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(Bram Stoker) Dracula (Spanish Edition)

Este documento es el diario de viaje de Jonathan Harker, un abogado inglés que viaja a Transilvania para encontrarse con el Conde Drácula. En su diario, Harker describe su viaje desde Londres a través de Alemania y Hungría hasta llegar a la ciudad de Bistritz en Transilvania. Allí se hospeda en el hotel Golden Krone, como le indicó el Conde Drácula, y recibe una carta de bienvenida de este. Harker nota algunas peculiaridades en el comportamiento del dueño del hotel.

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(Bram Stoker) Dracula (Spanish Edition)

Este documento es el diario de viaje de Jonathan Harker, un abogado inglés que viaja a Transilvania para encontrarse con el Conde Drácula. En su diario, Harker describe su viaje desde Londres a través de Alemania y Hungría hasta llegar a la ciudad de Bistritz en Transilvania. Allí se hospeda en el hotel Golden Krone, como le indicó el Conde Drácula, y recibe una carta de bienvenida de este. Harker nota algunas peculiaridades en el comportamiento del dueño del hotel.

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INDICE

Captulo I
Captulo II
Captulo III
Captulo IV
Captulo V
Captulo VI
Captulo VII
Captulo VIII
Captulo IX
Captulo X
Captulo XI
Captulo XII
Captulo XIII
Captulo XIV
Captulo XV
Captulo XVI
Captulo XVII
Captulo XVIII
Captulo XIX
Captulo XX
Captulo XXI
Captulo XXII
Captulo XXIII
Captulo XXIV
Captulo XXV
Captulo XXVI
Captulo XXVII
NOTAS
BRAM STOKER

Drcula
Edicin Impresa
Diseo de Tapa: Marcelo Bigliano
2001 by Pluma y Papel
Bacacay 2647
1406 Buenos Aires, Argentina
Queda hecho el depsito de Ley 11.723
I.S.B.N. 950 764 162 9

Edicin Digital
Construccin y diseo a cargo de Libronauta
2001 by Pluma y Papel
Bacacay 2647
1406 Buenos Aires, Argentina
Queda hecho el depsito de Ley 11.723
I.S.B.N. 987-1049-05-6

Reservados todos los derechos.


Queda rigurosamente prohibida sin la autorizacin por
escrito de Pluma y Papel y Libronauta Argentina S.A.,
la reproduccin total o parcial de esta obra, por cual-
quier medio o procedimiento incluidos la reprografa y
el tratamiento informtico.
A
MI QUERIDO AMIGO
HOMMY BEG
Cmo han sido ordenados estos papeles, es
algo que quedar aclarado al leerlos. Se ha elimi-
nado todo lo superfluo, a fin de presentar esta his-
toria casi en desacuerdo con las posibilidades de
las creencias de nuestros das como simple ver-
dad. No hay aqu referencia alguna a cosas pasa-
das en las que la memoria se pueda equivocar,
dado que todas las anotaciones recogidas son ri-
gurosamente contemporneas de los hechos, y re-
flejan el punto de vista de quienes los consigna-
ron, tal como ellos los conocieron.
CAPITULO I

DIARIO DE JONATHAN HARKER


(Redactado taquigrficamente)

3 de mayo. Bistritz

Sal de Munich el 1 de mayo a las 8.35 de la


tarde, y llegu a Viena a la maana siguiente; de-
ba haber llegado a las 6.46, pero el tren llevaba
una hora de retraso. Budapest parece una ciudad
maravillosa, por lo que observ desde el tren y lo
poco que pude andar por sus calles. No me atrev
a alejarme de la estacin, ya que habamos llegado
con retraso y saldramos lo ms de acuerdo posi-
ble con la hora prevista. La impresin que me dio
era de que salamos de Occidente y nos adentr-
bamos en Oriente; el ms occidental de los es-
Bram Stoker

plndidos puentes del Danubio que aqu ad-


quiere una doble anchura y profundidad, nos
traslad a las tradiciones de predominio turco.
Salimos a buena hora, y llegamos a Klau-
senburgh ya anochecido. Aqu, par a pernoctar
en el Htel Royale. Cen pollo sazonado con pi-
mentn picante, muy bueno, aunque daba mucha
sed (Mem. , conseguir receta para Mina) Le pre-
gunt al camarero, y dijo que se llama paprika
hendl, y que es plato nacional, de modo que po-
dra tomarlo en todas partes, a lo largo de los Cr-
patos. Aqu me han resultado muy tiles mis ru-
dimentos de alemn; desde luego, no s cmo
habra podido entenderme, sin ellos.
En Londres, aprovech unas horas que te-
na libres para ir al Museo Britnico a consultar los
libros y mapas de la biblioteca referentes a Tran-
silvania; pens que sera una ayuda tener de an-
temano alguna idea del pas, antes de entrevis-
tarme con un noble de ese lugar. Averig que la

8
Drcula

regin a la que haca referencia est en el extremo


este del territorio, exactamente en los lmites de
tres estados: Transilvania, Moldavia y Bukovina,
en plena cordillera de los Crpatos, y que es una
de las regiones ms remotas menos conocidas de
Europa. No consegu descubrir en ningn libro ni
mapa el lugar exacto del castillo de Drcula, ya
que no existen mapas de este pas comparables a
nuestros Ordnance Survey maps; pero averige que
Bistritz, la ciudad donde el conde Drcula deca
que deba apearme, era bastante conocida. Con-
signar aqu algunas notas que me ayuden a re-
cordar, cuando hable con Mina del viaje.
La poblacin de Transilvania est formada
por cuatro nacionalidades distintas: los sajones al
sur; y mezclados con ellos, los valacos, que son
descendientes de los dados; los magiares al oeste,
y los szekelys al este y al norte. Me encuentro en-
tre estos ltimos, que pretenden ser descendientes
de Atila y de los hunos. Puede ser, porque cuando

9
Bram Stoker

los magiares conquistaron el pas, en el siglo XI


encontraron a los hunos asentados en l. He ledo
que en la herradura de los Crpatos se renen to-
das las supersticiones del mundo, como si fuese el
centro de una especie de remolino de la imagina-
cin; si es as mi estancia me va a resultar intere-
sante (Mem. , preguntar al Conde sobre todo esto).
No dorm bien, aunque la cama era bastan-
te confortable; tuve toda clase de sueos extraos.
Un perro estuvo aullando toda la noche al pie de
mi ventana; tal vez fue por eso; o quiz fue culpa
de la paprika, porque me beb toda el agua de la
jarra, y an me qued con sed. Me dorm cuando
ya amaneca, y me despertaron las repetidas lla-
madas a mi puerta, por lo que supongo que deb
de quedarme profundamente dormido. De des-
ayuno tom ms paprika, y una especie de gachas
hechas con harina de maz que aqu llaman mama-
liga, y berenjenas rellenas, plato muy exquisito
que llaman impletata (Mem., pedir receta tam-

10
Drcula

bin). Tuve que desayunar deprisa porque el tren


sala un poco antes de las ocho; o ms bien deba
salir a esa hora; ya que despus de llegar corrien-
do a la estacin a las 7.30 estuve sentado en el va-
gn ms de una hora, hasta que arranc. Me da la
sensacin de que cuanto ms al este vamos, menos
puntuales son los trenes. Cmo sern en China?
Empleamos el da entero en recorrer una
comarca llena de bellezas naturales de todo gne-
ro. Unas veces divisbamos pequeos pueblecitos
y castillos en lo alto de montes enhiestos, como los
que se ven en los viejos misales; otras, corramos
junto a ros y arroyos que, a juzgar por sus anchas
y pedregosas mrgenes a uno y otro lado, parecen
sufrir grandes crecidas. Hace falta mucha agua, y
que corra con fuerza, para que un ro tranquilo re-
base sus bordes exteriores. En todas las estaciones
haba grupos de gente, a veces multitudes, con to-
da clase de atavos. Algunos hombres iban exac-
tamente igual que los campesinos de mi pas, o

11
Bram Stoker

como los que he visto al cruzar Francia y Alema-


nia, con sus chaquetas cortas, sus sombreros re-
dondos y sus pantalones de confeccin casera;
otros, en cambio, eran muy pintorescos. Las muje-
res parecen bonitas, si no se las ve de cerca; pero
tienen el talle muy ancho. Llevan largas y blancas
mangas de diversas clases, y la mayora se cien
unos cinturones anchos con gran cantidad de cin-
tas que se agitan a su alrededor como un vestido
de ballet; aunque, naturalmente, llevan sayas de-
bajo. Los personajes ms extraos que vimos eran
los eslovacos, ms brbaros que el resto, con
grandes sombreros vaqueros, pantalones amplios
y de color claro, blancas camisas de lino y unos
cinturones de cuero enormes, de casi un pie de an-
chos, tachonados con clavos de latn. Calzaban
botas altas, embutan los pantalones en. ellas, y
tenan el pelo largo y unos bigotes espesos y ne-
gros. Son muy pintorescos, pero no resultan atrac-
tivos. En la diligencia se acomo. daron inmedia-

12
Drcula

tamente como una banda de forajidos orientales.


Sin embargo, segn me han dicho, son inofensi-
vos, y les falta presuncin natural.
Cuando ya anocheca, llegamos a Bistritz,
que es una ciudad vieja y muy interesante. Dado
que est prcticamente en la frontera pues el
desfiladero de Borgo conduce de all a Bukovina
, ha tenido una existencia azarosa, y desde luego
muestra seales de ello. Hace cincuenta aos,
hubo una seri de incendios que causaron terribles
catstrofes en cinco ocasiones distintas. Nada ms
iniciarse el siglo xvii, sufri un asedio de tres se-
manas, en el que perdieron la vida trece mil per-
sonas, seguido del hambre y las enfermedades,
vicisitudes propias de la guerra.
El conde Drcula me haba indicado que me
alojase en el hotel Golden Krone, que result ser
muy anticuado, para gran alegra ma; porque,
como es natural, quiero ver cuanto pueda sobre
costumbres del pas. Evidentemente me espera-

13
Bram Stoker

ban, ya que al llegar a la puerta, me recibi una


seora mayor, de expresin alegre, vestida con el
habitual atuendo de campesina saya blanca y
delantal doble, por delante y por detrs, de pao
de colores, quiz demasiado ajustado para el reca-
to. Una vez a su lado, me salud con una incli-
nacin de cabeza, y dijo:
El herr ingls?
S dije; soy Jonathan Harker.
Sonri, y dio instrucciones a un hombre de
edad, en mangas de camisa, que la haba seguido
hasta la puerta. Dicho hombre desapareci, y re-
gres inmediatamente con una carta:

Distinguido amigo
Bien venido a los Crpatos. Le espero con
impaciencia. Descanse esta noche. Maana a las
tres saldr la diligencia para Bukovina; he reser-
vado una plaza en ella para usted. Mi coche le es-
tar esperando en el desfiladero de Borgo para

14
Drcula

traerle hasta aqu. Confo en que haya tenido un


feliz viaje desde Londres, y que disfrute durante
su estancia en mi hermoso pas.
Su amigo,
DRCULA

4 de mayo

Me enter de que el propietario del hotel


haba recibido una carta del Conde con instruccio-
nes de que me reservase la mejor plaza de la dili-
gencia; pero al preguntarle ciertos detalles, se
mostr algo reticente y fingi no entender mi ale-
mn. No poda ser cierto, ya que hasta ese mo-
mento me haba entendido a la perfeccin; al me-
nos, haba contestado a mis preguntas como si me
entendiera bien. El y su esposa, la seora mayor
que me haba recibido, se miraron como asusta-
dos. l murmur que haba recibido el dinero jun-

15
Bram Stoker

to con una carta, y que eso era cuanto saba. Al


preguntarle si conoca al conde Drcula y si poda
contarme algo sobre su castillo, se santiguaron los
dos; y tras decirme que no saban nada en absolu-
to, se negaron a seguir hablando. Faltaba tan poco
para emprender la marcha, que no tena tiempo de
preguntar a nadie ms; pero todo era muy miste-
rioso y muy poco tranquilizador.
Poco antes de irme, la seora mayor subi a
mi habitacin, y exclam, casi al borde de la histe-
ria:
Tiene que ir? Oh, joven her, tiene que ir?
Estaba tan excitada que pareca haber per-
dido el dominio del alemn que saba, y se le em-
barullaba con otra lengua que yo desconoca por
completo. Slo fui capaz de seguir su discurso a
base de hacerle muchas preguntas. Cuando dije
que me marchara enseguida, y que iba por un
asunto importante, me pregunt:
Sabe qu da es hoy?

16
Drcula

Le contest que era cuatro de mayo. Ella


neg con la cabeza, y exclam:
Oh, s! Lo s, lo s! ; pero sabe qu da
es? Y al contestar yo que no comprenda, prosi-
gui: Es la vspera de san Jorge. Sabe que esta
noche, cuando el reloj d las doce, todos los seres
malignos andarn libremente por el mundo? Sa-
be adnde va usted y a qu va?
Manifestaba una angustia tan evidente que
trat de tranquilizarla, aunque sin resultado. Por
ltimo, cay de rodillas y me implor que no fue-
se, que esperase al menos un da o dos, antes de ir.
Era una escena ridcula, pero me haca sentir in-
cmodo. Sin embargo, tena un asunto que resol-
ver, y no poda consentir que nada lo obstaculiza-
se. As que trat de levantarla; y le dije, lo ms
gravemente que pude, que se lo agradeca, pero
que mi deber no admita demora, y no tena ms
remedio que ir. Entonces se levant y se sec los
ojos; y quitndose del cuello un crucifijo, me lo

17
Bram Stoker

ofreci. Yo no saba qu hacer, pues como miem-


bro de la Iglesia anglicana, me han enseado a
considerar idoltricas estas cosas; y al mismo
tiempo me pareca una falta de cortesa hacerle un
desaire a una seora mayor tan bien intencionada
y en semejante estado de nimo. Supongo que vio
la duda reflejada en mi rostro, pues me ci el ro-
sario alrededor del cuello, y dijo:
Por su madre.
Y sali de la habitacin. Esta parte del dia-
rio la estoy escribiendo mientras espero la diligen-
cia, que naturalmente ya tiene retraso; y an llevo
el crucifijo alrededor del cuello. No s si sern los
temores de esa seora, pero ya no tengo el nimo
tan sereno como antes. Si este libro llegara a Mina
antes que yo, que le lleve mi ltimo adis. Ah
viene la diligencia!
5 de mayo. El castillo

18
Drcula

El gris de la madrugada se ha disipado, y el


sol se encuentra muy alto respecto del lejano hori-
zonte, que parece mellado, no s si a causa de los
rboles o por los cerros; est tan lejos que las cosas
grandes se confunden con las pequeas. Estoy
desvelado; as que, como voy a poder dormir has-
ta' la hora que quiera, me entretendr escribiendo
hasta que me entre sueo. Tengo muchas cosas
extraas que anotar; y para que el que las lea no
piense que cen demasiado antes de salir de Bis-
tritz, consignar aqu cul fue exactamente el me-
n. Tom lo que aqu llaman filete de bandido:
trozos de tocino, cebolla y carne de vaca, sazonado
todo con pimienta, y ensartado en unos bastones y
asado al fuego, al estilo sencillo de la carne de ca-
ballo que se vende por las calles de Londres! El
vino era un mediasch dorado, y produce un raro
picor en la lengua que, no obstante, no resulta
desagradable. Slo tom un par de vasos; nada
ms.

19
Bram Stoker

Cuando sub a la diligencia, el cochero an


no haba ocupado su asiento; le vi charlando con
la seora de la posada. Evidentemente, hablaban
de m, porque de cuando en cuando miraban en
direccin ma; y algunas personas, que estaban
sentadas en un banco junto a la puerta que ellos
llaman con un nombre que significa el mentide-
ro se haban acercado a escuchar, y se volvan
para mirarme, casi todos con cierta expresin de
lstima. O que repetan con frecuencia determi-
nadas palabras; palabras extraas, ya que haba
gentes de las ms diversas nacionalidades entre
los reunidos: as que saqu discretamente de mi
bolsa el diccionario multilinge. y las busqu.
Confieso que no me llenaron de animacin, ya que
entre otras encontr Ordog, Satans; pokol, infier-
no; stregoica, bruja; vrolok y vlkoslak, que signifi-
can igualmente (una en eslovaco y otra en servio)
algo as como hombrelobo o vampiro (Mem.,
preguntar al Conde acerca de estas supersticiones)

20
Drcula

Cuando emprendimos la marcha, la multi-


tud con Bregada en la puerta de la posada, que a
la sazn haba aumentado considerablemente,
hizo la seal de la cruz y apunt con dos dedos
hacia m. Con cierta dificultad, consegu pedirle a
otro pasajero que me explicase qu significaba
aquello; al principio no quiso contestarme, pero al
saber que yo era ingls, me dijo que era un conjuro
o proteccin contra el mal de ojo. Esto no me pare-
ci muy agradable con respecto a m, que parta
hacia una regin desconocida al encuentro de un
hombre al que nunca haba visto; pero todos se
mostraron tan benvolos, y tan afligidos, y mani-
festaron tanta compasin, que no pude por menos
de sentirme conmovido. Nunca olvidar la ltima
imagen de la posada, con aquella multitud de per-
sonas de atuendo pintoresco, todas santigundose,
bajo el arco, recortadas sobre un fondo de abun-
dantes adelfas y naranjos plantados en cubas ver-
des agrupadas en el centro del patio. Luego, nues-

21
Bram Stoker

tro cochero, cuyos amplios calzones de lino que


aqu llaman gotza cubran casi por entero el
pescante, hizo restallar su enorme ltigo por en-
cima de los cuatro caballos, partieron stos a un
tiempo y emprendimos la marcha.
No tardaron en quedar atrs los temores
espectrales, olvidados ante la belleza del escenario
por el que viajbamos; aunque, de haber conocido
yo la lengua o ms bien las lenguas que
hablaban mis compaeros, quiz no se me habran
disipado con tanta facilidad. Ante nosotros se ex-
tenda una tierra ondulada, poblada de bosques y
sembrada de empinados cerros coronados por
grupos de rboles o caseros, con los blancos has-
tiales pegados a la carretera. En todas partes se
vean cantidades sorprendentes de frutales en flor:
manzanos, ciruelos, perales y cerezos; al acercar-
nos, podamos observar que la hierba que creca
debajo estaba salpicada de ptalos cados. Por en-
tre estas verdes colinas de lo que aqu llaman la

22
Drcula

Mittel Land, discurra la carretera, perdindose al


describir una curva, o al ocultarla el lindero im-
preciso de algn bosque de pinos, que de cuando
en cuando descenda por las pendientes como una
lengua de fuego. La calzada era desigual, pero vo-
lbamos por ella a febril velocidad. Yo no entenda
el porqu de tanta prisa; pero el cochero estaba
decidido evidentemente a no perder tiempo en
llegar al Borgo Prund. Me dijeron que esta carrete-
ra era excelente en primavera, pero que an no la
haban arreglado, despus de las nieves del in-
vierno. En este sentido, es distinta a las carreteras
de los Crpatos en general, pues existe una vieja
tradicin segn la cual no hay que conservarlas en
demasiado buen estado. Desde tiempo inmemo-
rial, los hospadars no quieren arreglarlas por te-
mor a que los turcos crean que las preparan para
desplazar tropas extranjeras, y se apresuren a pro-
vocar la guerra que, en realidad, siempre est a
punto de estallar.

23
Bram Stoker

Ms all de las verdes colinas de la Mittel


Land se elevaban las imponentes laderas de la sel-
va, hasta las alturas orgullosas de los propios Cr-
patos. Las vimos erguirse imponentes, a derecha e
izquierda de nosotros, iluminadas por el sol de la
tarde, con todos los colores soberbios de esta her-
mosa cordillera, azul oscuro y prpura en las
sombras de los picos, y marrn donde las rocas se
mezclan con la hierba, y perderse en la lejana en
una interminable perspectiva de peascos y riscos
puntiagudos, hasta donde se alzaban grandiosos
los picos nevados. Aqu y, all, aparecan podero-
sas hendiduras en las montaas, a travs de las
cuales, cuando empezaba a caer el sol, veamos de
trecho en trecho el blanco resplandor de alguna
cascada. Uno de mis compaeros me toc el brazo
cuando pasbamos junto a una colina, y seal el
orgulloso y nevado pico de un monte que surgi
delante de nosotros, mientras serpebamos por el
ondulante camino:

24
Drcula

Mire! El Isten szek! La Silla de Dios!


Y se santigu con uncin.
Mientras corramos por la interminable ca-
rretera, el sol descenda cada vez ms a nuestra
espalda y las sombras de la tarde empezaban a
crecer a nuestro alrededor. Este efecto se acentua-
ba an ms mientras segua el sol poniente ilumi-
nando las nevadas cumbres que parecan emitir
un delicado y fro resplandor sonrosado. De
cuando en cuando nos cruzbamos con algunos
checos y eslovacos, todos vestidos con trajes tpi-
cos; pero observ que el bocio estaba dolorosa-
mente generalizado. Junto a la carretera haba
numerosas cruces; y cuando pasbamos veloces
jumo a ellas, mis compaeros de viaje se santigua-
ban. A veces veamos a alguna campesina o cam-
pesino arrodillado ante una capilla, y ni siquiera
se volva al pasar nosotros, sino que pareca entre-
gado a una devocin que careca de ojos y odos
para el mundo exterior. Haba muchas cosas que

25
Bram Stoker

eran nuevas para m: por ejemplo, los almiares en


los rboles, o los grupos de abedules diseminados
aqu y all, con sus blancos troncos brillando como
la plata entre el verde delicado de las hojas. De
cuando en cuando, nos cruzbamos con un leiter-
wagon, carruaje usual del campesino, con su espi-
nazo de ofidio, calculado para salvar las irregula-
ridades del terreno. Sobre ellos iban sentados gru-
pos de campesinos que regresaban del trabajo con
sus pieles de cordero, blancas las de los checos y
de colores las de los eslovacos, llevando estos l-
timos, a manera de lanza, largos astiles con hacha
en el extremo. A1 caer la tarde, empez a hacer
fro` y el ocaso pareci sumir en oscura bruma la
lobreguez de los rboles robles, hayas y pinos,
aunque en los valles que corran profundos entre
los espolones de los montes, cuando subamos
hacia el desfiladero, los negros abetos se alzaban
sobre un fondo de nieve recin cada. A veces,
cuando la carretera atravesaba los bosques de pi-

26
Drcula

nos que en la oscuridad parecan cerrarse sobre


nosotros, las grandes masas grisceas, que aqu y
all desparramaban los rboles, producan un
efecto singularmente espectral y solemne que fa-
voreca los lgubres pensamientos y figuraciones
que sugera el atardecer, cuando el sol poniente
proyectaba sobre el extrao relieve las nubes fan-
tasmales que se deslizaban sin cesar entre los va-
lles de los Crpatos. A veces, los montes son tan
escarpados que a pesar de la prisa del cochero, los
caballos se vean obligados a ir al paso. Quise ba-
jarme y caminar junto a ellos, como hacemos en
mi pas; pero el cochero no lo consinti.
No, no dijo; no se puede ir andando
por aqu; los perros son demasiado feroces y
aadi, con lo que evidentemente quera ser una
broma siniestra, pues se volvi para ganarse la
sonrisa aprobadora de los dems: ya tendr us-
ted bastante, antes de acostarse esta noche.

27
Bram Stoker

La nica vez que se detuvo, fue para en-


cender los faroles.
Cuando oscureci, los pasajeros se pusieron
nerviosos y, uno tras otro, empezaron a decirle co-
sas al cochero, como instndole a que fuese ms
deprisa. l hostigaba despiadadamente a los caba-
llos con su gran ltigo, y les animaba a correr ms
con gritos furiosos de aliento. Entonces, en medio
de la oscuridad, distingu una especie de claridad
griscea delante de nosotros, como si se tratase de
una grieta entre los montes. El nerviosismo de los
viajeros aument; la loca diligencia se cimbreaba
sobre las grandes ballestas de cuero, y se escoraba
como un barco sacudido por un mar tempestuoso.
Tuve que agarrarme. La carretera se hizo ms lla-
na, y pareci que volbamos. Luego, las montaas
se fueron acercando a uno y otro lado, cindose
amenazadoras a nosotros: estbamos entrando en
el desfiladero de Borgo. Varios pasajeros me ofre-
cieron regalos, insistiendo en que los aceptase con

28
Drcula

una vehemencia que no admita negativas; eran de


lo ms variados y extraos, aunque cada uno me
lo daba con sencilla buena fe, con una palabra
amable y una bendicin, y esa extraa mezcla de
gestos temerosos que ya haba observado delante
del hotel de Bistritz: la seal de la cruz y la protec-
cin contra el mal de ojo. Despus, mientras co-
rramos, el cochero se inclin hacia adelante; y los
pasajeros, asomndose a uno y otro lado del co-
che, escrutaron ansiosamente la oscuridad. Era
evidente que esperaban o teman que sucediera
algo muy emocionante; pero aunque pregunt a
cada uno de los pasajeros, ninguno quiso darme la
ms ligera explicacin. Este estado de nerviosismo
se prolong durante un rato; por fin, vimos abrirse
el desfiladero hacia oriente. El cielo estaba pobla-
do de nubes oscuras e inquietas, y en el aire flota-
ba una sensacin densa y opresiva de tormenta.
Pareca como si la cordillera hubiese dividido la
atmsfera en dos, y entrra. mos ahora en la parte

29
Bram Stoker

tormentosa. Yo mismo me asom, tratando de di-


visar el vehculo que deba llevarme hasta el Con-
de. Esperaba a cada instante ver en la negrura el
resplandor de los faroles; pero todo estaba oscuro.
La nica luz que percibamos eran los rayos par-
padeantes de nuestros faroles, que hacan visible
el vapor que despedan nuestros extenuados caba-
llos, en forma de nube blanca. Ahora podamos
distinguir la calzada arenosa delante de nosotros;
pero no haba signo alguno del otro vehculo. Los
pasajeros se arrellanaron con un suspiro de alivio
que pareci una burla a mi desencanto. Me haba
puesto a pensar sobre qu deba hacer ahora,
cuando el cochero, consultando su reloj, dijo a los
dems algo que o a duras penas, ya que lo dijo en
voz baja; creo que fue: Una hora de adelanto.
Luego, volvindose hacia m, aadi en un alemn
peor que el mo:

30
Drcula

No hay ningn carruaje. No le esperan,


herr. As que tendr que venirse a Bukovina y vol-
ver maana o pasado; mejor pasado.
Mientras hablaba, los caballos empezaron a
relinchar y corcovear locamente, de modo que el
cochero tuvo que sujetarlos. A continuacin, mien-
tras los campesinos prorrumpan en exclamacio-
nes a coro y se santiguaban, nos alcanz una cale-
sa con cuatro caballos, y se situ junto a la diligen-
cia. Al resplandor de nuestros faroles observ que
los caballos eran unos animales esplndidos, ne-
gros como el carbn. Los guiaba un hombre alto,
con una larga barba color castao y un gran som-
brero negro que le ocultaba la cara. Slo pude ver
el destello de un par de ojos muy brillantes y ro-
jos, en el momento de volverse hacia nosotros. Le
dijo al cochero:
Pasa antes de la hora, esta noche, amigo.
El hombre tartamude
El herr ingls tena prisa.

31
Bram Stoker

A lo que el desconocido contest:


Por eso, supongo, se lo llevaba usted a
Bukovina. No puede engaarme, amigo; s dema-
siado, y mis caballos son rpidos.
Sonri al hablar, y nuestros faroles ilumina-
ron una boca dura, de labios muy rojos y dientes
afilados y blancos como el marfil. Uno de mis
compaeros susurr a otro el verso de Lenore, de
Burger:

Denn die Todten reiten schnell


(porque los muertos viajan veloces)

El desconocido conductor oy evidente-


mente el comentario, porque alz los ojos con res-
plandeciente sonrisa. El pasajero desvi la mirada,
al tiempo que se santiguaba con dos dedos.
Dme el equipaje del herr dijo el de la
calesa.

32
Drcula

Le tendieron mis bolsas de viaje con asom-


brosa prontitud, y l las acomod en su carruaje.
Luego descend de la diligencia; la calesa se haba
situado muy cerca de la portezuela, y el descono-
cido me ayud, cogindome el brazo con mano de
acero; deba de tener una fuerza prodigiosa. Sin
decir una palabra, sacudi las riendas. Los caba-
llos dieron la vuelta, y nos sumergimos en la oscu-
ridad del desfiladero. Al mirar hacia atrs, vi el
vapor de los caballos de la diligencia a la luz de
los faroles, y, recortadas sobre l, las figuras de
mis anteriores compaeros santigundose.
Seguidamente el cochero hizo restallar su ltigo
sobre los caballos y reanudaron su veloz viaje
hacia Bukovina.
Cuando les vi desaparecer en la negrura,
sent un extrao escalofro y me invadi una sen-
sacin de soledad; pero el conductor me ech una
capa sobre los hombros y una manta sobre las ro-
dillas, y me dijo en excelente alemn

33
Bram Stoker

La noche es fra, mein herr; y mi amo el


Conde me ha ordenado que cuide de usted. Hay
un frasco de slivovits (licor de ciruela del pas)
debajo del asiento, por si le apetece.
No lo prob, pero era un consuelo saber
que estaba all, de todos modos. Me senta un poco
extrao, y bastante asustado. Creo que de haber
tenido cualquier otra opcin, la habra aprovecha-
do, en vez de proseguir este viaje nocturno no sa-
ba adnde. El carruaje corra a toda velocidad;
luego dio una vuelta completa y se desvi por un
estrecho camino. Me pareci que recorramos una
y otra vez los mismos lugares, de modo que tom
referencia de unos cuantos salientes, y comprob
que as era. Me habra gustado preguntar al con-
ductor qu significaba todo esto, pero no me atre-
v, pues pensaba que, de todas maneras, de poco
habran valido mis protestas si l tena decidido
demorarse. Ms tarde, no obstante, sent curiosi-
dad por saber cunto tiempo haba transcurrido;

34
Drcula

encend una cerilla y consult mi reloj al resplan-


dor de la llama; faltaban unos minutos para las
doce. Esto me produjo una especie de sobresalto,
ya que las ltimas experiencias me haban vuelto
particularmente sensible respecto a la supersticin
general acerca de esa hora. Aguard con una an-
siosa sensacin de incertidumbre.
En ese momento, en alguna granja lejana,
empez a aullar un perro: era un lamento angus-
tioso, prolongado, como de miedo. A ste se le
sum otro perro, luego otro y otro; hasta que,
arrastrados por el viento que ahora soplaba sua-
vemente por el desfiladero, se oy un coro de au-
llidos que parecan provenir de toda la regin, se-
gn impresionaban la imaginacin en la negrura
de la noche. Los caballos se encabritaron al primer
aullido. El conductor les habl con suavidad, y se
calmaron; pero temblaban y sudaban como des-
pus de una carrera desbocada. Luego, a lo lejos, y
procedentes de las montaas de uno y otro lado,

35
Bram Stoker

se oyeron unos aullidos ms fuertes los de los


lobos que nos afectaron a los caballos y a m por
igual, pues me dieron ganas de saltar de la calesa
y echar a correr, mientras que ellos se encabritaron
otra vez y corcovearon furiosamente, de forma
que el cochero tuvo que hacer uso de todas sus
fuerzas para evitar que se desbocaran. Unos minu-
tos ms tarde, sin embargo, mis odos se haban
acostumbrado a los aullidos, y los caballos se
haban apaciguado; de forma que el cochero pudo
descender y acercarse a ellos. Los acarici y tran-
quiliz, susurrndoles algo al odo como hacen los
domadores, lo que tuvo un efecto extraordinario,
ya que despus de sus caricias se volvieron nue-
vamente manejables, aunque temblaban todava.
El conductor ocup de nuevo su asiento y, sacu-
diendo las riendas, emprendi la marcha a gran
velocidad. Esta vez, al llegar al otro extremo del
desfiladero, se meti de repente por un estrecho
camino que torca bruscamente a la derecha.

