UNIVERSIDAD DE CHILE
FACULTAD DE CIENCIAS JURÍDICAS Y SOCIALES
  DEPARTAMENTO DE DERECHO PÚBLICO
     LOS LÍMITES TEMPORALES EN EL
        DEBIDO PROCEDIMIENTO
     ADMINISTRATIVO SANCIONADOR
        DIEGO IGNACIO CABEZAS PINO
     MEMORIA PARA OPTAR AL TÍTULO DE
LICENCIADO EN CIENCIAS JURÍDICAS Y SOCIALES
                  Profesor Guía:
            Sr. Cristian Román Cordero
              SANTIAGO DE CHILE
                      2014
                           “Desde el día en que la burguesía acometió la gran
                               empresa de reorganización del Estado antiguo,
                                  inventó doctrina que enseña en sus cátedras
                                      y que defiende por medio de sus diarios.
                    Aludo a las doctrinas del libre cambio y del individualismo.
En efecto, ¿qué es lo que necesitan los grandes para explotar a los pequeños,
                                                        los fuertes a los débiles,
                                                 los empresarios a los obreros,
                                               los hacendados a los inquilinos,
                                                          los ricos a los pobres?
                              Solo una cosa: libertad y nada más que libertad,
                            o sea, la garantía de que el Estado no intervendrá
                     en la lucha por la existencia para alterar el resultado final
                                                      a favor de los desvalidos.
                         La política no es el arte de establecer el libre cambio:
                             es el arte de satisfacer las necesidades sociales,
                                               abandonadas por el liberalismo.”
                                        Valentín Letelier, “Los Pobres”, 1906.-
                                                                                ii
                                       TABLA DE CONTENIDOS
RESUMEN .......................................................................................................... 9
INTRODUCCIÓN .............................................................................................. 10
I PARTE
EL DEBIDO PROCEDIMIENTO ADMINISTRATIVO-SANCIONADOR.
LOS LÍMITES TEMPORALES.
Generalidades. ................................................................................................ 20
   I. Capítulo 1.
   Las Potestades y Garantías Administrativo-sancionadoras. ......................... 26
      I.1.a. Las Potestades administrativo-sancionadoras.................................. 26
      I.1.a.i. Las potestades administrativo-sancionadoras. Su naturaleza
      jurídica. ...................................................................................................... 30
      I.1.a.ii. Las Potestades Administrativo-sancionadoras. Su
      Constitucionalidad……………………………………………………………….36
      I.1.b. Las Garantías Administrativo-sancionadoras. .................................. 41
      I.1.b.i. Las Garantías Sustantivas. ............................................................. 43
      I.1.b.ii Las Garantías Adjetivas. ................................................................. 54
   I. Capítulo 2.
   El Derecho a ser Sancionado dentro de un plazo razonable o sin dilaciones
   indebidas como elemento integrante del Debido Procedimiento
   Administrativo-sancionador. .......................................................................... 60
      I.2.a El Principio del Debido Proceso y su aplicación en los
      Procedimientos Administrativo-sancionadores. ........................................ 60
      I.2.a.i. Concepto ......................................................................................... 60
                                                                                                                      iii
   I.2.a.ii. Evolución Histórica Nacional e Internacional. Análisis crítico de
   su consagración en Chile........................................................................... 62
   I.2.a.iii. El contenido del Principio de Debido Proceso. .............................. 68
   I.2.b. Concepto de “plazo razonable y sin dilación indebida”. .................... 77
   I.2.c. La Objetivación del plazo razonable. ................................................ 79
   I.2.d. Los Elementos Preceptivos. ............................................................. 81
   I.2.e. Aplicación de la institución del Debido Proceso –y por ende, de las
   ideas de plazo razonable y dilación indebida- en el Procedimiento
   Administrativo-sancionador……………………………………………...……..86
I. Capítulo 3.
Normas, institutos y principios aplicables pertenecientes al Derecho
Administrativo-sancionador. .......................................................................... 90
   I.3.a. Estudio y análisis de la historia de la ley Nº 19.880. Su artículo 24. . 90
   I.3.b. La Inactividad Administrativa. ......................................................... 101
   I.3.b.i. Concepto. ...................................................................................... 102
   I.3.b.ii. La Inactividad Administrativa. Situación en el Derecho
   Comparado (España). ............................................................................. 107
   I.3.b.iii. La Inactividad Administrativa. Situación en el Derecho Chileno. . 111
   I.3.b.iv. La Inactividad de Administrativa. Su tratamiento Procesal.......... 113
   I.3.b.v. La Inactividad Administrativa. Sus tipos y posibles
   clasificaciones………………………………………………………………….117
   I.3.c. La Inactividad Administrativa. Sus principales manifestaciones en
   los Procedimientos Administrativo-sancionatorios. El Silencio
   Administrativo y la Desviación de Poder. ................................................. 120
   I.3.c.i. El Silencio Administrativo como manifestación de Inactividad
   Administrativa . ........................................................................................ 121
   I.3.c.ii. La Desviación de Poder como manifestación de Inactividad
   Administrativa. ......................................................................................... 138
   I.3.c.iii. Concepto. .................................................................................... 139
   I.3.c.v. La situación en Chile. Análisis jurisprudencial. ............................. 152
   I.3.d. Principios aplicables a la actividad administrativa en Chile. ........... 159
   I.3.d.i. Los Principios de Eficiencia y Eficacia. ......................................... 162
   I.3.d.ii. Los Principios de Celeridad, Conclusivo e Inexcusabilidad. ......... 167
                                                                                                             iv
      I.3.d.iii. Consecuencias jurídicas de la vulneración de estos principios en los
      procesos iniciados de oficio por la Administración. .................................. 182
II PARTE
LA EXTINCIÓN DE LOS PROCEDIMIENTOS ADMINISTRATIVO-
SANCIONADORES, EN ESPECIAL, LA TEORÍA DEL DECAIMIENTO DEL
PROCEDIMIENTO ADMINISTRATIVO-SANCIONADOR.
Generalidades. .............................................................................................. 186
   II. Capítulo 1.
   La extinción de los actos administrativos. ................................................... 190
      II.1.a. La extinción normal del acto administrativo: El Agotamiento del
      acto.…………………………………………………………………………......193
      II.1.b. La extinción anormal del acto administrativo. ................................ 194
      II.1.b.i. Por vía de pronunciamiento: la Nulidad. ...................................... 195
      II.1.b.ii. Por vía de pronunciamiento: el Retiro o extinción por acto de
      contrario imperio. ..................................................................................... 197
      II.1.b.iii. Por vía fáctica: la Caducidad. ..................................................... 205
      II.1.b.iv. Por vía fáctica: el Decaimiento. .................................................. 212
      II.1.b.v. Concepto y elementos esenciales............................................... 213
      II.1.b.vi. Aspectos distintivos del decaimiento. Diferencias que con las
      otras figuras extintivas. ............................................................................ 221
      II.1.b.vii. Efectos del decaimiento. ........................................................... 226
   II. Capítulo 2.
   La extinción de los procedimientos administrativo- sancionatorios. El
   artículo 40 de la ley Nº 19.880 y la ausencia del decaimiento como medio
   de finalización.............................................................................................. 228
   II. Capítulo 3.
   El Decaimiento de los Procedimientos Administrativo- sancionatorios.
   Generalidades. ............................................................................................ 231
                                                                                                                  v
      II.3.a. “Superintendencia de Electricidad y Combustibles con Shell Chile
      S.A.C.I.”, el primer caso cuya sentencia aplica la teoría del Decaimiento
      de los Procedimientos Administrativo-sancionatorios. Antecedentes
      Previos……………………………………………………………..…………...234
      II.3.b. “Superintendencia de Electricidad y Combustibles con Shell Chile
      S.A.C.I.”, el primer caso cuya sentencia aplica la teoría del Decaimiento
      de los Procedimientos Administrativo-sancionatorios. La decisión de la
      Ilustrísima Corte Suprema. ...................................................................... 240
      II.3.c. El aporte de sentencias posteriores que también aplicaron la teoría
      del decaimiento del procedimiento administrativo-sancionador.
      Similitudes y diferencias………...…………………………………………….253
      II.3.d. Análisis crítico de la teoría de la teoría del decaimiento del
      procedimiento administrativo-sancionador, como fundamento esencial
      de la decisión del tribunal. ....................................................................... 258
      II.3.e. Un caso particular. La sentencia de la Causa Rol Nº 8387-2010. . 265
      II.3.f. Los votos disidentes. El caso de la sentencia en la Causa Rol Nº
      8387-2010, en especial, el interesante aporte del Ministro señor Héctor
      Carreño. ................................................................................................... 274
      II.3.g. Otras vías de solución, diversas del decaimiento de los
      procedimientos administrativo-sancionatorios.
      Generalidades. ........................................................................................ 280
      II.3.g.i. La nulidad de derecho público como mecanismo alternativo de
      solución.................................................................................................... 281
      II.3.g.ii. La desviación de poder como mecanismo alternativo de solución.
      ................................................................................................................. 285
      II.3.g.iii. La caducidad como mecanismo alternativo de solución. ............ 292
      II.3.h. La afectación de la Responsabilidad Patrimonial del Estado como
      consecuencia de los daños producidos por demora excesiva…………....300
   CONCLUSIONES ....................................................................................... 311
   CONCLUSIONES I PARTE ........................................................................ 311
   CONCLUSIONES II PARTE ....................................................................... 322
BIBLIOGRAFÍA .............................................................................................. 330
                                                                                                                        vi
                                   RESUMEN
        En la presente memoria se busca profundizar en el estudio del factor
tiempo dentro de los procedimientos administrativo-sancionatorios, su origen,
incidencia, consecuencias y necesario respeto para que éste sea conforme a
derecho, estudiando tanto la normativa, doctrina y jurisprudencia atingente al
caso.
        En dicho trabajo, se le otorga especial énfasis a reciente jurisprudencia
de la Corte Suprema de Chile, a propósito de que ésta ha acuñado una nueva
figura extintiva denominada “decaimiento del procedimiento administrativo-
sancionador”, que extingue el procedimiento administrativo-sancionador.
        Así, es que dicho estudio busca reivindicar la necesidad de que todo
procedimiento administrativo-sancionador se desarrolle dentro de límites
temporales que den pleno respeto a los derechos y garantías de todo
ciudadano.
                                                                               9
                                     INTRODUCCIÓN
       La expresión “Derecho Administrativo Sancionador” es nueva dentro de
las ciencias jurídicas. Es más, el que la llamemos así y no “Derecho Penal
Administrativo” es más reciente aún. El abandono que por siglos sufrió esta
importante área -en desmedro de otras como el propio Derecho Penal o Civil-
puede atribuirse a múltiples razones. Mas, aquí no nos mueve adentrarnos en el
estudio de dichos motivos, sino que aportar en el desarrollo de ésta disciplina.
       Como antecedente histórico, difícil es situar la época exacta en la cual se
comienza a desarrollar estudio sistemático del Derecho Administrativo
Sancionador como tal en nuestro país1. Pero vemos que no es sino en el último
cuarto del Siglo XX en el que comienzan a aparecer diversos autores que tratan
con mayor profundidad dicha cuestión –como, por ejemplo, don Eduardo Soto
Kloss, don Iván Aróstica Maldonado y don Claudio Moraga Klenner-, hecho que
1
  Sin embargo, no hay que olvidar que las potestades sancionadoras de la Administración ya
eran reconocidas por la gran obra que da inicio al estudio del Derecho Administrativo en Chile -
1859-: “Principios Elementales del Derecho Administrativo Chileno” atribuida a don Santiago
Prado. Pero aquí sólo existe una referencia general, enfocada esencialmente a los límites
sancionatorios de la Administración a efectos de diferenciarlos del reproche penal.
Además, nuestro propio Código Penal del año 1875 -vigente actualmente- hace referencia a
ellas.
                                                                                             10
se ha masificado fuertemente, lo cual ha llevado a que esta área del derecho
haya tenido un impulso enorme en los últimos tiempos.
      Junto con este desarrollo doctrinario, ha existido un importante desarrollo
jurisprudencial. Los diversos órganos que, de una u otra forma, se vinculan a la
resolución de conflictos jurídicamente relevantes –tribunales ordinarios de
justicia, Tribunal Constitucional, Contraloría General de la República, órganos
administrativos, etc.- se han esmerado por aportar en la delimitación, alcance y
facultades que la propia Administración tiene en este ámbito.
      Pero a pesar de los grandes aportes antes descritos, el avance normativo
no ha sido el esperado. Basta con ver que el principal cuerpo legal que trata
indirectamente este tópico –en tanto la sanción administrativa es un acto
desfavorable- es recién del año 2003: la Ley Nº 19.880. Ella se refiere
esencialmente    a   los   procedimientos   administrativos,    dejando   –como
normalmente ocurre en los primeros esfuerzos legislativos- un amplio campo sin
reglar. Sumado a ello, es el hecho de que la tipificación de los actos
sancionables por la Administración está desperdigada en diversos cuerpos, con
rangos, características, fines y órganos sancionatorios competentes, diversos.
Ni hablar del establecimiento de planteamientos sistemáticos más generales
                                                                              11
que sirvan de pauta en la construcción de los tipos administrativo-
sancionatorios; éstos simplemente no existen. Así, vemos que en este terreno,
el cual es el principal en la elaboración normativa de un Estado de Derecho, la
situación no es muy alentadora.
        A pesar de ello, esta precariedad normativa muchas veces se puede
suplir por la existencia de ciertos parámetros o principios generales que deben
inspirar a la labor sancionatoria de la Administración. Pero, ¿de dónde
extraemos dichos principios? Creemos -y así lo evidenciaremos en las páginas
siguientes- que ellos deben ser extraídos del propio Derecho Administrativo,
como rama autónoma y basal del tema en cuestión, perteneciente al gran
ámbito del Derecho Público Estatal. Pero de aquí deriva un importante
problema para nuestro tema de estudio: esta área no se encuentra
suficientemente constituida como para, por sí sola, ser suficiente.
        Lo anterior hace inevitable el tener que recurrir al Derecho Penal, como
rama perteneciente a esta gran área del Derecho que, por su mucho mayor
desarrollo, nos sirve de forma auxiliar2, sin perjuicio de que también se recurre a
2
 Importancia trascendental tiene esta última palabra –“auxiliar”- porque, como desarrollaremos
en nuestro estudio siguiente, ello descarta de plano la extrapolación y aplicación directa de las
normas penales en lo administrativo-sancionatorio.
                                                                                              12
otras, como lo son el Derecho Procesal Penal y el Derecho Constitucional, pero
en una menor medida.      Y es en la utilización de estos principios penales e
internacionales de los Derechos Humanos, que abordamos en este estudio uno
de importancia central: el derecho a ser sancionado dentro de un plazo
razonable –también conocido como el derecho a ser juzgado sin dilaciones
indebidas-, como elemento integrante de todo procedimiento que se califique
como debido. Este principio ha sido motivo de preocupación desde antaño: ya
en el Código de Justiniano del Siglo VI d.C. se hacía referencia expresa a su
existencia al establecerse la necesidad de que los procesos no durasen más
que la vida del juzgado; luego se limitó aún más la duración de éstos,
llegándose a extremos como el impuesto por Constantino al señalarse que
estos procesos no podían durar más de un año. Razones de esta demora son
muchas, mas ellas serán analizadas en el cuerpo de esta obra.
      Sin embargo, dicha preocupación y desarrollo estuvo inicialmente
asociada sólo a los procesos penales, como aquellos que irrogan una mayor
afectación de los derechos esenciales de los ciudadanos. Pero ello, como bien
decimos, fue sólo en sus inicios: actualmente es innegable la aplicación de este
principio a todo el gran campo de los procesos que se sustancien ante
                                                                             13
autoridad pública, incluyéndose por supuesto dentro de estos los procesos
administrativos y, en especial, los sancionatorios.
      Pero a pesar del desarrollo ya milenario de este principio, su conquista
como derecho propio de todo ciudadano es muy reciente. Es sólo en el año
1950 en que adquiere este carácter, al establecerse en la Convención Europea
de Derechos Humanos, en específico, en su artículo 6.1, el cual señala
respecto a esta idea que: “Toda persona tiene derecho a que su causa sea oída
[…] dentro de un plazo razonable…”. Dicha idea posteriormente se masificó a lo
largo del mundo en diversos acuerdos internacionales como el Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos de 1966 – en su artículo 14.3.c.,
sin perjuicio de que aquí se habla del derecho a un proceso sin dilaciones
indebidas- y luego en la Convención Americana de Derechos Humanos -en su
artículo 8.1.-, teniendo estos dos últimos reconocimiento constitucional y por
ende aplicación directa en nuestro país.
      Sin embargo, la dificultad que genera la aplicación al caso concreto de un
principio tan amplio como vago, sumado al hecho de que los plazos existentes
dentro de nuestro ordenamiento jurídico positivo que intentan concretizar dicho
principio, no son perentorios para la Administración, llevan a que en la práctica
                                                                              14
muchas veces dicha garantía sea violada por el administrador en desmedro de
los administrados. Y la gravedad de esto es inmensa, ya que con su irrespeto
no solo se viola esta garantía sino que todo el gran ámbito que forma parte del
derecho a un debido proceso, además de principios expresamente consagrados
en nuestro ordenamiento jurídico, como lo son el de eficacia y eficiencia
administrativa   –consagrados      expresamente   en   la   Ley   de   Orgánica
Constitucional de Bases Generales de la Administración del Estado, Ley N°
18.575-, además de los principios de celeridad, conclusivo e inexcusabilidad –
consagrados expresamente en la Ley de Bases de los Procedimientos
Administrativos, Ley N° 19.880-.
      Y es considerando este problema que la judicatura ha buscado a lo largo
de los años, y de variadas formas, dar aplicación y garantizar el cumplimiento a
estos principios y garantías. Pero es en el desarrollo de esta tarea que nos
encontramos con una respuesta a lo menos llamativa dada, por primera vez,
por la Corte Suprema el día 28 de diciembre de 2008, y que es el denominado
“Decaimiento del Procedimiento Administrativo Sancionador” –y que no es más
que una variante de la teoría ya reconocida a en el Derecho Comparado del
decaimiento del acto administrativo que a su vez es una de las formas de
extinción de los actos administrativos- que, en palabras de la propia Corte
Suprema consiste en “…la extinción de un acto administrativo, provocada por
                                                                             15
circunstancias sobrevinientes de hecho o de derecho que afectan su contenido
jurídico, tornándolo inútil o abiertamente ilegítimo.”3. Es la particularidad de
dicha solución la que nos motiva a iniciar este estudio, pero no la que lo agota.
Esto porque ella no es más que un reflejo de la gran problemática que existe
respecto a la temporalidad de los procedimientos administrativo-sancionatorios
y su dilación excesiva.
        Así, y tomando en cuenta todo lo antes planteado, es que nuestro estudio
se conforma por un conjunto de puntos que abordan sistemática y
secuencialmente cada uno de los tópicos antes señalados. Perseguimos:
    -   Como objetivo general –Parte I-, el examinar la garantía del debido
        procedimiento en términos generales, pero principalmente en su variante
        específica   relativa   al   Derecho    Administrativo-sancionador.       Aquí
        trataremos tanto las potestades de que la Administración goza como a su
        vez las garantías que protegen a los administrados. Una vez realizado
        aquello, trabajaremos en el derecho a ser sancionado dentro de un plazo
        razonable o sin dilaciones indebidas, como una garantía perteneciente a
        la idea de debido procedimiento. Luego, centraremos los esfuerzos en
        estudiar cómo nuestro propio ordenamiento jurídico positivo da aplicación
3
  Sentencia Causa Rol Nº 8.682-2009, párrafo 2º, considerando 5º, “Shell Chile Sociedad
Anónima Comercial e Industrial contra Superintendencia de Electricidad y Combustibles”.
                                                                                    16
       a esta garantía y cómo aborda la existencia de inacción por parte de la
       Administración, sus soluciones o respuestas, y los principios que son
       aplicables a esta inactividad administrativa y que se encuentran
       positivizados en leyes con total vigencia en la actualidad.
   -   Como objetivo específico –Parte II- estudiaremos esencialmente la idea
       del   “Decaimiento    del   Procedimiento     Administrativo-sancionador”,
       entendiéndola como una solución que la Corte Suprema chilena ha dado
       como respuesta a esa excesiva prolongación en el tiempo de los
       procedimientos       administrativo-sancionatorios,      cuestión     que
       complementaremos con las que, a nuestro parecer, podrían haber sido
       otras soluciones que la autoridad judicial hubiera dado. Pero para un
       eficaz tratamiento de dicho asunto, es necesario contextualizar esta
       teoría, para lo cual abordaremos la idea del decaimiento del acto
       administrativo, como teoría que le sirve fundamento, la que a su vez no
       es más que una de las variadas formas en que puede extinguirse un acto
       administrativo, cuestión que también tratamos en este punto.
       Así, y para el logro de los objetivos antes planteados, es que nos
abocaremos al estudio de la doctrina nacional e internacional que tratan estos
temas, como también el examen de la legislación vigente en nuestro país.
Sumado a ello está el análisis jurisprudencial, el cual en este caso tiene una
                                                                            17
importancia central, en especial al abordar la teoría del decaimiento, ya que la
construcción que de ésta se ha hecho en Chile ha encontrado su motivación y
sustento en el trabajo desarrollado por los propios jueces.
      Con todo, y luego de los diversos análisis y reflexiones presentados,
pretendemos que el lector logre captar la gran importancia que este tema tiene
en la realidad jurídica actual y como sus propios derechos pueden ser
violentados con la falta de respuesta oportuna por parte de la Administración.
Sin embargo, es importante entender que este trabajo no es concluyente; todo
lo contrario, busca abrir una veta de estudio que pretendemos sea profundizada
en los tiempos venideros, entendiendo a su vez que esta área reclama dicho
desarrollo.
                                                                             18
19
                                  I PARTE
    EL DEBIDO PROCEDIMIENTO ADMINISTRATIVO-SANCIONADOR.
                        LOS LÍMITES TEMPORALES.
Generalidades.
      Indudable es la necesidad de que en todo proceso que se sustente ante
autoridad pública, exista un respeto irrestricto a un conjunto de garantías
básicas, las cuales no pueden ser afectadas de ninguna forma por ella, cuestión
que no es diferente dentro del procedimiento administrativo-sancionador. Es
así, que la autoridad pública sancionadora debe dar cumplimiento irrestricto al
concepto de Debido Proceso. Como correctamente lo señala el profesor
Moraga Klenner “…la procedimentalización del Derecho Administrativo acepta
que el debido proceso legal, que consagra el art. 19 Nº 3, inc. 5º -actual 6º-,
CPR, es de aplicación inmediata en los procedimientos de toma de decisión
administrativa, por lo que es de obligado cumplimiento el principio del debido
                                                                            20
proceso y de un procedimiento y una investigación racionales y justos…” 4. A su
vez, una de aquellas garantías es la necesidad de que no se prolonguen en
exceso los procesos sancionatorios, ya que ello lleva perjuicios evidentes a los
sujetos que, de una u otra forma, pueden verse vinculados en el mismo.
           Cierto es que la Ley N°19.880, -que define al procedimiento
administrativo como “…una sucesión de actos trámite vinculados entre sí,
emanados de la Administración y, en su caso, de particulares interesados, que
tiene por finalidad producir un acto administrativo terminal”5-6, entendiendo a su
vez que este se forma por un conjunto de actos administrativos, entendiendo a
estos como “…las decisiones formales que emitan los órganos de la
Administración del Estado en las cuales se contienen declaraciones de
voluntad, realizadas en el ejercicio de una potestad pública” 7-8- vino a
solucionar grandes vacíos respecto de la temporalidad de los Procesos
4
 MORAGA KLENNER, Claudio. 2010. Tomo VII: La actividad formal de la Administración del
Estado, en: Tratado de Derecho Administrativo, coordinador: Rolando Pantoja Bauzá, Santiago,
Chile, Editorial Legal Publishing, p. 149.
5
    Artículo18, inciso 1º, ley Nº 19.880.
6
 Para una mayor comprensión y profundización de la idea de procedimiento administrativo, y
como estos se vinculan con los Derechos Fundamentales, recomendamos consultar: ALARCÓN
SOTOMAYOR, Lucía. El Procedimiento Administrativo Sancionador y los Derechos
Fundamentales, Navarra, España, Editorial Aranzadi, 2007.
7
    Artículo 3º, inciso 2º, ley Nº 19.880.
8
   Para una mayor comprensión y profundización de la idea de acto administrativo,
recomendamos consultar: BOLOÑA KELLY, Germán. El Acto Administrativo, Santiago, Chile,
Editorial Legal Publishing, 2º Edición, 2007; y, SÁNCHEZ TORRES, Carlos Ariel. Acto
Administrativo. Teoría General. Bogotá, Colombia, Editorial Legis, 3º Edición, 2004.
                                                                                         21
Administrativos-sancionadores, regulando diversa cuestiones particulares9,
siendo de lo más destacado la idea de Silencio Administrativo 10 consagrada en
sus Artículos 64 y 65, además también de los artículos 4°11 en relación con el
7°12,2713 y el 4314 las cuales innegablemente vienen a satisfacer una vacío que
9
  Para corroborar aquello, basta sólo con analizar Artículos como el 24 y el 43 de la Ley de
Bases de Procedimientos Administrativos-sancionadores, Ley N°19.880.
10
     Dicha temática la abordaremos en páginas posteriores. Igualmente, es importante dejar
establecido que esta figura no es aplicable en los casos que el procedimiento sancionatorio se
inicia por autodenuncia.
11
  Artículo 4° Ley N°19.880: Principios del procedimiento. El procedimiento administrativo estará
sometido a los principios de escrituración, gratuidad, celeridad, conclusivo, economía
procedimental, contradictoriedad, imparcialidad, abstención, no formalización, inexcusabilidad,
impugnabilidad, transparencia y publicidad.
12
    Artículo 7° Ley N°19.880: Principio de celeridad. El procedimiento, sometido al criterio de
celeridad, se impulsará de oficio en todos sus trámites. Las autoridades y funcionarios de los
órganos de la Administración del Estado deberán actuar por propia iniciativa en la iniciación del
procedimiento de que se trate y en su prosecución, haciendo expeditos los trámites que debe
cumplir el expediente y removiendo todo obstáculo que pudiere afectar a su pronta y debida
decisión.
En el despacho de los expedientes originados en una solicitud o en el ejercicio de un derecho
se guardará el orden riguroso de ingreso en asuntos de similar naturaleza, salvo que por el
titular de la unidad administrativa se dé orden motivada en contrario, de la que quede
constancia.
13
   Artículo 27 Ley Nº 19.880: Salvo caso fortuito o fuerza mayor, el procedimiento administrativo
no podrá exceder de 6 meses, desde su iniciación hasta la fecha en que se emita la decisión
final.
14
  Artículo 43° ley N°19.880: Abandono. Cuando por la inactividad de un interesado se produzca
por más de treinta días la paralización del procedimiento iniciado por él, la Administración le
advertirá que si no efectúa las diligencias de su cargo en el plazo de siete días, declarará el
abandono                       de                       ese                      procedimiento.
Transcurrido el plazo señalado precedentemente, sin que el particular requerido realice las
actividades necesarias para reanudar la tramitación, la Administración declarará abandonado el
procedimiento       y    ordenará      su     archivo,    notificándoselo     al    interesado.
El abandono no producirá por sí solo la prescripción de las acciones del particular o de la
Administración. En todo caso, los procedimientos abandonados no interrumpirán el plazo de
prescripción.
                                                                                              22
era necesario llenar; pero no resultó, a la luz de las evidencias empíricas,
absolutamente satisfactorio.
      Esto último lo sustentamos en que claramente se ha señalado que dentro
del conjunto de normas que regulan los Procesos Administrativo-sancionadores,
no existe mandato legal que someta al juzgador a un plazo máximo de
resolución como norma de carácter general supletorio, aplicable a todo proceso
sancionatorio de la Administración. Así vemos que la doctrina, como diversa
jurisprudencia, han sostenido la idea de que los plazos para la Administración
no son fatales, sólo haciendo aplicables -como sanción a dicha demora- una de
carácter disciplinario en contra del funcionario responsable de dicha tardanza,
en virtud de lo preceptuado por la Ley N°19.880.
      Sumado a lo anterior, está el hecho de que la propia “…Jurisprudencia
de la Contraloría General de la República ha establecido dos elementos
centrales de los plazos establecidos para la Administración:
      1. La Administración no puede concebirse, en principio, como supeditada
a un plazo determinado, más allá del cual se vería impedida de actuar […].
      2. El incumplimiento de los plazos por parte de la Administración no
produce la invalidación del acto, sin perjuicio de otras consecuencias jurídicas.
                                                                                23
       Lo anterior se justifica en cuanto el plazo persigue cautelar el buen orden
administrativo. El incumplimiento del plazo, pues, no tiene otra consecuencia
que la de motivar la adopción de medidas correctivas y sancionatorias respecto
de los funcionarios responsables de alterar dicho buen orden. Pero no afecta la
validez de los actos de ejecución extemporánea de las obligaciones”15.
       Reflejo de la no afectación de los actos extemporáneamente emitidos, se
reflejan en que dicha Contraloría, ante casos en que ha acaecido aquello, ha
señalado, de forma constante y repetitiva que “…en la eventualidad de la
demora     excesiva     en   su    desarrollo    –refiriéndose    a    un   procedimiento
administrativo-sancionatorio-, le corresponde a la superioridad respectiva
adoptar las providencias tendientes a agilizarlo y, si la tardanza lo amerita,
disponer una investigación con el objeto de determinar las responsabilidades
administrativas por la dilación.”16. Más, en ningún caso hace referencia a la
validez del acto emitido.
       En virtud de lo anterior, es que se deriva una importante pregunta:
¿bastará sólo con sancionar a dicho funcionario? ¿no será necesario, al menos,
cuestionarse la validez de dicho pronunciamiento? Estos asuntos, del todo
15
  JARA SCHNETTLER, Jaime. Apuntes sobre Acto y Procedimiento Administrativo, Facultad
de Derecho, Universidad de Chile, p. 120.
16
  Dictamen Contraloría General de la República N° 68484 del año 2012. En términos similares:
49440 del 2012 y 42499 del 2011.
                                                                                          24
relevantes, han intentado ser solucionados por medio de la jurisprudencia, pero
ella se ha mostrado reacia a producir un cambio sustancial, dejando sin una
respuesta unívoca dichas interrogantes. Así lo dejan en evidencia múltiples
sentencias de nuestros tribunales superiores, los cuales, a modo ejemplar, han
señalado que “… el ordenamiento jurídico no contempla norma precisa que
posibilite la anulación del acto administrativo en cuestión, entendiéndose que
los plazos para el cometido de la autoridad fiscalizadora no son fatales…” 17,
dejando totalmente válidas dichas resoluciones administrativas. Así, vemos que
es urgente buscar solucionar este asunto, ya que los riesgos que de su
permanencia derivan son importantísimos.
17
   Cita extraída del Considerando 2º de la Sentencia de la Corte de Apelaciones de Santiago
Rol Nº 7168-2009,
                                                                                        25
                                   I. Capítulo 1.
           Las Potestades y Garantías Administrativo-sancionadoras.
      I.1.a. Las Potestades administrativo-sancionadoras.18
      En la actualidad, es innegable la existencia de las potestades
sancionadoras de la Administración. Tanto la doctrina como la jurisprudencia y,
en menor medida, la creación normativa, han recogido claramente e ido
moldeando a esta área del Derecho en proceso de franca construcción.
Sumado a ello, está el hecho de que ellas a su vez se encuentran presentes en
gran parte de nuestra vida diaria o, como lo señala don Juan Miguel de la
Cuétara, “…no acompañan de la cuna a la tumba”19.
      Pero la existencia de dichas potestades y su trascendencia no es para
nada nueva. Como correctamente el profesor Román hace referencia, “desde el
18
  Para un análisis más profundo, recomendamos consultar: DE LA CUÉTARA, Juan Miguel.
“Las Potestades Administrativas”.
19
  DE LA CUÉTARA, Juan Miguel. 1986. Las Potestades Administrativas. Madrid, España,
Editorial Tecnos, p. 29.
                                                                                 26
momento mismo en el que es posible hablar de Administración 20 en los
términos que hoy lo entendemos, aquella tenía atribuidas potestades
sancionadoras. Así, por ejemplo, el libro Principios Elementales de Derecho
Administrativo Chileno, primero en Chile y Latinoamérica sobre la especialidad,
de 1859, atribuido a don Santiago Prado, ya se refiere a ellas. Sobre el
particular puntualiza que su atribución a la Administración debe ser, en primer
lugar, excepcional, razón por la cual, entiende, aquello debía estar reservado a
la ley, y en segundo lugar, limitada, esto es, las sanciones que la Administración
podía, en su ejercicio, imponer en caso alguno debían exceder la “simple
corrección o por vía de disciplina””21.
       Pero para poder entender qué son, en qué consisten y cuál es su real
alcance, es que es necesario primero entender qué es, en términos generales,
una Potestad, derivando posteriormente la idea de Potestad Administrativa.
En términos simples, una potestad, como bien señala De la Cuétara, replicando
a Santi Romano, es “…precisamente un poder jurídico y no de ninguna otra
20
   Se ha entendido que es posible hablar de Administración y de Derecho Administrativo como
tal desde la época de la Revolución Francesa, en la cual la separación de poderes por ella
propugnada permite claramente identificar y delimitar un área, en aquella época, incipiente del
Derecho, como lo es la que estamos estudiando.
Es así, que por la “reciente” consagración de esta rama del Derecho, se ha hecho necesario el
hacer aplicable ciertos elementos propios de áreas como el Derecho Civil y Penal las cuales,
con una historia milenaria a cuestas, tienen un desarrollo mucho más estructurado y elaborado
que en el caso en comento y que por ende nos son muy útiles como parámetros generales.
21
  ROMÁN CORDERO, Cristian. 2010. El Castigo en el Derecho Administrativo Sancionador,
en: Revista Derecho y Humanidades, Santiago, Chile, Nº 16, Volumen 1,pp. 156-157.
                                                                                            27
clase”22. Aunque esto pueda parecer una redundancia, en virtud de que el
Derecho, como ciencia social, sólo toma en cuenta a los poderes jurídicos, si
nos permite comenzar el análisis de este aspecto ya que en toda sociedad
existen un conjunto de poderes y no todos ellos son de carácter jurídico. Y
yendo más allá aún, podemos ver que, como central característica de la idea de
potestad, está el hecho de que los efectos de ella se producen sobre los
miembros de la comunidad con independencia de su voluntad, manifestándose
una sujeción por parte de estos últimos a la idea de potestad.
       Teniendo en cuenta lo anterior, es que ya podemos situar en forma
correcta la idea de Potestad Administrativa. Conforme a lo que el profesor
Moraga Klenner nos presenta, podemos entenderlas como aquellos “…medios
jurídicos de que se dota a los órganos integrantes de la Administración del
Estado para el cumplimiento de los cometidos que la Constitución y la ley les
han encargado.”23. Dichas potestades encuentran a su vez su origen en el
propio Derecho Público, ya que quienes las ejercen son los órganos que forman
parte de la Administración del Estado.
22
  DE LA CUÉTARA, Juan Miguel. 1986. Las Potestades Administrativas. Madrid, España,
Editorial Tecnos, p. 39.
23
  MORAGA KLENNER, Claudio. 2010. Tomo VII: La actividad formal de la Administración del
Estado, en: Tratado de Derecho Administrativo, coordinador: Rolando Pantoja Bauzá, Santiago,
Chile, Editorial Legal Publishing, p. 26.
                                                                                         28
       Entendiendo así a las potestades de la Administración, es que
clásicamente     se    han   fragmentado       entre   las   potestades ejecutivas o
reglamentarias24, de mando25 y –que son las que nos interesan en este caso-
las disciplinarias y sancionadoras.
       Estas últimas se pueden definir como “…aquella que reconoce a los
órganos     de    la   Administración     la   capacidad      de    imponer     sanciones
administrativas a los particulares y a los funcionarios de ésta, en caso de
infracción de ciertos deberes jurídicos establecidos en el ordenamiento
jurídico…”26; y, en la práctica, otorgan a los jefes y personas que detenten
cargos de responsabilidad dentro de la Administración, la facultad de poder
aplicar medidas sancionatorias tanto al personal subalterno que practique
conductas reñidas con sus deberes y obligaciones funcionariales, como también
la posibilidad de sancionar a sujetos que no conforman la función pública, pero
24
    En términos básicos, a estas las podemos entender como aquellas que “…confieren a su
titular la facultad para dictar normas generales, sea en calidad de ejecutoras de una ley o
reglamentación de materias que son propias e ley e, incluso, para administrar en todos los
ámbitos propios del Gobierno y la Administración, abarcando también, la regulación de
mercados y sectores económicos, sociales, laborales, previsionales, por mencionar algunos
ejemplo.” En MORAGA KLENNER, Claudio. 2010. Tomo VII: La actividad formal de la
Administración del Estado, en: Tratado de Derecho Administrativo, coordinador: Rolando
Pantoja Bauzá, Santiago, Chile, Editorial Legal Publishing, p.28.
25
  “Es la potestad que detenta todo jefe y es consecuencia de la organización piramidal de la
Administración.” En MORAGA KLENNER, Claudio. 2010. Tomo VII: La actividad formal de la
Administración del Estado, en: Tratado de Derecho Administrativo, coordinador: Rolando
Pantoja Bauzá, Santiago, Chile, Editorial Legal Publishing, p. 28.
26
  GOHURDETT JARA, Romina, robles Núñez, María Trinidad. 2013. El Principio de Inocencia
en el Derecho Administrativo. Memoria de Prueba para optar al Grado de Licenciado en
Ciencias Jurídicas y Sociales, Universidad de Chile, Facultad de Derecho. p. 15.
                                                                                         29
que si se encuentran dentro de una relación de obligación con la
Administración, derivadas de un vínculo legal que la sometan como sujeto
pasivo.
      I.1.a.i. Las potestades administrativo-sancionadoras. Su naturaleza
             jurídica.
      A pesar de los notables beneficios que el Derecho Administrativo-
sancionador puede generar en la vida en sociedad, existen autores que, incluso
actualmente, cuestionan la validez e independencia de las sanciones
administrativas, respecto de las de carácter penal.
      Innegable es lo que señalan aquellos autores, ya que el Derecho
Administrativo Sancionador al poder aplicar sanciones al igual que el Derecho
Penal, deja a los sujetos sometidos en forma invariable a lo que él pueda
dictaminar. Pero no es menos cierto que dicha cuestión no se dio simplemente
por una situación espontánea surgida en el Derecho. Lo que el Derecho
Administrativo-sancionador vino a solucionar era -y es- una necesidad cada vez
más creciente de tener órganos y funcionarios realmente competentes para
                                                                      30
resolver conflictos tan específicos como los administrativos, los cuales se han
ido complejizando y especializando de forma inevitable. La vida en sociedad
que actualmente se da, en donde se desarrollan trabajos que son cada vez más
riesgoso y especializados, tanto para los partícipes del mismo como para los
terceros, conllevan que existan sujetos y que se creen procedimientos e
instituciones realmente capaces de satisfacer dichas necesidades.
        Igualmente, y a pesar de esta necesidad innegable antes expuesta, es
que también se hace necesario el dar un fundamento a este tipo de reproches
de autoridad, distinguiéndolas a su vez de las sanciones penales, para así
poder establecer su naturaleza jurídica basal.
        Las realidades Penal y Administrativo-Sancionadora son muy diversas en
este ámbito. Mientras en el primero existe gran consenso respecto a lo que
debemos entender por pena27 -calificación que recibe, en el ámbito penal, el
27
   Así, si recurrimos a la más generalizada doctrina penal, podemos afirmar que son tres los
principales elementos que permiten determinar a una decisión de autoridad judicial como pena:
la limitación o privación de un derecho a su titular, su vinculación con un ilícito penal, y que
dicha decisión haya sido adoptada por el órgano judicial competente. Pero a su vez, a estos
requisitos sustantivos, se une uno que podríamos calificar como adjetivo, y que pone de
manifiesto las amplias potestades que el legislador posee a este respecto, y que es la
posibilidad de que este último excluya cierto tipo o clase de decisiones judiciales que, a pesar
de cumplir con los caracteres que enunciamos anteriormente, son reservadas de ser
catalogadas como tal. Así vemos que en nuestro propio CPP, se establece expresamente que
“…la prisión preventiva se cumplirá de manera tal que no adquiera las características de una
pena…” (artículo 150, inciso 3º, CPP), situación que deja en evidencia que, a pesar de
cumplirse los tres primeros requisitos antes señalados, ha sido un mero arbitrio del legislador el
excluir tal hecho como pena.
                                                                                               31
reproche de autoridad judicial-, en el segundo, se vive un proceso de fijación del
concepto     de    sanción    –calificación    que    recibe    el   reproche     en    sede
administrativa-.
       Es por esto que muchos autores han optado por dejar de lado dicha
discusión, traspasándoles a otros actores jurídicos o simplemente han
entendido que más que ayudar en el proceso de desarrollo del Derecho
Administrativo Sancionador el fijar una significación de sanción administrativa,
conllevaría correr el riesgo de rigidizar en demasía su concepto. A pesar de
esto creemos que sí es necesario que nosotros, como entes cooperadores en el
proceso normativo, asumamos dicha responsabilidad, o al menos intentemos
dar una respuesta.
       Partamos señalando que en la doctrina administrativa se ha entendido
que existen dos grandes formas de definir28 el concepto de sanción
administrativa: una amplia y una específica. En forma amplia, y tomando en
consideración lo que un autor señala al respecto, podemos decir que sanción
administrativa en este sentido se entiende como “…toda aquella retribución
negativa dispuesta por el Ordenamiento Jurídico como consecuencia de la
28
   Nuestro legislador nacional no nos ha otorgado una conceptualización de dicho término, por
lo que el tratamiento que en este punto debemos dar, está principalmente enfocado en lo que la
doctrina y jurisprudencia han señalado al efecto.
                                                                                           32
realización de una conducta”29.          O, intentando ser un poco más precisos,
podemos entender a la “…sanción administrativa como todo gravamen o
decisión desfavorable impuesta por la Administración a un administrado , por
ejemplo, la revocación de un acto favorable, la imposición de medidas de
coacción directa o la adopción de medidas cautelares”30-31.
       Dicha postura ha sido apoyada por parte de la doctrina, e incluso por el
propio Tribunal Constitucional Español, en virtud de la necesaria ampliación de
las garantías que la calificación de una conducta como sanción lleva para el
administrado sancionado.
       En la posición contraria, está aquella postura que nos plantea la
necesidad de fijar un concepto estricto de sanción. Para poder lograr dicho fin,
creemos que es mucho más útil el establecer primeramente cuáles son los
factores o requisitos que debe cumplir una actuación administrativa para ser
29
  BERMUDEZ SOTO, Jorge. 1998. Elementos para definir las sanciones administrativas, en
Revista Chilena de Derecho, Número Especial, Santiago, Chile, Editorial Jurídica de Chile, p.
323.
30
  BERMUDEZ SOTO, JORGE. 1998. Elementos para definir las sanciones administrativas, en
Revista Chilena de Derecho, Número Especial, Santiago, Chile, Editorial Jurídica de Chile, pp.
323.
31
  En términos similares a lo antes descrito, es que la ha entendido el Derecho Administrativo
Francés, el cual incluye en la idea de sanción administrativa no sólo a la multa, sino también
sanciones revocatorias, en particular en el ámbito administrativo-económico, seguros, mercado
de valores e incluso en materia de televisión y telecomunicaciones.
                                                                                           33
calificada como sanción32. Así, podemos señalar que, bajo nuestro punto de
vista, son requisitos esenciales:
        Que exista una figura en el ordenamiento jurídico-administrativo que
         consagre la conducta como ilícita, y que traiga aparejada un reproche
         para con el administrado.
        Que sea la propia Administración la que aplique la sanción.
        Que el fin de la sanción administrativa sea el de reprimir una conducta
         que va en contra del derecho, y a su vez vigorizar el orden jurídico
         vulnerado33.
         Así, tomando en cuenta lo expresado anteriormente, es que podemos
afirmar que sanción, para esta tendencia, debe ser entendida como “Aquella
retribución negativa prevista por el ordenamiento jurídico e impuesta por una
32
  A pesar de que existe consenso respecto a los elementos esenciales que se deben presentar,
existen otros requisitos que no producen dicha unidad en la doctrina.
33
    Autores tan diversos como Nieto y Suay Rincón o, en el ámbito nacional, Bermúdez y
Camacho han promovido dicho fundamento. Sin perjuicio de esto, algunos juristas han excluido
la idea de la finalidad ejemplarizadora de la sanción, para centrarse principalmente en el hecho
de la represión como única finalidad.
                                                                                             34
Administración Pública por la comisión de una infracción administrativa” 34. Es
más, si seguimos lo que Derecho Alemán ha entendido por sanción
administrativa, nos encontramos con un concepto evidentemente estricto del
mismo. Para dicho ordenamiento jurídico, existe identidad entre las ideas de
sanción y multa. Esto, porque este Derecho entiende que la potestad
sancionadora de la administración se concretiza en la imposición de multas
derivadas de la comisión de infracciones, siendo el elemento clave la idea de
multa, “…ya que las infracciones se definen como las conductas castigadas
con una multa, sin más”35.
       A nuestro parecer, tanto por un tema de utilidad como de precisión,
creemos que es mucho más correcto adoptar la postura estricta de la idea de
sanción. Esto porque ella destaca de mejor forma los elementos centrales y
característicos de dicho concepto, excluyendo aquellas conductas que, bajo el
prisma amplio de sanción, se incluirían, como el caso de la caducidad de
licencias de funcionamiento, la extinción de contratos con instituciones públicas,
o incluso las expropiaciones. Sumado a esto está el que si ampliamos de
sobremanera la idea de sanción, nos trae aparejada la necesidad de dotar a
estos actos con garantías que son irrenunciables en la aplicación de sanciones,
34
  BERMUDEZ SOTO, Jorge. 1998. Elementos para definir las sanciones administrativas, en
Revista Chilena de Derecho, Número Especial, Santiago, Chile, Editorial Jurídica de Chile, p.
323, p. 326.
35
   HUERGO LORA, Alejandro. 2007. Las Sanciones Administrativas. Madrid, España, Editorial
Iustel. p. 209.
                                                                                          35
lo cual quita flexibilidad y adaptabilidad a dichas acciones propias de la
Administración.
      I.1.a.ii. Las Potestades Administrativo-sancionadoras. Su
             Constitucionalidad.
      A   pesar de los variados argumentos que hemos presentado en el
acápite anterior, y que nos sirven de fundamento para apoyar la existencia de
Potestades Administrativo-sancionadoras, es que resulta una duda del todo
central el determinar la validez constitucional que dichas facultades poseen.
Esto porque pueden ser muy atendibles las razones antes expuestas, pero si
ellas contrarían los preceptos que nuestra propia Carta Magna establece, su
aplicabilidad es inconstitucional. Es en virtud de esto que creemos necesario
abordar si dicha situación es conforme a nuestro Ordenamiento Jurídico, y
como consecuencia, su existencia dentro del orden jurídico es válida.
      Mucho se ha discutido respecto a este tema, abogando algunos por la
inconstitucionalidad de dichas potestades, mientras que otros se han mostrado
a favor de dicha cuestión. El tema es debatible, pero hay algo que es innegable:
                                                                             36
dichas potestades existen, son cada vez mayores 36 y se muestran como
necesarias en el mundo de hoy. Es por esta situación que se hace necesario
abordar dichos planteamientos y tomar una postura ante ellos, cuestión que
haremos a continuación.
       Autores como Soto Kloss y Camacho Cepeda en el Derecho Nacional, y
García de Enterría, en el Comparado, han luchado por hacer prevalecer la
postura de inconstitucionalidad de dicha potestad, planteando que ella debiera
ser erradicada de las manos de la Administración, entregándosela a los jueces,
verdaderos amos y señores de la justicia. Así, Soto Kloss ha señalado
expresamente que “si sancionar es juzgar, y si para juzgar se requiere estar
habilitado jurídicamente por la Constitución y el ordenamiento constitucional, y
ello en Chile se ha entregado a los tribunales de justicia, y más encima ello
36
   Esto es lo que ha llamado el profesor Román Cordero como “Elefantiasis de las Potestades
Sancionadoras de la Administración. En sí, este planteamiento lo que nos señala es que en los
últimos años se han producido dos grandes fenómenos que han desencadenado en una cada
vez mayor intervención, por parte de la Administración, en los procesos sancionatorios. Las
razones, según este autor son principalmente dos: la cada vez mayor cantidad de instituciones
y organismos públicos que poseen facultades sancionadoras, y a su vez el aumento de las
sanciones propiamente tal. Esto ha sido evaluado por el Académico como algo positivo, y que
sólo muestra una necesidad cada vez mayor de otorgar a las instituciones públicas potestades
sancionadoras.
Nosotros no estamos del todo de acuerdo con esto. El que este proceso se esté dando en la
actualidad es innegable (basta con ver las nuevas normativas que existen en materias como la
ambiental y la tributaria), pero debemos advertir que dicho proceso es de sumo peligroso. Esto
porque el Derecho Administrativo Sancionador es un derecho que, como extrañamente ocurre
en esta ámbito, ha sido calificado como en construcción; por lo tanto, otorgarle cada vez
mayores facultades a una rama del Derecho que aún no alcanza su “mayoría de edad” implica
riesgos intrínsecos que pueden derivar en perjuicios tanto para la Administración como para los
administrados. Así, no criticamos el hecho en sí, si no que las consecuencias que de dicho
proceso se pueden derivar debido al momento actual que vive el Derecho Administrativo
Sancionador.
                                                                                            37
debe hacerse a través del debido procedimiento (racional y justo), no parece
sino elemental el preguntarse ¿cómo, entonces, el administrador […] puede
imponer sanciones administrativas […] si carece constitucionalmente de
jurisdicción?37, cuestión que si fuere así implicaría una violación directa al
Artículo 76 inciso 1° de la Constitución Política de la República38.
       En la vereda opuesta, están aquellos autores, como Román Cordero en
el ámbito chileno, y Nieto39 y Carretero y Carretero en el ámbito extranjero, que
defienden profusamente dicha potestad de la Administración, planteando a su
vez la necesidad que existe de que ella sea dada a la Administración: quién
mejor que el propio administrador, conocedor de la realidad particular que
envuelve a una falta administrativa, para que la resuelva 40. Sin embargo, y en
37
  SOTO KLOSS, Eduardo. 1979/1980. Notas para el estudio de la potestad sancionadora de la
Administración, en: Boletín de Investigaciones, Facultad de Derecho, Pontificia Universidad
Católica de Chile, Nºs 44/45, Santiago, Chile, p. 95.
38
  Artículo 76, inciso 1°, Constitución Política de la República: “La facultad de conocer de las
causas civiles y criminales, de resolverlas y de hacer ejecutar lo juzgado, pertenece
exclusivamente a los tribunales establecidos por la ley. Ni el Presidente de la República ni el
Congreso pueden, en caso alguno, ejercer funciones judiciales, avocarse causas pendientes,
revisar los fundamentos o contenido de sus resoluciones o hacer revivir procesos fenecidos”.
39
  Este autor, en virtud de la cita que se hace de él en el Mensaje del Proyecto de Bases de
Procedimiento Administrativos Sancionatorios, afirma que “…la potestad sancionadora de la
Administración es algo distinto de la potestad punitiva de los tribunales penales. Desde luego,
porque tal actividad es administrativa, pues quien sanciona es un órgano administrativo, que
actúa conforme a un procedimiento administrativo, aplica unas normas administrativas y es
controlado por ciertos tribunales. Su encuadramiento en el Derecho Administrativo está por
encima de cualquier duda” (Cita extraída del Mensaje del Proyecto de Bases de Procedimiento
Administrativos Sancionatorios –retirado-, publicado en el Boletín N°3475-06, p. 27)
40
  Aquí la distancia que el juzgador pueda tener con el hecho en discusión es criticada, ya que
debido a la especialidad del conflicto, se hace necesario que quien lo resuelva sea alguien
                                                                                            38
complemento a dicha idea, autores como el propio Román, intentan establecer
ciertos elementos que permitan entender como conforme a la Constitución el
otorgamiento de dicha potestad en un caso en concreto.
       Para ello el autor plantea que la tesis de la constitucionalidad de dicha
potestad se basa en tres grandes elementos: (1) la defensa del interés público
debes ser especializada e inmediata; (2) constituye el mecanismo idóneo para
la coacción de los particulares y así obtener el cumplimiento d sus deberes y (3)
las Potestades Sancionadoras de la Administración son una realidad muy difícil,
sino imposible, de sustituir, por más que se adviertan inconstitucionalidades en
su atribución41
       A lo anterior se añade el hecho, afirmado por autores como el propio
Román, que el ejercicio de Potestades Administrativo-sancionadoras, no son
jurisdicción propiamente tal, ya que carecen de las características propias de un
acto como este, derivando por ende en uno de carácter meramente
realmente capacitado para ello, cercano al conflicto. Por esto el autor antes señalado apoya
dicha postura sobre la base de que “se trata, simplemente, de una consecuencia lógica ya que
si la facultad -de sancionar- no existiese, no podría garantizarse el cumplimiento de tales
obligaciones o prohibiciones.”. Cita extraída de pie de página de RUIZ ROSAS, Ana Paola [et
al] 2008. Derecho Administrativo, 120 años de Cátedra, coordinador: Rolando Pantoja Bauzá,
Santiago, Chile, Editorial Jurídica de Chile, p.119.
41
  GOHURDETT JARA, Romina, robles Núñez, María Trinidad. 2013. El Principio de Inocencia
en el Derecho Administrativo. Memoria de Prueba para optar al Grado de Licenciado en
Ciencias Jurídicas y Sociales, Universidad de Chile, Facultad de Derecho. p. 21. Idea basada
en ROMÁN CORDERO, Cristian. 2008. Derecho Administrativo Sancionador: ¿Ser o no Ser?
He ahí el dilema, en: Derecho Administrativo, 120 años de Cátedra, Coordinador: Rolando
Pantoja Bauzá, Santiago, Chile, Editorial Jurídica de Chile.
                                                                                         39
Administrativo, por lo que no se estaría cuestionando la exclusividad
jurisdiccional que poseen los tribunales ordinarios de la República. En apoyo a
esto podríamos argüir la sentencia del Tribunal Constitucional Nº 725 de 2008,
en       la   cual,    conociendo      de     un    Recurso      de    Inaplicabilidad   por
Inconstitucionalidad, en su considerando 12º, establece que “…la facultad
aplicar, rebajar o condonar sanciones administrativas, se enmarcan dentro de
las potestades administrativas sancionatorias, que no suponen el ejercicio de
jurisdicción…”
          Pero el que existan dichas facultades para la Administración, también
implica el que ellas deban estar claramente delimitadas dentro de un contorno
que las haga exigibles, pero a la vez claras en su contenido. Es con este afán
que el propio Tribunal Constitucional es el que busca fijar dichos límites,
pasando tangencialmente a su vez, a reconocer nuevamente dichas
potestades, al señalar “Que, los principios inspiradores del orden penal
contemplados en la Constitución Política de la República han de aplicarse, por
regla general, al derecho administrativo sancionador…”42, cita que a su vez nos
presenta un nuevo problema y que es el hecho de saber cuáles son los límites a
dichas facultades: ¿hasta dónde pueden llegar las potestades Administrativo-
42
     Extracto Considerando 9º Sentencia Tribunal Constitucional N°24-1996.
                                                                                         40
sancionadoras?. Para responder a esto es necesario analizar las llamadas
“Garantías Administrativo-sancionadoras”.
      I.1.b. Las Garantías Administrativo-sancionadoras.
      Hemos dejado claramente establecido que, a nuestro parecer, es
innegable la existencia, necesidad y constitucionalidad de las facultades
administrativo-sancionadoras. Sin ellas, la solución a las problemáticas jurídicas
que ellas abordan serían insatisfactoriamente resueltas, por lo que se produciría
un perjuicio tanto para la Administración como también para los administrados.
Pero para que ello ocurra, es necesario también que el ejercicio de dichas
potestades se enmarque dentro de un contexto claro e indubitable, que ayuden
a determinar los principios y las reglas de esta potestad, garantizándose así un
justo y racional procedimiento.
      Esta delimitación se explica principalmente por el hecho de que, la
autoridad administrativa, al estar facultada para ejercer dichas potestades,
puede llevar a cabo actos que, al menos, pongan en riesgo el respeto absoluto
                                                                           41
de los derechos fundamentales que protegen al posible sancionado, evitando a
su vez arbitrariedades en dichos procedimiento ante situaciones de facto
similares, es decir, logrando una estandarización básica general, que a su vez
garantice el respeto de los derechos antes señalados.
      Esta necesidad del Derecho Administrativo-sancionador ha intentado ser
satisfecha por medio de la adopción de principios y reglas propias del Derecho
Penal, en el ámbito de sus procedimiento sancionatorios, esto en virtud de que,
como sabemos, esta rama del Derecho se encuentra aún en un proceso de
construcción, y por ende se ha hecho necesario recurrir a otras áreas jurídicas –
como lo es el Derecho Penal- que nos puedan guiar en la fijación del contenido
mínimo necesario.
      Por todo lo anterior, es que existen un conjunto de garantías que buscan
dar cumplimiento a la idea de Derecho Administrativo-sancionador. Estas son
las garantías sustantivas y adjetivas que, en términos simples, persiguen dos
grandes fines: el que se reconozca el derecho de toda persona a ser respeta en
sus libertades –garantías sustantivas- y el establecimiento de un sistema de
normas procesales que aseguren dicho derecho –garantías adjetivas-.
      Esta distinción la ha hecho patente el propio Tribunal Constitucional, el
cual, en la sentencia causa rol N° 2264, del año 2012, señaló que las sanciones
                                                                             42
administrativas “… deben cumplir dos tipos de garantías. Por una parte,
garantías sustantivas. En este sentido, esta Magistratura ha señalado que los
principios inspiradores en el orden penal contemplados en la Constitución, han
de aplicarse, por regla general y con matices, al derecho administrativo
sancionador, puesto que ambos son manifestaciones del ius puniendi propio del
Estado (STC 294/96, 479/2006, 480/2006, 1413/2010, 1518/2010, 2381/2013).
Por la otra, deben cumplir garantías vinculadas al debido procedimiento. El
legislador debe permitir que quienes puedan ser afectados por dichas
sanciones, puedan defenderse de los cargos que les formule la autoridad,
pudiendo rendir prueba, impugnar la sanción, etc. (STC 376/2003, 388/2003,
389/2003, 473/2006, 725/2008, 792/2007, 1413/2010, 1518/2010, 2381/2013).”.
      Con esto en mente, pasemos a estudiar cada una de las categorías
antes señaladas.
      I.1.b.i. Las Garantías Sustantivas.
      Como expusimos anteriormente, existe la necesidad de limitar las
potestades sancionadoras que posee la Administración. Pero dicha delimitación
ha sido muy discutida dentro de la doctrina y la jurisprudencia administrativa,
                                                                             43
situación que encuentra su explicación en el hecho de cuál es la ubicación,
dentro del Derecho en general, que debe adoptar esta rama: ¿es Derecho
Penal Administrativo o Derecho Administrativo-sancionador?
       Este problema que, a primera vista pareciese ser meramente conceptual,
tiene una trascendencia esencial principalmente en los elementos “inspiradores”
que influyen en la construcción de esta área del Derecho, ya que el calificarlo
de una u otra forma, determinan el posterior tratamiento que se le debe dar. Así,
algunos autores han expresado que este sector jurídico es propiamente
Derecho Penal Administrativo43, agregando que esta hermandad se ve
expresada en el hecho de que ambos tienen una construcción basada en
principios comunes44. Sumado a lo anterior, está la idea de algunos autores que
43
   Esto en virtud de que tanto el Derecho Penal como el Penal Administrativo tienen como
finalidad única la sanción, es decir, ambas son manifestaciones de un único y gran ius puniendi
del Estado, el cual se ve reflejado a través de las sanciones penales, y también por medio de
las administrativas; así vemos que el Estado, en pos de la protección de aquellos bienes
jurídicos que merecen su cuidado, se muestra como sujeto castigador sólo a través de una
única gran facultad, que se manifiesta en dos áreas que, por ende, deben tener un trato en
esencia igual. Sumado a lo anterior, está la idea de que la sanción en ambos ámbitos, al ser en
sus propiedades trascendentales una pena, y ser éste el elemento central en toda discusión
punitiva, se tendría que entender que ambas ramas provienen de un tronco común, y más aún
que el Derecho Penal Administrativo deriva del Derecho Penal, como una manifestación del
mismo.
