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  El objeto de la presente investigación consiste
  en hacer, de manera breve y esquemática, el
  análisis de una figura clave en la materia suce-
  soria: el albacea. Existen u n sinfin de autores
  que la estudian, por lo que se pretende solamen-
  te comentar algunos puntos, entre los cuales es-
  tán s u naturaleza jurídica, la valoración por
  parte del notario de la justa causa para renun-
  ciar al cargo, la duración del mismo y la enaje-
  nación de bienes que forman parte del caudal
  relicto. No obstante, para poder disertar lo que
  considero trascendente, es necesario recordar
  las características más importantes de dicha fi-
  gura, incluyendo el marco legal vigente que la
  regula.
      Por lo anterior, el presente estudio se desa-
  rrolla en seis capítulos. En honor a la sencillez
  y la claridad en la exposición, evitaré abusar de
  teorías o citas bibliográficas, siendo la fuente
  principal el Código Civil, entendamos que al citar
  artículos me refiero a él, y al Código de Procedi-
  mientos Civiles, ambos para el Distrito Federal.
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                        1. NATURALEZA JURÍDICA
                                         DEL ALBACEA
 En relación con la naturaleza jurídica del alba-
 cea, algunos doctrinarios se han dado a la tarea
 de elaborar diversas teorías que buscan expli-
 carla. Hay quienes manifiestan que es un árbi-
 tro que dirime controversias entre los herederos;
 otros, que la sucesión tiene personalidad jurídi-
 ca y éste es su representante; algunos más, que
 es un mandatario post mortem del autor de la
 sucesión, o que es el administrador de un pa-
 trimonio en liquidación; y por último, que es el
 representante legal de los sucesores. Podemos
 encontrar otras opiniones en sentidos más o
 menos similares. Es importante indicar que no
 se reproducen en este articulo las críticas que se
 han hecho a cada teoría, ya que quien sostiene
 cada una de ellas se encarga ampliamente de
 refutar las otras, por lo que al estudioso de la
 materia lo remito a la bibliografía que existe en
 el foro mexicano.
     Desde mi punto de vista, la construccion de
 estas teorías y el esfuerzo que s u labor implica,
 tiene ya en sí u n mérito importante. Empero,
 creo que las mismas no han abordado correcta-
 mente la cuestión, por las razones que expongo
 a continuación:
                                                              9
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     10                                                           ÁNGEL GILBERTO ADAME L ~ P E Z
       A. Los ejercicios teóricos en cuestión, al bus-
    car explicar qué es el albaceazgo, abordan el
    problema en función de uno o varios aspectos
    de lo que se cree implica esta figura. Utilizando
    el método deductivo, existen opiniones que par-
    ten de la posición del albacea frente a los demás
    sujetos de una sucesión para tratar de compren-
    der el todo. Estos pueden ser representantes del
    de cujus, de los herederos, de todos, o en extre-
    mo, de la sucesión. En este sentido, quien opina
    que la naturaleza de este personaje se encuentra
    en todo o parte de s u s funciones - c o m o la del
    árbitro o la del administrador- está en la misma
    disyuntiva, ya que enfocándose en u n solo án-
    gulo pretende explicar en qué consiste s u cargo
    y función.
       B. Desde mi perspectiva, el albaceazgo no es
    una categoría o concepto jurídico fundamental en
    si mismo -por lo menos de la manera expuesta
    por el maestro Eduardo García Máynez en su in-
    superable Introducción al Estudio del D e r e c b ,
    como sí lo son las ideas de sucesión, propiedad,
    matrimonio u otras semejantes. El albacea es
    un ente jurídico que forma parte del derecho su-
    cesorio que, en vista de que no es una categoría
    inmutable, como en estricto sentido el Derecho
    no lo es -ni lo puede ser- por s u esencia de
    regulador de la cambiante realidad social; ten-
    drá la naturaleza jurídica que le imponga el legis-
    lador de la época y del lugar que le corresponda.
    Esto podemos comprobarlo si efectuamos un so-
    mero análisis de la evolución histórica en esta
    materia.
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EL ALBACEA                                                                                                              11
    Esta figura, cuya etimología proviene del vo-
cablo árabe al wassiyya, que significa ejecutor;
tiene s u origen en la sucesión testamentaria
como aquella persona encargada de cumplir la
voluntad y custodiar los bienes de quien fue
persona, desarrollándose poco a poco, hasta ser
parte de la sucesión a b intestato.
    Por s u evolución, el derecho romano no la
reglamentó, y nació hasta el antiguo derecho
francés con signos propios en la regulación de
1803-1804. En el Código de Napoleón, en s u li-
bro tercero -"de los diferentes modos de ad-
quirir la propiedad"-, título segundo -',de las
donaciones entre vivos y de los testamentos-,
capítulo quinto -"de las disposiciones testa-
mentarias", sección séptima -"de los ejecuto-
res testamentarios"-,      artículos del 1025 al
1034; donde se reconoció que es u n cargo per-
sonal, que puede ser ejecutado por u n a o más
personas, sin especificación de s u naturaleza,
con reglas para s u ejercicio indicando s u s po-
testades y obligaciones.
