INSOMNIO
Lorenzo Helguero
Ser en la vana noche
El que cuenta las sílabas.
J.L. Borges
HISTORIA DE LAS INDIAS
Fui David y Moisés, Job y yo mismo,
el marinero, el loco, el almirante
que por un sueño hundióse en el abismo
–era abismo ese océano gigante.
Del proceloso mar las ataduras
rompí cruzando el aire y el oleaje
no sin temor: horrísonas y oscuras
fueron las noches de ese oscuro viaje.
Así lo quiso Dios: fui su instrumento,
Él escribe la cifra y ésta encierra
la tormenta, la ruta, el mar, el viento.
Fue por Su mano que llegué a esta tierra
donde el sueño murió. ¿Por qué Dios quiso
trocar en este infierno el Paraíso?
IN MEMORIAM
Lo recuerdo –hoy arde la memoria-
alejado del mundo y del sonido
leyendo no sé qué libro perdido
de historia universal o de otra historia.
El bastón precedía su camino
anunciando su nombre ya sin prisa
(la casa va a caer: es su destino
como es nuestro destino la ceniza).
Su mundo era la exacta arquitectura
aquella matemática figura
que se multiplicaba en los espejos
con toda su perfecta geometría.
Y entonces no habló más: sólo dormía.
Mi abuelo se fue tanto y yo tan lejos.
ROSAS
Puede ser obra del espejo; tengo
-ya el espejo ha cifrado sus poderes-
lo que no tuvo el árabe: un luengo
harén de geométricas mujeres.
Una vela mi sueño, la otra duerme
abrazada a mi cuerpo de culebra;
otra, desnuda, apasionada enhebra
los ritmos de vencernos y vencerme.
Una roza mis labios y otra roza
mis palabras de polvo enamorado
en esta múltiple y serena tarde.
Otra nace diversa en mi costado
y otra danza en la luz, y es fuego, y arde
sobre mi amor. Todas se llaman Rosa.
ARTE POÉTICA
He de escribir: mi mano es una araña
que teje minuciosa un laberinto
de palabras atroces, telaraña
que se atrapa a sí misma. Escribo y pinto
en la página en blanco que se vuelve
oscura con mi sangre y eufemismo
y con sus hilos suavemente envuelve
al probable lector que eres tú mismo.
En esta noche elemental la mano
continúa escribiendo su profano
verso que nunca alcanza a ser perfecto.
He de tejer y destejer la tela
hasta que el tiempo con su eterna suela
acabe con la letra y el insecto.
TÚ
Me ha alcanzado el amor, voy a tu encuentro
a la hora del alba, convertido
en fuego y en cenizas, busco el centro
de tu cuerpo fatal que me ha vencido
noche tras noche en el febril altar
de un rojo templo. Voy hacia esa orilla
-me ha alcanzado el amor- hacia ese mar
donde dejo mi nombre y mi semilla.
Porque eres tú ese mar y eres belleza,
la ola luminosa que no cesa
donde el perfil de mi pasión se baña.
Y más que esa marea eres mi idioma,
aquel que abandonó la infausta Roma
y llegó floreciendo hasta su España.
BORGES Y YO
Es su verso feroz y fuerte espada
en la que febrilmente prolifera
la sutil perfección de toda esfera.
Aunque ciego, prepara la estocada
y me hiere fatal con su belleza
en mi pecho desnudo hasta que muero
-él es el hacedor y es el guerrero
él es el cazador y yo la presa.
En mil y una noches de agonías
me he desangrado atroz con la lectura
de su exacta y voraz literatura.
Se repiten mis sombras y mis días:
nuevamente me matan los dos Jorges
que habitan en las páginas de Borges.
DARÍO
Estoy muerto. Mi sombra se desplaza
por páginas azules: la armonía
del número y la vasta poesía
que habita entre las formas de mi Casa.
Una vez más mi ritmo es el que impera
y es mi letra la que hace el universo
armónico y voraz, donde mi verso
endecasílabo de amor te espera.
Profano fue mi verso y fue mi prosa
y en los labios abiertos de una hermosa
mujer quedé domado y quedé preso.
El cisne fue mi sangre y mi latido,
el canto azul que traza mi sonido
(si torcieron su cuello, existe el yeso).
A UN POETA SURREALISTA
No es tu voz ni mi voz, es una ausencia
que despacio reposa en mi garganta,
una palabra leve que silencia
en el alba del labio. Se levanta
y canta desde el aire: es manantial
de lenguaje de fuego y de madera,
caracol transparente y musical
anudado a la Gran Rosa primera.
No está muerto, su voz está clavada
con la belleza de una firme espada
en mi lengua de sal y de cenizas.