Esta situación a su vez se ha visto reafirmada por diversos dictámenes de los Tribunales
Superiores de Justicia, así como también por algunos de la Contraloría General de la República
(por ejemplo el Dictamen N°14.571-2005), los cuales han aplicado directamente y sin matices
los principios del Derecho Penal en el Administrativo-sancionador.
44
  Esto a consecuencia de la necesidad en la que se ha visto el Derecho Penal Administrativo -o
Administrativo Sancionador- de tener que extraer del propio Derecho Penal sus principios
inspiradores que le permitan construirse de una forma coherente y sistemática, para que así
pueda tener una consagración real.
                                                                                            44
señalan que la diferencia entre delito e infracción es meramente cuantitativa 45,
llegando incluso algunos a darle al Derecho Administrativo un carácter
sencillamente residual46.
        Es cierto que ambos tienen como elemento común la idea de sancionar,
de castigar a un sujeto por la vulneración normativa en la que ha incurrido, pero
no es menos cierto que el Derecho Penal le da una mirada muy distinta que la
propia del Derecho Administrativo-sancionador47.
45
   ROXIN, CLAUS. 1997. Derecho Penal, Parte General, Tomo I, Madrid, España, Editorial
Civitas, p. 72; JAKOBS, GÜNTHER. 2001. Derecho Penal, Parte General, Madrid, España,
Editorial Marcial Pons, 2° Edición, pp. 65-66; CEREZO MIR, JOSÉ. 1975. Límites entre el
Derecho Penal y el Derecho Administrativo, en: Anuario de Derecho Penal y Ciencias Penales,
Tomo XXVIII, Fascículo II, pp. 159-173.
A su vez, en el Derecho Nacional, don Enrique Cury, al referirse a este tema, ha señalado que
“…entre ambos ilícitos sólo puede hacerse una diferencia de magnitudes: El administrativo no
es sino un injusto de significación ético-social reducido, que por tal razón solo debe estar
sometido a sanciones leves cuya imposición no requiere garantías tan severas como las que
rodean a la pena penal”. Cita extraída de CURY, ENRIQUE. 2005. Derecho Penal, Parte
General, Editorial Jurídica de Chile, Chile, pp. 106-107.
46
  Esto en virtud de que el Derecho Administrativo Sancionador es un derecho accesorio del
Penal, ya que se preocupa de aquellas cosas menores que no son de la importancia como para
ser tratadas por el Derecho Penal, subsumiéndolo a una categoría “escorial” del Derecho; a
esta postura se han inclinado autores como Goldschmidt -su creador- o el mismo Garrido Falla.
47
   El primero tiene como un factor de constante influencia el que se debe respetar antes que
todo al sujeto que está siendo cuestionado penalmente, es decir, las garantías que a él le
envuelven son un factor central al momento de ser juzgado. Esto deriva principalmente de que
el Derecho Penal tiene, en la conformación de gran parte de sus figuras jurídicas, elementos
que persiguen la protección de un particular en pos del daño que puede inferirle otro particular.
Situación muy distinta a la que vive el Derecho Administrativo Sancionador, ya que éste tiene
como elemento nuclear la protección de intereses colectivos, comunes a todos los ciudadanos y
que están siendo afectados por una persona u órgano en particular, por lo que se hace
necesario atenuar los elementos garantistas propios del Derecho Penal, para así poder lograr
un fin superior: la protección de la ciudadanía en su conjunto. Esto además se explica por el
hecho de que las sanciones que el Derecho Administrativo-sancionador puede imponer son
muchísimo menos intensas y graves que el Derecho Penal, cuestión que se ve claramente
reflejada en el hecho de que en nuestro país –y en muchos otros que poseen una construcción
jurídica similar- la Administración no puede imponer penas privativas de libertad.
                                                                                              45
         Es innegable que las ideas de sanción y pena tienen elementos que las
hacen muy similares. Muchos autores han optado por dejar de lado la discusión
respecto de si uno u otro tipo de reproche son lo mismo o no 48.Con todo, aún
existen estudiosos que sí creen posible dicha distinción. Con esto, y
tomándonos de los acertados planteamientos de Jorge Bermúdez Soto,
podemos establecer cuestiones elementales que los diferencian. A saber49:
        En cuanto a los órganos que aplican cada uno y la finalidad del reproche.
         Estos son diametralmente distintos en cuanto a su conformación, fines y
         formas de llevar a cabo el proceso sancionatorio. Mientras que los
         Tribunales de Justicia tienen como fin máximo el juzgamiento y la
         aplicación    de    una    pena,     los    Órganos      Administrativos      tienen
         principalmente facultades fiscalizadoras, las cuales para ser exigibles
         poseen, secundariamente, una sanción.
48
   Así, Merkl, en su libro “Teoría General del Derecho Administrativo”, ha expuesto que “…se
pierden inútiles esfuerzos tratando de determinar qué figuras delictivas corresponden al
Derecho Penal criminal y al Derecho Penal administrativo, se creía que era posible lograr notas
internas distintivas […]. Se trata de una idea quimérica. Del mismo modo como es imposible
deducir de la naturaleza de una materia jurídica dada si se trata de una materia judicial o
administrativa, sino que ello resulta de la atribución de competencia verificada por el Derecho
positivo, así también solo el derecho positivo puede contestar la pregunta de si un hecho
determinado corresponde al Derecho Penal judicial o al administrativo…”. MERKL, Adolf. 1980.
Teoría General del Derecho Administrativo, Ciudad de México, México, Editorial Nacional,
p.350.
49
   Ideas basadas en el planteamiento hecho por el autor en cuestión. BERMUDEZ SOTO,
Jorge. 1998. Elementos para definir las sanciones administrativas, en Revista Chilena de
Derecho, Número Especial, Santiago, Chile, Editorial Jurídica de Chile, p.329.
                                                                                            46
        La carga sociológica y psicológica que poseen ambas son claramente
         distintos.
        En cuanto a la finalidad de ambas. Podemos afirmar que no existe
         absoluta claridad respeto a los fines de una y otra. A pesar de esto,
         creemos que la sanción administrativa lo que busca principalmente es el
         reproche y la prevención, mientras que para el caso de la sanción penal,
         se suma otro elemento de suma importancia, la reducación y reinserción
         social del condenado.
        También en cuanto a que el sujeto pasivo de uno y otro son diferentes.
         En el Derecho Nacional50 está la idea de que las personas jurídicas no
         son susceptibles de ser castigadas penalmente, mientras que en el caso
         del Derecho Administrativo Sancionador, ellos sí son susceptibles de ser
         sometidos a dicha situación51.
50
   Recalco la idea de “Derecho Nacional”, porque a nivel de Derecho Comparado, se ha
superado dicha distinción en variadas naciones alrededor del mundo, ya que se ha preceptuado
expresamente en sus legislaciones sancionatorias, la idea de un Derecho Penal de las
Personas Jurídicas. A modo ejemplar, sólo basta ver la realidad penal de países como Holanda,
Francia y Suiza, los cuales han establecido y consagrado dicha cuestión de forma expresa. Los
países del common law, también se han abierto a dicha posibilidad, pero no con la decisión y
claridad como la que han utilizado los ya nombrados.
51
  Basta con ver el actual Código Sanitario, el cual se refiere expresamente a los sumarios
sanitarios y como estos pueden afectar a las personas jurídicas que a llevan a cabo dichas
actividades de salud. Así es en la generalidad de las normativas que otorgan a la Autoridad
Administrativa facultades sancionatorias.
                                                                                          47
        Y, en el plano normativo. Podemos afirmar fehacientemente, que nuestro
         legislador al elaborar el Código Penal, y más específicamente, el Art.
         2052, también intentó, de forma bastante clara y evidente el distinguir a
         uno y otro tipo de reproches.
         Pasando a un siguiente punto, a pesar de la “extracción” que ha hecho el
Derecho Administrativo Sancionador respecto de los principios fundantes del
Derecho Penal, no es menos cierto que dicha cuestión ha sido única y
exclusivamente por una necesidad momentánea que se está viviendo53.
         Pero más aún que eso, creemos que es menester dejar un punto claro: el
Derecho Administrativo-sancionador, al ser considerado por nosotros una rama
autónoma y separada del Derecho Penal, posee principios que derivan de su
raíz jurídica, y que no es otra que el Derecho Público Punitivo Estatal y no el
Derecho Penal, por lo tanto, le son aplicables, en su construcción, los principios
52
   Artículo 20, Código Penal: “No se reputan penas, la restricción o privación de libertad de los
detenidos o sometidos a prisión preventiva u otras medidas cautelares personales, la
separación de los empleos públicos acordada por las autoridades en uso de sus atribuciones o
por el tribunal durante el proceso o para instruirlo, ni las multas y demás correcciones que los
superiores impongan a sus subordinados y administrados en uso de su jurisdicción disciplinal o
atribuciones gubernativas.” La cursiva es nuestra.
53
  Así lo refleja correctamente lo señalado por el profesor Román al decir que “… estimamos
que cabe aplicar, como medida de urgencia, los principios penales como pauta técnica y como
cota en la elaboración dogmática de los principios del Derecho Administrativo Sancionador”.
ROMÁN CORDERO, Cristian. 2008. Derecho Administrativo Sancionador: ¿Ser o no Ser? He
ahí el dilema, en: Derecho Administrativo, 120 años de Cátedra, Coordinador: Rolando Pantoja
Bauzá, Santiago, Chile, Editorial Jurídica de Chile, p.127.
                                                                                              48
propios de este Derecho. Pero actualmente, al no encontrarse asentados los
principios de aquél sector jurídico, se hace necesario, para satisfacer dicho
vacío, la utilización, por regla general, de los principios propios del Derecho
Penal, al pertenecer ambos a esta idea de Derecho Público Punitivo Estatal,
siendo esta cuestión también un argumento central para hablar de Derecho
Administrativo-sancionador y no de Derecho Penal Administrativo.
       Y queremos establecer claramente que dichas garantías deben ser
aplicadas “por regla general”, y no “con matices” como recientemente lo ha
dicho, a nuestro parecer, de forma errónea el Tribunal Constitucional en fallos
como el N°479/2008 y 480/200854 –a diferencia de fallos como el 244/200655 en
donde claramente lo trata, a nuestro entender, en forma correcta-. Esto porque
al hablar de “regla general”, permite al Derecho Administrativo-sancionador
aplicar estos principios de forma matizada, y a su vez tendría la facultad de no
hacer aplicación de los mismos o de integrar otros que no pertenezcan a este,
defendiéndose así la clara independencia que debe tener esta rama -como
rama autónoma del Derecho-, que proviene a su vez del Derecho
54
   Considerando 5º, Sentencia Tribunal Constitucional Rol Nº 480 de 2008: “…aun cuando las
sanciones administrativas y las penas difieren en algunos aspectos, ambas pertenecen a una
misma actividad sancionadora del Estado el llamado ius puniendi y están, con matices, sujetas
al estatuto constitucional establecido en el numeral 3ª del artículo 19.” La cursiva es nuestra.
55
  Considerando 9º, STC Rol Nº 244 de 2006: “Que, los principios inspiradores del orden penal
contemplados en la Constitución Política de la República han de aplicarse, por regla general, al
derecho administrativo sancionador, puesto que ambos son manifestaciones del ius puniendi
propio del Estado.”. La cursiva es nuestra.
                                                                                             49
Administrativo, y no del Penal, cuestión que no es posible si nos referimos a
esto con el concepto de “con matices”, ya que evidentemente esto impide que el
propio Derecho Administrativo-sancionador elabore, de forma autónoma,
principios exclusivos e independientes del Derecho Penal, lo cual no hace más
que acercar peligrosamente al Administrativo-sancionador al Penal, poniendo
en tela de juicio su independencia y autonomía56. Esto a pesar de que
constantemente los tribunales nacionales hablan de “Derecho Administrativo-
sancionador” y no de “Derecho Penal Administrativo” inclusive en las mismas
sentencias recientemente cuestionadas57.
       Pero lamentablemente este peligroso acercamiento incluso se ha
convertido en, como lo ha llamado Nieto, un “contrabando” de las reglas
penales al ámbito Administrativo-sancionador. Esto porque cierta parte de la
jurisprudencia58 no ha entendido correctamente la conjugación, llegando incluso
56
   Esta situación, según el jurista Cristian Román, se debe a una errónea utilización de la
doctrina extranjera, específicamente de la española, ya que en ella se usa el concepto “con
matices”, pero en virtud de que existe norma constitucional –Artículo 25- que equipara pena con
sanción, cuestión que en nuestro país no se da. En ROMÁN CORDERO, Cristián. 2009. El
Debido Procedimiento Administrativo Sancionador, en: Revista de Derecho Público N°71, V.1,
Santiago, Chile, Editorial Jurídica de Chile, pp. 196-197.
57
  Dicha denominación quedó a firme en la Sentencia del Tribunal Constitucional Rol N°244-
1996, la cual en su Considerando N°9 es clara al establecerla con aquella denominación.
58
   Ejemplo evidente de esto es el fallo de la Causa Rol Nº 2670-2009 de la Corte de
Apelaciones de Santiago, en el cual se hace aplicación directa del artículo 94 del Código Penal
respecto de una sanción administrativa. La importancia de este fallo radica en que es él el que,
en virtud del recurso de apelación interpuesto en su contra, llega a la Corte Suprema y motiva,
por primera vez, la aplicación de la Teoría del “Decaimiento del Procedimiento Administrativo-
sancionador” por nuestros tribunales.
                                                                                             50
a aplicar directamente normas propias del Derecho Penal, en problemáticas
Administrativo-sancionadoras. Esto se ha visto en evidencia respecto de un
tópico de sumo relevante –el cual es el que nos ha convocado a desarrollar
todo este análisis- como lo es la prescripción de la responsabilidad
Administrativa. Sabido es que dentro de nuestro ordenamiento jurídico
Administrativo, no existe norma general que regule dicha temática 59, ante lo
cual ciertos jueces han creído que la solución es la utilización de la norma Penal
que regula dicho tópico. También la Contraloría ha hecho aplicable tanto el
Artículo 94 del Código Penal60 como el 102 del mismo cuerpo normativo 61
          Con todo lo antes dicho, es que vemos que la discusión expuesta en
estos párrafos marca de sobremanera la determinación respecto de cuáles
entenderemos como garantías sustantivas dentro del debido Proceso
Administrativo-sancionador. Pero a pesar de ello, muy útil sería que, dentro del
proceso de afianzamiento del Derecho Administrativo-sancionador como rama
autónoma, existiese, al menos, una enumeración general –y no necesariamente
taxativa- respeto de los principios y garantías que deben guiar su construcción y
aplicación. Dicha cuestión intentó resolverse por medio del Proyecto de Bases
59
  Un desarrollo más profundo de este tema lo presentaremos en la Parte II de este mismo
documento.
60
     Artículo 94 Código Penal: La acción penal prescribe: Respecto de la faltas, en seis meses.
61
  Art. 102 Código Penal: La prescripción será declarada de oficio por el tribunal aun cuando el
imputado o acusado no la alegue, con tal que se halle presente en el juicio.
                                                                                                  51
de Procedimientos Administrativos Sancionatorios, el cual en su mensaje
planteaba expresamente: “con las adecuaciones de rigor, el proyecto establece
como principios sustantivos del derecho administrativo sancionador los de
legalidad62, irretroactividad63, tipicidad64, responsabilidad personal65, prohibición
de la privación de libertad66, proporcionalidad67 y prescriptibilidad68.”
62
  “En primer lugar, el proyecto materializa el principio de legalidad de dos maneras.
Por una parte, establece que la potestad sancionadora de la Administración se ejercerá cuando
haya sido expresamente atribuida por una norma legal, mediante el procedimiento previsto para
su ejercicio o, en su defecto, mediante el procedimiento regulado en esta ley. El ejercicio de la
potestad sancionadora corresponde, entonces, a los órganos administrativos que la tengan
atribuida por disposición de rango legal o reglamentario.
Por la otra, señala que la comisión de infracciones administrativas establecida mediante el
procedimiento legal, sólo originará las sanciones previstas en la ley”. (Cita extraída del Mensaje
del Proyecto de Bases de Procedimiento Administrativos Sancionatorios –retirado-, publicado
en el Boletín N°3475-2006, pp. 33-34).
63
   “En segundo lugar, el proyecto establece que el ejercicio de la potestad sancionadora se
sujetará a las disposiciones vigentes en el momento de producirse los hechos que constituyan
infracción administrativa. No obstante, siempre que las nuevas disposiciones sancionadoras
favorezcan al presunto infractor, éstas se aplicarán con efecto retroactivo desde el momento de
su entrada en vigencia.” (Cita extraída del Mensaje del Proyecto de Bases de Procedimiento
Administrativos Sancionatorios –retirado-, publicado en el Boletín N°3475-2006, pp. 34-35).
64
   “En tercer lugar, el proyecto establece que sólo constituyen infracciones administrativas las
vulneraciones del ordenamiento jurídico previstas como tales en la ley y en los reglamentos
dictados conforme a ella.” (Cita extraída del Mensaje del Proyecto de Bases de Procedimiento
Administrativos Sancionatorios –retirado-, publicado en el Boletín N°3475-2006, p. 35).
65
    “En quinto lugar, el proyecto señala que sólo pueden ser sancionadas por hechos
constitutivos de infracción administrativa, las personas naturales y jurídicas que resulten
responsables de los mismos en el respectivo procedimiento.
El proyecto agrega que cuando el cumplimiento de las obligaciones previstas en una disposición
legal corresponda a varias personas conjuntamente, responderán de forma solidaria de las
infracciones que se cometan y de las sanciones que se impongan.” (Cita extraída del Mensaje
del Proyecto de Bases de Procedimiento Administrativos Sancionatorios –retirado-, publicado
en el Boletín N°3475-2006, p. 36-37).
66
    “En sexto lugar, y aunque parezca obvio, el proyecto establece que las sanciones
administrativas, sean o no de naturaleza pecuniaria, en ningún caso pueden implicar, ni directa
ni subsidiariamente, privación de libertad.” (Cita extraída del Mensaje del Proyecto de Bases de
Procedimiento Administrativos Sancionatorios –retirado-, publicado en el Boletín N°3475-2006,
p. 37).
                                                                                               52
        Finalmente, creemos que a pesar de que estos principios nunca lograron
tener una consagración legal, debido al retiro de dicho proyecto, sí creemos útil
que ellos deben actuar como guía elemental en todo proceso Administrativo-
sancionador, ya que su utilidad y validez práctica es evidentemente favorable, y
en nada perjudica su aplicación a una correcta tramitación de los
procedimientos administrativo-sancionatorios.
67
   “En cuarto lugar, el proyecto señala que para los efectos de la graduación de la sanción, las
infracciones administrativas que no tengan señalada una clasificación en la ley, se clasificarán
en leves, graves y muy graves.
Además, el proyecto señala que en la imposición de sanciones, la Administración deberá
guardar la debida adecuación entre la gravedad del hecho constitutivo de la infracción y la
sanción aplicada. Para tal efecto, a falta de norma legal especial que los establezcan, se
establecen los siguientes criterios para la graduación de la sanción a aplicar: la existencia de
intencionalidad o reiteración; la naturaleza de los perjuicios causados; la existencia de riesgos o
peligro para terceros, derivados de la infracción cometida y su entidad, y la reincidencia, por
comisión en el término de un año de más de una infracción de la misma naturaleza, cuando así
haya sido declarado por resolución firme.” (Cita extraída del Mensaje del Proyecto de Bases de
Procedimiento Administrativos Sancionatorios –retirado-, publicado en el Boletín N°3475-2006,
p. 35-36).
68
   “Finalmente, el proyecto establece como principio sustantivo del derecho administrativo
sancionador que las infracciones y sanciones prescriban según lo dispuesto en las leyes que las
establezcan.
Sin embargo, si las leyes respectivas no establecen plazos de prescripción, las infracciones
prescribirán a los dos años de cometidas. Respecto de las sanciones impuestas, éstas
prescriben a los tres años desde la notificación del acto sancionatorio firme.” (Cita extraída del
Mensaje del Proyecto de Bases de Procedimiento Administrativos Sancionatorios –retirado-,
publicado en el Boletín N°3475-2006, pp. 37-38).
                                                                                                53
        I.1.b.ii Las Garantías Adjetivas.
        En virtud de lo mandatado por la Constitución Política de la República de
Chile, todo órgano que ejerza potestades jurisdiccionales debe someterse a un
procedimiento que se desarrolle con pleno respeto de las garantías
establecidas en el Artículo 19 N°3 inciso 5º de la Constitución, el cual consagra
expresamente que “toda sentencia de un órgano que ejerza jurisdicción debe
fundarse en un proceso previo legalmente tramitado. Corresponderá al
legislador establecer siempre las garantías de un procedimiento y una
investigación racionales y justos”, debiendo el propio legislador consagrar
dichas garantías.
        Sabido es que los organismos sancionadores de la Administración no
ejercen propiamente facultades jurisdiccionales las cuales, por mandato
expreso de la Constitución69, sólo están reservadas a los tribunales de justicia.
Pero entendemos que las garantías que envuelven a este poder-deber sí
pueden aplicarse al ámbito en comento, por el hecho de que el ejercicio que se
hace en este caso es de similares características a la función judicial y por
69
   Artículo 19 Nº 3º, inciso 4º, Constitución Política de la República de Chile: “Nadie podrá ser
juzgado por comisiones especiales, sino por el tribunal que señalare la ley y que se hallare
establecido por ésta con anterioridad a la perpetración del hecho.
Artículo 76 inciso 1º, 1ª parte, Constitución Política de la República de Chile: “La facultad de
conocer las causas civiles y criminales, de resolverlas y de hacer ejecutar lo juzgado, pertenece
exclusivamente a los tribunales establecidos por la ley…”.
                                                                                              54
ende, -y entendiendo la precariedad normativa que nos aqueja-, la herramienta
más útil para subsanar esta ausencia, es apoyarse en lo establecido por el
legislador para aquellos órganos que conocen y resuelven los conflictos de
interés jurídico. Además, la idea de acción punitiva en contra de un particular se
encuentra presente en ambos, punto muy importante al momento de considerar
la importación de principios que aquí se hace.
      Con esto, y en virtud de lo señalado por dicho artículo 19 de la
Constitución Política, es que es necesario que la justicia Administrativo-
sancionadora, sujete sus procedimientos a un grupo de garantías que protejan
al juzgado que, en su conjunto, se denominan como debido proceso y que, en
su cariz administrativo punitivo denominaremos           “Debido Procedimiento
Administrativo-sancionador”.
      Así también lo ha entendido el propio Tribunal Constitucional, el cual,
cuando se ha referido a las garantías adjetivas lo ha hecho bajo distintas
denominaciones, pero siempre en un sentido similar, al señalar que todos los
procedimientos administrativos deben “…cumplir [las] garantías vinculadas al
debido procedimiento. El legislador debe permitir que quienes puedan ser
                                                                               55
afectados por dichas sanciones, puedan defenderse de los cargos que les
formule la autoridad, pudiendo rendir prueba, impugnar las sanciones, etc.” 70.
          Pero a pesar de su reconocimiento expreso, no existe ni norma ni
sentencia que enumere de forma explícita cuáles serían dichas garantías
adjetivas –cuestión que también ocurre en el propio Derecho Procesal-. Sin
embargo, y a pesar de que ésto podría entenderse como un vacío que necesita
ser solucionado, la explicación a dicha ausencia es del todo comprensible: no
rigidizar innecesariamente una garantía que necesita ser flexible y adaptable,
tanto a las particularidades de cada caso, como también a la evolución propia
de las garantías de que goza todo ciudadano.
          Es bajo el entendido de la necesaria flexibilidad que debe tener este
conjunto de principios, que no es posible hacer una enumeración taxativa de
ellas, pero si podemos esbozar las que, en la actualidad, se entienden como las
más relevantes. Así, dentro de ellas encontramos:
                 Derecho a que el procedimiento administrativo se sustente ante
                  una persona o entidad imparcial e independiente: es cierto que
                  dentro de ciertos procedimientos administrativos -como por
                  ejemplo, los sumarios administrativos-, no existe un sujeto que
70
     Considerando 37º, Sentencia Tribunal Constitucional Rol Nº 2264-2013.
                                                                                  56
    ostente la calidad de juez como tal. Sin embargo, necesariamente
    existe, una persona que detenta facultades de decisión análogas
    al primero. Dicho sujeto debe actuar en forma independiente e
    imparcial, ya que de no ser así, su decisión puede ser impugnada,
    como a su vez recibir sanciones administrativas por no
    desempeñar fielmente su cargo.
   Derecho a accionar y defenderse: esta garantía consiste, en el
    ámbito procesal-administrativo, en la facultad que de poder iniciar
    un procedimiento administrativo, como a su vez, en la posibilidad
    de este de ejercerse la defensa respectiva. Pero dicho derecho, a
    diferencia de otro tipo de procedimientos –como los procesales o
    civiles- son, principalmente respecto del derecho a la acción,
    mucho más limitados. Esto porque no cualquiera está legitimado
    activamente para poder iniciar un procedimiento administrativo, ya
    que la ley es normalmente mas exigente respecto a los requisitos
    que es necesario reunir para poder actuar.
   Facultad para rendir prueba: es en el ámbito administrativo-
    sancionatorio, en donde dicha facultad adquiere una importancia
    protagónica. Esto porque es gracias a ella que todo sujeto que se
                                                                    57
    encuentra sometido a un procedimiento administrativo, puede
    exigir el derecho a que, una vez presentado los cargos y rendida
    la prueba por parte de la actora, ella pueda oponer los
    antecedentes que estime necesarios para así desvirtuar lo
    afirmado por la primera.
   Derecho a sentencia: dicho derecho, como bien lo grafica su
    nombre, tiene por finalidad garantizar que todo procedimiento
    administrativo termine con una resolución que clausure la
    discusión y resuelva el conflicto. Dicho derecho se ha visto
    ampliado en el último tiempo, ya que no solo basta con que se
    dicte resolución que ponga término a la disputa, sino que dicha
    decisión   sea     oportuna.        Esto    porque    muchas     veces     la
    Administración     dilata      de   sobremanera       los   procedimientos
    administrativos, sin razón aparente, excusándose en que los
    plazos para ella no son perentorios, y por ende, puede fallar
    cuando lo estime. Esto ha sido discutido, ya que sentencias como
    la   de    la    Corte        Suprema      Causa     Rol    N°   8682-2009
    “Superintendencia de Electricidad y Combustibles con Shell Chile
    S.A.C.I.”, han señalado expresamente que “…la tardanza
    inexcusable      de      la    Superintendencia       de    Electricidad   y
    Combustibles –como entidad que en este caso sanciona a un
                                                           58
              particular luego de más de 4 años de procedimiento- afectó en
              primer término el principio del debido proceso, pues resulta
              indudable que para que nos encontremos ante un procedimiento
              racional y justo la sentencia debe ser oportuna.”71
       Con todo, es que dicha enumeración ejemplar, pone de manifiesto que
existen un conjunto de garantías derivadas del artículo 19 N°3, inciso 5° de la
Carta Política, que protegen principalmente al administrado, y que intenta, de
alguna forma, contrapesar los amplios poderes que la autoridad tiene sobre él.
71
  Segunda parte, Considerando 1°, sentencia Causa Rol N° 8682-2009 “Superintendencia de
Electricidad y Combustibles con Shell Chile S.A.C.I.”.
                                                                                    59
                                 I. Capítulo 2.
          El Derecho a ser Sancionado dentro de un plazo razonable
o sin dilaciones indebidas como elemento integrante del Debido Procedimiento
                          Administrativo-sancionador.
I.2.a El Principio del Debido Procedimiento y su aplicación en los
Procedimientos Administrativo-sancionadores.
      I.2.a.i. Concepto
      Para poder hablar propiamente de Debido Procedimiento Administrativo-
sancionador, es necesario primeramente establecer qué debemos entender por
Debido Procedimiento, como concepto amplio que tiene una incidencia mucho
mayor a la meramente Administrativa. Esto porque su consagración –la cual
proviene de larguísima data, incluso mucho antes de que se hablase de
Derecho Administrativo-sancionador, u otro concepto que se acercase a esta
                                                                          60
idea-72, tratamiento y aplicación poseen una importancia trascendental en la
esencia misma del Derecho.
       En sí, podemos entender al debido proceso como “…aquella garantía de
carácter fundamental, que protege al ciudadano de cualquier tipo de
arbitrariedad en que pudiera eventualmente incurrir la autoridad jurisdiccional,
en lo referente a la solución del conflicto sometido a su decisión”73, o también
como “aquél que cumple integralmente la función constitucional de resolver
conflictos de intereses de relevancia jurídica con efecto de cosa juzgada,
protegiendo y resguardando, como su natural consecuencia, la organización del
Estado, las garantías constitucionales y en definitiva la plena eficacia del
derecho”74, y más sintéticamente como “el conjunto de condiciones que deben
cumplirse para asegurar la adecuada defensa de aquéllos cuyos derechos y
obligaciones están bajo consideración judicial”75.
72
   Esta afirmación queda en evidencia si nos remontamos ya a la Carta Magna Inglesa del año
1215 la cual, en su Capítulo 39 presentaba los elementos inspiradores de la idea de Debido
Proceso. Dicho concepto posteriormente traspasó el Atlántico, viéndose establecido en diversas
Constituciones elaboradas en Estados de Norteamérica como Maryland, Massachussets, pero
especialmente en el estado de Filadelfia.
73
   GAJARDO ORELLANA, Tania, y GUERRERO ROJAS, Samuel. 2005. El debido proceso en
los procedimientos administrativos sancionadores, Memoria de Prueba para optar al grado de
Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Santiago, Chile, Universidad de Chile, p. 5.
74
   COLOMBO CAMPBELL, Juan. 2006. El Debido Proceso Constitucional, en: Cuadernos del
Tribunal Constitucional, Nº 32, Santiago, Chile, Editorial Jurídica de Chile, p.14.
75
  COMISIÓN ANDINA DE JURISTAS. El debido proceso en las decisiones de los órganos de
control constitucional en Colombia, Perú y Bolivia, [en línea] <www.capje.org.pe/guia/debi.htm>,
[2013].
                                                                                             61
      I.2.a.ii. Evolución Histórica Nacional e Internacional. Análisis crítico de su
              consagración en Chile.
      La idea de Debido Proceso actualmente, gracias al desarrollo y evolución
que ha tenido a lo largo de los siglos, se encuentra presente –sino en todos- en
casi la mayoría de los derechos fundamentales que conocemos, sin que aún
podamos fijar un límite a esta expansión. La evolución del Derecho, así como la
de los derechos pro-ciudadanía, han sido un campo fértil para entender que la
presencia de un debido proceso es absoluta y totalmente necesaria, más aun
entendiendo la abundancia de todo tipo de procedimientos que actualmente se
da, lo cual hace que cada vez mas todos nosotros, como personas sometidas al
derecho, nos podamos ver entreveradas en un proceso judicial, y por ende esté
en juego el respeto al debido proceso.
      Para elaborar un análisis histórico de este principio, debemos
remontarnos al derecho anglosajón medieval, el cual da origen a esta idea por
medio de la llamada “Carta Magna Inglesa” de 1215 –conocida en ese país
como Magna Carta Liberatum-, nacida a consecuencia de un gran
levantamiento producido por los graves problemas sociales de la Inglaterra de
la época, además de las dificultades en la política exterior, situación en la cual
                                                                                  62
se vieron participando a obispos, ciudadanos e incluso a barones, en contra del
Rey Juan I, o más conocido como “Juan Sin Tierra”.
          Una de las declaraciones de dicho documento señalaba que “ningún
hombre libre podrá ser detenido, ni preso, ni desposeído de sus bienes, ni
declarado fuera de la ley, ni desterrado, ni perjudicado de cualquier otra forma,
ni procederemos ni ordenaremos proceder contra él, sino en virtud de un juicio
legal por sus pares o por la ley del país”76. A la disposición antes transcrita se le
conoció como la “Law of the Land”, la cual se ha entendido como el
antecedente directo del concepto “Due Process of Law”, que en español se
traduce como debido proceso, tanto en su faz sustantiva como adjetiva, la cual
no buscaba otra cosa sino el “evitar castigos y violaciones ilegales de la libertad
personal y los derechos relativos a la propiedad, sirviendo a su vez como
principio orientador para los jueces, dirigido a la obtención de un juicio justo”77.
          Este concepto, posteriormente, evolucionó y se expandió por gran parte
del viejo mundo de aquellos años, pero es en la Constitución Política de los
Estados Unidos de Norteamérica, y específicamente cuando se elaboran tanto
76
     Sección 39 de la Carta Magna de 1215.
77
   SOLÍS ARAYA, Daniel. 2008. Síntesis Histórica de la Aparición del Principio del Debido
Proceso y su incorporación en el Sistema de Enjuiciamiento Penal Chileno, en: Revista Corpus
Iuris Regionis, Revista Jurídica Regional y Subregional Andina 8, Iquique, Chile, p. 77.
                                                                                         63
la V como la XIV Enmiendas -1789 y 1868 respectivamente- que dicho principio
logra su consagración definitiva y su expansión en los países libres de América.
        Pero prontamente -y como pasa muchas veces debido a la evolución
social y las necesidad jurídicas que este proceso implica-, el principio debió
traspasar las barreras que hasta ese entonces existían, y se estableció como
una especie de “supragarantía”, que no sólo buscaba proteger de las
arbitrariedades procesales que se pudiesen presentar, sino más aún, proteger
de toda arbitrariedad que pudiese venir del seno de la Administración y sus
autoridades y funcionarios, es decir, el erradicar el la actuación sin fundamento
como cuestión posible en la dictación de un acto administrativo 78. Es en base a
esta expansión, que gran parte de la doctrina actual, identifica dos etapas en
este principio, señalando que la primera es aquella que se conoce como la del
“debido proceso legal o formal”, y la segunda como “debido proceso
constitucional”.
        Sumado a lo anterior, está la idea de que en el mundo de hoy, este
principio se ha extendido más allá de las fronteras señaladas, ya que para dar
cumplimiento cabal al mismo es menester el que no solo se ajuste un
78
  Clave en este punto son los artículos 6° y 7° de la Constitución Política, que son los que
establecen el fundamento esencial del principio de interdicción de la arbitrariedad. A ellos se
suma el artículo 19 N° 2 inciso 2°, N° 3 inciso 6°, N° 7 letra i), N° 20 incisos 1° y 2°, N° 22, todos
del artículo 19 de la Constitución, además del artículo 20.
                                                                                                   64
determinado acto jurídico, procesal, o legislativo, a lo señalado en la
Constitución que rija a cada país, sino que el acto mismo debe cumplir con la
justicia que todo hecho con alcances jurídico debe tener. Así, por ejemplo, se
ha llegado a que actualmente se cuestione la constitucionalidad de
determinadas actuaciones que, a pesar de ser conformes a derecho, ya sea por
la finalidad, motivo u otra cuestión similar, no se ajustan a lo que por medio de
ellos se desea lograr, a pesar de dar cumplimiento al aspecto formal que
envuelve a la actuación.
      En cuanto a su consagración y evolución a nivel nacional, podemos
señalar que su primera manifestación -la cual a pesar de no ser directamente
equiparable con la idea de debido proceso, sí es una manifestación del mismo-
se remonta a inicios del Siglo XIX con el “Reglamento Constitucional Provisorio
de 1812”, el cual consagraba expresamente la protección de ciertos derechos
individuales y libertades de orden público. Esta situación se explica por la fuerte
influencia del embajador estadounidense de la época, Joel Poinsett, el cual traía
sobre sí toda la experiencia vivida en el país del norte respecto de este derecho
y su consagración en el ordenamiento jurídico propio.
      A pesar de no ser esta una consagración expresa, sí sirvió como base
para evolucionar en normativas posteriores, dentro de las cuales destaca la
                                                                                65
Constitución de 181879 y la de 1922. Esta última, además de consagrar la idea
de “Juez Natural” que hasta hoy se mantiene, realizó por primera vez referencia
a la idea de la temporalidad de los procesos, ya que disponía en uno de sus
artículos que “Los jueces son responsables de la dilación de los términos
prevenidos por las leyes”.
        Pero es sólo en la Constitución Política de la República de 1980 en
donde se recepciona por primera vez este principio a nivel constitucional, de
forma más evidente. Esto permite que él se transforme en uno de carácter
rector dentro de nuestra normativa, especialmente enfocado en el ámbito de la
actividad de los órganos que ejercen jurisdicción. Así, a pesar de no estar
expresamente preceptuado, se manifiesta en diversos Artículos, como el 1°
inciso 4° -“…con pleno respeto a los derechos y garantías que esta Constitución
establece…”-, el 5° -“… la Constitución reconoce como límite al ejercicio de la
soberanía el respeto a los derechos y garantías que emanan de la naturaleza
humana”, y el numeral 2° -“La Constitución asegura a todas las personas: La
igualdad ante la ley...” del artículo 19. Pero no es sino el numeral 3º, inciso 6º
de la Carta Fundamental, el que se ha entendido como el que consagra de
manera más clara y patente este principio, al señalar que:“ La Constitución
79
  Carta la cual es la primera que consagra un catálogo de derechos y deberes del hombre en
sociedad, se establece la autoridad judicial, y se determinan las facultades y límites a los que se
encuentran sometidas las autoridades ejecutivas. Ejemplo de lo antes dicho es su artículo 3, el
cual establece por primera vez la “presunción de inocencia” y el “principio de la doble instancia”.
                                                                                                66
asegura a todas las personas: La igual protección en el ejercicio de sus
derechos. Toda sentencia de un órgano que ejerza jurisdicción, deberá
fundarse en un proceso previo legalmente tramitado. Corresponderá al
legislador establecer siempre las garantías de un procedimiento y una
investigación racionales y justos80”.
          Así, es por medio de todo lo antes dicho, que el legislador a pesar de no
incluir expresamente la frase “debido proceso”, sí la consagró por medio de
locuciones similares, especialmente aquella destacada en el párrafo anterior, y
que hace referencia expresa a los procedimientos llevados ante la autoridad
pública.
80
     La cursiva es nuestra.
                                                                                67
        I.2.a.iii. El contenido del Principio de Debido Proceso.81
        La tarea de establecer un contenido específico y concreto del principio de
debido proceso no es fácil ni pacífica. La misma indeterminación que permite
que la idea de debido proceso aún se encuentre en proceso de construcción,
hace que tanto la jurisprudencia, como la doctrina, y también los distintos
ordenamientos jurídicos que consagran dicho principio, la establezcan con
matices diferenciados.
        En nuestro país se entiende que este derecho tiene su consagración por
medio de distintos tratados internacionales los cuales, por aplicación del artículo
5º, inciso 2º82 de la Constitución Política de la República, rigen en Chile: el
Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos –PIDCP- y la Convención
Americana de Derechos Humanos –CADH-.
81
   Es en Europa donde, por medio de su consagración expresa en distintos Tratados Internacionales, logra
gran relevancia y un cada vez mayor interés por parte de l investigación jurídica.
82
    Artículo 5º, inciso 2º, Constitución Política de la República: “El ejercicio de la soberanía
reconoce como limitación el respeto a los derechos esenciales que emanan de la naturaleza
humana. Es deber de los órganos del Estado respetar y promover tales derechos, garantizados
por esta Constitución, así como por los tratados internacionales ratificados por Chile y que se
encuentran vigentes.”
                                                                                                     68
      El primero de ellos, en su artículo 9.3, 1º parte establece que: “Toda
persona detenida o presa a causa de una infracción penal será llevada sin
demora ante un juez u otro funcionario autorizado por la ley para ejercer
funciones judiciales, y tendrá derecho a ser juzgada dentro de un plazo
razonable o a ser puesta en libertad…”, y en el 14.3.c: “Durante el proceso, toda
persona acusada de un delito tendrá derecho, en plena igualdad, a las
siguientes garantías mínimas: A ser juzgado sin dilaciones indebidas.”.
      Por su parte, la Convención Americana de Derechos Humanos, en el
artículo 7.5, plantea el: “Derecho a la Libertad Personal. Toda persona detenida
o retenida debe ser llevada, sin demora, ante un juez u otro funcionario
autorizado por la ley para ejercer funciones judiciales y tendrá derecho a ser
juzgada dentro de un plazo razonable o a ser puesta en libertad, sin perjuicio de
que continúe el proceso. Su libertad podrá estar condicionada a garantías que
aseguren su comparecencia en el juicio.”. Sumado a lo anterior, el artículo 8.1,
1º parte, señala: “Garantías Judiciales. Toda persona tiene derecho a ser oída,
con las debidas garantías y dentro de un plazo razonable…”.
      Pero, a pesar del irrestricto respeto que se les debe a dichos tratados
internacionales al ser parte del ordenamiento jurídico nacional, igualmente se
ha criticado la débil aplicación del derecho a plazo razonable. Esto porque la
propia Corte Interamericana de Derechos Humanos –COIDH-, al referirse a la
                                                                       69
Convención Americana de Derechos Humanos, y siguiendo lo planteado por el
Tribunal Europeo de Derechos Humanos –TEDH-, ha señalado que es
necesario que, para que se proteja correctamente tan importante derecho, se
hace necesario que las constituciones de los diversos Estados-parte
reconozcan expresamente el derecho a un “juicio pronto” o “dentro de un plazo
razonable”, cuestión que si no se cumple, implica que dicho Estado no se ajusta
a lo establecido por la Convención.
      Y es así que gran parte de los países que adhieren al Tribunal Europeo
de Derechos Humanos, han dado cumplimiento a dicho mandato. Por ejemplo,
el Artículo 24.2 de la Constitución española consagra expresamente dicho
derecho, al señalar que: “Asimismo, todos tienen derecho al Juez ordinario
predeterminado por la Ley, a la defensa y a la asistencia de letrado, a ser
informados de la acusación formulada contra ellos, a un proceso público sin
dilaciones indebidas y con todas las garantías, a utilizar los medios de prueba
pertinentes para su defensa, a no declarar contra si mismos, a no confesarse
culpables y a la presunción de inocencia.”.
      La doctrina también es diversa al tratar esto, pero si está conteste
respecto a ciertos elementos mínimos de la idea de debido proceso. Así lo
refleja muy certeramente –respecto de la doctrina internacional- don Carlos
Enrique Edwards quien señala que “…podemos decir que el debido proceso
                                                                    70
conforme a su tratamiento en los tratados internacionales83 puede sintetizarse
en la existencia de los siguientes derechos o garantías: al juez natural, el
derecho a ser oído, el derecho a una duración razonable del proceso,
derecho a la publicidad del proceso y la prohibición de doble juzgamiento” 84.
Sumado a lo anterior, y para el caso chileno, opinión autorizada es don Enrique
Evans de la Cuadra, quien al reproducir una discusión que al interior de la
Comisión de Estudios de la Nueva Constitución se presentó señala que “…del
debate producido en la C.E.N.C., y especialmente en la Sesión 101, de 9 de
enero de 1975, en que se oyó al profesor José Bernales, y en la sesión 103 de
16 de enero del mismo año, se desprende que los elementos que constituyen
un “justo y racional procedimiento”-concepto con el cual también se conoce a la
idea de Debido Proceso-, son los siguientes de modo muy escueto:
     1. Notificación y audiencia del afectado, pudiendo procederse en su
        rebeldía si no comparece una vez notificado;
     2. Presentación de las pruebas, recepción de ellas y su examen;
83
   Tratados que tienen vigencia en Chile, en virtud de la Reforma Constitucional introducida por
el Artículo único de la Ley N°18.825 de 17 de agosto de 1989 que modificó el Artículo 5°, inciso
2° de la Constitución Política de 1980, que les dio vigencia en nuestro país, siempre que estos
estuvieren vigentes y hayan sido ratificados por Chile.
84
   EDWARDS, Carlos. “Garantías en el Proceso Penal”, en Garantías constitucionales en
materia penal, Editorial Astrea, Buenos Aires, Argentina, 1996, pp. 87 a 99. Cita extraída de
SOLÍS ARAYA, Daniel. 2008. Síntesis Histórica de la Aparición del Principio del Debido Proceso
y su incorporación en el Sistema de Enjuiciamiento Penal Chileno, en: Revista Corpus Iuris
Regionis, Revista Jurídica Regional y Subregional Andina 8, Iquique, Chile. La negrita y cursiva
es nuestra.
                                                                                             71
     3. Sentencia dictada en un plazo razonable;
     4. Sentencia dictada por un tribunal u órganos imparcial y objetivo, y
     5. Posibilidad de revisión de lo fallado por una instancia superior igualmente
        imparcial y objetiva.”85 86.
        Por su parte, la jurisprudencia nacional ha sido bastante reacia a
reconocer el derecho a plazo razonable como un derecho que, si es violado,
permita invalidar una decisión judicial –salvo casos relacionados con
determinados delitos tributarios o de giro doloso de cheques-. Sin embargo,
existe un caso paradigmático en que la Corte de Apelaciones de Santiago, el
año 1999, por medio de sentencia definitiva, decreta la violación de dicho
derecho y declara la absolución de los condenados Rudecindo Chacana Baez y
Sergio Vásquez Campos, ya que, entre el auto acusatorio y la sentencia
condenatoria pasaron más de 11 años, ante lo cual la Corte razonó que: “…un
aspecto esencial del debido proceso o racional procedimiento –que cierta
85
  EVANS DE LA CUADRA, Enrique, 2005. Los Derechos Constitucionales, Santiago, Chile,
Editorial Jurídica de Chile, Volumen II, pp. 28, 29. La negrita y cursiva es nuestra.
86
   Sumado a lo anterior, y en el caso chileno específico, vemos que don José Luis Cea, al tratar
idéntica temática, en la Constitución de 1980, señala que un proceso es debido si se respetan,
entro otras garantías “la publicidad de los actos jurisdiccionales, el derecho a la acción, el
oportuno conocimiento de ella por la parte contraria, el emplazamiento, la adecuada asesoría y
defensa de abogados, la producción libre de prueba conforme a la ley, el examen y objeción de
la evidencia rendida, la bilateralidad de la audiencia, la facultad de interponer recursos para
revisar las sentencias dictadas por tribunales inferiores, el pronunciamiento de los fallos dentro
de los plazos legalmente previstos y la fundamentación de aquéllos en el régimen jurídico
vigente o, en su defecto, en los principios generales del derecho y la equidad natural”. (CEA,
José Luis. 1988. Tratado de la Constitución de 1980. Características Generales. Garantías
Constitucionales, Santiago, Chile, Editorial Jurídica de Chile. La cursiva es nuestra).
                                                                                               72
doctrina eleva a la categoría de garantía de la jurisdicción- es el de la
oportunidad del juzgamiento, de tal manera que éste advenga cuando el
conflicto de intereses y de valores puestos en juego por este contencioso de
derechos objetivos, se halle latente. / Es por esto que el artículo 14 nº 3 letra c)
del Decreto Supremo de Relaciones Exteriores Nº 778 de 1989 o Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos consigna que durante el proceso
toda persona acusada de un delito tendrá derecho, como garantía mínima, a ser
juzgada “sin dilaciones indebidas”. / A su turno, el artículo 8º del Decreto
Supremo de la misma cartera, Nº 783 de 1991 o Convención Americana de
Derechos Humanos, establece que toda persona tiene derecho a ser oída por
un tribunal “dentro de un plazo razonable””87.
          Sumado a lo anterior, es que la Corte Suprema, conociendo en el año
2001 de un Recurso de Inaplicabilidad por Inconstitucionalidad, señaló que
“…conforme a la doctrina nacional, el derecho a un proceso previo, legalmente
tramitado racional y justo, que la Constitución Política de la República asegura a
todas las personas, debe contemplar las siguientes garantías: la publicidad de
los actos jurisdiccionales, el derecho a la acción, el oportuno conocimiento de
ella por la parte contraria, el emplazamiento, adecuada asesoría y defensa con
abogados, la producción libre de pruebas conforme a la ley, el examen y
objeción de la evidencia rendida, la bilateralidad de la audiencia, la facultad de
87
     Considerando 8º, Causa Rol número 65743-1998, Corte de Apelaciones de Santiago.
                                                                                       73
interponer recursos para revisar las sentencias dictadas por tribunales
inferiores, el pronunciamiento de los fallos dentro de los plazos legales previstos
y la fundamentación de ellos en el régimen jurídico vigente o, en su defecto, en
los principios generales del derecho y equidad natural”88.
          Se agrega a lo antes dicho lo que plantea nuestro Tribunal Constitucional
al respecto el cual, por las temáticas que actualmente le corresponde abordar,
ha construido con el tiempo ciertas ideas basales del Debido Proceso, las
cuales ha utilizado sistemáticamente, construyendo lo que, tanto ella, como la
doctrina jurídica en general ha conocido como “Doctrina del Tribunal
Constitucional sobre el Debido Proceso”.
          Podemos señalar que él ha entendido al Debido Proceso como “…aquél
que cumple integralmente la función constitucional de resolver conflictos de
intereses de relevancia jurídica con efecto de cosa juzgada, protegiendo y
resguardando, como su natural consecuencia, la organización del Estado, las
garantías constitucionales y, en definitiva, la plena eficacia del Estado de
Derecho. A este respecto, el debido proceso cumple una función dentro del
sistema en cuanto garantía del orden jurídico, manifestado a través de los
derechos fundamentales que la Constitución les asegura a las personas.
88
     Sentencia Corte Suprema Causa Rol Nº 3643-2001.
                                                                                74
          Desde esta perspectiva, el imperio del derecho y la resolución de
conflictos mediante el proceso son una garantía de respeto por el derecho ajeno
y la paz social. En síntesis, el debido proceso, más allá de consagrar los
derechos de los litigantes, y el poder-deber del juez en la forma que el
constituyente ha establecido para eliminar la fuerza en la solución de los
conflictos, genera un medio idóneo para que cada cual pueda obtener la
solución de sus conflictos a través de su desenvolvimiento.”89. A ello ha
agregado la idea de que cuando se habla de que un procedimiento sea racional
y justo “…se traduce en que se debe configurar un proceso lógico y carente de
arbitrariedad y debe orientarse a un sentido que cautele los derechos
fundamentales de los participantes del proceso”90.
          En cuanto a los elementos que constituyen esta institución, ha
reconocido ciertos elementos esenciales que lo componen, como “…la
publicidad de los actos jurisdiccionales, el derecho de acción, el oportuno
conocimiento de ella, el emplazamiento, adecuada defensa y asesoría con
abogado, la producción libre de pruebas conforme a la ley, el examen y
objeción de la evidencia rendida, la bilateralidad de la audiencia, la facultad de
interponer recursos para revisar las sentencias dictadas por tribunales
89
     Sentencia Tribunal Constitucional Causa Rol Nº 786-2007.
90
     Sentencia Tribunal Constitucional Causa Rol Nº 2259-2012.
                                                                               75
inferiores…”91,       reconociendo      además      que    dichas    manifestaciones        son
meramente ejemplares ya que, como lo señalamos anteriormente, la Comisión
de Estudios de una nueva Constitución así lo quiso. Esto es consistente, según
el Tribunal Constitucional con que “…la Carta Fundamental no precisa los
componentes del debido proceso delegando en el legislador la potestad de
definir y establecer sus elementos. De esta manera, es claro que no existe un
modelo único de expresión de las garantías integrantes del debido proceso en
Chile”92. Y esta delegación por parte del Constituyente, se deriva de una
conjunción del ya señalado 19 Nº3, inciso 6º de la Constitución, y el 63 Nº 3 del
mismo cuerpo que establece, en su numeral 3º que: “solo son materias de ley:
Las que son objeto de codificación, sea civil, comercial, procesal, penal u otra”.
          Y siguiendo con nuestro análisis, pero ya centrándonos en lo que el
Derecho Comparado ha dicho, podemos ver que dicha garantía también está
recogida en Ordenamientos Jurídicos como el norteamericano. Esto se
evidencia en la existencia del llamado “Due Process of Law”, ya enunciado
anteriormente.
          Con todo, es que podemos ver que la idea de Debido Proceso tiene una
importancia trascendental en el gran mundo del Derecho, y que a su vez incluye
91
     Sentencias Tribunal Constitucional Causas Rol N° 2041-2011 y 1448-2009, entre otras.
92
     Sentencias Tribunal Constitucional Causas Rol N 576-2006, 1557-2009, 1838-2010.
                                                                                             76
un conjunto de tópicos que es necesario tener en consideración, como lo es por
ejemplo, la idea de temporalidad dentro de todo proceso jurisdiccional. Sin
buscar adelantarnos, pero si deseando dejar en claro este aspecto, es que es
necesario dejar en evidencia tan relevante situación, especialmente en los
Procesos Administrativos.
      No abordaremos cada uno de estos puntos, ya que esta no es la finalidad
de esta exposición, sino que ella es dejar en evidencia que uno de los
elementos básicos y esenciales en todo debido proceso es que este transcurra
dentro de un “plazo razonable y sin dilación indebida”, concepto que pasaremos
a tratar a continuación.
      I.2.b. Concepto de “plazo razonable y sin dilación indebida”.
       El tratar el concepto de “plazo razonable y sin dilación indebida” es,
actualmente, muy complejo, ya que a lo largo de la historia y en las distintas
legislaciones en donde dicho concepto ha sido integrado, se ha entendido que
su comprensión debe ser matizada en virtud de ser éste un concepto que “varía
                                                                           77
en el tiempo y en el espacio en nuestra época”93, lo cual perjudica su posible
consagración unívoca y permanente. A esto se suma que integra dos ideas que,
a pesar de ser esencialmente las mismas, sí son innegablemente distintas,
como lo son el “plazo razonable” y la “dilación indebida”.
        Pero no es menos cierto que a pesar de esta dificultad, igualmente han
existido un gran número de autores que, con mayor o menor profundidad han
tratado el tema94. Así su delimitación general es de suma importancia,
especialmente porque se trata de un derecho fundamental indeterminado. Así,
es la definición que Gimeno López nos da, la más clarificadora de sus
elementos centrales, al señalar que es “[u]n derecho subjetivo constitucional, de
carácter autónomo, aunque instrumental del derecho a la tutela, que asiste a
todos los sujetos de Derecho Privado, que hayan sido parte de un proceso
judicial y que se dirige frente a los órganos del Poder Judicial, aun cuando en su
ejercicio han de estar comprometidos todos los demás Poderes del Estado,
creando en él la obligación de satisfacer dentro de un plazo razonable las
93
   GARCÍA PONS, Enrique. 1997. Responsabilidad del Estado: La Justicia y sus Límites
Temporales, Madrid, España, Editorial J.M. Bosch Editor, pp. 91-92. Extraída de la Sentencia
del Tribunal Europeo de Derechos Humanos (STEDH), caso Handsyde, de 7 de diciembre de
1976.
94
  Dentro de estos podemos destacar a los hispanos García de Enterría, García Pons, González
Pérez, Martin-Retortillo Baquer, Gisbert Gisbert, Climent Durán, Soto Nieto, Pastor Prieto y en el
ámbito nacional a Aróstica Maldonado, Bermúdez Soto y Soto Kloss, entro muchísimos otros.
                                                                                               78
pretensiones y resistencias de las partes o de realizar sin demora la ejecución
de las sentencias”95.
        I.2.c. La Objetivación del plazo razonable.
        Atendiendo a que la idea de plazo razonable es menester encuadrarla
dentro de, al menos, unos parámetros básicos que eviten su excesiva
indeterminación, es que autores como García Pons se han tomado de las
propias sentencias dictadas por los Tribunales Superiores Europeos 96 –mucho
más avanzados que los nuestros en este aspecto- para extrapolar los
elementos que hacen posible, en las sentencias en concreto, la objetivación de
dicho derecho, y así poder determinar en concreto por parte del tribunal si en el
95
  GIMENO SENDRA, Vicente. 1991. El Derecho a un proceso administrativo con todas sus
garantías, en: Revista Galega de Administración Pública, N° 1, Santiago de Compostela,
España.
96
   Igualmente, y para el caso americano, la Corte Interamericana de Derechos Humanos ha
establecido que los parámetros esenciales a considerar al evaluar el respeto o irrespeto al
derecho a un plazo razonable dentro de un proceso judicial, son tres: a) complejidad del asunto,
b) actividad procesal del interesado y c) conducta de las autoridades judiciales. Así se establece
en las sentencias de causas como “Valle Jaramillo y otros vs. Colombia” y “Kawas Fernández
vs. Honduras”, entre otros.
Sin embargo, en años recientes se ha ido agregando un nuevo factor de interés para dicha
evaluación, como lo es la d) afectación generada en la situación jurídica de la persona
involucrada en el proceso –ver causa “Furlan familiares vs. Argentina”-.
                                                                                               79
proceso en análisis se vulneró o no el derecho plazo razonable y sin dilación
indebida.
       Es así que podemos entender que existen criterios indiscutidos, sobre los
cuales se valora la idea de plazo razonable y que se conocen como los
elementos preceptivos y los elementos facultativos. Dentro de los preceptivos
están aquellos que la doctrina y jurisprudencia entienden como “elementos de
ponderación” y que son: la complejidad de la cuestión a resolver, el tipo de
proceso que se está siguiendo y los aportes –o perjuicios- que las partes y la
autoridad puedan realizar a este97. En lo tocante a los facultativos, como bien lo
dice su nombre, son de carácter opcional y basan su consideración en virtud al
caso en concreto en cuestión; dentro de ellos podemos destacar como los
principales: la importancia del litigio y el contexto social y judicial en donde se
desarrolla.
97
   A estos criterios preceptivos de objetivación, algunos autores han sumado otros, como lo son:
el período a considerar, el contexto en que se llevaron a cabo las actuaciones y la importancia
del conflicto para el interesado.
                                                                                             80
    I.2.d. Los Elementos Preceptivos.
    Sobre este punto es necesario precisar lo siguiente:
   Respecto de la complejidad del asunto a resolver: Es evidente que una
    mayor complejidad del asunto conllevará normalmente una mayor
    prolongación del proceso. Así, por ejemplo, el Tribunal Europeo de
    Derechos Humanos cuando ha declarado Dilación Indebida se ha
    basado en variadas ocasiones en que el proceso es, en virtud de sus
    antecedentes, de simple solución y por ende no se entiende que este se
    haya prolongado más allá de lo necesario. A su vez, se suma la idea de
    que no todo retraso es posible de justificar en virtud de la complejidad,
    por ende sólo hasta cierto punto es posible de utilizar dicha excusa.
    En la práctica, este retraso puede provenir de variadas fuentes, como por
    ejemplo lo extenso del caso, los altos intereses que pueden estar
    vinculados, la dificultad para encontrar pruebas, la necesidad de practicar
    trámites de suma complejidad, o incluso la propia materia en litigio; por
    ende, si el caso es de público conocimiento, o los antecedentes del
    mismo son de fácil investigación y estudio, no se puede entender una
    prolongación más allá de la justamente necesaria.
                                                                            81
         Pero en ambas situaciones –prolongación proveniente del asunto o de la
         normativa-, siempre deben respetarse los principios básicos, como lo
         pueden ser la celeridad, la transparencia, la eficacia y la credibilidad.
         Finalmente, y citando a García Pons, es importante tener en
         consideración “… otros dos aspectos por entrañar una colisión de
         derechos fundamentales […] que afectan a la complejidad del litigio, y en
         último extremo a la responsabilidad del Estado por su incidencia en el
         comportamiento de las autoridades competentes […] y que son la
         hiperactividad y la multiplicidad de instancias”.
        Respecto del tipo de procedimiento en que se sustenta el conflicto 98: El
         tipo de procedimiento es un tema central a considerar, ya que no puede
         hablarse de “plazo razonable” si se comparan dos hechos que, a pesar
         de ser muy similares en sus presupuestos fácticos, son diversos en
         cuanto al proceso legal al que se someten. Por ejemplo, no se puede
         exigir igual celeridad entre un procedimiento de carácter ejecutivo, con
         uno de carácter ordinario. Así se ha entendido ya que las características
         de cada uno de los procesos judiciales y administrativos así lo exigen.
