Las Cruzadas
“Las Guerras en nombre de Dios”
Las cruzadas fueron una serie de campañas militares impulsadas por el papa
y llevadas a cabo por gran parte de la Europa latina cristiana, principalmente
por la Francia de los Capetos y el Sacro Imperio Romano. Las cruzadas, con
el objetivo específico inicial de restablecer el control apostólico romano
sobre Tierra Santa, se libraron durante un período de casi doscientos años,
entre 1096 y 1291. Más adelante, otras campañas en España y Europa
Oriental, de las que algunas no vieron su final hasta el siglo XV, recibieron
la misma calificación. Las cruzadas fueron sostenidas principalmente contra
los musulmanes, aunque también contra los eslavos paganos, judíos,
cristianos ortodoxos griegos y rusos, mongoles, cátaros, husitas, valdenses,
prusos (o prusianos), lituanos (en general contra los pueblos bálticos) y
contra enemigos políticos de los papas. Los cruzados tomaban votos y se les
concedía indulgencia por los pecados del pasado.
Las cruzadas fueron expediciones emprendidas en cumplimiento de un
solemne voto para liberar los Lugares Santos de la dominación musulmana.
Se iniciaron en 1095, cuando el emperador bizantino Alejo I solicitó
protección para los cristianos de oriente al papa Urbano II, quien en el
concilio de Clermont inició la predicación de la cruzada. Al terminar su
alocución con la frase del Evangelio «renuncia a ti mismo, toma tu cruz, y
sígueme» (Mateo 16:24), la multitud, entusiasmada, manifestó ruidosamente
su aprobación con el grito Deus lo vult, o Dios lo quiere.
Posiblemente, las motivaciones de quienes participaban en ellas fueron muy
diversas, aunque en muchos casos se puede suponer un verdadero fervor
religioso. Se arguye, por ejemplo, que fueron motivadas por los intereses
expansionistas de la nobleza feudal, el control del comercio con Asia y el
afán hegemónico del papado sobre las monarquías y las iglesias de Oriente,
aunque se declararan con principio y objeto de recuperar Tierra Santa para
los peregrinos, de los cuales los turcos selyúcidas y zanguíes, una vez
conquistada Jerusalén en 1076, abusaban sin piedad, a diferencia de la época
de los Califas fatimíes (909-1171) cuya regla fue la libertad de pensamiento
y la razón extendida a las personas, que podían creer en lo que quisieran,
siempre que no infrinjan los derechos de otros.
El origen de la palabra y de por qué le pusieron así, se atribuye a la cruz de
tela usada como insignia en la ropa exterior de los que tomaron parte de esta
empresa de reconquista de Tierra Santa.
scritores medievales utilizan los términos crux (pro cruce transmarina,
Estatuto de 1284, citado por Du Cange, s.v. crux), croisement (Joinville),
croiserie (Monstrelet), etc. Desde la Edad Media, el significado de la palabra
cruzada se extendió para incluir a todas las guerras emprendidas en
cumplimiento de un voto y dirigidas contra infieles, p. ej. contra
musulmanes, paganos, herejes, o aquellos bajo edicto de excomunión
Las guerras que desde el siglo VIII mantuvieron los reinos cristianos del
norte de la península ibérica contra el musulmán Califato de Córdoba, y que
la historiografía conoce como Reconquista, continuaron de forma
igualmente discontinua desde el siglo XI contra los reinos de taifas, los
almorávides y los almohades. En algunas ocasiones, el papa les otorgó la
calificación de «cruzada», como sucedió con la batalla de Las Navas de
Tolosa (1212) o con el episodio final de la Reconquista: la guerra de Granada
(1482-1492). En el norte de Europa se organizaron cruzadas contra los
prusianos y lituanos. El exterminio de la herejía albigense se debió a una
cruzada y, en el siglo XIII, los papas predicaron cruzadas contra Juan Sin
Tierra y Federico II Hohenstaufen.
Pero la literatura moderna ha abusado de la palabra aplicándola a todas las
guerras de carácter religioso, como, por ejemplo, la expedición de Heraclio
contra los persas en el siglo VII y la conquista de Sajonia por Carlomagno.
Nuevamente resonó dicho término durante la primera mitad del siglo XX,
utilizado por las potencias del Eje o de su círculo de influencia: la guerra
civil española o la invasión alemana de la URSS, recibieron tal calificativo
por parte de la propaganda oficial.
Sin embargo, utilizada con un criterio estricto, la idea de la cruzada
corresponde a una concepción política que se dio solo en la cristiandad desde
el siglo XI al XV. Suponía una unión de todos los pueblos y soberanos bajo
la dirección de los papas. Todas las cruzadas se anunciaron mediante la
predicación. Después de pronunciar un voto solemne, cada guerrero recibía
una cruz de las manos del papa o de su legado, y era desde ese momento
considerado como un soldado de la Iglesia. A los cruzados también se les
concedían indulgencias y privilegios temporales, tales como la exención de
la jurisdicción civil o la inviolabilidad de las personas y propiedades. De
todas esas guerras emprendidas en nombre de la cristiandad, las más
importantes fueron las cruzadas orientales, que son las tratadas en este
artículo.
Religiosamente: Demostraron la unidad religiosa de Occidente y el poder
de la Iglesia; además de causar miedo entre los musulmanes hasta hoy en
día.
Socialmente: Las cruzadas debilitaron a los señores feudales; muchos
perdieron la vida o quedaron en Oriente; otros se empobrecieron por la venta
de sus tierras; además, la prolongada ausencia les impidió vigilar sus
derechos. Los reyes se incautaron de los feudos vacantes y redujeron
tenazmente los privilegios de los señores. Por su parte, los siervos y vasallos
alcanzaron su libertad a cambio de dinero. Las ciudades y la burguesía
resultaron beneficiadas con las ganancias que proporcionaban el
aprovisionamiento, el transporte de los ejércitos y el incremento de tráfico
con Oriente. Los franceses, principales participantes de las cruzadas, gozaron
de una influencia en los países orientales que alcanzó hasta la época
contemporánea.
Económicamente: Se introdujeron en Occidente nuevos cultivos y
procedimientos de fabricación tomados de los pueblos musulmanes. El
comercio, sobre todo marítimo, adquirió mayor impulso. Los puertos de
Génova, Venecia, Amalfi, Marsella y Barcelona fueron los más favorecidos.
Culturalmente: El arte y la ciencia árabe y bizantina mejoraron la cultura
occidental; las costumbres experimentaron sensibles cambios y el género de
vida se hizo menos rudo.
Políticamente: También las cruzadas consolidaron además del Papado sobre
el mundo cristiano sino a los reyes como verdaderos líderes políticos y
militares llevando a que los señoríos feudales perdieran su poder sobre la
población y solo el rey de turno tuviera el poder supremo de todos sus
súbditos política, cultural, religiosa, militar y administrativamente a todos
por igual.
Para poder comprender qué razones tenían los dirigentes de Europa y del
Oriente Próximo para tomar semejantes decisiones, debemos remontarnos a
los años inmediatamente anteriores al comienzo del fenómeno cruzado y
conocer al antecedente de las cruzadas.
En torno al año 1000, Constantinopla se erigía como la ciudad más próspera
y poderosa del «mundo conocido» en Occidente. Situada en una posición
fácilmente defendible, en medio de las principales rutas comerciales, y con
un gobierno centralizado y absoluto en la persona del Emperador, además de
un ejército capaz y profesional, hacían de la ciudad y los territorios
gobernados por esta (el Imperio bizantino) una nación sin par en todo el orbe.
Gracias a las acciones emprendidas por el emperador Basilio II
Bulgaroktonos, los enemigos más cercanos a sus fronteras habían sido
humillados y anulados en su totalidad.
Sin embargo, tras la muerte de Basilio, monarcas menos competentes
ocuparon el trono bizantino, al tiempo que en el horizonte surgía una nueva
amenaza proveniente de Asia Central. Eran los turcos, tribus nómadas que,
en el transcurso de esos años, se habían convertido al islam. Una de esas
tribus, los turcos selyúcidas (llamadas así por su mítico líder Selyuq), se
lanzó contra el Imperio de Constantinopla. En la batalla de Manzikert, en el
año 1071, el grueso del ejército imperial fue arrasado por las tropas turcas, y
uno de los coemperadores fue capturado. A raíz de esta debacle, los
bizantinos debieron ceder la mayor parte de Asia Menor (hoy el núcleo de la
nación turca) a los selyúcidas. Ahora había fuerzas musulmanas apostadas a
escasos kilómetros de la misma Constantinopla.
Por otra parte, los turcos también habían avanzado en dirección sur, hacia
Siria y Palestina. Una tras otra las ciudades del Mediterráneo Oriental
cayeron en sus manos, y en 1070, un año antes de Manzikert, entraron en la
Ciudad Santa, Jerusalén.