36
Drcula

Poco despus nos adentramos por un para-


je poblado de rboles, que en algunos lugares
formaban arco por encima del camino, dando la
impresin de que corramos por un tnel; y, una
vez ms, nos vimos escoltados por grandes y
amenazadores peascos que se alzaban a ambos
lados. Aunque el terreno estaba protegido, o que
se estaba levantando viento, pues gema y silbaba
entre las rocas, y las ramas de los rboles entre-
chocaban a nuestro paso. El fro aumentaba por
momentos; y empez a caer una nieve fina, en
forma de polvo, de manera que no tard en cu-
brirse todo de blanco a nuestro alrededor. El vien-
to penetrante, aunque se iba debilitando a medida
que avanzbamos, arrastraba an los ladridos de
los perros. Los aullidos de los lobos se oan cada
vez ms cerca, como si nos fuesen rodeando por
todas partes. Yo estaba terriblemente asustado, y
los caballos compartan mi miedo; sin embargo, el
cochero no se alter lo ms mnimo. De cuando en

37
Bram Stoker

cuando, volva la cabeza a izquierda y derecha,


aunque yo no consegua ver nada en la oscuridad.
De pronto, a la izquierda, divis el parpa-
deo lejano y vacilante de una llama azulenca. El
cochero la vio al mismo tiempo que yo; retuvo
inmediatamente a los caballos y, saltando a tierra,
desapareci en la oscuridad. Yo no saba qu
hacer, y menos con los aullidos de los lobos cada
vez ms prximos; pero mientras dudaba, volvi a
aparecer el conductor, ocup su asiento y, sin de-
cir una palabra, reemprendimos la marcha. Creo
que deb de quedarme dormido y soar ese mis-
mo incidente, porque me pareci que se repeta de
manera interminable; y ahora, al pensar en ello, se
me antoja una espantosa pesadilla. En una oca-
sin, la llama pareca tan cerca del camino que aun
en la oscuridad que nos envolva pude distinguir
los movimientos del cochero. Se acerc adonde
estaba la llama azul tan dbil que no iluminaba
siquiera a su alrededor, reuni unas cuantas

38
Drcula

piedras y form una especie de seal. Y se produjo


un extrao efecto ptico: al colocarse el cochero
entre la llama y yo, no tap la luz, sino que segu
viendo su parpadeo fantasmal como si no estuvie-
se l delante. Esto me sobresalt, pero dado que
fue algo momentneo, pens que me haban enga-
ado los ojos, de tanto forzarlos en la oscuridad.
Despus, durante un rato, no volvimos a ver ms
llamas azules, y seguimos corriendo a gran velo-
cidad, a travs de la noche, mientras los lobos au-
llaban a nuestro alrededor como si nos siguiesen,
manteniendo el cerco a la misma distancia.
Por ltimo, el cochero hizo una nueva pa-
rada y se alej ms que las otras veces; durante su
ausencia los caballos empezaron a temblar violen-
tamente y a resoplar y relinchar de terror. Yo no
consegua averiguar la causa, ya que los aullidos
de los lobos haban cesado por completo; pero en
ese instante, y entre unas nubes negras, surgi la
luna por detrs de la mellada cresta de un monte

39
Bram Stoker

rocoso y poblado de pinos, y descubr que est-


bamos rodeados por un crculo de lobos de blan-
cos colmillos y colgantes lenguas rojas, las patas
largas y nervudas y el pelo desgreado. Eran cien
veces ms terribles en este 'ttrico silencio que
cuando aullaban. Me sent paralizado de terror.
Slo cuando el hombre se enfrenta cara a cara con
estos terrores es cuando puede comprender su au-
tntica importancia.
De pronto, los lobos empezaron a aullar
otra vez, como si la luna hubiese ejercido algn
extrao influjo sobre ellos. Los caballos se encabri-
taron, mirando a su alrededor de forma lastimera;
pero el cerco vivo del terror los rodeaba por todos
lados, y se vieron obligados a permanecer dentro
de l. Grit al cochero que volviese; me pareci
que nuestra salvacin estaba en romper el cerco y
ayudarle a subir. Grit y golpe el costado de la
calesa, confiando en alejar a los lobos por ese lado,
y darle ocasin de que llegara hasta la portezuela.

40
Drcula

No s cmo lo hizo, pero el caso es que le o alzar


la voz con un tono de autoridad; y al mirar en
aquella direccin, le vi inmvil en mitad del cami-
no. Agit los brazos como barriendo un obstculo
impalpable, y los lobos fueron retrocediendo ms
y ms. En ese preciso momento, cruz por delante
de la luna una nube densa, y de nuevo se sumi
todo en tinieblas.
Cuando consegu distinguir las cosas otra
vez, el conductor estaba subiendo a la calesa, y los
lobos haban desaparecido. Todo esto era tan ex-
trao y misterioso que me sent sobrecogido, y no
me atrev a hablar ni a moverme. El tiempo me
pareca interminable mientras corramos, ahora
casi en completa oscuridad, pues las nubes inquie-
tas haban ocultado la luna. Seguimos subiendo.
Aunque de cuando en cuando vena alguna sbita
bajada, nuestra marcha era cuesta arriba. De pron-
to me di cuenta de que el conductor guiaba los ca-
ballos hacia el patio de un inmenso castillo en rui-

41
Bram Stoker

nas, en cuyas altas y oscuras ventanas no se vea


un solo resplandor, y cuyas almenas desmorona-
das recortaban sus melladas siluetas contra el cielo
iluminado por la luna.

42
CAPITULO II

DIARIO DE JONATHAN HARKER


(Continuacin)

5 de mayo

Deb de quedarme dormido, ya que si


hubiese estado completamente despierto me
habra dado cuenta de que nos acercbamos a este
extraordinario lugar. En la oscuridad, el patio pa-
reca de grandes dimensiones, pero como de l
parten varios accesos bajo sus correspondientes
arcos de medio punto, quiz me dio la impresin
de que era mayor de lo que es en realidad. An no
lo he podido ver de da.
Al detenerse la calesa, el cochero salt al
suelo y me tendi la mano para ayudarme a bajar.
Bram Stoker

De nuevo tuve ocasin de comprobar su fuerza


prodigiosa. Su mano pareca verdaderamente un
mecanismo de acero capaz de estrujar la ma, si
quera. Luego cogi mi equipaje; y lo dej en el
suelo junto a m, ante una enorme puerta, vieja y
tachonada de grandes clavos, bajo un prtico de
piedra saledizo. Pude ver, incluso a la escasa luz,
que la piedra estaba tallada de forma imponente,
pero que sus adornos esculpidos parecan muy
erosionados por la lluvia y el tiempo. El cochero,
entretanto, salt otra vez a su asiento y sacudi las
riendas; arrancaron los caballos, y el coche des-
apareci bajo uno de los arcos oscuros.
Me qued en silencio donde estaba, ya que
no saba qu hacer. No haba signo alguno de al-
daba o campanilla; no era probable que mi voz lo-
grase transponer estos muros severos y, estas ven-
tanas en tinieblas. Me pareca interminable la es-
pera y me asaltaba un cmulo de dudas y temo-
res. A qu clase de lugar haba venido, y entre

44
Drcula

qu clase de gente estaba? En qu siniestra aven-


tura me haba embarcado? Era un incidente habi-
tual en la vida de un pasante de abogado, que le
enviasen a explicar a un extranjero las gestiones
sobre la compra de una finca de Londres? Pasante
de abogado! A Mina no le habra gustado. Aboga-
do... Porque justo antes de salir de Londres me en-
ter de que he aprobado el examen; ahora soy
abogado con todas las de la ley! Empec a frotar-
me los ojos y a pellizcarme para ver si estaba des-
pierto. Todo esto me pareca una horrible pesadi-
lla, y esperaba despertar de repente y encontrarme
en casa, con la claridad del da filtrndose por las
ventanas, como me pasaba a veces,, despus de un
da de trabajo excesivo. Pero mi carne respondi a
la prueba del pellizco, y mis ojos no se equivoca-
ban. Estaba efectivamente despierto, y en los Cr-
patos. Todo lo que poda hacer ahora era tener pa-
ciencia y esperar a que amaneciera.

45
Bram Stoker

Justo cuando llegu a esta conclusin o al


otro lado unos pasos pesados que se acercaban a
la puerta, y a travs de sus grietas vi el resplandor
de una luz que se aproximaba igualmente. Luego
son un ruido de cadenas y gruesos cerrojos al ser
descorridos. Gir una llave con el chirriante soni-
do que produce un prolongado desuso, y se abri
la puerta.
Dentro haba un hombre alto y viejo, de ca-
ra afeitada, aunque con un gran bigote blanco, y
vestido de negro de pies a cabeza, sin una sola no-
ta de color en todo l. En la mano sostena una an-
tigua lmpara de plata, en la que arda una llama,
sin tubo ni globo que la protegiera, la cual arrojaba
largas y temblorosas sombras al vacilar en la co-
rriente de la puerta abierta. El anciano hizo un
gesto de cortesa con la mano derecha y dijo en un
ingls excelente, aunque con un extrao acento:
Bien venido a mi casa! Entre libremente
y por su propia voluntad!

46
Drcula

No hizo el menor ademn de salir a reci-


birme, sino que permaneci donde estaba como
una estatua, como si su gesto de bienvenida le
hubiese petrificado. Sin embargo, en el instante en
que cruc el umbral, avanz impulsivamente
hacia m; y tendiendo la mano, me cogi la ma
con tal fuerza que no pude reprimir una mueca de
dolor; lo que no impeda que la tuviese fra como
el hielo... ; tanto, que me pareci ms la mano de
un muerto que la de un vivo. Repiti:
Bien venido a mi casa. Entre libremente.
Pase sin temor. Y deje en ella un poco de la felici-
dad que trae consigo!
La fuerza con que me haba estrechado la
mano era tan parecida a la del cochero, cuya cara
no haba visto, que por un instante pens si no es-
tara hablando con la misma persona; de modo
que, para cerciorarme, dije inquisitivamente:
El conde Drcula?
Hizo un gesto de asentimiento y contest:

47
Bram Stoker

Yo soy Drcula. Le doy la bienvenida,


seor Harker, a mi casa. Pase; el aire de la noche
es fro, y seguramente necesita comer y descansar.
Mientras hablaba, coloc la lmpara en una
repisa de la pared, cogi mi equipaje y lo entr,
antes de que yo pudiese anticiparme. Protest, pe-
ro l insisti:
Deje, seor; es usted mi invitado. Es tar-
de, y mi gente est fuera de servicio. Deje que me
ocupe personalmente de su comodidad.
Insisti en llevar l mis cosas a lo largo del
corredor; luego subi por una gran escalera de ca-
racol, y re corrimos otro largo pasillo, en cuyas lo-
sas de piedra resonaban nuestros pasos. Al final,
abri una pesada puerta, y me alegr ver en el in-
terior una habitacin bien iluminada, en la que
haba una mesa puesta para la cena, y en cuya im-
ponente chimenea arda y brillaba un animado
fuego de troncos.

48
Drcula

El Conde se detuvo, dej mi equipaje en el


suelo, cerr la puerta y, cruzando la habitacin,
abri otra puerta que daba acceso a una pequea
pieza octogonal, iluminada por una sola lmpara,
al parecer sin ventanas de ninguna clase. La cruz
y abri otra puerta ms, hacindome un gesto pa-
ra que entrase. Fue una visin acogedora; porque
aqu haba un dormitorio bien iluminado y cal-
deado con otro fuego de lea que ruga caverno-
samente en una amplia chimenea. El Conde dej el
equipaje y se retir, diciendo antes de cerrar:
Despus del viaje, necesitar refrescarse y
lavarse un poco. Espero que encontrar todo lo
necesario. Cuando haya terminado, paye a la otra
habitacin, donde tendr la cena preparada.
La luz y el calor y la clida acogida del
Conde disiparon todas mis dudas y temores. Al
recobrar mi nimo habitual, descubr que estaba
muerto de hambre; as que me arregl apresura-
damente, y fui a la otra habitacin.

49
Bram Stoker

Encontr la cena ya servida. Mi anfitrin,


que estaba de pie, a un lado de la gran chimenea,
apoyado contra la piedra, hizo un gesto corts se-
alando la mesa, y dijo:
Sintese, por favor, y cene a su gusto.
Confo en que sabr perdonarme si no me uno a
usted; he cenado ya, y no tengo costumbre de to-
mar nada despus.
Le tend la carta sellada que el seor Haw-
kins me haba confiado. La abri y la ley grave-
mente; luego, con una sonrisa encantadora, me la
tendi para que la leyese yo. Un pasaje, al menos,
me llen de satisfaccin:

Siento mucho que un ataque de gota,


dolencia que sufro constantemente, me im-
pida viajar durante una temporada; pero
tengo la satisfaccin de poder mandar en
sustitucin ma a una persona que cuenta
con toda mi confianza. Es un joven lleno de

50
Drcula

energa y talento, y de una integridad natu-


ral. Es discreto, reservado, y ha crecido a mi
servicio. Est preparado para asistirle en lo
que desee durante su estancia con usted, y
se har cargo de sus instrucciones en todos
los asuntos.

El propio Conde se acerc, destap una


fuente, y, acto seguido, me lanc sobre un suculen-
to pollo asado. Esta fue mi cena, junto con un poco
de queso, ensalada, y una botella de viejo tokay,
del que me serv dos vasos. Mientras coma, el
Conde me hizo un sinfn de preguntas sobre mi
viaje; y poco a poco, le cont todas las incidencias.
Haba terminado ya de cenar; haba acerca-
do la silla junto al fuego a ruegos de mi anfitrin,
y fumaba un cigarro que l me haba ofrecido, ex-
cusndose por no fumar. Fue entonces cuando tu-
ve ocasin de observarle y me sorprendi su fiso-
noma.

51
Bram Stoker

Tena un rostro fuertemente aguileo, con


el puente de su delgada nariz muy alto y las aletas
arqueadas de forma peculiar, la frente alta y
abombada, y el pelo ralo en las sienes, `aunque
abundante en el resto de la cabeza. Sus cejas, muy
espesas, casi se juntaban en el ceo y estaban for-
madas por un pelo tupido que pareca curvarse
por su misma profusin. La boca, o lo que se vea
de ella por debajo del bigote, era firme y algo
cruel, con unos dientes singularmente afilados y
blancos; le salan por encima del labio, cuyo nota-
ble color rojo denotaba una vitalidad asombrosa
en un hombre de sus aos. Por lo dems, sus ore-
jas eran plidas y extremadamente puntiagudas
en la parte superior; tena la barbilla ancha y fuer-
te y las mejillas firmes, aunque delgadas. La im-
presin general que produca era de una extraor-
dinaria palidez.
Hasta ahora le haba visto slo el dorso de
las manos que tena apoyadas sobre las rodi-

52
Drcula

llas a la luz del fuego, y me haban parecido


blancas y finas; pero al verlas ms de cerca, no
pude por menos de observar que eran ordinarias,
anchas, con unos dedos cuadrados. Cosa extraa:
tena vello en las palmas. Sus uas eran largas, fi-
nas y puntiagudas. Al inclinarse el Conde hacia
m, y rozarme sus manos, no pude reprimir un es-
tremecimiento. Quiz fue debido a la fetidez de su
aliento, pero me invadi una espantosa sensacin
de nusea que, por mucho que quise, no me fue
posible ocultar. El Conde, evidentemente, se apar-
t al notarlo; y con una especie de ttrica sonrisa
que revel mucho ms sus dientes protuberantes,
se sent otra vez en su butaca, al otro lado de la
chimenea. Permanecimos en silencio durante un
rato; y al mirar hacia la ventana, vi la primera
franja difusa del amanecer; al mismo tiempo, o,
procedente del fondo del valle, el aullido de nu-
merosos lobos. Los ojos del Conde centellearon; y
dijo:

53
Bram Stoker

Escuche... son los hijos de la noche. Qu


hernioso concierto! Y al ver, supongo, una ex-
presin de extraeza en mi cara, aadi: Ah,
seor, ustedes los de la ciudad no pueden com-
prender los sentimientos de un cazador!
Luego se levant y dijo:
Pero debe sentirse cansado. Su dormito-
rio est preparado, y podr dormir cuanto quiera.
Yo estar ausente hasta la tarde; as que duerma,
y que tenga buenos sueos! Y con una corts
inclinacin, me abri la puerta de la habitacin oc-
togonal, y entr en mi dormitorio...
Estoy hecho un mar de confusiones Tengo
dudas, temores y pienso cosas extraas que no
ese atrevo a confesarme a m mismo, Qu Daos
me proteja aunque slo sea por los seres que me
son queridos

7 de mayo

54
Drcula

Es otra vez por la maana, pero he descan-


sado y disfrutado las ltimas veinticuatro horas.
Dorm hasta bastante tarde y me despert por m
mismo. Despus de vestirme, fui a la habitacin
donde haba cenado, y encontr puesto un des-
ayuno fro, con el caf en una cafetera, junto al
fuego de la chimenea. Haba una tarjeta en la mesa
que deca:
Estar ausente un rato. No me espere. D.
De modo que me sent y disfrut de un
abundante desayuno. Al terminar, trat de descu-
brir una campanilla, a fin de avisar a los criados,
pero no vi ninguna. Desde luego, hay deficiencias
muy extraas en esta casa, teniendo en cuenta la
extraordinaria ostentacin de riqueza que veo a mi
alrededor. Los cubiertos de la mesa son de oro, y
estn tan bellamente labrados que deben valer una
fortuna. Las cortinas y el tapizado de las sillas y
sofs, as como las colgaduras de mi cama, son de
un tejido bello y costoso; debi de ser de much-

55
Bram Stoker

simo valor cuando lo hicieron, pues es de hace si-


glos, aunque se conserva en excelente estado. He
visto telas parecidas en Hampton Court, aunque
estaban gastadas, radas y apolilladas. En cambio,
en ninguna de las habitaciones hay espejos. Ni si-
quiera en la mesa de mi tocador; y he tenido que
recurrir al espejito de viaje que llevo en la bolsa
para poder afeitarme y peinarme. An no he visto
criados por ninguna parte, ni he odo otros ruidos
en los alrededores del castillo que el aullido de los
lobos. Al terminar de comer no s si llamarlo
desayuno o cena, pues eran entre las cinco y las
seis de la tarde busqu algo para leer, ya que
prefiero no andar por el castillo hasta tanto no
cuente con el permiso del Conde. No haba abso-
lutamente nada en la habitacin: ni libros, ni pe-
ridicos, ni utensilios para escribir; as que abr
otra puerta de la habitacin, y encontr una espe-
cie de biblioteca. Trat de abrir la puerta opuesta a
la ma, pero estaba cerrada con llave.

56
Drcula

En la biblioteca encontr, para gran alegra


ma, numerosos libros ingleses, estanteras ente-
ras, y volmenes encuadernados de revistas y pe-
ridicos. Haba una mesa en el centro que estaba
atestada de revistas y peridicos ingleses, aunque
ninguno era de fecha reciente. Los libros trataban
de los temas ms diversos historia, geografa,
economa poltica, botnica, geologa, derecho,
todos sobre Inglaterra, y sobre la vida y las cos-
tumbres inglesas. Haba incluso libros de consulta
tales como el registro de direcciones tiles de
Londres, los libros Azul y Rojo, el Whitaker's Al-
manak, los escalafones del Ejrcito y de la Marina, y
algo que me produjo alegra el censo del
cuerpo jurdico.
Mientras hojeaba los libros, se abri la puer-
ta y entr el Conde. Me salud con cordialidad y
expres su esperanza de que hubiese descansado
bien durante la noche. Luego prosigui:

57
Bram Stoker

Me alegra que haya sabido llegar hasta


aqu, pues estoy seguro de que encontrar muchas
cosas interesantes. Estos amigos y apoy la ma-
no sobre algunos libros han sido buenos com-
paeros mos durante estos ltimos aos, desde
que se me ocurri la idea de trasladarme a Lon-
dres; me han proporcionado muchas, muchas
horas agradables... Gracias a ellos, he llegado a
conocer su poderosa Inglaterra; y conocerla es
amarla. Anso el momento de recorrer las calles
concurridas del inmenso Londres, encontrarme en
el torbellino y la avalancha de humanidad, com-
partir su vida, sus cambios, su muerte, todo. Pero,
ay!, hasta ahora, slo conozco su lengua a travs
de los libros. Por usted, amigo mo, veo que la s
hablar.
Pero, Conde dije, usted la habla per-
fectamente!
Hizo una grave reverencia.

58
Drcula

Gracias, amigo mo, por su halagadora


estimacin; pero me temo que an me queda mu-
cho camino por recorrer. Es cierto que conozco la
gramtica y las palabras; pero hasta ahora no s
manejarla bien.
Por supuesto que s dije; la habla a la
perfeccin.
No es verdad contest. S muy bien
que si yo anduviese y hablase en pleno Londres,
nadie dejara de notar que soy extranjero. As que
no es suficiente para m. Aqu soy noble; soy un
boyardo; la gente llana me conoce, y soy el seor.
Pero un desconocido en tierra extraa no es nadie;
los hombres no le conocen..., y no conocerle, es no
tenerle en cuenta. Me contento con ser como los
dems, de forma que nadie se pare al verme, ni
deje de hablar al orme, para exclamar: .Ja, ja!
Un extranjero! Hace tanto tiempo que soy seor,
que quiero seguirlo siendo... o al menos, que nadie
est por encima de m. Usted no viene slo como

59
Bram Stoker

agente de mi amigo Peter Hawkins de Exeter, para


ponerme al corriente sobre mi nueva propiedad
de Londres. Confo en que descansar aqu un
tiempo, de forma que conversando con usted
pueda aprender la entonacin inglesa; quiero que
cuando cometa un error de pronunciacin, por
pequeo que sea, me lo diga. Siento haber tenido
que estar ausente tanto tiempo hoy; pero s que
sabr perdonar a quien lleva entre manos tantos
asuntos importantes.
Por supuesto, le dije que s y le pregunt si
poda entrar en la biblioteca cuando quisiera. Me
contest que por supuesto, y aadi:
Puede visitar las partes del castillo que le
apetezcan, salvo las puertas que estn cerradas,
donde naturalmente no desear usted entrar. Hay
razones para que todo est como est; y si lo viese
usted con mis ojos, y lo entendiese con mi enten-
dimiento, quiz lo comprendera mejor.

60
Drcula

Le dije que estaba seguro de ello, y luego


prosigui:
Estamos en Transilvania; y Transilvania
no es Inglaterra. Nuestras costumbres no son las
de ustedes, de modo que habr muchas cosas que
le resultarn extraas. Y puesto que me ha conta-
do las incidencias de su viaje, sabe ya lo singulares
que pueden ser las cosas aqu.
Esto dio pie a una larga conversacin. Y
como era evidente que quera hablar, aunque no
fuese ms que por hablar, le hice muchas pregun-
tas acerca de lo que me haba sucedido o haba o-
do decir A veces eluda el tema, o desviaba la con-
versacin fingiendo no entender; pero general-
mente contestaba a cuanto le preguntaba con toda
sinceridad. Luego, pasado un rato, me volv ms
atrevido, y le pregunt sobre algunas cosas extra-
as que haba observado la noche anterior; como
por ejemplo, por qu el cochero se acercaba a los
lugares donde veamos llamas azules. Era cierto

61
Bram Stoker

efectivamente que indicaban el sitio donde haba


oro escondido? Entonces me explic que era
creencia comn que en determinada noche del ao
la noche pasada, concretamente, en que todos
los malos espritus se liberan se ve una llama
azul en todos aquellos lugares en los que hay es-
condido un tesoro.
Dichos tesoros prosigui han sido
escondidos en la regin que usted recorri anoche,
de eso no hay la menor duda, ya que durante si-
glos fue campo de batalla de valacos, sajones y
turcos. En realidad, no hay un pie de terreno en
toda esta regin que no se haya enriquecido con la
sangre de los hombres, patriotas o invasores. En el
pasado hubo pocas agitadas en que los austracos
y los hngaros llegaban en oleadas, y los patriotas
les salan al encuentro (hombres y mujeres, ancia-
nos y nios) y les esperaban en lo alto de los desfi-
laderos, desde donde sembraban su destruccin
con aludes artificiales Y cuando el invasor triunfa-

62
Drcula

ba, encontraba poca cosa, ya que, tuvieran lo que


tuviesen, lo ocultaban bajo la tierra acogedora.
Pero dije yo cmo pueden haber
permanecido durante tanto tiempo sin ser descu-
biertos, cuando hay una seal tan inequvoca de
su situacin, para un hombre que se tome la mo-
lestia de mirar?
El Conde sonri y, al retrarsele los labios
sobre las encas, dej a la vista unos caninos singu-
larmente largos y afilados. Contest:
Porque el campesino es en el fondo es-
tpido y cobarde! Esas llamas slo aparecen una
noche. Y en esa noche, ningn hombre de esta tie-
rra se atreve a salir de su casa, si puede evitarlo. Y,
mi querido seor, aun cuando saliera, no sabra
qu hacer. Ni el hombre que usted dice que ha se-
alado el lugar de las llamas podr encontrar sus
propias indicaciones. Y me atrevera a jurar que
usted tampoco, no es verdad?

63
Bram Stoker

Es verdad dije. No tengo ni la ms


remota idea de dnde tendra que buscar.
Luego derivamos hacia otros temas.
Bueno dijo por ltimo; hbleme de
Londres y de la casa que han comprado para m.
Excusndome por mi negligencia, fui a mi
habitacin a sacar los documentos de mi bolsa.
Mientras los ordenaba, o ruido de cubiertos y ta-
zas en la habitacin contigua, y al regresar vi que
la mesa estaba recogida y haba una lmpara
encendida, dado que haba oscurecido. Tambin
encontr encendidas las lmparas del despacho o
biblioteca; el Conde estaba tumbado en el sof, le-
yendo nada menos que la gua inglesa de Brads-
haw. Al entrar yo, retir los libros y peridicos de
la mesa; y nos pusimos a revisar los planos, ges-
tiones y cifras de todo gnero. Se interes por todo
y me hizo miles de preguntas sobre el lugar y sus
alrededores. Evidentemente, haba estudiado
cuanto haba cado en sus manos sobre el contor-

64
Drcula

no, pues result que saba mucho ms que yo.


Cuando se lo dije, exclam:
Pero, amigo mo, acaso no es necesario
que lo sepa? Cuando me instale all estar comple-
tamente solo, y mi amigo Harker Jonathan..., no,
perdneme; he cado en la costumbre del pas de
anteponer el patronmico; mi amigo Jonathan
Harker no estar a mi lado para corregirme y ayu-
darme. Estar en Exeter, a millas de distancia,
probablemente manejando documentos jurdicos
con mi otro amigo Peter Hawkins. A que s!
Estudiamos los detalles de la compra de la
propiedad de Purfleet. Cuando le hube expuesto
todas las gestiones, y me hubo firmado l los do-
cumentos necesarios, acompaados de una carta
para el seor Hawkins, empez a preguntarme
cmo haba encontrado una casa tan 'apropiada.
Le le las notas que haba tomado en aquella oca-
sin, y que transcribo aqu:

65
Bram Stoker

En Purfleet, en una carretera secun-


daria, he encontrado un edificio que parece
reunir las condiciones requeridas, en el que
se exhibe un deteriorado cartel anunciando
que est en venta. Se encuentra rodeado
por un muro alto, antiguo, de slida piedra,
que no ha sido reparado desde hace mu-
chos aos. Las puertas, cerradas, son de
gruesa madera de roble y hierro totalmente
oxidado.
La finca se llama Carfax; sin duda,
corrupcin del antiguo Quatre Face, ya que
el edificio tiene cuatro fachadas que coinci-
den con los cuatro puntos cardinales. Tiene
unos veinte acres de terreno, enteramente
cercado por el citado muro de piedra. Hay
muchos rboles, y algunos rincones quedan
demasiado sombros; hay tambin un es-
tanque o pequeo lago, profundo y oscuro,
alimentado sin duda por algunos manantia-

66
Drcula

les, ya que el agua es clara y discurre por


una corriente de cierto caudal. La casa es
muy grande, y debe datar, seguramente, de
los tiempos medievales, pues una parte est
hecha con sillares de enorme grosor, con
pocas ventanas, muy altas y enrejadas. Pa-
rece que form parte de una torre del
homenaje, y est prxima a una vieja capilla
o iglesia. No he podido entrar, ya que la
puerta que da acceso a ella desde la casa es-
t cerrada y no tengo la llave; pero he to-
mado fotografas con mi Kodak desde di-
versos ngulos. La casa ha sido ampliada,
pero de manera muy desordenada; por lo
que me es muy difcil calcular el terreno
que abarca, que debe de ser muy grande.
Hay muy pocas casas en las proximidades;
una de ellas es un edificio muy grande,
construido recientemente y convertido en

67
Bram Stoker

manicomio particular. Pero no se ve desde


el parque.

Cuando termin, dijo:


Me alegro de que sea vieja y grande. Pro-
vengo de una antigua familia y el vivir en una ca-
sa moderna me matara. Una casa no se vuelve
habitable en un da, y en definitiva, son muy po-
cos los das que hacen falta para sumar un siglo.
Me alegro tambin de que cuente con una antigua
capilla. A los nobles de Transilvania no nos agrada
la idea de que nuestros huesos vayan a descansar
entre los muertos corrientes. No busco la diver-
sin y el bullicio, ni la esplndida voluptuosidad
del sol y las aguas centelleantes que tanto gustan a
los jvenes y a las gentes alegres. Ya no soy joven.
Y mi corazn, despus de tantos aos de llorar so-
bre los muertos, no se acompasa ya con la alegra.
Adems, los muros de mi castillo estn resquebra-
jados; las sombras son muchas, y el viento sopla

68
Drcula

fro entre las barbacanas y las desmoronadas al-


menas. Amo la oscuridad y la sombra; y deseo es-
tar solo con mis pensamientos el tiempo que pue-
da.
De alguna manera, su semblante no pareca
estar en consonancia con sus palabras; o quizs
era que sus facciones daban una expresin malig-
na y saturniana a su sonrisa.
Luego, tras una excusa, me dej solo, pi-
dindome que recogiese todos los documentos Es-
tuvo ausente un rato, durante el cual me dediqu
a hojear algunos de los libros que haba a mi alre-
dedor. Uno era un atlas que, al cogerlo, se abri
por Inglaterra, como si dicho mapa hubiese sido
muy utilizado
Al examinarlo, descubr que tena trazados
unos crculos pequeos en determinados lugares.
Uno de ellos estaba cerca de Londres, al es-
te, y sealaba evidentemente el emplazamiento de

69
Bram Stoker

su nueva propiedad; los otros dos estaban en Exe-


ter y en Whitby, en la costa de Yorkshire.
Haba transcurrido casi una hora, cuando
regres el Conde.
Aj! dijo, an con los libros? Bien!
Pero no debe trabajar siempre. Vamos; me acaban
de informar que tiene preparada la cena.
Me tom del brazo, y pasamos a la habita-
cin contigua, donde encontr una excelente cena
dispuesta en la mesa. El Conde se excus otra vez,
diciendo que haba cenado fuera. Pero se sent,
como la noche anterior, y charl un rato mientras
yo coma. Despus de cenar encend un cigarro, y
el Conde estuvo hacindome compaa, hablando
y preguntndome acerca de todos los temas ima-
ginables, hora tras hora. Me daba cuenta de que se
estaba haciendo muy tarde, pero no dije nada,
pues me senta en la obligacin de satisfacer los
deseos de mi anfitrin en todos los sentidos. No
tena sueo, ya que el descanso de la noche ante-

70
Drcula

rior me haba reconfortado; pero no por ello dej


de sentir esos escalofros que le entran a uno
cuando empieza a amanecer, que son, en cierto
modo, como el cambio de la marea. Dicen que la
gente que est a punto de morir lo hace general-
mente al romper el da o al cambiar la marea;
cualquiera que, cansado, y atado por as decir a su
puesto, haya experimentado este cambio en la at-
msfera, puede entenderlo muy bien. Y de repen-
te, con una estridencia preternatural, el canto de
un gallo rasg el aire difano de la madrugada; el
conde Drcula se puso en pie de un salto, y dijo:
Vaya, es de madrugada otra vez! Cun-
to me cuesta dejarle...! Debe procurar hacer menos
interesante su conversacin sobre Inglaterra, mi
nuevo y amado pas, a fin de que no olvide yo que
el tiempo vuela. Y tras una inclinacin, se retir.
He entrado en mi habitacin y he descorri-
do las cortinas; pero hay poco que observar; mi
ventana da al patio; todo lo que puede verse es el

71
Bram Stoker

gris clido del cielo, cada vez ms claro. As que


he corrido las cortinas otra vez, y me he puesto a
escribir lo del da.

8 de mayo

Tema, al empezar a escribir en este cua-


derno, volverme demasiado difuso; pero ahora
me alegro de haber anotado todos los incidentes
desde el principio; porque hay algo tan extrao
en estelugar, y es tan raro todo l, que no pue-
do por menos de sentirme intranquilo. Me gus-
tara estar a salvo y lejos de aqu, o no haber ve-
nido. Puede que esta extraa existencia nocturna
me est afectando; pero ojal sea eso todo! Si
tuviera a alguien con quien hablar, podra resis-
tirlo; pero no tengo a nadie. Slo puedo hablar
con el Conde; pero qu consuelo! Me temo que
soy la nica persona viviente de este lugar. De-

72
Drcula

jadme ser prosaico a la hora de contar los


hechos; eso me ayudar a soportarlo, y evitar
que se me desboque la imaginacin. De lo con-
trario, estoy perdido. Dejadme decir cul es mi
situacin... o cul creo que es.
Me acost, pero slo dorm unas horas; y
viendo que no poda conciliar el sueo otra vez,
me levant. Tena el espejito colgado junto a la
ventana, y haba empezado a afeitarme. De repen-
te, sent una mano en mi hombro, y o la voz del
Conde que deca:
Buenos das.
Me sobresalt, asombrado de no haberle
visto, dado que el espejo reflejaba toda la habita-
cin que tena detrs. Con el sobresalto, me hice
un leve corte, aunque no lo not al principio. Con-
test al saludo del Conde, y me volv hacia el espe-
jo para averiguar por qu no le haba visto. Esta
vez no caba error posible; el hombre estaba cerca
de m, y poda verle por encima del hombro. Pero

73
Bram Stoker

su imagen no se reflejaba en absoluto en el espejo!