98
   Se entiende como lógico una mayor demora cuando se produce retraso en virtud de que se
está aplicando una nueva normativa a la resolución de un conflicto y por ende se hace más
complejo al juzgador la utilización de ella, en virtud de su desconocimiento práctico, es decir,
cuando el retraso proviene de asuntos desconocidos o al menos poco tratados por la judicatura,
sí se puede entender una mayor prolongación del proceso.
                                                                                             82
   Respecto de los aportes que puedan hacer los sujetos e instituciones
    que participan del proceso: En este punto podemos hacer una distinción
    en cuanto a la parte o sujeto procesal que interviene en el proceso. Así,
    podemos señalar que:
   Respecto del recurrente, ocurre en menor medida, ya que es él quien
    está interesado en que se dé un curso progresivo acelerado del
    procedimiento; es él quien        –normalmente- busca que se falle
    prontamente. Pero tampoco podemos exigir que lleve a cabo una
    conducta exageradamente proactiva, dando cumplimiento inmediato a
    cada una de las solicitudes del tribunal ya que puede verse perjudicada
    su propia facultad de hacer ejercibles todos los derechos que el
    ordenamiento jurídico le otorga, o hacer de ellos un mal o incorrecto uso.
    Pero igualmente se han visto, tanto en Chile como el extranjero, casos
    en que ha ocurrido dilación por parte del solicitante, por ejemplo: cuando
    lleva a cabo cambios constantes de abogado, o cuando pide
    reiteradamente extensiones de plazo, sin justificación plausible, o cuando
    no se presenta al tribunal o a alguna otra diligencia, sin justificación
    alguna.
   Respecto de las autoridades judiciales: este se entiende también como
    otro de los criterios a evaluar para determinar si se ha vulnerado el “plazo
    razonable” en el proceso. Es este quizás el elemento central –debido a la
                                                                             83
      mayor frecuencia en su ocurrencia- a analizar, ya que el contenido
      esencial de esta garantía obliga directamente y en primer término a los
      administradores de justicia, y por ende al Estado como garante general
      de sus instituciones pudiendo ver así comprometida su responsabilidad.
      Es relevante considerar en este numerando el aporte que el Tribunal
      Europeo de Derechos Humanos ha hecho, al señalar que en el análisis
      que se hace se toman en cuenta dos posibles tipos de dilaciones: la que
      se puede dar en un momento o etapa del procedimiento, o en la
      generalidad del mismo, pudiendo ambas conducir a la declaración de
      vulneración del derecho a plazo razonable. También ha señalado que
      son aplicables las ideas de hiperactividad y de multiplicidad de instancias
      que señalamos para el supuesto primeramente expuesto.
      Finalmente podemos señalar que la principal excusa de la autoridad para
      explicar estos hechos es la limitada capacidad para dar respuesta a la
      demanda presentada, ya sea de carácter funcionarial o debido a falta de
      recursos físicos.
      Igualmente, es importante recordar que la idea de que un proceso se
desarrolle en plazo razonable y sin dilaciones indebidas, nace –al igual que
muchas otras ideas aplicadas a lo Administrativo-sancionador- con una finalidad
esencialmente penal. Por ende, el hacerlo extensivo a los primeros, implica un
esfuerzo mucho mayor que un simple trasplante de ellos, lo cual daría como
                                                                        84
resultado una pobre aplicación de los mismos, sino más bien esta aplicación
debe ser como cota máxima y con matices, es decir, la comprensión que el
Derecho Penal tiene de este principio debe actuar como límite superior, ya que
como sabemos el Derecho Penal es –y así debe ser- muchísimo más
garantista, principalmente en virtud de la gravedad de los ilícitos que persigue y,
por ende, por las penas que puede llegar a aplicar.
      Es así que, con todos estos elementos en mente y teniendo en
consideración su aplicabilidad a cualquier clase de litigios y dentro del contexto
de un país que se precie de ser moderno, podemos lograr con estos parámetros
una objetivación de dicho principio y poder evaluar, en el caso en concreto, si el
Procedimiento Administrativo-sancionador que se estudia ha vulnerado la idea
de plazo razonable y sin dilación indebida y por ende dejarlo sin efecto.
                                                                                85
       I.2.e. Aplicación de la institución del Debido Proceso –y por ende, de las
              ideas     de    plazo    razonable      y   dilación     indebida-     en    el
              Procedimiento Administrativo-sancionador.
       El concepto de Debido Proceso –que, a esta altura, ya hemos dejado
claro que es mucho más que sólo un concepto- es innegable que nace en virtud
de los procesos penales, y de las garantías con las cuales se intentaba proteger
al juzgado ante dichos tribunales. Pero tan cierto como lo anterior es el hecho
de que esto fue sólo el inicio. Ya en la Comisión de Estudios de la Nueva
Constitución, el abogado –y gran artífice de la Carta- Jaime Guzmán estimó que
la aplicación de dicho concepto era eminentemente jurisdiccional, pero
extendiéndose no sólo a lo meramente ejercido por los tribunales de justicia que
integran el Poder Judicial, sino también a aquellos órganos que ejerzan
jurisdicción, como por ejemplo la Administración Pública.
       Sumado a lo anterior, está lo que plantea, respecto de la Convención
Americana de Derechos Humanos, la Corte Interamericana de Derechos
Humanos al explicar el alcance de su Art. 8.199, expresando que “… esta
99
  Artículo 8. Garantías Judiciales
1. Toda persona tiene derecho a ser oída, con las debidas garantías y dentro de un plazo
   razonable, por un juez o tribunal competente, independiente e imparcial, establecido con
   anterioridad por la ley, en la sustanciación de cualquier acusación penal formulada contra
                                                                                          86
expresión –refiriéndose a las ideas de “debidas garantías” y “plazo razonable”-
se refiere a cualquier autoridad pública, sea administrativa, legislativa o judicial,
que a través de sus resoluciones determine derechos y obligaciones de las
personas”.
          A su vez, el Tribunal Constitucional ha establecido en diversos fallos la
aplicabilidad que la idea de debido proceso tiene dentro de los procedimientos
administrativos-sancionatorios. Grafica lo anterior la sentencia Rol 1.233 del
año 2008, la cual señala, en su Considerando 13º que: “…esta Magistratura -
refiriéndose al propio Tribunal Constitucional- ha sujetado las sanciones
administrativas al estatuto constitucional del artículo 19 Nº 3, en lo relativo a los
principios de legalidad y tipicidad, exigiendo que el acto administrativo
sancionador se imponga en el marco de un debido proceso…”100. Y es en virtud
de esta necesidad de que exista un debido proceso, que ha declarado la
inconstitucionalidad de diversas normas y reformas que se han intentado
promover. Ejemplo de esto último es lo que el tribunal falló respecto de un
requerimiento de inaplicabilidad por inconstitucionalidad que un grupo de
parlamentarios hizo a una reforma de la Ley General de Urbanismo y
Construcciones, en donde estableció que existía vulneración a la garantía del
       ella, o para la determinación de sus derechos y obligaciones de orden civil, laboral, fiscal o
       de cualquier otro carácter.
100
      Considerando 13º, Sentencia Tribunal Constitucional Causa Rol Nº 1233-2008.
                                                                                                  87
debido proceso en sede administrativa cuando, entre otros casos, existía “…La
omisión de toda norma regulatoria del proceso y procedimiento a través del cual
pueden        ser   impuestas     aquellas     sanciones     –refiriéndose     a   sanciones
administrativas-, contemplando la defensa de rigor.”101.
          Incluso es más, el propio tribunal entendiendo las particularidades que
los procedimientos administrativos tienen dentro del gran universo de
procedimientos que existen a nivel jurisdiccional -y extrajurisdiccional-, es que
ha intentado establecer ciertos elementos que puedan caracterizar al debido
proceso en su faceta administrativa. Es así que autores como la profesora
Sandra Ponce de León Salucci han hablado de un “debido proceso
administrativo” en su faceta sancionadora, para caracterizar las particularidades
y precisiones que el Tribunal Constitucional ha hecho de tan extenso concepto,
dentro del ámbito en comento. Ella lo justifica en virtud de la “…amplitud con
que se ha establecido la garantía del debido proceso en nuestro Texto
Constitucional, como en la carencia de una regulación legal adecuada en
materia de atribución y ejercicio de las potestades de la Administración, en
especial, de la denominada potestad sancionadora”.102. Ello porque, “…en su
misión de guardián de la supremacía constitucional, ha de poner énfasis en el
101
      Considerando 22º, Sentencia Tribunal Constitucional Causa Rol Nº 437-2005.
102
   PONCE DE LEÓN SALUCCI, Sandra. 2013. Aplicación de los Elementos del Debido
Proceso al Procedimiento Administrativo en la Jurisprudencia del Tribunal Constitucional, en:
Procedimiento Administrativo y Contratación Pública, Santiago, Chile, Legal Publishing, p. 228.
                                                                                            88
control que le corresponde realizar respecto de la forma en que esa potestad
pública puede ser ejercida por la Administración, que como cualquier actividad
que aquélla emprenda, debe realizarse previa cobertura legal con miras a la
satisfacción de los intereses colectivos, promoviendo y respetando los derechos
fundamentales.”103.
       Con todo, es que se hace innegable que la idea de debido proceso tiene
plena aplicación en el ámbito de los procedimientos administrativos, -y con ella
sus garantías constituyentes, como lo son las ideas de plazo razonable y
dilaciones indebidas-, ya que, a pesar de que no exista mandato constitucional
o legal que así lo exprese, la propia institución del debido proceso tiene una
amplitud tal que desde el momento mismo en que implícitamente se le consagró
en la actual Constitución Política de Chile, ella se entendió aplicable a todo
procedimiento en el cual se pudieren ver afectados derechos esenciales de la
persona, cuestión que ocurre a diario en los procedimientos administrativo-
sancionatorios. Es más, y tomando en cuenta el profuso tratamiento que el
Tribunal Constitucional ha hecho de dicha garantía, se ha comenzado a hablar
de ciertas características propias que pudiera tener en la materia que aquí nos
convoca.
103
   PONCE DE LEÓN SALUCCI, Sandra. 2013. Aplicación de los Elementos del Debido
Proceso al Procedimiento Administrativo en la Jurisprudencia del Tribunal Constitucional, en:
Procedimiento Administrativo y Contratación Pública, Santiago, Chile, Legal Publishing, p.220.
                                                                                           89
      Pero sin perjuicio de lo anterior, creemos necesario el dejar establecido
que aún dicha proceso es incipiente, por lo que se hace necesario esperar un
mayor desarrollo, tanto de la jurisprudencia como de la doctrina, para poder
dejar claramente instituidos los elementos diferenciadores y característicos que
la idea de debido proceso tiene en el ámbito administrativo-sancionador,
cuestión que no la discutimos en lo absoluto, teniendo en consideración las
características propias que dicho instituto tiene en el Derecho Público
Administrativo, en su traza sancionatoria.
                                   I. Capítulo 3.
           Normas, institutos y principios aplicables pertenecientes al
                      Derecho Administrativo-sancionador.
      I.3.a. Estudio y análisis de la historia de la ley Nº 19.880. Su artículo 24.
      En este punto creemos de suma utilidad el practicar un estudio más
acabado de la ley Nº 19.880, que es aquella que establece las bases de los
                                                                                  90
procedimientos administrativos que rigen a los actos de los órganos de la
Administración del Estado, tanto en sus aspectos generales, como así también
en los específicos del artículo 24. Pero ¿por qué nos enfocamos en esta ley, y a
su vez en un artículo específico como es el 24? Vayamos por parte.
        Respecto a la ley Nº 19.880104, ya en el mensaje presidencial –Mensaje
Nº 008-343, de 26.09.2000- con que ella fue enviada al Congreso, se establece
que persigue dos grandes fines: regular las etapas del procedimiento
dependiente de la Administración, y el obligar a la Administración a tomar
decisiones105. Respecto a este segundo punto –y que es el que mayormente
nos interesa-, el Ejecutivo señala que para esto es necesario establecer plazos,
los cuales los entiende como “…aquel espacio de tiempo que fija el
ordenamiento jurídico para que un órgano de la Administración ejerza sus
potestades o para que un particular que se vincula con dichos órganos, ejerza
104
    Es de suma relevancia señalar que esta ley nace a consecuencia de la necesidad de dar
satisfacción al Artículo 63, Nº 18 de la Constitución Política. Esto porque ella mandata que “Sólo
son materias de ley: 18) las que fijen las bases de los procedimientos que rigen los actos de la
Administración Pública”.
105
    Vemos que, en estricto rigor, el proyecto de ley no buscaba establecer un procedimiento
administrativo de carácter general, sino que perseguía fines mucho más modestos que los que
finalmente se obtuvieron. Esta “transformación” del proyecto se dio por el trabajo que en el
Congreso Nacional se desarrolló. Aquí se profundizó y amplió el proyecto original, obteniéndose
lo que hoy es ley de la República. Dichas introducciones tienen una evidente influencia de las
leyes españolas vigentes a la época –aunque también uruguayas y argentinas-.
                                                                                               91
sus derechos o cumpla sus obligaciones”106, logrando terminar con la dilaciones
indebidas.
           Cuando el Presidente de la República envió este proyecto, tenía en
consideración que la regla general es que la Administración responda
oportunamente a las demandas de la ciudadanía pero, como toda regla general,
tiene sus excepciones: y es ahí donde se genera el problema que nos convoca.
En ocasiones, la autoridad no responde con la celeridad necesaria, cuestión
que, en voz del Mensaje, “…está dada, entre otras razones, por procedimientos
administrativos lentos, en razón de plazos excesivos o indeterminados”107. Y es
en consideración a estos inconvenientes que, alrededor del mundo, se han
ideado diversas soluciones como el establecimiento de plazos legales de
resolución de carácter perentorio así como también reglas para el silencio,
como lo son, por ejemplo, el silencio positivo y negativo 108.
           Como contrapartida al establecimiento de plazos, también se señala que
en el actual derecho público, se sostiene que “…para el cumplimiento de sus
fines, la Administración no puede concebirse, en principio, como supeditada a
106
      Texto extraído de la Historia de la Ley Nº 19.880, p. 7. La cursiva es nuestra.
107
      Texto extraído de la Historia de la Ley Nº 19.880, p.4.
108
    Tanto el silencio positivo como negativo los estudiaremos posteriormente como una de las
principales respuestas a la inactividad administrativa.
                                                                                         92
un plazo determinado, más allá del cual la Administración se vería impedida de
actuar. Ello, se agrega, derivaría en un perjuicio al interés general…” 109 pero,
por otra parte “…lo anterior no significa que el incumplimiento de los plazos por
una parte de la Administración no produzca consecuencias jurídicas. La
exigencia de un plazo tiene una finalidad conducente a la implantación de un
buen orden administrativo.
           Luego, cada vez que la Administración no cumpla una obligación dentro
del plazo fijado, se atenta contra ese buen orden”110. Pero a pesar de lo
encomiable de dichas palabras, el proyecto original enviado, no consideraba
consecuencias de ningún tipo en caso de que no se respetasen, por parte de la
Administración, estos plazos. Es así que, como veremos más adelante, sólo con
la indicación propuesta por los senadores Larraín y Silva, se establece
expresamente la posibilidad de sanción al funcionario, pero solo para un caso
específico; cuestión que quedó reflejada en la parte final del último inciso del
artículo 24.
           Pero el que los plazos no sean fatales para la Administración tiene
excepciones –en voz del Mensaje- y que son: “…los casos en que la ley
109
      Texto extraído de la Historia de la Ley Nº 19.880, p. 7.
110
      Texto extraído de la Historia de la Ley Nº 19.880, p. 8.
                                                                              93
contemple expresamente la caducidad111 como sanción al incumplimiento de
plazos, o bien, que la ley establezca expresamente un mecanismo de
sustitución de dicha sanción que determine el destino de la obligación
incumplida.”112. Pero de dichas posibilidades, sólo la segunda se da, y que no
son otros que los supuestos de “silencio positivo o negativo”.
           Tomando en cuenta todo lo antes dicho, es que este proyecto, en su fase
inicial, ya reconocía cierta incertidumbre respecto a los elementos que, para fijar
los plazos, eran tomados en consideración. Así es que señala que “dicha visión
de los plazos para la Administración genera incerteza para las personas
beneficiadas con una decisión que deba adoptar un órgano de                             la
Administración del Estado. Si a esto se suma que muchos procedimientos no
tienen plazo para dictar el acto terminal, o que no contemplan plazos para la
emisión de los actos trámite que fundan o preparan dicha decisión, el panorama
no es alentador.”113.
           Así el proyecto, en pos de dar una aplicación concreta de estos
propósitos, es que considera necesario “…establecer y estandarizar los plazos
111
      Instituto que estudiaremos en la II Parte de esta investigación.
112
      Texto extraído de la Historia de la Ley Nº 19.880, p. 8.
113
      Texto extraído de la Historia de la Ley Nº 19.880, p. 8. La cursiva es nuestra.
                                                                                        94
para la adopción de decisiones en la Administración. En tal sentido, el proyecto
establece lo siguiente:
       1. El documento, solicitud o expediente no puede demorar más de 24 horas
           desde su recepción, en llegar a la oficina correspondiente.
       2. Las resoluciones de mero trámite deben dictarse, a más tardar, dentro de
           las 48 horas de recibidos los antecedentes.
       3. En un plazo de 10 días, contado desde la recepción de la solicitud o
           expediente, deben dictarse los informes, dictámenes u otras actuaciones
           similares.
       4. Las decisiones finales deben dictarse dentro de los 20 días desde que el
           expediente se halle en estado de resolver.
       5. Dichos plazos pueden ampliarse (…)
       6. Los procedimientos no pueden durar más de 6 meses, salvo caso fortuito
           o fuerza mayor.
       7. Por último, los plazos establecidos en el procedimiento, son de días
           hábiles.”114
           Dichos fines se ven reflejados esencialmente en el artículo 24 de la ley –
sin perjuicio de que el 25 recoge la idea de los días hábiles-, que señala
114
      Texto extraído de la Historia de la Ley Nº 19.880, p. 10. La cursiva es nuestra.
                                                                                         95
“Artículo 24. El funcionario del organismo al que corresponda resolver, que
reciba una solicitud, documento o expediente, deberá hacerlo llegar a la oficina
correspondiente a más tardar dentro de las 24 horas siguientes a su recepción.
/ Las providencias de mero trámite deberán dictarse por quien deba hacerlo,
dentro del plazo de 48 horas contado desde la recepción de la solicitud,
documento o expediente. / Los informes, dictámenes u otras actuaciones
similares, deberán evacuarse dentro del plazo de 10 días, contado desde la
petición de la diligencia. / Las decisiones definitivas deberán expedirse dentro
de los 20 días siguientes, contados desde que, a petición del interesado, se
certifique que el acto se encuentra en estado de resolverse. La prolongación
injustificada de la certificación dará origen a responsabilidad administrativa.”115
       Este artículo generó diversas discusiones debido a que su importancia
era central al dar consagración expresa a uno de los principios básicos que el
legislador se había trazado inicialmente: la fijación de plazos. Es así que vemos
que en el Segundo Informe de la Comisión de Gobierno:
1º     Se fija el artículo 24 como el que definitivamente contendrá dicho
mandato.
115
   Artículo 24, Ley Nº19.880 que Establece las bases de los procedimientos administrativos que
rigen a los actos de los órganos de la Administración del Estado. La cursiva es nuestra.
                                                                                           96
2º      Se señala que este precepto fue objeto de las indicaciones Nºs. 43, 44 y
45 del Boletín, las cuales no fueron exitosas, optando la Comisión por no
innovar en la disposición.
        Pero es quizás la discusión en sala que se dio respecto a este artículo la
más interesante, esto por los efectos que ellas generaron en la futura ley y por
las reflexiones y conclusiones a que llegaron los parlamentarios.
        Con dicha discusión, quedó de manifiesto que la norma persigue como
un fin esencial el establecer plazos para la Administración y que estos, a su vez,
sean respetados por ella. Pero ahí está el problema, ya que la práctica nos ha
dicho algo muy distinto, lo cual ha obligado a los jueces a que, en los casos
concretos en que, debiendo haberse obtenido decisión por parte de la autoridad
administrativa, esta no se ha logrado, a tener que apelar a otros factores para
que, en definitiva, se protejan derechos esenciales para los sujetos, como es el
del plazo razonable. Y es en estos “otros factores” antes dichos, que entran en
juego cuestiones como los principios que la propia ley Nº 19.880, como también
otras normativas que se encuentran vigentes actualmente en nuestro país116 y
116
    Vemos que el Pacto de San José de Costa Rica, vigente actualmente en nuestro país, en su
Artículo 8° establece que dentro de las Garantías Judiciales se encuentra el que “Toda persona
tiene derecho a ser oída con las debidas garantías y dentro de un plazo razonable, por un juez
o tribunal competente, independiente e imparcial, establecido con anterioridad por la ley, en la
sustanciación de cualquier acusación penal formulada contra ella, o para la determinación de
sus derechos y obligaciones de orden civil, laboral, fiscal o de cualquier carácter”, entendiendo
                                                                                              97
que sirvieron de fundamento básico para que quienes dictan justicia,
desecharen decisiones por excesivamente dilatorias.
       Es por esto que, inteligentemente, senadores como los señores Orpis o
Coloma advierten la fragilidad de la norma, la cual puede llegar a ser de
aquellas “meramente programáticas” –cuestión que sucedió durante largos
años-, dejándose así de cumplir uno de los fines esenciales de la ley. Pero por
otra parte está la imposibilidad de fijar plazos a la Administración que la
obliguen a una toma de decisiones -aun cuando haya llevado a cabo una eficaz
y eficiente actividad- únicamente por el hecho de cumplirse un plazo que la
obliga, sin que el asunto pueda resolverse en su mérito.
       Importante es advertir que nosotros no planteamos el que sea necesario
establecer un plazo máximo de duración de carácter obligatorio e inalterable
para la Administración, pero si creemos firmemente que existen múltiples casos
en los cuales esta dilación va mucho más allá de lo que pudiese justificarse en
el caso en concreto, lo cual lleva como consecuencia que se vulneren diversos
principios y derechos que el administrado tiene en favor de sí. Por ende,
muchas veces será atendible la prolongación más allá de lo que el sujeto pudo
haber esperado inicialmente, pero siempre que se sustente en razones que la
que dentro de la expresión “cualquier carácter” se encuentra los Procesos Administrativo-
sancionadores.
                                                                                      98
expliquen y la justifiquen adecuadamente. Es por esto que el análisis de los
presupuestos propios de cada caso es esencial para determinar si existió o no
una dilación excesiva e impropia.
          En concordancia con lo anterior, es que se explica la existencia de nueva
jurisprudencia que la propia Corte Suprema ha ido estableciendo. Reflejo de
aquello es el rupturista e innovador fallo Rol N°8682 del año 2009 que consagra
la posibilidad de hacer aplicable, en el Derecho Nacional, la institución del
Decaimiento del Procedimiento Administrativo-sancionador117, lo que evidencia
que, con el paso del tiempo, se hace cada vez más necesario solucionar este
tema.
          Es así que el efecto producido por el decaimiento del procedimiento
Administrativo-sancionador nos conduce a hacer un análisis más profundo,
intentando buscar respuestas que permitan solucionar, sin vacilaciones, este
tema, para que a futuro no se sigan produciendo los problemas que hasta hoy
se han dado. Para esto, es que presentaremos un conjunto de fundamentos
que nos permiten hacer creer que este tópico es posible de solucionar con las
herramientas que hasta hoy existen en nuestro Derecho, a pesar de que estas
no sean las ideales.
117
      Dicha temática la abordaremos en páginas posteriores.
                                                                                99
      Es quizás el encontrar         soluciones dentro     del mismo      Derecho
Administrativo-sancionatorio que sean satisfactorias al problema de la
temporalidad, una de las tareas más complejas, pero a la vez la más
satisfactoria, en pos de lograr respuestas certeras a dicha situación. Esto
porque, como en toda rama independiente dentro del Derecho, las
contestaciones primeramente deben intentar ser obtenidas dentro de su misma
área, ya que ellas estarán directamente enfocadas a dar una solución correcta
en virtud de lo especializadas y específicas que pueden ser para el problema en
comento.
      Pero a pesar de lo ideal que sería aquello, es innegable que, en virtud de
que es una problemática en construcción, dichas conclusiones certeras no
existen. Es por esto que creemos necesario tratar aquellos tópicos que, en el
ámbito Administrativo, pueden servir como respuesta o guía general para esta
situación. Tomando esto en consideración, es que trataremos una serie de
instituciones, principios y reglas, que nos pueden servir para orientarnos en este
afán, logrando así obtener conclusiones útiles y aplicables. Así veremos en los
siguientes puntos de este trabajo cuestiones como la inactividad administrativa
y sus manifestaciones de silencio positivo y negativo –I.3.b.y I.3.c.i.-, también a
la Desviación de Poder, cuando ella se manifiesta como una ausencia de
actividad por parte de la Administración –I.3.c.ii.- y además ciertos principios de
                                                                               100
la actividad administrativa que tienen directa vinculación con el tema en
comento –I.3.d.-.
      I.3.b. La Inactividad Administrativa.
      A primera vista podemos inmediatamente deducir, a grandes rasgos, que
al hablar de Inactividad, nos estamos refiriendo a una ausencia de actividad, a
una inacción por parte del órgano administrativo, a pesar de tener como
mandato el actuar.
      A nivel internacional, el concepto de inactividad tiene una consagración y
un tratamiento que proviene desde hace ya varias décadas, por lo que su
estudio en la doctrina comparada y su aplicación en la jurisprudencia no son
nuevos. Pero como situación ya común en nuestro Derecho Nacional, esta
institución tardó varios años en lograr consagración expresa. Esto se produjo en
mayo del año 2003, por medio de la Ley de Bases del Procedimiento
Administrativo, la cual vino a salvar una gran problemática que afectaba
principalmente a los recurrentes de la Administración y que era el hecho de que
                                                                            101
esta última muchas veces no se pronunciaba ante solicitudes de los primeros, lo
que los dejaba ante una incertidumbre que les era injusto soportar.
        Es por esto que creemos necesario abordar este tema, intentando
abarcar todos aquellos puntos que son contingentes a este respecto, y que
permitan una comprensión global de dicho concepto, para luego poder abordar
las soluciones que la propia ley otorga.
        I.3.b.i. Concepto.
        Si seguimos el orden programático que Gómez Puente118 nos presenta
en el tratamiento de dicha temática, podemos ver que él intenta abordar desde
la esencia misma de su significación los conceptos de actividad e inactividad.
Así, remitiéndonos a lo que señala este autor respecto a María Moliner119,
podemos decir que la actividad se entiende como “estado de lo que se mueve,
obra, funciona, trabaja o ejerce una acción cualquiera”, y el prefijo “in”, expresa
118
   Nos referimos aquí al texto, elaborado por el autor individualizado, llamado “La Inactividad de
la Administración”.
119
   MOLINER, María. 1966. Diccionario de uso español, Madrid, España, Editorial Gredos. Cita
extraída de GOMEZ PUENTE, Marcos. 2002. La Inactividad de la Administración, 3° Edición,
Madrid, España, Editorial Aranzadi, p. 50.
                                                                                             102
ausencia o negación de la cosa expresada por el vocablo al cual antecede, por
ende, podemos entender, grosso modo, que inactividad es carencia de
movimiento, funcionamiento o acción.
           Así, con esta simple y básica construcción semántica, podemos derivar
que, en principio, inactividad de la Administración no es más que ausencia de
acción, así como también funcionamiento ineficaz o tardío120, concepto que
tiene su homólogo en el concepto anglosajón de “Maladministration”121, el cual a
su vez, a diferencia de lo que ocurre en el Derecho Continental, es más amplio,
siendo la inactividad sólo una de las especies de este gran género, ya que la
Mala Administración posee, según el autor, dos grandes categorías que
abarcan:
          Aquellas acciones de la Administración que son ilegales, entendiendo a
           esta como un no sometimiento a los parámetros de actuación
120
      Así, se habla de falta de actividad absoluta y relativa.
121
     El mismo Gómez Puente entiende que el concepto Mala Administración “…aglutina
inicialmente un conjunto de conductas administrativas activas y pasivas que aún soportando o
eludiendo con éxito el control formal de legalidad propuesto por un sistema de garantías
deficiente e inadecuado resultan “injustas”. Esta alusión al “injusto” que resulta de la doctrina y
el derecho positivo ingleses no supone una valoración preconcebida de la justicia, de
connotación iusnaturalista, sino que viene referida al conjunto de principios formales, valores
materiales y reglas de buena administración que resultan del Derecho inglés positivo y
consuetudinario; lo injusto, en consecuencia, equivale aquí lo antijurídico” (GOMEZ PUENTE,
Marcos. 2002. La Inactividad de la Administración, 3° Edición, Madrid, España, Editorial
Aranzadi p. 54).
                                                                                              103
          establecidos legalmente, ya sean de naturaleza jurídica, como también
          material.
         Aquellas omisiones o inactividades que, por mandato legal, debería llevar
          a cabo la Administración, incluyendo tanto las omisiones jurídicas, como
          materiales. Este es, exactamente, la idea de Inactividad Administrativa.
          Para el caso nacional, es preciso señalar que, ni en la normativa, ni en la
jurisprudencia, y menos en la doctrina chilena, existe un concepto unívoco de
Inactividad Administrativa, situación compleja debido a que, a diferencia de lo
que ocurre en la Responsabilidad Civil Extracontractual, la Inactividad aquí
cumple un rol central, ya que la Administración, como sujeto pasivo de la
Responsabilidad Patrimonial de la Administración, no sólo está sujeta a deberes
de cuidado –como ocurre en el Derecho Privado-, ya que “…tiene, ya sea en
términos expresos o genéricos, el deber de realizar actuaciones a favor de los
particulares; es decir, está sujeta a deberes de actuación, […] constituyendo
incluso esta última hipótesis la regla general”122. A esto, agrega el autor -
planteamiento con el que concordamos- es que se hace relevante establecer un
contenido a dicho concepto, ya que no existe norma subsidiaria y porque
122
    ROMÁN CORDERO, Cristian. 2005. Inactividad Administrativa y Responsabilidad del
Estado, en: Revista Chilena de Derecho, Santiago, Chile, Nº 67, Editorial Jurídica de Chile, p
408.
                                                                                          104
además, si no se lleva a cabo, se puede comprometer ilimitada e injustamente
la responsabilidad de la Administración.
          Pero para que podamos construir un concepto de Inactividad
Administrativa, es necesario que fijemos claramente cuales, a nuestro parecer,
son los elementos constitutivos de dicha idea. Siguiendo a unos u otros autores,
estos elementos podrían verse levemente modificados, acentuados o
disminuidos, pero creemos que esencialmente son tres:
         Uno de carácter material, y que consiste en que exista pasividad o
          inercia por parte del órgano de la Administración123.
         Uno de carácter formal -y que le da contenido y existencia al anterior-, y
          que consiste en que exista el deber de actuar por parte del órgano124.
123
   La doctrina ha distinguido a este respecto un conjunto diverso de actividades conferidas a la
Administración y que por ende pueden ser objeto de omisión. Así señala que dicha actividad
puede ser: declarativa o formal (se refiere a aquellas declaraciones que persiguen la producción
de efectos jurídicos. Puede ser tanto convencional, declarativa unilateral o normativa); o
material o técnica (que se refiere a la ejecución de facto de los actos administrativos, siempre y
cuando estos actos tengan repercusión externa a la organización que lo debe ejecutar). Pero
para que la inacción pueda ser catalogada como Inactividad Administrativa, es menester
también que la conducta omisiva se determine objetivamente, es decir, que realmente se
establezca que se vulneró el deber de hacer mandatado por el ordenamiento jurídico, y que a
su vez se fije indubitablemente el contenido de la misma, ya que sólo de esta forma se podrá
determinar la ilegalidad del actuar de la Administración.
124
    Este deber de actuar puede poseer dos fuentes diversas: un mandato legal que ordene
dicha acción a la Administración o por, como señala Gómez Puente, el principio de la
autovinculación de la Administración.
                                                                                             105
      Y uno de carácter circunstancial –y que matiza y vincula con la realidad
       dicha exigencia- y que surge de las condiciones sociales, culturales y
       económicas del momento, y que no es más que a la Administración le
       sea materialmente posible dicha actuación.
       Importante es destacar que este último elemento de carácter subjetivo
puede ser discutible en el seno de una Responsabilidad Patrimonial de la
Administración como el nuestro, en donde aún no se logra consenso, ni
doctrinario ni jurisprudencial, respecto a si es objetivo o subjetivo. Si fuere
subjetivo, es innegable que dicho requisito pierde el carácter de tal, pero no es
menos cierto que ante la incerteza que existe a este respecto, creemos
necesario incluirlo como lo vemos en el sistema de Responsabilidad establecido
en la madre patria, en donde, al ser claramente objetivo, integra dicho factor
atenuante.
       Por tanto, podemos decir que la Inactividad nace en virtud de que, a
pesar de la existencia de un mandato legal de operar por parte de la
Administración, y siendo dicho acto fácticamente posible, ésta no lleva a cabo la
acción ordenada, o como certeramente lo señala un autor: la Inactividad
Administrativa se entiende como la “…omisión por [parte de] la Administración
                                                                             106
de toda actividad, jurídica o material, legalmente debida y materialmente
posible...”125.
       Con esto vemos que la Inactividad Administrativa es quizás la mayor
demostración de Mala Administración, ya que implica no sólo el hecho de no
actuar e incumplir el mandato legal, sino que también desconoce el carácter
servicial –y prestacional-, transformador de la realidad, y reformador de las
situaciones sociales que posee la Administración para con un Estado Social de
Derecho como el nuestro.
       I.3.b.ii. La Inactividad Administrativa. Situación en el Derecho Comparado
                (España).
       En el Derecho Comparado en general, podemos decir que la institución
de la Inactividad Administrativa ha logrado gran importancia. Para el caso
específico del derecho español, la idea de regular la inactividad nació derivada
del establecimiento del procedimiento contencioso-administrativo; mientras que
en la doctrina hispana, el primer gran exponente que se refirió a esta institución
125
   GOMEZ PUENTE, Marcos. 2002. La Inactividad de la Administración, 3° Edición, Madrid,
España, Editorial Aranzadi, p. 123.
                                                                                   107
jurídica fue Alejandro Nieto quien en su libro “La Inactividad de la
Administración   y   el   Recurso    Contencioso-Administrativo”     de   1962,
conceptualizó la idea de Inactividad y distinguió sus dos grandes tipos: La
Inactividad Formal y la Inactividad Material. Respecto a la primera, señaló que
es la simple pasividad de la Administración dentro de un procedimiento;
mientras que la segunda consiste en una inacción de la Administración, pero
referida a sus competencias ordinarias. Así, obtuvo una primera gran conclusión
y que es el hecho de que no es necesario, en los recursos contra la Inactividad,
el hecho de que se condicione a un acto previo, en un sentido formal y no a un
acto material.
      Ingresando ya en la normativa Española, la antigua ley de 1956 sobre
Jurisdicción Contencioso-administrativa, fue el primer antecedente sobre la
materia. En virtud de lo que esta ley presentaba, los tribunales podían declarar
inadmisible una pretensión por el solo hecho de dirigirse en contra de un Acto
Administrativo que haya negado la actividad material, sin importar su contenido,
cuestión claramente nociva, en virtud de la protección de las garantías de los
ciudadanos frente a la Administración. Igualmente, es útil señalar que los
autores españoles de la época sostenían, en virtud de una serie de argumentos,
que los tribunales Contencioso-administrativos tenían el deber de conocer los
                                                                            108
conflictos derivados de la Inactividad Administrativa126, a pesar de que las
herramientas que ellos poseían no eran las mejores para solucionar estas
problemáticas.
          En virtud de la ley que actualmente rige la cuestión Contencioso-
administrativa (Ley 29/98), podemos señalar que ella plantea una serie de
supuesto que establecen los actos que son posibles de impugnar ante estos
tribunales especiales127, dentro de los cuales, para nuestro estudio, destaca
aquél que se refiere a la Inactividad Administrativa, respecto al cual se señala
que es posible de impugnar la Inactividad de la Administración, entendiendo por
esta su No-actuación cuando de una disposición general que no precise actos
de aplicación o en virtud de un acto, contrato o convenio administrativo, esté
126
    Dentro de los argumentos que ellos planteaban para sostener dicha postura, creemos que el
más fuerte es el que plantean autores como Jesús González Pérez o Pedro González Salinas,
lo cuales planteaban que en la ley actual se señala que el recurso ante la Administración es
admisible cuando hay un acto, término que engloba todos los tipos de manifestaciones
Administrativas, ya sean expresas, tácitas o presuntas, y por ende no exclusivamente aquellos
concretos o escritos, ya que en todos ellos se puede incurrir en infracciones jurídicas. Esta
situación lo deja en evidencia el Art. 1 de la ley, pero esencialmente el Art. 37, inciso 1, que
señala: “el recurso contencioso-administrativo será admisible en relación con las disposiciones y
los actos”.
127
      Se pueden impugnar en virtud de esta normativa las siguientes cuestiones:
        Las disposiciones de carácter general.
        Los actos expresos y presuntos de la Administración que pongan fin a la vía
           administrativa, sean definitivos o de trámite,
           siempre y cuando estos últimos impidan la continuación del procedimiento o decidan
           directa o indirectamente el fondo del asunto o produzcan indefensión o perjuicio
           irreparable a derechos o intereses legítimos.
        Las actuaciones materiales que constituyan vía de hecho.
        La impugnación indirecta de disposiciones generales.
                                                                                            109
obligada a realizar una prestación concreta a favor de una o varias personas
determinadas. Cuando la Administración no ejecute sus actos128.
           A pesar de que esta disposición puede, a primera vista, ser muy útil en el
sentido de consagrar expresamente la idea de Inactividad Administrativa, y su
posible reclamación, no es menos cierto, como sostiene González Pérez que
esta afirmación, en la práctica, nada aporta, ya que si vemos el Artículo 28 de la
ley, lo que hace es exigir la reclamación previa y esperar tres meses, y, si no
existe respuesta al reclamo, sólo ahí quedará abierta la vía procesal, y por ende
se estaría sometiendo al mismo régimen tanto a la Inactividad Material como a
la Formal. Por ende, dicha consagración no implica ningún avance en la
protección de las garantías del administrado, ya que, como correctamente lo
señaló Nieto cuando publicó su texto, en 1962, “La Inactividad de la
Administración y el recurso contencioso-administrativo”, lo único que se hace es
transformar la inactividad material en formal, y someterla así al tratamiento de
esta última.
           Pero Caballero Sánchez129señala que en el actual derecho español el
plazo que tiene la Administración para dictar resolución dentro de un
128
      Idea extraída del Art. 24 de la ley 29/98 de la legislación española.
129
  Idea extraída de la Conferencia dictada por el profesor Dr. CABALLERO SÁNCHEZ, Rafael.
2012. El Tiempo en el Derecho Administrativo. Prescripción y Caducidad, Conferencia dictada
                                                                                       110
procedimiento administrativo es de 3 meses, el cual, a diferencia de lo que
ocurre en Chile, es perentorio, originando el término de este en caso contrario.
Por ende, se puede hablar que no sólo existe un derecho a una resolución, sino
también a que dicha resolución sea dentro de plazo. Así aparece el concepto de
“plazo máximo de tramitación” que es, como señalamos, de 3 meses.130
       I.3.b.iii. La Inactividad Administrativa. Situación en el Derecho Chileno.
       Es difícil encontrar antecedentes que nos den luces acerca de la
Inactividad Administrativa antes de la aparición de la Ley 19.880 -la cual trató
expresamente las posibles soluciones ante la idea de “Silencio Administrativo”,
que posteriormente trataremos-, que vino a salvar un hecho que evidentemente
era necesario solucionar debido a las importantes consecuencias -negativas-
que se estaban originando en el derecho nacional.
en la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile, Santiago, Chile, el 07 de diciembre del
año 2011.
130
     Pero como también agrega Caballero, la incorporación de esta figura tuvo importantes
efectos positivos, pero el aumento explosivo de procedimientos dentro de la República -en
virtud de la existencia de las Comunidades Autónomas que están facultadas para dictar sus
propios procedimientos administrativos-, lleva a que en la práctica el “choque” de normas sea
constante.
                                                                                         111
      En términos generales, esta ley se refiere a la idea de inactividad
administrativa indirectamente en distintos artículos, pero siempre en relación a
la derivación que de ella se produce hacia el silencio administrativo. Y en el
único caso en que se refiere en forma diversa a esta idea es en el artículo 43
para establecer los requisitos que originan la dictación del abandono del
procedimiento administrativo por parte de la autoridad cuando es el particular el
que se mantiene inactivo durante un cierto lapso de tiempo –sin perjuicio de que
sumado a ello está el artículo 44 que establece ciertas excepciones al
abandono antes señalado-. Pero como podemos ver a simple vista, esta
inactividad que origina la dictación de abandono se produce por una pasividad
del administrado, no del administrador, por lo que no estamos ante un supuesto
de inactividad administrativa.
      Con lo señalado en el párrafo anterior, sumado al tratamiento que esta
ley hace respecto del silencio positivo y negativo, se ha pretendido hacer creer,
en especial a los requirentes de la Administración, que aquí se integran un
conjunto efectivo de soluciones ante el problema de la Inactividad, lo cual es
claramente incorrecto, ya que ésta es sólo una cara de la moneda, y quizás no
la más relevante. Por ende, en este acápite intentaremos establecer los
elementos esenciales para establecer un mecanismo efectivo de regulación de
la inactividad –en especial de la administrativa- en nuestro país.
                                                                             112
        En sí, en nuestro país, como ya lo dijimos anteriormente, es difícil
encontrar antecedentes que traten esta temática; quizás lo más cercano a ello
es la idea de “Falta de Servicio” que existe en algunas de las normativas
especiales que rigen en Chile –por ejemplo, en el Código Sanitario-, ya que
ambas involucran la idea de omisión por parte de los entes públicos 131. Es en el
ámbito jurisprudencial en donde más ha tenido aplicación la idea de Inactividad
Administrativa, a través de variados reclamos interpuestos por particulares
afectados. Uno de estos casos es el que, en diciembre del año 2002, se
interpuso ante la Corte de Apelaciones de Santiago, en el cual, por medio de un
Recurso de Protección, se reclamó Inactividad por parte de la Administración,
solicitud que fue denegada por la Ilustrísima Corte.
        I.3.b.iv. La Inactividad de Administrativa. Su tratamiento Procesal.
        Es importante abordar cuáles son los mecanismos y vías adecuadas que
actualmente existen en nuestro Ordenamiento Jurídico, que nos permiten
reclamar Inactividad por parte de la Administración. Normalmente se ha
señalado –y así ha sido en la práctica- que al no existir los tribunales de lo
131
    Cercanía que incluso ha llevado a jueces y estudiosos a situar ambas instituciones en un
ámbito de igualdad total, lo cual es un error en virtud de que los presupuestos de una y otra son
similares, pero en ningún caso iguales.
                                                                                            113
Contencioso-administrativos que puedan hacerse cargo de dichos reclamos, el
mecanismo más eficiente es el del Recurso de Protección. Este hecho ha sido
criticado por varios autores, como por ejemplo el profesor Soto Kloss, el cual
señala que      “… este mecanismo procesal, no es el idóneo para proteger
cualquier derecho de un ciudadano, ni menos para derechos o intereses
legítimos de éstos frente a la administración, sino para proteger derechos
específicos y determinados, los llamados “derechos fundamentales”…” 132. Por
ende, entendemos que sólo en el caso específico de que con la Inactividad de
la Administración se afecte un derecho resguardado por la garantía
constitucional consagrada en el Art. 20 de la Constitución Política se podrá
utilizar dicho mecanismo.
       Siguiendo lo antes dicho respecto a las bases constitucionales del
sistema chileno, es que a su vez se entiende perfectamente posible que puedan
presentarse demandas contra la Administración cuando, por sus omisiones,
incumpla alguno de sus deberes legales. Dicha situación se ve sustentada
además en la garantía que la propia Constitución, en su Art. 76, inciso 2° 133,
establece.
132
    SOTO KLOSS, Eduardo. 2005. La Protección de los derechos de las personas…, Santiago,
Chile, Editorial Jurídica de Chile.
133
   Artículo 76, inciso 2°, Constitución Política de la República: “Reclamada su intervención en
forma legal y en negocios de su competencia, no podrán excusarse de ejercer su autoridad, ni
aún por falta de ley que resuelva la contienda o asunto sometido a su decisión”.
                                                                                           114
       Respecto al tipo de procedimiento que se debe seguir, creemos que por
la ausencia de un procedimiento especial, se debe recurrir al procedimiento
ordinario, entendiendo a éste como supletorio. Pero aquí se nos presenta un
problema de complejas consecuencias: debido al desconocimiento por parte de
los jueces de este tipo de conflictos de tipo administrativo, es que el afectado
cae en una evidente indefensión, lo cual conlleva a su vez que se produzca un
incuestionable irrespeto del Principio de Tutela Judicial Efectiva. Cuestión que
también se presenta por medio del Recurso de Protección, al cual se le suma el
hecho de que por medio de este no se puede obtener indemnización por los
perjuicios sufridos.
       Adentrándonos en la determinación de los sujetos legitimados para llevar
a cabo dicho reclamo es que creemos que está facultado todo aquél que tenga
interés en que se lleve a cabo la actividad no realizada por el ente público,
siempre y cuando la legislación, en alguno de sus presupuestos, les reconozca
el ejercicio de la acción. Esto en el entendido de que, si se admitiese a
tramitación alguna demanda por inactividad, se debe dar resguardo no sólo a
los que tienen derecho directo a la prestación, sino a todo aquél que pueda
verse perjudicado por la Inactividad.
       Otro tema relevante a tratar es la idea de si es necesaria una
reclamación previa a la autoridad Administrativa que no realizó la actividad, a
                                                                            115
efectos de que, posteriormente, se haga posible accionar la vía procesal. Si
vemos lo que la ley española señala al efecto, sería necesaria esta acción
anterior, a fin de que se le dé oportunidad a ella para que remede su no
actuación. Pero para el caso chileno, y entendiendo que la ley 19.880 nos
ayuda a resolver esto, es que creemos que no sería necesaria esta
reclamación, ya que no se está ante la idea de silencio administrativo –que es la
que regula le Ley 19.880-, sino que, precisamente lo que falta es la actuación
de la Administración, por ende se hace posible un reclamo directo.
      Sobre las medidas cautelares podemos afirmar que idealmente para el
sistema nacional creemos útil establecer un mecanismo que haga compatibles
el respeto de dos ideas basales como lo son: la establecida en el Art. 32 de la
Ley 19.880, así como también el que la sentencia, en caso de ser favorable al
reclamante, sea realmente practicable, es decir, que tenga eficacia real.
      Como uno de los últimos puntos, creemos menester también señalar
que, respecto a la sentencia, es necesario que ella se extienda a ordenar la
realización de toda aquella actividad que la Administración, a pesar de tener
que llevar a cabo, no lo hizo –sin perjuicio de que si ella ya es ineficaz para los
                                                                               116
fines buscados con la solicitud inicial hecha por el particular, no se efectúe-, y
además a la indemnización de todo daño sufrido por el sujeto reclamante134.
       Finalmente, y vinculado al párrafo anterior, es que también está la
problemática de cómo hacer que la ejecución de la sentencia sea eficaz:
creemos que se deben tomar todas las medidas, desde el mismo momento en
que se incoa la acción, que garanticen su cumplimento en caso de ser esta, en
algún aspecto, condenatoria, es decir, si es necesario tomar medidas
cautelares, ellas sí puedan ser adoptadas.
       I.3.b.v. La Inactividad Administrativa. Sus tipos y posibles clasificaciones.
       La inactividad de la administración puede verificarse a través de los más
variados    supuestos,     los   cuales    no   necesariamente       a   primera    vista
encasillaríamos como una clase o tipo de inactividad. Entendiendo aquello, es
que la doctrina, con un afán por organizar estas posibles manifestaciones, ha
134
   Aquí se nos presenta un problema de ardua discusión que creemos impreciso abordar aquí,
y que es la idea de qué debemos comprender por “todo daño”.
                                                                                      117
entendido que existen dos grandes tipos de inactividad que, en sus elementos
centrales, consisten en lo siguiente135:
         Inactividad material: entendiendo a esta bajo la lógica de aquella omisión
          que consiste en la no realización de una actividad física, cuyos efectos
          traspasen los límites de la Administración, para llegar a afectar los
          derechos propios de los particulares, como entes protegidos y
          amparados por la primera.
         Inactividad formal: entendiendo a esta como la falta o ausencia de una
          declaración jurídica correspondiente a la Administración, por mandato
          legal136.
      También se habla, como otra clase de inactividad, la llamada “Inactividad
orgánica”. Autores como Joaquín Meseguer Yebra, al referirse a ella señalan
que se presenta “…cuando la Administración no crea los órganos precisos para
el cumplimiento de sus tareas administrativas, o de la falta de ejercicio de las
135
    Ideas extraídas del autor GOMEZ PUENTE, Marcos. 2002. La Inactividad de la
Administración, 3° Edición, Madrid, España, Editorial Aranzadi. En igual sentido: Alejandro Nieto
y Joaquín Meseguer.
136
   Esta, como puede suponerse, a su vez se fragmenta en: inactividad formal normativa,
convencional y singular.
                                                                                            118
acciones que corresponden a la Administración para la defensa de los derechos
e intereses generales que tiene encomendados.”137
      Sin embargo, y a pesar de los esfuerzos desarrollados por los diversos
autores que abordan este tema, igualmente reconocen la debilidad de dichas
distinciones, al señalar que “[e]n realidad, resulta imposible encajar la infinidad
de supuestos existentes en alguna de estas categorías, por lo que la
funcionalidad de este tipo de clasificaciones no trasciende lo puramente
pedagógico y doctrinal.”138
137
   MESEGUER YEBRA, Joaquín. 2001. La inactividad de la Administración como objeto del
recurso contencioso-administrativo, Madrid, España, Editorial Bosch p.9.
138
   MESEGUER YEBRA, Joaquín. 2001. La inactividad de la Administración como objeto del
recurso contencioso-administrativo, Madrid, España, Editorial Bosch. p.10.
                                                                                 119
       I.3.c. La Inactividad Administrativa. Sus principales manifestaciones en
             los Procedimientos Administrativo-sancionatorios. El Silencio
             Administrativo y la Desviación de Poder.
       Variadas son las manifestaciones de Inactividad Administrativa, ya sea
de carácter formal o material139 que se dan en el Derecho tanto Nacional como
Internacional. Pero en pos de preocuparnos en la temática central que nos
convoca, es que en éste acápite nos enfocaremos en aquella Inactividad
Administrativa que impide una terminación oportuna del proceso, lo que
conlleva la ausencia de pronunciamiento expreso que ponga fin al conflicto y dé
certeza a las partes de que existe resolución del caso concreto. Es por esto que
estudiaremos los principales aspectos de la principal manifestación de este tipo
de Inactividad, y que es el Silencio Administrativo y la Desviación de Poder
como manifestación de inactividad.
139
    Para efectos de profundizar la amplia gama de manifestaciones de Inactividad
Administrativa, recomendamos consultar el texto de Marcos Gómez Puente ya citado (La
Inactividad de la Administración), ya que él nos presenta de forma coherente y sistemática el
conjunto de supuestos más importantes que deben ser considerados dentro de este concepto.
                                                                                         120
        I.3.c.i. El Silencio Administrativo como manifestación de Inactividad
                Administrativa140 141.
        Es quizás esta una de las mayores y más importante manifestaciones de
inactividad que actualmente existe en el Procedimiento Administrativo. Sus
implicancias y alcances, pero por sobre todo, la gran utilidad y protección que,
teóricamente, otorga a los administrados, la han hecho que se extienda
rápidamente a gran parte de las legislaciones occidentales de la actualidad. Es
por esto que creemos importante enfocarnos en su estudio y análisis, ya que las
problemáticas que ella vino a salvar, y por ende los efectos que se derivan de
ella, son de relevancia trascendente.
        Variados son los conceptos que la doctrina ha otorgado a la idea de
Silencio Administrativo142. Creemos que debemos entenderlo como una mera
situación fáctica, la cual nace por la falta de resolución expresa en un proceso
140
   Esta figura, como muchas otras dentro de nuestro derecho público nacional, ha sido
adoptada de la legislación española, en la cual se estableció en el año 1992, luego de una
ardua reivindicación doctrinaria por su establecimiento.
141
   A pesar de que como puede deducirse, aquí nos centraremos en el tratamiento que la Ley Nº
19.880 hace del silencio administrativo, él no es el único cuerpo normativo que se refiere a ella;
ya que tanto con anterioridad como posteriormente a dicha ley, existió y existe normativa
dispersa que se refería al tema. Ejemplo de ello son: el Decreto Ley Nº 830, el Código Tributario
en su artículo 123 bis, el Decreto con Fuerza de Ley Nº 30 del año 2004, la Ordenanza de
Aduanas en su artículo 121 b), entre otros.
142
   Nos referimos a las definiciones “doctrinarias” en el entendido de que ni la ley Nº 19.880, ni
otro cuerpo normativo de nuestro ordenamiento jurídico vino a conceptualizarla.
                                                                                             121
por parte de la Administración dentro del plazo preestablecido para ello,
presumiéndose por ende una voluntad positiva o negativa del administrador,
conforme lo establezca la legislación para cada caso específico.
        Es importante, desde ya, dejar claramente establecido que la institución
del Silencio Administrativo no debe ser entendida como una técnica jurídica que
busca interpretar lo que la Administración no dijo en tiempo y forma 143, ni
tampoco es completamente exacto pensar que viene a suplir la falta de voluntad
o resolución administrativa144, ni menos que es un instituto que puede servir de
excusa para que la autoridad, ejerciendo una supuesta “facultad de callar” no se
refiere al tópico específico145, sino más bien lo que busca es solucionar ciertos
143
   Afirmamos que no busca esto ya que la Administración sólo puede formar su voluntad por
medio de actos expresos, que realmente dejen en evidencia lo que ella determine para el caso
en concreto, y por ende, al no decir nada, no hay manifestación de voluntad.
144
   Tampoco creemos que busca suplir la voluntad Administrativa, ya que se entiende que dicha
institución igualmente opera para casos en que, por ejemplo, existió resolución por parte de la
Administración pero el particular no fue notificado en el plazo correspondiente o en la forma
debida.
145
    Planteamos este último punto ya que existe un requerimiento de inaplicabilidad cursado ante
el Tribunal Constitucional (Causa Rol Nº 1.873-2010) respecto de un precepto del Código de
Procedimiento Civil, en el cual el tribunal quiso dejar clara esta cuestión, ya que un abogado, en
representación de la Municipalidad de Las Condes había alegado ante los tribunales civiles que
el artículo 65 de la Ley Nº 19.880 le otorgaba una supuesta facultad de no responder ante
requerimientos de los particulares. Ante esto, el Tribunal Constitucional señaló en su
Considerando 17º: Que, sin perjuicio de lo señalado en los considerandos precedentes, el
representante de la Municipalidad de Las Condes señaló en estrados que el organismo de su
representación, en la instancia administrativa, ejerció la “facultad de no responder” que le
concedería el instituto del silencio administrativo, regulado en el artículo 65 de la Ley Nº 19.880.
De modo que, así, se pretende transformar una inacción administrativa premeditada y no
basada en un caso fortuito o fuerza mayor, en una potestad administrativa discrecional.
Lo anterior no es tolerable, comoquiera que en el derecho público chileno el silencio
administrativo está concedido para operar a favor de los particulares, poniendo término a una
situación de incertidumbre derivada de una petición no respondida por la autoridad, y no como
                                                                                               122
inconvenientes que nacen a consecuencia de la ausencia de pronunciamiento
expreso por parte de la Administración, a pesar que ella debió haberlo hecho.
        Otra precisión necesaria es la correlación no absoluta existente entre
“Silencio de la Administración” y “Silencio Administrativo” que, correctamente,
hace Gómez Puente, al señalar que “… para esta situación fáctica, a la que
puede apelarse con la expresión silencio de la Administración, prevé el
legislador algunas medidas, entre las cuales se halla, como digo, la del silencio
administrativo. Quiero decir con esto, que el silencio de la Administración
antecede siempre al silencio administrativo, pero que este no siempre sucede a
aquél. La perención, por ejemplo, es otro de los efectos legales prevenidos más
tarde ante la falta de resolución administrativa…”146.
        A su vez, por medio de esta institución, la ley lo que hace es anticipar el
efecto a la causa, lo que se resuelve con la idea de la “fictio iuris” 147, que no
una prerrogativa de ésta para ocultar su parecer respecto a un recurso administrativo sobre el
que debe pronunciarse. Todo ello, con arreglo a lo prescrito en el artículo 8º de la Constitución,
en relación con los artículos 23 y 59 de la Ley Nº 19.880.
146
   GOMEZ PUENTE, Marcos. 2002. La Inactividad de la Administración, 3° Edición, Madrid,
España, Editorial Aranzadi, p. 607.
147
    Así lo han calificado autores como Moraga Klenner y Bermúdez Soto refiriéndose a la Ley Nº
19.880, y siguiendo en ello lo que la Contraloría General de la República ha dicho al referirse a
ella como una “ficción legal del silencio administrativo” (Dictamen Nº 45191-2004). Sin embargo,
otra parte de la doctrina lo ha entendido más como una presunción legal, tomándose para ello
de otros dictámenes que han hablado de una “ficción legal del silencio administrativo” (por
ejemplo, el Dictamen Nº 64380-2009)
                                                                                             123
implica más que fingir una decisión administrativa; ficción que puede tener
diversos efectos: sólo produce la autorización de la revisión administrativa o
jurisdiccional de la situación fáctica derivada de la inactividad, cuestión que
ocurre con el silencio negativo; mientras que en otros casos se crea un acto que
produce todos los efectos propios como sí este realmente hubiese ocurrido,
cuestión que ocurre en el silencio positivo148.
          Con lo antes dicho, es que por medio del Silencio Administrativo, lo que
se busca es garantizar los derechos de los particulares frente a la (in)acción
administrativa, tutelando así la posición jurídica de los interesados en la
resolución no pronunciada, lo cual hace entender que esta creación jurídica
nace con el fin de proteger y beneficiar a los particulares149. Así, se da término
al proceso con una resolución ficta. Hablamos de ficción y no de presunta –a
pesar de que normalmente ambos conceptos se utilizan indistintamente-, ya
que el Silencio Administrativo se deriva de un hecho cierto: el incumplimiento de
un pronunciamiento debido por parte de la Administración, fingiéndose que la
148
      Conceptos ambos que trataremos posteriormente.
149
   Si bien creemos que la idea de Silencio Administrativo nace para proteger a los particulares,
es innegable que también trae beneficios para la Administración, ya que por medio de éste se
logra proteger principios básicos que deben ser protegidos por la Administración –y que, en
caso de que no existiese esta institución, se verían violados y por ende podría verse afectada la
responsabilidad de los entes públicos- como la legalidad, la seguridad jurídica y la eficacia
administrativa.
                                                                                            124
resolución ha sido dictada, cumpliéndose con dicho mandato y entendiéndose
al procedimiento como concluido.
      Pero, ¿porque existe dicha solución al silencio? En España, antes de que
el Silencio Administrativo existiese, cuando la Administración del Estado no
daba respuesta a los particulares que eran parte dentro de un procedimiento, no
se podía recurrir dicha actuación ya que los tribunales Contencioso-
administrativos sólo tenían un carácter revisor, por ende sólo se podía acudir a
ellos para que se pronunciasen respecto a actos expresos de la Administración,
siendo este el único objeto anteriormente permitido dentro del recurso. Así, si
no había acto expreso de la Administración, no había reclamación,
produciéndose una verdadera inmunidad jurisdiccional para la Administración y
un grave perjuicio para los intereses de la ciudadanía. En la actualidad, el deber
de resolver se mantiene para la Administración Pública, pero dejando ya estos
tribunales de ser meramente revisores, pudiéndose en ellos reclamar tanto por
acciones como omisiones de la Administración. Así dicho mecanismo viene a
salvar una problemática propia de la vida en sociedad: una cosa es lo que se
debe hacer, y otra muy distinta es lo que se hace.
      Por su parte, en la discusión que en el seno del Congreso se dio
respecto al tema, senadores como el señor Coloma o la senadora señora
Carmen Frei, sostuvieron que lo que dicha ley buscaba es agilizar los
                                                                  125
procedimientos que ante la Administración se ventilen, así como también el
obligar a la Administración a resolver las peticiones que ante ellas se presenten,
así como todo otro tipo de procedimiento administrativos150.