(Nacidas del otoño e huidizas
todas las hojas de este libro salen
a buscar el silencio de Westphalen).
INSOMNIO
Si el sueño es una imagen de la muerte
quiero morir: un dios me ha condenado
a este insomnio fatal que me convierte
en cadáver despierto. Estoy atado
a la vigilia (atroz es la condena)
en esta noche elemental y oscura
donde el tiempo es abismo y es arena
y la cama una inútil sepultura.
(Mi esposa duerme: el mundo está dormido).
Desde la mesa ese reloj se empeña
en señalar la faz de los perversos
segundos que ahora son y que ya han sido.
Soy inmortal: dichoso es el que sueña
y no traza en la noche vanos versos.
II
Todo es igual, reflejo tras reflejo:
son las mismas paredes taciturnas
que me encierran; los versos de Vallejo
son los mismos también en las nocturnas
horas en que el insomnio no se ausenta
y el reloj y el reloj es siempre el mismo
y se repite el cielo y la tormenta
y el sueño es siempre sueño y espejismo;
siempre la misma oscuridad: retratos
que no veo y que están, libros, zapatos
que no veo y que están, un gran espejo
que nada multiplica mas me exilia
a la tierra feroz de la vigilia;
todo es igual, reflejo tras reflejo.
III
Todo empieza en la noche, esa locura
de ser éste y aquél, y estar despierto
y existir en lo oscuro y no estar muerto,
presa de mi fugaz literatura.
Es el insomnio que me ve me y me caza
en la noche plural de mi apellido
donde duerme mi nombre y mi sonido
en algún cuarto de mi antigua casa.
Es el mismo silencio que ahora crece
y entre sílabas muertas enloquece
sobre una danza elemental y mía.
Todo empieza a latir y todo empieza
a habitar en mi sangre y mi cabeza:
muere ahora mi voz y nace el día.
TREINTA Y CINCO
En medio del camino de la vida
-es vieja la metáfora- he sumado
las restas de este viaje: la perdida
ciudad que no me espera, el esperado
calor de otro lenguaje, la costumbre
de jugar con palabras, el abuelo
que nunca más habló, la certidumbre
de que exista ese infierno y ese cielo,
la voz elemental de aquella infancia,
la palabra no dicha, el mar, el ansia
de ser Otro en la noche, el alma ardiente.
Me estoy mirando irrevocablemente
y soy uno y el mismo en este espejo:
estoy enloqueciendo y estoy viejo.
LA LLUVIA
No es la llovizna transparente y leve
de la ciudad donde murió mi abuelo
sin que mis ojos lo abrazaran: llueve
y se cae en pedazos este cielo.
El sol se desvanece en la batalla
terrible de la tarde, y el granizo
como el odio de Dios cae y estalla
trocando en blanco el asfaltado piso.
Se abren los paraguas como flores
en ritmos monocordes de colores
y en el jardín un pétalo se moja.
Es la lluvia y la muerte que penetra
en medio de la noche y de la letra:
ahora es negra la rosa que era roja.
LA PALABRA
Ya no el silencio, sino voz que crece
y que llega confusa para ser:
por la página en blanco reaparece
la Palabra vestida de mujer.
Mostrándome sus senos me saluda,
como una perra en celo se me ofrece,
-me ha reconocido- se desnuda
y exige que la monte y que la bese.
Su revejida desnudez me tienta,
me ofrece la canción y la tormenta,
la tortura y el ritmo, el mar, la ola.
Sus látigos me llenan de lenguaje;
me vence, me despoja de mi traje
y en esta misma página me viola.
MI CASA
La memoria ha logrado abrir su puerta:
la arquitectura del recuerdo traza
en esta tarde repetida y muerta
la forma irrepetible de mi casa.
Está incrustada en mí, pero está lejos
-nos separan el tiempo y la distancia.
Aún recuerdo los cuadros y los viejos
libros corsarios que leyó mi infancia.
Mi cuarto, el de mi madre, el pasadizo,
el naranjo, el jardín, la sala, el piso
de piedra, las paredes de madera;
todo se fue. Me busca en el recuerdo
lo que perdí y cada día pierdo:
mi casa que no es mía y no me espera.
PRONOMBRES
De tanto amarte oscura y vorazmente
hoy confundo mi cuerpo con el tuyo
y mi mente desnuda con tu mente
(tu nombre es Fuego y es Espasmo). Huyo
de lo que fui, me alejo de mí mismo
de mi historia y mis letras inconclusas;
caigo en la noche: ya no soy el mismo
que escribía en los senos de las musas.
Ahora me llamo Espasmo y también Fuego
y en la ardiente unidad del mismo dúo
todo mi cuerpo en llamas te lo entrego.
Tengo tu piel y tú tienes la mía.