Se vea toda la habitacin que tena detrs; sin
embargo, no haba signo de hombre alguno, ex-
cepto yo. Era sorprendente, y, dado que esto su-
ceda despus de tantas cosas extraas, empez a
aumentar en m esa vaga sensacin de inquietud
que siento siempre que tengo al Conde cerca. Pero
en ese momento descubr el corte que me haba
hecho; sangraba un poco y un hilillo de sangre me
corra por la barbilla. Dej la navaja y me volv pa-
ra buscar un poco de esparadrapo. Cuando el
Conde me vio la cara, le fulguraron los ojos como
con una especie de furor demonaco, y me agarr
sbitamente por el cuello. Me revolv, y su mano
roz el crucifijo que yo llevaba puesto. Esto pro-
dujo en l un cambio instantneo; y se le pas tan
rpidamente el furor, que me pareci pura figura-
cin ma.
Tenga cuidado dijo; tenga cuidado
de no cortarse. Es ms peligroso de lo que se figu-

74
Drcula

ra, en este pas. Luego, cogiendo el espejito,


aadi: Y ste es el desdichado objeto causante
del percance. Estpida baratija de la vanidad
humana. Fuera!
Y abriendo la pesada ventana con un tirn
de su terrible mano, arroj el espejo, que fue a
romperse en mil pedazos sobre las losas del patio.
Luego se retir sin decir una palabra. Es un fasti-
dio, porque ahora no s cmo me voy a afeitar; 'a
menos que utilice la tapa de mi reloj o el fondo de
mi jabonera, que afortunadamente es de metal.
Cuando entr en el comedor, el desayuno
estaba servido; pero no vi al Conde por ninguna
parte. As que desayun solo. Es extrao, pero
hasta ahora no he visto al Conde comer ni beber.
Debe de ser un hombre muy singular! Despus
del desayuno, anduve explorando un poco por el
castillo. Sal de las escaleras y encontr una habi-
tacin orientada hacia el medioda. La perspectiva
era magnfica, y desde donde yo estaba poda con-

75
Bram Stoker

templarse perfectamente. El castillo est en el bor-


de mismo de un terrible precipicio. Si soltase una
piedra desde la ventana, podra verla caer un cen-
tenar de pies sin que tocara nada! Hasta donde al-
canza la mirada, se extiende un mar de verdes co-
pas de rboles, con algunos vacos, donde se abren
los abismos. De trecho en trecho, se divisan algu-
nas hebras de plata, donde los ros serpean en pro-
fundas gargantas que recorren los bosques.
Pero no me siento con nimo para describir
cosas bellas. Despus de ver el paisaje, segu ex-
plorando: puertas, puertas, puertas por todas par-
tes; todas cerradas con llave y cerrojo. No hay sa-
lida posible, salvo las ventanas que se abren en los
muros del castillo.
El castillo es un autntico presidio, y yo
soy su prisionero!

76
CAPITULO III

DIARIO DE JONATHAN HARKER


(Continuacin)

Al comprender que estaba prisionero, me


entr una especie de frentica desesperacin. Su-
ba y bajaba las escaleras, intentando abrir todas
las puertas y asomndome a todas las ventanas
que encontraba; pero al poco rato, un sentimiento
de impotencia me hizo abandonar. Al pensar en
ello ahora, al cabo de unas horas, creo que deb
volverme loco, ya que me comport como se com-
porta una rata en una trampa. Sin embargo, tan
pronto como me di cuenta de mi desamparo, me
sent tranquilamente con una tranquilidad co-
mo no he sentido en la vida, y me puse a medi-
tar sobre qu poda hacer. An sigo pensando, y
Bram Stoker

todava no he llegado a ninguna conclusin. De


una cosa estoy seguro: que no sirve de nada decir-
le al Conde lo que pienso. Sabe muy bien que es-
toy prisionero; y puesto que lo estoy por decisin
suya, y tiene sus razones para hacer una cosa as,
lo nico que conseguira confindome a l seria
que me engaase. De momento, mi nico plan
consistir en guardarme mis temores y lo que se-
pa, y mantener los ojos abiertos. S que, o bien mis
propios miedos me engaan como a un nio, o
bien me encuentro en una situacin muy peligro-
sa; si se trata de lo segundo, necesito, necesitar,
de todas mis facultades. Apenas haba llegado a
esta conclusin, cuando o cerrarse la gran puerta
de abajo, y comprend que el Conde haba regre-
sado. No subi enseguida a la biblioteca; as que
fui sigilosamente a mi habitacin y le descubr
hacindome la cama. Es muy raro, pero eso no ha
hecho sino confirmar lo que vena pensando todos
estos das: que no hay servidumbre en la casa.

78
Drcula

Cuando ms tarde le he visto por la rendija de la


puerta poniendo la mesa, ya no me cupo ninguna
duda; si se ocupa personalmente de estos menes-
teres domsticos, es evidentemente porque no tie-
ne a nadie que los haga por l. Esta idea me asus-
ta; porque si no hay nadie en el castillo, debi de
ser el propio conde quien conduca el coche que
me trajo hasta aqu. La idea es terrible; porque si
es as, qu significa el que domine a los lobos,
como lo hizo, con slo levantar la mano? Por qu
toda la gente de Bistritz, y la de la diligencia, tena
tanto miedo por m? Qu significa el regalo del
crucifijo, de los ajos, de las rosas silvestres, de las
serbas? Bendita, bendita sea la buena mujer que
me puso el crucifijo alrededor del cuello!; porque,
cada vez que lo toco, me inspira consuelo y me
produce una sensacin de seguridad. Es curioso
que un objeto que me han enseado a mirar con
desaprobacin y como idoltrico, venga a ayu-
darme en los momentos de soledad y de angustia.

79
Bram Stoker

Acaso se debe a la esencia de la cosa misma, o es


un medio, una ayuda tangible que transmite re-
cuerdos de simpata y de consuelo? Alguna vez, si
puede ser, estudiar esta cuestin y tratar de de-
cidir mi postura al respecto. Ahora, debo averi-
guar lo que pueda sobre el conde Drcula, ya que
eso me puede ayudar a comprender la situacin.
Puede que esta noche hable de s mismo, si encau-
zo la conversacin hacia ese tema. Pero debo tener
mucho cuidado de no despertar sus sospechas.

Medianoche

He sostenido una larga conversacin con el


Conde. Le he hecho unas cuantas preguntas sobre
la historia de Transilvania, y el tema le ha ido
animando de manera asombrosa. Al referirse a los
diversos hechos y a las personas, y especialmente
a las batallas, hablaba como si las hubiese conoci-

80
Drcula

do personalmente o hubiese estado all. Luego


aclar que para un boyardo, el orgullo de su casa
y de su apellido es su propio orgullo, que la gloria
de su familia constituye su gloria personal, y el
destino de todos, su propio destino. Cada vez que
aluda a su casa deca nosotros y hablaba en
plural, como hacen los reyes. Me gustara poder
consignar con toda exactitud lo que ha dicho por-
que me parece de lo ms fascinante. Resume toda
la historia del pas. Se iba entusiasmando a medi-
da que hablaba, y paseaba por la habitacin tirn-
dose de su enorme bigote blanco y agarrando
cuanto tocaba su mano como si quisiera estrujarlo
con su fuerza poderosa. Tratar de transcribir lo
mejor posible lo que ha dicho sobre la historia de
su raza:
Los szekelys tenemos derecho a sentirnos
orgullosos, pues en nuestras venas corre la sangre
de muchas razas valerosas que lucharon por el se-
oro como luchan los leones. Aqu, en este remo-

81
Bram Stoker

lino de razas europeas, la tribu ugra trajo de Is-


landia el espritu guerrero que le dieron Thor y

Odn, y del que sus berserkers1 hicieron gala en

las costas europeas y en las de Asia y frica, con


tal ferocidad, que los pueblos creyeron que era
una invasin de hombres lobos. Cuando llegaron
aqu, se encontraron con los hunos, cuya furia
guerrera haba asolado la tierra como un fuego vi-
viente, lo que haba hecho creer a sus agonizantes
vctimas que por sus venas corra la sangre de
aquellas brujas que, expulsadas de Escitia, fueron
a aparearse con los demonios del desierto. Est-
pidos, estpidos! Qu demonio o qu bruja ha
nido jams tan grande como Atila, cuya sangre
an corre por estas venas? Y alz los brazos.
Es extrao que seamos una raza conquistadora;
que seamos orgullosos; que cuando los magiares,
los lombardos, los varos, los blgaros o los turcos
se lanzaron a millares sobre nuestras fronteras, les
hiciramos retroceder? Es extrao que, cuando

82
Drcula

Arpad arras con sus legiones la patria de los


hngaros, nos encontrara aqu al llegar a la fronte-
ra, y que diera por terminada la Honfoglalas en ese
lugar? Y que cuando la oleada de los hngaros se
extendi hacia el este, los victoriosos magiares
consideraran a los szekelys del mismo tronco, y
nos confiaran la custodia de la frontera con Tur-
qua durante siglos? S; y ms an, porque esta
custodia no terminar jams; pues, como dicen los
turcos, el agua duerme, y el enemigo vigila
Quines, de las Cuatro Naciones, recibieron con
ms alegra la espada sangrienta, o acudieron
antes a la llamada de guerra para ponerse bajo el
estandarte del rey? Quin lav esa gran afrenta
de mi nacin, la vergenza de Cassova, cuando las
banderas de los valacos y los magiares sucumbie-
ron ante el Creciente; quin, sino uno de mi propia
raza, que cruz el Danubio como voivoda y derro-
t a los turcos en su propio suelo? Fue un Drcula,
por supuesto. La pena fue que cuando l cay, su

83
Bram Stoker

propio e indigno hermano vendi a su pueblo a


los turcos, acarrendole la vergenza y la esclavi-
tud! No fue este Drcula, en efecto, quien inspir
a ese otro de su estirpe que, en poca posterior,
cruz repetidamente el gran ro con sus fuerzas
para marchar sobre Turqua, y que, cuando era
rechazado, volva una y otra y otra vez, aunque
regresara solo del ensangrentado campo donde
haban sucumbido sus tropas, porque saba que
triunfara al fin? Decan que slo pensaba en s
mismo. Ah!, de qu sirven los campesinos sin un
jefe que les mande? En qu acabara la guerra, sin
un cerebro y un corazn que la dirijan? Y cuando,
despus de la batalla de los mohacos, nos sacudi-
mos el yugo hngaro, la sangre de los Drcula se
encontraba entre sus dirigentes, pues nuestro es-
pritu no soporta la falta de libertad. Ah, joven
seor, los szekelys (y los Drcula han sido siempre
su sangre, su cerebro y su espada) pueden vana-
gloriarse de tener una historia que unos advenedi-

84
Drcula

zos como los Habsburgo o los Romanoff jams


podrn poseer! Los tiempos belicosos han termi-
nado. La sangre es algo demasiado precioso en es-
ta poca de paz deshonrosa; y las glorias de las
grandes razas se han convertido en leyenda.
Faltaba poco para el amanecer, y nos reti-
ramos a dormir (Mem. este diario se parece terri-
blemente al principio de Las mil y una noches, ya
que todo se interrumpe con el canto del gallo..., o
al espectro del padre de Hamlet).

12 de mayo

Voy a empezar por los hechos; por los


hechos escuetos, comprobados con libros y cifras,
y sobre los que no hay duda posible. No debo con-
fundirlos con experiencias que radican en mi pro-
pia observacin o en el recuerdo que tengo de
ellas. Anoche, cuando vino el Conde de su habita-

85
Bram Stoker

cin, empez a hacerme preguntas sobre cuestio-


nes legales y sobre el modo de llevar a efecto de-
terminados asuntos. Yo haba pasado el da abu-
rrido, hojeando libros; y a fin de tener ocupado el
pensamiento nicamente, repas algunos de los
temas que me haban tocado en el examen, en Lin-
coln's Inn. Haba cierto mtodo en las preguntas
del Conde, as que tratar de transcribirlas por or-
den; su anlisis puede serme de utilidad en algn
momento.
Primero, pregunt si un hombre puede te-
ner en Inglaterra dos procuradores o ms. Le dije
que poda tener una docena, si quera, pero que no
era prudente contratar a ms de un procurador
para una transaccin, puesto que slo poda ac-
tuar uno cada vez, y el cambiar de procurador iba
sin duda en contra de los propios intereses. Pare-
ci entenderlo perfectamente, y me pregunt a
continuacin si haba alguna dificultad prctica
que le impidiese contratar a uno para que se ocu-

86
Drcula

pase, digamos, de las gestiones bancarias, y a otro


para que se encargase de los envos, en caso de
remitirlos a una localidad distinta de aquella en la
que reside el procurador encargado de las gestio-
nes bancarias. Le ped que me aclarase ms la pre-
gunta, a fin de asegurarme de haberle entendido
bien, y dijo:
Me explicar. Nuestro comn amigo, el
seor Peter Hawkins, que vive lejos de Londres, a
la sombra de la hermosa catedral de Exeter, com-
pra en mi nombre, gracias a los buenos oficios de
usted, una finca en Londres. Bien. Ahora perm-
tame que le diga con franqueza, para que no le pa-
rezca extrao que recurra a los servicios de al-
guien tan alejado de Londres, en vez de dirigirme
a un abogado de all, que no me mueve otro inte-
rs que mi propio deseo, y que, como los de Lon-
dres podran pensar, quiz, en sacar provecho pa-
ra s o para algn amigo, he buscado a mi agente
bien lejos, a fin de que sus gestiones obedezcan

87
Bram Stoker

slo a mis intereses. Ahora bien, supongamos que


tengo muchos negocios y deseo enviar mercancas,
digamos, a Newcastle, a Durham, a Harwich o a
Dover; podra hacerlo ms fcilmente remitin-
dolas a alguien con domicilio en uno de esos puer-
tos?
Contest que desde luego, sera muy fcil,
pero que los procuradores tenemos un sistema de
colaboracin, de forma que cada uno pueda en-
cargarse de cualquier gestin en su localidad por
instrucciones de otro procurador; as el cliente,
ponindose simplemente en manos de uno solo,
puede solventar sus asuntos sin ms preocupacio-
nes.
Pero dijo l yo estara en libertad pa-
ra dar instrucciones personalmente, no es as?
Por supuesto repliqu; es lo que
hacen frecuentemente los hombres de negocios,
cuando no quieren que nadie conozca la totalidad
de sus transacciones.

88
Drcula

Bien! dijo.
Luego sigui preguntndome sobre el me-
dio de efectuar los envos y el modo de llevarlos a
cabo, as como sobre las dificultades que pueden
surgir y son susceptibles de evitarse de antemano.
Le expliqu todas estas cosas lo mejor que pude, y
me dio la impresin de que habra sido un aboga-
do maravilloso, ya que no haba nada en lo que l
no hubiera pensado o hubiera previsto. Para un
hombre que nunca ha estado en el pas, y que evi-
dentemente no se ha metido demasiado en nego-
cios, su conocimiento y perspicacia son asombro-
sos. Una vez satisfecho respecto a todos estos ex-
tremos a los que me he referido, y despus de que
yo buscase la confirmacin como pude en los li-
bros de que dispona, se levant y dijo de repente:
Ha vuelto a escribir, desde su primera
carta, a nuestro amigo el seor Peter Hawkins o a
alguna otra persona?

89
Bram Stoker

Le contest, no sin cierta amargura, que no;


que por ahora no vea yo posibilidad alguna d
enviar cartas a nadie.
Entonces escriba ahora, mi joven amigo
dijo, apoyando su mano pesada sobre mi hom-
bro; escriba a nuestro amigo, y a quien quiera; y
dgale, si no le parece mal, que estar aqu conmi-
go un mes.
Desea usted que me quede tanto tiem-
po? le pregunt, pues la idea me encogi el co-
razn.
Mucho, s; adems, no le admitir negati-
vas. Cuando su patrn, o jefe o lo que sea, se com-
prometi a enviar a alguien de su parte, qued en-
tendido que mis necesidades se limitaban a la me-
ra consulta. Y an no he terminado. No es as?
Qu poda hacer yo, sino asentir? Era inte-
rs del seor Hawkins, no mo; deba pensar en l,
no en m; adems, mientras hablaba el conde Dr-
cula, algo en sus ojos y en su actitud me hizo re-

90
Drcula

cordar que me encontraba prisionero, y que si l


quera, poda no tener eleccin. El Conde percibi
su victoria en mi asentimiento, y su dominio en la
inquietud de mi cara, pues inmediatamente em-
pez a utilizarlos, aunque a su manera afable e
irresistible:
Le ruego, mi joven y buen amigo, que no
aluda en sus cartas a otros asuntos que los estric-
tamente profesionales. Sin duda a sus amigos les
agradar saber que se encuentra bien y que espera
reunirse pronto con ellos. No es as?
Mientras hablaba, me tendi tres hojas de
papel y tres sobres. Unas y otros eran del ms fino
papel de correspondencia para el extranjero; y al
verlos, y mirarle luego a l, y observar su sosega-
da sonrisa, con sus dientes afilados y caninos apo-
yados en el labio inferior, comprend, como si me
lo hubiese advertido con palabras, que deba tener
cuidado con lo que escriba, ya que podra leerlo.
As que decid redactar una carta puramente for-

91
Bram Stoker

mularia de momento (ya mandar en secreto otra


carta ms larga al seor Hawkins), y otra a Mina,
puesto que a ella puedo escribirle birle en taqui-
grafa, de forma que el Conde no la entienda.
Cuando hube terminado de escribir las dos cartas,
me puse a leer un libro tranquilamente, mientras
el Conde escriba, al tiempo que consultaba algu-
nos libros que tena sobre la mesa. Luego cogi
mis dos cartas, las uni a las suyas, dejndolas
junto a la escribana, y sali; y en el instante en
que se cerr la puerta tras l, me inclin y mir las
cartas, que estaban boca abajo sobre la mesa. No
sent el menor reparo en hacerlo, ya que dadas las
circunstancias, considero que debo protegerme de
todas las maneras posibles.
Una de las cartas iba dirigida a Samuel F.
Billington, The Crescent, nm. 7, Whitby; otra a
herr Leutner, Varna; la tercera era para Coutts &
Co., Londres, y la cuarta para fierren Klopstock &
Billreuth, banqueros de Budapest. La segunda y la

92
Drcula

cuarta estaban sin sellar. Iba a abrirlas, cuando vi


moverse el picaporte de la puerta. Me sent de
nuevo en mi sitio, con el tiempo justo para volver
a dejar las cartas como estaban y coger el libro, an-
tes de que el Conde entrase en la habitacin con
otra carta ms en las manos. Cogi las de la mesa
y les puso los sellos cuidadosamente; volvindose
hacia m, dijo:
Le ruego que me perdone, pero tengo
mucho trabajo esta noche. Confo en que lo encon-
trar todo a su gusto. Al llegar a la puerta se
volvi, y tras una breve pausa, aadi: Perm-
tame aconsejarle, mi joven amigo, o mejor, perm-
tame advertirle con toda seriedad, que en el su-
puesto de que abandonara estas habitaciones, no
tendra ocasin de poder dormir en ninguna otra
parte del castillo. Es viejo y guarda muchos re-
cuerdos; y los que duermen imprudentemente su-
fren pesadillas. Tenga cuidado! Si nota usted que
le entra sueo, ahora o cuando sea, o piensa que le

93
Bram Stoker

va a entrar, apresrese a volver a su propia cma-


ra o a estas habitaciones; aqu podr descansar sin
peligro. Pero si no es prudente en este sentido, en-
tonces... Termin la frase de forma estremece-
dora, ya que movi las manos como si se las lava-
ra.
Comprend perfectamente; mi nica duda
estaba en si los sueos seran ms terribles que la
red tenebrosa e inhumana que parece cerrarse a
mi alrededor.

Ms tarde
Repito las ltimas palabras escritas; pero
esta vez sin vacilacin alguna. No me da miedo
dormir en cualquier sitio, con tal de que no est l.
He puesto el crucifijo en la cabecera de mi cama...;
supongo que mi descanso estar as ms libre de
pesadillas; y ah se quedar.

94
Drcula

Al marcharse l, me met en mi habitacin.


Un momento despus, como no oa ningn ruido,
sal y sub la escalera de piedra hasta la ventana
desde donde puedo asomarme hacia el medioda.
El paisaje, aunque inaccesible para m, produce
cierta sensacin de libertad, comparado con la an-
gosta lobreguez del patio. Al contemplarlo, me di
cuenta de que estaba efectivamente en una pri-
sin, y sent la necesidad de un soplo de aire fres-
co, aunque viniese de la noche. Me est empezan-
do a afectar esta existencia nocturna. Me est des-
trozando los nervios. Me asusto de mi propia
sombra y me asaltan toda clase de horribles figu-
raciones. Bien sabe Dios que hay fundamento pa-
ra cualquier clase de temor, en este lugar de mal-
dicin! Me asom a este escenario sublime, baa-
do por el resplandor suave de la luna que lo ilu-
minaba como si fuese de da. Bajo esta claridad,
los montes lejanos parecan derretirse, as como
las sombras de los valles. y gargantas de atercio-

95
Bram Stoker

pelada negrura. La mera belleza me reconfortaba.


Cada bocanada de aire que aspiraba me produca
paz y sosiego. Al apoyarme en la ventana, mis ojos
percibieron un movimiento en la planta de abajo,
un poco a mi izquierda, donde imagino, por la
orientacin de las habitaciones, que se abren las
ventanas de la habitacin del propio Conde. La
ventana en la que estaba yo es alta y honda, con
parteluz de piedra que, aunque gastado por la llu-
via, an se conserva entero; pero not que hace
tiempo que le falta el marco. Me coloqu tras el
antepecho de piedra y me asom con cuidado.
Lo que vi fue la cabeza del Conde asomada
por la ventana. No le vi la cara, pero reconoc su
cogote y el movimiento de su espalda y sus bra-
zos. En todo caso, no podan engaarme sus ma-
nos, que tantas ocasiones haba tenido de exami-
nar. Al principio me sent interesado y algo diver-
tido, ya que son muy pocas las cosas que entretie-
nen e interesan a un hombre cuando est prisione-

96
Drcula

ro. Pero mis sentimientos se convirtieron en re-


pugnancia y terror cuando le vi emerger todo en-
tero por la ventana y empezar a reptar por el muro
del castillo hacia el tremendo precipicio, cabeza
abajo, con la capa extendida a modo de grandes
alas. Al principio no daba crdito a mis ojos. Crea
que se trataba de algn efecto ptico de la luna, de
una ilusin fantstica de la sombra; pero segua
mirando, y comprend que no poda ser ninguna
ilusin. Vi cmo se agarraban los dedos de sus
manos y de sus pies a los bordes de las piedras, ya
sin mortero por el paso de los aos, utilizando de
este modo los salientes e irregularidades para des-
cender con bastante rapidez, del mismo modo que
andan los lagartos por los muros.
Qu clase de hombre es ste, o qu clase
de criatura es, con apariencia de hombre? Siento
que me est minando el pavor de este lugar; tengo
miedo, un miedo espantoso, y no veo posibilidad

97
Bram Stoker

de escapar; estoy cercado por terrores en los que


no me atrevo a pensar...

15 de mayo

Otra vez he visto salir al Conde a la manera


de los lagartos. Baj en diagonal un centenar de
pies, hacia la izquierda. Desapareci por un aguje-
ro o ventana. Cundo meti la cabeza, me asom
tratando de descubrir algo ms, aunque sin resul-
tado; hay demasiada distancia para poder contar
con un ngulo de visin adecuado. Comprend
que se haba marchado del castillo, y se me ocu-
rri aprovechar la ocasin para explorar ms de lo
que hasta ahora me haba atrevido. Regres a mi
habitacin y, tomando una lmpara, prob todas
las puertas. Estaban cerradas con llave, cosa que
me esperaba, y las cerraduras eran relativamente
nuevas. Luego baj por la escalera de piedra hasta

98
Drcula

el vestbulo por donde entr a mi llegada. Vi que


poda retirar los cerrojos con facilidad y desengan-
char las pesadas cadenas; pero la puerta tena pa-
sada la cerradura y no estaba la llave! Sin duda la
guarda el Conde en su habitacin; tendr que vigi-
lar si deja su puerta abierta, a fin de cogrsela y
huir. Reanud mi exploracin por las diversas es-
caleras y corredores, probando a abrir las puertas
que dan a ellos. Encontr abiertas una o dos pe-
queas piezas prximas al vestbulo, pero no
haba nada en ellas, aparte de unos cuantos mue-
bles viejos, polvorientos y apolillados. Por ltimo,
sin embargo, encontr una puerta, en lo alto de
una escalera, que aunque pareca cerrada, cedi
un poco al empujarla. Hice ms fuerza y descubr
que su resistencia se deba a que se haban afloja-
do un poco los goznes y la pesada hoja descansaba
en el suelo. Aqu se me presentaba una ocasin
que quiz fuera nica; de modo que empec a
empujar, y tras muchos esfuerzos, consegu des-

99
Bram Stoker

plazarla lo suficiente como para poder entrar. Y


me encontr en una parte del castillo a la derecha
de las habitaciones que conoca, y una planta ms
abajo. Desde los ventanales he podido observar
que la serie de habitaciones se extienden hacia el
sur del castillo, y que las ventanas de la ltima es-
tancia se abren a poniente y al medioda. En esta
parte, igual qu en la opuesta, hay un inmenso
precipicio. El castillo est construido en el borde
superior de un gran pen, de forma que es com-
pletamente inexpugnable por tres de sus lados
donde se abren ventanales a los que no pueden
llegar la honda, el arco o la culebrina, y por consi-
guiente gozan de una luz y una comodidad impo-
sibles en una posicin que tuviera que ser defen-
dida. Al oeste hay un gran valle, y luego, a lo lejos,
grandes barreras de montaas melladas que se al-
zan pico sobre pico, formadas de pura roca salpi-
cada de serbales y espinos cuyas races se agarran
a las grietas, salientes y hendiduras de la piedra.

100
Drcula

Esta es, evidentemente, la parte del castillo que


ocuparon las damas de antao, ya que los muebles
ofrecen ms comodidad que los que he visto hasta
ahora. Los ventanales carecen de cortinas, y la cla-
ridad amarillenta de la luna que entra por los cris-
tales en forma de rombo permite incluso ver los
colores, aunque suavizados por el abundante pol-
vo que lo cubre todo y disimula los estragos de la
polilla y el tiempo. Mi lmpara tiene poco efecto
en el brillante resplandor de la luna, pero me ale-
gra haberla trado, ya que hay una sobrecogedora
soledad en el lugar, que me encoge el corazn y
me hace temblar. Sin embargo, lo prefiero a per-
manecer solo en las habitaciones que he llegado a
odiar por la presencia del Conde; despus de do-
minar un poco los nervios, he ido notando que me
invade un blando sosiego. Aqu estoy sentado an-
te una mesa pequea de roble (donde en otros
tiempos se sentara quiz alguna hermosa dama a
redactar, entre muchos pensamientos y rubores,

101
Bram Stoker

una mal garabateada carta a su amado), escribien-


do taquigrficamente en mi diario todo lo ocurri-
do desde la ltima vez que lo cerr. Estamos en
pleno siglo XIX Sin embargo, a menos que me
engaen los sentidos, los viejos siglos tuvieron y
tienen poderes que la mera modernidad no
puede matar.

Ms tarde: 16 de mayo, por la maana

Que Dios me proteja la razn, ya que es


cuanto me queda. El sentirme a salvo y la sensa-
cin de seguridad son cosas del pasado. Mientras
viva aqu, slo tengo esperanza de una cosa: de no
volverme loco, si es que no me he vuelto ya. Si es-
toy en mi sano juicio, entonces es enloquecedor
pensar que de todas las abominaciones que se
ocultan en este odioso castillo, el Conde es la me-
nos espantosa; nicamente en l puedo encontrar

102
Drcula

seguridad, aun cuando slo sea mientras conven-


ga a sus propsitos. Dios mo! Dios misericordio-
so! Tratar de calmarme, pues fuera de aqu reina
la locura. Empiezo a ver claras ciertas cosas que
me tenan desconcertado. Hasta ahora, no saba
exactamente a qu se refera Shakespeare cuando
hace decir a Hamlet

Mis tabletas! Deprisa, mis tabletas!


Bueno ser anotar...

porque ahora que siento como si se me


hubiese desquiciado el cerebro, o como si acabara
de sufrir la conmocin que lo har naufragar,
vuelvo a mi diario en busca de algn sosiego. La
costumbre de anotarlo todo minuciosamente me
ayudar a encontrar la serenidad.
La misteriosa advertencia del Conde me
haba asustado al principio; pero an me asusta
ms cuando pienso en ella; porque en el futuro, el

103
Bram Stoker

Conde tendr un poder ilimitado sobre m. Me da


miedo dudar de lo que l diga!
Despus de escribir en mi diario y guar-
darme el cuaderno y la pluma en el bolsillo, sent
sueo. En ese momento, me vino al pensamiento
la advertencia del Conde, pero me apeteci des-
obedecerle. El sueo se iba apoderando de m y,
con l, la obstinacin que siempre lo acompaa. La
claridad suave de la luna me tranquilizaba, y la
inmensa perspectiva del exterior me produca una
sensacin de libertad que me aliviaba. Decid no
volver a las habitaciones y dormir all, donde sin
duda se sentaron, cantaron y vivieron sus dulces
vidas las damas de antao, mientras sus mansos
pechos languidecan por la ausencia de los hom-
bres, enzarzados en guerras despiadadas. Arrastr
un gran sof hasta el ngulo desde donde poda
contemplar, acostado, la perspectiva de oriente y
del medioda, sin pensar en el polvo, ni importar-
me, y me acomod, dispuesto a dormir.

104
Drcula

Supongo que me dorm. Esa es mi esperan-


za; pero me temo que todo lo sucedido a conti-
nuacin fue sobrecogedoramente real...; tan real,
que ahora, sentado aqu, a plena luz de la maana,
no puedo creer que fuera un sueo.
No estaba solo. La habitacin era la misma;
no haba cambiado nada desde que haba entrado
en ella; poda ver en el suelo, debido a la brillante
claridad de la luna, mis propias pisadas sealadas
en el polvo. Sin embargo, iluminadas por la luna,
frente a m, haba tres mujeres jvenes; damas, por
sus vestidos y ademanes. En el instante en que las
vi, me pareci que estaba soando; porque, aun-
que la luna les daba por detrs, no proyectaban
ninguna sombra en el suelo. Se acercaron a m, me
miraron durante un rato y luego cuchichearon en-
tre s. Dos eran morenas, tenan la nariz aguilea
como el Conde, y grandes ojos penetrantes que
parecan casi rojos cuando contrastaban con la luz
plida de la luna. La otra era rubia, muy rubia,

105
Bram Stoker

con un cabello abundante y dorado, y unos ojos


como plidos zafiros. Su rostro me pareca cono-
cido, como si lo hubiera visto en alguna pesadilla;
pero en ese momento no poda recordar cmo ni
dnde. Las tres tenan unos dientes brillantes y
blancos que resplandecan como perlas y contras-
taban con el rub de sus labios voluptuosos. Haba
algo en ellas que me haca sentir inquieto, y a la
vez anhelante y mortalmente asustado. Senta en
mi corazn un deseo ardiente y perverso de que
me besaran sus rojos labios. No est bien que ano-
te esto, no sea que algn da lo lea Mina y le cause
dolor; pero es la verdad. Cuchichearon y luego se
echaron a rer las tres con una risa argentina y
musical, pero cruel, como si no brotase de la dul-
zura de unos labios humanos. Era como la hormi-
gueante e intolerable dulzura musical de los vasos
de agua cuando los hace vibrar una mano hbil.
La joven rubia hizo un gesto negativo con coque-
tera, y las otras dos insistieron. Una dijo:

106
Drcula

Venga! T eres la primera; nosotras te


seguiremos. Tienes derecho a ser la que empiece.
La otra aadi:
Es joven y fuerte. Habr besos para las
tres.
Yo estaba quieto, mirando con los ojos en-
tornados, en una agona de deliciosa expectacin.
La joven rubia se acerc y se inclin sobre m has-
ta el punto de que not la agitacin de su aliento.
En un sentido, era dulce, dulce como la miel; y
sent en los nervios el mismo zumbido que me
haba producido su voz, pero con una amargura
debajo de ese dulzor; una amarga repugnancia,
como el olor de la sangre.
Tena miedo de volver los ojos, pero poda
ver perfectamente entre las pestaas. La joven ru-
bia se arrodill y se inclin sobre m, regodendo-
se manifiestamente. Mostraba una deliberada vo-
luptuosidad, a la vez emocionante y repulsiva; y al
curvar el cuello, se lami los labios como un ani-

107
Bram Stoker

mal, de forma que pude ver a la luz de la luna la


reluciente humedad de su boca escarlata, y los
blancos y afilados dientes sobre la lengua roja al
relamerse. Baj ms la cabeza, hasta que sus labios
descendieron por debajo de mi barbilla, como a
punto de pegarse a m garganta. Entonces se de-
tuvo, y pude or la impaciente agitacin de su len-
gua al lamerse los dientes y los labios, y not su
aliento clido sobre el cuello. Empez a hormi-
guearme la garganta, como cuando la mano que
va a hacernos cosquillas se acerca ms y ms. En-
tonces me lleg el contacto blando y estremecedor
de los labios sobre la piel hipersensible del cuello,
y las puntas duras de dos dientes afilados que ro-
zaron y se quedaron all. Cerr los ojos con extti-
ca languidez, y esper...; esper con el corazn
palpitndome con violencia.
En ese instante, veloz como un relmpago,
me lleg otra sensacin. Tuve conciencia de la
presencia del Conde, como si estuviese posedo de

108
Drcula

una furia tempestuosa. Abr los ojos involunta-


riamente y vi que su mano frrea haba agarrado
por su cuello delicado a la mujer rubia, cuyos ojos
centelleaban de rabia y cuyos blancos dientes cas-
taeteaban y cuyas hermosas mejillas ardan de
pasin, y la apartaba con fuerza tremenda. Pero y
el Conde! Jams imagin tanta ira y tanta furia, ni
siquiera en los demonios del abismo. Sus ojos
echaban fuego literalmente. El rojo fulgor que
despedan era tremendo, como si detrs de ellos
ardiesen las llamas del infierno. Tena el rostro
mortalmente plido, y sus arrugas estaban tensas
como alambres estirados; sus pobladas cejas, que
se juntaban encima de la nariz, parecan ahora una
barra de metal al rojo blanco. Con un movimiento
feroz de su brazo, arroj a la mujer lejos de s, e
hizo retroceder a las otras como si las empujase,
con el mismo gesto imperioso que le haba visto
hacer a los lobos. Su voz, aunque baja y susurran-

109
Bram Stoker

te, pareci cortar el aire y resonar en la habitacin.