    En el proyecto de Código español de don Flo-
rencio García Goyena de 1852, la figura se en-
cuentra en el libro tercero -"de los modos de
adquirir la propiedad"-, título primero -"de las
herenciasn-, capítulo décimo primero -"de los
albaceas o testamentariosn-, artículos del 726
al 74 1, y se estableció prácticamente en los mis-
mos términos que en la legislación anterior,
arnpliandose s u s facultades y regulando la ter-
minación del cargo.
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  12                                                           ANGEL GILBERTO ADAME L.6PEZ
     En el derecho inglés, el albacea o executor,
 es el continuador de la persona del difunto; ad-
 quiere s u s bienes y es el encargado de cumplir
 la voluntad del testador y de retransmitir los
 mismos a los herederos. En caso de no existir
 testamento y al ser considerada la muerte como
 un hecho contrario al orden público, deberá ne-
 cesariamente de nombrarse u n administrador
 cuyo fin sea el de liquidar el patrimonio relicto.
     El nacimiento de la codificación civil en la
 capital de nuestro país, independientemente
 del ejemplo oaxaqueño que con tino señala el
 maestro Raúl Ortiz Urquidi, se encuentra en
 el proyecto de 1859 de don Justo Sierra; donde
 encontramos al albacea en el libro tercero -ude
 los diferentes modos de adquirir la propiedad"-,
 titulo primero -"de las herenciasn-, capítulo
 undécimo -"de los albaceas"-,        artículos del
 741 al 762, donde la regulación es idéntica a s u
 antecedente español.
     En la codificación de 1870 para el Distrito
 Federal no se incluyó u n capítulo especial para
 este personaje, sino que se destacó únicamente
 s u participación como formador del inventario
 y responsable de las obligaciones derivadas de
 éste, por lo que s u s funciones se encontraban
 limitadas.
     En 1884, con la gran reforma que en materia
 de sucesiones se efectuó a propósito del nuevo
 código, se incluyó u n capítulo especial para esta
 figura, ampliando sus funciones, la manera de
 acceder al cargo a través del testador, los here-
 deros o el juez, estableciéndose representantes
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EL ALBACEA                                                                                                              13
legales para el mismo -como en el matrimonio,
el marido; los padres de los incapaces, etcéte-
ra-; valiéndose de la terminología que adoptó
el legislador de 1928.
    En la exposición de motivos y concordancias
del Código de 1928 que llevó a cabo don Igna-
cio García Téllez, se indicó que se incluía la
obligación de caución sin dispensa del testa-
dor; reconociéndose el derecho de revocar libre-
mente por los herederos el nombramiento de
albacea y naciendo la figura del interventor de-
finitivo. No obstante lo anterior, la regulación
se mantuvo en esencia como la de su antece-
dente legislativo.
    En nuestro Código vigente desde 1932, la ma-
teria esta regulada en el libro tercero -"de las
sucesiones"-, título quinto -"de las disposi-
ciones comunes a las sucesiones testamentaria
y legitiman-, capítulo cuarto -"de los alba-
ceas"-, artículos del 1679 al 1749, con las re-
glas que tratarán de señalarse más adelante.
    A pesar de la creencia de que las entidades
federativas de nuestro país, en imitación extra-
lógica, h a n copiado los textos legales de la ca-
pital de la República; encontramos modernas
disposiciones que regulan la materia sucesoria
con diversos matices. Algunos consideran que
la sucesión tiene personalidad jurídica, por lo
menos oculta, y que el albacea es el represen-
tante de la misma -los códigos de Jalisco,
Quintana Roo, Baja California Sur y Puebla son
buenos ejemplos-; en cambio, el legislador del
estado de Morelos considera a la herencia como
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   14                                                            ÁNGEL GILBERTO ADAME                              LOPEZ
  una copropiedad y al albacea como representan-
  te común de los herederos.
        En vista de lo anterior, pienso que es un
  esfuerzo innecesario construir una idea que
  busque explicar qué es el albaceazgo a partir
  del ordenamiento legal, pues por lo menos en la
  materia que nos ocupa, éste varía de acuerdo
  con la situación histórica, temporal y espacial
  en que nos encontremos. Todas las teorías tie-
  nen parte de razón puesto que fueron construi-
  das a la luz de u n determinado derecho, pero
  en otro contexto están totalmente equivocadas.
  En conclusión, la naturaleza de esta figura siem-
  pre se encontrará en el texto legal vigente en el
  lugar donde pretendemos determinarla.
      De acuerdo con el Código para el Distrito
  Federal vigente al momento de la redacción de
  este artículo, podemos conceptuar a este ente
  jurídico como un sujeto de la sucesión que reali-
  za una funcion de naturaleza temporal, onerosa
  y personal, que en el ejercicio y cumplimiento de
   las potestades que le marca la ley, conserva, ad-
   ministra y liquida el patrimonio de quien fue per-
   sona.
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            11. CUALIDADES D E LA FUNCIÓN
                     DEL ALBACEA
De la definición propuesta en el apartado ante-
rior y atendiendo a nuestra regulación, el desem-
peño de esta función tiene las particularidades
que se detallan a continuación:
                                   1. ES VOLUNTARIA
   Ninguna persona, de acuerdo a las normas
constitucionales, está obligada a ejercer el al-
baceazgo; pero u n a vez que acepta dicho cargo,
queda obligada a desempeñarlo hasta s u total
terminación, en términos del artículo 1695.
