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CONTINUA
SAN LUIS
CURSO DE GEOGRAFÍA.
CUADERNO DE ACTIVIDADES
AAVV
El concepto de geografía.
Son muchos los autores que aportaron su experiencia para definir la geografía. Entre
estos criterios seleccionamos algunos de especial interés:
"La geografía tiene como finalidad proporcionar una descripción viable, ordenada y racional del
carácter variable de la superficie de la Tierra"
R. Hartshorne, “Perspectives on the Nature of Geography” (Murray, Londres, 1959), p 21.
"El objetivo de la geografía es nada menos que la comprensión del sistema inmenso de interacción, que
comprende a toda la humanidad y a su medio ambiente natural sobre la superficie de la Tierra"
E. A. Ackerman, Annals of the Association of American Geographers 53 (1963), p 435.
"La geografía tiene por objetivo proporcionar al hombre una descripción ordenada de su mundo. Sin
embargo, actualmente se refuerza el papel de la geografía como un estudio de la organización espacial,
expresada como modelos y procesos''
E J Taaffe, Ed , “Geography” (Prentice-Hall, Englewood Cliffs, N J , 1970), p. l
"La geografía... es una ciencia interesada por el desarrollo racional y por la comprobación de teorías
que expliquen y predigan la distribución espacial y localización de diversas características en el estudio
de la superficie de la Tierra"
M Yeates. “Introduction to Cuantitative Analysis in Economic Geography” (Prentice-Hall, Englewood
Cliffs. N.J. 1968) p. 1
"La Geografía [...] articula su enfoque holístico de la realidad en torno a un concepto clave: el de lugar.
Centro de significados, condición de la propia experiencia, foco de vinculación emocional para los seres
humanos, contexto para nuestras acciones y fuente de nuestra identidad, el concepto de lugar se opone al
geometrizado espacio abstracto del neopositivismo y, a diferencia de este, está lleno de significados y
valores, que son inseparables de la experiencia de quienes lo habitan, de sus pensamientos y
sentimientos"
Tuan, Yi Fu “Geografía Humanística”, Annals of the Association of American Geographers, 1976.
"La geografía es una ciencia humanística que al estudiar qué hace hoy el hombre en la superficie
terrestre coadyuva en la elaboración de una respuesta a la eterna pregunta sobre qué es el hombre."
Rey Balmaceda, Raúl "Teoría de la Geografía. Una aproximación", Buenos Aires, GÆA, 1991, p. 29.
"La geografía como ciencia ha de ser aquella que entre en conocimiento de sus propiedades espaciales e
indague las regularidades de las mismas para llegar a la investigación causal y de las leyes del espacio
terrestre adyacente a su superficie."
Hernández, Luis Ignacio, Universidad Autónoma de México, 1983, p. VI.
"Se pretende construir el estatuto de la geografía [considerándola] una bisagra entre el conocimiento de
los hechos físicos, es decir, 'la naturaleza' y el de los hechos humanos. De cualquier manera que los
geógrafos hayan caracterizado a la geografía, ‘ciencia de los paisajes', ‘ciencia de los medios naturales
para una ecología de la especie humana', 'ciencia de las formas de la diferenciación espacial', 'ciencia
del espacio' o 'geoanálisis' se advierte el deseo de estudiar las interacciones entre los hechos humanos
(que estudian específicamente las ciencias humanas, sociales o económicas) y los datos naturales (que
pertenecen a las ciencias de la materia y de la vida)."
Lacoste Yves, "La Geografía”, en “La Filosofía de las Ciencias Sociales", Madrid, Espasa Calpe, 1982,
p. 221.
Como pudo observarse en esta revista somera, existe un espectro muy amplio dentro del
cual puede encuadrarse a la geografía. Y es que, como ha dicho un autor reciente,
"...tradicionalmente, los geógrafos han emprendido investigaciones muy dispares,
desde la reconstrucción del medio ambiente cuaternario, pasando por modelos de los
procesos de erosión y sistemas de asentamiento, hasta interpretaciones de las novelas
del siglo XIX. En realidad, uno de los atractivos de la geografía es que proporciona un
foro institucional donde tienen cabida intereses y enfoques investigadores muy diversos.
Una aportación de la geografía crítica sería centrar particularmente la atención en las
contradicciones y desigualdades dentro de las sociedades, con objeto de suministrar
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Como punto de partida para un análisis crítico nos valemos de una descomposición
detallada de los temas planteados en el enunciado. La geografía, de este modo :
Llevados al marco de la docencia, cada uno de los puntos presentados puede ser tema de
discusión y reformularse o salir del conjunto dinámico que esta definición plantea. Este
modo de llevar el concepto de geografía hacia el alumno, permite desarrollar
adecuadamente el espíritu crítico y, simultáneamente, mantener actualizadas las ideas.
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Ackerman, Edward
“Las fronteras de la investigación geográfica”
El progreso de la "ciencia como un todo" viene definido en cualquier momento por un
número relativamente pequeño de temas
que han alcanzado un punto álgido de Ackerman, Edward (1986) “Las
desarrollo. Estos puntos álgidos dan base fronteras de la investigación
para que el resto de las disciplinas tiendan geográfica”, Universidad de
a abrirse nuevos campos. Esto hace que la Barcelona, Geo-Crítica 3, pp. 8 a
intercomunicación entre las ciencias sea 10 y 23 a 24, mayo de 1976.
tan importante, y aún más la buena
elección de aquellas con quienes nos comunicamos. Parafraseando una antigua
observación podemos pensar que cada científico se halla sobre los hombros de un
gigante si bien hemos de tratar de que la selección de ese gigante sea la más adecuada,
siendo esto tan importante como el encumbramiento. En el periodo entre 1910 y 1940 la
física y las disciplinas matemáticas se dieron como ejemplos de gigantes. La química
alcanzó menos dimensión en esta comparación, seguida de la biología y la geología. La
comparación entre las ciencias sociales es más difícil siendo la antropología, la
psicología y las ciencias económicas las que merecen alguna distinción a tenor de los
resultados obtenidos en el periodo anterior a la segunda guerra mundial. Sin embargo,
las diferencias entre los subgrupos dentro de un campo de investigación eran en la
mayoría de los casos tan pronunciados como eran entre los grandes campos de la
ciencia.
Naturalmente, estamos interesados por el lugar que ocupó la geografía en este frente de
desarrollo científico. No hay razón ninguna para no ser sincero. Estoy seguro que casi
todos estarían de acuerdo en que nuestras contribuciones han sido hasta ahora modestas.
No hemos alcanzado puntos sobresalientes ni hemos estado, hasta hace poco, asociados
con los que se encontraban en vanguardia. Las razones son fáciles de hallar. En el
primer periodo de estos cincuenta años, en las dos primeras décadas y a principios de la
tercera, nuestras asociaciones más estrechas eran con la historia y la geología. Los
estudios geológicos de este periodo y de los años 1930 no se integraban en la ciencia de
vanguardia. La historia y las relaciones con la geología no corrigieron la predisposición
de nuestros investigadores de los años diez y principios de los veinte a la simplicidad
decepcionante del determinismo geográfico. Esta quizás fuese una de las últimas
manifestaciones de la visión newtoniana del mundo.
Mi interés profesional por la geografía comenzó en el momento en que los viejos lazos
con la geología estaban casi rotos. Los intentos para iniciar un sólido avance en el
campo de las ciencias sociales iban por buen camino.[Cfr. Blaut. J. M.: Objective and
Relationship, "The Professional Geographer", vol.14, 1962, págs, 1-7. " En este aspecto
nos comportamos como las ciencias sociales: nuestra debilidad filosófica, como la
suya, tenía sus raíces en problemas no resueltos. Sus problemas se referían a valores,
causas y conjuntos sociales. Nuestro problema, tanto ahora como entonces, se refería a
la naturaleza de nuestro objeto"]. Los geógrafos que tomaron la dirección de las
ciencias sociales hicieron una lúcida elección aunque las dificultades con las que nos
encontrábamos eran enormes considerando los métodos a nuestra disposición. Ante
estas dificultades era de esperar que nos volviésemos en cierto modo introspectivos.
Intentamos construir una plataforma, como fuera, a partir de nuestros propios
materiales, y anclarnos nosotros mismos [El trabajo de Carl Sauer y "Escuela de
California" que colaboraban con la antropología cultural fue una excepción]. Esta
búsqueda de una identidad profesional la hallamos, natural mente, en otros períodos de
la historia de la geografía. Se remonta a los geógrafos alemanes del siglo XIX. Alfred
Hettner y otros en Alemania emprendieron estudios decisivos desde principios de 1900.
Pero la serie de estudios metodológicos que se iniciaron en Estados Unidos en 1923 con
la obra de Harlan Barrows Geography as Human Ecology [Barrows, Harlan H.:
Geography as Human Ecology, en "Annals of the Association Geographers", vol. 13,
1923, págs. l-14] y que continuaron durante casi cuarenta años, debe figurar sin duda
como uno de los esfuerzos más intensivos realizados con este fin.
Conclusión
Nos aparecen cuatro puntos generales que podrían ayudar a colocar nuestra ciencia en la
frontera de la investigación. l) Continuar fortaleciendo los métodos cuantitativos,
intentando a la vez efectuar enfoques analíticos rigurosos en nuestra teoría y hábitos de
construir hipótesis. 2) Reconocer como nuestro problema clave el sistema planetario
hombre-medio geográfico. Podemos buscar cuestiones significativas de investigación en
el estudio de subsistemas a distintos niveles, relacionados con nuestros análisis de
distribución espacial. 3) Elegir nuestros problemas de investigación a la luz del
desarrollo de las ciencias del comportamiento, y con atención a los estudios sistémicos
realizados en las ciencias vecinas de la tierra. Finalmente, 4) complementar nuestra
fuerte tendencia a realizar estudios sobre las determinaciones económicas y sobre la
morfología por otros enfoques. El creciente interés por la geografía cultural es saludable
pero podríamos diversificarnos más aún. Llamo particularmente la atención sobre el
interés de la geografía política dentro del marco de los sistemas: trata de regiones que
tienen un verdadero significado funcional en el gran sistema hombre-tierra.
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Buscar y permanecer en las fronteras de la investigación es una tarea difícil. Hoy está
claro que en esta época de especialización, los conocimientos especiales y los conceptos
especializados no son suficientes para mantener una ciencia en esta frontera. El sentido
del problema clave es esencial, así como lo es una visión de al menos una parte del
espectro de toda la ciencia. Esto no significa que los [ogros futuros serán todos
realizados por aquellos que posean una profunda y rigurosa formación matemática. Para
aquellos de nosotros no tan dotados es reconfortante recordar que A. A. Michelson, el
primer norteamericano que ganó el Premio Nobel, estaba escasamente preparado en
matemáticas, como él mismo declaraba. Pero tenía en cambio un sentido
extremadamente agudo para fijar el problema clave en su campo, pasión por la exactitud
y especial atención a las contribuciones de las disciplinas vecinas. Hay un lugar
importante para una visión comprensiva, pero debe ser una visión basada en algo más
que en cursos universitarios de graduación y Licenciatura. Creo que se acerca el tiempo
en que la enseñanza de postgraduados y el grado doctoral será el precio para situarse en
la frontera de la investigación. En nuestros planes para una acción futura profesional y
en nuestro consejo a los estudiantes de Geografía debemos pensar acerca de estos temas
antes de que sea demasiado tarde. Si no lo hacemos, otros usurparán nuestro campo, ya
que esto es la ley de la ciencia. Si lo hacemos quizás podamos aproximarnos a justificar
las palabras de Charles Darwin, "...este gran tema, esta pieza clave de las leyes de la
creación, La Distribución Geográfica" [Darwin, Ch. Carta a Hooker, Hoseph Dalton
(1845)].
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Hartshorne, Richard
“La geografía y las disciplinas sistemáticas”
Our examination of the great variety of different ideas that have been suggested for
geography has repeatedly led us
into sidetracks that proved to be Geography. Lancaster, Pennsilvania,
blind alleys or routes leading Association of American Geographers.
outside of geography. No doubt Chapter 12: Conclusion of the Nature of
also we have lingered at other Geography.
points along the way to investigate http://www.colorado.edu/geography/giw/harts
in detail certain important horne-r/1939_ng/1939_ng_ch12_body.html
problems within the field. It may
be well therefore to summarize
briefly the positive conclusions to which we have arrived concerning the nature of
geography.
Whereas the historical studies consider temporal sections of reality, the chorographical
studies consider spatial sections; geography, in particular, studies the spatial sections
of the earth's surface, of the world. Geography is therefore true to its name; it studies
the world, seeking to describe, and to interpret, the differences among its different
parts, as seen at any one time, commonly the present time. This field it shares with no
other branch of science; rather it brings together in this field parts of many other
sciences. These parts, however, it does not merely add together in some convenient
organization. The heterogeneous phenomena which these other sciences study by
classes are not merely mixed together in terms of physical juxtaposition in the earth
surface, but are causally interrelated in complex areal combinations. Geography must
integrate the materials that other sciences study separately, in terms of the actual
integrations which the heterogeneous phenomena form in different parts of the world.
As Humboldt most effectively established, in practice as well as in theory, though any
phenomenon studied in geography may at the same time be an object of study in some
systematic field, geography is not an agglomeration of pieces of the systematic
sciences: it integrates these phenomena according to its distinctive chorographic point
of view.
Since geography cuts a section through all the systematic sciences, there is an intimate
and mutual relation between it and each of those fields. On the one hand, geography
takes from the systematic sciences all knowledge that it can effectively utilize in making
its descriptions of phenomena and interpretations of their interrelations as accurate and
certain as possible. This borrowed knowledge may include generic concepts or type
classifications, developed in the systematic sciences; but, where these are found
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unsuitable for geographic purposes, geography must develop its own generic concepts
and systems of classification.
Mientras que los estudios históricos consideran secciones temporales de la realidad, los
estudios corológicos consideran secciones espaciales; la geografía, en detalle, estudia
las secciones espaciales de la superficie de la Tierra, del mundo. La geografía, en honor
a su nombre, estudia el mundo, intentando describir e interpretar las diferencias entre
sus diversas piezas en cualquier una época, aunque más específicamente en el presente.
Este campo que no comparte con otras ramas de la ciencia, reúne sin embargo algunas
piezas de muchas otras ciencias. No se limita a realizar esta conjunción siguiendo
apenas una cierta organización conveniente. Los fenómenos heterogéneos que otras
ciencias estudian por clases no se mezclan simplemente como una yuxtaposición física
en la superficie de la Tierra, sino que se correlacionan siguiendo principios causales en
combinaciones areales complejas. La geografía debe integrar los materiales que otras
ciencias estudian por separado, tomando en cuenta las integraciones concretas que los
fenómenos heterogéneos forman en diversas partes del planeta. Ya Humboldt estableció
esta noción con eficacia, en la práctica así como en teoría. Sin embargo, cualquier
fenómeno estudiado por la geografía puede, en un contexto diferente, ser un objeto de
estudio para otros campos sistemáticos. La geografía no es una aglomeración de
pedazos de las ciencias sistemáticas: integra estos fenómenos según su punto de vista
corológico distintivo.