Exclam:
Cmo os atrevis a tocarle ninguna de
vosotras? Cmo os atrevis a poner los ojos en l
cuando lo tengo prohibido? Atrs! Este hombre
me pertenece! Cuidado con meteros con l, por-
que os las veris conmigo!
La joven rubia, con una risa de obscena co-
quetera, se revolvi para contestarle:
T nunca has amado; t nunca amas!
Aqu se unieron las otras mujeres; y co-
menzaron a rer, y sus risas desabridas, sin alegra
y sin alma, resonaron en la estancia de tal forma
que casi me hicieron perder el sentido; pareca una
exultacin de demonios. Entones el Conde, tras
observar mi rostro con atencin, se volvi y dijo
en un bajo susurro:
S, yo tambin puedo amar; vosotras
mismas pudisteis comprobarlo en otro tiempo.
No es verdad? Bien, os prometo que cuando haya

110
Drcula

terminado con l, lo besaris cuanto queris. Aho-


ra marchaos! Marchaos! Tengo que despertarle,
pues hay trabajo que hacer.
No nos vas a dar nada esta noche?.
dijo una de ellas con risa contenida, sealando el
saco que l haba arrojado al suelo, y que se mova
como si hubiese algo vivo dentro.
Asinti con la cabeza. Una de las mujeres
corri a abrirlo. Si no me engaaron los odos, so-
n un jadeo y un gemido sofocado, como de un
nio al borde de la asfixia. Las mujeres lo rodea-
ron; y yo me sent sobrecogido de horror. Pero
cuando mir, haban desaparecido, y con ellas, el
saco espantoso. No haba puerta donde ellas hab-
an estado, y no podan haber pasado junto a m
sin notarlo yo. Sencillamente, pareci que se hab-
an disuelto en los rayos de luna y que haban sali-
do por la ventana, ya que en el instante en que
desaparecan, llegu a percibir en el exterior, fu-
gazmente, unas formas borrosas y oscuras.

111
Bram Stoker

Luego, el horror me venci y me hund en


la inconsciencia.

112
CAPITULO IV

DIARIO DE JONATHAN HARKER


(Continuacin)

Me despert en mi cama. Si no lo he soa-


do, fue el Conde quien me transport aqu. Trat
de encontrar una explicacin al incidente, pero no
pude llegar a conclusin alguna. Por supuesto,
haba pequeos detalles, como mi ropa doblada y
colocada de una forma distinta a como suelo
hacerlo yo, el reloj lo tena parado, cuando yo le
doy cuerda sistemticamente antes de acostarme,
y cosas as. Pero todo esto no son pruebas porque
quiz lo que demuestran es que no me encontraba
en un estado normal y que, por unas causas o por
otras, mis nervios estaban muy alterados. Procura-
r vigilar, a ver si surge una prueba. De una cosa
Bram Stoker

s que me alegro: si fue el Conde quien me trajo y


me desvisti, debi de hacerlo apresuradamente,
porque no me ha registrado los bolsillos. Estoy se-
guro de que este diario hubiera sido para l un
misterio que no habra estado dispuesto a consen-
tir. Me lo habra quitado o lo habra destruido.
Contemplo esta habitacin y, aunque antes me
produca terror, ahora me parece una especie de
santuario; nada puede haber ms espantoso que
esas horribles mujeres que esperaban que espe-
ran chuparme la sangre.

18 de mayo

He bajado otra vez a echar una mirada a esa


habitacin, a la luz del da; porque tengo que saber
la verdad. Al llegar a la puerta del final de la esca-
lera, la he encontrado cerrada. Est tan encajada
en las jambas que se ha astillado parte de la made-

114
Drcula

ra. He observado que no est cerrada con llave,


sino que la han empujado desde dentro. Me temo
que no ha sido un sueo, y que debo actuar de
acuerdo con esta suposicin.

19 de mayo

Estoy metido en una trampa; no me cabe la


menor duda. Anoche me pidi el Conde, de la
manera ms amable del mundo, que escribiera
tres cartas: una diciendo que mi misin aqu casi
ha terminado y que emprender el regreso dentro
de pocos das, otra diciendo que saldr al da si-
guiente, a la fecha de la primera carta, y la tercera,
anunciando que he salido del castillo y he llegado
a Bistritz. De muy buena gana me hubiera negado,
pero comprend que en el actual estado de cosas
habra sido una locura enfrentarme abiertamente
con el Conde, ya que estoy absolutamente en su

115
Bram Stoker

poder; negarme habra significado despertar sus


sospechas y provocar su ira. Sabe que s demasia-
do, y debo morir porque represento un peligro pa-
ra l; mi nica posibilidad est en prolongar mis
oportunidades. Puede que ocurra algo que me
brinde la ocasin de escapar. He visto en sus ojos
un destello de esa ira contenida que exterioriz al
arrojar lejos de s a la mujer rubia. Me explic que
los correos son escasos y muy poco puntuales, y
que si escriba ahora, tranquilizara a mis amigos;
me asegur con tal vehemencia que mandara re-
tener las ltimas cartas en Bistritz, en caso de que
yo accediese a prolongar mi estancia, que el opo-
nerme a sus deseos habra suscitado nuevas sos-
pechas. De modo que fing aceptar su sugerencia,
y le pregunt qu fechas deba poner en esas car-
tas. Medit un minuto y luego dijo:
La primera puede ser el 12 de junio; la
segunda, el 19 de junio, y la tercera el 29 de junio.

116
Drcula

Ahora ya s lo que me queda de vida. Que


Dios me ayude!

28 de mayo

Existe una posibilidad de escapar; o en todo


caso, de poder enviar algn mensaje a casa. Ha
venido un grupo de cngaros al castillo, y ha
acampado en el patio. Los cngaros son gitanos;
tengo tomadas algunas notas sobre ellos en uno de
mis cuadernos. Son caractersticos de esta regin
del mundo, aunque estn emparentados con los
gitanos corrientes de todas partes. Hay miles en
Hungra y en Transilvania, y viven casi fuera de la
ley. Se acogen a la proteccin de algn noble bo-
yardo y adoptan el nombre de ste. Quitando al-
guna creencia supersticiosa, son gente sin miedo
ni religin, y hablan slo en sus distintas modali-
dades de lengua gitana.

117
Bram Stoker

Escribir alguna carta y tratar de que me


las enven. Ya he hablado con ellos desde la ven-
tana para iniciar un acercamiento. Se han quitado
el sombrero y han hecho una inclinacin de aca-
tamiento y muchas seas que, sin embargo, he en-
tendido tanto como si me hubiesen hablado en su
lengua...
Ya he escrito las cartas. La de Mina est en
taquigrafa; en la del seor Hawkins le pido sim-
plemente que se ponga en contacto con ella. A ella
le explico mi situacin, aunque sin los horrores
que slo yo imagino. La impresin la matara, si le
abriese mi corazn. En caso de que las cartas no
les lleguen, el Conde no conocer mi secreto, ni
qu es lo que s...
Ya les he dado las cartas; se las he echado a
travs de los barrotes de mi ventana, junto con
una moneda de oro, y les he hecho seas de que
las enven. El hombre que las ha cogido, las ha
apretado contra su pecho y ha hecho una reveren-

118
Drcula

cia; luego se las ha metido en la gorra. No puedo


hacer ms. He regresado sigilosamente al despa-
cho y he cogido un libro. Como no est el Conde,
me he puesto a escribir aqu...
Ha venido el Conde. Se sent a mi lado y
dijo, con el tono ms suave mientras abra dos car-
tas:
Los cngaros me han entregado estas car-
tas que no s de dnde vienen, aunque como es
natural, voy a ocuparme de ellas. Veamos! Sin
duda haba visto ya la primera. Una es de usted,
y va dirigida a mi amigo Peter Hawkins; la otra
en ese momento, al abrir el sobre, vio los signos
extraos, y una expresin sombra cruz por su
semblante, mientras le centelleaban los ojos con
malevolencia, la otra es una accin ruin, un ul-
traje a la amistad y a la hospitalidad! No va firma-
da. Bien!, no merece nuestro inters. Acerc
tranquilamente la carta y el sobre a la llama de la
lmpara, hasta que se consumieron. Luego prosi-

119
Bram Stoker

gui: La carta para Hawkins la enviar, por su-


puesto, puesto que es de usted. Sus cartas son sa-
gradas para m. Debe perdonarme, amigo mo, si
he roto el sello impremeditadamente. Le impor-
tara volverla a cerrar?
Me tendi la carta, y con una corts inclina-
cin, me dio un sobre nuevo. No poda hacer otra
cosa que escribir la direccin y entregrselo en si-
lencio. Al salir de la habitacin, pude or cmo gi-
raba la llave suavemente. Un minuto ms tarde,
me acerqu y prob a abrir, pero la puerta estaba
cerrada.
Una hora o dos despus, volvi a entrar el
Conde, tranquilo; su llegada me despabil, ya que
me haba quedado dormido en el sof. Se mostr
muy corts y animado; y al darse cuenta de que
me haba dormido, dijo:
Est usted cansado, amigo mo? Vyase
a la cama. Es el descanso ms seguro. Quiz no
disfrute del placer de su conversacin esta noche,

120
Drcula

porque tengo mucho trabajo; pero duerma, se lo


ruego.
Me fui a mi habitacin y me acost; y, cosa
extraa, no so nada. La desesperacin tiene sus
momentos de calma.

31 de mayo

Esta maana, al despertarme, se me ocurri


coger de la bolsa unas cuantas hojas de papel y
sobres y guardrmelos en el bolsillo a fin de poder
escribir, en caso de que se me presentara una oca-
sin; pero me llev otra sorpresa y otro sobresal-
to!
Haban desaparecido absolutamente todos
los papeles que tena: mis notas, mi cuaderno de
datos sobre ferrocarriles y viajes, mi carta de cr-
dito, todo aquello, en fin, que poda serme de uti-
lidad en cuanto saliera del castillo. Me sent a me-

121
Bram Stoker

ditar un rato y, de repente, me vino una idea a la


cabeza; fui a inspeccionar la maleta y el armario
donde tena colgada la ropa. La maleta haba des-
aparecido, y tambin mi abrigo y mi manta de via-
je; no encontr ninguna de estas cosas por ninguna
parte. Supongo que se trata de otra intriga sinies-
tra...

17 de junio

Esta maana, mientras estaba sentado en el


borde de la cama devanndome los sesos, o fuera
un restallido de ltigo y patear y piafar unos caba-
llos en el sendero pedregoso que entra hasta el pa-
tio. Corr lleno de alegra a la ventana y vi entrar
dos grandes carretas, cada una tirada por ocho ro-
bustos caballos, y a la cabeza de cada tronco, un
eslovaco con su sombrero ancho, su gran cinturn
claveteado, su sucia piel de cordero y sus botas

122
Drcula

altas. Tambin llevaban largos cayados en la ma-


no. Corr a la puerta, con idea de bajar a reunirme
con ellos en la entrada principal, ya que segura-
mente se abrira para dejarles entrar. Un nuevo
sobresalto: mi puerta estaba cerrada por fuera.
As que corr a la ventana y les grit. Mira-
ron hacia arriba estpidamente y me sealaron:
pero en ese momento sali el hetman de los cnga-
ros y al verles sealar hacia mi ventana, dijo algo,
a lo cual se echaron todos a rer. Desde ese mo-
mento, ninguno de mis esfuerzos, ningn grito de
socorro ni de splica angustiada les hizo volver la
cabeza siquiera. Me dieron la espalda con resolu-
cin. Las carretas traan grandes cajones cuadra-
dos con asas de gruesa cuerda; estaban evidente-
mente vacos, a juzgar por la facilidad con que los
manejaban los eslovacos, y por lo que resonaban
al entrechocar. Una vez descargados y colocados
todos en un rincn del patio, el cngaro les dio al-
gn dinero; y tras escupir en l para que les diera

123
Bram Stoker

suerte, cada uno se dirigi, indolente, a la cabeza


de sus caballos. Poco despus, el restallar de los
ltigos se perda a lo lejos.

24 de junio, antes de amanecer

Anoche el Conde me dej temprano y se


encerr en su habitacin. En cuanto me pareci el
momento adecuado, sub corriendo la escalera de
caracol y me asom a la ventana orientada al me-
dioda. Quera vigilar al Conde, porque s que se
trae algo entre manos. Los cngaros se encuentran
acampados en el castillo, y estn realizando algu-
na clase de trabajo. Lo s porque de cuando en
cuando oigo un ruido apagado como de azadas y
palas; sea lo que sea, debe de tratarse de alguna
infamia.
Llevaba apostado menos de media hora,
cuando surgi algo por la ventana del Conde. Me

124
Drcula

retir, sin dejar de vigilar, y vi emerger al hombre


entero. Sufr un nuevo sobresalto al descubrir que
iba con la ropa que yo haba trado en el viaje, y
que cargaba con el terrible saco que haba visto
llevarse a las mujeres. No haba duda de a qu sa-
la, ni por qu se haba vestido con mi ropa! De
modo que su nueva maquinacin era sa: hacer
que le confundieran conmigo para poder probar
que me haban visto en las ciudades o los pueblos
enviando mis cartas, y para que la gente me atri-
buyera los crmenes que iban a cometer.
Me enfurece pensar que pueda hacer esto,
mientras yo estoy aqu, encerrado como un autn-
tico presidiario, aunque sin la proteccin de la ley,
que es derecho y consuelo del criminal.
Pens en vigilar el regreso del Conde, y me
qued bastante rato, obstinadamente, junto a la
ventana. Luego empec a observar unas partculas
minsculas que flotaban singularmente en los ra-
yos de luna. Eran como pequesimas motas de

125
Bram Stoker

polvo y giraban y se arremolinaban de forma ne-


bulosa. Las observ con una sensacin de paz, y
not que se iba apoderando de m una especie de
calma. Me reclin en el alfizar, en una postura
ms cmoda, a fin de gozar mejor de aquel remo-
lino etreo.
Algo me sobresalt; un aullido de perros
bajo y lastimero, all en el fondo del valle oculto a
mi vista. Se fue haciendo audible mientras las mo-
tas flotantes adoptaban nuevas formas con los au-
llidos y danzaban a la luz de la luna. Sent que mi
ser pugnaba por despertar a alguna llamada del
instinto; es ms, mi alma y mis sentidos se esfor-
zaban en responder a esa llamada. Estaba cayen-
do en estado hipntico! El polvo danzaba cada vez
ms deprisa y los rayos de la luna parecan tem-
blar al pasar junto a m y descender hacia las tene-
brosidades de abajo. Las partculas se fueron
agrupando y parecieron adoptar unas formas va-
gas y fantasmales. Entonces me incorpor de un

126
Drcula

salto, completamente despierto y dueo de mis


sentidos, y hu de all gritando. Las formas que se
iban materializando gradualmente en los rayos de
luna correspondan a las tres mujeres espectrales a
las que estaba yo predestinado. Hu, y me sent
ms seguro en mi propia habitacin, donde no
haba luna y la lmpara difunda bastante luz.
Pasadas unas dos horas, o algo en la habi-
tacin del Conde; fue como un agudo quejido r-
pidamente sofocado; luego se produjo un silencio;
un profundo, espantoso silencio que me hizo es-
tremecer. Con el corazn latindome con violen-
cia, trat de abrir la puerta; pero estaba otra vez
encerrado en mi prisin, y no pude hacer otra cosa
que sentarme y llorar.
An permaneca sentado, cuando o voces
abajo en el patio; unos gritos angustiados de mu-
jer. Corr a la ventana, la abr y escrut entre los
barrotes. En efecto, haba una mujer con los cabe-
llos alborotados' y las manos en el corazn, como

127
Bram Stoker

una persona cansada de correr. Estaba apoyada


contra un ngulo de la entrada. Al descubrir mi
cara en la ventana, avanz y grit con voz cargada
de amenaza:
Monstruo, devulveme a mi hijo!
Cay de rodillas y, alzando las manos, grit
las mismas palabras con un acento que desgarraba
el corazn. Luego se mes los cabellos y se golpe
el pecho, entregndose a todas las violencias del
exceso de emocin. Finalmente, avanz, y aunque
dej de verla, la o golpear la puerta con las ma-
nos.
Arriba, por encima de m, probablemente
en la torre, o la voz del Conde que llamaba con
voz spera, metlica, susurrante. A esta llamada
contestaron, a lo lejos, los aullidos de los lobos.
Pocos minutos despus haba acudido una gran
manada, agolpndose al pasar la gran entrada del
patio como el agua de una presa sbitamente libe-
rada.

128
Drcula

No se oy grito alguno de la mujer, y el au-


llido de los lobos fue breve. Poco despus desfila-
ban uno a uno, lamindose los labios.
No pude compadecerla, porque saba lo
que le haba sucedido a su hijito, y era preferible
para ella haber muerto.
Qu har? Qu puedo hacer? Cmo es-
capar de esta espantosa esclavitud de la noche, las
tinieblas y el miedo?

25 de junio, por la maana

Nadie sabe lo dulce y querida que puede


ser la maana para los ojos y el corazn, hasta que
soporta los tormentos de la noche. Cuando el sol
se elev esta maana y dio en la parte superior de
la gran entrada que hay enfrente de mi ventana,
me pareci como si la mancha luminosa fuese la
paloma del arca que se haba posado all. Se me

129
Bram Stoker

disip el miedo igual que una envoltura vaporosa


se desvanece con el calor. Debo intentar algo,
mientras me inspir nimos el da. Anoche sali
una de las cartas que escrib, la primera de la serie
fatal, destinada a borrar todo rastro de mi existen-
cia en este mundo.
Nada de pensar; accin!
Siempre es por la noche, cuando siento el
acoso, o la amenaza, o alguna clase de peligro o
temor. An no he visto al Conde a la luz del da.
Quiz duerme cuando los dems viven, y por eso
puede estar despierto cuando duermen los dems!
Si pudiera entrar en su habitacin! Pero no hay
posibilidad. La puerta est siempre cerrada; no
hay medio de abrirla.
S; hay un medio, si me atrevo a ponerlo en
prctica. Por qu no va a poder entrar otro por
donde entra l? Le he visto salir reptando por la
ventana; as que, por qu no imitarle, y entrar por
la ventana tambin? El peligro es grave, pero mi

130
Drcula

situacin es ms grave an. Me arriesgar. En el


peor de los casos, morir en el empeo. Un hom-
bre no se muere como una res; y an puede que
est abierto para m el temido Ms All. Que Dios
me ayude en esta empresa! Adis, Mina, si fraca-
so; adis, mi fiel amigo y segundo padre; adis a
todos, y a ti, Mina, adis por ltima vez!

El mismo da, ms tarde

He hecho un esfuerzo y, con la ayuda de


Dios, he regresado sin percance a esta habitacin.
Anotar por orden cada detalle. Mientras me sos-
tena el valor, fui directamente a la ventana que da
al medioda y sal inmediatamente a la estrecha
cornisa de piedra que rodea el edificio por ese la-
do. Las piedras son grandes, toscamente talladas,
y el mortero que hubo una vez entre ellas ha des-
aparecido por efecto del tiempo. Me quit las bo-

131
Bram Stoker

tas y me puse a avanzar peligrosamente. Mir


hacia abajo una vez para cerciorarme de que no
me vencera la visin repentina del tremendo pre-
cipicio, pero despus apart la vista. Saba muy
bien en qu direccin estaba la ventana del Conde,
y a qu distancia, y me dirig hacia all como pude,
teniendo en cuenta las dificultades. No sent vrti-
go supongo que estaba demasiado excitado, y
me pareci muy corto el tiempo transcurrido, has-
ta que me encontr de pie en el alfizar, tratando
de levantar la hoja de la ventana. Sin embargo, al
introducir los pies por ella me invadi una pro-
funda inquietud. Luego mir a mi alrededor, en
busca del Conde, pero, con gran sorpresa y ale-
gra, hice un descubrimiento. La habitacin estaba
vaca! Contena escaso mobiliario y extraos obje-
tos que parecan no haber sido usados jams; los
muebles son ms o menos del mismo estilo que
los de las habitaciones del medioda, y estn cu-
biertos de polvo. Busqu la llave; pero no estaba

132
Drcula

en la cerradura, ni la vi par ninguna parte. Lo ni-


co que encontr fue un montn de oro en un rin-
cn; oro de todas clases: monedas romanas, ingle-
sas, austracas, hngaras, griegas y turcas, todas
cubiertas de polvo, como si hiciera mucho tiempo
que estaban all en el suelo. Observ que ninguna
de ellas tena menos de trescientos aos. Haba
tambin cadenas, adornos y joyas; pero todo esta-
ba viejo y sucio.
En el fondo de la habitacin haba una
gruesa puerta. Trat de abrirla. Ya que no encon-
traba la llave de la habitacin ni la de la puerta ex-
terior, que era mi principal objetivo, deba seguir
registrando; de lo contrario mis esfuerzos seran
en vano. Estaba abierta, y daba, a travs de un pa-
sadizo de piedra, a una escalera circular muy em-
pinada. Descend por ella con cuidado, completa-
mente a oscuras, ya que slo estaba iluminada por
unas aspilleras abiertas en la gruesa mampostera.
Abajo haba un pasadizo oscuro en forma de t-

133
Bram Stoker

nel, a travs del cual me lleg un olor nauseabun-


do, como de tierra vieja recin removida. A medi-
da que avanzaba por ese pasadizo, el olor se fue
haciendo ms definido e intenso. Por ltimo, tir
de una puerta pesada que haba entornada, y me
encontr en una capilla antigua y ruinosa, utiliza-
da tambin como cementerio. Su techo estaba de-
teriorado y tena dos escalinatas que bajaban a las
criptas; pero el suelo haba sido excavado recien-
temente y haban almacenado la tierra en grandes
cajones de madera; evidentemente, los trados por
los eslovacos. No haba nadie por all. Inspeccion
el lugar, buscando alguna otra salida, pero no en-
contr ninguna. Luego examin el suelo palmo a
palmo, a fin de no dejar escapar ninguna posibili-
dad. Baj a las criptas, adonde llegaba una vaga
claridad, aunque lo hice con el alma sobrecogida.
Descend a dos de ellas, pero no vi otra cosa que
restos de atades viejos y montones de polvo; en
la tercera, sin embargo, hice un descubrimiento.

134
Drcula

All, en uno de los cajones, de los que haba


cincuenta en total, sobre la tierra recin extrada,
yaca el Conde! O estaba muerto o dormido, no lo
s tena los ojos abiertos y petrificados, aunque
sin esa calidad vidriosa de la muerte; se le nota-
ba en las mejillas el calor de la vida, en medio de
su extrema palidez, y tena los labios tan rojos co-
mo siempre. Pero no haba en l signo alguno de
movimiento: ni pulso, ni aliento, ni latido del co-
razn. Me inclin sobre l y trat de descubrir
cualquier indicio de vida, aunque en vano. Quiz
no haca mucho que estaba all, pues el olor a tie-
rra se habra disipado en pocas horas. Junto al ca-
jn estaba la tapa correspondiente, con agujeros
aqu y all. Pens que quiz tena las llaves enci-
ma; pero al ir a registrarle, vi sus ojos fijos, y, aun-
que inmviles, tenan una mirada tal, a pesar de
que no captaban mi presencia, que hu del lugar,
sal de la habitacin del

135
Bram Stoker

Conde por la ventana y trep otra vez por el


muro del castillo. Al llegar de nuevo a mi habita-
cin, me tumb jadeando en la cama, y trat de
pensar...

29 de junio

Hoy es la fecha de mi ltima carta, y el


Conde ha tomado medidas para probar su auten-
ticidad, pues le vi abandonar el castillo otra vez
por la misma ventana, vestido con mi ropa. Al
verlo bajar por el muro a la manera de los lagar-
tos, me habra gustado tener una escopeta u otra
arma mortal, y haberle matado; pero me temo que
no existe un arma hecha por el hombre que tenga
efecto sobre l. No me atrev a espiar su llegada,
por temor a esas horribles hermanas. Regres a la
biblioteca y estuve leyendo hasta que me dorm.

136
Drcula

Me despert el Conde; me mir framente y


me dijo:
Maana, amigo mo, tendremos que des-
pedirnos. Usted regresar a su hermosa Inglaterra
y yo emprender un trabajo cuyo resultado quiz
haga que no nos volvamos a ver. He enviado su
carta; maana ya no estar aqu, pero lo encontra-
r todo dispuesto para su viaje. Por la maana
vendr el cngaro a hacer unos encargos, y con l,
algunos eslovacos. Cuando se hayan ido, mi coche
vendr a buscarlo y le llevar al desfiladero de
Borgo. All le recoger la diligencia de Bukovina a
Bistritz. Pero tengo la esperanza de volverle a ver
en el castillo de Drcula.
Desconfiaba de l, y decid probar su since-
ridad. Su sinceridad! Relacionar esa palabra con
semejante monstruo me parece profanarla; as que
le pregunt a bocajarro:
Por qu no puedo irme esta noche?

137
Bram Stoker

Porque, mi querido seor, mi cochero y


mis caballos han salido a cumplir una misin.
Puedo irme andando. Quiero marcharme
ahora.
Sonri, con una sonrisa suave, tranquila,
diablica; comprend que detrs de su suavidad
haba algn ardid. Dijo:
Y su equipaje?
No me preocupa. Puedo mandar que
vengan a buscarlo en otro momento.
El Conde se levant y dijo, con una afable
inclinacin que hizo que me frotase los ojos, por lo
sincero que pareca:
Entre ustedes los ingleses hay una expre-
sin que yo siempre tengo presente, porque su es-
pritu impera entre nosotros los boyardos: Acoge
al invitado que llega, ayuda a marcharse al que se
va. Venga conmigo, mi joven amigo. No perma-
necer una sola hora en mi casa en contra de su

138
Drcula

voluntad, aunque siento que se vaya de manera


tan repentina. Vamos!
Con solemne gravedad, cogi una lmpara
e inici la marcha delante de m; bajamos la esca-
lera y recorrimos el vestbulo. De repente, se de-
tuvo.
Escuche!
Muy cerca, aull una manada de lobos. Fue
casi como si hubiesen surgido a un gesto de su
mano, igual que la msica de una gran orquesta
parece brotar de repente bajo la batuta del direc-
tor. Tras una breve pausa, reanud su paso so-
lemne hasta la puerta, descorri los pesados cerro-
jos, desenganch la gruesa cadena y empez a
abrir.
Para asombro mo, vi que no estaba cerrada
con llave. Mir a mi alrededor con recelo, pero no
vi llave alguna por ninguna parte.
Cuando la puerta empez a abrirse, los au-
llidos de los lobos, en el exterior, se hicieron ms

139
Bram Stoker

violentos y furiosos; sus rojas mandbulas daban


dentelladas en el aire, y sus embotadas pezuas se
metan por la abertura de la puerta. Comprend
que era intil luchar en ese momento contra el
Conde. Con semejantes aliados bajo su mando, yo
no poda hacer nada. No obstante, el Conde sigui
abriendo la puerta lentamente; slo su cuerpo cu-
bra la abertura. De pronto, se me ocurri que qui-
z era ste el ltimo instante de mi vida, y sta la
muerte que se me reservaba: iba a ser entregado a
los lobos, y precisamente por sugerencia ma. La
idea, por lo que tena de diablica, era digna del
Conde; y en ltimo extremo, exclam:
Cierre la puerta; esperar hasta maana!
Y me cubr el rostro con las manos para ocultar
mis lgrimas de amarga decepcin. El Conde cerr
la puerta con un movimiento de su brazo podero-
so; chirriaron los grandes cerrojos y retumbaron
en el vestbulo al volverlos a pasar.

140
Drcula

Regresamos en silencio a la biblioteca; y


tras un minuto o dos, me retir a mi habitacin. A
modo de despedida, el conde Drcula me envi
un beso con la mano; tena en los ojos un centelleo
rojo de triunfo y una sonrisa que habra enorgulle-
cido al propio Judas en el infierno.
Ya en mi habitacin, y a punto de acostar-
me, me pareci or un susurro al otro lado de la
puerta. Me acerqu sigilosamente y escuch. Si no
me engaaban mis odos, era la voz del Conde;
deca:
Atrs, atrs; fuera de aqu! An no ha
llegado vuestra hora. Tened paciencia. Maana
por la noche, maana por la noche ser vuestro!
Hubo un murmullo de risas; en un arrebato
de furia, abr la puerta y sorprend a las tres muje-
res terribles lamindose los labios. Al verme, sol-
taron una risotada y echaron a correr.
Volv a entrar en mi habitacin y ca de ro-
dillas. Tan pronto est mi fin, entonces? Maana!

141
Bram Stoker

Maana! Seor, aydame, y ayuda a aquellos


que me quieren!

30 de junio, por la maana

Puede que sean stas las ltimas palabras


que escribo en mi diario. He dormido hasta poco
antes del amanecer, y al despertar, he vuelto a
arrodillarme; porque he decidido que si llega la
Muerte, me encuentre preparado.
Al fin not ese cambio sutil en el aire que
anuncia el comienzo de la maana. Luego o el
agradable canto del gallo, y me sent fuera de pe-
ligro. Con el corazn alegre, sal de mi habitacin
y baj corriendo al vestbulo. Haba observado que
la puerta no estaba cerrada con llave, y ahora tena
ocasin de escapar. Con manos temblorosas por la
ansiedad, desenganch la cadena y descorr los
slidos cerrojos.

142
Drcula

Pero la puerta no se movi. Me sent com-


pletamente desesperado; tir y tir de ella, y la sa-
cud hasta hacerla retemblar en su marco, a pesar
de lo gruesa que es. Vi que el pestillo de la cerra-
dura estaba corrido. El Conde la haba cerrado con
llave despus de retirarme yo.
Entonces me entraron unos deseos locos de
conseguir la llave a cualquier precio; decid des-
colgarme por el muro otra vez y entrar en la habi-
tacin del Conde. Quiz me matara, pero la muer-
te me pareca ahora el ms afortunado de todos
mis males. Sin vacilar un instante, sub corriendo a
la ventana del este y gate muralla abajo, como
antes, hasta la habitacin del Conde. Estaba vaca,
pero era algo que ya me esperaba. No pude encon-
trar la llave por ninguna parte, aunque el montn
de oro segua estando all. Cruc la puerta del
fondo, baj por la escalera de caracol y recorr el
largo pasadizo hasta la vieja capilla. Ahora saba
dnde encontrar al monstruo que buscaba.

143
Bram Stoker

El cajn estaba en el mismo lugar junto a la


pared, pero tena puesta la tapa; no estaba clava-
da, aunque tena puestos los clavos en el sitio,
preparados para remacharlos. Saba que deba re-
gistrarle el cuerpo para buscar la llave; as que le-
vant la tapa y la apoy contra la pared; entonces
vi algo que me hel el alma de terror. El Conde
estaba all, pero su aspecto era como si hubiese re-
juvenecido en cierto modo, porque su cabello
blanco y el pelo de su bigote haban adquirido un
matiz acerado y grisceo; tena las mejillas ms
llenas, y en su blanca piel afloraba una coloracin
sonrosada; tena la boca ms roja que nunca, y en
los labios tena unas gotas de sangre fresca que se
le haban corrido por las comisuras, hasta la barbi-
lla y el cuello. Incluso los ojos profundos y ardien-
tes parecan rodeados de una carne hinchada, ya
que se le haban abultado los prpados y las bolsas
de debajo. Era, sencillamente, como si ese espan-
toso ser estuviese atiborrado de sangre; yaca co-

144
Drcula

mo una repulsiva sanguijuela exhausta en su sa-


ciedad. Al inclinarme y tocarlo me estremec, y se
me revolvieron todos los sentidos ante su contac-
to; pero tena que registrarle, o estaba perdido. La
prxima noche, mi cuerpo brindara un banquete
de sangre a esas tres horrendas mujeres. Le tante
todo el cuerpo, pero no encontr el menor rastro
de llave. Luego me detuve a observar al Conde.
Haba una sonrisa de burla en su cara hinchada,
capaz de hacerme enloquecer. Este era el ser al
que haba ayudado a trasladarse a Londres, don-
de, quiz durante los siglos venideros, podra sa-
ciar su sed de sangre entre sus millones de habi-
tantes y crear un crculo cada vez mayor de semi-
demonios dispuestos a cebarse en los seres inde-
fensos. La sola idea me trastorn. Me entraron
unas ganas terribles de librar al mundo de seme-
jante monstruo. No tena ninguna arma a mano,
pero cog una de las palas empleadas por los tra-
bajadores para llenar los cajones y, alzndola, des-

145
Bram Stoker

cargu un golpe de filo sobre la odiosa cara. Pero


en ese instante, gir la cabeza, y sus ojos me mira-
ron de lleno con todo el fulgor de un terrible basi-
lisco. Su visin hizo que la pala girase en mis ma-
nos y se desviase, infligindole una honda cuchi-
llada en la frente. Se me fue la pala de las manos,
yendo a parar al otro lado del cajn; al cogerla, el
borde de la hoja se enganch en la tapa y la hizo
caer, cerrndose sobre el cajn y ocultando de mi
vista al ser espantoso. An tengo delante su cara
hinchada, inmvil, manchada de sangre, con una
sonrisa de malevolencia cuyo lugar apropiado
haba sido el ms negro de los infiernos.
Pensaba y pensaba sobre qu deba hacer,
pero pareca que me iba a estallar el cerebro; me
qued paralizado, sintiendo cmo me aumentaba
la desesperacin.
Y de repente, a lo lejos, o cantar alegremen-
te a los gitanos; y al tiempo que sus canciones, o
tambin el traqueteo de las ruedas pesadas y el

146
Drcula

restallar de los ltigos: ah venan los cngaros y


los eslovacos que haba dicho el Conde. Ech una
ltima mirada a mi alrededor y al cajn que con-
tena el horrendo cuerpo, me march apresurada-
mente y entr en la habitacin del Conde decidido
a salir corriendo tan pronto como se abriese la
puerta. Escuch con el odo muy atento, o el chi-
rrido de la llave, abajo en la gran cerradura, y lue-
go el ruido de la puerta al ser empujada. Deba de
haber otro medio de entrar, o alguien tena la llave
de una de las puertas cerradas. Luego sonaron
muchos pasos que se perdan por algn pasadizo
que resonaba con eco metlico. Me dispona a ba-
jar corriendo otra vez hacia la cripta, donde poda
descubrir la nueva entrada, pero en ese momento
sopl una violenta rfaga de viento, y la puerta
que da acceso a la escalera de caracol se cerr con
un golpe que precipit al aire el polvo de su din-
tel. Corr a abrirla, pero estaba tan encajada que
me fue imposible. Volva a estar prisionero, y la

147
Bram Stoker

red de mi condenacin se cerraba en torno mo


an ms.
Mientras escribo esto, oigo en el pasillo de
abajo ruido de muchos pasos y crujidos de objetos
pesados al ser transportados con dificultad; sin
duda son los cajones con su cargamento de tierra.
Se oyen martillazos; estn clavando el cajn. Aho-
ra oigo pasos pesados por el vestbulo, y unas pi-
sadas ms ligeras detrs de ellos.
Han cerrado la puerta, y suena la cadena;
oigo el chirrido de la llave en la cerradura; sacan la
llave; ahora se abre otra puerta y se cierra. Oigo
pasar el cerrojo y la cerradura.
Ah!, en el patio, y abajo en el camino pe-
dregoso, se oye el traqueteo de ruedas pesadas, el
estallido de los ltigos, y el coro de cngaros que se
alejan.
Me encuentro solo en el castillo, con esas
mujeres horribles. Pero Mina es mujer, y no tiene

148
Drcula

nada en comn con ellas! Esas son demonios del


Averno!
No me quedar a solas con ellas; tratar de
llegas ms abajo por la muralla del castillo. Me
llevar unas monedas de oro por si me hacen falta
despus. Puede que encuentre una forma de salir
de este lugar espantoso.
Y regresar a mi pas! Coger el tren ms
rpido y el ms prximo!; huir de este sitio in-
fernal, de esta tierra maldita, donde el demonio y
sus hijos an andan con pies terrenales!
En todo caso, la misericordia de Dios es me-
jor que la de estos monstruos, y el precipicio es
alto y cortado a pico. Al pie de este abismo, el
hombre puede descansar como hombre. Adis a
todos! Mina!