Estos dos hechos conmocionaron tanto a Europa Occidental como a la
Oriental. Ambos empezaron a temer que los turcos fueran a dominar
lentamente al mundo cristiano, haciendo desaparecer su religión. Además,
empezaron a llegar numerosos rumores acerca de torturas y otros horrores
cometidos contra peregrinos en Jerusalén por las autoridades turcas.
La primera cruzada no supuso el primer caso de Guerra Santa entre cristianos
y musulmanes inspirada por el papado. Ya el papa Alejandro II había
predicado la guerra contra el infiel musulmán en dos ocasiones. La primera
fue en 1061, durante la conquista de Sicilia por los normandos, y la segunda
en el marco de las guerras de la Reconquista española, en la cruzada de
Barbastro de 1064. En ambos casos el papa ofreció Indulgencia a los
cristianos que participaran.
En 1074, el papa Gregorio VII llamó a los milites Christi ("soldados de
Cristo") para que fuesen en ayuda del Imperio bizantino tras su dura derrota
en la batalla de Manzikert. Su llamada, si bien fue ampliamente ignorada e
incluso recibió bastante oposición, junto con el gran número de peregrinos
que viajaban a Tierra Santa durante el siglo XI y a los que la conquista de
Anatolia había cerrado las rutas terrestres hacia Jerusalén, sirvieron para
enfocar gran parte de la atención de occidente en los acontecimientos de
oriente.
En 1081, subió al trono Bizantino un general capaz, Alejo Comneno, que
decidió hacer frente de manera enérgica al expansionismo turco. Pero pronto
se dio cuenta de que no podría hacer el trabajo solo, por lo que inició
acercamientos con Occidente, a pesar de que las ramas occidental y oriental
de la cristiandad habían roto relaciones en el Gran Cisma de 1054. Alejo
estaba interesado en poder contar con un ejército mercenario occidental que,
unido a las fuerzas imperiales, atacaran a los turcos en su base y los mandaran
de vuelta a Asia Central. Deseaba en particular usar soldados normandos, los
cuales habían conquistado el reino de Inglaterra en 1066 y por la misma
época habían expulsado a los mismos bizantinos del sur de Italia. Debido a
estos encuentros, Alejo conocía el poder de los normandos. Y ahora los
quería como aliados.
Alejo envió emisarios a hablar directamente con el papa Urbano II, para
pedirle su intercesión en el reclutamiento de los mercenarios. El papado ya
se había mostrado capaz de intervenir en asuntos militares cuando promulgó
la llamada "Tregua de Dios", mediante la cual se prohibía el combate desde
el viernes al atardecer hasta el lunes al amanecer, lo cual disminuyó
notablemente las contiendas entre los pendencieros nobles. Ahora era otra
oportunidad de demostrar el poder del papa sobre la voluntad de Europa.
Primera: Victoria cristiana
Segunda: Victoria musulmana
Tercera: Victoria musulmana
Cuarta: Creación del Imperio latino
Quinta: Victoria musulmana
Sexta: Victoria cristiana
Séptima: Victoria musulmana
Octava: Statu quo ante bellum
Novena: Victoria musulmana.
La predicación de Urbano II puso en marcha en primer lugar a multitud de
gente humilde, dirigida por el predicador Pedro de Amiens el Ermitaño y
algunos caballeros franceses. Este grupo formó la llamada cruzada popular,
cruzada de los pobres o cruzada de Pedro el Ermitaño. De forma
desorganizada se dirigieron hacia Oriente, provocando matanzas de judíos a
su paso. En marzo de 1096 los ejércitos del rey Colomán de Hungría (sobrino
del recientemente fallecido rey Ladislao I de Hungría) repelerían a los
caballeros franceses de Valter Gauthier quienes entraron en territorio
húngaro causando numerosos robos y matanzas en las cercanías de la ciudad
de Zimony. Posteriormente entraría el ejército de Pedro de Amiens, el cual
sería escoltado por las fuerzas húngaras de Colomán. Sin embargo, luego de
que los cruzados de Amiens atacasen a los soldados escoltas y matasen a
cerca de 4000 húngaros, los ejércitos del rey Colomán mantendrían una
actitud hostil contra los cruzados que atravesaban el reino vía Bizancio.
Captura de Jerusalén durante la primera cruzada.
A pesar del caos surgido, Colomán permitió la entrada a los ejércitos
cruzados de Volkmar y Gottschalk, a quienes finalmente también tuvo que
hacer frente y derrotar cerca de Nitra y Zimony, que al igual que los otros
grupos causaron incalculables estragos y asesinatos. En el caso particular del
sacerdote alemán Gottschalk, este entró en suelo húngaro sin autorización
del rey y estableció un campamento en las cercanías del asentamiento de
Táplány. Al masacrar a la población local, Colomán, enrabietado, expulsó
por la fuerza a los soldados germánicos invasores.
Después los húngaros detendrían a las fuerzas del conde Emiko (quien ya
había asesinado en suelo alemán a unos cuatro mil judíos) cerca de la ciudad
de Moson. Colomán de inmediato prohibió la estancia en Hungría de Emiko
y se vio forzado a enfrentarse al asedio del conde germánico a la ciudad de
Moson, donde se hallaba el rey húngaro. Las fuerzas de Colomán
defendieron valientemente la ciudad y, rompiendo el sitio, lograron dispersar
las fuerzas cruzadas del sitiador.
Al poco tiempo, el rey húngaro forzó a Godofredo de Bouillón a firmar un
tratado en la abadía de Pannonhalma, donde los cruzados se comprometían
a pasar por el territorio húngaro con pacífico comportamiento. Tras esto, las
fuerzas continuarían fuera del territorio húngaro escoltadas por los ejércitos
de Colomán y se dirigirían hacia Constantinopla. A su llegada a Bizancio, el
Basileus se apresuró a enviarlos al otro lado del Bósforo.
Despreocupadamente se internaron en territorio turco, donde fueron
aniquilados con facilidad.
Mucho más organizada fue la llamada cruzada de los Príncipes (denominada
habitualmente en la historiografía como la primera cruzada) cerca de agosto
de 1096, formada por una serie de contingentes armados procedentes
principalmente de Francia, Países Bajos y el reino normando de Sicilia. Estos
grupos iban dirigidos por segundones de la nobleza, como Godofredo de
Bouillón, Raimundo de Tolosa y Bohemundo de Tarento.
Durante su estancia en Constantinopla, estos jefes juraron devolver al
Imperio Bizantino aquellos territorios perdidos frente a los turcos. Desde
Bizancio se dirigieron hacia Siria atravesando el territorio selyúcida, donde
consiguieron una serie de sorprendentes victorias. Ya en Siria, pusieron sitio
a Antioquía, que conquistaron tras un asedio de siete meses. Sin embargo,
no la devolvieron al Imperio Bizantino, sino que Bohemundo la retuvo para
sí creando el Principado de Antioquía.
Con esta conquista finalizó la primera cruzada, y muchos cruzados
retornaron a sus países. El resto se quedó para consolidar la posesión de los
territorios recién conquistados. Junto al Reino de Jerusalén (dirigido
inicialmente por Godofredo de Bouillón, que tomó el título de Defensor del
Santo Sepulcro) y al principado de Antioquía, se crearon además los
condados de Edesa (actual Urfa, en Turquía) y Trípoli (en el actual Líbano).
Tras estos éxitos iniciales se produjo una oleada de nuevos combatientes que
formaron la llamada cruzada de 1101. Sin embargo, esta expedición, dividida
en tres grupos, fue derrotada por los turcos cuando intentaron atravesar
Anatolia. Este desastre apagó los espíritus cruzados durante algunos años.
Gracias a la división de los Estados musulmanes, los Estados latinos (o
francos, como eran conocidos por los árabes), consiguieron establecerse y
perdurar. Los dos primeros reyes de Jerusalén, Balduino I y Balduino II
fueron gobernantes capaces de expandir su reino a toda la zona situada entre
el Mediterráneo y el Jordán, e incluso más allá. Rápidamente, se adaptaron
al cambiante sistema de alianzas locales y llegaron a combatir junto a estados
musulmanes en contra de enemigos que, además de musulmanes, contaban
entre sus filas con guerreros cristianos.
Sin embargo, a medida que el espíritu de cruzada iba decayendo entre los
francos, cada vez más cómodos en su nuevo estilo de vida, entre los
musulmanes iba creciendo el espíritu de yihad o guerra santa agitado por los
predicadores contra sus impíos gobernantes, capaces de tolerar la presencia
cristiana en Jerusalén e incluso de aliarse con sus reyes. Este sentimiento fue
explotado por una serie de caudillos que consiguieron unificar los distintos
estados musulmanes y lanzarse a la conquista de los reinos cristianos.