Puesto que la geografía corta una sección con todas las ciencias sistemáticas, hay una
relación íntima y mutua entre ella y cada uno de esos campos. Por una parte, la
geografía toma de las ciencias sistemáticas todo el conocimiento que puede utilizar con
eficacia en la elaboración de sus descripciones de fenómenos y de interpretaciones de
interrelaciones, tan exactas y seguras como sea posible. Este conocimiento prestado
puede incluir conceptos genéricos o recurrir a clasificaciones, tal como se desarrollan en
las ciencias sistemáticas; pero, allí donde éstos se hacen inadecuados para los propósitos
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Harvey, David
“Espacio: de Kant a Bunge”
Una de las conclusiones principales del trabajo de Hartshorne (1939), The Nature of
Geography («La naturaleza de la geografía»), fue que el fin específico de la geografía
como ciencia podía definirse gracias a los
conceptos espaciales. Afirmaba que la labor Harvey, David (1983) “Espacio: de
del geógrafo era describir y analizar la Kant a Bunge”. En Teorías, leyes y
interacción y la integración de los modelos en geografía, Madrid,
fenómenos en términos espaciales. La Alianza Universidad, Textos N° 60.
concepción del espacio como un concepto
organizador básica en geografía puede
encontrarse ya en Kant y Humboldt, hasta
llegar a la más clara reformulación de la
idea a cargo de Hettner a comienzos del siglo XX, Así, Hartshorne (1939, 1958)
empieza clasificando a la geografía entre las ciencias según los principios kantianos. Por
lo tanto, empezaremos por presentar la filosofía del espacio de Kant.
Según Jammer (1954, 130), el concepto inicial del espacio de Kant era un concepto
relativo, a tenor del cual, el espacio consistiría en un sistema de relaciones entre
sustancias y «por lo tanto la magnitud espacial es sólo una medida de la intensidad de
las fuerzas que ejerce la sustancia». En 1763 nos encontramos con que Kant había
adoptado completamente la noción newtoniana del espacio absoluto, en la que el
espacio tiene existencia propia independiente de toda materia. Hacia 1770 Kant había
formulado su concepción del espacio «trascendental idealista», en la que el espacio es
considerado como una ficción conceptual. El espacio no es una cosa o un fenómeno. Es
«una especie de marco para las cosas y los hechos; algo parecido a un sistema de
casilleros o de archivo, para las observaciones» (Popper, 1965, 179). La geometría
podría considerarse como un conocimiento sintético a priori (pág., 182). Dada esta
filosofía del espacio, Kant pudo clasificar la geografía en relación a las otras ciencias y
esto es lo que, según Hartshorne, Kant hizo en primer lugar en 1775 (1939, 3; 1958, 98).
El punto primero y más importante que cabe señalar acerca de esta definición kantiana
es que postula un espacio absoluto. El «sistema de archivo» de Kant o el enfoque de
«marco de referencia abstracto» del espacio es un concepto clave para comprender la
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Muchas de las nociones filosóficas de Hettner y de Hartshorne -sobre todo aquellas que
se refieren al regionalismo y a la singularidad- nacen de esta concepción del espacio
como «continente». Las relaciones entre objetos -es decir, las localizaciones relativas-
también se examinan mediante un sistema métrico impuesto inherente al concepto de
espacio absoluto. Los objetos examinados no interferían en modo alguno con este
sistema absoluto de dimensiones.
Pudo parecer que estas geometrías, aun estando estrechamente asociadas a los avances
de la física, no eran aplicables en geografía. Más recientemente, las investigaciones en
torno a la teoría de la localización, han llevado al desarrollo de nociones relativistas del
espacio. Las ciudades afectan a las propiedades del espacio que las circunda, los
diversos tipos de actividad humana crean campos de influencia que distorsionan las
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Minshull, Roger
El ambiente en el estudio de la geografía
Los resultados del presente son importantes para el geógrafo. Las variaciones naturales
originales, de una parte a otra del mundo,
combinadas con las diferentes reacciones de MINSHULL, Roger [1972] “The
los innumerables grupos humanos, han changing nature of Geography”,
resultado en las distintas apariencias y London, Hutchinson University
formas de organizar el espacio que vemos Library, pág. 153 a 154.
en el presente. En sus estudios sobre el uso
humano de la tierra los geógrafos no pueden
estudiar por separado los tipos de uso
posible respecto de los patrones de comportamiento humano según cada realidad
espacial. Ambas formas se relacionan en la Tierra generando una modalidad de
ordenación para cada granja, pueblo, ruta, comercio y área residencial, región industrial
y todo tipo de formas que manifiestan la diversidad de una a otra parte del planeta.
En función de lo dicho, concluimos que el geógrafo estudia las variaciones de la vida y
el paisaje en los diferentes lugares. Ambos resultados –diferentes reacciones humanas
para diferentes aspectos del ambiente-, se insertan en esa manifestación total que es el
ambiente. El ambiente total incluye ahora ideas y edificios, cosechas y políticas, clases
y poblaciones, al igual que climas, relieve y suelos.
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Claval, Paul
La geografía cultural
Introducción
Desde Heródoto, los geógrafos se han preocupado por la extrema diversidad de los
pueblos y sus culturas. La diversidad es
legible en los paisajes rurales: en las Claval, Paul (1999) “La geografía
escaleras de arrozales espejadas del Asia, en cultural”, Buenos Aires,
el inmenso tablero de las labranzas del EUDEBA, Prólogo de Pablo
Middle West, en las estrechas franjas de los Ciccolella, 1999, pp. 1 a 377
terruños de la Lorena... Las ciudades son
también muy variadas, anchas avenidas
rectilíneas por aquí, un laberinto de callejones ciegos por allá. Los grandes monumentos
a la gloria de los dioses y los príncipes expresan en cada caso la especificidad orgullosa
de un pueblo.
¿Por qué estos contrastes? Durante mucho tiempo nos hemos contentado con respuestas
simples:
las situaciones tiende entonces a "retrasar" la evolución de los grupos. Resulta lícito dar
una mano -una mano ruda si es preciso- a aquellas sociedades retrasadas, o incluso en la
infancia, para hacerlas ingresar en la era del Progreso y de la Civilización: es la
justificación cómoda de la colonización.
En los hechos, los injertos de las culturas europeas no prosperan. La naturaleza de los
problemas que plantea la diversidad cultural del mundo cambia, como cambia la mirada
de aquellos que se interesan por estas cuestiones.
4. La cultura es una realidad superior que se impone a los grupos y los condiciona,
responden algunos. Ella aparece como una suerte de super-organismo que da forma a
los individuos y a los grupos. Esta tesis, a menudo aceptada por la antropología y la
geografía cultural norteamericanas, crea tantos problemas como los que no resuelve.
Evita la trampa del determinismo físico y biológico, pero no explica el cambio, las
transformaciones y el progreso, que son tan importantes en la vida cultural como la
permanencia.
Las conductas de unos y otros continúan siendo muy diferentes y el rendimiento técnico
y económico, desigual. Las identidades culturales renacen o se afirman en un ambiente
apasionado y a menudo agresivo. La supremacía indiscutida de la cultura occidental en
marcha hacia un porvenir mejor vuelve a ser cuestionada. Otros modelos, a veces
cargados de nostalgia por el pasado, de la idea del retorno hacia una edad de oro más o
menos mítica, seducen a considerables multitudes, resucitan viejos antagonismos y
conducen a enfrentamientos sangrientos.
¿Cómo identificar una cultura? ¿Cómo comprender los límites de su extensión y las
formas que adopta su inserción en el espacio? ¿Cuál es la naturaleza y la importancia de
las barreras y fronteras culturales y sus relaciones con las fronteras políticas? El
objetivo de esta obra es contribuir a la reflexión sobre estos problemas de actualidad
candente.
Los hombres nunca están en contacto directo con la naturaleza: viven en un ambiente
artificial que han creado; la vestimenta y la casa los protegen de los avatares del clima;
los caminos y las rutas facilitan la circulación. La vegetación natural es destruida y
reemplazada por bosques cuya composición es controlada, por pasturas o praderas para
alimentar a los animales, y por campos donde se realizan los cultivos. Las fuerzas
humanas están secundadas desde hace tiempo por la energía que suministran los
animales, la madera, el viento y las aguas corrientes. Los combustibles fósiles,,y hoy en
día el átomo, sirven para accionar las máquinas y las herramientas que multiplican la
producción y aseguran a los grupos un control que se refuerza sin cesar -pero nunca
totalmente- sobre el medio donde viven y sobre aquellos que son utilizados para
satisfacer sus necesidades.
La cultura que interesa a los geógrafos está entonces en principio constituida por el
conjunto de artefactos, de habilidades y de conocimientos por los cuales los hombres
mediatizan sus relaciones con el medio natural.
No todas las sociedades disponen del mismo arsenal de conocimientos y técnicas ni del
mismo registro de interpretaciones y motivaciones. Los individuos y los grupos están
condicionados por la educación que han recibido: la cultura aparece así como una
herencia. Las modalidades según las cuales se transmite de una generación a la otra o de
un lugar a otro, en virtud de los intercambios, los desplazamientos de corta duración o
las migraciones, dependen del medio y del nivel técnico, y contribuyen ampliamente a
la diversidad de las sociedades.
Los modelos que ofrece la cultura no son inmutables, ya que se producen innovaciones.
Algunas son rechazadas o tardan tiempo en imponerse, otras son adoptadas
rápidamente. i,as culturas son realidades vivientes.
Gracias a la cultura, cada Lino se proyecta en el porvenir y actúa para crear allí un
cuadro más conveniente que el del presente. En general el mundo termina por parecerse
al paraíso o a las utopías que los hombres imaginan; allí echan raíces sus valores y sus
elecciones encuentran su legitimidad; el ambiente al que dan forma se ajusta así a sus
preferencias y a sus aspiraciones.
El mundo en el que viven los hombres está tan hecho de palabras y enunciados como de
agua, aire, piedra y fuego. El mundo se abre al discurso y se nutre de valores. El
ambiente en el cual las sociedades evolucionan es una construcción que se expresa en el
habla: la lógica que los hombres le otorgan proviene en parte de las normas que rigen la
composición de sus discursos.
Las prácticas que modelan el espacio o aquellas que se despliegan para utilizarlo unen
estrechamente el acto, la representación y el decir. Ellas apuntan a la vez al ambiente
material y al entorno social: actuamos para aquellos que nos miran, para aquellos a
quienes contaremos cuanto hemos hecho o para los que escucharán hablar de ello.
La cultura está constituida de realidades y por los signos que han sido inventados para
describirlas, aprehenderlas y hablar de ellas. También posee una dimensión simbólica.
Al ser repetidos en público, algunos gestos se cargan de significaciones nuevas. Se
transforman en rituales y crean, en quienes los hacen y los observan, un sentimiento de
comunidad compartida. En la medida en que el recuerdo de las acciones colectivas se
enlaza con los caprichos de la topografía, con las arquitecturas notables o con los
monumentos creados para sostener la memoria de todos, el espacio se convierte en
territorio.
La aventura por la cual cada uno se impregna de la cultura del grupo donde vive es
fundamentalmente individual. No todo el mundo recibe el mismo bagaje ni lo interioriza
de la misma manera, ni se sirve de él para los mismos fines. La cultura es uno de los
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Los paisajes constituyen un objeto de estudio fascinante para quien se interesa por la
geografía cultural, pero su interpretación no es fácil: hablan de los hombres que los
moldean y que los habitan actualmente, y de aquellos que los precedieron; informan
sobre las necesidades y los sueños de hoy y también de un pasado a veces difícil de
datar.
inspiraciones diferentes. La tarea no es igualmente fácil para todos. En los países que
aceptan desde siempre la idea de desarrollo autónomo, éste no parece insuperable.
Los países anglosajones están desde hace mucho tiempo familiarizados con esta
estrategia: la idea de sociedades multiculturales no les choca (Taylor, 1994 a y b).
Nuestras políticas culturales son pensadas para marcos territoriales continuos. Está claro
cuán difíciles confrontaciones debemos esperar.
Conclusión
La geografía cultural muestra bien cómo las relaciones de los grupos con el medio se
modificaron con el tiempo. Las humanidades primitivas sólo tienen una influencia
limitada en los medios en que viven, aun siendo capaces de transformarlos (por el uso
del fuego en particular): se alimentan de las extracciones que realizan de la flora y la
fauna naturales; no saben protegerse eficazmente de las fluctuaciones de temperatura y
de los avatares de las precipitaciones. Las estrategias que ponen en práctica pertenecen
al registro de las adaptaciones.
La modernización da forma a sociedades más igualitarias que las del pasado. Es cierto
que no todo el mundo accede de la misma manera a los saberes y a las técnicas de
grupos cuya organización es compleja y que se rodean de artefactos cada vez más
numerosos. Pero la revolución de los medios de comunicación crea una cultura de
masas que todos comparten; concierne a los hábitos de consumo y de utilización del
tiempo libre más que al de la producción; este último terreno sigue siendo atributo de
los especialistas.
Por más originales que sean los desarrollos contemporáneos, no podrían comprenderse
sin una reflexión general sobre la transmisión de generación en generación de las
adquisiciones técnicas y de las cosmovisiones. Las singularidades de nuestra época no
son absolutas: se inscriben en la historia completa de las relaciones entre espacio y
sistemas de informaciones estructuradas.
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Página 22 Dr. Jorge Pickenhayn. Curso de Geografía
Unwin, Tim
“El lugar de la geografía”
Desde la antigüedad, los geógrafos han explorado y analizado la superficie terrestre
desde dos perspectivas relacionadas entre
sí: la de la diferenciación y asociación
espacial de los fenómenos, haciendo Unwin, Tim (1995) “El lugar de la
hincapié en el significado de espacio, geografía”, Madrid. Ediciones
relaciones espaciales y lugar; y la de la Cátedra, Serie “Geografía Menor”,
relación entre el hombre y el medio físico. Cap. VIII, pp. 259 y ss.
Ambas están íntimamente relacionadas
porque los significados de espacio y lugar
dependen de las interconexiones entre las actividades físicas y humanas localizadas en
el espacio, y las relaciones del hombre con el medio se producen en el contexto del
espacio y lugar. (Sack, 1980: 3)
Stoddart (1987: 330) añade que en esta situación surgen dos peligros: primero, que la
geografía física pierda su coherencia fuera del marco más general determinado por su
relación con la geografía humana; y segundo, que “la geografía humana como ciencia
social exclusiva pierda su identidad distintiva, compita con la sociología, la economía y
la antropología, pero lo haga en el terreno de ellas y no en el nuestro”.
conceptualización de los vínculos entre las partes que la integran (Johnston, 1989).
Johnston (1991: 132), reconociendo la necesidad de promover la geografía dentro de la
planificación y política universitarias, ha tratado de identificar el núcleo de la disciplina
en “la naturaleza de las regiones o lugares”, utilizando su terminología favorita.