                         2. GENERA UN DERECHO
                             DE RETRIBUCIÓN
   Derivado de la naturaleza del propio cargo,
quien ejerza como albacea tendrá el derecho de
percibir por s u s servicios u n a remuneración, la
cual será a s u elección, la establecida por la Ley,
por el testador o por los herederos. El lector
puede remitirse al texto legal para determinar el
monto y las causas por las cuales puede perder
dicha retribución.
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    16                                                           ANGEL GILBERTO ADAME LOPEZ
                           3. ES UN CARGO PERSONAL
      El albaceazgo es una función que el mismo
   no puede delegar, ni por efecto de s u muerte
   transmitirla a sus herederos, aún cuando la
   ejerza posteriormente por conducto de man-
   datarios; de cuyos actos responderá el propio
   mandante.
      Por lo expuesto pienso que este sujeto de
   la sucesión, además de no poder delegar, tam-
   poco puede sustituir s u encargo, cuando el fa-
   cultamiento al apoderado implique la totalidad
   de las funciones del mismo; ya que nos encon-
   traríamos en el mismo caso. Adicionalmente,
   no puede sustituir facultades que él no tenga;
   por ejemplo, u n poder general para actos de
   dominio.
                                4. ESTÁ SUJETA
                           A UN PLAZO DETERMINADO
        Deberá concluir s u cargo en el plazo de u n
    año, pudiendo éste ser prorrogado uno más por
    los herederos mediante el voto de aquellos que
    representen cuando menos las dos terceras
    partes de la herencia, siempre y cuando exista
    causa justificada y haya sido aprobada la cuen-
    ta anual del albaceazgo.
        Es de advertir que, en la realidad jurídica, el
    fin de estas últimas disposiciones - e s decir,
    obligar al albacea a concluir en tiempo y forma
    s u labor en virtud de la situación transitoria en
    que se encuentra el patrimonio de quien fue per-
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EL ALBACEA                                                                                                            17
sona- se h a deformado, ya que si no existe
controversia, pueden pasar los años y continua-
rá desempeñando el cargo; y en caso de haberla,
se utiliza la norma como u n medio de presión
sobre los intereses de la contraparte.
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                     111. CLASES DE ALBACEAZGO
   En virtud de diversas circunstancias y de s u
   posición frente al marco legal, el albaceazgo se
   puede clasificar desde diversos puntos de vista,
   a saber:
              l. SEGUN EL NÚMERO DE PERSONAS
                                        QUE LO EJERCEN
      Aquél en el que u n solo albacea detenta en
   forma exclusiva y única todas aquellas faculta-
   des y obligaciones que la ley impone a los que
   lo ejercen.
      Se presenta cuando dos o más personas con-
   curren o pueden concurrir a s u ejercicio. De esta
   clasificación se infiere que esta materia puede
   ser:
   a) Mancomunada
      Se d a cuando dos o más personas concurren
   simultáneamente al cargo. Este albaceazgo solo
   puede tener como origen la voluntad expresa
   de aquella persona facultada para nombrarlos.
                                                               18
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EL ALBACEA                                                                                                          19
De ser éste el caso, deberán éstos ejercer s u car-
go colegiadamente; excepto en aquellos casos de
urgencia en los que cualquiera de los albaceas
nombrados, bajo s u entera responsabilidad, po-
drá practicar todos aquellos actos que fueren
necesarios.
b) Sucesiva
   Es cuando hay más de u n albacea nombrado
pero sin ejercer éstos sus funciones de manera
inmediata y mancomunada, sino que el segun-
do y ulteriores señalados entrarán en funciones
hasta que termine el encargo del anterior.
                  2. DESDE EL PUNTO DE VISTA
                         DE SU FUENTE
  Atendiendo al criterio del origen del nombra-
miento, éste puede ser:
    Es aquel cuyo cargo tiene como origen la vo-
luntad expresa del testador, en términos del ar-
tículo 1681.
    Es el designado, previo acuerdo, únicamente
por los herederos o, por excepción, por los lega-
tarios cuando toda la herencia se distribuya en
legados. Esto según el inaplicable supuesto del
artículo 1286, o en el caso de que sin estar la
herencia distribuida totalmente en legados, se
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     20                                                            ANGEL GILBERTO ADAME LÓPEZ
     desconozca al heredero; dichos sucesores parti-
     culares tendrán el derecho de nombrar a u n al-
     bacea provisional.
                                         C. DATIVO
                                                 O JUDICIAL
         Es el designado por el juez competente en
     aquellos casos en los que, teniendo el derecho
     los herederos y los legatarios, no logran éstos u n
     acuerdo mayoritario respecto de tal nombra-
     miento; debiendo dicho funcionario tomar la de-
     cisión de entre los propuestos. También el juez
     señalará albacea en aquellos casos transitorios
     en los que no exista el testamentario, herede-
     ros o legatarios. Este cargo será provisional.
         Con base en esta clasificación, me permito
     abordar dos puntos que considero interesantes.
     Primero, que es prácticamente inaplicable que
     los legatarios nombren albacea, por lo menos en
     el caso del artículo 1286, ya que, hasta que ten-
     gamos u n inventario legalmente hecho -y para
     ello requerimos a este sujeto de la sucesión
     nombrado- es imposible que "toda la heren-
     cia se distribuya en legados"; en este supuesto,
     siempre estaremos en presencia de u n a suce-
     sión mixta.
