1982, p. 521 ss.
25 L. FAVOREU, Les Cours constitutionnelles, P. U. F., Paris, 1986.
142 • Lucio Pegoraro
Tribunales no se limitan a describir los nexos del discurso lógico, con meras refe-
rencias per relationem a las disposiciones afectadas. Al contrario, se valen de todos los
instrumentos de la retórica, hacen amplias referencias a los precedentes, acuden al
derecho comparado y a la jurisprudencia de otros Tribunales, operan excursus histó-
ricos de institutos y disciplinas, expresan valoraciones y ponderaciones de valores,
critican, sugieren, aconsejan, armonizan los poderes del Estado.32
Esto por lo que concierte a los prototipos.
Pero a favor de una metamorfosis parcial en las categorías clásicas del control
de constitucionalidad de las leyes, operan también (no necesariamente en orden
temporal):
A) El éxito del control concentrado, pero por vía de incidente procesal, como se
realiza en Alemania, Italia, y España, modalidad de control constitucional imi-
tada en algunos ordenamientos de Europa centro-oriental33 y latino-america-
nos.34 Como se ha destacado ampliamente,35 el control incidental integra ele-
mentos (americanos) de difusión —ya que todo juez puede formular la duda de
inconstitucionalidad de una norma—, con elementos de concentración (austria-
co-kelsenianos), ya que la decisión se reserva a un Tribunal ad hoc. Pero la cir-
cunstancia de que el juez no pueda inaplicar directamente, en el análisis de un
caso concreto, la norma inconstitucional, diferencia sustancialmente al control
incidental europeo del (estrictamente definido como incidental) norteamerica-
no, así como igualmente del control sobre el recurso, dando origen a una espe-
cie distinta de control de constitucionalidad;
B) El desarrollo autónomo de las experiencias suiza, escandinava, griega y portu-
guesa, ya señaladas hace tiempo por la literatura especializada como casos de
(parcial) importación del modelo estadounidense,36 o más correctamente como
evolución de desarrollos autóctonos.37 Y paralelamente:
C) La afirmación de un quartum genus38 o acaso una modalidad peculiar de control
de las leyes, imputable a la progresiva evolución de los regímenes latino-ameri-
canos, anteriormente permeados con frecuencia de autoritarismo y populismo,
hacia formas de gobierno más adecuadas a los cánones liberal-democráticos,
por un lado, así como al repentino abandono, sobre los años 80-90, de la for-
ma de Estado del socialismo real por parte de los Estados del bloque soviético
y su consiguiente ingreso en el club de las democracias liberales. En América
latina (e incluso en Portugal, Norte de Europa, Rusia y otros países), un juez
puede inaplicar directamente la ley inconstitucional, e incluso se han estableci-
do tribunales o salas especializadas con competencia para asumir el juicio de
constitucionalidad.39 La hibridación opera incluso mezclando a Estados Unidos
40 Cfr. D. GARCÍA BELAUNDE, El Habeas Corpus en América Latina: antecedentes, desarrollo y perspecti-
vas, en el volumen cit. en la nota precedente, p. 47 ss.
Clasificaciones y modelos de justicia constitucional • 147
41 Cfr. también sobre este punto, A. REPOSO, The Federalist, Judicial Review e Stato federale, cit.,
p. 37 ss.; así como J. LUTHER, Idee e storie di giustizia costituzionale nell’Ottocento, cit., p. 95.
42 Referencias en L. PEGORARO, Lineamenti di giustizia costituzionale comparata, cit., p. 117 ss.
43 V. S. BAGNI, Stato autonomico e composizione degli organi di giustizia costituzionale, en Le istituzioni del
federalismo, 2002, p. 375 ss., quien en base a una investigación sobre la estructura de los Tribunales y su
trend jurisprudencial, niega que la participación de los entes territoriales en el nombramiento de los
jueces contribuya a proteger mejor a la periferia frente al centro. Cfr. también E. ORBAN (coord.), Fé-
déralisme et Cours suprêmes. Federalism and Supreme Courts, Bruylant-Presses de l’Univ. de Montréal, Bruxe-
lles-Montréal, 1991.
148 • Lucio Pegoraro
litativo del sistema francés; de forma parecida se percibe a la Cour d’Arbitrage belga
como una auténtica Corte constitucional tras las reformas que progresivamente han
ampliado el parámetro de constitucionalidad, tanto más hoy tras la aprobación de la
ley especial de 9 marzo 2003, que lo ha extendido a los derechos de libertad conte-
nidos en el Título II de la Constitución, dedicado a «Los belgas y sus derechos».44
Hay un segundo aspecto que refuerza la importancia del parámetro a efectos
clasificatorios: la elevación a norma de referencia para la constitucionalidad de las
leyes de los tratados o de otros instrumentos de derecho internacional —o de algu-
nos de ellos, como los que contienen declaraciones en defensa de los derechos—
algo que bien entendido comporta un auténtico desbordamiento de las clásicas
perspectivas de la justicia constitucional, sólidamente vinculada a la idea de Consti-
tución como higher law. Paradójicamente debe recordarse que tratados y declaracio-
nes de derechos se incorporan a algunos ordenamientos a través de actos sub-cons-
titucionales (generalmente leyes).
Similares problemas teóricos (conectados con lo que realmente cuenta a efectos
de una clasificación) suscita el tema del objeto del control: no tanto en su versión
“baja” (es decir, si junto a las leyes son controlables en vía de juicio de constitucio-
nalidad los reglamentos, lo que fue manejado como hipótesis por Kelsen y previsto
en algunos ordenamientos), cuanto en la “alta”. Aparte de los tratados que —de
nuevo paradójicamente— pueden ser no sólo parámetro sino objeto del control,
pensemos en las leyes orgánicas (que comparten la misma suerte, al menos en
Francia, donde el núcleo esencial de las ordenanzas orgánicas de los años 1958-59
no puede ser modificado «dans le même ésprit» por leyes orgánicas posteriores),45 y
sobre todo en las leyes de reforma constitucional.
Cuando los jueces de las leyes son habilitados para controlar tanto en su forma
como en su propio contenido las reformas constitucionales, evidentemente el con-
trol experimenta un salto cualitativo: de ser un control frente a los abusos de las
mayorías en nombre de la primacía de la Constitución, se convierte en un control
del poder constituyente sobre el constituido en todas sus manifestaciones.46
44 S. BALDIN, Due riforme in tema di giustizia costituzionale: la Cour d’arbitrage al traguardo della piena giu-
risdizione e il Conseil constitutionnel come arbitro tra legislatore statale e assemblee delle collettività d’oltremare en Dir.
pubbl. comp. eur., 2003, en prensa.
45 Decisión N. 60-6 de 15 enero 1960 (Magistrats musulmans), en Rec. Sirey, 1960, con nota de M.
ROUSSET, ibid, p. 247; en Rec. Dalloz, 1960, con nota de L. HAMON, ibid, p. 293; en L. FAVOREU, L.
PHILIP, Les grandes décisions du Conseil constitutionnel, 2a ed., Sirey, Paris, 1979, p. 79. Un comentario en
L. PEGORARO, Le leggi organiche. Profili comparatistici, CEDAM, Padua, 1990, p. 41 s.
46 Para una panorámica sobre los diversos ordenamientos que prevén control sobre leyes de re-
forma cfr. L. PEGORARO, Tribunales constitucionales y revisión de la Constitución, en Pensamiento Constituciónal,
1999, n. 6, p. 221 ss., y en Rev. Cortes Gen., n. 47, 1999, p. 7 ss.
Clasificaciones y modelos de justicia constitucional • 149
Aún más: ¿qué relevancia asume el número y el status de los sujetos que pueden
activar la instancia de la jurisdicción constitucional (al margen de que se ejercite en
vía abstracta o concreta)? De nuevo el caso francés con la “parlamentarización” de
la saisine, demuestra la importancia que reviste este elemento que, como se ha cons-
tatado, tiende a transferir (o induce a proseguir) la lucha política en el plano juris-
diccional. Pero piénsese también en la progresiva extensión de las jurisdicciones
austriaca e italiana, habilitadas para proponer la cuestión de constitucionalidad; en
la atribución a los municipios o a otros entes territoriales locales del poder de inter-
poner recurso contra invasiones de su competencia (Alemania, Austria, España); en
la inusitada importancia del recurso directo por lesiones de derechos, del que son
titulares personas físicas o jurídicas, todo ello a la luz del funcionamiento general
del sistema y de la concreta utilización de otros instrumentos de acceso previstos
en el ordenamiento.
Podemos preguntarnos: ¿realmente la distinción entre control sobre disposicio-
nes y control sobre normas es realmente lo más importante de todo? ¿O más bien
la circunstancia de que el control opere sobre un texto normativo antes que sobre
la disposición aplicada (la norma) influye más que la extensión y la fuerza (o valor,
o “rango”) de las normas objeto (o parámetro) del control? ¿Tal diferenciación es,
sobre todo, mas importante a efectos clasificatorios del hecho que se controlen
competencias de entes y de órganos, o más bien (o también) lesiones de situaciones
jurídicas de los ciudadanos? La respuesta podría ser afirmativa, pero asumir tales
elementos como criterio único y exclusivo de diferenciación parece limitativo, y útil
tan sólo para esbozar en sus grandes líneas la tipología (siempre más rica) del con-
trol de constitucionalidad.
Para concluir, parecen más persuasivas las clásicas clasificaciones plurales (Cap-
pelletti); las que —como Fernández Segado— parten de macro-divisiones para lle-
gar finalmente a proponer ulteriores descomposiciones en categorías concretadas
más ampliamente;47 o las que, valiéndose de elaboraciones anteriores, destacan sus
distintos criterios (sistemas concentrados y difusos, mixtos y “duales” o “paralelos”,
47 Este autor desde hace tiempo atento a los cambios experimentados en el panorama mundial
de la justicia constitucional (cfr. D. GARCÍA BELAUNDE, F. FERNÁNDEZ SEGADO (coords.), La juris-
dicción constitucional en Iberoamérica, cit.), en el ensayo La giustizia costituzionale nel XXI secolo, cit., propone
ulteriores subdivisiones en una dicotomía fundamental basada en la «contraposición que hoy nos pare-
ce de mayor relevancia: la que atiende a si el control de constitucionalidad es un control de la ley, al
margen ya de su aplicación, o por el contrario, se trata de un control con ocasión de la aplicación de
la ley»: como él mismo escribe con el objeto de «diferenciar un plural conjunto de variables, asentadas
en la mayoría de los casos, aunque no en todos, en binomios dicotómicos, y sujetas a una cierta arti-
culación, con las que ofrecer pautas explicativas de las muy distintas modalidades del control de la
constitucionalidad, modalidades que, por lo general y como ya se ha podido constatar, se presentan
entremezcladas en los muy heterogéneos sistemas de justicia constitucional que la realidad nos ofrece».
150 • Lucio Pegoraro
5. CLASIFICACIÓN DE MODELOS
Y CLASIFICACIONES DE ORDENAMIENTOS
Pero más allá de las opciones sobre los “elementos determinantes” para clasifi-
car los modos de ejercer la justicia constitucional, procede hacer algunas considera-
ciones.
En cada ordenamiento conviven por lo común (normalmente) más modos de
suministrar justicia constitucional. En Alemania el recurso puede ser «abstracto» o
«concreto» (aunque siempre sucesivo); en Italia en vía de incidente (generalmente)
o en vía de recurso y, hasta la reforma del Título V de la Constitución, sucesivo
(casi siempre) o preventivo (sólo para leyes regionales); en España por vía inciden-
tal o de recurso y, durante un breve periodo, preventivo (sobre leyes orgánicas);
etc. Así sucede realmente en casi todo el resto del mundo y hasta los ordenamien-
tos que han imitado el arquetipo francés o estadounidense añaden a los esquemas
allí elaborados modalidades ulteriores de acceso o de decisión.49 Sólo en Francia se
ha consolidado (casi) exclusivamente el sistema del control abstracto a priori, mien-
tras en Estados Unidos y en general en los ordenamientos del common law el control
es concreto y se resuelve en el ámbito del respectivo case or controversy.
Sin embargo una cosa es analizar los “sistemas” de justicia constitucional y otra
profundizar en el modo como ésta opera en el ámbito de ordenamientos históricos.
No faltan solapamientos entre estos dos enfoques, con posible prevalencia de un
elemento sobre el otro. Así, históricamente, podemos definir al estadounidense
como un ordenamiento difuso y concreto; o afirmar que lo propio del ordenamien-
to italiano es ser un modelo prevalentemente incidental, o el francés un tipo prevalente-
mente preventivo y abstracto (ya no político); pero no podemos decir lo mismo, uti-
lizando categorías clásicas de España o Alemania, ni de Austria. Con mayor razón
tampoco podemos decirlo de innumerables ordenamientos que sólo recientemente
han introducido, o cambiado, o “relanzado” la justicia constitucional.
Lo que frecuentemente queda en sombra, en las clasificaciones doctrinales, es
la distinción entre los modelos heurísticos construidos en laboratorio, aunque sea
en base a experiencias históricas, y el funcionamiento concreto de la justicia consti-
tucional en singulares ordenamientos. Falta en suma no ya un adecuado grado de
48 J. J. FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ, La justicia constitucional europea ante el siglo XXI, Civitas, Ma-
drid, 2002.
49 P. ej. en algunas colonias francesas el control puede ser incluso incidental. Indicaciones de de-
talle en L. PEGORARO, Lineamenti di giustizia costituzionale comparata, cit., pp. 47, 58.
Clasificaciones y modelos de justicia constitucional • 151
50 … lo que explica que en ambos sectores de análisis (como también en otros) sea frecuente la
propuesta de sub-división de las categorías originarias: cfr. L. Pegoraro, A. Rinella (cur.), Semipresidenzialis-
mi, cit., passim.
51 L. PALADIN, La tutela delle libertà fondamentali offerta dalle Corti costituzionali europee: spunti compara-
tistici, en L. CARLASSARE (a cura di), Le garanzie giurisdizionali dei diritti fondamentali, CEDAM, Padova,
1988, p. 11 ss. y en L. PEGORARO, A. REPOSO, M. GOBBO (a cura di), Letture introduttive al diritto pub-
blico comparato, CEDAM, Padova, 1998, p. 203 ss.
152 • Lucio Pegoraro
52 Tomado del modelo alemán se encuentra sancionado en Portugal, y en las Constituciones del
este europeo, en la República Checa, en la Eslovaca, Rumania, Polonia, Croacia, Eslovenia, Albania,
Georgia, Armenia, Azerbaijan, Moldavia, Chile, Corea …
53 Lo encontramos en Azerbajan aunque también está previsto entre Parlamento y Gobierno, y
con individuación de sujetos titulares en Bulgaria, Croacia, Eslovenia, Eslovaquia, Rusia, Georgia,
Albania, Tayikistan, Sudáfrica, Ecuador, Bolivia, Senegal, Chad, Mali, República de Corea, Costa
Rica…
54 … contemplado p. ej. —teniendo en cuenta varios modelos, entre ellos el italiano y el portu-
gués— en Lituania, Rusia, Ucrania, Armenia, Rumania Albania, Chile, Honduras, Yemen, Zaire. In
Azerbajan la Corte interviene tanto en la fase inicial como en la final. Adicionalmente podemos recor-
dar que algunos Tribunales tienen también el poder de remoción temporal del Presidente. Interesantes
en este procedimiento son los casos de Croacia y Bulgaria.
55 … que se registra en Rumania, Croacia, Hungría, Polonia, Bulgaria, Azerbaiyan, Armenia,
Moldavia, Lituania. In Croacia e in Azerbayan los Tribunales valoran tan sólo las dimisiones y consta-
tan la muerte del Presidente.
56 …cuyo ámbito no siempre está suficientemente delimitado, como atestigua la jurisprudencia
americana sobre el tema de las advisory opinions, y que se conecta con la temática del control preventi-
vo. Está prevista en Eslovenia y en Ucrania en materia de tratados (v. También el art. 54 const. fran-
cesa, con la correspondiente enmienda de 1992), en Hungría sobre actos presidenciales o sobre pro-
yectos de leyes en Guatemala, Bolivia, India. Entran en esta categoría también los dictámenes relativos
a la suspensión del Presidente (Rusia) y acusación (Lituania).
Clasificaciones y modelos de justicia constitucional • 153
57 V. S. BALDIN, Le “altre funzioni” delle Corti costituzionali con particolare riferimento agli ordinamenti
dell’Europa centro-orientale, E. U. T., Trieste, 2000; G. F. FERRARI, Le forme di controllo di costituzionalità
“anomale”, en Dir. pubbl. comp. ed eur., 2000, p. 351 ss.
154 • Lucio Pegoraro
6. ELEMENTOS DETERMINANTES
Y NUEVAS PROPUESTAS CLASIFICATORIAS
A la luz de cuanto hemos expuesto hasta ahora, a las clasificaciones basadas en
modelos de justicia constitucional les parecería útil (no simplemente sustituir sino
por lo menos) complementarlas con ulteriores tipologías que atiendan a la posición
general de las Cortes en los respectivos ordenamientos, sugeridos al tenor de los
criterios enunciados en § 1.
Ello comporta naturalmente no pocos problemas metodológicos. El primero es
similar al que encuentran quienes se han ocupado o se ocupan del reparto vertical
del poder, entre centro y periferia. Abandonadas las teorías “estáticas” del federalis-
mo, la recepción difusa aunque no unánime de las teorías “dinámicas” propuestas
por Carl Friedrich genera por su propia lógica una mayor indeterminación y una
más escasa precisión jurídica. Adicionalmente, tienen mejor idoneidad para dar
cuenta de las siempre menos difusas diferencias entre Estado federal, Estado regio-
nal y otras formas agregativas (p. ej., la Unión Europea); al mismo tiempo evidencia
la dificultad de focalizar la naturaleza de un ordenamiento de una vez por todas, y
no en un concreto momento histórico.
Como sucede con el federalismo, (donde siempre es más rentable razonar en
términos cuantitativos, jurídicamente menos precisos pero más atentos a la realidad
y donde es necesario entonces insistir en la mayor o menor autonomía concedida a
los entes descentralizados), lo mismo puede hacerse con los sistemas de justicia
constitucional.
La principal ventaja viene representada sin embargo por la posibilidad de co-
nectar esta última con el conjunto de cada ordenamiento, dándole sentido de actua-
lidad a las denominaciones “geográficas” de los modelos. Argumentar hoy sobre el
modelo austriaco, aludiendo a un sistema históricamente superado incluso en aquel
ordenamiento puede ser incorrecto si no se hace referencia a la figura original dise-
ñada en la Constitución de 1920, y modificada desde 1929. Del mismo modo ha-
blar de un “modelo americano” puede parecer más correcto, pero se subrayan sus
características histórico-jurídicas, más que su configuración actual.
Parece pues que básicamente pueden diferenciarse, en relación con el contexto
estructural en el que se insertan los órganos de justicia constitucional, entre Tribu-
nales que operan en una posición monopolista (sistemas unitarios) y Tribunales que
actúan en concurrencia con otros sujetos (sistemas plurales).
Esta clasificación insiste en la clásica dicotomía entre control difuso y control
concentrado, asentándose también sobre otros elementos distintos a la mera distribu-
ción entre jueces (ordinarios y/o ad hoc) de las funciones de justicia constitucional.
La hibridación de modelos desde la perspectiva propuesta comporta primaria-
mente que a los sistemas clásicamente denominados «continentales», «austriacos»,
Clasificaciones y modelos de justicia constitucional • 155
ñalada, no tanto en razón del tipo di acceso (directo o incidental), cuanto de la uni-
vocidad o pluralidad de los tipos utilizados y de la cualidad de los sujetos titulares.
Podemos pues operar una doble distinción. De una parte, colocamos a algunos
ordenamientos (puros) que utilizan de hecho un único sistema: el incidental en Esta-
dos Unidos y ordenamientos derivados, el preventivo y abstracto en Francia, el di-
recto en Austria hasta la renovación de 1929 o, durante el mismo periodo, Checos-
lovaquia. De otra, todos los numerosos ordenamientos mixtos que emplean
conjuntamente diversas modalidades (control preventivo y sucesivo, vía incidental y
vía de recurso, abstracto y concreto, etc.). Se trata además, come ya hemos eviden-
ciado, de la inmensa mayoría de los países.
En cuanto a la cualidad de los sujetos legitimados, a los ordenamientos cerrados
donde se limitan taxativamente a entes y órganos del Estado (Francia, Austria como
prototipo) se contraponen (aunque a veces de modo diverso) los sistemas abiertos
donde el control concreto tiene como protagonistas a otros entes u órganos, inclu-
so jueces, e incluso aquellos donde el acceso, a través del amparo, el Beschwerde u
otros institutos similares, se permite a todas las personas físicas (e incluso jurídicas).
7. CONCLUSIONES
* La primera versión de este trabajo se publicó con el título “Las aporías del control de la inacti-
vidad del legislador”, en la Revista Peruana de Derecho Constitucional nº 2 (2000), p. 99-110. Después, una
segunda versión, corregida y aumentada, apareció en la Revista de las Cortes Generales nº 51 (2001),
p. 117-134 con el título “Crítica de la llamada inconstitucionalidad por omisión”. Este trabajo consti-
tuye una revisión y ampliación de este último texto.
** Catedrático de Derecho Constitucional. Universidad de Santiago de Compostela (España).
159
160 • Carlos Ruiz Miguel
2. PRESUPUESTOS CONCEPTUALES
rome Frank), sostiene la tesis de que “Derecho es lo que dicen los jueces”. De
acuerdo con la misma, para poder hablar de Derecho, tiene que haber una preten-
sión judicializable, de suerte que cuando algún enunciado no pueda ser objeto de
confirmación, interpretación o revisión por los jueces, tal enunciado carecería de na-
turaleza jurídica. La concepción judicialista es, por lo tanto, un positivismo pues
sólo es Derecho lo que ha sido “puesto” por los jueces.
A nuestro juicio, sin embargo, la concepción judicialista del Derecho no consti-
tuye una premisa aceptable para comprender el Derecho. En efecto, el judicialismo
incurre en el vicio lógico de tomar la parte por el todo: es cierto que todo lo que
dicen los jueces es Derecho, pero no lo es menos que también es Derecho aquello
que pueden decir o hacer otros órganos o sujetos. De esta suerte, la existencia de
una “justiciabilidad” del enunciado no resulta constitutiva de lo jurídico y podemos
considerar como Derecho normas o enunciados que no son dichos o no pueden
ser confirmados o confirmables, interpretados o interpretables, revisados o revisa-
bles por los jueces. En esta posición nos sentimos confortablemente acompañados
por muy diversos teóricos del Derecho: desde el gran representante del normativis-
mo positivista que es Kelsen , hasta uno de los más sugerentes autores del neoius-
naturalismo fenomenológico como Cotta, sin olvidar también al positivista Hart.
Para Kelsen, el Derecho es un orden normativo globalmente eficaz y provisto
de sanciones (Kelsen, 1989, p. 70). Tal orden jurídico debe conllevar diversos nive-
les de normas y, como mínimo tres: las normas de producción de normas que per-
mitirán determinar y modificar el contenido de las obligaciones, prohibiciones y au-
torizaciones; las normas generales y abstractas; y las normas individuales y
concretas (Pfersmann, p. 487).
Por su parte, Cotta considera que el Ur-phänomen del Derecho consiste en la eli-
minación de la posible injusticia mediante la coordinación estable y regular de las
acciones, la superación de la enemistad mediante la razón y la regla unificadoras, sin
recurrir a la fuerza, que es reducida a puro instrumento de garantía del acuerdo
(Cotta, p. 99-100).
Finalmente, Hart, que se considera positivista ha formulado en varios trabajos
su llamada “teoría del contenido mínimo del Derecho Natural”, de acuerdo con la
cual al plantear la cuestión de qué normas deben regir en una sociedad, hay que su-
poner que los hombres que la componen pretenden vivir, de donde se deduce que
“hay ciertas reglas de conducta que toda organización tiene que contener para ser
viable” (Hart, p. 238). Sobre la base de la teoría del profesor de Oxford se ha pos-
tulado que el Derecho “sirve a la supervivencia de la vida social”, entendida como
“razón explicativa” y al mismo tiempo como “razón justificativa”. Precisamente
porque una sociedad debe existir deben establecerse ciertas normas que regulen su
162 • Carlos Ruiz Miguel
En segundo lugar, y aun considerando que una Constitución tiene “valor jurídi-
co”, resulta muy esclarecedor averiguar si “todos” sus preceptos tienen el mismo
“valor jurídico” o cabe establecer graduaciones en este punto. Debe recordarse a
este respecto el dato fundamental de que la Constitución es, sí, una norma jurídica,
pero una norma jurídica peculiar en la que los efectos jurídicos “se ven matizados
de ordinario por un complicado sistema de reenvíos y de normas interpuestas que
completan las sumariedad inicial del texto en un grado cuantitativa y cualitativa-
mente más intenso que el que se utiliza en las normas ordinarias” (Nieto, p. 399).
La peculiaridad de la norma constitucional es manifiesta en dos órdenes de cuestio-
nes: por un lado, porque en muchos de sus preceptos coinciden la figura del autor
de los preceptos con la del destinatario (en preceptos tales como “el Estado debe-
rá”, “los poderes públicos promoverán”, “la ley regulará”); por otro lado, porque
en caso de que estos destinatarios incumplan la norma coinciden en la persona del
Estado la figura del destinatario-cumplidor y la del destinatario-aplicador (los tribu-
nales del Estado), ya que la coacción que utilizan los órganos del Estado que son
los tribunales es la que pone a su servicio ese otro órgano del Estado que es el Eje-
cutivo (Nieto, p. 402-403).
En tercer lugar, debe hacerse constar que la Constitución no sólo es una norma
jurídica peculiar sino, además, heterogénea. En su seno se distinguen muy diversos
tipos de normas: derechos fundamentales, garantías institucionales, normas de orga-
nización, mandatos al legislador, principios fundamentales, fines del Estado. La efi-
cacia de tales normas no es siempre la misma. El gran jurista que diseñó las líneas
maestras de la teoría del “valor jurídico” de la Constitución y de la “judicial review”
de la legislación, ya advirtió este fenómeno en su obra señera. Según Marshall, cier-
tamente y como regla general “no puede presumirse que haya sido intención del
constituyente establecer cláusulas en la Constitución que queden sin efecto, por lo
que una construcción que defienda esa tesis es inadmisible”. Ahora bien, esta regla
admite una excepción según Marshall, para quien las normas constitucionales tie-
nen eficacia normativa “a menos que el texto literal así lo exija” (unless the words re-
quire it) (5 US 137, 174-175). Es decir, el propio padre del control judicial de la
constitucionalidad de las leyes admite en el texto fundacional de la sentencia Mar-
bury v. Madison que el propio poder constituyente puede establecer normas con la
intención de que no tengan efecto (mediato o inmediato). Por centrarnos en el caso
español, mientras las normas de derechos contenidas en los arts. 14 a 38 tienen efi-
cacia jurídica directa e inmediata teniendo como destinatarios a “todos” los poderes
públicos de acuerdo con el art. 53.1 CE, las normas de los arts. 39 a 53 sólo tienen
eficacia jurídica indirecta y mediata, pudiendo ser alegadas ante los tribunales sólo
de acuerdo con las leyes que los desarrollen (art. 53.3 CE).
164 • Carlos Ruiz Miguel
C) EL CARÁCTER NO MONOPÓLICO
DE LA DEFENSA DE LA CONSTITUCIÓN
tario-aplicador (tribunales del Estado) son todos ellos órganos de la misma persona,
el Estado. Ahora bien, al ser “órganos” y de la misma “persona”, sólo pueden ha-
cer aquello para lo que tienen “competencia”. En el constructo objeto de discusión,
tanto el legislador como el órgano que controla su inactividad forman parte de la
misma persona jurídica. La situación a la que se aboca es la siguiente: ¿puede un tri-
bunal del Estado sancionar a otro órgano en cuanto tal (no a sus miembros uti sin-
guli)? Sería absurdo que un tribunal impusiese a un parlamento una sanción de mul-
ta por haber omitido una actuación de la que se dice que es “debida”. Muy distinta
sería la situación si el destinatario-cumplidor y el destinatario-aplicador fueran órga-
nos de distintas personas jurídicas, que es lo que ocurre en el Derecho Comunita-
rio, donde se contempla la posibilidad de que el TJUE imponga multas a los Esta-
dos que no cumplan las sentencias del Tribunal obligando a actuar al Estado para
cumplir un mandato del Derecho Comunitario (así, la STJUE de 4 de julio de 2000,
C-387/97). Ahora bien, esta solución, propia de un ordenamiento muy peculiar
como es el comunitario resulta, sin embargo, difícilmente trasladable al Derecho
Constitucional de un Estado porque en el caso comunitario es un órgano de una
persona jurídica (la Unión Europea o las Comunidades Europeas —dejemos de lado
el debate al respecto) impone una multa a otra persona jurídica distinta (el Estado
miembro). En el Derecho Constitucional, sin embargo, el proceso por inconstitu-
cionalidad se basa en que un órgano (el Tribunal Constitucional) de una persona ju-
rídica (el Estado) juzga a otro órgano (Parlamento) de la misma persona jurídica.
3.C. En tercer lugar, este constructo ignora la heterogeneidad de las normas
constitucionales. En efecto, las normas constitucionales son heterogéneas no sólo
por sus destinatarios (como se ha visto), sino también por su estructura. No puede
tratarse igualmente una norma que establece “fines del Estado” que una norma de
estructura condicional clásica. El tratar igualmente ambos tipos de normas constitu-
cionales supone, de un lado, aceptar un concepto de Constitución cerrada (no pre-
cisamente pacífico) estrechamente conectado con una idea del Derecho propia del
positivismo judicialista; y, de otro, asumir una ideología constitucional que puede
calificarse como no-democrática (Böckenforde 1976, pp. 413, 419-420; Id. 1990,
pp. 30-31; Scheuner, pp. 346-347).
3.D. En cuarto lugar, el carácter judicialista del constructo (pues en la actuali-
dad no existen formulaciones que atribuyan el control de la constitucionalidad de la
inactividad legislativa a órganos distintos de los jueces) en la aplicación del mismo
conduce a problemas que no han podido ser resueltos, cual el de quien debe inter-
pretar el “plazo” para legislar. Existen relaciones normativas en las que el desarrollo
o concreción está fijado en plazos precisos: así sucede en la relación entre normas
generales del Derecho Comunitario (directivas) y normas generales estatales o de lo
Crítica de la llamada inconstitucionalidad por omisión • 169
que sucede en la relación entre determinadas dos normas generales estatales (ley-re-
glamento) o entre normas generales y normas singulares del Estado (relación entre
la ley o el reglamento con la sentencia o el acto administrativo). Sin embargo, las
normas constitucionales generales que necesitan de concreción para su aplicación no
disponen habitualmente un plazo para realizar tal concreción. Se plantea así el pro-
blema de cuándo hay que dar cumplimiento al mandato que eventualmente conten-
ga la Constitución.
Los autores y alguna jurisprudencia hablan de un “plazo razonable”. Ahora
bien, esto plantea numerosas dificultades.
Por una parte, si el término para dar cumplimiento a un mandato legislativo no
está fijado por el poder constituyente ¿es legítimo que un poder constituido lo esta-
blezca? Generalmente se incluye un mandato al legislador sin fijar el plazo de cum-
plimiento del mismo como resultado de un “compromiso apócrifo” que se expresa
en una legislación constitucional confusa, ambigua y polisémica. Con ello, a la hora
de interpretar y custodiar el cumplimiento de esa voluntad por parte de los Tribu-
nales Constitucionales, “lo que realmente ocurre es que de guardianes del poder
constituyente pasan a transformarse en sus sustitutos” (De Vega, p. 36).
Por otra parte, en el difícil supuesto de que se conteste afirmativamente a la
primera cuestión, nos asalta una pregunta ulterior: ¿qué poder constituido debiera
estar legitimado para juzgar la “razonabilidad” del plazo? o, en otros términos,
¿quien debe defender en este terreno la Constitución? Parece que el parlamento, a
quien se le encomienda la tarea de la legislación positiva, que conoce la complejidad
del problema y que, por si fuera poco, está directamente elegido por el pueblo de-
bería ser el más indicado para determinar el momento y afirmar si una dilación es o
no es razonable. No cabe extender al problema de la inactividad legislativa el trata-
miento que se da a la cuestión de la inactividad administrativa o judicial, pues la ley
determina con precisión los plazos en los que deben actuar la administración o los
jueces. Es más, de acuerdo con la jurisprudencia de órganos como el Tribunal Eu-
ropeo de Derechos Humanos o el Tribunal Constitucional español no siempre la
actuación de un juez fuera de los plazos marcados por la ley supone una “dilación
indebida”. ¡Los propios Tribunales (Tribunal Constitcional Español, Tribunal Eu-
ropeo de Derechos Humanos, Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas)
actúan fuera de los plazos que les marca la normativa que les es aplicable!
Aun habiendo superados todos los problemas (a nuestro juicio, aporías) sustan-
tivos antes mencionados, en el caso de que se admitiera el constructo en un orde-
170 • Carlos Ruiz Miguel
Ante este tipo de mandamientos judiciales de legislar cabe hacer varias objecio-
nes. En primer lugar, debe recordarse nuevamente que las consecuencias jurídicas
no son iguales respecto a todas las normas constitucionales (pueden variar los desti-
natarios o el grado de concreción de la norma). No es igual una resolución que or-
dena indemnizar a un perjudicado por la inactividad legislativa (lo que exigiría pre-
viamente superar el problema de si cabe solicitar tal responsabilidad patrimonial al
legislador incluso por su actividad legislativa positiva) que una resolución que orde-
na legislar bajo pena de cárcel o de multa o que establece ella misma una disposi-
cion legislativa. En segundo lugar, la posibilidad de dotar de un mecanismo de san-
ción judicial a la llamada “inconstitucionalidad por omisión” se halla estrechamente
ligada a la cuestión de la naturaleza jurídica de los órganos judiciales. Se tiende a ol-
vidar la sustancial diferencia entre los tribunales del ordenamiento norteamericano
y los de tipo continental-europeo. Para los primeros, es posible todo lo que no les
prohiba la Constitución, mientras que para los segundos es posible sólo lo que les permita
la ley. Así las cosas, el establecimiento de una pena o de una sanción en los sistemas
continental-europeos, es inconcebible, de acuerdo con el principio de legalidad pe-
nal, si previamente una ley no tipifica como infracción la inactividad legislativa. En
tercer lugar, la posibilidad de que el propio tribunal dicte una orden legislativa
(como, por ejemplo, el establecimiento de un impuesto para sufragar una presta-
ción) no sólo es algo incompatible con la naturaleza de los tribunales continen-
tal-europeos (que, repito, sólo pueden hacer lo que les permita la ley), sino que ade-
más constituye una grave violación del principio de separación de poderes en tanto
en cuanto el Poder Judicial no sólo asumiría la tarea de legislador negativo, sino tam-
bién la de legislador positivo llegando a una situación en la que prácticamente todo el
poder de un órgano (tanto el poder legislativo negativo como el positivo) sería ejer-
cido por quien pose todo el poder de otro órgano (el poder judicial), lo cual subver-
tiría los principios fundamentales de una Constitución libre. No puede extrañarnos,
por tanto, que se haya podido decir que “las exageraciones en el entendimiento de
la interpretación (constitucional) conducen a la improcedente identificación del
proceso de legislación y el proceso de interpretación hasta el punto de que, por ter-
minar cumpliendo los mismos efectos, pueda afirmarse de ellos que son la misma
cosa” (De Vega, p. 40).
4.B. Para intentar salvar las anteriores objeciones podría pensarse en configurar
el constructo como una institución no “jurisdiccional” y, por lo tanto sin que la
consecuencia jurídica fuese una sentencia tan siquiera de tipo “declarativo”. Se po-
dría pensar en atribuir al Tribunal entonces una competencia de tipo “consultivo”,
siendo el pronunciamiento en tal caso no una “sentencia”, sino un “dictamen”.
Esta pretensión está aquejada de diversos puntos débiles.
En primer lugar, los tribunales, y en especial los constitucionales (incluyendo,
172 • Carlos Ruiz Miguel
téntico círculo vicioso: ¿qué órgano “político” puede tener más legitimidad que el
propio Parlamento?
6. REFLEXIONES FINALES
6.A. El constructo discutido no se cohonesta bien con el principio democráti-
co. Si seguimos este principio en toda su lógica, no hay discusión alguna acerca del
hecho de que el Parlamento tiene mayor legitimidad democrática que el Tribunal
Constitucional. Por su parte, el principio de división de poderes tiene como objeti-
vo evitar una de las posibles consecuencias del principio democrático: la tiranía de
la mayoría. Esto significa que si anulamos el principio de división de poderes nos
veríamos abocados a una de estas dos consecuencias: bien la afirmación del princi-
pio democrático radical (que implicaría la supresión del Tribunal Constitucional, pues
bastaría con el Parlamento), bien la afirmación del principio aristocrático (Pegoraro,
p. 130) radical (que implicaría la supresión del Parlamento, pues bastaría con el Tri-
bunal Constitucional). El principio de división de poderes es la más alta construc-
ción del Derecho Público de los últimos siglos y constructos como el impugnado
debieran ponderar más las consecuencias que producen sobre la misma. La preten-
sión de controlar la inactividad del legislador pone en peligro el principio de divi-
sión de poderes y lo hace siempre en un sentido aristocrático y antidemocrático.
6.B. El constructo impugnado, aunque nace del deseo de llevar a las últimas
consecuencias el principio de supremacía de la Constitución, puede producir un re-
sultado contrario a ese deseo. Aquí late el problema de la interpretación de la Cons-
titución. Porque esta es la cuestión, en qué medida bajo la invocación retórica de la
“supremacía de la Constitución”, en la práctica no se produce una subrepticia con-
sagración de la “supremacía del Tribunal Constitucional”, convertido en la práctica
en el titular del poder constituyente. Lo paradójico es que se defienda esto en una
época en la que los adelantos tecnológicos y de comunicación hacen más fácil que
nunca la “provocatio ad populum”, el recurso al propio pueblo, a la reforma constitu-
cional para solucionar esas cuestiones. ¿Por qué no se hace así? Se podría parafra-
sear a Fromm hablando de “miedo a la democracia”
6.C. Una de las notas que caracteriza un ordenamiento jurídico es la pretensión
de coherencia. A todos nos preocupa que haya provisiones constitucionales que
puedan incumplirse, como a todos nos preocupa que haya provisiones legales o ac-
tos administrativos o sentencias judiciales que también puedan incumplirse (que
también las hay). Ambos supuestos implican una quiebra en la coherencia del orde-
namiento. Pero también es cierto que no hay ningún ordenamiento absolutamente
coherente. Al evaluar la coherencia de un ordenamiento podemos adoptar dos
Crítica de la llamada inconstitucionalidad por omisión • 175
7. BIBLIOGRAFÍA
ABI-SAAB, Georges, “Éloge du ‘Droit assourdi’. Quelques reflexions sur le rôle de la soft
law en droit international contemporain”, en VV.AA., Nouveaux itinéraires en Droit. Hom-
mage à François Rigaux, Bruylant, Bruselas, 1993, p. 59 ss.
BLANCO VALDÉS, Roberto, El valor de la Constitución. Separación de poderes, supremacía de la ley y
control de constitucionalidad en los orígenes del Estado liberal, Alianza, Madrid, 1994.
176 • Carlos Ruiz Miguel
Carlos Ruiz Miguel y Joaquín Brage Camazano, con apéndice del autor a la misma: “El
mandamiento judicial de legislar: una garantía frente a la inactividad inconstitucional del
legislador”, en Cuadernos Constitucionales de la Cátedra Fadrique Furió Ceriol, nº 20-21
(1997), p. 73-96.
SCHEUNER, Ulrich, “Staatszielbestimmungen” (1972), en Manfred Friedrich (ed.), Verfassung.
Beiträge zur Verfassungstheorie, Wissenschaftlicher Buchgesellschaft, Darmstadt, 1978.
SCHNEIDER, Hans Peter, Democracia y Constitución, trad. de Joaquín Abellán, CEC, Madrid,
1991.
DE VEGA GARCÍA, Pedro, “Apuntes para una historia de las doctrinas constitucionales del
siglo XX”, en VV.AA., La Ciencia del Derecho durante el siglo XX, UNAM, México, 1998,
p. 3 ss.
178 blanca
El desarrollo del Derecho
Procesal Constitucional:
logros y obstáculos*
Néstor Pedro Sagüés* *
1. INTRODUCCIÓN
El despliegue alcanzado en las dos últimas décadas en Latinoamérica por el derecho
procesal constitucional, disciplina que en su versión de mínima se ocupa de la ma-
gistratura y de los procesos constitucionales (vale decir, de la jurisdicción constitu-
cional) es significativamente asombroso.
En pocos años la materia ha logrado insertarse en las carreras de abogacía de
numerosas facultades de derecho, sea como asignatura obligatoria o como opcional.
Abundan los cursos y seminarios, en grado y posgrado, de la disciplina, e incluso
en el doctorado en derecho. La cantidad de artículos y de libros especializados ha
crecido geométricamente. Incluso cortes supremas (como por ejemplo la argentina,
en “Strada”), aluden ya al “derecho procesal constitucional”.1 Simposios, congresos
y reuniones, como las VII Jornadas Argentinas de Derecho Procesal Constitucio-
nal, y el Primer Encuentro Latinoamericano de Derecho Procesal Constitucional,2
2. RAZONES DE UN ÉXITO
¿A qué debe atribuirse esa eclosión del derecho procesal constitucional? Con-
curren en este punto varias razones, a saber:
a) la restauración de la democracia. En los años ochenta, América Latina transforma
muchos de sus regímenes de facto en gobiernos constitucionales y democráticos. Eso
importa no solamente una transformación política, sino una recotización de los de-
rechos personales y de las garantías constitucionales para protegerlos, entre las que
figuran, desde luego que en primer término, los procesos constitucionales destina-
dos a afianzar la supremacía de la Constitución (hábeas corpus, amparo, hábeas
data, acciones declarativas de inconstitucionalidad, etcétera).
