Unión Revolucionaria
Partido Unión Revolucionaria fue un partido político peruano fundado por Luis Miguel
Sánchez Cerro en 1931. Gobernó junto con él luego de ganar las elecciones de 1931. Tras
su muerte, en 1933, fue dirigido por Luis A. Flores Medina y devino en partido
abiertamente fascista.
Se caracterizaba por su oposición al liberalismo y el comunismo, y en particular, al
partido aprista, a quienes consideraban enemigos mortales y autores del asesinato de su
líder fundador, Sánchez Cerro. Difundían también una fuerte xenofobia contra
los emigrantes japoneses en Perú y también contra los emigrantes chinos. Siguiendo el
modelo mussoliniano, proponían una sociedad corporativa y totalitaria.
1Historia
1.1El Partido Unión Revolucionaria en el gobierno
1.2Desarrollo y expansión
1.3Elecciones de 1936
1.4Decadencia y extinción
2Referencias
Historia
El Partido Unión Revolucionaria en el gobierno
La Guardia de honor de Unión Revolucionaria.
Sin un programa político claramente definido, el militar Luis Sánchez Cerro llegó a la
presidencia del Perú por la vía de las elecciones en 1931. Obtuvo, por un lado, el apoyo
de las masas populares que se identificaron con su procedencia humilde, el color mestizo
de su piel, su léxico populista y sus rasgos autoritarios. Los grupos oligárquicos también
le dieron su apoyo al verlo como una alternativa para cerrar el paso a las reformas
radicales propuestas por el APRA.
Durante su breve gobierno de 16 meses, Sánchez Cerro siguió una política populista y
autoritaria de represión contra sus opositores del Partido Aprista Peruano, la cual fue
llevada a cabo por su ministro de gobierno, Luis A. Flores, futuro líder del Partido Unión
Revolucionaria. A través de la denominada ley de emergencia, que autorizaba al gobierno
a tomar medidas contra los derechos civiles, fueron fusilados 8 marineros acusados de
subversión, los parlamentarios apristas fueron desaforados del Congreso y tuvieron que
exiliarse, mientras que muchos militantes apristas comunes fueron perseguidos y
apresados, incluyendo a su líder Víctor Raúl Haya de la Torre. Estas medidas fueron
avaladas por los miembros del partido (llamados “urristas” por las siglas UR), quienes las
justificaron como necesarias para "salvar el orden de la nación".
Producto de esta política surgió en julio de 1932 una rebelión armada de militantes
apristas en la ciudad de Trujillo que fue sofocada sangrientamente por el ejército. El
enfrentamiento violento entre ambos bandos terminó con el asesinato de Sánchez Cerro
por un estudiante aprista en el Hipódromo de Santa Beatriz, el 30 de abril de 1933.
Tras su muerte, la UR sufrió una escisión y se formó el "Partido Nacionalista", liderado
por Clemente Revilla, que apoyó al gobierno del sucesor de Sánchez Cerro, el
general Óscar R. Benavides. La dirección de la "Unión Revolucionaria" cayó entonces en
manos del ex ministro de gobierno Luis A. Flores, quien radicalizó la propuesta de la
Unión Revolucionaria y lo convirtió en un partido plenamente fascista.
Desarrollo y expansión
Dibujo de Luis A. Flores en la portada de la revista fascista del partido Unión
Revolucionaria que representa el Autoritarismo y Totalitarismo que regía el país en
la Década de 1930.
De 1933 a 1936, el Partido Unión Revolucionaria difundió su discurso fascista, influido
fuertemente por la Italia fascista y las ideas de Benito Mussolini, de quien Flores era un
ferviente admirador. A través de sus órganos de prensa (La Batalla, Acción, y Crisol)
manifestaron su oposición al gobierno del general Oscar R. Benavides, el sucesor de
Sánchez Cerro a quien consideraban traidor, y proclamaban al sistema fascista como el
necesario para el desarrollo del país. También tenían cierta presencia en
algunos sindicatos, aunque estos estaban mayormente identificados con el APRA.
