Tío Vania
Antón Chéjov, 1899
Vanya on 42nd Street (Vania en la calle 42)
Louis Malle
Estados Unidos, 1994
Versión original en inglés con subtítulos en castellano
Proyección Filmoteca de Andalucía. 10 de abril de 2019.
20 h.
Anuncio de "Vania en la calle 42"
https://www.youtube.com/watch?v=OC1PeN5fRhE
VANIA EN LA CALLE 42
Título original Vanya on 42nd Street
País de producción Estados Unidos
Fecha de producción 1994
Dirección Louis Malle
Guión Andre Gregory
Basada en "Tío Vania" de Antón Chéjov, adaptada por David
Mamet
Música Joshua Redman
Fotografía Declan Quinn
Montaje Nancy Baker
Dirección artística Daniele Perna
Vestuario Gary Jones
Reparto Julianne Moore, George Gaynes, Brooke Smith,
Wallace Shawn, Larry Pine, Phoebe Brand, Jerry
Mayer, Lynn Cohen, Madhur Jaffrey, Andre
Gregory
Productora Channel Four Films, Mayfair Entertainment, The
Vanya Company
Productor Fred Berner
Duración 119 min.
Color Color
Premios SEMANA INTERNACIONAL DE CINE DE
VALLADOLID, España 1994
Louis Malle y el equipo de actores y actrices
(Premio Especial del Jurado)
PREMIOS DE LA SOCIEDAD DE CRÍTICOS
CINEMATOGRÁFICOS DE BOSTON, Estados
Unidos 1994
Julianne Moore (Mejor actriz)
Nominada a Mejor película
Wallace Shawn (Nominado a Mejor actor)
Brooke Smith (Nominada a Mejor actriz)
Louis Malle (Nominado a Mejor director)
PREMIOS DE LA SOCIEDAD DE CINE
INDEPENDIENTE CHLOTRUDIS, Estados
Unidos 1995
Wallace Shawn (Mejor actor)
Nominada a Mejor película
Julianne Moore (Nominada a Mejor actriz)
Brooke Smith (Nominada a Mejor actriz
secundaria)
PREMIOS INDEPENDENT SPIRIT, Estados
Unidos 1995
Brooke Smith (Nominada a Mejor actriz
secundaria)
Larry Pine (Nominado a Mejor actor secundario)
SOCIEDAD NACIONAL DE CRÍTICOS DE
CINE DE ESTADOS UNIDOS, Estados Unidos
1995
Brooke Smith (Nominada a Mejor actriz
secundaria)
Louis Malle (Nominado a Mejor director)
Crítica
"El Cine, con mayúscula"
EL PAÍS | 8 Enero 1995 | Ángel Fernández-Santos
Esta bella y -por debajo de su apasionante sencillez- compleja película puede
inducir a un error de encasillamiento: teatro filmado. Mecánicamente lo parece, pero lo
es de modo que trasciende y logra ir más allá de esa mecánica, lo que convierte en falsa
su catalogación peyorativa de teatro filmado. Un equipo de cineastas filma, en efecto, el
montaje por un equipo de gentes de teatro del drama de Chéjov Tío Vania, una de las
obras supremas del teatro de todos los tiempos. Un suceso teatral es, por tanto, objeto,
materia de filmación. Pero en Vania en la Calle 42 tal filmación sobrepasa la condición
de teatro capturado y fijado en una película, pues tal captura sé lleva a cabo con la
mirada, la sensibilidad y las armas del más puro cine que pueda imaginarse. Es
ciertamente teatro, pero fundido en un lenguaje fílmico tan preciso que bordea la
perfección; y alcanza, o al menos ronda, como forma cinematográfica, la exquisitez.