Si bien muchos de esos dispositivos procesales existían en los años previos, e
incluso durante los gobiernos de facto, es evidente que la vuelta a la democracia im-
portó una manera distinta, más intensa claro está, de respetar a aquellos derechos y a
tornar más operativas las garantías procesales del caso. El paisaje autoritario, próxi-
mo en algunos países al terrorismo de Estado, no tenía por cierto el clima ideal
para que allí floreciera el derecho procesal constitucional. Antes bien, es el Estado
de derecho, democrático y constitucional, el habitat natural de esa rama del mundo
jurídico.
b) el lanzamiento de Cortes y Salas constitucionales. Sin perjuicio del serio anteceden-
te inicial que significó el “Tribunal de Garantías Constitucionales y Sociales” de la
Corte Suprema de Justicia, según la constitución de Cuba de 1940, lo cierto es que
a partir de la constitución peruana de 1979 se afianza en el subcontinente latinoa-
mericano el propósito de instituir Cortes, Tribunales o Salas constitucionales, de
distinta factura, pero que a menudo concentran el control de constitucionalidad
con mayor o menor fuerza centrípeta. Al comenzar el siglo XXI, compartiendo o
no el control de constitucionalidad con los restantes tribunales típicamente judicia-
les, Costa Rica, Guatemala, El Salvador, Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú, Pa-
raguay, Bolivia y Chile, junto con Nicaragua y poco después Honduras, aceptaban
2003, en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales del Rosario, de la Pontificia Universidad Católica
Argentina. Sobre el desarrollo del derecho procesal constitucional argentino, cfr. SAGÜÉS, Néstor Pe-
dro, Derecho Procesal Constitucional. Recurso Extraordinario, 4ª. ed., Buenos Aires, ed. Astrea, 2002, t. 1 pág.
22 y sigts. En términos generales, cfr. GARCÍA BELAUNDE, Domingo, Derecho Procesal Constitucional,
Lima, ed. Marsol, 1998, pág. 6 y sigts.
El desarrollo del Derecho Procesal Constitucional: logros y obstáculos • 181
3. RIESGOS Y PRUEBAS
No todas son rosas en el jardín del derecho procesal constitucional. El incre-
mento de la disciplina conlleva muchos problemas, algunos referidos a la magistra-
tura constitucional, otros atinentes a los procesos constitucionales. Encaramos los
que parecen más apremiantes.
a) magistratura constitucional. Un derecho procesal constitucional más activo va a
exigir jueces constitucionales también muy idóneos, o sea, muy entrenados en lo
constitucional, muy responsables en cuanto el efecto de sus veredictos y muy inde-
pendientes.
Todo eso demanda un delicado equilibrio entre un desenvolvimiento dinámico
y a la vez sensato de la Constitución, leal con el techo ideológico de la ley suprema.
El juez de la constitución puede verse atraído a aplicar la constitución según su
gusto o paladar, torciéndola de acuerdo con sus apetitos ideológicos y manipulán-
dola pro domo sua, haciendo pasar, llegado el caso, gato por liebre constitucional.8
Otra dimensión básica en el perfil del juez constitucional, y muy en particular
de los jueces constitucionales supremos, es su condición para realizar interpretacio-
nes previsoras de la Constitución, o sea, emitir sentencias que tengan muy en cuenta
sus consecuencias tanto para el caso concreto como para la sociedad global en don-
de pueden proyectarse tales veredictos. Sabido es que las resoluciones de una Corte
Constitucional o de quien haga sus veces, trascienden el expediente donde se for-
mulan y ya sea por imperativo constitucional (cuando sus fallos tienen, por decisión
de la Constitución, efectos erga omnes), o por elaboración jurisprudencial de la pro-
pia Corte o Tribunal deben ser seguidos por los tribunales inferiores, lo cierto es
que tales sentencias tienden a formar con frecuencia reglas generales para la socie-
dad, y es obvio que, si tienen de algún modo tal carácter, quienes las emitan deben
ejercer su ministerio jurisdiccional con una cautela tanto jurídica como política (en-
dientes, la nota de acceso real a la justicia. Esto justifica, paralelamente, un buen ar-
senal de medidas cautelares de producción segura, de no innovar e innovativas, in-
cluyendo la tutela anticipada sobre el fondo del asunto.
Todo ello está muy bien, y así debe ser. Pero cabe advertir respecto de ciertos
desafíos que atraviesan hoy los procesos constitucionales.
Uno es de tipo cuantitativo: una multiplicación (aun justificada) de procesos
constitucionales puede hacer colapsar el sistema judicial de un país, si no se provee
al mismo del número suficiente de sedes tribunalicias y de auxiliares. El reciente
caso argentino, de más de doscientos o trescientos mil juicios de amparo, con moti-
vo de las normas reguladoras (es un decir) de las restricciones bancarias en materia
de disponibilidad de fondos, constituyó un hecho único en el mundo, que bloqueó
a la judicatura federal durante varios meses, y motivó una gimnasia constitucional
igualmente atípica: no estaba todavía seca la tinta de nuevas normas publicadas
apresuradamente en el Boletín Oficial del Estado (leyes, decretos de necesidad y ur-
gencia, decretos comunes), que la justicia constitucional, muchas veces in audita par-
te y en medidas cautelares, las declaraba inconstitucionales, y generalmente con bue-
nos motivos.
Concomitantemente, esa inimaginada cantidad de amparos provocó, en un país
adherido al sistema norteamericano de control difuso o desconcentrado de consti-
tucionalidad, pronunciamientos disímiles y hasta opuestos, cuya confrontación, en
muchas materias, no ha sido resuelta todavía por la Corte Suprema de Justicia de la
Nación. Naturalmente, ello no coincide con los valores de igualdad y seguridad jurí-
dicas, y hace meditar sobre la posible conveniencia de instrumentar algún tipo de
control concentrado de constitucionalidad, con efectos erga omnes, ya en la Corte
Suprema, (pero no consintiendo que ella carezca de plazos para resolver), ya en una
Sala o Tribunal Constitucional especializado.
De esto cabe concluir que no siempre la estructura tribunalicia está en condi-
ciones de absorber y procesar todos las acciones constitucionales que los litigantes
pueden presentarle a su decisión.
Por otra parte, bien pueden presentarse situaciones de desnaturalización de
procesos constitucionales. Una, harto frecuente, es cuando las partes presentan a
los tribunales acciones de amparo para atender casos polémicos o discutibles, o no-
toriamente complejos, dignos de juicios ordinarios, contraviniendo reglas constitu-
cionales que reservan dicho instituto para actos u omisiones viciados de “arbitrarie-
dad o ilegalidad manifiesta” (art. 43, constitución nacional argentina). Otra, cuando
gestionan ante la misma judicatura pretensiones harto opinables, cuando no des-
concertantes, maquillándolas como exigencias de la Constitución; o si se imputa fá-
cil y arbitrariamente la inconstitucionalidad de preceptos que implican una opción
constitucional permitida para el legislador, o cuando se hurga en argumentaciones
186 • Néstor Pedro Sagüés
4. RECAPITULACIÓN
El derecho procesal constitucional ha dado pasos muy significativos en los últi-
mos lustros. Ello se explica en las modificaciones habidas en el escenario constitu-
cional (retorno a la democracia, divulgación de las salas y cortes constitucionales),
como en un cambio en la conciencia jurídica y social, más apremiante para la bús-
queda de soluciones y más crítica respecto del comportamiento del Congreso y del
Poder Ejecutivo, a la vez que requirente, a la magistratura constitucional, de res-
puestas que no encuentra en los otros órganos del Estado.
El auge del derecho procesal constitucional tiene también sus retos, como son
el planeamiento de una mejor magistratura constitucional (en particular, idónea en
espíritu constitucional y en derecho constitucional, profundamente independiente y
equilibrada en sus pronunciamientos, previendo las consecuencias de sus decisio-
nes) y la articulación de procesos constitucionales realmente operativos, lo que sig-
nifica proveer los medios del caso. También es necesario que la comunidad forense
contribuya en esta empresa respetando el sentido y los marcos razonables de tales
acciones y recursos.
Análisis jurisprudencial
188 blanca
Jurisdicción
constitucional local
y corrección de las omisiones
inconstitucionales relativas
Víctor Bazán*
I. BREVE INTRODUCCIÓN
Bien sabido es que, entre finales de 2001 y durante el año 2002 (aunque con deriva-
ciones que se constatan incluso en la actualidad), la República Argentina ha transi-
tado por vicisitudes durísimas que, inter alia, incluyeron el original hecho de tener
cinco presidentes sucesivos de la Nación en el lapso de doce días, la “pesificación”,
la depreciación de la moneda nacional frente al dólar estadounidense con la conse-
cuente pérdida del poder adquisitivo de nuestra divisa1 y el “corralito” financiero,
que restringía ilegítimamente la propiedad de los ahorristas al impedir la libre dis-
189
190 • Víctor Bazán
ponibilidad de los fondos depositados en las entidades bancarias. Tal cóctel de su-
cesos provocó una importante e inédita reacción popular gráficamente bautizada
como “cacerolazos”,2 además de involucrar saqueos de comercios y otros graves
disturbios que tuvieron como resultado trágico la pérdida de más de una treintena
de vidas humanas.
Un importante número de aquellas cuestiones fue impulsado a través de vario-
pintos despropósitos jurídicos, notoriamente inconstitucionales, que llevaron al país
hacia una verdadera “emergencia del Estado de Derecho” y precipitaron su desliza-
miento hacia una profunda crisis3 social, política, económica, financiera.
A su vez, dicha situación angustiante generó una multiplicidad de efectos, di-
rectos y colaterales, cuyo análisis desde distintas ópticas constituye un inagotable
desafío para los juristas.
Una de tales proyecciones fue debatida en la causa N° 76.181: “Banco Hipote-
cario S.A. en Juicio 125.123/6.693, Z., J.E. c/ Banco Hipotecario p/ Acción de
Amparo s/ Inconstitucionalidad y Casación”, resuelta por la Sala Primera de la Su-
prema Corte de Justicia de la Provincia de Mendoza en fecha 11 de julio de 2003:
nos referimos a que, frente a la descripta situación de emergencia provocada por la
profunda crisis económico-social, se posibilite la cancelación de deudas financieras
con títulos de la deuda pública, aplicando el beneficio de la pesificación a los deu-
dores de un contrato de mutuo con garantía hipotecaria tomado en dólares esta-
dounidenses.
En el citado pronunciamiento, que comentaremos en las líneas siguientes, se
encuentran presentes distintas facetas dignas de examen, por ejemplo: la virtuali-
dad de la acción de amparo como herramienta procesal-constitucional, la “recon-
ducción” que la sala sentenciante hizo de la pretensión del amparista, la actitud
aperturista que —en el marco del control de constitucionalidad— evidenció el tri-
bunal al atreverse a superar formalismos y estereotipos e ingresar en la interesante
(pero ríspida) problemática de la inconstitucionalidad por omisión y el recorrido
analítico que emprende en torno de diversas tipologías sentenciales para escoger,
de tal catálogo, la de las sentencias aditivas y hacerlas operar en el caso particular.
tunidad en que el Poder Ejecutivo Nacional considerara superada la emergencia del sistema financiero,
con relación a los depósitos afectados por el Decreto Nac. N° 1.570/2001, decreto de necesidad y urgen-
cia sobre el que retornaremos en el texto y que fuera dictado el 01/12/2001 —B.O. del 03/12/2001—.
2 Debe advertirse que en los primeros meses de 2004, y bien que por motivos diversos de los “ca-
cerolazos”, se ha producido una monumental reacción popular como consecuencia del llamado “caso
Axel”. Axel era un joven que, víctima de un secuestro extorsivo, finalmente resultó brutalmente tortura-
do y asesinado por sus captores. En medio del terrible dolor por tan irreparable pérdida, el padre de
Axel —Sr. Juan Carlos Blumberg— ha generado un fenómeno social de enormes gravitación y trascen-
dencia convocando a “marchas” (una de las cuales –en abril de 2004– reunió en la Capital Federal a más
de 150.000 personas) en reclamo de mayor seguridad ciudadana y de urgentes modificaciones en la justi-
cia y en la legislación penal y procesal penal.
3 Aunque justo es recordar que, como se dijera, “de tanto hablar de crisis, se ha puesto en crisis el
propio concepto de crisis”.
Jurisdicción constitucional local y omisiones inconstitucionales relativas • 191
8 En este punto, el fallo toma como marco referencial la elaboración de Spisso, en cuya opinión la
discriminación normativa no es inconstitucional si se reúnen los siguientes requisitos: a) Una fundamen-
tación objetiva para el trato desigual; b) coherencia del legislador en el desarrollo de los criterios elegi-
dos para la diferenciación; y c) existencia de otros principios constitucionales que justifiquen la diferen-
194 • Víctor Bazán
bien es cierto que ha dado una fundamentación objetiva para el trato desigual, en
tanto los deudores morosos obligan a los bancos a previsionar mientras que los no
morosos no generan tal obligación, no queda en claro la coherencia del legislador
en el desarrollo de los criterios elegidos para la diferenciación (falta de coherencia
que —según el díctum— se patentiza al haberse otorgado a las instituciones finan-
cieras la opción de aceptar o no los títulos a los deudores de las categorías 1, 2 y 3),
y menos aún aparece con nitidez la inexistencia de otros principios constitucionales
que justifiquen la diferencia de trato que consagra en cuanto al “derecho a la libe-
ración”. El cúmulo de motivos anunciados conduce al órgano sentenciante a la con-
clusión de que el legislador ha excluido irrazonablemente a un grupo (“los cum-
plientes”) de un derecho a la liberación concedido a otros (“los incumplientes”).
b) Posteriormente, se autoinquiere si sería posible una sentencia aditiva que in-
trodujera al deudor discriminado en el grupo de protección previsto por el decreto
cuestionado, interrogante al que responde afirmativamente, no sin advertir previa-
mente que tomaría en consideración las consecuencias prácticas del fallo por adop-
tar. Una trilogía de razones sustenta la solución a la que arriba:
• El pronunciamiento no generaría “un efecto económico desequilibrante” dado
que el plazo previsto para favorecerse con el régimen de emergencia se encon-
traba vencido, además de que la decisión sólo tendría efectos para el caso con-
creto y los supuestos análogos que se estaban tramitando —respecto de los
cuales la resolución podría servir de precedente— se encontraban justamente
limitados por el vencimiento del plazo; además, el “desequilibrio o impacto
económico” estarían atemperados por la profesionalidad de los bancos en el
manejo de los títulos que cotizan en bolsa, lo que constituye un hecho público
y notorio; por último, la suma que el deudor pretendía abonar no era económi-
camente muy significativa para una entidad bancaria, y ésta no había invocado
razones que permitieran suponer que lo fuera.
• Las restantes alternativas que brinda el derecho comparado para salvar la omi-
sión inconstitucional resultaban inaplicables.
• Se trataba de un supuesto en el que el legislador pudo dar otras soluciones que
dependían de su discrecionalidad, pero justamente lo discutido y tildado de in-
constitucional en el caso era el criterio de selección: ser o no moroso, con op-
ción para el banco de aceptar también al no moroso.
cia de trato. Tales exigencias suponen, siempre en la percepción del autor al que el pronunciamiento si-
gue, un control de idoneidad, es decir, que el juzgador debe ponderar si el motivo que justifica la restric-
ción de la igualdad tiene mayor peso que la igualdad. Dicho de otro modo, no resulta suficiente que exis-
tan motivos que expliquen el trato desigual o motivos objetivamente convincentes, sino que además, es
necesario analizar si la medida es idónea para alcanzar el fin que supuestamente justifica el trato diferencia-
do —en todos los casos las cursivas aparecen en el original— (cftar. el subap. X.3 del pronunciamiento
en el que reenvía a SPISSO, Rodolfo: “El principio de capacidad contributiva. Derechos y garantías del
contribuyente desde la perspectiva constitucional”, El Derecho, T° 182, Buenos Aires, Argentina, págs.
1139 y ss. Ver, también, el subap. XI.2 del fallo).
Jurisdicción constitucional local y omisiones inconstitucionales relativas • 195
2. EL RAZONAMIENTO JUDICIAL
Aunque quizás rudimentaria nuestra apreciación, recordamos que no sólo las
partes en el proceso argumentan jurídicamente, sino que el juez también debe ha-
cerlo.9
En este sentido, se ha puntualizado acertadamente que la problemática de la
argumentación —desde la óptica de su contenido o de su campo de aplicación—,
se presenta en una doble perspectiva: una dialógica, dentro del debate que regla el
proceso, que está dirigida a persuadir y convencer al juez en defensa de las posicio-
nes asumidas por los contradictores, intentando destruir además los argumentos del
adversario; y la segunda, que se desenvuelve como expresión de fundamentos y mo-
tivaciones que proporciona el juez en los considerandos de su decisión, intentando
persuadir y convencer a sus primeros destinatarios, esto es, las partes en el contra-
9 Ver, por ejemplo, ANDRUET [h.], Armando S.: “La sentencia judicial”, en GHIRARDi, Olsen [di-
rector]: El razonamiento judicial, T° 4, Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba,
Instituto de Filosofía del Derecho, Córdoba, Argentina, 2001, págs. 59 y ss.
196 • Víctor Bazán
formal sino también desde la material. En otras palabras, como igualdad real de
oportunidades, posibilidades y de trato (por citar una fórmula léxica aglutinante y
sintetizadora del sesgo que el constituyente reformador de 1994 inoculó al torrente
constitucional) y no tan sólo como igualdad ante la ley, con las implicancias que ello
conlleva [volveremos sobre el punto].
ésta serán constitucionales sólo en cuanto están incluidos en ella, pero en realidad
no serán ni siquiera normas, dado que una norma que puede ser infringida lícita-
mente no es una norma.15 Añade que, por el contrario, si el ordenamiento precep-
túa que es obligatorio acatar la Constitución escrita, todos sus preceptos son igual-
mente obligatorios, sea cual fuere la materia de que se ocupen, y a todos les
corresponde por igual la condición de norma suprema [en ambos casos el énfasis
corresponde al original].16
Al hilo de las anteriores apreciaciones, y como puntualiza Sagüés, es innegable
que el principio de supremacía constitucional, además de sustento normativo (art.
31 de la Carta Magna), requiere sustento conductista, es decir, el comportamiento de
los operadores de la Constitución y su voluntad de cumplirla, como de castigar las
infracciones a tal supremacía,17 las que —naturalmente— pueden llegar por vía de
acción o de omisión.
Sin perjuicio de cuanto va dicho, es preciso demarcar el perímetro y la superfi-
cie del campo de acción con que cuenta la judicatura para analizar el cuadro situa-
cional que le permita detectar la presencia de las omisiones inconstitucionales y de-
cidir la producción de los remedios para superarlas. Tal labor requerirá dosis
importantes de prudencia y rigurosidad en orden a sortear el riesgo de deslizarse
hacia una banalización de las declaraciones de inconstitucionalidad al influjo de la
irreflexividad o el apresuramiento.
Como puede suponerse, la tarea judicial que lleve a definir si convergen o no
los requisitos configurativos de la inconstitucionalidad por omisión no debería pres-
cindir de un balance serio y realista de las diversas pautas en juego: normatividad y
primacía de la Constitución; connotaciones axiológicas del derecho alegado o de la
situación jurídica contraria a la Constitución que la omisión genera; lapso de tiem-
po por el que viene manteniéndose la inactividad del órgano silente; margen de ac-
ción (o de inacción) del legislador o de la autoridad pública comprometida; espec-
tro de posibilidades al alcance de la judicatura para disponer la efectivización de
una solución material y financieramente posible; e, inter alia, el deber de ejercer ca-
balmente el control de constitucionalidad.
La interacción de tales ingredientes exigirá del magistrado en cada caso pun-
tual un ejercicio de ponderación18 para articular una solución equilibrada que ni dé
paso a una temeraria invasión jurisdiccional de sectores de atribuciones propios
15 DE OTTO, Ignacio: Derecho Constitucional. Sistema de fuentes, 5ª reimpr., Ariel, Barcelona, Espa-
ña, 1997, págs. 17/18.
16 Ibíd., pág. 18.
17 SAGÜÉS, Néstor P., en el Prólogo al libro de BIANCHI, Alberto B.: Control de constitucionalidad,
Ábaco, Buenos Aires, Argentina, 1992, págs. 13/14.
18 Se ha sostenido que uno de los rasgos característicos del método ponderativo radica en que con
él no se logra respuesta válida para todo supuesto, sino sólo una preferencia relativa al caso concreto
que no excluye una solución diferente en otro supuesto (cfr. PRIETO SANCHÍS, Luis: “Tribunal Constitu-
cional y Positivismo Jurídico”, Doxa, N° 23, 2000, Alicante, España, pág. 180).
Jurisdicción constitucional local y omisiones inconstitucionales relativas • 199
19 BISCARETTI DI RUFFIA, Paolo: Derecho Constitucional, Colección de Ciencias Sociales N° 48, Tec-
nos, trad. de Pablo Lucas Verdú, Madrid, España, 1965, pág. 269.
20 VILLAVERDE MENÉNDEZ, Ignacio: La inconstitucionalidad por omisión, McGraw-Hill, Madrid,
España, 1997, pág. 3.
21 WESSEL, W.: “Die Rechtsprechung des Bundesverfassungsgerichts zur Verfassungsbeschwerde”,
Deutsches Verwaltungsblatt (DVBl), cuad. 6, 1952, pág. 164.
200 • Víctor Bazán
22 FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ, José Julio: La inconstitucionalidad por omisión. Teoría general. Derecho
Comparado. El caso español, Civitas, Madrid, España, 1998, pág. 116.
23 GONZÁLEZ BEILFUSS, Markus: Tribunal Constitucional y reparación de la discriminación normati-
va, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, España, 2000, passim.
Jurisdicción constitucional local y omisiones inconstitucionales relativas • 201
nota un intento por superar lo que Modugno denomina la ingenua alternativa entre
constitucionalidad e inconstitucionalidad.24
Si bien en los respectivos ordenamientos constitucionales de los países citados
no existen expresas disposiciones acerca de la inconstitucionalidad por omisión,
vale aclarar que ha sido importante el despliegue de las correspondientes jurisdic-
ciones constitucionales para controlar las omisiones legislativas relativas; por
ejemplo, y en función de las particularidades de cada uno de los sistemas de esas
naciones, es dable verificar la utilización de remedios unilaterales, que suponen la
reparación inmediata de la omisión por la propia resolución del tribunal constitu-
cional, por ejemplo, las “sentencias interpretativas” y, dentro de éstas, las “mani-
pulativas” y, más específicamente, las “aditivas”; y de remedios bilaterales, o de re-
paración mediata, que entrañan la necesidad de colaboración entre el tribunal
constitucional y el legislador (y, en ocasiones, también del juez ordinario), por
caso, las declaraciones de mera incompatibilidad o de inconstitucionalidad sin nu-
lidad, las “sentencias de apelación”, las que declaran que la ley “todavía no es in-
constitucional”, el retraso de los efectos del fallo para dar tiempo a la interven-
ción del legislador y las “sentencias aditivas de principio” o las “sentencias-dele-
gación”.25
Al examinar el nutrido repertorio de opciones sentenciales que en la práctica
jurisdiccional comparada se viene diseñando, pareciera quedar en evidencia el aser-
to que vertiéramos precedentemente en cuanto a que la utilización de ellas obede-
ce a la insuficiencia del paradigma kelseniano del legislador negativo, pues —como
señala González Beilfuss— tal modelo no refleja la función normativa que realizan
dichos tribunales tanto en el plano legal como en el constitucional a través de su la-
bor interpretativa, además de que, con frecuencia, los pronunciamientos estimato-
rios de control de constitucionalidad no se limitan a expulsar del ordenamiento una
norma inconstitucional.26
Específicamente respecto de la jurisprudencia de la Corte Constitucional italia-
na, que por razones de brevedad será tomada como caso testigo, ella ha actuado
llenando los vacíos legales —a través del proceso de integración judicial—;27 y, bas-
tante frecuentemente a partir de la década del ‘60, ha recurrido al dictado de “sen-
28 Por citar sólo un ejemplo de este tipo de sentencias, y siguiendo a PIZZORUSSO, traemos a cola-
ción la N° 190, de 16 de diciembre de 1970, en la que se resolvió que la exclusión en que incurría el art.
304 bis, ap. I, del Código de Procedimiento Penal (de cuyo texto se infería que el defensor del acusado
no tenía derecho a asistir a los interrogatorios a que se sometía a su defendido) constituía una violación
del art. 24.2 de la Constitución, que garantiza los derechos de la defensa, por lo que declaró la ilegalidad
constitucional de la norma citada en primer término, en la medida en la que “excluye el derecho del de-
fensor del acusado a asistir a los interrogatorios”, y ha establecido, así, una norma que permite al defen-
sor asistir a tal acto del proceso e impone a las autoridades que hagan lo necesario para que ello sea po-
sible (PIZZORUSSO, Alessandro: “El Tribunal Constitucional italiano”, en Tribunales Constitucionales
europeos y derechos fundamentales, Centro de Estudios Constitucionales, trad. de Luis Aguiar de Luque
y María Gracia Rubio de Casas, Madrid, España, 1984, pág. 260).
29 O sea, “l’illegittimità costituzionale della omessa previsione de qualcosa, che avrebbe dovuto es-
sere prevista dalla legge” (CRISAFULLI, Vezio: Lezioni di Diritto Costituzionale, Vol. II, 5ª ed., CEDAM,
Padua, Italia, 1984, pág. 403).
30 PIZZORUSSO, Alessandro; op. cit., págs. 260/261.
31 ROMBOLI, Roberto: “La tipología de las decisiones de la Corte Constitucional en el proceso so-
bre la constitucionalidad de las leyes planteado en vía incidental”, trad. de Ignacio Torres Muro, Revista
Española de Derecho Constitucional, Año 16, N° 48, septiembre/diciembre de 1996, Centro de Estudios
Constitucionales, Madrid, España, pág. 64.
32 Ídem.
33 Ibíd., pág. 65.
Jurisdicción constitucional local y omisiones inconstitucionales relativas • 203
Como nuevo modelo de decisión, por un lado, para superar la inactividad del
Parlamento y, por el otro, no verse la Corte obligada a dirimir el proceso con una
decisión de inadmisibilidad simple o manifiesta debido a la existencia de un espacio
reservado a las opciones discrecionales del legislador, Romboli apunta que el Tri-
bunal ha creado las “sentencias aditivas de principio”, que si bien siguen la misma
técnica de las “aditivas”, difieren de éstas en cuanto no introducen una regla inme-
diatamente actuante y aplicable sino que fijan un principio general que debe ejecu-
tarse mediante una intervención del legislador, pero al que puede ya, dentro de
ciertos límites, hacer referencia el juez en la decisión de casos concretos.34 Por tan-
to, el autor citado advierte en las “aditivas de principio”35 una suerte de “colabora-
ción entre la Corte, el Parlamento y los jueces”, cada uno de los que debe actuar en
el ámbito de sus respectivas competencias.36
En tanto la resolución que anotamos alude específicamente a las sentencias
aditivas, y a manera de repaso ilustrativo del contenido de este subapartado, reen-
viamos a la explicación que Guastini brinda acerca de la forma como tales pronun-
ciamientos de la Corte Constitucional italiana operan. Así, refiere el citado autor
que dichas decisiones son a menudo el resultado de la aplicación del principio de
igualdad, por ejemplo, cuando una disposición legislativa atribuye un derecho de
seguridad social a una clase de sujetos “S1” y no a otra clase “S2”.37 Si, según la
Corte, las dos clases de sujetos son iguales deben ser tratadas del mismo modo, ra-
zón por la cual la norma en cuestión es inconstitucional porque viola el principio
de igualdad, por lo que el Tribunal declara que ella es constitucionalmente ilegíti-
ma “en la parte en la que no confiere” el mismo derecho a los sujetos “S2”38 (subra-
yado del original).
34
En tren de ilustrar tal tipología de decisiones con un ejemplo (nos referimos, específicamente a las
“sustitutivas”), se ha aludido a la Sentencia N° 15, de 17 de febrero de 1969, de conformidad con la cual
se declaró constitucionalmente ilegítimo el art. 313, ap. 3, del Código Penal, en la medida en que confe-
ría la facultad de dar autorización para promover la acción de la justicia por el delito de ultraje en detri-
mento del Tribunal Constitucional, “al ministro de Justicia, en lugar de dárselo al propio Tribunal Cons-
titucional” (PIZZORUSSO, Alessandro; op. cit., pág. 261).
34 ROMBOLI, Roberto; op. cit., págs. 74/75.
35 Acerca de las “sentencias aditivas de principio”, ya “no autoaplicativas”, ya “con eficacia disposi-
tiva”, ver los interesantes comentarios de CELOTTO, Alfonso, por ejemplo: “Le sentenze ‘additive di
principio’ non autoapplicative: una tecnica decisoria ancora da perfezionare”, Massimario di Giurispru-
denza del Lavoro, N° 3, marzo de 1999, Roma, Italia, págs. 299/304 (en referencia a la Sentencia de la
Corte Constitucional N° 417, de 23 de diciembre de 1998); “Una additiva di principio ad efficacia ‘dispo-
sitiva’”, Massimario di Giurisprudenza del Lavoro, N° 6, junio de 1999, Roma, Italia, págs. 671/674 (en re-
lación con la Sentencia de la Corte Constitucional N° 61, de 5 de marzo de 1999).
36 ROMBOLI, Roberto; op. cit., pág. 75.
37 GUASTINI, Riccardo: Estudios de Teoría Constitucional, N° 8, Colección “Doctrina Jurídica Con-
temporánea”, ed. y presentación de CARBONELL, Miguel, trad. de José María Lujambio, Universidad
Nacional Autónoma de México, Distrib. Fontamara, México, D. F., págs. 172/173.
38 Ídem.
204 • Víctor Bazán
6. PREFIGURACIÓN JURISDICCIONAL
DE LAS CONSECUENCIAS PRÁCTICAS DEL FALLO
Como el propio díctum en examen se encarga de advertir (en su subap. XI.3),
se tuvieron en cuenta las consecuencias prácticas de la decisión, lo que resulta alta-
mente aconsejable pues como mutatis mutandi ha precisado García de Enterría, es
necesario que el juez constitucional no pierda en ningún momento de vista las con-
secuencias prácticas (i.e., políticas) de la resolución que está llamado a dictar, en
tanto la justicia constitucional, siendo política por su materia, es estrictamente jurí-
dica por sus métodos y sus criterios de fondo.39
El aludido autor remite a Bachof, quien afirma que cuando las sentencias (con
efectos vinculantes generales o fuerza de ley) son “políticamente inexactas o falsas
(en el sentido de que desbaratan las tareas políticas legítimas de la dirección del
Estado) la lesión puede alcanzar a la comunidad política entera”, por lo que, “más
que el juez de otros ámbitos de la justicia, puede y debe el juez constitucional no
perder de vista las consecuencias —y las frecuentemente consecuencias políticas—
de sus sentencias”40 [remarcado del original].
En definitiva, la conclusión a la que arriba García de Enterría es que el Tribu-
nal Constitucional no puede ser ciego a las consecuencias políticas de sus decisio-
nes;41 sin embargo, y citando nuevamente a Bachof, matiza la apreciación en cuan-
to a que “esas consecuencias sólo puede tomarlas en cuenta en el marco de las
posibilidades abiertas por el ordenamiento. (…) En caso de conflicto entre el Dere-
cho y la política, el juez está sólo vinculado al Derecho”42 [énfasis del original].
Por consiguiente, y si bien en función de su doble rol de tribunal y órgano
constitucional al Tribunal Constitucional no le estaría permitido rehuir el examen
de las consecuencias políticas del pronunciamiento a emitir, en definitiva su vincu-
lación última ancla sus raíces en el derecho.
Al respecto, coincidimos con Sagüés cuando afirma que el operador-intérprete
de la Constitución maneja normas, pero también conductas y valores,43 y que, por
tanto, la previsibilidad es y debe ser parte del razonamiento jurídico,44 pues al tiem-
po que valor político, es también valor jurídico.45 El autor citado sintetiza su con-
clusión subrayando que la interpretación de la norma (y —agregamos— la propia
actividad del tribunal), para ser axiológicamente correcta, debe ser “previsora” y no
imprevisora, temeraria o imprudente, debiendo auscultar las consecuencias y los re-
sultados de la interpretación, tanto para el caso concreto como para el medio social
en que su tarea se desenvuelve.46
Extrapolando las consideraciones precedentes al caso de autos, vemos que en
su resolutorio la Sala identifica el nudo del planteo; diagnostica el padecimiento
constitucional de la normativa puesta en juego, determinando que comporta una
omisión inconstitucional relativa que deviene lesiva del principio de igualdad; selec-
ciona una tipología sentencial acorde con los diversos ingredientes comprometidos
en la cuestión, y dirime con equidad el problema.
Asimismo, evidencia estar al tanto de las distintas modalidades de solución que
ofrecen la jurisprudencia y el derecho comparados, de entre las cuales opta por la
modalidad de la sentencia aditiva y descarta otras alternativas, encargándose de ad-
vertir —en un plano discursivo genérico— que la decisión adoptada no generará un
“efecto económico desequilibrante”, dado que el universo de casos al que poten-
cialmente la solución que dispensa podría aplicarse es reducido, añadiendo —ya en
un marco de específica referencia a la hipótesis de autos— que la suma que el deu-
dor pretendía abonar no era económicamente muy significativa para una institución
bancaria como la accionada.
Fuera del caso concreto examinado, pero como marco jurídico y axiológico que
justifica la decisión adoptada por el Tribunal, creemos que en el contexto federal
argentino no es irrazonable pensar en la existencia de una suerte de predetermina-
ción constitucional legitimante de la competencia del órgano judicial para el resta-
blecimiento de la igualdad vulnerada a través de la omisión relativa inconstitucio-
nal.47 Ello, mediante el empleo de los señalados modelos unilaterales o bilaterales
de solución.
Así lo indica la convergencia de una serie de factores, entre los que se cuentan,
formal (art. 16)49 con la igualdad material, lo que queda corporizado en el texto
constitucional con una nueva fórmula léxica que, con matices, puede resumirse
como: igualdad real de oportunidades, posibilidades y de trato (ver, v.g., arts. 37,50 75,
incs. 2,51 1952 y 23),53 para cuya no eufemística operativización se requiere del Esta-
do que actúe equiparando situaciones de irrazonable desigualdad, paliando arbitra-
rias discriminaciones, previniendo o corrigiendo infundadas disparidades.54
En tren de satisfacer tan trascendente objetivo, y en el contexto genérico de las
medidas de acción positiva previstas, por ejemplo, en el art. 75, inc. 23, quedan de-
cididamente vinculadas las sentencias judiciales como garantía de observancia de la
Constitución y significativo reaseguro de que las obligaciones asumidas por el Esta-
do al ratificar internacionalmente los tratados sobre derechos humanos no queden
incumplidas, por acción u omisión, ya que mientras el tratado esté vigente debe ser
49 Norma que reza: “La Nación Argentina no admite prerrogativas de sangre, ni de nacimiento: no
hay en ella fueros personales ni títulos de nobleza. Todos sus habitantes son iguales ante la ley, y admisi-
bles en los empleos sin otra condición que la idoneidad. La igualdad es la base del impuesto y de las car-
gas públicas”.
50 Que, en su parte pertinente, dispone que la igualdad real de oportunidades entre varones y mu-
jeres para el acceso a cargos electivos y partidarios se garantizará por acciones positivas en la regulación
de los partidos políticos y en el régimen electoral.
51 Cláusula que, en lo tocante al punto en análisis, establece que en los regímenes de coparticipa-
ción impositiva, la distribución entre la Nación, las provincias y la Ciudad de Buenos Aires y entre éstas,
se efectuará en relación directa a las competencias, servicios y funciones de cada una de ellas contem-
plando criterios objetivos de reparto, debiendo ser equitativa, solidaria y dar prioridad al logro de
un grado equivalente de desarrollo, calidad de vida e igualdad de oportunidades en todo el territorio
nacional.
52 Inciso que impone al Poder Legislativo —inter alia— proveer lo conducente al desarrollo huma-
no, al progreso económico con justicia social, al crecimiento armónico de la Nación, además de su com-
petencia para sancionar leyes de organización y de base de la educación que consoliden la unidad nacio-
nal respetando las particularidades provinciales y locales, que aseguren la responsabilidad indelegable
del Estado, la participación de la familia y la sociedad, la promoción de los valores democráticos y la
igualdad de oportunidades y posibilidades sin discriminación alguna, y que garanticen los principios de
gratuidad y equidad de la educación pública estatal y la autonomía y autarquía de las universidades na-
cionales, al tiempo de expresar que también corresponde al órgano congresal dictar leyes que protejan
la identidad y pluralidad culturales, la libre creación y circulación de las obras de autor, el patrimonio
artístico y los espacios culturales y audiovisuales.
53 Inciso que discierne en el Congreso competencia para legislar y promover medidas de acción posi-
tiva que garanticen la igualdad real de oportunidades y de trato, y el pleno goce y ejercicio de los derechos
reconocidos por la Constitución y los tratados internacionales vigentes sobre derechos humanos, en par-
ticular respecto de los niños, las mujeres, los ancianos y las personas con discapacidad, además de dictar
un régimen de seguridad social especial e integral en protección del niño en situación de desamparo,
desde el embarazo hasta la finalización del período de enseñanza elemental, y de la madre durante el
embarazo y el tiempo de lactancia.
54 Ver BAZÁN, Víctor, por ejemplo en: “La Constitución y la jurisprudencia contra la inercia legis-
lativa o el principio del fin de las excusas”, en el libro coordinado por BIDART CAMPOS, Germán J.: Eco-
nomía, Constitución y derechos sociales, Ediar, Buenos Aires, Argentina, 1997, págs. 111/174, en esp.
págs. 124/130.
208 • Víctor Bazán
observado por las partes (art. 26 de la Convención de Viena de 1969 sobre el Dere-
cho de los Tratados); y tal cumplimiento, concretarse de buena fe (señalado art. 26,
parte in fine, y art. 31, inc. 1, ibíd.), siendo improcedente alegar o invocar disposi-
ciones del derecho interno para autoexonerarse o intentar justificar la exención de
cumplimiento de las obligaciones emergentes del aludido acto jurídico internacio-
nal (cfr. art. 27 ibíd.).55
55 Salvo, claro está, cuando el vicio de consentimiento del Estado en obligarse por el tratado, con-
cerniente a la competencia para celebrarlo, sea manifiesto (lo que sucedería si resulta objetivamente
evidente para cualquier Estado que proceda en la materia conforme a la práctica usual y de buena fe
—art. 46.2 de la Convención—) y afecte a una norma de importancia fundamental de su derecho inter-
no (art. 46 ibíd., como marco de excepción al principio general estipulado en el art. 27 de dicha Conven-
ción), caso este último en el que —de acuerdo con DE LA GUARDIA— el tratado sería nulo de nulidad
relativa por el vicio formal de defecto de competencia (DE LA GUARDIA, Ernesto: Derecho de los tratados
internacionales, Ábaco, Buenos Aires, Argentina, 1997, págs. 272 y 271).
56 Cftar. JIMÉNEZ CAMPO, Javier: “Qué hacer con la ley inconstitucional”, en La sentencia sobre la
constitucionalidad de la ley, en Cuadernos y Debates, N° 66, Actas de las ‘II Jornadas de la Asociación de
Letrados del Tribunal Constitucional’, Tribunal Constitucional-Centro de Estudios Constitucionales,
Madrid, España, 1997, pág. 18.
Jurisdicción constitucional local y omisiones inconstitucionales relativas • 209
nales con jerarquía constitucional) por omisión no debe permanecer impune por-
que el propio órgano legisferante renuente deje de instrumentar los remedios pro-
cesales para atacar a la inconstitucionalidad omisiva; caso contrario, el antídoto
contra ese tipo de inconstitucionalidad dependería de la voluntad del mismo sujeto
violador; por lo tanto, es al Poder Judicial al que le corresponde diseñar tales vías
procesales si el legislador común no lo hace.57
En conexión con ello, al solo efecto ejemplificativo, es útil traer a colación la
enseñanza de Alexy, quien —remitiendo al repertorio jurisprudencial del Tribunal
Constitucional Federal alemán (y dentro del marco de lo que el autor denomina
“un modelo de derechos fundamentales sociales”)— precisa que en modo alguno
un tribunal constitucional es impotente frente a un legislador inoperante, añadien-
do que el espectro de sus posibilidades procesal-constitucionales se extiende desde
la mera constatación de una violación de la Constitución, por medio de la fijación
de un plazo dentro del cual debe llevarse a cabo una legislación acorde con la
Constitución, hasta la formulación judicial directa de lo ordenado por ésta.58
Congruente con tal tónica, el fallo que anotamos se inscribe en una posición
que rezuma un equilibrado activismo del órgano sentenciante pues sin generar un
irrazonable desborde de su marco competencial que la lleve a invadir imprudente-
mente ámbitos propios de los restantes poderes, tampoco ha preterido cumplir la
exigencia axial que sobre ella se cierne en punto a garantizar la supremacía consti-
tucional, saliendo al rescate del principio de igualdad lesionado al influjo de una
omisión inconstitucional relativa.
Justamente, la Sala asume el reto con convicción, sin dejar de lado la mesura,
animándose a penetrar en pliegues incómodos que, como el de la inconstitucionali-
dad por omisión, van desafiando los moldes y esquemas tradicionales a través de los
cuales se desenvuelve el ejercicio del control jurisdiccional de constitucionalidad.
El temperamento adoptado por el ente jurisdiccional local en el caso comenta-
do sintetiza adecuadamente las premisas que describe Casal, quien recuerda que la
articulación de un sistema eficiente de protección de la Constitución ante las omi-
siones legislativas, que a la vez sea respetuoso del reparto constitucional de las fun-
ciones públicas y del principio democrático, exige de los jueces firmeza en el asegu-
ramiento de la fuerza normativa de la Constitución, así como conciencia de los
límites de sus poderes y una prudente aplicación de los mismos.59
211
212 • María Sofía Sagüés
2 MCMILION, Rhonda, ABA Leaders Zero in on a Dozen Key Issues for Advocacy Efforts in Con-
gress, 89, A.B.A.J. 68, traducción de la autora.