A fines de 1933 se crea la Legión de Camisas Negras, conformada por la juventud de la
UR. Era común por esos años verlos entrenar en Lima, en la playa La Herradura, o en las
fincas de Limatambo en la periferia de la capital peruana, preparándose para el “combate”
contra los apristas, a quienes llamaban despectivamente “aprocomunistas” o “búfalos”.
El 4 de noviembre de 1933 estos camisas negras hacen su primera aparición en una
ceremonia de homenaje en el mausoleo de Sánchez Cerro. El saludo fascista, con la mano
diestra en alto, también fue adoptado por los camisas negras de la UR en esta especie de
“fascismo criollo” dedicado a copiar gestos y apariencias mussolinianas.
Los “urristas” también contaban con una fuerte presencia femenina en sus filas, liderada
por Yolanda Cocco. Aun así, entre las propuestas de la UR no figuraba la igualdad de
derechos de la mujer, siendo que su rama femenina principalmente propugnaba una
preservación de los valores tradicionales asignados a la mujer (aspecto también copiado
del fascismo europeo).
Los regímenes de Hitler y Mussolini contaban en Perú con muchos simpatizantes
provenientes principalmente de los sectores oligárquicos, al menos hasta antes de
la Segunda Guerra Mundial. Además, la personalidad carismática y caudillista de
Sánchez Cerro le había ganado la aceptación de una gran parte del proletariado urbano y
de la pequeña clase media, que no percibía peligro alguno en el fascismo de la UR y que
por el contrario se identificaba con el origen pobre y mestizo de Sánchez Cerro. La
prédica populista y nacionalista de la UR ganó aceptación entre estos núcleos de
proletariado y clase media baja, que serían su principal apoyo. Hacia mediados de
la década de 1930 el fascismo no era una ideología especialmente rechazada en el Perú
pues el diario El Comercio e intelectuales como José de la Riva-Agüero y Osma y Felipe
Sassone manifestaban su simpatía y aprobación hacia las políticas del fascismo europeo;
el conservadurismo político hacía que los admiradores peruanos del fascismo pronto
extendieran su adhesión a la sublevación de Francisco Franco cuando estalló en julio de
1936 la guerra civil en España.
Los postulados de la UR combinaban proteccionismo económico con el apoyo a
una reforma agraria "gradual" y no completa, mientras propugnaban leyes sociales en
favor de los trabajadores, combinando estos postulados con un marcado desprecio hacia
la democracia representativa y una fuerte tendencia al autoritarismo. Otro rasgo típico de
la UR fue su abierta promoción de la xenofobia en el Perú, dirigiéndola contra los
inmigrantes de origen chino o japonés, a los que consideraban “genéticamente inferiores”
y responsables del desempleo en el país.
Cabe destacar que el régimen autoritario de Oscar R. Benavides también mostraba sus
simpatías por el fascismo, llegando a contratar en 1935 una "misión policial italiana"
destinada a reorganizar la policía de investigaciones de Perú. Siguiendo esta línea
autoritaria, Benavides ilegalizó al APRA y al Partido Comunista por considerarlos
“partidos internacionales” pero también persiguió a muchos “urristas”.
«Decálogo del combatiente de la Unión revolucionaria»
1.- Amar a Dios y a la Patria sobre todas las cosas.
2.- Rendir homenaje, con el respeto que se merecen a los grandes hombres y a los grandes
hechos de nuestra historia.
3.- Impedir que se tome el nombre de la Patria para ambiciones personalistas.
4.- Vigilar la integridad de nuestro patrimonio territorial, fulminando a quienes quieran
conculcarlo.
5.- Mantener vivo el espíritu del pueblo para la realización de empresas netamente
nacionalistas.
6.- No dar tregua al adversario político asediándolo en sus propias posiciones. Ven-
cerlo.
7.- Sostener por todos los medios el principio fundamental de organización y
disciplina.