El primero de estos fue Zengi, gobernador de Mosul y de Alepo, que en 1144
conquistó Edesa, liquidando el primero de los Estados francos. Como
respuesta a esta conquista, que puso de manifiesto la debilidad de los Estados
cruzados, el papa Eugenio III, a través de Bernardo, abad de Claraval
(famoso predicador, autor de la regla de los templarios) predicó en diciembre
de 1145 la segunda cruzada.
A diferencia de la primera, en esta participaron reyes de la cristiandad,
encabezados por Luis VII de Francia (acompañado de su esposa, Leonor de
Aquitania) y por el emperador germánico Conrado III. Los desacuerdos entre
franceses y alemanes, así como con los bizantinos, fueron constantes en toda
la expedición. Cuando ambos reyes llegaron a Tierra Santa (por separado)
decidieron que Edesa era un objetivo poco importante y marcharon hacia
Jerusalén. Desde allí, para desesperación del rey Balduino III, en lugar de
enfrentarse a Nur al-Din (hijo y sucesor de Zengi), eligieron atacar Damasco,
estado independiente y aliado del rey de Jerusalén.
La expedición fue un fracaso, ya que, tras solo una semana de asedio
infructuoso, los ejércitos cruzados se retiraron y volvieron a sus países. Con
este ataque inútil consiguieron que Damasco cayera en manos de Nur al-Din,
que progresivamente iba cercando los Estados francos. Más tarde, el ataque
de Balduino III a Egipto iba a provocar la intervención de Nur al-Din en la
frontera sur del reino de Jerusalén, preparando el camino para el fin del reino
y la convocatoria de la tercera cruzada.
Fueron una serie de campañas emprendidas por los líderes cristianos de
Alemania, Dinamarca y Suecia, entre los siglos XII y XVI, con el objetivo
principal de subyugar y convertir a los pueblos paganos de la cuenca del
Báltico y contra otros pueblos cristianos considerados igualmente infieles.
Uno de los actores principales de dichas campañas fue la Orden Teutónica,
que había sido previamente creada en Palestina.
Las cruzadas en el Báltico responden a un movimiento social desarrollado
en el Imperio alemán a mediados del siglo XII. Este movimiento se conoce
como Drang nach Osten.
En 1209 el papa Inocencio III proclamó la cruzada albigense con el fin de
eliminar la herejía de los cátaros y erradicarlos del sur de Francia.
La cruzada contra la Corona de Aragón fue declarada por el papa Martín IV
contra el rey de Aragón Pedro III el Grande, en 1284 y 1285.
Algunos momentos del período final de la Reconquista recibieron del papa
la calificación de cruzada, dada su condición de enfrentamiento de reinos
cristianos contra reinos islámicos. No obstante, la motivación de la búsqueda
de tal denominación no era tanto el interés por lograr la presencia de nobles
europeos del otro lado de los Pirineos (muy poco importante), como la de
obtener algún tipo de derechos fiscales para la monarquía (sobre los ingresos
del clero o como Bula de Cruzada). Las ocasiones principales fueron la
batalla de Las Navas de Tolosa (1212), en la que estuvieron presentes casi
todos los reyes cristianos peninsulares, y la guerra de Granada (1482-1492).
Esta cruzada es considerada la última de magnitud paneuropea que se libró
contra el Imperio otomano. En 1396, el rey Segismundo de Hungría organizó
una cruzada para asediar la ciudad de Nicópolis, por entonces bajo control
turco otomano. Los ejércitos del príncipe Mircea I de Valaquia y del duque
Juan I de Borgoña avanzaron bajo la dirección del rey Segismundo decididos
a expulsar a los otomanos de los territorios de los Balcanes.
La defensa de la ciudad resultó imposible de vencer, y la falta de máquinas
de asedio por parte de las fuerzas aliadas concluyó en una severa derrota. La
victoria turca en el asedio de Nicópolis supuso una amenaza para las
naciones centroeuropeas y consolidó el poder otomano en la frontera con el
reino de Hungría.
Cabe resaltar que Hungría en esos momentos era un Estado Ortodoxo, pero
también su odio contra los bizantinos los motivo a volverse al Catolicismo y
enfrentar a los bizantinos sino tambien a los turcos Otomanos en Belgrado al
perder en esta ofensiva supuso la anexión de Hungría al Imperio Turco
Otomano de Constantinopla y el avance del Islam en Europa Oriental y
Central amenazando a Católicos, Ortodoxos y Protestantes por igual manera
aunque Hungría no participo de las Cruzadas como Francia y el Sacro
Imperio Romano Germánico dieron apoyo logístico durante estas contiendas
para impedir el avance musulmán en Oriente Medio y Europa.
El avance turco sobre el Reino de Hungría resultaba inminente. El fracaso
de los ejércitos cruzados del rey Segismundo de Hungría en la batalla de
Nicópolis de 1396 y la derrota de los ejércitos húngaros en la batalla de
Varna en 1444 en la cual murió el rey Vladislao I de Hungría le dio fortaleza
al Imperio otomano. De esta forma, continuó su marcha en dirección hacia
Belgrado, ciudad serbia fronteriza con el reino húngaro en 1456. De
inmediato, el regente húngaro Juan Hunyadi (quien tras la muerte del
monarca conducía el reino mientras el príncipe heredero Ladislao el Póstumo
cumplía la mayoría de edad para ascender al trono) respondiendo al llamado
del papa Calixto III y asistido por san Juan Capistrano, organizaron un
ejército cruzado húngaro que hizo frente a los otomanos invasores. La batalla
concluyó con una total victoria para el regente húngaro y la amenaza turca
fue detenida por casi un siglo más. Ante la victoria de Belgrado de los
húngaros, el papa ordenó que las campanadas del mediodía en las iglesias de
todo el mundo sonasen en honor a tal acontecimiento.
-Batalla de Poitiers (732)
-Sitio de Antioquía (1097-1098)
-Sitio de Antioquía (1268)
-Batalla de Dorilea
-Guerras Husitas
-Batalla de Lepanto
-Las cruzadas vistas por los árabes
-Violencia religiosa
-Expansión musulmana
-Alianza franco-mongola
-Incursiones de los mongoles en Palestina
Esta fue la situación de Oriente y el levante después de la Primera Cruzada
contra las Turcos Selyucidas como se puede apreciar en la imagen vemos de
que claramente el Reino latino de Jerusalén es el más extenso y poderoso de
la época entre los Estados Latinos (Francos para los Árabes y en minoría
para los Turcos).
Las intromisiones del Reino de Jerusalén en el decadente califato fatimí de
Egipto llevaron al sultán Nur al-Din a mandar a su lugarteniente Saladino a
hacerse cargo de la situación. No hizo falta mucho tiempo para que Saladino
se convirtiera en el amo de Egipto, aunque hasta la muerte de Nur al-Din en
1174 respetó la soberanía de este. Pero tras su muerte, Saladino se proclamó
sultán de Egipto (a pesar de que había un heredero al trono de Nur al-Din, su
hijo de solo doce años que murió envenenado) y de Siria, dando comienzo
la dinastía ayyubí. Saladino era un hombre sabio que logró la unión de las
facciones musulmanas, así como el control político y militar desde Egipto
hasta Siria.
Como Nur al-Din, Saladino era un musulmán devoto y decidido a expulsar
a los cruzados de Tierra Santa. Balduino IV de Jerusalén quedó rodeado por
un solo Estado y se vio obligado a firmar frágiles treguas tratando de retrasar
el inevitable final.
Tras la muerte del rey Balduino IV de Jerusalén, el Estado se dividió en
distintas facciones, pacifistas o belicosas, y pasó a convertirse en rey, debido
al enlace matrimonial que mantenía con la hermana del fallecido patriarca,
el general en jefe del ejército unido de Jerusalén: Guido de Lusignan. Él
mismo apoyaba una política agresiva y de no negociación con los sarracenos
y abogaba por su sometimiento y derrota en combate, cosa a la que sus
detractores se oponían habida cuenta de la inferioridad numérica que los
cristianos tenían ante las tropas de Saladino. La radicalidad religiosa y el
apoyo al brazo más radical de la orden de los Templarios en sus ataques a
diversas localidades y estructuras sarracenas desembocarían en un
enfrentamiento final entre Guy de Lusignan y el propio Saladino. De hecho,
se hace culpable a Guy de Lusignan de la derrota y pérdida de Jerusalén por
su obsesión en enfrentarse al ejército de Saladino y su falta de visión para la
protección de la ciudad y de sus habitantes.
Reinaldo de Châtillon era un bandido con título de caballero que no se
consideraba atado por las treguas firmadas. Saqueaba las caravanas e incluso
armó expediciones de piratas para atacar a los barcos de peregrinos que iban
a La Meca, ciudad muy importante para los musulmanes. El ataque definitivo
fue contra una caravana en la que iba la hermana de Saladino, que juró
matarlo con sus propias manos.