149
CAPITULO V

CARTA DE LA SEORITA
MINA MURRAY
A LA SEORITA
LUCY WESTENRA

9 de mayo

Queridsima Lucy:
Perdona mi tardanza en escribirte, pero he
estado sencillamente abrumada de trabajo. La vi-
da de una maestra auxiliar es a veces agotadora.
Tengo muchas ganas de estar contigo, junto al
mar, para poder charlar libremente y hacer casti-
llos en el aire. ltimamente trabajo bastante, por-
que quiero ponerme a la altura de los estudios de
Jonathan, y practico la taquigrafa con asiduidad.
As podr ayudarle cuando estemos casados; y si
Drcula

consigo adquirir suficiente soltura, podr tomar


nota de todo lo que quiera dictarme y pasarlo a
mquina, cosa que tambin practico mucho. A ve-
ces nos escribimos en taquigrafa, y l lleva un
diario taquigrfico de sus viajes por el extranjero.
Cuando est contigo, empezar un diario igual.
No me refiero a un diario de esos en que cada se-
mana ocupa dos pginas, con el domingo resumi-
do en una esquina, sino que voy a escribir cada
vez que sienta deseos de hacerlo. Supongo que no
tendr mucho inters para los dems; pero no va
destinado a nadie. Puede que algn da se lo en-
see a Jonathan, si hay algo en l que merezca la
pena; aunque en realidad quiero que sea un cua-
derno de ejercicios. Tratar de hacer lo que hacen
las periodistas: entrevistar, describir y tratar de
recordar conversaciones. Me han dicho que con un
poco de prctica se puede recordar todo lo ocurri-
do, o lo que se oye durante el da. Pero ya vere-
mos. Ya te contar todos mis pequeos proyectos

151
Bram Stoker

cuando estemos juntas. Acabo de recibir unas l-


neas apresuradas de Jonathan desde Transilvania.
Se encuentra bien y estar de regreso dentro de
una semana. Tengo muchas ganas de que me
cuente todas sus peripecias. Debe de ser maravi-
lloso visitar pases extraos. Me pregunto si algu-
na vez los veremos juntos; quiero decir, Jonathan
y yo. Estn dando las diez. Adis.
Con todo mi afecto,
MINA

Hblame de todas las novedades cuando


me escribas. Hace mucho que no me cuentas nada.
He odo rumores; especialmente, acerca de un
hombre alto, guapo y de pelo rizado (???).

CARTA DE LUCY WESTENRA A MINA


MURRAY

152
Drcula

Chatham Street, 17
Mircoles

Queridsima Mina:
Debo decir que me acusas muy injustamen-
te de ser perezosa en escribir. Te he escrito dos ve-
ces desde que nos separamos, mientras que tu l-
tima carta ha sido la segunda. Adems, tengo poco
que contarte. En realidad, no hay nada que merez-
ca tu inters. La ciudad se pone muy agradable en
esta poca, y salimos a ver exposiciones y a pasear
a pie o a caballo por el parque. En cuanto al caba-
llero alto de pelo rizado, supongo que se trata del
que estuvo conmigo en el ltimo concierto. Por lo
que veo, alguien ha ido contando chismes por ah.
Se trata del seor Holmwood. Viene con frecuen-
cia a vernos, y l y mam se llevan muy bien; tie-
nen muchas cosas en comn de que hablar. Hace
poco hemos conocido a un hombre que parece
hecho para ti, si no fuera porque ya ests prometida

153
Bram Stoker

a Jonathan. Es un buen partido: guapo, con dinero,


y de buena familia. Es mdico, y verdaderamente
inteligente. Figrate! Tiene slo veintinueve aos
y ya dirige un manicomio inmenso. Me lo presen-
t el seor Holmwood, y ha venido a vernos; an
sigue viniendo de vez en cuando. Creo que es uno
de los hombres ms decididos que conozco, a pe-
sar de que es muy tranquilo. Imagino el poder
maravilloso que debe de ejercer sobre sus pacien-
tes. Tiene la extraa costumbre de mirar a las per-
sonas a la cara como si tratase de leerles el pensa-
miento. A m intenta lermelo muchas veces, pero
me satisface decir que soy muy dura de roer. Yo
misma lo he comprobado mirndome al espejo.
Has intentado alguna vez leer tu propio rostro?
Yo si, y puedo decirte que no es mal ejercicio,
aunque resulta ms' complicado de lo que imagi-
nas, si no lo has intentado nunca. E1 dice que soy
un curioso caso psicolgico, cosa a la que humil-
demente le doy la razn. Como sabes, no me inte-

154
Drcula

resan los vestidos lo bastante como para saber qu


moda se lleva. La ropa es un rollo. Esto es argot,
pero no importa; Arthur lo dice a diario. Bueno,
eso es todo. Mina, t y yo nos hemos contado
nuestros secretos desde que ramos nias; hemos
dormido juntas y comido juntas, y hemos redo y
llorado juntas tambin; y ahora, aunque te he di-
cho algo, quisiera seguir contndote ms. Oh,
Mina, no lo adivinas? Le quiero. Me estoy ponien-
do colorada mientras escribo; pues aunque creo
que l me quiere tambin, no me lo ha dicho con
palabras. Pero le quiero, Mina; le quiero! El decir-
lo me hace feliz. Quisiera que estuviramos juntas,
sentadas junto al fuego, en bata, como solamos, y
contarte todo lo que siento. No s ni cmo te es-
cribo esto. Tengo miedo de detenerme, porque se-
ra capaz de romper la carta, y no quiero; quiero
contrtelo todo. Contstame enseguida, y dime qu
piensas de todo esto, Mina; debo terminar. Buenas

155
Bram Stoker

noches. Acurdate de m en tus oraciones, y pide


por mi felicidad.
LUCY

P. D. No hace falta que te diga que es un se-


creto. Buenas noches otra vez.

CARTA DE LUCY WESTENRA A MINA


MURRAY

24 de mayo

Queridsima Mina:
Gracias, gracias y gracias otra vez por tu
cariosa carta! Es maravilloso poder contarte co-
sas y saber que me comprendes.
Las alegras no vienen solas. Cun ciertos
son los proverbios! Aqu me tienes a m: voy a
cumplir veinte aos en setiembre, an no me
haba hecho nadie ninguna proposicin matrimo-

156
Drcula

nial, y acaban de hacerme tres. Tres proposiciones


en un solo da! No es terrible? Compadezco, sin-
ceramente compadezco, a los otros dos pobres.
Oh, Mina, estoy que no quepo en m de felicidad!
Tres proposiciones! Pero por lo que ms quieras,
no se lo digas a las dems, no sea que imaginen
toda clase de ideas extraas y vayan a considerar-
se despreciadas y ofendidas, si al primer da de
estar en casa no se les declaran por lo menos seis.
Algunas son vanidosas. T y yo, mi querida Mina,
que estamos prometidas y vamos a entrar pronto
en la vida apacible de casadas, podemos despre-
ciar la vanidad. Bueno, voy a hablarte de los tres,
pero debes guardarme el secreto, y no revelrselo
a nadie; quitando a Jonathan, naturalmente. A l se
lo dirs, porque si fuese al revs, yo tambin se lo
dira a Arthur. Una mujer debe contrselo todo a
su esposo, no crees?, y yo debo ser franca. Los
hombres y las mujeres, sus esposas naturalmente,
deben ser francos por igual; aunque me temo que

157
Bram Stoker

las mujeres no son siempre todo lo sinceras que


deberamos ser. Pues vers, el primero lleg poco
antes de comer. Ya te he hablado de l; es el doctor
John Seward, el director del manicomio, con su
fuerte mandbula y su frente ancha. Por fuera apa-
rentaba frialdad, aunque se le notaba nervioso.
Evidentemente, se haba aprendido los ms pe-
queos detalles, y los tuvo en cuenta; pero casi se
las arregla para sentarse encima de su sombrero
de copa, cosa que no suele hacer un hombre fro; y
luego, para aparentar normalidad, se puso a jugar
con una lanceta de una forma que casi me hace
dar un grito. Fue directamente al grano. Me dijo
que me quera, aunque me conoca poco, y lo feliz
que sera su vida si yo le corresponda. Iba a de-
cirme lo desdichado que se sentira si le rechazaba,
cuando vio que yo estaba llorando; entonces dijo
que era un bruto y que no me causara ms pena.
A continuacin se interrumpi y me pregunt si
podra llegar a quererle con el tiempo; y al decirle

158
Drcula

yo que no con la cabeza, le temblaron las manos, y


me pregunt, tras alguna vacilacin, si amaba ya a
otro. Lo pregunt con mucha delicadeza, diciendo
que no quera arrancarme una confidencia, sino
saberlo nicamente, porque si el corazn de una
mujer estaba libre, un hombre an poda tener es-
peranza. Entonces, Mina, me pareci una especie
de obligacin decirle que haba otro. Tan pronto
como se lo dije, se levant con expresin decidida
y muy seria, me cogi las dos manos entre las su-
yas, y dijo que esperaba que fuese feliz, y que si
alguna vez necesitaba a un amigo, pensase en l
antes que en nadie. Oh, Mina, no puedo contener
las lgrimas!; perdona esta carta salpicada de
manchurrones. El que se le declaren a una es muy
bonito y todo lo que quieras, pero no te hace feliz
cuando ves marcharse con el corazn destrozado a
un pobre muchacho, que sabes que te ama since-
ramente, y que, diga lo que diga en ese momento,
vas a desaparecer de su vida para siempre. Mina,

159
Bram Stoker

querida, no puedo seguir escribiendo; me siento


muy desgraciada, aunque sea feliz.

Por la tarde
Acaba de irse Arthur, y me siento ms ani-
mada que cuando me interrump; as que voy a
seguir contndote lo ocurrido en el da. Bueno, el
nmero dos lleg despus de comer. Es un simp-
tico americano de Texas, y es tan joven y tierno
que parece casi imposible que haya visitado tantos
sitios y haya tenido tantas aventuras. Comprendo
a la pobre Desdmona cuando derramaron en su
odo tan peligrosas palabras, aunque vinieran de
un negro. Creo que las mujeres somos tan cobar-
des que nos casamos porque creemos que los
hombres nos van a salvar de nuestros miedos.
Ahora s lo que hara yo si fuese hombre y quisie-
ra enamorar a una mujer. Pero no; no lo s, porque
ah tienes al seor Morris, que nos estuvo contan-
do aventuras, y a Arthur, que jams ha contado

160
Drcula

ninguna, y sin embargo... Pero voy demasiado de-


prisa. Cuando el seor Quincey P. Morris lleg,
me encontr sola. Parece que el hombre siempre
encuentra sola a la mujer. Pero no, no es as; por-
que Arthur ha conseguido verme a solas casual-
mente dos veces, ayudndole yo todo lo que poda;
ahora no me da vergenza confesarlo. Antes que
nada debo decir que el seor Morris no siempre
habla en argot americano; es decir, no lo hace
cuando habla con extraos o en presencia de ellos,
ya que es muy educado y posee unos modales re-
finados...; pero descubri que a m me divierte or-
le hablar en slang americano y siempre que estoy
yo presente y no hay nadie que pueda molestarse,
no para de decir cosas divertidas. Me temo que
inventa las expresiones, porque se ajustan exacta-
mente a lo que est diciendo. Pero hace falta mu-
cha prctica para hablar en slang. No s si ser ca-
paz de hablar as alguna vez; ni s si a Arthur le
gusta, ya que hasta ahora no le he odo utilizar

161
Bram Stoker

ninguna clase de argot. En fin, el seor Morris se


sent a mi lado, feliz y contento, aunque le notaba
muy nervioso. Me cogi una mano entre las suyas,
y dijo con dulzura:
Seorita Lucy, s que no soy digno de
atar los cordones de sus zapatos, pero sospecho
que si aguarda hasta encontrar al hombre que lo
sea, se unir a las siete jvenes de las lmparas
cuando salga. Por qu no nos aparejamos los dos
y emprendemos juntos el mismo camino con do-
bles arreos?
Bueno, le vi de tan buen humor y tan jovial,
que rechazarle no me pareci ni la mitad de dolo-
roso que al pobre doctor Seward; as que le dije lo
ms alegremente que pude, que no saba nada de
aparejar, y que no tena ningn deseo de llevar
arreos todava. Entonces dijo l que haba hablado
con ligereza, y que esperaba que le perdonase si se
haba equivocado al hacerlo de este modo, en un
momento tan grave y trascendental para l. Ver-

162
Drcula

daderamente, se puso serio al decir esto, y no pu-


de evitar el ponerme seria yo tambin. S, Mina,
que me vas a juzgar una coqueta terrible..., pero
no puedo evitar el sentir una especie de alegra
porque fuese el nmero dos en el mismo da. Y
luego, Mina, antes de que yo dijese nada, empez
a derramar un torrente de galanteras, poniendo
su alma y su corazn a mis pies. Estuvo tan serio
todo el tiempo, que nunca ms volver a pensar
que un hombre es siempre divertido y no se toma
riada en serio porque a veces est gracioso. Su-
pongo que ley algo en mi cara que le hizo recapa-
citar, porque se interrumpi de repente, y dijo con
tanto fervor varonil que, de haber estado yo libre,
habra podido hacer que le amara:
Lucy, es usted una joven sincera, lo s.
No estara yo aqu hablndole como lo estoy
haciendo, si no viese en usted una firmeza, una
rectitud hasta lo ms profundo de su alma. Dga-
me con toda la sinceridad que debe reinar entre

163
Bram Stoker

dos buenos amigos: ama usted a otro? Si es as,


no volver a molestarla lo ms mnimo; aunque, si
me lo permite, seguir siendo un amigo fiel.
Querida Mina, por qu son los hombres
tan nobles, cuando las mujeres somos tan poco
merecedoras de ellos? Y yo que me estaba riendo
casi de este caballero generoso y cabal. Me ech a
llorar me temo, querida, que vas 'a encontrar
esta carta mojada en ms de un sentido , y me
sent verdaderamente apenada. Por qu no deja-
rn a una mujer casarse con tres hombres a la vez,
o con todos los que quiera, y evitarles as esta clase
de disgustos? Pero eso es una hereja que no debo
decir. Me alegra confesar que, aunque lloraba, fui
capaz de mirar al seor Morris en sus valerosos
ojos, y decirle con sinceridad:
S, hay alguien a quien quiero, aunque l
no me ha dicho an que me ama.
Hice bien hablndole con esa franqueza,
porque entonces se le ilumin el semblante, alarg

164
Drcula

las manos y me cogi las mas creo que fui yo


quien las meti entre las suyas, y dijo con cor-
dialidad:
Bien por mi joven valerosa. Prefiero
haber llegado tarde para conquistar su corazn
que llegar a tiempo para enamorar a cualquier
otra mujer del mundo. No llore, querida ma. Yo
soy un hueso muy duro de roer; lo recibo con bas-
tante entereza. Si ese otro joven no sabe la suerte
que tiene, bueno, ser mejor que se entere pronto;
porque de lo contrario tendr que vrselas conmi-
go. Chiquilla, su sinceridad y su valenta me han
ganado como amigo, lo que es ms difcil que ga-
narme como enamorado. Mi querida Lucy, voy a
recorrer muy solo el largo camino de aqu al da
del Juicio. No va a darme un beso? Eso me disi-
par las tinieblas de vez en cuando. Puede hacerlo
si quiere ya que ese otro joven que debe de ser
una excelente persona, porque si no, no le querra
usted no le ha dicho nada an.

165
Bram Stoker

Eso me gan completamente, Mina, porque


era muy caballeroso y amable de su parte, y de
noble rival, no te parece?, a la vez que muy triste;
as que fui y le di un beso. Y l se levant con mis
manos cogidas me temo que yo estaba muy co-
lorada, y dijo:
Chiquilla, tengo sus manos en las mas, y
un beso suyo; si ambas cosas no sellan nuestra
amistad, nada la sellar. Gracias por su amable
franqueza; y ahora, adis.
Me apret la man y, cogiendo el sombrero,
se fue de la habitacin sin volver la cabeza, sin
una lgrima, ni un temblor, ni una vacilacin; y ya
estoy llorando yo como un cro. Oh, por qu ha
de ser desventurado un hombre como se, cuando
hay montones de chicas que besaran el suelo que
pisa? Yo misma lo besara, si estuviese libre..., slo
que no quiero estarlo. Querida Mina, estoy muy
afectada, y me siento incapaz de hablarte de mi
felicidad, despus de haberte contado esto; as que

166
Drcula

no hablar del nmero tres hasta que pueda hacer-


lo sin sombra alguna de tristeza.
Te quiere muchsimo,
LUCY
P. D. Bueno, en cuanto al nmero tres, no
hace falta que te diga nada, verdad? Adems, fue
todo muy confuso; me parece que transcurri un
instante tan slo, desde su entrada en la habita-
cin hasta que me rodearon sus brazos, y me bes.
Soy muy, muy feliz, y no s qu he hecho para
merecerlo. Slo s que en el futuro tengo que de-
mostrar mi gratitud al Cielo por haberme conce-
dido este amigo, este esposo, este enamorado.
Adis.
DIARIO DEL DOCTOR SEWARD
(grabado en fongrafo)

25 de abril

167
Bram Stoker

No tengo apetito hoy. No soy capaz de co-


mer ni de descansar, as que vuelvo a mi diario.
Desde la negativa de ayer, siento una especie de
vaco interior; nada en el mundo tiene la impor-
tancia suficiente como para despertar mi inters...
Como veo que la nica cura para este mal es el
trabajo, he bajado a ver a los pacientes. He escogi-
do al que presenta el caso ms interesante. Tiene
unas ideas tan singulares y distintas a las de los
locos corrientes, que he decidido estudiarle al
mximo. Hoy creo que he estado ms cerca que
nunca del ncleo de su misterio.
Le he interrogado ms a fondo que nunca,
con el propsito de conocer los elementos de su
alucinacin. Me doy cuenta ahora de que he pro-
cedido con cierta crueldad. Pareca como si me
empease en hacerle hablar de su locura..., cosa
que evito cuando hablo con mis pacientes, como
evitara la boca del infierno (Mem., en qu cir-
cunstancias no evitara el abismo del infierno?).

168
Drcula

Omnia Romae venalia sunt. El infierno tiene su pre-


cio!, verb. sap Si hay algo detrs de este instinto,
valdr la pena estudiarlo ms adelante con exacti-
tud, de modo que lo mejores que empiece ya; por
consiguiente:
R. M. Renfield, aetat. 59. Temperamento san-
guneo; gran fuerza fsica; patolgicamente excita-
ble; perodos de depresin que concluyen con al-
guna idea fija imposible de precisar. Supongo que
el temperamento sanguneo unido a una influen-
cia perturbadora provocan la obnubilacin total
de la conciencia; es un hombre posiblemente peli-
groso, probablemente peligroso, aunque carece de
egosmo. En los egostas, la cautela es una arma-
dura tan eficaz para sus enemigos como para ellos
mismos. A este respecto, pienso lo siguiente:
cuando la idea fija es el yo, la fuerza centrpeta se
equilibra con la centrfuga; cuando se trata de un
deber, una causa, etc., la fuerza centrfuga es ex-

169
Bram Stoker

trema, y slo la puede equilibrar un accidente o


una serie de accidentes.

CARTA DE QUINCEY P. MORRIS AL


HONORABLE
ARTHUR HOLMWOOD

25 de mayo

Mi querido Art.:
Nos hemos contado historias, sentados jun-
to al fuego de campamento, en las praderas; nos
hemos vendado las heridas el uno al otro, tras
desembarcar en las Marquesas, y hemos brindado
por nuestra salud a orillas del Titicaca. Ahora te-
nemos nuevas historia que contar, y nuevas heri-
das que restaar, y un nuevo motivo por el que
brindar. Podras venir a mi fuego de campamen-
to maana por la noche? No dudo en pedrtelo

170
Drcula

porque s que cierta dama tiene que asistir a una


cena, y que estars libre. Habr slo otra persona
ms, nuestro viejo camarada de Corea, Jack Se-
ward, vendr tambin. Queremos mezclar nues-
tras lgrimas en una copa de vino y brindar de to-
do corazn a la salud del hombre ms afortunado
del ancho mundo, que ha conquistado el corazn
ms noble que Dios ha hecho, y el ms digno de
ser conquistado. Te prometemos un cordial reci-
bimiento, una clida felicitacin, y un brindis tan
sincero y leal como tu mano derecha. Juramos lle-
varte a casa si te excedes bebiendo a la salud de
cierto par de ojos. No dejes de venir!
Tu amigo de siempre,
QUINCEY P. MORRIS
TELEGRAMA DE ARTHUR HOLM-
WOOD
A QUINCEY P. MORRIS

26 de mayo

171
Bram Stoker

Contad conmigo. Llevar mensajes que re-


galarn vuestros odos.
ART

172
CAPITULO VI

DIARIO DE MINA MURRAY

24 de julio, Whitby

Lucy me esperaba en la estacin, ms boni-


ta y encantadora que nunca; de all subimos en co-
che a la casa de Crescent, donde se alojan. Es un
sitio maravilloso. El pequeo ro, el Esk, corre por
un profundo valle que se ensancha al llegar al
puerto. Lo cruza un gran viaducto, apoyado sobre
altos pilares a travs del cual la perspectiva parece
mucho ms lejana de lo que es en realidad. El valle
es hermosamente verde, y tan escarpado, que
cuando se est arriba, en cualquiera de los lados
del valle, puede verse perfectamente lo que hay en
el de enfrente, a menos que se est lo bastante cer-
Bram Stoker

ca del borde y se quiera mirar hacia abajo. Las ca-


sas de la parte vieja del pueblo al otro lado de
donde estamos nosotras tienen todas el tejado
rojo, y parecen amontonarse unas sobre otras, co-
mo en esos cuadros que vemos de Nuremberg.
Exactamente encima del pueblo se levanta la aba-
da de Whitby, que fue saqueada por los daneses,
y constituye uno de los escenarios de Marmion,
donde es emparedada la joven en el muro. Son
unas nobles ruinas de enormes proporciones, lle-
nas de belleza y de detalles romnticos; existe una
leyenda segn la cual se ve a una dama de blanco
en una de las ventanas. Entre la abada y el pueblo
hay otra iglesia, la parroquial, alrededor de la cual
se extiende un gran cementerio completamente
lleno de lpidas. A mi juicio, ste es el lugar ms
precioso de Whitby; porque est situado exacta-
mente encima del pueblo, y desde l se domina el
puerto y toda la baha, desde la que el promonto-
rio llamado de Kettleness se adentra en el mar.

174
Drcula

Desciende tan abruptamente hacia el puerto que


se ha desmoronado parte del borde, destruyndo-
se algunas de las tumbas. Hay un sitio donde las
losas de los sepulcros sobresalen en el aire, por
encima de un sendero arenoso que pasa muy aba-
jo. El cementerio tiene paseos con bancos a los la-
dos, y la gente viene a sentarse todo el da, a con-
templar el maravilloso panorama y disfrutar de la
brisa. Yo tambin pienso venir con frecuencia a
trabajar. En realidad, estoy escribiendo aqu, con
el cuaderno sobre las rodillas, mientras escucho la
conversacin de tres ancianos que tengo sentados
a mi lado. Parece que en todo el da no tienen otra
cosa que hacer que venir aqu a charlar.
El puerto est situado debajo de m, el lado
de enfrente tiene un largo muro de granito que
llega hasta el mar y describe una curva en el ex-
tremo exterior y en el centro de sta se levanta un
faro. Una enorme escollera protege toda esa parte
exterior. El lado de ac forma un codo que tuerce

175
Bram Stoker

en direccin opuesta, donde hay otro faro. Entre


los dos espigones hay una estrecha abertura que
da acceso al puerto, y a partir de la cual ste se en-
sancha sbitamente.
Cuando la marea est alta, es precioso; pero
en la bajamar, el agua desaparece, y no queda ms
que la corriente del Esk discurriendo entre bancos
de arena y rocas diseminadas. Fuera del puerto, en
este lado, hay un, gran acantilado de una media
milla de longitud, cuya pared arranca justo detrs
del faro sur. En su extremo hay una boya con una
campana que se balancea durante el mal tiempo y
lanza al viento su lgubre taido. Tienen una le-
yenda aqu que dice que cuando naufraga un bar-
co se oyen campanas en el mar. Voy a preguntarle
a ese anciano que viene hacia aqu qu sabe de to-
do esto...
Es un hombre muy simptico. Debe de ser
viejsimo, porque tiene la cara nudosa y arrugada
como una corteza de rbol. Dice que tiene casi cien

176
Drcula

aos. Y que iba ya de marinero en la flota pesque-


ra de Groenlandia cuando se libr la batalla de
Waterloo. Me parece una persona muy escptica;
porque al preguntarle sobre esas campanas del
mar y sobre la Dama de Blanco de la abada, ha
dicho bruscamente:
Yo no me preocupara de esas histo-
rias, seorita. Todo eso son cosas pasadas de
moda. No digo que no ocurrieran en otro tiem-
po; lo que s le aseguro es que en mis tiempos
ya no ocurra. Todo eso est muy bien para visi-
tantes, excursionistas y gente as; pero no para
una guapa seorita como usted. Que se quede
para los domingueros de York y de Leeds, que
no vienen ms que a comer arenque ahumado,
beber t y comprar azabache a bajo precio.
Aunque me extraa que nadie se moleste en
contarle mentiras a esa gente; ni siquiera los
peridicos, que estn llenos de tonteras.

177
Bram Stoker

Pens que quiz poda contarme alguna co-


sa interesante, y le pregunt si le importara
hablarme de cmo se pescaba la ballena antigua-
mente. Se dispona a empezar, cuando dieron las
seis; a lo cual, se puso de pie trabajosamente, y di-
jo:
Tengo que volver a casa, seorita. A mi
nieta no le gusta esperar cuando tiene el t prepa-
rado; porque me cuesta mucho andar sorteando
sepulturas, ya que hay una infinidad; adems, se-
gn el reloj, mi barriga necesita combustible.
Se march cojeando, y le vi bajar la escali-
nata todo lo deprisa que poda. Esta escalinata es
el rasgo ms caracterstico del lugar. Sube del
pueblo a la iglesia; tiene cientos de escalones no
s cuntos, y describe una curva elegante; su
declive es tan suave que hasta un caballo podra
subir y bajar por ella. Supongo que originalmente
debi de llegar hasta la abada. Voy a regresar yo
tambin. Lucy ha ido de visita con su madre, y

178
Drcula

como era de cumplido, no he querido ir. A estas


horas ya habrn regresado.