Mientras que en un sentido, como indica la cita anterior, ello supone resucitar la
terminología tradicional de la geografía regional (Gregory, 1978), se trata de una
resurrección impregnada de los conceptos filosóficos más recientes del realismo y la
teoría de la estructuración. Para Johnston, que ha defendido en el pasado una clara
separación de la geografía humana y física (Johnston, 1991a), esto representaría un
movimiento sustancial hacia un acercamiento entre las dos principales divisiones de la
disciplina. Sin embargo, como indican sus ejemplos (Johnston, 1991b, c), el interés por
la interpretación del lugar todavía se mantiene al margen de la práctica contemporánea
de la geografía física.
Un enfoque algo diferente, centrado también en la identidad del lugar, es el ofrecido por
Entrikin (1991). En él, trata conscientemente de examinar todas las dimensiones del
concepto de lugar, reconociendo implícitamente los muy dispares puntos de vista de la
ciencia empírico-analítica e histórico-hermenéutica. Entrikin (1991: 5) nos dice al
respecto:
La importancia del lugar para Entrikin (1991) es que las personas como actores siempre
se sitúan en lugares concretos y en períodos concretos, y el contexto de sus acciones
contribuye a crear su sentido de identidad. Este foco de atención se refiere
fundamentalmente, sin embargo, a las experiencias vividas por las personas y, por tanto,
la conceptualización del lugar tiene poco que aportar a los estudios de los geógrafos
físicos contemporáneos sobre los procesos.
Un intento alternativo de ofrecer una base sólida a la geografía, que le permita ocupar el
nivel más elevado de esfuerzo intelectual, es el emprendido por Stoddart (1987).
Además de afirmar que las piezas que forman la investigación geográfica son la
“localización, posición, distancia y área”, y que pueden combinarse para “construir la
geografía regional” y “demostrar el carácter distintivo del lugar”. (Stoddart, 1987: 331),
sostiene que esto no es más que el principio. Para Stoddart (1987: 331), “la tarea real es
identificar los problemas geográficos, cuestiones del hombre y el medio dentro de las
regiones; no problemas de la geomorfología o historia, de la economía o la sociología,
sino problemas geográficos; y utilizar nuestros conocimientos para aliviarlos, quizá
solucionarlos”. Stoddart imagina una geografía que se ocupe de cuestiones
fundamentales relacionadas con la utilización de la tierra y los recursos:
Hay una geografía real, una geografía unificada reafirmada, inspirada en Forster y
Humboldt, y al mismo tiempo una geografía comprometida que rinde homenaje a la
resolución de Kropotkin... Hay una geografía que enseñará a nuestros vecinos y
Página 24 Dr. Jorge Pickenhayn. Curso de Geografía
Ante el foso que separa los puntos de vista de los científicos físicos y de los geógrafos
dedicados a la filosofía social sobre la cuestión del espacio, no es fácil avanzar un
terreno de reconciliación. Sin embargo, cabe identificar tres puntos que podrían ofrecer
a los geógrafos una oportunidad de contribuir de forma significativa a este campo. En
primer lugar, como ilustra lo dicho anteriormente, el contraste entre el lenguaje de la
teoría social y el de la física nuclear dificultan la comprensión entre los especialistas de
cada campo. Es pues necesario que los geógrafos humanos y físicos empiecen a penetrar
en el lenguaje del otro grupo y, en lugar de censurar a los otros por pura ignorancia,
traten de comprender el significado de sus interpretaciones.
En segundo lugar, los teóricos sociales y los físicos aceptan cada vez más que nuestros
enunciados sobre el espacio (-/y) tiempo son simples construcciones intelectuales con
las que intentamos entender nuestra existencia humana. Este aspecto ha quedado bien
explicado en las siguientes palabras del astrofísico Shallis (1986: 78-79) con respecto a
la relación entre la cosmología y el tiempo:
Nuestra cosmología también nos dice cómo percibimos nuestra relación con cl cosmos y
la naturaleza. Esta relación, según la cosmología, ha dejado de reposar en cl mundo
orgánico y cíclico de la naturaleza donde transcurren nuestras vidas cotidianas y donde
cl tiempo está presente de forma más explícita e inmediata. Las cosmologías siempre
han incorporado los mitos de la sociedad en su presentación y explicación del mundo.
No hay razón alguna para suponer que nuestra cosmología sea diferente. También ella
es nuestro mito, pero le falta la riqueza simbólica, los ideales humanos de los mitos del
pasado. Hasta este punto nos dice mucho cerca de nosotros mismos y de la cultura que
hemos construido en los últimos 300 años más o menos... Si tuviese que resumir lo que
nuestra cosmología nos ha enseñado acerca del tiempo, diría que hemos eliminado cl
tiempo, que lo hemos perdido o que sencillamente lo hemos pasado de largo.
Instituto de Formación docente Continua San Luis Página 25
En tercer lugar, nuestra comprensión del espacio (-/y) tiempo procede de una
combinación de construcciones teóricas anteriores y de nuestras experiencias empíricas.
Se trata de una de las posibles ilustraciones de la interacción polifacética entre la teoría
y la práctica de la que habla Habermas (1974). Sin embargo, es evidente que muchos de
los textos geográficos no abordan satisfactoriamente las conexiones entre la teoría y la
práctica, salvo en un nivel superficial. Dentro de la geografía física, por ejemplo, pese a
la adopción generalizada de la necesidad de relacionar los experimentos empíricos con
la verificación de hipótesis y, por consiguiente, con la elaboración de teorías, se han
producido muy pocos cambios fundamentales en los pilares teóricos de la disciplina. A
esta situación aluden Haines-Young y Petch (1986: 201) cuando dicen que el marco
teórico de la geografía física “no parece haberse desarrollado como en otras
disciplinas”. Tenemos aquí un contraste claro con respecto al énfasis muy diferente que
se pone de manifiesto en algunas áreas de la geografía humana, donde se ha dado una
tendencia a centrarse en la parte teórica en detrimento de la empírica. Esta forma de
esquivar el mundo empírico refleja el miedo al empirismo causado por la crítica del
positivismo lógico y es también, indudablemente, el resultado de las restricciones
financieras cada vez mayores en la práctica de grandes investigaciones empíricas. Sin
embargo, al tratar de encontrar un objetivo para la investigación geográfica futura en la
interpretación de la experiencia vivida del espacio (-/y) tiempo, sería importante intentar
combinar los avances teóricos dentro de un contexto empírico.
**********
Página 26 Dr. Jorge Pickenhayn. Curso de Geografía
Santos, Milton
Espacio y método
ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE EL CONCEPTO DE ESPACIO
El propio concepto de espacio, tal como nosotros lo hemos propuesto en otros lugares
(Santos, 1978 y 1979), parece ser una de las fuentes de duda más frecuentes entre los
estudiosos del tema. Entre las cuestiones paralelas a la discusión principal surgen muy
frecuentemente algunas que podríamos
resumir del siguiente modo: ¿qué Santos, Milton (1986) “Espacio y
caracteriza, particularmente, el estudio de método”, En Geo-Crítica,
la sociedad a través de la categoría Universidad de Barcelona, Año
espacio? ¿cómo considerar, en la teoría y XII, Nº65, Septiembre de 1986
en la práctica, los ingredientes sociales y
«naturales» que componen el espacio para
describirlo, definirlo, interpretarlo y, finalmente, encontrar lo espacial? ¿qué caracteriza
el análisis del espacio? ¿cómo pasar del sistema productivo al espacio? ¿cómo abordar
el problema de la periodización, de la difusión de las variables y el significado de las
«localizaciones»?
La respuesta es sin duda ardua, en la medida que el vocablo espacio se presta a una
variedad de acepciones... a las que venimos a añadir una más. Resulta también ardua en
la medida que sugerimos que el espacio así definido sea considerado como un factor de
la evolución social, y no solamente como una condición. Intentemos, sin embargo, dar
respuesta a las diversas cuestiones.
Un elemento de discusión aducido frecuentemente tiene que ver con el hecho de que, al
definir el contexto, podríamos estar incluyendo dos veces la misma categoría o
instancia. Por ejemplo, cuando definimos el espacio como la suma del paisaje (o, mejor
aún, de la configuración geográfica) y de la sociedad. Pero eso, justamente, indica la
imbricación entre las instancias. Como las formas geográficas contienen fracciones de
lo social, no son solamente formas, sino formas-contenido. Por esto, están siempre
cambiando de significado, en la medida que el movimiento social les atribuye, en cada
momento, fracciones diferentes del todo social. Puede decirse que la forma, en su
cualidad de forma-contenido, está siendo permanentemente alterada, y que el contenido
adquiere una nueva dimensión al encajarse en la forma. La acción, que es inherente a la
función, está en armonía con la forma que la contiene: así, los procesos sólo adquieren
plena significación cuando se materializan.
Además, como una misma variable cambia de valor según el período histórico
(sinónimo de áreas temporales de significación, o, aún, de los modos de producción y
sus momentos), el análisis, cualquiera que sea, exige una periodización, so pena de errar
frecuentemente en nuestro esfuerzo interpretativo. Tal periodización es tanto más simple
cuanto mayor sea la extensión territorial del estudio (los modos de producción existen a
escala mundial), y tanto más compleja y susceptible de subdivisiones cuanto más
reducida es la dimensión del territorio. Cuanto más pequeño es el lugar examinado,
tanto mayor es el número de niveles y determinaciones externas que inciden sobre él.
De ahí la complejidad del estudio de lo más pequeño.
Además cada lugar tiene, en cada momento, un papel propio en el proceso productivo.
Este, como es sabido, está formado de producción propiamente dicha, circulación,
distribución y consumo.
Volvamos a las cuestiones iniciales: ¿contienen al espacio?; ¿el espacio los contiene?;
¿no son éstas preguntas que se resuelven por su propio enunciado, frente al análisis de
lo real? En realidad, éste solamente puede ser aprehendido si separamos, analíticamente,
lo que aparece como característicamente formal, de su contenido social. Debiendo este
último ser objeto de una clasificación lo más rigurosa posible, que permita considerar la
multiplicidad de combinaciones. Cuanto más ajustada sea esa clasificación, más
fecundo será el análisis y la síntesis.
El espacio debe ser considerado como una totalidad, a modo de la propia sociedad que
le da vida. Considerarlo así es una regla de método cuya práctica exige que se
encuentre, paralelamente, a través del análisis, la posibilidad de dividirlo en partes.
Ahora bien, el análisis es una forma de segmentación del todo que permite, al final, la
reconstrucción de ese todo. La división analítica del espacio puede ser operada según
diversos criterios. El que vamos a privilegiar aquí, a través de lo que llamamos «los
elementos del espacio», es solamente una de esas diversas posibilidades.
Antes incluso de tratar de definir lo que es un elemento del espacio valdría la pena, tal
vez, discutir la propia noción de elemento. Según los teóricos, los elementos serían la
«base de toda deducción»; «principios obvios, luminosamente obvios, admitidos por
todos los hombres» (Bertrand Rusell, 1945). Esta definición equipara elemento a
categoría. Tomando la expresión categoría en el sentido de verdad eterna, presente en
todos los tiempos, en todos los lugares, y de la cual se parte para la comprensión de las
cosas en un momento dado, siempre que se tomen en consideración los cambios
históricos. Según Rusell, en el caso de los elementos esa posición habría sido aceptada a
lo largo de la Edad Media, e incluso más tarde, como en el caso de Descartes.
extensión), los elementos también están dotados de una estructura interna, mediante la
cual participan de la vida del todo del que son parte y que les confiere un
comportamiento diferente (para cada cual), como reacción al propio juego de las fuerzas
que los comprenden. La definición de elemento sería pues, más allá de la sugestión de
Harvey (1969), algo más que «la unidad básica de un sistema en términos primitivos
que, desde un punto de vista matemático, no necesita definición, de la misma forma que
la concepción de punto en Geometría».
Los elementos del espacio serían los siguientes: los hombres, las empresas, las
instituciones, el llamado medio ecológico y las infraestructuras.
La simple enumeración de las funciones que afectan a cada uno de los elementos del
espacio muestra que esto son, en cierta forma, intercambiables y reducibles unos a otros.
Esta intercambiabilidad y reductibilidad aumentan, en realidad, con el desarrollo
histórico; como resultado lógico de la complejidad creciente en todos los niveles de la
vida. De este modo, los hombres también pueden ser considerados como empresas (el
vendedor de la fuerza de trabajo), o como instituciones (por ejemplo en el caso del
ciudadano); del mismo modo que las instituciones aparecen como compañías y éstas
como instituciones. Este último es el caso de las compañías transnacionales o de las
grandes corporaciones, que no sólo se imponen reglas internas de funcionamiento, sino
que intervienen en la creación de normas sociales a un nivel más amplio que el de su
acción directa, compitiendo con las instituciones, e incluso con el Estado. La fijación
del precio de las mercancías por los monopolios les confiere una atribución que es
propia de las entidades de derecho público, en la medida que interfieren en la economía
de cada ciudadano y de cada familia, e incluso de otras empresas, compitiendo con el
Estado en el control de la economía.
Al mismo tiempo que los elementos del espacio se hacen más intercambiables, las
relaciones entre ellos se vuelven también más íntimas y mucho más extensas. De este
modo, la noción de espacio como totalidad se impone de forma más evidente; y por el
hecho de que resulta más intrincada, se hace más exigente su análisis.
El estudio de las interacciones entre los diversos elementos del espacio es un dato
fundamental del análisis. En la medida que función es acción, la interacción supone
interdependencia funcional entre los elementos. A través del estudio de las interacciones
recuperamos la totalidad social, esto es, el espacio como un todo, e, igualmente, la
sociedad como un todo. Pues cada acción no constituye un dato independiente, sino un
resultado del propio proceso social.
Cuando decimos que los elementos del espacio son los hombres, las empresas, las
instituciones, el soporte ecológico, las infraestructuras, estamos considerando cada
elemento como un concepto.
A lo largo de la historia toda variable está sometida a evolución constante. Por ejemplo,
la variable demográfica está sujeta a cambios e incluso a revoluciones. Si consideramos
la realidad demográfica bajo el aspecto del crecimiento natural o bajo el de las
migraciones, en cada momento de la historia varían sus condiciones respectivas. Así, en
el curso de la historia humana pueden contemplarse diversas revoluciones
demográficas, cada una con su significado específico. Del mismo modo, las formas y
los tipos de migraciones varían, así como su significado respectivo.
Si tomamos algún otro ejemplo, como el de la energía, en cada fase su utilización asume
diversas formas, desde el uso exclusivo de la energía animal, hasta el descubrimiento de
técnicas para dominar las fuentes naturales de energía. Pasamos, después, de una fase en
que la energía utilizada es la energía mecánica o inanimada, como en el caso del motor
de explosión, al uso de la energía cinética y, más recientemente, de la energía nuclear. El
mismo razonamiento se aplica a cualquier otra variable.