Las acciones afirmativas en los pronunciamientos de la SCJ de Estados Unidos • 213
ciones afirmativas había sido vertido por la Corte en Regents of University of Califor-
nia v. Bakke,12 bajo la pluma del ministro Powell. En dicho caso se ventilaba la
constitucionalidad de un programa designado para aumentar los candidatos perte-
necientes a minorías que se enrolaban en la Escuela de Medicina de la Universidad
de California, mediante la aplicación de cupos o cuotas benignas. En dicho progra-
ma, sesenta de cien puestos eran separados cada año para ser ocupados por los
miembros de grupos minoritarios, conforme seleccionara un comité especial. El
voto de la Corte fue sumamente dividido. Mientras cuatro jueces se mostraron a fa-
vor de la convalidación del sistema gracias a la aplicación de un nivel de escrutinio
intermedio, otros cuatro magistrados postularon la inconstitucionalidad del método
en virtud de ser violatorio de la igualdad ante la ley. Finalmente, Powell, dirimien-
do el conflicto con un voto que no coincide con ninguna de las dos propuestas, sos-
tiene que “las clasificaciones basadas en la raza —incluso aquellas que supuesta-
mente benefician una minoría racial— son sospechosas y deben ser sometidas al
más riguroso control”.13 Concluye que en la causa el interés del estado en redimir
una discriminación pasada no se verificaba, en cuanto no se había demostrado el
carácter histórico de la situación discriminatoria.14
Finalmente, desde el punto de vista del Poder Judicial, la doctrina sentada en
los casos contra la Universidad de Michigan debe entenderse en un momento parti-
cular de la Corte, donde las opiniones han encontrado una vuelta hacia un concep-
to clásico de igualdad y no discriminación (Equal Protection Clause), con un retor-
no a los criterios plasmados hasta la década del 80’ por la Suprema Corte. Esta
tendencia puede verse incluso en el caso Lawrence vs. Texas,15 donde si bien Ken-
nedy hace un análisis basado en el Debido proceso legal (Due process clause), se
trasluce en un momento una referencia hacia la protección igualitaria en torno a
los derechos de los homosexuales. En la misma línea puede inscribirse, asimismo,
puede verse en Nevada Dept. of Human Resources v. Hibbs,16 respecto a discrimina-
ción de las mujeres en ambientes laborales.17
Dentro de este marco dicta sus fallos la Suprema Corte en Junio de 2003.
(i). ¿Es la diversidad racial del cuerpo de alumnado un interés compelente bajo
el principio de la igualdad ante la ley (EPC) que puede justificar el uso de la raza
como criterio para al seleccionar los candidatos a ser admitidos en universidades
publicas?
(ii). Para el caso de una respuesta afirmativa, ¿superan ambas políticas mencio-
nadas el test de usar el factor clasificatorio de la raza de manera específicamente
dirigido24 a procurar la diversidad, como para superar la revisión bajo la igualdad
ante la ley (E.P.C.)?
Las respuestas que la Suprema Corte otorga son las siguientes:
(i) La diversidad educacional puede constituir un interés estatal compelente a los
fines del escrutinio estricto de la constitucionalidad de las acciones afirmativas, bajo el
principio de igualdad ante la ley.25
(ii) Solo un proceso de selección fluido y personalizado, teniendo en cuenta la to-
talidad de la formación y antecedentes de cada particular candidato puede ser conside-
rado como “específicamente limitado”, y, en consecuencia, un mecanismo constitu-
cional de obtención de diversidad en el alumnado.
24 La Suprema Corte utiliza la fórmula “narrowly tailored”, cuya traducción podría ser “limitada o
específicamente dirigido” a la búsqueda de la diversidad. Esa relación de medio-objetivo constituye una
pauta fundamental en el análisis jurisprudencial realizado en ambos pronunciamientos.
25 Debe recordarse que este tipo de escrutinio o test se aplica, bajo la igualdad ante la ley (EPC) a
todas aquellas diferenciaciones o clasificaciones realizadas por el estado que utilizan o tienen en consi-
deración formalmente la raza de los individuos involucrados en la distribución de beneficios o costos.
26 438 U.S. 265 (1978).
27 American Bar Association, Preview… op. cit.
Las acciones afirmativas en los pronunciamientos de la SCJ de Estados Unidos • 217
entre dos exactamente iguales candidatos, que presenten iguales notas, resultados
en test previos, formación anterior.
Barbara Grutter, alega, junto con el apoyo de amicus curiae, que en la práctica
el factor raza no actúa como una mera pauta, sino que se ha trasformado en un
punto predominante que tira abajo todo el criterio y torna al programa inconstitu-
cional, ya que establecería una “cuota”. Así, analiza la información estadística exis-
tente en torno a la evolución de los grupos minoritarios en el establecimiento edu-
cativo, llegando a la conclusión de que efectivamente así actúa. A ello se sumaría
que el porcentaje de minorías se mantendría de manera prácticamente regular a lo
largo de los años.34
Si bien el numero de representantes de sectores minoritarios no varia notoria-
mente año tras año, conforme la Suprema Corte ello se considera justificado por-
que la universidad debe asegurar esa “masa critica” de alumnos minoritarios. Ello
así, para evitar que el alumno minoritario se sienta aislado y solitario en el grupo,
para asegurar la existencia de un amplio espectro de puntos de vista, y para garan-
tizar que en la mayoría de los grupos haya diversidad. Una sola persona, por si, no
puede aportar mucha diversidad, por eso es necesario que exista una masa critica
de alumnos que aporten diversidad. Esto no implica implementar un sistema de
cuotas, sino tener un objetivo concreto: el garantizar la existencia de un grupo sufi-
cientemente amplio que permita garantizar la existencia de diversidad en términos
de eficacia.35 Es decir, sostiene que resulta razonable la necesidad de que dicho
programa que procure generar una masa crítica contribuya a la selección de un nú-
mero mas o menos estable de estudiantes minoritarios, ya que la reducción del mis-
mo podría acarrear la ineficacia del sistema por la influencia del factor aislamiento,
la acotación de los puntos de vista disponibles, y el sentimiento de soledad que se
genere en los estudiantes minoritarios. Esto no significa el crear una cuota, pero
permite que la institución educativa tenga en mente un objetivo tendiente a garan-
tizar la masa crítica procurada.36
Por otra parte, la Facultad pondera otros tipos de diversidad, como social o eco-
nómica, haciendo que la raza sea solo uno de los temas a tener en cuenta. Diversidad
racial es solo una de las formas de diversidad procuradas por la universidad. La vital
prueba aportada por la Universidad, que da sostén a la postura mayoritaria, se basa en
considerar que la política de admisión universitaria se estructura en un análisis perso-
nalizado, donde otros factores más allá de la raza, tales como manejo de lenguas ex-
tranjeras, títulos de postgrado, realización de estudios en otros campos, etcétera.37
Como el sistema usado en la Facultad de derecho implica esta ponderación in-
dividual de cada alumno en particular, es considerado, en consecuencia, un método
En primer lugar cabe señalar que en Gratz la Corte hace uso de una facultad
extraordinaria e inusual al otorgar certiorari previo al dictado de la sentencia de la
cámara de apelaciones. La necesidad de otorgar una respuesta coherente en ambos
precedentes mas la presión de los medios de comunicación, pudieron llevar a este
raro fenómeno procesal en Norteamérica.
La Suprema Corte culmina concluyendo que el sistema implementado por la
Escuela Superior, al contrario, no participa de las características señaladas en el
punto anterior respecto al caso Grutter.40
El núcleo del razonamiento radica en que otorgar 20 puntos41 automática, pura
y exclusivamente por raza no constituye un sistema específicamente dirigido a obte-
ner un alumnado diverso. La crítica se centra en que este sistema es mecánico, me-
nos fluido e individualizado y no refleja el principio de la “persona toda” mencio-
nado supra.
V. EL ANÁLISIS SOCIOLÓGICO
EN LA REVISIÓN JUDICIAL DE LAS ACCIONES
AFIRMATIVAS Y LA TUTELA DE LAS MINORÍAS
50 MONAHAN, John, WALKER, Laurens, Social Science in Law, Foundation Press, 5th. Edition, New
York, 2002, pág. 2.
51 MONAHAN y WALKER, Social Science in Law, pág. 11.
52 En torno a estos temas, puede consultarse a HOLMES, Oliver Wendell Jr., The Common Law,
POUND, Roscoe, op. cit., y WHITE, Edward, “From sociological jurisprudence to realism: Jurisprudence
and social change in early twentieth century América”, 58 Virginia Law Review 999 (1972).
53 LLEWELLYN, Karl N., “Some realism about realism —responding to Dean Pound”, 44 Harvard
Law Review 1222 (1931).
54 MONAHAN y WALKER, Social Science in Law, op. cit., pág. 25/26.
55 ZICK, Timothy, “Constitutional Empiricism: Quasi-Neutral Principles And Constitutional
Truths”, 82 N.C.L. Rev. 115.
56 Se sigue en este sentido la terminología usada por MONAHAN, y WALKER, Social Science in Law,
op. cit.
222 • María Sofía Sagüés
57 DAVIS, Kenneth Cupl, “An Approach to Problems of Evidence in the Administrative Process”,
55 Harvard Law Review 364, 402 (1924).
58 DAVIS, op. cit.
59 “social authorithy”, Davis, op. cit.
60 Supreme Court of the United States, 1954, 347 U.S., 74 S.Ct. 86, 98 L.Ed. 873.
61 Ver DEUTSCHER, Max y CHEIN, Isidor, 26 The Journal of Psychology 259 (1948), citado por MO-
NAHAN y WALKER, Social Sciences in Law, op. cit., pág. 188.
62 Ver DEUTSCHER, Max y CHEIN, Isidor, 26 The Journal of Psychology 259 (1948), citado por MO-
NAHAN y WALKER, Social Sciences in Law, op. cit., pág. 188.
63 MONAHAN y WALKER, Social Science in law, op. cit., pág. 184, traducido por la autora.
Las acciones afirmativas en los pronunciamientos de la SCJ de Estados Unidos • 223
69 51 U.S. (1 Cranch) 137 (1803). Posteriormente, en Martín v. Hunter’s Leese, (14 U.S. (1 Wheat.)
304 (1816), la Corte amplia su ámbito de control de constitucionalidad a casos decididos por cortes esta-
tales.
70 51 U.S. (1 Cranch) 137 (1803), traducción de la autora.
71 358 U.S. 1 (1958).
72 SAGÜÉS, María Sofía, op. cit. pags. 201 y ss.
73 347 U.S. 483, 74 St. Ct. 686, 98. L.Ed. 873 (1954).
74 Id.
75 349 U.S. 294, 75 S. Ct. 753, 99 L. Ed. 1085 (1955).
76 Id.
77 358 U.S. 1 (1958).
78 51 U.S. (1 Cranch) 137 (1803).
Las acciones afirmativas en los pronunciamientos de la SCJ de Estados Unidos • 225
79 TRIBE, Laurence H., American Constitutional Law, Mineola, New York, The Foundation Press,
Inc., 1978., pag. 18, traducida por la autora.
80 STONE, op. cit., pag. 51.
81 Ver STONE, op. cit., pág. 52.
82 Black’s Law Dictionary, op. cit., página 978.
83 Id.
226 • María Sofía Sagüés
84 SAVAGE, David G., Precedential Veto: Overruling May No Longer Rule as Court Takes On Affirma-
tive Action, Gay Rights, 89 A.B.A.J. 26.
85 American Bar Association, Preview…, op. cit.
Las acciones afirmativas en los pronunciamientos de la SCJ de Estados Unidos • 227
VIII. ADENDA
I. PROLEGÓMENOS
231
232 • Francisco Zúñiga Urbina / Héctor Marambio Astorga
II. JURISPRUDENCIA
5º) Que el actual inciso segundo de la norma recientemente referida, fue separado
como inciso mediante la Ley Nº19.653 de un mil novecientos noventa y nueve, y modifi-
cado como actualmente se reseña;
6º) Que, por su parte, el inciso final de la letra c) del actual artículo 74 de la Ley co-
mentada y precedentemente transcrito, fue agregado por el artículo 4º nuemro 6 de la
Ley Nº 19.653 publicada con fecha catorce de diciembre de un mil novecientos noventa
y nueve, con motivo de la “Ley sobre Probidad Administrativa de los Órganos de la
Administración del Estado.”;
7º) Que por el Decreto con Fuerza de Ley Nº 1/19.653, Ministerio Secretaría General
de la Presidencia, de trece de diciembre de dos mil, que fijó el texto refundido de la Ley
Nº 18.575, se introdujeron los artículos 54 y 64 de la Ley Orgánica Constitucional sobre
Bases Generales de la Administración del Estado, que señalan: “artículo 54: Sin perjui-
cio de las inhabilidades especiales que establezca al Ley, no podrán ingresar a cargos en
la Administración del Estado: “a) Las personas que tengan vigente o suscriban, por sí o
por terceros, contratos o cauciones ascendentes a doscientas unidades tributarias men-
suales o más, con el respectivo organismo de la Administración Pública”. “Tampoco po-
drán hacerlo quienes tengan litigios pendientes con la institución de que se trata, a me-
nos que se refieran al ejercicio de derechos propios, de su cónyuge, hijos, adoptados o
parientes hasta el tercer grado de consanguinidad y segundo de afinidad inclusive.”.
“Igual prohibición regirá respecto de los directores, administradores, representantes y
socios titulares del diez por ciento o más de los derechos de cualquier clase de sociedad,
cuando ésta tenga contratos o cauciones vigentes ascendentes a doscientas unidades tri-
butarias mensuales o más, o litigios pendientes, con el organismo de la Administración
a cuyo ingreso se postule.”. “b) Las personas que tengan la calidad de cónyuge, hijos,
adoptados o parientes hasta el tercer grado de consanguinidad y segundo de afinidad in-
clusive respecto de las autoridades y de los funcionarios directivos del organismo de la
Administración civil del Estado al que postulan, hasta el nivel de jefe de departamento
o su equivalente, inclusive.” “c) Las personas que se hallen condenadas por crimen o
simple delito.” “Artículo 64: Las inhabilidades sobrevinientes deberán ser declaradas
por el funcionario afectado a su superior jerárquico dentro de los diez días siguientes a
la configuración de alguna de las causales señaladas en el artículo 54. En el mismo acto
deberá presentar la renuncia a su cargo o función, salvo que la inhabilidad derivare de
la designación posterior de un directivo superior, caso en el cual el subalterno en fun-
ciones deberá ser destinado a una dependencia en que no exista entre ellos una relación
jerárquica.”. “El incumplimiento de esta norma será sancionada con la medida discipli-
naria de destitución del infractor.”;
8º) Que el mismo concepto se reproduce en los artículos 11 y 119 de la Ley Nº 18.834
denominada “Estatuto Administrativo de los Funcionarios Fiscales” y 10 y 123 de la Ley
Nº 18.883 “Estatuto Administrativo de los Funcionarios Municipales”;
9º) Que el artículo 77 de la Ley de Municipalidades entrega a los Tribunales Electo-
rales Regionales competencia para declarar las causales de cesación de los cargos de
concejales, entre ellas la letra d) del artículo 76 de la misma Ley —esto es, por inhabili-
dad sobreviniente—, desde la entrada vigencia de la Ley Nº 19.130 de un mil novecien-
tos noventa y dos; época en que no se contempla la causal de cesación para los conceja-
les que se hallen condenados por crimen o simple delito;
10º) Que, en consecuencia, y como lo expresa el Segundo Informe de la Comisión de
234 • Francisco Zúñiga Urbina / Héctor Marambio Astorga
El excursus sobre la cláusula de debido proceso legal, es una buena excusa para
abordar temas sustantivos del Derecho Procesal Constitucional, como son el proce-
so y su tutela constitucional, y permite dimensionar los contenidos garantísticos im-
puestos a la potestad jurisdiccional del Estado, incluida la Justicia Electoral.
Nos recuerda Alcalá Zamora: “Los hombres, que en su primitivo estado natural
no reconocían superior que los que defendiese de insultos, opresiones y violencias,
estaban por consiguiente autorizados para hacerlo por sí propios: la experiencia les
hizo entender los graves daños a que los conducían estos medios, pues o no podían
defenderse por sí mismos, o excedidos los justos límites para conservarse, excitaban
turbaciones, a que eran consiguientes mayores desavenencias, injurias o muertes; y
consultando otros medios que mejorasen la seguridad de sus personas sin los ries-
gos anteriormente indicados, acordaron unirse en sociedades y confiar su defensa y
la de todos sus derechos a una persona que mirándolos con imparcialidad les distri-
buyese sus derechos y los conservase en paz y en justicia”, forma ésta en que se da
cuenta de la superación de la autotutela en la clásica obra del derecho procesal es-
pañol titulada “Las Instituciones prácticas de los juicios civiles, así ordinarios como
extraordinarios, en todos sus tramites según que empiezan, continúan y acaban en
los tribunales reales, del conde de la Cañada.2 El caos inicial en donde predomina-
ba la ley del más fuerte ha dado paso a un orden jurídico en donde prevalece el cri-
terio de un sujeto con desinterés tanto subjetivo como objetivo, sustituyéndose la
acción directa dirigida al agresor por la acción directa dirigida al Estado. En defini-
tiva el tránsito de la defensa por mano propia hacia el proceso, no es sino la histo-
ria de la sustitución del salvajismo por la civilización.
En efecto, la acción procesal nace, históricamente, como una abrogación de la
violencia propia de la autodefensa, reemplazada por la potestad jurisdiccional
de la sociedad organizada. Como lo dice Couture, “la acción en justicia es, en cier-
to modo, el sustitutivo civilizado de la venganza”.3
Sin embargo, hay quienes nos han advertido del resurgimiento de la autodefe-
sa, fenómeno que se ha denominado “la actualidad de la venganza”, y cuyas princi-
pales causas, al decir de Jesús González Pérez, sería la desconfianza y hasta el des-
precio del ciudadano hacia la justicia que le ofrece el Estado.4
La misión de las sociedades organizadas y principalmente de nosotros, los
hombres de derecho, es desterrar la venganza privada como alternativa generalmen-
te válida de solución de conflictos de relevancia jurídica.
Para lograr este destierro parcial y generalizado de la autodefensa como res-
puesta válida de solución de conflictos jurídicos, no basta con legislar promoviendo
el monopolio general de la jurisdicción y penalizar el ejercicio de la autodefensa,
sino que se requiere de un medio idóneo que constituya un cauce eficaz de solu-
ción de conflictos de relevancia jurídica, pues la función jurisdiccional sólo puede
llevarse a cabo mediante un adecuado proceso, lo grave, como lo dice Satta, “es
que más de una vez, el derecho sucumbe ante el proceso y el instrumento de tutela
falla en su cometido”.5
Esto nos conduce, en primer lugar, a clarificar que entendemos por proceso,
para enseguida, analizar su tutela constitucional.
El término proceso, proviene del latín “procedere”, que significa avanzar, que
es el mismo sentido que en su significado vulgar le atribuye el diccionario de la
Real Academia al conceptualizarlo como “acción de ir hacia adelante”, y que, en
definitiva, responde a la naturaleza misma del proceso mirado desde una perspecti-
va jurídica, toda vez, que éste es un fenómeno que se desenvuelve a través del tiem-
po, de ahí que el proceso no ocurre sino que transcurre.
Este transcurrir del proceso es, fundamentalmente, el resultado del juego ar-
mónico de los principios del impulso procesal y la preclusión.
Sin embargo, es necesario precisar aún más el término proceso mirado del
punto de vista jurídico, pues lo encontramos presente, prácticamente, en todos los
3 COUTURE, Eduardo J., Fundamentos del Derecho Procesal Civil, Depalma, 3ª ed., Buenos Aires,
1958, pág. 69.
4 GONZÁLEZ PÉREZ, Jesús, El Derecho a la Tutela Jurisdiccional, Edit. Civitas, 2ª ed., Madrid,
1989, pág. 21.
5 SATTA, “La tutela del dirito nel proceso”, en Atti del Congreso Internazionale di Diritto Procesua-
les Civile, Padova, 1953, pág. 22.
238 • Francisco Zúñiga Urbina / Héctor Marambio Astorga
ámbitos del Derecho; ya que toda potestad pública tiene un iter formalizado esta-
blecido en la Constitución y ordenamiento jurídico. En efecto, existe un procedi-
miento legislativo, uno administrativo y uno judicial o jurisdiccional; entendidos
como iter formalizados y finalísticos en que se despliega la potestad pública.
Ahora bien, a nosotros, para estos efectos, sólo nos interesa el proceso judicial
referido a órganos que ejerzan jurisdicción. En este sentido, en cuanto a definicio-
nes se refiere de proceso existen muchas y variadas, ello derivado tanto de la distin-
tas concepciones acerca de sus naturaleza jurídica, recuérdese las diversas teorías
existentes al respecto: contractualista, cuasicontractualista. (sustentada por los
prácticos españoles, como Salgado, Carleval, Hevia, Conde De la Cañada, y cuyo
mejor expositor fue el autor francés Arnault De Guenyeveau), de la relación jurídi-
ca compleja, (Oscar Von Bulow, Kohler, Wach, Stein, Hellwin), de la situación jurí-
dica, (James Goldschmidt), de la entidad jurídica compleja (Faschini), de la institu-
ción, (siendo el mexicano García Rojas, los españoles Giménez Fernández y
Guasp, el brasileño Briseño Serra, y el ilustre uruguayo Couture– algunos de sus
más connotados sostenedores, no obstante que éste último se retractó de su primi-
tiva adhesión, en su tercera y póstuma edición de su obra Fundamentos de Dere-
cho Procesal Civil ), como juego (Calamandrei), como modificación jurídica y como
misterio (Satta), como estado de ligamen (Kishc), etc.; así como del afán innovador
de los autores. En este variopinto contexto resulta especialmente ilustrativa la dada
por Eduardo J. Couture, quien lo conceptualiza como “un medio idóneo para diri-
mir imparcialmente, por acto de juicio de autoridad, un conflicto de intereses con rele-
vancia jurídica” al que puede agregársele, “mediante una resolución que eventual-
mente pueda adquirir la fuerza de cosa juzgada”.6
Merece ser destacado, el adjetivo de idóneo comprendido en la definición
apuntada. En efecto, la actividad jurisdiccional sólo puede ejercitarse eficazmente y
cumplir su finalidad de pacificación social, mediante un adecuado proceso. De ahí
que Jaime Guasp haya dicho que el proceso no es el único instrumento que tiene el
Estado para hacer justicia, pero al emplearlo le está vedado desnaturalizarlo con
medidas que le impidan realizar su fin natural, y frente a tales desnaturalizaciones
o falseamientos se ha de reconocer a los individuos su facultad legítima de poder
obtener su desaparición.7
Otro elemento que merece ser destacado del concepto de proceso, es el hecho
de que en la resolución del conflicto mediante la vía procesal, debe mediar, de par-
te del órgano jurisdiccional, un acto de juicio de autoridad.
Esto implica, en primer lugar, que quien dirime el conflicto está revestido de
una especial potestad, es decir de un poder-deber, que lo eleva a la categoría de re-
presentante del Estado y cuyo ejercicio implica el cumplimiento o desempeño de
una función pública, ya sea que su designación emane directamente del Estado, o
de la voluntad de los particulares cuando la ley sancione como eficaz, como ocurre,
por ejemplo, con los jueces árbitros.
Además, este elemento hace referencia a un acto de juicio por parte de la au-
toridad jurisdiccional, queriendo resaltar con ello, que la actividad jurisdiccional se
opone a actos puramente caprichosos o arbitrarios. Debemos resaltar el apelativo
de “puramente”, pues, si bien la sentencia implica fundamentalmente una opera-
ción lógica, que la doctrina suele caracterizar como el cotejo entre una premisa ma-
yor, representada por la ley, y una premisa menor, configurada por el caso concre-
to, no debemos desconocer, que a ella también le es inherente un componente
volitivo, pues los jueces han dejado de ser, y la verdad es que nunca lo han sido,
simples seres inanimados que no pueden moderar ni la fuerza ni el rigor de la ley,
contrariamente a lo que opinaba el barón de Montesquieu.
En síntesis, como expresa Couture, la “sentencia es, como operación intelec-
tual, un largo proceso crítico en el cual la lógica juega un papel altamente significa-
tivo, pero que culmina necesariamente en actos de la voluntad”, pues los mismos
problemas a que a diario nos vemos enfrentados los hombres comunes y corrientes,
se presenta también en el momento en que el juez, sin despojarse de su condición
de ser humano, examina los hechos, determina el derecho aplicable y extrae la con-
clusión.8
Otro elemento relevante del proceso es que por su intermedio no se resuelve
cualquier conflicto, sino que el conflicto que constituye su causa y cuya resolución
constituye su objeto, debe ser de relevancia jurídica, y por la otra, que en ciertos
casos lo que se resuelve no es precisamente un conflicto, sino, una controversia ju-
rídica.
Lo anterior nos obliga a efectuar ciertas precisiones conceptuales. Siguiendo
al procesalista E.J. Couture, entendemos por conflicto “toda pretensión resisti-
da o toda pretensión insatisfecha”, y por controversia “todas aquellas cuestiones
de hecho o derecho que, no pudiendo resolverse mediante los procedimientos de
autotutela o autocomposición, reclaman un pronunciamiento de órgano del
Estado”.9
Otro de los elementos y tal vez uno de los más significativos del concepto de
proceso, consiste en que en su virtud, el conflicto se resuelve de manera definitiva e
irrevocable, en otros términos con carácter de cosa juzgada.
10 Así ocurre, por ejemplo con: GIMENO SENDRA, Vicente, Constitución y Proceso; GONZÁLEZ PÉ-
REZ, Jesús, El derecho a la tutela jurisdiccional; COUTURE, Eduardo J., Fundamentos del Derecho Procesal
civil; EVANS DE LA CUADRA, Enrique, Los Derechos Constitucionales, Edit Jurídica, 2 vol, Santiago, 1986;
PFEFFER URQUIAGA, Emilio, Manual de Derecho Constitucional, Ediar, 2 vol, Santiago, 1989, T. I; BLANC
RENARD, Neville, NOGUEIRA ALCALÁ, Humberto, PFEFFER URQUIAGA, Emilio y VERDUGO MARINKOVIC,
Mario, La Constitución Chilena, Edit. CEAL, Valparaíso, 1989; CEA EGAÑA, José Luis, Tratado de la
Constitución de 1980, Edit. Jurídica, Santiago, 1988; ZÚÑIGA URBINA, Francisco, Garantías Constitucio-
nales del Proceso, Mimeo, 1997.
11 COUTURE, Eduardo J., ob. cit., pág. 148.
12 MONTERO AROCA, Juan y ORTELLS RAMOS, Manuel, ob. cit., pág. 376. (J. L. Gómez Colomer):
Derecho Jurisdiccional, 2 vol., edit. Librería Bosch, Barcelona, 1987, vol I, págs. 375 y ss.
Debido proceso legal en la jurisprudencia electoral • 241
de la garantía más amplía constituida por el derecho de todas las personas al debi-
do proceso.
Así, por ejemplo, Jesús González Pérez, conceptualiza la tutela jurisdiccional
efectiva, como “el derecho de toda persona a que se le haga justicia”, derecho que
implica que toda pretensión frente a otro fundada en el ordenamiento jurídico sea
atendida por un órgano estatal independiente, en un proceso investido de garantías
que hagan posible una defensa adecuada. Este derecho desplegaría sus efectos en
tres aspectos procesales distintos: en el del acceso a la jurisdicción; en el proceso
debido y en la eficacia de la sentencia. Consecuente con este criterio, el referido
autor excluye el denominado derecho a la acción como parte integrante del debido
proceso, insertándolo como parte de la tutela jurisdiccional efectiva en el momento
del acceso a la justicia. Asimismo, excluye también de la noción de debido proceso,
el derecho a la ejecución de las sentencias, incluyéndolo en el momento procesal
culminante de la ejecución y plena efectividad de las sentencias.13
Por el contrario, Vicente Gimeno Sendra, incorpora ambas garantías procesa-
les en el capítulo titulado el derecho al debido proceso.
Debemos si aclarar, que el hecho de que algunos autores excluyan ciertas ga-
rantías procesales de la noción de debido proceso, no quiere decir, de manera algu-
na, que la desvinculen absolutamente de dicho concepto, pues en último término
todas son parte del derecho procesal, que se caracteriza, como disciplina autónoma
que es, por su unidad.
En este sentido la jurisprudencia de la Suprema Corte de los Estados Unidos,
también nos ha proporcionado una interesante casuística acerca de las garantías
procesales de jerarquía constitucional, cuya violación implica un atentado al dere-
cho al debido proceso. Así conforme a este criterio jurisprudencial, puede decirse
que las razones de la inconstitucionalidad de una ley procesal, serían:
a) Falta de citación, fenómeno que suele presentarse en nuestros juicios de nulidad
de matrimonio, sobre todo cuando uno de los cónyuges, principalmente la mujer, no
desea consentir en fraude procesal que, a menudo implica dicho juicio.
Para evitar este vicio, la demanda debe ser efectivamente comunicada al de-
mandado, de acuerdo a las formas que la ley procesal determine, las que necesaria-
mente deben exigir que en dicha comunicación se consignen los datos mínimos
para posibilitar la defensa, o que al menos, siguiendo siempre las formas procesa-
les, la demanda sea puesta a disposición del demandado, de tal modo que el desco-
nocimiento que éste pueda tener de ella se deba a su propia negligencia o descuido
y no a maniobras arteras u obstaculizadoras del actor.
b) Falta de emplazamiento: Esto es privación de la oportunidad de ejercer el
derecho de defensa. También se incurre en esta causal, cuando la ley autoriza un
13 GONZÁLEZ PÉREZ, Jesús, El Derecho a la tutela jurisdiccional, Edit. Civitas S. A., Madrid, 1989.
Debido proceso legal en la jurisprudencia electoral • 243
lo 18, establecía que “Ninguno será penado sin proceso y sentencia conforme a la
ley”; por su parte la Constitución Pelucona de 1833 en su artículo 122, prescribía
que “Ninguno puede ser condenado si no es juzgado legalmente y en virtud de una
ley promulgada antes del hecho sobre el que recae el juicio. Igual tenor literal tenía
el artículo 11 de la Constitución del 25, la que además en su artículo 12 establecía
la prohibición del establecimiento de comisiones especiales, normas éstas que fue-
ron reemplazadas por el art. 1º, Nº3º, en relación con el art. 12 del Acta constitu-
cional de 1976, que en gran medida coincide con el actual Art. 19 Nº3º de la Cons-
titución del 80, salvo tres agregados que hizo éste último, consistentes en:
1. Establecer que el derecho a la defensa jurídica se debe ejercer en conformi-
dad a la ley: y
2. Suprimió, por obviedad, las palabras “En las causas criminales con que se
iniciaba el antiguo inciso final de la disposición que hoy constituye el inciso penúlti-
mo; y
3. Prohibió, aunque de modo defectuoso, el establecimiento de leyes penales
en blanco.
Los preceptos constitucionales tanto del Acta Constitucional Nº3 de 1976
como de la Constitución de 1980, ampliaron la garantía constitucional del derecho
al debido proceso en a lo menos cuatro aspectos, que muy bien ha resaltado el
constitucionalista José Luis Cea Egaña, a saber: al consagrar el acceso a la justicia
en su más amplio sentido de función jurisdiccional, para obtener la efectiva protec-
ción de la ley en el ejercicio de los derechos constitucionalmente reconocidos; 2) al
consagrar el derecho tanto a la asesoría como a la defensa jurídica; 3) al exigir que
todo órgano que ejerce jurisdicción funde su sentencia en un proceso previo, racio-
nal y justo, tramitado en conformidad a la ley. La locución órgano, es comprensiva
no sólo de todo órgano judicial, sino que de cualquier órgano, que como lo dice la
Constitución que ejerza jurisdicción, pues es la función la que lo cualifica al órgano y
no el órgano a la función, de ahí que el texto no haya dicho órgano judicial. Por lo
demás, el art. 73 inc. 1º de la Constitución Política de la República, entrega la fun-
ción jurisdiccional a los tribunales establecidos por la ley que es más amplio que
decir tribunales de justicia establecidos por la ley.
La interrogante que nos surge ahora, consiste en saber que se entiende o que
es un justo y racional procedimiento. A este respecto, nos limitaremos a enunciar las
conclusiones que pueden extraerse del debate de las sesiones de la C.E.N.C., a una
de las cuales fue invitado, para exponer el particular, el distinguido profesor de la
Universidad de Chile don José Bernales.
De estas sesiones se desprende que los redactores de la Constitución, fueron
de la opinión que para que exista debido proceso, debían darse copulativamente
tres requisitos: legalidad formal del proceso; racionalidad procedimental; y justicia
sustantiva.
En otros términos, desde este punto de vista, lo debido, no es necesariamente
Debido proceso legal en la jurisprudencia electoral • 245
14 CEA EGAÑA, José Luis, Tratado de la constitución de 1980, págs. 308 y 309.
246 • Francisco Zúñiga Urbina / Héctor Marambio Astorga
V. CONCLUSIONES
TÍTULO PRELIMINAR
Finalidad
ART. 1.—La presente ley tiene por finalidad garantizar la supremacía de la
normativa constitucional, el ejercicio pleno de los derechos consagrados en ésta
y el funcionamiento regular de los órganos del Gobierno y entidades públicas,
mediante la regulación de los procesos y procedimientos siguientes:
(a) Hábeas corpus o exhibición personal;
(b) Amparo;
(c) Inconstitucionalidad;
(d) Controversias que se susciten entre el Órgano Legislativo y el Órgano
Ejecutivo, en el proceso de formación de la ley; y
(e) Conflictos entre órganos constitucionales.
En esta ley se regula además, la inaplicabilidad, por parte de tribunales y
jueces, de tratados, leyes, disposiciones o actos jurídicos subjetivos, públicos o
privados contrarios a la normativa constitucional.
Interpretación
ART. 2.—La Sala de lo Constitucional es el intérprete supremo de la Consti-
tución.
Los tribunales y jueces, en sus resoluciones, preferirán la interpretación que
mejor procure la protección y eficacia de los derechos fundamentales y la conse-
cución de los principios y valores constitucionales.
Denominaciones
ART. 3.—En esta le y, la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de
Justicia podrá llamarse indistintamente “la Sala” o “la Sala de lo Constitucional”
y ésta y las Cámaras de Segunda Instancia, “el tribunal”.
Normas comunes
ART. 4.—En los procesos y procedimientos que regula esta ley regirán las si-
guientes normas:
(a) Toda persona tiene derecho a acudir ante el tribunal a plantear su pre-
tensión, oponerse a la ya incoada y ejercer todos los actos procesales concer-
nientes a la defensa de una u otra posición procesal, conforme a las disposicio-
nes de la presente ley.
(b) Iniciado el proceso o procedimiento deberá impulsarse de oficio, bajo la
dirección del tribunal, con la mayor celeridad y economía procesales;
(c) Las omisiones y errores de derecho en que incurran la s partes deberán su-
plirse o subsanarse de oficio. Previo a disponer la suplencia o subsanación oficiosas
se mandará oír, dentro de tercero día, a las partes o intervinientes en el proceso.
En el caso de otro tipo de errores u omisiones subsanables, el tribunal orde-
Anteproyecto de Ley Procesal Constitucional de la República de El Salvador • 253
nará que se complementen o corrijan por quien corresponda, dentro de los tres
días siguientes al de la notificación respectiva;
(d) Las partes podrán proponer y aportar pruebas; y el tribunal podrá orde-
nar las que considere necesarias para mejor proveer;
(e) El tribunal deberá garantizar la igualdad de las partes en el proceso;
(f) Los sujetos que actúen en el proceso deberán comportarse con lealtad,
probidad y buena fe. El tribunal deberá impedir cualquier conducta ilícita o di-
latoria en el desarrollo del proceso;
(g) Todo proceso será de conocimiento público, salvo que el tribunal median-
te resolución motivada decida lo contrario, por razones de seguridad y moral pú-
blicas o en protección de la intimidad e integridad moral de alguna de las partes.
Los intervinientes tendrán acceso al expediente en cualquier momento para
conocer el estado del proceso.
Todos los escritos, informes y alegatos que sean presentados en cualquier
proceso o procedimiento de los regulados en esta ley, deberán ser acompañados
de copias para cada uno de los intervinientes.
El tribunal, en el transcurso del proceso, deberá proporcionar a los intervi-
nientes, las copias de los escritos y sus anexos, informes y alegatos; así como al
notificar, deberá entregar copia íntegra de la resolución.
Siempre que se presente un escrito en el desarrollo del proceso, el tribunal
dará aviso inmediato de dicha presentación a todos los intervinientes.
TÍTULO I
Sujetos procesales
CAPÍTULO I
Órgano jurisdiccional
SECCIÓN PRIMERA
Competencia
Competencia
ART. 5.—La Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia es el
tribunal competente para conocer de las pretensiones planteadas en los proce-
sos que regula esta ley.
Del hábeas corpus contra autoridades no judiciales y contra particulares,
también podrán conocer las Cámaras de Segunda Instancia con competencia en
materia penal, que no residan en la capital.
La competencia territorial de las Cámaras se determinará por el lugar don-
de ocurra el acto lesivo. Si este se hubiere realizado fuera del ámbito territorial
del tribunal que reciba la petición, deberá remitirla, en el plazo de veinticuatro
horas, a la Sala de lo Constitucional para que la resuelva.
Lo prescrito en el inciso anterior, no dispensa al tribunal remitente, de
254 • Anteproyecto de Ley Procesal Constitucional de la República de El Salvador
SECCIÓN SEGUNDA
Funcionamiento
Recusación y abstención de conocimiento
ART. 7.—Los miembros del tribunal podrán ser recusados cuando exista
motivo razonable y comprobable, que no garantice su imparcialidad.
Cuando se trate de la recusación de los magistrados de la Sala, el tribunal
competente para conocer y resolver sobre las recusaciones, será dicha Sala; y si
fuere la mayoría o todos los magistrados los recusados, el conocimiento y deci-
sión corresponderá a la Corte en pleno.
Cuando un magistrado considere que concurre respecto de él algún motivo
de abstención de conocimiento, lo hará saber a la Sala mediante escrito motiva-
do, para que declare si es procedente o no que aquél se abstenga de conocer del
asunto de que se trate; lo que se resolverá sin más trámite, dentro de los tres
días de recibido el escrito sin que sea necesario aportar prueba.
La recusación se debe presentar ante la Sala, al demandarse, o al rendirse el
informe que se solicite al demandado, respectivamente, salvo que los motivos
para recusar sucediesen con posterioridad a esas fechas, o que eran desconoci-
dos por el recusante. La recusación deberá expresar los hechos en que se funda-
menta y acompañarse de las pruebas pertinentes. Se mandará oír dentro de ter-
cero día al magistrado recusado y vencido dicho plazo se resolverá dentro de
uno igual, sin más trámite.
Las partes no pueden allanarse a que conozca el magistrado que haya sido
recusado o que manifieste que pretende abstenerse de conocer del asunto de
que se trate.
Las resoluciones que se pronuncien en este incidente son irrecurribles.
Desde la fecha en la que se presente el escrito de recusación o de abstención
de conocimiento, el magistrado en quien concurren esos motivos, no podrá interve-
nir en la decisión del incidente ni en el proceso de que se trate, pero serán válidos
los actos realizados con anterioridad a la fecha de presentación de dicho escrito.
Discordias
ART. 8.—Si ocurriere discordia entre los magistrados de una Cámara de Se-
gunda Instancia, tanto en lo que respecta a la admisión de la solicitud como a la
sentencia del hábeas corpus, aquélla deberá remitir de oficio el expediente den-
tro del plazo de veinticuatro horas a la Sala, la cual continuará conociendo del
mismo hasta su terminación.
Anteproyecto de Ley Procesal Constitucional de la República de El Salvador • 255
SECCIÓN TERCERA
Potestad sancionadora
Incumplimientos
ART. 10.—El funcionario, empleado público o persona que en un proceso o
procedimiento regulados en esta ley, de cualquier manera no realizare actos or-
denados por el tribunal o desobedeciere mandatos del mismo, retardare, impi-
diere u obstaculizare su tramitación o la ejecución de la s diligencias o de las
sentencias, o falseare u omitiere deliberadamente hechos o datos importantes en
sus informes, incurrirá en la multa que esta ley determina; y deberá ser obligado
coactivamente a cumplir y respetar las decisiones respectivas o a coadyuvar en el
cumplimiento de ellas.
Si alguna de las anteriores conductas constituyere la posible comisión de
una infracción penal, el tribunal deberá remitir certificación de los pasajes perti-
nentes del proceso al Fiscal General de la República.
Cuantía de las multas
ART. 11.—Las multas se determinarán en cada caso tomando en cuenta la
gravedad de la infracción y la capacidad económica del contraventor. Su monto
oscilará entre el equivalente a uno y diez salarios mínimos, previa audiencia al
supuesto infractor.
La multa deberá cancelarse en el plazo de cinco días contados desde el si-
guiente al de la notificación, y cuando no sea satisfecha en dicho plazo, se segui-
rán los trámites del procedimiento común.
CAPÍTULO II
Partes
Atribución de las partes
ART. 12.—En los procesos de amparo y en los de hábeas corpus contra auto-
ridad judicial, corresponde a las partes determinar el objeto del proceso y los lí-
mites de la congruencia.
Intervención de terceros
ART. 13.—Quien no haya iniciado el proceso y tenga interés en el resultado
del mismo, podrá intervenir en cualquier estado en que se encuentre, sin poder
hacerlo retroceder.
256 • Anteproyecto de Ley Procesal Constitucional de la República de El Salvador
Comparecencia
ART. 14.—En los procesos y procedimientos constitucionales, no será nece-
saria la comparecencia por medio de procurador.
El mandato se podrá conferir mediante instrumento público, escrito presen-
tado personalmente o con firma legalizada.
Las personas de escasos recursos económicos, menores y demás incapaces
podrán ser representadas por auxiliar designado por el Procurador General de
la República.
Obligaciones del funcionario sustituto
ART. 15.—En caso de cesantía, remoción, destitución o cualquier otra forma
de ausencia temporal o definitiva del funcionario que dictó el acto reclamado, el
funcionario sustituto asumirá las obligaciones contenidas en el procedimiento
regulado por la presente ley, especialmente en todo lo relacionado con los in-
formes y el acatamiento de las resoluciones sobre suspensión del acto reclamado
u otra medida cautelar y la sentencia definitiva.
La intervención del funcionario que realizó el acto impugnado, y que haya
dejado de ocupar el cargo, se limitará a procurar el mantenimiento de dicho acto.
