El Espacio Arquitectónico Miguel Hurtado
El Espacio Arquitectónico Miguel Hurtado
El Espacio Arquitectónico Miguel Hurtado
Una de las muchas lagunas de nuestro sistema educativo es la ausencia en todos los
planes de estudio de algo que debiera ser de obligado conocimiento: la percepción espacial,
como una de las materias que contribuiría a enriquecer considerablemente la precaria
cultura ciudadana, permitiendo –entre otras ventajas, como el mayor desarrollo mental- la
apreciación de algo, tan desconocido para el hombre de la calle, como la arquitectura.
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Esta imagen y valoración de la arquitectura ha cambiado de forma considerable
durante la segunda mitad del siglo XX, debido en buena parte a la aportación crítica de
historiadores como la de Bruno Zevi o como las de Nikolaus Pevsner y Sigfried Giedion.
Pevsner publicó en 1942 su “Esquema de la Arquitectura Europea”, una excelente síntesis
de Historia de la Arquitectura, rigurosa y clara, como se constata desde el inicio del texto
cuando, para anticipar la diferencia conceptual entre arquitectura y construcción, arranca
con este ejemplo tan sencillo como eficaz: "Un cobertizo para almacenar bicicletas es una
construcción; la catedral de Lincoln es una obra de arquitectura. Todas o casi todas las
estructuras que delimitan un espacio, de dimensiones suficientes para que se mueva en él
un ser humano, son edificios; el concepto de obra arquitectónica solo se aplica a edificios
concebidos con una intencionalidad estética."
Sin embargo, tal como señalaba, hace ya medio siglo, el arquitecto Bruno Zevi, y
difícilmente hallaremos palabras que lo expresen con mayor acierto,
La planta de un edificio no es, en realidad, más que una proyección abstracta sobre
el plano horizontal de todos sus muros. (...) Pero la arquitectura no deriva de una suma de
longitudes, anchuras y alturas de los elementos constructivos, aunque envuelven el espacio,
sino dimana propiamente del vacío, del espacio envuelto, del espacio interior, en el cual los
hombres viven y se mueven. (...)
... Una planta puede ser abstractamente bella en el papel, y, a pesar de eso, el
edificio puede resultar arquitectónicamente pobre. El espacio interno aquel espacio que no
puede ser representado completamente en ninguna forma, ni aprehendido ni vivido sino por
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experiencia directa, es el protagonista del hecho arquitectónico. (...)
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... Sin embargo, aunque la cuarta dimensión sea suficiente para definir el volumen
arquitectónico, es decir, la caja de muros que involucra el espacio, el espacio en sí -la
esencia de la arquitectura- trasciende de los límites de la cuarta dimensión. (...)
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se caracteriza por una pluralidad de valores: económicos, sociales, técnicos, funcionales,
artísticos, espaciales y decorativos,... Pero la realidad del edificio es consecuencia de todos
estos factores, y su historia válida no puede olvidar ninguno de ellos (...)”
Continuando con el desarrollo del pensamiento de Zevi, está claro que, en un
sentido estricto y riguroso, aquellos edificios que carecen de espacio interior propiamente
dicho, como el Arco de Tito o la Columna de Trajano, no formarían parte de la Historia de
la Arquitectura, sino que tendrían, por una parte, valores urbanísticos, en cuanto
configuradores de un espacio exterior, y por otra parte, valores escultóricos intrínsecos,
configurados por su propia tridimensionalidad.
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espacial. En efecto, todo edificio se caracteriza por una pluralidad de valores o de lecturas
(según Zevi, además de los espaciales, los económicos, sociales, técnicos, funcionales,
estilísticos y decorativos), de los que es muy legítimo ocuparse.
Tal vez por estas causas –entre otras muchas- la comprensión de los valores más
genuinos de la arquitectura sigue sin ser captada por la mayor parte de los ciudadanos
ajenos a la profesión. Creemos que el Ministerio de Educación debería hacer algo,
urgentemente, al respecto, para remediar esta carencia educacional, que supone una grave
rémora para el nivel cultural medio de todo el país.