          Sumado a lo antes dicho, y ya adentrándonos en el Ordenamiento
Jurídico Nacional y las garantías que la Carta Política establece, es que la idea
del Silencio Administrativo viene a vulnerar uno de los principios basales de la
Administración, y que es el Principio de Servicialidad de la Administración,
consagrado en el inciso 4° del Art. 1° de la Constitución Política 151. Es así que
en referencia a esta idea de Servicialidad del Estado, Soto Kloss, señala que es
“…un “deber jurídico” que la Constitución [Política de Chile] impone al Estado,
en razón de su finalidad y del carácter accidental e instrumental que posee152,
concebido         éste    -además-      de    un   modo      específico,     como     medio     de
perfeccionamiento de las personas”153. Además, se podría entender que por
medio de este mecanismo, la autoridad administrativa competente para
150
      Ideas extraídas de la Historia Fidedigna de la Ley, en específico del Boletín Nº 2594-2006.
151
   Artículo 1, inciso 4°, 1° parte, Constitución Política de la República: “El Estado está al
servicio de la persona humana”.
152
   Entendemos que la idea de accidental e instrumental del Estado viene dado en virtud de que
el Estado -y por ende la Administración- tiene un fin meramente temporal y servicial, por tener
un carácter de instrumento creado en favor de un ente superior y máximo: la persona humana.
153
     SOTO KLOSS, Eduardo. 1995. La servicialidad del Estado, base esencial de la
institucionalidad, en: Revista de Derecho Público Nºs 57 y 58. Conferencia dictada en la XXVI
Jornadas de Derecho Público La servicialidad del Estado, Tomo I, publicado por el
Departamento de Derecho Público, Facultad de Derecho, Universidad de Chile, p. 20.
                                                                                               126
resolver, lo que podría permitirse es un mero desplazamiento de la
responsabilidad de dar una respuesta, en otra autoridad, eximiéndose así de
dicha labor.
       El que Soto Kloss utilice la expresión “deber” conlleva que exista la idea
de “deber/obligación”, y por ende que dicho mandato jurídico constitucional de
Servicialidad sea exigible en virtud de un imperativo de la propia Constitución
Política, cuestión que a su vez deriva –siguiendo las ideas del mismo autor- de
la primacía de la persona que envuelve la integridad del Art. 1°. Esta idea la
expresa correctamente Nogueira Alcalá, el cual al referirse a esta temática
señala que “… hay aquí una concepción instrumental del Estado; éste no es un
fin en sí mismo, sino que un medio, un instrumento que tiene como fundamento
favorecer el desarrollo integral de los seres humanos. Esta concepción está
indisolublemente unida al fin que el Estado debe lograr, que no es otro que el
bien común”154.
       Por ende vemos que la consagración de la Servicialidad del Estado –y
por lo tanto, la de la Administración- es un “… mandato que impone un principio
constitucional, y no por ser constitucional sino por ser principio, es el de integrar
154
   VERDUGO MARINKOVIC, Mario, PFEFFER URQUIAGA, Emilio y NOGUEIRA ALCALÁ,
Humberto. 1997. Derecho Constitucional, Tomo I, Sección II, Bases de la Institucionalidad, 2°
Edición, Santiago, Chile, Editorial Jurídica de Chile, p. 112.
                                                                                         127
y animar cada una de las normas inferiores con los contenidos de aquél. De
este modo el principio no sólo exige respetar límites sino informar preceptos.
Esto importa una acabada intelección del principio en sí mismo y de sus
proyecciones”155.
       Así es que la figura del Silencio Administrativo busca cubrir el riesgo de
irrespeto, por parte de la Administración, de este principio, disponiéndose la
producción de ciertas consecuencias jurídicas; protegiéndose al particular ante
la inacción de la autoridad. Sumada a la protección que de este principio hace
la institución del Silencio Administrativo, se entiende que también se protegen
secundariamente otros principios, como lo son el de la Garantía Judicial, el
Acceso al Proceso o la efectividad de otros derechos sustantivos que puedan
ser afectados por la Inactividad.
       Con todo, es que se ha entendido por la doctrina, y así lo ratifican variada
normativa y jurisprudencia, que el soporte en que descansa esta institución es
la obligación que la Constitución y la ley imponen a la Administración, en virtud
de que ella siempre debe dictar resolución expresa, ya sea en los procedimiento
incoados a solicitud de interesado, como también en los iniciados de oficio en
155
  VALDES PRIETO, Domingo. 1992. La Discriminación Arbitraria en el Derecho Económico,
Santiago, Chile, Editorial Lexis Nexis, p. 31.
                                                                                 128
contra de particulares, y siempre dentro del plazo que la ley establezca para
ello156.
           Como   hemos      dejado      en    evidencia      anteriormente,       el   Silencio
Administrativo tiene dos grandes manifestaciones: El Silencio Negativo y el
Silencio Positivo157. Ambas posibilitan que el administrado reciba respuesta
ante la pasividad de la Administración, pero dicha respuesta es diversa: puede
ser acogiendo la solicitud o rechazándola. Cada legislación tiene presupuestos
distintos para dar una u otra respuesta, por ende, aunque las situaciones
puedan referirse a temas similares, cada uno de los ordenamientos jurídicos
resolverá de forma autónoma si acoge o rechaza la petición.
156
    Este último planteamiento lo creemos de gran relevancia, ya que la Administración también
debe dictar resolución expresa dentro de plazo en los procedimientos iniciados de oficio por
ella. Derivado de dicha idea es que se nacen distintas instituciones creadas por la doctrina -
muchas de ellas derivada de la propia normativa o del espíritu que ella posee- y que vienen a
salvar esta problemática; dentro de ellas se encuentra la institución del Decaimiento del
Procedimiento Administrativo Sancionador.
157
    El tratamiento que nuestra legislación da a una y otra, a pesar de ser en gran parte adoptado
de la legislación hispana, tiene ciertas diferencias con ésta. Ello porque en España el silencio
negativo es una mera presunción de resolución, mientras que el positivo es una verdadera
resolución final.
Esto trae como consecuencia que, cuando se produce un supuesto de silencio negativo, sólo se
tiene una presunción de que se ha desestimado la solicitud, y en consecuencia se tiene la
posibilidad de recurrirla. Pero si la Administración resuelve ulteriormente fuera de plazo, como
es sólo presunción, ella puede estimarla o desestimarla libremente, es decir, no queda
vinculada por el carácter negativo del silencio, mientras que en casos de silencio positivo, si la
Administración resuelve extemporáneamente, queda vinculada por el sentido del silencio; o sea,
ese silencio que se ha producido –y que es positivo-, es un acto administrativo, aunque no esté
plasmado en papel, y la Administración ya no le puede dar vuelta atrás, sino sólo por medio de
la revisión de oficio por ilegalidad.
                                                                                             129
        La regla general, tanto en el Derecho Nacional como Comparado, es que
se entienda rechazada la solicitud por parte de la Administración, y sólo para
casos excepcionales expresamente señalados en la ley, se entiende la solicitud
aceptada158. A pesar de que esto, la situación se ha visto modificada con el
paso del tiempo, y cada vez es más común que se vayan ampliando los
presupuestos a favor de una respuesta positiva.
        Sin perjuicio de esta favorable evolución y masificación que ha tenido la
institución, es que es importante no olvidar que la protección de los intereses de
la Administración es también un deber de la legislación en pro de los
ciudadanos, ya que la ampliación in extremis de las supuestos que impliquen
dar respuesta positiva ante una inacción puede conllevar que el interés público
se ponga en manos del privado, lo que claramente perjudicaría al Estado, como
ente que representa a los individuos.
        Ya adentrándonos específicamente en la normativa Administrativa
Nacional, es que vemos en la Ley de Bases de los Procedimientos
Administrativos-sancionatorios (Ley N°19.880) que ambos tipos de silencio tiene
una consagración expresa en los artículos 64 -Silencio Positivo- y 65 -Silencio
158
   Sin embargo, si nos enfocamos en el caso nacional, el primer artículo que se refiere a la idea
del silencio, en la Ley Nº 19.880, es el llamado “Silencio Positivo” en el artículo 64, lo que nos
da una apariencia de que esa sería la regla general y que por ende, el silencio negativo sería la
excepción. Pero, como veremos posteriormente, esto es solo aparentemente.
                                                                                             130
Negativo-, entendiendo a ambas como formas anormales de terminación del
Proceso, debido a no existir un pronunciamiento expreso de la autoridad. De
acuerdo a la ley, es que la Administración debe resolver la problemática y
notificar al interesado dentro de un plazo máximo de 6 meses –en virtud de lo
señalado por el artículo 27 de la ley Nº 19.880-, posterior al cual se podría
hacer aplicable, previa solicitud por parte del afectado, que dicha inacción se
declare ya sea silencio Negativo o Positivo159.
                  Respecto de la regulación del Silencio Positivo, el artículo 64 de la
          LBPA señala que en los procedimientos que se inicien por solicitud de
          parte, transcurrido el plazo máximo para resolver –que recordemos son 6
          meses-, sin que la Administración se pronuncie, aquél podrá denunciar el
          incumplimiento ante la Autoridad que debe resolver el asunto,
          solicitándole una decisión acerca de su solicitud. Esta autoridad deberá,
          en cumplimiento de sus funciones, entregar un documento que acredite
          dicha solicitud, expresando la fecha, y a la vez hacer llegar esta solicitud
          al superior jerárquico dentro de 24 horas. Si la autoridad que debía
          resolver el asunto no se pronuncia en el plazo de cinco días contados
          desde la recepción de la denuncia, la solicitud del interesado se
          entenderá aceptada. En dichos casos, el interesado podrá pedir que se
159
      Artículo 27 Ley N°19.880.
                                                                                   131
        certifique que su solicitud no ha sido resuelta dentro del plazo legal.
        Dicho certificado será expedido sin más trámite.
          A su vez, sobre el Silencio Negativo, se establece que se entenderá
rechazada una solicitud que no sea resuelta dentro del plazo legal cuando ella
afecte el patrimonio fiscal. Lo mismo se aplica en los casos en que la
Administración actúa de oficio, cuando deba pronunciarse sobre impugnaciones
o revisiones de actos administrativos o cuando se ejercite por parte de alguna
persona el derecho de petición consagrado en el numeral 14 del artículo 19 de
la Constitución Política. En todos estos casos, el interesado podrá pedir que se
certifique que su solicitud no ha sido resuelta dentro del plazo legal. El
certificado se otorgará sin más trámite, entendiéndose que desde la fecha en
que ha sido expedido empiezan a correr los plazos para interponer los recursos
que procedan y estime presentar el afectado. Los plazos para interponer
recursos, en caso del Silencio Negativo, se contarán desde la fecha de
expedición de la certificación.
        Creemos que tanto los artículos 64 como 65 pueden generar múltiples
críticas160 pero, dentro de ellas, estimamos que lo más peligroso se genera con
160
    Una de ellas es la que hace Bocksang Hola en su obra “El Silencio Administrativo en el
Derecho Chileno”. Plantea que los cuatro supuestos sobre los cuales se basa la idea de
Silencio Negativo logran un alcance casi total. Refiriéndose a cada uno de ellos señala: “[e]n
primer lugar, el silencio negativo que aplica cuando la solicitud en cuestión afecta al patrimonio
                                                                                             132
la causal basada en el derecho a petición del artículo 19 nº 14 de la
Constitución. Esto, porque sin dejar de tener hasta cierto punto razón, una parte
de la doctrina ha señalado que: “1) toda solicitud presentada ante la
Administración implica un ejercicio del artículo 19 Nº 1, pues justamente se trata
de una petición a la autoridad; 2) por lo tanto, si no se dicta resolución expresa
en un procedimiento administrativo iniciado por solicitud de un interesado, se
aplicará el silencio negativo; 3) respecto de los procedimientos iniciados de
oficio por la Administración, se aplica el silencio negativo, en razón de la causa
anterior; 4) de acuerdo al artículo 28 de la Ley Nº 19.880, los procedimientos
administrativos pueden iniciarse sólo de dos formas: de oficio por la
Administración o a solicitud de persona interesada; 5) si en los procedimientos
iniciados de oficio se aplica el silencio negativo, si en los procedimientos
iniciados a solicitud de persona interesada también se aplica el silencio
negativo, y si no hay otras formas de iniciar un procedimiento, no cabe sino
fiscal. Esta última fórmula es lamentable desde un punto de vista técnico porque, como bien
advirtió E. Soto Kloss apenas entrada en vigencia la Ley Nº 19.880, “ello significa que no es
esto aplicable en los casos en que se afecte al patrimonio municipal o al patrimonio de…la
llamada Administración descentralizada”. Contraloría General de la República ha despejado el
tema, afirmando con claridad que “fiscal” en este caso alude a “estatal”, es decir, a “todos los
patrimonios de los órganos del Estado” (Dictamen Nº 27.274 año 2010).
En segundo término, debe aplicarse el silencio negativo cuando la Administración se pronuncia
sobre “impugnaciones o revisiones” de actos administrativos […] entendiéndose que tales
vocablos encierran una totalidad de los medios de impugnación procedentes contra un acto
administrativo […].
En tercer lugar, se aplica el silencio negativo en los casos en que la Administración actúa de
Oficio […].
Queda por examinar la cuarta causal de silencio negativo, la absurda corona del sistema: los
procedimientos en que se haya ejercitado por parte de alguna persona “el derecho de petición
consagrado en el numeral 14 del artículo 19 de la Constitución Política…”.
                                                                                           133
concluir que en todo procedimiento administrativo se aplicará siempre el silencio
negativo a falta de acto que resuelva expresamente la cuestión, salvo que
exista una norma expresa en contrario, dada la supletoriedad de la Ley Nº
19.880. Así, la combinación de la tercera y cuarta situaciones de silencio
negativo […] derechamente adquiere ribetes de carácter absoluto…”161.
        Finalmente, y con un fin meramente reafirmatorio, es que la Ley
expresamente en su Artículo 66 les da a ambos tipos de Silencio, una vez que
estos se encuentren certificados, el mismo valor que tiene una resolución
expresa en uno u otro sentido. Pero aquí nace una pregunta respecto a la
certificación: ¿cuánto tiempo tiene la autoridad para que, una vez solicitada la
certificación, la lleve a cabo?, y ¿quién le asegura al particular que aquella
Administración que no resolvió en tiempo, emitirá el certificado “prontamente”?.
        De variados dictámenes de la Contraloría General de la República
podemos entender que lo que importa en este caso es el momento en el cual se
lleva a cabo la solicitud de certificación por parte del administrado,
produciéndose en la autoridad inactiva una especie de “desasimiento” para
poder referirse al fondo del asunto; pero respecto al tiempo que tendrá para
dicha certificación, aún no existe solución satisfactoria ya que la Contraloría lo
161
    BOCKSANG HOLA, Gabriel. 2013. El Silencio Administrativo en el Derecho Chileno, en:
Procedimiento Administrativo y Contratación Pública, Santiago, Chile, Editorial Legal Publishing.
p. 37 y ss.
                                                                                             134
único que ha hecho -y que creemos puede hacer- es incentivar a la autoridad
para que certifique.
      Así lo ha dejado en evidencia en dictámenes como el Nº 31.821 del año
2009, en el cual, requiriéndose certificación por parte de un particular –Centro
de Formación Técnica Infomed- a la autoridad administrativa –Ministerio de
Educación- y no concurriendo ella, la Contraloría señaló que “En relación con la
materia, es necesario hacer presente que si bien el certificado a que se refiere
el citado artículo 64 de la mencionada ley debe ser extendido por la autoridad
que debe resolver el asunto que es objeto del respectivo procedimiento, ello no
afecta el ejercicio de las facultades fiscalizadoras que corresponden a esta
Contraloría General conforme al criterio contenido en el dictamen N° 46.951, de
2004, de esta Entidad de Control, razón por la cual se instruye a esa autoridad
para que efectúe sin más trámite la certificación requerida, adoptando,
asimismo, las medidas para hacer efectivas las eventuales responsabilidades
administrativas que puedan concurrir en la especie.
      Como vemos, a pesar de ser bastante claros respecto de los
presupuestos necesarios para aplicar uno u otro tipo de silencio, como también
respecto de las consecuencias jurídicas aparejadas a cada uno de ellos, es que
igualmente quedan elementos que, en la práctica, traen aparejadas ciertas
problemáticas.
                                                                            135
       Así, respecto del Silencio Positivo, uno de los problemas que podemos
ver es el de su prueba. Esto porque podríamos entender que si es necesario
acreditar dicha cuestión ante la propia Administración que debía de haberlo
dictado no hay problema, pero si se debe hacer valer dicho silencio ante
autoridad distinta, se puede estar ante lo que algunos autores han llamado
“probatio diabólica” de los hechos negativos, situación que podría ser aún más
gravosa si es necesario que la misma autoridad que no dictó la resolución
originalmente solicitada, y que por ende se le hizo aplicable la idea de Silencio
Positivo, debe emitir un certificado en que conste su pasividad –cuestión ya
vista en el párrafo previo-.
       Es verdad que tanto para este tipo de silencio como también para el
Negativo, el certificado debe dictarse “sin más trámite”, pero el plazo fijado para
su solicitud -que en la práctica es el plazo fijado para la denuncia de la mora, es
decir, 5 días hábiles- es sólo inicial, con lo que se le otorga al particular la
posibilidad de determinar cuándo la solicitará, lo cual es especialmente
relevante para los casos de Silencio Negativo.
       Sumado a lo anterior, está el hecho de que creemos que el acto que se
produce en virtud del Silencio Positivo puede tener características de contrario a
Derecho, ya que si la solicitud contiene elementos que la hagan inválida o
ilegal, la tardanza en su resolución no puede conllevar una aprobación de la
                                                                         136
misma. Creemos que esto puede solucionarse a través de la misma solicitud de
declaración de Silencio Positivo hecha por el particular, sin necesidad de tener
que acudir al procedimiento de revisión de oficio. Sin perjuicio de ello,
igualmente creemos discutible esta situación, ya que el Silencio, tanto Negativo
como Positivo, deberían quedar a firme exclusivamente con el cumplimiento de
los requisitos expresamente impuestos por la ley para cada uno de los casos,
situaciones que no exigen la revisión del fondo del asunto para ser declarados
de uno u otro tipo. Creemos que la situación es totalmente discutible.
      Y finalmente, para cerrar este tema, ¿es posible aplicar directamente
estas instituciones al caso de que el Proceso se haya iniciado de oficio por la
Administración? Tanto la doctrina generalizada, como la jurisprudencia, en
virtud de lo expresamente mandatado por los artículos aquí tratados, han
entendido que no es posible hacer una aplicación así de extensa de dichos
principios, ya que la ley habla de forma clara de “solicitud” -para el caso del
Silencio Positivo-, lo cual implica que existe un particular que inició la acción, y
también habla de “interesado” -para el caso del Silencio Negativo-, lo cual
implica igual idea. Pero a pesar de ello, sí creemos que estos preceptos pueden
servir de sobremanera como guía generalizada, los cuales correctamente
complementados con otros argumento jurídicos, nos pueden llevar a soluciones
eficaces y jurídicamente útiles.
                                                                                137
       I.3.c.ii. La Desviación de Poder como manifestación de Inactividad
                  Administrativa.162
       El hablar y plantear la idea de “desviación de poder”, a primera vista ya
nos indica, por su mera conceptualización, que ella puede estar vinculada con
la gran temática del Debido Proceso, no sólo en el ámbito Administrativo-
sancionador, sino que dentro del gran espectro que implica dicha institución.
Esto porque, cuando hablamos de desviación de poder entendemos que las
facultades que la autoridad -en este caso, administrativo-sancionadora- tiene en
sus manos han sido aplicadas de forma diversa a la que debió haber sido, lo
que conlleva que este poder, que la legislación le ha conferido, se utilice
malamente. Pero veamos en estricto rigor cuáles son los aspectos históricos y
elementos      centrales    de    esta    institución   y   cómo      podemos      vincularla
correctamente con la idea de Debido Proceso Administrativo-sancionador, y la
idea de temporalidad que ellos deben respetar.
162
   Podemos señalar que todo acto de la Administración pública, como hemos visto, puede
contener vicios que contraríen lo preceptuado por el Ordenamiento Jurídico; uno de estos vicios
es el que nosotros conocemos como “Desviación de Poder”, y que también puede entenderse
como uno de las instituciones posibles a aplicar en caso de irrespeto del Debido Proceso
Administrativo-sancionador, en su mandato temporal.
                                                                                           138
       I.3.c.iii. Concepto.
       El concepto de “desviación de poder” ha sido entendido y tratado de
diversas maneras y por distintos autores que han abordado este tema. Así nos
deja establecido el jurista uruguayo Julio Prat, el cual, en una de las obras
latinoamericanas más importantes que trata esta materia, nos reúne una seria
de definiciones de diversos e importantes autores. Así, podemos ver que él
plantea que históricamente la doctrina señala que dicha institución se da
cuando:
      Según Aucoc, “un agente de la Administración, realizando un acto de su
       competencia, observando las fórmulas prescriptas por el legislador, usa
       su poder discrecional en un caso y por motivos distintos de aquellos en
       virtud de los cuales este poder le fue atribuido”;
      Según Laferriere, “hay un vicio consistente en desviar un poder legal del
       fin para el cual fue instituido, haciéndolo servir a finalidades para las
       cuales no está destinado” ;
                                                                            139
         Según Hauriou, “un hecho de la autoridad administrativa que cumpliendo
          un acto de su competencia, observando las formas prescritas y sin violar
          formalmente la ley, utiliza su poder por motivos distintos de aquellos en
          virtud de los cuales este poder le fue conferido, es decir, diferentes de la
                                                                      163
          salvaguardia del interés general y del bien del servicio”     .
          Sumado a esto está el hecho de que, debido a que la institución tratada
tiene un origen jurisprudencial francés, el Consejo de Estado de este país ha
entendido, históricamente, bajo este raciocinio que “[s]i según los términos
legales…la Administración posee el poder… dicho poder no puede ejercerse
sino en consideración al interés general. El agente público al decidir… ha hecho
uso de sus poderes con un fin distinto de aquel para el cual le habían sido
conferidos y su decisión debe anularse”.164
          A su vez, en el Derecho Nacional, distintos autores han abordado la
temática, aunque no con la profundidad que lo ha hecho la doctrina comparada.
Así, autores como don Guillermo Varas Contreras o don Germán Boloña Kelly,
163
   PRAT, Julio. 1957. La Desviación de Poder, Biblioteca de publicaciones oficiales de la
Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Montevideo, Montevideo,
Uruguay, p.12.
164
   PRAT, Julio. 1957. La Desviación de Poder, Biblioteca de publicaciones oficiales de la
Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Montevideo, Montevideo,
Uruguay p. 129.
                                                                                     140
han criticado o directamente negado su existencia en el ordenamiento jurídico
nacional y otros, como doña Olga Gaona Vásquez o don Patricio Aylwin Azócar
la han acogido y conceptualizado. Entre los autores más recientes que han
tratado dicho tópico, está el jurista don Jaime Jara Schnettler quien, siguiendo a
doña Carmen Chinchilla Marín –y con una elogiable claridad-, la ha definido
como “aquella actuación del órgano administrativo que, realizando un acto de
su competencia y respetando las formas legales, ejerce su potestad en casos,
por motivos y para fines distintos de aquellos para los cuales le ha sido
conferida por el ordenamiento”165
          Con todo, es que a pesar de las distintas conceptualizaciones que se han
dado a lo largo de la historia, se puede deducir que existen ciertos elementos
comunes esenciales a la idea de desviación de poder. Estos, en concordancia
con lo que la profesora Chinchilla señala son, a nuestro parecer, tres:
         Que el acto que se intenta impugnar tiene una presunción de ser
          conforme al derecho;
         Que dicho acto se ejerce en virtud de potestades otorgadas legalmente,
          y;
165
    JARA SCHNETTLER, Jaime. 2004. La Nulidad de Derecho Público ante la Doctrina y
Jurisprudencia, Santiago, Chile, Editorial Libromar, p. 233.
                                                                              141
         Que estas potestades son Administrativas.
          Respecto del primer elemento señalado, podemos agregar –para
precisar- que éste es central para poder distinguirlo de otros medios de apertura
del “Exceso de Poder”166, ya que tiene la particularidad de que el hecho
reprochable está envuelto en una aparente legalidad formal, es decir, sólo
gracias al análisis interno la autoridad podrá percatarse de la vulneración al
espíritu de la norma, lo cual a su vez hace que esta institución actúe
subsidiariamente respecto de otras que pueden lograr fines similares, y que a
su vez poseen una prueba más evidente, y por ende más sencilla. Esto también
se entiende en virtud de que el cuestionamiento que se hace por medio de este
recurso es directamente a la probidad y rectitud del funcionario a cargo de la
actuación administrativa discutida, ya que el determinar que sí se produjo
desviación de poder implica asumir que él actuó conscientemente incumpliendo
la ley. Una vez que le vicio ha sido acreditado, el acto se anula.
          Importante es destacar la problemática que conlleva esta entidad en
virtud de la complejidad de su acreditación, ya que en la mayoría de las
legislaciones que consagran esta institución, su prueba es muy restrictiva,
debido a los efectos gravosos que implica su aplicación al caso concreto.
166
    Este concepto lo podemos entender, grosso modo, como aquél mecanismo creado por el
legislador para reclamar aquellas resoluciones o dictámenes del Administrador que, según el
Administrado, no son conformes a Derecho.
                                                                                       142
       Sobre el segundo elemento, lo creemos relevante en virtud de que lo que
ejerce la Administración no son derechos subjetivos, ya que estos últimos
tienen su origen en una relación jurídica concreta, sino más bien ejerce
potestades las cuales son dadas directamente por el Ordenamiento Jurídico, y
por ende se ejercitan sobre un determinado sujeto, sin necesidad de que este
consienta en ello, lo cual conlleva que la aplicación de la desviación es posible
respecto de cualquier actividad administrativa.
       Pero de esto último nace una muy importante pregunta: ¿es posible
aplicar dicha figura en caso de Inactividad Administrativa? Al parecer sí. Esto en
virtud de que la Administración deja de ejercer una determinada potestad para
así no alcanzar el fin público perseguido que busca evitar. Esta inactividad se
ha entendido que puede tener dos tipos de manifestaciones: una en sentido
material167 y otra en sentido formal168, entendiendo en este último supuesto lo
que es propiamente (in)actividad administrativa.
       A su vez, la profesora Chinchilla, también distingue en este último
supuesto, lo que entendemos como inactividad por silencio e inactividad por
167
    Es decir, esto se daría por una pasividad en la dictación de una norma que permitiría que
otra, que mandata la elaboración de la primera, no tenga aplicabilidad práctica.
168
   Esta situación se daría por una pasividad de la Administración en la realización de un acto
mandatado por ley, el cual no se llevaría a cabo, lo que a su vez produciría efectos jurídicos
diversos, determinados por el tipo de acto en concreto que debía realizarse.
                                                                                          143
omisión. El primer caso, se refiere a aquella inactividad de la Administración
dentro de un proceso administrativo169 y la segunda se refiere a aquél no hacer
de la Administración en toda otra actividad que no sea un proceso propiamente
tal, es decir, el no hacer dentro de las competencias no procesales que posee.
       Finalmente, y respecto a la idea de que dicha institución sólo es aplicable
dentro de la Administración Pública, es que se hace necesario fundamentar
dicha afirmación, más aún si vemos que esta institución no nace vinculada a
esta rama del derecho, sino más bien a la idea el Derecho Procesal y de los
tribunales de justicia ordinarios. Tomando dicha situación en cuenta, es que a
su vez debemos, en este punto, distinguirla de las otras dos potestades
públicas que, junto con la Administración, configuran el orden general: las
potestades jurisdiccionales y las legislativas.
       Sobre las jurisdiccionales, lo importante es evaluar si un juez, en el
ejercicio de sus funciones, puede incurrir en desviación de poder. La función
básica de un juez, como lo establece expresamente la Constitución Política en
su Artículo 76, inciso 1°, no es otra que “…conocer las causas civiles y
criminales, [de] resolverlas y [de] hacer ejecutar lo juzgado…”, por ende, su
función no conlleva el cumplimiento de un fin determinado, sino más bien ellos
169
    Como podemos ver, este caso se encuadra dentro de lo que nuestra Ley de Bases de los
Procedimientos Administrativos soluciona por medio de la concreta consagración de los
llamados “Silencio Negativo” y “Silencio Positivo”.
                                                                                    144
deben aplicar la ley. En el caso de que una sentencia no cumpla los parámetros
legales y constitucionales que debe satisfacer, dictándose una resolución que, a
sabiendas del juez, no es conforme a derecho -incumpliendo así la función de
aplicar el derecho subjetivo al caso en concreto-, debe ser encuadrada dentro
de lo que conocemos como Prevaricación, pero no en la institución de la
Desviación de Poder.
      Respecto al segundo punto -“Desviación de Poder Legislativo”- o, para
ser más exactos en el caso Legislativo, inconstitucionalidad por infracción al
principio de Interdicción de la Arbitrariedad, que se encuentra recogido en
Artículos como el 1°, 19 N°2 y 24 de la Carta Política, lo primero que hay que
considerar -al igual que en el caso del Poder Judicial- es si este Poder del
Estado tiene fines, impuestos por la propia Constitución, en la realización de
sus funciones. Nosotros creemos que no, ya que lo que nuestra Constitución
hace es establecer límites en cuanto a su contenido, porque por medio de la
creación de normativa, él puede buscar los fines que crea convenientes,
respetando lo consagrado principalmente en el Artículo 63 de la Constitución
Política, y los principios generales que deben inspirar a toda norma jurídica. Así,
en virtud de lo expuesto, es que no se puede hablar propiamente de
“Desviación de Poder Legislativo”, sino más bien de “Inconstitucionalidad”.
                                                                               145
        Así, con lo antes expuesto, es que debemos realizar un análisis
    similar que nos permita sustentar porqué esta institución únicamente es
    posible de encontrar dentro del ámbito de las potestades administrativas.
    Es más, se ha entendido, por un importante sector doctrinario que el acto
    administrativo, para que se entienda desviado, necesita cumplir con dos
    presupuestos básicos. Son:
    Que esta institución está -casi- exclusivamente asociada a las
     facultades discrecionales de la Administración. Esto porque la doctrina
     ha entendido que la aplicación de esta teoría a las facultades regladas
     no se hace útil en virtud de que existen otros mecanismos más eficaces
     que logran el mismo fin, y a su vez, por la dificultad probatoria que esta
     institución posee -temática esta última que ya tratamos-. El atacar un
     acto discrecional por ilegal, es mucho más útil, simple, y de efectos
     similares, por lo que la desviación de poder no es necesaria. Así,
     creemos que en teoría no existe exclusividad asociativa entre
     desviación-acto discrecional, pero sí entendemos que en la práctica
     dicha reunión es mayormente útil.
    Que, bajo el entendido de que la desviación de poder es aplicable a los
     actos administrativos, la pregunta que surge es si ella es utilizable
                                                                           146
dentro de la creación reglamentaria que posee como una de sus
facultades la Administración. En nuestro derecho nacional no existe un
tratamiento directo sobre este aspecto, pero creemos que, siguiendo la
postura que en la doctrina, la jurisprudencia y la ley española hoy
prepondera, ello si es posible, aunque dejando en claro las grandes
dificultades, especialmente probatorias, que ello conlleva. Además,
entendemos que el fin de un Reglamento es diverso al de un acto
administrativo, y los beneficios particulares que se pueden lograr por
medio de su mal utilización son diversos a los de un acto en concreto, lo
cual, por ende, la distancia de la idea de desviación de poder. Es
muchísimo más fácil el poder apreciar en un acto en concreto sí este
buscaba obtener beneficios particulares, que en un Reglamento que
posee una aplicación mucho más amplia y normalmente útil para un
conjunto de casos diversos que, en la mayoría de las veces, es
imposible de prever por parte del legislador reglamentario.
                                                                     147
       I.3.c.iv. Antecedentes históricos. La situación francesa e hispana.
       La figura conocida como “Desviación de Poder”, encuentra su origen
dentro de la jurisprudencia del Derecho Continental, específicamente en el
francés del Siglo XIX170, los cuales en un principio lo asociaron a la idea de una
extensión desmesurada en la utilización y aplicación de las facultades que por
ley los tribunales tenían, afectando en sus funciones e interviniendo en el
ejercicio propio de los otros poderes del Estado. Esta idea, por su misma
utilidad jurisprudencial, se fue extendiendo a aquellos actos administrativos
discrecionales, los cuales se habían entendido, hasta ese entonces, como
indiscutibles por la autoridad, debido a la idea misma que implica lo
discrecional. 171
170
    En aquella época, los tribunales de justicia, para acoger dicho requerimiento eran muy
exigentes con los requisitos que ellos debían contener, ya que señalaban que era necesario
tener intención maliciosa, que a su vez fuese inequívoca y formal, y cuya intencionalidad fuese
el causar perjuicio.
171
    Concepto que debe ser entendido, a grandes rasgos, como la simple libertad en la
apreciación que tiene la autoridad administrativa para ejecutar –o no- un acto administrativo.
Esto porque se entendía que la Administración ejercía dichos actos discrecionales en base a un
poder soberano de apreciación, lo cual iba en directa contradicción de un examen contencioso
de dicho acto, impidiendo su cuestionamiento por medio de recursos.
                                                                                           148
       Es así que la primera aplicación de la teoría de la desviación de poder en
la jurisprudencia de carácter administrativo se obtiene “… en circunstancias que
el Consejo de Estado francés fue llamado a estatuir en casos en que la
Administración había hecho uso de sus poderes de policía con un evidente
favorecer patrimonial […] situación ocurrida cuando el Consejo anuló el 19 de
mayo de 1858 el decreto de un alcalde que obligaba a los bañistas a abonar
una tasa en beneficio del establecimiento municipal de baños, aún en los casos
en que no se le utilizara […] Así, con el fallo Vernes [que es el fallo antes
descrito] se inaugura una nueva etapa. Dicha sentencia sostiene que el decreto
municipal del alcalde de Trouville tenía por objeto no asegurar el orden, la
defensa o la seguridad pública, sino procurar un aumento de recurso de la caja
municipal; no había sido, pues, dictado dentro de los límites de los poderes de
policía conferidos a la autoridad municipal ”172. Dicha sentencia produce gran
repercusión en el Primer Mundo, lo cual hace que comience su extensión a
otras latitudes, llegando a extenderse y a aplicarse hasta hoy en día.
       Pero es debido a la excesiva prudencia que el Consejo de Estado –como
ente que juzgaba y aplicaba en aquellos casos la idea de Desviación de Poder-
tiene en la evaluación de los hechos que pudiesen generar la desviación, que
172
   PRAT, Julio. 1957. La Desviación de Poder, Biblioteca de publicaciones oficiales de la
Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Montevideo, Montevideo,
Uruguay, pp. 190 y 191.
                                                                                     149
su aplicación concreta es muy limitada. Esto debido principalmente a que el
contralor se limitaba en su análisis a la parte dispositiva de la decisión, sin
entrar a analizar los motivos reales que ocasionaron la decisión del
Administrador. Pero dicha situación se modifica favorablemente, ya que a partir
del Siglo XX, el contralor jurisdiccional comienza a examinar dichos motivos que
tuvo el Administrador en su decisión, evaluando íntegramente la legalidad del
acto. Sumado a esto está, como lo plantea el propio Prat, el hecho de que se
entiende y extiende el análisis de esta autoridad a todo acto administrativo
discrecional, no existiendo decisiones que escapasen de dicho control, lo cual
sumado a que la institución de la Desviación de Poder logró su consagración
definitiva –llamada “formulación tradicional”173 de la teoría-, encausan la
situación a un mejor futuro, y una mayor aplicabilidad práctica.
        Tomando en consideración todo lo ocurrido en la vecina Francia, es que
en el año 1957, y por medio de la llamada Ley Reguladora de la Jurisdicción
Contencioso-administrativa –hoy derogada-, es que esta figura se integra
expresamente en el ordenamiento jurídico de España. Así, el Artículo 70 de la
ley señalaba: “constituirá desviación de poder el ejercicio de potestades
173
   Cuando hablamos de Formulación Tradicional de la Teoría de la Desviación de Poder, nos
estamos refiriendo a que ella se perfeccionó gracias a la integración del principio de
“especialidad del fin” de la autoridad que dicta el acto, lo cual no quiere decir otra cosa que ella
sólo puede actuar en virtud de lograr obtener el propósito impuesto previamente por la ley para
dicha competencia, sin poder buscar otro, a pesar de poder ser este en beneficio del interés
público o en beneficio general.
                                                                                               150
administrativas para fines distintos de los fijados por el ordenamiento jurídico”,
conceptualización que se apega fielmente a lo que en el Siglo XX y en los
inicios del XXI se han entendido como elementos esenciales de dicha
institución.
       Pero, al revés de lo ocurrido en Francia, la aplicación jurisprudencial tuvo
que esperar varias décadas para lograr plasmar dicha normativa. En estricto
rigor, no fue sino hasta 1978 que, con la dictación de la nueva Constitución, se
logró ejercer estas facultades, pasando esta institución como una meramente
existente en las leyes, a ser un indudable motivo de ilegalidad que limita la
actuación de la Administración. Actualmente la Desviación de Poder logra
sustentarse y aplicarse en España en base a la consagración expresa que de
ella hace el Artículo 63.1 de la LRJPAC174 y el Artículo 70, inciso 3° de la Ley
Reguladora de la Jurisdicción Contencioso-administrativa175.
174
    Artículo 63.1. Ley del Régimen Jurídico de los Administraciones Públicas y del
Procedimiento Administrativo Común: “Anulabilidad. Son anulables los actos de la
Administración que incurran en cualquier infracción del ordenamiento jurídico, incluso la
desviación de poder”.
175
    Artículo 70, inciso 3° Ley Reguladora de la Jurisdicción Contencioso-administrativa: “Se
entiende por desviación de poder el ejercicio de potestades administrativas para fines distintos
de los fijados por el ordenamiento jurídico”.
                                                                                            151
       I.3.c.v. La situación en Chile. Análisis jurisprudencial.
       Nuestros tribunales superiores de justicia176, a pesar de lo escuetos que
han sido en el abordaje de este tópico, si han intentado establecer la existencia
y aplicación que tiene la desviación de poder en los conflictos jurídicos
sometidos a la legislación nacional. Así, vemos que la propia Excelentísima
Corte Suprema, conociendo de la Apelación de un Recurso de Protección -
Causa Rol Nº 50-2005, “Inversiones Piccola Italia con Alcalde de la Ilustre
Municipalidad de Las Condes”-, es la que acoge por primera vez la aplicación
de la Desviación de Fin a un acto de autoridad.
176
   A modo ejemplar, podemos señalar como causas recientes en que la Corte Suprema se ha
referido directamente a la idea de Desviación de Poder, las siguientes:
     Causa Rol Nº 50-2005, “Inversiones Piccola Italia con Alcalde de la Ilustre Municipalidad
         de Las Condes”;
     Causa Rol Nº 5503-2005, “Rojas González, Víctor Hugo con Ilustre Municipalidad de Lo
         Barnechea”;
     Causa Rol Nº 6493-2005, “Del Pozo Saavedra, Matías y otros con Ilustre Municipalidad
         de Las Condes”;
     Causa Rol Nº 7019-2009, “Fierro Conejeros, Ricardo con Ilustre Municipalidad de
         Freire”;
     Causa Rol Nº 5582-2010, “Ávila Romero, Jessica con Ilustre Municipalidad de Renca”;
     Causa Rol Nº 9210-2010, “Ramírez Quemper, Silvia con Director Hospital Juan Noé
         Crevani”;
     Causa Rol Nº 1344-2010, “Yáñez Polizzi, Sergio y Pino Paiva, María con Ruiz-Tagle
         Correa, Gabriel, Director Intituto Nacional de Deportes”, y;
     Causa Rol Nº 1148-2012, “Arneric Álvarez, Delia con De Las Heras Val, María José y
         Kast Sommerhoff, Felipe, Mideplan”, entre otras.
                                                                                           152
          Dicho tribunal, ha señalado que los vicios que en nuestro ordenamiento
jurídico provocan la nulidad de derecho público de los actos emanados de los
entes administrativos, se producen por alguna de las circunstancias siguientes:
"ausencia de investidura regular del agente; incompetencia de éste,
irregularidad en la forma de gestación del acto; desviación de poder en el
ejercicio de la potestad”177.
          El que la judicatura considere que un acto de la Administración posea
alguno de estos vicios, conlleva que se declare, por parte de ella, la Nulidad de
Derecho Público para con el acto viciado. Es decir, que se prive a aquél acto
administrativo de sus efectos jurídicos, en base a que en su nacimiento no se
satisfizo todos y cada uno de los requisitos de validez necesarios. La
problemática que esta situación ha acarreado es que en nuestra normativa
administrativa -a diferencia de lo que ocurre en el Derecho Civil- no existe una
teoría consolidada respecto a qué implica la declaración de Nulidad de Derecho
Público. Por ende, han sido tanto la doctrina como la propia jurisprudencia las
que han debido solucionar esta situación.
177
      Sentencia Corte Suprema Causa Rol Nº 938-2009 “Torres con Fisco”.
                                                                             153
       Así, si la Administración ha cometido errores que puedan ser calificados
como desviación de poder178, podrán ser atacados en base a lo preceptuado en
los Artículos 6° y 7° de la Constitución Política, y específicamente en virtud del
inciso final del Artículo 7° al señalar que “Todo acto en contravención a este
artículo es nulo y originará las responsabilidades y sanciones que la ley señala”,
y que no es otra que la ya señalada Nulidad de Derecho Público 179. Esta
situación conllevará como principales efectos el que la declaración de nulidad
produzca efectos retroactivos, extendiéndose hasta el momento del nacimiento
178
   A modo ejemplar, como jurisprudencia administrativa –y, en específico, dictámenes de la
Contraloría General de la República- que han tratado expresamente la Desviación de Poder,
podemos señalar:
    Dictamen de la Contraloría General de la República Nº 513 de 1996;
    Dictamen de la Contraloría General de la República Nº 46815 de 1999;
    Dictamen de la Contraloría General de la República Nº 29516 de 2000;
    Dictamen de la Contraloría General de la República Nº 43507 de 2000;
    Dictamen de la Contraloría General de la República Nº 3420 de 2001;
    Dictamen de la Contraloría General de la República Nº 3837 de 2001;
    Dictamen de la Contraloría General de la República Nº 4143 de 2001;
    Dictamen de la Contraloría General de la República Nº 15999 de 2001;
    Dictamen de la Contraloría General de la República Nº 47181 de 2002;
    Dictamen de la Contraloría General de la República Nº 1337 de 2005;
    Dictamen de la Contraloría General de la República Nº 53493 de 2007;
    Dictamen de la Contraloría General de la República Nº 18.373 de 2008;
    Dictamen de la Contraloría General de la República Nº 50.043 de 2009;
    Dictamen de la Contraloría General de la República Nº 19807 de 2011;
    Dictamen de la Contraloría General de la República Nº 40152 de 2011; entre otros.
179
   A pesar de no ser el tema esencial que tratamos en este texto, queremos recordar que dicha
nulidad tiene ciertas características básicas, que son: esta Nulidad actúa ipso iure, es decir,
opera de pleno derecho sin necesidad de declaración judicial; es ab initio, es decir, se produce
conjuntamente con el nacimiento del acto viciado; es insaneable, es decir, el acto viciado no
puede rectificarse posteriormente; es imprescriptible, en base a que posee todas las
características antes dichas, que impiden entender al acto como existente en algún momento -
sin perjuicio de que existen autores, como don Pedro Pierry Arrau, que creen que dicha
imprescriptibilidad es injustificable, más aún si vemos la situación comparada, en donde no
existen acciones de nulidad perpetuas-.
                                                                                           154
mismo del acto; también el que dichos efectos sean erga omnes, es decir, que
se apliquen respecto de toda persona; y finalmente, el que se anule todo otro
acto que se haya basado en el viciado.
      A su vez, y para el caso específico de la vulneración del fin del acto
administrativo que conlleva la declaración de desviación, es que un acto, para
que no pueda ser atacado por dicha nulidad, debe tener una finalidad
determinada que se ajuste a lo señalado por el artículo 1°, inciso 4° de la
Constitución Política, el cual señala que: "El Estado está al servicio de la
persona humana y su finalidad es promover el bien común, para lo cual debe
contribuir a crear las condiciones sociales que permitan a todos y a cada uno de
los integrantes de la comunidad nacional su mayor realización espiritual y
material posible, con pleno respeto de los derechos y garantías que la
Constitución establece."
      Siguiendo la línea antes descrita, es que el artículo 3°, inciso primero, de
la Ley Bases Generales de la Administración del Estado, indica que: "La
Administración del Estado está al servicio de la persona humana; su finalidad es
promover el bien común atendiendo las necesidades públicas en forma continua
y permanente y fomentando el desarrollo del país a través del ejercicio de las
atribuciones que le confiere la Constitución y la ley, y de la aprobación,
ejecución y control de políticas, planes, programas y acciones de alcance
                                                                      155
nacional, regional y comunal". Lo antes dicho, se encuentra conforme a lo que
la doctrina autorizada señala, en cuanto a que de allí que "los actos
administrativos tienen una finalidad que será genéricamente el bien común y
específicamente el bien particular que se trata de obtener con su dictación" 180.
          Así, nuestra jurisprudencia ha apoyado que una de las causales de
Nulidad de Derecho Público es la desviación de poder debiendo actuarse en
función de los fines para los cuales la Administración fue en cada caso
establecida o prevista, basamento éste que da cuerpo a la teoría de la
desviación de poder. Agrega que "hay que asumir como un hecho que los
firmantes del decreto cuya validez se examinan usaron de sus facultades para
una situación no prevista por el único llamado a ello: el poder legislativo, y a
través de una norma de carácter general, por otra indica dicha sentencia que si
el agente administrativo diligencia, entonces, motivos y propósitos diversos a
aquellos en vista de los cuales debe ejercerse el poder. Estableciéndose que
esta manera de ver las cosas apunta a la desviación de poder, que observa
objetivamente el destino teleológico del Servicio del Estado y reacciona para
protegerlo cada vez que él se ve extralimitado o torcido"181.
180
    SOTO KLOSS, Eduardo. 1990. La Validez de los Actos Administrativos en el Derecho
Chileno, en: Jornadas Chilenas de Derecho Público, Valparaíso, Chile, Editorial EDEVAL, pp.
429 a 437.
181
      Corte de Apelaciones de Santiago, abril 1998 G.J. N° 214, abril de 1998, pág. 81 a 85.
                                                                                        156
       Así, y como correctamente lo señalan las sentencias expuestas, es que
la desviación de poder, como institución protectora del fin de los actos
administrativos,    tiene      una   importancia   real   para   solucionar   aquellas
problemáticas en las cuales estos actos se apartan de aquél, guiándose por
cuestiones meramente personalistas o, en general, cuestiones que no respetan
la voluntad general que guio la dictación de la norma que se utilizó como base
para elaborar la resolución administrativa.
       En virtud de ello es que, como ha sostenido la Corte para aquellos casos
en que la prolongación del proceso administrativo-sancionador ha sido
excesiva, se puede usar como fundamento que quite validez a la sanción
impuesta, el que existe realmente una desviación de poder. Esto porque
sabemos que una de las finalidades de la sanción es que ella es de carácter
preventivo-represora, y por ende el que la autoridad dicte una sanción debe ir
de la mano con el fin que la ley le otorga a ello, respetándose así íntegramente
el principio de juridicidad.
       Esto lo refleja el propio García de Enterría, al señalar que “… el acto
administrativo, en cuanto es ejercicio de una potestad, debe servir
necesariamente a ese fin típico, e incurrirá en un vicio legal si se aparta de él o
pretende servir una finalidad distinta aun cuando se trate de una finalidad
                                                                                  157
pública…”182. Por ende, aunque la autoridad pueda adoptar una decisión que la
propia ley la faculta para ello, el acto igualmente estará viciado y será
jurídicamente ineficaz, ya que no respeta el fin que motivó la creación de la
norma.
       Finalmente, es que podemos entender que la sanción, en aquellos
procesos dilatados exageradamente, “…justamente en razón de que, producto
de la inexcusable y excesiva demora […], dicho acto administrativo no fue
idóneo para cumplir con la finalidad preventivo-represora que las sanciones
administrativas tienen, y deben tener, de acuerdo a la ley.”183.
182
   GARCÍA DE ENTERRÍA, Eduardo, FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ, Tomás Ramón. 2008. Curso
de Derecho Administrativo, 10º Edición, Madrid, España, Editorial Thomson Civitas, p.558. Cita
extraída de PARODI TABAK, Alejandro. 2010. Ineficacia de multa por demora excesiva de la
Administración en resolver el Procedimiento Sancionatorio, en: Sentencias Destacadas 2009:
Una mirada desde la perspectiva de las políticas públicas, Santiago, Chile, Editorial Libertad y
Desarrollo, p. 258.
183
   PARODI TABAK, Alejandro. 2010. Ineficacia de multa por demora excesiva de la
Administración en resolver el Procedimiento Sancionatorio, en: Sentencias Destacadas 2009:
Una mirada desde la perspectiva de las políticas públicas, Santiago, Chile, Editorial Libertad y
Desarrollo, p. 259.
                                                                                            158
      I.3.d. Principios aplicables a la actividad administrativa en Chile.
      El Derecho Administrativo, en general, y el Administrativo-sancionador,
en particular, tienen, al igual que todas las ramas del Derecho, un conjunto de
principios que guían e inspiran su desarrollo y aplicación, y que sirven de base
para el establecimiento y fijación de la normativa que ejercerán. En virtud de
ello, y para el caso de la temática específica que estamos abordando, es que
podemos establecer una serie de estos principios elementales que deben
respetarse si se desea llevar a cabo un Debido Proceso Administrativo-
sancionador, específicamente en su faceta temporal.
      Es cierto que en gran parte de las ocasiones existe normativa específica
a este respecto, pero como ya hemos dejado en evidencia, esto no es una
constante absolutamente generalizada. Es por ello que creemos que si
apelamos a determinados principios propios de este Derecho podremos obtener
una solución acorde a las necesidades que este tema nos plantea, logrando así,
al menos, establecer una respuesta provisoria por mientras este vacío no es
corregido. Además este aporte también es de útil consideración para cuando
dicha cuestión se solucione derechamente, ya que el legislador deberá tener
                                                                             159
como elementos de central consideración a estos principios, ya que su
vulneración implicaría fuertes -y negativas- consecuencias.
      Los   Principios   de   Eficiencia,   Eficacia,   Celeridad,   Conclusivo   e
Inexcusabilidad, tienen como elemento común básico la idea de que todos son
principios propios del Derecho Administrativo-sancionador. La idea de que estos
sean principios de esta área, nos plantea la necesidad de establecer,
primeramente, que entenderemos por este concepto. A nuestro parecer, y
rescatando las ideas que diversos tratadistas y textos en general han dado de
él, es que juzgamos que el significado que la RAE da a este término, en su
acepción legalista, es la más cercana al ideal buscado, al afirmar que “Principio”
es aquella “norma no legal supletoria de ella y constituida por doctrina o
aforismos que gozan de general y constante aceptación de jurisconsultos y
tribunales”. A este concepto, sólo deseamos hacerle una pequeña precisión:
que la idea de “Principio” no necesariamente está obligatoriamente vinculada
con el hecho de que ella no esté establecida en la ley; como constataremos
posteriormente, los “Principios” sí pueden establecerse por ley -sin perjuicio de
que ello les otorga un estatus distinto, al pasar a ser norma positiva
perteneciente al Ordenamiento Jurídico, y por ende exigibles directamente-.
      Teniendo lo anterior en consideración, es que abordaremos el estudio de
esta temática en base al análisis que nuestra normativa nacional hace respecto
                                                                           160
de estos tópicos. Así vemos que todos estos principios se encuentran
expresamente establecidos dentro de nuestro Ordenamiento Jurídico, pero en
distintas leyes. Respecto de los principios de Eficiencia y Eficacia, ellos tienen
su consagración legal esencial en la Ley N°18.575 “Ley Orgánica Constitucional
de Bases Generales de la Administración del Estado”, mientras que los
principios de Celeridad, Conclusivo e Inexcusabilidad, encuentran su respectivo
establecimiento en la Ley N°19.880 “Ley de Bases de los Procedimientos
Administrativos que rigen los actos de los órganos de la Administración del
Estado”, situación la cual ya nos marca una diferencia, pero que para el caso en
cuestión no hacen más que afirman una idea que para nosotros es central:
ambos tipos de principios deben tener un respeto irrestricto si se desea
desarrollar un Procedimiento Administrativo-sancionador conforme a Derecho,
cuestión que muy certeramente señala Caldera Delgado al afirmar que “una
Administración que siempre actúe de manera regular y continua con sentido de
oportunidad, con eficiencia y eficacia, de manera coordinada y con la utilización
óptima de los recursos humanos, financieros, materiales, científicos y técnicos
que posea dará resultados que cumplirán, muy satisfactoriamente, la finalidad
del Estado consistente en “estar al servicio de la persona humana y de
promover el bien común” todo ello dentro de un contexto caracterizado por el
“pleno respeto a los derechos y garantías que establece la Constitución”184.
184
   CALDERA DELGADO, Hugo. 2001. Tratado de Derecho Administrativo, Santiago, Chile,
Editorial Parlamento, Volumen I, p. 118.
                                                                               161
      I.3.d.i. Los Principios de Eficiencia y Eficacia.
      Es la Ley N°18.575 la que, por medio de la reforma introducida en ella
por la Ley N°19.653, de 3 de diciembre de 1999, sobre “Probidad
Administrativa”, estableció de forma indudable el respeto y debido cumplimiento
de ellos de forma generalizada, al señalar en su Artículo 3°, inciso 2°, primera
parte, que: “La Administración del Estado deberá observar los principios de […]
eficiencia, eficacia…”. Sin perjuicio de ello, y haciendo fidedigna referencia a
dicha ley, es que igualmente ambos principios se encontraban reseñados ya
antes de la reforma a la ley, específicamente en el Artículo 5°, inciso 1°, para el
caso de la Eficiencia, y en el Artículo 11, inciso 2°, para el caso de la Eficacia,
pero dicha referencias no eran globales, a diferencia de lo que introdujo la
modificación antes remarcada, y que es lo relevante en este caso.
      Pero el establecimiento de dichos principios no es original del
ordenamiento nacional. Todo lo contrario, nuestro legislador tardó muchísimos
años en considerar dicha situación como merecedora de ser regulada por él, a
pesar de que existen antecedentes concretos que hacen que ver que dicho
tema ya era discutido a principios del Siglo XIX en países como Alemania y
posteriormente Francia, haciéndose hincapié en el hecho de que para que
                                                                               162
existiese Estado de Derecho era menester que las leyes fuesen ejecutadas de
forma rápida por el Administrador, y que a su vez llevó a que se estableciesen
soluciones alternativas cuando dicha Eficacia y Eficiencia no fuesen respetadas
por la Administración.
          A primera vista, podemos derivar que ambos principios tienen una
evidente vinculación y gran familiaridad, lo que hace que muchas veces sean
confundidos, o simplemente tomados como sinónimos; pero esto es un error. Es
cierta la cercanía conceptual de ambos, pero ella, como bien señalamos, es
sólo cercanía, más no sinonimia. Así vemos que:
         La Eficiencia debemos entenderla como “… la virtud y facultad para
          lograr un efecto determinado, acentuándose su significación no tanto en
          el resultado obtenido como en la aptitud o capacidad del agente para
          producirlo. La eficiencia se vincula a la “productividad” y atiende
          fundamentalmente a la consecución del máximo nivel de satisfacción
          posible a alcanzar con los recursos disponibles”185.
185
   MORAGA KLENER, Claudio. 2002. [Apunte] Principios con reconocimiento legal a que debe
observancia la Administración del Estado, apuntes de clases de la Cátedra de Derecho
Administrativo, Facultad de Derecho, Universidad de Chile, p. 3.
                                                                                    163
         La Eficacia, por su parte “… dice relación con la obtención intencionada,
          en tanto orientada a un fin predeterminado, de un resultado o efecto
          determinado por parte de una persona […]. Así, la eficacia se refiere a la
          capacidad de un ente de satisfacer una necesidad social mediante el
          suministro de bienes o servicios”.186
          Por ende, podemos comprender que ambos se vinculan en el entendido
de que mientras el segundo busca establecer la necesidad de que se hagan las
cosas de forma correcta, el primero busca que ellas se hagan, además de
correctamente, en el tiempo debido, y de manera acorde a lo establecido; lo que
no es otra cosa que afirmar que la eficiencia dice relación con los medios para
el fin, y la eficacia dice relación con el fin. Como dice muy bien un autor, y
refiriéndose específicamente a la aplicación de dichos conceptos al campo
Administrativo “mientras el primero [refiriéndose a la Eficiencia Administrativa]
dice relación con la idoneidad del personal y con la simplicidad y rapidez en la
ejecución de los trámites, el segundo [refiriéndose a la Eficacia Administrativa]
mira el resultado global de la gestión desarrollada por el servicio, considerando
para ello los recursos humanos, la infraestructura y entidad de los bienes
utilizados…”.187
186
   MORAGA KLENER, Claudio. 2002. [Apunte] Principios con reconocimiento legal a que debe
observancia la Administración del Estado, apuntes de clases de la Cátedra de Derecho
Administrativo, Facultad de Derecho, Universidad de Chile p.3.
187
   CALDERA DELGADO, Hugo. 2001. Tratado de Derecho Administrativo, Santiago, Chile,
Editorial Parlamento, Volumen I, p. 120.
                                                                                    164
       Pero si nos remitimos a la ley que los consagra para el caso nacional, la
pregunta que nace -gracias a la nula especificación conceptual que el
ordenamiento se hace de los mismos- es clara: ¿cuál es el ámbito de aplicación
y el contenido que tienen ellos dentro del ámbito Administrativo? La profesora
Camacho hace una correcta lectura de ellos al señalar que estos principios
tienen una doble concreción:
      “primero, como deber jurídico de la Administración, en cuanto
       organización sustantiva (Artículo 3°); y
      segundo, en cuanto deber de las autoridades y funcionarios (inciso 1°,
       Artículo 5°)”
       Lo cual la lleva a entender que tanto la eficiencia como la eficacia
administrativa deben ser necesariamente aplicadas, y por tanto exigidas, tanto a
cada actuación Administrativa particular, como también a la actividad de un ente
u organismo Administrativo en su conjunto, como también a la actuación global
de cada una de las Administraciones públicas, lo que a su vez acarrea que
dichos principios debido a su vasta aplicación en el ámbito Administrativo,
otorguen a los administrados una protección de útiles consecuencias para ellos.
                                                                            165
      Con todo es que así vemos que “… al establecerse la eficiencia y eficacia
de la actuación administrativa como deberes jurídicos de la Administración, es
indudable que la aplicación de tales concepciones y por ende la calificación de
las circunstancias en las que éstos deben operar, no admiten más que una
solución: se da o no se da la eficacia y la eficiencia en la actuación de la
Administración y, por tanto, se ha cumplido o se ha faltado a ellas […] la
efectividad de los mismos se convierte en una necesidad jurídica […]
constituyendo, pues, intereses o valores jurídicos que gozan por tanto de
protección jurídica […] [infiriéndose que]:
      a) La eficacia y eficiencia de la Administración pública se constituyen a
          partir de su formalización, en bienes o valores jurídicamente
          protegidos, vinculados a la “promoción del bien común”[…]
      b) No obstante el mandato imperativo […], hay dos exigencias que
          necesariamente deben cumplirse para garantizar la operatividad de la
          norma en cuestión:
          1. La    determinación    de   los   objetivos   que   debe   cumplir   la
              Administración en cada caso, a fin de promover el bien común, en
              términos de materializar el mandato del primer inciso del Artículo
              3° […]
          2. La dotación de los medios suficientes para el cumplimiento de los
              objetivos prestablecidos, de modo de garantizar “la atención de las
                                                                             166
                 necesidades públicas en forma continua y permanente y el
                 fomento del desarrollo del país. […]
       c) La identificación de la Administración pública como el sujeto cuya
           actividad es indispensable para la aludida comprobación de la
           situación jurídica pretendida por la norma. […]188
       I.3.d.ii. Los Principios de Celeridad, Conclusivo e Inexcusabilidad.