         Segundo, nuestro legislador no resolvió qué
     pasa con el albacea nombrado por u n heredero
     o legatario de la sucesión cuya institución esta-
     ba sujeta a una modalidad. De acuerdo con el
     artículo 1344, "el testador e s libre para imponer
     condiciones al disponer de s u s bienes", por lo
     que surgen las preguntas: ¿qué pasa con el al-
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EL ALBACEA                                                                                                         21
bacea nombrado por u n heredero cuya institu-
ción estaba sujeta a una condición resolutoria?,
¿qué pasa con los acuerdos y decisiones toma-
dos? Estamos a la espera, como en otros casos,
de reformas legislativas modernas que nos per-
mitan responderlas.
                  3. DESDE EL PUNTO DE VISTA
                       DE SUS FUNCIONES
  Atendiendo a las potestades y obligaciones
que tiene, se clasifican en:
   Es aquel que tiene a su cargo el dar cumpli-
miento a la voluntad expresa o presunta del de
cujus, así como la administración general de la
herencia, hasta en tanto no esté culminado el
trámite sucesorio, con la partición y adjudica-
ción de la misma.
   Éste solo puede ser nombrado por el testa-
dor y s u función es la de dar cumplimiento a
u n encargo específico hecho por dicha persona
en el testamento.
                  4. DESDE EL PUNTO DE VISTA
                        DE SU DURACION
   De acuerdo con la permanencia en el cargo,
puede ser:
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                                                                 ANGEL GILBERTO ADAME LdPEZ
                                                 A. DEFINITIVO
      Es el nombrado por el testador, los herede-
   ros, los legatarios, en el supuesto ya señalado
   del artículo 1286; o bien, por el juez de entre los
   propuestos por los herederos o legatarios, en el
   caso de no existir mayoría. Tiene como misión
   principal la administración de la herencia y el
   cumplimiento de la voluntad expresa o presun-
   ta del autor de la sucesión. Su encargo dura
   hasta la conclusión de la liquidación del patri-
   monio o hasta que se dé u n a causa legal de
   terminación.
       Es el señalado por los legatarios en caso de
    que no haya herederos designados, o por el juez
    si no hay ni los primeros ni los segundos. Su
    función principal es cubrir interinamente la au-
    sencia del albacea definitivo.
                 5. DESDE EL PUNTO DE VISTA
              DE LAS PERSONAS QUE LO EJERCEN
        De acuerdo con la naturaleza de quien ejerce
    el albaceazgo, éste se puede clasificar como:
                                        A. EL DESEMPENADO
                                       POR PERSONAS F~SICAS
       Cualquier persona que tenga la capacidad
    exigida por la ley puede desempeñar este cargo.
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EL ALBACEA                                                                                                            23
                                  B. EL DESEMPEÑADO
                                 POR PERSONAS MORALES
   Aquí debemos atender a diversos criterios,
ya que no basta la adecuación al texto legal,
sino que es necesario que s u propia capacidad
de goce, es decir s u objeto social, le permita de-
sempeñarlo; o existencia una disposición legal
concreta que lo autorice, como en el caso de las
instituciones de crédito, o en el del Sistema para
el Desarrollo Integral de la Familia del Distrito
Federal, cuando nos encontramos frente al here-
dero último.
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          IV. CAPACIDAD PARA SER ALBACEA
  Son capaces para ser albaceas todas aquellas
  personas, ya sean fisicas o morales, que tengan
  la libre disposición de sus bienes y que, en el
  caso de personas morales, su objeto social se los
  autorice o exista una disposición legal que los fa-
  culte, tal como indicamos anteriormente.
     A contrario sensu, tienen incapacidad para
  desempeñar el cargo en todo momento quienes
  no tengan los requisitos señalados.
      No obstante lo anterior, el artículo 1680 es-
  tablece que no están legitimadas para ejercerlo,
  salvo en el caso de que además fueran herede-
  ros únicos, las siguientes personas:
      A. Los magistrados y jueces que estén ejer-
  ciendo jurisdicción -debería decir competen-
  cia- en el lugar donde se abre la sucesión.
      B. Los que por sentencia ejecutoriada hubie-
  ren sido ya removidos del ejercicio de algún
  otro albaceazgo.
      C. Los condenados por delitos contra la pro-
  piedad; y
      D. Los que no tengan u n modo honesto de
  vida.
     Es importante hacer notar que en estos ca-
  sos la incapacidad puede ser relativa, ya que
  depende de una sucesión en concreto.
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EL ALBACEA                                                                                                         25
    Indicábamos en puntos anteriores, que una
particularidad del albaceazgo es s u naturaleza
voluntaria, es decir, una persona puede aceptar
o no la designación que se le haga sin que exis-
ta necesariamente una razón jurídica para ello.
Lo anterior no debe confundirse con las excu-
sas que señala la ley en el artículo 1698 para el
no ejercicio de dicha función. La diferencia ra-
dica en la pérdida o no de algún derecho corre-
lativo al desempeño del cargo, situación que se
comentará en s u oportunidad.
    Coexisten con este ente jurídico otros sujetos
que tienen funciones auxiliares al mismo, como
el interventor provisional y el interventor defini-
tivo, cuyas capacidades y facultades se definen
tanto en el Código Civil como en el Código de
Procedimientos Civiles.