Lo que interesa es el hecho de que en cada momento histórico cada elemento cambia su
papel y su posición en el sistema temporal y en el sistema espacial y, en cada momento,
el valor de cada uno debe ser tomado de su relación con los demás elementos y con el
todo.
Desde este punto de vista, podemos repetir la expresión de Kuhn (1962) cuando dice
que los elementos o variables «son estados o condiciones de las cosas, pero no las cosas
mismas». Y añade: «En sistemas que comprenden personas, no es la persona lo que
constituye un elemento, sino sus estados de hambre, de deseo, de compañerismo, de
información o algún otro rasgo relevante para el sistema».
Lo dicho hasta ahora permite pensar que los elementos del espacio están sometidos a
variaciones cuantitativas y cualitativas. De ese modo, los elementos del espacio deben
ser considerados como variables. Esto significa, como su nombre indica, que cambian
de valor según el movimiento de la historia. Si ese valor nace de las cualidades nuevas
Página 32 Dr. Jorge Pickenhayn. Curso de Geografía
que adquieren, también representa en sí mismo una cantidad. Pero la expresión real de
cada cantidad viene dada como resultado de las necesidades sociales y de su gradación
en un momento dado. Por esto mismo, la cuantificación correspondiente a cada
elemento no puede ser realizada de modo apriorístico, es decir, antes de captar su valor
cualitativo. En este caso, como en cualquier otro, la cuantificación sólo puede darse a
posteriori. Esto es tanto más verdadero cuanto que cada elemento del espacio tiene un
valor diferente según el lugar en que se encuentra.
La especificidad del lugar puede ser entendida también como una valoración específica
(ligada al lugar) de cada variable. Por ejemplo, dos fábricas montadas al mismo tiempo
por una misma compañía, dotadas de los mismos recursos técnicos, pero localizadas en
diferentes lugares, dan a sus propietarios resultados diferentes. Desde el punto de vista
puramente material esos resultados pueden ser los mismos, por ejemplo, una cierta
cantidad producida. Pero el coste de los factores de producción, como la mano de obra,
el agua o la energía, puede variar, así como también la posibilidad de distribuir los
bienes producidos. Por otra parte, aunque dos empresas, propietarias de dos fábricas
similares, dispongan del mismo poder económico y político, la localización diferenciada
constituye un dato que provoca la diferenciación de los resultados. Lo mismo ocurre,
por ejemplo, con los individuos. Hombres que tuvieran la misma formación y aún las
mismas capacidades, pero situados en lugares distintos, no tendrían la misma condición
como productores, como consumidores e incluso como ciudadanos.
De este modo, cada lugar confiere a cada elemento constituyente del espacio un valor
particular. En un mismo lugar, cada elemento está siempre cambiando de valor, porque,
de un modo u otro, cada elemento del espacio -hombres, empresas, instituciones, medio-
entra en relación con los demás, y esas relaciones vienen dictadas en buena medida por
las condiciones del lugar. Su evolución conjunta en un lugar adquiere características
propias, aunque esté subordinada al movimiento del todo, es decir, del conjunto de los
lugares.
Además, esta especificidad del lugar, que se acentúa con la evolución propia de las
variables localizadas, es lo que permite hablar de un espacio concreto. Así, si bien cada
elemento del espacio mantiene el mismo nombre, su contenido y significación están
siempre cambiando. Cabe, entonces, hablar de la mutabilidad del significado de una
variable, y ésto constituye una regla de método fundamental. El valor de la variable no
está en función de sí misma, sino de su papel en el interior de un conjunto. Cuando éste
cambia de significado, de contenido, de reglas o de leyes, también cambia el valor de
cada variable.
Cuando nos referimos a hombres, estamos englobando en esa expresión lo que se podría
llamar población o fracción de una población. Sabemos, sin embargo, que una
población está formada por personas que pueden clasificarse según su edad, sexo, raza,
nivel de instrucción, nivel salarial, clase, etc. Las características de la población
permiten su conocimiento más sistemático, y lo mismo ocurre con las empresas que
pueden ser individuales o colectivas, y estas últimas sociedades anónimas, limitadas o
cooperativas, corporaciones nacionales o firmas multinacionales. Y así sucesivamente.
Así, las relaciones de cada tipo de individuos con el Estado no son las mismas. Las
relaciones de cada tipo de empresas con el Estado tampoco son idénticas. Del mismo
modo, en cada momento histórico los valores atribuidos a una profesión o a un grupo de
edad, a un nivel de instrucción o a una raza, no son los mismos. Si considerásemos la
población como un todo, las empresas como un todo, nuestro análisis no consideraría
las múltiples posibilidades de interacción. Al contrario, cuanto más sistemática sea la
clasificación tanto más claras aparecerán las relaciones sociales y, en consecuencia, las
llamadas relaciones espaciales.
En cada época los elementos o variables son portadores (o están mediatizados) por una
tecnología específica y por una cierta combinación de componentes del capital y del
trabajo.
Las técnicas son también variables, dado que cambian a través del tiempo. Sólo
aparentemente forman un continuo. Si bien, nominalmente, sus funciones son las
mismas, su eficiencia es variable. En función de las técnicas utilizadas y de los diversos
componentes del capital movilizados, puede hablarse de una edad de los elementos o de
una edad de las variables. De este modo, cada variable tendría una edad determinada. Su
grado de modernidad sólo puede ser comparable dentro del sistema como un todo, sea
del sistema local en ciertos casos, sea M sistema nacional, o aún, en otros, del sistema
internacional.
posición en el aparente continuo, porque están marcadas por cualidades diversas. Esto
resulta del hecho de que cada lugar es una combinación de técnicas cualitativamente
diferentes, individualmente dotadas de un tiempo específico; de ahí las diferencias entre
lugares. Por eso mismo, la Geografía puede ser considerada como una verdadera
filosofía de las técnicas. Decir que a partir de las técnicas y de su uso el geógrafo debe
filosofar no equivale, sin embargo, a decir que todo depende de la tecnología, ni en la
realidad ni en su explicación.
Recordemos, igualmente, que las variables o elementos están ligados entre sí por una
organización. Tal organización es, en ocasiones, puramente local, pero puede funcionar
a diferentes escalas, según sus diversos elementos o fracciones.
Karel Kosik (1967, pág. 61) escribió que «la interdependencia y la mediación de la parte
y del todo significan, al mismo tiempo, que los hechos aislados son abstracciones,
elementos artificialmente separados del conjunto y que únicamente por su participación
en el conjunto correspondiente adquieren veracidad y concreción. Del mismo modo, el
conjunto en el cual los elementos no están diferenciados y determinados es un conjunto
abstracto y vacío».
Los diversos elementos del espacio están en relación unos con otros: hombres y
empresas, hombres e instituciones, empresas e instituciones, hombres e infraestructuras,
etc. Pero, como ya observamos, estas relaciones no son solamente bilaterales, una a una,
sino relaciones generalizadas. Por eso, y también por el hecho de que esas relaciones no
se producen entre las cosas en si o por sí mismas, sino entre sus cualidades y atributos,
es por lo que puede decirse que forman un verdadero sistema.
Tal sistema está dirigido por el modo de producción dominante en sus manifestaciones a
la escala del espacio de referencia. Esto nos sitúa ante el problema histórico.
Las relaciones entre los elementos o variables son de dos naturalezas: relaciones simples
y relaciones globales. También puede decirse, como hace David Harvey (1969, pág.
455) que estas son: seriales, paralelas y en feedback. Las relaciones seriales son sobre
todo relaciones de causa-efecto, en la medida que un elemento es causa de una
modificación en el otro y así sucesivamente, hasta que el primero sea también afectado.
Lo que se origina es una verdadera serie de acciones. Existe también el caso de acciones
resultantes de la acción de un elemento, por ejemplo: aq afecta una relación
preexistenteai-aj. En ese caso se habla de relación paralela. Existe asimismo otro tipo de
relaciones, estudiadas más recientemente por la cibernética, por ejemplo, la relación ai-
ai, en la cual el movimiento y las modificaciones de cada elemento (o de cada variable o
sistema) se dan a partir de su propia estructura interna.
En los dos primeros casos, las acciones son externas, y en el tercero los cambios se
producen por la simple existencia de la variable: existir es cambiar. En el primero de los
casos citados, siguiendo a Harvey, se trata de una relación simple, es decir, una relación
de causa efecto, mientras que las relaciones paralelas y de feedback serían relaciones
globales.
La verdad es que sea cual sea la forma de la acción entre las variables, o dentro de ellas,
no puede perderse de vista el conjunto, el contexto. Las acciones entre las diversas
Página 36 Dr. Jorge Pickenhayn. Curso de Geografía
variables están subordinadas al todo y a sus movimientos. Si una variable actúa sobre
otra, sobre un conjunto de éstas, o sufre una evolución interna, origina al menos dos
resultados prácticos, que son igualmente elementos constitutivos del método.
Elementos y estructuras
Hasta aquí hemos propuesto una definición del espacio corno sistema. Aún así, ese
modelo de espacio como sistema viene siendo duramente criticado por el hecho de que
la definición tradicional de sistema resulta inadecuada. En realidad, si los elementos del
espacio son sistemas (del mismo modo que el espacio), son también verdaderas
estructuras. En este caso, el espacio es un sistema complejo, un sistema de estructuras,
sometido, en su evolución, a la evolución de sus propias estructuras.
Tal vez no sea superfluo insistir en el hecho de que cada estructura evoluciona cuando el
espacio total evoluciona, y que la evolución de cada estructura en particular afecta a la
totalidad. Una estructura, siguiendo a François Perroux (1969, pág. 371), se define por
una «red de relaciones, una serie de proporciones entre flujos y stocks de unidades
elementales y de combinaciones objetivamente significativas de esas unidades». Esto
pone en evidencia la noción de desigualdad de volúmenes o de desigualdad de fuerza
funcional de cada elemento. En otras palabras, una diferencia en la capacidad de crear
stocks y de crear flujos. Tales desigualdades en el interior de la estructura, incluso sin
suponer obligatoriamente las nociones de jerarquía y de dominación, crean condiciones
dialécticas con un principio de cambio.
espaciales, del mismo modo que la evolución «normal» de las propias estructuras, es
decir, su evolución interna, conduce igualmente a evolución. En un caso y en otro, el
movimiento de cambio se debe a modificaciones en los modos de producción concretos.
La realidad social, lo mismo que el espacio, resulta de la interacción entre todas esas
estructuras. Puede decirse también que las estructuras de elementos homólogos
mantienen entre ellas lazos jerárquicos, mientras que las estructuras de elementos
heterogéneos mantienen lazos relacionales. La totalidad social está formada por la unión
de esos datos contradictorios, del mismo modo que lo está el espacio total.
Las estructuras y los sistemas espaciales, al igual que todas las demás estructuras y
sistemas, evolucionan siguiendo tres principios: 1) el principio de acción externa,
responsable de la evolución exógena del sistema; 2) el intercambio entre subsistemas (o
subestructuras), que permite hablar de una evolución interna del todo, una evolución
endógena; y 3) una evolución particular en cada parte o elemento del sistema tomado
aisladamente, evolución que es igualmente interna y endógena. Existiría así, un tipo de
evolución por acción externa y otros dos por acción interna al sistema, debiéndose el
último de ellos al movimiento íntimo, propio de cada parte del sistema.
El mismo impulso externo tiene una repercusión diferente según el sistema en que
encaje. Por ejemplo, una cierta cantidad de crédito atribuido a una actividad económica
en todo un país no tendrá las mismas repercusiones en todos los lugares; el aumento o
disminución del precio unitario de un bien tampoco repercute del mismo modo en todas
partes. Lo mismo puede decirse de la apertura de una carretera o de su mejora. Las
diferencias en el resultado aqui sugeridas vienen dadas por las condiciones locales
propias, que actúan como un modificador del impacto externo.
En este sentido podemos repetir la opinión de Godelier (1966), para quien «todo sistema
y toda estructura deben ser descritos como realidades "mixtas" y contradictorias de
objetos y de relaciones que no pueden existir separadamente, esto es, de modo que su
contradicción no excluye su unidad». Esta forma de ver el sistema o la estructura
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espacial, a partir de la cual los elementos son considerados como estructuras, lleva
también a admitir que cada lugar no es más que una fracción del espacio total.
Vimos, algunas líneas atrás, que el vector externo sólo adquiere un valor específico
como consecuencia de las condiciones de su impacto, pero también sabemos que el
llamado movimiento interno de las estructuras o las relaciones entre ellas no son
independientes de leyes más generales. Por esa razón cada lugar constituye en realidad
una fracción del espacio total, pues sólo ese espacio total es el objeto de la totalidad de
las relaciones ejercidas dentro de una sociedad en un momento dado. Cada lugar es
objeto de sólo algunas de esas relaciones «actuales» de una sociedad dada y, a través de
sus movimientos propios, solamente participa de una parte del movimiento social total.
El movimiento que estamos intentando explicitar nos lleva a admitir que el espacio
total, que escapa a nuestra comprensión empírica y llega a nuestro entendimiento sobre
todo como concepto, es lo que constituye lo real; en tanto que las partes del espacio,
que nos parecen tanto más concretas cuanto menores son, constituyen lo abstracto, en la
medida en que su valor sistémico no está en la cosa tal como la vemos, sino en su valor
relativo dentro de un sistema más amplio.
Cuando nos referimos, por ejemplo, a aquella casa o a aquel edificio, a aquella
manzana, a aquel barrio, son todos datos concretos -concretos por su existencia-, pero,
en realidad, todos son abstractos, si no buscamos comprender su valor actual en función
de las condiciones actuales de la sociedad. Casa, edificio, manzana, barrio, están
siempre cambiando de valor relativo dentro del área donde se sitúan, cambio que no es
homogéneo para todos y cuya explicación se encuentra fuera de cada uno de esos
objetos y sólo puede ser encontrada en la totalidad de las relaciones que configuran un
área mucho más vasta. Lo mismo acontece con los hombres, las empresas o las
instituciones.
La noción de estructura aplicada al estudio del espacio tiene esta otra ventaja. A través
de la noción de sistema analizamos los elementos, sus predicados y las relaciones entre
tales elementos y tales predicados. Cuando la preocupación tiene que ver con las
estructuras, sabemos que esa noción de predicado está unida a cada elemento (aquí
subestructura), como sabíamos antes que su verdadera definición depende siempre de
una estructura más amplia, en la cual se inserta.
Sólo a partir de esa premisa las tareas individuales pueden ser entendidas. Si se
escogiese el camino contrario, la síntesis no se haría jamás, fuera cual fuera el tiempo
dedicado a la investigación de los datos y al reconocimiento de los hechos. Tal
compenetración debe partir, también, de la idea de que el objeto de análisis es el .cur
presente, siendo todo análisis histórico, simplemente, el soporte indispensable para la
comprensión de su génesis. En este caso, es importante considerar que no se trata de
efectuar una prospección arqueológica que sea una finalidad en sí misma. Se trata de un
medio. Esto no nos dispensa de buscar una comprensión global y en profundidad; pero
el tema de referencia no es una excursión al pasado como dato autónomo en la
investigación, sino como recurso para definir el presente en vías de realizarse (el
presente ya completado pertenece al dominio del pasado), permitiendo penetrar el
proceso y, mediante él, la aprensión de las tendencias que pueden permitir vislumbrar el
futuro y sus líneas de fuerza.