       Ellos se encuentran expresamente consagrados en la Ley N° 19.880 que
“Establece las Bases de los Procedimientos Administrativos que rigen los actos
de los órganos de la Administración del Estado”, la cual en su Artículo 4°,
señala: “Principios del procedimiento. El procedimiento administrativo estará
sometido     a     los   principios   de    […]    celeridad,    conclusivo     […]    [e]
inexcusabilidad…”, respecto de los cuales -a diferencia de lo ocurrido para el
caso de los principios de eficiencia y eficacia-, existe una conceptualización
hecha por la propia ley, y que hace mucho más directo el análisis de ellos.
CAMACHO CÉPEDA, Gladys. 1996. Los Principios de Eficacia y Eficiencia Administrativas, en:
La Administración del Estado de Chile, Santiago, Chile, Editorial Conosur, pp. 536 y 527.
                                                                                      167
       Precisando lo anterior, es que en el Artículo 7° de la ley, se define lo que
debe entenderse por Principio de Celeridad, al señalar: “Artículo 7º. Principio de
celeridad. El procedimiento, sometido al criterio de celeridad, se impulsará de
oficio en todos sus trámites. / Las autoridades y funcionarios de los órganos de
la Administración del Estado deberán actuar por propia iniciativa en la iniciación
del procedimiento de que se trate y en su prosecución, haciendo expeditos los
trámites que debe cumplir el expediente y removiendo todo obstáculo que
pudiere afectar a su pronta y debida decisión. / En el despacho de los
expedientes originados en una solicitud o en el ejercicio de un derecho se
guardará el orden riguroso de ingreso en asuntos de similar naturaleza, salvo
que por el titular de la unidad administrativa se dé orden motivada en contrario,
de la que quede constancia.”189
       Sobre este principio, es claro que por medio de su consagración lo que
se busca es lograr que los procedimientos administrativos se desarrollen de
forma expedita. Esto porque el establecer que la regla general será el impulso
de oficio se pretende que sea la propia Administración la que, por medio de sus
funcionarios, dé curso a las causas que en ella se ventilan y así obtener una
rápida resolución, que se ajuste a las necesidades de obtener una pronta
respuesta de la autoridad.
189
   Artículo 7°, Ley N° 19.880 que Establece las Bases de los Procedimientos Administrativos
que rigen los actos de los órganos de la Administración del Estado.
                                                                                       168
       Esta idea es sin perjuicio de que en determinados casos, y debido a las
características propias de todo procedimiento, sea necesario el impulso de
parte, esto principalmente derivado de la idea de que ciertas diligencias, para
que sean exitosas y conduzcan a la resolución del caso, necesitan la
intervención activa del particular, como ente interesado en obtener una
respuesta o solución por parte de la Administración.
         Respecto del Principio de Inexcusabilidad se consagra: “Artículo 14.
Principio de inexcusabilidad. La Administración estará obligada a dictar
resolución expresa en todos los procedimientos y a notificarla, cualquiera que
sea su forma de iniciación. / Requerido un órgano de la Administración para
intervenir en un asunto que no sea de su competencia, enviará de inmediato los
antecedentes a la autoridad que deba conocer según el ordenamiento jurídico,
informando de ello al interesado. / En los casos de prescripción, renuncia del
derecho, abandono del procedimiento o desistimiento de la solicitud, así como
la desaparición sobreviniente del objeto del procedimiento, la resolución
consistirá en la declaración de la circunstancia que concurra en cada caso, con
indicación de los hechos producidos y las normas aplicables.”190
190
   Artículo 14, Ley N° 19.880 que Establece las Bases de los Procedimientos Administrativos
que rigen los actos de los órganos de la Administración del Estado.
                                                                                       169
      Este principio -muy vinculado al Conclusivo- lo que busca dejar en
evidencia en su inciso 1°, es el hecho de que es total y absolutamente
necesario que en todo proceso, ya sea iniciado de oficio o a petición de parte,
exista una resolución por parte de la autoridad, sin importar si ella es de suma
trascendencia en cuanto a su contenido o no. Lo que pretende es otorgar
certeza a todo administrado de que ante cualquier proceso en el que él esté
interesado, existirá un pronunciamiento del ente público que establecerá el fin
del de este –al menos en lo que respecta a esta instancia-.
      Sumado a ello está la idea de que dicha resolución le sea informada, ya
que en la práctica para el sujeto es lo mismo el que no se le informe -por medio
de los mecanismos legalmente establecidos-, a que no se resuelva el conflicto,
ya que en ambos supuestos no sabrá qué ocurrió con el caso particular. Así, se
establece la necesidad de información para con él, para así poder garantizar
que él conozca lo decidido por la autoridad y pueda, si lo estima, accionar los
mecanismos que el propio Ordenamiento Jurídico le otorga para continuar con
el proceso.
      Y finalmente, respecto al principio conclusivo –también conocido como
principio in dubio pro actione-, la ley señala: “Artículo 8º. Principio conclusivo.
Todo el procedimiento administrativo está destinado a que la Administración
                                                                               170
dicte un acto decisorio que se pronuncie sobre la cuestión de fondo y en el cual
exprese su voluntad.”
       Este principio es de una importancia evidente dentro de todo
procedimiento administrativo –y por ende, del sancionador-, ya que lo que
busca es asegurar la existencia de una decisión final, es decir, que exista el
acto administrativo terminal –sea decreto, resolución u oficio-que dé clausura a
la discusión objeto del procedimiento. En muchas ocasiones se ha visto que la
Administración no se pronuncia expresamente respecta a un procedimiento del
cual debía emitir una resolución u opinión. Esta norma lo que busca es zanjar
dicha problemática por medio de la imposición de este deber.
       Importante es destacar que este principio tiene directa vinculación con
dos grandes puntos que nos son relevantes: los plazos y las medidas
provisionales.
      El principio conclusivo y su vinculación con los plazos: Como ya hemos
       instituido previamente, los plazos en la ley 19.880 tienen un tratamiento
       especial y central dentro de su articulado, ya que ella se encarga de
       establecerlos y regularlos. Para no repetir el análisis ya expuesto, es que
       nos centraremos en aquellos puntos no estudiados hasta ahora.
                                                                              171
        Inicialmente, y sin temor a equivocarnos, podemos afirmar que los plazos
        sirven tanto para otorgar certeza jurídica al administrado de que, en un
        determinado espacio de tiempo, la decisión administrativa estará lista;
        como también para incentivar a que el administrador pronuncie dicha
        decisión, ya que, en caso contrario, podría derivarse responsabilidad
        administrativa sobre él –parte final, artículo 24-. Pero también esta idea
        de plazo tiene estrecha vinculación con los casos en que la
        Administración cae en la llamada “inactividad administrativa” como en el
        “silencio administrativo” –ambos tratados en esta investigación-.
        La ley Nº 19.880, en su artículo 23, consagra la obligatoriedad en el
        respeto a los plazos que ella estipula, tanto respecto de las autoridades
        como del personal administrativo, como también respecto de los
        particulares interesados. A su vez, y considerando las circunstancias
        particulares de cada caso y siempre que se cumplan los requisitos
        expuestos por la ley191, es que el artículo 26 permite que dichos plazos
        puedan, excepcionalmente, ampliarse, pero no más allá de la mitad de
191
  En virtud a lo preceptuado por el artículo, es que es necesario, para la ampliación, el cumplir
una serie de requisitos. Estos son:
    a) Debe ser declarado de oficio, o existir solicitud de parte;
    b) Que no exceda más de la mitad de los mismos;
    c) Que las circunstancias lo aconsejen;
    d) Que no se perjudiquen derechos de terceros;
    e) Tanto la ampliación de oficio, como la solicitud de parte deben ser antes del
        cumplimiento del plazo, no pudiéndose ampliar un plazo ya vencido; y,
    f) Que no exista disposición en contrario que limite el ejercicio de esta facultad.
                                                                                            172
los mismos, es decir, si el plazo es 20 días –como lo es para la decisión
final- éste puede extenderse hasta un máximo de 30 días.
Sumado a lo anterior, está lo establecido en el artículo 25 de la ley,
referido al cómputo de los plazos, el cual es bastante particular. Esto
porque establece como días de plazo los hábiles; pero a su vez amplía el
concepto que, en virtud del CPC, se tiene de ellos, al señalar que son
inhábiles tanto los sábados, como los domingos y los festivos, los que
sólo comenzarán a contarse desde el día siguiente a la notificación o
publicación del acto –cuestión que también difiere de lo entendido en el
CPC-. Dos ideas finales tiene este especial artículo: que si el plazo es de
meses, y en el mes de vencimiento no hay equivalente al día del mes en
que comienza el cómputo, el plazo expirará el último día de aquél mes,
respetándose así la idea del cumplimiento de los meses, por sobre el de
los día; pero, si el último día del mes es inhábil, se prorrogará el plazo al
primer día hábil siguiente.
Pero no son sino los artículos 24 y 27 los centrales en este punto: el
primero de ellos establece una serie de plazos respecto del desarrollo del
procedimiento administrativo. A saber:
    -24 horas, desde su recepción: para el envío al funcionario del
    organismo que le corresponda resolver la solicitud, documento o
    expediente. Luego,
                                                                         173
       -48 horas, desde la recepción de la solicitud documento o
       expediente: para la dictación de las providencias de mero trámite. A
       su vez,
       -10 días, desde la petición del interesado: para evacuar dichos
       informes, dictámenes u otras actuaciones. Y finalmente,
       -20 días, desde la solicitud de certificación de que el acto se
       encuentra en estado de resolverse: para dictar la decisión definitiva.
       Pero como ya vimos al estudiar la historia fidedigna de esta ley, si
       dicha certificación no se lleva a cabo, sin que exista justificación para
       ello, dará origen a responsabilidad administrativa.
    Y respecto al artículo 27, establece el plazo de duración máxima del
    procedimiento administrativo: 6 meses; permitiéndose únicamente la
    prolongación más allá de él por caso fortuito o fuerza mayor, cuestión
    que deberá ser acreditada por el individuo que alega su ocurrencia
    Considerando todo lo antes dicho, es que es claro que la ley de bases de
    los procedimientos administrativos lo que busca es imponer una rápida
    toma de decisión aun cuando, en la práctica, muchas veces no sea así.
   El principio conclusivo y su vinculación con las medidas provisionales: las
    llamadas medidas provisionales –o también cautelares- podemos
    entenderlas como aquellas decisiones de la autoridad tendientes a
    asegurar el resultado de pretensión hecha valer, para evitar que la
                                                                    174
decisión que pueda adoptar a futuro la autoridad se vea vulnerada a
causa de que, en el tiempo intermedio, se han llevado a cabo actos que
impidan poner en práctica lo decidido por el administrador. Por ende,
tienen un carácter eminentemente preventivo o asegurador de la decisión
futura.
La ley ha entendido que ellas pueden dividirse en dos grandes grupos:
          1. Las medidas provisionales procedimentales. El artículo 32,
             inciso 1º de la ley consagra la posibilidad de que se puedan
             adoptar, una vez iniciado el procedimiento, este tipo de
             medidas tanto de oficio como a petición de parte, siempre que
             se estimen oportunas para asegurar la eficacia de la decisión
             que pudiere adoptarse y que existan elementos que hagan
             creer su necesidad.
          2. Las    medidas        provisionales   pre-procedimentales     o
             provisionalísimas. El inciso 2º y 3º del mismo artículo 32,
             establecen la posibilidad de que dichas medidas también
             puedan ser adoptadas antes de la iniciación del procedimiento
             –lo que conocemos, en el ámbito procesal, como prejudiciales-,
             pero su adopción se somete a exigencias mayores, ya que es
             menester que el caso sea de urgencia y que sirva la medida
             para la protección provisional de los intereses implicados. Pero
                                                                          175
debido    a   su   carácter   aún   más   excepcional       que   las
provisionales propiamente tales, es que a la iniciación del
procedimiento administrativo –el cual no podrá ser más allá de
15 días siguientes a la adopción de la medida- del cual
dependa la medida, deberá ésta ser confirmada, modificada o
revocada por el funcionario a cargo, decisión que podrá
recurrirse en tiempo y forma. Si el procedimiento no se inicia
dentro de los 15 días, o iniciándose en plazo, la autoridad ante
la cual se sustenta éste no se pronuncia expresamente
respecto a ellas, quedarán sin efecto sin más. Entendemos, en
base a lo expuesto, que dichas medidas son un campo fértil
para que en su aplicación, se violen derechos de suma
relevancia para todo administrado. Es por ello que entendemos
que especialmente estas medidas –sin perjuicio de que
también, al menos en casos hipotéticos, podría incluirse a las
medidas adoptadas dentro del procedimiento- son susceptibles
de ser atacadas por medio del Recurso de Protección, basado
en   su   potencial   arbitrariedad,   derivada   de   su    amplia
discrecionalidad, además de que, al no esperarse una
tramitación del procedimiento, se puede anticipar la decisión,
burlándose así garantías elementales contenidas en el principio
de debido procedimiento.
                                                                  176
         De lo dicho por la ley Nº 19.880 –y que a su vez se ve refrendado en los
         incisos siguientes del mismo artículo- en cuanto a los tipos de medidas
         antes reseñadas, inmediatamente podemos derivar que ellas reúnen
         tres grandes características:
                1. “Son accesorias a un procedimiento, ya sea iniciado o por
                    iniciar. Se trata de típicos procedimientos “conexos” de
                    facilitación de eficacia.
                2. Son indeterminadas. Iniciado el procedimiento, el elenco de
                    medidas provisionales que puede adoptarse es indeterminado
                    en principio. La discrecionalidad del órgano competente puede
                    ser limitada por la normativa especial que regule el
                    procedimiento que puede exigir la adopción de concretas
                    medidas provisionales.”192. Así podemos ver un conjunto
                    amplio de medidas que pueden variar desde una simple
                    amonestación, a incluso una suspensión del cargo o clausura
                    de local. 193
192
   JARA SCHNETTLER, Jaime. Apuntes sobre Acto y Procedimiento Administrativo, Facultad
de Derecho, Universidad de Chile, pp. 127-128.
193
    En conformidad a ello, es que el mismo profesor Jara, continuando con su análisis,
ejemplifica, por medio de normativa específica perteneciente al Derecho Público, casos en los
cuales la ley establece las medidas que se pueden adoptar, pero todas ellas respecto de
procedimientos específicos. Para ello se remite, por ejemplo, al artículo 130 de la Ley Nº 18.834
que crea el Estatuto Administrativo, en donde se da a entender que, en un procedimiento
administrativo, se pueden adoptar medidas como “…suspender de sus funciones o destinar
transitoriamente a otro cargo […] al o los inculpados, como medida preventiva.”. También
recoge lo preceptuado en el artículo 178 del Código Sanitario, en donde se expresa que “[l]a
autoridad podrá también, como medida sanitaria, ordenar en casos justificados la clausura,
                                                                                            177
                3. “Son temporales. Se extinguirán con la eficacia de la resolución
                    definitiva   o   si,   con    anterioridad     a    ella,   circunstancias
                    sobrevenidas la vuelven innecesaria o improcedente.”194
        Sumado a lo anterior, es que el inciso 4º pone un importante límite a las
        medidas provisionales que pueda adoptar la autoridad: el no causar
        perjuicios de difícil o imposible reparación, o que violen derechos
        amparados por ley. Así, implícitamente se reconoce la posibilidad de que
        las medidas tomadas sí causen perjuicio, hecho que no impedirá su
        adopción, cuestión que, en la práctica, es la regla general, ya que el
        otorgar ciertos efectos anticipados de la providencia definitiva al actor,
        conllevará un daño respecto del sujeto o institución sobre el cual pesen.
        Los incisos 5º y 6º se refieren a la conclusión de estas medidas, al
        consagrar la idea de transitoriedad que les afectan, ya que ellas, si es
prohibición de funcionamiento de casas, locales o establecimientos, paralización de faenas,
decomiso, destrucción y desnaturalización de productos. / Estas medidas podrán ser impuestas
por el ministro de fe, con el solo mérito del acta levantada, cuando exista un riesgo inminente
para la salud, de lo que deberá dar cuenta inmediata a su jefe directo. Copia del acta deberá ser
entregada al interesado.”
También aborda el caso de la Ley Nº 18.168, Ley General de Telecomunicaciones que, en su
artículo 39, inciso 1º y 1º parte del inciso 2º, establece que [l]a Subsecretaría de
Telecomunicaciones podrá suspender hasta por 30 días el funcionamiento de un servicio,
cuando se contravengan normas técnicas del marco regulador a que se refiere el artículo 24 de
la presente ley, siempre que no se subsanen las observaciones que formule dentro del plazo
que fije para este efecto./ Respecto de los servicios de radiodifusión televisiva y servicios
limitados de televisión, esta medida tendrá el carácter de cautelar…”.
194
   JARA SCHNETTLER, Jaime. Apuntes sobre Acto y Procedimiento Administrativo, Facultad
de Derecho, Universidad de Chile, pp. 128.
                                                                                            178
       necesario, serán alzadas o modificadas mientras estén rigiendo, sea por
       la concurrencia de circunstancias que ameriten aquello o por existir
       cuestiones que no pudieron ser tenidas en cuenta al el momento de la
       adopción de la medida; todo esto, sin perjuicio de que estas siempre se
       extinguirán con la eficacia de la resolución terminal que resuelva la
       cuestión ventilada ante el funcionario público, es decir, siempre se
       terminarán, a más tardar, cuando comience a entrar en vigencia el acto
       administrativo que contiene la decisión final.
       Mas aún, está el hecho de que, en virtud del artículo 11, inciso 2º de la
       misma Ley Nº 19.880, se hace necesario que dicha medida cautelar sea
       fundada.
       Pero a pesar de lo nutrido de este artículo, nace una pregunta básica
       ¿cuáles serán las medidas que podrá adoptar la autoridad administrativa
       en ejercicio de las facultades del artículo antes dicho? El legislador no lo
       define en términos generales195, ni tampoco establece parámetros de
       aquellos. Pero como la propia práctica administrativa lo ha demostrado,
       dichas medidas deberán ser acordes con el fin perseguido, encuadradas
       dentro del ámbito de las funciones propias de la autoridad que la adopta
       y que siempre sean proporcionales y congruentes con la decisión
       definitiva, además de no transformarse en lo que se conocen como
195
   Sólo lo hace para casos específicos, como se ve reflejado en lo señalado en el pie de página
exactamente anterior.
                                                                                           179
medidas cautelares innovativas –que son aquellas que otorgan
anticipadamente la totalidad de lo solicitado, propias del derecho de
familia-, las cuales tienen un carácter aún más excepcional y que tanto el
contenido de la medida como su modalidad, se encuentren dentro de las
atribuciones que la ley le otorgan al funcionario. Sumado a lo anterior,
está el hecho de que ellas, en ningún caso, pueden prejuzgar el fondo de
la cuestión discutida, ni tampoco causar perjuicios irreparables, ni menos
que su adopción conlleve una violación de derechos amparados por las
leyes. En caso contrario, entendemos que, a pesar de ser por su
naturaleza un acto trámite- y por ende, en principio, irrecurrible, en base
a los artículos 32 y 15, inciso 2º de la Ley Nº 19.880-, ellas pueden son
susceptible de recursos ya que cabe dentro de una de las excepciones a
la impugnabilidad de dicho tipo de actos, al ser un acto administrativo
que causa indefensión.
Además de los requisitos ya enunciados e integrados expresamente en
el artículo 32, es que se ha entendido que dichas medidas, para que
sean adoptadas, ya sea antes o durante el procedimiento, o sean
confirmadas o modificadas durante el transcurso del mismo, necesitan
que existan elementos de juicio suficiente para apoyar dicha decisión. Es
decir, que exista una motivación razonable por parte del órgano que tomó
la medida, basada en una valoración razonable de los presupuestos y
antecedentes que doten de, al menos, aparente legitimidad a la medida –
                                                                    180
es decir, que exista un “humo de buen derecho” o “fummus boni iuris”
que coloree la decisión adoptada-.
Ya de lo antes señalado podemos entender la trascendental importancia
que dichas medidas tienen, tanto en el Derecho administrativo-
sancionador, como en otras áreas del Derecho. Pero dicha relevancia se
hace aún más patente cuando la vinculamos con una de las ideas
centrales estudiada en esta investigación: la dilación excesiva de los
procedimientos administrativo-sancionatorios. Ello porque, ¿qué ocurre
cuando, adoptada una medida provisional dentro de un procedimiento
administrativo-sancionador, éste se dilata excesivamente, pasando dicha
medida cautelar -en la práctica- a ser una verdadera sanción para el
administrado? ¿No sería lógico limitar de alguna manera la mantención
de dicha decisión de autoridad?
                                                                   181
       I.3.d.iii. Consecuencias jurídicas de la vulneración de estos principios en
                 los procesos iniciados de oficio por la Administración.
       Nuestra normativa administrativa, como vimos establece una serie de
principios196 de esencial importancia y central respeto por parte de la
Administración. Por ende la vulneración de los mismos, debe traer un conjunto
de consecuencias que es necesario estudiar. Pero para ello, creemos necesario
centrarnos en las consecuencias que para nuestro tópico central implica; es por
ello que nos centraremos en el Proceso Administrativo-sancionador, y como la
prolongación temporal indebida de ellos implica una vulneración de los mismos,
especialmente en aquellos iniciados de oficio.
       Hacemos la distinción antes descrita en virtud de que creemos que el
comportamiento que se puede tener respecto de aquellos casos en que el
proceso se ha iniciado a solicitud de parte es mucho más simple en el sentido
de que existe normativa directa que nos soluciona la problemática, haciendo
mucho menos discutible la posición que puede adoptar la autoridad ante una
reclamación que arguya como fundamento la vulneración de estos principios.
196
   Útil es destacar que los principios abordados a este respecto no son los únicos establecidos,
al menos, en estas leyes. Basta para apoyar esto el ver el Artículo 4° de la Ley N°19.880.
                                                                                            182
Basta con remitirnos a lo que tratamos en tópicos anteriores, como el del
“Silencio Administrativo”, para ya tener referencias sustanciales de ello.
          Es por ello que la utilización de los mismos, como en todos los demás
casos en que se hace una aplicación directa de los principios al caso concreto,
es mucho más evidente en aquellas situaciones en que no existe norma
expresa que, de una u otra forma, rescata estas ideas matrices y las plasma en
una norma de mejor concreción procesal. Es así que, a nuestro parecer, los
grandes casos en que esto se puede dar son aquellos procesos iniciados de
oficio.
          Sabido es que -como lo hemos dicho antes- los plazos no son fatales
para      la   Administración197,    y    que     su    incumplimiento      sólo    genera
responsabilidades disciplinarias para el funcionario correspondiente. Sin
perjuicio de ello, es evidente que su vulneración debe implicar consecuencias
jurídicas que realmente den una protección real para el administrado afectado.
Esto, en base a la idea de que la existencia de los mandatos que la ley hace a
este respecto son para el Administrador como ente general, que sustenta todo
Proceso Administrativo-sancionador.
197
   Ello se mantiene hasta hoy en día. Reflejo de ello son los dictámenes N° 77189 del año
2013, en el cual se señala expresamente que “…este Organismo de Control, en dictámenes
como los N° 957 de 2010 y 4.173 de 2012, entre otros, ha determinado que los plazos para la
Administración no son fatales, por lo que su inobservancia no afecta la regularidad de sus
actuaciones”. En igual sentido, los dictámenes 40.222 del año 2013, o el 33.295 del año 2012.
                                                                                         183
      Así, es que la ley mandata al Administrador a actuar con pleno respeto
de las ideas de Eficiencia, Eficacia, Celeridad, Conclusividad e Inexcusabilidad,
las cuales, de una u otra forma lo que buscan es que la autoridad desarrolle su
labor -en este caso Administrativo-procesal- cumpliendo la meta de otorgar una
resolución al caso concreto -Principio de Eficacia-, respetando la forma en que
ellos deben hacer, y por sobre todo, el tiempo adecuado para que ello tenga los
efectos jurídicos que se buscan con él –Principio de Eficiencia-.
      Sumado a lo anterior, es que también la ley exige que los funcionarios
que actúen en los Procesos Administrativos lo hagan, tanto en el inicio como en
el desarrollo del mismo, de forma expedita, mostrando iniciativa propia para
lograr su resolución -Principio de Celeridad-, debiendo además obtener siempre
un acto decisorio que deje claramente establecida la voluntad del ente público -
Principio Conclusivo- , cuestión absolutamente necesaria e imposible de ser
negada por él, el cual incluso debe comunicarla a él o los particulares
interesados -Principio de Inexcusabilidad-.
      Considerando todo lo expuesto anteriormente, es que podemos deducir
que evidentemente, aunque no exista norma que establezca plazos para la
Administración en este caso, igualmente le exige una serie de principios que
deben respetarse, y que con una prolongación excesiva serán indudablemente
vulnerados. Creemos que no deben existir dudas sobre esto, ya que en base a
                                                                        184
ellos es imposible seguir sosteniendo la idea de que la Administración no tiene
plazos perentorios, tomando más aún en consideración los recursos con los que
actualmente cuentan los entes público, los cuales facilitan de sobremanera su
actuar.
      Resuelto lo anterior, es que ahora la pregunta que surge es ¿cuál
debiese ser la sanción a aplicar en casos de vulneración de estos principios?
Aquí la respuesta es aún más discutible. Esto porque a lo único que podemos
echar mano es a lo que la jurisprudencia ha señalado a este respecto, situación
que aún es fuertemente discutida en su seno.
                                                                           185
                                   II PARTE
                 LA EXTINCIÓN DE LOS PROCEDIMIENTOS
  ADMINISTRATIVO-SANCIONADORES, EN ESPECIAL, LA TEORÍA DEL
DECAIMIENTO DEL PROCEDIMIENTO ADMINISTRATIVO-SANCIONADOR.
      Generalidades.
      Cierto es que hasta ahora hemos estudiado y analizado un conjunto de
aspectos generales necesarios para entender cómo debe realizarse un
procedimiento administrativo-sancionador conforme a derecho, centrándonos
esencialmente en los aspectos temporales del mismo. Pero de dicha
investigación podemos extraer una pregunta central: ¿qué ocurre cuando el
administrador, dentro de un procedimiento administrativo-sancionatorio, que
debe dar cumplimiento a la gran garantía de un debido proceso –y por ende,
debe guardar respeto por las ideas de plazo razonable y la no dilación indebida-
, no se pronuncia respecto de la sanción a aplicar a pesar de tener a su
disposición todos los antecedentes necesarios para hacerlo? O dicho de modo
más simple ¿qué pasa cuando el Administrador o no sanciona nunca o se
demora excesivamente en hacerlo?
                                                                            186
       Esta pregunta, que creemos es muy necesaria que sea respondida, no
posee una respuesta unívoca. Esto se debe a que en ciertas legislaciones -
dentro de las cuales se encuentra la nuestra- existe la idea de que los plazos
para    la   Administración   no   son   fatales,   teniéndose    como    meras
recomendaciones y que, a lo sumo, pueden acarrear responsabilidades
disciplinarias para el funcionario -cuestión que ocurre en el Derecho Público
Chileno en virtud del artículo 24 de la ley 19.880, ya analizado-, pero en ningún
caso puede poner en tela de juicio la validez de la sanción impuesta. Por ende,
se entiende que el sujeto que se ha visto afectado con esta demora excesiva en
la determinación de la sanción, no tiene otra posibilidad que someterse a la
sanción impuesta -a pesar de que se haya podido vulnerar el debido proceso - y
solo pedir, si él lo estima, la sanción administrativa interna que le pueda caber
al funcionario infractor.
       Lo antes dicho lo refleja de forma precisa Caldera Delgado, el cual
señala que “[l]as potestades que la ley otorga a la Administración para cumplir
sus fines no pueden estar limitados a plazos fatales, los cuales impedirían que
aquella pudiera ejercer sus atribuciones, luego de transcurrido el término
establecido por la ley o el reglamento. Si el transcurso del plazo impidiera a la
Administración cumplir sus cometidos se causaría un grave perjuicio al interés
general que exige cada vez que sea necesario que la Administración ejerza sus
                                                                             187
atribuciones legales para proveer adecuada y oportunamente a la satisfacción
de las necesidades colectivas”198.
           El autor agrega “[l]a Administración debe ejercer sus funciones de
manera oportuna, continua, eficiente, eficaz y de acuerdo al ordenamiento
jurídico […]. Por ello cuando no se ha actuado oportunamente, dentro de plazo
fijado por la ley, existe responsabilidad administrativa y subsiste el deber
jurídico de ejecutar la acción omitida…”199. Pero la pregunta que se deriva es
obvia: ¿Sólo nace responsabilidad administrativa para con el funcionario?
¿Quién protege al administrado que ha sido sometido injusta y arbitrariamente a
un proceso evidentemente extenso, el cual claramente implica costos –no solo
económicos- para él? La respuesta de la doctrina y la jurisprudencia tradicional
ha sido, a pesar de sus matices, una: Nadie.
           No nos queda otra opción que, al menos, poner en tela de juicio tan
autorizadas opiniones. Esto en virtud de que la vida en sociedad se debe se
desarrollar, a nuestro entender, “…con pleno respeto a los derechos y garantías
que esta Constitución establece”200, dentro de las cuales una de las más
198
   CALDERA DELGADO, Hugo. 2001. Tratado de Derecho Administrativo, Santiago, Chile,
Editorial Parlamento, Volumen I, p. 194.
199
   CALDERA DELGADO, Hugo. 2001. Tratado de Derecho Administrativo, Santiago, Chile,
Editorial Parlamento, Volumen I, p. 195.
200
      Art. 1°, inciso 4°, Constitución Política de la República de Chile.
                                                                               188
relevantes es la del artículo 19, Nº3, inciso 5º de la Carta Política. Por ende,
necesariamente dentro de nuestro ordenamiento jurídico debe existir un
precepto o mecanismo que, de una u otra forma, logre dar concretización real a
este principio, y por ende, protección real a la ciudadanía ante arbitrariedades
temporales posibles. Nuestra búsqueda, para estos efectos, ha logrado una
respuesta satisfactoria con lo que se conoce como la teoría del Decaimiento del
Procedimiento Administrativo-sancionador.
      Pero dicha teoría no se encuentra aislada de la realidad jurídica actual.
Como toda institución del derecho, ella se establece y desarrolla dentro de un
contexto mucho más general. Así vemos que ella no es más que una derivación
de la llamada “Teoría del Decaimiento del Acto Administrativo”, aplicable, como
puede entender a todo acto administrativo, dentro de los cuales evidentemente
se encuentra la decisión del asunto. Pero a su vez, esta teoría más amplia se
encasilla dentro de lo que la doctrina ha denominado como “Figuras Extintivas
de los Actos Administrativos”, en donde están instituciones como la Nulidad, la
Revocación, la Caducidad, el propio Decaimiento, e incluso el llamado
Agotamiento del acto.
      Es por lo señalado en el párrafo anterior, que creemos necesario –
inicialmente-, referirnos brevemente a las instituciones que producen la pérdida
                                                                            189
de vigencia de un acto administrativo, pero sin olvidar que dicho análisis
siempre estará enfocado en los actos decisorios y que tendrá como finalidad
básica el poder contextualizar, asentar, y hacer comprensible la idea del
Decaimiento del Procedimiento Administrativo-sancionatorio.
                                 II. Capítulo 1.
                   La extinción de los actos administrativos.
      Entendemos por extinción de los actos administrativos simplemente la
pérdida en la producción de los efectos de un acto emanado de la autoridad
pública administrativa. A modo de advertencia, es esencial señalar que nuestro
ordenamiento jurídico, y en específico, la Ley Nº 19.880 ya tantas veces
señalada, no hacen referencia alguna a las formas o mecanismos de extinción
de los actos administrativos, más no complejiza el estudio aquí tratado, ya que,
como veremos posteriormente, nuestro fin es poder vincular estos mecanismos
extintivos –y en específico, el del decaimiento del acto administrativo- con los
que la Ley de Bases aborda respecto de las causales de extinción de los
procedimientos administrativos, los que efectivamente sí se encuentran tratados
expresamente –Artículo 40-.
                                                                            190
        Pero, volviendo a la idea de la extinción de los actos administrativos,
ellas si son tratadas por la doctrina, la que ha entendido que se pueden deber a
diversas causales que producen un mismo resultado –que no es otro que la
terminación de los efectos del acto, con ciertos matices, evidentemente-; así la
doctrina clásicamente201 ha hecho ciertos distingos que, para efectos de una
correcta comprensión, presentamos en el siguiente diagrama202:
201
   Decimos clásicamente porque, como bien lo plantea Doris Piccinini García, los factores que
clasifican a estas figuras son múltiples. Por ejemplo, se pueden dividir en:
    - Figuras fácticas –vencimiento del plazo, cumplimiento de la condición, satisfacción del
         fin perseguido- y decisorias –retiro y la nulidad-;
    - Clásicas y no clásicas, normales y anormales; etc.
202
    Importante es señalar que la gráfica que se presenta no abarca todos y cada uno de los
modos de extinción de los actos administrativos, sino solo los principales. A su vez, hay autores
que no concuerdan en su totalidad con dicha orgánica. Ejemplo de ello es el profesor Olguín
Juárez –autor esencial en esta materia- que incluye a la Caducidad como un mecanismo de
extinción por vía de pronunciamiento, o como el profesor Rafaele Resta, quien integra a la
Nulidad como una manifestación del Retiro, e incluso el jurista Tristán Bosch, el cual solo le da
importancia a la anulación y a la revocación.
También hay autores que hacen un distingo distinto entre estas categorías, como el profesor
Moraga Klenner, quien al hablar de la extinción de los actos administrativos en su Tratado de
Derecho Administrativo, varias veces tratado en esta obra, distinguen entre causales naturales
–en donde integra al Agotamiento, la Caducidad y el Decaimiento_ y las causales provocadas –
Invalidación, Revocación y Nulidad-.
                                                                                            191
                               Modos de extinción de
                              los actos administrativos
          Normal                                                        Anormal
       Agotamiento                                          Por vía de              Por vía
                                                          pronunciamiento           fáctica
                                                            -Nulidad          -Caducidad
                                      -Mero Retiro        - -Retiro         -Decaimiento203
                                         -Retiro como tal204
                                       -Revocación
                                       -Invalidación
       Pasamos a estudiar los aspectos esenciales de los modos de extinción
antes señalados.
203
  La ubicamos dentro de esta categoría porque, como veremos posteriormente, el decaimiento
se produce por una circunstancia de hecho o de derecho ajena a la voluntad de la
Administración o cualquier otra autoridad.
204
    Algunos autores, como el profesor Olguín Juárez, también integra dentro de este tipo de
extinción, otras manifestaciones “menores” como la revisión y el rescate, entre otros, pero que
en nuestro estudio no serán profundizadas.
                                                                                           192
        II.1.a. La extinción normal del acto administrativo: El Agotamiento del
              acto.
       “Corrientemente, los efectos de los actos administrativos se producen en
la forma y en el tiempo previsto. Cuando así ocurre, el acto se considera
consumado o agotado. Puede decirse entonces, que la declaración de voluntad
administrativa ha concluido su ciclo normal”205.
       Así entendido, cuando se habla de agotamiento del acto, nos referimos
al hecho de que éste haya cumplido el fin perseguido por el órgano público que
lo dictó. Una vez lograda dicha finalidad, se entiende que el acto se extingue, se
consume, se agota. Por ser esta la forma en que común y ordinariamente se
terminan los actos, es que se le señala como el modo “normal” de extinción del
acto administrativo. Un acto administrativo nace a la vida jurídica para cumplir
su fin; una vez que lo cumple, su permanencia carece de sustento. Aquí, el
acabamiento del acto no se produce por la concurrencia de circunstancias
extrañas a él, ni porque la autoridad, por acto posterior, lo deje sin efecto, “…el
acto se extingue si se quiere fisiológicamente, por un desgaste natural de sus
205
   SAYAGUÉS LASO, Enrique. 2002. Tratado de Derecho Administrativo, 8º Edición, puesta al
día 2002 por Daniel Hugo Martins, Montevideo, Uruguay, Editorial Fundación de Cultura
Universitaria, p.509.
                                                                                     193
energías.”206. Aquí, se produce la satisfacción total y absoluta que con el acto
administrativo se buscaba.
       Ejemplo de esto, en el ámbito de la resolución de un procedimiento
administrativo-sancionador, es el hecho de que la Superintendencia de Valores
y Seguros –SVS- condene, luego de tramitado el procedimiento administrativo
correspondiente, a una entidad bancaria por la comisión de un determinado
ilícito tipificado en la ley, y que dicha empresa, una vez notificada de dicha
decisión, cumpla en su totalidad con lo ordenado por la autoridad respectiva.
       II.1.b. La extinción anormal del acto administrativo.
       Como vimos en el punto anterior –II.1.a.-, la regla general es que los
actos administrativos se extingan porque ellos cumplieron el fin para el cual
fueron creados. Pero como toda regla general, ella tiene excepciones. Es así
que existen las llamadas extinciones “anormales” de los actos administrativos.
Son aquella especie de conclusión que se caracteriza por producirse a
206
    OLGUÍN JUÁREZ, Hugo. 1961. Extinción de los actos administrativos. Revocación,
Invalidación y Decaimiento, en: Seminarios de Derecho Público, Nº8”, Santiago, Chile, Editorial
Jurídica de Chile, p.31.
                                                                                           194
consecuencia de un hecho material –por vía fáctica- o un acto jurídico que le
quita total validez –por vía de pronunciamiento207-. Aquí lo que se da es la
aparición de un obstáculo o traba que impide al acto administrativo producir los
efectos que originalmente tenía para sí.
        II.1.b.i. Por vía de pronunciamiento: la Nulidad.
        “La nulidad, o más propiamente la anulación de un acto administrativo,
consiste en la extinción de un acto invalido efectuada por un órgano
jurisdiccional, como resultante de un recurso interpuesto en contra de la
Administración”208. Importante es destacar en este punto el hecho de que es un
órgano jurisdiccional el que dicta la resolución extintiva, cuestión que lo
diferencia del retiro de los actos administrativos –que lo veremos en el punto
II.1.b.ii.-, en donde es la propia administración la que actúa. Esto importa
207
   Dentro de esta vía, existe tensión, tanto en la doctrina como en la jurisprudencia, respecto a
la posibilidad de que sea la propia Administración que dictó el acto la que lo modifique por
decisión posterior. Esto en virtud de la idea de “estabilidad” de los actos administrativos, en
donde por una parte hay quienes establecen la existencia de la llamada “cosa juzgada
administrativa” que impediría la modificación posterior del acto por parte de la Administración,
mientras que otros suponen la absoluta libertad en el ejercicio de esta potestad administrativa.
Actualmente, gran parte de la doctrina sostiene la posibilidad de que goza la Administración, de
modificar o derogar sus propios actos, siempre bajo ciertos parámetros de equidad, respeto a la
ley y a los derechos adquiridos por los administrados.
208
   PICCININI GARCÍA, Doris. 1968. Teoría del Decaimiento del Acto Administrativo, en:
Seminarios de Derecho Público, N° 31, Santiago, Chile, Editorial Jurídica de Chile, p.47.
                                                                                            195
principalmente por el hecho de que, aun cuando la declaración de nulidad
pueda producir los mismos efectos que el retiro, en el caso en comento es la
jurisdicción que, como tercero imparcial, ajeno a la relación Administración-
administrado, dicta una resolución anulatoria.
      La anulación siempre provendrá de una resolución dictada por un órgano
que ejerce jurisdicción pero, dependiendo el caso, este será un tribunal
ordinario –propio del sistema judicialista- o uno especial –propio del sistema
francés-, siendo este último normalmente conocido como “tribunal contencioso-
administrativo”. Pero ¿de qué dependerá el que sea uno u otro tribunal?
Recordemos que la Constitución Política de 1925 establecía que los conflictos
de la Administración los resolvería los tribunales contenciosos administrativos,
tribunales que nunca se crearon lo cual, sumado al hecho de que los tribunales
ordinarios se declararon incompetentes para resolver éstos, derivó en que
ninguna autoridad pública pudiere dictar la nulidad de actos administrativos,
quedando solo la posibilidad de recurrir ante el mismo órgano que lo dictó o su
superior jerárquico, cuestión que evidentemente vulnera un conjunto de
principios y derechos básicos de todo ciudadano, como por ejemplo, el derecho
a defensa.
      Inicialmente, con la Constitución de 1980, la cuestión no fue muy distinta.
También se establecía la creación de estos tribunales especiales, los que nunca
                                                                            196
se crearon, pero, a diferencia de lo antes descrito, y en virtud del principio de
inexcusabilidad de los tribunales ordinarios -consagrado expresamente en el
artículo 76, inciso 3º209 de la Carta Política-, sí comenzaron a conocer de los
requerimientos presentados por los particulares. Finalmente, la norma que
establecía estos tribunales, fue derogada.
       II.1.b.ii. Por vía de pronunciamiento: el Retiro o extinción por acto de
                 contrario imperio.
       Un acto administrativo puede, dentro de sus posibilidades, extinguirse
por la declaración que, posterior al nacimiento del acto, haga la autoridad
competente para ello. Si dicha autoridad competente para hacer esa
declaración es un órgano administrativo, estamos en presencia del retiro o
extinción de contrario imperio. Así, la doctrina ha definido a esta mecanismo
extintivo   como      “…la     extinción    provocada       por    los   propios     órganos
administrativos, mediante la emisión de un acto posterior.”210.
209
   Artículo 76, inciso 3º, Constitución Política de la República: “Reclamada su intervención en
forma legal y en negocios de su competencia, no podrán excusarse de ejercer su autoridad, ni
aun por falta de ley que resuelva la contienda o asunto sometido a su decisión”.
210
    OLGUÍN JUÁREZ, Hugo. 1961. Extinción de los actos administrativos. Revocación,
Invalidación y Decaimiento, en: Seminarios de Derecho Público, Nº8”, Santiago, Chile, Editorial
Jurídica de Chile, p.34.
                                                                                           197
       Pero dicho retiro puede, en virtud de diversos factores, ser de distintas
formas. Así tenemos dentro de los principales:
   -   Según la eficacia del acto retirado: en mero retiro –que se da en aquellos
       casos en que el acto extinto aún no entraba a regir en la vida jurídica, es
       decir, era un acto ineficaz- y retiro propiamente tal –que se presenta
       cuando el acto sí entró a regir, es decir, cuando se extingue un acto
       eficaz por otro de contrario imperio- y;
   -   Según la causa que provoca el retiro: en revocación –que es aquella
       especie de retiro que recae sobre actos totalmente válidos, pero que sus
       efectos   son   contrarios   al   interés   público,   o   son   inoportunos,
       inconvenientes o impertinentes- e invalidación –que es la especie de
       retiro cuya particularidad es que recae sobre un acto cuyos efectos son
       ilegítimos-.
       Se entiende que los órganos administrativos pueden dejar sin efecto los
actos que ellos mandaten en virtud del hecho de que todo sujeto que, facultado
para ello, emite un acto, a su vez tiene la posibilidad de dejar sin efecto el
mismo, de eliminarlo de la vida jurídica, ya sea porque cree que el acto no
produce los efectos deseados, o porque el contexto en el cual éste fue emitido
ya no se condice con la situación actual o incluso simplemente porque estima
                                                                                198
haberse equivocado. Además, sabemos que se entiende que las cosas, en el
derecho, se deshacen tal como se hacen, por ende debe ser el mismo que lo
dictó el que debe dejarlo sin efecto.
       Pero dicha facultad no es privativa de los órganos administrativos. Así, la
profesora Piccinini señala que “…la derogación de una ley por otra ley es un
retiro dentro del poder legislativo; la revocatoria de una sentencia como
consecuencia de un recurso es un retiro dentro del poder jurisdiccional, y la
revocación de un acto contrario al interés público o la invalidación de un acto
contrario a derecho efectuada por el poder administrador constituyen retiro
dentro de la Administración –a lo cual suma- [que] en el derecho privado
tenemos, asimismo, ejemplos de retiro en la revocación de un testamento, en la
resciliación de los contratos, en el retracto de la oferta, etc., etc. ”211.
       Ya adentrándonos en la distinción específica entre revocación e
invalidación, la primera de ellas, como dijimos, se produce cuando un acto
totalmente válido que ya produce efectos, estos posteriormente se torna
contrario al interés general o inoportuno, inconveniente o impertinente, lo que
motiva un pronunciamiento de la Administración en su contra. Aquí lo que existe
no es la vulneración de una norma como tal, sino la lesión a un criterio subjetivo
211
   PICCININI GARCÍA, Doris. 1968. Teoría del Decaimiento del Acto Administrativo, en:
Seminarios de Derecho Público, N° 31, Santiago, Chile, Editorial Jurídica de Chile, p. 31.
                                                                                      199
propio de la Administración, ya sea porque existe una “…calificación de un
nuevo interés general, la conveniencia de otorgar una nueva regulación ante
necesidades públicas cambiantes, o la circunstancia de que la norma decretal
ha dejado de ser tenida como valiosa ante un nuevo escenario fáctico.” 212.
       La existencia de esta forma de extinción autónoma de la Administración
es de toda lógica. Esto porque sería impensable, además de muy perjudicial,
tanto para la Administración como para los administrados, el hecho de que
tuviésemos que vivir con la constante e inevitable carga de los efectos de las
decisiones administrativas que fueron dictadas en contextos económicos,
sociales o culturales muy diversos a los que puedan presentarse en épocas
posteriores.
       En términos generales, se entiende que este mecanismo es aplicable a
todo acto administrativo, salvo ciertas limitantes: no es posible hacerlo valer
respecto de actos cuyos efectos se extinguieron tan rápido como el acto que los
creó, o que ya han dejado de una u otra forma de producir sus efectos.
Tampoco es posible afectar actos que han creado derechos legalmente válidos
en favor de uno o más particulares, bajo el entendido que con ellos estaríamos
212
   MORAGA KLENNER, Claudio. 2010. Tomo VII: La actividad formal de la Administración del
Estado, en: Tratado de Derecho Administrativo, coordinador: Rolando Pantoja Bauzá, Santiago,
Chile, Editorial Legal Publishing, p. 258.
                                                                                        200
lesionando un mandato constitucional como el Artículo 19 Nº 24, por ende, la
revocación no tiene efectos retroactivos.
        En cuanto a la normativa que se refiere a la revocación, ella se encuentra
expresamente consagrada en el Párrafo 4º, del Capítulo IV de la Ley de Bases
de los Procedimientos Administrativos, artículos 61213 y 62214, titulado “De la
Revisión de Oficio de la Administración”. El primero de estos artículos
inmediatamente establece una serie de limitaciones en que se hace
improcedente la revocación –actos declarativos o creadores de derechos
adquiridos legalmente -letra a)-; actos sobre los cuales la ley expresamente
haya establecido otra forma de extinción de los actos –letra b)-, o cuando, por la
naturaleza propia del acto, la regulación legal de éste impida el dejarlo sin
efecto –letra c)-215 -, lo que nos lleva a deducir que ella podrá actuar, como
213
   Artículo 61. Procedencia. Los actos administrativos podrán ser revocados por el órgano que
los hubiere dictado.
La revocación no procederá en los siguientes casos:
a) Cuando se trate de actos declarativos o creadores de derechos adquiridos legítimamente;
b) Cuando la ley haya determinado expresamente otra forma de extinción de los actos; o
c) Cuando, por su naturaleza, la regulación legal del acto impida que sean dejados sin efecto.
214
    Artículo 62. Aclaración del acto. En cualquier momento, la autoridad administrativa que
hubiere dictado una decisión que ponga término a un procedimiento podrá, de oficio o a petición
del interesado, aclarar los puntos dudosos u obscuros y rectificar los errores de copia, de
referencia, de cálculos numéricos y, en general, los puramente materiales o de hechos que
aparecieren de manifiesto en el acto administrativo.
215
    Respecto de las limitantes para revocar un acto administrativo, importante es destacar lo que
Moraga Klenner aporta al efecto, al agregar un cuarto límite que no se encuentra expresamente
señalado por la ley, pero que se deduce de ésta, y que es el que el acto no sea contrario al
interés general. El catedrático entiende que estamos ante un acto de tales características
“…cuando su permanencia amenaza real, directa y gravemente intereses generales o bienes
públicos, cuya causa bien puede ser una alteración o cambio en la situación fáctica o jurídica
                                                                                            201
regla general, sobre todos los actos dictados por la autoridad administrativa,
mas no en los casos expresamente exceptuados. Lo anterior, sin perjuicio de
que ella tampoco se verá obligada a llevar a cabo dicha actuación sobre la
totalidad de los actos que devengan en contrarios al interés general, ya que
igualmente el acto, en caso de ser necesario, puede ser impugnado por el
particular ante la autoridad competente, como a su vez dicha autoridad podrá
también modificarlos sólo en la parte que ella estime.
       Por su parte, la invalidación, como bien dijimos, se caracteriza por que
ella es dictada respecto de actos cuyos efectos son ilegítimos. Pero ella es
mucho más que eso. Según el profesor Moraga Klenner, podemos decir que la
invalidación de un acto administrativo se entiende “…como el acto de contrario
imperio que dicta la Administración como consecuencia de un procedimiento
administrativo revisor o impugnaticio y por cuya virtud se anula una medida
anterior, que se estima ilegal y para así restablecer el orden quebrantado.”. A
dicha conceptualización podemos agregar el hecho –implícito en la definición
antes dada- de que el proceso revisor o impugnaticio es una manifestación de
la garantía que todo administrado tiene de reclamar por los actos que considere
que impera en un momento dado” (MORAGA KLENNER, Claudio. 2010. Tomo VII: La actividad
formal de la Administración del Estado, en: Tratado de Derecho Administrativo, coordinador:
Rolando Pantoja Bauzá, Santiago, Chile, Editorial Legal Publishing, p.262).
El autor destaca dicho elemento para enfatizar el hecho de que, aunque el acto administrativo
específico no se encuentre bajo ninguna de las hipótesis excluyentes del artículo 61, la
institución de la revocación tiene como finalidad la protección de intereses generales, no
específicos, por ende estos últimos quedan excluidos de todo proceso revocatorio.
                                                                                         202
vulneradores de derechos –sin perjuicio de que igualmente la Administración la
puede ejercer de oficio-, y que a su vez este mecanismo de impugnación no
sólo afecta a actos administrativos terminales, sino que a toda decisión
administrativa aún respecto de un procedimiento que se encuentre en actual
tramitación.
        En cuanto a su consagración normativa, ella se encuentra en el Párrafo
1º del Capítulo IV de la Ley de Bases de los Procedimientos Administrativos,
artículos 53 a 58216, artículos que en su conjunto son bastante exhaustivos para
216
   Artículo 53. Invalidación. La autoridad administrativa podrá, de oficio o a petición de parte,
invalidar los actos contrarios a derecho, previa audiencia del interesado, siempre que lo haga
dentro de los dos años contados desde la notificación o publicación del acto.
La invalidación de un acto administrativo podrá ser total o parcial. La invalidación parcial no
afectará las disposiciones que sean independientes de la parte invalidada.
El acto invalidatorio será siempre impugnable ante los Tribunales de Justicia, en procedimiento
breve y sumario.
Artículo 54. Interpuesta por un interesado una reclamación ante la Administración, no podrá el
mismo reclamante deducir igual pretensión ante los Tribunales de Justicia, mientras aquélla no
haya sido resuelta o no haya transcurrido el plazo para que deba entenderse desestimada.
Planteada la reclamación se interrumpirá el plazo para ejercer la acción jurisdiccional. Este
volverá a contarse desde la fecha en que se notifique el acto que la resuelve o, en su caso,
desde que la reclamación se entienda desestimada por el transcurso del plazo. Si respecto de
un acto administrativo se deduce acción jurisdiccional por el interesado, la Administración
deberá inhibirse de conocer cualquier reclamación que éste interponga sobre la misma
pretensión.
Artículo 55. Notificación a terceros. Se notificará a los interesados que hubieren participado en
el procedimiento, la interposición de los recursos, para que en el plazo de cinco días aleguen
cuanto consideren procedente en defensa de sus intereses.
Artículo 56. La autoridad correspondiente ordenará que se corrijan por la Administración o por el
interesado, en su caso, los vicios que advierta en el procedimiento, fijando plazos para tal
efecto.
Artículo 57. Suspensión del acto. La interposición de los recursos administrativos no
suspenderá la ejecución del acto impugnado.
                                                                                            203
determinar la forma en que se puede iniciar el procedimiento impugnatorio,
quienes pueden hacerlo valer, los plazos para aquello, la incompatibilidad que
genera su ejercicio, la forma de notificación, la posibilidad de suspensión del
acto recurrido, así como la publicidad dada a dicho procedimiento.
       Respecto a este mecanismo de extinción es importante destacar su
fundamento jurídico. Como bien señala el profesor Moraga Klenner, este no es
sino el respeto irrestricto que todo acto administrativo debe tener por la
juridicidad contenida en los artículos 6 y 7 de la Constitución Política de la
República, tanto en la dictación como en la ejecución del mismo. Enlazando
esto, con la idea contenida en los párrafos anteriores respecto a la posibilidad
que la Administración tiene de actuar de oficio en estos casos, vemos que esta
institución logra dar cumplimiento al mandato contenido esencialmente en el
artículo 10 de la Ley Orgánica Constitucional de Bases Generales de la
Administración del Estado, al establecerse un control jerárquico de oficio sobre
los órganos como personal subalterno.
Con todo, la autoridad llamada a resolver el recurso, a petición fundada del interesado, podrá
suspender la ejecución cuando el cumplimiento del acto recurrido pudiere causar daño
irreparable o hacer imposible el cumplimiento de lo que se resolviere, en caso de acogerse el
recurso.
Artículo 58. Publicidad de los actos recurridos. Las resoluciones que acogieren recursos
interpuestos contra actos que hayan sido publicados en el Diario Oficial, deberán ser publicadas
en extracto en dicho periódico en la edición correspondiente a los días 1º ó 15 de cada mes o al
día siguiente si fuere inhábil.
                                                                                           204
        II.1.b.iii. Por vía fáctica: la Caducidad217-218.
        “La caducidad, llamada en la doctrina italiana decadenza, consiste en la
extinción de un acto administrativo por el incumplimiento del interesado o
administrado, dentro del término estipulado, de las obligaciones que se imponen
217
    Importante es destacar que, a diferencia de lo que planteamos en los párrafos siguientes,
ciertos autores creen que dentro de la idea de Caducidad, se engloban todas las formas de
extinción de los actos administrativos que provienen de hechos o actuaciones externas al acto
administrativo mismo, como por ejemplo, la muerte o incapacidad sobreviniente del titular
beneficiario del acto o la derogación de la norma, entre otros. Además, existe, incluso en la
actualidad, cierta confusión respecto a cuales son los elementos que constituyen,
esencialmente, a la Caducidad. Así, ciertos autores destacan como único elemento esencial la
existencia de un plazo –Sayagués Laso, por ejemplo-, mientras que otros creen que, además
de éste, es necesaria una condición resolutoria.
218
    Mucho se ha discutido respecto a la dicotomía “prescripción-caducidad”, y como poder
diferenciar ambas figuras. Dicha discusión, para los efectos de este estudio, no es de principal
interés, pero creemos igualmente necesario dejar claro ciertas ideas centrales. Es así que don
Jaime Ossa Arbeláez, al referirse a este punto, señala que “[s]e ha observado que la
prescripción transforma una situación de hecho en una situación de derecho, lo que trae
consigo la adquisición o la pérdida de un derecho. El simple pasar del tiempo consolida la
adquisición de un derecho o consagra su extinción”. Luego, al referirse a la manifestación que
dicha figura tiene para el caso específico del derecho administrativo-sancionador, afirma que
para este caso específico “…el devenir de los días, por sí solo, no opera como mecanismo
extintivo de la pena o de la infracción, visto el fenómeno desde la perspectiva de la potestad
sancionadora. Lo que sucede es que el discurrir temporario en la prescripción determina la
imposibilidad del Estado para ejercitar dicha potestad. De allí se sigue que cuando la infracción
ha prescrito ésta no se tiene por inexistente, pues el ilícito existe y sigue existiendo a pesar del
tiempo; pero una vez vencidos los plazos, el sujeto pasivo de la acción, o titular de la represión
sancionatoria, no puede ser objeto de sanción. La acción gubernamental se torna ilícita […]. En
cuanto a la caducidad, el mismo Garberi Llobregat la precisa diciendo que supone “una
exigencia legal notablemente más rígida que la prescripción. El ordenamiento jurídico permite a
los titulares de la potestad sancionadora la prosecución de la conducta antijurídica durante
determinado espacio de tiempo (el de la prescripción), pero una vez iniciados los trámites
necesarios para acometer dicho enjuiciamiento y la represión, estos deberán necesariamente
finalizar en otro plazo considerablemente inferior (el de la caducidad). Por tanto, la
prescripción y la caducidad disponen el nacimiento de dos distintas obligaciones para la
Administración: Instruir el expediente sancionatorio y castigar la infracción en un plazo
determinado. ” OSSA ARBELÁEZ, Jaime. “Derecho Administrativo Sancionador. Una
aproximación dogmática”, Editorial Legis, 2ª Edición, 2009, Bogotá, Colombia, pp. 605 a 607.
                                                                                               205
expresamente en el continente del pronunciamiento administrativo” 219 o, como
lo ha entendido otro autor, “…es la extinción de un acto administrativo en razón
del incumplimiento del interesado a las obligaciones que aquel le impone” 220,
dentro de un espacio de tiempo determinado.
       Vemos en la definición que dos son los elementos claves para establecer
que se está ante esta figura: una condición resolutoria221, y un plazo extintivo222.
La cuestión es que, como se puede suponer, ambos elementos pueden actuar
independientemente el uno del otro para producir la extinción del acto
administrativo. Así, si por ejemplo la Administración tuviere un plazo perentorio
para sancionar y no lo hiciese dentro de él, el procedimiento administrativo-
sancionador se extinguiría por cumplimiento del plazo extintivo; o si, en el
mismo caso, fuere condición el hecho de que la sanción se notificase
personalmente al sancionado, pero ello no se cumple, estaríamos ante una
condición resolutoria cumplida, que por ende llevaría al término del
procedimiento. Sumado a esto, está que ciertos autores –como Rafael
219
   PICCININI GARCÍA, Doris. 1968. Teoría del Decaimiento del Acto Administrativo, en:
Seminarios de Derecho Público, N° 31, Santiago, Chile, Editorial Jurídica de Chile, p.26.
220
    SAYAGUÉS LASO, Enrique. 1961. Tratado de Derecho Administrativo, Uruguay, Editorial
Talleres Bianchi-Altuna, p. 511.
221
    Entendiéndola, al igual que como se hace en materia civil, como un “hecho futuro e incierto
el cual depende la extinción de un derecho y su correlativa obligación”.
222
  Entendiéndola, al igual como se hace en materia civil, como un “hecho futuro y cierto del cual
depende la extinción de un derecho y su correlativa obligación”.
                                                                                            206
Caballero Sánchez- señala que lo esencial de la caducidad también está
radicado en el hecho de que es un plazo taxativo, que corre irremisiblemente y
no hay posibilidad de detenerlo.
       En cuanto al surgimiento de esta importante figura, el profesor Caballero
Sánchez sostiene que ella es una categoría propia –más no privativa- del
Derecho Público y Administrativo. Los primeros precedentes de ella, los ve en el
Derecho Español del Siglo XIX, en relación con los títulos de deuda pública.
Plantea que “…para cobrar la deuda pública emitida y adquirida por una serie
de sujetos, hay un llamamiento a cobrarla cuando vence el plazo y una vez
transcurrido este, caduca este derecho.”223. Igualmente agrega que, dentro del
derecho civil español, se dan ciertas manifestaciones de esta figura, con
respecto a los plazos que el dueño de un enjambre de abejas tiene para efectos
de recuperarlo en caso de que este se haya trasladado al fundo colindante, ya
que la ley le otorga por 3 días un derecho de paso a dicho terreno vecino
       Importante es destacar que, como bien dijimos al definir esta figura, que
ambos elementos, plazo y condición, deben darse conjuntamente para que
estemos ante esta figura. Los dos, unidos al hecho de que debe existir una
223
    CABALLERO SÁNCHEZ, Rafael. 2012. El Tiempo en el Derecho Administrativo.