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              V. POTESTADES Y PROHIBICIONES
                     PARA EL ALBACEA
    Vale la pena apuntar que en este apartado no
    podemos hablar de "derechos y obligaciones"
    para el albacea, ya que en muchos casos, lo que
    para una persona implica u n deber, no deriva
    estrictamente en u n derecho para alguien más,
    así como las prerrogativas de este sujeto de la
    sucesión no son correlativas rigurosamente
    frente a las de otras personas.
        Como señalaba, sus funciones se reducen a
    conservar, administrar y liquidar el patrimonio
    relicto de quien fue persona. Esta idea la reto-
    ma nuestro legislador, por lo que, de acuerdo
    con el orden señalado en el artículo 1706 -y la
    deficiente terminología utilizada en dicho orde-
    namiento-, las potestades son:
                                         1. PRESENTACI~N
                                         DEL TESTAMENTO
        Si el albacea tiene en s u poder el testamen-
    to, deberá de presentarlo dentro de los ocho
    días siguientes al fallecimiento del testador. Lo
    que no queda claro es a quien debe "presentar"
    el testamento; ya sea a los herederos, al juez
    competente o exhibirlo ante u n notario. Quizá
                                                               26
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EL ALBACEA                                                                                                           27
lo que el legislador buscó reafirmar es la obliga-
ción que esta figura tiene de denunciar la suce-
sión, ya sea ésta testamentaria o intestamentaria.
           2. ASEGURAMIENTO DE LOS BIENES
                   DE LA HERENCIA
    A este efecto, el albacea no debe permitir la
extracción de ningún bien, si es que no hay
prueba de que la propiedad del mismo es ajena,
ya sea mediante el testamento, instrumento pú-
blico, o bien en los libros correspondientes, si
es que el de cujus hubiese sido comerciante. En
caso de no constar en los medios antes señala-
dos que la propiedad es ajena, deberá anotar al
margen de las "partidas" correspondientes la
pertenencia de la cosa, a efecto de discutir en
juicio la propiedad de la misma.
    De nuevo nos encontramos ante u n a deficien-
te regulación que nos impide resolver problemas,
ya que cabe apuntar cuál sería la situación de
todos aquellos bienes que el testador tenía en s u
poder derivado de u n acto jurídico determinado
y de los cuales no era dueño. En este caso, de-
beremos acudir al apartado correspondiente a
cada acto, como el mandato, el depósito, el co-
modato, para tratar de encontrar cuál debe ser
la actuación del albacea y si a ú n estos bienes
debe "asegurarlos" o entregarlos.
    Por último, es importante señalar que la ley
otorga al albacea el carácter de poseedor deri-
vado de los bienes, con excepción del cónyuge
supérstite en el caso de la sociedad conyugal.
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                                                               ÁNGEL GILBERTO ADAME a P E Z
                                          JCIONAR SU MANEJO
     En u n periodo de tres meses siguientes a la
  aceptación de s u nombramiento, deberá de ga-
  rantizar s u manejo, a través de fianza de fideli-
  dad, hipoteca, o prenda, o bien, en caso de ser
  heredero, con s u porción hereditaria si es que
  esta fuere suficiente para tal fin, pudiendo ser
  dispensado de la obligación de caucionar sola-
  mente por los herederos.
               4. FORMULACIÓN
                            DEL INVENTARIO
      Dentro del término de diez días después de
  haber aceptado s u cargo, bajo pena de remo-
  ción, deberá proceder a la formulación del in-
  ventario, el cual presentara a los 60 dias de
  haber aceptado el mismo, debiendo ser citados
  para s u formación el cónyuge supérstite, los
  herederos, los acreedores y los legatarios y rea-
  lizarlo en los términos que señala el Código de
  Procedimientos Civiles.
              5. ADMINISTRACIÓN
                              DE LOS BIENES
     Esta obligación es muy general y puede con-
  sistir en conservar los bienes, percibir los fru-
  tos y productos, efectuar los gastos necesarios,
  y otros diversos.
     No obstante esta trascendental función, nues-
  tro Código solo indica que, de acuerdo con los
  herederos, determinará la cantidad a emplearse
  en gastos de administración y sueldos de los
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EL ALBACEA                                                                                                           29
dependientes. Asimismo, dentro de los 15 días
siguientes a la aprobación del inventario, debe-
rá proponer al juez la distribución provisional
de los productos de los bienes hereditarios y
señalar la parte de ellos que de cada bimestre
entregará a los herederos y legatarios.
          6. PAGAR LAS DEUDAS MORTUORIAS,
           HEREDITARIAS Y TESTAMENTARIAS
    Dada la naturaleza de s u función, u n a de
las obligaciones inherentes al cargo del albacea
es la del pago de todas aquellas deudas gene-
radas por el autor de la sucesión. El legislador
señaló u n orden de pago que el albacea debe
respetar, a menos que el de cujus estuviera en
concurso.
    Dicha preferencia se marca en tres tipos de
deudas que a continuación se definen. Por deu-
das mortuorias entendemos los gastos del fu-
neral, así como aquellas generadas con motivo
de la última enfermedad del de czLjus; las deu-
das hereditarias son todas aquellas contraídas
por el autor de la herencia y que no quedaron
extintas con motivo de s u fallecimiento; y por
deudas testamentarias comprendemos aquellas
que tienen como origen única y exclusivamente
el testamento.