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Tuan, Yi Fu
Mundos personales: diferencias y preferencias individuales.
“Como especie, los seres humanos son extremadamente polimórficos. Entre los
individuos, las variaciones físicas externas
son notables, pero resultan menores cuando Tuan, Yi Fu (1980) “Topofilia”, São
se las compara con las diferencias internas. Paulo, Difusão Editorial, 52-53,
Lejos de ser “hermanos de piel” resultamos 1980.
–en ciertas facetas orgánicas– casi especies
diferentes. Podemos decir entonces, que los contrastes significativos se producen en el
plano individual; las diferencias debidas a la raza son comparativamente insignificantes.
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Instituto de Formación docente Continua San Luis Página 41
Capel, Horacio
“Historia de la ciencia e historia de las disciplinas
científicas”
Las historias de la geografía.
Si todo esto es cierto, también lo es. sin embargo. que desde el siglo XVI. con los
grandes descubrimientos, se asiste a una progresiva toma de conciencia de las
insuficiencias y de los limites de las obras de geografía clásicas, que van siendo
completadas y superadas por las nuevas observaciones que se realizan en toda la
superficie del planeta. Hay así, paralelamente, un creciente proceso de obsolescencia de
los textos antiguos, que pasan a ser invocados paulatinamente como modelos clásicos a
imitar -por la diversidad de los datos integrados y la forma de sistematizarlos- o. más
aún, como prestigiosos precedentes que valoran y dan crédito a la ciencia.
incluso personajes como Moisés y Homero, dando así a esta ciencia los más honorables
progenitores.
Podría defenderse, por tanto, que en cierta manera la historia de la geografía apareció
con funciones de dignificación y legitimación. Una actitud que, si nos remontamos más
atrás, aparece ya en los mismos geógrafos clásicos. Como se comprueba, por ejemplo en
la Geografía de Estrabón en cuyo libro 1, tras ponderar que es un estudio «propio, no
menos que cualquier otro, de la profesión de filósofo» acepta la tesis de Hiparco de que
su iniciador había sido Homero y se adentra en una historia de la geografía para
demostrar que «ilustres fueron también los que le siguieron», todos ellos filósofos (es
decir científicos), a saber: Anaximandro, Hecateo, Demócrito, Eratóstenes, Hiparco.
Polibio y Posidonio, entre otros numerosos nombres.
En general, hasta el siglo XIX la historia de la geografía se presentó, a la vez, como una
historia de los avances en el conocimiento de la Tierra, es decir como una historia de los
descubrimientos y exploraciones geográficas, y como una historia de los mapas
[Urteaga. Luis. «Descubrimientos, exploraciones e historia de la geografía», Geo-
Crítica, Universidad de Barcelona, núm. 71, septiembre 1987, 37 págs.] . Al igual que
otras historias de la época era, sobre todo, una historia de los progresos, un «cuadro
histórico de los progresos de la geografía» en palabras de Malte-Brun [Malte Brun:
"Geographie universelle", ed. por V. A. Malte Brun Fils (s.a.) vol. 1, pag. 9.], lo que
desde la segunda mitad del setecientos se pudo convertir también, bajo el impacto de la
descripción buffoniana de la Tierra, en unas «épocas de la Geografía».
En una disciplina cuya institucionalización universitaria a fines del XIX se hizo con
dificultades, y que por su carácter de ciencia de encrucijada, entre las ciencias de la
naturaleza y las ciencias humanas, ha tenido no sólo importantes problemas de
fundamentación sino, al mismo tiempo, numerosos críticos y competidores, ha sido
particularmente necesaria la justificación de la disciplina y la afirmación de su dignidad
e independencia entre las ciencias sociales y naturales. Las introducciones de los
manuales universitarios y compendios históricos más o menos extensos han abordado
esta tarea, en la que también se ha incluido con frecuencia un debate sobre las relaciones
con las ciencias «afines» y «auxiliares» de la geografía [Clozier, "Histoire de la
Géographie", Paris, PUF (Col. Que sais-je?) 4a. ed., 1967]. En general se trataba, como
en otras disciplinas, de mostrar el camino que conduce hacia la geografía moderna,
plenamente científica.
Pero, como cabía esperar en una disciplina de vieja raigambre y fuerte desarrollo
institucional y que, a la vez, tiene una larga tradición de estudios históricos, las historias
de la geografía que se han realizado a lo largo de nuestro siglo son mucho más ricas y
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variadas. Si es cierto que una buena parte están escritas desde la preocupación de los
problemas presentes, existe también una importante línea de historias de la geografía en
épocas pasadas, directamente vinculadas a la historia de la ciencia y a la historia de la
cultura. lnvestigaciones concretas y obras generales sobre la geografía del mundo
antiguo [Lelewel, Joachim: "Géographie de Moyen Age" Bruxelles, 1852-57,
Reimpresión Amsterdam meridian Pub. 1966, 3 vols. Warmington. E. H . "Greek
Geography", London and Toronto, Dent and Sons, Thomson, J.O.: "History of Ancient
Geography", New York, Biblo and Tanen, reimpresión 1965, Aujac, G. : "La géographie
dans le monde antique", Paris P, U. F. (Col. «que sais-je? » n° 1598) 1975], de la edad
media [Kimble, G.H.T.: "Geography In the Middle Ages" New York Russell and Russell
reimpresión 1968], de los tiempos modernos [Broc, Numa: "La Géographie de la
Renaissance (1420-1620)" Paris, Biblioteque Nationale, 1980, 258 págs. Dainville, F.
de: "La Géographie des Humanistes", Paris, Beauchesne, 1940. Buettner, Manfred
(Hrsg): "Wandlungen in geographischen Denken von Aristoteles bis Kant", Paderborn-
Múnchen -Wien, Ferdinand Schöningh, 1979. 276 págs. Broc. Numa : "La Géographie
des Philosophes. Géographes et voyageurs franpais au XVIIIé siécle", Paris Ophrys,
1975. Buettner. Manfred (Hrsg): "Carl Ritter. Zur europäisch amerikanischen
Geographie an der Wende vom 18 zum 19 Jahrhundert", Paderborn - München - Wien.
Ferdinand Schóningh, 1980, 256 págs.], de los siglos XIX y XX. [Freeman, T-W-: "{ A
hundred years of Geography", London. Gerald Duckworth, 1961, 336 págs. Stoddart,
David R: "On Geography". Oxford, Basil Blackwell, 1985, 336 págs. Berdoulay,
Vincent. "La formation de l'Ecole Francaise de Géographie (1870-19l4)". Paris.
Bibliothéque Nat>onale 1981, 246 págs. Taylor, Griffith. "Geography In the Twentieth
Century. A Study of Growth. Fields, Techniques. Aims and Trends". New York and
London Philosophical Library and Methuen, Freeman, T.W. "A History of Modern
British Geography", Congman. London and New York, 1980. 258 págs. Steel, Robert
W.: "British Geography, 1815-1945", Cambridge University Press. 1987, 189 págs.
Brown. E.H. (Ed.): "Geography, yesterday and tomorrow", Edited by... for the Royal
Geographical Society. Oxford University Press, 1980, 302 págs. Trad. cast. "Geografía,
pasado y futuro", México, FCE, 1985. 424 págs. Meynier. André: "Histoire de la pensée
géographique en France (1872-1969)", Paris. PUF, 1969, 224 págs Claval, Paul: "Essai
sur l'évolution de la Géographie humaine", 1964. Trad. cast. "Evolución de la geografía
humana". Barcelona, Oikos Tau, 1974. 240 págs]
El interés por la biografía y por las contribuciones personales de los geógrafos más
destacados [Dickinson, R.E.: "The Makers of Modern Geography", London, Routledge
and Kegan Paul, 1968. 305 págs.] ha dado paso, más recientemente, a un ambicioso
intento de realizar un completo inventario biográfico de todos los geógrafos que han
realizado alguna aportación a esta ciencia [Freeman, T.W. y Pinchemel. Philippe:
"Geographers",Biobiblographical Studies, Mansell, London, desde 1977, 11 vols.
publicados] y a una preocupación por recoger los testimonios de los autores vivos sobre
su formación y sus métodos de trabajo [Buttimer. Anne. "The Practice of Geooraphy",
Longman, London-New York, 1983. 298 págs.].
Glacken, Clarence: "Traces on the Rhodian Shore. Nature and culture in Western
thought from Ancient Times to the End of Eighteenth Century", Berkeley and Los
Angeles, University of California Press, 1967, 763 págs. Broc, Numa: "Les montagnes
vues par les géographes et les naturafistes en langue française au XVIIIé siécle, Paris,
Bibliothéque Nationale, 1969, Dickinson, R E.: "Regional concept, The anglo-american
Leaders", Routledge and Kegan Paul, 1976, 408 págs. Stoddart, D.R. (Ed.):
"Geography, ideology and social concern", Oxford, Basil Balckwell, 1981, 250 págs.].
Los cambios que a partir de 1950 se produjeron en la geografía supusieron una quiebra
de la unidad que había conseguido la disciplina desde principios de siglo, basada en la
aceptación por el conjunto de la comunidad científica del paradigma regional y de los
enfoques historicistas. Dichos cambios dieron lugar a nuevas generaciones de obras
históricas, algunas de las cuales han tratado de narrar las vicisitudes y los protagonistas
de las transformaciones que se han ido experimentando [Johnston, R.J.: "Geography and
Geographers", Anglo-American Human Geography since 1945, Londres. Arnold,
1979.]. Todo ello ha significado, en primer lugar, una mayor atención al presente; luego,
una búsqueda de precedentes adecuados a cada cambio revolucionario; y, finalmente,
una mayor atención hacia las relaciones de la geografía con la evolución general de las
ciencias sociales y naturales, así como con la evolución general de las ideas y de los
marcos filosóficos [Harvey, Milton E, y Holly. Brian P., "Themes In Geographical
Thought". Landen, Crom Helm, 1981. 222 págs. Holt-Jensen, "Arid: Geography, its
history and concepts", London. Harper and Row, 1980]. También ha reforzado la
tendencia a una cronología corta de la historia de la disciplina, limitada a la geografía
contemporánea, es decir al desarrollo posterior a las aportaciones de Humboldt y Ritter,
considerados litúrgicamente por unos y otros como los padres de la geografía actual.
Los intentos que recientemente se han realizado para presentar de forma global el
desarrollo histórico de la disciplina desde la antigüedad reflejan fielmente, como
siempre ocurre, la posición de los autores ante los cambios que se han ido produciendo.
A titulo de ejemplo basta con citar el caso de la obra de Prestor, James, publicada en
1972. La diferentes cronología de los cambios en los distintos países se hace evidente si
comparamos la obra de este autor norteamericano con la del alemán Hanno Beck
publicada al año siguiente [Beck, op, cit.]. Si en esta última la revolución cuantitativa
está totalmente ausente, en la de James, autor cuatro lustros mayor que el alemán, se
refleja claramente tanto su aceptación del paradigma regional como su sensibilidad a los
cambios que se habían producido en la disciplina dentro del ámbito anglo-americano
[James, Preston: "All possible Worlds. A History of Geographical Ideas", New
York,Odyssey Press, 1972]. La insistencia de James en que la geografía trata de las
diferencias en la superficie de la Tierra (la geodiversidad) e investiga «qué cosas se
combinan en diferentes lugares para producir el complejo de características del paisaje
del mundo», muestran que James se sitúa en la línea de Hartshorne, es decir en la
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concepción de la geografía regional y del paisaje. Pero al mismo tiempo las alusiones a
las imágenes mentales, a la importancia de la localización relativa, y la afirmación de
que «los científicos han formulado muchas clases diferentes de explicaciones para hacer
plausibles o aceptables las imágenes mentales, y sus explicaciones, a su vez, determinan
los rasgos que eligen para observar», todo ello muestra que la obra ha sido escrita tras
los debates realizados en los años 1950 y 1960.
**********
Instituto de Formación docente Continua San Luis Página 47
Es obvio que quienes nos consideramos geógrafos no nos entendemos muy bien entre
nosotros hoy en día. Más que una base intelectual común, no vincula un sentimiento
fraternal de mutua pertenencia en torno al cual nos reunimos en cómoda libertad.
Difícilmente podemos decir que nos proporcionamos unos a otros nuestro principal
estímulo intelectual, o que esperamos con impaciencia los resultados de la investigación
de nuestros colegas como algo necesario para nuestra propia labor. Tenemos opiniones
muy diversas acerca de los campos de que nos ocupamos. Mientras permanezcamos en
tal condición de incertidumbre sobre nuestros principales objetivos y problemas, será
necesario hacer cada cierto tiempo el intento de orientarnos a nosotros mismo a lo largo
de un camino común.
Esto no será otro intento de referencia a la geografía en su conjunto, sino una protesta
contra el desdén de que es objeto la geografía histórica. Durante casi cuarenta años de
existencia de esta Asociación, tan solo dos discursos presidenciales se han ocupado de la
geografía histórica: uno de Ellen Semple, y otro de Almon Perkins.
proceso de forjar una civilización basada en una gran abundancia de recursos naturales.
Quizás en ninguna otra parte, ni en ningún otro tiempo, ha tomado forma una gran
civilización con tanta rapidez, y de manera tan sencilla y directa, a partir de la fertilidad
de la tierra y de las riquezas del subsuelo. Según parece, aquí, como en ningún otro
lugar, la lógica formal de costos y beneficios dominó un mundo económico en
expansión racionalizada y sostenida. El crecimiento de la geografía norteamericana
ocurrió en importante medida en una época en que parecía razonable llegar a la
conclusión de que en toda situación de ambiente natural existía expresión de uso, ajuste
o respuesta superior a cualquier otra. ¿No fue acaso el Cinturón Cerealero la expresión
lógica del suelo y el clima de las llanuras? ¿No muestra acaso Chicago, su capital, en el
carácter y la energía de su crecimiento el destino manifiesto inherente a su posición en
el extremo Sur del lago Michigan, hacia el límite Este de las llanuras? El verde mar de
cereales que desplazó a las hierbas nativas de las llanuras, ¿no representa acaso el
aprovechamiento ideal del mejor uso económico de un lugar, al igual que la distorsión
de las líneas de comunicación, para llevarlas a converger en el centro dinámico de
Chicago? Aquí, el crecimiento de centros de industria pesada en los puntos de más
económica convergencia de materias primas fue una demostración cuasi matemática de
la función de toneladas / millas, expresada de modo convencional en términos de
estructuras de tarifas de carga.