8.- Buscar siempre el puesto de peligro en la lucha. Dar ejemplo abnegación y de fe.
9.- Enaltecer la memoria del General Sánchez Cerro, fundador del Partido y libertador
de la nacionalidad.
10.- Tener en cuenta que en el PUR, partido nacionalista por excelencia, no hay
traidores».
Elecciones de 1936
Artículo principal: Elecciones generales de Perú de 1936
Bandera de Unión Revolucionaria.
En las elecciones de noviembre de 1936 la UR alcanzó cerca de un 29.1% de los votos
frente al 37.1 % alcanzado por Luis Antonio Eguiguren, quien fue apoyado desde la
clandestinidad por el aprismo. No es difícil suponer entonces que, si el APRA hubiera
participado abiertamente en estas elecciones, el porcentaje de votos de Eguiguren hubiera
sido mucho menor y las posibilidades de que la propuesta totalitaria del Partido Unión
Revolucionaria llegara al poder habrían sido mayores.
Sin embargo, el presidente Óscar R. Benavides anuló las elecciones aduciendo el
argumento de que la victoria de Eguiguren era "ilegítima" porque sus votos provenían de
los militantes apristas ya proscritos. El Congreso de la República, subordinado a las
decisiones del dictador, ratificó esta medida y se decidió prolongar el gobierno de
Benavides hasta 1939. Ante ello los militantes de la UR intentaron una revuelta contra el
gobierno con apoyo de algunos oficiales jóvenes del ejército; esta conspiración fue
descubierta y el gobierno respondió con una dura persecución, equiparando a los líderes
"urristas" con el resto de la oposición.
Decadencia y extinción
Luis A. Flores y otros dirigentes del partido fueron deportados a Chile. Otros miembros
destacados del movimiento fueron encarcelados. Ya sin la organización que gozó en sus
inicios, la resistencia de los “urristas” contra el gobierno de Benavides fue menguando y
en 1938 uno de sus dirigentes encarcelados, el militar retirado Cirilo Ortega, desconoció
a Flores como líder del partido, ofreció su apoyo al régimen de Benavides y criticó la
antigua línea de su partido.
Cirilo Ortega salió de la cárcel poco después y formó una "fracción disidente" del Partido
Unión Revolucionaria, con la cual prestó su apoyo a Manuel Prado Ugarteche, el
candidato presidencial aliado del presidente Benavides en las elecciones de noviembre
de 1939. Pese al triunfo de Manuel Prado, la UR nunca alcanzó protagonismo en el
régimen del nuevo presidente y perdió gran cantidad de seguidores.
Flores regresó en 1945 del exilio en Chile e intentó reorganizar el partido, pero tras la
derrota del Eje en la Segunda Guerra Mundial, la caída de los regímenes fascistas y el
regreso de la democracia en el Perú, la propuesta de la reformada UR tuvo muy poca
acogida entre sus antiguos seguidores. Flores logró ser elegido como senador por el
departamento de Piura en 1946 y posteriormente manifestó su apoyo a la dictadura del
general Manuel A. Odría. Pese a esto, el completo desprestigio de la ideología
fascista después de 1945 hizo imposible que el Partido Unión Revolucionaria recobrase
su antigua fuerza. Finalmente el partido terminó por disolverse para todo efecto a inicios
de la década de 1960 tras varios años de agonía.
Referencias
Molinari, Tirso (2009). El fascismo en el Perú. La Unión Revolucionaria 1931-1936.
Fondo Editorial Universidad Nacional Mayor de San Marcos. ISBN 997283414X.
Chirinos Soto, Enrique: Historia de la República (1930-1985). Desde Sánchez Cerro
hasta Alan García. Tomo II. Lima, AFA Editores Importadores S.A., 1985.
Tauro del Pino, Alberto: Enciclopedia Ilustrada del Perú. Tercera Edición. Tomo 7,
FER/GUZ. Lima, PEISA, 2001. ISBN 9972-40-156-1