Ordenes Militares
Orden del
Santo
1099 Jerusalén y Roma
Sepulcro de
Jerusalén*
Orden
Hospitalaria
de San Juan
de
1104 1136 Jerusalén*o Jerusalén y Roma
Soberana
Orden
Militar de
*
Malta
Orden del
1118 1120 Jerusalén
Temple
Cofradía de
1122 1122 Belchite
Belchite
Monreal del
Orden militar
1124 1124 Campo, Reino de
de Monreal
Aragón
Orden de San
1142 Lázaro de Jerusalén
Jerusalén*
Orden de San
1150 Esteban de Hungría
Hungría4
Orden de
1158 1158 * Reino de Castilla
Calatrava
Orden de
1162 Francia
Aubrac
Orden de
*
1170 Santiago o Reino de León
de San Jaime
Orden de
1173 5 Reino de Castilla
Montjoie
Orden de
1170 1176 Portugal
Avis6
Orden de
1174 Alcalá de la Corona de Aragón
Selva
Orden de
1176 1177 * Reino de León
Alcántara
Orden
1198 Alemania
Teutónica
Hermanos
1202 Livonios de Livonia
la Espada
Entre
1216 Orden de
Polonia
y Dobrin7
1228
Orden de la
Bienaventurada
Virgen Maria de la Orden
1218 Merced de la Barcelona 1226 de la
Redención de los Espada
Cautivos de Santa
Eulalia de Barcelona
Orden de los
Caballeros
1227
de Santo
Tomás
Orden de la
1261 Bendita
Virgen María
Década de Orden de Santa María de
Cartagena
1270 España
1272 Orden de la Luna Creciente Nápoles
Década de Orden de San Jorge de
1201 Corona de Aragón
1290 Alfama
Siglo
Orden de Dannebrog* Dinamarca
XIII
1317 1317 Orden de Montesa*8 Corona de Aragón
1319 1323 Orden de Cristo*9 Portugal
Orden húngara de San
1326 Hungría
Jorge*10
1332 Orden de la Banda Reino de Castilla
Orden de la Jarretera* o de
1348 Inglaterra
San Jorge
1351 Orden de la Estrella Francia
Suprema Orden de la
1362 Saboya
Santísima Anunciación*
1381 Orden del Armiño Bretaña
1390 Orden Ecuestre de San Jorge* Roma
1398 Orden del Lebrel Blanco Reino de Navarra
1408 Orden del Dragón* Hungría
1429 Orden del Toisón de Oro* Borgoña
1444 Orden de San Humberto* Baviera
1469 Orden de San Miguel Francia
1522 Orden de la Espada* Suecia
1540 Orden del Cardo* Escocia
Sagrada Orden Militar
1551 Parma
Constantiniana de San Jorge
1561 Orden Militar de San Esteban Toscana
Orden de los Santos Mauricio
1573 Saboya
y Lázaro
Orden Militar de San
1576 Portugal
Sebastián de la Flecha*
1578 Orden del Espíritu Santo Francia
Sicilia, Reino de
1598 1678 Orden Militar de la Stella
Aragón
1600 Orden de Lamaison Francia
Orden Reunida de San Lázaro
1608 y Nuestra Señora del Monte- Francia
Carmelo
Imperial Orden de San
1647 Rusia
Andrés
1651 Orden del Amaranto Suecia
1693 Orden de San Luis Francia
1693 Orden del Elefante Dinamarca
1701 Orden del Águila Negra Prusia
1705 Orden del Águila Blanca Polonia
1713 Orden de Santa Catalina Rusia
1725 Orden del Baño Gran Bretaña
Orden Real y Militar de San
1728 Baviera
Jorge
1736 Orden de San Enrique Sajonia
1738 Orden de San Jenaro Nápoles y Sicilia
1740 Orden del Mérito Prusia
Orden de San Esteban de
1745 Hungría y Austria
Hungría
Imperial Orden de María-
1745 Austria
Teresa
1748 Orden de los Serafines Suecia
1759 Orden del Mérito Militar Francia
1769 Orden de San Jorge Rusia
1771 Orden de Carlos III España
Orden de las Damas Nobles
1792 España
de la Reina María Luisa
1802 Legión de Honor Francia
1805 Orden de la Corona de Hierro Milán
Orden de Nuestra Señora de la
1808 Portugal y Brasil
Concepción de Villaviciosa
1808 Orden de la Torre y la Espada
Real y Militar Orden de San
1811 España
Fernando
Real y Militar Orden de San
1814 España
Hermenegildo
1814 Orden del Lis Francia
1815 Orden de Isabel la Católica España
Orden Imperial de la Corona
1816 Austria
de Hierro
1821 Orden del Águila Mexicana México
1829 Orden del Salvador Grecia
1832 Orden de Leopoldo Bélgica
1847 Orden de San Olav Noruega
1864 Orden de San Carlos México
Orden de la Corona de
1906 Rumania
Rumania
1917 Orden del Imperio británico Imperio Británico
Orden de la Santa Cruz de
1929 Ucrania
Galizia
Orden del Mérito del
1937 Liechtenstein
Principado de Liechtenstein
El asterisco (*) indica que siguen en activo.
Aquellas órdenes conferidas directa o indirectamente por el Sumo Pontífice
y llamadas, por ello, de colación y de sublocación respectivamente. El único
ejemplo de la segunda es la Orden del Santo Sepulcro de Jerusalén.
Se discute si tales órdenes son emanación de la soberanía espiritual de la
Iglesia o de la temporal. Durante el período comprendido entre 1870 y 1929
la Iglesia continuó usando del ius honorum.
Estas órdenes no derivan de antiguas religiones monásticas, sino que
participan del carácter laico de las órdenes estatales. Excepto la del Santo
Sepulcro, no pueden ser conferidas a eclesiásticos y, en cambio, pueden serlo
a no cristianos. A su vez se dividen en:
Órdenes militares
Suprema Orden de Cristo o Milicia de Nuestro Señor Jesucristo
Orden de San Lázaro de Jerusalén
Órdenes civiles
Orden de San Gregorio Magno: tiene dos clases la civil y la militar. La
segunda está destinada a premiar los méritos del personal de los Cuerpos
armados de la Santa Sede o de cualquier otro Estado, pero no por ello es una
Orden militar.
Orden de San Silvestre
Merecen especial mención las Órdenes regidas por el Maestro general de una
Orden religiosa como por ejemplo la Orden de Santa María de la Merced.
Órdenes regidas por un obispo como por ejemplo la Orden de los caballeros
Teutónicos, Orden de Santa María de Jerusalén.
Modelos islámicos
Joseph von Hammer comparó en 1818 las órdenes militares cristianas, en
particular a los templarios, con ciertos modelos islámicos como la secta chií
de los hashshashin. En 1820 José Antonio Conde sugirió que se modelaron
con base en los ribat, una institución religiosa fortificada que unía la vida
religiosa con la lucha con los enemigos del islam. A pesar de lo populares
que sean estos puntos de vista, muchos los han criticado, con el argumento
de que no hubo ribats en Palestina hasta después de la fundación de las
primeras órdenes militares.
Se entiende oficialmente como su año de fundación aquel en que reciben la
aprobación por el Papa de Roma, o este les asigna unas reglas. Naturalmente,
primero hay que solicitarlo, para lo cual ha de haber previamente un conjunto
de personas dispuestas y dotadas de medios que demuestren su buena
disposición. De esta forma suele llevar a confusión la diferencia de fechas
entre el momento en el que un grupo de caballeros se organiza, presta
juramento y entra en lucha, hasta aquel en el que queda confirmada
oficialmente su existencia como orden militar. Un ejemplo extremo: en 1550
el Papa Julio III reconoció la Sagrada Orden Militar Constantiniana de San
Jorge con la bula Quod Aliasla, después de la caída de Constantinopla,
habiendo documentos anteriores que atestiguan su existencia siglos antes en
Bizancio, bajo regla del obispo San Basilio (que les habría sido otorgada por
el papa San León Magno en el año 456). De identificarse esta como la
primera orden militar, su fecha de creación se remontaría a 312 d. C., cuando
el emperador Constantino el Grande, en vísperas de la batalla contra
Majencio en puente Milvio, vio una cruz en el cielo con el lema In Hoc Signo
Vinces («Bajo este signo vencerás»). Constantino llevó el signo a batalla y,
tras la victoria dio libre culto a los cristianos (Edicto de Milán), y armó a los
primeros cincuenta caballeros, la Caballería Aurata Constantiniana, que
llevaban el lábaro transformado en cruz grabado en estandartes y armaduras
(se denominada aurata por el collar de oro que llevaban sus dignatarios).