De este modo, en el sencillo dinamismo del Medio Oeste a principios del siglo
XX, el complejo cálculo de crecimiento o pérdida históricos no parecía ser realmente
importante o verdadero. Ante un ajuste tan “racional” entre actividades y recursos, ¿era
en verdad una actitud realista la de decir que cualquier sistema económico no era más
que el conjunto en equilibrio temporal de opciones y costumbres correspondientes a un
grupo particular? Parece que, en este breve momento de plácida plenitud, debe haber
una estricta lógica de relación entre lugar y satisfacción, algo que se aproxime a la
validez de un orden natural. ¿Recuerdan ustedes: los estudios que vinculan el uso de la
tierra con sumas numéricas que expresaban el ambiente natural, que relacionaban la
intensidad de la producción con la distancia al mercado, que planificaban el “mejor” uso
futuro de la tierra y la distribución más “deseable” de la población? Actores en las
escenas finales de una obra que había comenzado a principios del siglo XIX, no estaban
realmente conscientes de que formaban parte de un gran drama histórico. Llegaron a
pensar que la geografía humana y la historia eran en realidad campos muy diferentes, y
no abordajes distintos de un mismo problema: el del crecimiento y el cambio cultural.
Para los que no siguieron esta tendencia, los últimos veinte años de la geografía
norteamericana no han sido muy alentadores. Quienes concentraron su labor en los
campos de la geografía física a menudo se sintieron apenas tolerados. Ha sido
especialmente deprimente la tendencia a subordinar la admisibilidad de un trabajo a su
capacidad para satisfacer o no una definición estrecha de la geografía, antes que a la
calidad, la originalidad o el significado de la investigación realizada. Cuando un tema es
definido por el deslinde de sus límites y no por el interés que genera, resulta muy
probable que se encamine a la extinción. Este camino conduce a la muerte del
aprendizaje. Tan persistente ha sido la enfermedad de la geografía académica
norteamericana, que la pedantería – que es la lógica combinada con la falta de
curiosidad – ha intentado expulsar de su campo a los trabajadores que no se han
ajustado a las definiciones prevalentes. Las materias de que se ocupa serán
determinadas para el descubrimiento y la organización. Solo si llegamos al día en que
podamos reunirnos hasta el anochecer comparando nuestros hallazgos y discutiendo
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todas sus implicaciones, nos habremos recuperado del pernicioso estado de anemia del
“pero, ¿acaso – esto – es – geografía?”.
1. Una de esas puertas, que no es abierta por completo con suficiente frecuencia, es la
que conduce a la historia de la geografía. Disponemos de un patrimonio abundante y de
gran calidad. Esto no se reduce simplemente al estudio de las formas que ha adoptado
este campo en diversos períodos de su historia, aunque sea de por sí estimulante. Nadie
lamentará, probablemente, llegar a familiarizarse con el pensamiento griego en
geografía, como un respaldo a su propio pensamiento. De especial valor para el
desarrollo del estudiante, sin embargo, es el estudio directo de las grandes figuras
geniales de nuestro pasado. Es difícil que un estudiante se sumerja por un tiempo en la
tarea de seguir la historia intelectual de un Ritter o un Humboldt sin ver amplios
horizontes abrirse ante sí. Para esto, sin embargo, es necesario aprender a conocer a
estos hombres en toda la amplia gama de su labor, y no a través de la crítica de algún
otro. Un buen conocimiento del trabajo de una o más de nuestras principales figuras es
la más importante inducción a la geografía que puedo sugerir.
La lista de estas figuras variará según la opinión de cada quien. Desearía, sin
embargo, proponer un lugar en esta galería de clásicos para Eduard Hahn, y para Ratzel.
Ratzel es más conocido para nosotros – y eso, sobre todo por opiniones de segunda
mano – por el primer volumen de su Anthropogeographie. Hay muchísimo más en el
Ratzel desconocido que en el publicitado.
Hahn es nuestro clásico olvidado. Para el punto de vista que deseo desarrollar
más adelante, él es quizás la persona más importante en nuestra historia. En este punto,
me limitaré a expresar la opinión de que Hahn hizo de la geografía económica una
ciencia histórica, que él abrió un panorama inimaginado del origen y la dispersión de
culturas, y que él penetró más lejos y primero que nadie en el concepto de región
económica. De Inglaterra, quisiera nominar a Vaughan Cornish para una indagación
biográfica exhaustiva, y de este país a George Perkins Marsh. La media docena de
nombres ofrecidos bastará para proporcionar una educación geográfica realmente
liberal, siempre que cada uno sea entendido en su totalidad, y no recortado
eclécticamente a partir de posturas pre establecidas sobre lo que es la geografía.
3. Por último, quien se dedica a la geografía humana debería estar bien fundamentado
en la disciplina hermana de la antropología. Ratzel elaboró el estudio de difusiones
culturales que se ha convertido en básico para la antropología, como medio de
indagación y como teoría. Esto es esencialmente un método geográfico. Su influencia en
la antropología cultural puede ser rastreada como un tema dominante durante el último
medio siglo, incluyendo la preocupación actual relacionada con los conceptos de
kulturkreis y de “área cultural”. Parte de la fortaleza de la geografía sueca proviene de
su vinculación formal con la antropología, a través de una asociación nacional conjunta.
En Inglaterra, la influencia de Fleure y de Sir Ciril Fox es la de un vínculo entre ambas
disciplinas, como lo evidencia vigorosamente la activa generación de geógrafos jóvenes
en ese país.
Sabemos que el hábitat debe ser referido al hábito; que el hábito es el aprendizaje
activado común a un grupo, y que puede estar sujeto a cambio incesante. La labor entera
de la geografía humana, por tanto, consiste nada menos que en el estudio comparativo
de culturas localizadas en áreas, llamemos o no “paisaje cultural” al contenido
descriptivo de las mismas. Sin embargo, la cultura es la actividad aprendida y
convencionalizada del grupo que ocupa un área. Un rasgo o complejo cultural se origina
en u momento determinado en una localidad particular. Gana aceptación – esto es, es
aprendido por un grupo – y es comunicado o se difunde hasta que encuentra resistencia
suficiente, sea por condiciones físicas incompatibles, por parte de rasgos alternativos, o
por disparidades de nivel cultural. Estos son procesos que implican tiempo, y no sólo
tiempo cronológico, sino y sobre todo aquellos momentos de la historia de la cultura en
que el grupo cuenta con la energía para la invención, o con la receptividad para adquirir
innovaciones.
El área cultural, en tanto que comunidad con una forma de vida, es por tanto un
crecimiento que ocurre en un “suelo” u hogar particular, una expresión histórica y
geográfica. Su modo de vida, economía o Wirtschaft es su manera de maximizar las
satisfacciones que busca, y de minimizar los esfuerzos que invierte en ello. Esto es,
quizás, lo que significa la adaptación ambiental. En términos de su conocimiento en el
tiempo, el grupo hace un uso apropiado o pleno de su lugar. Sin embargo, estas
necesidades y esfuerzos no deben ser pensados en términos puramente monetarios o de
energía, como es el caso de las unidades de labor ejecutadas. Me atrevería a decir que
cada grupo de hombres ha construido su habitación en el punto que para ellos ha sido
más adecuado. Sin embargo, para nosotros (esto es, para nuestra cultura) muchos de
esos sitios parecen haber sido seleccionados de manera aberrante. Por tanto, como una
precaución preliminar, cada cultura o hábito debe ser valorada en términos de su propio
aprendizaje, y el propio hábitat debe ser visto en términos del grupo que lo ocupa.
Ambos requisitos implican una severa demanda sobre nuestra capacidad de
interpretación.
del pasado. Podría decirse que necesita la capacidad de ver la tierra con los ojos de sus
antiguos ocupantes, desde el punto de vista de sus capacidades y sus necesidades.
Evaluar el lugar y la situación, no desde el punto de vista de un norteamericano educado
de hoy, sino ubicándose en la posición del grupo cultural y de la época que se estudia es
probablemente la tarea más difícil de toda la geografía humana. Y al propio tiempo, sin
embargo, saber que se ha tenido éxito al penetrar una cultura distante en el tiempo o de
contenido ajeno al de la nuestra, constituye una experiencia gratificante.
Resulta evidente que tal trabajo no puede ser llevado a cabo mediante estudios
de caso de gran diversidad, sino que exige probablemente dedicar toda una vida al
aprendizaje acerca de un contexto relevante de naturaleza y cultura. Se podría extender
lo aprendido más allá de los límites de un área cultural y explorar los contrastes con lo
que exista al otro lado de esos límites. O se podrían llevar a cabo excursiones a área
caracterizadas por importantes cualidades emparentadas entre sí. Sin embargo, siempre
debe existir la base del área para la cual el observador busca convertirse en un experto.
El geógrafo humano no puede ser un turista mundial, moviéndose de un pueblo a otro y
de una tierra a otra tierra, y conociendo apenas de manera casual y dudosa cosas
relacionadas con cualquiera de ellas. Dudo que un geógrafo humano llegue jamás a ser
una autoridad continental. ¿No deberíamos deshacernos del hábito de escribir libros de
texto regionales, acerca de áreas que no conocemos, con materiales que copiamos de
fuentes secundarias que no estamos en capacidad de evaluar? ¿Acaso un millar de los
llamados estudios de tipos, que individualmente son registros cuasi – fotográficos de
puntos específicos de la tierra pueden agregar algo realmente significativo?
Reconocemos entre nosotros a expertos en geografía física, pero ¿tenemos algo
equivalente en geografía humana? Y si no lo tenemos, ¿no consiste la dificultad en que
nos hemos venido ocupando de formas no genéticas de presentación antes que una
observación intensiva y analítica? Tenemos una legión completa de colegas con
doctorado, debidamente entrenados en geografía humana, dictando centenares de cursos
a miles de estudiantes, ¡pero qué poco aportan a la sustancia de la ciencia que
representan!
habido tanta discusión inconclusa sobre el término “región” o “área”, que según parece
ninguna definición resulta adecuada.
Por lo general, se ha intentado proceder a partir del “área natural”. Sin embargo,
resulta difícil saber qué constituye un área natural, a menos que se trate de una isla, pues
los climas, las formas del terreno y las provincias del suelo suelen divergir
ampliamente. De aquí la preferencia por el estudio de islas y de áreas que simulan
condiciones insulares debido a la especial claridad de sus límites. Y aunque podemos
acordar qué es una región natural, aún enfrentamos el hecho de que probablemente las
unidades culturales se ubiquen a horcajadas sobre las zonas limítrofes de contraste
físico. Las zonas limítrofes, más que las zonas centrales de las regiones físicas, tienden
a ser el centro de áreas culturales.
Las áreas económicas rara vez tienen límites fijos o bien definidos. A lo largo de
la historia, pueden experimentar cambios en su centro, su periferia, y su estructura.
Tienen la cualidad de ganar o perder territorio, y a menudo la de la movilidad de sus
centros de dominación. Constituyen campos de energía, dentro de los cuales los
cambios de dinamismo pueden revelar giros de dirección característicos. También es
posible imaginar un área cultural que cuya ubicación original se desplace por completo
a lo largo del tiempo, y aun así mantenga su unidad orgánica.
los lugares de origen de los sistemas agrícolas. Enseguida, nos interesa la energía que
una cultura naciente expresa en lo que hace a las formas y a la rapidez con que ocupa el
terreno, incluyendo el carácter de las fronteras en expansión. Después, nos interesa la
manera en que un área cultural se estabiliza con respecto a otra. Por último, están los
problemas relativos a la dominación o el colapso de culturas sucesivas. Los homólogos
de todos estos problemas son bien conocidos en lo que hace a la ecología de las plantas,
a partir del estudio de las comunidades vegetales.
Podemos expresar ahora un desacuerdo con la visión que considera que la geografía
debe ocuparse exclusiva o primordialmente de las economías culturales del presente.
Uno de los problemas fundamentales de todo estudio social consiste en dar cuenta del
surgimiento y la pérdida de instituciones y civilizaciones. El nacimiento o la caída de un
gran estado o cultura siempre demandará la atención de quienes se ocupan del estudio
de la civilización. No es uno meno geógrafo si se ocupa en conocer el surgimiento y
decadencia de una cultura que yace en el pasado, en el amanecer de la historia, que si se
ocupa del crecimiento industrial de Chicago. Debe haber tanto por aprender de
geografía humana en la arqueología como en los campos de caña de azúcar del delta del
Mississipi. Cualquier tópico de las ciencias sociales es importante, no a causa de su
lugar en el tiempo, sino por la luz que arroja sobre la naturaleza de los orígenes y los
cambios en la cultura. Esta afirmación es básica para nuestra actual posición. Si es
correcta, todo tiempo humano está involucrado en el campo, y cualquier predilección
por considerar al presente como intrínsecamente más importante pierde de vista el
objetivo, ya expresado, de la geografía humana como una ciencia genética.
La geografía inglesa contemporánea tiene una gran deuda con Fleure, quien se ha
ocupado sobre todo de los corredores más lejanos del tiempo. En este campo, donde
difícilmente existe un problema de continuidad con el área cultural contemporánea,
predomina el problema general de la especialización y la viabilidad de la cultura. Para
algunos de nosotros al menos, la geografía del Hombre Tejedor de Cestas o de la Gente
de Bell – Beaker resulta tan reveladora y absorbente como cualquier otro tema en el
mundo actual. Quienes somos geógrafos históricos por entero, nos ocupamos de los
orígenes y los cambios humanos a lo largo de todo el tiempo humano. Que nadie piense,
por tanto, que nos apartamos del problema principal si de algún modo trabajamos en los
rincones más alejados en el tiempo, la infancia de nuestra raza. Pensamos, más bien, que
el geógrafo humano que trabaja en el breve tiempo de la escena contemporánea está
atrapado por una peculiar obsesión.
Hay una vergonzosa abundancia de tales riquezas en los viejos archivos españoles de la
Nueva España, desde registros parroquiales hasta informes sumariales que fueron
enviados al Rey en España. Hay diarios e informes de exploraciones tempranas, las
visitas realizadas por funcionarios de inspección que informaban en detalle sobre las
condiciones del país; cartas de misioneros; las llamadas relaciones geográficas
ordenadas para toda la América española en diversos momentos de los siglos XVI y
XVIII; registros de pago de impuestos y tributos; datos sobre minas, salinas y caminos.
Quizás ninguna otra parte del Nuevo Mundo disponga de una documentación tan
elaborada sobre asentamientos, producción y la vida económica de todos los lugares
como ocurre en el caso de las colonias españolas. Aun así, se trata de un área
excepcional para la que las fuentes documentales no ofrecerán una gran parte de los
datos necesarios para reconstruir los patrones geográficos de vida a través de etapas
sucesivas de su historia. La familiaridad con tales registros, sin embargo, exige mucho
tiempo y búsqueda.