                        7. RENDICIÓN DE CUENTAS
   Está obligado a rendir cuentas de s u admi-
nistración de manera mensual, anual, así como
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   30                                                           ANGEL GILBERTO ADAME LOPEZ
  general al término de s u encargo. Esta debe ser
  aprobada por los herederos, o en s u caso, los
  legatarios y acreedores; así como por el Minis-
  terio Público, tratándose de sucesiones en las
  que sean herederos el Sistema para el Desarro-
  llo Integral de la Familia del Distrito Federal o
  incapaces. La obligación del albacea de rendir
  cuentas únicamente puede ser dispensada por
  los herederos.
                         8. ENTREGAR A LOS
                      EJECUTORES ESPECIALES
                   EL OBJETO DE SU ENCOMIENDA
     Está obligado a entregar al ejecutor especial
  las cantidades o todas aquellas cosas necesarias
  para que éste dé cumplimiento a la encomienda
  especial que generó s u nombramiento.
          9. DEFENSA DE LA HERENCIA Y DE LA
          VALIDEZ DEL TESTAMENTO, ASÍ COMO
          LA DE "REPRESENTAR A LA SUCESIÓN"
          EN TODOS LOS JUICIOS QUE EXISTAN
                 A FAVOR O EN CONTRA
     La persona que ejerza como albacea en una
  sucesión está obligada a ejercitar, con este fin,
  todas aquellas acciones que pertenecieron al
  autor de la sucesión y que no se extinguieron
  con s u muerte, así como oponer toda clase de
  excepciones a aquellas acciones entabladas con-
  tra los sucesores del de cujus con motivo de la
  sucesión, defendiendo todo acto que intente afec-
  tar la eficacia del testamento.
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EL ALBACEA                                                                                                            31
   Aquí nos topamos nuevamente con el mal
uso de la terminología jurídica por parte de
nuestro legislador, ya que en el Distrito Federal
ni la sucesión ni la herencia tienen personali-
dad jurídica, por lo que no podemos hablar de
su "defensa" o "representación".
             10. LA PARTICIÓN Y ADJUDICACIÓN
                      DE LA HERENCIA
   Una vez concluida la liquidación, esta obli-
gado a presentar un proyecto de partición, de-
biendo de realizar una distribución provisional
de los productos que genere el caudal heredita-
rio; dicho proyecto deberá ser aprobado por los
herederos, o en s u defecto por el juez, proce-
diendo en consecuencia a adjudicar los bienes
que forman el patrimonio del causante, respe-
tando al efecto todos aquellos requisitos forma-
les que la ley establezca para la transmisión de
los bienes de que se trate.
    No debe confundirse el concepto de parti-
ción, el cual implica que del patrimonio líqui-
do del que &e persona, determinar qué le
toca a cada uno de los herederos, con el de
adjudicación, que significa dar la forma que
la ley señala para la transmisión de cada
bien en particular.
   Además de lo expuesto, las potestades del
albacea no se agotan en el Código Civil. Así, tie-
ne obligaciones fiscales señaladas en la legisla-
ción de la materia; también las tiene en el caso
de fundaciones, de acuerdo con la Ley de Insti-
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    tuciones de Asistencia Privada para el Distrito
    Federal; así como algunas otras que podemos .
    encontrar en la Ley General de Salud, la Ley
    de Instituciones de Crédito, Ley del Mercado de
    Valores y similares.
       Existen una serie de actos para cuya realiza-
    ción, este ejecutor de la última voluntad requie-
    re del consentimiento de los dueños de dicho
    patrimonio, es decir, de los herederos y de di-
    chos casos me interesa comentar el de la enaje-
    nación de bienes del caudal relicto, bajo las
    siguientes consideraciones:
       No debe confundirse la enajenación de la
    porción hereditaria, la cual está permitida con
    las condiciones señaladas en los artículos 1291,
     1292, 1293 y 1294, con la enajenación de bienes
    concretos de la herencia que tiene una regula-
    ción diversa.
       Tratándose de bienes concretos del patnmo-
    nio, no puede disponer motu propno de ellas, ya
    que s u s facultades solo alcanzan a las de u n
    administrador de bienes ajenos.
       Puede enajenar bienes específicos si está
    autorizado por los herederos en cumplimiento a
    una disposición legal o acatando u n acto de ú1-
    tima voluntad del testador. En este punto, no
    podemos estar de acuerdo con quien afirma
    que la disposición del testador para vender
    bienes no sea válida por no estar autorizada
    por la ley. Desde mi perspectiva, las reglas
    que marca el Código para la venta son res-
    trictivas del derecho de propiedad de los he-
    rederos en protección de los acreedores,
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EL ALBACEA                                                                                                          33
pero nunca de la voluntad del testador. No
olvidemos que el propio legislador autoriza al
de cujus a imponer todas las condiciones de
naturaleza positiva que no estén prohibidas por
la ley y dentro del catálogo de restricciones
nunca se señala la obligación de vender bienes.
De esta manera, quien quiera ser heredero o le-
gatario en esa sucesión, deberá aceptarla aca-
tando las modalidades indicadas.
   De conformidad con lo anterior, de acuerdo
al artículo 1771, el autor de la herencia puede
hacer partición de bienes en s u testamento, res-
petando derechos de tercero, por lo que en el
caso que nos ocupa, lo que el legislador está dis-
poniendo es que la porción que le corresponde a
cada heredero se integre por dinero, hecho que
no encuentra disposición legal que lo limite.