Arte total
La hondura de este ejercicio radica en que funde el mejor teatro con el mejor
cine; y de esta fusión brota arte total, pues el resultado es la articulación recíproca de
varios ingenios y talentos diluidos y engarzados sin solución de continuidad: el del
escritor ruso Chéjov, más el del traductor y adaptador estadounidense David Mamet,
más el del director escénico André Gregory, más los de los ocho prodigiosos intérpretes
oficiantes, más el del creador de tempo en jazz Joshua Redman, más el del director de
cine francés Louis Malle, más su maravilloso equipo, más esa asombrosa y casi
inaudible banda sonora vertebrada por los ecos de las aceras del corazón de Manhattan,
que se filtran por las grietas de la sala New Amsterdam. Es decir: la suma de varias
maravillas convertidas en una sola maravilla que las trasciende y conduce a un punto
situado más allá de sí mismas: arte, por tanto, sin fronteras.
Vania en la Calle 42 fue rodada por un grupo en trance dirigido por Malle, que
hizo su tarea en sólo 11 días. La alta precisión de los encuadres destinados a combinarse
en un montaje analítico planos generales fijos, dentro de los que la cámara aísla
enfrentamientos milimétricos de rostros tomados en planos medios y primeros planos,
con sus correspondientes, respuestas en contraplano -y la soltura, sabiduría y,
transparencia -lindante con la invisibilidad, y por ello digna de Ford o Renoir- en el
empleo de los planos-secuencia (que dan enorme presencia a lo que imaginamos que
ocurre fuera de campo) convierten a Vania en alarde de una de las cosas más difíciles de
conseguir en cine: la plena, natural y no artificiosa identidad entre el tiempo fílmico y el
real.
Es Vania un magistral juego de aplicación del lenguaje clásico al cine moderno,
que pone en evidencia que esa aludida rapidez de rodaje está lejos de ser indicio de
ligereza e improvisación, y que, por el contrario, indica que se debe a un minucioso
estudio previo. Esto hace de Vania geometría aplicada a la composición visual y la
construcción dramática; y da a entender que, tras la rapidez de la filmación, hay un
laborioso y meticuloso proceso de montaje, es decir: un elaboradísimo y matemático
encadenamiento de imágenes, pues de otra manera sería imposible alcanzar esa aludida
dificilísima conquista de la identidad entre el tiempo de la ficción y el tiempo de la
vivencia de la ficción per quienes la vivimos viéndola. En otras palabras: el Cine, con
mayúscula, reconquistado en esta humilde y emocionante reconquista para nuestro
tiempo del genio de Antón Chéjov.
"Notas sobre la tragicomedia"
EL PAÍS | 22 Agosto 2008 | Javier Ocaña
Una melodía de jazz nos conduce a través de la bulliciosa calle 42, los actores
llegan al decrépito New Amsterdam Theatre. Sólo un grupo reducido de espectadores
asiste a este ensayo de Tío Vania. Entran al teatro y admiran la belleza decadente de la
sala en la que “se representó Ziegfreld Follies”, cuenta André Gregory, director de la
obra, a su público selecto. Retazos de conversaciones se mezclan con la música.
Wallace Shawn –que interpreta Vania– comenta que se siente exhausto porque no ha
dormido bien, se tumba para descansar en un banco. Justo a su lado, Pheobe Brand –
Marina, la nodriza– y Larry Pine –Dr. Astrov– se sientan en una mesa. Él se queja que
va muy atareado, actúa en varias producciones a la vez. Sutilmente, esta charla enlaza
con el principio del texto de Chéjov, y Shawn se despierta perezoso como Vania. Desde
el inicio de Vania en la calle 42, Louis Malle sobrepone y difumina las fronteras entre
cine y teatro, ensayo y función, siglo XIX y XX, actores y personajes. Inmortaliza en el
celuloide cinco años de trabajo de Gregory con un elenco excepcional de actores.
Los planos cortos de Malle nos trasladan al montaje íntimo de Gregory de Tío
Vania. Como si de música de cámara se tratara, cada personaje-actor aporta su voz y
presencia para materializar la finca en medio del vasto campo ruso, a pesar del atrezzo
inexistente. De hecho, el anacrónico vaso de plástico ‘I love NY’ pasa casi
desapercibido. Pero, ¿qué ocurre en este ecosistema aislado? Tras la llegada reciente del
profesor Serybryakov (George Gaynes) y su joven y hermosa esposa Yelena (Julianne
Moore), la inactividad se ha apoderado del ambiente. Los habitantes habituales de la
finca, la hija del profesor Sonia (Brooke Smith) y su tío Vania (Shawn), se ven
obligados a afrontar sus frustraciones y desilusiones. Es más, Chéjov no priva a ningún
personaje de amargura en su obra, cuando se preguntan: ¿A qué he dedicado mi vida?