Prescripción y Caducidad, Conferencia dictada en la Facultad de Derecho de la Universidad de
Chile, Santiago, Chile, el 07 de diciembre del año 2011.
                                                                                        207
sanción expresamente considerada en el caso de que se verifiquen ambos, son
los requisitos elementales de esta figura. Además, se hace necesario que exista
una declaración de la autoridad que dicte la caducidad del acto administrativo,
una vez que se verifiquen los requisitos –ya que en caso contrario, el sujeto
podrá seguir gozando de los derechos sin limitación alguna224-; cuestión que,
por una parte, no priva al administrado de los derechos que ya haya gozado –es
decir, no tiene efecto retroactivo-, pero tampoco le da derecho para pedir una
indemnización por los perjuicios sufridos por la privación –esto en virtud de que
por desidia o negligencia propia, se le despojó de su derecho, inicialmente bien
adquirido-.
       Esta figura es muy común dentro de nuestro derecho administrativo.
Ejemplos claros de ello son las -cada vez más abundantes- concesiones, las
autorizaciones, permisos, y en general todo acto que permita a un particular
desarrollar actividades debiendo cumplir ciertos requisitos básicos dentro de un
determinado espacio de tiempo.
224
   Esta afirmación no es pacífica en doctrina. Así vemos que autores como el Dr. Caballero
Sánchez, plantean que una vez transcurrido el plazo, la finalización del procedimiento es
automática, y por tanto, la declaración de la autoridad tiene meros efectos declarativos, más no
constitutivos.
                                                                                           208
          Continuando con el análisis de esta figura, en cuanto a los tipos de
caducidad, podemos entender que existen tres grandes grupos225:
         La caducidad “carga”: que es aquella que consiste en la existencia de un
          plazo para ejercer un derecho. Por ejemplo, si no se ejercen los recursos
          administrativos en tiempo, el acto administrativo impugnable queda a
          firme.
         La caducidad “sanción”: que es aquella que se refiere a todos los
          supuestos de caducidad en que, por no ejercerse correctamente un
          derecho, éste le es privado a quien originalmente se le había otorgado.
          Hablamos de un “ejercer correctamente”, porque en estos casos el
          derecho no sólo se pierde por su no ejercicio dentro de plazo –por
          ejemplo, a X persona se le otorga una determinada concesión, existiendo
          un determinado plazo para ponerla en marcha, y si no lo hace, caduca el
          derecho- sino que también por el mal uso del mismo –continuando con el
          ejemplo de la concesión, si se ha pactado con la autoridad el cobro de un
          determinado precio y éste no es respetado por el concesionario, su
          derecho también podría caducar.
225
    Idea basada en CABALLERO SÁNCHEZ, Rafael. 2012. El Tiempo en el Derecho
Administrativo. Prescripción y Caducidad, Conferencia dictada en la Facultad de Derecho de la
Universidad de Chile, Santiago, Chile, el 07 de diciembre del año 2011.
                                                                                         209
       La caducidad “perención”: que es la caducidad dentro del procedimiento
        administrativo. En sí, de lo que trata es que si la Administración, iniciando
        un expediente, no lo termina dentro de plazo, el procedimiento termina
        sin más, y por tanto ella no podrá resolver la cuestión refiriéndose al
        fondo del asunto. Esta institución es inexistente dentro del derecho
        nacional, pero si se da en el derecho español, marcándose una notable
        diferencia entre ambos226.
226 Artículo 42: Obligación de resolver
1. La Administración está obligada a dictar resolución expresa en todos los procedimientos y a
notificarla cualquiera que sea su forma de iniciación.
En los casos de prescripción, renuncia del derecho, caducidad del procedimiento o
desistimiento de la solicitud, así como la desaparición sobrevenida del objeto del procedimiento,
la resolución consistirá en la declaración de la circunstancia que concurra en cada caso, con
indicación de los hechos producidos y las normas aplicables.
Se exceptúan de la obligación, a que se refiere el párrafo primero, los supuestos de terminación
del procedimiento por pacto o convenio, así como los procedimientos relativos al ejercicio de
derechos sometidos únicamente al deber de comunicación previa a la Administración.
2. El plazo máximo en el que debe notificarse la resolución expresa será el fijado por la norma
reguladora del correspondiente procedimiento. Este plazo no podrá exceder de seis meses
salvo que una norma con rango de Ley establezca uno mayor o así venga previsto en la
normativa comunitaria europea.
3. Cuando las normas reguladoras de los procedimientos no fijen el plazo máximo, éste será de
tres meses. Este plazo y los previstos en el apartado anterior se contarán:
a) En los procedimientos iniciados de oficio, desde la fecha del acuerdo de iniciación.
b) En los iniciados a solicitud del interesado, desde la fecha en que la solicitud haya tenido
entrada en el registro del órgano competente para su tramitación.
SECCIÓN4
Caducidad
Artículo 92: Requisitos y efectos
1. En los procedimientos iniciados a solicitud del interesado, cuando se produzca su
paralización por causa imputable al mismo, la Administración le advertirá que, transcurridos tres
meses, se producirá la caducidad del mismo. Consumido este plazo sin que el particular
requerido realice las actividades necesarias para reanudar la tramitación, la Administración
acordará el archivo de las actuaciones, notificándoselo al interesado. Contra la resolución que
declare la caducidad procederán los recursos pertinentes.
2. No podrá acordarse la caducidad por la simple inactividad del interesado en la
cumplimentación de trámites, siempre que no sean indispensables para dictar resolución. Dicha
inactividad no tendrá otro efecto que la pérdida de su derecho al referido trámite.
3. La caducidad no producirá por sí sola la prescripción de las acciones del particular o de la
Administración, pero los procedimientos caducados no interrumpirán el plazo de prescripción.
                                                                                            210
       Y finalmente, respecto a las consecuencias que se derivan de su
declaración, Ramón Parada, refiriéndose al caso específico español –aplicable,
por cierto, en nuestro país-         señala que ellas “…no implican siempre la
correlativa pérdida o extinción del derecho que en dicho procedimiento se
estaba ejercitando o pretendiendo, pues la caducidad no producirá por si sola la
prescripción de las acciones del particular o de la Administración, pero los
procedimientos caducados no interrumpirán el plazo de prescripción” 227. Así, y
tomando en cuenta lo antes dicho, el autor agrega, ya refiriéndose a los
procedimientos sancionatorios que “…la declaración de caducidad pueda ser
seguida del inicio de otro procedimiento con la misma finalidad, si no ha
prescrito la infracción.”228
4. Podrá no ser aplicable la caducidad en el supuesto de que la cuestión suscitada afecte al
interés general, o fuera conveniente sustanciarla para su definición y esclarecimiento.
227
   PARADA VÁSQUEZ, J. Ramón. 2003. Derecho Administrativo I. Parte General, Madrid-
Barcelona, España, Editorial Ediciones Jurídicas y Sociales, p.239.
228
   PARADA VÁSQUEZ, J. Ramón. 2003. Derecho Administrativo I. Parte General, Madrid-
Barcelona, España, Editorial Ediciones Jurídicas y Sociales, p. 239.
                                                                                        211
      II.1.b.iv. Por vía fáctica: el Decaimiento.
      Como hemos visto, existen diversos mecanismos de extinción de los
actos administrativos los cuales, en términos generales, son aceptados por la
gran mayoría de los ordenamientos jurídicos occidentales, sufriendo sólo
pequeñas modificaciones o alteraciones que no afectan el contenido esencial
de ellas. Situación distinta es la que ocurre con la figura del decaimiento de los
actos administrativos, cuestión que veremos a continuación.
      A modo preventivo, es importante señalar que esta figura no se
encuentra expresamente consagrada dentro de la ley Nº 19.880, ni tampoco en
otras leyes que tengan vigencia en nuestro país. La construcción que, como
veremos posteriormente, hace la Corte Suprema para el caso específico de los
procedimientos    administrativo-sancionatorios,    se   obtiene   mediante     la
conjunción de una serie de principios y normas que, a entender de la máxima
judicatura, confluyen en una derivación de esta figura, que se ha denominado
como “Decaimiento del Procedimiento Administrativo-sancionatorio”.
      Volviendo a la idea del decaimiento del acto administrativo, creemos
necesario el dejar establecido que dicha institución extintiva es duramente
criticada por un importante sector doctrinario. Así vemos que autores como don
                                                                           212
Enrique Silva Cimma, en la doctrina nacional, o don Manuel María Diez, en la
extranjera, plantean que su existencia es innecesaria e infundada, ya que las
situaciones que ella supuestamente viene a resguardar, ya se encuentran
contempladas por otros medios extintivos, como lo son la revocación y la
invalidación229.
       II.1.b.v. Concepto y elementos esenciales.
       La idea del decaimiento, ya desde su origen, se establece como una
figura que posee variados conceptos, en donde se destacan con mayor o menor
intensidad ciertos elementos. Así vemos que autores tan relevantes en esta
materia, como los uruguayos Méndez o Sayagués Laso la caracterizaban como
“…la extinción de un acto por alteración de su estructura jurídica o modificación
de los hechos que son su presupuesto normativo” 230 –el primero-, o se referían
a los actos administrativos decaídos como aquellos “…que pierden su eficacia
jurídica independientemente de la voluntad de la Administración por
229
  En páginas siguientes veremos que, a pesar de tener elementos comunes con una y otra, es
una figura independiente.
230
    Cita extraída de PICCININI GARCÍA, Doris. 1968. Teoría del Decaimiento del Acto
Administrativo, en: Seminarios de Derecho Público, N° 31, Santiago, Chile, Editorial Jurídica de
Chile, p.56.
                                                                                           213
circunstancias supervivientes que hacen desaparecer un presupuesto de hecho
o de derecho indispensable para su existencia”231 –el segundo-.
       A su vez, autores nacionales como don Hugo Caldera Delgado, se
refieren a ella, señalando que consiste en “…una forma de extinción de los
efectos del acto administrativo que se produce respecto de un acto de carácter
general o permanente, cuando, por cambios operados en la realidad social,
desaparecen los motivos de hecho invocados como fundamento para la
dictación del acto.”232; y doña Doris Piccinini señala que es más bien “…una
forma de extinción de un acto administrativo provocada por circunstancias
sobrevinientes de hecho o de derecho que afectan su contenido jurídico
tornándolo inútil o abiertamente ilegítimo”233.
       En cuanto a las circunstancias que pueden originar la concurrencia del
decaimiento, ya desde las primeras obras que reconocían a esta figura
extintiva, se señalaba que ella podía presentarse por tres grandes causas234: “a)
231
    SAYAGUÉS LASO, Enrique. 1961. Tratado de Derecho Administrativo, Uruguay, Editorial
Talleres Bianchi-Altuna, p.304. En igual sentido, el autor nacional Hugo Olguín Juárez.
232
   CALDERA DELGADO, Hugo. 2001. Tratado de Derecho Administrativo, Santiago, Chile,
Editorial Parlamento, Volumen II, p.121.
233
   PICCININI GARCÍA, Doris. 1968. Teoría del Decaimiento del Acto Administrativo, en:
Seminarios de Derecho Público, N° 31, Santiago, Chile, Editorial Jurídica de Chile, pp. 57, 58.
234
   Así también lo reconoce -y lo veremos al estudiar la figura del decaimiento del procedimiento
administrativo-sancionador- nuestra propia jurisprudencia. El Ministro Brito, al referirse al
decaimiento en su voto de prevención, recoge expresamente las tres circunstancias
                                                                                            214
[la] desaparición de un presupuesto de hecho indispensable para la validez del
acto; b) [la] derogación de la regla legal en que se fundaba el acto, cuando
dicha regla era condición indispensable para su vigencia; c) [la] modificación del
régimen legal, que constituya un impedimento para el mantenimiento del
acto.”235
       Así vemos que los distintos autores que han intentado conceptualizarla,
caracterizarla y determinar sus manifestaciones en el ámbito administrativo, lo
han hecho destacando diversos aspecto que la configuran. Basados en lo que
ellos plantean, podemos decir que la idea de decaimiento contiene los
siguientes elementos esenciales:
       1º lo que se ve afectado con la extinción es un acto administrativo, es
decir, estamos ante una figura extintiva de los actos administrativos;
       2º que dicho acto administrativo nació a la vida jurídica total y
absolutamente válido, produciendo todos sus efectos en forma regular;
consideradas por la doctrina para que ella pueda darse, afirmando que ninguna de ellas se da
en los casos en cuestión.
235
   SAYAGUÉS LASO, Enrique. 2002. Tratado de Derecho Administrativo, 8º Edición, puesta al
día 2002 por Daniel Hugo Martins, Montevideo, Uruguay, Editorial Fundación de Cultura
Universitaria, p.600.
                                                                                        215
       3º que luego, por circunstancias –de hecho o de derecho- posteriores a
este nacimiento, es decir, circunstancias sobrevinientes, se extingue dicho acto;
y,
       4º que dichas circunstancias lo que producen es que, como certeramente
lo dice la jurista Piccinini García al conceptualizarla, el acto administrativo pase
a ser inútil o abiertamente ilegítimo.
       Ahora pasaremos a analizar cada uno de estos elementos:
       Cuando hablamos que el decaimiento lo que produce es la extinción del
acto administrativo (1º elemento esencial), nos referimos a que el principal
efecto que produce su aplicación es que se termina con la eficacia del acto
administrativo respectivo, a consecuencia de que ha acaecido un hecho,
posterior a su nacimiento, que lo priva de seguir produciendo los efectos que,
hasta ese entonces, generaba.
       Este suceso posterior lo que hace es alterar el contenido jurídico del
acto, el cual a su vez se produce sin que la Administración busque dicha
extinción. Y es de esta última afirmación que podemos ver una gran diferencia
con las otras figuras extintivas en donde, de una u otra forma, la autoridad
competente privaba, por su voluntad, de los efectos al acto jurídico válido –
                                                                                216
descartando por ende, a las figuras extintivas que actúan sobre actos que han
nacido viciados-.
      Así vemos que el decaimiento sólo actuará sobre actos válidamente
originados, los cuales se ven afectados en su contenido, por un hecho posterior
suficientemente relevante como para privarlo definitivamente de su eficacia.
Ejemplo de aquello sería el caso en que la Administración otorgara un permiso
a determinada persona para que esta pudiera instalar una botillería en un lugar
establecido–acto administrativo inicial válido-, pero dicho lugar, a consecuencia
de un fuerte terremoto desaparece –hecho sobreviniente-. Aquí, por el que
llamamos “hecho sobreviniente”, se hará imposible el desarrollo de aquél
emprendimiento.
      El segundo elemento al cual nos referimos (2º elemento esencial), y que
está tratado tangencialmente en el punto anterior, es el hecho de que el acto
afectado con el decaimiento sea absoluta y totalmente válido. Esto es
importante, porque nos marca importantes diferencias con ciertas figuras
extintivas anteriormente tratadas, especialmente con la nulidad o anulación, ya
que en ella existe un vicio originario que conlleva la nulidad del acto
administrativo, cuestión que no está presente en el decaimiento.
                                                                             217
       En cuanto a la idea de que existan circunstancias sobrevinientes al acto
administrativo válido para que se pueda producir el decaimiento (3º elemento
esencial), esto es central. Ello porque éste elemento es el que entendemos
como causa del decaimiento. Puede ser de dos tipos:
      una circunstancia de hecho que conlleva la pérdida de eficacia del acto
       administrativo, es decir, su extinción; o
      el acaecimiento de una circunstancia de derecho que provoca que los
       efectos del acto, hasta ese momento totalmente válido, devengan en
       ilegítimos.
       Esta especie de ilegitimidad posterior, en palabras de Hugo Olguín, se
puede producir por tres circunstancias básicas:
   a) “por la desaparición de un presupuesto de hecho, indispensable para la
       validez del acto, v. gr.: La pérdida de la ciudadanía, de la nacionalidad, o
       de la salud compatible para desempeñar la función pública.
   b) Por la modificación del régimen legal o reglamentario, de modo tal que
       exista un impedimento para mantener el acto. Es el caso, por ejemplo, de
                                                                               218
         la supresión de uno o varios empleos, que acarrea como necesaria
         consecuencia la inutilidad del acto de nombramiento del titular en cada
         uno de ellos.
      c) Por la derogación del precepto legal en que se funda el acto, cuando
         dicha regla es indispensable para su vigencia.
         En el caso “a”, la ilegitimidad superviniente […] se produce por una
modificación del presupuesto, lo que provoca una divergencia actual entre la
norma jurídica y el contenido del acto, que se resuelve con la caída de éste, y,
por lo tanto, con su extinción. […] En los casos “b” y “c”, la ilegalidad se produce
por alteraciones en el sistema normativo que le sirve de fundamento jurídico al
acto, alteraciones que pueden producirse por una modificación del régimen
legal o reglamentario o por derogación de las normas en que se fundaba el
contenido del acto. Es por ello que, al desaparecer el fundamento normativo, el
acto cae, sin que sea necesario un querer administrativo para extinguirlo…” 236.
La idea de que no exista éste “querer administrativo” –señalada por Olguín- se
ve reflejada en que el decaimiento del acto no pudo haber sido previsto por la
autoridad. Esto porque, si hubiese sido así –es decir, si la autoridad hubiere
236
    OLGUÍN JUÁREZ, Hugo. 1961. Extinción de los actos administrativos. Revocación,
Invalidación y Decaimiento, en: Seminarios de Derecho Público, Nº8”, Santiago, Chile, Editorial
Jurídica de Chile, pp.269 y 270.
                                                                                           219
querido su ocurrencia-, podríamos estar ante un plazo extintivo, una condición
resolutoria, o una caducidad administrativa.
       Cuando hablamos que el acto administrativo, en virtud de los elementos
antes descrito, pase a ser inútil o abiertamente ilegítimo (4º elemento
esencial), nos referimos a que las circunstancias de hecho o de derecho sean
de tal gravedad que lo hagan caer en decaimiento. Si dichas circunstancias de
hecho alteran el contenido del acto administrativo “…de manera que imposibilita
materialmente y en forma definitiva la producción de sus efectos, el acto queda
desprovisto de su contenido jurídico, pasa a ser un simple continente, un acto
de papel, y por tanto, inútil. […] En cambio, si “…una circunstancia de derecho
es alterada en forma tal que produzca la desvinculación del acto con la norma
que lo sustentaba, se produce una divergencia actual entre la norma y acto que
no permite a éste producir válidamente sus efectos, originándose por ello una
ilegitimidad sobreviniente que provoca su extinción”. Así vemos que ambos
supuestos lo que hacen es producir un quiebre entre la situación que originó el
acto y el acto propiamente tal, de lo cual también podemos derivar que es
necesario que el acto superviva en el tiempo para que, en dicho tiempo
intermedio, acaezca la circunstancia alteradora237.
237
   Es en virtud de esto que entendemos que la institución del decaimiento es privativa de lo que
conocemos como “actos administrativos de efectos continuativos”, ya que los de efectos
instantáneos no pueden decaer, ya que una vez que nacen, se extinguen inmediatamente,
imposibilitando que concurra una circunstancia que los altere.
                                                                                            220
       II.1.b.vi. Aspectos distintivos del decaimiento. Diferencias que con las
otras figuras extintivas.
       Ya sabiendo cuales son los elementos esenciales del decaimiento, y para
efectos de dejar claramente asentado el hecho de que es una figura jurídico-
administrativa distinta de las demás instituciones extintivas ya tratadas, es que
se hace necesario establecer sus diferencias principales –más no las únicas-
con ellas, y esto lo haremos a continuación.
      El decaimiento y la nulidad: la gran diferencia que existe entre ambas es
       el elemento que motiva su extinción. En el caso de la nulidad, es un vicio
       originario el que lleva a que la autoridad dicte su extinción, en cambio en
       el decaimiento el acto administrativo es absoluta y totalmente válido en
       su nacimiento, y sólo por circunstancias posteriores a ello se torna inútil o
       abiertamente ilegítimo. Además, la nulidad necesita que sea declarada
       por un órgano jurisdiccional para que produzca efectos, en cambio, en el
       decaimiento no interviene ningún órgano de ese tipo, e incluso –como
       veremos más adelante- se discute si es necesaria declaración
       administrativa que declare el decaimiento y, si fuere necesaria, en qué
       casos lo sería. Y finalmente, la declaración de nulidad es el resultado de
                                                                                221
    una acción o recurso interpuesto en contra de un acto administrativo
    determinado que, por sus vicios, cae en invalidez; por su parte, el
    decaimiento se produce por la afectación que en sus presupuestos sufre
    un determinado acto que es totalmente válido, sin que sea necesario
    recurso o acción alguna.
   El decaimiento y el retiro: en términos generales, el decaimiento se
    diferencia con el retiro en virtud de que este último se produce
    necesariamente por una manifestación de voluntad de la autoridad,
    destinada a terminar con el acto administrativo y por ende con sus
    efectos, cuestión que, como vimos previamente, no se produce con el
    decaimiento; es más, es necesario, para que exista decaimiento, que no
    exista voluntad de la Administración destinada a terminar con él –
    cuestión que la diferencia no sólo con el retiro, sino con la generalidad de
    las figuras extintivas-.
    Sumado a lo anterior, y siguiendo el distingo que hicimos al tratar esta
    figura, el decaimiento con el mero retiro se diferencian en que éste último
    no llega a producir ningún efecto jurídico, cuestión totalmente distinta a lo
    que ocurre con el decaimiento. Pero son quizás las diferencias con las
    figuras del retiro propiamente tal –revocación e invalidación- que se hace
    interesante hacer un tratamiento más acabado al respecto. Creemos
    necesario hacer dicha diferenciación en virtud de que una parte no menor
                                                                         222
       de la doctrina administrativa cree que el decaimiento es una figura
       intermedia entre revocación e invalidación, privándola por ende de su
       carácter autónomo.
       Esto porque se asimila a la revocación, en que el acto administrativo
       revocado o decaído llega a dicho estado en virtud de una situación
       posterior a su nacimiento –nacimiento que en ambos casos es
       absolutamente “sano”-, es decir, existe un motivo superviniente, pero
       diverso en uno y otro, ya que en el primero existe un demérito
       superviniente y en el segundo una ilegitimidad o inutilidad sobreviniente.
       Con la invalidación se parece en que en ésta el acto se extingue para
       restablecer el orden quebrantado, producido por un desacuerdo entre
       norma y acto; en cambio, en el decaimiento, la extinción no se produce
       por dicho desacuerdo.
       Entendiendo ya las similitudes entre las figuras de retiro propiamente tal
       con el decaimiento, pasemos a sus diferencias238:
              El decaimiento y la revocación: en cuanto al origen de ambas, el
               decaimiento se produce, como ya hemos dicho, por la
               concurrencia de una circunstancia ajena a la voluntad de la
238
   En este punto nos basamos en lo planteado por: OLGUÍN JUÁREZ, Hugo. 1961. Extinción
de los actos administrativos. Revocación, Invalidación y Decaimiento, en: Seminarios de
Derecho Público, Nº8”, Santiago, Chile, Editorial Jurídica de Chile y SAYAGUÉS LASO,
Enrique. 1961. Tratado de Derecho Administrativo, Uruguay, Editorial Talleres Bianchi-Altuna.
                                                                                         223
    Administración que afecta un presupuesto de hecho o de derecho
    que es esencial para que el acto administrativo exista como tal; en
    cambio, en la revocación existe una manifestación de voluntad de
    la autoridad administrativa tendiente a extinguir la eficacia de un
    acto administrativo, en virtud de que ella ha entendido que dicho
    acto produce efectos contrarios al interés público actual. Esto a su
    vez conlleva que se entienda que el fundamento de una y otra sea
    distinto: para el decaimiento es una inutilidad o ilegitimidad
    sobreviniente, para la revocación, un demérito originado con
    posterioridad al nacimiento del acto.
    Sumado a lo anterior están los efectos que el pronunciamiento
    administrativo tiene en uno y otro caso, esto porque en el caso del
    decaimiento inicialmente se discute si es necesario dicho
    pronunciamiento y, en caso de serlo, sólo tendría efectos
    meramente declarativos; por su parte, en la revocación tiene
    efectos constitutivos, lo cual a su vez deriva en que en el primero
    los efecto sean sólo hacia futuro, y no desde siempre como en la
    revocación.
   El decaimiento y la invalidación: una diferencia esencial entre
    ambas figuras es el hecho de que sólo pueden decaer actos
    jurídicamente válidos, en cambio, la invalidación se produce –
                                                               224
          como se puede derivar de su nombre- sólo en actos inválidos, es
          decir, actos a los cuales les aquejan vicios producidos en el
          nacimiento mismo del acto. De lo anterior podemos derivar que la
          invalidación, a diferencia del decaimiento, necesariamente debe
          ser declarada y sólo desde ese instante comenzará producir sus
          efectos, por lo que ella se genera a consecuencia de un acto
          administrativo invalidatorio, cuestión muy distinta a lo que ocurre
          con el decaimiento.
   El decaimiento y la caducidad: la figura del decaimiento se diferencia de
    la caducidad esencialmente en los siguientes aspectos: para que haya
    caducidad es menester que exista un incumplimiento por parte del
    interesado o administrado, lo cual conlleva a su vez que el acto
    administrativo dictado previamente por la autoridad se extinga; en
    cambio en el decaimiento, el elemento central es la existencia de una
    circunstancia de hecho o de derecho que afecte un presupuesto esencial
    del acto administrativo. A su vez, el acto que se declara caduco debe
    haber estado afecto a un plazo extintivo y a una condición resolutoria,
    cuestión que no se da en el decaimiento. Y finalmente, la caducidad
    necesariamente debe ser declarada por la autoridad.
                                                                         225
        II.1.b.vii. Efectos del decaimiento.
        A este respecto debemos entender que el efecto esencial, primario y
característico de esta figura es la extinción –nunca la suspensión- de un acto
administrativo originariamente válido, en virtud de que los presupuestos que
motivaron su dictación fueron alterados, lo cual conlleva que cesen en forma
definitiva sus efectos239.
        Sin embargo, la claridad de la afirmación antes expuesta, no es tal
cuando se busca responder a la pregunta ¿desde cuándo se producen dichos
efectos extintivos? En la doctrina, es unánime la opinión respecto a que éstos
sólo se producen a futuro. Así lo deja en evidencia don Patricio Aylwin Azocar –
idea reproducida por variados autores-, el cual entiende que el decaimiento sólo
produce efectos “ex nunc”, diferenciándose así de figuras como la anulación o
invalidación, los cuales producen efectos “ex tunc”. Pero la problemática surge
debido a que ciertos autores plantean la necesidad de hacer distingos
dependiendo del acto en cuestión, mientras que otros afirman que dicha
239
    Esta idea, según Piccinini, nos permite ya diferenciar a esta figura con otras extintivas, como
la revocación, ya que esta última sólo motiva a la Administración a dejar sin efecto el acto, por
ende no es una figura “autosuficientemente extintiva”.
                                                                                              226
declaración es meramente certificatoria y que por ende no influye en la
temporalidad de los efectos del decaimiento.
       Dentro de aquellos que creen necesario hacer ciertas distinciones, está
Olguín Juárez, el cual plantea que en aquellos actos en que la causa del
decaimiento es una circunstancia de hecho, no será necesaria declaración
alguna para que el decaimiento comience a surtir sus efectos; en cambio,
cuando la circunstancia generadora del efecto es de derecho, sí sería necesaria
la declaración, sin perjuicio de que los efectos extintivos no se producirán desde
dicha declaración, sino desde que ha ocurrido la circunstancia de derecho
extintiva, lo cual podría entenderse como que dicha declaración tiene efectos
retroactivos. En cambio, en la otra vereda, se encuentran autores como
Piccinini y Sayagués Laso, los cuales creen que desde el momento en que se
alteran los presupuestos del acto administrativo, el decaimiento simplemente se
produce, sin más; y el hecho de que se pueda exigir por la ley que dicha
cuestión se declare o verifique, sólo tienen como finalidad otorgar certeza
jurídica.
       Pero dicho efecto extintivo inicial, al entender que nuestra realidad
jurídica corresponde a una serie concatenada e interrelacionada de actos
jurídicos sucesivos, no sólo afectará al acto propiamente tal, sino también a
aquellos que dependían de dicho acto. Así, siguiendo con el ejemplo antes
                                                                      227
planteado, si el sujeto se ve imposibilitado de poder instalar su botillería –efecto
principal- se verá en consecuencia privado tanto de los beneficios económicos
que ella le pudiese otorgar, como de las obligaciones que ella crea –efecto
secundario-.
                                  II. Capítulo 2.
       La extinción de los procedimientos administrativo- sancionatorios.
        El artículo 40 de la ley Nº 19.880 y la ausencia del decaimiento
                           como medio de finalización.
      El Capítulo II de la Ley Nº 19.880 –artículos 18 y siguientes- regula
sistemáticamente el desarrollo general de todo procedimiento administrativo en
cuatro párrafos, estableciéndose en el primero de ellos un conjunto de normas
básicas –dentro de las cuales se cuenta lo que debemos entender por
procedimiento administrativo, y el destacado artículo 24 ya estudiado
profusamente en páginas anteriores-, para luego enfocarse, en los tres párrafos
restantes, en las tres grandes etapas que forman dicho tipo de procedimientos:
la etapa de iniciación –Párrafo 2º-, la de instrucción –Párrafo 3º- y la de
                                                                                228
finalización –Párrafo 4º-. Para nuestro análisis, lo relevante se encuentra en
este último, es decir, en la etapa de “Finalización del Procedimiento”.
          Como bien señala el artículo 40 de la ley, el procedimiento administrativo
puede terminar por diversas causas: “…la resolución final, el desistimiento, la
declaración de abandono y la renuncia […]. / También producirá la terminación
del procedimiento la imposibilidad material de continuarlo por causas
sobrevinientes…”240, a las cuales podemos agregar la aplicación del silencio de
los artículo 64 y siguientes del mismo cuerpo legal que, a pesar de no incluirse
en esta enumeración, la ley sí lo establece en forma expresa.
          De lo anterior, inmediatamente podemos entender que, sin perjuicio de
que la regla general en cuanto a la forma de terminación del procedimiento será
el que exista una resolución final –condenatoria o absolutoria, para el caso de
los procedimientos sancionatorios de la Aministración-, no es menos cierto que
se reconocen también otras formas diversas de terminación de ellos. Todas
estas formas extraordinarias de conclusión igualmente implican una resolución
administrativa que establezca, indefectiblemente, el término de éste 241.
240
      Artículo 40, Ley Nº 19.880.
241
   Esto, sin perjuicio de que en los casos en que se aplique el silencio positivo podríamos
entender que no existe una resolución que tenga tal carácter.
                                                                                       229
      Pero, como vemos, no se incluye ni en forma directa ni indirecta al
“decaimiento del procedimiento administrativo-sancionador” dentro de las
normas en comento como una forma más de finalización de los procedimientos
administrativos. Y es necesario que sea la propia ley la que establezca dichos
mecanismos porque cuando hablamos de las formas de terminación que tienen
los procedimientos administrativos, nos estamos refiriendo sin duda a normas
“bases”, por lo que, a nuestro juicio, se hace aplicable el mandato constitucional
contenido en el artículo 63 Nº 18 que establece que: “Artículo 63: Son materias
de ley: Nº 18. Las que fijen las bases de los procedimientos que rigen los actos
de la Administración pública”, el cual nos obliga en dicho sentido.
       A su vez, y a mayor abundamiento, la casi unanimidad de la doctrina,
siguiendo la disposición antes planteada, cree que los mecanismos de
conclusión sólo pueden establecerse por ley, por lo que sería inaplicable un
medio diverso a los expresamente señalados. Además, como veremos
posteriormente, en él no existe una resolución administrativa que declare la
terminación del procedimiento por decaimiento.
      Sin querer adentrarnos, en este punto, en el estudio del decaimiento de
los procedimientos administrativo-sancionatorios, pero dejando claramente
establecido el hecho de que él no se encuentra expresamente señalado en la
                                                                              230
ley Nº 19.880, ni en otra diversa, es que a continuación pasaremos al estudio
de este acápite.
                                  II. Capítulo 3.
     El Decaimiento de los Procedimientos Administrativo- sancionatorios.
                                 Generalidades.
      En páginas anteriores, y en reiteradas ocasiones, hemos dicho que
tradicionalmente se ha entendido que los plazos para la Administración no son
fatales, es decir, que la violación que respecto de ellos pueda llevar a cabo la
autoridad pública, no afectará en lo más mínimo la validez jurídica del mandato
dictado por ella, por lo que dicho acto producirá sus efectos sin alteración
alguna; todo esto, sin perjuicio de la posible sanción que, por el retraso, pudiere
recaer sobre el funcionario responsable la cual, a modo de que no quepan
dudas -reiteramos-, no afectará al acto en sí. Dicha idea, a pesar de las críticas
que puedan hacérsele, en general, no está en discusión.
                                                                               231
          Sin embargo, dicha situación se ha visto afectada. Esto porque el día 28
de diciembre de 2008, la Tercera Sala Constitucional de la Ilustrísima Corte
Suprema dictó un fallo242 –a lo menos- innovador, sorpresivo y rupturista. Esto
porque, ante la tardanza de más de cuatro años por parte de la
Superintendencia de Electricidad y Combustibles en la resolución de los
descargos presentados por un administrado ante ella, la máxima judicatura
entendió –por una serie de argumentos que posteriormente desarrollaremos-
que con ello se producía el “Decaimiento del Procedimiento Administrativo-
sancionador”, mecanismo de extinción de los procedimientos administrativo-
sancionatorios que, como ya vimos, no se encuentra consagrado como tal en
nuestra legislación y que ni la propia doctrina nacional había tratado de la forma
en como lo hizo la Corte.
          Como se puede deducir, de esta situación se generaron una serie de
discusiones que, con la masificación de este tipo de sentencias en los años
venideros243, se han hecho cada vez más recurrentes debido esencialmente a
242
   Nos referimos al fallo dictado por la 3ª Sala de la Corte Suprema en la Causa Rol Nº 8682-
2009 “Superintendencia de Electricidad y Combustibles con Shell Chile S.A.C.I.”.
243
   Dentro de este grupo, los fallos provenientes de la Corte Suprema que, entre los años 2008
y 2013, han aplicado esta teoría son, en orden de su fecha de dictación, los siguientes:
         Causa Rol Nº 8682-2009 “Superintendencia de Electricidad y Combustibles con Shell
          Chile S.A.C.I.”;
         Causa Rol Nº 7284-2009 “Superintendencia de Electricidad y Combustibles con
          Sistema de Transmisión del Sur S.A.”;
                                                                                         232
los efectos que un pronunciamiento de este tipo tiene en los diversos
procedimientos administrativo-sancionatorios, más si este proviene del
mismísimo máximo tribunal de nuestro país.
      Causa Rol Nº 7502-2009 “Superintendencia de Electricidad y Combustibles con Frontel
       S.A.”;
      Causa Rol Nº 4922-2010 “Superintendencia de Electricidad y Combustibles con Luz
       Parral S.A.”;
      Causa Rol Nº 4923-2010 “Superintendencia de Electricidad y Combustibles con Luz
       Linares S.A.”;
      Causa Rol Nº 5228-2010 “Superintendencia de Electricidad y Combustibles con
       Compañía Eléctrica del Litoral”;
      Causa Rol Nº 9078-2009 “Superintendencia de Electricidad y Combustibles con Colbún
       S.A.”;
      Causa Rol Nº 2344-2010 “Superintendencia de Electricidad y Combustibles con
       Empresa Eléctrica Pehuenche S.A.”;
      Causa Rol Nº 2090-2010 “Superintendencia de Electricidad y Combustibles con Endesa
       S.A”;
      Causa Rol Nº 5180-2010 “Superintendencia de Electricidad y Combustibles con
       Empresa Eléctrica Casablanca S.A.”;
      Causa Rol Nº 6538-2010 “Superintendencia de Electricidad y Combustibles con Colbún
       S.A.”;
      Causa Rol Nº 8387-2010 “Superintendencia de Electricidad y Combustibles con
       Generadora Eléctrica Sauce Los Andes S.A.”.
                                                                                      233
       II.3.a. “Superintendencia de Electricidad y Combustibles con Shell Chile
               S.A.C.I.”, el primer caso cuya sentencia aplica la teoría del
               Decaimiento de los Procedimientos Administrativo-sancionatorios.
               Antecedentes Previos.
       Creemos necesario, para lograr una acabada comprensión de los
elementos que motivaron este caso, el contextualizar –en términos generales, y
siempre en consideración a los fines que perseguimos en este estudio- el
recorrido que dicha causa tuvo, primeramente en sede administrativa, y luego
en sede de Corte de Apelaciones, para luego, y basado en esos antecedentes,
exponer, analizar y criticar fundadamente la decisión de la Corte Suprema.
Además, la totalidad de los fallos que hasta ahora se han referido al
decaimiento de los procedimientos administrativo-sancionatorios244, lo han
244
    Existen otro conjunto de fallos dictados por la Corte Suprema que, en términos esenciales,
también aplican esta teoría, pero lo hacen existiendo ciertas diferencias, tanto en los hechos
como en el derecho, lo cual nos mueve a no incluirlas dentro de este análisis.
En ellas se plantea lo que podríamos entender como una variante del decaimiento de los
procedimientos administrativo-sancionatorios llamada, por la propia Corte, como “Decaimiento
del Procedimiento Ejecutivo Especial de Cobro de Impuestos”, la cual, como se deja entrever
por su denominación, se encuentra vinculada a la actividad tributaria de la autoridad pública.
Aquí, al igual que en el decaimiento del procedimiento que estudiamos, existe un largo tiempo –
más de tres años- en que existe inacción por parte de la Administración, lo cual hace decaer el
procedimiento. Las diferencias radican esencialmente en los presupuestos fácticos que motivan
la actuación de la autoridad, como a su vez el “criterio rector” que la judicatura utiliza para
fundamentar su fallo –ver, por ejemplo, el Considerando 16º de la Sentencia Rol Nº 1205-2010
“Fisco de Chile, Tesorería Regional de Antofagasta con Yáñez Iriarte, Marisel”- , además de una
serie de otros distingos que no es del caso profundizar en este estudio.
En cuanto a las sentencias propiamente tales, ellas son principalmente las siguientes:
                                                                                          234
hecho en virtud de presupuestos de hecho y de derecho muy similares a los de
este caso en particular, por lo que su exposición y estudio servirá a su vez para
el análisis que de las demás sentencias también haremos a continuación.
       Con fecha 7 de octubre del año 2004, la Superintendencia de Electricidad
y Combustibles, formuló un conjunto de cargos a la empresa Shell Chile
S.A.C.I. por haber violado una serie de disposiciones contenidas tanto en el
Decreto de la Secretaría General de la Presidencia Nº 58/2004, como también
en el Decreto del Ministerio de Economía Nº 90/1996. Ante esto, la empresa
evacuó en tiempo y forma sus descargos ante la misma autoridad.
       Luego de ello, transcurrieron exactamente cuatro años, dos meses y
veintiocho días hasta que la Superintendencia aludida, por medio de la
Resolución correspondiente, aplicara una multa igual a cincuenta Unidades
Tributarias Mensuales a la empresa Shell.
      Causa Rol Nº 8420-2009 “Fisco de Chile con Paez, Pelayo”
      Causa Rol Nº 4777-2010 “Tesorería Regional de Antofagasta Fisco de Chile con Flota
       Barrios S.A.”
      Causa Rol Nº 1205-2010 “Fisco de Chile, Tesorería Regional de Antofagasta con Yáñez
       Iriarte, Marisel”
      Causa Rol Nº 3129-2011 “Tesorería General de la República con Morales Niklischek
       Marcia Daniela”
      Causa Rol Nº 2577-2012 “Tesorería Regional de Aysén con Rossel Vargas, Benjamin”
      Causa Rol Nº 7135-2012 “Maderera Fénix Ltda. Con Servicio de Impuestos Internos”.
                                                                                      235
        Ante dicha sanción, y en búsqueda de dejar sin efecto o, al menos,
disminuir la multa aplicada, es que el particular dedujo recurso de reclamación
ante la Corte de Apelaciones de Santiago, en virtud del derecho que le asistía
en el inciso 1º del artículo 18 A de la Ley Nº 18.140245. Este recurso lo
fundamentó, esencialmente en el hecho de que, en virtud de la parte final del
inciso 4º del artículo 17246 de la misma ley, la Superintendencia habría violado
el plazo máximo otorgado para resolver los descargos. A mayor abundamiento,
agregó que, en virtud de diversa doctrina y jurisprudencia, las faltas
administrativas serían asimilables a las penales y por ende, y a falta de plazo
expreso de prescripción para las primeras, se aplicaría el establecido para las
segundas –seis meses-; y, refiriéndose al fondo del asunto, señaló que ella no
tenía responsabilidad en los hechos denunciados.
        Por su parte, la Superintendencia solicitó a la Corte el rechazo del
recurso, basándose, entre otros argumentos, en que la aplicación de las normas
245
    Inciso 1º, artículo 18 A de la Ley Nº 18.410 que Crea la Superintendencia de Electricidad y
Combustibles: “En contra de las resoluciones de la superintendencia que apliquen sanciones,
se podrá interponer el recurso de reposición establecido en el artículo 9º de la ley Nº 18.575, en
el plazo de cinco días hábiles contado desde el día siguiente a la notificación de la resolución.
La Superintendencia dispondrá de diez días hábiles para resolver.
246
     Inciso 4º, parte final , artículo 17 de la Ley Nº 18.410 que crea la Superintendencia de
Electricidad y Combustibles: “…el pronunciamiento anterior –haciendo referencia a la resolución
que falle el procedimiento administrativo- se hará dentro de los 30 días de evacuada la última
diligencia ordenada en el expediente.”
                                                                                             236
penales sin más en lo administrativo, no era posible, por lo que el plazo de seis
meses no debía ser tomado en cuenta.
       Con todos estos antecedentes, es que la Octava Sala de la Corte de
Apelaciones de Santiago247 acogió dicho recurso basado en que sí sería
aplicable el plazo de seis meses esgrimido por la recurrente ya que, a falta de
norma expresa, y tomando en cuenta que los principios penales regirían en
materia administrativo-sancionadora -en virtud de ser ambos la manifestación
única del ius puniendi propio del Estado-, dicho plazo se encontraría largamente
cumplido, lo cual dejaría sin efecto la multa impuesta.
       Respecto a la decisión en sede administrativa, no es mucho lo que
podemos señalar, salvo el hecho de que el tiempo transcurrido entre los
descargos y la determinación de la sanción por parte de la Superintendencia, es
muy extenso lo cual, ya a simple vista, podría, a lo menos, entenderse que
perturba ciertos derechos del particular administrado.
       Pero es la sentencia dictada por la Corte de Apelaciones de Santiago, la
que nos llama mayormente la atención. Esto porque creemos totalmente errada
la aplicación directa de las normas penales en materia administrativo-
247
   Sala que, al producirse la vista de la causa, se encontraba integrada por los abogados
señora Clara Carrasco, señor Juan Muñoz y señor Jorge Lagos.
                                                                                     237
sancionadora, sea ésta del carácter que sea. Como dijimos en páginas
anteriores, cierto es que tanto el Derecho Penal como el Administrativo-
sancionador, son manifestación de un único ius puniendi del Estado, y que en el
segundo se hace aplicación, por regla general, de los principios del primero. No
obstante, esta aplicación no trasciende a la utilización directa de las normas de
una área a otra –recordemos que, siguiendo a Nieto, esto lo llamamos el
“contrabando” de las normas penales a lo administrativo-sancionador-, ya que
ambas son construcciones jurídicas hermanadas, pero diversas en su
contenido, lo cual no hace posible este “trasvasije” de normas que intenta
hacer, en este caso, la Corte de Apelaciones de Santiago, y que es avalada por
ciertos autores.
      Dentro de dicho grupo de autores que apoyan este tipo de decisiones, se
encuentra, por ejemplo, Alejandro Parodi Tabak, el cual, hablando precisamente
del caso en cuestión, señala: “En efecto, pareciera ya no existir mayor
discusión, salvo ciertos matices, en cuanto a que los principios y normas del
Derecho Penal –muchos de ellos plasmados en el Código penal y otros, incluso,
en la Constitución-, son aplicables al derecho administrativo sancionador, en
ausencia de norma expresa en contrario. Por esa razón, concordamos con el
fallo de primera instancia –refiriéndose al fallo de la Corte de Apelaciones que
aquí tratamos- en aquella parte en que concluye que los plazos de prescripción
                                                                             238
del Código Penal –y particularmente el de seis meses previsto para las faltas-
son aplicables al ejercicio de la potestad sancionadora de la Administración”248.
       En síntesis, podemos establecer que en el recorrido que dicho caso tuvo,
tanto en sede administrativa, pero especialmente en sede jurisdiccional ante la
Corte de Apelaciones –en primera instancia-, tiene una serie de particularidades
que, a lo menos, son llamativas y abren la discusión respecto a la decisión de la
autoridad, punto en el cual nosotros expusimos nuestra visión y nuestros
reparos. Pero, a pesar de la relevancia de lo hasta aquí expuesto, es la decisión
de la Corte Suprema la que marca un antes y un después en la resolución de
este tipo de casos.
248
   PARODI TABAK, Alejandro. 2010. Ineficacia de multa por demora excesiva de la
Administración en resolver el Procedimiento Sancionatorio, en: Sentencias Destacadas 2009:
Una mirada desde la perspectiva de las políticas públicas, Santiago, Chile, Editorial Libertad y
Desarrollo, p. 244. La cursiva es nuestra.
                                                                                           239
          II.3.b. “Superintendencia de Electricidad y Combustibles con Shell Chile
                S.A.C.I.”, el primer caso cuya sentencia aplica la teoría del
                Decaimiento de los Procedimientos Administrativo-sancionatorios.
                La decisión de la Ilustrísima Corte Suprema.
          En diciembre de 2008, la Corte Suprema falla la apelación interpuesta en
contra de la resolución de primera instancia que acogía el recurso y que por
ende, había declarado improcedente la multa impuesta. Dicho decisión,
primeramente, dejó sin efecto los fundamentos, esgrimido por la Corte de
Apelaciones, referentes a la aplicación del artículo 94 del Código Penal en
materia administrativo-sancionadora, para luego explayarse en una serie de
fundamentos que dan sustento a su decisión y que pasamos a ver a
continuación:
         La   Razonabilidad:   en   el   Considerando      1º,   la   Corte   establece
          inmediatamente un elemento que es clave en todo el fundamento que
          posteriormente desarrolla: “Que la Superintendencia de Electricidad y
          Combustibles dejó transcurrir cuatro años, dos meses y veintiocho días
          sin resolver los descargos formulados por la empresa reclamante, plazo
          que excede todo límite de razonabilidad…”249. Si nos remitimos a lo que
249
  Considerando 1º, párrafo 1º, Causa Rol Nº 8682-2009, “Superintendencia de Electricidad y
Combustibles con Shell Chile S.A.C.I”
                                                                                      240
          la RAE nos plantea como definición de razonable, vemos que dicho
          concepto debemos entenderlo como aquello que es “Adecuado.
          Conforme a la razón. / Proporcionado o no exagerado.”, cuestión que
          coincide claramente con el hecho de que el proceso se haya prolongado
          exageradamente. Como vimos en la I Parte de este estudio, la
          determinación de lo temporalmente razonable depende de una serie de
          factores de cada caso en particular y, en este caso no es distinto: la
          Superintendencia ya había estudiado todos los antecedentes del proceso
          y, en base a ellos, había sancionado. Entonces, ¿por qué demora tanto
          en resolver los descargos hechos por el particular? ¿será necesario
          estudiar el asunto por más de cuatro años para, recién ahí, emitir una
          decisión? creemos que no.
         El Debido Proceso: en el mismo Considerando 1º, pero en su párrafo
          segundo, la Corte se refiere a este principio, señalando que: “Así en
          efecto, la tardanza inexcusable de la Superintendencia de Electricidad y
          Combustibles afectó en primer término el principio del debido proceso,
          pues resulta indudable que para que nos encontremos ante un
          procedimiento racional y justo la sentencia debe ser oportuna”250.
          Creemos que este es el fundamento clave sobre el cual se sustenta la
250
   Párrafo 2º, Considerando 1º, Sentencia Causa Rol Nº 8682-2009 “Superintendencia de
Electricidad y Combustibles con Shell Chile S.A.C.I.”
                                                                                 241
        decisión del tribunal. La importancia del debido proceso –que ya dejamos
        fuertemente establecida en la I Parte de este estudio-, su consagración
        constitucional,      su aplicación en todo procedimiento administrativo,
        incluyendo a los sancionatorios, y el contenido del mismo –en donde,
        como señalamos, se encuentra el que la resolución de la autoridad debe
        ser dentro de un plazo razonable- dejan en evidencia que su violación,
        por más que no tenga aparejada sanción expresa, si debe producir algún
        efecto dentro del procedimiento en cuestión; no por nada estamos en
        presencia de un derecho fundamental pero, de ahí a que dicho efecto
        sea el decaimiento, es discutible.
        Igualmente creemos que es importante destacar el hecho de que el
        análisis que la Corte hace a este respecto comience con un estudio de lo
        que la Constitución señala. Esta forma de fundamentar ciertamente
        favorece una aplicación jerarquizada y sistémica del ordenamiento
        jurídico, además de “…fortalecer nuestro Estado de Derecho y la plena
        vigencia     de    los   principios     de    eficacia    directa    y   supremacía
        constitucional.”251
251
   PARODI TABAK, Alejandro. 2010. Ineficacia de multa por demora excesiva de la
Administración en resolver el Procedimiento Sancionatorio, en: Sentencias Destacadas 2009:
Una mirada desde la perspectiva de las políticas públicas, Santiago, Chile, Editorial Libertad y
Desarrollo, p.250.
                                                                                            242
         Los principios de eficacia y eficiencia administrativa: en el Considerando
          2º252 de la sentencia, la Corte establece que con los más de cuatro años
          transcurridos entre descargos y sanción, se han vulnerado dos grandes e
          importantes principios de expresa consagración legal: la eficacia y
          eficiencia administrativa, ambos contenidos en el artículo 3º inciso 2º de
          la Ley Nº 18.575. Respecto a lo que entendemos por cada uno de ellos,
          nos remitimos a lo que en la I Parte expusimos.
          Pero el tratamiento que de ellos hace la sentencia es sistémico, ya que
          no sólo se contenta con señalar la norma que los consagra, sino que los
252
    Considerando 2º: “Que, asimismo, se ve vulnerado el principio de la eficacia y eficiencia
administrativa, consagrado en diversas disposiciones de la Ley Orgánica Constitucional de
Bases Generales de la Administración del Estado.
El artículo 3º inciso 2º dispone que “La Administración del Estado deberá observar los principios
de responsabilidad, eficiencia, eficacia, coordinación, impulsión de oficio del procedimiento,
impugnabilidad de los actos administrativos, control, probidad, transparencia y publicidad
administrativas, y garantizará la debida autonomía de los grupos intermedios de la sociedad
para cumplir sus propios fines específicos, respetando el derecho de las personas para realizar
cualquier actividad económica, en conformidad con la Constitución Política y las leyes”.
Por su parte, el artículo 5º inciso 1º señala que “Las autoridades y funcionarios deberán velar
por la eficiente e idónea Administración de los medios públicos y por el debido cumplimiento de
la función pública”.
El artículo 11 de la misma ley relaciona la eficiencia y eficacia con la oportunidad en que se
realiza la actuación administrativa al disponer que “Las autoridades y jefaturas, dentro del
ámbito de su competencia y en los niveles que corresponda, ejercerán un control jerárquico
permanente del funcionamiento de los organismos y de la actuación del personal de su
dependencia.
Este control se extenderá tanto a la eficiencia y eficacia en el cumplimiento de los fines y
objetivos establecidos, como a la legalidad y oportunidad de las actuaciones”.
Y por último, el artículo 53 vincula los principios de eficiencia y eficacia con la probidad
administrativa al establecer que “El interés general exige el empleo de medios idóneos de
diagnóstico, decisión y control, para concretar, dentro del orden jurídico, una gestión
eficiente y eficaz. Se expresa en el recto y correcto ejercicio del poder público por parte de las
autoridades administrativas; en lo razonable e imparcial de sus decisiones; en la rectitud de
ejecución de las normas, planes, programas y acciones; en la integridad ética y profesional de
la Administración de los recursos públicos que se gestionan; en la expedición en el
cumplimiento de sus funciones legales, y en el acceso ciudadano a la información
administrativa, en conformidad a la ley”.
                                                                                             243
vincula con una serie de otras disposiciones que lo que hacen es
otorgarle un mayor contenido e importancia dentro de la actividad
administrativa. Así, es que primero los enlaza con el artículo 5º, inciso 1º,
luego con la idea de oportunidad de la actuación administrativa, recogida
-según la sentencia- en el artículo 11 de la ley, y finalmente con el
artículo 53 que se refiere a la probidad administrativa –según la
sentencia-. Destacamos el hecho de que sea la propia sentencia la que
hace remisión a estos artículos y en particular al 11 y 53, porque ello es
errado: estos artículos no consagran lo que, según la máxima autoridad
judicial del país, en ellos se dice. La remisión debió haber sido a los
artículos 10 –en vez del 11- y 55 –en vez del 53-. Dicho error, ya de por
sí muy grave, se acrecienta a consecuencia de que todas las sentencias
posteriores que tratan el decaimiento dictadas por este tribunal, lo
cometen también.
Dejando de lado lo último, y centrándonos en el fondo de lo aquí tratado,
creemos que si es posible entender que con la excesiva dilación dichos
principios se encontrarían afectados; la eficacia y eficiencia tienen una
evidente vinculación con la utilización correcta de los recursos, en tiempo
y forma. El problema es que, ni la ley, ni tampoco esta sentencia,
establecen lo que entienden por dichos principios. Por ende, ¿cómo la
judicatura va a señalar que se ven vulnerados ambos principios cuando
ni el legislador ni ella misma establecen que debemos entender por cada
                                                                    244
          uno de ellos? Es más, ni siquiera se remite a alguno de los tantos
          conceptos doctrinarios que, en diversas publicaciones administrativas, se
          hacen sobre ellos. Solo hace una repetición infructuosa de cada uno de
          los artículos.
          Así, es imposible negar la debilidad y pobreza que dicho fundamento
          muestra en este caso, cuestión que podría haberse evitado con, al
          menos, una simple elucubración conceptual de ambos.
         Los principios de celeridad, conclusivo e inexcusabilidad: por su parte, el
          Considerando 3º253, establece que también en este caso se han violado
          además otros principios de expresa consagración, en este caso en la Ley
253
    Considerado 3º: “Que, además, la ineficiencia administrativa demostrada con la tardanza
vulnera el principio de celeridad, consagrado en el artículo 7º de la Ley Nº 19.880 sobre Bases
de los Procedimientos Administrativos que dispone que “El procedimiento, sometido al criterio
de celeridad, se impulsará de oficio en todos sus trámites.
Las autoridades y funcionarios de los órganos de la Administración del Estado deberán actuar
por propia iniciativa en la iniciación del procedimiento de que se trate y en su prosecución,
haciendo expeditos los trámites que debe cumplir el expediente y removiendo todo obstáculo
que pudiere afectar a su pronta y debida decisión”.
También vulnera el principio conclusivo establecido en el artículo 8 de la Ley 19.880, pues
desvirtúa el fin último del procedimiento administrativo que consiste en que “la Administración
dicte un acto decisorio que se pronuncie sobre la cuestión de fondo y en el cual exprese su
voluntad”.
Asimismo infringe el principio de inexcusabilidad establecido en el artículo 14 de la citada ley
sobre procedimientos administrativos, que dispone que “La Administración estará obligada a
dictar resolución expresa en todos los procedimientos y a notificarla, cualquiera que sea su
forma de iniciación.
Requerido un órgano de la Administración para intervenir en un asunto que no sea de su
competencia, enviará de inmediato los antecedentes a la autoridad que deba conocer según el
ordenamiento jurídico, informando de ello al interesado.
En los casos de prescripción, renuncia del derecho, abandono del procedimiento o desistimiento
de la solicitud, así como la desaparición sobreviniente del objeto del procedimiento, la
resolución consistirá en la declaración de la circunstancia que concurra en cada caso, con
indicación de los hechos producidos y las normas aplicables”.
                                                                                           245
Nº 19.880 –ya mencionada reiteradamente-. Dicha violación, en palabras
de la propia sentencia, se ha producido por la ineficacia administrativa
que la Superintendencia ha demostrado, afectando así al principio de
celeridad –artículo 7º-, al conclusivo –artículo 8º- y al de inexcusabilidad
–artículo 14-.
Respecto a ello, y entendiendo que la ineficacia se ve reflejada en la
prolongación temporal excesiva en la resolución del conflicto, no
podemos sino estar de acuerdo con que, al menos, algunos de ellos si se
vieron afectados. Vamos por parte:
-Respecto a la celeridad, la conceptualización que la Ley Nº 19.880 hace
de ella es clara. Aquí, las ideas que el inciso 2º del artículo 7º establece
respecto a que los trámites que lleve a cabo la Administración deben ser
“expeditos”, como a su vez el que ella remueva “todo obstáculo que
pudiere afectar a [la] pronta y debida decisión” del conflicto,
evidentemente no se respetan.
Primero porque la autoridad no actuó con la prontitud necesaria, y
además porque, si es que hubieren existido problemas que impidieran el
resolver en tiempo el asunto, la Administración debió haberlo señalado,
ya sea cuando se tramitaba administrativamente el proceso, o en las
defensas que ante la autoridad judicial hizo valer, cuestión que no hizo.
-Respecto al principio conclusivo y al de inexcusabilidad, la cuestión no
es tan clara. Esto porque ambos principios –en este caso- apelarían, en
                                                                    246
          términos generales, a un mismo gran objetivo: el que la Administración
          dicte todas las resoluciones necesarias dentro del procedimiento en
          forma expresa y que, para darlas a conocer a los interesados, éstos sean
          notificados   –principio    de    inexcusabilidad-;      y   dentro     de    dichas
          resoluciones, destaca la decisoria, en la cual la Administración debe
          manifestar su voluntad y así resolver el fondo del asunto –principio
          conclusivo-. En el caso en cuestión, aun cuando lo haga con tardanza, la
          Administración si actúa, dicta sus resoluciones y resuelve el fondo del
          asunto, ¿dónde estaría entonces la infracción de la Superintendencia? La
          sentencia no lo explica, sólo se remite –una vez más- a reproducir los
          artículos respectivos.
         La no fatalidad de los plazos: el máximo tribunal de la República, luego
          de hacerse cargo de los principios que, según ella, se han visto
          transgredidos en el caso, establece, en el Considerando 4º254 una
          cuestión insoslayable: los plazos para la Administración no son fatales.
          Esto lo hemos analizado y criticado en líneas anteriores, sin embargo por
254
    Considerando 4º: “Que lo anterior significa que no obstante que el plazo de 30 días
establecido en el artículo 17 de la Ley Nº 18.410 que crea la Superintendencia de Electricidad y
Combustibles, y el plazo de seis meses mencionado en el artículo 27 de la Ley Nº 19.880 de
Bases de los Procedimientos Administrativos no son plazos fatales, y que en principio su
incumplimiento sólo genera las responsabilidades administrativas correspondientes, la
vulneración abierta de los principios señalados en los considerandos anteriores ha de tener un
efecto jurídico en el procedimiento administrativo”.
                                                                                           247
          muy discutible que pueda ser ello, a nuestro parecer, es una verdad
          establecida en la realidad jurídica nacional.
          Pero, a pesar de lo antes dicho, la Corte establece que la vulneración de
          los   principios   tratados   conlleva   un     efecto   jurídico   dentro   del
          procedimiento administrativo. A nuestro parecer aquí hay un punto
          esencial: cierto es que la ley no establece expresamente algún tipo de
          sanción aparejada a la violación de estos principios, pero no es dable
          entender que su incumplimiento no conlleve efecto alguno, porque si
          fuera así ¿para que el legislador establece deberes a la Administración?
          ¿dichos principios con consagración legal serían solo –como se ha dicho,
          en más de una ocasión, para otros casos a lo largo de nuestra historia-
          normas de carácter meramente “programático”? Creemos que no puede
          ser así.
          Pero aquí nace un gran inconveniente, y que dice relación con cuál sería
          dicho efecto jurídico. El Considerando 5º lo resuelve.
