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Arita Un Cuento de Guacamayas

Texto artistico e informativo sobre la situación de las Guacamayas en México, la problemática de su comercialización y la concientización para su protección

Cargado por

Arturo Perez
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
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D.R.

© COMISIÓN NACIONAL PARA EL CONOCIMIENTO Y USO DE LA


BIODIVERSIDAD
Las características de esta edición son propiedad de:
Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad
Av. Liga Periférico-Insurgentes Sur 4903, Colonia Parques del Pedregal, Tlalpan,
C.P. 14010, México, D.F.
D.R. Reserva de la Biosfera Tehuacán-Cuicatlán
D.R. PRONATURA Veracruz, A.C.

Primera edición 2009


ISBN: 978-607-7607-21-2

"Arita...un cuento de guacamayas", se imprimió en los talleres de:


Servicios Profesionales en Impresión
Amelia Hernández Ugalde
Cda. Técnicos y manuales 19-52
Col. Lomas estrella
Del. Iztapalapa C.P. 09890, México D.F.
Impreso en México - Printed in México
Diciembre 2009

Prohibida la reproducción total o parcial


de esta obra, por cualquier medio, sin
permiso escrito de la Editorial

El tiraje consta de 10 mil ejemplares


¡Hola! Mi nombre es Arita, soy una guacamaya verde.
Mi nombre científico es Ara militaris. Nací en el Cañón
del Sabino de la Cañada Oaxaqueña que forma parte
de la Reserva de la Biosfera Tehuacán-Cuicatlán, en el
Estado de Oaxaca, en México.

1
Mi papá y mi mamá se conocieron en San José del
Chilar, Municipio de San Juan Bautista Cuicatlán,
Oaxaca, cuando sólo tenían medio año de edad.
Ahí se enamoraron.

Mientras mis padres crecían, viajaron por muchos


lugares con toda la familia. Después de dos años
de convivencia cercana “y al darse cuenta de que
no podían vivir el uno sin el otro”, decidieron
comprometerse de por vida.

2
Poco tiempo después, dentro de un huevo en el
vientre de mi mamá, comencé a formarme. Fue
entonces cuando mis papás decidieron ir a vivir a
un hueco en un cañón de grandes y altas paredes
de piedra de 200 mts. de altura, con una vista
espectacular, conocido como el Cañón del Sabino.

Al cabo de tres semanas salí del


vientre de mamá, aún en el huevo, y
ella comenzó a incubarme, es decir, a
posarse sobre mí para darme calor.

3
Mientras mamá me incubaba, papá salía a buscar
comida para los dos. Él es muy romántico y cuando
se aproximaba al nido, le llamaba; ella muy coqueta
se arreglaba las plumas y se reunía con él en un
árbol cercano al nido para compartir los alimentos.

¡Se quieren tanto! que papá entre arrumacos y


cariñitos le daba de comer en el pico; y luego ambos
regresaban al nido donde mamá
continuaba incubándome.

4
Después de 23 largos días, entre picotazos, patadas y una gran emoción rompí el cascarón. Nací sin
plumas, con los ojos cerrados y muy grandes, sin poder ver; pero por instinto natural comprendí que al abrir
el pico mis papás me alimentarían tres veces al día.

Aprendí a reconocerlos por su tono de voz,


aunque a los humanos les parece un grito
escandaloso que suena igual para todos;
pero no es así, pues todas nos reconocemos
por nuestra singular voz.

5
Por ser tan pequeño, mis papás no se
separaban de mí, pero conforme fui
creciendo y mi cuerpo se fue cubriendo de
un fino plumón, ellos salían más seguido;
eso sí, sin alejarse demasiado del nido,
pues al primer llamado que emitía ellos
acudían a mi lado.

6
A los quince días de edad ví a mis padres por primera
vez. Entonces descubrí cuán grandes y hermosos
eran: estaban llenos de plumas suaves y largas, de
vivos colores; tenían también un gran pico.

Poco a poco comenzaron a brotar los cañones de


mi nuevo plumaje, similar al de mis padres. A los
60 días de haber salido del cascarón, y con mi traje
nuevo, caminé hacia la entrada del nido y observé
que vivía a 200 mts. de altura, arriba de un hermoso
río que corre a lo largo del Cañón del Sabino. Me di
cuenta también de que en las paredes aledañas a mi
nido vivían otras familias como la mía.

7
Aunque tenemos muchos más colores, los humanos nos dicen guacamayas verdes porque es el color que
predomina cuando estamos paradas con las alas cerradas. Nuestra frente tiene algunas plumas de color
rojo. Cuando abrimos las alas se nos ve un tono azul turquesa, verde esmeralda por arriba y amarillo por
abajo. En nuestra cola, las plumas van del marrón al rojo, y las más largas son de un azul intenso. La única
zona que no tiene plumas, son los cachetes, salvo unas muy pequeñas que dan la apariencia de una pelusa
rojiza, lo cual es una característica de todas las guacamayas.
8
Conforme fui creciendo, papá y mamá salían por más tiempo;
tenían que buscar alimento en lugares más lejanos, y sólo me
alimentaban una o dos veces al día.

