introducción
Suburbanización y nuevas periferias. Perspectivas geográfico-
urbanísticas. Fco Javier Monclús (ED)
«¡Las zonas suburbanas ya son más grandes que
las ciudades!»
J. L. Sert, 1942
«El hecho más contundente del urbanismo del siglo
xx ha sido la creación de un nuevo tipo de ciudad
descentralizada»
R. Fishman, 1994
El interés por los procesos de suburbanización y la eventual «disolución» de la
ciudad compacta tradicional en una ciudad cada vez más dispersa y
fragmentada resulta ya una constante en la reflexión urbanística de las últimas
décadas. Cuando, en 1942, uno de los protagonistas y portavoces del nuevo
urbanismo funcionalista —Josep Lluís Sert— advertía de la entidad del
fenómeno suburbano, se refería fundamentalmente a las grandes metrópolis
norteamericanas y recogía ya toda una preocupación anterior centrada en ese
problema. El hecho de que sólo recientemente se haya planteado de forma
generalizada en las ciudades europeas lo que ya había sido objeto de intenso
debate al otro lado del Atlántico no deja de ser significativo. En realidad, una
buena parte de la discusión actual retoma, a veces casi con los mismos
argumentos, la reflexión de la literatura anglosajona que se desarrolla, sobre
todo, en los años cincuenta y sesenta. La proliferación de neologismos para
referirse a las nuevas realidades urbanas o metropolitanas ya no se dirige
exclusivamente a las ciudades anglosajonas y es sintomática de la percepción
de esas transformaciones en toda la cultura urbanística europea. Si las últimas
generaciones de suburbia han podido calificarse de «ex-urbs», «outer-cities»,
«edge cities», etc. (Fishman, 1987; Garreau, 1991), también en la Europa
«continental» y mediterránea se habla a partir de los años setenta de «ciudad
difusa», «metápolis», «hiperciudad», etc. y se comienza a considerar obsoleto
o limitado el mismo término de área metropolitana, al mostrarse incapaz de dar
cuenta de las nuevas situaciones urbanas y territoriales (Indovina, 1990;
Ascher, 1995; Corboz, 1995).
En cualquier caso, las visiones más apocalípticas que anuncian la
«desaparición» o el «fin de la ciudad» no parecen corresponderse con la
vitalidad generalizada que muestran la mayor parte de las áreas urbanas
centrales, sobre todo en el contexto europeo. Más adecuado resulta hablar de
la aparición de un nuevo tipo de ciudad descentralizada coherente con los
nuevos procesos sociales, económicos, tecnológicos y culturales (Fishman,
1994). Para algunos, esto significa que el modelo anglosajón y, en concreto,
norteamericano se va imponiendo inexorablemente en otras ciudades. Visiones
a veces excesivamente deterministas y fatalistas que llegan a identificar ese
modelo tendencial con el caso extremo de Los Ángeles, olvidando la diversidad
de las metrópolis norteamericanas y menospreciando la especificidad de las
europeas. Por el contrario, otros estudiosos consideran que las diferencias
entre ambos modelos urbanos son tan sustanciales que invalidan los tópicos
intentos de comparación o de utilización de aquellas referencias como punto de
partida o de llegada de nuestras realidades urbanas más próximas. Visiones
más voluntaristas estas últimas desde las cuales se tiende a minusvalorar la
metamorfosis que nuestras ciudades experimentan en los últimos años. En
particular, la idea genérica de la «ciudad mediterránea», como sinónimo de
compacidad, densidades relativamente altas, mezcla de usos y diversidad, ya
no encuentra una correspondencia clara con nuestras aglomeraciones urbanas
y metropolitanas. Pues, sobre todo en las grandes ciudades, solamente el
núcleo o núcleos centrales de las mismas conservan dichos atributos.