Que nadie entienda que la geografía histórica puede contentarse con lo que se encuentra
en archivos y bibliotecas. Ella exige, además, un intenso trabajo de campo. Uno de los
primeros pasos consiste en la capacidad para leer los documentos en el terreno. Lleven
al campo, por ejemplo, el recuento de un área escrito largo tiempo atrás, y comparen los
lugares y actividades del pasado con los del presente, viendo dónde se encontraban las
habitaciones y por dónde corrían las líneas de comunicación; dónde estaban los bosques
y los campos, para obtener gradualmente una imagen del paisaje cultural del pasado
oculto tras el paisaje del presente. De este modo, uno toma conciencia de la naturaleza y
la dirección de los cambios que han tenido lugar. Las preguntas relativas al valor de los
sitios locales empiezan a tomar forma.
Llevar documentos fríos al terreno y volver a localizar lugares olvidados, para ver
dónde la vida silvestre ha vuelto a tomar posesión de escenarios de vida activa, para
notar qué migraciones internas de los habitantes y sus bases productivas han ocurrido,
constituye verdadero descubrimiento. Llega un momento en dicho estudio en el que la
escena empieza a tomar forma, y uno accede a ese elevado momento cuando el pasado
está claro, y sus contrastes con el presente son comprendidos. Esto, afirmo, es geografía
humana genética.
Esto puede significar trabajo físico duro y con frecuencia difícil, porque hay senderos
que deben ser recorridos si se desea obtener las respuestas. Uno debe recorrer el terreno
en el que ocurrieron actividades en otro tiempo, sin importar sus condiciones o su
Instituto de Formación docente Continua San Luis Página 59
Esta clase de búsqueda exige que el trabajador de campo vaya a donde la evidencia lo
exija. De aquí la importancia de aquellos breves y preciosos años juveniles, cuando el
estudioso es físicamente capaz de seguir sus pistas en el área escogida. Serán muy pocos
los períodos de trabajo de campo de que disponga. En el mejor de los casos, cuando
lleguen a él los días de insuficiente fortaleza física, deseará haber estado en el campo
durante períodos más largos y con mayor frecuencia, para asegurar las observaciones
que requiere.
Los primeros objetivos del trabajo histórico de campo consisten en evaluar el hábitat en
su relación con los hábitos anteriores, y en re – localizar el patrón anterior de actividad
según se indica en el registro documental. A esto se agregan tareas más específicas de
observación de campo. De estas, la más importante puede ser descrita como la
localización de las reliquias y fósiles culturales.
Las reliquias culturales son instituciones sobrevivientes, ahora obsoletas, que registran
condiciones dominantes en otros tiempos. Ejemplos familiares incluyen:
1) tipos de estructura;
2) planos de las aldeas y,
3) patrones de campos sobrevivientes de tiempos anteriores. Todo estudioso de la
geografía de Europa sabe cómo el tipo de casa, el plano del asentamiento, los
sistemas de campo han proporcionado conocimiento acerca de la fusión de
diferentes tipos de formas de asentamiento, a menudo donde el registro escrito es
silencioso. Scofield, Kniffen y Schott han mostrado muy bien cómo tales datos
pueden ser utilizados en esta parte del mundo.
4) Algunos de nosotros hemos estado involucrados en el trazado de las distribuciones
de variedades de plantas cultivables nativas, como indicadores de difusiones
culturales. Un trabajo similar está pendiente con relación a las plantas y animales
domesticados del Viejo Mundo, para trazar rutas de diseminación cultural.
5) Se ha hecho muy poco en el estudio de las formas antiguas de manejo de plantas y
animales domesticados. Carecemos de estudios sobre la agricultura nativa de azada
o milpa, sobre viejos rastros de agricultura marginal que aún sobreviven entre
nosotros, sobre los viejos elementos básicos de nuestro ganado de rancho, sobre las
funciones históricas del granero, sobre los diferentes tipos de agriculturas
inmigradas. Tales tipos, que registran con cuidadoso detalle el calendario anual de
comunidades agrarias de vieja data, serían de gran valor, especialmente si pueden
ser llevados a cabo de una manera que demuestre qué modificaciones han ocurrido a
lo largo del tiempo.
6) Del mismo modo, aún existen formas arcaicas de placeres, fosas, y aun de minería
de vetas, y
7) viejas formas de derribo de árboles y extracción de troncos. Todos los arcaísmos de
este tipo que ayuden a entender procesos previamente operativos para la
localización de asentamientos y el uso de recursos deben ser registrados mientras
aún existen,
8) los viejos molinos movidos por agua o por animales, y
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Se puede considerar como formas fósiles a aquellas que ya no funcionan pero aún
existen, sean en estado obsoleto o en forma de ruinas. El estudio de campo de las ruinas
es importante porque en algunos casos es el único medio para mostrar la localización de
la producción o de un asentamiento fallidos. Están las ruinas mismas, que nos ofrecen
claves acerca de por qué residió allí la gente, desde las hogueras del hombre temprano
hasta las granjas abandonadas. Existen curiosas y persistentes alteraciones del suelo
donde antes hubo un suelo de tierra, o un basurero al que se arrojaban los desechos del
asentamiento, a menudo denunciados por una vegetación característicamente distinta.
Están las plantas fugadas del hogar que pueden propagarse indefinidamente por sí
mismas en los alrededores, los arbustos de lilas del Noreste, la rosa cherokee del
Sureste, las granadas y membrillos de las tierras españolas. Existen las ruinas que deja
el uso del suelo en campos abandonados, que pueden ir desde superficies cultivadas en
la prehistoria hasta el auge de la agricultura de hace dos décadas. La evidencia puede
estar en una peculiar sucesión vegetal, en cambios en el suelo, incluso en antiguos
surcos. En el Viejo Sur, se conoce bien que los linderos exactos de antiguos campos
pueden ser determinados por arboledas de pinos viejos, y que el momento del abandono
corresponde aproximadamente a la edad de los árboles.
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Existen líneas menores de trabajo histórico de campo, los nombres de lugares que
evocan días del pasado, usos folklóricos y giros dialécticos que revelan tradiciones de
tiempos en que la tradición era una parte viviente de la economía, las memorias que
conservan los miembros más viejos del grupo. Los rezagos que uno descubre de este
modo al vivir con un pueblo pueden ser considerables, y ocasionalmente aparece una
pista reveladora. Podría mencionar la iluminación que Eduard Hahn obtuvo al prestar
atención a actitudes inconscientes relacionadas con hábitos de alimentación y bebida en
Europa, en particular manierismos a los que nadie antes había ofrecido consideración.
Hay una necesidad urgente de tales observaciones de campo. Año tras año, las manos
abarcadoras del comercio y la industria modernos barren con más y más de todo lo que
es viejo. Las tradiciones mueren con los ancianos; los documentos son destruidos; el
clima, las tormentas y las inundaciones borran los remanentes físicos; la ciencia y la
estandarización del mercado destruyen los viejos cultivos. Ahora estamos en el mejor
momento posible, tanto en lo que hace a los estudiantes como a los registros, antes de
que los años invaliden a ambos.
Así, una geografía regional comparativa científica podría desarrollarse entre nosotros, y
poner fin a las siguientes falacias:
1. Ciertos procesos de la geografía física, que implican cambio secular, podrían afectar
al hombre:
a) el más importante es el problema del cambio o los ciclos del clima. Las otras
ciencias humanas esperan que nosotros proporcionemos respuestas a los hechos, la
naturaleza y la dirección de los cambios del clima en el tiempo humano. El geógrafo
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b) Los geógrafos han ofrecido una atención extrañamente limitada al hombre como
agente geomorfológico. Erosión del suelo es el nombre popular de los procesos de
remoción de la superficie que el hombre ha desatado o acelerado. La incidencia de la
erosión del suelo podría ser una fuerza importante en geografía histórica. ¿Debilitó a las
civilizaciones mediterráneas la erosión del suelo? ¿Se puede considerar a los primeros
habitantes europeos de Virginia grandes colonizadores porque eran grandes
despilfarradores del suelo? El trabajo de campo geográfico debería incorporar la
búsqueda detallada de los perfiles originales del suelo, y registrar la característica
disminución o truncación de esos perfiles en campos y pastizales. Sólo así podría
garantizarse la comprensión de la antigüedad, la naturaleza y la extensión del
despilfarro de superficies productivas y, con ello, la de la cambiante fortuna de las
regiones de agricultura humana que conocemos. El extraño punto ciego de la geografía
norteamericana a este respecto, uno de sus más importantes problemas, podría ilustrar el
resultado de eludir un enfoque histórico.
inducidas por el hombre, o han encontrado en estas últimas algún motivo de interés en
lo que hace a su incidencia en la historia de la vida? Ciertamente, nada podría ser más
geográfico que los estudios críticos del despilfarro de la superficie y el suelo como
expresiones de una ocupación abusiva de la tierra. Por un lado están los procesos
patológicos; por el otro, las causas culturales a estudiar. Enseguida vienen los efectos
del continuo despilfarro sobre la sobrevivencia de la población y la economía, con
creciente tendencia a la alteración degenerativa o al reemplazo. Por último, está el
problema de la recuperación o rehabilitación.
El tema fue claramente planteado como un problema formal de la geografía hace tres
cuartos de siglo por Marsh. Desde hace mucho, los geógrafos han ofrecido cursos sobre
Conservación de Recursos Naturales, y considerado los malignos efectos de la erosión
del suelo. Sin embargo, ¿qué han hecho como investigadores en el campo, que con
frecuencia se encuentra junto a la puerta de sus salones de clase? ¿Basta con responder
que los estudiosos del suelo deberían estudiar el despilfarro laminar, los geomorfólogos
las cárcavas, los economistas agrícolas las dificultades de la agricultura, los sociólogos
rurales los problemas de la población, mientras el geógrafo prepara sus clases con lo
que otros investigan?
Estos son algunos de los temas de los bien puede ocuparse el geógrafo histórico. Si lo
hace, probablemente aprenderá algo acerca de la supresión de determinados elementos
de la vegetación debido a su utilidad especial para el hombre, o a su baja capacidad para
reproducirse, o a su sensitividad respecto al equilibrio ecológico. No hay nada
particularmente esotérico en el aprendizaje acerca de los componentes de importancia
de una flora nativa, o incluso en la observación de sus hábitos de reproducción y
crecimiento. Un observador podría ir más lejos que otro en este tema, pero no cabe duda
de lo apropiado del estudio, y el enfoque cultural podría agudizar la observación de la
asociación biótica como elementos temporales. En zonas de tensión climática, en
particular, es posible que la interferencia humana haya operado de manera característica
para dispersar ampliamente antiguos límites de vegetación. Cualquier área con una larga
historia de pastoreo, en especial, debe ser examinada en lo que concierne al
desplazamiento de brotes y pastos palatables por elementos impalatables,
probablemente leñosos o suculentos, amargos. El papel del fuego, especialmente a
manos del hombre primitivo, requiere mucha observación adicional, llevada a cabo a
sabiendas de que una práctica de quemas constantes a lo largo del tiempo puede tener
efectos en la vegetación distintos a los que resultan de una serie corta de quemas.
acerca de esta tesis de Cornish. El frente dinámico de México, por ejemplo, ha sido
la frontera Norte a todo lo largo de su historia. La arqueología, tanto en el Nuevo
como en el Viejo Mundo, revela muchos casos de florecimiento de la cultura en los
márgenes distantes de un complejo cultural.
10. Etapas culturales y sucesión. Turner cometió un desafortunado error cuando aceptó
un antiguo punto de vista deductivo, según el cual el progreso humano avanza a
través de una serie de etapas idénticas, que el pensó que podría reconocer como
etapas generales de la frontera norteamericana. Sabemos que no existe una sucesión
cultural general, sino que cada cultura debe ser rastreada por separado a lo largo de
su historia de adquisiciones y pérdidas. La gran obra de Hahn, en particular, advierte
contra los enfoques deductivos en el abordaje de las etapas culturales: así, por
ejemplo, en su rechazo a la idea de que los pastores nómadas derivan de cazadores
antes que de antecedentes agrícolas más antiguos. Dado que el cambio cultural de
ningún modo sigue un curso general o predecible, es necesario rastrear cada cultura
a lo largo de sus pasos históricos.
No suele apreciarse que el primer patrón, dominante además, del asentamiento español
en el Nuevo Mundo fue la organización formal de todos los españoles en corporaciones
de pueblos, y su permanente adscripción a tal villa o real. A partir de este conocimiento
básico de que el pionero español era miembro de una corporación de pueblo en todo
momento, la naturaleza de la penetración y la organización económica españolas
adquiere una forma muy distinta a la de los asentamientos de otros poderes coloniales
del Nuevo Mundo. En nuestra frontera norteamericana, no existió una uniformidad
equivalente a la de la América española, sino un número considerable de primeras
etapas de Norte a Sur, dependiendo del grupo colonizador, así como no hubo un tipo
único de frontera en el movimiento hacia el Oeste. ¿No sería ya tiempo de que los
geógrafos intenten caracterizar los complejos y sucesiones culturales en el asentamiento
de los Estados Unidos? Esto podría proporcionar sustancia a los encuentros futuros de
nuestra Asociación.
11. La competencia por áreas entre culturas. Ciertas culturas han sido notablemente
agresivas; algunas de ellas pueden ser identificadas en casi cualquier parte del
pasado humano. La competencia por el dominio en el encuentro de zonas culturales,
la manera en que se establece un equilibrio y toma forma un límite, expresan energía
cultural y adaptabilidad. Ratzel tenía en mente este tipo de estudio en su geografía
política, que enfatizaba la lucha histórica por el espacio. Sea por conquista,
absorción, comercio o superior adaptabilidad, todas las culturas han sido marcadas
por sus cualidades para perder o ganar terreno.
Conclusión
como la economía – probablemente pierden de vista esta verdad. En este país, parece
que estamos dispuestos a olvidar esto porque sucede que somos parte de una cultura
enormemente vigorosa y ampliamente difundida, tan confiada en sí misma que se
inclina a mirar otras maneras distintas como si ignorante o estúpidas. El aterrador
impacto del moderno mundo Occidental, sin embargo, no cancela la verdad de que el la
historia del hombre ha sido marcadamente pluralista, y que no existen leyes generales
de la sociedad, sino únicamente acuerdos culturales. No nos ocupamos de la Cultura,
sino de culturas, al menos mientras no nos engañemos a nosotros mismos pensando al
mundo a nuestra propia imagen y semejanza. En esta gran indagación sobre
experiencias, comportamientos e impulsos culturales, el geógrafo debería tener un
importante papel. Él, tan solo, ha estado seriamente interesado en lo que ha sido
llamado el relleno de los espacios de la Tierra con las obras del hombre, o el paisaje
cultural. Su labor primordial es la difícil tarea de descubrir el significado de las
distribuciones terrestres. Los antropólogos y él son los principales científicos sociales
que han desarrollado la observación de campo como una habilidad.