1 de agosto

Hace una hora que he llegado aqu con Lu-


cy, y hemos tenido una charla de lo ms interesan-
te con mi anciano y dos amigos suyos, que siem-
pre vienen con l. Evidentemente, l es el sir Or-

culo2 de los tres, y me parece que en sus tiempos

debi de ser enormemente dictatorial. No admite


la opinin de nadie, y tiene que salirse siempre
con la suya. Cuando no puede rebatir las opinio-
nes de los dems, les intimida; y si se callan, con-
sidera que estn de acuerdo con l. Lucy est muy
bonita con su vestido de lino blanco; desde que
est aqu, tiene muy buen color. Me he dado cuen-
ta de que estos ancianos acuden inmediatamente a
sentarse a su lado, cuando nos ven aqu. Ella les

179
Bram Stoker

trata con mucho cario: me parece que los tiene


flechados a todos; creo que incluso ha sucumbido
mi anciano amigo, porque no slo no se pone im-
pertinente con ella, sino que me toca a m doble
racin. He vuelto a sacar a relucir el tema de las
leyendas, y enseguida ha iniciado una especie de
sermn. Tratar de recordar y transcribir lo que ha
dicho
Eso son solemnes tonteras; ni ms ni
menos. Las maldiciones, espectros, apariciones,
espritus, fantasmas y dems no sirven ms que
para asustar a los nios y a las mujeres pusilni-
mes. Son como las pompas de jabn! Eso y todos
los signos y presagios no son sino invenciones de
los curas, los pedantes malintencionados y los via-
jantes de comercio para impresionar y asustar a
los chicos y obligar a las gentes a hacer lo que de
otro modo no haran. Me subleva pensar en esa
gente. Porque son ellos los que, no contentos con
publicar mentiras en el peridico, y con predicar-

180
Drcula

las desde el plpito, se empean en esculpirlas en


las lpidas. Mire a su alrededor, en la direccin
que usted quiera; todas esas lpidas, que levantan
orgullosas la cabeza lo que pueden, se doblan y se
desploman bajo el peso de las mentiras que hay
escritas en ellas. Todas dicen: Aqu yacen los res-
tos, o Dedicada a la memoria de; sin embargo,
la mitad estn vacas, y a nadie le importa un r-
bano los difuntos, y mucho menos su memoria.
Todo son mentiras; mentiras y nada ms que
mentiras! Dios, la barahnda que se armar el da
del Juicio, cuando salgan de aqu tambaleantes,
envueltos en sus mortajas, empujndose los unos
a los otros y arrastrando sus lpidas para probar
lo buenos que han sido; algunos irn temblando y
nerviosos, con las manos tan arrugadas y resbala-
dizas de tanto estar en el fondo del mar, que no
podrn agarrarla.
Observ, por el aire satisfecho del viejo y
la forma en que miraba p sus camaradas, que

181
Bram Stoker

trataba de darse importancia; as que dije,


para animarle:
Oh, seor Swales, no estar hablando en
serio! No pretender que lo que pone en todas es-
tas lpidas es falso, verdad?
Tonteras! Quiz haya alguna que no di-
ga mentiras; menos cuando quieren hacer a la gen-
te mejor de lo que era; porque hay quien piensa
que la mar es una balsa de aceite cuando se trata
de la suya. Pero todo son mentiras. Por ejemplo,
usted es forastera, y viene aqu, y ve este terreno
asent porque me pareca lo ms discreto; aun-
que no le entenda muy bien su dialecto, supona
que hablaba del cementerio; y prosigui: y con-
sidera que todas estas piedras hablan de gentes
que descansan aqu en paz y tranquilidad; a que
s? Asent otra vez. Pues ah es donde est la
mentira. Porque hay docenas de sepulturas que
estn ms vacas que la petaca del viejo Dun, los
viernes por la noche. Le dio un codazo a uno de

182
Drcula

sus compaeros, y se echaron todos a rer. Y


acaso poda ser de otra manera, muchacha? Mire
aquella de all, al otro lado del lomo de tierra. Lea
lo que pone!
Fui all y le:
Edward Spencelagh, patrn de barca, ase-
sinado por los piratas frente a la costa de Andres,
en abril de 1854, a los 30 aos de edad
Cuando regres prosigui el seor Swales:
Me pregunto quin lo traera para que es-
t enterrado aqu. Asesinado en la costa de An-
dres! Y cree usted que su cuerpo reposa ah deba-
jo? Y le podra nombrar a una docena cuyos hue-
sos se encuentran all en los mares de Groenlan-
dia y seal hacia el norte; si no se los han
llevado las corrientes marinas. Y las lpidas que
tiene usted a su alrededor. Sus jvenes ojos pue-
den leer lo que pone en esa de ah. Es de un tal
Braithwaite Lowrey, a cuyo padre conoc, que
naufrag en el Lively frente a la costa de Groen-

183
Bram Stoker

landia, en los aos veinte; o la de Andrew Wood-


house, que se ahog en los mismos mares en 1777;
o la de John Paxton, que se ahog frente al cabo
Farewell un ao despus; o la del viejo John Raw-
lings, cuyo abuelo naveg conmigo, que se ahog
en el golfo de Finlandia en los aos cincuenta.
Cree que todos esos hombres van a tener que
acudir corriendo a Whitby el da que suenen las
trompetas? Yo tengo mis dudas en ese sentido!
Porque como sea as, andarn a empujones y co-
dazos de tal manera que ser como cuando pele-
bamos en los tmpanos, antao, de la maana a la
noche, y tratbamos de enganchar nuestros trozos
a la luz de la aurora boreal.
Evidentemente, se trataba de alguna gracia
local, porque el viejo se ech a rer y sus compin-
ches le imita ron de buena gana.
Pero dije, yo creo que no est usted
completamente en lo cierto; porque parte del su-
puesto de que toda esa pobre gente, o sus espri-

184
Drcula

tus, tendrn que cargar con sus lpidas el da del


Juicio. Cree usted que eso ser verdaderamente
necesario?
Claro; para qu son las lpidas, si no?
Dgame, seorita!
Para complacer a los familiares, supongo.
Para complacer a los familiares, supone!
repiti en un tono de manifiesto desprecio.
Qu placer pueden producirles a los familiares
las mentiras que hay escritas en ellas, cuando todo
el pueblo sabe que son mentiras? Seal una l-
pida que haba a nuestros pies a modo de losa, so-
bre la que descansaba el banco, cerca del borde del
acantilado. Lea lo que pone en sa dijo.
Segn estaba yo sentada, tena las letras del
revs; pero Lucy, que estaba ms ladeada, se incli-
n y ley:
A la memoria de George Canon, muer-
to, con la esperanza en la gloriosa resurreccin, el
29 de julio de 1837, al caer de las rocas del Kettle-

185
Bram Stoker

ness. La desconsolada madre dedica esta tumba a


su hijo bienamado. Era hijo nico de esta viuda
Desde luego, seor Swales, no veo la gracia por
ninguna parte! Lucy hizo este comentario muy
seria; con cierta severidad.
No ve usted la gracia! Ja, ja! Eso es por-
que ignora que la desconsolada madre era una
bruja que odiaba al muchacho porque era un li-
siado, un cojo normal; y que l la odiaba hasta el
punto de que se suicid para que ella no cobrase
la pliza que tena sobre su vida. Se salt la tapa
de los sesos con un viejo mosquete que tena para
ahuyentar a los cuervos. No los ahuyent esa vez,
sino que atrajo cuervos y moscas sobre su cabeza.
As fue como se despe. En cuanto a sus espe-
ranzas en la gloriosa resurreccin, yo mismo he
odo contar muchas veces que esperaba ir al in-
fierno, ya que su madre era tan piadosa que estaba
seguro de que ira al cielo, y no quera pudrirse
donde ella estuviese. As que no es esta lpida, en

186
Drcula

fin de cuentas la golpe con su bastn mientras


hablaba, un montn de mentiras? Pues no se va
a rer ni nada Gabriel, cuando llegue Geordie
echando los bofes, cargado con su lpida, y se la
presente como prueba!
Yo no saba qu decir; pero Lucy desvi la
conversacin exclamando, mientras se levantaba:
Oh!, por qu nos cuenta todo esto? Es
mi banco favorito, y no quiero marcharme de l; y
ahora descubro que vengo a sentarme sobre la
tumba de un suicida.
Eso no le puede hacer ningn dao, pre-
ciosa; en cambio, puede que a Geordie le alegre
que una chica tan encantadora venga a sentarse a
su regazo. No le har ningn dao a usted. En rea-
lidad, yo hace que vengo a sentarme aqu ms de
veinte aos, y no me ha pasado nada. Y no se
preocupe por lo que haya o no haya debajo de us-
ted! Ya llegar el momento de asustarse, cuando
vea todo el mundo corriendo con sus lpidas, y

187
Bram Stoker

que el lugar se queda pelado como un campo de


rastrojo. Estn dando las horas; me tengo que
marchar. A sus pies, seorita! Y se fue cojean-
do.
Lucy y yo nos hemos quedado sentadas un
rato; y era todo tan hermoso a nuestro alrededor
que nos hemos cogido las manos; ella me ha
hablado otra vez de Arthur y de su prxima boda.
Esto me ha dejado un poco triste, porque hace ya
un mes entero que no s nada de Jonathan.

El mismo da

He vuelto a venir aqu, porque me siento


muy triste. No haba carta para m. Espero que no
le haya pasado nada a Jonathan. Acaban de dar las
nueve. Veo las luces diseminadas por todo el pue-
blo, unas en fila, sealando las calles, y otras ais-
ladas. Suben a lo largo del Esk y desaparecen en la
curva del valle. A mi izquierda, la perspectiva

188
Drcula

queda cortada por la negra silueta del tejado de


una casa vieja que hay vecina a la abada. Las ove-
jas balan a lo lejos, en los prados que tengo a mi
espalda, y oigo un repiqueteo de pezuas de asno
en la calle pavimentada de abajo. La banda de
msica del muelle toca estrepitosamente un vals y
ms all del muelle, el Ejrcito de Salvacin realiza
un desfile por una calleja. Ninguna de las bandas
oye a la otra; pero desde aqu oigo y veo a las dos.
Me pregunto dnde estar Jonathan, y si estar
pensando en m! Quisiera que estuviese aqu.

DIARIO DEL DOCTOR SEWARD

5 de junio
El caso de Renfield se vuelve ms interesan-
te a medida que consigo comprenderle mejor. Tie-
ne muy desarrollados algunos rasgos de su carc-

189
Bram Stoker

ter: egosmo, reserva y resolucin. Me gustara


averiguar en qu concentra esta ltima cualidad.
Parece que tiene trazado un plan particular, pero
todava no s cul. Lo que le redime es su amor a
los animales; aunque, desde luego, tiene cambios
muy extraos que me hacen pensar a veces que se
trata slo de una crueldad anormal. Le gusta cui-
dar los bichos ms raros. Ahora le ha dado por las
moscas. Tiene tal cantidad, que yo mismo le he
tenido que amonestar. Para mi asombro, no ha es-
tallado en un acceso de furia como me esperaba,
sino que lo ha tomado seriamente. Ha meditado
un momento, y luego ha dicho:
Me concede un plazo de tres das? En
ese tiempo me deshar de todas ellas.
Naturalmente, le he dicho que s. Tendr
que vigilarle.

18 de junio

190
Drcula

Ahora su inters son las araas, y tiene va-


rios ejemplares muy grandes en una caja. Las ali-
menta con las moscas, de modo que stas han
disminuido sensiblemente; aunque dedica la mi-
tad de su comida en atraer ms de fuera de la
habitacin.

1 de julio
Sus araas se estn convirtiendo ahora en
un engorro tan grande como las moscas; hoy le he
dicho que tiene que deshacerse de ellas. A1 ver lo
apenado que esto le dejaba, le he dicho que se li-
bre de algunas al menos. Esta ltima proposicin
le ha puesto muy contento; le he dado el mismo
plazo que la vez anterior. Me ha producido re-
pugnancia; porque mientras estaba con l, entr
bordeando una inmunda moscarda atiborrada de
carroa; la atrap, la sostuvo gozoso unos mo-
mentos con el ndice y el pulgar, y, antes de que

191
Bram Stoker

me diese cuenta de lo que iba a hacer, se la meti


en la boca y se la trag, Le reprend por esta ac-
cin, pero l aleg tranquilamente que estaba muy
buena y era muy sana; que era vida, vida vigoro-
sa, y que le confera vida a l. Esto me ha dado
una idea, o al menos una sospecha. Debo averi-
guar cmo se deshace de las araas. Evidentemen-
te, hay algo que le tiene preocupado, porque
guarda un pequeo cuaderno en el que siempre
anda anotando cosas. Tiene pginas enteras llenas
de nmeros, generalmente de una sola cifra, su-
mados en grupos, y luego los totales sumados en
columnas tambin, como si tratase de reducir a
una sola cantidad, como dicen los contables.

8 de junio
Hay cierto mtodo en su locura, y la idea
rudimentaria que se me ocurri va tomando con-
sistencia. No tardar en madurar, y entonces, oh,
actividad mental inconsciente!, tendrs que ceder

192
Drcula

ante tu hermana la conciencia. He estado unos d-


as sin ver a mi amigo, a fin de poder apreciar si
hay algn cambio en l. Sigue lo mismo que antes,
salvo en que ha prescindido de algunos de sus
animales favoritos, y tiene otro nuevo. Se las ha
arreglado para coger un gorrin, y ya lo tiene me-
dio domesticado. Su medio de domesticarlo es
muy sencillo; las araas han disminuido. No obs-
tante, las que quedan estn bien alimentadas, ya
que an sigue cogiendo moscas con su comida.

19 de julio
Vamos progresando. Mi amigo tiene toda
una colonia de gorriones, mientras que sus moscas
y araas han desaparecido casi por completo.
Cuando entr, vino corriendo hacia m, diciendo
que quera pedirme un gran favor: un favor muy,
muy grande; y mientras hablaba, no paraba de
hacerme zalameras como un perro. Le pregunt

193
Bram Stoker

de qu se trataba, y dijo en una especie de xtasis


en su actitud y en la voz:
Un gatito; un gatito carioso, bonito y di-
vertido con el que pueda jugar y al que pueda en-
sear y alimentar... y alimentar... y alimentar!
No me coga desprevenido esta peticin;
porque ya haba observado que sus bichos iban
aumentando en tamao y vivacidad; pero no me
gustaba la idea de que su preciosa familia de go-
rriones domesticados desapareciese de la misma
forma que las moscas y las araas; as que le dije
que lo pensara; al mismo tiempo, le pregunt si
no prefera tener un gato ya adulto. Su ansiedad le
traicion al contestar:
Ah, claro que me gustara tener un gato
adulto! Le he pedido slo un gatito pequeo por-
que tema que no me dejase tener un gato adulto.
Porque un gatito pequeito nadie me lo negar,
verdad?

194
Drcula

Hice un gesto negativo con la cabeza, y le


dije que de momento me tema que no era posible,
pero que lo pensara. Su rostro se ensombreci, y
vi en su expresin un aviso de peligro; observ
que me lanzaba una mirada feroz de soslayo que
reflejaba un deseo de muerte. El paciente es un
manaco homicida sin desarrollar. Seguir atento a
su actual antojo y ver cmo evoluciona; as sabr
algo ms.

10 de la noche
He vuelto a pasar a verle, y le he encontra-
do sentado en un rincn, meditando. Al verme en-
trar, se me ha echado a los pies, de rodillas, y me
ha implorado que le deje tener un gato; que su
salvacin depende de ello. Pero me he mantenido
firme y le he dicho que no puede ser; tras lo cual,
se ha levantado sin decir palabra, se ha vuelto a
sentar en el rincn donde le encontr, y se ha

195
Bram Stoker

puesto a roerse los dedos. Maana por la maana


le visitar.

20 de julio
He ido a ver a Renfield muy temprano, an-
tes de que el celador efectuase su ronda. Le encon-
tr levantado y tarareando una cancin. Estaba
extendiendo en la ventana el azcar que se haba
ido guardando, dispuesto a coger moscas otra vez;
tarea que reanudaba alegre, mente y de buena ga-
na. Mir alrededor, tratando de localizar a los go-
rriones, y al no verlos le pregunt dnde estaban.
Sin volverse, me contest que haban echado a vo-
lar. Observ que haba algunas plumas en la habi-
tacin, y una gota de sangre en su almohada. No
hice ningn comentario, pero le dije al celador que
me informase si observaba algo extrao durante el
da.

196
Drcula

11 de la maana
El celador acaba de comunicarme que Ren-
field ha tenido nuseas y ha vomitado un montn
de plumas.
Mi opinin, doctor dijo, es que se ha
comido los pjaros, y que se los ha comido cru-
dos!

11 de la noche
Le he dado a Renfield un fuerte narctico
esta noche, suficiente para que tenga un sueo
tranquilo, y le he cogido el cuaderno para echarle
una mirada. La idea que me andaba dando vueltas
en la cabeza ltimamente se ha confirmado, y ha
resultado cierta la teora. Mi maniaco homicida es
de una clase peculiar. Tendr que inventar una
nueva clasificacin para l: le llamar manaco
zofago (devorador de vida); lo que pretende es

197
Bram Stoker

asimilar el mayor nmero posible de vidas, y trata


de hacerlo de forma acumulativa. Le ha dado mu-
chas moscas a una araa, y muchas araas a un
pjaro; luego quera un gato para darle a comer
muchos pjaros. Cul habra sido el paso siguien-
te? Casi habra valido la pena completar el expe-
rimento. Lo hubiese hecho, de haber tenido una
razn suficiente. Los hombres se burlaban, de la
viviseccin, y sin embargo, ah estn los resulta-
dos! Por qu no hacer progresar la ciencia en su
aspecto ms difcil y vital: el conocimiento del ce-
rebro? Si yo lograra desentraar el secreto de una
mente como sa, si descubriese siquiera la clave de
la fantasa de un luntico, podra elevar la rama de
mi especialidad a una altura, comparada con la
cual la psicologa de Burdon Sanderson y el es-
tudio del cerebro de Ferrier se quedaran en man-
tillas. Ojal encontrara una causa suficiente! No
debo pensar demasiado en esto, no vaya a caer en
la tentacin. Una buena razn podra inclinar la

198
Drcula

balanza a mi favor; porque, acaso no tengo yo


tambin un cerebro excepcional, congnitamente?
Con qu lgica discurre el paciente; los lu-
nticos siempre razonan bien, dentro de sus pro-
pios mbitos de inters. Me pregunto en cuntas
vidas valorar la de un hombre, o si valdr una
sola. Ha sumado la cuenta con toda exactitud, y
hoy ha empezado otra nueva. Cuntos de noso-
tros empezamos una cuenta nueva cada da de
nuestra vida?
Me parece que fue ayer cuando cre que se
haba acabado mi vida, al venirse abajo mis espe-
ranzas, y que iniciaba verdaderamente una cuenta
nueva. Y as ser, hasta que el Divino Contable
efecte la liquidacin de mi libro mayor y haga el
balance de mis beneficios y prdidas. Ah, Lucy,
Lucy, no puedo enfadarme con mi amigo, al que
has hecho tan feliz! ; ahora slo me cabe seguir
adelante, aun sin esperanzas, y trabajar. Trabajar!
Trabajar! Si al menos tuviera una razn como este

199
Bram Stoker

pobre loco, una razn buena y desinteresada que


me impulsara a trabajar, me sentira verdadera-
mente contento.

DIARIO DE MINA MURRAY

26 de julio
Estoy inquieta, y me calma escribir aqu mis
pensamientos; es como si me hiciese confidencias
a m misma y las escuchase al mismo tiempo.
Adems, los signos taquigrficos tienen algo que
los hacen distintos de la escritura. Me siento muy
desgraciada por Lucy y por Jonathan. Haca tiem-
po que no me llegaban noticias suyas, y estaba in-
tranquila; pero ayer el seor Hawkins, siempre tan
amable, me envi una carta que ha recibido l. Yo
le haba escrito preguntndole si saba algo, y me
ha contestado adjuntndome una carta que ha re-
cibido. Slo son unas lneas fechadas en el castillo

200
Drcula

de Drcula, anun ciando que emprende ya el re-


greso. No es propio de Jonathan. No lo entiendo, y
eso me inquieta. Por otra parte, Lucy, aunque se
encuentra bien, ha recado ltimamente en su an-
tiguo hbito de andar sonmbula. Me lo ha conta-
do su madre, y hemos quedado en que todas las
noches cerrar la puerta de nuestra habitacin con
llave. La seora Westenra tiene la idea de que los
sonmbulos andan por los tejados de las casas y
por los bordes de los precipicios, se despiertan s-
bitamente y se precipitan en el vaco, profiriendo
un grito de desesperacin que retumba en todo el
lugar. Pobrecilla; est muy preocupada por Lucy;
me ha contado que su marido, el padre de Lucy,
padeca este mismo trastorno: se levantaba por la
noche, se vesta y se marchaba si no se lo impeda
nadie. Lucy va a casarse este otoo, y ya est pla-
neando sus vestidos y cmo arreglar su casa. La
comprendo, porque a m me gasa igual; slo que
Jonathan y yo empezaremos nuestra vida de una

201
Bram Stoker

forma muy sencilla, y tendremos que arreglarnos


con poco. El seor Holmwood porque se trata
nada menos que del honorable Arthur Holm-
wood, hijo nico de lord Godalming vendr de-
ntro de poco, tan pronto como pueda abandonar
la ciudad, ya que su padre no se encuentra bien, y
Lucy anda contando los momentos que faltan para
que llegue. Quiere llevarle a nuestro banco del
cementerio y ensearle el maravilloso paisaje de
Whitby. Quiz sea la espera lo que la desasosiega;
cuando venga l se le pasar todo.

27 de julio
Sigo sin noticias de Jonathan. Estoy muy
preocupada aunque no s por qu; quisiera que me
escribiese aunque no fuesen ms que unas letras;
por otra parte, Lucy me despierta todas las noches
paseando por la habitacin. Afortunadamente,
hace tanto calor que no hay peligro de que coja
fro; pero esta ansiedad, este despertarme conti-

202
Drcula

nuo, est empezando a consumirme los nervios y


a hacerme perder el sueo. Gracias a Dios, Lucy
sigue gozando de buena salud. El seor Holm-
wood ha recibido un aviso urgente para que acu-
da a Ring a ver a su padre, que ha sufrido una
grave recada. Lucy siente este aplazamiento en
verle, aunque no le ha afectado en su aspecto; se la
ve un poquitn ms fuerte, y sus mejillas tienen un
precioso color sonrosado. Le ha desaparecido la
pinta anmica que tena. Ruego a Dios que le dure.

3 de agosto
Ha pasado otra semana, y no he recibido
noticias de Jonathan, ni tampoco el seor Haw-
kins, que me ha vuelto a escribir. Espero que no
haya cado enfermo!
De lo contrario, me habra escrito. Miro la
ltima carta suya, pero no me 'acaba de satisfacer.
No me parece de l; sin embargo, es su letra. De
eso no hay duda. Esta semana pasada Lucy ha te-

203
Bram Stoker

nido las noches ms tranquilas; pero observo en


ella una extraa concentracin que no entiendo;
incluso en sueos parece que me vigila. A veces,
cuando se levanta sonmbula, prueba a abrir la
puerta y al encontrarla cerrada, da vueltas por la
habitacin, buscando la llave.

6 de agosto
Tres das ms y sin noticias. Esta incerti-
dumbre me est resultando espantosa. Si supiese
dnde escribirle, o adnde acudir, me sentira ms
tranquila; pero nadie ha recibido la menor noticia
de Jonathan desde su ltima carta. Slo le pido a
Dios que me d paciencia. Lucy est ms excitable
que nunca, pero por lo dems, se encuentra bien.
La pasada noche fue presagiosa; los pescadores
dicen que se avecina tormenta. Tratar de obser-
var, a ver si aprendo a conocer los cambios del
tiem, po. Hoy el da es gris; y el sol, mientras es-
cribo, permanece oculto tras unas nubes espesas

204
Drcula

por encima del Kettleness. Todo es gris, salvo la


hierba verde, que parece de esmeralda; las rocas
son grises; las nubes son grises tambin, con sus
bordes ms lejanos teidos por el sol, y permane-
cen suspendidas sobre un mar gris en el que se
extienden las puntas arenosas como dedos gris-
ceos. El mar rompe en los bajos y las playas con
un fragor amortiguado por las brumas marinas
que avanzan hacia tierra. El horizonte se desvane-
ce tambin en la niebla gris. Todo es inmensidad;
las nubes se amontonan como rocas gigantescas y
hay un rumor= por encima del mar que resuena
como un presagio fatal. Diseminadas por la playa,
se ven oscuras figuras, a veces medio envueltas
por la niebla, que parecen hombres como rboles
que caminan. Las barcas de pesca regresan apre-
suradamente a puerto; se levantan y se hunden a
lomos de las olas, sumergiendo los imbornales.
Ah llega el viejo seor Swales. Viene directamen-

205
Bram Stoker

te hacia m, y por la forma de quitarse el sombre


ro, adivino que tiene ganas de charlar...
Es conmovedora la forma en que ha cam-
biado este pobre anciano. Se ha sentado junto a m
y me ha dicho muy amablemente:
Quiero decirle algo, seorita.
Le he notado nervioso, as que le he cogido
una de sus manos arrugadas, y le he pedido que
hablara sin temor; dejando su mano entre las mas,
ha dicho:
Me temo, mi querida seorita, que la he
escandalizado con todas las cosas desagradables
que le he contado sobre los muertos y dems, es-
tas semanas pasadas; pero no era sa mi intencin,
y quiero que me recuerde cuando ya no est en
este mundo. A los viejos que estamos chochos y
con un pie en la tumba, no nos agrada pensar en la
muerte, ni queremos tenerle miedo a morir; as
que hablo con ligereza de los muertos a fin de
hacerme ms el nimo. Pero le aseguro, seorita,

206
Drcula

que no me da ni pizca de miedo morir; de todos


modos, no quiero morir, si puedo evitarlo. Aun-
que no tardar en llegarme la hora; soy ya bastan-
te viejo, y cien aos es ms de lo que cualquiera
puede esperar. Est tan prximo el momento, que
la muerte anda ya afilando la guadaa. Como ve,
no se me va la costumbre de quejarme de lo mis-
mo a cada instante; la boca dice lo que tiene por
costumbre. Algn da, el Angel de la Muerte har
sonar la trompeta para m. Pero no se aflija, pe-
quea! dijo, porque vio que estaba llorando; si
me llamara esta misma noche, ira sin protestar. La
vida, al fin y al cabo, consiste en esperar algo dis-
tinto de lo que hacemos; y la muerte es lo nico en
lo que justamente podemos confiar. Pero estoy
contento, porque viene a m, y viene corriendo.
Puede que llegue mientras estamos aqu charlan-
do y contemplando el paisaje. Puede que viaje en
ese viento que barre el mar, llevando consigo el
desastre y el naufragio, las calamidades y el dolor

207
Bram Stoker

a los corazones. Mire! Mire! exclam de pron-


to. Hay algo en ese viento y en ese rumor, que
suena y huele y tiene sabor a muerte. Est en el
aire; siento que viene. Seor, haz que la reciba con
alegra, cuando oiga mi llamada! Alz los bra-
zos devotamente y se quit el sombrero.
Movi los labios como murmurando una
oracin. Tras unos minutos de silencio, se despi-
di y se fue cojeando. Todo esto me ha conmovido
bastante. Me he alegrado al ver pasar al vigilante
de la costa con su catalejo bajo el brazo. Se ha de-
tenido a hablar conmigo; siempre lo hace; pero es-
ta vez no le quitaba ojo a un extrao barco.
No consigo identificarlo dijo; por su
aspecto, es ruso; pero da unas guiadas muy ra-
ras. No sabe adnde va; parece que ha visto que se
avecina tormenta, pero no sabe si poner proa al
norte, hacia mar abierto, o entrar aqu. Mire aho-
ra! Qu manera ms extraa de navegar! El hom-
bre que va en el timn parece que no pone aten-

208
Drcula

cin; cambia de rumbo a cada rfaga de viento.


Antes de veinticuatro horas, oiremos hablar de es-
te barco.

209
CAPITULO VII

RECORTE DEL DAILYGRAPH, 8 DE


AGOSTO
(pegado en el Diario de Mina Murray)

De nuestro corresponsal
Whitby

Acaba de tener lugar uno de los temporales


ms grandes y repentinos que se recuerdan, con
consecuencias extraas y singulares. El tiempo
haba sido algo bochornoso, aunque no hasta ex-
tremos inusitados, en el mes de agosto. La tarde
del sbado se present excepcionalmente buena, y
gran nmero de veraneantes sali de excursin al
bosque de Mulgrave, a la baha de Robin Hood, a
Drcula

Rig Mill, a Runswick, a Staithes y a otros lugares


prximos a Whitby. Los vapores Emma y Scarbo-
raugh efectuaron recorridos a lo largo de la costa, y
hubo gran cantidad de gente que entraba y sala
de Whitby. El da fue esplndido hasta el atarde-
cer, en que algunos de los chismosos que frecuen-
tan el cementerio del acantilado este, desde donde
puede contemplarse una gran extensin de mar, al
norte y al este, llamaron la atencin sobre la sbita
aparicin de cirros en el cielo por el noroeste. En
ese momento soplaba un viento suave del sudoes-
te, clasificado baromtricamente como N " 2: bri-
sa ligeraEl vigilante de la costa que estaba de
servicio inform inmediatamente, y un viejo pes-
cador que lleva observando durante ms de medio
siglo los signos del tiempo desde el acantilado este
predijo enfticamente la inminencia de un tempo-
ral repentino. La puesta de sol era tan hermosa, y
tan grandiosas las nubes de esplndidos colores,
que se congreg toda una multitud en el paseo

211
Bram Stoker

que hay a lo largo del acantilado del viejo cemen-


terio, para disfrutar de su belleza. Antes de que el
sol se ocultase tras la negra mole del Kettleness,
que' se recortaba ntidamente contra el cielo de oc-
cidente, una mirada de nubes marc su descenso
con todos los colores del ocaso: fuego, prpura,
rosa, verde, violeta y todos los matices del oro,
junto con unas masas no muy grandes, aqu y all,
de absoluta negrura, con toda clase de formas, cu-
yas colosales siluetas se recortaban vigorosamen-
te. La experiencia no fue desaprovechada por los
pintores: seguro que algunos de los bocetos del
preludio de la gran tormenta irn a embellecer
las paredes de la RA y del RI el prximo mes de
mayo. Ms de un patrn decidi inmediatamente
dejar amarrado su cobble o su mule, como ellos lla-
man a sus diferentes barcas, hasta que pasara la
tormenta. El viento ces por completo durante la
noche, y a eso de las doce reinaba calma chicha,
con un calor sofocante y esa tensin que, en la

212
Drcula

proximidad de la tormenta, afecta a las personas


muy sensibles. Haba pocas luces en el mar, pues
incluso los vapores de cabotaje que habitualmente
navegan muy arrimados a la costa permanecan
en puerto, y haba muy pocos pesqueros a la vista.
La nica embarcacin que se divisaba era una go-
leta extranjera, con todas las velas desplegadas,
que pareca llevar rumbo oeste. La temeridad o
ignorancia de sus oficiales fue tema de numerosos
comentarios, mientras estuvo a la vista, y se hicie-
ron esfuerzos por advertirles que redujesen vela-
men ante el peligro que la amenazaba. Antes de
que anocheciera del todo, se la vio con las velas
restallando, mientras se meca blandamente con
las ondulaciones del mar,

Inmvil, como un barco pintado, en

un pintado ocano 3

213
Bram Stoker

Poco antes de las diez, la quietud del aire se


volvi opresiva, y el silencio era tan notable que se
oa con toda claridad el balido de una oveja o el
ladrido de un perro en el pueblo; la banda del em-
barcadero, que acometa una animada tonada
francesa, resultaba discordante en el silencio de la
Naturaleza. Poco despus de la medianoche, se
oy un extrao rumor en el mar, y arriba, en el ai-
re, empezaron a sonar dbilmente unos truenos
cavernosos.
Luego, de repente, estall la tempestad.
Con una rapidez que en ese momento pareca in-
creble, y aun ahora es imposible de comprender,
el aspecto entero de la Naturaleza experiment
una convulsin. Las olas se encresparon con furia
creciente, elevndose unas sobre otras, de forma
que, en pocos minutos, el mar que antes era un
espejo se convirti en un monstruo rugiente y de-
vorador. Las olas empenachadas rompan con vio-
lencia en las llanas arenas y suban por los acanti-

214
Drcula

lados o se estrellaban contra las escolleras, y su


espuma alcanzaba la parte superior de los faros
que hay al extremo de los espigones que cierran el
puerto de Whitby. El viento ruga de forma atro-
nadora y soplaba con tal fuerza que ni siquiera los
hombres ms fornidos podan permanecer all,
aun agarrndose porfiadamente a los candeleros
de hierro. Fue necesario desalojar de los espigones
a la multitud, por temor a que aumentaran las
desgracias de la noche. A las dificultades y peli-
gros del momento vino a sumarse una inmensa
masa de niebla hmeda y blanca que se desplaza-
ba de forma fantasmal, tan hmeda, fra y pegajo-
sa que no haca falta demasiado esfuerzo de la fan-
tasa para imaginar que los espritus de los ahoga-
dos rozaban a sus hermanos vivos con las manos
fras y hmedas de la muerte; y ms de uno se es-
tremeci al pasar la bruma marina junto a l. La
niebla aclaraba a intervalos, y poda verse el mar
durante unos instantes, con el resplandor de los

215
Bram Stoker

relmpagos, que ahora menudeaban, seguidos de


tales truenos que el cielo entero pareca retemblar
bajo las pisadas de la tormenta. Algunas de las es-
cenas reveladas de este modo eran inmensamente
grandiosas y fascinantes: el mar, elevndose mon-
taa arriba, lanzaba hacia el cielo con poderoso
impulso una nube de espuma blanca que el viento
arrebataba y elevaba, hacindola girar en el espa-
cio; de vez en cuando, algn pesquero, con la vela
desgarrada, vena frentico en busca de refugio,
con el viento de popa; de vez en cuando, tambin,
se divisaban las blancas alas de alguna ave marina
zarandeada por la tormenta. En la cima del acanti-
lado este, el nuevo proyector estaba preparado pa-
ra entrar en funcionamiento, aunque an no haba
sido probado. Los hombres lo encendieron, y en
los momentos en que la niebla aclaraba barrieron
con su haz la superficie del mar. Una o dos veces
result de lo ms eficaz, cuando algn bote de
pesca, con la regala bajo el agua, se diriga trabajo-

216
Drcula

samente hacia puerto y pudo evitar, con esta luz


protectora, el peligro de estrellarse contra la esco-
llera. Cada vez que una embarcacin llegaba a
puerto, la acoga un grito de jbilo de la muche-
dumbre reunida en la orilla, grito que henda el
vendaval por un instante, y era arrastrado inme-
diatamente por l. Poco despus, el proyector des-
cubri, a cierta distancia, una goleta con todas las
velas desplegadas; la misma, al parecer, que haba
sido vista por la tarde. El viento haba rolado hacia
el este, y un estremecimiento sacudi a los que ob-
servaban en el acantilado, al comprender el terri-
ble peligro en que ahora se encontraba. Entre el
barco y el puerto haba un gran escollo plano en el
que haban zozobrado muchos barcos buenos y,
con el viento soplando de este cuadrante, era
completamente imposible que lograra entrar en
puerto. Era casi la hora de la marea alta, pero las
olas seguan arreciando con fuerza, de forma que,
cuando se retiraban dejaban casi visible la arena

217
Bram Stoker

del fondo; y la goleta corra a tal velocidad que,


como coment un viejo lobo de mar, entrara,
aunque fuese en el infierno. Luego vino otro banco
de niebla, ms grande que los anteriores: era una
niebla oscura que pareca envolver todas las cosas
como un sudario gris, en medio del cual los hom-
bres slo podan valerse del odo, pues el fragor
de la tempestad, el estallido de los truenos y el re-
tumbar de las olas poderosas traspasaban el
hmedo espesor de la niebla de forma ensordece-
dora. El haz de luz del proyector se qued fijo en
la bocana del puerto, por encima del espign este,
donde se tema la colisin, y los hombres aguarda-
ron con el aliento contenido. El viento cambi de
pronto al noroeste y disip los restos de la niebla;
y entonces, mirabile dictu, entre los dos espigones,
saltando de ola en ola mientras avanzaba de forma
impetuosa, la extraa goleta, con el viento de popa
y todas las velas desplegadas, entrando en puerto
sin percance. El proyector la sigui, y un estreme-

218
Drcula

cimiento sacudi a todos los que la observaban, ya


que, amarrado a la rueda del timn, haba un ca-
dver con la cabeza colgando y balancendose de
un lado a otro a cada movimiento del barco. Nadie
ms se vea en cubierta. Un tremendo pavor so-
brecogi a todos los presentes al ver que el barco
encontraba el camino del puerto como por mila-
gro, sin otras manos que lo gobernasen que las de
un muerto! Sin embargo, todo sucedi ms depri-
sa de lo que se tarda en contar. La goleta no se de-
tuvo sino que sigui navegando hacia el interior
del puerto y dio contra la arena arrastrada y acu-
mulada por las numerosas mareas y tormentas, en
el rincn sudeste del espign que sobresale al pie
del acantilado este, conocido en la localidad como
el espign de Tate Hill.
Como es natural, se produjo un choque vio-
lento al llegar la nave al banco de arena. Los palos,
cordajes y estays se sacudieron, y parte de la arbo-
ladura se vino abajo. Pero, lo ms extrao de todo

219
Bram Stoker

fue que, en el mismo instante en que toc la arena,


sali un perro enorme a cubierta, como disparado
por el choque; ech a correr y salt por la proa a la
arena. Sigui cuesta arriba por la empinada pen-
diente (en lo alto de la cual asoma el cementerio
tan verticalmente por encima del camino que con-
duce al espign este que algunas de las lpidas
que aqu, en el lenguaje vulgar de Whitby, llaman
thruffsteans o though stones sobresalen, literal-
mente, al haberse desmoronado el acantilado que
las sostena) y se perdi en la oscuridad, que pare-
ca ms intensa detrs del foco del proyector.