Litisconsorcio facultativo
ART. 16.—Dos o más personas pueden intervenir en un mismo proceso en
forma conjunta, sea activa o pasivamente, cuando sus pretensiones sean conexas,
o cuando la sentencia que debe dictarse con respecto a una pudiera afectar a la
otra.
Los litisconsortes facultativos serán considerados como independientes.
Litisconsorcio necesario
ART. 17.—Cuando por la naturaleza de la pretensión no pudiere pronun-
ciarse sentencia útilmente sin la intervención de todos los interesados, éstos de-
berán ser notificados a efecto de comparecer.
En este caso, las actuaciones procesales de cada uno favorecerán a los otros.
Sin embargo, los actos que impliquen disposición de la pretensión, sólo tendrán
eficacia si emanan de todos los litisconsortes.
Pretensiones contra grupos sin personalidad jurídica
ART. 18.—Cuando se demandare a un grupo sin personalidad jurídica, la
pretensión se dirigirá contra dicho grupo a través de sus personeros aparentes o
contra el responsable individual.
CAPÍTULO III
Ministerio Público
Fiscalía General de la República
ART. 19.—El Fiscal General de la República deberá intervenir en los proce-
Anteproyecto de Ley Procesal Constitucional de la República de El Salvador • 257
TÍTULO II
Actos procesales
CAPÍTULO I
Disposiciones generales
Cómputo de plazos
ART. 22.—Los plazos comprenderán únicamente los días hábiles; serán pe-
rentorios e improrrogables.
Suspensión de plazos
ART. 23.—Al impedido por justa causa no le corre plazo desde el momento
en que se produce el impedimento y hasta su cese. Sólo se considera justa causa
la que provenga de fuerza mayor o caso fortuito para la parte y que la coloque
en la imposibilidad de realizar el acto por sí o por procurador.
Acumulación de procesos
ART. 24.—El tribunal deberá disponer, de oficio o a petición de parte, antes
de la sentencia definitiva, la acumulación de aquellos procesos y procedimientos
que, dadas las circunstancias y por razones de identidad o conexidad, justifiquen
la unidad de trámite y decisión.
Para resolver sobre la acumulación, cuando fuere pedida, el tribunal oirá
previamente a las partes, en la siguiente audiencia.
CAPÍTULO II
Actos de decisión
Plazos para resolver
ART. 25.—Cuando la presente ley no establezca un plazo específico para re-
solver, se observarán las siguientes reglas:
(a) Para las resoluciones de mero trámite, tres días;
(b) Para las sentencias interlocutorias, cinco días; y
(c) Para las sentencias definitivas, quince días.
258 • Anteproyecto de Ley Procesal Constitucional de la República de El Salvador
CAPÍTULO III
Actos de comunicación
Plazo para notificar
ART. 29.—Toda notificación deberá practicarse, a más tardar, dos días des-
pués de pronunciada la respectiva resolución.
Notificación de la admisión de la demanda
ART. 30.—La notificación de la admisión de la demanda se practicará en la
oficina de la autoridad demandada. Si el demandado fuere particular, se efec-
tuará en el lugar de trabajo o en su casa de habitación. En el caso de una perso-
na jurídica o grupo sin personalidad jurídica, se hará al representante o per-
sonero aparente o responsable individual, en su caso, en su casa de habitación,
o en cualquier establecimiento o local de funcionamiento de la persona jurí-
dica o grupo.
Anteproyecto de Ley Procesal Constitucional de la República de El Salvador • 259
CAPÍTULO IV
Medidas cautelares
Medidas cautelares
ART. 32.—Al admitir la demanda o petición, el tribunal podrá ordenar la
suspensión del acto reclamado y cualquier otra medida cautelar.
Cuando exista fundado motivo para considerar que se consumará un
daño inminente o irreparable en contra del agraviado, la Sala establecerá
cuál debe ser la situación de hecho o de derecho que prevalecerá durante el
proceso.
Revocabilidad y mutación de medidas cautelares
ART. 33.—Las resoluciones que ordenen la adopción de medidas cautelares
no causan estado, y el tribunal podrá decretarlas, revocarlas o modificarlas en
cualquier etapa del proceso antes de la sentencia definitiva, a instancia de parte
o de oficio.
Excepciones
ART. 34.—No se suspenderá el acto reclamado cuando este:
(a) Sea de carácter negativo y no produzca efectos positivos;
(b) Reconozca una situación preexistente, sin disponer ninguna modifica-
ción; y
(c) Se haya consumado, o exista imposibilidad física de volver las cosas a
su estado anterior, siempre que no provenga de actos posteriores del deman-
dado.
No se decretará una medida cautelar cuando ello cause o pueda causar da-
ños ciertos o inminentes a los intereses públicos o de terceros, mayores que los
que provocaría la ejecución del acto.
260 • Anteproyecto de Ley Procesal Constitucional de la República de El Salvador
TÍTULO III
Actividad procesal
CAPÍTULO I
Iniciación del proceso
Formas de iniciación
ART. 35.—Los procesos constitucionales se iniciarán mediante demanda es-
crita, salvo las excepciones establecidas en esta ley.
Lugar de presentación
ART. 36.—La demanda o petición deberá presentarse en la Sala de lo Cons-
titucional o en las Cámaras de Segunda Instancia, en su caso.
En el hábeas corpus, quien ejerza la dirección de la entidad donde se en-
cuentre el detenido, si éste se lo solicita, deberá proporcionarle los medios nece-
sarios para redactar la petición y enviar ésta al tribunal, dentro de las veinticua-
tro horas siguientes a la entrega que de ella haga el privado de libertad.
En el caso de amparo, la demanda podrá presentarse ante cualquier juez o
tribunal, quien deberá remitir a la Sala el escrito respectivo por cualquier medio
que ofrezca garantías de seguridad, a más tardar dentro de las veinticuatro ho-
ras de presentado.
Agotamiento de recursos y acceso directo
ART. 37.—Las pretensiones de amparo en general y hábeas corpus contra
autoridades judiciales, únicamente pueden plantearse cuando se hayan agotado
infructuosamente los recursos ordinarios que contra el acto reclamado concedan
los respectivos procedimientos.
Sin embargo, tales procesos podrán iniciarse sin necesidad de tal agota-
miento, en los casos siguientes:
(a) Si no existen recursos para subsanar el acto reclamado o aquéllos no es-
tuvieren reglados;
(b) Si el acto impugnado es ejecutado o trata de ejecutarse antes de vencerse
el plazo para recurrir; y
(c) Cuando la vulneración del derecho consagrado en la normativa constitu-
cional pudiera convertirse en irreparable si se exigiere que se agoten los recur-
sos pertinentes.
Requisitos generales para toda demanda o petición
ART. 38.—Las demandas o peticiones correspondientes a los procesos y pro-
cedimientos regulados por esta ley, además de la información y requisitos que
especialmente se prescriben para cada uno de ellos, deberán contener, según el
caso:
(a) Nombre, edad, profesión u oficio y domicilio del demandante o peticio-
nario, y los de quien gestione por él, en su caso. Si el demandante fuere persona
jurídica se expresará su denominación o razón social, naturaleza y domicilio;
Anteproyecto de Ley Procesal Constitucional de la República de El Salvador • 261
CAPÍTULO II
Desarrollo del proceso
Comunicaciones de las partes
ART. 46.—Las partes podrán rendir informes, contestar cuando se les man-
de oír, atender prevenciones, recurrir, solicitar las ampliaciones o explicacio-
nes de sentencia y en general, hacer cualquier petición, utilizando medios técni-
cos que ofrezcan garantías de seguridad y confiabilidad, lo cual deberá constar
por escrito.
Medios y valoración de prueba
ART. 47.—Serán admisibles todos los medios de prueba, las cuales serán
apreciadas de acuerdo con las reglas de la sana crítica.
Límites de la actividad probatoria
ART. 48.—La actividad probatoria se limitará a la necesaria para comprobar
los hechos que fundamentan el objeto del proceso; en consecuencia, el tribunal
rechazará de oficio o a petición de parte, los medios probatorios manifiestamen-
te impertinentes o inconducentes.
Certificaciones
ART. 49.—Toda autoridad está en la obligación de expedir dentro de terce-
ro día las certificaciones que se les pidieren, siempre que en la solicitud se ex-
prese que el objeto de la certificación es para que surta efecto en un proceso
constitucional.
Cuando una persona requiriese para tales efectos, certificaciones de expe-
dientes, procesos o archivos relativos a ella misma o a sus bienes, que por leyes
especiales tengan carácter de secretos o reservados, deberá pedir al tribunal que
las solicite.
Anteproyecto de Ley Procesal Constitucional de la República de El Salvador • 263
CAPÍTULO III
Conclusión del proceso
SECCIÓN PRIMERA
Desistimiento y sobreseimiento
Desistimiento
ART. 50.—El demandante podrá desistir de su pretensión sin necesidad de
aceptación por parte del demandado.
En los procesos de hábeas corpus y amparo, si éstos se hubieren iniciado a
solicitud de un tercero, corresponde al titular del derecho vulnerado desistir de
la pretensión, y el tribunal deberá resolver sin más trámite.
Sobreseimiento
ART. 51.—La Sala, de oficio o a petición de parte y previa audiencia al de-
mandante, podrá sobreseer en cualquier estado del proceso antes de la senten-
cia definitiva, si apreciare causa de improcedencia de la pretensión que no ad-
virtió al inicio del mismo.
SECCIÓN SEGUNDA
Sentencia definitiva
Forma de la sentencia definitiva
ART. 52.—La sentencia definitiva deberá contener:
(a) Denominación del tribunal, lugar, hora y fecha de su emisión;
(b) Identificación de los intervinientes en el proceso;
(c) Expresión del acto o disposición impugnado;
(d) Motivación de la decisión;
(e) Fallo;
(f) La condena en daños y perjuicios a que hubiere lugar de conformidad a
la presente ley;
(g) Nombres y firmas de los integrantes del tribunal; y
(h) Los votos disidentes o razonados.
Examen previo de constitucionalidad
ART. 53.—Cuando se reclame contra el acto de aplicación de una disposición
alegada como inconstitucional, o contra una norma autoaplicativa se mandará
oír a la autoridad emisora de la disposición y al Fiscal General de la República
264 • Anteproyecto de Ley Procesal Constitucional de la República de El Salvador
por un plazo común que no exceda de quince días. En tal supuesto, la sentencia
definitiva que se pronuncie, además de los efectos que le correspondan en rela-
ción al caso concreto del que se conozca, comprenderá la decisión sobre la cons-
titucionalidad de la disposición; se ordenará la publicación de la sentencia en el
Diario Oficial y se notificará a la autoridad emisora de la disposición.
Si se estimare que la disposición es contraria a la normativa constitucional,
la sentencia producirá efectos generales y obligatorios.
Cosa juzgada
ART. 54.—La sentencia definitiva pronunciada en los procesos de amparo y
hábeas corpus producirá, en cuanto a las partes que han intervenido en los mis-
mos, los efectos de cosa juzgada.
Ejecución
ART. 55.—La sentencia estimatoria, fijará al demandado el plazo en el que
deberá dar cumplimiento a la misma. Si dentro del plazo fijado no se diere
cumplimiento a la sentencia, el tribunal la hará cumplir coactivamente.
El demandante que habiendo obtenido sentencia estimatoria sufriere nueva
vulneración, amenaza o restricción a los derechos ya protegidos, por parte de la
misma autoridad, podrá acudir al tribunal para que, comprobada por cualquier
medio la existencia de la reiteración, ordene su cese.
Responsabilidad subjetiva
ART. 56.—Si se pronunciare sentencia estimatoria, el demandante podrá re-
clamar indemnización por los daños y perjuicios derivados del acto impugnado;
sin perjuicio de las responsabilidades penales y administrativas en que se haya
incurrido.
El demandado que realizó el acto declarado inconstitucional, responderá
personalmente de los daños y perjuicios que fueren imputables a su dolo o
culpa.
La respectiva indemnización se reclamará ante los tribunales comunes com-
petentes.
SECCIÓN TERCERA
Explicación y ampliación
Procedencia
ART. 57.—Cuando alguna de las partes considere que la sentencia contiene
algún concepto oscuro, podrá pedir su explicación.
Si se hubiere omitido resolver sobre algún punto, podrá solicitarse la am-
pliación que corresponda. El tribunal sólo podrá modificar puntos ya resueltos,
si ello es una obligada consecuencia de la resolución de los originalmente no
considerados. Previo a resolver, deberá oírse a los restantes intervinientes por el
plazo común de tres días.
Anteproyecto de Ley Procesal Constitucional de la República de El Salvador • 265
Plazo
ART. 58.—Las anteriores peticiones deberán presentarse dentro de las vein-
ticuatro horas siguientes a la notificación de la sentencia.
TÍTULO IV
Procesos constitucionales
CAPÍTULO I
Hábeas corpus o exhibición personal
SECCIÓN PRIMERA
Disposiciones generales
Finalidad
ART. 59.—El hábeas corpus o exhibición personal tiene por finalidad garan-
tizar la libertad personal, así como la dignidad o integridad física, psíquica o
moral de las personas detenidas.
Procedencia
ART. 60.—Procede el hábeas corpus cuando exista restricción o amenaza de
restricción a la libertad personal producida por particular o autoridad, que im-
plique:
(a) Apartamiento de las normas que habiliten tal restricción, o violaciones al
debido proceso.
(b) Realización de actuaciones u omisiones sin fundamento legal.
También procederá la pretensión de hábeas corpus contra atentados o
amenazas a la dignidad o integridad física, psíquica o moral de las personas de-
tenidas.
Tramitación preferente
ART. 61.—Los procesos de hábeas corpus serán tramitados con prelación a
cualquier otro asunto de los que conociese el tribunal.
Disposición de la libertad del titular del derecho
ART. 62.—Cuando se reciba la notificación de la resolución que admite la
demanda o petición de hábeas corpus o la solicitud del informe justificativo, de-
berá ponerse a disposición del tribunal que la emitió, al titular del derecho; sin
embargo, quien restrinja la libertad, si fuere procedente, podrá en ese instante
hacer cesar la restricción, e informar al tribunal de dicha circunstancia.
Conexidad
ART. 63.—Si al tramitarse una demanda o petición de hábeas corpus, el tri-
bunal advierte que otra persona se encuentra en similar condición que el titular
del derecho, en el mismo procedimiento deberá pronunciarse sobre la situación
de aquella; y, en su caso, dictará las medidas cautelares pertinentes. Si es la au-
266 • Anteproyecto de Ley Procesal Constitucional de la República de El Salvador
SECCIÓN SEGUNDA
Procedimiento en caso de pretensiones contra autoridades judiciales
Inicio instado
ART. 64.—La demanda de hábeas corpus contra autoridades judiciales pue-
de ser presentada por la persona que considere se le restringe ilegal o arbitra-
riamente su libertad, por sí o por medio de procurador.
Admisión
ART. 65.—Admitida la demanda, la resolución se notificará a la autoridad
judicial demandada y se le pedirá informe.
Informe
ART. 66.—La autoridad demandada deberá rendir informe justificativo,
dentro del plazo de veinticuatro horas.
Cuando el titular del derecho hubiere sido puesto a disposición de otra au-
toridad judicial, así deberá informarlo, mencionando el nombre, causa del tras-
lado y fecha; debiendo remitir además, la notificación de la admisión de la de-
manda de hábeas corpus y sus anexos a la autoridad judicial a cuya disposición
se encuentre; y esta última deberá ponerlo a disposición del tribunal y rendir el
informe justificativo, dentro de las veinticuatro horas posteriores a la recepción
de lo remitido.
Fallo
ART. 67.—Si la sentencia definitiva fuere estimatoria, el tribunal ordenará,
según sea el caso, la inmediata libertad del privado de ella, el cese de las restric-
ciones a la misma o de las medidas violatorias de la dignidad o la integridad.
SECCIÓN TERCERA
Procedimiento en caso de peticiones contra autoridades no judiciales
Inicio instado
ART. 68.—La petición de hábeas corpus contra autoridades no judiciales po-
drá ser presentada por la persona que considere se le restringe su libertad, el
Procurador para la Defensa de los Derechos Humanos, el Procurador General
de la República, o por cualquier otra persona, sin necesidad de acreditar repre-
sentación.
Trámite
ART. 69.—Recibida la petición, se pedirá informe justificativo de su actua-
ción a la autoridad demandada y se comisionará a un magistrado integrante del
Anteproyecto de Ley Procesal Constitucional de la República de El Salvador • 267
SECCIÓN CUARTA
Casos especiales
Desaparición de personas
ART. 71.—Cuando se trate de la desaparición forzada de una persona y si
los funcionarios o particulares requeridos no proporcionaren elementos de jui-
cio satisfactorios sobre su paradero o destino, el tribunal deberá adoptar todas
las medidas que conduzcan a su hallazgo, pudiendo comisionar a un Juez de
Primera Instancia para que las practique y dará aviso a la Fiscalía General de la
República y a la Procuraduría de Derechos Humanos.
Si el acto reclamado se imputare a la Policía Nacional Civil o a un cuerpo
militar, el tribunal librará orden al Director de aquélla o al Ministro de la De-
fensa Nacional, en su caso, para que informen dentro del plazo de veinticuatro
horas, si es cierta o no la restricción de libertad y proporcionen el nombre de la
autoridad que la hubiere ordenado o ejecutado.
Si se localiza a la persona y el tribunal considera que es procedente el há-
beas corpus, o lo estima así por el contenido del informe, le dará el trámite co-
rrespondiente.
Hábeas corpus contra actos de particulares
ART. 72.—Cuando los actos que se atribuyan a una persona particular co-
268 • Anteproyecto de Ley Procesal Constitucional de la República de El Salvador
rrespondan a los que, de acuerdo a esta ley, hacen procedente el hábeas corpus,
siempre que fuere necesaria la prevención urgente del agravio, la cesación in-
mediata de los efectos del acto o la restitución del agraviado en el ejercicio de
sus derechos, se aplicarán las disposiciones comunes para todo proceso aquí re-
gulado y las relativas al trámite de las peticiones contra autoridades no judicia-
les, con las modificaciones siguientes:
(a) Recibida la petición se notificará la resolución a quien se atribuyan los
actos y se le citará para recibirle declaración dentro de un plazo de veinticuatro
horas, salvo el caso de vejámenes, que será de doce horas;
(b) La autoridad judicial comisionada para que se le exhiba al titular del de-
recho, estará facultada para poner a éste en libertad en forma inmediata, para
lo cual tomará todas las medidas que fueren necesarias; sin perjuicio de la conti-
nuación del procedimiento de hábeas corpus.
SECCIÓN QUINTA
Apelación
Procedencia
ART. 73.—El recurso de apelación sólo procede contra:
(a) La resolución de la Cámara que declara inadmisible la petición; y
(b) La sentencia desestimatoria dictada por la Cámara.
El recurso se interpondrá ante la Cámara dentro de los tres días siguientes a
la notificación respectiva, mediante escrito en el que se expresen los motivos
por los cuales se impugna la resolución.
Trámite
ART. 74.—Interpuesto el recurso, la Cámara deberá, dentro de las veinticua-
tro horas siguientes, remitir el expediente a la Sala y, en su caso, la documenta-
ción en que consten los antecedentes del asunto y pondrá al detenido a disposi-
ción de la misma.
La Sala deberá resolver sobre los puntos impugnados, con la sola vista del
expediente.
En el caso de impugnarse la resolución que declare inadmisible la demanda
o petición o improcedente la pretensión, admitido el recurso corresponderá a la
Sala la tramitación del proceso y la decisión de la pretensión.
CAPÍTULO II
Amparo
SECCIÓN PRIMERA
Ámbito de aplicación
Finalidad
ART. 75.—El amparo tiene por finalidad garantizar el ejercicio pleno de los
Anteproyecto de Ley Procesal Constitucional de la República de El Salvador • 269
Caducidad
ART. 77.—La pretensión de amparo deberá ejercerse en el plazo de ciento
veinte días, bajo pena de caducidad. El plazo anterior se contará a partir de la
fecha en que el agraviado tuvo conocimiento del acto lesivo, sea porque dicho
conocimiento surja del propio acto, o porque el agraviado fue notificado formal-
mente; y, en todo caso, desde el momento en que aquél, de manera inequívoca,
tuvo conocimiento del mismo.
Si existe un motivo de fuerza mayor o caso fortuito que le impida al agravia-
do demandar, el plazo de caducidad se computará desde el momento de remo-
ción o extinción del impedimento.
Si el acto es conocido de acuerdo a lo anteriormente establecido y no existe
impedimento para demandar, se observarán las siguientes reglas:
(a) Si la vulneración es un acto de comisión instantánea, el plazo comenzará
a contarse desde la fecha en que aquélla se produjo; pero si la misma es un acto
de ejecución continuada, el plazo ha de empezar a contarse desde el momento
en que haya cesado totalmente su ejecución;
(b) Si las vulneraciones son sucesivas, la no incoación de la demanda contra
la primera o las siguientes, no producirá la caducidad de la pretensión para im-
pugnar las posteriores vulneraciones;
(c) La sola amenaza de la ejecución del agravio no hará correr el plazo de
caducidad. Sólo si la afectación se produce, se deberá empezar a contar el plazo;
igual regla se aplicará cuando este se encuentre pendiente de ejecución;
(d) Cuando la vulneración derive de una omisión, no transcurrirá el plazo
de caducidad mientras aquella subsista; si existe re plazo para el pronuncia-
miento del acto, la pretensión podrá plantearse desde el día siguiente al venci-
miento del mismo; y si no existiere, se computará desde que venzan quince días,
contados a partir del día siguiente en que le fuere presentada a la autoridad la
solicitud de actuar;
(e) Cuando el agraviado haya interpuesto un medio impugnatorio previsto
por la ley, el plazo comenzará a contarse una vez se haya resuelto el mismo.
SECCIÓN SEGUNDA
Procedimiento
Inicio instado
ART. 78.—Podrán plantear la pretensión de amparo:
(a) El titular del derecho, interés, u otra situación jurídica protegible.
(b) Cualquier persona, cuando el agraviado estuviere ausente o imposibilita-
do físicamente.
Para efecto de admisión de la demanda, las circunstancias de ausencia o im-
posibilidad física del agraviado invocadas por el demandante, se tendrán por es-
tablecidas con la sola manifestación de éste; y
Anteproyecto de Ley Procesal Constitucional de la República de El Salvador • 271
declarar la invalidación del acto reclamado, así como de todo lo que sea su con-
secuencia inmediata.
Cuando el acto impugnado sea positivo, ordenará restituir al agraviado en
el pleno goce de sus derechos; y si fuere posible, que las cosas vuelvan al estado
en que se encontraban antes del acto reclamado y de los que de él se deriven.
Si el acto reclamado se hubiere consumado en forma que no sea posible res-
tablecer al agraviado en el goce de su derecho, habrá lugar a la acción civil co-
rrespondiente.
En el caso de amparo por omisión o por denegación de un acto, se ordena-
rá la ejecución de los actos cuya omisión o denegación ha sido objeto de la pre-
tensión, para lo cual se otorgará un plazo que determinará la Sala.
Si el acto reclamado consistiere en una simple actuación material o una amena-
za, se ordenará su inmediato cese y se prohibirá toda nueva actuación semejante.
En todo caso, la Sala establecerá los demás efectos de la sentencia para el
caso concreto.
CAPÍTULO III
Inconstitucionalidad
Procedencia
ART. 85.—Procede la pretensión de inconstitucionalidad contra disposicio-
nes infraconstitucionales lesivas a la normativa constitucional o contra compor-
tamientos omisivos de los entes investidos de potestad normativa que incumplan
mandatos constitucionales.
Admisión e informe
ART. 86.—La Sala, al admitir la demanda, ordenará que la autoridad que
haya emitido la disposición o cuerpo normativo considerado inconstitucional,
rinda informe detallado, dentro de un plazo que no exceda de quince días.
Intervención del Fiscal
ART. 87.—Recibido el informe o vencido el plazo, se mandará oír al Fiscal
General de la República por un lapso que no exceda de quince días, para que se
pronuncie sobre la constitucionalidad de la disposición o cuerpo normativo im-
pugnado.
Esta audiencia no se concederá cuando sea el propio Fiscal quien haya plan-
teado la pretensión.
Reforma de la disposición impugnada
ART. 88.—Si en el desarrollo del proceso, la disposición o cuerpo normativo
es reformado, la Sala mandará oír a la autoridad emisora y al Fiscal General de
la República por un plazo común que no exceda de quince días.
Inconstitucionalidad por conexión
ART. 89.—La sentencia estimatoria deberá declarar también, si es proceden-
Anteproyecto de Ley Procesal Constitucional de la República de El Salvador • 273
CAPÍTULO IV
Controversias entre el Órgano Legislativo
y el Órgano Ejecutivo en el proceso de formación de Ley
Formulación del veto
ART. 92.—Cuando el Presidente de la República considere que un proyecto
de ley es inconstitucional, lo vetará puntualizando las razones en que lo funda-
menta. El veto será refrendado y comunicado por los ministros competentes de
conformidad a lo dispuesto por el artículo 163 de la Constitución, y se acompa-
ñará al proyecto de ley cuestionado que se devolverá a la Asamblea Legislativa.
Reconsideración
ART. 93.—Si la Asamblea Legislativa acepta las razones en las que el Presi-
dente de la República funda su veto, puede desechar el proyecto de ley objeta-
do, o introducirle las modificaciones que considere adecuadas para que sea con-
forme con la Constitución; y el proyecto, así modificado, se someterá a
consideración del Presidente de la República.
Si el proyecto devuelto por el Presidente de la República es desechado o no
es ratificado por el quórum constitucionalmente requerido, se aplicará lo dis-
puesto en el artículo 143 de la Constitución.
Planteamiento de la controversia
ART. 94.—Si la Asamblea Legislativa ratifica el proyecto de ley que el Presi-
dente de la República ha vetado, éste, al recibir de nuevo el proyecto, se dirigirá
a la Sala dentro de tercero día de su recibo, remitiéndolo para que resuelva la
controversia.
Plazo común
ART. 95.—Recibido el proyecto de ley, la Sala mandará oír al Órgano Le-
274 • Anteproyecto de Ley Procesal Constitucional de la República de El Salvador
CAPÍTULO V
Conflictos entre órganos constitucionales
Procedencia
ART. 99.—Cuando alguno de los órganos del Gobierno establecidos en el
Título VI de la Constitución considere que otro de dichos órganos ha realizado
una actuación u omisión que implique intromisión en el ámbito de atribuciones
y competencias que la Constitución le confiere al primero, o entorpecimiento
del cumplimiento de sus funciones, se lo hará saber a efecto que el segundo re-
voque la actuación o realice la conducta omitida.
Planteamiento del conflicto
ART. 100.—Si el órgano requerido afirmare expresamente la constitucionali-
dad de su actuación u omisión, o en el plazo de quince días posteriores al re-
querimiento no rectificare en el sentido solicitado, el órgano que considere que
existe violación a su ámbito de atribuciones y competencias, planteará el conflic-
to ante la Sala.
Trámite y decisión
ART. 101.—Recibida la solicitud, la Sala oirá a ambos órganos en un plazo
común de treinta días, cumplido el cual resolverá dentro de quince días si el
órgano demandado ha infringido la distribución de atribuciones y competen-
cias establecidas por la Constitución. En este segundo caso, invalidará la actua-
ción realizada por el órgano infractor, o le ordenará que realice la conducta
omitida.
Anteproyecto de Ley Procesal Constitucional de la República de El Salvador • 275
TÍTULO V
Inaplicabilidad
Examen de constitucionalidad
ART. 102.—Todo juez o tribunal, a instancia de parte o de oficio, debe en-
juiciar previamente la constitucionalidad de las normas de cuya validez dependa
la tramitación de cualquier proceso o el fundamento de las resoluciones que se
pronuncien en el mismo, y si alguna de ellas contradice la Constitución, la de-
clarará inaplicable al dictar sentencia interlocutoria o definitiva.
También podrá declarar la inaplicabilidad de los actos jurídicos subjetivos,
tanto públicos como privados, que violen la normativa constitucional.
Fundamentación de la declaratoria
ART. 103.—La resolución que declare la inaplicabilidad de una disposición
o cuerpo normativo, deberá expresar las razones que la fundamentan, la norma
o acto cuya inaplicabilidad se declara y la norma o principio constitucional que
considere infringido.
Efectos de la inaplicabilidad
ART. 104.—La sentencia que declare la inaplicabilidad de una disposición o
cuerpo normativo de carácter general, sólo tendrá efectos en el proceso concre-
to en el cual se pronuncie.
Cuando la sentencia que declare la inaplicabilidad de una disposición de ca-
rácter general quede firme, el juzgado o tribunal respectivo, dentro de los ocho
días siguientes, extenderá certificación de ella y la remitirá a la Sala de lo Cons-
titucional. La remisión de la certificación equivale a un requerimiento para que
se dé inicio a un proceso de inconstitucionalidad.
TÍTULO VI
Disposiciones finales, transitorias y derogatorias, vigencia
Integración
ART. 105.—En todo lo no previsto en esta ley, se resolverá con base en lo
dispuesto por la misma para situaciones análogas; cuando no sea posible deter-
minar de tal manera el derecho aplicable, podrá recurrirse subsidiariamente a
los principios del Derecho Constitucional y Procesal, así como a las disposicio-
nes del derecho procesal común, siempre que éstas no se opongan a la naturale-
za y finalidad de esta ley.
Procesos y procedimientos pendientes
ART. 106.—Los procesos y procedimientos que se hubieren iniciado antes
de la fecha en que entre en vigencia esta ley, se continuarán tramitando de
acuerdo a la ley que se deroga por medio de la presente.
276 • Anteproyecto de Ley Procesal Constitucional de la República de El Salvador
Derogatoria
ART. 107.—Queda derogada la Ley de Procedimientos Constitucionales
emitida por Decreto Legislativo N° 2996 de fecha 14 de enero de 1960, publica-
do en el Diario Oficial N° 15, Tomo 186 de esos mismos mes y año y cualesquie-
ra otra disposición que sea contraria a la presente ley.
Vigencia
ART. 108.—La presente ley entrará en vigencia sesenta días después de su
publicación en el Diario Oficial.
Dado en el Salón Azul del Palacio Legislativo: San Salvador, a los
__________días del mes de ___________ de dos mil uno.
Ley del Control
Constitucional del Estado
de Tlaxcala (México)
TÍTULO PRIMERO
Disposiciones preliminares
CAPÍTULO I
Del objeto y competencia
ART. 1.—Esta Ley es reglamentaria del Artículo 81 de la Constitución Políti-
ca del Estado y tiene por objeto regular el proceso de los siguientes medios de
control constitucional:
I. Juicio de protección constitucional;
II. Juicio de competencia constitucional;
III. Acción de inconstitucionalidad, y
IV. Acción contra la omisión legislativa.
ART. 2.—El Pleno del Tribunal Superior de Justicia del Estado, como Tribu-
277
278 • Ley del Control Constitucional del Estado de Tlaxcala
CAPÍTULO II
De las formalidades judiciales e impedimentos
ART. 4.—En los procesos regulados por esta Ley serán aplicables, en lo con-
ducente, las formalidades judiciales que prevé el Código de Procedimientos Ci-
viles del Estado para los juicios ordinarios.
ART. 5.—Los Magistrados del Tribunal deberán excusarse cuando se en-
cuentren legalmente impedidos para actuar. Las partes sólo podrán recusarlos
con expresión de causa.
Los impedimentos y el procedimiento para las excusas y las recusaciones se
ajustarán a lo dispuesto en el Código Procesal Civil del Estado.
CAPÍTULO III
De los términos
ART. 6.—Los términos para promover los juicios de competencia constitu-
cional y para ejercitar las acciones de inconstitucionalidad, se sujetarán a lo esta-
blecido en la Constitución del Estado. Tratándose de juicios de competencia
contra normas, el término podrá contarse desde que se publique dicha norma, si
se considera autoaplicativa o desde su primer acto de aplicación, a elección del
actor.
Los juicios de protección y de competencia constitucionales que se promue-
van contra omisiones y las acciones contra la omisión legislativa que se ejerciten,
no estarán sujetos a término alguno.
Los demás juicios de protección deberán promoverse dentro de los quince
días siguientes a aquél en que el actor haya sido notificado o se hubiese entera-
do del acto que reclame; pero si el juicio se promueve contra una norma que
se considere autoaplicativa, el término respectivo será de treinta días, conta-
dos desde que se publicó oficialmente la misma. Si el acto reclamado fuese
privativo de libertad, el juicio de protección podrá promoverse en cualquier
momento.
Ley del Control Constitucional del Estado de Tlaxcala • 279
ART. 7.—Los términos que se conceden en esta Ley, sólo incluirán días há-
biles, salvo disposición especial en contrario, e iniciarán a partir de que surta
efectos la notificación correspondiente.
Si el actor en el juicio de protección se encontrare privado de su libertad,
los términos respectivos correrán de momento a momento.
ART. 8.—La Oficialía de Partes del Tribunal Superior de Justicia funcionará
permanentemente para recibir promociones relativas a los medios que regula
esta Ley.
Cuando las partes radiquen fuera de la ciudad de Tlaxcala de Xicohténcatl,
las promociones se tendrán por presentadas en tiempo si los escritos u oficios
relativos se depositan dentro de los plazos legales, en las oficinas de correos,
mediante pieza registrada con acuse de recibo, o se envían desde la oficina de
telégrafos que corresponda; siempre que tales oficinas se encuentren ubicadas
en el lugar de residencia de las partes.
CAPÍTULO IV
De las notificaciones
ART. 9.—Las resoluciones deberán notificarse a más tardar al día siguiente
de que hayan sido dictadas y engrosadas a los autos.
ART. 10.—Las notificaciones se practicarán de acuerdo a las siguientes
reglas:
I. A todas las autoridades por medio de oficio, que será entregado en el do-
micilio de su oficina principal o enviado por correo en pieza registrada con acu-
se de recibo. De encontrarse cerradas las oficinas de la autoridad a notificar, se
fijará el oficio en la puerta de acceso de dichas oficinas y además se notificará
en los estrados del Tribunal.
II. A los actores de los juicios de protección que se encuentren privados de
su libertad, se les notificará personalmente en el establecimiento en que se ha-
llen recluidos, salvo el caso de que los actores hubiesen designado persona para
recibir notificaciones o tuviesen representante legal o apoderado.
III. A los demás interesados se les notificará mediante instructivo, que se en-
tregará en el domicilio al efecto señalado, el que deberá estar ubicado en la ciu-
dad de Tlaxcala de Xicohténcatl. En caso de no señalar domicilio, se les notifi-
cará en los estrados del Tribunal.
ART. 11.—No obstante lo establecido en el Artículo anterior, las partes pue-
den señalar un número telefónico con fax, o designar dirección de correo elec-
trónico para recibir notificaciones. En ambos casos, una vez recibido el fax o el
correo que sirva de notificación, se remitirá al Tribunal el acuse de recibo co-
rrespondiente.
Si con motivo de esta notificación, se promueve incidente de nulidad de ac-
tuaciones y éste fuese declarado infundado, se impondrá al promovente una
280 • Ley del Control Constitucional del Estado de Tlaxcala
multa de veinte a cien días de salario mínimo diario vigente en el Estado; la no-
tificación se tendrá por hecha y las subsecuentes se le practicarán conforme al
Artículo anterior.
ART. 12.—Las partes están obligadas a recibir los oficios notificaciones que
se les dirijan sus oficinas, domicilio o lugar en que se encuentren. El Diligencia-
rio hará constar el nombre de la persona con quien se entienda la diligencia y si
se negare a firmar el acta o recibir el oficio, no obstante ello la notificación se
tendrá por legalmente hecha.
ART. 13.—Las notificaciones surtirán sus efectos:
I. Las que se practiquen a las autoridades, desde la hora en que hayan que-
dado legalmente hechas.
II. Las demás, desde el día siguiente al de la notificación personal o al de la
fijación de la lista en los estrados del Tribunal.
CAPÍTULO V
De la legitimación
ART. 14.—Las autoridades que participen en los procesos a que se refiere
esta Ley, deberán hacerlo a través de las personas que legalmente los represen-
ten, acreditando fehacientemente esa representación.
Las autoridades no podrán otorgar poder o mandato alguno; sin embargo
bajo su más estricta responsabilidad, podrán acreditar delegados para que con-
curran a las audiencias y en ellas desahoguen pruebas y expresen alegatos ver-
bales, así como para recibir las notificaciones que les correspondan.
ART. 15.—Para que sean admitidas a trámite las demandas, reconvenciones,
ampliaciones y contestaciones que presenten el Poder Legislativo, los Ayunta-
mientos o Concejos Municipales, la Comisión Estatal de Derechos Humanos, la
Universidad Autónoma de Tlaxcala y en general cualquier autoridad colegiada,
así como los partidos políticos, deberá demostrarse que, cuando menos, la ma-
yoría simple de los integrantes de sus órganos colectivos de gobierno, está de
acuerdo con el contenido de los escritos respectivos.
ART. 16.—Los partidos políticos actuarán a través de quien legalmente los
represente en términos de sus estatutos y podrán otorgar mandato a persona le-
galmente facultada para ejercer la profesión de abogado.
Los particulares podrán nombrar abogados patronos, los que tendrán las
mismas facultades que los apoderados.
ART. 17.—Siempre que dos o más personas, o autoridades litiguen unidas,
deberán designar representante común, el que tendrá las atribuciones de un
apoderado. De no realizarse esa designación en la primera promoción, el Presi-
dente del Tribunal lo hará oficiosamente.
Ley del Control Constitucional del Estado de Tlaxcala • 281
TÍTULO SEGUNDO
Proceso general de los medios de control constitucional
CAPÍTULO I
De las partes
ART. 18.—Sólo tendrán el carácter de actores en los medios de control cons-
titucional, las autoridades, partidos políticos y particulares, a quienes la Consti-
tución del Estado, en cada caso les reconozca tal carácter.
ART. 19.—Deberán señalarse como demandadas a las autoridades que emi-
tan y promulguen la norma que se impugne, y, en su caso, a las que hubieren
ordenado, ejecutado o traten de ejecutar el acto o resolución combatidos.
Si se reclama una omisión, material o legislativa, se demandarán a las auto-
ridades que, conforme a la Ley, deban realizar directa e indirectamente dicho
acto.
ART. 20.—También deberán ser llamados como terceros interesados las au-
toridades y particulares que sin ser partes, pudieran resultar afectados por la
sentencia que llegue a dictarse. Si los actores no cumplieren con ese señalamien-
to, el Presidente del Tribunal o el Magistrado instructor, de oficio deberán lla-
marlos al proceso.
CAPÍTULO II
De la demanda y su contestación
ART. 21.—El escrito de demanda deberá señalar:
I. El actor y su domicilio.
II. Las autoridades demandadas.
III. El tercero interesado, si lo hubiere, y su domicilio.
IV. La norma o acto cuya invalidez se demande, así como, en su caso, el me-
dio oficial en que se hayan publicado.
V. Los preceptos constitucionales que se estimen violados.
VI. La manifestación de los hechos o abstenciones que le consten al actor y
que constituyan los antecedentes de la norma o acto impugnados, y
VII. Los conceptos de violación.
ART. 22.—El escrito de contestación de demanda deberá contener.
I. La relación precisa de cada uno de los hechos narrados por la actora, afir-
mándolos, negándolos, expresando los que ignore o exponiendo cómo ocurrie-
ron, y
II. Las razones o fundamentos jurídicos que se estimen pertinentes para sos-
tener la validez de la norma o acto de que se trate.
ART. 23.—A los escritos de demanda, reconvención o de ampliación y de
contestación de las mismas, deberán acompañarse, en su caso, los documentos
282 • Ley del Control Constitucional del Estado de Tlaxcala
que acrediten la legitimación procesal que se ostente, así como los fundatorios
de las acciones ejercitadas y de las excepciones opuestas, con que se cuente, sal-
vo que ya obren en autos.
De los escritos y documentos referidos, se acompañarán tantas copias como
partes existan; con el objeto de que se corra traslado con las mismas a todos los
interesados, para que manifiesten lo que a su derecho importe.
ART. 24.—Las pruebas deberán ofrecerse en los escritos de demanda y de
contestación de la misma, salvo que se trate de hechos supervenientes.
CAPÍTULO III
De la instrucción
ART. 25.—Dentro de las veinticuatro horas siguientes a la presentación de la
demanda, el Presidente del Tribunal dictará el acuerdo que corresponda.
Si existiese motivo manifiesto e indudable de improcedencia, la demanda se
desechará de plano, sin suspender el acto reclamado.
ART. 26.—Si hubiere alguna irregularidad en el escrito de demanda o no se
hubiesen exhibido las copias que señala el Artículo 23, el Presidente del Tribu-
nal mandará prevenir al promovente para que haga las aclaraciones que corres-
ponda o presente las copias, dentro del término de tres días.
Si el promovente no llenare los requisitos omitidos o no presentare las co-
pias dentro del término señalado, el Presidente del Tribunal tendrá por no pre-
sentada la demanda.
En los juicios de protección en materia penal, si el actor no presentase las
copias necesarias, el Presidente del Tribunal las obtendrá y omitirá prevenir a la
parte actora.
ART. 27.—Al admitirse la demanda, el Presidente del Tribunal ordenará
emplazar a las autoridades demandadas y a los terceros interesados que le hu-
bieren señalado o que él detecte y determinará lo relativo a la suspensión del
acto reclamado. Asimismo designará al Magistrado instructor, según el turno
que corresponda, para que se aboque al proceso respectivo, hasta ponerlo en es-
tado de resolución.
Para la admisión de la reconvención y de la ampliación de las demandas
principal y reconvencional, el Magistrado instructor podrá utilizar las prevencio-
nes establecidas en el Artículo anterior.
ART. 28.—Transcurrido el plazo para contestar la demanda y en su caso, su
ampliación o la reconvención, el Magistrado instructor señalará fecha para la
audiencia de desahogo de pruebas y expresión de alegatos, la que deberá llevar-
se a cabo dentro de los veinte días siguientes, a no ser que se trate de juicio de
protección contra actos privativos de la libertad, en cuyo caso el término se re-
ducirá a diez días.