Los temas sugeridos para nuestro trabajo podrían representar una tarea superior a
nuestra inmediata capacidad individual o conjunta, pero constituyen al menos un esbozo
de la calidad del conocimiento al que aspiramos. Nuestros diversos esfuerzos podrían
encaminarse conscientemente hacia la comprensión de la diferenciación de la Tierra por
las manos del hombre. No llegaremos lejos si limitamos de una u otra manera el tiempo
humano en nuestros estudios. O admitimos la totalidad de la existencia humana, o
abandonamos las expectativas de resultados importantes por parte de la geografía
humana. O producimos, o nos limitamos a calentar lo que otros han preparado. No veo
alternativa. Construimos una ciencia retrospectiva a partir de toda la tierra en todo el
tiempo de la existencia humana, que de esta experiencia adquiere la capacidad para
mirar hacia adelante.
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El principio de homogeneidad de un territorio puede proceder del medio físico o del tipo
de actividad, todo lo cual se refleja en el paisaje del mismo: toda región homogénea se
caracteriza por un paisaje determinado, ya sea natural o humano. En esta línea de
pensamiento se situaba la comunicación de Demangeot, para el cual la región viene
definida por «su actividad, su paisaje y sus límites».
Las dificultades surgen, sin embargo, cuando se intenta pasar de una definición teórica
general a una delimitación concreta de las distintas regiones. La misma comunicación
de Demangeot fue una prueba de ello, a pesar de estar centrada sólo en el papel del
medio natural. Las cosas se complican todavía más cuando se intenta obtener una visión
sintética utilizando criterios muy diversos, físicos y humanos, para delimitar unas
regiones homogéneas. Una de las comunicaciones al coloquio de Burdeos, la de Correia
de Andrade, facilitó una cumplida prueba de ello.
Algunos ejemplos mostrarán hasta qué punto es puco convincente la división regional
propugnada en Pernambuco. En la «microrregión noroeste del Agreste», la densidad de
población oscila entre 46 y 178 habitantes/km2 y las precipitaciones entre 538 y 929
mm; desde el punto de vista agrario junto a una ganadería semi-extensiva coexiste una
agricultura con cultivo (le algodón, coco, plátanos, arroz, mandioca, naranjo, cacahuete,
ricino... hasta un total de 18 plantas características bastante heterogéneas, las cuales en
mayor o menor grado se señalan también en otras microrregiones. La «microrregión de
la Mata seca» presenta cifras de pluviosidad que oscilan entre 1981 y 724 mm, una
densidad de población entre 46 y 270 habitantes/km 2 y como plantas de cultivo
dominantes se señalan la caña de azúcar y el algodón (junto al tomate, maíz, plátano,
agave, naranjo, mandioca...). Por último, la «microrregión de la Mata húmeda» recibe
entre 2.464 mm y 665 mm de lluvia, su relieve varía entre 0 y 600 m y su densidad de
población entre 47 y 187 habitantes/km2; el único rasgo común es aquí el cultivo de la
caña de azúcar, pero ésta aparece también en otras microrregiones vecinas y, por tanto,
no puede servir de elemento definidor.
Queda, sin embargo, el hecha de que la mayor parte de estos estudios se han realizado
en países europeos o de la América anglosajona, es decir, en áreas con un elevado nivel
de desarrollo económico. Es sin duda en estos países en los que piensa Kayser cuando
en la obra Geografía Activa define a la región en función de tres características
esenciales : «los vínculos existentes entre sus habitantes, su organización en torno a un
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El objetivo del estudio era identificar los principales centros polarizados del Brasil,
definir su posición jerárquica y delimitar sus áreas de influencia. Se han llegado a
definir nueve grandes centros de polarización, que son las metrópolis regionales :
Belem, Fortaleza, Recife, Salvador, Belo Horizonte, Río de Janeiro, São Paulo, Curitiba
y Porto Alegre. El número de metrópolis definidas coincide con las señaladas por P.
Geiger y F. Davidovich (22), aunque hay alguna variación en la composición: estos
autores incluyen a Sáo Luis y no consideran en cambio a Curitiba. De hecho; no todas
las ciudades consideradas poseen el mismo dinamismo y la misma fuerza
regionalizadora. Algunas de ellas son «metrópolis incompletas», como ha señalado
Milton Santos en alguna ocasión, y sobre todas se deja sentir la influencia de las dos
grandes metrópolis nacionales, Río y São Paulo.
Por debajo de las grandes metrópolis se han reconocido centros de segundo y tercer
nivel, en gran número en las regiones más pobladas y más escasos en el interior. La
categoría de estas ciudades en cuanto a población es muy diferente y lo mismo ocurre
en cuanto a las áreas dependientes : a veces son espacios inmensos poco poblados (caso
del área dependiente de Manaos) y otros reducidos y de gran población (Juiz de Fora o
de Ribeira do Preto).
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Además de la presentación general de Rochefort, toda una parte del coloquio estuvo
dedicada al estudio del papel de las ciudades en la regionalización del Brasil. Con ello
los organizadores y la mayor parte de los participantes adoptaban implícitamente una
postura positiva ante el problema e identificaban de alguna manera el término «región»
con el de «región polarizada». Por ello mismo la crítica de la aplicación de este
concepto en los países subdesarrollados, realizada en el mismo coloquio, adquiere un
significado especial.
Cabe, pues, preguntarse sobre el valor de las áreas de influencia urbana como espacios
operacionales, para la acción. La conclusión de Kayser es que «desde el punto de vista
de la acción la zona de influencia es un elemento insu~ ficiente, pues afecta a un
número muy pequeño de personas; no sirve, por tanto, para señalar los límites de la
acciún que se puede ejercer sobre una población». Conclusión que nos parece muy
acertada, aunque reconozcamos la dificultad de hallar otros criterios de delimitación.
Se trata, muchas veces, de redes urbanas mal estructuradas, con un centro macrocéfalo
que concentra la mayor parte de los servicios y un escaso número de centros
subordinados. La influencia de estas metrópolis es muy limitada. De hecho, como indica
Rochefort, en algunos casos su acción más importante es la de atraer masas enormes de
inmigrantes de su área de influencia, «lo que podría hacer pensar en una
desorganización del espacio por estas grandes metrópolis» (caso de Fortaleza, Recife o
Bahía).
Resulta, pues, que dentro del marco definido por el área de influencia urbana la
organización y la integración del espacio y su relación con el centro director son muy
precarias. Ahora bien, como estas tres características son esenciales en la noción de
región polarizada se deriva de ello una dificultad real de aplicación de este concepto en
los países subdesarrollados.
Hasta la Segunda Guerra Mundial el norte y el sur de1 Brasil habían de comunicarse
necesariamente por vía marítima, ya que no existía una red completa de ferrocarril o
carreteras. Prácticamente, el espacio de Brasil «podía ser comparado a un archipiélago
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en el sentido de que sus diversas unidades regionales estaban muy poco articuladas
entre sí» (Geiger). Desde entonces la situación ha mejorado, pero no ha desaparecido
totalmente. Por ello Kayser pudo decir, refiriéndose al momento actual, que «entre unas
zonas y otras no hay complementariedad ni solidaridad ; el espacio aparece atomizado
y, en definitiva, sólo la sumisión a un poder de decisión nacional le da una medida
común».
Estas preocupaciones, si bien las más extremas, no eran aisladas. Así, cuando Milton
Santos ponía de relieve la necesidad de que las investigaciones geográficas sean útiles a
otras disciplinas y otros investigadores, no hacía sino expresar un sentimiento parecido.
Para los geógrafos brasileños el problema no parece ofrecer duda. Para ellos la cuestión
ha dejado de ser un motivo de discusión académica desde el momento en que sus
investigaciones se realizan con frecuencia a petición y en coordinación con el Ministerio
del Plan, con el fin de contribuir a los estudios sobre la regionalización y el desarrollo
económico del país. Los trabajos sobre las redes urbanas brasileñas realizados por el
Istituto Brasileiro de Geografia y presentados en el coloquio por M. Rochefort y Licia
Bernardes constituyen un magnífico y alentador ejemplo de Geografía activa realizada
con un rigor científico extremado y un gran espíritu geográfico.
Porque esta parece ser la principal objeción a los estudios de Geografía activa, por parte
de algunos geógrafos, el de la pérdida de espíritu geográfico y de rigor científico. Estos
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eran los temores que expresó Orlando Ribeiro, y algún otro geógrafo de su generación,
en el curso de las discusiones.
Una cosa, nos parece, quedó muy clara: la dificultad de definir las regiones homogéneas
teniendo en cuenta factores diversos: la homogeneidad no existe sino en aspectos
concretos (relieve, vegetación, actividad agrícola...). Mucho más valiosa parece, en
cambio, la noción de «región polarizada» como marco del análisis regional.
Pero esto lleva a plantear una pregunta : en aquellos jugares donde las redes urbanas no
están evolucionadas, donde no hay polarización ¿no existen regiones, no es posible el
análisis regional?
Nos preguntamos si al mismo tiempo que el marco no será necesario renovar también la
terminología. La palabra región se utiliza en sentido muy diverso y con una imprecisión
que no deja de asombrar. Respecto a Brasil, la expresión región podía designar tanto
espacios inmensamente grandes - por ejemplo toda la Amazonia, incluida en el área de
influencia de Belem- como el conjunto de un estado de la federación, o bien una
división estatal. Todo dependía sin duda de la escala que se utilizaba. Evidentemente,
tina región es una parte de un todo, en el cual se encuentra integrado. Por ello, si se
habla de Brasil, un estado puede ser una «región», y si se habla de un estado brasileño
una división del mismo puede ser también designada así. Pero ¿es esto correcto?, ¿no
existe efectivamente ningún criterio dimensional para la región? ¿Hasta qué punto son
comparables una región definida a la escala de Brasil y una región de Bélgica o de los
Países Bajos?
La pregunta fue respondida por Kayser de una manera tajante: para él «la fijación de
formas dimensionales no tiene ni en las investigaciones ni en las aplicaciones de la
regionalización de Brasil ningún sentido». Sin embargo, ¿no convendría profundizar
más en la cuestión?
Por razones similares no parece apropiada la denominación que utiliza Pierre George de
región industrial. A pesar de que el uso está generalizado -y también Geiger la empleó
para designar el área industrial cercana a Belo Horizonte, al mismo tiempo que la
aplicaba a la gran región dependiente de esta ciudad- quizás la palabra región no debería
aplicarse con referencia a un solo aspecto sino siempre respecto a espacios complejos.
Pero, cabe todavía una última pregunta: realmente ¿existe una unidad espacial? Aunque
parezca extraño la pregunta tiene sentido y no sólo ha sido formulada, sino que ha sido
contestada negativamente. Para Kayser «no hay una unidad de espacio, sino varias
según el contenido que se quiere dar a éste : cada hombre se mueve en varios
espacios». Pero esta afirmación destruye el concepto de región. Siguiendo este camino
es toda una parte esencial de nuestra ciencia la que se encuentra sometida a revisión.
Nos resistimos a seguir a Kayser en esta dirección.
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Labasse, Jean
La Organización del Espacio. Elementos de Geografía
Aplicada
La proyección en el espacio del progreso económico y técnico. El movimiento de las
ideas
La humanidad presta en nuestros días una atención vigilante a la superficie terrestre. Por
haberla explorado casi por completo, es consciente de sus limitaciones y a ello se atiene,
tanto más cuanto que la explosión
demográfica, de la que somos testigos, Labasse, Jean (1973) “La Organización
hace temer por su saturación, al menos del Espacio. Elementos de Geografía
fuera de las regiones desheredadas. El Aplicada”, Madrid, Instituto de Estudios
rechazo de las ilusiones pasadas de Administración Local, pp. 1 a 752.
subraya la célebre afirmación de Paul
Valéry en toda su verdad: «La era del
mundo concluido comienza».
¡Qué importa! Como se ha apuntado, resulta que «la geografía voluntaria ha nacido de
la constatación del fracaso de la geografía del "laisser-faire" y del interés personal»
Página 78 Dr. Jorge Pickenhayn. Curso de Geografía
¿Es legítima la confusión que, al escribir, surge entre organización del espacio y
«Geografía voluntaria»? Así lo pensamos. Organizar el espacio implica, según se ha
dicho [A. PROTHIN, L'aménagement du territoire, en la revista «Etudes et
Informations», abril 1955, págs. 85-94; ver pág. 86. M. Prothin fue el primer director
francés de Ordenación Territorial, en el Ministerio de Obras Públicas], «una disciplina
del espíritu refractaria al encasillamiento administrativo y a la especialización
técnica».
Esta disciplina es, por norma general, la geografía, que constituye por sí misma una
incitación a trabajar en común, en la medida en que revela que la personalidad de las
regiones es más una obra del hombre que de la naturaleza. Por el contrario, ¿no es la
preocupación acuciante por la organización del territorio la que recientemente ha vuelto
a colocarla en el mundo y en sus trabajos, como lo ha observado con acierto Maurice Le
Lannou? [La Géographie et la recherche, crónica del periódico «Le Monde», 11 de
junio de 1960]. Paradójicamente, las más modestas definiciones sugeridas para esta
ciencia -una conjugación, «una manera de considerar las cosas, los seres en sus
relaciones con la tierra» (Baulig)- son las que mejor justifican que se le adjudique la
planificación espacial. Además, esta adjudicación ha sido tácitamente ratificada por
eminentes especialistas poco preocupados por los bizantinismos [A. PROTHIN, art. cit.,
pág. 85: «La ordenación exige un conocimiento profundo de geografía económica, así
como de geografía humana»].
Un criterio realista
Las categorías sugeridas al espíritu por la cronología y la duración deben pasar también
por la criba de la contingencia. La primera nos ofusca habitualmente y solemos
reaccionar como si una técnica nueva fuera necesariamente preferible, en todos sus
aspectos, a las que ya existen. Sin embargo, el algodón, posterior a la lana, no es
superior a ella más que para algunos usos, y muchos desarrollos, calificados de
irreversibles, dejan ver sus defectos con el paso del tiempo [Citemos a título de ejemplo
ciertos acondicionamientos ferroviarios de países nuevos, de los que los observadores
«ágiles» suelen decir que pasan, sin transición del caballo al avión. Ver J. LABASSE, La
vie de relation en Colombie, en los «Annales de Géographie», núm. 358, nov.-dic. 1957,
págs. 519 a 548]. ¡ Qué cierto es que el orden cronológico no tiene valor por sí mismo!
En cuanto a la duración, su transcurso, por decirlo así, no se realiza en todas partes con
ritmo similar; «en la evolución de un medio geográfico», nos dice Maurice Le Lannou
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[La géographie humaine, Paris, Flammarion, 1949, pág. 127], «no todos los elementos
se transforman con la misma frecuencia». ¡Qué cómodo sería si fuese al contrario!
Por las razones que se han indicado, esta obra no puede pretender decir la última palabra
de la geografía voluntaria para todas las aplicaciones y en todos los lugares. Se atiene
simplemente a sugerir un conjunto de reflexiones que pueden ayudar a los
organizadores a plantear, lo mejor posible, sus propios problemas y a facilitar a un
público instruido el acceso a un orden desconocido de investigación y de acción. Estará
dividida en dos partes. Una analizará los temas más importantes de la planificación
espacial; la otra se consagrará a las políticas que se valen de ella.
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