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Quevedo y Góngora: Poesía Satírica y Barroca

Este poema de Luis de Góngora describe la belleza de una mujer joven, comparando sus características como su cabello, frente, labios y cuello con oro, lirios, claveles y cristal. Sin embargo, advierte que toda belleza es efímera y que con el tiempo tanto ella como sus atributos se convertirán en nada.
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Quevedo y Góngora: Poesía Satírica y Barroca

Este poema de Luis de Góngora describe la belleza de una mujer joven, comparando sus características como su cabello, frente, labios y cuello con oro, lirios, claveles y cristal. Sin embargo, advierte que toda belleza es efímera y que con el tiempo tanto ella como sus atributos se convertirán en nada.
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1

Letrilla satírica
Francisco de Quevedo y Villegas Sus escudos de armas nobles
son siempre tan principales,
Madre, yo al oro me humillo; que sin sus escudos reales 45
él es mi amante y mi amado, no hay escudos de armas dobles,
pues de puro enamorado 5 y pues a los mismos robles
de contino anda amarillo; da codicia su minero,
que pues doblón o sencillo poderoso caballero
hace todo cuanto quiero, es don Dinero. 50
poderoso caballero
es don Dinero. 10 Por importar en los tratos
y dar tan buenos consejos,
Nace en las Indias honrado, en las casas de los viejos
donde el mundo le acompaña; gatos le guardan de gatos.
viene a morir en España Y pues él rompe recatos 55
y es en Génova enterrado. y ablanda al juez más severo,
Y pues quien le trae al lado 15 poderoso caballero
es hermoso aunque sea fiero, es don Dinero.
poderoso caballero
es don Dinero. Y es tanta su majestad
(aunque son sus duelos hartos), 60
Es galán y es como un oro, que con haberle hecho cuartos
tiene quebrado el color, 20 no pierde su autoridad;
persona de gran valor, pero pues da calidad
tan cristiano como moro. al noble y al pordiosero,
Pues que da y quita el decoro poderoso caballero 65
y quebranta cualquier fuero, es don Dinero.
poderoso caballero 25
es don Dinero. Nunca vi damas ingratas
a su gusto y afición,
Son sus padres principales que a las caras de un doblón
y es de nobles descendiente hacen sus caras baratas, 70
porque en las venas de oriente y pues las hace bravatas
todas las sangres son reales; 30 desde una bolsa de cuero,
y pues es quien hace iguales poderoso caballero
al duque y al ganadero, es don Dinero.
poderoso caballero
es don Dinero. Más valen en cualquier tierra 75
(¡mirad si es harto sagaz!)
Mas ¿a quién no maravilla 35 sus escudos en la paz
ver en su gloria sin tasa que rodelas en la guerra.
que es lo menos de su casa Y pues al pobre le entierra
doña Blanca de Castilla? y hace proprio al forastero, 80
Pero pues da al bajo silla poderoso caballero
y al cobarde hace guerrero, 40 es don Dinero.
poderoso caballero
es don Dinero.
2

Soneto
Francisco de Quevedo

Rostro de blanca nieve, fondo en grajo;


la tizne, presumida de ser ceja;
la piel, que está en un tris de ser pelleja;
la plata que se trueca ya en cascajo;

habla casi fregona de estropajo;


el aliño, imitado a la corneja;
tez que, con pringue y arrebol, semeja
clavel almidonado de gargajo.

En las guedejas, vuelto el oro orujo,


y ya merecedor de cola el ojo,
sin esperar más beso que el del brujo.

Dos colmillos comidos de gorgojo,


una boca con cámaras y pujo,
a la que rosa fue vuelven abrojo.
3

Soneto
Francisco de Quevedo

Mandome, ¡ay Fabio!, que la amase Flora


y que no la quisiese, y mi cuidado
obediente, y confuso, y mancillado,
sin desearla, su belleza adora.

Lo que el humano afecto siente, y llora,


goza el entendimiento amartelado
del espíritu eterno, encarcelado
en el claustro mortal que le atesora.

Amar es conocer virtud ardiente;


querer es voluntad interesada,
grosera, y descortés caducamente.

El cuerpo es tierra, y lo será, y fue nada;


de Dios procede a eternidad la mente,
eterno amante soy de eterna amada.
4

Soneto
Francisco de Quevedo

Miré los muros de la patria mía,


si un tiempo fuertes ya desmoronados
de la carrera de la edad cansados
por quien caduca ya su valentía.

Salime al campo: vi que el sol bebía


los arroyos del hielo desatados,
y del monte quejosos los ganados
que con sombras hurtó su luz al día.

Entré en mi casa: vi que amancillada


de anciana habitación era despojos,
mi báculo más corvo y menos fuerte.

Vencida de la edad sentí mi espada,


y no hallé cosa en que poner los ojos
que no fuese recuerdo de la muerte.
5

Soledad primera
Luis de Góngora y Argote

Era del año la estación florida


en que el mentido robador de Europa
—media luna las armas de su frente
y el Sol todo los rayos de su pelo—
luciente honor del cielo,
en campos de zafiro pace estrellas,
Cuando el que ministrar podía la copa
a Júpiter mejor que el garzón de Ida,
—náufrago y desdeñado, sobre ausente—
lagrimosas de amor dulces querellas
da al mar, que condolido,
fue a las ondas, fue al viento
el mísero gemido,
segundo de Arïón dulce instrumento.

Del siempre en la montaña opuesto pino


al enemigo Noto
piadoso miembro roto
breve tabla, delfín no fue pequeño
al inconsiderado peregrino
que a una Libia de ondas su camino
fió, y su vida a un leño.
Del Océano, pues, antes sorbido
y luego vomitado
no lejos de un escollo coronado
de secos juncos, de calientes plumas
—alga todo y espumas—
halló hospitalidad donde halló nido
de Júpiter el ave.
6

Soneto
Luis de Góngora

Mientras por competir con tu cabello


oro bruñido al sol relumbra en vano,
mientras con menosprecio en medio el llano
mira tu blanca frente al lilio bello.

Mientras a cada labio, por cogello,


siguen más ojos que al clavel temprano
y mientras triunfa con desdén lozano
del luciente cristal tu gentil cuello,

goza cuello, cabello, labio y frente


antes que lo que fue en tu edad dorada
oro, lilio, clavel, cristal luciente

no sólo en plata o viola troncada


se vuelva, más tú y ello juntamente
en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.

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