El hecho es que muchos de los sustanciales cambios que se observan en las
ciudades europeas «recuerdan» a los que ya se habían producido en las
norteamericanas hace algunas décadas. Si nos referimos únicamente a
algunos parámetros de tipo demográfico, no cabe duda de que las distancias
son todavía muy notables, sobre todo en lo que se refiere al «vaciamiento» de
las áreas centrales con el formidable reforzamiento de los C.B.D. (Central
Business District) , a pesar de la descentralización de una parte del terciario en
las famosas «Edge Cities». Sería efectivamente bastante forzado establecer
paralelismos mecánicos con los procesos de pérdida de población que sufren
los centros europeos dada la entidad de sus cascos históricos y la importancia
relativa de la residencia en un área considerable en torno a los mismos. Pero la
ciudad europea no debe ser idealizada y si los centros son —todavía— muy
diferentes, como también los son los suburbios tradicionales, no es tan fácil
distinguir ya las «nuevas periferias» de cualquier gran ciudad, incluso del sur
de Europa, de las de otras de Estados Unidos. El predominio de las bajas
densidades tanto en áreas residenciales de vivienda unifamiliar como en las
agrupaciones de vivienda colectiva apoyadas en diversos sistemas de
infraestructuras viarias y dotadas de extensos espacios libres está en la base
del fenómeno de la dispersión suburbana. Pero ese fenómeno va asociado
también a la descentralización y al carácter cada vez más extensivo de las
nuevas áreas industriales, los parques vallados de oficinas, los equipamientos
deportivos y de todo tipo, universidades, aeropuertos e implantaciones civiles o
militares, centros comerciales, instalaciones técnicas cada vez más
devoradoras de espacio, etc. (sin contar usos «semiurbanos» como vertederos,
canteras, embalses, invernaderos plásticos...). Piezas cada vez más
autónomas que se yuxtaponen en forma discontinua y entre las cuales
proliferan espacios intersticiales, vacíos urbanos y «terrains vagues», lo que
produce un efecto final de descenso generalizado de las densidades brutas. Un
espacio urbano fragmentado y disperso en el que se pueden distinguir zonas
destinadas a distintos usos y con diferente contenido social, desde los guetos y
bolsas de marginalidad hasta los más excluyentes conjuntos residenciales o
áreas de centralidad. El creciente protagonismo de esos nuevos paisajes
suburbanos resulta innegable: al menos hay que reconocer que, como ya
advertía J. L. Sert, son cada vez mayores, ocupan mucho más espacio en
relación a lo que todavía estamos acostumbrados a identificar con las
«ciudades» propiamente dichas.
Si se tienen en cuenta, por ejemplo, el aumento generalizado de la movilidad
urbana o el exponencial incremento de las superficies ocupadas, habremos de
convenir que estamos asistiendo a una aceleración muy notable de procesos
ya iniciados hace tiempo. La descripción de esos fenómenos no varía
demasiado y se constatan paralelismos notables al comparar las dinámicas de
suburbanización de las distintas ciudades europeas. Sin embargo, las
interpretación de las causas de esos procesos oscilan entre los que asocian las
transformaciones, básicamente, con un cambio de escala territorial de los
fenómenos en cuestión y los que, por el contrario, las entienden como final de
un largo periodo e inicio de un nuevo «ciclo urbano». Estarían pues, por un
lado, los más «continuistas» que consideran las tendencias a la
descentralización vinculadas a los cambios en la estructura urbana y en la
tecnología como un proceso progresivo que daría lugar a la fragmentación
espacial en nuevos ámbitos metropolitanos cada vez mayores; y por otro, los
que, partiendo del concepto del «fin del ciclo fordista» y del comienzo de otro
nuevo «postfordista», atienden a las coherencias de las nuevas lógicas
productivas con las transformaciones urbanas en curso.