A través de la adaptación de David Mamet, Gregory se zambulle al drama y la
tragicomedia inherente en el texto de Chéjov: deja que los actores jueguen con los
diálogos e interpreten entre líneas. Shawn retrata a un Vania bufonesco: de la
desesperación ante los reiterados rechazos de Yelena es capaz de saltar, en un
santiamén, a la payasada más caricaturesca. Moore exaspera con sus sonrisas
indescifrables y el terco aburrimiento de su personaje. Su Yelena zarandea a Vania, lo
enreda en su melena pelirroja, para luego rechazarlo con una mueca disfrazada de
sonrisa. Smith, que encarna Sonia, abandera la transparencia y el juego limpio. Brilla
tanto cuando se ilusiona, como cuando asume obstinada que Astrov no le corresponde.
Pine construye a Astrov con miradas penetrantes, que atraviesan con lujuria a Yelena –
quien desea al hombre atractivo– , e indiferencia a Sonia –quien ama al visionario.
A Smith no le cae ninguna lágrima cuando Shawn le pregunta ‘¿Por qué lloras?’.
Pero este décalage entre texto e interpretación no importa, la intensidad de Smith nos
identifica con esta heroína de la cotidianidad. La obra de Chéjov parte de la frustración
dolorosa de Vania y concluye con la abnegación de su sobrina. Son las dos caras de la
misma moneda: Vania ha perdido la fe en su trabajo sacrificado, pero Sonia tiene
esperanza en Dios. Chéjov no se posiciona: expone la visión pesimista y la optimista.
Sonia y su tío en silencio escriben en sus cuadernos. No se aplaude, André Gregory y el
resto de actores se reúnen alrededor de Smith y Shawn. La misma melodía de jazz cierra
el círculo que ha abierto en medio de la calle 42. Permanece el sabor de la intimidad, la
entrega en el ensayo y la magia que emana del proceso.
LOUIS MALLE
Louis Malle nació el 30 de octubre de 1932 en Thumeries, en el norte de
Francia, el quinto de los siete hijos de una familia acomodada, un tipo de ambiente que
con frecuencia abordaría en su filmografía. Aunque comenzó a estudiar ciencias
políticas en la parisina Universidad de la Sorbona, su gusto por el cine le llevó al IHEC,
el prestigioso Institut des Hautes Etudes Cinématographiques, una escuela pública de
cine por cuyas aulas ha pasado lo mejorcito de los cineastas franceses.
Su primer trabajo importante no pudo empezar mejor. Con apenas 23 años, hizo
junto al comandante Jacques-Yves Cousteau el impresionante documental de las
profundidades submarinas El mundo del silencio (1956), Palma de Oro en Cannes y
Oscar al mejor documental. Su talento era indudable, pues ese mismo año ejerció como
ayudante de dirección de Robert Bresson en Un condenado a muerte se ha escapado.
De modo que con tan estupenda tarjeta de visita, pudo dirigir su primer largo de ficción,
el impactante thriller, muestra de cine negro, Ascensor para el cadalso, una verdadero
lección de dominio del lenguaje fílmico, con suspense hitchcockiano, banda sonora
jazzística -Malle siempre amó esta música-, e inteligente emparejamiento de Jeanne
Moreau y Maurice Ronet. Con ella repetiría ese mismo año en Los amantes, donde ella
interpretaba a una burguesa insatisfecha con su matrimonio. Ya en 1960 sigue
cambiando de registro con Zazie en el metro, película de humor surrealista sobre una
niña que descubre en el metro el mundo de los adultos, un tema omnipresente en su
filmografía posterior.