Orden del Temple
La Orden de los Pobres Compañeros de Cristo y del Templo de Salomón (en
latín: Pauperes Commilitones Christi Templique Salomonici), también
llamada la Orden del Temple, cuyos miembros son conocidos como
caballeros templarios, fue una de las más poderosas órdenes militares
cristianas de la Edad Media. Se mantuvo activa durante algo menos de dos
siglos. Fue fundada en 1118 o 1119 por nueve caballeros franceses liderados
por Hugo de Payns tras la primera cruzada. Su propósito original era proteger
las vidas de los cristianos que peregrinaban a Jerusalén tras su conquista. La
orden fue reconocida por el patriarca latino de Jerusalén Garmond de
Picquigny, que le impuso como regla la de los canónigos agustinos del Santo
Sepulcro.
Aprobada oficialmente por la Iglesia católica en 1129, durante el Concilio
de Troyes (celebrado en la catedral de la misma ciudad), la Orden del Temple
creció rápidamente en tamaño y poder. Los caballeros templarios tenían
como distintivo un manto blanco con una cruz paté roja dibujada en él. El 24
de abril de 1147, el papa Eugenio III les concedió el derecho a llevar
permanentemente la cruz; cruz sencilla, pero ancorada o paté, que
simbolizaba el martirio de Cristo; de color rojo, porque el rojo era el símbolo
de la sangre vertida por Cristo, pero también de la vida. La cruz estaba
colocada en su manto sobre el hombro izquierdo, encima del corazón.»
Militarmente, sus miembros se encontraban entre las unidades mejor
entrenadas que participaron en las cruzadas.6 Los miembros no combatientes
de la orden gestionaron una compleja estructura económica dentro del
mundo cristiano. Crearon, incluso, nuevas técnicas financieras que
constituyen una forma primitiva del moderno banco. La orden, además,
edificó una serie de fortificaciones por el Mediterráneo y Tierra Santa.
Este Orden militar después de la primera cruzada empezó a ganar muchísimo
poder en Europa y Oriente Medio.
Guerras Bizantinas-árabes y árabes-
Occidente
También podemos reconocer como guerras santas las realizadas contra el
Califato Omeya de Damasco y Califato Abasí entre las cuales podemos
recalcar las siguientes contiendas:
Bizantinos 718 Constantinopla
Francos 732 Poitiers
Talas 751 Río de Sir Daria
Asturias 711 Covadonga (Reconquista Española 711 a 1492)
En estas 3 se detuvo el avance de los árabes hacia Europa y Asia central por
lo cual estas campañas supusieron también la caída de los califatos
musulmanes años más tarde.
Simbología de las Guerras Santas
Normalmente en este tipo de Guerras Medievales se utilizaban signos
religiosos, aunque también estaban los civiles como la bandera de la nación
y su blasón.
Musulmanes
Era un símbolo musulmán solamente
usado en guerras contra cristianos y otros
grupos religiosos, aunque también
llevaban el símbolo del califato omeya y
abasí, cuando llegaron los turcos pues
usaron el símbolo del sultanato al que
pertenecían o del Imperio Selyucida para
más generalidad siendo visto como
símbolo de la religión por las cruzadas.
Cristianos
La Cruz era el oficial y los hombres
que la llevaban en el pecho se les
llamaban cruzados de ahí el nombre de
cruzadas, aunque también existían
distintas variantes de cruces dependiendo
de orden militar y el santo lugar está que
está aquí es la cruz templaria usada en
sitios de Siria, Jerusalén y Europa este se
hizo de gran influencia para la cultura
occidental medieval, moderna y
contemporánea aunque también estaba la
bandera de Francia y el Sacro Imperio Romano Germánico muy típicos en
la época de las cruzadas y el siglo de los Castillos.
Facciones Beligerantes
Tanto entre musulmanes y cristianos surgieron barrios Estados que
defenderían su fe de los invasores para recibir la recompensa celestial
después de la muerte y así ser perdonado y ratificado por Dios.
Cristianismo Islam
-Imperio Bizantino -Sultanato de Rum
-Sacro Imperio Romano Germánico -Arabia
-Francia -Emirato de Egipto
-Inglaterra -Sultanato de Siria
-Hungría -Califato Fatimí
-Estados Italianos -Califato Abasí
-Dinastías Selyucidas
-Dinastía Almoravide
Primera Cruzada Mayor
La primera cruzada inició el complejo fenómeno histórico de campañas
militares, peregrinaciones armadas y expansión colonial en Oriente Próximo,
que convulsionó esta región entre los siglos XI y XIII y que es denominado
por la historiografía como las cruzadas.
Aprovechando la llamada de auxilio del emperador bizantino Alejo I
Comneno, enfrentado con los turcos selyúcidas, el papa Urbano II predicó
en 1095 en los diferentes países cristianos de la Europa Occidental la
conquista de la llamada Tierra Santa. Al intento fallido de Pedro el Ermitaño,
siguió la movilización de un ejército organizado, inspirado por el ideal de la
guerra santa y liderado por nobles principalmente provenientes del reino de
Francia y del Sacro Imperio Romano Germánico, que fue nutriéndose en su
avance de caballeros, soldados y numerosa población, hasta transformarse
en un fenómeno de migración masiva. Los cruzados penetraron en el llamado
Sultanato de Rüm y avanzando hacia el sur, fueron apoderándose de diversas
ciudades y rechazando las fuerzas enviadas en su contra por los gobernadores
divididos en sus disputas internas, hasta que, adentrándose en los territorios
de la dinastía Fatimí, conquistaron el 15 de julio de 1099 la ciudad de
Jerusalén, formando el Reino de Jerusalén.
La primera cruzada supuso políticamente la constitución de los Estados
Latinos de Oriente y la recuperación para el Imperio bizantino de algunos
territorios, a la vez que significó un punto de inflexión en la historia de las
relaciones entre las sociedades del área mediterránea, marcado por un
periodo de expansión del poder del mundo occidental y por el uso del fervor
religioso para la guerra. También permitieron aumentar el prestigio del
papado y el resurgir, tras la caída del Imperio romano, del comercio
internacional y del incremento de los intercambios que favorecieron la
revitalización económica y cultural del mundo medieval.
Fecha 1096-1099
Lugar Oriente Próximo
Casus belli Llamado del Papa Urbano II tras el Concilio de
Clermont a la Guerra Santa
Aspiraciones de la Iglesia católica y el Imperio
Bizantino por el control de Anatolia y del levante
mediterráneo bajo control musulmán
Resultado Victoria cristiana.
Consecuencias Debilitamiento y división del Imperio selyúcida
Fundación de las Órdenes de Caballería Templaria,
Hospitalaria y del Sepulcro
Cambios territoriales El Imperio Bizantino recupera territorios de Anatolia
Occidental
Fundación de los Estados Cruzados de Edesa, Antioquía,
Trípoli y Jerusalén
Entidades cristianas: Entidades musulmanas:
Sacro Imperio Romano Dinastía Selyúcida
Germánico Danisméndidas
Califato Fatimí
República de Génova Dinastía Almorávide
Lotaringia Califato Abbasí
Reino de Inglaterra
Ducado de Apulia
Tarento
Imperio bizantino
Reino de Cilicia
Reino de Francia
Blois
Boulogne
Flandes
Provenza
Le Puy-en-Velay
Vermandois
Normandía
Bearne
Los orígenes de las cruzadas en general, especialmente la primera cruzada,
provienen de los acontecimientos más tempranos de la Edad Media. La
consolidación del sistema feudal en Europa occidental tras la caída del
Imperio carolingio, combinada con la relativa estabilidad de las fronteras
europeas tras la cristianización de los vikingos y magiares, había supuesto el
nacimiento de una nueva clase de guerreros alfa (la caballería feudal) que se
encontraban en continuas luchas internas, suscitadas por la violencia
estructural inherente al propio sistema económico, social y político.
Por otra parte, a comienzos del siglo VIII, el califato de los Omeyas había
logrado conquistar de forma muy rápida Egipto y Siria de manos del cristiano
Imperio bizantino, así como el norte de África. Las conquistas se habían
extendido hasta la península ibérica, acabando con el reino visigodo. Desde
el mismo siglo VIII se pone freno en Occidente a esa expansión, con las
batallas de Covadonga (722) y de Poitiers (732), y el establecimiento de los
reinos cristianos del norte peninsular y del Imperio carolingio, en lo que
supusieron los primeros esfuerzos de los caudillos cristianos por capturar
territorios perdidos frente a los gobernantes musulmanes, y que se
expresarían ideológicamente a partir del corpus cronístico astur-leonés en lo
que más tarde se denominó Reconquista Española. A partir del siglo XII tuvo
factores comunes con las cruzadas orientales (bulas papales, órdenes
militares, presencia de cruzados europeos).
El factor desencadenante más visible que contribuyó al cambio de la actitud
occidental frente a los musulmanes de oriente ocurrió en el año 1009, cuando
el califa fatimí Huséin al-Hakim Bi-Amrillah ordenó destruir la iglesia del
Santo Sepulcro.