Y sucedi que en ese momento no haba


nadie en el espign de Tate Hill, dado que todos
los que viven cerca de all se encontraban en la
cama o en lo alto del acantilado. De modo que el
vigilante de la costa que estaba de servicio en la
parte este del puerto, y haba bajado corriendo
inmediatamente al pequeo espign, fue el prime-

220
Drcula

ro en subir a bordo. Los que manejaban el proyec-


tor, despus de registrar la bocana sin descubrir
nada ms, volvieron el haz hacia el barco escorado
y lo mantuvieron enfocado. El vigilante corri a
popa, y cuando lleg a la rueda se inclin para
examinar al muerto; pero retrocedi inmediata-
mente, presa de una sbita emocin. Esto despert
la curiosidad general, y numerosas personas echa-
ron a correr hacia all. Hay bastante distancia des-
de el acantilado oeste, por el puente levadizo, has-
ta el espign de Tate Hill; este corresponsal es
buen corredor, y le sac bastante ventaja a la mul-
titud. Cuando llegu, sin embargo, me encontr
con que ya haba bastante gente en el espign, a la
que el vigilante de la costa y la polica no dejaban
subir a bordo. Por cortesa del barquero jefe, se me
permiti subir a cubierta, en mi calidad de perio-
dista, y fui uno de los pocos que vieron al marine-
ro muerto, efectivamente amarrado a la rueda.

221
Bram Stoker

No es extrao que el vigilante se sintiera


sorprendido y que incluso se asustara, porque no
es frecuente presenciar un espectculo de esta na-
turaleza. El hombre tena atadas las manos, una
sobre otra, a un radio de la rueda. Entre la palma
de la mano y la madera sujetaba un crucifijo, y te-
na el resto del rosario arrollado en torno a las
muecas y la rueda, todo ello fuertemente sujeto
por las cuerdas. El desventurado debi de ir sen-
tado algn tiempo; pero las sacudidas y golpes de
las velas haban movido el timn, haciendo girar
la rueda, y sta le haba zarandeado de un lado a
otro, de modo que las cuerdas que le sujetaban le
haban cortado la carne penetrando hasta el hueso.
Se redact un informe detallado de los hechos, y
un doctor el cirujano J. M. Caffyn, East Elliot
Place que lleg inmediatamente despus que
yo, declar, tras efectuar un reconocimiento, que
el hombre llevaba muerto unos dos das. Se le en-
contr en el bolsillo una botella vaca, cuidadosa-

222
Drcula

mente tapada, con un pequeo rollo de papel que


result ser un apndice del diario de a bordo. El
vigilante de la costa dijo que el hombre debi de
atarse l mismo y apretar los nudos con los dien-
tes. El hecho de que fuese el primero en subir a
bordo quiz ahorre muchas complicaciones ms
adelante, en el tribunal del Almirantazgo; pues los
vigilantes de las costas no pueden reclamar aque-
llo a que tiene derecho el primer civil que ponga
los pes sobre los restos de un naufragio. Sin em-
bargo, los legalistas han empezado ya a murmu-
rar, y hay un joven estudiante de leyes que afirma
en voz muy alta que se han atropellado los dere-
chos del armador, ya que su propiedad ha sido
confiscada contraviniendo los estatutos sobre los
bienes de mano muerta, puesto que la caa, sm-
bolo si no prueba de la posesin delegada, la
sostenan las manos de un muerto. No hace falta de-
cir que el piloto ha sido respetuosamente retirado
del lugar donde ha cumplido de forma tan honro-

223
Bram Stoker

sa su vigilancia y su guardia hasta la muerte


tenacidad tan noble como la del joven Casabian-
ca, y ha sido trasladado al depsito, en espera
de que se efecte la encuesta.
Est amainando ya el repentino temporal, y
disminuye su violencia; la gente se dispersa y re-
gresa a casa, y el cielo empieza a teirse de rojo
sobre las onduladas campias de Yorkshire. En la
siguiente edicin daremos ms detalles del barco
abandonado que tan milagrosamente ha llegado a
puerto, en medio del temporal.

9 de agosto
Las consecuencias de la extraa llegada
anoche del barco abandonado en medio de la tor-
menta son casi ms asombrosas que su misma
aparicin. Resulta que la goleta es rusa, de Varna,
y se llama la Demter. Est casi enteramente en
lastre de arena, con slo una pequea carga: varios
cajones de madera, llenos de mantillo. Dicha carga

224
Drcula

iba consignada a un abogado de Whitby, el seor


S. F. Billington, The Crescent, n 7, quien esta ma-
ana ha subido a bordo para hacerse cargo ofi-
cialmente de la mercanca a su nombre. El cnsul
ruso, por otra parte, ha tomado posesin del barco
en nombre de la compaa fletadora, pagando los
derechos de fondeo y dems. Hoy no se habla aqu
de otra cosa que de la extraa coincidencia; los
funcionarios del Ministerio de Comercio se han
mostrado de lo ms rigurosos, exigiendo el cum-
plimiento de las normas de la legislacin vigente.
Como el asunto va a durar muy poco, estn evi-
dentemente decididos a no dar ocasin a ninguna
demanda posterior. Entre la gente, ha despertado
gran inters el perro que salt a tierra al emba-
rrancar el barco, y numerosos miembros de la So-
ciedad Protectora de Animales, que es muy fuerte
en Whitby, han tratado de ganarse la amistad del
animal. Para desencanto general, sin embargo, no
ha sido encontrado; parece que ha desaparecido

225
Bram Stoker

de la ciudad. Quiz se asustara y fuera a refugiar-


se a los marjales, donde an se oculta. Algunos
ven con temor esta posibilidad, por si se convierte
ms tarde en un peligro ya que, evidentemente, se
trata de un feroz animal. Esta maana, a primera
hora, han encontrado muerto, frente a la casa de
su amo, a un gran perro cruzado de mastn, perte-
neciente a un comerciante de carbn que vive cer-
ca del espign de Tate Hill. El animal mostraba
seales de haber luchado contra un fiero oponen-
te, ya que tena la garganta destrozada y el vientre
desgarrado como por unas garras salvajes.

Ms tarde
Por cortesa del inspector del Ministerio de
Comercio, se me ha permitido tener acceso al dia-
rio de a bordo de la Demter, que est en orden
hasta hace tres das, aunque no contiene nada es-
pecial, salvo la desaparicin de sus hombres. Ma-
yor inters, en cambio, ofrece el papel encontrado

226
Drcula

en la botella, presentado hoy en la encuesta; jams


me haba tropezado con una historia tan singular
como la que se revela en estos documentos. Como
no hay razn para guardar secretos, se me ha
permitido hacer uso de ellos; envo, por tanto, su
transcripcin, omitiendo tan slo los detalles nu-
ticos y de sobrecargo. Casi parece como si el capi-
tn hubiera sufrido alguna especie de mana, antes
de encontrarse en alta mar, y que sta fue progre-
sivamente en aumento a lo largo del viaje. Como
es natural, mi informacin debe tomarse cum gra-
no, ya que escribo al dictado de un funcionario del
Consulado ruso, que traduce para m con premura
de tiempo.

DIARIO DE A BORDO DE LA DEMETER

(De Varna a Whitby)

18 de julio

227
Bram Stoker

Estn sucediendo cosas tan extraas, que en


adelante y hasta que desembarquemos voy a tomar
NOTA de todo minuciosamente.
El 6 de julio terminamos de embarcar la
carga: arena y cajones de tierra. Zarpamos a las
12.00 horas con viento del este, fresco. La tripula-
cin consta de cinco hombres, dos oficiales de cu-
bierta, el cocinero y yo (de capitn)
El 11 de julio, al amanecer, entramos en el
Bsforo. Nos abordaron los oficiales de la aduana
turca. Propina. Todo en orden. A las 16.00 reanu-
damos nuestro rumbo. El 12 de julio cruzamos los
Dardanelos. Ms oficiales de aduanas en la fala
de la escuadra de guardia. Ms propina. El trabajo
de los oficiales fue minucioso pero rpido. Quer-
an que salisemos pronto. Pasamos el archipilago
al amanecer.
El 13 de julio cruzamos el cabo de Matapn.
La tripulacin se mostraba descontenta por algo.
Pareca asustada, aunque no quera hablar.

228
Drcula

El 14 de julio la tripulacin estaba inquieta.


Los hombres son todos tipos decididos que han
navegado ya conmigo. El segundo no consigui
averiguar qu ocurra; slo decan que haba algo,
y se santiguaban. El segundo perdi los nervios
con uno de ellos y le peg. Me esperaba una feroz
pelea, pero no ocurri nada.
El 16 de julio, el segundo me inform por la
maana que faltaba uno de la tripulacin: Petrofs-
ky. Era inexplicable. La noche anterior haba en-
trado de guardia de babor a las 8.00; fue a relevar-
le Abramoff, pero l no regres a su litera. Los
hombres estaban ms abatidos que nunca. Comen-
taron que se esperaban una cosa as, pero todo lo
que aadieron fue que haba algo. El segundo se
impacient mucho con ellos; tema que surgieran
complicaciones.
El 17 de julio, o sea ayer, uno de los hom-
bres, Olgaren, vino a mi camarote y me confes,
presa de pavor, que crea que haba un hombre

229
Bram Stoker

extrao a bordo. Dijo que durante su guardia se


haba protegido detrs de la chupeta porque esta-
ba lloviendo, cuando de pronto vio a un hombre
alto y flaco, que no perteneca a la tripulacin, sa-
lir por la escotilla, dirigirse hacia proa y desapare-
cer. Le sigui cautelosamente, pero al llegar a las
amuras no encontr a nadie, y las escotillas esta-
ban cerradas. Un terror supersticioso le dominaba,
y temo que cunda el pnico. Para tranquilizarles,
registrar hoy todo el barco minuciosamente, des-
de la roda al codaste.

Mas tarde
He reunido a la tripulacin y les he dicho
que como todos crean que haba alguien a bordo,
haba que inspeccionar el barco de punta a punta.
El segundo, de mal humor, dijo que era una tonte-
ra y que el ceder ante tales estupideces poda
desmoralizar a los hombres; aadi que se com-
prometa a quitarles esa preocupacin con un es-

230
Drcula

peque. Le dej en el timn, mientras el resto ini-


ciaba una inspeccin exhaustiva, todos al mismo
paso, con linternas; no dejamos ningn rincn por
registrar; como slo haba cajones de madera, no
quedaban rincones donde poder esconderse nadie.
Los hombres se sintieron muy tranquilizados al
terminar el registro y volvieron al trabajo conten-
tos. El segundo arrug el ceo, pero no dijo nada.

22 de julio
Hace tres das que tenemos mal tiempo, y
todos los hombres estn ocupados en las velas, sin
tiempo para asustarse. Parecen haberse olvidado
del miedo. El segundo est de buen humor otra
vez, y reina la armona. He felicitado a los hom-
bres por su trabajo con mal tiempo. Hemos pasado
Gibraltar y cruzado el estrecho. Todo va bien.

28 de julio

231
Bram Stoker

Llevamos cuatro das infernales, metidos en


una especie de maelstrom, con un viento atempora-
lado. Nadie puede dormir. Tengo a todos los
hombres exhaustos. No s cmo voy a poner una
guardia, si nadie se encuentra en condiciones de
aguantarla. El segundo oficial se ha ofrecido a lle-
var el timn y vigilar, a fin de que los hombres
tengan cuatro horas de sueo. El viento va amai-
nando; sigue habiendo una mar tremenda, aunque
se la siente menos, ya que el barco va ms estable.

29 de julio

Otra tragedia. Esta noche haba slo un


hombre de guardia, porque la tripulacin anda
demasiado cansada para poner a dos. Cuando su-
bi a cubierta el de la guardia del alba, no encon-
tr ms que al timonel. Dio la voz, y acudieron to-

232
Drcula

dos. Efectuaron un registro completo, pero no en-


contraron a nadie. Y ahora, sin el segundo oficial,
la tripulacin est aterrada. El segundo y yo
hemos acordado ir armados en adelante y estar
atentos a cualquier signo preocupante.

30 de julio
Es la ltima noche. Me alegro de que este-
mos llegando a Inglaterra. Tenemos buen tiempo,
y todas las velas desplegadas. Anoche me acost
agotado; he dormido como un tronco; el segundo
me ha despertado diciendo que faltan el hombre
de la guardia y el del timn. Ahora slo quedamos
a bordo dos marineros, el segundo y yo.

1 de agosto

Llevamos dos das de niebla, y sin avistar


una sola vela. Esperaba poder hacer seales a al-
guien, al entrar en el canal de la Mancha, para que

233
Bram Stoker

nos ayudasen a arribar a alguna parte. Sin gente


para bracear las velas, nos vemos obligados a na-
vegar en la direccin del viento. No me atrevo a
arriarlas porque no habra forma de izarlas otra
vez. Parece que nos empuja alguna terrible fatali-
dad. El segundo est ahora ms asustado que los
dos marineros. Su naturaleza, ms fuerte, parece
obrar interiormente en contra suya. Los hombres
estn ms all del miedo, y trabajan imperturba-
bles y pacientes, resignados a lo peor. Son rusos; el
segundo es rumano.

2 de agosto, medianoche

Me ha despertado un grito cuando llevaba


durmiendo unos minutos; al parecer son al otro
lado de mi portilla. No se vea nada, con la niebla.
He salido precipitadamente a cubierta y he echado
a correr, detrs del segundo. Dice que sali co-
rriendo al or el grito, pero no ha encontrado ras-

234
Drcula

tro alguno del hombre que estaba de guardia. Ha


desaparecido tambin. Seor, aydanos! El se-
gundo opina que hemos debido de pasar el estre-
cho de Dover, ya que en un momento en que ha
levantado la niebla ha visto Nort Foreland, preci-
samente cuando oy gritar al hombre. Si es as,
ahora nos encontramos en el mar del Norte, y slo
Dios puede guiarnos en medio de esta niebla que
parece acompaarnos; pero parece que Dios nos
ha abandonado.

3 de agosto

A medianoche vine a relevar al hombre del


timn, pero al llegar aqu no estaba. El viento era
constante, y como lo tenamos de popa, el barco
no daba guiadas. No me atreva dejar el puesto,
as que di una voz al segundo. Unos instantes
despus subi corriendo a cubierta en paos me-

235
Bram Stoker

nores. Tena los ojos muy abiertos y extraviados;


mucho me temo que se le ha trastornado el juicio.
Se acerc y me habl al odo, con la boca pegada a
mi oreja, como si tuviese miedo de que le oyese el
mismo aire: Est aqu; ahora lo s. Lo vi anoche
durante la guardia, en forma de un hombre alto y
flaco, espantosamente plido. Estaba en la amura,
mirando hacia el mar. Me puse sigilosamente de-
trs de l y le lanc una cuchillada; pero el cuchillo
pas a travs de l sin resistencia, igual que si
atravesara el aire y mientras hablaba, cogi el cu-
chillo y dio una feroz pualada al aire. Luego pro-
sigui: Pero est aqu, y lo encontrar. Debe de
esconderse en la bodega; en uno de los cajones,
seguramente. Los desatornillar uno por uno, y lo
encontrar. Ocpeseusted del timn Y con una
mirada de advertencia, y el dedo en los labios, se
dispuso a bajar. La mar se estaba picando, as que
no me atrev a dejar el timn. Le vi salir otra vez a
cubierta con una caja de herramientas y una lin-

236
Drcula

terna, y bajar por la escotilla de proa. Est loco,


completa y rematadamente loco; es intil detener-
le. No puede daar los cajones; estn facturados
como arcilla; as que si los abre, no pasar nada.
Seguir aqu, al cuidado del timn, mientras escri-
bo estas notas. Slo me cabe confiar en Dios y es-
perar a que levante la niebla. Entonces, si puedo
enfilar hacia algn puerto con este viento, arriar
las velas y har seales de socorro...
Ahora ya casi ha terminado todo. Cuando
empezaba a esperar que el segundo saliese ms
tranquilo ya que le oa dar golpes abajo en la
bodega, y el trabajo le sienta bien, ha soltado un
alarido repentino y sobrecogedor que me ha hela-
do la sangre, y ha salido como una exhalacin por
la escotilla, enloquecido, con los ojos desencajados
y la cara convulsa de terror. Slveme! Slve-
me!, gritaba; luego, se ha puesto a escrutar en
torno suyo, hacia el manto de niebla, ha dicho:
Sera mejor que viniese usted tambin, capitn,

237
Bram Stoker

antes de que sea demasiado tarde. Est aqu. Aho-


ra s el secreto. La mar me salvar de l; es el
nico remedio! Antes de que yo pudiera decir
nada ni hacer un movimiento para cogerle, ha sal-
tado por la borda y se ha arrojado deliberadamen-
te al mar. Creo que ahora s el secreto yo tambin.
Ha sido este loco quien ha ido eliminndo a los
hombres uno tras otro, y ahora les ha seguido.
Que Dios me asista! Cmo voy a explicar todos
estos horrores cuando llegue a puerto? Cuando
llegue a puerto! Acaso llegar alguna vez?
4 de agosto

Contina esta niebla que ni siquiera el sol


es capaz de penetrar. S que es el amanecer, por
mi experiencia de navegante, no por otra cosa. No
me he atrevido a bajar no me he atrevido a
abandonar el timn, as que he permanecido
aqu toda la noche; y lo he visto en la oscuridad.
Que Dios me perdone, pero el segundo ha hecho

238
Drcula

bien en saltar por la borda! Es preferible morir


como hombre; nadie puede reprochar a un marino
que elija morir en el agua azul. Pero yo soy el capi-
tn, y no debo abandonar mi barco. Sin embargo,
sabr burlar a ese monstruo o demonio; me atar
las manos a la rueda cuando las fuerzas me em-
piecen a fallar, y sujetar con ellas lo que l, lo que
ese ser, no se atrever a tocar; luego, tanto si sopla
viento favorable o contrario, salvar mi alma, y mi
honor como capitn. Me siento cada vez ms d-
bil, y se acerca la noche. Si llega a mirarme a la ca-
ra otra vez, no tendr tiempo de actuar... Si nau-
fragamos, quiz encuentren esta botella y puedan
comprender; si no..., bueno, todos sabrn que he
sido fiel a mi deber. Que Dios y la santsima Vir-
gen y los santos ayuden a este pobre ignorante
que trata de cumplir con su obligacin...
Naturalmente, el veredicto ha sido pen-
diente. No se ha podido presentar ninguna prue-
ba; y no hay nadie ahora que pueda decir si el

239
Bram Stoker

hombre cometi los asesinatos personalmente o


no. La gente afirma casi unnimemente que el ca-
pitn es un hroe, y deben hacrsele funerales p-
blicos. Ya est todo dispuesto para que su cuerpo
sea transportado en un cortejo de embarcaciones
que remontar el Esk durante un trecho y luego
volver al espign de Tate Hill, a fin de subirle por
la escalinata de la abada, ya que ser enterrado en
el cementerio del acantilado. Los propietarios de
ms de un centenar de botes han dado ya sus
nombres, deseosos de acompaarle en su entierro.
No se ha encontrado rastro alguno del pe-
rro, lo que es una verdadera pena; porque, segn
se manifiesta ahora la opinin popular, creo que la
ciudad lo habra adoptado. Maana asistiremos al
funeral; y de este modo, habr terminado otro de
los misterios del mar

DIARIO DE MINA MURRAY

240
Drcula

8 de agosto

Lucy estuvo muy inquieta toda la noche, y


yo tampoco he podido dormir. La tormenta ha si-
do espantosa, y los truenos, cuando retumbaban
en la chimenea, me hacan estremecer. Cada rfa-
ga violenta se asemeja a un caonazo lejano. Aun-
que parezca extrao, Lucy no se despert, sin em-
bargo, se levant dos veces y se visti. Afortuna-
damente, las dos veces me despert yo a tiempo, y
consegu desvestirla y volverla a meter en la cama.
Es muy extrao este sonambulismo, pues tan
pronto como su voluntad tropieza con un obstcu-
lo fsico, desaparece su intencin, si tena alguna, y
asume casi del mismo modo la rutina de su vida.
Nos hemos levantado las dos por la maa-
na temprano y hemos bajado al puerto a ver si
haba sucedido algo durante la noche. Encontra-
mos a muy pocas personas por all, y aunque

241
Bram Stoker

haba un sol radiante y el aire era limpio y fresco,


las enormes y presagiosas olas, que parecan ne-
gras al lado de la blanca espuma que las coronaba,
se agolpaban para entrar poda estrecha boca del
puerto... como esos hombres impacientes que van
abrindose paso entre la muchedumbre. En cierto
modo me alegro de que Jonathan no estuviera
anoche en el mar, sino en, tierra. Pero estar en el
mar, o en tierra? Dnde estar, y cmo se encon-
trar? Me siento muy inquieta por l. Ojal supie-
ra qu hacer, y pudiera hacerlo!

10 de agosto

El funeral del pobre capitn, hoy, ha sido


de lo ms conmovedor. Al parecer han tomado
parte todos los bofes del puerto; luego el atad ha
sido llevado a hombros por capitanes, desde el es-
pign de Tate Hill al cementerio. Lucy se vino
conmigo y fuimos enseguida a nuestro viejo ban-

242
Drcula

co, mientras el cortejo de embarcaciones remonta-


ba el ro hasta el Viaducto y regresaba otra vez.
Gozamos de una perspectiva preciosa y vimos la
procesin durante todo el trayecto. El pobre hom-
bre ha sido enterrado cerca de nuestro banco, de
forma que nosotras estbamos all cuando lleg el
momento, y lo vimos todo. La pobre Lucy pareca
muy conmovida. Estuvo todo el rato muy nervio-
sa y desasosegada; no puedo por menos de pensar
que los sueos la estn afectando. Se muestra muy
extraa en una cosa: no quiere admitir que su de-
sasosiego tenga ninguna causa; o si la tiene, que la
desconoce. Puede que contribuya tambin la noti-
cia de que el pobre seor Swales ha sido encon-
trado muerto esta maana en nuestro banco, con
el cuello roto. Evidentemente, como dice el mdi-
co, debi de caerse del banco al recibir algn sus-
to, pues su rostro reflejaba una expresin de
horror estremecedora, segn dicen los que le vie-
ron. Pobre viejo! Quiz vio llegar a la Muerte,

243
Bram Stoker

con sus ojos moribundos! Lucy es tan dulce y sen-


sible que siente cualquier influjo ms intensamen-
te que los dems. Hace un momento la tena con-
movida un perrito que a m ni siquiera me haba
llamado la atencin, quiz porque no me gustan
demasiado los animales. Lo traa uno de los hom-
bres que suben aqu a menudo a ver las barcas.
Siempre va con su perro. Los dos son seres tran-
quilos: jams haba visto que se enfadara el hom-
bre ni que ladrara el perro. Durante la ceremonia,
el perro no ha consentido en acercarse a su dueo,
que estaba sentado en el banco junto a nosotras,
sino que permaneca a unas yardas de distancia,
ladrando y gimiendo. Su amo le habl con dulzu-
ra, luego con severidad, y finalmente con enfado;
pero ni ha querido acercarse ni ha dejado de ar-
mar escndalo. El animal pareca dominado por
una especie de furia, con los ojos enloquecidos y
todos los pelos erizados como la cola de un gato
cuando est de pelea. Finalmente, el hombre se

244
Drcula

puso furioso tambin; salt y le dio una patada;


luego lo cogi del pescuezo y, medio a rastras, lo
arroj sobre la losa donde est fijado el banco. En
cuanto toc la piedra, el pobre animal se qued
quieto y empez a temblar. En vez de huir, se acu-
rruc tiritando; se le vea tan lastimosamente asus-
tado que trat de consolarlo, aunque sin resultado.
Lucy se se senta muy conmovida tambin, pero
no trat de tocar al perro, sino que lo miraba con
angustia. Me parece que tiene una naturaleza de-
masiado hipersensible para ir por el mundo sin
tropezar con dificultades. Estoy segura de que esta
misma noche tendr pesadillas. Todo el cmulo
de acontecimientos el barco que entra en puerto
gobernado por un muerto atado al timn con un
rosario en la mano, el funeral conmovedor, el pe-
rro, primero furioso y amedrentado despus,
van a proporcionar material a sus sueos.
Creo que es mejor que se acueste fsicamen-
te cansada, as que la llevar a dar un largo paseo

245
Bram Stoker

por el acantilado hasta la baha de Robin Hood.


Seguro que no se sentir despus con fuerzas para
andar sonmbula.

246
CAPITULO VIII

DIARIO DE MINA MURRAY

El mismo da, once de la noche

Oh, qu cansada estoy! Si no fuera porque


he convertido mi diario en una obligacin, no lo
abrira esta noche. Hemos dado un paseo delicio-
so. Al poco rato, Lucy se puso de buen humor,
debido, creo, a unas vacas encantadoras que se
acercaron a olisquear, en un grado que hay
prximo al faro; nos dieron un buen susto. Hicie-
ron que nos olvidramos de todo, salvo, natural-
mente, del miedo personal; como si borrramos
todo lo anterior para escribir este nuevo miedo.
Tomamos un estupendo t fuerte en la baha de
Robin Hood, en una deliciosa posada, pequea y
Bram Stoker

antigua, con un mirador justo encima de las rocas


cubiertas de algas de la costa. Creo que habramos
escandalizado a la mujer nueva con nuestro
apetito. Los hombres son ms tolerantes, gracias a
Dios. Luego, regresamos a casa, parndonos unas
cuantas veces ms bien muchas a descansar,
con el corazn encogido por el miedo constante a
los toros salvajes. Lucy estaba verdaderamente
cansada, y venamos con idea de irnos a dormir
enseguida. Pero ha llegado el joven cura, y la se-
ora Westenra le ha pedido que se quedara a ce-
nar. Lucy y yo hemos hecho verdaderos esfuerzos
para que no se nos cerraran los ojos; por mi parte,
reconozco que la lucha ha sido tremenda, y soy
heroica. Creo que algn da los obispos debern
ponerse de acuerdo para formar una nueva clase
de curas que no se queden a cenar, por mucho que
se les insista, y que se den cuenta de cundo las
jvenes estn cansadas. Lucy duerme y respira re-
gularmente. Tiene en las mejillas ms color que de

248
Drcula

costumbre, y est muy bonita. Si el seor Holm-


wood se enamor de ella vindola slo en el saln,
me pregunto qu dira si la viese ahora. Algunas
de las escritoras pertenecientes al movimiento de
la mujer nueva lanzarn un da la idea de que
los hombres y las mujeres deberan ponerse de
acuerdo para verse dormidos, antes de pedirse o
de aceptarse. Pero supongo que en el futuro la
mujer nueva no se limitar a dar el s; ser ella
quien se declare. Y lo har muy bien! Siempre se-
r un consuelo. Estoy muy contenta esta noche
porque parece que Lucy est mejor. Creo sincera-
mente que ha superado la crisis, y que se nos ter-
minaron las preocupaciones por su sonambulis-
mo. Mi felicidad sera completa si tuviera noticias
de Jonathan... Qu Dios le bendiga y le proteja!

11 de agosto, tres de la madrugada

249
Bram Stoker

Otra vez vuelvo a mi diario. Estoy desvela-


da, as que me pongo a escribir. Me siento dema-
siado nerviosa para conciliar el sueo. Hemos te-
nido una aventura, una experiencia angustiosa.
Me qued dormida en cuanto cerr el diario... De
repente, me despert completamente y me incor-
por con una sensacin horrible de temor, y una
impresin de vaco a mi alrededor. La habitacin
estaba a oscuras, de modo que no poda ver la ca-
ma de Lucy: me acerqu sigilosamente y palp su
lecho. Estaba vaco. Encend una cerilla y vi que
haba desaparecido de la habitacin. La puerta es-
taba cerrada, aunque no con llave como yo la
haba dejado. Tema despertar a su madre, que es-
tos das est ms delicada de lo habitual, as que
me ech algo encima y me dispuse a ir en su bus-
ca. Cuando sala de la habitacin, se me ocurri
que la ropa que se haba puesto poda darme una
pista sobre sus intenciones sonmbulas. La bata

250
Drcula

significaba que estaba en casa; y el vestido, que


haba salido. La bata y el vestido estaban en su si-
tio. Gracias a Dios me dije, no puede andar
muy lejos, puesto que va en camisn. Corr esca-
leras abajo y me asom al cuarto de estar. No es-
taba all! Luego mir en todas las dems habita-
ciones a las que tenamos acceso, mientras el mie-
do me iba creciendo en el corazn. Finalmente,
llegu a la puerta del vestbulo y la encontr abier-
ta. No de par en par; pero la cerradura no tena
pasado el pestillo. La gente de la casa cierra la
puerta con llave todas las noches, de modo que
supuse que Lucy haba salido, como as era. No
haba tiempo para pensar en lo que poda suceder;
un miedo vago, irresistible, me oscureca todos los
detalles. Cog un chal grande y abrigado y sal co-
rriendo. El reloj dio la una cuando llegu a Cres-
cent, donde no haba un alma. Cruc corriendo la
terraza norte, pero no vi el menor signo de la figu-
ra blanca que yo esperaba. Al llegar al borde del

251
Bram Stoker

acantilado oeste, mir atentamente al otro lado del


puerto, hacia el acantilado este, con la esperanza, o
el temor no lo s, de ver a Lucy en nuestro
banco favorito. Haba una esplndida luna llena y
unas nubes espesas y negras que se desplazaban
rpidas, proyectando sobre el paisaje un diorama
fugaz de luces y sombras. Durante unos instantes
no consegu ver nada, ya que la sombra de una
nube oscureca la iglesia de Santa Mara y sus al-
rededores. Luego pas la nube y surgieron las
ruinas de la abada; y a medida que se desplazaba
la estrecha franja de luz como el filo de una espa-
da, se fueron haciendo visibles la iglesia y el ce-
menterio. Fuera lo que fuese lo que yo me espera-
ba, no me vi defraudada; pues all, en nuestro
banco favorito, la luz plateada de la luna revel
una figura medio reclinada, blanca como la nieve.
La nube se desplaz con demasiada rapidez, y su
sombra la oscureci casi enseguida; pero me pare-
ci divisar una negra silueta, detrs del banco

252
Drcula

donde estaba la blanca figura, que se inclinaba so-


bre ella. No podra decir si se trataba de un hom-
bre o de un animal; no esper a cerciorarme, sino
que baj corriendo la empinada escalera hasta el
espign, cruc la pescadera y el puente, que era el
nico camino para llegar al acantilado este. El
pueblo pareca muerto, ya que no se vea a nadie;
me alegr de que fuera as, porque no quera que
viesen a la pobre Lucy en ese estado. El tiempo y
la distancia me parecan interminables; me tem-
blaban las rodillas, y la respiracin se me volva
ms pesada mientras corra por la interminable
escalinata de la abada. Deb de correr mucho; sin
embargo, pareca como si me hubieran puesto
plomo en los pies, como si tuviese oxidada cada
articulacin del cuerpo. Cuando estaba casi arriba,
pude ver el banco y la figura, ya que estaba lo bas-
tante cerca como para distinguirla aun en medio
de las sombras. Efectivamente, haba un bulto ne-
gro y largo inclinado sobre la blanca figura medio

253
Bram Stoker

recostada. Grit asustada: Lucy! Lucy!; el bulto


levant la cabeza y, desde donde yo estaba pude
ver una cara plida, con unos ojos rojos y canden-
tes. Lucy no contest; y segu corriendo hacia el
cementerio. La iglesia se interpona entre la entra-
da y el banco, por lo que dej de verla un minuto o
dos. Mientras daba la vuelta, pas la nube y la luz
de la luna surgi tan esplendorosa que pude ver a
Lucy medio recostada en el banco, con la cabeza
apoyada en el respaldo. Estaba completamente
sola y no haba rastro de ser viviente por ninguna
parte.
Cundo me inclin sobre ella pude com-
probar que an segua dormida. Tena los labios
entreabiertos, y respiraba... no sosegadamente,
como es costumbre en ella, sino con grandes y
prolongadas aspiraciones, como tratando de llenar
los pulmones en cada aspiracin. Al acercarme le-
vant la mano en sueos y se subi el cuello del
camisn. Al hacerlo la sacudi un ligero estreme-

254
Drcula

cimiento como si hubiese sentido fro. Le puse el


chal por encima y le at las puntas alrededor del
cuello por temor a que tal como iba cogiese un en-
friamiento con el aire de la noche. Tuve miedo de
despertarla repentinamente; as que para tener las
manos libres y poder ayudarla, le prend el chal
con un imperdible; pero, en mi tribulacin deb de
hacerlo con torpeza, y la pinch, ya que poco des-
pus, cuando su respiracin se hizo ms sosegada,
se llev la mano a la garganta y gimi. Una vez
abrigada cuidadosamente, le puse mis zapatos y
empec a despertarla con suavidad. Al principio
no respondi., pero poco a poco se fue sin tiendo
ms desasosegada en su sueo y gema y suspira-
ba de vez en cuando. Finalmente, dado que el
tiempo corra deprisa, y por otras muchas razones,
pens que deba llevarla a casa enseguida; as que
la sacud con ms energa, hasta que finalmente
abri los ojos y se despert. No pareci sorprendi-
da al verme, y como es natural, al principio tam-

255
Bram Stoker

poco se dio cuenta de dnde estaba. Lucy siempre


est muy bonita cuando se despierta, y aun a esas
horas no perdi su gracia, pese a que deba de te-
ner el cuerpo fro y la mente 'asombrada al encon-
trarse en camisn, dentro de un cementerio y de
noche. Tiritaba un poco, y se abraz a m; cuando
le dije que debamos regresar inmediatamente a
casa se levant sin decir palabra, con la docilidad
de un nio. Al echar a andar, la grava me hizo da-
o en los pies, y Lucy me vio hacer un gesto de
dolor. Se detuvo, e insisti en que me pusiera yo
los zapatos; pero no consent. Sin embargo, al lle-
gar al sendero, fuera del cementerio, met los pies
en un charco que haba quedado de la tormenta, y
me manch los pies de barro uno despus del otro,
de forma que, en caso de que nos tropezramos
con alguien, no se notase que iba descalza.
Nos favoreci la suerte, y llegamos a casa
sin tropezarnos con nadie. Una de las veces vimos
a un hombre, que no pareca completamente so-

256
Drcula

brio e iba en direccin contraria por el otro lado de


la calle; pero nos escondimos en un portal hasta
que hubo desaparecido por una de las bocacalles
que dan a esos pequeos callejones, o wynd's,
como los llaman en Escocia. El corazn me lata
con tanta violencia que a veces pensaba que me
iba a desmayar. Estaba angustiada por Lucy; no
slo por su salud, al haberse expuesto de esa ma-
nera, sino por su reputacin, si el episodio llegaba
a divulgarse. Una vez en casa, y despus de lavar-
nos los pies y rezar juntas para dar gracias, la
arrop en la cama. Antes de quedarse dormida,
me pidi me suplic, incluso que no dijese
nada a nadie, ni siquiera a su madre, sobre esta
sonmbula aventura. Al principio dud en prome-
terlo; pero al pensar en el estado de salud de su
madre, y cunto la inquietaran tales cosas, y pen-
sando tambin cmo poda tergiversarse una his-
toria as lo que infaliblemente ocurrira en ca-
so de que se divulgara, pens que sera ms pru-

257
Bram Stoker

dente prometerlo. Espero haber hecho bien. He


cerrado la puerta y tengo la llave atada a mi mu-
eca; pero no es probable que vuelva a molestar-
me. Lucy duerme profundamente. La luz del
amanecer se ve muy alta, y se refleja all lejos en el
mar...