         El Decaimiento del procedimiento administrativo-sancionatorio como
          efecto jurídico de la violación normativa: el Considerando 5º255 de la
255
    Considerando 5º: “Que el efecto jurídico aludido precedentemente, no puede ser otro que
una especie de “decaimiento del procedimiento administrativo-sancionatorio, esto es su
extinción y pérdida de eficacia.
El decaimiento se ha definido como la extinción de un acto administrativo, provocada por
circunstancias sobrevinientes de hecho o de derecho que afectan su contenido jurídico,
tornándolo inútil o abiertamente ilegítimo.
                                                                                       248
          sentencia establece, en términos simples, que la violación de todos los
          principios antes dichos, produce lo que ella llamó como “decaimiento del
          procedimiento administrativo-sancionatorio”. Pero, ¿en qué consiste
          dicha figura? La Corte la definió como “…la extinción de un acto
          administrativo, provocada por circunstancias de hecho o de derecho que
          afectan su contenido jurídico, tornándolo inútil o abiertamente ilegítimo”,
          estableciendo a su vez que la circunstancia de hecho para poder aplicar
          dicha institución en este caso, consistiría en el “…tiempo excesivo
          transcurrido desde la evacuación oportuna de los descargos […] hasta la
          dictación de la Resolución […] que aplicó a la empresa mencionada la
          multa”256.
         La finalidad de la sanción administrativa: y por último, en el
          Considerando 6º257, y con un objetivo reafirmador de la aplicación de la
El elemento de hecho sobreviniente en el caso de autos, es el tiempo excesivo transcurrido
desde la evacuación oportuna de los descargos por parte de Shell Chile Sociedad Anónima
Comercial e Industrial ante los cargos que se le formuló mediante Oficio Ord. Sec. Nº 5618 de 7
de octubre de 2.004, hasta la dictación de la Resolución Nº 00170 que aplicó a la empresa
mencionada una multa de 50 Unidades Tributarias Mensuales, tiempo que alcanzó a 4 años,
dos meses y veintiocho días, lo que ha afectado el contenido jurídico del procedimiento
administrativo tornándolo abiertamente ilegítimo, produciendo su decaimiento y pérdida de
eficacia y la extinción de los actos administrativos de trámite dictados, siendo por lo mismo
ilegal el de término que aplicó la sanción administrativa”.
256
   Respecto de la solución propuesta en este caso por la Corte Suprema, no profundizaremos
en este punto. Esto, porque creemos que la importancia esencial que ella tiene en nuestro
análisis es merecedora de un tratamiento más acabado y, por ende, más extenso que el
esencialmente expositivo que estamos presentando en este acápite. En consecuencia, nos
remitimos a lo que en un punto siguiente tratamos –II.3.d.-.
                                                                                           249
       institución del decaimiento, la Corte entiende que por el transcurso
       temporal excesivo, la multa se ha vuelto inútil, careciendo de eficacia el
       castigo, en virtud de que dicha sanción administrativa tendría
       esencialmente una finalidad preventivo-represora que en este caso ya se
       habría perdido.
       En virtud del fin que la autoridad judicial le otorga a la pena, nacen
       ciertas preguntas claves: ¿El legislador ha establecido -directa o
       indirectamente- que la finalidad del reproche de autoridad administrativa
       sería la argüida por este tribunal?: no; ¿la jurisprudencia es conteste en
       este punto?: no; ¿la doctrina opina, al menos en su mayoría, que la
       sanción administrativa persigue dicho fin?: no, ¿con la tardanza
       excesiva, la sanción realmente perderá el fin atribuido por el tribunal?:
       no. Entonces, ¿de dónde obtiene la Corte Suprema esta conclusión?: lo
       desconocemos.
       Actualmente, dentro del gran campo del Derecho Público Punitivo Estatal
       no existe consenso ni respecto de lo que debemos entender por sanción
257
    Considerando 6º: “Desde otro punto de vista, ha de considerarse que el objeto jurídico del
acto administrativo, que es la multa impuesta, producto del tiempo excesivo transcurrido se
torna inútil, ya que la sanción administrativa tiene principalmente una finalidad preventivo-
represora, con ella se persigue el desaliento de futuras conductas ilícitas similares, se busca
reprimir la conducta contraria a derecho y restablecer el orden jurídico quebrantado por la
acción del transgresor. Después de más de cuatro años sin actuación administrativa alguna,
carece de eficacia la acción, siendo inútil para el fin señalado, quedando vacía de contenido y
sin fundamento jurídico que la legitime.
Asimismo, es abiertamente ilegítima, pues, como se expuso, son manifiestas las vulneraciones
a los principios de derecho administrativo que se producen con la dilación indebida e
injustificada”.
                                                                                           250
       administrativa, ni menos cuál sería la finalidad de ella, por ende, el que el
       tribunal le atribuya sin más dicha finalidad es, a lo menos, discutible.
       Como lo refleja correctamente José Miguel Valdivia: “Hasta donde
       entiendo, todavía no ha muerto la discusión dogmática acerca de las
       funciones de la pena, ni a fortiori acerca de aquellas que cumple la
       sanción     administrativa;    darla    por   zanjada     tan    fácilmente    me
       desconcierta”258. Respecto a que la demora excesiva haga perder el
       supuesto fin preventivo-represor, el autor cree que “…para restablecer el
       orden quebrantado un castigo es siempre tardío, de modo que el atraso
       no frustra ese objetivo (de darlo por bueno). ¿La tardanza de un castigo
       hace perder sentido a la represión? La tramitación de un procedimiento
       busca justamente evitar reacciones que, adoptadas en la inmediatez de
       los hechos, carecerían probablemente de racionalidad. Per se, el tiempo
       no es malo aquí. La pregunta es cuánto atraso es tolerable?”259
       Luego de esta serie de argumentos, la Corte estima que “…en
consecuencia, es ilegal la resolución exenta Nº 00170 –que es la resolución por
medio de la cual la Superintendencia sanciona, después de más de cuatro
años, a Shell-, de 30 de enero de 2009, de la Superintendencia de Electricidad
258
   VALDIVIA, José Miguel. Sobre el Decaimiento del Procedimiento Sancionatorio, [en línea]
<cursos.puc.cl/dmd3515-1/almacen/1300474448_ccarvajf_sec4_pos0.pdf>, [2011], p.3.
259
   VALDIVIA, José Miguel. Sobre el Decaimiento del Procedimiento Sancionatorio, [en línea]
<cursos.puc.cl/dmd3515-1/almacen/1300474448_ccarvajf_sec4_pos0.pdf>, [2011], p. 3.
                                                                                      251
y Combustibles, por decaimiento del procedimiento administrativo sancionador”.
Así, la Corte Suprema estima que, al configurarse los requisitos que ella estima
tiene la aplicación de la teoría del Decaimiento del procedimiento administrativo-
sancionador, ésta queda sin efecto.
       A nuestro entender, y tomándonos de lo planteado por el profesor de la
Universidad de Chile Luis Cordero Vega, lo que con la aplicación del
decaimiento se busca en este caso –y en todos los demás en que la Corte
utiliza esta figura- es “…resolver un genuino problema de política pública en la
Administración: lo intolerable que resulta para un administrado estar sujeto
indefinidamente en el tiempo a la ausencia de resolución de un procedimiento
administrativo que le puede imponer un acto de gravamen como la sanción.” 260
260
    CORDERO VEGA, Luis. 2011. El Decaimiento del Procedimiento Administrativo
Sancionador. Comentarios a las Sentencias de la Corte Suprema del año 2010, en: Anuario de
Derecho Público Universidad Diego Portales, Santiago Chile, Editorial Ediciones UDP, p.244.
                                                                                       252
II.3.c. El aporte de sentencias posteriores que también aplicaron la teoría
       del decaimiento del procedimiento administrativo-sancionador.
       Similitudes y diferencias.
       No sólo la sentencia del caso antes expuesto aplicó esta particular teoría
como mecanismo de solución. Todo lo contrario –y como ya lo dijimos-, en los
años posteriores, han ido dictándose un conjunto de sentencias que, en
términos muy similares, han resuelto conflictos afines.
       Y decimos en términos “muy similares”, porque, existen un gran conjunto
de elementos de hecho y de derecho que son comunes a los del caso
comentado en el acápite exactamente anterior. Dentro de ellos, los principales
son:
      El conflicto se suscita entre la Superintendencia de Electricidad y
       Combustibles y un particular administrado por una violación normativa de
       éste último;
      Que los procedimientos administrativos se inician –a causa de la
       violación antes dicha- de oficio por parte de la autoridad administrativa, y
                                                                               253
          que el paso de estos a la justicia ordinaria se produce en virtud de un
          recurso interpuesto por el particular castigado en contra de la resolución
          sancionatoria.
         Existencia de una dilación excesiva, siempre mayor a dos años261, entre
          la actuación del particular y la dictación de la resolución correspondiente
          por parte de la Superintendencia;
         Que, luego de la etapa administrativa, se pasa a la judicial, en la cual es
          la Corte Suprema la que determina la aplicación del decaimiento, y por
          ende, el dejar sin efecto la sanción impuesta y;
         Aun cuando no es un elemento que en estricto rigor debiese ser tomado
          en cuenta, se encuentra el –denominado por el profesor Cordero Vega-
          “Factor Pierry”, y que se refiere al hecho de que quien –según Cordero-
          ha propiciado la creación y aplicación de esta teoría ha sido el Ministro
          Pedro Pierry Arrau. Así lo refleja, al señalar que “…este caso –
          refiriéndose a las sentencias dictadas por la Corte Suprema que
          resuelven aplicar esta figura- demuestra como en la Corte se ha ido
          instalando un nuevo actor, denominado factor Pierry. Es este Ministro,
261
    Salvo el caso caratulado como “Superintendencia de Electricidad y Combustibles con
Generadora Eléctrica Sauce Los Andes S.A.”, Rol: 8387-2010, en donde la dilación se extendió
por 1 año, 11 meses y 28 días.
                                                                                        254
          quien es un reconocido profesor de Derecho Administrativo, que ha
          llevado a la Corte a dialogar con categorías de Derecho público a partir
          de decisiones legislativas…”262.
          Pero también existen ciertos aspectos distintivos dentro de este gran
grupo de sentencias. Aquellas diferencias que son relevantes para nuestro
estudio, están:
         El hecho de que la dilación excesiva que motiva la aplicación de la teoría
          del decaimiento se produce ya sea:
          -Luego de que el particular realizó sus descargos en tiempo y forma263, o
262
   CORDERO VEGA, Luis. 12 de mayo de 2011. Decaimiento del Procedimiento Sancionador.
El Mercurio Legal.
263
      En este grupo se encuentran:
         Causa Rol Nº 8682-2009 “Superintendencia de Electricidad y Combustibles con Shell
          Chile S.A.C.I.”
         Causa Rol Nº 4922-2010 “Superintendencia de Electricidad y Combustibles con Luz
          Parral S.A.”;
         Causa Rol Nº 4923-2010 “Superintendencia de Electricidad y Combustibles con Luz
          Linares S.A.”;
         Causa Rol Nº 5228-2010 “Superintendencia de Electricidad y Combustibles con
          Compañía Eléctrica del Litoral”;
         Causa Rol Nº 5180-2010 “Superintendencia de Electricidad y Combustibles con
          Empresa Eléctrica Casablanca S.A.”;
         Causa Rol Nº 8387-2010 “Superintendencia de Electricidad y Combustibles con
          Generadora Eléctrica Sauce Los Andes S.A.”.
                                                                                       255
             -Luego de que el particular ha deducido recurso de reposición en contra
             de la resolución que, habiendo conocido de los descargos interpuestos
             por éste, lo sancionó264.
             Es decir, en el primer caso, no existe resolución sancionatoria, mientras
             que en el segundo sí la hay, pero ella no se encuentra firme por existir
             recursos pendientes.
            La aplicación de lo que la Corte llamó el “criterio rector”. Este punto está
             directamente vinculado con lo señalado en la diferencia inmediatamente
             anterior, ya que en aquél grupo de sentencias en las que la dilación se
             produce respecto de la resolución del recurso de reposición, la Corte
             agrega un fundamento adicional265.
264
      En este grupo se encuentran:
            Causa Rol Nº 7284-2009 “Superintendencia de Electricidad y Combustibles con
             Sistema de Transmisión del Sur S.A.”;
            Causa Rol Nº 7502-2009 “Superintendencia de Electricidad y Combustibles con Frontel
             S.A.”;
            Causa Rol Nº 2344-2010 “Superintendencia de Electricidad y Combustibles con
             Empresa Eléctrica Pehuenche S.A.”;
            Causa Rol Nº 6538-2010 “Superintendencia de Electricidad y Combustibles con Colbún
             S.A.”;
            Causa Rol Nº 9078-2009 “Superintendencia de Electricidad y Combustibles con Colbún
             S.A.”;
            Causa Rol Nº 2090-2010 “Superintendencia de Electricidad y Combustibles con Endesa
             S.A”;
265
      Son:
            Considerando 6º, Sentencia Excelentísima Corte Suprema, Causa Rol Nº 7284-2009
             “Superintendencia de Electricidad y Combustibles con Sistema de Transmisión del Sur
             S.A.”;
                                                                                            256
          Dicho fundamento consiste, en términos generales, en el hecho de que,
          la Corte estima que para que se pueda presentar el decaimiento, se debe
          estar a plazos que, dentro del derecho administrativo, puedan asimilarse
          a la dilación excesiva en la resolución del recurso. Es así que hace
          aplicable lo dispuesto en el inciso 1º del artículo 53 de la Ley Nº
          19.880266, respecto de la invalidación de los actos contrarios a derecho,
          el cual tiene un plazo máximo de dos años, contados desde la
          notificación o publicación del mismo.
         Existen, en algunas de estas sentencias, votos disidentes que plantean,
          en algunos casos, propuestas que es necesario tomar en consideración
          en virtud de que, por una parte critican fundadamente la aplicación del
          decaimiento por parte de la Corte, y porque a su vez proponen otro tipo
          de soluciones que, al menos, es necesario considerar.
         Considerando 6º, Sentencia Excelentísima Corte Suprema, Causa Rol Nº 7502-2009
          “Superintendencia de Electricidad y Combustibles con Frontel S.A.”;
         Considerando 8º, Sentencia Excelentísima Corte Suprema, Causa Rol Nº 2344-2010
          “Superintendencia de Electricidad y Combustibles con Empresa Eléctrica Pehuenche
          S.A.”;
         Considerando 6º, Sentencia Excelentísima Corte Suprema, Causa Rol Nº 6538-2010
          “Superintendencia de Electricidad y Combustibles con Colbún S.A.”;
         Considerando 8º, Sentencia Excelentísima Corte Suprema, Causa Rol Nº 9078-2009
          “Superintendencia de Electricidad y Combustibles con Colbún S.A.”;
         Considerando 8º, Sentencia Excelentísima Corte Suprema, Causa Rol Nº 2090-2010
          “Superintendencia de Electricidad y Combustibles con Endesa S.A”.
266
    Artículo 53, inciso 1º, Ley Nº 19.880: “La autoridad administrativa podrá, de oficio o a petición
de parte, invalidar los actos contrarios a derecho, previa audiencia del interesado, siempre que
lo haga dentro de los dos años contados desde la notificación o publicación del acto.”
                                                                                                257
II.3.d. Análisis crítico de la teoría de la teoría del decaimiento del procedimiento
      administrativo-sancionador, como fundamento esencial de la decisión del
      tribunal.
“Que el efecto jurídico aludido precedentemente, no puede ser otro que una
especie de “decaimiento del procedimiento administrativo-sancionatorio”, esto es
su extinción y pérdida de eficacia.
El decaimiento se ha definido como la extinción de un acto administrativo,
provocada por circunstancias sobrevinientes de hecho o de derecho que afectan
su contenido jurídico, tornándolo inútil o abiertamente ilegítimo.
El elemento de hecho sobreviniente en el caso de autos, es el tiempo excesivo
transcurrido desde la evacuación oportuna de los descargos por parte de Shell
Chile Sociedad Anónima Comercial e Industrial ante los cargos que se le formuló
mediante Oficio Ord. Sec. Nº 5618 de 7 de octubre de 2.004, hasta la dictación
de la Resolución Nº 00170 que aplicó a la empresa mencionada una multa de 50
Unidades Tributarias Mensuales, tiempo que alcanzó a 4 años, dos meses y
veintiocho días, lo que ha afectado el contenido jurídico del procedimiento
administrativo tornándolo abiertamente ilegítimo, produciendo su decaimiento y
                                                                                258
pérdida de eficacia y la extinción de los actos administrativos de trámite dictados,
siendo por lo mismo ilegal el de término que aplicó la sanción administrativa”.267
       El establecimiento del decaimiento del procedimiento administrativo-
sancionador –y todo lo que él conlleva en el considerando en el que se
consagra- como mecanismo de solución de conflictos es, por decir lo menos,
llamativo. Lo anterior se debe a una serie de factores que, en algunos casos, ya
hemos abordado tangencialmente, pero que es preciso analizar con
profundidad. Respecto del considerando específico en el cual él se aborda en
las distintas sentencias, dichos elementos de interés a nuestro parecer son:
267
    Considerando 5º, Sentencia Excelentísima Corte Suprema, Causa Rol Nº 8682-2009
“Superintendencia de Electricidad y Combustibles con Shell Chile S.A.C.I.”; Considerando 5º,
Sentencia Excelentísima Corte Suprema, Causa Rol Nº 7284-2009 “Superintendencia de
Electricidad y Combustibles con Sistema de Transmisión del Sur S.A.”; Considerando 5º,
Sentencia Excelentísima Corte Suprema, Causa Rol Nº 7502-2009 “Superintendencia de
Electricidad y Combustibles con Frontel S.A.”; Considerando 5º, Sentencia Excelentísima Corte
Suprema, Causa Rol Nº 4922-2010 “Superintendencia de Electricidad y Combustibles con Luz
Parral S.A.”; Considerando 5º, Sentencia Excelentísima Corte Suprema, Causa Rol Nº 4923-
2010 “Superintendencia de Electricidad y Combustibles con Luz Linares S.A.”; Considerando 6º,
Sentencia Excelentísima Corte Suprema, Causa Rol Nº 5228-2010 “Superintendencia de
Electricidad y Combustibles con Compañía Eléctrica del Litoral”; Considerando 7º, Sentencia
Excelentísima Corte Suprema, Causa Rol Nº 2344-2009 “Superintendencia de Electricidad y
Combustibles con Empresa Eléctrica Pehuenche S.A.”; Considerando 7º, Sentencia
Excelentísima Corte Suprema, Causa Rol Nº 9078-2009 “Superintendencia de Electricidad y
Combustibles con Colbún S.A.”; Considerando 6º, Sentencia Excelentísima Corte Suprema,
Causa Rol Nº 2090-2010 “Superintendencia de Electricidad y Combustibles con Endesa S.A”;
Considerando 5º, Sentencia Excelentísima Corte Suprema, Causa Rol Nº 5180-2010
“Superintendencia de Electricidad y Combustibles con Empresa Eléctrica Casablanca S.A.”;
Considerando 5º, Sentencia Excelentísima Corte Suprema, Causa Rol Nº 6538-2010
“Superintendencia de Electricidad y Combustibles con Colbún S.A.”; Considerando 6º,
Sentencia Excelentísima Corte Suprema, Causa Rol Nº 8387-2010 “Superintendencia de
Electricidad y Combustibles con Generadora Eléctrica Sauce Los Andes S.A.”.
                                                                                         259
   La idea de “efecto jurídico”: cuando, en la parte introductoria del
    considerando correspondiente, se habla que el efecto jurídico derivado
    de   las   diversas    infracciones    normativas   es    el   decaimiento,
    inmediatamente nace la pregunta de por qué la Corte establece esta
    consecuencia, cuando en la ley dicha cuestión no se encuentra
    expresada; esto en virtud de que, como ya lo señalamos anteriormente,
    el artículo 40 de la Ley Nº 19.880 –que es el que establece las causas de
    finalización de los procedimientos administrativos- no lo menciona.
    A nuestro entender, lo discutible de la decisión de la Corte radica
    esencialmente en este punto: esto porque creemos que existen, dentro
    de la normativa nacional, otros institutos que, con expresa consagración
    dentro de nuestro ordenamiento, o que, al menos, son reconocidas por la
    gran mayoría de la doctrina nacional e internacional, permiten igualmente
    producir efecto jurídicos ante la violación de distintas normas legales. Así
    tenemos a la Nulidad de Derecho Público o la Nulidad por Desviación de
    Poder o incluso la Caducidad del Procedimiento como medios idóneos
    de producción de efectos extintivos.
   ¿Decaimiento del procedimiento o decaimiento del acto?: cuando la
    Corte conceptualiza la idea de decaimiento del procedimiento, lo hace
    señalando una definición que se refiere a otra figura, como lo es el
                                                                            260
       decaimiento del acto administrativo. Cierto es que las ideas de
       procedimiento y de acto administrativo están evidentemente enlazadas,
       ya que todo procedimiento está compuesto por una serie de actos que,
       en su conjunto, lo forman; pero aun así, son diversas. Ya la Ley Nº
       19.880 establece claramente dicho distingo al definirlas de forma
       diferente en distintos artículos -18 y 3º respectivamente-, y al hacer una
       regulación propia para cada una de ellas. Es más, como vimos en puntos
       anteriores, los modos de extinción señalados para ellas son distintos. Por
       su parte, cuando la doctrina ha tratado al decaimiento, siempre lo ha
       hecho respecto a los actos administrativos, nunca respecto del
       procedimiento.
       Y en cuanto a la fuente de la definición, la Corte no señala cuál sería el
       autor que, para este caso, se ha consultado. Esto es relevante porque no
       existe unanimidad en la doctrina respecto a cómo debemos entenderla,
       ya que, como dejamos en evidencia, cada teórico que la ha abordado
       más profundamente, lo ha hecho ensalzando aquellos aspectos que, a
       su parecer, la configuran en su núcleo. Sabemos, en virtud del estudio
       que hemos desarrollado en estas páginas, que es la ilustración que doña
       Doris Piccinini García268 ha hecho de esta figura, la que se ha adoptado
268
    Consultar PICCININI GARCÍA, Doris. 1968. Teoría del Decaimiento del Acto Administrativo,
en: Seminarios de Derecho Público, N° 31, Santiago, Chile, Editorial Jurídica de Chile, p. 57 y
58.
                                                                                           261
    en este caso, pero ello, estimamos, es necesario explicitarlo en la
    sentencia.
   El elemento de hecho sobreviniente: cuando la Corte define al
    decaimiento, establece como elemento esencial para que ella se
    produzca, el que exista un elemento, de hecho o de derecho,
    sobreviniente. En cumplimiento de dicho requisito, ella señala que en
    este caso, dicho elemento de hecho es el tiempo excesivo transcurrido
    entre la evacuación de los descargos y la dictación de la resolución
    sancionatoria.
    Es cierto que ha transcurrido mucho tiempo en los casos en comento,
    pero ello no configura por sí mismo un elemento que conlleve la inutilidad
    del procedimiento: ha transcurrido muchísimo tiempo, es innegable; pero
    no ha pasado nada durante su transcurso, es decir, no existe elemento
    de hecho alguno. Es más, si nos remitimos a lo que doña Doris Piccinini
    entiende por “supuesto de hecho sobreviniente” que produce el
    decaimiento, ella señala que es necesario que sea uno de carácter
    indispensable para la validez del acto: ¿el largo tiempo, por su mera
    concurrencia, tiene el carácter de “indispensable”? Al menos es discutible
    y, si la Corte estima que si lo tiene, debió haber explicitado de mejor
    forma las razones que la llevan a dicha conclusión.
                                                                          262
          Además del análisis específico que las sentencias hacen del decaimiento
del procedimiento administrativo-sancionatorio y su aplicabilidad a los casos en
cuestión, existe un grupo de éstas269 –y que son aquellas en que el decaimiento
se basa en la prolongación temporal excesiva existente entre el recurso de
reposición y el fallo del mismo- en que se agrega como fundamento adicional lo
que las sentencias entienden como “criterio rector”.
          En sí, lo que en ellas desea reflejarse es que para poder entender que
estamos ante una prolongación excesiva que deriva en decaimiento, debemos
estar a plazos de figuras similares a la existente en los casos en comento.
Dicha figura similar es la invalidación del artículo 53 de la Ley Nº 19.880. Las
sentencias recurren a ésta interpretación extensiva de la norma, ya que la ley
no fija un plazo dentro del cual se deba fallar el recurso de reposición, cuestión
que si lo hace respecto de la primera –dos años desde la notificación o
publicación del acto-.
269
      Son:
        Considerando 6º, Sentencia Excelentísima Corte Suprema, Causa Rol Nº 7284-2009
           “Superintendencia de Electricidad y Combustibles con Sistema de Transmisión del Sur
           S.A.”;
        Considerando 6º, Sentencia Excelentísima Corte Suprema, Causa Rol Nº 7502-2009
           “Superintendencia de Electricidad y Combustibles con Frontel S.A.”;
        Considerando 8º, Sentencia Excelentísima Corte Suprema, Causa Rol Nº 2344-2010
           “Superintendencia de Electricidad y Combustibles con Empresa Eléctrica Pehuenche
           S.A.”
        Considerando 6º, Sentencia Excelentísima Corte Suprema, Causa Rol Nº 6538-2010
           “Superintendencia de Electricidad y Combustibles con Colbún S.A.”;
        Considerando 8º, Sentencia Excelentísima Corte Suprema, Causa Rol Nº 9078-2009
           “Superintendencia de Electricidad y Combustibles con Colbún S.A.”;
        Considerando 8º, Sentencia Excelentísima Corte Suprema, Causa Rol Nº 2090-2010
           “Superintendencia de Electricidad y Combustibles con Endesa S.A”.
                                                                                          263
      Pero, ¿por qué el máximo tribunal hace dicha interpretación?
Entendemos que ella lo hace principalmente por la necesidad de dar
certidumbre respecto de cuál sería el plazo que la Corte entendería como
necesario para que la figura del decaimiento se presentase en el caso en
concreto. Y ello es de sumo importante: la certeza jurídica es uno de los
principios esenciales del derecho, sobre el cual todos y cada uno de nosotros
desarrollamos nuestra vida en sociedad, por lo que no otorgar claridad respecto
a cuándo estaremos o no estaremos ante el decaimiento del procedimiento, es
un problema de importancia central.
      Otra pregunta que nos nace es por qué se utiliza el plazo de la
invalidación y no el de otras figuras que pertenezcan a ésta rama del derecho.
Creemos que ello se hace principalmente porque la invalidación, al igual que el
decaimiento, es una figura extintiva que, como bien dice la ley, invalida los
actos contrarios a derecho y que procede por una gran razón: la ilegalidad del
mismo. Por su parte, el recurso de reposición en materia administrativa procede
por dos grandes razones: la ilegalidad o la falta de oportunidad del acto
administrativo.
      Por ende, si entendiésemos que es posible reponer, pero no invalidar
estaríamos ante un absurdo en el cual la Administración podría lo más –
reponer- pero no lo menos –invalidar-, cuestión del todo contraria al aforismo
                                                                            264
jurídico que plantea que “quien puede lo más, puede lo menos” –“a maiori ad
minus”-
       Así, y considerando todo lo planteado en este punto, es que la decisión
del tribunal de aplicar la teoría del decaimiento posee ciertas cuestiones que
hacen dudar respecto a la correcta aplicación de la misma en los casos en
cuestión, lo que no hace sino más necesaria la profundización en el estudio de
la figura jurídica como tal, y si es apta su utilización en nuestra realidad jurídica
nacional.
       II.3.e. Un caso particular. La sentencia de la Causa Rol Nº 8387-2010.
       Hasta ahora hemos hecho una exposición y análisis de como la Corte ha
utilizado al decaimiento del procedimiento administrativo-sancionador como un
medio útil para la solución de conflictos derivados de la dilación excesiva del
procedimiento sancionatorio. Y dijimos a su vez que, como uno de los
elementos comunes a todas estas sentencias, era el hecho de que la dilación
                                                                                 265
excesiva observada por la Corte siempre era superior a dos años, salvo un caso
–al menos, aparentemente-.
      Este supuesto caso de excepción, y que llama nuestra atención por las
particularidades que en él se manifiestan, es la sentencia de la Causa Rol Nº
8387-2010 “Superintendencia de Electricidad y Combustibles con Generadora
Eléctrica Sauce Los Andes S.A.”. Pasamos a estudiarlo.
      En cuanto a los presupuestos fácticos generales, dicho pleito se origina
por la formulación de cargos que la Superintendencia realiza en contra de la
empresa Generadora Eléctrica Sauce Los Andes S.A. –GESAN-, por violación
de la normativa sectorial. Ante dichos cargos, GESAN presenta sus descargos
el 14 de abril de 2008 en tiempo y forma. Luego, con fecha 8 de abril de 2010,
la Superintendencia impone a la empresa una multa, la cual le es notificada el
día 16 de abril de ese mismo año.
      Ante dicha resolución sancionatoria la Corte, en atención al Recurso de
Apelación interpuesto por GESAN, se pronuncia estableciendo “Que de lo
expuesto precedentemente es posible apreciar que la Superintendencia de
Electricidad y Combustibles dejó transcurrir casi dos años desde que la
empresa […] expusiera sus descargos para pronunciarse sobre la cuestión de
                                                                          266
fondo […]”270, violándose así los principios de debido proceso, eficacia y
eficiencia administrativa, celeridad, conclusivo y de inexcusabilidad, sin perjuicio
de que igualmente reconoce éste tribunal la no fatalidad de los plazos para la
Administración. Con todo, es que determina “Que el efecto jurídico aludido no
puede ser otro que una especie de “decaimiento del procedimiento
administrativo     sancionatorio…””271,      sumando       posteriormente      –en     el
Considerando 8º- la idea de que la sanción impuesta, por la dilación excesiva,
ha perdido ya su finalidad preventivo-represora, derivando en ilegítima.
       De lo reseñado, ya vemos una primera gran diferencia con los casos
anteriores: para la Corte el tiempo transcurrido es, en palabras del propio
máximo tribunal, de “casi dos años”, lo cual nos hace inmediatamente entender
que el tiempo considerado por ésta es el existente entre la presentación de los
descargos -14 de abril de 2008- y la dictación de la resolución sancionatoria -8
de abril de 2010-, mas no el de la notificación de la misma -16 de abril de 2010-,
ya que, si hubiere considerado esta fecha, debería haber hablado de “más de
dos años” y, por ende, no existiría gran diferencia con los demás casos en
estudio.
270
    Considerando 2º, Sentencia Excelentísima Corte Suprema, Causa Rol Nº 8387-2010
“Superintendencia de Electricidad y Combustibles con Generadora Eléctrica Sauce Los Andes
S.A.”. La cursiva es nuestra.
271
    Considerando 6º, Sentencia Excelentísima Corte Suprema, Causa Rol Nº 8387-2010
“Superintendencia de Electricidad y Combustibles con Generadora Eléctrica Sauce Los Andes
S.A.”.
                                                                                     267
          Hasta aquí todo es más o menos claro, sin perjuicio de ciertos aspectos
que podrían discutirse. Sin embargo, el Considerando 7º272 viene a sembrar un
manto de dudas sobre todo lo antes dicho. Esto, porque en aquél punto se
habla de lo que la Corte entendió como el “criterio rector” –ya tratado
previamente-, pero con importantes diferencias a como hasta ahora lo habían
tratado. Dichas particularidades son:
         Inicialmente, el hecho de que este criterio había sido integrado sólo en
          los casos en los que la dilación excesiva era respecto de la resolución
          que fallaba el recurso de reposición –en virtud de las razones ya
          expuestas-. Es decir, no se había incluido en casos en que la
          temporalidad discutida era la referida a la resolución de los descargos
          mismos, cuestión esta última que es la que ocurre en este caso. Es más,
          y como expresamente lo consagra la misma sentencia, la dilación
          excesiva en este caso da origen a un “…abandono del procedimiento
272
    Considerando 7º, Sentencia Excelentísima Corte Suprema, Causa Rol Nº 8387-2010: “Que
en la búsqueda de un criterio rector para dar por establecido el decaimiento del procedimiento
administrativo por el transcurso del tiempo, habrá de considerarse sólo a modo de referencia los
plazos que el derecho administrativo contempla para situaciones que puedan asimilarse. Si de
acuerdo a lo dispuesto en el artículo 53 inciso primero de la Ley de Bases de los
Procedimientos Administrativos, el plazo que tiene la Administración para invalidar sus actos es
de dos años, resulta lógico sostener que el abandono del procedimiento sancionador por parte
de la Administración, al no establecer la responsabilidad infraccional de una empresa sujeta a
su fiscalización durante un lapso similar contado desde el momento de hallarse en condiciones
de emitir un pronunciamiento decisorio y la fecha en la que se notifica al administrado la multa
aplicada –fecha esta última desde la cual el acto administrativo ha de producir sus efectos en
conformidad a lo dispuesto en el artículo 51 de la Ley de Procedimientos Administrativos.,
produce el decaimiento del procedimiento administrativo y la extinción del acto administrativo
sancionatorio, perdiendo por lo tanto su eficacia.”
                                                                                           268
          administrativo sancionador por parte de la Administración”273, pero no
          derivado de la no resolución del recurso de reposición, sino que
          directamente por la no dictación de la resolución sancionatoria, post
          descargos.
         Cuando comienza a hablar del criterio rector lo hace señalando que
          “…habrá de considerarse sólo a modo de referencia los plazos que el
          derecho   administrativo   contempla    para   situaciones    que   puedan
          asimilarse”274. Es decir, al hablar de “solo a modo de referencia” le quita
          vigor a la idea –que creíamos ya asentada- de que ante la falta de plazo
          expreso, se estará al que se establezca en figuras pertenecientes al
          derecho administrativo que sean similares a la del caso en cuestión, sin
          matiz alguno.
          Así entendemos que el plazo de dos años del artículo 53, inciso primero
          de la Ley Nº 19.880, no es directamente aplicable para determinar si hay
          o no decaimiento, volviendo nuevamente al estado de incerteza que -aun
          cuando fuere discutible la utilización de dicho artículo- creíamos
          superado. En consecuencia, nace la pregunta: ¿por qué la Corte habrá
          valorado, en este caso en particular, de distinta manera al artículo 53 de
273
   Fragmento Considerando 7º, Sentencia Excelentísima Corte Suprema, Causa Rol Nº 8387-
2010.
274
   Fragmento Considerando 7º, Sentencia Excelentísima Corte Suprema, Causa Rol Nº 8387-
2010. La cursiva es nuestra.
                                                                                   269
           la Ley Nº 19.880? A nuestro entender, la explicación se encuentra en el
           punto siguiente.
          La idea central de toda la construcción lógico-jurídica que en este
           considerando hace la Corte –y que es el que pone el “manto de dudas”
           de que hablamos previamente-, es el hecho de que el máximo tribunal
           cuenta el plazo de inactividad de la Administración, para determinar que
           hay decaimiento, “…desde el momento de hallarse en condiciones de
           emitir un pronunciamiento decisorio y la fecha en la que se notifica al
           administrado la multa aplicada -fecha esta última desde la cual el acto
           administrativo ha de producir sus efectos de conformidad a lo dispuesto
           en el artículo 51 de la Ley de Procedimientos Administrativos-“275, es
           decir, desde la fecha de presentación de los descargos -14 de abril de
           2008- y hasta la notificación de la resolución sancionatoria -16 de abril de
           2010-. Creemos que la Corte, en este punto, está del todo acertada, ya
           que el artículo que ella misma cita previene expresamente que: “Los
           decretos y las resoluciones producirán sus efectos desde su notificación
           o publicación, según sean de contenido individual o general”276, tomando
           en cuenta que aquí estamos ante una resolución de contenido individual
275
   Fragmento Considerando 7º, Sentencia Excelentísima Corte Suprema, Causa Rol Nº 8387-
2010 “Superintendencia de Electricidad y Combustibles con Generadora Eléctrica Sauce Los
Andes S.A.”.
276
      Inciso 2º, Artículo 51, Ley Nº 19.880.
                                                                                    270
          –ya que sanciona a una empresa en específico, por una conducta en
          particular- y que por ende debe ser notificada a GESAN para que
          produzca sus efectos en ella.
          Por tanto, en este caso no estamos ante una dilación de “casi dos años”,
          como lo afirma el propio Considerando 2º, sino ante una de exactamente
          dos años y tres días, por lo que no era necesaria la relativización del
          llamado “criterio rector”, ya que el plazo excedía el exigido en el artículo
          53 para la Invalidación.
          Pero lo anterior igualmente revela una cuestión esencial: todas las otras
          sentencias en las que se entendió que existía dilación excesiva, y por
          ende se aplicó el decaimiento, siempre tomaron en consideración, como
          punto que ponía fin a dicha prolongación, la dictación del decreto
          sancionatorio o de la resolución que se pronunciaba respecto a la
          reposición, según sea el caso, mas no el de la notificación al
          administrado. Basta ver las mismas sentencias: en todas ellas se habla
          que el excesivo tiempo transcurrido va desde “la evacuación oportuna de
          los descargos […] hasta la dictación de la Resolución […] que aplicó la
          multa”277 o, en su defecto, desde “…la resolución que fija la multa hasta
277
   Fragmento Considerando 5º, Sentencia Excelentísima Corte Suprema, Causa Rol Nº 8682-
2009 “Superintendencia de Electricidad y Combustibles con Shell Chile S.A.C.I.”. En similares
términos:
         Fragmento Considerando 5º, Sentencia Excelentísima Corte Suprema, Causa Rol Nº
          4922-2010 “Superintendencia de Electricidad y Combustibles con Luz Parral S.A.”;
                                                                                         271
          la dictación de la resolución que falló la reposición…”278, sin hacer
          referencia alguna a si fue hecha o no la notificación, y en caso de que si
          se haya hecho, cuando fue realizada.
          Quizás para estos casos no tenga relevancia dicha precisión, ya que la
          dilación era evidente, y el plazo de dos años –en aquellos casos en que
          se hace referencia a él- estaba largamente superado, pero esa misma
          imprecisión lleva, a nuestro entender, a confundir a la propia Corte en un
          caso que está “en el límite”, como es el comentado.
          Y dicha confusión lleva, a nuestro entender, a que los Ministros señores
          Héctor Carreño y Haroldo Brito, voten en contra de la decisión adoptada,
         Fragmento Considerando 5º, Sentencia Excelentísima Corte Suprema, Causa Rol Nº
          4923-2010 “Superintendencia de Electricidad y Combustibles con Luz Linares S.A.”;
         Fragmento Considerando 6º, Sentencia Excelentísima Corte Suprema, Causa Rol Nº
          5228-2010 “Superintendencia de Electricidad y Combustibles con Compañía Eléctrica
          del Litoral”;
         Fragmento Considerando 6º, Sentencia Excelentísima Corte Suprema, Causa Rol Nº
          5180-2010 “Superintendencia de Electricidad y Combustibles con Empresa Eléctrica
          Casablanca S.A.”.
    
278
   Fragmento Considerando 5º, Sentencia Excelentísima Corte Suprema, Causa Rol Nº 7284-
2009 “Superintendencia de Electricidad y Combustibles con Sistema de Transmisión del Sur
S.A.”. En similares términos:
         Fragmento Considerando 5º, Sentencia Excelentísima Corte Suprema, Causa Rol Nº
          7502-2009 “Superintendencia de Electricidad y Combustibles con Frontel S.A.”;
         Fragmento Considerando 7º, Sentencia Excelentísima Corte Suprema, Causa Rol Nº
          2344-2010 “Superintendencia de Electricidad y Combustibles con Empresa Eléctrica
          Pehuenche S.A.”;
         Fragmento Considerando 7º, Sentencia Excelentísima Corte Suprema, Causa Rol Nº
          9078-2009 “Superintendencia de Electricidad y Combustibles con Colbún S.A.”;
         Fragmento Considerando 6º, Sentencia Excelentísima Corte Suprema, Causa Rol Nº
          2090-2010 “Superintendencia de Electricidad y Combustibles con Endesa S.A”;
         Fragmento Considerando 5º, Sentencia Excelentísima Corte Suprema, Causa Rol Nº
          6538-2010 “Superintendencia de Electricidad y Combustibles con Colbún S.A.”.
                                                                                       272
ya que ellos entienden que “…en la especie no es procedente la
institución del decaimiento, por cuanto no ha transcurrido el plazo de dos
años que se ha tomado como referencia […] plazo que [según ellos]
debe computarse desde la fecha en que la reclamante GESAN formuló
sus descargos -10 de abril de 2008- hasta aquella en que se dictó la
Resolución impugnada -8 de abril de 2010-“. Aquí ellos no explican el
fundamento que los lleva a pensar en tal modo pero, en virtud del
contexto en el cual ella es dictada, no existe otra opción que entender
que ella se basa en el gran conjunto de sentencias anteriores que,
aplicando el decaimiento, siempre hicieron referencia al plazo de
dictación de la resolución, mas nunca al de la notificación.
La claridad y precisión en casos como estos, en donde es la propia Corte
Suprema la que está asentando nuevas teorías que han de tener validez
en la realidad jurídica nacional, es esencial.
                                                                      273
II.3.f. Los votos disidentes. El caso de la sentencia en la Causa Rol Nº 8387-
      2010, en especial, el interesante aporte del Ministro señor Héctor
      Carreño.
      A pesar de que cada vez se encuentra más asentada la teoría del
decaimiento dentro de la jurisprudencia de la Corte Suprema, innegable es el
hecho de que su aceptación no es unánime. Reflejo de ello son, tanto las
prevenciones como los votos disidentes que han existido en varias de estas
sentencias.
      Respecto de las prevenciones, vemos que en las sentencias de las
Causas Rol Nº 7284-2009 –“Superintendencia de Electricidad y Combustibles
con Sistema de Transmisión del Sur S.A.-, 7502-2009 –“Superintendencia de
Electricidad y Combustibles con Frontel S.A.”- 4922-2010 –“Superintendencia
de   Electricidad   y Combustibles   con   Luz Parral S.A.”- 4923-2010 –
“Superintendencia de Electricidad y Combustibles con Luz Linares”, 2090-2010
–“Superintendencia de Electricidad y Combustibles con Endesa”- y 9078-2009 –
“Superintendencia de Electricidad y Combustibles con Colbún S.A.”-, el Ministro
señor Haroldo Brito estima, por una serie de argumentos, que la figura que
realmente concurre en estos casos es la caducidad del procedimiento
                                                                           274
administrativo-sancionador, y no el decaimiento. Sin embargo –y por ello es un
voto de prevención, y no uno disidente-, para ambos casos el resultado es el
mismo: la extinción de la resolución sancionatoria.
      Por su parte, en la sentencia de la Causa Rol Nº 5228-2010 –
“Superintendencia de Electricidad y Combustibles con Compañía Eléctrica del
Litoral S.A.”-, el voto de prevención es muy interesante. Esto porque se
fundamenta esencialmente en el hecho de que la dilación excesiva viola el
derecho a ser juzgado dentro de un plazo razonable, el cual se encuentra
consagrado expresamente tanto en la Convención Interamericana de Derechos
Humanos como en el Pacto de Derechos Civiles y Políticos, ambos ratificados
por Chile y que se encuentran vigentes, además del artículo 19 Nº 3, inciso 5º
de la Constitución.
      Considerando esto, los Ministros en cuestión entienden que la
prolongación excesiva genera una carga ilegítima para el administrado, citando
al efecto tanto doctrina como jurisprudencia internacional, además de los
diversos factores que se deben tener en cuenta para ponderar el plazo
razonable, los cuales, en este caso, dan como resultado la violación de dicho
derecho. A su vez, entienden que dicha prolongación exagerada ilegitima la
pena. Y para cerrar, citan como elemento de apoyo, la teoría de los
impedimentos procesales, firmemente asentada en la justicia internacional.
                                                                             275
       En cambio, los votos disidentes, solo se dan en dos casos: en la
sentencia de la Causa Rol Nº 6538-2010 –“Superintendencia de Electricidad y
Combustibles con Colbún S.A.- en la cual los Ministros señora Rosa Egnem y el
señor Roberto Jacob estaban por entender como absolutamente válida la multa
impuesta, a pesar del tiempo transcurrido, y el caso de la sentencia de la Causa
Rol Nº 8387-2010 –“Superintendencia de Electricidad y Combustibles con
Generadora Eléctrica Sauce Los Andes S.A.”-, en donde los Ministros señores
Héctor Carreño y Haroldo Brito estimaron que no existía decaimiento –punto ya
analizado en la parte final del acápite exactamente anterior-.
       Pero en este último caso también se suman un conjunto de argumentos
sostenidos únicamente por el Ministro Carreño, el cual plantea ciertos puntos
que son interesantes de analizar:
      En primer lugar, su rechazo se basa esencialmente en el hecho de que,
       para que exista imprescriptibilidad de las acciones, es necesario que ello
       esté explicitado en la ley respectiva, ya que la regla general en todo el
       derecho es que las acciones se extingan por el transcurso del tiempo.
       Por ende, a pesar de no existir norma que fije la prescripción de la acción
       administrativa que se hace valer por medio del procedimiento
       administrativo-sancionatorio, esta sí prescribe ya que no existe norma
       que establezca lo contrario, ni en la Ley Nº 18.410 –que es la que crea la
                                                                             276
    Superintendencia de Electricidad y Combustibles- ni tampoco en otra
    propia del derecho administrativo aplicable al caso -Considerandos 1º y
    2º-.
   A lo anterior, suma en segundo lugar, el hecho de que ante dicho vacío
    normativo nos debemos remitir a las reglas del derecho común de la
    materia en la cual nos encontramos, lo que entiende que da como
    resultado la aplicación directa del artículo 94 del Código Penal referente
    a las faltas, la cual fija como plazo de prescripción el de 6 meses,
    contado desde que la autoridad pertinente tomó conocimiento del hecho
    respectivo o debió haberlo hecho razonablemente -22 de febrero de
    2008- y hasta la formulación de cargos -28 de marzo de 2008-, plazo en
    el cual, evidentemente no transcurrieron 6 meses, y en consecuencia
    corresponde rechazar la excepción de prescripción –Considerandos 3º,
    4º y 5º-.
   Y finalmente, en tercer lugar, refiriéndose al fondo del asunto, entiende
    que la infracción si existe y que la multa se encuentra dentro de los
    parámetros que la ley le establece a la Superintendencia para el caso en
    cuestión y que, por ende, la sanción es absolutamente válida –
    Considerandos 6º a 10º-.
                                                                          277
      Así entendido, creemos que el Ministro señor Carreño acierta al
establecer a la institución de la prescripción, como una que inunda a todo el
derecho, ya que el principal motivo que la crea –la seguridad o certeza jurídica-
es uno que tiene un vigor e importancia central dentro de la construcción
esencial de esta ciencia social. A su vez, el propio legislador reconoce
implícitamente esto al establecer expresamente los casos en los cuales las
acciones son imprescriptibles –por ejemplo, en las acciones para perseguir los
delitos de lesa humanidad-.
      Por su parte, y en cuanto a la referencia que hace al fondo del asunto en
los Considerandos finales -6º a 10º-, su raciocinio es correcto: la facultad
fiscalizadora y sancionatoria de la Superintendencia sí existe; la empresa en
cuestión no dio cumplimiento a su obligación; y que la multa se encuentra
dentro de los márgenes señalados por los artículos 15, 16 y 16ª de la Ley Nº
18.410. En este punto, la decisión de la Superintendencia es irreprochable.
      Pero nuestra duda radica en los Considerandos 3º a 5º -segundo punto-
en donde se establece la aplicación directa del artículo 94 del Código Penal. Ya
en la I Parte dijimos no estar de acuerdo con la aplicación directa de las normas
penales en materia administrativo-sancionatoria; ahí establecimos una serie de
argumentos que, estimamos, no es necesario reiterar. Nuestro foco en este
                                                                      278
caso se centra en el hecho de que, aun cuando aceptásemos la aplicación de
dicha norma penal, no estaríamos satisfaciendo el principio esencial que
envuelve a toda esta discusión: el respeto al plazo razonable, como elemento
integrante del debido proceso.
      Esto porque el espacio temporal a analizar bajo esta norma es solo hasta
la formulación de cargos, dejando de lado el tiempo que transcurre entre dicha
formulación y la resolución final de la autoridad respectiva, ya sea sancionando
o absolviendo al particular. Por ende, asalta la pregunta: ¿estamos, con la
aplicación del artículo 94 del Código Penal, resguardando el debido proceso?
La respuesta es evidente, un no rotundo.
      Así vemos que la utilización de las normas debe darse en un contexto no
meramente mecánico, sino que en virtud del mérito de la misma y de la razón
que ha motivado su dictación, entendiendo que ella es parte de un gran
entramado como lo es el ordenamiento jurídico, el cual tiene como fin esencial
el bien común.
                                                                            279
II.3.g. Otras vías de solución, diversas del decaimiento de los procedimientos
      administrativo-sancionatorios.
      Generalidades.
      Como hemos dejado en evidencia, la teoría del decaimiento de los
procedimientos   administrativo-sancionatorios   es   discutible   tanto   en   su
existencia, como también en cuanto a su aplicabilidad, dentro de nuestro país.
Es por ello que, en búsqueda de obtener otras soluciones que pudieren, de una
u otra forma, servir para resguardar los derechos vulnerados en los casos en
cuestión, es que a continuación presentamos una serie de otras instituciones
que podrían servir como respuesta alternativa, diversa al decaimiento.
                                                                                280
      II.3.g.i. La nulidad de derecho público como mecanismo alternativo de
solución.
      La nulidad de derecho público, como institución invalidatoria de los actos
que pueda llevar a cabo la autoridad gubernamental, tiene plena vigencia en la
actualidad jurídica nacional. Es más, su utilización en los actos administrativos
ha logrado establecerse específicamente, a través de la Ley Nº 19.880, ya que
ella consagra en qué casos, y bajo qué supuestos ella es aplicable. Todo esto
nos lleva a entenderla como una institución importante de rescatar en este
estudio, ya que puede considerarse como un medio –alternativo al decaimiento-
de protección a la vulneración normativa presentada en las sentencias en
estudio.
      Es así que, en virtud de lo señalado en el párrafo anterior, pasaremos a
continuación a analizar, en términos generales, en qué consiste dicha nulidad
de derecho público y cómo ella puede ser usada como un medio de solución
válido ante la violación normativa presentada en las sentencias en análisis.
      Como bien destaca la doctrina y jurisprudencia nacional, el fundamento
constitucional de la nulidad de derecho público por vicio dentro de un
                                                                               281
procedimiento se encuentra en el artículo 7º, inciso 1º de la Constitución, el cual
señala que “Los órganos del Estado actúan válidamente previa investidura
regular de sus integrantes, dentro de su competencia y en la forma que
prescriba la ley279”.
           Sumado a lo anterior, y dando cumplimiento al mandato que en dicho
artículo se expresa –y que destacamos en cursiva-, es que la Ley Nº 19.880 de
bases de los procedimientos administrativos, especifica cuáles son los casos en
que, en base a un vicio procedimental, se produciría dicha nulidad:
          Artículo 15, inciso 2º: “Sin embargo, los actos de mero trámite son
           impugnables solo cuando determinan la posibilidad de continuar un
           procedimiento o produzcan indefensión”280; y
279
      Artículo 7º, inciso 1º, Constitución Política de la República. La cursiva es nuestra.
280
    Respecto a este caso, podemos señalar que su importancia, respecto de la impugnabilidad,
radica en el hecho de que distingue entre actos trámite –también conocidos como actos
preparatorios, y que son aquellos que se originan durante un procedimiento administrativo antes
de la resolución de fondo del procedimiento. Dichos actos no tienen vida jurídica propia, ya que
se entienden dependientes del acto por el que se resuelve el procedimiento, es decir, del acto
terminal- y los actos terminales –que son aquellos que, emanados de la autoridad
administrativa, se pronuncian respecto al fondo de la cuestión debatida, resolviendo el asunto.
Ejemplo de ellos son: los permisos, las multas, las sanciones, entre otros.-. En virtud de dicha
diferenciación, este artículo lo que establece es que los primeros sólo son impugnables en dos
situaciones: si impiden la continuación del procedimiento o si causan indefensión.
Lo antes dicho cobra importancia para nuestro estudio en que los fallos aquí estudiados no
apuntan a los actos trámite, sino que a la validez o invalidez de los actos terminales, en virtud
de que la violación normativa descrita en cada uno de las sentencias permiten entender que
ellas afectan a dicho acto decisorio.
                                                                                              282
         Artículo 13, inciso 2º: “El vicio del procedimiento o de forma solo afecta la
          validez del acto administrativo cuando recae en algún requisito esencial
          del mismo, sea por la naturaleza o por mandato del ordenamiento
          jurídico y genera perjuicio al interesado”281.
          Haciendo un parangón entre las causales de nulidad recién señaladas y
los casos en cuestión, creemos clave la referencia que la Corte, para
fundamentar la aplicación del decaimiento, hace respecto del debido proceso y
como ella se puede relacionar con la causal del artículo 13, inciso 2º de la Ley
Nº 19.880.
          Esto porque la Constitución –artículo 19, Nº3 inciso 5º- consagra
expresamente        la   necesidad      de    que    se    respete     el   debido     proceso,
configurándose éste como un requisito esencial. A su vez, el irrespeto de dicha
garantía en su faceta de derecho a ser sancionado dentro de un plazo
razonable y sin dilaciones indebidas genera un perjuicio evidente sobre el
administrado sometido ha dicho procedimiento, por lo que resulta, a nuestro
entender que el acto administrativo terminal de sanción adolece de nulidad.
281
   Por su parte, este artículo refleja una idea esencial establecida en todo procedimiento
administrativo: para que una infracción existente dentro de dicho procedimiento afecte al acto
terminal, es necesario que dicha infracción cumpla dos requisitos: que se trate de la violación de
un requisito esencial del procedimiento y –copulativamente-que genere perjuicio.
                                                                                             283
       Pero a pesar de lo evidente que puede ser este raciocinio, las violaciones
de derechos fundamentales como causa de nulidad de derecho público aún no
se ha llevado a cabo. Así lo entiende Bocksang Hola, quien agrega que “…esta
deuda resulta notoria en un régimen como el nuestro, supuestamente
garantista. ¿Qué Estado de Derecho estamos construyendo en nuestro país, en
el que las violaciones sustanciales más pavorosas efectuadas a nuestro
ordenamiento jurídico por un supuesto acto administrativo no alteran en lo más
mínimo su validez o invalidez? Podrá invocarse mil excusas para evitar la
aplicación de la nulidad de derecho público […]. Sinceramente, nos parece que
ello no excederá el plano de una excusa desdorosa para el rule of law
vernáculo.”282
       Así vemos que, a pesar de la posibilidad cierta de poder aplicar la nulidad
de derecho público ante las afecciones que los administrados sufren a
consecuencia de la existencia de procesos inexplicablemente extensos, esto
colisiona con nuestra realidad judicial, mas no por ello renunciamos a que ésta
si es una posibilidad cierta de dar protección al particular injustamente afectado,
por ello estimamos a esta como una empresa que es necesario llevar a cabo.
282
     BOCKSANG HOLA, Gabriel. 2011. La Dilación excesiva de los procedimientos
administrativos sancionatorios: A horcajadas entre Decaimiento y Nulidad, en: Sentencias
Destacadas 2010: Una mirada desde la perspectiva de las políticas públicas, Santiago, Chile,
Editorial Libertad y Desarrollo, p. 239. La cursiva es del autor.
                                                                                        284
         II.3.g.ii. La desviación de poder como mecanismo alternativo de solución.
         Ya en la I Parte de este estudio –I.3.c.ii. a I.3.c.v.-, analizamos
profundamente a la desviación de poder, tanto en términos generales, como
específicos. Sin embargo, dicha exposición tiene muchísimo que ver con los
casos jurisprudenciales específicos que, acabadamente, abordamos en esta II
Parte.
         Esto porque, basado en los argumentos que la Corte esgrimió para
determinar dejar sin efecto las sanciones impuestas, uno muy importante fue el
referente a la finalidad de la multa –basta ver, a modo ejemplar, los
Considerandos 6º de la sentencia de la Causa Rol Nº 8682-2009 o el 7º de la
sentencia de la Causa Rol Nº 7284-2009-, y que ella, en los casos en cuestión,
no se cumplía por haber existido excesiva dilación en cada uno de los
procedimientos sancionatorios.
         Si entendemos a dicho argumento como válido –cuestión que ya
presentamos como discutible debido a la ausencia, tanto en la normativa,
doctrina y jurisprudencia, de un criterio unitario en este punto-, podríamos decir
que en estos casos existiría una desviación de poder o de fin. Esto bajo el
                                                                               285
entendido de que para que la autoridad administrativa ejerza conforme a
derecho las facultades que la ley le otorga, no basta únicamente con que ella se
apegue formalmente a la ley, sino que también es necesario que dicho acto
administrativo persiga los fines que en su creación se tuvieron en cuenta.
       Es decir, en los casos en comento, la vulneración de la norma advertida
por la Superintendencia puede ser tal; el procedimiento que se lleve a cabo
puede ser conforme a derecho; y la sanción impuesta, apegada a la ley. Pero si
dicha sanción no cumple el fin que la ley le ha otorgado, ella no es válida.
        Para los casos en cuestión, muy ilustrativa es la cita que Parodi Tabak
hace del jurista trasandino Agustín Gordillo quien, al tratar a la desviación de
poder, señala que: “…un caso bastante común y si acaso el que más, de
desviación de poder [es el relacionado con la hipótesis de que el funcionario
público actúa con la finalidad de beneficiar a la Administración o al bien común].
El funcionario, imbuido de un erróneo espíritu estatista o de autopreservación,
pretende ejercer el poder en indebido beneficio de la Administración, del
gobierno o del Estado; hasta de la sociedad. Puede pues haber desviación de
poder con respetables fines públicos, pero distintos de los contemplados por el
ordenamiento jurídico”283. A esto, el autor pone como ejemplo, aquel caso en
283
   PARODI TABAK, Alejandro. 2010. Ineficacia de multa por demora excesiva de la
Administración en resolver el Procedimiento Sancionatorio, en: Sentencias Destacadas 2009:
                                                                                      286
que se “trata de cobrar el mayor número posible de multas, no para desalentar
el incumplimiento de las normas administrativas, sino para obtener fondos para
el presupuesto público”284-285.
       El párrafo anterior es claro al establecer que, cuando la autoridad
administrativa      ejerce     facultades       legalmente       válidas     –procedimiento
administrativo-sancionatorio que fija una multa-, pero en ellas el propósito que
se persigue no es el que el legislador ha tenido para su establecimiento –que,
según la sentencia, debiese ser una finalidad preventivo-represora-, la
desviación de poder es la figura adecuada para obtener la nulidad del mismo -
ya que el transcurso excesivo de tiempo ha llevado a que carezcan de eficacia
las sanciones-.
Una mirada desde la perspectiva de las políticas públicas, Santiago, Chile, Editorial Libertad y
Desarrollo, p.259. Cita extraída de Gordillo, Agustín, “Tratado de Derecho Administrativo”,
Editorial Fundación de Derecho Administrativo, 9º Edición, Buenos Aires, Argentina, 2007 p. IX-
27.
284
    PARODI TABAK, Alejandro. 2010. Ineficacia de multa por demora excesiva de la
Administración en resolver el Procedimiento Sancionatorio, en: Sentencias Destacadas 2009:
Una mirada desde la perspectiva de las políticas públicas, Santiago, Chile, Editorial Libertad y
Desarrollo, p.259. Cita extraída de Gordillo, Agustín, “Tratado de Derecho Administrativo”,
Editorial Fundación de Derecho Administrativo, 9º Edición, Buenos Aires, Argentina, 2007 p. IX-
27.
285
  Dicha cuestión se podría considerar como presente en dichos casos porque, aun cuando la
Corte no lo señala expresamente, la recaudación pública por medio de multas es un importante
mecanismo de ingreso para el erario fiscal, el cual se vería menoscabado si no se hubiere fijado
multas para los casos en comento.
                                                                                            287
       No existe en la jurisprudencia nacional, sentencias en las cuales la
autoridad haya aplicado la desviación de fin como un instituto válido para la
solución de un conflicto referente a un caso de dilación excesiva de un
procedimiento administrativo-sancionador. Sin embargo, sí existen casos que,
teniendo características similares a los comentados, nos llevan a entender que
es posible aplicar esta figura en casos en que exista sanción administrativa
anulada por dilación excesiva.