Otros reinos musulmanes que emergieron tras el colapso de los Omeya,
como la dinastía aglabí, habían invadido Italia en el siglo IX. El estado que
surgió en esa región, debilitado por las luchas dinásticas internas, se
convirtió en una presa fácil para los normandos que capturaron Sicilia en
1091. Pisa, Génova y el Reino de Aragón comenzaron a luchar contra los
reinos musulmanes en la búsqueda del control del mar Mediterráneo,
ejemplos de lo cual podemos encontrar en la campaña Mahdia y en las
batallas que tuvieron lugar en Mallorca y en Cerdeña.
La idea de la guerra santa contra los musulmanes finalmente caló en la
población y resultó una idea atractiva para los poderes tanto religiosos como
seculares de la Edad Media europea, así como para el público en general. En
parte, esta situación se vio favorecida por los éxitos militares de los reinos
europeos en el Mediterráneo. A la vez, surgió una nueva concepción política
que englobaba a la cristiandad en su conjunto, lo cual suponía la unión de los
distintos reinos cristianos por primera vez y bajo la guía espiritual del papado
y la creación de un ejército cristiano que luchase contra los musulmanes.
Muchas de las tierras islámicas habían sido anteriormente cristianas, y sobre
todo aquellas que habían formado parte del Imperio romano tanto de oriente
como de occidente: Siria, Egipto, el resto del norte de África, Hispania,
Chipre y Judea. Por último, la ciudad de Jerusalén, junto con el resto de las
tierras que la rodeaban y que incluían los lugares en los cuales Cristo había
vivido y muerto, eran especialmente sagradas para los cristianos.
Hacia el este, el vecino más cercano de la cristiandad occidental era la
cristiandad oriental: el Imperio bizantino, un imperio cristiano que desde el
Cisma de Oriente de 1054 había roto explícitamente sus vínculos con el papa
de Roma, cuya autoridad dejó de reconocerse (de hecho, nunca se había
aceptado más que como la de una primum inter pares junto a los patriarcas).
Sutiles diferencias dogmáticas (la cláusula Filioque y la eucaristía acimita o
procimita) permitieron definir la oposición entre la Iglesia católica
occidental y la Iglesia ortodoxa oriental. Las últimas derrotas militares del
Imperio bizantino frente a sus vecinos habían provocado una profunda
inestabilidad que solo se solucionaría con el ascenso al poder del general
Alejo I Comneno como basileus (emperador). Bajo su reinado, el imperio
estaba confinado en Europa y la costa oeste de Anatolia y se enfrentaba a
muchos enemigos, con los normandos al oeste y los selyúcidas al este. Más
hacia el este, Anatolia, Siria, Palestina y Egipto se encontraban bajo el
control musulmán, aunque hasta cierto punto fragmentadas por cuestiones
culturales en la época de la primera cruzada. Este hecho contribuyó al éxito
de esta campaña.
Anatolia y Siria se hallaban bajo dominio de los selyúcidas suníes, que
antiguamente habían formado un gran imperio, pero que en ese momento
estaban divididos en Estados más pequeños. El sultán Alp Arslan había
derrotado al Imperio bizantino en la batalla de Manzikert, en 1071, y había
logrado incorporar gran parte de Anatolia al imperio. Sin embargo, el
imperio se dividió tras su muerte al año siguiente. Malik Shah I sucedió a
Alp Arslan y continuaría reinando hasta 1092, periodo en el que el imperio
selyúcida se enfrentaría a la rebelión interna. En el Sultanato de Rüm, en
Anatolia, Malik Shah I sería sucedido por Kilij Arslan I, y en Siria por su
hermano Tutush I, que murió en 1095. Los hijos de este último, Radwan y
Duqaq, heredaron Alepo y Damasco, respectivamente, dividiendo Siria
todavía más entre distintos emires enfrentados entre ellos y enfrentados
también con Kerbogha, el atabeg de Mosul. Todos estos Estados estaban más
preocupados en mantener sus propios territorios y en controlar los de sus
vecinos que en cooperar entre ellos para hacer frente a la amenaza cruzada.
En otros lugares de lo que nominalmente era territorio selyúcida se había
consolidado también la dinastía artúquida. En particular, esta nueva dinastía
dominaba el noroeste de Siria y el norte de Mesopotamia, y también controló
Jerusalén hasta 1098. Al este de Anatolia y al norte de Siria se fundó un
nuevo Estado, gobernado por la que se conocería como la dinastía de los
danisméndidas por haber sido fundada por un mercenario selyúcida conocido
como Danishmend. Los cruzados no llegaron a tener ningún contacto
significativo con estos grupos hasta después de la cruzada. Por último,
también hay que tener en cuenta a los nizaríes, que por entonces estaban
comenzando a tener cierta relevancia en los asuntos sirios.
imultáneamente a Urbano II, varios predicadores, entre los que destaca Pedro
el Ermitaño, consiguieron inflamar a una gran multitud de gente humilde,
«entre ellos campesinos y artesanos, además de siervos» que, aunque el papa
Urbano había planeado la partida de la cruzada para el 15 de agosto de 1096
coincidiendo con la festividad de la Asunción de María, se puso en marcha
antes de dicha fecha formando un ejército desorganizado y mal provisto
formado por campesinos y pequeños nobles, bajo la dirección de Pedro el
Ermitaño, con la intención de conquistar Jerusalén por su cuenta.
Dirigidos por los predicadores, la respuesta de la población superó todas las
expectativas: Si bien Urbano había contado con la adhesión a la cruzada de
unos pocos miles de caballeros, se encontró con una verdadera migración de
unos cuarenta mil cruzados, aunque dichas cifras estaban compuestas en su
mayor parte por soldados sin experiencia, mujeres y niños.
Sin tener ningún tipo de disciplina militar, y cuando se encontraban en lo que
a los cruzados probablemente les parecía una tierra extraña (Europa del
Este), pronto se vieron en problemas, todavía en territorio cristiano. El
problema principal era el del aprovisionamiento, así como una gran cantidad
de gente sin escrúpulos que vio en la cruzada una oportunidad para saquear
otros territorios. De esta forma, los ejércitos cruzados cometieron numerosos
robos y matanzas a mediados del 1096 cuando entraron en el Reino de
Hungría.
Primeramente, en marzo de 1096 se adentraron los caballeros franceses de
Valter Gauthier, quienes azotaron la región de Zimony, y rápidamente fueron
repelidos por las fuerzas del rey Colomán de Hungría (sobrino del fallecido
san Ladislao I de Hungría, quien había aceptado el llamamiento a las
cruzadas antes de morir en junio de 1095). Hungría guardó un luto de tres
años por san Ladislao; esto, además de la débil posición inicial del recién
coronado rey Colomán, fue lo que impidió que el reino húngaro se sumase a
las primeras cruzadas (fue en la quinta cruzada cuando Andrés II de Hungría
llevaría el ejército más grande de la historia de los cruzados). Tras los
estragos de los caballeros franceses de Gauthier entraría el ejército de Pedro
de Amiens, el cual sería escoltado a través del reino por las fuerzas húngaras
de Colomán. Sin embargo, después que los cruzados de Amiens atacasen a
los soldados escoltas y matasen a cerca de cuatro mil húngaros, el rey
Colomán mantuvo una posición hostil contra los cruzados que atravesasen el
reino en dirección a Constantinopla.
Por otra parte, considerando la situación, el rey húngaro Colomán permitió
la entrada a los ejércitos cruzados de Volkmar y Gottschalk, a quienes
eventualmente también tuvo que enfrentarse y derrotarlos cerca de Nitra y
Zimony, ya que igual que los otros grupos anteriores causaron incalculables
estragos y asesinatos en Hungría. Seguidamente, los húngaros detuvieron las
fuerzas del Conde Emiko cerca de la ciudad de Mosony, y al poco tiempo,
el rey húngaro forzó a Godofredo de Bouillón a firmar un tratado en la abadía
de Pannonhalma, donde los cruzados se comprometían a pasar por el
territorio húngaro con un buen comportamiento. Tras esto, las fuerzas
salieron de los territorios húngaro escoltadas por los ejércitos de Colomán y
continuaron hacia Constantinopla.
En el difícil trayecto murieron unas diez mil personas, cerca de un cuarto de
las tropas iniciales de Pedro, si bien el resto llegó a Constantinopla en agosto
en relativas buenas condiciones. Una vez ahí volvieron a surgir tensiones
debidas a las diferencias culturales y religiosas y a las reticencias a repartir
provisiones entre un número tan grande de personas. Para complicar aún más
las cosas, los seguidores de Pedro se unieron a otros cruzados provenientes
de Francia e Italia. Finalmente, el emperador Alejo Comneno decidió
embarcar rápidamente a los treinta mil cruzados para que cruzaran el
Bósforo, quitándose cuanto antes ese problema de encima.