A los 85 días desde que salí del cascarón, papá y mamá tomaron
una decisión: ¡Ya no me alimentarían más! de esta manera me
obligaron a salir del nido. ¡Era hora de extender mis alas y volar!
Sabía que un pequeño paso me separaba del abismo, pero mis
padres estaban ahí y no dejarían que nada malo me ocurriera.

Me dio miedo, pero era hora de iniciar el vuelo…


¡y me lancé al vacío!

9
Al principio me fui en picada, pero el instinto me
hizo extender mis alas y entonces empecé a volar,
¡Yupi! ¡Yupi! ¡Fue una sensación increíble! Los
cielos de la cañada oaxaqueña me esperaban para
surcarlos al ritmo de mis gritos de libertad.

10
Primero volé cerca del nido, acompañando a mis
padres a sitios donde podíamos encontrar deliciosos
alimentos. A veces me dejaban en un árbol con los
polluelos de otras guacamayas, bajo el cuidado
de tíos y tías que vigilaban que no nos atacaran
nuestros depredadores naturales, como el halcón.
Ésta es una ave de presa que al vernos chiquitos
e indefensos puede robarnos y convertirnos en
comida para sus crías.

11
Mientras los papás y mamás se iban a lugares más
lejanos por alimento y luego volvían por nosotros,
los pequeños esperábamos; pero esta espera en
los árboles no fue ociosa, fue como ir a la escuela,
ya que al ir visitando diferentes árboles, nuestros
tíos y tías nos enseñaron las semillas y frutos de
las cuales nos podíamos alimentar, como son la
chupandía, el pochote y los copales, entre otros.

12
Poco a poco adquirí más experiencia y
habilidad para volar.

Mi parvada hace una migración de 20 km a


San José del Chilar, donde se conocieron mis
padres. Ahí socializamos y descansamos de
septiembre a diciembre. ¡Ah! también en esos
meses vamos a la región de Almoloyas, donde
comemos ricas semillas y frutos. Es en estas
zonas donde recibimos el año nuevo. Luego, de
enero a agosto nos vamos a Los Compadres y
al Sabino, siendo este último donde anidamos;
para comer visitamos San Juan Coyula.

13
Así continúa el ciclo migratorio que se repite año
con año, casi siempre en los mismos lugares,
aunque a veces nos aventuramos hacia nuevos
sitios. Pero no se lo digas a los investigadores,
déjalos que se entretengan buscándonos.

14
Después permanezco con mis papás uno o dos años
y luego hago compromiso con mi media naranja, así
como lo hicieron ellos de jóvenes.

Bueno, ahora es tiempo de irme, pues acabo de


ver a una guacamaya que me está haciendo ojitos
y me ha conquistado con su hermoso plumaje y
melodioso canto.
15
Hasta pronto, fue bonito platicar contigo, espero que ahora que me conoces un poco más, colabores en mi
protección realizando o promoviendo algunas acciones que encontrarás en la contraportada de este libro, y
así ayudes a que mi especie no se extinga y siga viviendo en la Cañada Oaxaqueña.

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Arita es una guacamaya verde, cuyo nombre científico es Ara militaris. Habita en la cañada oaxaqueña.
Pertenece a una especie considerada en peligro de extinción por las Leyes Mexicanas e Internacionales.
Su presencia es un indicador biológico que nos dice que la cañada oaxaqueña es aún un lugar bien conser-
vado. Ésta es una de las razones por las cuales aquí se encuentra el Área Protegida conocida como la
Reserva de la Biosfera Tehuacán–Cuicatlán, un lugar maravilloso donde habitan cerca de 2700 especies
de plantas y 598 especies de animales vertebrados (aves, mamíferos, reptiles y peces). Algunas de estas
especies son endémicas, es decir, especies que no existen en ninguna otra parte del mundo. Si las guaca-
mayas como Arita desaparecieran de la Reserva, se perdería para siempre un ícono de la fauna de la zona,
como lo son también el trogón mexicano, la nutria, el halcón cola roja y el puma, entre otros. Posiblemen-
te por su ausencia, algunas plantas se verían afectadas, lo cual ocasionaría que otras especies de animales
y plantas empiecen a desaparecer, provocando una crisis ecológica en cascada que a mediano o largo
plazo terminaría con este hábitat que comparten tantas especies y que es parte del patrimonio natural
de Oaxaca, México y el mundo.

Por esta razón es importante que conozcas, protejas y cuides a las especies que habitan en la cañada
oaxaqueña, para que la guacamaya verde y las demás especies de animales y plantas que viven aquí lo
sigan haciendo junto contigo por muchos, muchos años más.

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