       Dentro de estos casos, los más destacados son aquellos en que la Corte
Suprema ha estimado que un determinado acto administrativo, siendo
formalmente irreprochable, ha caído en el vicio de desviación de fin. La Corte,
en la Sentencia de la Causa Rol Nº 50-2005 “Inversiones Piccola Italia con
Alcalde Ilustre Municipalidad de Las Condes”286, ante la Apelación de un
Recurso de Protección interpuesto por la Inversora a causa de la no renovación
de la patente de alcoholes hecha por el Municipio, motivada por molestias
provocadas a los vecinos de uno de sus locales estimó que “…de los
antecedentes acompañados, queda de manifiesto que, usando la potestad de
no renovar patentes de bebidas alcohólicas […], se pretende obtener otra
286
   En muy similares términos -tanto fácticos como jurídicos-: Causa Rol Nº 5503-2005, “Rojas
González, Víctor Hugo con Ilustre Municipalidad de Lo Barnechea” y la Causa Rol Nº 6493-
2005, “Del Pozo Saavedra, Matías y otros con Ilustre Municipalidad de Las Condes”;
                                                                                        288
finalidad”287, fin que no sería otro que el cierre del local, cuestión reconocida
explícitamente por el señor Alcalde a fojas 58 a 65 de autos.
       Aquí, la máxima judicatura en ningún caso pone en duda la facultad de
no renovación de dicha patente –potestad reconocida expresamente a dicha
autoridad en el artículo 65 letra n) de la Ley Orgánica Constitucional de
Municipalidades-, sino que ataca la licitud del acto administrativo en virtud de
que lo que se persigue es un fin diverso del que el legislador ha tenido al fijar
dicha potestad.
       Lo anterior se ve reflejado al señalarse en la parte final de la sentencia
“[q]ue, en efecto, un acto administrativo puede ejercerse en virtud de una
potestad discrecional y la discrecionalidad consiste en la opción para decidir en
uno u otro sentido, otorgada por la ley al órgano habilitado para ello, pero hay
dos elementos que nunca pueden quedar entregados a la discrecionalidad
administrativa y tales son la competencia del órgano y la finalidad que debe ser
cumplida…”288.
287
    Considerando 13º, Sentencia Causa Rol Nº 50-2005, “Inversiones Piccola Italia con Alcalde
de la Ilustre Municipalidad de Las Condes”.
288
     Primera parte, Considerando 16º, Sentencia Causa Rol Nº 50-2005, “Inversiones Piccola
Italia con Alcalde de la Ilustre Municipalidad de Las Condes”.
                                                                                         289
       Es en la última frase del párrafo anterior en donde creemos está la clave
de porque sí se podría utilizar esta institución en las sentencias que aplican el
decaimiento: la Corte, al reconocer explícitamente que la potestad discrecional
de la Administración no puede ejercerse respecto de la finalidad que se
persigue con la sanción administrativa –es decir, que la judicatura debe respetar
siempre el fin fijado por la ley-, sumado al hecho de que en las sentencias que
aplican el decaimiento se habla de que la sanción fijada tiene una finalidad
preventivo-represora que ha sido vulnerada con la dilación excesiva 289, se
deduce que dicha infracción del ente sancionador al aplicar la multa conlleva
una desviación de fin.
       Esto, bajo el entendido de que la Corte Suprema expresamente señala
en las sentencias de decaimiento que “…ha de considerarse que el objeto
jurídico del acto administrativo, que es la multa impuesta, producto del tiempo
excesivo transcurrido se torna inútil, ya que la sanción administrativa tiene
principalmente una finalidad preventivo-represora […]. Después de más de
cuatro años sin actuación administrativa alguna, carece de eficacia la sanción,
289
   Basta ver la primera parte del Considerando 6º de la Sentencia de la Corte Suprema en la
Causa Rol Nº 8682-2009 “Superintendencia de Electricidad y Combustibles con Shell Chile
S.A.C.I.”. En igual sentido todas las sentencias que tratamos coma casos en donde se hacía
aplicación del instituto del decaimiento del procedimiento administrativo-sancionador.
                                                                                       290
siendo inútil para el fin señalado, quedando vacía de contenido y sin
fundamento jurídico que la legitime.”290.
       Es en virtud de lo que la propia Corte expresa en la transcripción del
párrafo anterior que entendemos podría haber resuelto aplicar la desviación de
fin o de poder, institución ya reconocida en variadas ocasiones por ella misma y
aceptada por la gran mayoría de la doctrina actual, sin necesidad de innovar
tan fuertemente con la introducción de una institución desconocida por nuestra
doctrina, nunca mencionada por los órganos judiciales y más encima en una
variante nunca antes vista. Así, habría obtenido los mismos resultados que
290
   Primera parte, Considerando 6º, Sentencia Corte Suprema Causa Rol Nº 8682-2009
“Superintendencia de Electricidad y Combustibles con Shell Chile S.A.C.I.”. En igual sentido:
    Considerando 7º, Causa Rol Nº 7284-2009 “Superintendencia de Electricidad y
        Combustibles con Sistema de Transmisión del Sur S.A.”;
    Considerando 7º, Causa Rol Nº 7502-2009 “Superintendencia de Electricidad y
        Combustibles con Frontel S.A.”;
    Considerando 6º, Causa Rol Nº 4922-2010 “Superintendencia de Electricidad y
        Combustibles con Luz Parral S.A.”;
    Considerando 6º, Causa Rol Nº 4923-2010 “Superintendencia de Electricidad y
        Combustibles con Luz Linares S.A.”;
    Considerando 8º, Causa Rol Nº 5228-2010 “Superintendencia de Electricidad y
        Combustibles con Compañía Eléctrica del Litoral”;
    Considerando 9º, Causa Rol Nº 9078-2009 “Superintendencia de Electricidad y
        Combustibles con Colbún S.A.”;
    Considerando 8º, Causa Rol Nº 2344-2010 “Superintendencia de Electricidad y
        Combustibles con Empresa Eléctrica Pehuenche S.A.”;
    Considerando 9º, Causa Rol Nº 2090-2010 “Superintendencia de Electricidad y
        Combustibles con Endesa S.A”;
    Considerando 8º, Causa Rol Nº 5180-2010 “Superintendencia de Electricidad y
        Combustibles con Empresa Eléctrica Casablanca S.A.”;
    Considerando 7º, Causa Rol Nº 6538-2010 “Superintendencia de Electricidad y
        Combustibles con Colbún S.A.”;
    Considerando 8º, Causa Rol Nº 8387-2010 “Superintendencia de Electricidad y
        Combustibles con Generadora Eléctrica Sauce Los Andes S.A.”.
                                                                                         291
logró, pero sin producir el “ruido” que generó su decisión tan discutible como
polémica
        II.3.g.iii. La caducidad como mecanismo alternativo de solución291.
        La caducidad, como institución extintiva en términos generales, ya fue
estudiada a propósito de los mecanismos de extinción de los actos
administrativos -II.1.b.iii-. Ahora nos toca saber matizar dichas ideas a la luz de
los procedimientos administrativo-sancionatorios y determinar si es posible, en
291
   Sin que nuestro estudio tenga como finalidad el diferenciar a la caducidad con la prescripción
de los procedimientos administrativos, si creemos pertinente –y para evitar equívocos que tanto
la doctrina como jurisprudencia nacional e internacional ha cometido- establecer los puntos
centrales que las distinguen. Es así que en búsqueda de dicho fin, Blasco Pellicer, al referirse a
este punto, entiende como necesario el “… efectuar una precisión inicial derivada de la
necesidad de distinguir adecuadamente la figura de la caducidad del procedimiento y la de la
prescripción de infracciones y sanciones, puesto que ambas figuras se confunden
frecuentemente, dando lugar a algunos pronunciamientos jurisprudenciales confusos y a
bastantes que intentan clarificar ambas figuras. La prescripción se explica porque el
ordenamiento jurídico, al tiempo que confiere a las autoridades públicas la potestad
sancionadora, impone a las mismas la obligación de sujetar dicho ejercicio a unos determinados
plazos, finalizados los cuales el ilícito deberá quedar impune o inexigible la sanción impuesta,
generando tal obligación, correlativamente, el derecho subjetivo del infractor a no ser imputado
o a que no le sea exigida la sanción, una vez transcurridos los plazos fijados. Por el contrario, la
caducidad del procedimiento es un modo anormal de terminación del procedimiento
administrativo sancionador que viene determinado por no haber tenido lugar actos procesales
por parte del órgano al que corresponde impulsar su persecución”. BLASCO PELLICER, Ángel.
1997. El Procedimiento Administrativo Sancionador en el Orden Social, Valencia, España,
Editorial Tirant lo Blanch, pp. 152,153.
                                                                                               292
los casos en que se aplicó el decaimiento, utilizar esta figura en reemplazo de la
primera.
           Para el caso nacional, no existe normativa que haga aplicable dicha
institución a los procedimientos administrativos en general ni, por ende, a los
sancionatorios en particular. Tampoco hay abundante doctrina que la trate. Sin
embargo, en ordenamientos jurídicos diversos al nuestro, dicha institución se
encuentra, en ambos aspectos, fuertemente asentada.
           Así vemos que la legislación española la recoge expresamente por
primera vez y con alcance general en la Ley de Régimen Jurídico de las
Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo Común –Ley
30/1992-, conocida también como “LRJPAC”. En ella se establece que
“[c]uando se trate de procedimiento iniciados de oficio no susceptibles de
producir actos favorables para los ciudadanos se entenderán caducados…”292
dichos procedimientos, cumpliéndose, evidentemente, ciertos supuestos.
           Lo anterior refleja que, para que actúe la caducidad como figura extintiva,
se requieren dos grandes requisitos: 1) que exista un procedimiento
administrativo pendiente; y 2) que este no produzca efectos favorables al
administrado. Y ambos son, exactamente, los supuestos sobre los cuales la
292
      Artículo 43.3. Formulación originaria.
                                                                                  293
autoridad judicial aplicó la institución del decaimiento del procedimiento
administrativo, y que a su vez fueron los que el legislador español tuvo al
establecerla. Así lo refleja Aguado i Cudolà, al señalar que “…el referente que
ha tenido el legislador al regular la caducidad del procedimiento eran
fundamentalmente los procedimientos sancionadores…”293.
       Y si continuamos indagando en la legislación española, vemos que para
que se pueda declarar la caducidad del procedimiento, es necesario que se
haya dilatado dicho procedimiento por seis meses, contado desde que se ha
iniciado el procedimiento294. Con esto, nos podemos percatar a simple vista que
dicho plazo, es exactamente igual con el establecido, para el mismo caso y con
idéntico propósito, por la Ley Nº 19.880 nacional en su artículo 27. Recordemos
dicho artículo: “Salvo caso fortuito o fuerza mayor, el procedimiento
administrativo no podrá exceder de seis meses, desde su iniciación hasta la
fecha en que se emita su decisión final.” Sin embargo, a pesar de su indiscutible
similitud guardan, implícitamente, una gran diferencia –y que la hemos
293
  AGUADO I CUDOLÀ, Vicenc. 1999. Prescripción y Caducidad en el ejercicio de Potestades
Administrativas, Madrid, España, Editorial Marcial Pons, p. 50.
294
   Respecto al momento en que comienza el conteo de los seis meses, lo planteado es lo que,
por regla general, tanto doctrina como jurisprudencia han sostenido. Sin embargo, y debido a
que la ley española no precisa el acto que marca dicho inicio, existe jurisprudencia en contra.
Basta ver las dos sentencias del Tribunal Supremo Español de 24 de Septiembre de 2001, o
una del 9 de abril de 2002.
                                                                                           294
recalcado a lo largo de todo el estudio-: en el caso chileno, dicho plazo al ser
establecido respecto de una actuación de la Administración, no es perentorio.
        Y es dicha no perentoriedad la que marca la diferencia entre uno y otro
caso: en el caso español, cumplidos los seis meses se producirá la perención
automáticamente295; en Chile, en cambio, a lo sumo, una sanción al funcionario
correspondiente, no afectándose en caso alguno la sanción impuesta.
        Y es ahí donde creemos está el problema. Sabemos que es difícil
sostener la aceptación de la caducidad como figura extintiva dentro de nuestro
ordenamiento administrativo-sancionador296 y, por ende, de los procedimientos
295
   Gran parte de la doctrina y jurisprudencia española actual entienden que dicha caducidad se
produce automáticamente, siendo la sentencia que la establece meramente declarativa. Ello
principalmente por elementos esencialmente fácticos. Así lo refleja, con magistral claridad, Nieto
García, al referirse a aquellos que apoyan la tesis contraria –necesidad de sentencia que
constituya la caducidad-, señalando que “…si bien desde el punto de vista formal tales
argumentaciones son plausibles, parece evidente que implica una burla en el terreno de la
práctica, ya que no es concebible en ninguna parte que un expedientado se dirija a la
Administración para recordarle que con su pasividad está reteniendo el procedimiento, dilatando
la sanción y poniendo en riesgo no solamente la caducidad, sino también la prescripción.”
NIETO GARCÍA, Alejandro. 1993. Derecho administrativo sancionador, Madrid, España,
Editorial Tecnos, p. 413.
296
    Nos referimos a los procedimientos administrativo-sancionatorios porque en otro tipo de
procedimientos administrativos si se considera a la caducidad. Ejemplo de ello es el artículo 86,
inciso 1º del Código de Minería, el cual consagra: “Si el juez nota, en cualquier momento
durante la tramitación de la constitución de la concesión y mientras no se haya dictado la
sentencia constitutiva de ella, que no se ha cumplido dentro del plazo cualquiera de los
requisitos o actuaciones para los cuales el juez, conforme al artículo 82, o este Código, hayan
señalado plazos fatales, dictará sentencia declarando la caducidad de los derechos emanados
del pedimento o de la manifestación, y ordenando cancelar las inscripciones correspondientes.”.
Otro caso es el del antiguo artículo 30º del Código de Aguas el cual, en su inciso 3º, lo
estipulaba expresamente. Dicho artículo aún rige gracias a la disposición del artículo 6º
transitorio del mismo cuerpo legal.
                                                                                             295
administrativos. La profesora Camacho, haciendo eco de lo señalado por gran
parte de la doctrina y de la jurisprudencia nacional, lo refleja con certera
claridad: “[u]n tema relevante es el relacionado con el plazo de caducidad del
procedimiento administrativo sancionador en caso de paralización. Las
normativas de los procedimientos especiales no consignan una regla a este
respecto y la LBPA sólo reconoce el abandono […]. [t]ratándose de un
procedimiento sancionador iniciado por decisión de la autoridad administrativa y
aun cuando la ley establezca un plazo para resolver dicho procedimiento –como
es el caso del artículo 17 de la ley Nº 18.410 para la materia eléctrica-
consideramos aplicable la reiterada jurisprudencia de la Contraloría General
que reconoce que los órganos administrativos pueden cumplir sus actuaciones
fuera de los plazos legales y reglamentarios, sin que ellos afecte su validez […].
Por su parte, la jurisprudencia de los tribunales ordinarios también ha concluido
de manera similar al Órgano de Control.”297
       Sin embargo, y a pesar de la contundencia aparente de las ideas antes
transcritas, pensamos que dicha opinión está basada en la tradicional respuesta
que se ha dado a dicha interrogante, más que en una reflexión con miras a la
necesidad actual de dar satisfacción a los requerimientos de los partícipes de
297
    CAMACHO CEPEDA, Gladys. 2010. Tratado de Derecho Administrativo, tomo IV: La
actividad formal de la Administración del Estado, en: Tratado de Derecho Administrativo,
coordinador: Rolando Pantoja Bauzá, Santiago, Chile, Editorial Legal Publishing Chile, pp.221,
222.
                                                                                          296
los procedimientos administrativo-sancionatorios actuales. Es en reflejo de
dicha necesidad que se presenta el voto de prevención del Ministro Haroldo
Brito, ya referenciado al tratar los votos disidentes de las sentencias en cuestión
-II.3.f.-.
         Sin querer repetir el análisis ya hecho respecto de este voto, pero
enfatizando lo pertinente para el análisis aquí expuesto, podemos derivar que
este Ministro no se opone a la aplicabilidad de la institución del decaimiento
dentro de los procedimientos administrativo-sancionatorios, sino que entiende
que, en los casos en cuestión, ella no se configura. Esto en virtud de que la
propia doctrina, al construir el decaimiento, señala que los motivos que la
pueden producir son tres298, de los cuales ninguno de ellos se hace presente en
los casos en que ella fue aplicada.
         Ante esto, según el Magistrado, la caducidad es la respuesta correcta.
Ello en base a que la Administración con su inactividad, ha manifestado su
voluntad; ¿cuál es dicha voluntad?, la de no perseverar en el castigo. Y aquí la
deducción que él hace es clave, porque lo que plantea es que no solo ante el
298
    El Ministro Brito, recogiendo los postulados de Don Hugo Olguín Juárez, eximio tratadista
uruguayo, señala que: “…la pérdida de vigencia de la citada resolución no es consecuencia de
la prescripción de la acción de que dispone el Estado ni de la concurrencia de alguno de los
motivos de decaimiento que la doctrina recoge: -1. desaparición de un presupuesto de hecho
indispensable para la validez del acto; 2. Derogación del precepto legal en que se funda el acto;
3. modificación del régimen legal que constituye un impedimento-…” (Considerando 2º, voto de
prevención).
                                                                                            297
silencio del administrado hay una manifestación de voluntad tácita o presunta –
silencio positivo y negativo299-, sino que también ante el silencio de la
Administración, y que dicho silencio genera caducidad -siguiendo así la idea ya
asentada en la jurisprudencia española antes expuesta-.
          Igualmente a dicha reflexión agrega el hecho de que la caducidad sólo es
aplicable en aquellos procedimientos iniciados por la Administración, de
carácter sancionatorio. Entendemos que es así en virtud de que, si es iniciado
por el administrado, se aplica la institución del silencio, y si es iniciado por la
Administración, pero en beneficio del administrado, la caducidad no puede
operar en perjuicio de alguien que se beneficiará con el actuar de la
Administración.
          Pero nace la pregunta, ¿tiene algún sustento jurídico el entender a la
caducidad como institución posible de aplicar en los procedimientos
administrativo-sancionatorios? Creemos que sí. Esto basado principalmente en
lo que la propia Corte ha promocionado respecto a dicha figura y otras afines.
Así -y a propósito de la prescripción- ha señalado: “…Como lo ha afirmado
reiteradamente esta Corte, refiriéndose al tema, la prescripción extintiva
constituye       un    principio    general   de   derecho   que   adquiere   presencia
plasmándose positivamente en todo el espectro de los distintos ordenamientos
299
      Artículos 64 y 65 Ley Nº 19.880.
                                                                                   298
jurídicos, resultando excluida sólo en aquellos casos donde por ley o atendida la
naturaleza de la materia, se establece la imprescriptibilidad de las acciones. Ella
representa, en efecto, junto a otras instituciones, como la caducidad, los plazos,
el abandono del procedimiento y la preclusión, una manifestación determinante,
en el ámbito de las relaciones jurídicas, del factor tiempo”300.
       Esto último refleja la trascendencia que, para la Corte Suprema, tiene la
institución de la caducidad, más aún si vemos que los fines a ella atribuidos por
la doctrina son totalmente atendibles, como lo es “…la presunta voluntad de los
interesados de abandonar el procedimiento y la necesidad de evitar que se
prolonguen indebidamente los procedimientos por razones de seguridad
jurídica”301.
       Con todo, es que conminamos a las autoridades legislativas –y por
consecuencia a las judiciales- a cambiar de paradigma respecto a la
perentoriedad de los plazos para la Administración. Seguir manteniendo la idea
de que los plazos para la autoridad pública son meramente referenciales,
degenera el respeto necesario que dichas instituciones deben guardar respecto
de todo administrado.
300
    Considerando 5º, Sentencia Causa Rol Nº 6068-2009 “Laboratorios Recalcine S.A. con
Instituto de Salud Pública”.
301
   RODRÍGUEZ-ARANA MUÑOZ, Jaime. 1992. La Caducidad en el Derecho Administrativo
Español, Madrid, España, Editorial Montecorvo, pp. 26, 27.
                                                                                  299
       II.3.h. La afectación de la Responsabilidad Patrimonial del Estado como
               consecuencia de los daños producidos por demora excesiva.302
       Como hemos visto a lo largo de las anteriores páginas, es posible que la
dilación excesiva por parte de la autoridad administrativa para resolver un
procedimiento administrativo-sancionador, pueda generar en dicha persona
ciertos efectos negativos, como pueden ser un perjuicio patrimonial –por
ejemplo, derivados de los gastos generados por mantener asesoría jurídica por
largos años, o el hecho de que por encontrarse pendiente de resolución, el
particular administrado no pueda ejercer una actividad profesional que, en caso
de haberse resuelto el procedimiento en tiempo, si podría ejercer- o
extrapatrimonial –por ejemplo, el daño a la integridad psicológica del
administrado,     producida     por    la   duración     excesiva     del   procedimiento
sancionatorio-.
       Considerando aquello, es que es lógico preguntarse, ¿es posible
perseguir -por parte del administrado sometido al proceso calificado por la
propia autoridad pública como afecto a dilación excesiva- la reparación de dicho
302
    Para una mayor profundización de este tema y entender su tratamiento en normativa
comparada, véase: NETTEL BARRERA, Alina del Carmen. 2012. Obligación de resolver,
silencio administrativo y responsabilidad patrimonial por inactividad. Una perspectiva de
comparación entre el Derecho Español y Mexicano. Barcelona, España, Editorial Atelier Libros.
                                                                                         300
daño por parte del Fisco? Creemos que para poder responder correctamente
dicha pregunta es necesario dejar establecidos –en forma general- ciertos
puntos esenciales.
        Sabido es que la responsabilidad patrimonial del Estado se sustenta
básicamente en el artículo 38, inciso 2º de la Constitución303, el cual obtiene su
consolidación principalmente en los artículos 4º304 y 42305 de la Ley Nº 18.575.
Dejando de lado las discusiones que ha producido dicha trilogía, una cuestión
es clara: la responsabilidad patrimonial de la Administración del Estado existe y
ella puede generarse tanto por una actuación positiva de la Administración,
como también por una negativa –o también llamada omisión-, como podría ser
el hecho de dejar pasar excesivo tiempo en la solución de un conflicto jurídico.
        En consideración a la idea anterior, y haciendo un análisis muy similar al
antes expuesto, es que el catedrático Cristian Román Cordero, distingue tres
grandes cuestiones a propósito de las cuales se puede presentar la inactividad:
303
   Artículo 38, inciso 2º, Constitución Política de la República de Chile: “Cualquier persona que
sea lesionada en sus derechos por la Administración del Estado, de sus organismos o de las
municipalidades, podrá reclamar ante los tribunales que determine la ley, sin perjuicio de la
responsabilidad que pudiere afectar al funcionario que hubiere causado el daño.”
304
   Artículo 4º, Ley Nº 18.575: “El Estado será responsable por los daños que causen los
órganos de la Administración en el ejercicio de sus funciones, sin perjuicio de las
responsabilidades que pudieren afectar al funcionario que los hubiere ocasionado.”
305
   Artículo 42, Ley Nº 18.575: “Los órganos de la Administración serán responsables del daño
que causen por falta de servicio. / No obstante, el Estado tendrá derecho a repetir en contra del
funcionario que hubiere incurrido en falta personal.”
                                                                                             301
a) Recurso de Protección, b) Reclamo de ilegalidad municipal, y c)
Responsabilidad de la Administración. Respecto a este último punto –c)-, el
autor plantea: “Sabemos que los órganos de la Administración responden por
falta de servicio en los términos señalados por el artículo 42 de la Ley Nº 18.575
(LOCBGAE). Pues bien, la doctrina306 reconoce como hipótesis de la falta de
servicio, el no actuar, debiendo hacerlo, mal o tardíamente…”307.
        Sumado a la idea anterior, está el hecho, ya indiscutido entre aquellos
que apoyan la existencia de la responsabilidad patrimonial del Estado, que no
pueden existir parcelas o ámbitos dentro del derecho público que, a priori,
establezcan la irresponsabilidad absoluta del Estado, ya que si así fuera
estaríamos ante una norma que pugna con la propia Constitución, lo cual
inmediatamente la convierte en inconstitucional.308
       Por tanto, la actuación tardía de la Administración en la resolución de un
procedimiento sancionatorio, aun cuando carezca de norma expresa que lo
consagre en términos directos para el caso de actuación excesivamente
306
   Y no solo la doctrina porque, como veremos en párrafos siguientes, la jurisprudencia igual lo
ha entendido así.
307
   ROMÁN CORDERO, Cristian. 2010. [Apuntes] Curso Responsabilidad del Estado, Apuntes
de Clases, p. 4. La cursiva es nuestra.
308
   Por ello, es que han sido tan discutidas normas como el artículo 14 de la Ley de Firma
Electrónica -Ley Nº 19.799- y el 35 de la Ley General de Concesiones –Decreto Supremo Nº
900 del Ministerio de Obras Públicas-
                                                                                            302
dilatada, si puede generar responsabilidad de ella, derivada de los perjuicios
sufridos por el administrado; por tanto, éste tiene la posibilidad de reclamar la
indemnización correspondiente.
      Sin embargo, y a pesar de que teóricamente esto es posible, hasta ahora
no existen casos en que se haya exigido que la autoridad respectiva responda
por los perjuicios producidos en aquellos casos en que los tribunales de justicia
hayan determinado la existencia de una dilación excesiva. A pesar de esto, si
hay atisbos de ello en alguna jurisprudencia emanada de la propia Corte
Suprema. Este es el caso del voto disidente del Ministro de la Corte Suprema
don Hugo Dolmestch en la Causa Rol Nº 6190-2009, caratulada “Zalaquett
Daher Patricia”, en la cual estima él estima que procedería la indemnización por
dilación excesiva.
      Para contextualizar dicha causa, podemos señalar, en términos
generales, que doña Patricia Zalaquett Daher, María Cristina Chacaltana
Pizarro y Aída Inés Baeza Barra, solicitan a la Corte Suprema que se declaren
injustificadamente erróneos o arbitrarios los autos de procesamiento por los que
fueron encausadas, ya que ellas, en el contexto de la Dictadura Militar, fueron
detenidas, procesadas y posteriormente absueltas de una serie de delitos que
nunca se configuraron, basándose dichas decisiones de la autoridad jurídico-
militar de la época en declaraciones falsas u obtenidas por medio de torturas
                                                                          303
y/o vejámenes varios, prueba testimonial falsa y, en general, prueba creada
para efectos de fundar detenciones y posteriores procesamientos ilegales.
          Pero para lo que nos atañe en este estudio, cada una de estas tres
mujeres fue mantenida en calidad de procesada por más de 30 años –comenzó
en agosto de mil novecientos ochenta y cuatro y terminó el veinticinco de julio
de dos mil siete-, lo que, en virtud de su alegación hace entender que “… de
tales antecedentes es posible tener por establecido que los autos de
procesamiento que las afectaron, fueron injustificadamente erróneos o
arbitrarios, con vulneración, además, en la prosecución del juicio, de la garantía
de la oportunidad para juzgar que forma parte del debido proceso…” 309.
          Pero, a pesar de parecer del todo razonable la solicitud por ellas
presentada, el voto de mayoría emanado de la Corte fue claro al precisar “Que
en la solicitud de fojas 95 se concretó como un antecedente para agravar el
error judicial cometido, el hecho de haber estado las procesadas privadas de
libertad por largo tiempo, sin perjuicio de la larga duración del proceso. Sobre
este tema procede destacar que la prolongada duración de un juicio, no está
concebida como una de las motivaciones para estimar la existencia de error
injustificado o arbitrario al someter a proceso a una persona. Existe cierto, una
309
      Considerando 1º, parte final, Sentencia Corte Suprema Causa Rol Nº 6190-2007.
                                                                                      304
segura        vinculación,    encontrándose       reconocido      incluso    en    tratados
internacionales el derecho a ser oído dentro de un plazo razonable y ser
juzgado sin dilaciones indebidas (Artículos 8º, Nº 1º, del Pacto de San José de
Costa Rica y 14, Nº 3º, letra c), del Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos) como constitutivo del derecho al debido proceso que nuestra
Constitución Política garantiza a todos los ciudadanos en su artículo 19, Nº 3º.
Empero, la extrema dilación del proceso no guarda relación alguna con la
norma que establece el derecho a la indemnización por error judicial…” 310.
          Estimamos - a pesar de lo que a primera vista se podría calificar como
una decisión errada por parte de la Corte Suprema- que tanto el raciocinio como
la decisión adoptada por la Corte es acertada, pero incompleta. Creemos que
es acertada porque es de total seguridad el hecho de que la dilación excesiva
no conlleva necesariamente “Error Judicial”, en razón de los limitados términos
usados por el Artículo 19, Nº 7, letra i) de la Constitución que no contemplan a
este tipo de casos como subsumibles dentro de la causal por ella adoptada.
Pero, como también dijimos, dicha decisión es incompleta.
          Es, a nuestro entender, incompleta porque no considera normas que,
consagradas en Tratados Internacionales, han sido ratificadas por Chile y se
encuentran vigentes. Esta situación ya la deja entrever el propio fundamento
310
      Considerando 26º, primera parte, Sentencia Corte Suprema Causa Rol Nº 6190-2007.
                                                                                         305
recién expuesto planteado por el máximo tribunal, al enunciar artículos
concretos tanto del Pacto de San José de Costa Rica y el Pacto Internacional
de Derechos Civiles y Políticos –ambos tratados en el punto I.2.a.iii- que, si
hubieren sido evaluados en su mérito, y contrastados con los elementos de
hecho del caso, debiesen haber conducido a determinar que ellos fueron
indudablemente violados por la autoridad judicial.
       Así lo entendió el Ministro don Hugo Dolmestch, quien estuvo por acoger
la solicitud basado en “1º.- Que a su juicio, no es efectivo que “la extrema
duración del proceso” no permita activar un procedimiento destinado a obtener
la indemnización de los perjuicios ocasionados a las víctimas de tal dilación
indebida. / En efecto, si bien una tal hipótesis no es reconducible al restringido
sistema de reparación del error judicial regulado en el artículo 19, Nº 7ª, literal i)
de la Constitución Política de la República, no es menos cierto que el Derecho
Internacional Convencional de los Derechos Humanos ha venido a ampliar el
alcance del instituto resarcitorio, para comprender en él situaciones como el
derecho de toda persona “a ser oída con las debidas garantías y dentro de un
plazo razonable, por un juez o tribunal competente” (artículo 8.1 de la
Convención Americana sobre Derechos Humanos o Pacto de San José de
Costa Rica, aprobada por Decreto Supremo Nº 873 (relaciones exteriores),
publicado en el Diario Oficial de 05.01.1991) y a “ser juzgada sin dilaciones
indebidas” (artículo 14.3 c del Pacto Internacional de Derechos Civiles y
                                                                      306
Políticos, aprobado por Decreto Supremo Nº 773 (Relaciones Exteriores),
publicado el 29.04.1989). / 2º.- Que las dilaciones indebidas […] representan
una forma de funcionamiento indebido o anormal de la Administración de
justicia, asimilable a la falta de servicio, criterio generalmente aceptado como
base de imputación de responsabilidad del Estado administrador en aquellos
supuestos en que el servicio público no funciona o lo hace en forma imperfecta
o tardía… / 3º.- Que la Convención Americana, citada, garantiza al lesionado en
algún derecho o libertad protegidos por esta Convención, reconociéndole el
derecho a que se reparen las consecuencias de la medida o situación que ha
configurado aquella violación y “el pago de una justa indemnización a la parte
lesionada (art. 63.1 de su texto)… / 4º.- Que el Derecho Convencional,
incorporado en el derecho interno por la vía del inciso 2º del artículo 5º de la
Carta Fundamental, ha venido pues a consagrar un nuevo supuesto de
responsabilidad patrimonial del Estado por su actividad jurisdiccional,
consistente en la transgresión de cualquier derecho o libertad resguardados –en
este caso- en la Convención Americana, tantas veces citada….”311
          Y es así, que en virtud de todo el raciocinio antes expuesto, que el
Ministro Dolmestch, afirma que “5º.- Que, por concurrir en el caso de la especie
los elementos que hacen la responsabilidad del Estado por funcionamiento
311
      Primera parte del voto en contra en la Sentencia Corte Suprema Causa Rol Nº 6190-2007.
                                                                                          307
anormal de la Administración de justicia, el disidente estuvo por acceder a
otorgar la declaración impetrada, con arreglo a lo dispuesto en la normativa
antes desarrollada y en el artículo 19, Nº 7º, letra i), de la Constitución Política,
que opera, como norma de procedimiento complementaria y no excluye, por
tanto, la intervención de esta Corte Suprema en los casos de fundarse la
imputación en violaciones de derecho internacional.”312.
          No podemos estar más de acuerdo con lo expuesto por el Ministro
Dolmestch. Esto porque es cierto que no existe una violación directa del artículo
19, Nº 7, letra i) de la Constitución, pero si existe violación de Tratados
Internacionales que rigen en nuestro país, lo cual lleva a entender que se deben
aplicar las medidas por ellos expuestas –medidas que, como bien entiende el
Ministro, son complementarias a la norma constitucional-, cuestión que
involucra, en el caso en comento, en virtud del Artículo 63.1 de la Convención
Americana de Derechos Humanos, el respeto al derecho o goce violado y una
posible indemnización313, y es ello lo que entiende este voto de disidencia314.
312
      Parte final del voto en contra en la Sentencia Corte Suprema Causa Rol Nº 6190-2007.
313
    Artículo 63.1, Convención americana de Derechos Humanos: “Cuando decida que hubo
violación de un derecho o libertad protegidos en esta Convención, la Corte dispondrá que se
garantice al lesionado en el goce de su derecho o libertad conculcados. Dispondrá asimismo, si
ello fuera procedente, que se reparen las consecuencias de la medida o situación que ha
configurado la vulneración de esos derechos y el pago de una justa indemnización a la parte
lesionada.”
314
   A mayor abundamiento, dicho Ministro entiende a su vez que la demora por más de treinta
años del procedimiento penal configura una forma de funcionamiento anormal de los órganos
públicos, independiente de las circunstancias que hayan generado dicha dilación, lo cual es
                                                                                             308
Así también es entendido por el profesor Román Cordero, quien, señala que
“…la demora más allá de lo razonable en la tramitación de un proceso penal
importa una hipótesis de mal funcionamiento del servicio judicial y no de error
judicial, por lo que conforme al sistema chileno no da origen a responsabilidad
del Estado-juez.”315
        Así vemos que, aun cuando en este caso no fue acogida la aplicación del
derecho a un plazo razonable o a ser juzgado sin dilaciones indebidas como
presupuesto que puede originar responsabilidad patrimonial del Estado, si
existe al interior del Poder Judicial algunos integrantes que propugnan su
aplicación en virtud de los Tratados Internacionales que tienen vigencia en
nuestro país y por ende, entienden que la violación de este derecho genera
responsabilidad para el órgano público competente. Y ello no es sólo aplicable a
los órganos directamente jurisdiccionales porque, como vimos, los derechos y
garantías inicialmente consagrados sólo respecto de ellos, se han entendido
ampliables a los órganos administrativos que ejercen actividad sancionatoria, en
virtud de lo similar de su accionar, como a su vez por la ausencia de normas
expresas que reglen su forma de funcionamiento, por ende, en aquellos caso en
que se declare la existencia de dilación excesiva dentro de un procedimiento
absolutamente lógico desde el punto de vista de la actividad mínima necesaria por parte de no
sólo los Tribunales de Justicia, sino de todo órgano público que preste servicios a la ciudadanía.
315
   ROMÁN CORDERO, Cristian. 2010. [Apuntes] Curso Responsabilidad del Estado, Apuntes
de Clases, p. 27, Lección Nº 18 “Responsabilidad Patrimonial del Estado-Juez”.
                                                                                             309
administrativo-sancionador   podría   llegar   a   configurarse   responsabilidad
patrimonial del Estado.
                                                                             310
                              CONCLUSIONES
                        CONCLUSIONES I PARTE
    Respecto de esta Parte I, podemos concluir lo siguiente:
   Que para poder contextualizarnos correctamente en el ámbito a tratar, es
    necesario entender que esta área del Derecho se encuentra –a
    diferencia de otras como la civil o penal- en un proceso de elaboración
    de sus cimientos. Es por ello que recurrentemente existen discusiones
    respecto a casi la totalidad de sus temas, como también produce una
    inevitable incertidumbre y búsqueda de soluciones en áreas del derecho
    que se encuentran en una fase de desarrollo posterior. Es por esto que
    es muy complejo el tomar partido por una u otra solución en cada caso,
    ya que cada vez van apareciendo nuevos e interesantes argumentos que
    sirven de fundamento para una u otra postura. Sin embargo, el
    enfrentarse, abordar y aportar en este proceso hace necesaria una
    actitud activa y propositiva.
                                                                        311
   Que a pesar de las discusiones y comentarios que puedan generarse
    dentro de nuestra realidad jurídica actual, es indiscutible el hecho de que,
    para nuestra Administración, no existen plazos perentorios. Muchos son
    los argumentos para sustentar aquello, como a su vez para discutir las
    razones de esta “omisión”, sin embargo, dicha realidad es innegable.
   Que tanto las potestades como garantías Administrativo-sancionadoras,
    a pesar de ser muy discutidas –incluso actualmente- por diversos
    autores, ya se encuentran enraizadas dentro de la orgánica jurídico-
    pública. Su establecimiento y existencia ya escapan a toda voluntad de
    supresión que pueda existir, por lo que, a nuestro parecer, lo más
    recomendable es lograr un rápido avance en su desarrollo, en pro de
    evitar una cada vez mayor incerteza jurídica.
   Que a pesar de las discusiones antes señaladas, la Constitucionalidad
    de las potestades y garantías administrativo-sancionadoras están
    avaladas por una serie de jurisprudencia -principalmente del Tribunal
    Constitucional- que permiten asegurar su validez. Cierto es el hecho de
    que podría determinarse de mejor forma, pero ello no afecta su
    pertinencia. Dicha situación de incertidumbre lleva a que debamos poner
    atención en que él se encuentra en un franco proceso de construcción, o
                                                                            312
    como dijimos en páginas anteriores, se encuentra todavía en “minoría de
    edad”-, lo cual evidentemente puede servir como una situación que
    beneficie el establecimiento de un Derecho Público mucho más moderno,
    al menos en este ámbito, que se ajuste a la realidad actual y que
    resuelva, de buena manera, sus problemáticas, pero también puede
    desencadenar –si se lleva a cabo un proceso imperfecto o viciado- en
    crear una rama que, desde sus cimientos, se elabore defectuosamente,
    lo cual traería aparejados múltiples problemas.
   Que, respecto a la institución del Debido Proceso, a pesar de que no se
    señale expresamente –se habla de “racional y justo”-, si se encuentra
    consagrada en nuestra Constitución actual –artículo 19 Nº3, inciso 6º-, la
    cual, por ende, se hace aplicable a los procedimientos Administrativo-
    sancionatorios. Pero, a pesar de las buenas intenciones del legislador,
    no concordamos en la forma en que consagró dicho principio, ya que al
    establecerse constitucionalmente que el procedimiento debe ser sólo
    “racional y justo”, impide que el legislador pueda extender más allá su
    control sobre el procedimiento, lo que va en directa contradicción con lo
    señalado en el punto I.2.a.i respecto a que la garantía del debido proceso
    aún no posee sus límites definitivos, ya que se encuentra en un
    constante y permanente crecimiento. Por ello creemos que lo más
    sencillo es que se hubiese consagrado directamente, y sin rodeos, la
                                                                    313
          expresión debido proceso, ya que es sabida su evolución, y por ende el
          que se hubiere otorgado al legislador su concretización habría permitido
          que él, conforme a la evolución del principio, pudiese determinar su
          contenido. Sumado a lo anterior, está el hecho de que el proceso se
          tramite en virtud de las garantías formales que busca resguardar este
          precepto, no da cauciones suficientes, ya que “aunque el proceso sea
          llevado conforme a la literalidad de la ley igual puede no ser justo o
          debido y violentar la garantía”316, cuestión que va en directa relación con
          el estado de evolución en el que se encuentra actualmente la idea de
          debido proceso que busca otorgar protecciones que vayan mucho más
          allá que lo meramente formal.
         Que respecto a las ideas de plazo razonable y dilación indebida, tratadas
          en el Capítulo 2, creemos que su (i)respeto depende del caso concreto
          en que se discuta. Esto porque no es aconsejable ni posible
          jurídicamente, el establecer plazos perentorios porque a pesar de que
          pudiera ayudar a dar certeza temporal, implicaría otorgar incerteza
          respecto a si realmente el caso en comento se falló conforme al
          convencimiento que debió haber logrado el juzgador y no sólo porque el
          tiempo lo apremiaba. Así, se hace necesario considerar correctamente
316
  CAROCCA PÉREZ, Álex. 2003. La Defensa Penal Pública, Santiago, Chile,Editorial Lexis
Nexis, p. 57.
                                                                                  314
    tanto los efectos preceptivos como facultativos –tratados en el punto I.2.c
    y I.2.d-. Además, a pesar de que dichas ideas no nacen para ser
    aplicadas en el ámbito Administrativo-sancionador, ellas sí deben
    considerarse en dicha área del Derecho: esto porque tanto la historia
    fidedigna de la Constitución, como los Tratados Internacionales y los
    tribunales nacionales han dejado en claro su aplicación, además su
    indudable beneficio hace pertinente este proceso.
   Que del análisis expuesto respecto a la aplicación del principio antes
    señalado en los procedimientos administrativo-sancionatorios –I.2.e-,
    importante ha sido especialmente el aporte que el Tribunal Constitucional
    ha tenido con él. Esto porque dicha institución ha sido requerida para
    pronunciarse acerca de él en innumerables ocasiones y en toda la
    amplitud de procesos que se pueden llevar a cabo ante autoridad pública
    en que de una u otra manera pudiera tener aplicación dicho principio.
    Estas solicitudes han llevado a que haya y esté –y muy probable,
    continúe-   realizando fuertes esfuerzos por intentar establecer las
    fronteras de dicho principio, siempre tan difuso como esquivo. Esto lo ha
    hecho no sólo a priori –como lo puede ser en el requerimiento
    parlamentario respecto al proyecto de ley que expusimos-, sino también
    a posteriori –como la inaplicabilidad por inconstitucionalidad que también
    presentamos-, lo cual no ha hecho más que profundizar la incidencia que
                                                                        315
    dicho tribunal tiene sobre estas ideas. Sumado a esto, está el hecho de
    que esta Magistratura, lejos de eludir el problema, ha ido profundizando
    su análisis y ha intentado responder al requerimiento que la propia
    Constitución le hace en este punto, sin perjuicio de que en dicho proceso
    ha cometido errores –por ejemplo, al hablar de la aplicación de los
    principios penales –y por ende, de la idea de Debido Proceso que, como
    sabemos, se origina a propósito de éste- “con matices”, cuando debía
    señalar que su aplicación es “por regla general”, en el punto I.2.b.i.-,
    cuestión inevitable en todo proceso evolutivo; pero que sin duda ha
    dejado en evidencia ciertos elementos que el legislador y los jueces
    deben considerar al tratar, en sus diversas formas, la idea de Debido
    Proceso.
   Que, como conclusión de cierre respecto a la idea de Debido Proceso,
    creemos que la discusión, el análisis y la importancia que ella tomará a
    futuro –y no sólo en el ámbito administrativo- será cada vez más
    creciente. Esto porque cada vez abundan más los procesos en que, de
    una u otra forma, se ven envueltos por dicha garantía, sumado al
    “empoderamiento de derechos” que la ciudadanía ha ido desarrollando
    con el pasar de los años, conlleva que todos nosotros cada vez más
    reclamemos el necesario respeto que se debe tener de él. Esto lleva
    evidentemente a que sea necesario que la autoridad continúe y ahonde
                                                                     316
    aún más en su estudio, enfocándose esencialmente en dilucidar cuál es
    la forma y mecanismo adecuado de aplicación de él dependiendo del tipo
    de proceso en el que se esté discutiendo. Su análisis, lejos de concluir,
    está recién comenzando.
   Que, en razón a la ley Nº 19.880, podemos afirmar que ya desde sus
    inicios como proyecto presentado al Congreso Nacional, contenía como
    objetivo esencial el terminar con las problemáticas dilaciones de que
    eran objeto los procedimientos administrativos. Luego ella mutó,
    ampliándose y estableciendo una verdadera ley de bases de los
    procedimientos administrativos, pero sin dejar de lado loa fines iniciales.
    Pero   la   búsqueda     de   establecer   plazos   perentorios   para    la
    Administración choca con la idea de obtener soluciones conformes a
    derecho, por lo que el fin inicial de establecer plazos máximos
    improrrogables al administrador no tuvo el impacto positivo que se
    esperaba inicialmente.
   Que respecto a la inactividad de la Administración en términos generales,
    podemos decir que ella recibe un tratamiento especial dentro de la Ley
    Nº 19.880, y que ya desde los inicios de la tramitación de lo que, en ese
    momento era un proyecto de ley, se consideró como un tema central.
                                                                             317
    Esto, en el entendido de que ya existía, a nivel internacional, un amplio
    estudio del tema, y de que en Chile se hacía necesario llevar a cabo, al
    menos, un proceso de discusión al respecto. En sí, la inactividad
    administrativa se puede presentar de múltiples formas y en diversas
    situaciones, pero nuestro derecho sólo en algunas de ellas da una
    solución   expresa;   en   otras   no   lo   hace.   Creemos   que    esto,
    lamentablemente, es esperable –más no aceptable- dentro de la realidad
    jurídica nacional, muchas veces retrasada de otras como las europeas o
    norteamericana. Pero la disposición, tanto de las autoridades legislativas
    como judiciales, ha sido evidentemente deficitaria: ello lo imputamos al
    hecho de que ven como una limitación a su propio actuar el establecer
    normativa certera para todos estos tipos de casos, ya que es evidente
    que el que hayan amplios plazos, o incluso que estos ni siquiera existan,
    no hacen más que someterlos a restricciones que, a pesar de ser muy
    beneficiosas para todos, también los circunscribe en su actuar.
   Que, acerca de las soluciones que la ley Nº 19.880 propone a la
    problemática de la inactividad administrativa, la principal es el silencio,
    tanto negativo como positivo. Respecto a ésta solución que da la ley,
    podemos afirmar que, en términos generales, ella si establece los
    elementos esenciales de esta institución, a pesar de no otorgar una
    definición o, al menos, un lineamiento general, pudiendo deducirse a su
                                                                        318
    vez cuales serían, en principio, las funciones principales que debe
    cumplir. Sin embargo, y viéndolo desde un punto de vista funcional, el
    tratamiento que la propia ley hace de ellas al establecer las hipótesis en
    que cada una se aplica, es insuficiente en el sentido de que el silencio
    positivo es entendido casi una excepción excepcionalísima dentro del
    sistema, dejando a cubierto la gran mayoría de las hipótesis como
    silencio negativo. Pero ello no sería tan grave –aunque ya de por sí es
    complejo- si es que el legislador estableciese algún mecanismo que
    garantizase la certificación en tiempo y forma necesaria para recurrir ante
    dicha situación, cuestión que no hace, tornando sombrío el panorama. Es
    así que la consagración que del silencio se hace en la Ley de Bases de
    los Procedimientos Administrativos no ha logrado la eficacia inicialmente
    esperada, cuestión que creemos es necesario corregir urgentemente.
   Que, continuando con la idea del silencio administrativo, creemos que las
    soluciones que propone la Ley Nº 19.880 sólo son aplicables a aquellos
    procedimientos administrativos que no tengan ley especial que regulen
    su desarrollo o que, teniéndola, se remitan a ésta ley general para dar
    aplicación al silencio. Además, tampoco resulta comprensible aplicarlas a
    procedimientos y actos que se encuentren regulados por leyes de mayor
    rango, como una Ley Orgánica Constitucional o de Quórum Calificado,
    las que, por su importancia dentro del ordenamiento jurídico, priman por
                                                                         319
    sobre una ley simple. Además, las respuestas que nos entrega el silencio
    administrativo, por el tratamiento que la ley hace de él, no es aplicable a
    los procedimientos iniciados de oficio. Así vemos que, a pesar de ser
    presentada inicialmente esta institución como la gran respuesta a la
    problemática de la inactividad de la autoridad administrativa, ello en los
    hechos no fue ni es así, ya que su aplicación tan limitada –además de
    deficitaria- hace que en la práctica muchos casos queden sin ser
    solucionados por medio de este mecanismo, manteniéndose la
    incertidumbre que dicha institución inicialmente quería erradicar.
   Que la Desviación de Poder, como vicio que deriva en la declaración de
    nulidad de derecho público de aquél acto administrativo que adolezca de
    él, nos puede servir como elemento que sustente la perdida de validez
    de un acto –proveniente de un procedimiento administrativo-sancionador-
    que se dilate en demasía en su pronunciamiento. Esto porque la dilación
    excesiva en la determinación de una sanción evidentemente lleva
    envuelto el hecho de que ella pierde ciertos elementos que deben
    motivar su determinación, lo que no hace más que viciar y por ende dejar
    sin efecto su dictación. Pero, a nuestro parecer, este aparente beneficio
    se ve entrampado con lo que ocurre en la práctica judicial, ya que la
    autoridad, históricamente, se ha mostrado muy reacia a la aplicación de
    la desviación de poder al caso en concreto, ya que su prueba es difícil de
                                                                           320
    acreditar, como también sus consecuencias, para el funcionario en
    cuestión, son bastante fuertes. Así es que su utilidad teórica se
    desvanece en la realidad jurídica.
   Que los principios de eficiencia, eficacia, celeridad, conclusivo e
    inexcusabilidad pueden actuar como un importante mecanismo de
    protección ante violaciones procesales de carácter temporal. Esto porque
    todas ellas buscan el que el procedimiento, en este caso Administrativo-
    sancionador, se desarrolle en los términos y tiempo debidos, en virtud
    de los parámetros que ellos mismos establecen. Pero sólo los evaluamos
    en virtud de su valor real, es decir, no podemos hacer de ellos una
    aplicación directa y concreta materialmente ya que, como bien dice su
    nombre, son únicamente “principios” y no normas que establezcan
    parámetros unívocos. Pero a pesar de ello, creemos que es evidente que
    los procesos Administrativo-sancionadores que se extienden más allá de
    lo razonable los vulneran abiertamente, en base a que ellos son
    disposiciones expresamente consideradas por la ley, por lo que podrían
    ser correctamente utilizados como fundamento de impugnación de
    aquellas resoluciones que no los respeten, sosteniendo a su vez que
    esta forma de reclamación podría ser la más útil en virtud de los fines
    perseguidos.
                                                                        321
   Y que finalmente, y a pesar de que esta Parte I tenga fines
    esencialmente introductorios y contextualizadores de la problemática
    central, igualmente ya se deja en evidencia que la idea de los límites
    temporales en el procedimiento administrativo-sancionador produce
    problemas y discusiones que es necesario afrontar y respecto de las
    cuales, intentaremos en las páginas siguientes dar luces a ese respecto
    y, en lo posible, aportar con posibles soluciones que puedan servir a
    futuro.
                       CONCLUSIONES II PARTE
    De lo expuesto en la Parte II, podemos decir:
   Que la extinción de un acto administrativo, tarde o temprano, llega. Dicha
    extinción puede ser naturalmente –agotamiento- o de forma provocada.
    A pesar de lo secundario que, a simple vista, pudiese ser el estudiar las
    formas de extinción de los actos administrativos, su importancia es
    central. Los presupuestos que provocan el surgimiento de una u otra
    figura son una manifestación de hechos diversos que, dentro de la vida
                                                                          322
    jurídico-administrativa, se concretan en modos de extinguir distintos.
    Pero lo esencialmente importante de aquello es el poder entender que, a
    pesar de las arduas discusiones que existen al respecto, la figura del
    decaimiento de los actos administrativos, sí tiene existencia jurídica.
   Que la autonomía conceptual que el decaimiento pueda tener dentro de
    las diversas figuras estudiadas, el recogimiento de presupuestos no
    amparados en ninguna de los otros mecanismos extintivos, y la solución
    que otorga a una serie de problemas que se presentan dentro del
    derecho administrativo –y para nuestro interés, dentro del administrativo-
    sancionador- hace muy útil el esfuerzo de autores tan relevantes como
    Méndez, Sayagués, Olguín, Aylwin y otros para otorgarle a ella un nicho
    no considerado hasta ese entonces.
   Que entendemos el hecho de que ella pueda ser confundida con otras
    figuras extintivas, pero creemos haber dejado clara su distinción y
    particularidad en relación a las demás, lo cual la hace digna de interés.
    No es menos cierto que aún ella es una figura en desarrollo, por ende
    creemos que este trabajo está muy lejos de ser completo, pero sí
    entendemos que en él se establecen los parámetros esenciales y
    distintivos que la conforman.
                                                                              323
   Que creemos que sería de muchísima utilidad que, dentro de nuestro
    ordenamiento jurídico –a nuestro parecer, dentro de la Ley de Bases de
    los Procedimientos Administrativos-, ella pudiese ser considerada
    expresamente y que se le estableciese, sin lugar a dudas, como un
    mecanismo extintivo de los actos administrativos, más no negamos la
    posibilidad de que ella igualmente pueda ser aplicada en virtud del gran
    conjunto de principios que inspiran a los procedimientos administrativos y
    que deben ser respetados ineludiblemente por la autoridad.
   Ya adentrándonos en las sentencias que estudiamos esencialmente en
    el Capítulo 3 y siguientes de esta II Parte, cierto es que la institución del
    decaimiento nace asociada a los actos administrativos, y las formas por
    medio de las cuales éstos pueden extinguirse. Pero la Corte Suprema, a
    partir de la sentencia dictada en la Causa Rol Nº 8682-2009, la hace, en
    primer término, utilizable en nuestro derecho nacional y, en segundo
    término, aplicable no a los actos administrativos como tal, sino que a los
    procedimientos administrativo-sancionatorios, es decir, hace una doble
    innovación. Aquello lo fundamenta principalmente en la necesidad de
    que exista proximidad temporal entre “acto vulneratorio del ordenamiento
    jurídico” y “sanción aplicada a dicha infracción”.
                                                                             324
   La decisión de la Corte Suprema se explica en virtud de que lo que se
    busca resguardar no es solo el que el procedimiento administrativo se
    desarrolle en conformidad a las normas procedimentales que lo regulan
    específicamente, sino que va mucho más allá, en el sentido de que éste
    transcurra también con pleno respeto de los principios que inspiran a
    todo procedimiento administrativo y, especialmente, de las garantías
    fundamentales que protegen a toda persona, como lo es el debido
    proceso.
   Es así que el debido proceso se ve vulnerado por la inactividad de la
    Administración, la cual posee la obligación ineludible de decidir y resolver
    aquello que se encuentra bajo su conocimiento debiendo, dicha decisión,
    estar informada por toda la gran normativa que integra nuestro
    ordenamiento       jurídico:    derechos       fundamentales,       normas
    constitucionales, principios y normas de derecho administrativo y las
    normas específicas aplicables al caso.
   Por ello, estima el máximo tribunal, que si en el procedimiento
    sancionatorio existe inactividad consistente en un distanciamiento
    temporal excesivo entre el acto de instrucción y el de sanción, que afecte
                                                                            325
    los derechos de los cuales el administrado es titular, el procedimiento
    necesariamente decae, lo cual hace que la sanción sea inaplicable.
   De lo anterior, se deriva el hecho de que este accionar tardío de la
    Administración atenta contra el principio de certidumbre jurídica, ya que
    el mantener a una persona, más allá de lo razonable, sometida a un
    procedimiento sancionatorio, afecta directamente a dicho derecho del
    cual todos y cada uno de nosotros somos titulares. Además, esta
    mantención excesiva en el tiempo afecta el principio de razonabilidad.
    Ello se ve reflejado en los diversos principios que la Corte enumera como
    afectados en estos casos: eficacia y eficiencia administrativa, celeridad,
    conclusivo e inexcusabilidad.
   Importante es señalar que la Corte, por medio de estas decisiones, no
    ataca el necesario desarrollo en el tiempo que debe tener todo
    procedimiento. Es decir, entiende que ellos necesitan prolongarse en el
    tiempo, pero dicha prolongación debe ser sólo la necesaria para adoptar
    una decisión conforme a derecho, cuestión que en estos casos es
    evidentemente irrespetado.
                                                                          326
         Vinculado con el punto anterior, es el hecho de que la Corte, por medio
          de las diversas sentencias, es clara al señalar que en los casos en
          cuestión no discute la idea de que los plazos para la Administración no
          son perentorios. Es más, nunca se refiere a dicha idea, ni para apoyarla
          o refutarla. Lo que hace la Corte es que, debido a la violación manifiesta
          de diversas normas y principios constitucionales y legales que se lleva a
          cabo en los casos en comento, el resultado de aquello es el decaimiento.
          Creemos necesario dejar esto en claro, ya que cuando apareció la
          primera sentencia el año 2009 que aplicaba la figura del decaimiento,
          hubo autores –como Parodi Tabak- que creyeron que lo que realmente
          estaba haciendo la Corte Suprema era destruir dicho paradigma317.
         El análisis que la Corte hace en cada uno de estos casos se desarrolla
          desde lo más general a lo más específico, en el sentido de que su
          análisis parte desde garantías constitucionales, para luego adentrarse en
          los cuerpos normativos específicos aplicables a los casos, como lo son la
317
   “Cuando faltaban apenas tres días para que finalizara el año 2009, la Tercera Sala de la
Corte Suprema nos sorprendió con un fallo –haciendo referencia a la sentencia dictada en la
causa caratulada “Superintendencia de Electricidad y Combustibles con Shell Chile S.A.C.I.”,
Rol Nº 8682-2009- que desmitifica una regla muy repetida de Derecho Administrativo, que a
nuestro juicio, cuando ha sido aplicada sin más, ha resuelto tremendamente dañina para
nuestro Estado de Derecho…” en PARODI TABAK, Alejandro. 2010. Ineficacia de multa por
demora excesiva de la Administración en resolver el Procedimiento Sancionatorio, en:
Sentencias Destacadas 2009: Una mirada desde la perspectiva de las políticas públicas,
Santiago, Chile, Editorial Libertad y Desarrollo, p. 238.
                                                                                        327
    ley Nº 18.575 y luego la ley Nº 19.880. Una vez hecho aquello busca una
    solución que, a su entender, es el decaimiento.
   La Corte, a fin de establecer ciertos parámetros que puedan ayudar en la
    fijación del tiempo necesario para entender que estamos ante la figura
    del decaimiento –y, por ende, dar cierto grado de certeza jurídica a
    administrador y administrado-, ha aplicado el denominado “criterio
    rector”. Dicho estándar, sin embargo, sólo ha sido utilizado –salvo en el
    caso de la sentencia de la Causa Rol Nº 8387-2010- en aquellos casos
    en que la dilación ha recaído en la resolución del recurso de reposición.
    Esto ha sido así porque sólo para éstos casos es aplicable, por analogía,
    el plazo del artículo 53 inciso 1º de la Ley Nº 19.880, que es de donde
    deriva dicho criterio que, a su vez entendemos, es el que la Corte estima
    como el plazo que la Administración tiene para satisfacer las
    necesidades públicas que le ordena la ley.
   La utilización del decaimiento nace por el hecho de que otras figuras que,
    a simple vista podrían ser útiles para solucionar el problema de la
    dilación excesiva, no lo hacen satisfactoriamente. El abandono del
    procedimiento y el silencio positivo o negativo no son, por sus
    características propias, aptas para ser aplicadas a éstos casos.
                                                                          328
   La decisión de la Corte Suprema aquí abordada lleva, inevitablemente, a
    preguntarse si era necesaria tan sorpresiva decisión. Efectivamente,
    instituciones como el Abandono o el Silencio –amabas de la Ley Nº
    19.880-, sumado al hecho de que los plazos para la Administración no
    son fatales, ponen de manifiesto la necesidad de que exista un
    mecanismo que responda satisfactoriamente a la inactividad de la
    Administración, logrando así que todo acto y/o procedimiento iniciado por
    la autoridad que no respete los tiempos que la ley contempla para su
    desarrollo, no solo derive en una sanción personal en el funcionario
    responsable, sino que directamente se ataque la validez del acto y/o
    procedimiento, de manera tal que éste refleje dicha dilación.
                                                                         329
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