Tras cruzar a Asia Menor, los cruzados comenzaron a discutir entre ellos y
el ejército se dividió en dos partidas separadas. Desde allí, la multitud se
internó en territorio turco, consiguiendo una victoria inicial, pero
descuidando absolutamente la retaguardia. La experiencia militar de los
turcos era demasiado para el inexperto ejército cruzado, sin conocimientos
prácticos en el arte de la guerra. Finalmente, fueron masacrados y
esclavizados fácilmente poco después de haberse internado en territorio
selyúcida.17 Pedro el Ermitaño consiguió volver a Bizancio y unirse a la
cruzada de los príncipes. Otro ejército de bohemios y sajones no logró
atravesar Hungría antes de desbandarse.
La primera cruzada fue la chispa que inició una tradición de violencia
organizada contra el pueblo judío en Europa. Si bien el antisemitismo había
existido en Europa desde hacía siglos, la primera cruzada supuso el primer
caso de violencia en masa y organizada contra las comunidades judías. En
Alemania, ciertos líderes interpretaron que esta lucha contra el infiel debía
ser llevada no solo contra los musulmanes ubicados en Tierra Santa, sino
también contra los judíos que habitaban en sus propias tierras.
Los sermones que predicaban la cruzada inspiraron un antisemitismo todavía
mayor. Según algunos predicadores, los judíos y los musulmanes eran
enemigos de Cristo, y era deber de la cristiandad enfrentarse a esos enemigos
o convertirles a la fe cristiana. El público en general entendió que el
«enfrentamiento» al que hacían mención los predicadores era sinónimo de
luchar a muerte o darles muerte. La conquista cristiana de Jerusalén y el
establecimiento de un imperio cristiano supuestamente instigaría el «Fin de
los Tiempos», durante el cual los judíos deberían supuestamente convertirse
al cristianismo. Por otro lado, en algunos lugares de Francia y de Alemania
se consideró a los judíos como culpables de la crucifixión de Jesús, y se
trataba de un colectivo mucho más visible y cercano que el de los
musulmanes. Muchas personas se preguntaron por qué debían viajar miles
de kilómetros para luchar contra los infieles si ya había no creyentes cerca
de sus casas.
Partiendo a comienzos del verano de 1096, un ejército alemán compuesto
por unos diez mil cruzados y dirigido por los nobles Gottschalk, Volkmar, y
Emicho se dirigió hacia el norte, siguiendo el Rin, en dirección opuesta a
Jerusalén, para comenzar una serie de pogromos que algunos historiadores
han llegado a llamar «el primer holocausto».18
Los cruzados viajaron al norte a través del valle del Rin en busca de las
comunidades judías más conocidas como Colonia, para luego dirigirse al sur.
A las comunidades judías se les daba la opción de convertirse o ser
masacradas. Muchas se negaron a la conversión y, a medida que se extendían
las noticias de las masacres, se dieron algunos casos de suicidios en masa.
Esta interpretación de la cruzada como guerra contra todo tipo de infiel, sin
embargo, no fue algo universal, y existe constancia de que los judíos
encontraron refugio en algunos santuarios cristianos. Uno de esos casos fue
el del arzobispo de Colonia, que se esforzó por proteger a los judíos de la
ciudad de la matanza llevada a cabo por la propia población. En cualquier
caso, miles de judíos fueron asesinados a pesar de los intentos de algunas
autoridades eclesiásticas y seculares de protegerles.
Todas estas masacres se justificaron a través del argumento de que los
discursos del papa Urbano habían prometido la recompensa divina a los que
matasen a infieles, sin importar qué tipo de no cristianos fuesen. En ese
sentido, el llamamiento no se dirigía exclusivamente a la guerra santa contra
los musulmanes. Aunque el papado aborreció y predicó en contra de estas
acciones locales contra judíos y musulmanes, estos actos se repitieron en
todos los movimientos cruzados posteriores.
El fracaso de la cruzada de los pobres no sería más que el preámbulo de lo
que se identifica habitualmente como primera cruzada, que es conocida
también como la cruzada de los barones o cruzada de los príncipes. Mucho
más organizada que la anterior, la cruzada de los barones estaba compuesta
por miembros de la nobleza feudal y se dividieron en cuatro grupos
principales según su origen que utilizaron distintas rutas para llegar a
Constantinopla.
El primer grupo, compuesto por caballeros de origen lorenés y flamenco,
estaba comandado por Godofredo de Bouillón junto con sus hermanos
Balduino y Eustaquio y se dirigió a Constantinopla a través de Alemania y
Hungría.
El segundo grupo estaba compuesto por caballeros normandos
septentrionales comandados por Hugo de Vermandois, hermano del rey
Felipe I de Francia y que llevaba el estandarte papal, Esteban II de Blois,
cuñado del rey Guillermo II de Inglaterra, por el conde Roberto II de Flandes
y por Roberto II de Normandía y se dirigió a Constantinopla vía marítima
partiendo desde Bari.
El tercer grupo lo componían los caballeros normandos meridionales a cuyo
frente se encontraba Bohemundo de Tarento junto con su sobrino Tancredo
que tras reunirse con los normandos septentrionales partieron juntos hacia
Constantinopla.
El cuarto grupo estaba compuesto por caballeros occitanos dirigidos por
Raimundo de Tolosa y a quien acompañaba Ademar de Le Puy, legado
pontificio y jefe espiritual de la expedición. Este contingente se dirigió a
Constantinopla atravesando Eslovenia y Dalmacia.19
En total, el ejército cruzado estaba compuesto por entre treinta y treinta y
cinco mil cruzados, incluyendo a unos cinco mil caballeros.20 Raimundo de
Tolosa era el líder del contingente más numeroso, compuesto por unos ocho
mil quinientos hombres de infantería y mil doscientos de caballería.21
ras la exitosa convocatoria papal y la avalancha de participantes no fue
posible plantear una expedición unitaria, por lo que partieron de Europa
distintas expediciones que habrían de confluir por diferente rutas en
Constantinopla entre noviembre de 1096 y mayo de 1097. Acompañando a
los caballeros cristianos había muchos hombres pobres (pauperes) que solo
se podían permitir comprar las ropas más básicas y, quizás, algún arma vieja.
Pedro el Ermitaño, que se había unido a la cruzada de los príncipes en
Constantinopla, era considerado el responsable de cuidar a estas personas, a
quienes se les permitía organizarse en pequeños grupos, posiblemente
compañías militares afines, y que a menudo iban dirigidos por algún
caballero empobrecido.
Los distintos grupos de cruzados llegaron a Constantinopla con pocas
provisiones, esperando recibir ayuda de Alejo I. Alejo, por su parte, se
encontraba en una situación difícil. Tras la dudosa experiencia vivida con la
anterior cruzada de los pobres, y teniendo en cuenta que el normando
Bohemundo de Tarento era un antiguo enemigo suyo, no sabía hasta qué
punto podía fiarse de los supuestos aliados cristianos venidos de occidente.
Por otro lado, Alejo seguía teniendo esperanzas de conseguir controlar a este
grupo de cruzados, y parece que incluso contemplaba la posibilidad de
utilizarlos como agentes del imperio bizantino para recuperar tierras
perdidas. Dada la situación, Alejo llegó a un acuerdo con los cruzados: en
intercambio por la comida y los suministros, Alejo exigía que los cruzados
le jurasen lealtad, y que prometiesen devolver al Imperio bizantino todo el
terreno que recuperasen de los turcos. Los cruzados, sin agua ni comida, no
tuvieron otra opción que aceptar tomar el juramento, aunque no sin antes
haber asumido todas las partes una serie de compromisos, y después de que
casi se hubiese desatado un conflicto militar en la propia ciudad en un
combate abierto con los akritai del emperador.
Solo el príncipe Raimundo evitó el juramento, ofreciendo a Alejo que
liderara la cruzada en persona. Alejo rechazó la oferta, aunque los dos
personajes se convirtieron en aliados a raíz de la desconfianza que ambos
tenían en Bohemundo.
Cambios territoriales
Anatolia y Levante antes de la cruzada, dominados casi totalmente por los
turcos.
Los resultados de la cruzada: el Imperio bizantino recuperó parte de Anatolia
y surgieron los Estados cruzados en la costa levantina.