Ley del Control Constitucional del Estado de Tlaxcala • 283
CAPÍTULO IV
De las sentencias
ART. 34.—Las sentencias deberán dictarse y engrosarse a los autos, a más
tardar a los diez días de haberse presentado el proyecto por el Magistrado ins-
284 • Ley del Control Constitucional del Estado de Tlaxcala
tructor; pero tratándose del juicio de protección contra actos privativos de la li-
bertad, ese término será de cinco días.
ART. 35.—Las sentencias además de ajustarse a la formalidad y procedi-
mientos que determina el Código de Procedimientos Civiles del Estado, cumpli-
rán con los requisitos siguientes:
I. Previamente se decidirán los incidentes y recursos que estén pendientes
de resolución, y si no existiere obstáculo legal, se pasará al análisis del fondo del
asunto planteado;
II. Analizarán en su conjunto los planteamientos de las partes y suplirán, en
todo caso, las deficiencias que se observaren en la demanda, reconvención, am-
pliación o en su contestación;
III. Precisarán los alcances y efectos de la sentencia; así como las autorida-
des que deban cumplirlas, aunque no hayan sido llamadas al proceso, si de ma-
nera indirecta se requiere de su participación;
IV. Si se declara la inconstitucionalidad de una norma, los efectos de esta
declaratoria se harán extensivos a las demás normas que dependan de la invali-
dada, aunque aquéllas no se hayan impugnado;
V. Fijarán el término o plazo para su debido cumplimiento, tomando en
cuenta la facilidad o dificultad inherentes, el que no deberá ser mayor de setenta
días, que se reducirá a cinco días si se trata de actos privativos de la libertad, y
VI. En ningún caso condenarán al pago de gastos y costas.
ART. 36.—Las sentencias que versen sobre actos materiales u omisiones, se
aprobarán por simple mayoría de votos de los Magistrados. En caso de empate,
quien presida la sesión correspondiente del Tribunal, tendrá voto de calidad.
Para que pueda declararse la inconstitucionalidad de una norma o la proce-
dencia de una acción por omisión legislativa, se requerirá que la sentencia res-
pectiva sea aprobada cuando menos por diez Magistrados; en caso contrario se
desestimará la impugnación.
ART. 37.—La sentencia que invalide una norma tendrá efectos generales,
mas no retroactivos, con excepción de la materia penal.
ART. 38.—Cuando en los puntos resolutivos de una sentencia existiere con-
tradicción, oscuridad o ambigüedad o se hubiese omitido decidir algún punto
de la controversia, las partes podrán pedir se aclare la sentencia, de acuerdo al
procedimiento siguiente:
I. Se promoverá ante el Presidente del Tribunal dentro de las setenta y dos
horas siguientes a la notificación y se acompañará copia del escrito para cada
una de las partes.
II. Sin prejuzgar sobre su procedencia, el Presidente del Tribunal, dentro
de las veinticuatro horas siguientes a su recepción, ordenará correr traslado a
las demás partes, para que la contesten en el improrrogable término de cuaren-
ta y ocho horas, y enviará las actuaciones al Magistrado instructor.
Ley del Control Constitucional del Estado de Tlaxcala • 285
CAPÍTULO V
De la ejecución de sentencias
ART. 40.—Las partes condenadas informarán en el plazo otorgado por la
sentencia, del cumplimiento de la misma al Presidente del Tribunal, quien re-
solverá si aquélla ha quedado debidamente cumplida.
Una vez transcurrido el plazo fijado en la sentencia para el cumplimiento
de alguna actuación sin que ésta se hubiere producido, el Presidente del Tribu-
nal, a petición de parte o de oficio requerirá a la autoridad omisa para que de
inmediato informe sobre su cumplimiento. Si dentro de las cuarenta y ocho ho-
ras siguientes a la notificación de dicho requerimiento la ejecutoria no estuviere
cumplida, cuando la naturaleza del acto lo permita, no se encontrase en vía de
ejecución o se tratare de eludir su cumplimiento, el Presidente del Tribunal for-
mulará el proyecto de resolución por virtud del cual se destituya a la autoridad
omisa y una vez aprobado por el Pleno, se informará al Procurador General de
Justicia del Estado, para que proceda a ejercitar acción penal en su contra por
la omisión de acatar el fallo.
ART. 41.—Tratándose de los servidores públicos sujetos de juicio político y
de los munícipes, la resolución a que se refiere el Artículo anterior ordenará la
remisión de copia certificada íntegra de las actuaciones al Congreso del Estado,
para que proceda a la destitución e inhabilitación del infractor.
ART. 42.—Cuando cualquier autoridad aplique una norma, o acto declarado
inválido, cualquier interesado podrá denunciar el hecho ante el Presidente del
Tribunal, quien dará vista a la autoridad señalada como responsable, para
que en un plazo de cinco días deje sin efecto el acto que se le reclame, o para que
alegue lo que conforme a derecho corresponda.
Si la autoridad no deja sin efecto los actos de que se trate, el Presidente del
Tribunal turnará el asunto al Magistrado instructor para que a la vista de los
286 • Ley del Control Constitucional del Estado de Tlaxcala
CAPÍTULO VI
De la suspensión del acto reclamado
ART. 46.—La promoción de los juicios de competencia y de protección cons-
titucionales, originará el otorgamiento de la suspensión de los actos materiales.
La suspensión se concederá de oficio en el propio auto en que se admita a trá-
mite la demanda.
La suspensión no podrá concederse en los casos en que se ponga en peligro
la seguridad, las instituciones fundamentales, la economía o el orden jurídico
Ley del Control Constitucional del Estado de Tlaxcala • 287
CAPÍTULO VII
De las improcedencias
ART. 50.—En general, los medios de control constitucional serán improce-
dentes en los siguientes casos:
I. Contra normas y actos del Tribunal Superior de Justicia del Estado, en
cualquiera de sus funciones, así como de las Salas de dicho Tribunal;
II. Cuando exista un proceso pendiente de resolverse por el Tribunal; siem-
pre que haya identidad de actor, demandados y normas o actos impugnados;
III. Contra normas o actos que hayan sido materia de anterior proceso, o
contra las resoluciones dictadas para su ejecución, y que se dé la identidad seña-
lada en la Fracción anterior;
IV. Por falta de interés jurídico del actor;
V. Cuando hayan cesado los efectos de la norma o acto materia del juicio;
VI. Cuando no se hayan agotado los recursos o la vía legalmente previstos
para la solución del propio conflicto;
VII. Cuando la demanda se presentare fuera de los plazos respectivos;
VIII. Contra las resoluciones o declaraciones de los organismos y autorida-
des en materia electoral;
IX. Contra actos consumados de modo irreparable;
X. Contra normas o actos consentidos expresa o tácitamente;
XI. Cuando no se demuestre la legitimación procesal de la parte actora;
288 • Ley del Control Constitucional del Estado de Tlaxcala
CAPÍTULO VIII
Del sobreseimiento
ART. 52.—El sobreseimiento se decretará en los casos siguientes:
I. Cuando la parte actora desista expresamente de la demanda, sin que en
ningún caso pueda hacerlo tratándose de impugnación de normas.
II. Cuando durante el proceso apareciere o sobreviniere alguna causal de
improcedencia.
III. Cuando de las constancias de autos apareciere claramente demostrado
que no existe la norma o el acto, materia de la demanda.
IV. Cuando por convenio entre las partes, haya dejado de existir la materia
de la controversia, sin que en ningún caso ese convenio pueda recaer sobre nor-
mas, y
V. Cuando, tratándose de particulares, el actor falleciere durante el proceso,
y el objeto de la reclamación sólo perjudicare a su persona y no a la sucesión.
ART. 53.—En todos los casos previstos en las Fracciones I y IV del numeral
que antecede, se aplicará lo dispuesto en el Artículo 15 de esta Ley, si se tratase
de autoridades colegiadas.
ART. 54.—El sobreseimiento no prejuzga sobre la responsabilidad de las au-
toridades que se pueda exigir por otras vías.
CAPÍTULO IX
De los incidentes
ART. 55.—Son incidentes de previo y especial pronunciamiento el de nuli-
dad de notificaciones, el de reposición de autos, el de acumulación y el de cone-
xidad. La tramitación de estos incidentes suspenderá el procedimiento.
Los demás incidentes que surjan en el proceso, no suspenderán el mismo y
se fallarán en la sentencia definitiva.
ART. 56.—Los incidentes se promoverán por escrito ante el magistrado ins-
tructor. Las pruebas deberán ofrecerse en la demanda y en su contestación, res-
pectivamente.
Ley del Control Constitucional del Estado de Tlaxcala • 289
Admitida la incidencia, se correrá traslado a todas las partes para que con-
testen la demanda, dentro del término de tres días.
Transcurrido el término para contestar, se fijará día y hora para la celebra-
ción de una audiencia incidental de desahogo de las pruebas y expresión de ale-
gatos, la que se llevará a cabo a más tardar dentro de los diez días siguientes.
ART. 57.—Los incidentes de previo y especial pronunciamiento se resolve-
rán en la misma audiencia incidental de pruebas y alegatos; ordenándose la re-
posición o continuación del procedimiento, según corresponda.
ART. 58.—Tratándose del incidente de reposición de autos, el Magistrado
instructor ordenará certificar la existencia anterior y la falta posterior del expe-
diente, quedando facultado para llevar a cabo las investigaciones necesarias,
dando vista al Procurador General de Justicia del Estado para que inicie la ave-
riguación previa a que haya lugar.
ART. 59.—El incidente de acumulación de autos procederá cuando exista
identidad de normas o actos impugnados, aunque las partes sean diferentes.
En ningún caso podrá acumularse un juicio de protección a los demás me-
dios de control constitucional que regula esta Ley.
ART. 60.—El incidente de conexidad procederá cuando en un juicio de pro-
tección se impugnen las mismas normas o actos que sean materia de un juicio
de competencia o de una acción de inconstitucionalidad, que estén pendientes
de resolución. En este caso, se suspenderá el procedimiento del juicio de protec-
ción, hasta que se dicte sentencia definitiva en los otros procesos y se resuelva,
en su caso, la aclaración de dicha sentencia.
La conexidad se decretará de oficio o a petición de cualquiera de las partes
interesadas en los procesos conexos; y la podrán decretar el Pleno del Tribunal
o cualquiera de los Magistrados instructores que conozcan de dichos procesos.
La tramitación de este incidente provocará que se conceda la suspensión de
la ejecución del acto impugnado en el juicio protección, si es que se hubiese ne-
gado o revocado con anterioridad.
CAPÍTULO X
Del recurso de revocación
ART. 61.—El recurso de revocación procederá en contra de las resoluciones
del Presidente del Tribunal o del Magistrado instructor, en los siguientes casos:
I. Contra los autos que desechen una demanda o reconvención, su contesta-
ción o sus respectivas ampliaciones;
II. Contra las resoluciones que pongan fin a la controversia sin resolver el
fondo del asunto o que por su naturaleza trascendental y grave puedan causar un
agravio material a alguna de las partes no reparable en la sentencia definitiva;
III. Contra las resoluciones que decidan un incidente;
290 • Ley del Control Constitucional del Estado de Tlaxcala
IV. Contra los autos en que se otorgue, niegue, modifique o revoque la sus-
pensión;
V. Contra los autos que desechen pruebas, y
VI. Contra las resoluciones que tengan por cumplimentadas las ejecutorias.
ART. 62.—El recurso de revocación deberá interponerse dentro de los tres
días siguientes al en que surta efectos la notificación de la resolución recurrida.
En el escrito correspondiente se expresarán los agravios que cause la resolu-
ción recurrida, exhibiéndose un copia de ese escrito para cada una de las partes.
Las pruebas pertinentes se ofrecerán al interponer el recurso y al contestarlo,
respectivamente.
ART. 63.—Dicho recurso se interpondrá ante el Presidente del Tribunal, el
que decidirá en tres días lo que corresponda. De admitirse se correrá traslado a
las demás partes para que dentro de tres días aleguen lo que a su derecho con-
venga.
Transcurrido este último plazo el Presidente del Tribunal turnará los autos
a un Magistrado distinto del instructor, a fin de que desahogue las pruebas que
se hayan ofrecido y elabore el proyecto de resolución que deba someterse al Ple-
no del Tribunal.
ART. 64.—Cuando se impugnen las resoluciones a que se refieren las Frac-
ciones I, II, IV y VI del Artículo 61 que antecede, el recurso se admitirá con sus-
pensión de la ejecución de la resolución recurrida y deberá resolverse por el
Tribunal antes de dictarse sentencia definitiva. En los demás casos el recurso se
decidirá en dicha sentencia.
TÍTULO TERCERO
Particularidades de los medios de control constitucional
CAPÍTULO I
Juicio de protección constitucional
ART. 65.—El juicio de protección constitucional tiene por objeto nulificar las
normas y actos de las autoridades que violen las disposiciones contenidas en la
Constitución del Estado y en la demás legislación que de ella emane, en perjui-
cio de los particulares. La promoción de este medio de control será siempre op-
tativa para el interesado.
Este juicio procederá en los siguientes casos:
I. Contra normas jurídicas de carácter general que emanen de los Poderes
Legislativo y Ejecutivo del Estado, de los Ayuntamientos o Concejos Municipa-
les, de la Universidad Autónoma de Tlaxcala, de los demás organismos públicos
autónomos o descentralizados; y en general de cualquier autoridad estatal o mu-
nicipal, sin importar la materia, y
Ley del Control Constitucional del Estado de Tlaxcala • 291
los tres días de recibidas las copias mencionadas, respecto de los hechos novedo-
sos que le agravien. Esa ampliación de la demanda deberá contestarse por las
partes dentro de los tres días siguientes al reemplazamiento.
ART. 71.—En las sentencias que se dicten en los juicios de protección, el
acto reclamado se apreciará tal como aparezca probado ante la autoridad res-
ponsable, y no se admitirán ni, se tomarán en consideración las pruebas que no
se hubiesen rendido ante dicha autoridad, para comprobar los hechos que moti-
varon o fueron objeto de la resolución reclamada.
El Magistrado instructor deberá recabar oficiosamente las pruebas que, ha-
biendo sido rendidas ante la responsable, no obren en autos y estime necesarias
para la resolución del asunto.
ART. 72.—La sentencia que conceda la protección al particular, tendrá por
objeto restituir al actor en el pleno goce de la garantía violada, restableciendo
las cosas al estado que guardaban antes de la violación. Cuando el acto reclama-
do sea de carácter negativo o consista en una omisión, el efecto será obligar a la
autoridad responsable a que obre en el sentido de respetar la garantía de que se
trate.
CAPÍTULO II
Juicio de competencia constitucional
ART. 73.—El juicio de competencia constitucional procederá en los casos a
que se refiere la Fracción II del Artículo 81 de la Constitución del Estado.
ART. 74.—La demanda deberá contestarse dentro del término de diez días.
Al contestar la demanda, la parte demandada podrá reconvenir a la actora.
El actor, principal o reconvencional, podrá ampliar su demanda dentro de
los cinco días siguientes al de notificársele la contestación, si de esta última apa-
reciere un hecho nuevo o hasta antes de la fecha de cierre de la instrucción si
apareciere un hecho superveniente. La ampliación de la demanda, la reconven-
ción y su contestación se tramitarán conforme a lo previsto para la demanda y
contestación originales.
ART. 75.—Si se presentare una demanda en que se planteen cuestiones rela-
tivas a los límites territoriales de los Municipios, el Presidente del Tribunal la
remitirá de inmediato al Congreso del Estado, para que éste se aboque a su co-
nocimiento y resolución.
CAPÍTULO III
Acciones de inconstitucionalidad
ART. 76.—Las acciones de inconstitucionalidad podrán ejercitarse en los su-
puestos previstos en el Artículo 81, Fracciones III y IV de la Constitución del
Estado.
Ley del Control Constitucional del Estado de Tlaxcala • 293
ART. 77.—La demanda deberá contestarse dentro del término de diez días;
debiéndose además, acompañar a la demanda copia fotostática certificada del
texto original de la norma impugnada y del acta de sesión del Congreso del Esta-
do o de Cabildo en que se haya aprobado esa norma.
En este proceso no podrá ampliarse la demanda, ni presentarse reconven-
ción alguna.
ART. 78.—El porcentaje de participación que la Constitución del Estado re-
quiere a los Diputados y Munícipes para ejercitar las acciones de inconstitucio-
nalidad, se calculará tomando en cuenta sólo a quienes estén en funciones de
propietarios; excluyendo las vacantes no sustituidas al momento de presentarse
la demanda.
En ningún caso podrán ejercitar dichas acciones, el Diputado o Munícipe
que hayan aprobado la norma impugnada, en las sesiones del Congreso del
Estado o de Cabildo, respectivamente; salvo que esa impugnación se dirija a los
dispositivos que en particular se hayan rechazado por el Diputado o Munícipe
en dichas sesiones.
ART. 79.—Si al obtenerse el porcentaje de participación antes indicado, die-
ra como resultado una cantidad fraccionada; bastará con que se ajusten los acto-
res al número entero inferior inmediato.
De no ajustarse el número mínimo de actores requeridos, se desechará la
demanda y si ello se constatare después de admitida la misma, se sobreseerá el
proceso de control constitucional.
ART. 80.—En las acciones que se ejerciten contra el Congreso Local, forzo-
samente se tendrá como tercero interesado al Gobernador del Estado.
ART. 81.—Tratándose de acciones ejercitadas contra un Ayuntamiento o
Concejo Municipal por la emisión de normas expedidas conjuntamente con otro
u otros Ayuntamientos o Concejos Municipales y en su caso, el Gobernador del
Estado, a todos ellos se les tendrá forzosamente como terceros interesados.
ART. 82.—En todos los casos, al admitirse la demanda se solicitará al Direc-
tor del Periódico Oficial del Gobierno del Estado, que remita, dentro del térmi-
no de cinco días, un ejemplar del periódico en que se haya publicado la norma
impugnada y su fe de erratas, si la hubiere; engrosándose a los autos esos ejem-
plares.
CAPÍTULO IV
De la acción contra la omisión legislativa
ART. 83.—La acción contra la omisión legislativa se ajustará a la dispuesto
en la Fracción VI del Artículo 81 de la Constitución del Estado.
ART. 84.—Cuando esta acción se ejercite por una persona física, demostrará
294 • Ley del Control Constitucional del Estado de Tlaxcala
TRANSITORIO
TÍTULO PRIMERO
CAPÍTULO ÚNICO
Disposiciones generales
ART. 1.—La Sala Superior del Supremo Tribunal de Justicia del Estado, co-
nocerá y resolverá con base en las disposiciones de esta Ley, las Controversias
Constitucionales, las Acciones de Inconstitucionalidad y las Acciones por Omi-
sión Legislativa a que se refiere el artículo 56 de la Constitución Política del
Estado de Chiapas. A falta de disposición expresa se estará a las prevenciones
del Código de Procedimientos Civiles del Estado.
ART. 2.—Para los efectos de esta Ley, se considerarán como hábiles todos
los días que determine la Ley Orgánica del Poder Judicial del Estado.
297
298 • Ley de Control Constitucional para el Estado de Chiapas
se envían desde la oficina de telégrafos, según sea el caso, siempre que tales ofi-
cinas se encuentren ubicadas en el lugar de residencia de las partes.
ART. 12.—Las multas previstas en esta Ley se impondrán a razón de días
de salario, sirviendo como base para calcularlos, el mínimo general vigente
en la ciudad de Tuxtla Gutiérrez, al momento de realizarse la conducta san-
cionada.
TÍTULO SEGUNDO
De las controversias constitucionales
CAPÍTULO I
De las partes
ART. 13.—Tendrán el carácter de parte en las controversias constitucionales:
I. Como Actor, el o los Municipios, el Poder Legislativo o Poder Ejecutivo
que promueva la controversia;
II. Como Demandado, el o los Municipios, el Poder Legislativo o Poder Eje-
cutivo, que hubiere emitido y promulgado la norma general o pronunciado el
acto que sea objeto de la controversia;
III. Como Tercero o Terceros Interesados, el o los Municipios o los Poderes
Ejecutivo y Legislativo en aquellos casos, en que sin tener el carácter de Actores
o Demandados, pudieran resultar afectados por la sentencia que llegara a dic-
tarse;
IV. El Procurador General de Justicia del Estado de Chiapas.
ART. 14.—Al Actor, el Demandado y en su caso, el Tercero Interesado debe-
rán comparecer a juicio por conducto de los funcionarios que, en términos de
las normas que los rigen, estén facultados para representarlos. En todo caso, se
presumirá que quien comparezca a juicio goza de la representación legal y cuen-
ta con la capacidad para hacerlo, salvo prueba en contrario.
ART. 15.—En las controversias constitucionales no se admitirá ninguna for-
ma diversa de representación a la prevista en el artículo anterior; sin embargo,
por medio de oficio podrán acreditarse Delegados para que hagan promocio-
nes, concurran a las audiencias y en ellas rindan pruebas, formulen alegatos y
promuevan los incidentes y recursos previstos en esta Ley.
ART. 16.—El Gobernador del Estado será representado por el Secretario de
Estado, el Responsable de la Unidad Administrativa o Consejero Jurídico con-
forme lo determine el propio Gobernador, y considerando para tales efectos las
competencias establecidas en la Ley. El acreditamiento de la personalidad de es-
tos servidores públicos y su suplencia se harán en los términos previstos en las
leyes o Reglamentos Interiores que correspondan.
300 • Ley de Control Constitucional para el Estado de Chiapas
CAPÍTULO II
De los incidentes
SECCIÓN I
De los incidentes en general
ART. 17.—Son Incidentes de Especial Pronunciamiento el de Nulidad de
Notificaciones, el de Reposición de Autos y el de Falsedad de Documentos, cual-
quier otro incidente que surja en el juicio, con excepción del relativo a la sus-
pensión, se fallará en sentencia definitiva.
ART. 18.—Los Incidentes de Especial Pronunciamiento podrán promoverse
por las partes ante el Magistrado Instructor antes de que se dicte sentencia.
ART. 19.—Tratándose del Incidente de Reposición de Autos, el Magistrado
Instructor ordenará certificar la existencia anterior y la falta posterior del expe-
diente, quedando facultado para llevar a cabo aquellas investigaciones que no
sean contrarias a Derecho.
ART. 20.—Los Incidentes se substanciarán en una audiencia en la que el
Magistrado Instructor recibirá las pruebas y alegatos de las partes y dictará la
resolución que corresponda.
SECCIÓN II
De la suspensión
ART. 21.—Tratándose de Controversias Constitucionales, el Magistrado
Instructor, de oficio o a petición de parte, podrá conceder la suspensión del
acto que las motivare, hasta antes de que se dicte Sentencia Definitiva. La sus-
pensión se concederá con base en los elementos que sean proporcionados por
las partes o recabados por el Magistrado Instructor.
ART. 22.—La suspensión no podrá otorgarse en aquellos casos en que la
controversia se hubiere planteado respecto de normas generales.
ART. 23.—La suspensión no podrá concederse en los casos en que se pon-
gan en peligro la seguridad o economía estatales, las instituciones fundamenta-
les del orden jurídico estatal o pueda afectarse gravemente a la sociedad en una
proporción mayor a los beneficios que con ella pudiera obtener el solicitante.
ART. 24.—La suspensión se tramitará por vía incidental y podrá ser solicita-
da por las partes en cualquier tiempo hasta antes de que se dicte Sentencia Defi-
nitiva.
ART. 25.—Hasta en tanto no se dicte Sentencia Definitiva, el Magistrado
Instructor podrá modificar o revocar el auto de suspensión por él mismo dicta-
do, siempre que ocurra un hecho superveniente que lo fundamente.
Ley de Control Constitucional para el Estado de Chiapas • 301
CAPÍTULO III
De la improcedencia y del sobreseimiento
ART. 28.—Las Controversias Constitucionales son improcedentes:
I. Contra las decisiones de la Sala Superior del Supremo Tribunal de Justi-
cia del Poder Judicial del Estado;
II. Contra normas generales o actos en materia electoral;
III. Contra disposiciones generales de los Poderes Ejecutivo o Legislativo o
de los Municipios que sean materia de una controversia pendiente de resolver,
siempre que exista identidad de partes, normas generales o actos y conceptos de
invalidez;
IV. Contra disposiciones generales de los Poderes Ejecutivo, Legislativo o de
los Municipios o actos que hubieren sido materia de una ejecutoria dictada en
otra controversia, o contra las resoluciones dictadas con motivo de su ejecución,
siempre que exista identidad de partes, disposiciones generales o actos y con-
ceptos de invalidez;
V. Cuando hayan cesado los efectos de la norma general o acto materia de
la controversia;
VI. Cuando no se haya agotado la vía legalmente prevista para la solución
del propio conflicto;
VII. Cuando la demanda se presentare fuera de los plazos previstos en esta
Ley, y
VIII. En los demás casos en que la improcedencia resulte de alguna disposi-
ción de esta Ley.
En todo caso, las causales de improcedencia deberán examinarse de oficio.
ART. 29.—El sobreseimiento procederá en los casos siguientes:
I. Cuando la parte Actora se desista expresamente de la demanda interpues-
ta en contra de actos, sin que en ningún caso pueda hacerlo tratándose de nor-
mas generales.
302 • Ley de Control Constitucional para el Estado de Chiapas
CAPÍTULO IV
De la demanda y su contestación
ART. 30.—El plazo para la interposición de la demanda será:
I. Tratándose de actos, de treinta días contados a partir del día siguiente al
en que conforme a la Ley del propio acto surta efectos la notificación de la reso-
lución o acuerdo que se reclame; al en que se haya tenido conocimiento de ellos
o de su ejecución; o al en que el actor se ostente sabedor de los mismos;
II. Tratándose de normas generales, de treinta días contados a partir del día
siguiente a la fecha de su publicación, o del día siguiente al en que se produzca
el primer acto de aplicación de la norma que de lugar a la controversia, y
III. Tratándose de los conflictos de límites entre municipios, de sesenta días
contados a partir de la entrada en vigor de la norma general o de la realización
del acto que los origine.
ART. 31.—El escrito de demanda deberá señalar:
I. El o los Municipios o Poder Actor, su domicilio y el nombre y cargo del
funcionario que los represente;
II. El o los Municipios o Poder Demandado, su domicilio y el nombre y el
cargo del funcionario que los represente;
III. El o los Municipios o Poder Terceros Interesados, si los hubiere, y sus
domicilios;
IV. La norma general o acto cuya invalidez se demande, así como, en su
caso, el Periódico Oficial del Estado en que se hubieran publicado;
V. Los preceptos constitucionales que, en su caso, se estimen violados;
VI. La manifestación de los hechos o abstenciones que le consten al actor y
que constituyan los antecedentes de la norma general o acto cuya invalidez se
demande, y
VII. Los conceptos de invalidez.
ART. 32.—El escrito de contestación de demanda deberá contener, cuando
menos:
I. La relación precisa de cada uno de los hechos narrados por la parte acto-
ra, afirmándolos, negándolos, expresando que los ignora por no ser propios o
exponiendo cómo ocurrieron, y
Ley de Control Constitucional para el Estado de Chiapas • 303
II. Las razones o fundamentos jurídicos que se estimen pertinentes para sos-
tener la validez de la norma general o acto de que se trate.
CAPÍTULO V
De la instrucción
ART. 33.—Recibida la demanda, el Presidente de la Sala Superior del Su-
premo Tribunal de Justicia designará, según el turno que corresponda, a un
Magistrado Instructor a fin de que ponga el proceso en estado de resolución.
ART. 34.—El Magistrado Instructor examinará ante todo el escrito de de-
manda, y si encontrare motivo manifiesto e indudable de improcedencia, la de-
sechará del plano.
ART. 35.—Admitida la demanda, el Magistrado Instructor ordenará empla-
zar a la parte demandada para que dentro del término de treinta días produzca
su contestación, y dará vista a las demás partes para que dentro del mismo plazo
manifiesten lo que a su derecho convenga.
ART. 36.—Al momento de contestar la demanda, la parte demandada po-
drá, en su caso, reconvenir a la actora, aplicándose al efecto lo dispuesto en esta
Ley para la demanda y contestación originales.
ART. 37.—El actor podrá ampliar su demanda dentro de los quince días si-
guientes al de la contestación si en esta última apareciere un hecho nuevo, o
hasta antes de la fecha de cierre de la instrucción si apareciere un hecho super-
veniente. La ampliación de la demanda y su contestación se tramitarán confor-
me a lo previsto para la demanda y contestación originales.
ART. 38.—Si los escritos de demanda, contestación, reconvención o amplia-
ción fueren obscuros o irregulares, el Magistrado Instructor prevendrá a los pro-
moventes para que subsanen las irregularidades dentro del plazo de cinco días.
De no subsanarse las irregularidades requeridas, y si a juicio del Magistrado
Instructor la importancia y trascendencia del asunto lo amerita, correrá traslado
al Procurador General de Justicia del Estado, por cinco días, y con vista en su
pedimento si lo hiciere, admitirá o desechará la demanda dentro de las cuaren-
ta y ocho horas siguientes.
ART. 39.—Habiendo transcurrido el plazo para contestar la demanda y, en
su caso, su ampliación o la reconvención, el Magistrado Instructor señalará fe-
cha para una audiencia de ofrecimiento y desahogo de pruebas que deberá veri-
ficarse dentro de los treinta días siguientes. El Magistrado Instructor podrá am-
pliar el término de celebración de la audiencia, cuando la importancia y
trascendencia del asunto así lo amerite.
ART. 40.—La falta de contestación de la demanda o, en su caso, de la recon-
vención dentro del plazo respectivo, hará presumir como ciertos los hechos que
304 • Ley de Control Constitucional para el Estado de Chiapas
CAPÍTULO VI
De las sentencias
ART. 50.—Al dictar sentencia, la Sala Superior corregirá los errores que ad-
vierta en la cita de los preceptos invocados y examinará en su conjunto los razo-
namientos de las partes a fin de resolver la cuestión efectivamente planteada.
ART. 51.—En todos los casos la Sala Superior, deberá suplir la deficiencia de
la demanda, contestación, alegatos o agravios.
ART. 52.—Las sentencias deberán contener:
I. La fijación breve y precisa de las normas generales o actos objeto de la
controversia y, en su caso, la apreciación de las pruebas conducentes a tenerlos
o no por demostrados;
II. Los preceptos que la fundamenten;
III. Las consideraciones que sustenten su sentido, así como los preceptos
que en su caso se estimaren violados;
IV. Los alcances y efectos de la sentencia, fijando con precisión, en su caso,
los órganos obligados a cumplirla, las normas generales o actos respecto de los
cuales opere y todos aquellos elementos necesarios para su plena eficacia en el
ámbito que corresponda. Cuando la sentencia declare la invalidez de una norma
general, sus efectos deberán extenderse a todas aquellas normas cuya validez de-
penda de la propia norma invalidada;
V. Los puntos resolutivos que decreten el sobreseimiento, o declaren la vali-
dez o invalidez de las normas generales o actos impugnados, y en su caso la ab-
solución o condena respectivas, fijando el término para el cumplimiento de las
actuaciones que se señalen;
VI. En su caso, el término en el que la parte condenada deba realizar una
actuación.
ART. 53.—Siempre que las controversias versen sobre disposiciones de los
Municipios o Poderes Ejecutivo o Legislativo, y la resolución de la Sala Superior
las declare inválidas, dicha resolución tendrá efectos generales cuando hubiera
sido aprobada por una mayoría de por lo menos cinco votos.
ART. 54.—En aquellas controversias respecto de normas generales en que
no se alcance la votación mencionada en el artículo anterior, el Pleno de la Sala
Superior declarará desestimadas dichas controversias.
En todos los demás casos las resoluciones tendrán efectos únicamente res-
pecto de las partes en la controversia.
ART. 55.—Las razones contenidas en los considerandos que funden los reso-
306 • Ley de Control Constitucional para el Estado de Chiapas
lutivos de las sentencias aprobadas por cuando menos cinco votos, serán obliga-
torias para las Salas Colegiadas, Unitarias y Juzgados del Estado.
ART. 56.—Dictada la sentencia, el Presidente de la Sala Superior del Supre-
mo Tribunal de Justicia del Poder Judicial del Estado, ordenará notificar a las
partes, y mandará publicarla de manera íntegra en el Periódico Oficial del Esta-
do, conjuntamente con los votos particulares que se formulen.
ART. 57.—Cuando en la sentencia se declare la invalidez de normas genera-
les, el Presidente del Supremo Tribunal de Justicia del Estado, ordenará ade-
más, su inserción en el Periódico Oficial del Estado.
ART. 58.—Las sentencias producirán sus efectos a partir de la fecha que de-
termine la Sala Superior del Supremo Tribunal de Justicia del Estado.
ART. 59.—La declaración de invalidez de las sentencias no tendrá efectos re-
troactivos, salvo en materia penal, en la que regirán los principios generales y
disposiciones legales aplicables de esta materia.
CAPÍTULO VII
De la ejecución de sentencias
ART. 60.—Las partes condenadas informarán en el plazo otorgado por la
sentencia, del cumplimiento de la misma al Presidente de la Sala Superior del
Supremo Tribunal de Justicia del Poder Judicial del Estado, quien resolverá si
aquélla ha quedado debidamente cumplida.
ART. 61.—Una vez transcurrido el plazo fijado en la sentencia para el cum-
plimiento de alguna actuación sin que ésta se hubiere producido, las partes po-
drán solicitar al Presidente de la Sala Superior del Supremo Tribunal de Justicia
del Poder Judicial del Estado, que requiera a la obligada para que dé inmediato
informe sobre su cumplimiento.
ART. 62.—Si dentro de las cuarenta y ocho horas siguientes a la notificación
del requerimiento a que se refiere el artículo anterior, la ejecutoria no estuviere
cumplida, cuando la naturaleza del acto así lo permita, no se encontrase en vía
de ejecución o se tratare de eludir su cumplimiento, el Presidente de la Sala Su-
perior del Supremo Tribunal de Justicia del Poder Judicial del Estado, turnará
el asunto al Magistrado ponente para que someta a la Sala Superior, el proyecto
de ejecución forzosa; la Sala Superior, requerirá a la responsable y le otorgará
un plazo prudente para que ejecute la sentencia. Si la autoridad no ejecuta la
sentencia en el término concedido, la Sala Superior procederá a separar a dicha
autoridad inmediatamente de su cargo y consignarla al Juez Penal a fin de que
individualice la pena que corresponda por el delito equiparable al delito contra
la administración de justicia.
ART. 63.—Cuando cualquiera autoridad aplique una norma general o acto
Ley de Control Constitucional para el Estado de Chiapas • 307
CAPÍTULO VIII
De los recursos
SECCIÓN I
De la reclamación
ART. 69.—El recurso de reclamación procederá en los siguientes casos:
I. Contra los autos o resoluciones que admitan o desechen una demanda, su
contestación o sus respectivas ampliaciones;
308 • Ley de Control Constitucional para el Estado de Chiapas
II. Contra los autos o resoluciones que pongan fin a la controversia o que
por su naturaleza trascendental y grave puedan causar un agravio material a al-
guna de las partes no reparable en la sentencia definitiva;
III. Contra las resoluciones dictadas por el Magistrado Instructor al resolver
cualquiera de los incidentes previstos en el artículo 17;
IV. Contra los autos del Magistrado Instructor en que se otorgue, niegue,
modifique o revoque la suspensión;
V. Contra los autos o resoluciones del Magistrado Instructor que admitan o
desechen pruebas;
VI. Contra los autos o resoluciones del Supremo Tribunal de Justicia que
tengan por cumplimentadas las ejecutorias dictadas por la Sala Superior, y
VII. En los demás casos que señale esta Ley.
ART. 70.—El recurso de reclamación deberá interponerse en un plazo de
cinco días y en él deberán expresarse agravios y acompañarse pruebas.
ART. 71.—El recurso de reclamación se promoverá ante el Presidente de la
Sala Superior del Supremo Tribunal de Justicia del Poder Judicial del Estado,
quien correrá traslado a las partes para que dentro del plazo de cinco días ale-
guen lo que su a su derecho convenga. Transcurrido este último plazo, el Presi-
dente de la Sala Superior del Supremo Tribunal de Justicia, turnará los autos a
un Magistrado distinto del Instructor a fin de que elabore el proyecto de resolu-
ción que deba someterse a la Sala Superior.
ART. 72.—Cuando el recurso de reclamación se interponga sin motivo, se
impondrá al recurrente o a su representante, a su abogado o a ambos, una mul-
ta de diez a ciento veinte días de salario mínimo vigente en el Estado.
SECCIÓN II
De la queja
ART. 73.—El recurso de queja es procedente:
I. Contra la parte demandada o cualquier otra autoridad, por violación, ex-
ceso o defecto en la ejecución del auto o resolución por el que se haya concedi-
do la suspensión, y
II. Contra la parte condenada, por el exceso o defecto en la ejecución de
una sentencia.
ART. 74.—El recurso de queja se impondrá:
I. En los casos de la fracción I del artículo anterior, ante el Magistrado
Instructor hasta en tanto se falle la controversia en lo principal, y
II. Tratándose de la fracción II del propio artículo anterior, ante el Presi-
dente de la Sala Superior del Supremo Tribunal de Justicia del Estado, dentro
del año siguiente al de la notificación a la parte interesada de los actos por los
Ley de Control Constitucional para el Estado de Chiapas • 309
TÍTULO TERCERO
De las acciones de inconstitucionalidad
CAPÍTULO I
Disposiciones generales
ART. 78.—En las acciones de inconstitucionalidad se aplicarán en todo
aquello que no se encuentre previsto en este Título, en lo conducente, las dispo-
siciones contenidas en el Título II.
ART. 79.—El plazo para ejercitar la acción de inconstitucionalidad será de
treinta días naturales contados a partir del día siguiente a la fecha en que la ley
o decreto impugnado, sean publicados en el Periódico Oficial del Estado. Si el últi-
310 • Ley de Control Constitucional para el Estado de Chiapas
mo día del plazo fuese inhábil, la demanda podrá presentarse el primer día há-
bil siguiente.
ART. 80.—La demanda por la que se ejercita la acción de inconstitucionali-
dad deberá contener:
I. Los nombres y firmas de los promoventes;
II. El Órgano Legislativo y Ejecutivo que hubieran emitido y promulgado
las normas generales impugnadas;
III. La norma general cuya invalidez se reclame y el Periódico Oficial del Esta-
do, en que se hubiere publicado;
IV. Los preceptos constitucionales que se estimen violados; y
V. Los conceptos de invalidez.
CAPÍTULO II
De las partes
ART. 81.—Tendrán el carácter de parte en las acciones de inconstituciona-
lidad:
I. Como actor el Gobernador del Estado, el equivalente al treinta y tres por
ciento de los integrantes del Congreso del Estado, el equivalente al treinta y tres
por ciento de los Ayuntamientos de la Entidad y el Procurador General de Justi-
cia del Estado;
II. Como demandado el Gobernador del Estado, el Congreso del Estado, el
o los Municipios, que hubieren emitido y promulgado la norma general que sea
objeto de la acción;
III. Como tercero interesado el Gobernador del Estado, el equivalente al
treinta y tres por ciento de los integrantes del Congreso del Estado, el equiva-
lente al treinta y tres por ciento de los Ayuntamientos de la Entidad, y el Procu-
rador General de Justicia del Estado.
ART. 82.—El actor, el demandado y en su caso, el tercero interesado debe-
rán comparecer a juicio por conducto de los funcionarios que, en términos de
las normas que los rigen, estén facultados para representarlos. En todo caso, se
presumirá que quien comparezca a juicio goza de la representación legal y cuen-
ta con la capacidad para hacerlo, salvo prueba en contrario.
ART. 83.—En las acciones de Inconstitucionalidad no se admitirá ninguna
forma diversa de representación a la prevista en el artículo anterior; sin embar-
go, por medio de oficio podrán acreditarse delegados para que hagan promo-
ciones, concurran a las audiencias y en ellas rindan pruebas, formulen alegatos y
promuevan los incidentes y recursos previstos en esta Ley.
ART. 84.—El Gobernador del Estado, será representado en las acciones de
inconstitucionalidad en términos del artículo 16 de esta Ley.
Ley de Control Constitucional para el Estado de Chiapas • 311
CAPÍTULO III
Del procedimiento
ART. 85.—Iniciado el procedimiento, conforme al artículo 33, si el escrito
en que se ejercita la acción fuere oscuro o irregular, el Magistrado Instructor
prevendrá al demandante o a sus representantes para que hagan las aclaracio-
nes que correspondan dentro del plazo de cinco días. Una vez transcurrido este
plazo, dicho Magistrado Instructor dará vista al Órgano Legislativo o Municipio
que hubieren emitido la norma y el Órgano Ejecutivo que la hubiere promulga-
do, para que dentro del plazo de quince días, rindan un informe que contenga
las razones y fundamentos tendientes a sostener la validez de la norma general
impugnada o la improcedencia de la acción de inconstitucionalidad. Tratándose
del Congreso del Estado, cada una de las Comisiones rendirá por separado el
informe previsto en este artículo.
ART. 86.—La admisión de una acción de inconstitucionalidad no dará lugar
a la suspensión de la norma cuestionada.
ART. 87.—En las acciones de inconstitucionalidad, el Magistrado Instructor
de acuerdo al artículo 34, podrá aplicar las causales de improcedencia estableci-
das en el artículo 28 de esta Ley, con excepción de las causales de sobreseimien-
to a que se refieren las fracciones II y III del artículo 29.
ART. 88.—Las causales previstas en las fracciones III y IV del artículo 28
sólo podrán aplicarse cuando los supuestos contemplados en éstas se presenten
respecto de otra acción de inconstitucionalidad.
ART. 89.—Después de presentados los informes previstos en el artículo 85 o
habiendo transcurrido el plazo para ello, el Magistrado Instructor pondrá los
autos a la vista de las partes a fin de que dentro del plazo de cinco días formu-
len alegatos.
ART. 90.—Hasta antes de dictarse sentencia, el Magistrado Instructor podrá
solicitar a las partes o a quien juzgue conveniente, todos aquellos elementos que
a su juicio resulten necesarios para la mejor solución del asunto.
ART. 91.—Agotado el procedimiento, el Magistrado Instructor propondrá a
la Sala Superior, el proyecto de sentencia para la resolución definitiva del asun-
to planteado.
ART. 92.—El Presidente del Supremo Tribunal de Justicia del Poder Judicial
del Estado, de oficio o a petición de parte, podrá decretar la acumulación de
dos o más acciones de inconstitucionalidad siempre que en ellas se impugne la
misma norma.