Aunque no hay por qué considerar las visiones anteriores como hipótesis
excluyentes, el acento que se ponga en una u otra interpretación de los
procesos recientes de suburbanización implica un grado diferente de
«novedad» de dichos fenómenos. Porque si se tratara de un cambio de escala
territorial, no estaríamos sino ante una prolongación de los mecanismos más o
menos clásicos de descentralización que también en las ciudades europeas
tienen una larga tradición. Desde la segunda mitad del siglo xix, las industrias y
una parte de la residencia de las clases medias se habían ido desplazando
hacia la periferia, en busca de espacio y huyendo de la congestión de las áreas
centrales. Un proceso que va estrechamente ligado a la dinámica de
crecimiento de cada ciudad, así como a la disponibilidad y características de
los medios de transporte. De esta manera, podríamos hablar de
comportamientos similares en las distintas ciudades aunque con los desfases
lógicos derivados de los diferentes ritmos de incremento de los niveles de
ingresos y motorización (Johnson, 1974; Jackson,1985; Hall, 1988). En cambio,
si la aparición de las «nuevas periferias» se pone en relación con el cambio en
las condiciones productivas o en factores técnicos y culturales propios de un
nuevo «ciclo posfordista», las interpretaciones tenderán a enfatizar los
aspectos más novedosos y de ruptura con los viejos modelos urbanos (Ascher,
1995; Corboz, 1995). Las últimas innovaciones tecnológicas unidas a
complejos cambios de carácter económico y social estarían dando como
resultado una ruptura generalizada en las pautas de localización de
prácticamente todos y cada uno de los elementos que componen las
aglomeraciones urbanas por distintas que éstas sean. Tanto en Norteamérica
como en Europa estaríamos asistiendo de forma más o menos simultánea a la
aparición de nuevos paisajes suburbanos.
De todos modos, conviene precisar mínimamente los términos del debate, ya
que existe bastante confusión debido a la utilización algo contradictoria de
cierta terminología. Probablemente esa confusión conceptual está relacionada
con las diferentes escalas a las que se observa el fenómeno. Mientras algunos
se refieren a la descentralización metropolitana, otros atienden más
estrictamente a la «dispersión suburbana», es decir, a las características físicas
del crecimiento propio de las áreas de transición urbano-rurales. Así, resulta
importante diferenciar los aspectos más estructurales ligados a la dinámica de
las aglomeraciones metropolitanas de los rasgos espaciales de la dispersión
del crecimiento. Es con esta última acepción que podemos asociar la idea de la
«ciudad dispersa» como resultado de los procesos de suburbanización, un
término que goza de gran tradición tanto en la literatura anglosajona como en la
de los estudios italianos o españoles sobre el tema (Precedo, 1996).
Fenómeno, este último, que puede darse también en torno a núcleos urbanos
de menores dimensiones y que responde a la noción anglosajona de «sprawl»
o a ciertas acepciones de la «rurbanisation» y «périurbanisation» de la
literatura francesa, muy presente también en los estudios de los geógrafos
españoles (Whyte, 1957; Bauer, Roux, 1974; Dezert et al., 1991; Valenzuela,
1986). En ese sentido, resulta interesante destacar la importancia de toda una
serie de aportaciones sobre las ciudades francesas en investigaciones llevadas
a cabo en los últimos años. Su situación actual en relación a los procesos aquí
analizados puede considerarse intermedia entre los estadios más avanzados
de las ciudades anglosajonas y los de las ciudades europeas más «latinas» o
meridionales. Se puede mencionar, por ejemplo, el resultado de un estudio
reciente sobre veintidós ciudades francesas: entre 1950 y 1975, la población se
duplica mientras que la superficie aumenta un 25%; entre 1975 y 1990 ocurre
lo contrario, al aumentar la población sólo un 25% y doblar la superficie
(Clement, Guth, 1995). No parece que, a la vista de estos datos, se pueda
seguir manteniendo la idea tradicional de una contraposición intemporal entre
los modelos anglosajones y latinos.