Alejo llegó al acuerdo con los cruzados de enviar un contingente militar bajo
el mando del general Tatikios (de origen turco, curiosamente) para
acompañar a los cruzados a lo largo de Asia Menor. Su primer objetivo sería
Nicea, una antigua ciudad del Imperio bizantino que ahora era la capital del
Sultanato de Rüm, gobernado en ese momento por Kilij Arslan I. En ese
momento, Arslan estaba en plena campaña militar contra los danisméndidas,
en Anatolia central, y había dejado atrás tanto su tesoro como a su familia,
infravalorando la capacidad militar de los cruzados.22 La ciudad sufrió un
largo asedio que no tuvo grandes resultados, puesto que los cruzados no
fueron capaces de bloquear el lago en el que estaba situado la ciudad, y a
través de éste podía recibir provisiones. Cuando Kilij Arslan recibió noticias
del asedio se apresuró a volver a su capital, y atacó al ejército cruzado el 23
de mayo de ese año. Sin embargo, en esta ocasión los turcos fueron
derrotados, si bien ambos bandos sufrieron duras pérdidas.23 Viendo que no
sería capaz de liberar la ciudad, aconsejó a la guarnición que se rindiese si la
situación llegaba a ser insostenible. Alejo, temiendo que los cruzados
saqueasen la ciudad y destruyesen su riqueza, llegó a un acuerdo secreto de
rendición con la ciudad, y se preparó para tomarla por la noche. El 19 de
junio de 1097, los cruzados se despertaron y advirtieron que los estandartes
bizantinos ondeaban en los muros de la ciudad.
esde Antioquía los cruzados marcharon hacia Jerusalén. La ciudad en aquel
momento se encontraba disputada entre los fatimíes de Egipto y los turcos
de Siria. Por el camino, conquistaron diversas plazas árabes (entre ellas el
futuro castillo Krak des Chevaliers, que fue abandonado), y firmaron
acuerdos con otras, deseosas de mantener su independencia y de facilitar que
los cruzados atacaran a los turcos. A medida que se dirigían al sur por la
costa del mar Mediterráneo los cruzados no se encontraron demasiada
resistencia, puesto que los líderes locales preferían llegar a acuerdos de paz
con ellos y darles suministros sin llegar al conflicto armado.
Jerusalén, mientras tanto, había cambiado de manos varias veces, en los
últimos tiempos y desde 1098 se encontraba en manos de los fatimíes de
Egipto. Los cruzados llegaron ante las murallas de la ciudad en junio de 1099
y, al igual que hicieron con Antioquía, desplegaron sus tropas para someterla
a un largo asedio, durante el cual los cruzados sufrieron también un gran
número de bajas por culpa de la falta de comida y agua en los alrededores de
Jerusalén. Cuando el ejército cruzado llegó a Jerusalén, del ejército inicial
solo quedaban doce mil hombres, incluyendo a mil quinientos soldados de
caballería.21 Enfrentados a lo que parecía una tarea imposible, los cruzados
llevaron a cabo diversos ataques contra las murallas de la ciudad, pero todos
fueron repelidos. Los relatos de la época indican que la moral del ejército se
vio mejorada cuando un sacerdote llamado Pedro Desiderio aseguró haber
tenido una visión divina en la cual se le daba instrucciones de marchar
descalzos en procesión alrededor de las murallas de la ciudad, tras lo cual la
ciudad caería en nueve días, siguiendo el ejemplo bíblico de la caída de
Jericó. El 8 de julio los cruzados realizaron esa procesión.
Finalmente, la ciudad caería en manos cristianas el 15 de julio de 1099,
gracias a una ayuda inesperada. Las tropas genovesas dirigidas por
Guillermo Embriaco se habían dirigido a Tierra Santa en una expedición
privada. Se dirigían en primer lugar a Ascalón, pero un ejército fatimí de
Egipto los obligó a marchar tierra adentro hacia Jerusalén, ciudad que se
encontraba en ese momento sitiada por los cruzados. Los genoveses habían
desmantelado previamente las naves en las cuales habían navegado hasta
Tierra Santa, y utilizaron esa madera para construir torres de asedio. Estas
torres fueron enviadas hacia las murallas de la ciudad la noche del 14 de julio
entre la sorpresa y la preocupación de la guarnición defensora. A la mañana
del día 15, la torre de Godofredo llegó a su sección de las murallas cercana
a la esquina noreste de la ciudad y, según el Gesta, dos caballeros
procedentes de Tournai llamados Letaldo y Engelberto fueron los primeros
en acceder a la ciudad, seguidos por Godofredo, su hermano Eustaquio,
Tancredo y sus hombres. La torre de Raimundo quedó frenada por una zanja,
pero, dado que los cruzados ya habían entrado por la otra vía, los guardias se
rindieron a Raimundo.
En primer lugar, los cruzados ofrecieron a Raimundo de Tolosa el título de
rey de Jerusalén, pero lo rechazó. Después se le ofreció a Godofredo de
Buillón, que aceptó gobernar la ciudad, pero rechazó ser coronado como rey,
diciendo que no llevaría una «corona de oro» en el lugar en el que Cristo
había portado «una corona de espinas».En su lugar, tomó el título de
Advocatus Sancti Sepulchri («protector del Santo Sepulcro») o,
simplemente, el de «príncipe». En la última acción de la cruzada encabezó
un ejército que derrotó a un ejército fatimí invasor en la batalla de Ascalón.
Godofredo murió en julio de 1100 y fue sucedido por su hermano, entonces
Balduino de Edesa, que sí que aceptaría el título de rey de Jerusalén y sería
coronado bajo el nombre de Balduino I de Jerusalén.
Con esta conquista finalizó la primera cruzada, la única exitosa. Tras la toma
de Jerusalén, muchos cruzados volvieron a sus lugares de origen, aunque
otros se quedaron a defender las tierras recién conquistadas. Entre ellos,
Raimundo de Tolosa, disgustado por no ser el rey de Jerusalén, se
independizó y se dirigió a Trípoli (en el actual Líbano), donde fundó el
condado del mismo nombre.
Habiendo capturado Jerusalén y la iglesia del Santo Sepulcro, el juramento
cruzado había quedado cumplido. Sin embargo, había muchos caballeros que
habían vuelto a casa antes de alcanzar Jerusalén, así como otros muchos que
no habían llegado a abandonar Europa. Cuando llegaron noticias del éxito de
la cruzada, estos hombres fueron ridiculizados por sus familias y recibieron
amenazas de excomunión por parte del clero. Por otro lado, otros muchos
cruzados que habían permanecido en la cruzada hasta su final también
volvieron a sus casas, por lo que, según Fulquerio de Chartres, en el año 1100
ya solo quedaban unos pocos cientos de caballeros en el nuevo reino.
En 1101 comenzó una nueva cruzada, a la que se sumaron Esteban de Blois
y Hugo de Vermandois, que habían regresado a casa antes de alcanzar
Jerusalén. Esta cruzada fue casi aniquilada en Asia Menor por los turcos
selyúcidas, pero los supervivientes sirvieron para reforzar el nuevo reino a
su llegada a Jerusalén. En los años siguientes, el reino también recibió ayuda
de los mercaderes italianos que se establecieron en puertos sirios y de las
órdenes religiosas y militares de los Caballeros Templarios y los Caballeros
Hospitalarios, que fueron creadas durante el reinado de Balduino I.
Segunda Cruzada Mayor
La segunda cruzada (1144-1148) fue la segunda gran campaña militar de una
serie de campañas denominadas en su conjunto como Las Cruzadas y que,
durante los siglos XII y XIII, partieron desde Europa occidental
(principalmente Francia) hacia Oriente Medio, con el fin de conquistar Tierra
Santa y en particular la ciudad de Jerusalén, que se encontraban en manos
musulmanas desde el siglo VII.
La Segunda Cruzada fue convocada en 1145 en respuesta a la reconquista
del condado de Edesa un año antes. Edesa fue el primero de los estados
cruzados fundados durante la Primera Cruzada (1096-1099), pero fue
también el primero en caer. La Segunda Cruzada, convocada por el papa
Eugenio III, contó con el liderazgo de varios reyes europeos por primera vez,
entre los que destacaron Luis VII de Francia y el emperador Conrado III, y
con la ayuda de numerosos nobles. Los ejércitos de ambos reyes marcharon
por separado a través de Europa y en cierto modo fueron retardados por el
emperador bizantino Manuel I Comneno. Después de cruzar el territorio
bizantino, ya en Anatolia, ambos ejércitos fueron derrotados, por separado,
por los turcos selyúcidas. Luis, Conrado y los restos de sus ejércitos llegaron
a Jerusalén y en 1148 participaron en un desacertado ataque sobre Damasco.
La cruzada en oriente fue un fracaso para los cruzados y una gran victoria
para los musulmanes. En último término, dicho fracaso conduciría al sitio y
caída de Jerusalén en 1187 y a la convocatoria de la Tercera Cruzada a finales
del siglo XII.
El único éxito se produjo fuera del Mediterráneo en la península Ibérica, en
donde los cruzados ingleses, escoceses, flamencos, frisones, normandos y
algunos alemanes, en su ruta marítima hacia Tierra Santa, se detuvieron en
las costas portuguesas y ayudaron a la toma de Lisboa, Almería y
Tarragona en 1147.1 Mientras tanto, en Europa oriental, se inició la
primera de las
cruzadas del norte
para convertir al
cristianismo a las
tribus paganas del
Báltico, en un
proceso que duraría
varios siglos.
Además, está
cruzada supuso el
comienzo del fin de
los Estados
Cristianos en el
Oriente Medio.
Tercera Cruzada Mayor