   Ahora bien, es importante ubicarnos en cada
etapa del procedimiento sucesorio, ya que ello
permitirá conocer los alcances de las faculta-
des del albacea en cada momento, las cuales
son:
   a) El que corre desde la apertura de la suce-
sión hasta el nombramiento de interventor pro-
visional. En este camino de la sucesión ni
herederos ni legatarios pueden enajenar bienes
concretos de la herencia.
    b) El que corre desde el nombramiento de
interventor provisional hasta el nombramiento
de albacea. En esta etapa lo único que puede
hacerse es el pago de deudas mortuorias por
parte del interventor provisional con autoriza-
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     ción judicial, aunque la ley no 'autoriza la venta
     de bienes para pagarlas si no hay dinero en la
     herencia; al efecto remitimos al artículo 772 del
     Código de Procedimientos Civiles.
        c) El que corre desde el nombramiento del
    albacea hasta el inicio de la formación del in-
    ventario. En este momento, el albacea, inclusive
    sin consentimiento de los herederos ni de los le-
    gatarios, pero con autorización judicial, puede
    vender bienes que integren el caudal heredita-
    rio, siempre que la causa que motive dicha
    enajenación sea el pago de deudas mortuorias,
    de rigurosa conservación y administración de la
    masa hereditaria, así como el pago de los crédi-
    tos alimenticios, siempre y cuando no exista di-
    nero suficiente en la herencia (cfr.arts. 1756,
    1757, 1758 y 1765).
         d) El que corre después de la formación del
     inventario hasta la liquidación de la sucesión.
     Dentro de este tiempo, el albacea podrá enaje-
     nar los bienes que integran el patrimonio relic-
     to, con el consentimiento de los herederos o a
     falta de estos, con autorización judicial, si es
     que el motivo de la enajenación es el pago de
     alguna deuda distinta de las anteriores o algún
     otro gasto urgente, de acuerdo a lo dispuesto por
     el artículo 1717; así como en los casos del ar-
     tículo 84 1 del Código de Procedimientos Civiles,
     es decir, cuando los bienes puedan deteriorarse,
     cuando sean de dificil y costosa conservación
     o cuando para la enajenación de los frutos se
     presenten condiciones ventajosas.
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EL ALBACEA                                                                                                            35
    e) El que corre una vez liquidadas la deudas
o garantizadas a satisfacción de los acreedores
hasta la finalización del procedimiento suceso-
rio. En esta etapa, con el consentimiento de los
herederos, podrá transferir los bienes que inte-
gran la masa hereditaria, sin que medie causa
alguna que motive la enajenación de los mis-
mos, de acuerdo con lo que establece el artículo
1776, el cual faculta a los herederos para adop-
tar los acuerdos que estimen convenientes para
el arreglo y terminación de la testamentaría o
intestado, quedando en dichos "acuerdos", las
adjudicaciones. En este mismo momento, el al-
bacea deberá dar cumplimiento a las instruc-
ciones expresas del testador respecto a la venta
de bienes.
    En este aserto hay que recalcar que la liqui-
dación de la herencia, es decir, el pago de deudas
del de cujus, no tiene un momento predetermi-
nado para efectuarse dentro del procedimiento
sucesorio, ya que esta puede irse dando en las
diversas etapas de la misma, tal como se expuso.
    Además, hay que resaltar que en cada una
de las observaciones señaladas se menciona que
los acreedores ya fueron pagados o ya quedaron
garantizados sus créditos y eso es lo que busca
el legislador, es decir, proteger los derechos de
terceros. Una vez logrado esto, no existe impe-
dimento legal alguno para que el albacea, con el
consentimiento de los herederos como dueños,
enajene bienes del caudal relicto o en el otro su-
puesto, para que el mismo albacea cumpla con
las disposiciones del testamento. No olvidemos
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    36                                                           ANGEL GILBERTO ADAME LOPEZ
   que una de sus principales obligaciones es la
   defensa de dicho acto jurídico, y por "defensa"
   entendemos no solo su preservación jurídica, si
   no el acatamiento de todas y cada una de sus
   disposiciones legalmente válidas. Reiteramos
   que en este momento, sería absurdo que el le-
   gislador indicara reglas especiales, cuando ha
   fijado criterios generales en materia de modali-
   dades o de partición, dependiendo el caso, por lo
   que se refiere al testador o la señalada en el ci-
   tado artículo 1776, tratándose de los herederos.
       Respecto a las prohibiciones del albacea, el
   legislador local, al concederle facultades de
   administrador de un patrimonio ajeno, limita
   sus potestades para realizar actos que solo co-
   rresponderían al dueño, por lo que no está capa-
   citado para transigir, comprometer en árbitros,
   ni para enajenar ni para gravar los bienes de la
   herencia, con las salvedades apuntadas. Asi-
   mismo el legislador le impuso la prohibición de
   adquirir o arrendar los bienes de la herencia,
   misma que hizo extensiva a sus ascendientes,
   cónyuge, descendientes, o hermanos, a menos
   que ellos fueren coherederos en la sucesión
   de que se trate.
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                VI. TERMINACION DEL CARGO
                        D E ALBACEA
El artículo 1745 señala las causas de termina-
ción. Es importante indicar que el legislador no
tuvo el cuidado de distinguir entre todas aque-
llas situaciones que implican la conclusión del
encargo para una persona en particular y aque-
llas otras que determinan la extinción del al-
baceazgo, por lo que las abordaré de forma
separada para distinguir la diferencia.