Desde esa perspectiva, tampoco se puede minusvalorar el fenómeno en el
caso de la mayor parte de las grandes ciudades italianas y españolas que
pierden población en las áreas centrales debido a su desplazamiento hacia las
periferias metropolitanas en proporciones nada desdeñables. Para dar unas
cifras redondas, ese desplazamiento de población de las áreas centrales a las
nuevas periferias metropolitanas supone entre 10.000 y 20.000 habitantes al
año en Madrid o Barcelona, respectivamente. Pero mucho más decisivo resulta
el proceso de dispersión física, como consecuencia de la exponencial
ocupación de suelos suburbanos con promociones residenciales de baja
densidad, de la descentralización de las industrias y de ciertos equipamientos,
etc. Algunos datos referidos a esos procesos son suficientemente significativos:
a pesar de cierta contención en los últimos años, se calculan unas 1.000 has.
anuales ocupadas por usos «urbanos» también en esas dos ciudades. Se
constata así la caracterización fundamental de los nuevos procesos de
suburbanización en unas ciudades en las que no sólo el centro tradicional sino
también los suburbios de los años cincuenta y sesenta se habían configurado
mediante una expansión «vertical» y densificadora, por un desarrollo
relativamente compacto. Esa es todavía la imagen que se tiene del suburbio
que se conforma en las ciudades europeas durante el último gran ciclo de
crecimiento demográfico y urbano (1945-1975). En cambio, las nuevas
periferias aparecen en un nuevo contexto de crecimientos débiles o de
estancamiento demográfico. La fractura que se produce entre esas densidades
tradicionales —de entre 150 y 300 viv/ha— en los «polígonos» y colmataciones
residencia- les de esos años, frente a las de las nuevas periferias actuales —
bastante inferiores a las 75 viv/ha que permite la legislación—, resulta un
fenómeno general en las ciudades meridionales. Incluso en los nuevos
«polígonos de manzanas» o «nuevos ensanches populares» madrileños, las
densidades suelen estar por debajo de las 60 viv./ha, mientras las áreas
ocupadas por la edificación pueden resultar inferiores al 30% del suelo
urbanizado (López de Lucio-Hernández Aja, 1995). Además, si se consideraran
las densidades «brutas» (incluyendo no sólo la superficie de viarios y espacios
libres «generales» sino también espacios intersticiales de todo tipo), la
sensación de disolución generalizada de la edificación sería todavía mayor. Por
otro lado, la proporción de viviendas unifamiliares respecto al total experimenta
un considerable aumento en los últimos años, siendo espectacular en algunas
ciudades. En la Región Metropolitana de Barcelona, por ejemplo, pasan del
22,4% en 1985 al 39,5% en 1993 (Mancomunitat de Municipis AMB, 1995).
Todas esas cuestiones están relacionadas con la de los ritmos o los «tiempos»
de la suburbanización, que se corresponden a su vez con las nuevas formas
dispersas. En realidad, el último ciclo, que es el que da lugar a los nuevos
«territorios del automóvil» en las ciudades europeas, resulta claramente
coherente con la modificación de las pautas de movilidad que se traduce en un
incremento exponencial de la misma en los últimos años (Dupuy, 1995). Se
constata así que esa inflexión de los niveles de motorización viene a coincidir
sensiblemente con el nuevo ciclo de urbanización, caracterizado por un
estancamiento o ralentización del crecimiento demográfico y la expansión
territorial de los usos urbanos. Y esa alteración de las tendencias anteriores
resulta quizá más acusada en las ciudades meridionales (Monclús, Oyón,
1996). Como muestran los datos sobre el incremento espectacular del parque
de vehículos y el declive relativo del transporte público en casi todas las
ciudades, aquellos procesos, que hace unos años resultaban casi ajenos a las
ciudades del sur de Europa, están en consonancia clara con unas
transformaciones que no por específicas dejan de tener muchos elementos en
común con los que han configurado desde hace tiempo las ciudades
anglosajonas.
En los artículos que forman parte de esta publicación, resultado de un ciclo de
conferencias desarrollado en el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona
entre febrero y abril de 1996, coexisten diversas nociones sobre los procesos
de suburbanización. Esa diversidad de puntos de vista puede resultar un tanto
sorprendente cuando se trata de abordar una cuestión en principio tan
«específica» como son los procesos de suburbanización. No es fácil, desde
luego, etiquetar el tipo de reflexión en el que se inscribirían las aportaciones
que presentamos: ¿geografía histórica?, ¿historia urbana?, ¿estudios urbanos?