ART. 93.—El recurso de reclamación previsto en el artículo 69 únicamente
312 • Ley de Control Constitucional para el Estado de Chiapas
procederá en contra de los autos del Magistrado Instructor que decreten la im-
procedencia o el sobreseimiento de la acción.
CAPÍTULO IV
De las sentencias
ART. 94.—Al dictar sentencia, la Sala Superior del Supremo Tribunal de
Justicia del Poder Judicial del Estado, deberá corregir los errores que advierta
en la cita de los preceptos invocados y suplirá los conceptos de invalidez plan-
teados en la demanda. La Sala Superior del Supremo Tribunal de Justicia, po-
drá fundar su declaratoria de inconstitucionalidad en la violación de cualquier
precepto constitucional, haya o no sido invocado en el escrito inicial.
ART. 95.—Las resoluciones de la Sala Superior del Supremo Tribunal de
Justicia del Poder Judicial del Estado, sólo podrán declarar la invalidez de las
normas impugnadas, si fueren aprobadas por cuando menos cinco votos. Si no
se aprobaran por la mayoría indicada, la Sala Superior desestimará la acción
ejercitada y ordenará el archivo del asunto.
ART. 96.—Las sentencias se regirán por lo dispuesto en los artículos 52, 55,
56 y 58 de esta Ley.
TÍTULO CUARTO
De las acciones por omisión legislativa
CAPÍTULO I
Generalidades
ART. 97.—Procede la acción por omisión legislativa, cuando el Congreso no
resuelva alguna iniciativa de ley o decreto en los términos que establezca la le-
gislación respectiva y que dicha omisión afecte el debido cumplimiento de la
Constitución Política local.
En estas acciones se aplicará en todo aquello que no se encuentre previsto
en este Título, en lo conducente, las disposiciones contenidas en el Título II de
esta Ley.
Con independencia de las causales de sobreseimiento a que alude el artículo
29 de la presente Ley, procederá sobreseer, siempre que el Congreso del Estado
resuelva la iniciativa o decreto de que se trate la omisión previamente a que se
dicte sentencia definitiva en el asunto planteado.
ART. 98.—El plazo para iniciar la acción por omisión legislativa se sujetará a
lo siguiente:
Si transcurridos treinta días naturales, posteriores a la presentación de la
iniciativa o decreto materia de la omisión, el Poder Legislativo no resolviere.
A partir del día siguiente al vencimiento de dicho plazo, se contará con
treinta días naturales para ejercitar la acción.
Ley de Control Constitucional para el Estado de Chiapas • 313
CAPÍTULO II
De las partes
ART. 100.—Tendrán el carácter de parte en las Acciones por Omisión Legis-
lativa:
I. Como actor el Gobernador del Estado; cuando menos la tercera parte de
los miembros del Congreso o cuando menos la tercera parte de los Ayunta-
mientos;
II. Como demandado el Congreso del Estado, alguna o algunas de las Co-
misiones de éste;
III. Como tercero interesado el Gobernador del Estado; cuando menos la
tercera parte de miembros del Congreso o el Procurador General de Justicia del
Estado.
ART. 101.—El actor, el demandado y en su caso, el tercero interesado debe-
rán comparecer a juicio por conducto de los funcionarios que, en términos de
las normas que los rigen, estén facultados para representarlos. En todo caso, se
presumirá que quien comparezca a juicio goza de la representación legal y cuen-
ta con la capacidad para hacerlo, salvo prueba en contrario.
ART. 102.—En las acciones por omisión legislativa no se admitirá ninguna
forma diversa de representación a la prevista en el artículo anterior; sin embar-
go, por medio de oficio podrán acreditarse delegados para que hagan promo-
ciones, concurran a las audiencias y en ellas rindan pruebas, formulen alegatos y
promuevan los incidentes y recursos previstos en esta Ley.
ART. 103.—El Gobernador del Estado, será representado en las acciones
por Omisión Legislativa en términos del artículo 16 de esta Ley.
CAPÍTULO III
Del procedimiento
ART. 104.—Iniciado el procedimiento, conforme al artículo 33, si el escrito
en que se ejercita la acción fuere oscuro o irregular, el Magistrado Instructor
314 • Ley de Control Constitucional para el Estado de Chiapas
CAPÍTULO IV
De la sentencia
ART. 110.—La resolución que emita la Sala Superior del Supremo Tribunal
de Justicia del Poder Judicial del Estado, que decrete la existencia de la Omi-
sión Legislativa, surtirá sus efectos a partir de su publicación en el Periódico Ofi-
cial del Estado. En dicha resolución se determinará un plazo que comprenda dos
Ley de Control Constitucional para el Estado de Chiapas • 315
periodos ordinarios de sesiones del Congreso del Estado, para que éste resuelva
sobre la iniciativa de ley o decreto de que se trate la omisión.
TRANSITORIO
INTRODUCCIÓN
Compañeros Ministros,
Consejeros de la Judicatura Federal
y Servidores, todos, del Poder Judicial de la Federación:
*
Versión depurada del discurso pronunciado en la sesión pública solemne de apertura del primer
periodo de sesiones del Tribunal Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación celebrada el 2 de
enero de 2003 (N. de E.).
**
Ministro Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (México).
319
320 • Mariano Azuela Güitrón
de los asuntos, demostrado con las sólidas consideraciones en que se funden las
resoluciones.
Tampoco puede desconocerse que la sana y necesaria preocupación por lograr
un equilibrio entre la capacidad de despacho y los ingresos de asuntos que se mul-
tiplican, incesantemente, ha producido un crecimiento intenso con grandes pers-
pectivas, pero también con serios peligros. Un solo aspecto utilizaría como ejem-
plo: la heterogeneidad de Magistrados y Jueces. Unos, los antiguos, que avanzaron
en la carrera judicial a través de esfuerzos de muchos años en los que la formación
y la experiencia se obtenían diariamente. Otros, los nuevos, que han tenido que
caminar con la celeridad de exámenes de aptitud, concursos de oposición, cursos
intensivos.
Los primeros tienen, dentro de sus potencialidades, su capacidad jurídica larga-
mente asimilada, su experiencia sólida y la madurez que trae consigo. Pero tienen
otros peligros, el adocenamiento y prepotencia de la edad, la resistencia al cambio
y el desinterés derivado de la falta de ilusión de seguir avanzando. Los segundos
poseen la riqueza de su juventud, abierta al cambio y ávida de crecer en conoci-
mientos. Pero les falta la experiencia y madurez que da la vida y también es facti-
ble que caigan en la prepotencia y mareo de poder que puede producir el haber
llegado pronto. Predominio de las virtudes se traducirá en conjunción admirable.
Caer en los peligros será deplorable. ¿Cómo lograr lo primero? Posiblemente lle-
vando a la práctica una experiencia de nuestra vida por cerca de ocho años.
Desde el mes de febrero de 1995 decidimos reunirnos para convivir, con fran-
queza, todos los martes en lo que calificamos como desayuno institucional. La co-
municación lograda, lo mismo con el elogio ponderado que con la crítica construc-
tiva, matizada con un chiste o una ironía, han permitido afrontar y superar las
fricciones y problemas lógicos de una convivencia frecuente en la que el debate y
confrontación de ideas es constante. Ello ha permitido que en forma natural la rela-
ción lograda se caracterice por la unidad en lo esencial, la libertad en lo accidental
y en todo el respeto, la cortesía, la tolerancia e, incluso, el perdón.
Lo esencial radica en fortalecer la unidad del cuerpo colegiado, en reafirmar su
autonomía e independencia a través de la autonomía e independencia de cada
uno, en velar celosamente por la supremacía constitucional, sometiéndose primera-
mente a ella y en tratar de salvaguardar los valores de justicia, seguridad jurídica y
bien común, de acuerdo con el derecho aplicable y las constancias de cada expe-
diente.
Generalizar esta práctica seguramente contribuirá a que el Poder Judicial de la
Federación corresponda, cada vez con mayor fidelidad, a lo que aspiran todos los
mexicanos.
Palabras en el acto
de comparecencia ante
el Senado de la República
como candidata a Ministra
de la Suprema Corte
de Justicia de la Nación*
Margarita Beatriz Luna Ramos* *
*
Versión depurada del discurso pronunciado en la sesión pública ordinaria de la H. Cámara de
Senadores celebrada el 27 de noviembre de 2003. (N. de E.).
**
Ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (México).
323
324 • Margarita Beatriz Luna Ramos
deben ser interpretadas acordes al beneficio del pueblo que directa o indirecta-
mente las ha inspirado.
La esencia de la democracia jurídica requiere la estructura y delimitación de
un sistema que comprenda las garantías constitucionales correspondientes a los in-
dividuos, y de manera concomitante, los medios para restituir o resarcir el menos-
cabo, daño o perjuicio sufrido en su esfera jurídica, derivada de la actuación de los
órganos y autoridades del Estado.
La existencia de este tipo de derechos, permite que la búsqueda de condicio-
nes igualitarias en la sociedad se posibilite cada vez más.
De esta manera, aun cuando formalmente los ordenamientos establezcan los
derechos de la sociedad, si no existen mecanismos de protección o si no tienen au-
téntica eficacia, se apodera del grupo social la desigualdad, la incertidumbre y la
desconfianza, haciendo tortuoso el ejercicio de las facultades de las autoridades
del Estado.
Parte primordial para que los sistemas normativos se apliquen de manera efi-
caz, es la existencia de condiciones de acceso por parte de la población a los órga-
nos encargados de la administración e impartición de justicia.
Surge entonces la instancia que dirime conflictos entre los poderes, o entre és-
tos y los ciudadanos: el Poder Judicial de la Federación, que se convierte en un ac-
tor indispensable, para la consecución de una auténtica democracia y el estableci-
miento de una convivencia pacífica y armónica, esto es, la preservación de
condiciones de gobernabilidad en el país.
Este nuevo rol en la vida política nacional se ha visto reforzado con las recien-
tes reformas constitucionales, que han ampliado las facultades de la Judicatura Fe-
deral, y sobre todo las correspondientes a la Suprema Corte.
Se erige el máximo Tribunal como el punto de equilibrio para la resolución de
los conflictos que surgen entre los Poderes de los diversos ámbitos de competen-
cia, y también los derechos de las minorías en órganos legislativos, las cuales argu-
mentan razones jurídicas para evitar ser avasallados por la postura mayoritaria.
Lo anterior, aunado a la facultad para resolver conflictos surgidos con motivo
de la aplicación de las leyes ordinarias, permite apreciar con nitidez el decisivo pa-
pel del Poder Judicial.
Procedimientos que han motivado la creación de una rama especializada del
Derecho como lo es el Derecho Procesal Constitucional.
Desde 1988, la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en términos generales,
dejó de tener competencia en materia de legalidad, la conservó en este aspecto,
únicamente por medio del ejercicio de la facultad de atracción en asuntos relevan-
tes y mediante el análisis de criterios contradictorios emitidos por los Tribunales
Colegiados de Circuito, pero su competencia específica se centró en la decisión úl-
tima en el amparo contra leyes y en la controversia constitucional, y desde luego,
siguió conservando la facultad de averiguación establecida en el artículo 97 de la
Carta Magna.
Palabras ante el Senado de la República como candidata a Ministra de la SCJN • 325
a través de las resoluciones que emiten sobre las diversas controversias sometidas a
su jurisdicción.
Cuando esta función se realiza adecuadamente, el juzgador legitima su actua-
ción y es vínculo de cercanía entre el pueblo y la justicia que éste exige.
El procedimiento para la designación de Ministros, supone, para la integración
de la Suprema Corte, la participación de representantes elegidos mediante voto
universal, calidad que tienen tanto el Presidente de la República, como los inte-
grantes de esta Honorable Cámara de Senadores, razón por la cual de alguna ma-
nera dentro de este proceso se encuentra presente la democracia.
Por otra parte, con miras a realizar una aportación para el fortalecimiento del
Poder Judicial, considero que se encuentra pendiente de concluir la tarea relativa
al proyecto de una nueva Ley de Amparo que habrá de permitir a un mayor núme-
ro de justiciables el acceso a la justicia constitucional.
Lo anterior, con el objeto de discutir temas relativos a: al concepto de autori-
dad para efectos del juicio de amparo; el concepto de interés legítimo; y, la revi-
sión de la fórmula Otero, entre otros.
De igual manera, llevar a acabo un análisis de las atribuciones de los diversos
órganos jerárquicos que integran el Poder Judicial Federal para agilizar y reducir
los diversos procedimientos jurisdiccionales que permitan cumplir con el mandato
constitucional de una justicia pronta y expedita, así como establecer la convenien-
cia de que otros tribunales hasta ahora ajenos a este Poder Judicial Federal puedan
ser incorporados a su ámbito competencial, tal es el caso del Tribunal Federal de
Justicia Fiscal y Administrativa, así como el fortalecimiento de los Poderes Judicia-
les Locales.
El compromiso de quienes alcancen la honrosa designación de Ministros de la
Suprema Corte de Justicia de la Nación, como resultado de este proceso, será en
primer lugar tener una visión de Estado, entendiendo a éste como una organiza-
ción al servicio del pueblo y no para que sus gobernantes se sirvan de él, como el
conjunto de poderes coordinados entre sí y no divididos; ver en la división de po-
deres la sujeción de cada uno a sus propias competencias.
Además deberá tener una profunda fe en la justicia y finalmente un alto senti-
do del deber y voluntad para trabajar arduamente.
Me congratula el participar el día de hoy en este ejercicio democrático que al
igual que otros contemplados en la legislación vigente, permiten otorgar legitimi-
dad a quienes integran los Poderes Federales.
Estoy segura que la decisión que tome este cuerpo colegiado, respecto a la de-
signación de Ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, con toda cer-
teza será la más conveniente para el Poder Judicial Federal y, desde luego, para el
pueblo de México.
Muchas gracias.
Palabras en la ceremonia
de investidura como Ministro
de la Suprema Corte
de Justicia de la Nación*
José Ramón Cossío Díaz* *
*
Pronunciadas en la sesión pública solemne del Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Na-
ción celebrada el 9 de diciembre de 2003.
**
Ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (México).
327
328 • José Ramón Cossío Díaz
*
Secretario del Consejo Editorial de la Revista Iberoamericana de Derecho Procesal Constitucio-
nal. Miembro del Colegio Nacional de Profesores de Derecho Procesal, A. C. (México). Profesor de la
Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México.
333
334 • José Alfonso Herrera García
1 El Comité organizador del Congreso estuvo integrado por el Doctor Javier Pérez Royo (Presiden-
te), Joaquín Pablo Urias Martínez (Secretario) ¾ Director y Secretario del Departamento de Derecho
Constitucional de la Facultad de Derecho de la Universidad de Sevilla, respectivamente¾ , y por Juan
Antonio Doncel, Guadalupe Cruz, Sandra Moreno y Hugo A. Díaz-Estúa (Asistentes).
Crónica de la presentación de la Revista • 335
El programa general para el primer día del Congreso indicaba que después del
solemne y memorable acto de inauguración4 (que dio inicio a las 12 horas), del al-
muerzo en la Presidencia de la Junta de Andalucía (a las 14 horas), del desahogo
simultáneo de los primeros trabajos de las once mesas (que dieron inicio en punto
de las 17 horas), y de una pausa para café (a las 18:30 horas), se verificara la pre-
sentación de Foro Constitucional Iberoamericano, Revista de Estudios.
Esta presentación dio inicio pocos minutos después de las diecinueve horas y
estuvo presidido por el profesor, doctor Pablo Pérez Tremps, catedrático de Dere-
cho Constitucional de la Facultad de Derecho, y Director del Instituto de Derecho
Público Comparado “Manuel García Pelayo” de la Universidad Carlos III de Ma-
drid y de la propia Revista, quien además es vocal de la Junta Directiva del Institu-
to Iberoamericano de Derecho Procesal Constitucional. Acompañaron al profesor
Pérez Tremps dos colaboradoras de ese proyecto: Beatriz Sánchez Mojica (becaria
del Instituto de Derecho Público Comparado) e Itziar Gómez Fernández (profesora
ayudante de la Universidad Carlos III de Madrid), quienes explicaron las técnicas
de navegación y manejo de los hipervínculos de la página web respectiva.
Foro Constitucional Iberoamericano es una publicación trimestral electrónica
—es decir, consultable únicamente vía internet— auspiciada por el Instituto de De-
recho Público Comparado, dedicada a la difusión de datos e información relacio-
nados con los contenidos del Derecho constitucional y, en especial, de la justicia
constitucional, en el ámbito de los países de hablas hispana y portuguesa, cuyo pri-
mer número data del periodo de enero-marzo de 2003.5
En la exposición, que no duró más allá de veinticinco minutos, fue mostrado el
portal y los hipervínculos disponibles, constitutivos de las secciones de la Revista:
“Artículos”, “Notas”, “Actualidad normativa”, “Actualidad jurisprudencial”, “Últi-
mas publicaciones” y “Eventos”,6 así como links al Consejo de Redacción, al Equi-
4 Esta ceremonia estuvo presidida por el Príncipe de Asturias, Felipe de Borbón y Grecia; el alcalde
de Sevilla, Alfredo Sánchez Monteseirín; el Rector Magnífico de la Universidad de Sevilla, Miguel Flo-
rencio; el Presidente de la Junta de Andalucía, Manuel Chaves; y el Presidente del Instituto Iberoameri-
cano de Derecho Constitucional, Jorge Carpizo, quien cerró el acto con la disertación de su interesante
conferencia magistral “Los principios de autodeterminación, no intervención y la justicia internacional”.
5 Al momento de la presentación se habían publicado 4 números. En la actualidad existen 5 (el
último de los cuales corresponde al trimestre enero-marzo de 2004), todos disponibles en el siguiente
acceso directo: www.uc3m.es/uc3m/inst/MGP/JCI/revista-00portada.htm
6 En el número 3 (julio-septiembre de 2003) este hipervínculo se denominó “Eventos y noticias de
los altos tribunales”, mientras que en el número 4 (octubre-diciembre del mismo año), no apareció. En
el número 5 (enero-marzo de 2004) se sustituyó esta última denominación por la de “Novedades en los
altos tribunales”.
338 • José Alfonso Herrera García
El acto fue atestiguado por distinguidas personalidades del ámbito jurídico ibe-
roamericano, entre los que destacó la presencia del Presidente del Instituto Iberoa-
mericano de Derecho Constitucional, doctor Jorge Carpizo, y de los señores direc-
tores de la Revista, doctores Aníbal Quiroga León y Eduardo Ferrer Mac-Gregor,
acompañados por la licenciada Mariella Trujillo Württele, secretaria del Consejo
Editorial de la misma.
Tomando en consideración el momento en que surge la idea de su creación, el
proyecto de la Revista Iberoamericana de Derecho Procesal Constitucional tuvo
que aguardar casi veinte meses de germinación antes de que los esfuerzos de coor-
dinación y de organización pudieran finalmente cristalizar su flamante primer nú-
mero. Bien puede afirmarse que el proyecto encontró en la creación del Instituto
Iberoamericano de Derecho Procesal Constitucional la plataforma propicia para su
lanzamiento definitivo.
El doctor Domingo García Belaunde manifestó que el proyecto de la Revista
fue gestado en la ciudad mexicana de Puebla de los Ángeles a iniciativa propia y
de los juristas Aníbal Quiroga León y Eduardo Ferrer Mac-Gregor, quienes acorda-
ron plasmar esa voluntad en la memorable “Acta de Puebla” el día 17 de diciem-
bre del 2002, —de la que dieron fe el profesor José F. Palomino Manchego y Cristi-
na Sierralta— cobijados por el hermoso escenario del centro histórico, frente a la
magnificente catedral de esa ciudad.8 El proyecto fue sometido dos días después a
la consideración del doctor Héctor Fix-Zamudio, Presidente Honorario de los Insti-
tutos Iberoamericanos de Derecho Constitucional y de Derecho Procesal Constitu-
cional —de este último, junto con el ilustre jurisconsulto italiano Mauro Cappellet-
ti—, y, además, Presidente Honorario de la Revista, quien se adhirió y refrendó el
proyecto, al tiempo que felicitó la entusiasta iniciativa de sus progenitores.9
García Belaunde explicó que si bien la expresión Derecho procesal constitu-
cional no ha encontrado raigambre en Europa —aun cuando la fenomenología que
hizo necesario idear su objeto de estudio nace ahí, lo mismo que las pioneras in-
vestigaciones sobre la materia—, ésta sí la ha tenido en latitud latinoamericana al
experimentar una evidente evolución y un incontenible robustecimiento como
asignatura jurídica autónoma en años recientes.
El destacado constitucionalista peruano, sin duda, uno de los más importantes
artífices del derecho procesal constitucional en Iberoamérica, expuso que, en efec-
to, es durante el primer cuarto del pasado siglo cuando, con el surgimiento de los
primeros tribunales constitucionales en Austria (1919) y Checoslovaquia (1920)
—confeccionados gracias al preclaro pensamiento del ilustrado jurista Hans Kel-
sen—, las cuestiones relativas a los procesos que para la defensa y el control del
ordenamiento constitucional empezaron a conocer y resolver dichos tribunales, ini-
8 Esta acta puede verse en el primer número de la Revista Iberoamericana..., cit., p. 313.
9 El refrendo facsimilar del doctor Héctor Fix-Zamudio fue igualmente incluido en el primer nú-
mero de la Revista Iberoamericana..., cit., p. 315.
340 • José Alfonso Herrera García
ció también la preocupación por la creación de una parcela específica del conoci-
miento jurídico en donde el objeto, contenido, investigación y desarrollo sistemáti-
co de esas cuestiones pudieran encontrar cabida. Es así como empezó a utilizarse,
como lo hizo notar el expositor, la locución “jurisdicción constitucional”, misma
que, junto con la de “justicia constitucional”, a la fecha, ha imperado en el conti-
nente europeo para referirse a este campo de estudio.
Es la expresión Derecho procesal constitucional, defendió el Presidente Ejecu-
tivo de la Revista, la que, a su juicio, mejor significa la asignatura que debe recep-
tar los contenidos de la jurisdicción, los procesos y la magistratura constituciona-
les. No obstante que la materia resulta de la convergencia de dos grandes
disciplinas del derecho como lo son el derecho constitucional y el derecho proce-
sal, es de éste último de cuyo tronco común se ramifica el Derecho procesal cons-
titucional, al erigirse en el Derecho adjetivo o instrumental de las normas constitu-
cionales sustantivas.10
Después de aproximadamente quince minutos de disertación, el profesor Gar-
cía Belaunde pasó la estafeta de la presentación al doctor Néstor Pedro Sagüés,
otro de los más importantes e incansables pioneros del Derecho procesal constitu-
cional en el continente americano.11 El erudito profesor argentino, con la capaci-
dad oratoria y narrativa que lo caracteriza, explicó que la creación de la publica-
ción semestral se justifica a raíz del auge sin precedentes que vive en la actualidad
la asignatura en los países latinoamericanos, y que es precisamente en este marco
circunstancial en el que se hace propicia y nace la Revista Iberoamericana de De-
recho Procesal Constitucional.
El profesor Sagüés procedió entonces a comentar, en términos muy generales,
la justificación, el objeto, el contenido y la estructura de la Revista. Su lanzamien-
to, explicitó, se hace oportuno desde el momento en que su publicación permitirá
10 Sobre estos y otros trascendentales aportes que sobre el particular se deben al profesor Domin-
go García Belaunde véanse sus obras Derecho procesal constitucional, estudio preliminar de Gerardo
Eto Cruz, Lima, Marsol, 1998; Derecho procesal constitucional, 2ª ed., Bogotá, Temis, 2002; De la ju-
risdicción constitucional al derecho procesal constitucional, pról. de José F. Palomino Manchego, 4ª
ed., Lima, Biblioteca Peruana de Derecho Constitucional, 2003; De la jurisdicción constitucional al de-
recho procesal constitucional, pról. de José F. Palomino Manchego, presentación a la primera edición
mexicana de Eduardo Ferrer Mac-Gregor y Rodolfo Vega Hernández, México, Fundap, 2004 (en pren-
sa). El contenido sustancial de estos trabajos se encuentra igualmente reproducido en su opúsculo
“De la jurisdicción constitucional al derecho procesal constitucional” en FERRER MAC-GREGOR, Eduardo,
Derecho procesal constitucional, 4ª ed., México, Porrúa-Colegio de Secretarios de la Suprema Corte de
Justicia de la Nación, A. C., 2003, tomo I, pp. 303-341.
11 Sólo un elemento para la certificación de este aserto es su monumental obra Derecho procesal
constitucional, tomos I y II: “Recurso extraordinario”, 4ª ed., Buenos Aires, Astrea, 2002; tomo III:
“Acción de amparo”, 4ª ed., Buenos Aires. Astrea, 1995; tomo IV: “Hábeas corpus”, 3ª ed., Buenos Ai-
res, Astrea, 1998. Consúltese también su Derecho procesal constitucional de la Provincia de Santa Fe
(en coautoría con María Mercedes Serra), Buenos Aires, Rubinzal-Culzoni Editores, 1998.
Crónica de la presentación de la Revista • 341
13 Sobre este respecto, véase su interesante estudio: “Los desafíos del derecho procesal constitucio-
nal”, en FERRER MAC-GREGOR, Eduardo, op. cit., pp. 507-520.
SEGUNDO ENCUENTRO DE DERECHO PROCESAL
CONSTITUCIONAL IBEROAMERICANO
Y SEMINARIO DE JUSTICIA CONSTITUCIONAL
Organizadores:
• Instituto Iberoamericano de Derecho Procesal Constitucional
• Corte Suprema de Justicia de Costa Rica y Sala Constitucional
• Instituto Costarricense de Derecho Constitucional
• Centro de Estudios y Capacitación Judicial para Centroamérica y Panamá
Programa:
Jueves 8 de julio:
9:00 LECCIÓN INAUGURAL, “Relaciones entre la Jurisdicción Constitucional y los
Tribunales Comunitarios”. Profesor Francisco Fernández Segado (España).
10:45 PRIMERA MESA REDONDA. TEMA: “La Admisibilidad en los distintos procesos
constitucionales”. Ponente Coordinador: José Antonio Rivera (Bolivia).
15:00 SEGUNDA MESA REDONDA. TEMA: “Mecanismos de Ejecución de las sentencias
constitucionales”. Ponente Coordinador: Domingo García Belaunde (Perú).
16:45 TERCERA MESA REDONDA. TEMA: “Legitimación activa y pasiva en la Jurisdic-
ción Constitucional”. Ponente Coordinador: Allan R. Brewer-Carías (Venezuela).
Viernes 9 de julio:
9:00 CUARTA MESA REDONDA. TEMA: “Poderes del Juez Constitucional”. Ponente
Coordinador: Eduardo Ferrer Mac-Gregor (México).
10:45 QUINTA MESA REDONDA. TEMA: “Tipología de las sentencias constitucionales”.
Ponente Coordinador: José Humberto Nogueira Alcalá (Chile).
15:00 SEXTA MESA REDONDA. TEMA: “Debate sobre las reformas a la Ley de la Juris-
dicción Constitucional”. Ponente Coordinador: Néstor Pedro Sagüés (Argentina).
16:45 LECCION DE CLAUSURA: “Los Institutos procesales para la tutela de los derechos
fundamentales en los sistemas de justicia constitucional en vía incidental”. Profesor
Giancarlo Rolla (Italia).
Forma de trabajo:
—Lecciones inaugurales y de cierre magistral
—6 Mesas Redondas
Inscripción: Las deberán ser enviadas al Instituto de Derecho Público Comparado entre el 1
de mayo y el 15 de junio de 2004, conforme al modelo que se puede obtener en
www.uc3m.es/cjc, acompañadas de los documentos que en él se exigen. El Instituto llevará
a cabo un proceso de selección de candidatos entre el 15 y el 30 de junio.
Matrícula: El coste de la matrícula se eleva a 1.200 euros (no incluye alojamiento ni manu-
tención). Todos los pagos deben ser hechos en euros, libres de todo descuento bancario o
de otra naturaleza.
Autoridades de las Jornadas: Presidente: Dr. Néstor P. Sagües; Vicepresidente: Dr. Adolfo A.
Rivas; Presidente Honorarios: Dres. Germán Bidart Campos, Augusto M. Morello y Lino E.
Palacio; Secretarios: Dres. Carlos Safadi Marques y Sofía Sagües.
Comisión organizadora: Presidente: Dr. Práxedes Sagasta; Vice-Presidente: Dr. Adolfo A. Ri-
vas; Secretarios: Dres. Mario Masciotra, Rodolfo Madariaga y Fernando Machado Pelloni;
Vocales: Dres. María S. Pennise Iantorno, Daniel Ranuschio, Martín Bargallo, Horacio Lola,
Etel E. Mattesich y Gonzalo Gallo.
Conferencias:
1. Contenido y límites del derecho procesal constitucional. Dr. Néstor P. SAGÜÉS;
2. Control de constitucionalidad y cuestiones políticas. Dr. Germán BIDART CAMPOS;
3. Protección trasnacional de los derechos humanos. Sistema interamericano y algunas
cuestiones procedimentales novedosas y conflictivas ante la Comisión y la Corte Intera-
mericana. Dr. Víctor BAZÁN;
4. Las cuestiones insustanciales y carentes de trascendencia. Dr. Lino E. PALACIO;
5. La Corte Suprema de la Nación y su activismo. Dr. Augusto M. MORELLO.
Paneles:
1º Amparo. Presidente: María A. GELLI;
2º Habeas corpus, la prueba y los derechos personalísimos. Presidente: Humberto QUIRO-
GA LAVIÉ;
3º Trascendencia de la jurisprudencia de la Corte Suprema. Presidente: Ramiro ROSALES
CUELLO;
4º Acciones de inconstitucionalidad. Presidente: Hernán MARTÍNEZ;
5º Habeas data. Presidente: Daniel UICICH.
Taller:
Habeas corpus, a cargo de los Dres. Martín BARGALLO y Daniel C. RANUSCHIO.
1. Participantes:
A) Extranjeros:
Dr. Néstor Pedro Sagüés (Argentina)
Dr. Antonio Rivera Santivañez (Bolivia)
Dr. Rubén Hernández Valle (Costa Rica)
Dr. Humberto Nogueira Alcalá (Chile)
Dr. Hernán Salgado Pesantes (Ecuador)
Dr. Francisco Fernández Segado (España)
Dr. Jorge Lozano Miralles (España)
Dr. Domingo García Belaunde (Perú)
Dr. Aníbal Quiroga León (Perú)
B) Nacionales:
Dr. Héctor Fix-Zamudio
Dr. Diego Valadés Ríos
Dr. Eduardo Ferrer Mac-Gregor
Dr. Salvador Valencia Carmona
Dr. Miguel Carbonell
Dr. Arturo Zaldívar Lelo de la Larrea
Dr. José Maria Serna de la Garza
4. Informes:
A) www.facdyc.uanl.mx
B) Desde México: 01 81 83 29 46 00 Ext. 7002
C) Desde el extranjero: 00 52 81 83 29 46 00 Ext. 7002
titucional en Eslovaquia y Volpe hace objeto de gran medida a la regulación de un concreto or-
sus reflexiones la evolución del juicio inciden- denamiento nacional. Esto es, con toda
tal sobre las leyes en Italia hacia un juicio de claridad, lo que sucede con respecto al trabajo
amparo. de Fernández Segado, quien examina la pro-
En un tercer bloque de trabajos, pueden gresiva convergencia de los sistemas america-
incluirse aquellos que realizan un estudio ius- no y europeo kelseniano de control de la cons-
comparado a fondo, que puede ser bilateral o titucionalidad. También tienen un enfoque más
más amplio. Así, en el caso del trabajo de bien de alcance de teoría general, aun cuando
Albert Weber, se realiza un amplio estudio ius- giren en sus referencias en torno al caso ale-
comparado sobre el recurso de amparo que mán o francés, los trabajos de Lösing (sobre la
comprende a los diversos países europeos. En jurisdicción constitucional como contribución al
cambio, los restantes trabajos incardinables en Estado de Derecho), Müller (sobre la declara-
este grupo, o bien realizan un estudio compa- ción de nulidad de las leyes inconstitucionales
rativo genérico entre la justicia constitucional y su dimensión temporal), Rousseau (sobre las
en España y el país de procedencia de su au- opiniones disidentes como “prueba” de la ra-
tor, o bien centran sus reflexiones iuscompara- cionalidad de las decisiones de la Justicia) y
das en algún aspecto concreto del control de de Starck (sobre la interpretación constitucio-
la constitucionalidad en España y el país de nal). Y también puede incluirse aquí, aun cuan-
que se trate. Así, Anita Usacka analiza el con- do se centre en Austria y Checoslovaquia por
trol de constitucionalidad en Letonia y en razones obvias, el interesante estudio de
España, Spirovski lleva a cabo un análisis Öhlinger sobre el origen y el desarrollo del mo-
comparado entre la justicia constitucional en delo europeo de jurisdicción constitucional en
España y en Macedonia, Hottelier hace lo pro- Austria y la transcendental contribución de Kel-
pio respecto de España y Suiza y Schäffer res- sen al respecto.
pecto de Austria y España. En cambio, el exa- Todos estos trabajos ocupan más de cua-
men iuscomparado tiene por objeto aspectos tro centenares de páginas de un libro editado
más particulares del control de la constitucio- en caja grande y podrían por sí solos editarse
nalidad en los trabajos de Fromont (quien com- como libro autónomo de considerable exten-
para el control de la constitucionalidad de los sión. Todos los autores son constitucionalistas
tratados internacionales en España y en Fran- distinguidos y muy reconocidos en sus respec-
cia), Martín (quien lleva a cabo un contraste tivos países y sus reflexiones tienen gran valor
entre la regulación y praxis española y france- por su originalidad y por el rigor científico con
sa con relación a la excepción de inconstitucio- que están expuestas, motivo por el cual esta
nalidad) o Finkova (quien se refiere al grado obra parece de consulta aconsejable para to-
de centralización del control constitucional en dos aquellos interesados por la justicia consti-
España y Bulgaria). tucional en general o en Europa en particular y
En cuarto y último lugar, otros trabajos la comparación del sistema español de control
tienen un enfoque más bien de teoría general, de la constitucionalidad y el existente en otros
pues más que centrarse en un país determina- países europeos.
do contienen reflexiones que trascienden en Joaquín Brage Camazano*
* Doctor Europeo en Derecho (UCM). Departamento de Derecho Constitucional. Universidad Complutense de Madrid.
FERRER MAC-GREGOR, Eduardo, Juicio de amparo e interés legítimo: la tutela de los
derechos difusos y colectivos, 2ª ed., México, Porrúa, 2004, 74 pp.
1. En este libro se lleva a cabo un análisis en do, teórico-práctico, de su exposición, algo que
detalle de la tutela a través del juicio de ampa- la dota de atractivo en su lectura y de interés
ro mexicano de los “derechos difusos y colecti- en su contenido.
vos”, para lo que el autor examina el concepto 2. Los intereses difusos son un concepto
de intereses difusos, colectivos e individuales acuñado por la doctrina italiana,1 pronto acogi-
homogéneos, se refiere a la cuestión en la do en España y otros países, europeos y ame-
doctrina latinoamericana, estudia los intereses ricanos. Se trata de intereses sociales y colec-
de grupo en la jurisprudencia y legislación de tivos de amplia difusión que, subjetivamente,
su país y termina con un capítulo referido al se refieren a colectivos poco precisos en su
Código modelo de procesos colectivos para composición, generalmente anónimos e inde-
Iberoamérica y el juicio de amparo mexicano. terminados aunque, con dificultades, determi-
El autor, además de especialista teórico nables. El carácter de difusos o imprecisos
del Derecho procesal constitucional, ha sido también se manifiesta desde una perspectiva
también Secretario de Estudio y Cuenta de la objetiva, porque las prestaciones debidas para
Suprema Corte de Justicia de México y actual- su satisfacción y la determinación del sujeto o
mente ejerce elevadas responsabilidades como sujetos que tienen a su cargo el deber de sa-
una suerte de Secretario General de dicho Tri- tisfacerlos también son imprecisos.2 Como
bunal, todo lo cual explica el enfoque combina- señala Fix Zamudio, los intereses difusos o
1 Mauro CAPPELLETTI, “La protection des interêts collectifs et de groupe dans le proces civil”, Revue Internationale
de Droit Comparé, 1975, pp. 573 ss. En el ámbito penalista, acuña el término, según parece, F. SUGBBI, “Tutela penale di
interessi diffussi”, en La Questione Criminalle, 1975, págs. 439 y ss.
2 José ALMAGRO NOSETE, “La protección procesal de los intereses difusos en España”, Justicia, 1983, pp. 70 ss).
En el caso del Derecho penal, también plantea problemas su delimitación conceptual: “La complejidad que suscita la te-
mática de las técnicas de tutela de los interessi diffussi comienza ya por la acotación semántica del concepto: interés difu-
so puede aludir a ‘lo ancho’ o ‘dilatado’, pero también puede referirse a lo ‘excesivamente dilatado’, o bien a lo poco o difí-
cilmente identificable o susceptible de concreción [ ] Estimo que cuando los penalistas acudimos a esta expresión, lo
hacemos para referirnos a nuevos intereses colectivos, a nuevos intereses de la mayoría de la población, con respecto de
los cuales se constatan las siguientes características: 1.º) No son operativos o proyectables sobre los mismos las técnicas
de tutela tradicionales; 2.º) Su efectiva y racional protección penal precisa de un complejo entramado institucional de or-
ganización y control; 3.º) Los focos o fuentes de peligro para los mismos emergen por lo común de sectores de actividad
socialmente necesaria y, en cualquier caso, no es posible establecer un juicio hipotético tendente a su supresión; 4.º) La
vulneración de esos intereses es presentada como una disfuncionalidad del sistema. En modo alguno su tutela pasa por
un programa institucional orientado a la desaparición o erradicación de la actividad sectorial que genera las fuentes
de peligro [ ] La categoría interessi diffussi desborda los criterios tradicionales de clasificación de los bienes jurídicos, para
351
352 • Juicio de amparo e interés legítimo: la tutela de los derechos difusos y colectivos
proyectarse sobre intereses de textura y contenido muy diverso; así intereses tan plurales como los relativos al ambiente,
planificación territorial y urbanismo, información privilegiada (bursátil, financiera o administrativa), reglas societarias o eco-
nómicas o los relativos a la intimidad-libertad informática (‘habeas data’), pueden quedar aprehendidos conceptualmente
por los interessi diffussi”. Fermín MORALES PRATS, “Técnicas de tutela penal de los intereses difusos”, en el colectivo Inte-
reses difusos y Derecho penal, Consejo General del Poder Judicial, vol. 36, Madrid, 1994, pp. 73 ss., quien se refiere
también a los presupuestos para la tutela penal de estos intereses y a la necesidad de encontrar un modelo de interven-
ción equilibrado en la tutela penal de los mismos, tutela que presenta muy singulares dificultades, pues en ocasiones “se
sitúa en ámbitos donde aún no está esclarecida la prima ratio jurídica extrapenal (por ejemplo, la legislación del insider
trading o la relativa a la limitación del uso de la informática), con lo que difícilmente puede establecerse la función de ulti-
ma o extrema ratio que debe desempeñar el Derecho penal” con el riesgo de “huída al Derecho penal” de que advirtiera
Roxin y empleo de cláusulas altamente indeterminadas.
3 Héctor FIX ZAMUDIO, “Ochenta años de evolución constitucional del juicio de amparo mexicano”, en su libro
Ensayos sobre el Derecho de amparo, Porrúa/UNAM, México, 2003, p. 778.
4 Sobre ello, y la contribución de Latinoamérica al respecto, véase el interesante trabajo de Hans-Rudolf HORN,
“Generationen von Grundrechten im kooperativen Verfassungsstaat. Iberoamerikanische Beiträge zum Konstitutionalis-
mus”, Jahrbuch des öffentliches Recht der Gegenwart (editado por Peter Häberle), tomo 51, pp. 663 ss. De este trabajo,
saldrá publicada una traducción nuestra en breve: “Generaciones de derechos fundamentales en el Estado constitucional
cooperativo. Contribuciones iberoamericanas al constitucionalismo”, Anuario Iberoamericano de Justicia Constitucional,
número 8, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 2004, en prensa.
5 La Constitución española, por ejemplo, reconoce el derecho a la salud (art. 43), al acceso a la cultura (art. 44), a
disfrutar de un medio ambiente adecuado (art. 45), a disfrutar de una vivienda digna (art. 47), a la suficiencia económica
de las pensiones (50), a la garantía por el Estado de la defensa de los consumidores y usuarios (art. 51), a la educación
(art. 27), al trabajo (art. 35) o a la libertad de empresa (art. 38).
Juicio de amparo e interés legítimo: la tutela de los derechos difusos y colectivos • 353
en el juicio de amparo mexicano, ni siquiera en como los que existen en Brasil (mandado de
la de los derechos colectivos, esto es, aquellos segurança colectivo) o en Argentina (acción
que siendo transindividuales e indivisibles ten- de amparo colectiva)”.
gan como titular un determinado grupo social o Y justamente la finalidad de la obra recen-
clase de personas vinculadas entre sí por una sionada, según declara su propio autor, es el
relación jurídica o por circunstancias de hecho. “estudio comparativo de esos derechos o inte-
Y así, hay quienes piensan que esos derechos reses”, a fin de “replantear las fórmulas tradi-
deben ubicarse en una nueva categoría con- cionales de legitimación procesal que rigen al
ceptual conocida como los intereses colectivos juicio de garantías, que hasta hoy descansan
y difusos”. en el interés jurídico, ocasionando que muchos
Y al margen de las diversas concepciones actos de la Administración publica (lato sensu)
doctrinales, “lo cierto es que progresivamente queden fuera de su control debido a los mol-
en los países latinoamericanos se están abrien- des rígidos del derecho subjetivo clásico. La
do nuevas fórmulas procesales que les otorgan incorporación del interés legítimo al proceso
efectividad, a tal extremo que en la actualidad contencioso administrativo que paulatinamente
no puede concebirse un ordenamiento proce- se ha venido arraigando a nivel legislativo y ju-
sal moderno si no se contemplan dichos meca- risprudencial en México, debe también exten-
nismos”, destacando en esta línea el Código derse al proceso jurisdiccional de mayor tradi-
Procesal Civil Modelo para Iberoamérica (Río ción y efectividad en nuestro ordenamiento
de Janeiro, 1988) y el Anteproyecto de Código jurídico: el juicio de amparo, como ya se ha
Modelo de Procesos Colectivos para Ibero- aceptado por la jurisprudencia de la Suprema
américa, presentado en las XVIII Jornadas Ibe- Corte de Justicia para las controversias consti-
roamericanas de Derecho Procesal (Montevi- tucionales, en aras de una mayor acceso a la
deo, 2002) y analizados en detalle en el libro. justicia constitucional”.