De pronto hemos cambiado: yo menstrúo
y tú escribes feraz la poesía.
PIEZAS
Mi cuerpo es un atroz rompecabezas
gordo y bestial por donde el tiempo pasa
clavando sus orígenes; las piezas
andan desordenadas por la casa:
allí mis pectorales, mis orejas
más allá mi nariz, mis pies, mi mano,
mi sexo conventual, también las viejas
sombras y arrugas y el cabello cano.
Mi lenguaje y mi voz están dispersos
en esta tauromaquia de mis versos
donde la sangre de mi piel se empoza
lejos de la tormenta y de la rosa.
Dormida está esa rosa de los vientos
que sueña y une todos mis fragmentos.
OFRENDA
Te doy todo de mí: mi dentadura,
mi pecho atormentado por el asma,
mi cadáver despierto, ese fantasma
que se empeña en hacer literatura,
la inmensidad de despertar y verte,
los vellos de mi pierna y de mi mano,
mis cánceres futuros y el humano
temor a la certeza de la muerte.
Te entrego todo, aun el alfabeto
de mi sílaba impar, el apellido
que me encierra en la letra y que me nombra,
las inciertas moradas de mi sombra,
mi indecible silencio, mi sonido
y el verso en que se muere este soneto.
UNO
Algo en mi ser se rasga y resquebraja:
mi cuerpo se separa de mí mismo
rompiendo la unidad de este guarismo
que en el abstracto 1 se rebaja.
Soy fantasma, reflejo, sombra, nube,
aire que tiene al aire por mortaja,
pájaro transparente que ahora baja
y ahora se lanza hacia lo azul y sube.
Mi cuerpo material es el que bulle
ardiente de deseo, el otro fluye
hacia su etérea y monacal morada.
La carne es inmortal: mi cuerpo vive,
almuerza, hace el amor, defeca, escribe
mientras yo soy este humo y esta nada.
YO
Soy el zorro y también soy el conejo,
el español guerrero y el mexica
soy la imagen delante del espejo
y el espejo que todo multiplica.
Soy el ave y también soy Prometeo,
el eterno caníbal de mí mismo
el que escribe vestido de deseo
y el que borra desnudo de erotismo.
Los dos están en mí: soy esos hombres
que habitan en la piel de mis dos nombres
viviendo entre el hastío y el ayuno.
Zorro, conejo, Prometeo y ave,
todo en mi cuerpo colectivo cabe:
soy yo y soy nosotros y ninguno.
EL VINO
No el vino que se canta en la poesía
sino el vino terrible del exceso
que en mis labios sedientos deja un beso
de una enferma pasión que aún es mía;
el vino donde nace mi gordura
y también nace abrupta mi palabra,
que es este beso alcohólico el que labra
mi fangosa y fugaz literatura.
Blanco o rojo da igual, si es que me embriago
y después de incendiarme al fin silencia
el insomnio fatal que me sentencia
a la negra vigilia. Sólo un trago
queda en la oscura copa: está vacía
la botella y la inútil poesía.
CUERPOS
Tú eres el silencio y la palabra
que llega a mí en lo alto de la noche
para abrir nuestros cuerpos; esta noche
verás enardecerse mi palabra.
Eres también esa sinuosa letra,
la sílaba incrustada en mi lenguaje
de voces diminutas (el lenguaje
cabe todo en una sola letra).
Si caemos, amor, caemos juntos,
que es uno nuestro ritmo y nuestro abrazo
y en unas horas moriré en tu abrazo
gramático de sangre y de amor. Juntos
hacemos el poema: hoy mi cuerpo
sólo se une y rima con tu cuerpo.
CASA DE PALABRAS
En el insomnio atroz de mis pasiones
construiré una casa en el lenguaje
desde la cual poder ver un paisaje
de letras y palabras y oraciones.
Será su prodigiosa arquitectura
vaga forma nacida del silencio
en una noche elemental. Sentencio:
todo es nada y es literatura.
Esta será mi casa de palabras
donde arderá el deseo de que abras
mi sílaba de amor y mi agonía.
Perdurará esta casa en la lectura
y en el sueño fugaz de la escritura:
perdurará esta casa y será mía.
RETORNO
El tiempo que es arena y es eterno
repite su camino: todo vuelve
a su secreto origen (se disuelve
la nieve que ha de ser en otro invierno).
El sendero es un círculo. Regresa
el olor de mi infancia silenciosa,
el pequeño jardín donde la rosa
una vez más a florecer empieza.
Lo que ha sido será (también la casa
que hace tanto perdí). El tiempo pasa
y es el recuerdo un fuego que no quema
y es la memoria flama que no arde.
En una mágica y confusa tarde
alguien escribirá este poema.