A estas alturas, no parece necesario insistir en la necesidad del diálogo
multidisciplinar, aunque aquí el número de disciplinas representadas sea,
todavía, bastante reducido (no hay, por ejemplo, ninguna aproximación
sociológica ni antropológica, perspectivas también claves para explicar la
suburbanización). En cualquier caso, podríamos agrupar las aportaciones en
tres bloques correspondientes a tres tipos de problemas que focalizan los
análisis efectuados. Estarían, en primer lugar, las visiones más territoriales y
«metropolitanas» a cargo de tres geógrafos que se han dedicado largamente a
este tipo de estudios. El primer artículo (G. Dematteis) constituye una reflexión
sobre la naturaleza de los procesos de suburbanización en las ciudades
europeas a partir de la consideración de las distintas dinámicas de expansión
urbana y descentralización, entendidas como fenómenos estructurales. El
análisis pone en cuestión las distinciones tradicionales entre modelos de
suburbanización anglosajones y latinos y se basa en las transformaciones
experimentadas en las áreas urbanizadas de la «Padania» centro-occidental.
Otro trabajo (O. Nel·lo) explora los mecanismos y las consecuencias de un
proceso paradójico, por el cual la ciudad pierde sus límites en relación al
territorio circundante pero, a la vez, se convierte en una realidad cada vez más
fragmentada desde el punto de vista social y administrativo. Se analiza así la
proliferación de líneas divisorias y de fronteras en las aglomeraciones urbanas
contemporáneas, con los diversos problemas que ese fenómeno comporta, y
se argumenta en favor de un proyecto colectivo que permita controlar el
crecimiento urbano difuso. A continuación (J.E. Sánchez) se efectúa un análisis
sobre las transformaciones experimentadas por la región metropolitana
barcelonesa, centrándose en un estudio más específico sobre los cambios en
los sistemas productivos durante las últimas décadas y su eventual repercusión
en la naturaleza de la expansión urbana. Una aproximación en la que destaca
la aceleración de esas transformaciones y su relación con las nuevas
condiciones de accesibilidad metropolitana.
En un segundo bloque se incluyen dos artículos a cargo de sendos
especialistas interesados en las relaciones entre los procesos de
suburbanización y el medio físico. El primero (S. Rueda) plantea la incidencia
de dichos procesos en la pérdida de complejidad de los ecosistemas urbanos,
prolongando la reflexión que Ripa di Meana y otros han efectuado en el
trascendental Libro Verde del Medio Ambiente Urbano de la Unión Europea
(1990). Recogiendo diversos datos sobre la Región Metropolitana de
Barcelona, se pone el acento en las repercusiones de la ocupación
indiscriminada de suelo en la desestructuración de los sistemas naturales y en
el empobrecimiento general de la ciudad entendida como ecosistema. El
siguiente trabajo (F. Pellicer) analiza el ciclo del agua en las ciudades de la red
C-6 (Barcelona, Valencia, Zaragoza, Palma, Toulouse y Montpellier),
posibilitando una visión comparada de un tema que tiene especial incidencia en
el funcionamiento de los sistemas urbanos y que constituye uno de los
aspectos más críticos en la gestión de los nuevos espacios periurbanos.
El último bloque reúne otras tres aportaciones que tratan diversas cuestiones
relacionadas con el papel del planeamiento urbanístico y la ordenación del
territorio. La primera de ellas (F.J. Monclús) se centra en las concepciones y las
estrategias urbanísticas asociadas de forma más o menos explícita a las
distintas generaciones de planes urbanísticos y territoriales de las ciudades
españolas tomando como referencia el caso de Barcelona. Se constata así la
permanencia de ciertas nociones básicas como la contención del crecimiento
periférico y la descongestión de las áreas centrales que, sin embargo, se
incorporan de distintas maneras y con distintos instrumentos en la formulación
del planeamiento urbanístico. En el segundo artículo de este bloque (R. López
de Lucio) se explican las tendencias a la configuración de una región urbana
dispersa en el área de Madrid. El papel de los distintos planes y las políticas
territoriales recientes sirven aquí de eje conductor del trabajo. Por último (N.