Sin embargo, en México, señala el autor, 4. En la obra se presta una especial aten-
“no existe un adecuado tratamiento procesal” ción a la delimitación conceptual de los intere-
de esta nueva categoría, salvo las disposicio- ses difusos y colectivos, algo bien complejo,
nes “que tibiamente se contemplan para los pues, como Jori Tolosa señala, “el concepto de
consumidores, en materia ambiental o las que intereses difusos puede ser en sí mismo confu-
algunos sostienen que existe en materia elec- so en cuanto se considere que ‘la difusoriedad’
toral”, aparte del “avance en el proceso con- de los mismos no se refiere ni a su contenido
tencioso administrativo al introducir el interés ni a su naturaleza, sino específicamente a su
legítimo”. Y precisamente lo que pretende des- titularidad; no se trata de derechos dilatados e
tacar Ferrer Mac-Gregor es que entre las vías imprecisos en cuanto a su consideración como
a utilizar, de lege ferenda, para dar cauce a la tales, sino precisamente por lo que respecta a
tutela jurisdiccional de estos intereses se en- su titularidad; cada uno es titular de su dere-
cuentra el juicio de amparo respecto de su cho a la vida, a la integridad corporal, a la li-
afectación por un acto de autoridad. Si en bertad ambulatoria, a la sexual, etc., pero es
1963 se pasó de un amparo individualista a una colectividad —por trascender del ámbito
uno social, al otorgar legitimación a los núcleos meramente individual— la titular del derecho a
de población ejidal o comunal, en este momen- la seguridad en el puesto de trabajo, a una vi-
to “se requiere dar un paso más significativo y vienda digna, a la salud pública, a un medio
transitar ahora hacia un amparo colectivo, ambiente sano, al acceso a los bienes de con-
354 • Juicio de amparo e interés legítimo: la tutela de los derechos difusos y colectivos
sumo, etc.; se trata en todos los casos de bie- identifican según si sus titulares se encuentran
nes jurídicos de sujeto múltiple, de los que na- ligados por circunstancias de hecho (intereses
die puede disponer individualmente en forma difusos) o bien si pertenecen a un grupo, cate-
que afecte la disposición de otro (Zaffaroni, goría o clase de personas ligadas entre sí o
Tratado de Derecho Penal)”. con la parte contraria debido a una relación ju-
Pues bien, Ferrer Mac-Gregor, aun par- rídica base (intereses colectivos)”. Pero la dife-
tiendo de la falta de unidad y disciplina termi- renciación no siempre es clara en el caso con-
nológicas en este campo, trata de introducir creto; c) También se refiere Ferrer a la
cierta claridad en este ámbito mediante una diferencia que se ha introducido por algunos,
cierta fijación de fronteras conceptuales: a) en procedente de los países de common law, en-
primer lugar, se plantea si estamos ante dere- tre los intereses difusos y colectivos como su-
chos o ante intereses y concluye que en reali- praindividuales o esencialmente colectivos y
dad es posible admitir indistintamente una u los intereses individuales homogéneos o pluri-
otra designación; b) en segundo lugar, se refie- subjetivos, que serían “accidentalmente colecti-
re a las distintas teorías para diferenciar entre vos” (Barbosa) y auténticos derechos indivi-
intereses difusos e intereses colectivos según duales (divisibilidad), privativos e indisponibles
sigan un criterio organizativo, puramente sub- por terceros, pero que pueden existir en núme-
jetivo según su portador, corporativo, atendien- ro plural y tener un origen fáctico común y un
do al centro de imputación, o al tipo de interés, contenido sustantivo homogéneo (homogenei-
al vínculo jurídico de unión, al reconocimiento dad). Ello daría lugar a diferente tratamiento
normativo, o según su pertenencia a un indivi- procesal (legitimación individual, disponibilidad
duo o a un grupo bien determinado) y concluye individual de la acción, eficacia subjetiva de la
que la distinción fundamental consiste en que cosa juzgada limitada a quienes han sido parte
los intereses difusos “se entienden referidos en el proceso) de estos intereses o derechos
no al sujeto como individuo sino como miem- pluriindividuales (por ejemplo, los derechos de-
bro de un conglomerado más o menos amplio, rivados de lesiones en un accidente de avia-
creándose una pluralidad de situaciones co- ción); d) Por último, se refiere Ferrer in exten-
munes; en cambio, los intereses colectivos so a los diferentes tipos de interés: simple,
atienden a colectividades o grupos limitados y jurídico y legítimo. El interés simple o mero in-
circunscritos. Así, los miembros del conglome- terés en la legalidad se identifica con las accio-
rado que tienen un interés difuso son indeter- nes populares, como la que hace ya mucho
minables o de muy difícil determinación, en existe en España en el ámbito penal, con un
tanto que los miembros del grupo portador del criterio ciertamente más progresivo que el de
interés colectivo suelen ser fácilmente determi- los ordenamientos de nuestro entorno;6 el inte-
nables. Parte de la doctrina y legislación brasi- rés jurídico se suele identificar con el derecho
leña, que tanto ha aportado al respecto, los subjetivo en su concepción clásica; el interés
6 Como señala JORI, “nuestra Constitución (art. 125) reconoce de modo amplio el ejercicio de la acción popular a
todos los ciudadanos, en precepto que tiene su oportuno desarrollo en la Ley de Enjuiciamiento Criminal, concretamente
en su art. 101: ‘La acción penal es pública...’ y en su art. 270: ‘Todos los ciudadanos españoles, hayan sido o no ofendi-
dos por el delito, pueden querellarse...’. En una actitud ciertamente más avanzada que la que adoptan las legislaciones
de nuestro entorno, otorga nuestro ordenamiento a la acusación particular una función coadyuvante al ejercicio de la acu-
sación por parte del ministerio fiscal, con la trascendencia que ello tiene en orden a la perseguibilidad de ciertos delitos
Juicio de amparo e interés legítimo: la tutela de los derechos difusos y colectivos • 355
legítimo, en fin, es un quid aliud intermedio correlativa de dar, hacer o no hacer exigible a
respecto del interés jurídico y el mero interés otra persona, pero sí comporta la facultad del
simple (el autor lo define como la “situación ju- interesado de exigir el respeto del ordenamien-
rídica activa que se ostenta por relación a la to jurídico y, en su caso, de exigir una repara-
actuación de un tercero y que no supone, a di- ción de los perjuicios antijurídicos que de esa
ferencia del derecho subjetivo, una obligación actuación le deriven”)7 y Ferrer se muestra par-
que afectan al patrimonio social colectivo, o en los que puede ser presumible un escaso interés en su persecución por
parte del poder público [ ] Desde su consideración constitucional, la acusación popular es una institución muy reforzada
tanto frente al poder legislativo, al exigir su derogación la concurrencia de los requisitos y presupuestos propios para la
modificación constitucional, como frente al poder judicial, pues el desconocimiento de su ejercicio legitimará en todo caso
a su titular frente al Tribunal Constitucional. La legitimación para su ejercicio está sujeta exclusivamente a la concurrencia
de los requisitos generales sobre capacidad, lo que en alguna ocasión ha planteado algún conflicto, más ficticio que real y
en tendencia afortunadamente no consolidada, en relación al ejercicio de la acción popular por parte de personas jurídi-
cas; y ello tiene una especial trascendencia en el supuesto enjuiciado pues no hay que olvidar que son precisamente las
personas jurídicas en muchos casos portadoras de intereses difusos que por otra parte constituyen su propia existencia y
razón de ser como tales, piénsese en los sindicatos, asociaciones de derechos humanos, asociaciones ecologistas, de
consumidores y usuarios, etc. En definitiva, se trata de instituciones que han de poder cumplir de forma mucho más eficaz
que un particular esta función coadyuvante con el ministerio público en el ejercicio de la acusación que precisamente la
ley reserva a la acción popular [ ] No hay que perder de vista además que este criterio amplio de nuestra legislación por
lo que respecta a la legitimación para el ejercicio de la acción popular, se manifiesta incluso a nivel formal, en relación a
la fórmula procesal para materializarla. Normalmente el derecho a la acción se manifiesta a través de la querella, pero no
debe perderse de vista que el Derecho procesal reconoce también la acción penal adhesiva, que permite al ofendido com-
parecer y mostrarse parte en una instrucción penal ya iniciada, ya sea al tiempo del ofrecimiento de acciones, ya sea por
propia iniciativa antes del trámite de la acusación (arts. 109 y 110 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal). Ahora bien, esta
segunda fórmula que hace innecesario el escrito de querella sólo se reconoce al ofendido, y aquí se plantea el problema
de la extensión del concepto de ofendido cuando se está enjuiciando una conducta que lesiona un interés jurídico difuso,
porque, por ejemplo, ¿acaso no tiene cualquier ciudadano la condición de ofendido o perjudicado cuando se produce un
vertido que pone en peligro la salud de las personas o perjudica las condiciones de la vida animal, bosques, espacios na-
turales o plantaciones útiles? Creemos que en el ejercicio de acciones derivadas de este tipo de delitos, la consideración
de «perjudicado» debe merecer un criterio suficientemente amplio que excluya incluso la necesidad de la querella como
fórmula para tal ejercicio”.
7 Nuestro Tribunal Constitucional no ha ofrecido un concepto del interés legítimo que pueda cubrir los diversos su-
puestos en que puede dar lugar a la reclamación de una tutela judicial efectiva (artículo 24 CE), sino que más bien lo ha
ido perfilando de forma casuística, si bien puede decirse que se trata de un interés reconocido y protegido por el Derecho.
Ha de ser, además, personal (“dentro de los intereses protegidos hay que distinguir los de carácter personal, pues en re-
lación a ellos se establece el derecho fundamental del art. 24.1 de la Constitución ...”), si bien ese interés personal puede
defenderse a través de la defensa del interés común (”dentro de los supuestos en atención a los cuales se establecen por
el Derecho las acciones públicas se encuentran los intereses comunes, es decir, aquéllos en que la satisfacción del interés
común es la forma de satisfacer el de todos y cada uno de los que componen la sociedad, por lo que puede afirmarse
que cuando un miembro de la sociedad defiende su interés común sostiene simultáneamente un interés personal, o, si se
quiere desde otra perspectiva, que la única forma de defender el interés personal es sostener el interés común”) y es un
concepto más amplio que el de interés directo (“la idea de interés directo, particular, como requisito de legitimación, queda
englobado en el concepto más amplio del interés legítimo y personal, que puede o no ser directo”). Ha de ser un interés
real y actual, en virtud de la producción de perjuicios que afecten al círculo de intereses del afectado. Es, en todo caso, un
interés ”en sentido propio, cualificado o específico". Este interés puede ser atribuido a entidades cuya finalidad sea, entre
otras posibles, la defensa de los intereses supraindividuales o “colectivos”: “sin necesidad de definir ahora en toda su ex-
tensión aquel concepto de interés legítimo, es evidente que en el mismo hay que entender incluido el interés profesional
de promoción y defensa de una categoría de trabajadores, del que puede ser titular no sólo cada uno de ellos, individual-
mente considerados, sino también cualquier asociación o entidad que haya asumido estatutariamente esos mismos fines”.
356 • Juicio de amparo e interés legítimo: la tutela de los derechos difusos y colectivos
tidario de que este tipo de interés, aceptado en este nuevo interés”, al menos en la Exposición
México para el proceso contencioso adminis- de Motivos.
trativo y de controversias constitucionales, se ***
extienda también al juicio de amparo. El libro de Ferrer Mac-Gregor supone, en
5. Y precisamente a ello dedica Ferrer conclusión, una aproximación muy valiosa, por
Mac-Gregor, tras un segundo capítulo de De- su profundidad y claridad expositiva, a la com-
recho comparado latinoamericano, el tercer ca- pleja cuestión de los intereses difusos y colec-
pítulo de la obra, en el que analiza tanto la ju- tivos en el ordenamiento mexicano, y además
buena parte de su investigación trasciende en
risprudencia tradicional de la Suprema Corte
su aplicación al Derecho mexicano, especial-
sobre este punto, como la jurisprudencia más
mente los capítulos de contenido conceptual
reciente y también el Proyecto de nueva Ley (cap. primero) y de Derecho comparado (capí-
de Amparo, que introduciría el interés legítimo tulo segundo), así como el último capítulo, en
en el marco del amparo, algo que el autor con- el que analiza críticamente el Código Modelo
sidera muy positivo, pues a través de dicho in- de Procesos Colectivos para Iberoamérica. El
terés legítimo, siguiendo el ejemplo español, libro despertará, por ello, el interés en general
se podrían proteger por medio del amparo los de todos los juristas iberoamericanos a los que
intereses colectivos o de grupo, aunque tam- nos preocupa el acceso a la justicia a través
bién considera que, ante la falta de tradición de meros intereses difusos y colectivos, como
jurídica en México en ese sentido y para evitar reclaman cada vez más nuestras sociedades
incertidumbre interpretativa, “sería preferible en muy diversos ámbitos.
que la propia ley precisara los alcances de Joaquín Brage Camazano*
La presente obra ha sido enriquecida de ma- tor, puede considerarse este trabajo como una
nera importante con respecto a las dos edicio- obra de consulta obligada no sólo para los ju-
nes anteriores (1993 y 1999) y constituye la ristas mexicanos, sino en general, iberoameri-
continuidad de las ideas del autor respecto a canos, no obstante que la mayoría de los en-
su primer libro publicado sobre el tema hace sayos se refieren específicamente al juicio de
cuarenta años (El juicio de amparo, México, amparo mexicano, ya que en varios estudios
Porrúa, 1964).1 Ahora reúne veintidós estudios se plantean aspectos históricos, de teoría ge-
jurídicos que aparecen en varias de las revis- neral del amparo y otros de derecho compara-
tas de mayor prestigio de México y del extran- do, que permiten establecer lineamientos o ba-
jero, algunos de ellos ya traducidos al inglés,2 ses comunes para una de las instituciones
al italiano3 y al japonés.4 Constituye la síntesis procesales más significativas de nuestra épo-
del pensamiento del maestro Héctor Fix-Zamu- ca, si se tiene en cuenta que el proceso, juicio,
dio sobre el derecho de amparo,5 cuyas ense- recurso o acción de amparo se ha adoptado
ñanzas de casi medio siglo han trastocado la de manera progresiva en la mayoría de los
doctrina, la legislación y la jurisprudencia de la textos fundamentales iberoamericanos: Argen-
mayoría de los países de Latinoamérica. tina (art. 34), Bolivia (art. 19), Brasil (mandado
Debido a la diversidad temática y a los de segurança, art. 5º), Chile (recurso de protec-
distintos enfoques abordados con la profundi- ción, art. 21), Colombia (tutela jurídica, art. 86),
dad y claridad científica que caracteriza al au- Costa Rica (art. 48), El Salvador (art. 182.1),
* Versión ampliada de la presentación a la 3ra. edición de la obra que se reseña, celebrada en el Instituto de
Investigaciones Jurídicas de la UNAM (27-abril-2004), en la que participaron también los juristas Diego Valadés, José Ra-
món Cossío, Arturo Zaldívar Lelo de Larrea y Carlos Natarén.
1 Esta obra de 1964 recoge varios trabajos publicados desde el año de 1956.
2 “A Brief Introduction to the Writ of Amparo”, traducción de SCHWARZ, Carl E., en California Western International
Law Journal, San Diego, California, vol. 9, núm. 2, primavera de 1979, pp. 306-348.
3 “Il diritto d’amparo in Messico e in Spagna. Influencia reciproche”, traducción de SAITTA, Paolo, en Diritto e So-
cietà, Padua, núm. 2, 1979, pp. 233-262.
4 Traducción al japonés por HITAHARA, Hitoshi de los trabajos: “El derecho de amparo en México y en España.
Influencia recíproca” y “Breve introducción al juicio de amparo mexicano”, en Surugadai Journal of Law and Politics, Uni-
versidad Surugadai, Hanno Saitana, Japón, vol. 7, núms. 1 y 2, octubre de 1993 y marzo de 1994, pp. 2-40 y 53-88. El
segundo de ellos en la misma revista, vol. 8, núm. 2, marzo de 1995, pp. 146 y ss.
5 Fix-Zamudio distingue entre “derecho de amparo” y “proceso de amparo”, al entender que la primera connota-
ción se refiere a la facultad de utilizar la jurisdicción y la segunda al desarrollo del procedimiento respectivo.
357
358 • Ensayos sobre el derecho de amparo
España (art. 53.2), Guatemala (art. 265), Hon- cateca de 1841 (arts. 8º, 9º y 62) y al haberse
duras (art. 183), México (arts. 103 y 107), Ni- acogido a nivel federal, posteriormente, en las
caragua (art. 188), Panamá (art. 50), Paraguay Constituciones de 1857 (arts. 100 y 101) y en
(art. 134), Perú (art. 200), Uruguay (art. 7º)6 y la actual de 1917 (arts. 103 y 107), sirviendo
Venezuela (art. 27). como paradigma a diversas legislaciones de
Teniendo en cuenta la extensión y profun- Latinoamérica y de España. Por ello, el autor
didad de los temas contenidos en la obra, para expone la imperiosa necesidad de su estudio
una mayor claridad y debido a razones obvias comparativo debido al aislamiento que durante
de espacio, sólo destacaremos de manera muchos años experimentó la doctrina mexica-
conjunta y superficial, a manera de introduc- na derivada de la paternidad de la institución,
ción preliminar, los aspectos que estimamos no obstante los avances significativos de otras
más relevantes bajo los dos parámetros que legislaciones y de la restante doctrina iberoa-
inspiran a los diversos ensayos: el derecho mericana, que paradójicamente se interesó de
comparado y el juicio de amparo mexicano en manera amplia en el amparo mexicano produ-
particular. ciendo una bibliografía impresionante que con-
trasta con los pocos estudios de derecho com-
I parado en México con respecto a instituciones
similares extranjeras.8
La necesidad creciente del estudio del En este sentido se dirigen dos estudios
amparo a través del método jurídico comparati- generales relativos a la inclusión del análisis
vo ha sido un aspecto destacado desde la pri- comparativo en el estudio del amparo. El pri-
mera obra publicada por Fix-Zamudio,7 que ha mero de ellos, denominado “Derecho compara-
retomado en varios de los estudios que ahora do y derecho de amparo”, refiere a la utilidad
presenta. Con independencia de los antece- práctica que deriva del análisis comparativo al
dentes remotos en el derecho romano (homine permitir al jurista nacional conocer de los avan-
libero exhibendo), en el inglés (habeas corpus) ces legislativos, jurisprudenciales y de la doc-
y en el español (procesos aragoneses del Me- trina extranjera contemporánea, advirtiendo la
dioevo), se ha considerado por la mayor parte existencia de dos tendencias, una conservado-
de la doctrina que el amparo constituye una ra que desconfía de los estudios comparativos
institución genuinamente mexicana, al haberse debido al temor injustificado a los efectos co-
previsto por primera vez en la Constitución yu- rruptores o disgregadores de una infiltración de
6 Si bien no de manera expresa, la acción de amparo uruguaya se deriva del artículo 7º constitucional: “Los habi-
tantes de la República tienen derecho a ser protegidos en el goce de su vida, honor, libertad, seguridad, trabajo y propie-
dad...”. La ley 16.011 de 19 de diciembre de 1988 regula la acción de amparo.
7 El juicio de amparo, México, Porrúa, 1964.
8 Véanse, entre otros, VALLARTA, Ignacio L., El juicio de amparo y el writ of habeas corpus, cuya primera edición
se publicó en 1881; VEGA, Fernando, “El juicio de amparo y el recurso de casación francés”, en Revista de la Escuela Na-
cional de Jurisprudencia, julio-septiembre de 1946, pp. 231-248; RABASA, Óscar, “Diferencias entre el juicio de amparo y
los recursos constitucionales norteamericanos”, en Revista Mexicana de Derecho Público, núm. 4, abril-junio de 1947, vol.
I, pp. 385-406; en la actualidad, además de los múltiples trabajos del maestro FIX-ZAMUDIO, algunos contenidos en la obra
que comentamos, véanse GARCÍA MORELOS, Gumesindo, El amparo hábeas corpus. Estudio comparativo México-Argenti-
na, ABZ Editores, México, 1998; y FERRER MAC-GREGOr, Eduardo, La acción constitucional de amparo en México y Espa-
ña. Estudio de derecho comparado, 3ª ed., México, Porrúa, 2002.
Ensayos sobre el derecho de amparo • 359
las instituciones o leyes extranjeras, y otra que y en menor intensidad, a través de la obra El
acogen cada vez con mayor intensidad mu- Federalista, que se conoció de manera frag-
chos juristas contemporáneos, al entender que mentada por traducciones al español, publica-
no es viable un estudio que penetre honda- das en periódicos mexicanos entre los años de
mente en todos los aspectos del derecho na- 1827 y 1830. De ahí la influencia estadouni-
cional sin acudir al método jurídico comparati- dense de la judicial review, pues el producto
vo, el cual no sólo no introduce elementos de ese “transplante legal” produjo una institu-
perturbadores en las instituciones propias, sino ción tutelar diversa debido al trasfondo hispáni-
que constituye el instrumento indispensable co cultural de más de tres siglos, perteneciente
para descubrir y analizar los matices peculia- al sistema romano canónico.
res de las instituciones nacionales. De manera específica, siete trabajos ver-
En esta misma línea se dirige el segundo san sobre el estudio comparativo entre el juicio
trabajo denominado “El juicio de amparo mexi- de amparo mexicano y las instituciones simila-
cano y el derecho constitucional comparado”, res en España, Alemania Argentina, Colombia,
que partiendo de las enseñanzas de Paolo Bis- Macao y Cabo Verde, estableciendo sus oríge-
caretti di Ruffía9 y de Giuseppe de Vergottini10 nes, similitudes y diferencias. Con independen-
sobre el derecho constitucional comparado, cia de la influencia austríaca, resulta significati-
pone en evidencia los vínculos y la confluencia vo la manera en que el recurso de amparo
que se observa en la institución del amparo español se introdujo en la Constitución republi-
mexicano entre dos de las familias o sistemas cana de 9 de diciembre de 1931 (art. 121-b),
jurídicos más importantes, a saber, el Common debido a las enseñanzas del constitucionalista
Law o derecho angloamericano, y los ordena- mexicano Rodolfo Reyes Ochoa (hijo del Ge-
mientos pertenecientes al derecho continental neral Bernardo Reyes y hermano del escritor y
europeo o de tradición jurídica romano canóni- diplomático Alfonso Reyes) que radicó cerca
ca. Así surge el amparo debido a la influencia de cuarenta años (1914-1954) en territorio es-
que tuvieron del derecho constitucional de pañol por las diferencias políticas con el presi-
Estados Unidos los considerados padres del dente Victoriano Huerta, no obstante haber
amparo, Manuel Crescencio Rejón en la Cons- sido ministro de justicia al inicio del mandato
titución yucateca de 1841 y Mariano Otero en de éste. La influencia se hace patente en la
el Acta de Reformas expedida en 1847, a tra- Ley del Tribunal de Garantías constitucionales
vés del conocimiento que adquirieron de la de 1933 y en el Reglamento de dicho Tribunal,
obra clásica de Alexis de Tocqueville La demo- en los diversos supuestos de procedencia y le-
cracia en América del Norte, traducida al espa- gitimación, y en la tramitación de un incidente
ñol en 1836 por Sánchez de Bustamante (exis- de suspensión similar al mexicano. Pero tam-
te una reimpresión publicada en México en bién el recurso de amparo español influyó en
1855, año en que se convocó al Congreso la creación del amparo mexicano, sobre todo
Constituyente que expidió la Constitución de por la asimilación jurídico-cultural de tres siglos
1857, que consagró el amparo a nivel federal); y por la influencia de la casación, que constitu-
9 Introducción al derecho constitucional comparado, trad. de Héctor Fix-Zamudio, México, Fondo de Cultura Eco-
nómica, 1996.
10 Diritto costituzionale comparato, Padua, Cedam, 1981.
360 • Ensayos sobre el derecho de amparo
ye uno de los sectores en que se divide la ins- de estas diferencias escrupulosamente señala-
titución tutelar mexicana. El actual recurso de das por el maestro Fix-Zamudio,11 ha evidencia-
amparo español restablecido en la Constitu- do un acercamiento entre ambos amparos, al
ción democrática de 1978 presenta importan- ampliarse la protección española a cuestiones
tes diferencias con el juicio de amparo mexica- de mera legalidad, mediante la “tutela judicial
no, que pueden advertirse en dos direcciones efectiva” prevista en el artículo 24 de la Consti-
distintas. En cuanto al órgano constitucional tución de 1978, acercándose considerablemen-
que lo resuelve, en el caso español se crea un te al juicio de amparo directo mexicano que
auténtico Tribunal Constitucional independiente procede contra resoluciones judiciales definiti-
del poder judicial; en tanto que en el caso de vas (arts. 14 y 16 constitucionales).
México la Suprema Corte de Justicia, máxima Por lo que hace al recurso federal consti-
instancia jurisdiccional del poder judicial fede- tucional alemán (Verfassungsbeschwerde)12
ral, realiza materialmente tal función a partir de existen similitudes con el juicio de amparo me-
las reformas constitucionales de 1987 y 1994, xicano, a pesar de las diferencias económicas,
esencialmente en grado de revisión de estricto sociales y culturales de ambos países, y de
contenido constitucional respecto de resolucio- haber surgido en épocas distintas y por causas
nes de primer grado que resuelven los Juzga- diferentes. Mientras que el juicio de amparo
dos de Distrito y los Tribunales Colegiados de mexicano surge por la influencia estadouniden-
Circuito federales diseminados en todo el terri- se en la Constitución yucateca de 1841 y en
torio del país; y por otra parte, se apartan en los textos federales de 1857 y 1917 conforme
cuanto a los derechos tutelables, en tanto la a lo ya señalado, la queja constitucional ale-
institución mexicana comprende la protección mana se inspira en la Constitución austríaca
de todo el ordenamiento nacional (cuestiones de 1920 y se prevé primero a nivel legislativo
constitucionales y de legalidad), el amparo es- en la Ley sobre el Tribunal Constitucional de la
pañol se reduce exclusivamente a los derechos Federación de 1961 y posteriormente se incor-
fundamentales y libertades públicas a que se pora a nivel constitucional, mediante reforma
refiere la Constitución, excluyendo tanto la li- de 1969, debiendo mencionarse los importan-
bertad e integridad personales protegidos por tes precedentes de instituciones similares en el
el hábeas corpus (institución autónoma), como Imperio Austrohúngaro (1867), y en los meca-
también la impugnación de las normas genera- nismos locales del estado de Baviera de 1919
les tutelables a través del recurso y de la cues- y de 1946. Entre los principales aspectos que
tión de inconstitucionalidad; además de existir separan a ambos institutos, se encuentra la
el recurso de casación para impugnar en últi- procedencia en materia electoral y los efectos
ma instancia las resoluciones de los tribunales de sus sentencias, ya que la queja constitucio-
ordinarios ante el Tribunal Supremo. A pesar nal alemana procede en dicha materia y pue-
11 Véase el último estudio de su obra: “Estudio comparativo del amparo contra resoluciones judiciales en México y
en España”, que apareció publicado con anterioridad en La democracia constitucional. Estudio comparativo del amparo
contra resoluciones judiciales en México y España, Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2002, vol. II,
pp. 1557-1613.
12 Para una aproximación a este instrumento, véase HÄBERLE, Peter, “El recurso de amparo en el sistema germa-
no-federal de jurisdicción constitucional”, trad. de Carlos Ruiz Miguel, en GARCÍA BELAUNDE, Domingo y FERNÁNDEZ SEGA-
DO, Francisco (coords.), La jurisdicción constitucional en Iberoamérica, Madrid, Dykinson, pp. 227-282.
Ensayos sobre el derecho de amparo • 361
den sus fallos tener el carácter erga omnes sentan lineamientos comunes, como son la tu-
respecto de la inconstitucionalidad de normas tela de los derechos humanos consagrados en
legislativas; en tanto la institución mexicana re- los ordenamientos constitucionales y, en algu-
sulta improcedente en materia electoral y en nos casos, en los internacionales, a través de
todos los supuestos produce efectos en el un procedimiento sencillo y breve en el que
caso particular. En cambio, las similitudes más existen medidas precautorias o cautelares para
notables se dirigen a los derechos tutelables, preservar dichos derechos, culminando con
en la necesidad de agotar las instancias y re- una sentencia para restituir al afectado en el
cursos ordinarios previos, con algunas excep- goce y ejercicio de sus derechos infringidos
ciones en ambos países, y en las medidas pre- por cualquier autoridad o, en algunos supues-
cautorias o cautelares, conocidas en México tos, también por particulares en situación de
como la suspensión del acto reclamado, en predominio, el profesor Fix-Zamudio concluye
ambos casos para evitar perjuicios graves y que en realidad la tutela colombiana debe
con el objeto de impedir la consumación de la comprenderse dentro de dichas características
afectación de los derechos fundamentales. del amparo iberoamericano, tanto por su al-
Otro de los trabajos comparatistas se re- cance protector, por el avance significativo de
fiere a México y Argentina, explicando el desa- la jurisprudencia del Tribunal Constitucional co-
rrollo que este último país ha tenido sobre los lombiano, como por su semántica jurídica, ya
instrumentos clásicos de protección jurídica de que los vocablos “amparo” y “tutela” resultan
los derechos de la persona humana, como son equivalentes y se utilizan como sinónimos.
el hábeas corpus y el derecho de amparo. Los estudios comparatistas sobre el dere-
Fix-Zamudio visualiza la influencia del amparo cho de amparo no sólo se reducen a los men-
mexicano en la introducción de la institución cionados países iberoamericanos, sino tam-
argentina, analizando detalladamente la legis- bién se realiza respecto al ordenamiento
lación de diversas provincias y su instauración jurídico de Macao (China) y de las islas de
en el ámbito nacional a través de la jurispru- Cabo Verde, antiguos territorios de coloniza-
dencia de la Corte Suprema en los clásicos ca- ción portuguesa (curiosamente en Portugal no
sos de “Ángel Siri” (1957) y “Samuel Kot” existe la expresión “amparo” ni un instrumento
(1958). De manera particular se analiza la re- específico de tutela de los derechos humanos,
forma constitucional de 1994, donde se intro- como sí lo existe en Brasil, aunque con la de-
duce la previsión de las acciones de amparo y nominación de mandado de seguranza).
de hábeas corpus, que antes sólo se habían
regulado por leyes provinciales y ordinarias en II
el ámbito nacional.
De gran utilidad resulta el ensayo sobre la Los restantes trabajos tratan específica-
tutela jurídica colombiana, introducida en la mente al juicio de amparo mexicano. El primer
Constitución de 1991 y cuyo estudio compara- problema planteado versa sobre su naturaleza
tivo con la institución del amparo iberoamerica- jurídica. Destaca con acierto el autor que el
no se presentó originalmente como ponencia motivo fundamental por el que no existe acuer-
general en las XVI Jornadas Iberoamericanas do sobre el tema en cuestión, deriva de que la
de Derecho Procesal. Después del análisis de doctrina mexicana ha estudiado al amparo
las características generales del amparo cons- desde la óptica sustantiva del derecho consti-
titucional iberoamericano, que en esencia pre- tucional, sin tener presentes los avances cien-
362 • Ensayos sobre el derecho de amparo
tíficos del derecho procesal contemporáneo, lo amparo mexicano durante más de ocho déca-
que motiva la necesidad de la “reivindicación das de la promulgación de la actual
procesal del amparo”; situación particular que Constitución de 5 de febrero de 1917. La ma-
debe extenderse en general a la doctrina ibe- yoría de las reformas se dirigieron a reducir el
roamericana, ya que hasta hace unas décadas rezago de la Suprema Corte de Justicia, desta-
existe una creciente atención por los procesa- cando las modificaciones constitucionales de
listas sobre el tema, propiciando, incluso, el 1928 y 1934 que dividieron a dicho órgano
nacimiento de una nueva disciplina jurídica de- en Pleno y en diversas Salas (civil, penal,
nominada derecho procesal constitucional13 administrativa y laboral), así como las refor-
cuyo contenido y límites entre la teoría general mas de 1951, al crearse los Tribunales Cole-
del proceso y el derecho constitucional sigue giados de Circuito en materia de amparo para
siendo motivo de análisis y polémica.14 Bajo auxiliar a la propia Corte, y la de 1968 para
esta óptica de la teoría general del proceso o descargar de su conocimiento aquellos juicios
de la doctrina procesal el autor estima que de amparo de menor trascendencia y enco-
debe estudiarse la naturaleza jurídica del am- mendarlos a los citados tribunales.
paro, analizando las diversas teorías que la En dirección contraria, las reformas cons-
doctrina ha aportado al considerar al amparo titucionales y legales de 1987-1988 y especial-
como interdicto, institución política, cuasiproce- mente la reforma integral al poder judicial de
so, proceso en todas sus partes, proceso autó- 31 de diciembre de 1994 convierten material-
nomo de impugnación, instrumento de control mente a la Suprema Corte de Justicia en un
y de carácter mixto. auténtico tribunal constitucional, ya que antes
Varios de los trabajos se refieren a la evo- realizaba fundamentalmente funciones de un
lución constitucional que ha sufrido el juicio de tribunal de casación. De esta forma y derivado
13 Véanse las obras más recientes que tratan de sistematizar esta nueva disciplina jurídica: BORDALÍ SALAMANCA,
Andrés, Temas de derecho procesal constitucional, Santiago de Chile, Fallos del mes, 2003; CASTAÑEDA OTSU, Susana
(coord.), Derecho procesal constitucional, Lima, Jurista Editores, 2003; HENAO HIDRÓN, Javier, Derecho procesal constitu-
cional. Protección de los derechos constitucionales, Bogotá, Temis, 2003; LANDA ARROYO, César, Teoría del derecho pro-
cesal constitucional, Lima, Palestra Editores, 2003; RIVAS, Adolfo A. (director) y MACHADO PELLONI, Fernando M. (coord.),
Derecho procesal constitucional, Buenos Aires, Ad-hoc, 2003; GARCÍA BELAUNDE, Domingo, De la jurisdicción constitucio-
nal al derecho procesal constitucional, pról. de José F. Palomino Manchego, 4ª ed., Lima, Biblioteca Peruana de Derecho
Constitucional, 2003; íd., Derecho procesal constitucional, Bogotá, Temis, 2001; FERRER MAC-GREGOR, Eduardo (coord.),
Derecho procesal constitucional, 4ª ed., IV tomos, México, Porrúa-Colegio de Secretarios de la Suprema Corte de Justicia
de la Nación, A. C., 2003; GOZAÍNI, Osvaldo Alfredo, Derecho procesal constitucional. Hábeas data. Protección de datos
personales (decreto 15558/2001), Buenos Aires, Rubinzal-Culzoni Editores, 2003; íd, Derecho procesal constitucional.
Amparo. Doctrina y jurisprudencia, Buenos Aires, Rubinzal-Culzoni Editores, 2002; BARRIOS GONZÁLEZ, Boris, Derecho
procesal constitucional, 2ª ed., Panamá, Portobelo, 2002; FIX-ZAMUDIO, Héctor, Introducción al derecho procesal constitu-
cional, México, Fundap-Colegio de Secretarios de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, A. C., 2002; REY CANTOR,
Ernesto, Derecho procesal constitucional, derecho constitucional procesal, derechos humanos procesales, Colombia, Edi-
ciones Ciencia y Derecho, 2001; CATTONI, Marcelo, Direito processual constitucional, Belo Horizonte, Mandamentos,
2001.
14 Algunos destacados constitucionalistas ponen en duda la existencia de la disciplina, como el actual presidente
de la Corte Constitucional italiana, Gustavo ZAGREBELSKY, en su reciente obra ¿Derecho procesal constitucional? y otros
ensayos, prol. de Domingo García Belaunde, México, Fundap-Colegio de Secretarios de la Suprema Corte de Justicia de
la Nación, A.C., 2004.
Ensayos sobre el derecho de amparo • 363
de las citadas reformas se concentró en dicho pectos innovadores que se han previsto en
alto órgano jurisdiccional el conocimiento de otras legislaciones latinoamericanas, como son
los juicios de amparo en los cuales se contro- los relativos a la protección de los derechos o
vierta la aplicación directa de normas de la intereses difusos y colectivos, la extensión de
Carta Fundamental, y se trasladaron los relati- la tutela a los derechos humanos establecidos
vos al control de legalidad a los Tribunales Co- en los instrumentos internacionales ratificados
legiados de Circuito, los que asumen de mane- por México, así como el análisis de la proce-
ra exclusiva y a partir de entonces el carácter dencia del amparo respecto de la conducta de
de tribunales de casación. Evidentemente, con los grupos sociales y económicos en situación
ello, además de aliviar la carga de la Suprema de preeminencia que también infringen los de-
Corte, la intención es que ésta asuma su fun- rechos fundamentales de los gobernados, si-
ción esencial de intérprete supremo de la nor- tuación que se originó en el amparo argentino
mativa constitucional que se cristaliza con su y que se ha extendido a otros ordenamientos
nueva estructura de once miembros (veintiséis de Latinoamérica.
antes de la reforma citada de 1994) y también Uno de los aspectos más significativos
con la ampliación de los supuestos de las con- que propone el maestro Fix-Zamudio y que ha
troversias constitucionales derivadas de los desarrollado en diversos estudios desde hace
conflictos competenciales y de atribuciones en- varias décadas15 y que ahora, en esta tercera
tre los órganos del estado, y con la introduc- edición, introduce un estudio específico,16 con-
ción de la acción abstracta de la inconstitucio- siste en suprimir la llamada “fórmula Otero” o
nalidad de leyes, lo cual se acerca a las principio de la relatividad de las sentencias de
funciones propias de un tribunal constitucional. amparo, que implica que los efectos del fallo
Pone de relieve el autor que a pesar de protector en el que se establece la inconstitu-
estas nuevas bases competenciales y legales cionalidad de disposiciones legislativas sólo se
que han modernizado de manera paulatina la traduce en su desaplicación inter partes, con lo
legislación de amparo, se requiere seguir con cual se infringe el principio fundamental del
su perfeccionamiento, por lo que resulta indis- Estado democrático, relativo a la igualdad de
pensable la expedición de una nueva Ley de los gobernados frente a la ley. Siguiendo el
Amparo (la vigente se expidió en 1936 y hasta ejemplo de otros ordenamientos latinoamerica-
ahora ha tenido poco más de veinte reformas) nos, el autor propone la imperiosa necesidad
que regule por separado los distintos sectores de introducir la declaración general de inconsti-
que integran actualmente al derecho de ampa- tucionalidad también en el juicio de amparo,
ro mexicano, si se tiene en cuenta la naturale- puesto que ya existe en las controversias
za distinta de cada uno de ellos, especialmen- constitucionales y en la acción abstracta de in-
te los relativos al habeas corpus, casación o constitucionalidad reguladas por el artículo 105
amparo judicial, y al amparo contra leyes; ade- de la carta federal, aunque tal vez, señala, sea
más de la necesidad de incorporar algunos as- necesario un periodo de adaptación paulatina,
15 “La declaración general de inconstitucionalidad y el juicio de amparo”, Comunicación al Quinto Congreso Mexica-
no de Derecho Procesal (ciudades de Culiacán y Mazatlán, Sinaloa, 20-25 de noviembre de 1970) y publicado en Boletín
Mexicano de Derecho Comparado, núms. 10-11, enero-agosto de 1971, México, pp. 53-98.
16 “La declaración general de inconstitucionalidad, la interpretación conforme y el juicio de amparo mexicano”. Apa-
rece publicado con anterioridad en Revista del Instituto de la Judicatura Federal, núm. 8, México, 2001, pp. 89-155.
364 • Ensayos sobre el derecho de amparo
en el cual dicha declaración sólo tenga efectos ro que elaborara una comisión de destacados
erga omnes hasta que se conforme la jurispru- juristas (entre los que se encuentra nuestro au-
dencia obligatoria de la Suprema Corte (actual- tor), avalada por el Pleno de la Suprema Corte
mente se requieren cinco precedentes). de Justicia de México, que contempla innova-
En suma, esta obra que recoge el pensa- ciones trascendentales como la declaratoria
miento preclaro del maestro Héctor Fix-Zamu- general de inconstitucionalidad, la interpreta-
dio sobre el derecho de amparo, constituye un ción conforme, el interés legítimo y la amplia-
aporte fundamental para sentar las bases de ción de la gama constitucional de los derechos
una sólida teoría general de esta institución, humanos a los previstos en los textos interna-
mediante una nutrida visión histórico compara- cionales ratificados por México; proyecto que
tiva de su evolución y representa una fuente recientemente fue acogida por un grupo de se-
indispensable para mejorar al derecho de am- nadores y convertida en iniciativa de ley
paro a través de posibles reformas legislativas (2004), que de aprobarse abrogaría a la vigen-
y jurisprudenciales, como se pone en eviden- te Ley de Amparo de 1936.
cia en el proyecto de una nueva Ley de Ampa- Eduardo Ferrer Mac-Gregor*
* Profesor del curso Derecho Procesal Constitucional en la División de Estudios de Posgrado de la Facultad de
Derecho de la UNAM.