Aunque coetáneo de los impulsores de la nouvelle vague, lo cierto es que Malle
habita tierra de nadie. Ni está con estos jóvenes iconoclastas que quieren reinventar la
escritura fílmica y abogan por el cine de autor -y eso que François Truffaut quedó
cautivado por Zazie-, ni cabe encuadrarle entre los directores academicistas que aquéllos
denostan. Conocido sobre todo por sus historias de ficción, Malle nunca dejará el
documental que había abordado con Cousteau, y así igual entrega una interesantísima
mirada a la prueba ciclista más importante del mundo -Vive le Tour (1962)-, que se
adentra en la exótica India con poderío -Calcuta y La India fantasma, de 1969-, o en la
América profunda -God's Country (1986)-. Incluso a caballo entre el documental y la
ficción pueden considerarse los apasionantes experimentos Mi cena con André (1981),
conversación sobre la vida, la muerte y el teatro entre los profesionales de la escena
Andre Gregory y Wallace Shawn, o la preparación de la representación de la obra de
Chejon “Tío Vania” en Vania en la calle 42 (1992).
Si bien resulta difícil señalar constantes estilísticas en el cine de Malle -al
director le gusta cambiar-, está claro que le gusta bucear en los rasgos más oscuros de la
psique humana: el asesinato por dinero, el adulterio, el suicidio, el incesto, la delación,
el colaboracionismo, la prostitución infantil, son temas presentes en títulos ya
mencionados y en El fuego fatuo (1962), Un soplo en el corazón (1971), Lacombre
Lucien (1974) y La pequeña (1978). Este último film, que dió a conocer a Brooke
Shields, marca el comienzo de su etapa estadounidense, aunque ya antes había rodado
en inglés la rara y surrealista El unicornio (1975). Ahí conoció a Susan Sarandon, con la
que rodó la estupenda película gangsteril Atlantic City (1980), donde compartía
protagonismo con Burt Lancaster.
Los filmes del cineasta son siempre muy personales, pero ninguno lo fue más
que la obra maestra Adiós muchachos (1987), verdadero exorcismo fílmico de sus
demonios interiores, en el que ciertamente dio con la clave narrativa correcta en la
mirada a uno de sus temas favoritos, el final de la infancia. El film, basado en una
traumática experiencia personal del director, transcurre en la Francia ocupada, en una
escuela regentada por frailes, que esconden entre sus alumnos a varios chicos judíos. Se
trata de un prodigio de delicadeza, un canto a la amistad, un reconocimiento al heroísmo
cotidiano, y una constatación de la condición efímera de tantas cosas bellas. El film le
dio el León de Oro en Venecia, festival que ya le había reconocido sus películas
Atlantic City y Los amantes.
Aún regresaría Malle a los ambientes burgueses en Milou en mayo (1990), con el
telón de fondo de mayo del 68, y a los temas escandalosos en Herida (1992), una
mezcla de sexo y política de alto voltaje. Títulos sin la fuerza de la ya citada Vania en
la calle 42, donde colaboró con David Mamet.
Filmografía
1994 Vanya on 42nd Street (Vania en la calle 42)
1992 Damage (Herida)
1990 Milou en mai (Milou en mayo)
1987 Au revoir les enfants (Adiós, muchachos)
1985 Alamo Bay (Alamo Bay.La bahía del odio)
1984 Crackers
1981 My dinner with Andre (Mi cena con André)
1980 Atlantic City
1978 Pretty Baby (La pequeña)
1975 Black Moon (El unicornio)
1974 Place de la République (Documental)
1974 Humain, trop humain (Documental)
1974 Lacombe Lucien
1971 Le souffle au coeur (El soplo al corazón)
1969 Calcutta (Calcuta)
1968 Histoires extraordinaires (Historias extraordinarias) (Fragmento "William
Wilson")
1967 Le voleur (El ladrón de París)
1965 Viva Maria! (¡Viva María!)
1963 Le feu follet (El fuego fatuo)
1962 Vie privée (Una vida privada)
1960 Zazie dans le métro (Zazie en el metro)
1958 Les amants (Los amantes)
1958 Ascenseur pour l'échafaud (Ascensor para el cadalso)
1956 Le monde du silence (El mundo del silencio) (Documental)