                    1. CONCLUSI~NDEL ENCARGO
                                            A. PORMUERTE
    Al tener el albaceazgo la característica de ser
 intuito personae, una vez fallecido el albacea, su
 gestión termina y no se transmite a sus herede-
 ros, quienes, en caso de no haberse cumplido la
 obligación de rendir cuentas deberán de hacerlo,
 sin que esto implique que pasa a su poder el al-
 baceazgo, el cual continuará hasta en tanto no
 se concluya con la sucesión.
                                B. POREXPIRAR                           EL PLAZO
    El albaceazgo debe finiquitarse en el plazo de
 un año, contado a partir de su aceptación, salvo
                                                            37
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   el caso de que los herederos, con causa justifi-
   cada, decidieran prorrogar su actuación por
   uno más.
       Recordando aquí lo que comentaba antenor-
   mente respecto a la realidad de esta disposición,
   cabe preguntamos ¿cuál es la situación de todos
   aquellos actos realizados por un albacea después
   de expirado el término legal?, ¿se podrían anu-
   lar aquellos actos realizados por este albacea o
   existe una especie de "gestión de negocios"?
       Considero que estamos en presencia de una
   norma imperfecta, toda vez que se pretende que
   en u n año, máximo dos, se finiquite la sucesión,
   pero en ocasiones por causas imputables o aje-
   nas a los herederos esto no puede lograrse. Sien-
   do ellos los que pueden remover al albacea, al
   no ejercitar la acción correspondiente están tá-
   citamente consintiendo que el albacea continúe
   en el cargo por tiempo indefinido, por lo que los
   actos realizados los efectúa con ese carácter.
                                            C . POR RENUNCIA
       Si una vez aceptado el cargo, este decidiere re-
   nunciar al mismo, lo puede hacer, pero las con-
   secuencias de s u separación voluntaria del cargo
  varían, si es que esta separación se da sin causa
  justificada, o bien, si es que se da con una r d n
  válida, a saber:
   a) Sin causa
      En caso de que decidiera separarse de s u
   cargo sin que medie una causa justificada para
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EL ALBACEA                                                                                                            39
ello, que necesariamente deben entenderse las
señaladas en el artículo 1698, en caso de ser
heredero, se encontrara en un supuesto de inca-
pacidad sobrevenida y en consecuencia no po-
drá heredar.
b) Con causa justificada
    Reiteramos que se entiende por causa justi-
ficada las que señala el articulo 1698, debiendo
dicho motivo ser valorado por el órgano com-
petente.
    No debe confundirse este último supuesto
con el de la excusa, ya que la renuncia implica
la terminación del cargo por causas posteriores
y cuando ya se es albacea. En la excusa, quien
la ejerce, nunca entró al desempeño de dicha
función.
    Cabe mencionar que considero que el juez de
lo familiar es el que debe calificar si la causa
de la renuncia al cargo es o no justificada, ya
que la trascendencia entre uno y otro caso salta
a la vista, por las sanciones que para dicha per-
sona pueden resultar, desde la pérdida de la re-
tribución hasta una incapacidad para heredar,
generando perjuicios para él y esperanzas de
futuros derechos para terceros, como puede ser
adquirir la calidad de heredero.
    Concluyo que el notario, aun en los supues-
tos regulados como excusas para el desempeño
del cargo en el artículo 1698; no podría valorar
estas y hacer constar en u n instrumento dicha
circunstancia, incurriendo en responsabilidad si
ello genera un perjuicio para el que mal aseso-
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   40                                                            ANGEL GILBERTO ADAME LÓPEZ
   rado manifiesta su intención por esta vía. Todo
   ello, independientemente de lo que dispone el
   artículo 171 de la Ley del Notariado para el Dis-
   trito Federal.
      Cuando los herederos, por cuestiones sub-
  jetivas o de oportunidad, deciden separar del
  desempeño de la función a quien la está ejer-
  ciendo, no importando si el nombramiento es
  del testador o del juez.
      Por este hecho no pierde el derecho a cobrar
  remuneración y no deja de ejercer los encar-
  gos concretos del testador, es decir, al albacea
  especial, nunca tienen facultad los herederos
  para revocarle el cargo, así como no la tienen
  para nombrarlo.
      Se da una vez que el albacea incumple algu-
   na de las obligaciones del albaceazgo que ten-
   gan como consecuencia dicha sanción, previa
   solicitud de los herederos al juez, quien la re-
   solverá en el incidente respectivo. Este supues-
   to no debe confundirse con el de la revocación,
   ya que en el primero se toma una decisión uni-
   lateral de los herederos sin que tengan que ma-
   nifestar la causa. En la remoción, la separación
   se debe a un incumplimiento grave en el desem-
   peño de sus funciones, sancionado así por el le-
   gislador y valorado por el juez.
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EL ALBACEA                                                                                                           41
   Dada su naturaleza sancionadora, la remo-
ción puede conducir a una incapacidad sobre-
venida en la sucesión de que se trata.
          2. POR EXTINCI~NDEL ALBACEAZGO
              A. PORCUMPLIMIENTO DE                                           SU ENCARGO
   Una vez liquidada, partida y adjudicada la
herencia, el albaceazgo se queda sin materia y
en consecuencia el encargo termina.
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