FIX-ZAMUDIO, Héctor, Ensayos sobre el derecho de amparo, 3ª ed., México,
Porrúa-UNAM, 2003, xxxi-1102 pp.*
Pocas veces me he sentido tan honrado como anterior y antes de cualquier otro aspecto, a un
en esta ocasión, al participar como comentaris- ser humano excepcional, en donde coexisten
ta en la presentación de un libro de mi querido la sabiduría jurídica con la grandeza personal.
y admirado maestro don Héctor Fix-Zamudio. “Su carácter de maestro excede con mu-
Agradezco en todo lo que vale a mi amigo Die- cho las lecciones formales. Es un jurista que
go Valadés, la oportunidad de estar nuevamen- ha formado escuela y es reconocido como el
te en el Instituto de Investigaciones Jurídicas maestro del grupo de investigadores más im-
de la UNAM, máxime con este motivo; así como portante de México que actualmente integra y
por compartir esta mesa con varios de los más el que ha conformado al paso de los años el
destacados juristas mexicanos, amén de ami- Instituto de Investigaciones Jurídicas de la
gos muy apreciados, como lo son, además de UNAM, recinto que ha sido su casa y cuyo au-
don Héctor Fix-Zamudio y el propio Diego Va- ditorio merecidamente lleva su nombre.
ladés; el ministro José Ramón Cossío, Eduar- “Lo que llama poderosamente la atención
do Ferrer Mac-Gregor y Carlos Natarén. cuando uno conoce y trata a Héctor Fix-Zamu-
Inicio este breve comentario, trayendo a
dio es su enorme estatura moral, caracterizada
cuento las palabras que escribimos Jesús Oroz-
por su humanismo, honorabilidad, integridad y
co Henríquez (otro gran jurista y muy estimado
cultura universal, así como por su modestia,
amigo) y un servidor, a propósito de la sem-
bondad y generosidad para recibir y atender a
blanza que hicimos del maestro para la revista
el Mundo del Abogado. Decíamos entonces quienes acuden en busca de consejos y orien-
que: “Hablar de Fix-Zamudio no es sólo referir- tación. Su sencillez en el trato, su forma de ser
nos al investigador jurídico más importante de completamente ajena a la arrogancia tan co-
México; al jurista mexicano más conocido y re- mún en nuestro medio, lo ha hecho merecedor
conocido en el mundo; al maestro y forjador de de la admiración y el aprecio de todos los que
muchas generaciones de juristas; al inspirador hemos tenido la fortuna de estar cerca de él.
de las grandes transformaciones del derecho Para el maestro no hay distinciones; su trato
mexicano; al universitario ejemplar; al presi- es igualmente amable con el más modesto de
dente de la Corte Interamericana de los Dere- los estudiantes que con políticos encumbra-
chos Humanos, es aludir, además de todo lo dos. El respeto a la dignidad humana y su pa-
* Este texto pertenece a la intervención del Dr. Arturo Zaldívar Lelo de Larrea en el acto de presentación de la
obra, en el Aula de seminarios “Guillermo F. Margadant”, Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM (27 de abril de
2004).
365
366 • Ensayos sobre el derecho de amparo
sión por la verdad son normas invariables de loide que solía acompañar a los textos mexi-
su conducta.” canos sobre la materia. Justamente, es el jui-
Por lo que hace a la amplísima obra escri- cio de amparo la materia de la que se ocupa
ta por el maestro, sería imposible hacer un el libro que hoy presentamos en su tercera
análisis de ella y de su trascendencia, en el edición.
tiempo del que dispongo. Sólo basta enunciar La trascendencia de la obra del maestro
que la influencia de Fix-Zamudio ha sido deci- en tratándose del juicio de amparo es paradig-
siva para la modernización del sistema jurídico mática. El estudio y la discusión sobre nuestro
mexicano. Sin la figura de Fix-Zamudio no se- juicio constitucional sería impensable sin la au-
ría entendible la evolución de derecho mexica- toridad de Fix-Zamudio. Un nuevo paradigma
no de la última parte del siglo XX y de princi- en la conceptualización del amparo mexicano,
pios del XXI. nace y se desarrolla a partir de los estudios del
Como ejemplos, meramente enunciativos, maestro, muchos de los cuales se contienen
podemos mencionar, entre otros: el estableci- en sus ensayos que hoy presentamos.
miento del ombsman; las sucesivas reformas Para comprender lo anterior, debemos te-
para ir constituyendo a la Suprema Corte en ner presente que durante décadas el estudio
un tribunal constitucional; de manera destaca- del juicio de amparo partió de dos mitos funda-
da, las reformas constitucionales que entraron mentales: el primero, que al juicio de amparo
en vigor en enero de 1995, que fortalecieron no le es aplicable la teoría general del proceso,
con renovadas facultades a la Suprema Corte a pesar de tratarse de un proceso; el segundo,
y crearon el Consejo de la Judicatura Federal; que la reflexión sobre el amparo no sólo no
sin olvidar, la reciente iniciativa del Presidente puede enriquecerse con el estudio de derecho
de la República que busca dotar de autonomía comparado, sino que tal intención debe dese-
al ministerio público y que, en lo conceptual, charse de plano, por extranjerizante e ignoran-
haya influencia incuestionable en el pensa- te de la tradición del amparo mexicano.
miento del maestro. Por absurdo que parezca, estas dos ideas
Pero el ascendente de las ideas de nues- insostenibles dominaron a la academia mexi-
tro autor no se reduce a México. Su pensa- cana durante un largo período. Como hemos
miento ha sido determinante para el estableci- sostenido en otras ocasiones, esa fue una de
miento y el perfeccionamiento de diversas las principales causas de la involución del am-
instituciones de justicia constitucional en Ibero- paro mexicano.
américa. Sin exagerar, podemos afirmar que De manera firme y a contracorriente, el
don Héctor Fix-Zamudio es el padre del mo- maestro Fix-Zamudio insistió en la necesidad
derno derecho procesal constitucional latinoa- de estudiar al amparo mexicano a la luz del
mericano. No sólo por sus múltiples aportacio- derecho comparado y la teoría general del pro-
nes convertidas en derecho positivo, sino, de ceso. La lucidez de su pensamiento y su irre-
manera relevante, por sus decididos y fructífe- ductible honestidad intelectual terminaron im-
ros esfuerzos para su estructuración científica. poniéndose. Así lo demuestra, entre otras
Pero si algo es una constante en las in- cosas, el número cada vez más grande de es-
quietudes académicas del maestro, es la tenaz tudios sobre el juicio de amparo desde la pers-
lucha por la modernización del juicio de ampa- pectiva comparatista y procesalista.
ro, a través de su análisis técnico y profundo, Por estas razones, la Suprema Corte de
al margen de la salida simplona o sentimenta- Justicia tuvo un gran acierto al designar al
Ensayos sobre el derecho de amparo • 367
maestro como integrante de la comisión redac- proceso es una de las principales aportaciones
tora del proyecto de nueva ley de amparo, re- del maestro a la estructuración científica del jui-
cientemente elevado al rango de iniciativa en cio de amparo, si bien esta perspectiva permea
el Senado de la República. todos los estudios de nuestro autor, se ocupa
Muchos de los avances que contiene la de manera específica de ello en: reflexiones
iniciativa de nueva ley de amparo, tienen sus sobre la naturaleza procesal del amparo.
orígenes en la visión profunda de Fix-Zamudio. La otra gran aportación del maestro es la
Podemos mencionar, entre otros, la protección inclusión del derecho comparado en los estu-
directa de los derechos humanos establecidos dios sobre el amparo mexicano, en la obra que
en tratados internacionales, la ampliación del presentamos, se ocupa de ellos en: derecho
interés jurídico, la estructuración de un nuevo comparado y derecho de amparo; el derecho
concepto de autoridad para los efectos del am- de amparo en México y en España. Su influen-
paro, la instrumentación de una suspensión cia recíproca; el juicio de amparo y el derecho
más moderna que garantice la tutela del ampa- constitucional comparado; el juicio de amparo
ro, y, de manera muy destacada, la declarato- mexicano y el recurso constitucional federal
ria general de inconstitucionalidad y de inter- alemán (breves reflexiones comparativas); am-
pretación conforme. paro y tulela; estudio comparativo del amparo
Si alguien ha insistido reiteradamente en
contra resoluciones judiciales en México y en
la urgencia de la modernización del juicio de
España. Asimismo, analiza el amparo argenti-
amparo, ese es Héctor Fix-Zamudio, así lo de-
no en el estudio: la protección procesal de los
muestra la trayectoria de su obra publicada.
derechos humanos en la reforma constitucional
Los ensayos que se contienen en el libro que
argentina de agosto de 1994.
presentamos dan prueba irrefutable de ello.
El maestro ha destacado desde hace
Una comprensión cabal de lo que es el
tiempo la insuficiencia de los efectos relativos
amparo mexicano se encuentra en los estu-
dios: breve introducción al juicio de amparo de las sentencias de amparo en contra de nor-
mexicano; y ochenta años de evolución consti- mas de carácter general y ha propuesto los
tucional del juicio de amparo. efectos generales, ejemplo de ello son los en-
Es sabido que el maestro ha explicado, sayos: la declaración general de inconstitucio-
con razón, que el amparo mexicano es una es- nalidad y el juicio de amparo; así como la de-
pecie de federación procesal, de donde se si- claración general de inconstitucionalidad, la
gue la pertinencia de estudios que se ocupen interpretación conforme y el juicio de amparo
de los distintos tipos de amparo, como lo po- mexicano.
demos ver en los ensayos: presente y futuro La proyección internacional del amparo
de la casación civil a través del juicio de amparo mexicano, es estudiada con profundidad en los
mexicano; el juicio de amparo en materia agra- ensayos: evolución y perspectivas del derecho
ria; el juicio de amparo en materia de trabajo y de amparo mexicano y su proyección suprana-
la ley federal del trabajo de 1931; el amparo cional; y en: el juicio de amparo mexicano; Su
mexicano en materia administrativa y la revi- proyección en Latinoamérica y en los instru-
sión fiscal; y, el amparo mexicano como instru- mentos internacionales.
mento protector de los derechos humanos. Las sucesivas reformas a la legislación de
Ya habíamos dicho que el analizar el am- amparo han sido analizadas por nuestro autor
paro mexicano a partir de la teoría general de en: algunas consideraciones sobre las recien-
368 • Ensayos sobre el derecho de amparo
tes reformas a la ley de amparo; y la reforma lución, el presente y la proyección del juicio de
al derecho de amparo. amparo mexicano.
Por último, el maestro se ocupa con pro- No me queda sino felicitar efusivamente
piedad de la evolución histórica de la relación al maestro Fix-Zamudio por este nuevo logro
entre la Suprema Corte y el juicio de amparo, y académico; hago votos porque su inteligencia
como las reformas a este instrumento procesal siga iluminando el camino de la justicia consti-
fueron delineando a nuestro máximo tribunal tucional en Iberoamérica y, en especial en Mé-
como un tribunal constitucional, según se ana- xico, y que, parte de sus ideas en breve, sean,
liza en la Suprema Corte de Justicia y el juicio una vez más, derecho positivo mexicano con
de amparo. la aprobación del proyecto de nueva ley de
En suma, la obra que presentamos es amparo.
lectura obligada e indispensable para cualquie-
Arturo Zaldívar Lelo de Larrea*
ra que pretenda conocer a profundidad la evo-
cia, los requisitos que deben cumplirse para su sos aspectos procesales de la acción de tutela
promoción y los efectos de sus resoluciones como: la legitimación activa y pasiva —en la
definitivas. que destaca su procedencia contra actos de
Al margen de su valor y utilidad doctrina- particulares—; la competencia de las autorida-
les, opinamos que el contenido de la obra re- des que tramitan y resuelven esta acción; la la-
basa la idea preliminar que nos da su título bor de la Corte Constitucional en la revisión de
“Derecho procesal constitucional”, al tratar ins- sentencias de tutela y su selección discrecio-
tituciones que no obstante tener su regulación nal de casos a estudio, “sin motivación expre-
primigenia en el texto constitucional colombia- sa y según su criterio” —influida a nuestros
no, su ámbito protector no incluye el orden ojos por el certiorari norteamericano, como en
constitucional en sentido estricto sino el res- otros países—; los requisitos que debe reunir
peto a derechos concedidos en normas se- la demanda y sus casos de excepción; las
cundarias, como en ciertos casos de proce- consecuencias jurídicas del desacato a las re-
sos colectivos o tratándose de la justicia de soluciones dictadas en esta vía procesal; y su
paz, lo que en nuestra perspectiva las excluye carácter de mecanismo transitorio para evitar
de esta materia que busca resolver “los con- perjuicios irreparables al promovente. El autor
flictos relativos a los principios, valores y dis- no omite enfatizar el carácter preferente de la
posiciones fundamentales” (cursivas nuestras), acción de tutela en el sistema colombiano, no
según palabras del maestro Héctor Fix-Zamu- únicamente por la expresa mención contenida
dio,1 sin soslayar que aún no concluye el deba- en este capítulo sino por su reiteración en sec-
te sobre el concepto de “derecho procesal ciones posteriores al expresar que, cuando en
constitucional”. un determinado litigio se encuentra en juego
Como se esperaba, el capítulo I de la un derecho fundamental, la vía idónea para
obra se ocupa de la acción de tutela. Desde el protegerlo es la acción estudiada en el capítulo
inicio el autor menciona que, no obstante la que comentamos.
inspiración de este proceso en el amparo me- El capítulo II trata de la acción de cumpli-
xicano, “…para su incorporación al sistema ju- miento para hacer efectiva una ley o un acto
rídico colombiano, con campo de actividad administrativo, según señala el artículo 87 de
más reducido —se trata de tutelar los dere- la Constitución colombiana. Al igual que res-
chos y libertades fundamentales— y provisto pecto de la acción de tutela, el autor expone
de peculiares características, se hubiese prefe- los preceptos que la rigen y sus antecedentes
rido la denominación de acción de tutela…” históricos, al igual que los aspectos procesa-
(cursivas en el original; p. 4), y que dicho pro- les más importantes de esta institución (pro-
ceso constituye un esfuerzo por cumplir diver- cedencia, legitimación, requisitos de la solici-
sos instrumentos internacionales en materia de tud, constitución de renuencia, etc.). Si bien
derechos humanos. Esta sección es quizá la en la obra no se menciona que exista alguna
más extensa de la obra; a lo largo de poco relación entre la acción de cumplimiento y la
más de treinta páginas, el autor expone diver- inconstitucionalidad por omisión, nos parece
1 Introducción al derecho procesal constitucional, presentación de Eduardo Ferrer Mac-Gregor, prólogo de Andrés
Garrido del Toral, Querétaro, Fundap-Colegio de Secretarios de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, 2002, p. 46.
Derecho procesal constitucional. Protección de los derechos constitucionales • 371
—a partir de una reflexión que sin duda re- nes y resuelto por la Corte Constitucional a fa-
quiere mayor ponderación y conocimiento vor de los primeros.
del sistema colombiano— que el estudio de Sin duda, el proceso constitucional co-
aquélla podría traer alguna luz sobre este tó- lombiano más importante al lado de la ac-
pico tan actual y difícil para el derecho cons- ción de tutela, es la acción de inconstitucio-
titucional. nalidad con su casi centenaria historia la
Los capítulos III y IV exponen respectiva- cual, según el autor, la anticipó “al modelo
mente las acciones populares y de grupo. Gra- kelseniano y al control concentrado de consti-
cias a la lectura de la obra reseñada, conside- tucionalidad de impronta europea” (cursivas
ramos la regulación de los procesos colectivos en el original; pp. 93-94), y que está fundada
en Colombia como una de las más modernas, en lo dispuesto en el artículo 40 de la Constitu-
inspirada con gran sentido social según mani- ción colombiana sobre la participación ciuda-
fiesta el autor al calificar las acciones popula- dana en la conformación de las leyes y en el
res: “como medios procesales de defensa y control del poder público. De este proceso el
protección de los derechos colectivos, son ins- autor expone los más importantes aspectos
trumentos de democracia participativa e impli- procesales (legitimación, competencia de la
can el ejercicio de un deber ciudadano: el de Corte Constitucional, etc.) y, al final del capí-
tulo, habla sobre la excepción de inconstitu-
obrar conforme al principio de solidaridad so-
cionalidad fundada en el artículo 4º de la ley
cial” (p. 61). Siguiendo su ya dicha metodolo-
suprema de ese país, que autoriza a las autori-
gía de exposición, el autor refiere los antece-
dades a aplicar preferentemente las disposicio-
dentes históricos y doctrinales de las acciones
nes constitucionales en perjuicio de las normas
populares y grupales, que se remontan en el
secundarias que la contradigan, y también tra-
caso de las primeras al siglo XIX y al estatuto
ta sobre la facultad de los gobernadores para
del consumidor de 1982 para las últimas; igual-
revisar la constitucionalidad de los actos de los
mente, para ambos tipos procesales, explica
alcaldes y concejos municipales, a fin de re-
sus diversos aspectos procesales (competen- mitirlos al tribunal competente para decidir su
cia, legitimación, demanda, etc.), con la nota- validez.
ble atención al Fondo para la Defensa de los Los procedimientos para establecer la
Derechos e Intereses Colectivos —que tiene responsabilidad política de servidores públicos
un importante papel para el acceso a estos tienen su lugar en los capítulos VI y VII de la
medios procesales y el cumplimiento de sus fi- obra, en los cuales se desarrollan los temas
nalidades— y a los registros públicos relacio- relativos a la pérdida de la investidura y la re-
nados con las acciones populares y de grupo. vocatoria el mandato a gobernadores y alcal-
De especial interés para reflexionar sobre el des, tratando las generalidades procesales de
debido proceso en acciones colectivas es el los mismos. Respecto del primer procedimien-
comentario respectivo del autor en las páginas to, aplicable a congresistas, diputados, conce-
84 y 85, sobre los beneficiarios ausentes en el jales e integrantes de las juntas administrado-
proceso y su derecho a reclamar la indemniza- ras locales, el autor explica las diversas
ción correspondiente, contrapuesto al derecho causales por las que procede: violación de los
del demandado a defenderse de sus pretensio- regímenes de inhabilidades, incompatibilidades
372 • Derecho procesal constitucional. Protección de los derechos constitucionales
ayudaría al lector que no está familiarizado ciar el estudio del derecho colombiano que
con el derecho colombiano por tener diversa tantas y tan valiosas aportaciones ha dado a la
nacionalidad como nosotros, a comprender cultura jurídica, recomendable especialmente a
mejor el derecho procesal constitucional de los juristas de diferente bandera que, con sana
ese país. apertura intelectual, en aras de la unidad no
No se encontrarán en la obra que rese- sólo lingüística sino también académica y has-
ñamos profundas y detalladas disertaciones ta espiritual, queremos aprovechar la experien-
cia y enseñanzas de nuestros hermanos de
sobre tópicos específicos de las instituciones
Iberoamérica.
procesales de las que se ocupa, pero induda-
blemente es un muy buen instrumento para ini- Rubén A. Sánchez Gil*
Este libro nos ofrece tres capítulos de sólido proceso legal, para cumplir su finalidad en el
contenido, nueve anexos de utilidad para cual- otorgamiento de la necesaria paz social y la
quier operador jurídico —que incluyen legisla- solución concreta de las controversias inter-
ción, tratados internacionales y jurisprudencia subjetivas. Y otorgarles finalmente el derecho
tanto peruana como internacional referida al que a cada particular corresponde. Se hace
derecho de todo ciudadano al debido proceso hincapié en que no todo proceso judicial cum-
legal— y una importante bibliografía sobre la ple plena y efectivamente estas funciones , ya
materia. que para que esto suceda, es necesario que el
En el primer capítulo el autor nos describe proceso esté revestido de un mínimo de princi-
“El Debido Proceso Legal en el sistema jurídi- pios que lo hagan práctico, es decir, que lo re-
co peruano” en donde se detalla cómo el con- vistan de un debido proceso.
cepto de debido proceso legal pertenece al Cabe señalar que como parte de las ma-
ámbito del derecho procesal y, más concreta- nifestaciones de este derecho a un debido pro-
mente, a la teoría general del proceso, que ceso legal, se encuentra el derecho al irrestric-
como ciencia ha logrado la positivización de to acceso de los justiciables a los tribunales de
principios básicos, sin los cuales ningún proce- justicia, materializado a través del derecho de
so sería justo (aun cuando no debamos olvidar acción (derecho público subjetivo de todo ciu-
los antecedentes en los viejos textos constitu- dadano de acudir al órgano jurisdiccional para
cionales ingleses). obtener una respuesta sobre sus derechos en
No sólo es el reconocimiento del derecho disputa) como derecho fundamental.
de todo justiciable a un proceso justo, lo que En el caso peruano, a pesar de la ausen-
lo hace ingresar dentro del campo de los De- cia de mención expresa del derecho a un debi-
rechos Fundamentales, positivizados en las do proceso legal en la derogada Constitución
Constituciones de los diversos Estados, sino el de 1979, siempre fue considerado en la doctri-
hecho que hayan sido plasmados en los instru- na, y la jurisprudencia del Tribunal Constitucio-
mentos internacionales de Derechos Humanos. nal peruano así lo confirmó, como una garantía
El autor inicia su referencia al debido pro- innmominada de la administración de justicia
ceso con un recuento de la evolución del pro- recogida en el art. 233 de la Constitución ante-
ceso desde sus formas autotutelares, pasando rior. Luego se plasmó de manera definitiva en
por las autocompositivas, hasta llegar a la he- la Ley Orgánica del Poder judicial peruana de
terocomposición, rescatando la importancia del 1992 y en la Constitución de 1993, entendien-
proceso judicial como instrumento del debido do que la enumeración realizada en el art. 139
375
376 • El debido proceso legal en el Perú y el Sistema Interamericano de protección de DH
Néstor Pedro Sagüés, catedrático en la Univer- la disciplina, Sagüés la ciñe, reconociendo des-
sidad de Buenos Aires y en la Pontificia Uni- de luego lo polémico del tema, al análisis de la
versidad Católica Argentina, inauguró en 1982 magistratura y de los procesos constituciona-
el primer curso de posgrado en Argentina sobre les, aspectos que engloba dentro de la idea
Derecho Procesal Constitucional, y en 1987, la de jurisdicción constitucional, ocupada, sus-
primera cátedra de tal disciplina en ese país. tancialmente, de tutelar la supremacía de la
Actualmente preside el Centro Argentino de constitución.
Derecho Procesal Constitucional, y el Instituto En ese orden de ideas, el autor acompa-
Iberoamericano de Derecho Procesal Constitu- ña expresamente a Héctor Fix Zamudio, en el
cional. sentido de diferenciar el Derecho Procesal
La obra que aquí se comenta tuvo origi- Constitucional del Derecho Constitucional Pro-
nalmente, en sus primeras entregas, un origen cesal, ocupado este último, con mayor prefe-
dispar. En 1979 se publicó “Ley de Amparo”, rencia, de las garantías constitucionales con-
en 1981 “Hábeas Corpus”, y en 1984 “Recurso cernientes al debido proceso.
Extraordinario”. Posteriormente el autor unificó También esta parte introductoria despliega
tales títulos en una obra común, revisada y or- los aspectos fundamentales de dicha jurisdic-
gánicamente encadenada, bajo el rótulo de ción constitucional en el derecho comparado,
“Derecho Procesal Constitucional”. Presentada deteniéndose en cinco preguntas fundamenta-
en cuatro gruesos tomos, ha logrado varias les: quién, cómo, cuándo, cuánto y con qué
ediciones y es, como texto orgánico, probable- efectos controla la efectiva supremacía de la
mente el aporte individual más extenso publi- constitución. Esa detallada revisión exhibe una
cado hasta ahora en la materia. multiplicidad de sistemas, recursos, procesos,
Los tomos primero y segundo, con el títu- órganos de controlar y resultados realmente
lo de “Recurso Extraordinario”, exceden en pasmosa. Incluso, los entrecruzamientos sisté-
verdad dicha carátula, puesto que la primera micos, por ejemplo entre los regímenes nortea-
parte de los mismos se dedica a la presenta- mericano y austríaco de fiscalización judicial
ción del Derecho Procesal Constitucional como de constitucionalidad, el surgimiento poste-
disciplina jurídica. En tal sentido, se detallan rior de dispositivos híbridos o duales, tan fre-
las distintas posturas sobre la superficie, la cuente en Latinoamérica, y la proliferación de
metodología y los ingredientes ideológicos de mecanismos procedimentales de todo pelaje,
la asignatura. Embanderado en una concep- alertan sobre un crecimiento a borbotones del
ción funcional y al mismo tiempo restrictiva de derecho procesal constitucional, y la conve-
379
380 • Derecho Procesal Constitucional
plementan los escasos artículos legales que tentar tantas dicotomías, que conviven en una
disciplinan al recurso extraordinario federal en verdadera torre amparista de Babel.
Argentina. Digno continuador de los anteriores En su “Acción de amparo”, Sagüés des-
textos básicos sobre tal recurso (como los de menuza todo ese intrincado panorama legal,
García Merou, Bielsa e Imaz y Rey), la obra de de por sí complicado, pero con –si lo dicho
Sagüés, bien actualizada, presenta de modo fuera poco- conflictos ideológicos insalvables,
acabado una pieza esencial para el control de como la existencia de una ley “de amparo”
constitucionalidad argentino. (16.986), sancionada por un gobierno de facto
A su turno, el tomo tercero de esta obra, con muy escasa vocación tuitiva de particula-
dedicado a la acción de amparo (se está pre- res lesionados por el Estado.
parando la sexta edición), enfoca uno de los A lo expuesto cabe agregar que la refor-
institutos más populares en Iberoamérica para ma constitucional de 1994, posterior a aquel
la protección de los derechos constitucionales. manojo normativo, introdujo un nuevo artículo
En Argentina, en el orden nacional, ha tenido constitucional (el 43), decididamente no bien
un origen curioso, dado que, ante la falta de redactado, que obliga a pensar ahora en la du-
reglamentación legal y sin texto constitucional dosa constitucionalidad de muchos de aquellos
explícito que lo enunciara, la Corte Suprema preceptos de la ley 16.986 que de todos mo-
creó el amparo general –pretorianamente, por dos, ya eran reputados por muchos (Sagüés
supuesto- a los fines de los años cincuenta,
entre ellos) poco compatibles con la constitu-
mediante dos casos paradigmáticos: “Siri”, y
ción entonces vigente.
“Kot SRL”. Más todavía: el alto tribunal ubicó al
En este libro el autor aborda los siguien-
amparo como un derecho constitucional “no
tes temas axiales: orígenes y variables del
enumerado”, o implícito, de los que habla el
amparo, derechos tutelados, el acto lesivo, le-
art. 33 de la constitución argentina.
gitimación activa y pasiva, competencia, presu-
Posteriormente reglamentado por diversas
puestos de admisibilidad, trámite, prueba, me-
leyes, el amparo (en el ámbito nacional) tiene
en Argentina un desarrollo variopinto, porque a didas cautelares, la sentencia de amparo y su
más del planeado para discutir actos de autori- impugnación, costas, vigencia de aquellas nor-
dad pública (ley l6.986), existe otro para atacar mas, compatibilidad del amparo general con
actos de particulares (en el código procesal ci- los subtipos de amparo ya citados, que tam-
vil y comercial de la Nación), un tercero para bién son incluidos en el tomo.
tutelar derechos electorales (en el código na- Como en “Recurso Extraordinario”, cada
cional electoral), un cuarto para atender casos uno de esos temas es desmenuzado normati-
de mora administrativa (en la ley de procedi- va, doctrinaria y jurisprudencialmente, con fre-
mientos administrativos), un quinto para satis- cuentes reflexiones críticas y postulaciones de
facer derechos laborales (el amparo sindical, reforma legislativa. Cada capítulo tiene sus re-
en la ley de asociaciones profesionales), un ferencias y concordancias con el derecho pú-
sexto para cuestionar mora de la Dirección Ge- blico provincial del país, donde coexisten vein-
neral Impositiva (en la ley 11.683, texto orde- ticuatro sistemas normativos distintos (uno por
nado), y un séptimo, similar al precedente, cada provincia, con más el vigente en la ciu-
pero para discutir mora de la Dirección Nacio- dad Autónoma de Buenos Aires). Ese material
nal de Aduanas (en el código aduanero). Po- normativo es por cierto heterogéneo, pero tam-
cos países del mundo pueden, en verdad, os- bién, en muchos casos, atractivo e innovador,
382 • Derecho Procesal Constitucional
semilla de futuras enmiendas para el orden na- “Hábeas Corpus” el autor realiza una investiga-
cional. ción exegética de la ley 23098, en sus caracte-
“Acción de amparo” incluye asimismo el rísticas decisivas: derechos tutelados, ámbito
tratamiento del hábeas data argentino, que el de vigencia de la ley, legitimación activa y pa-
constituyente de 1994 insertó como una varia- siva, trámite procedimental (presentación de la
ble del amparo. Solución discutible, pero op- denuncia, requerimiento de informes, prueba,
ción legítima al fin, esta figura —el más recien- sentencia, recursos, costas, deslinde de com-
te retoño del derecho procesal constitucional petencias), siempre concordado con las nor-
argentino— cuenta con un promisorio desen- mas provinciales en juego. Al igual que en los
volvimiento jurídico y parece responder a una anteriores volúmenes, el estudio agota prácti-
apremiante necesidad social. camente la bibliografía y la jurisprudencia más
Finalmente, el cuarto tomo de “Derecho relevantes. Resta decir que una provechosa
Procesal Constitucional”, en este caso en su ter- descripción histórica del origen y manifestacio-
cera edición, referido al Hábeas Corpus, padre, nes de aquel proceso, y su difusión en los sec-
en verdad, del Derecho Procesal Constitucional. tores más destacados del derecho comparado,
Actualmente ubicado de modo expreso en contribuyen a solventar el mérito de la obra.
la Constitución (art. 43 in fine), el hábeas cor- En definitiva, este “Derecho Procesal
pus nacional se halla reglamentado por la ley Constitucional” ha abierto rumbos en el auge
23.098, fuente de la cláusula constitucional de la disciplina. Su consulta resulta práctica-
(ésta, además, ha contemplado el hábeas cor- mente ineludible tanto para el profesional del
pus a favor de desaparecidos). foro y jueces, como para estudiantes, profeso-
Sagüés clasifica las diferentes clases de res e investigadores. No obstante su fuerte vin-
hábeas corpus nacionales en los ya clásicos culación con el derecho argentino, extensos
reparador y preventivo, pero ha bautizado tam- tramos de estos cuatro tomos son también de
bién (en su edición primera, de 1981), a los indudable provecho para todo el derecho com-
hábeas corpus “restringido”, “correctivo”, “por parado, al que le presta un positivo acopio de
mora en la traslación”, y “de pronto despacho”. presentación de la asignatura, regímenes de
En particular, destaca, el “correctivo” (que cus- control de constitucionalidad, datos normativos,
todia el debido trato en las prisiones a los de- instituciones, planteos de conflictos y alternati-
tenidos), cuenta hoy con un desarrollo muy vas; y de manejo inexorable para quienes de-
apreciable, y se conecta con temas cruciales seen ahondar en torno a las fronteras y la pro-
en nuestros días, como el tratamiento en las fundidad de esta pujante rama jurídica. La
prisiones para adictos, enfermos de Sida y me- extensa obra ha servido de aliciente, también,
nores. Mención aparte merece el hábeas cor- para que en el ámbito académico y legislativo
pus durante el estado de sitio, y el control judi- se tomara conciencia del desarrollo cualitativo
cial de los arrestos dispuestos durante tal y cuantitativo del derecho procesal constitucio-
régimen de excepción por el Poder Ejecutivo, nal, estimulando de modo decisivo el creci-
así como el hábeas corpus contra decisiones miento de la materia, hoy tan apreciable como
de autoridades militares.. irreversible.
Al igual que en “Acción de amparo”, en Sebastián R. J. Franco
ZÚÑIGA URBINA, Francisco, Elementos de Jurisdicción Constitucional, Santiago,
Ediciones Universidad Central de Chile, 2002, 2 vols., 225; 279 pp.
Es de celebrar la fecundidad con la que los pectiva actual, para concretar, ya en el segun-
constitucionalistas chilenos están contribuyen- do tomo, el estudio del ordenamiento jurídico
do al enriquecimiento de nuestra literatura ju- chileno, la precisión, en doctrina, del ámbito de
rídica. la jurisdicción constitucional y la conclusiones
Entre la diversidad de temas sobre los a que llegan sus reflexiones.
que versa la mayoría de los aportes de los es- La mera referencia a los asuntos expues-
tudiosos, en especial de los maestros de la cá- tos no puede dar suficiente idea de la seriedad
tedra, sobresale la preocupación por la justicia y consistencia con que son abordados, con
constitucional. Sólidos motivos explican el inte- amplia y muy contemporánea información, va-
rés que despierta la consideración de tal mate- riada y bien escogida.
ria, con la misma acentuación y vigor, por los Pudiera estimarse, como eje del pensa-
autores y docentes extranjeros. miento del autor, sostenido en una obra, tan
Expresión concreta de lo que afirmamos densa de riqueza doctrinaria, su coincidencia
es el trabajo con el que se une al análisis de con el del profesor español Francisco Rubio
los complejos problemas que suscita este as- Llorente, para quien la jurisdicción constitucio-
pecto del constitucionalismo, el profesor Fran- nal “enjuicia toda la actividad del poder desde
cisco Zuñiga Urbina. el punto de vista de la Constitución, la que tie-
Actual docente de la Universidad Central ne como función asegurar la constitucionalidad
y de la Universidad La República, su apasiona- del poder” (cita del tomo II, p. 12).
do interés por profundizar en la investigación y Se comprende que, acogiendo esa ampli-
exposición de los problemas que surgen hoy tud conceptual, el profesor Zúñiga incluya, en
en el Derecho Constitucional, lo ha manifesta- la esfera sustancial de la jurisdicción constitu-
do el profesor Zúñiga en numerosas monogra- cional, lo relativo a la constitucionalidad de la
fías publicadas; entre ellas reviste cabalmente ley, a la eficacia de los derechos fundamenta-
especial importancia la que ahora desarrolla, les, a los conflictos entre los órganos estatales
en dos tomos, con el título “Elementos de juris- y a los principios del Estado Constitucional de
dicción constitucional”, editada por la Facultad Derecho.
de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Univer- Excedería el marco de esta nota compa-
sidad Central. rar las afirmaciones del profesor Zúñiga con
El primer tomo comienza con una sinopsis las que también, con alcances más o menos
del nacimiento y evolución del objeto en estu- convergentes, han estado formulando última-
dio, lo trata luego particularmente referido a la mente, entre otros catedráticos, José Luis Cea,
segunda postguerra, más adelante en su pers- Juan Colombo, Lautaro Ríos y Humberto No-
383
384 • Elementos de Jurisdicción Constitucional
gueira. El debate sobre tan trascendental pro- cha de tal manera el alcance de dicha noción
blemática no cabe plantearlo en estas líneas, que todo el fenómeno constitucionalista, en su
pero proyectamos hacerlo en otra oportunidad. teoría y en su práctica, podría creerse sumido
Quisiéramos hacer presente aquí sólo dos en ella. Tal temor es el que me lleva a mani-
observaciones. festar mi complacencia con aportes como los
La primera, reconocer que una visión sostenidos en el estudio del profesor Zúñiga,
como la sustentada en el trabajo del profesor siempre que no lleve a olvidar que en esencia
Zúñiga, está llamada a repercutir en el currícu- lo que tipifica la médula del constitucionalismo
lum del Derecho Constitucional, al dar vuelta el es concebir, trazar y hacer funcionar una es-
enfoque con que tradicionalmente se ha ex- tructura de poder que imponga una organiza-
puesto y enseñado. Las causas que han veni- ción que, asumiendo la dirección de la socie-
do contribuyendo a la necesidad de reconocer dad política, sea capaz de asegurar la
en esta rama del derecho el efecto de las convivencia en un plan de bien común vivido
transformaciones de la vida humana, que se en el respeto de la dignidad del hombre y de
reflejan en todas las instituciones jurídicas, im- los derechos de la persona, de las familias y
ponen una modernización y una revisión que de los cuerpos intermedios.
es causa de las inquietudes que en estos días La lectura del trabajo que comentamos,
se manifiesta en la copiosa bibliografía que fortalece nuestra convicción de que procede
hoy celebramos, y en cual la obra del profesor buscar un consenso entre nuestros especialis-
Zúñiga se destaca. tas sobre lo que cabe entender, no sólo como
El segundo punto que no podemos menos jurisdicción constitucional, sino también como
de señalar aquí es que, en nuestra opinión, el justicia constitucional, tribunal constitucional,
punto de vista acogido por el profesor Zúñiga, control de constitucionalidad, derecho constitu-
y en cierto modo también sostenido por varios cional procesal, derecho procesal constitucio-
otros expositores, al definir la jurisdicción cons- nal, etc. Definir tales categorías queda abierto
titucional como toda la actividad del poder es- y pendiente a nuestros estudiosos.
tatal desde el punto de vista del Carta, ensan- Alejandro Silva Bascuñán
De los autores
385
386 • De los autores
Las colaboraciones para la Revista Iberoamericana de Derecho Procesal Constitucional deberán ajustarse a las siguientes
reglas y criterios editoriales:
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4. Citas al pie de página. Las referencias o citas bibliográficas deberán seguir, a manera de ejemplo, los si-
guientes criterios:
a) Libros: FIX-ZAMUDIO, Héctor, Latinoamérica: Constitución, Proceso y Derechos Humanos, México, Miguel
Ángel Porrúa, 1988, pp. 56-59.
b) Artículos y ensayos en publicaciones periódicas: SAGÜÉS, Néstor Pedro, “El Nuevo Código Procesal
Constitucional de la Provincia de Tucumán”, en Revista de Derecho Procesal, número 4, Buenos Aires, Ru-
binzal-Culzoni, 2000, pp. 443-462, en 451.
c) Ensayos en obras colectivas: GARCÍA BELAUNDE, Domingo, “De la Jurisdicción Constitucional al Dere-
cho Procesal Constitucional”, en FERRER MAC-GREGOR, Eduardo (Coord.), Derecho Procesal Constitucional,
4ª ed., México, Porrúa, 2003, tomo I, pp. 303-341, en 305-306.
5. De la bibliografía. Los trabajos podrán incluir, al final de su texto, en orden alfabético, la bibliografía de los
libros, artículos de revistas y ensayos en obras colectivas que sustenten la colaboración, siguiendo los criterios
indicados.
6. Del autor. A toda colaboración sometida a la consideración de la Dirección de la Revista, deberá anexarse
una hoja que contenga, cuando menos, los siguientes datos:
a) Breve reseña curricular (máximo de 5 líneas), incluyendo su cargo o posición académica;
b) Institución de adscripción;
c) Domicilio postal;
d) Número de teléfono y fax;
e) Dirección de correo electrónico.
7. Del envío de las colaboraciones. Los trabajos podrán enviarse, dentro de la fecha límite señalada para cada
número por la Dirección de la Revista, a cualesquiera de los siguientes correos electrónicos: ridpc@te-
rra.com.mx, ribdpc@yahoo. com.mx, o bien, indistintamente, a los siguientes domicilios postales:
a) Revista Iberoamericana de Derecho Procesal Constitucional
Dr. Eduardo Ferrer Mac-Gregor
Carretera Picacho-Ajusco 52, Torre IV-103
Col. Jardines en la Montaña, 14210, México, D. F.
MÉXICO
b) Revista Iberoamericana de Derecho Procesal Constitucional
Att. Dr. Aníbal Quiroga León
c/o Dra. Mariella Trujillo Württele
C/. Roma. 254-San Isidro, Lima-27
PERÚ
8. De la aprobación. Las colaboraciones propuestas serán sometidas a la consideración del Consejo Edito-
rial y/o de la Dirección de la Revista. La decisión de publicación se tomará en base a dos dictámenes de
miembros del Consejo Editorial, de los directores, o de prestigiados especialistas iberoamericanos convoca-
dos al efecto. La decisión final será inapelable. La Dirección de la Revista se reserva además el derecho de
realizar las adecuaciones editoriales que considere convenientes, en coordinación con el autor.
9. De la devolución de los originales. La Dirección de la Revista sólo devolverá los originales de las colabo-
raciones no publicadas que previamente hayan sido solicitadas por los autores.
ANUARIO IBEROAMERICANO DE JUSTICIA CONSTITUCIONAL
Estudios doctrinales
Colaboran: Jorge Asbun, Giorgio Berti, Giovanni Biaggini, Paulo Bonavides, Jorge
Carpizo, Ivo Dantas, María Angélica Gelli, Jorge Horacio Gentile, Peter
Häberle, Ricardo Haro, Winfried Hassemer, Antonio Mª Hernández,
Friedrich Müller, J. Jesús Orozco Henríquez, J.M. Othon Sidou, Jacques
Robert, Antonio Ruggeri, Fernando Saenger Gianoni, Herbert Scham-
beck, Christian Starck, Albrecht Weber, Arturo Zaldívar Lelo de Larrea
Estudios jurisprudenciales
Colaboran: Jorge Miranda, Jorge Seall-Sasiain.
Comentarios bibliográficos
24 Î 30 Î
Estudios doctrinales
Colaboran: Celso Antonio Bandeira de Mello, Luis Roberto Barroso, Giovanni Biag-
gini, José Luis Cea Egaña, Ricardo Combellas, Xenophon Contiades,
Alberto Ricardo Dalla Via, Erhard Denninger, Pablo Dermizaky Peredo,
Sergio Diaz Ricci, Augusto Durán Martínez, Gilmar Ferreira Mendes,
Eduardo Ferrer Mac-Gregor, Michel Fromont, María Elizabeth Guima-
raes Teixeira Rocha, Carmen María Gutierrez de Colmenares, Winfried
Hassemer, Hans Rudolf Horn, J.A. Jolowicz, Ulrich Karpen, Eduardo
Lara Hernández, Dmitri Georges Lavroff, Arnaud Martín, Theo Öhlin-
ger, J.M. Otón Sidou, Wolf Paul, Antonio Reposo, Angelo Rinella y Ma-
rio Tobia, Martín J. Risso Ferrand, Giancarlo Rolla, Antonio Ruggeri,
Daniel Alberto Sabsay, Herbert Schambeck, Gaetano Silvestri, Christian
Stark, Klaus Stern y Fernando Luiz Ximenes Rocha.
Estudios jurisprudenciales
Colaboran: José Ramón Cossío D. y Josefina Cortés Campos, Antonio María Her-
nández y Jorge Miranda.
Comentarios bibliográficos
www.porrua.com
Tels.: (52) (55) 5804-3504
(52) (55) 5804-3505
(52) (55) 5804-3506
(52) (55) 5804-3507
(52) (55) 5804-3508
(52) (55) 5804-3509
LIBRERÍA PORRÚA
más de 100 años de ser libros
Esta obra se terminó de imprimir
el día 28 de junio de 2004, en los talleres de
CASTELLANOS IMPRESIÓN, SA de CV
Ganaderos 251, col. Valle del Sur,
09819, Iztapalapa, México, DF
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