Portas y A. Domingues) se analiza el caso de Oporto y la región urbana del
norte de Portugal. Un área metropolitana atípica en la que se observan
tendencias contradictorias hacia la configuración de un conjunto de
interrelaciones urbanas y territoriales de naturaleza singular en relación a otras
experiencias europeas.
Una de las primeras conclusiones que se pueden deducir de este tipo de
enfoques es la de la necesidad y la utilidad de las visiones procedentes de
distintas disciplinas, a pesar de las conocidas dificultades del diálogo
«transdisciplinar» (comenzando por la misma diversidad terminológica). La
combinación de las perspectivas «geográficas» con las «urbanísticas», ambas
entendidas en un sentido francamente amplio, permite abordar el tema en un
entorno más adecuado que el estricto de geógrafos, biólogos o arquitectos que
son los propios de cada una de las disciplinas aquí representadas. Es
significativo, de todos modos, que las diferencias en las valoraciones más o
menos favorables o críticas con los fenómenos analizados, no se den
únicamente en función de la especificidad de los puntos de vista adoptados.
Así, los aspectos más positivos de las «nuevas periferias» son resaltados
desde un punto de vista sociogeográfico y no ya arquitectónico como resulta
más habitual (Ingersoll, 1996). En lugar de la habitual celebración del desorden
metropolitano asociado a las teorías del caos que priman en determinada
cultura arquitectónico-urbanística, prevalece la consideración de los eventuales
efectos favorables de cierta descentralización como la aportación de
centralidad a áreas periféricas o la posibilidad de un mayor contacto con la
naturaleza. Y las visiones más críticas, centradas en los costes económicos,
sociales y ecológicos de la «nueva suburbanización», no son patrimonio de los
ecólogos sino que también forman parte de la cultura geográfica y urbanística
más actual. Todo ello, si bien no se deduce exclusivamente de las aportaciones
aquí reunidas, sí se refleja de una manera u otra en las mismas y constituye el
fondo de la discusión actual desde los puntos de vista propuestos.
Un tipo de publicación como la presente no pretende dar respuestas acabadas
y menos efectuar propuestas de cara al tratamiento de los procesos de
suburbanización. Se trata sobre todo de problematizar, antes que de pontificar.
Aunque ello no significa renunciar a esbozar posibilidades y a plantear
claramente los peligros de unas tendencias que respondan únicamente a la
lógica del mercado. No se encontrarán aquí las posturas indiscriminadamente
«metropolitanistas» ni, en el otro extremo, tampoco las visiones antiurbanas de
los «reductos ruralistas». Pero es importante advertir que la generalizada
reclamación de una reconsideración de las virtudes de la ciudad compacta
tradicional no forma parte únicamente de los sueños nostálgicos de algunos
sino que también convergen en ella muchos otros intereses y puntos de vista:
desde el citado Libro Verde hasta la heterogénea coalición californiana formada
por entidades conservacionistas, ciudadanas y financieras (como el Banco de
América, el mayor del Estado) que ha elaborado un importante informe
significativamente titulado Beyond Sprawl: New Patterns of Growth to Fit the
New California (Más allá del Sprawl: nuevos modelos de crecimiento para la
nueva California). Lo que interesa destacar aquí es que tanto en los
documentos de carácter más o menos institucional, como en las aportaciones
académicas procedentes de distintas disciplinas, se parte de la necesidad de
proceder a una evaluación realista de los beneficios y costes ocasionados por
esas «nuevas periferias» que están transformando nuestras ciudades como
condición básica para superar el nivel de la discusión actual en la que,
frecuentemente, se trata con excesiva superficialidad un tema que resulta
extraordinariamente complejo. Sólo de esa manera, y antes de que sea
demasiado tarde, se podrá desarrollar con rigor el imprescindible debate sobre
los «modelos» de ciudad que nos interesan.
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