El mismo da, al medioda


Todo va bien. Lucy ha dormido hasta que la
he despertado yo; ni siquiera haba cambiado de
postura; la peripecia de anoche no parece haberla
afectado; al contrario, le ha sentado bien, porque
hoy tiene mejor aspecto que todas estas semanas
pasadas. He sentido mucho haberla pinchado, en
mi torpeza, con el imperdible. Desde luego, poda
haber sido grave, ya que le he atravesado la piel
del cuello. Debe de ser una parte de piel suelta, y
se la traspas, porque tiene dos puntitos rojos,
como dos pinchazos de alfiler, y la cinta del cami-
sn tiene una gota de sangre. Al excusarme y mos-

258
Drcula

trar mi preocupacin, se ha echado a rer, me ha


acariciado, y ha dicho que no notaba nada. Afor-
tunadamente, no dejarn cicatriz, porque son muy
pequeos.

El mismo da, por la noche


Hemos pasado un da feliz. La atmsfera
era clara, el sol esplndido, y soplaba una brisa
fresca. Hemos corrido por el bosque de Mulgrave;
la seora Westenra fue a caballo, por carretera, y
Lucy y yo caminando por el sendero del acantila-
do, encontrndonos con ella en la entrada. Yo me
senta un poco triste, ya que no paraba de pensar
en lo absolutamente feliz que habra sido si Jonat-
han hubiese estado conmigo. Pero qu le vamos a
hacer! Debo tener paciencia. Al atardecer hemos
ido a dar una vuelta por la terraza del casino, y
hemos escuchado un poco de buena msica,
Spohr y Mackenzie; hemos vuelto para acostarnos
temprano. Lucy parece ms tranquila ltimamen-

259
Bram Stoker

te, y se ha quedado dormida enseguida. Cerrar la


puerta con llave y me la guardar, igual que ano-
che, aunque espero que no haya motivo de pre-
ocupacin.

12 de agosto

Mis esperanzas eran infundadas; Lucy me


despert dos veces durante la noche, intentando
salir. Incluso en sueos pareci impacientarse un
poco al encontrar la puerta cerrada, y regres a la
cama como con una especie de protesta. Al ama-
necer me despert el canto de los pjaros cerca de
la ventana. Lucy se despert tambin, y me alegr
al ver que tena an mejor aspecto que ayer por la
maana. Pareca haberle vuelto toda su antigua
alegra, y me estuvo hablando largamente de Art-
hur; yo le cont lo preocupada que estaba por Jo-
nathan, y ella trat de consolarme. Bueno, lo con-

260
Drcula

sigui en cierto modo; pues aunque la compren-


sin no puede alterar los hechos, ayuda a hacerlos
ms soportables.

13 de agosto

Otro da tranquilo, y me acost con la llave


en la mueca, como ayer. Volv a despertarme a
medianoche, y me encontr a Lucy incorporada en
la cama, despierta, y sealando hacia la ventana.
Me levant calladamente, sub la persiana y me
asom. Haba una luna brillante, y el suave reflejo
de su luz sobre el mar y el cielo fundidos en un
inmenso y silencioso misterio era inefablemente
sublime. Interponindose entre la luna y yo, vi ale-
tear un murcilago enorme, que iba y vena des-
cribiendo amplios crculos. Un par de veces se
acerc bastante, pero al parecer se asust al verme,
y se alej por encima del puerto, en direccin a la

261
Bram Stoker

abada. Al retirarme de la ventana descubr que


Lucy se haba echado otra vez en la cama y dor-
ma plcidamente. No volvi a moverse en toda la
noche.

14 de agosto

Nos hemos pasado todo el da en el acanti-


lado este, leyendo y escribiendo. Lucy parece
haberse encariado con este lugar mucho ms que
yo, y es difcil arrancarla de aqu a la hora de re-
gresar a comer o a cenar. Esta tarde ha hecho un
extrao comentario. Regresbamos para la cena,
habamos llegado a lo alto de la escalinata del es-
pign oeste, y me detuve a mirar la perspectiva,
como solemos hacer. El sol poniente, abajo ya, se
estaba ocultando detrs del Kettleness; su roja luz
iluminaba el acantilado este y la vieja abada, ba-
ndolo todo de un hermoso resplandor sonrosa-

262
Drcula

do. Permanecimos en silencio un momento; de re-


pente, Lucy murmur como para sus adentros:
Sus ojos rojos otra vez! Exactamente los
mismos.
Fue un comentario tan singular, tan propos
de nada, que me sobresalt. Me volv ligeramente,
a fin de observar a Lucy sin que pareciese que la
miraba, y la vi sumida en un estado de semienso-
acin, con una expresin extraa en el semblante
que no acababa de explicarme; as que no dije na-
da, pero segu su mirada. Pareca observar fija-
mente nuestro banco, donde estaba sentada una
figura solitaria. Experiment un leve sobresalto, ya
que, por un instante, me pareci como si aquella
figura desconocida tuviera unos ojos grandes co-
mo dos carbones ardientes; pero al mirar por se-
gunda vez, se disip la ilusin. El rojo resplandor
del sol se reflejaba en las ventanas de la iglesia de
Santa Mara, detrs de nuestro banco, y al ocultar-
se, el cambio de su reflejo produjo la impresin de

263
Bram Stoker

que la luz se mova. Llam la atencin de Lucy so-


bre este efecto sorprendente, y volvi en s con un
estremecimiento; al mismo tiempo, asom a su
rostro una expresin de tristeza, quiz porque
pensaba en la terrible noche en que subi all.
Nunca hemos hablado de eso; de modo que no di-
je nada y regresamos a casa a cenar. Lucy tenia do-
lor de cabeza y se fue a acostar enseguida. La vi
dormida, y sal sola a dar una vuelta; anduve por
los acantilados, hacia poniente, embargada por
una dulce melancola, pensando en Jonathan. Al
regresar haba salido ya una luna radiante; tan
radiante que, aunque la parte delantera de Cres-
cent estaba en sombras, el resto se vea perfecta-
mente, ech una mirada a nuestra ventana, y vi
la cabeza de Lucy asomada. Pens que me estaba
esperando; saqu el pauelo y lo agit. No me vio
ni hizo movimiento alguno. En ese preciso instan-
te, surgi la luna por una esquina del edificio, y su
luz dio en la ventana. All estaba Lucy, claramen-

264
Drcula

te, con la cabeza apoyada en el quicio y los ojos


cerrados. Estaba profundamente dormida; junto a
ella, posado en el alfizar, haba como un pjaro
de considerable tamao. Tem que pudiera res-
friarse, y sub corriendo; pero al entrar en la habi-
tacin, la sorprend regresando a la cama, dormida
y respirando agitadamente; tena la mano alrede-
dor de la garganta, como protegindose del fro.
No la despert; la arrop en la cama y la abrigu;
he tomado la precaucin de cerrar la puerta con
llave y de pasar la falleba de la ventana.
Est muy bonita cuando duerme, pero pa-
rece ms plida que de costumbre, y tiene bajo los
ojos un rasgo macilento e hinchado que no me
gusta. Me temo que est preocupada por algo.
Quisiera saber qu es.

15 de agosto

265
Bram Stoker

Me he levantado ms tarde que de costum-


bre; Lucy pareca lnguida y cansada, y ha segui-
do durmiendo despus de que nos llamaran.
Hemos recibido una agradable sorpresa durante el
desayuno. El padre de Arthur est mejor y quiere
que la boda se celebre pronto. Lucy se muestra
llena de serena alegra, y su madre est contenta y
triste a la vez. Ms tarde, me ha dicho el motivo.
Le apena perder a su querida Lucy, pero se alegra
de ver que pronto habr alguien que la proteja.
Pobre seora! Me ha confesado que le queda muy
poco tiempo de vida. No se lo ha dicho a Lucy, y
me ha hecho prometer que guardar el secreto; el
doctor le ha dicho que dentro de unos meses, todo
lo ms, morir, ya que el corazn lo tiene cada vez
ms dbil. En cualquier momento, incluso ahora,
podra matarla una sbita impresin. Hemos
hecho bien no contndole la horrible aventura so-
nmbula de Lucy!

266
Drcula

17 de agosto

Hace dos das que no escribo en el diario.


No me he sentido con nimos para escribir. Una
especie de sombra parece haber oscurecido nues-
tra felicidad. Sigo sin noticias de Jonathan, y Lucy
parece cada vez ms dbil, mientras que las horas
de su madre van acercndose a su fin. No com-
prendo este progresivo decaimiento que se va
apoderando de Lucy. Come con apetito, duerme
bien y goza del aire libre; pero el rosa de sus meji-
llas palidece cada vez ms, mientras ella languide-
ce y se debilita de da en da; por la noche, la oigo
jadear como si le faltase el aire. Durante la noche
conservo siempre la llave atada a mi mueca; pero
ella se levanta, pasea por la habitacin y se sienta
junto a la ventana abierta. Anoche, al despertarme,
me la encontr con medio cuerpo fuera de la ven-
tana; trat de despertarla, pero no poda: estaba

267
Bram Stoker

inconsciente. Cuando consegu reanimarla, estaba


terriblemente dbil y lloraba en silencio mientras
haca prolongados y dolorosos esfuerzos por res-
pirar. Al preguntarle por qu se haba asomado a
la ventana, sacudi la cabeza y me volvi la espal-
da. Confo en que su mal no se deba al desafortu-
nado pinchazo con el imperdible. Acabo de mirar-
le la garganta mientras duerme, y esas pequeas
heridas no parecen haberse cerrado. An las tiene
abiertas y, si acaso, ms grandes que antes; los
bordes se han puesto ligeramente blancos. Son
como dos puntitos blancos, con el centro rojo. Si
no se le curan en un da o dos, insistir en que la
vea el doctor.
CARTA DE SAMUEL F. BILLINGTON E
HIJO, ABOGADOS DE WHITBY, A LOS
SEORES CRTER, PATTERSON Y
CIA. DE LONDRES

268
Drcula

17 de agosto

Muy seores nuestros:


Tenemos el gusto de remitirles la fac-
tura de la mercanca enviada por Grandes
Ferrocarriles del Norte. La mercanca debe
ser entregada en la propiedad de Carfax,
prxima a Purfleet, tan pronto como llegue
a la estacin de King's Cross. Dicho domici-
lio est desocupado, pero en el envo se ad-
juntan las llaves, con sus correspondientes
etiquetas.
Rogamos depositen los cajones los
cincuenta de que consta el envo, en el
edificio parcialmente en ruinas que forma
parte de la casa, y se seala con una A en
el plano que se incluye. Su agente reconoce-
r sin dificultad el lugar, ya que se trata de
la antigua capilla de la mansin. La mer-
canca sale esta noche en el tren de las 9.30,

269
Bram Stoker

y estar en King's Cross maana a las 16.30.


Dado que nuestro cliente desea que la en-
trega se efecte lo antes posible, nos vemos
en la obligacin de pedirles que tengan dis-
puestos los tiros de caballos en King's Cross
a la hora citada, a fin de trasladarla inme-
diatamente a su destino. Con objeto de evi-
tar cualquier demora en los usuales requisi-
tos de pago en sus oficinas, les adjuntamos
un cheque por valor de diez libras ( 10),
cuyo recibo agradeceremos nos remitan. En
caso de que los gastos sean inferiores a di-
cha cantidad, pueden enviar-nos la diferen-
cia; si son superiores, la abonaremos noso-
tros tan pronto como nos lo comuniquen.
Les rogamos que den instrucciones para
que dejen las llaves en el vestbulo principal
de la casa, de donde el propietario las reco-
ger al entrar por medio de su duplicado.

270
Drcula

Esperando no excedernos en nues-


tras atribuciones al rogarles la mayor dili-
gencia en este asunto, quedamos suyos af-
mos.,
SAMUEL F. BILLINGTON E HIJO

CARTA DE LOS SEORES CRTER,


PATTERSON YCOMPAIA, DE
LONDRES, A LOS SEORES
BILLINGTON E HIJO, DE WHITBY

21 de agosto
Muy seores nuestros:
Acusamos recibo de las 10 libras, y
tenemos el gusto de adjuntarles un cheque
por valor de 1 libra, 17 chelines, 9 peniques,
sobrante del costo, segn se especifica en el
recibo que se adjunta. La mercanca ha sido
puntualmente entregada de acuerdo con sus
instrucciones, quedando las llaves, en un

271
Bram Stoker

paquete, en el vestbulo principal, como


eran sus deseos.
Sin otro particular, les saludan respe-
tuosamente,
CARTER, PATTERSON Y CA.

DIARIO DE MINA MURRAY

18 de agosto

Hoy estoy contenta, y escribo sentada en el


banco del cementerio. Lucy se encuentra mucho
mejor. La pasada noche durmi bien, y no me
despert ni una sola vez. Parece haberle vuelto el
color a las mejillas, aunque an est muy plida y
ojerosa. Si estuviese anmica, lo comprendera;
pero no lo est. Tiene buen humor y se la ve llena
de alegra y de vida. Al fin ha abandonado su obs-
tinada reserva y acaba de recordarme lo de la otra

272
Drcula

noche, como si yo necesitara que me lo recordase,


y que fue aqu, en este mismo banco, donde la en-
contr dormida. Mientras hablaba, golpe alegre-
mente en la lpida con el tacn, y dijo:
No hicieron mucho ruido, mis pobres
pies! El pobre seor Swales habra dicho que no
quera despertar a Geordie!
Como estaba comunicativa, le pregunt si
haba soado algo. Antes de contestarme arrug el
ceo con ese gesto dulce que tanto le gusta a Art-
hur le llamo Arthur por ella, cosa que no me
extraa. Luego dijo con voz soadora, como tra-
tando de recordar:
No so exactamente; todo pareca real.
Yo slo quera estar en este lugar..., no s por qu;
pero tena miedo de algo..., no s de qu. Recuer-
do, aunque supongo que estaba dormida, que re-
corr las calles y cruc el puente. Un pez salt
cuando yo pasaba, y me asom a mirarlo; o aullar
a muchos perros (pareca como si la ciudad estu-

273
Bram Stoker

viese llena de perros aullando a la vez) mientras


suba la escalinata. Luego tengo el vago recuerdo
de algo largo y oscuro con unos ojos rojos, como
aquello que vimos cuando nos paramos a observar
la puesta del sol; y una cosa muy dulce y muy
amarga al mismo tiempo a mi alrededor: Luego,
me pareci que me sumerga en un agua verde y
profunda, y me zumbaban los odos, como dicen
que les pasa a las personas que se ahogan; des-
pus, todo se disip; me pareci que mi alma sala
de mi cuerpo y. flotaba en el aire. Recuerdo que
una de las veces el faro de poniente estaba justo
debajo de m; despus, me vino una especie de
sensacin agnica, como de terremoto; y regres, y
tuve conciencia de que me estabas sacudiendo el
cuerpo. Vi cmo me sacudas, antes de sentirlo.
A continuacin se ech a rer. Me resultaba
un poco raro, y la escuch con inters. No me gus-
taba aquello, y me pareci ms prudente desviarle
la atencin de este tema; as que desvi la conver-

274
Drcula

sacin hacia otros derroteros, y Lucy volvi a ser


la misma de antes. Cuando llegamos a casa la bri-
sa fresca la haba animado, y sus plidas mejillas
haban adquirido un color ms sonrosado. Su ma-
dre se alegr al verla, y pasamos juntas una velada
muy agradable.

19 de agosto

Alegra, alegra, alegra! Aunque no com-


pleta. Al fin, he tenido noticias de Jonathan. Po-
brecito mo, ha estado enfermo; por eso no me es-
criba. Ahora que lo s, no me da miedo pensarlo
ni hablar de ello. Me manda la carta el seor Haw-
kins, y tambin me incluye unas letras suyas muy
amables. Maana salgo para reunirme con Jonat-
han; voy a ayudar a cuidarle, si es necesario, y a
traerle a Inglaterra. El seor Hawkins dice que
quiz convendra que nos casramos all mismo.

275
Bram Stoker

He llorado tanto sobre la carta de la bondadosa


hermana, que an la siento mojada sobre mi pe-
cho, donde la guardo. Es de Jonathan, y la guardo
junto a mi corazn porque a l lo llevo dentro.
Tengo el viaje planeado, y el equipaje dispuesto.
Slo me llevar un vestido adems del que me
ponga; Lucy mandar el bal a Londres y lo guar-
dar hasta que yo le pida que me lo facture; por-
que es posible que... No quiero decir nada ms;
me lo callar para decrselo a Jonathan, a mi espo-
so. Esta carta que l ha visto y tocado ser mi con-
suelo hasta que estemos juntos.

CARTA DE SOR AGATHA, DEL


HOSPITAL DE SAN JOSE Y SANTA
MARIA, BUDAPEST, A LA SEORITA
WILHELMINA MURRAY

12 de agosto

276
Drcula

Distinguida seorita:
Escribo a ruegos del seor Jonathan
Harker, quien no se encuentra bastante
fuerte para hacerlo personalmente, aunque
su salud va mejorando, gracias a Dios, a san
Jos y a la Virgen. Hace casi seis semanas
que se encuentra bajo nuestros cuidados,
convaleciente de una violenta encefalitis.
Me pide que le transmita su afecto y le diga
que por este mismo correo escribe en su
nombre al seor Peter Hawkins, de Exeter,
dicindole, con el debido respeto, que la-
menta su tardanza y que su misin ha sido
cumplida. Necesitar unas semanas de des-
canso en nuestro sanatorio de la montaa,
pero despus quiere regresar. Me encarga
que le diga tambin que no dispone de sufi-
ciente dinero y que deseara pagar su estan-
cia aqu, a fin de que no les falte ayuda a
quienes puedan necesitarla.

277
Bram Stoker

Con todas mis simpatas y bendiciones,

SOR AGATHA

P. D.: Mi paciente est dormido, y


aprovecho para abrir la carta y aadir algo
de mi cuenta. Me habla mucho de usted y
dice que pronto ser su esposa. Les deseo
toda la felicidad del mundo! Ha sufrido una
impresin horrible segn afirma nuestro
doctor, y en sus delirios deca cosas es-
pantosas; hablaba de lobos, de venenos y de
sangre; de espectros y demonios y cosas
que no me atrevo a mencionar. Habr de
tener usted cuidado al hablar con l, duran-
te algn tiempo, para no despertarle el re-
cuerdo de todas estas cosas; las huellas de
una enfermedad como sta no se disipan
fcilmente. Debamos haber escrito hace
tiempo, pero no sabamos nada de sus fami-

278
Drcula

liares, y no llevaba encima ningn docu-


mento que pudiera orientarnos. Vino en
tren desde Klausenburg, y el jefe de esta-
cin le cont al guardia que haba entrado
en la oficina pidiendo a gritos un billete pa-
ra su pas. Al ver por su actitud violenta
que era ingls, le dieron un billete para la
estacin ms lejana a la que llegaba el tren.
Tenga la seguridad de que est bien
atendido. Se ha conquistado la simpata de
todos por su afabilidad y dulzura. Es cierto
que cada da se encuentra mejor, y estoy
convencida de que dentro de pocas sema-
nas se habr recuperado del todo. Pero cui-
de de l. Tienen ustedes por delante mu-
chos, muchos das de felicidad; yo as se lo
pido a Dios, a san Jos y a santa Mara.

DIARIO DEL DOCTOR SEWARD

279
Bram Stoker

19 de agosto

Anoche se oper un cambio extrao y re-


pentino en Renfield. Alrededor de las ocho empe-
z a excitarse y a olfatear como un perro de caza.
El celador se sorprendi ante este comportamiento
y, sabiendo mi inters por l, le alent a hablar.
Normalmente, es respetuoso con el celador; a ve-
ces hasta servil; pero esta noche dice el hombre
que pareca muy arrogante. No quiso rebajarse ha
hablar con l. Todo lo que dijo fue:
No quiero hablar con usted: usted no es
nadie ahora; el Seor est cerca.
El celador piensa que le ha entrado una
forma sbita de mana religiosa. Si es as, debo
averiguar si tiene accesos, pues un hombre fuerte
y con ideas homicidas y religiosas al mismo tiem-
po puede ser peligroso. La combinacin es terri-
ble. Le visit personalmente a las nueve. Su acti-

280
Drcula

tud conmigo fue la misma que con el celador; en


su sublime autoapreciacin, no parece que exista
diferencia entre el vigilante y yo. Parece una ma-
na religiosa, y no tardar en creerse Dios. Las dis-
tinciones infinitesimales entre un hombre y otro
son demasiado plidas para un ser Omnipotente.
Cmo se traicionan estos locos! El verdadero Dios
vela por un gorrin; en cambio, el Dios creado de
la vanidad humana no ve diferencia alguna entre
el guila y el gorrin. Ah, si los hombres com-
prendieran!
Durante media hora o ms, Renfield se fue
excitando gradualmente. No disimul mientras le
observaba; al contrario, no apartaba la vista de l.
Y de repente, asom a sus ojos esa expresin astu-
ta, tpica de los locos cuando se les ocurre una
idea, y con ella la actitud huidiza de cabeza y de
espalda que los celadores de los manicomios co-
nocen tan bien. Se mostr muy tranquilo, fue a
sentarse resignadamente en el borde de la cama y

281
Bram Stoker

mir al espacio con ojos apagados. Quise averi-


guar si esta apata era real o fingida, y trat de
hacerle hablar de sus bichos, tema que nunca
haba dejado de excitar su inters. Al principio no
dijo nada, pero finalmente coment de mal
humor:
Que se vayan al diablo! Me importan un
bledo.
Cmo? dije. No ir a decirme que
no le interesan las araas, verdad?
Las araas constituyen su actual pasatiem-
po, y tiene un cuaderno lleno de columnas de pe-
queas cifras. A esto contest enigmticamente
Las damas de honor alegran la vista de
los que aguardan la llegada de la novia; pero
cuando sta aparece, pierden todo esplendor para
los ojos deslumbrados.
No quiso explicarse, sino que permaneci
obstinadamente sentado en su cama durante todo
el tiempo que estuve con l.

282
Drcula

Me siento cansado y deprimido, esta noche.


No puedo dejar de pensar en Lucy, y en qu dife-
rentes podan haber sido las cosas. Si no me
duermo enseguida, recurrir al Morfeo moderno:
C2HCL3O H2O! Debo tener cuidado para no ad-
quirir hbito. No; esta noche no lo tomar. He
pensado en Lucy, y no faltar a su pensamiento
mezclndola con eso. Si no hay ms remedio, pa-
sar la noche en vela...
Me alegro de haber tomado esa decisin; y
ms an de haberla mantenido. Estaba acostado,
dndole vueltas a la cabeza, y haba odo dar las
dos, cuando lleg el vigilante nocturno del pabe-
lln, para avisarme que Renfield se haba escapa-
do. Me vest a toda prisa y ech a correr; mi pa-
ciente es demasiado peligroso para que ande suel-
to por ah. Esas ideas suyas pueden resultar peli-
grosas si se tropieza con desconocidos. El celador
me esperaba. Dijo que haca menos de diez minu-
tos le haba visto aparentemente dormido en la

283
Bram Stoker

cama, cuando se asom por la mirilla de la puerta.


Oy ruido al ser arrancada la ventana, acudi co-
rriendo y vio desaparecer los pies de Renfield por
el vano; me haba mandado llamar inmediatamen-
te. Dijo que iba en ropa de dormir y que no poda
andar lejos. El celador pens que sera ms prcti-
co observar hacia dnde iba que perseguirle, ya
que podra perderse de vista mientras l sala por
la puerta del edificio. Es un hombre voluminoso y
no poda pasar por la ventana. Yo soy delgado; as
que, con su ayuda, me deslic por ella, aunque sa-
cando los pies primero; y como la ventana est a
poca altura, salt al suelo sin dao alguno. El cela-
dor dijo que el paciente se haba dirigido hacia la
izquierda, en lnea recta, de modo que ech a co-
rrer en esa direccin. Cruc el cinturn de rboles
y vi una figura blanca que escalaba el elevado mu-
ro que separa nuestro parque del terreno de la ca-
sa deshabitada.

284
Drcula

Regres inmediatamente y le dije al vigilan-


te que me siguiese al parque de Carfax con tres o
cuatro hombres, por si nuestro amigo se pona pe-
ligroso. Cog una escala, sub al muro y me des-
colgu por el otro lado. Vi la figura de Renfield
cuando desapareca por una esquina de la casa, y
corr tras l. Al llegar a la parte de atrs del edifi-
cio, le encontr empujando la vieja y slida puerta
de la capilla. Al parecer, hablaba con alguien; pero
no quise acercarme lo suficiente para or lo que
deca, por si se asustaba y echaba a correr. Perse-
guir un enjambre de abejas no es nada comparado
con seguir a un luntico, desnudo, cuando tiene la
obsesin de escapar! Sin embargo, unos minutos
despus pude ver que no se daba cuenta de lo que
suceda a su alrededor, y me arriesgu a acercar-
me, tanto ms cuanto que mis hombres haban
cruzado el muro y se acercaban. O que deca:
Aqu estoy, dispuesto a cumplir Tus de-
seos, Seor. Soy Tu esclavo; T me recompensa-

285
Bram Stoker

rs, porque Te ser fiel. Te he adorado de lejos, y


durante mucho tiempo. Ahora que ests cerca, es-
pero Tus mandatos, y que no Te olvides de m,
Seor, en la distribucin de Tus dones.
Es un miserable egosta. Piensa en los panes
y los peces, cuando cree estar ante un Ser divino:
Sus manas componen una amalgama asombrosa.
Al abordarle se revolvi como un tigre. Es enor-
memente fuerte, y pareca ms un animal salvaje
que una persona. Jams he visto a un luntico con
semejante paroxismo de rabia; ni espero encon-
trarlo. Es una suerte que nos hayamos dado cuen-
ta a tiempo de su fuerza, y del peligro que repre-
senta. Con esa fuerza y una determinacin como
la suya, poda haber cometido alguna tropela an-
tes de reducirle. En todo caso, ahora est a buen
recaudo. Ni el propio Jack Sheppard podra librar-
se de la camisa de fuerza que le hemos puesto; pe-
ro adems, lo hemos encadenado al muro de la
habitacin acolchada. Sus gritos son espantosos a

286
Drcula

veces, pero los silencios que siguen son ms tre-


mendos an, pues se adivina el homicidio en cada
gesto y en cada movimiento.
Ahora mismo acaba de decir unas palabras
coherentes por primera vez:
Ser paciente, Seor. Se ir, se ir..., se
ir!
He recogido la alusin, tambin, y me he
ido. Estaba demasiado excitado para dormir; pero
este diario me ha tranquilizado, y siento que an
voy a poder conciliar el sueo esta noche.

287
CAPITULO IX

CARTA DE MINA HARKER A LUCY


WESTENRA

Budapest, 24 de agosto
Queridsima Lucy:
S que estars deseosa de saber lo
ocurrido desde que nos despedimos en la
estacin de Whitby. Pues vers, llegu a
Hull muy bien, cog el barco para Hambur-
go y luego el tren hasta aqu. Creo que no
puedo recordar nada del viaje, salvo que
pensaba que iba a reunirme con Jonathan y
que, como tena que cuidarle, deba dormir
lo ms posible... Le encontr muy delgado,
plido y con aspecto muy dbil. Le ha des-
aparecido toda la resolucin de los ojos, y
Drcula

su rostro ya no tiene la serena dignidad de


la que tanto te he hablado. Es un despojo de
s mismo, y no recuerda nada de lo que le
ha sucedido desde hace mucho tiempo. Al
menos, quiere que yo lo crea as, y nunca le
preguntar. Ha sufrido una impresin te-
rrible, y temo que cualquier esfuerzo por
recordar afecte a su pobre cerebro. Sor
Agatha, que es buena persona y una enfer-
mera consumada, me ha contado que en
sus delirios deca cosas espantosas. Le pre-
gunt qu cosas eran, pero ella se limit a
santiguarse, y dijo que jams hablara de
ello, que los desvaros de un enfermo eran
privilegio de Dios, y que si una enfermera,
cumpliendo su deber, llegaba a escucharlos,
deba respetar el secreto. Es un alma dulce
y buena; y al da siguiente, vindome pre-
ocupada, abord el tema otra vez, y des-

289
Bram Stoker

pus de advertirme que jams hablara de


los delirios de mi pobre Jonathan, aadio:
Slo puedo decirle una cosa: que
no se trata de nada malo que l haya hecho;
como futura esposa, no tiene motivos para
preocuparse. No la ha olvidado, ni a usted
ni lo que le debe a usted. Sus angustias se
deban a cosas enormes y terribles, con las
que ningn mortal puede tratar.
Supongo que la pobre piensa que
poda ponerme celosa y creer que mi pobre
Jonathan se haba enamorado de otra mu-
jer. Ponerme yo celosa de Jonathan! Sin
embargo, amiga ma, te confieso que me co-
rri un estremecimiento de gozo por todo el
cuerpo al saber que la causa de sus tribula-
ciones no era ninguna otra mujer. Ahora es-
toy sentada junto a su cabecera, donde
puedo ver su cara mientras duerme. Se es-
t despertando...! Al despertarse, me ha

290
Drcula

preguntado por su chaqueta, porque quera


algo del bolsillo; le he preguntado a sor
Agatha, y me ha trado sus objetos persona-
les. He visto que entre ellos estaba su cua-
derno, e iba a pedirle que me lo dejase mi-
rar porque saba que podra descubrir en
l alguna clave de su estado, pero supon-
go que debi de leer este deseo en mis ojos,
pues me pidi que fuera a la ventana, di-
ciendo que quera estar completamente a
solas un momento; luego me llam, y
cuando estuve a su lado, puso la mano so-
bre el cuaderno y me dijo muy serio:
Wilhelmina entonces comprend
que hablaba muy en serio, porque no me
haba llamado as desde que me pidi que
me casara con l, cario; t conoces mis
ideas sobre la confianza entre marido y mu-
jer; no deben tener ningn secreto ni nada
que ocultar. He sufrido una fuerte impre-

291
Bram Stoker

sin, y cuando trato de pensar en ella, la


cabeza me da vueltas y no s si ha sido real,
o si son los desvaros de un loco. Ya sabes
que he tenido encefalitis, y eso puede oca-
sionar locura. El secreto est aqu; pero no
quiero saberlo. Quiero empezar de nuevo
mi vida, a partir de nuestro casamiento.
(Pues, mi querida Lucy, hemos decidido ca-
sarnos tan pronto como hayamos cumplido
todas las formalidades.) Wilhelmina, quie-
res compartir mi ignorancia? Aqu est el
libro. Tmalo y gurdalo; lelo si quieres,
pero no me lo digas; no quiero saber nada,
a menos que un solemne deber me obligue
a volver sobre esos momentos amargos, so-
ados o vigiles, dementes o lcidos, con-
signados aqu.
Se dej caer agotado; le puse el cua-
derno debajo de la almohada y le bes. Le
he dicho a sor Agatha que le pida permiso a

292
Drcula

la superiora en nuestro nombre para casar-


nos esta tarde, y estoy esperando la res-
puesta...
Ha regresado y dice que han man-
dado llamar al capelln de la misin ingle-
sa. Vamos a casarnos dentro de una hora, o
en cuanto Jonathan se despierte...
Lucy, ya ha pasado ese momento.
Me siento muy solemne, aunque muy, muy
feliz. Jonathan se despert algo ms de una
hora despus; ya estaba todo dispuesto, y
se incorpor en la cama, apoyado en almo-
hadones. Dijo: S, quiero con firmeza y
decisin. Yo no poda hablar; me senta tan
emocionada que hasta esas breves palabras
parecan ahogarme. Las cariosas monjas se
han mostrado muy amables. Pido a Dios
que no las olvide nunca; ni tampoco las
graves y dulces responsabilidades que aca-
bo de contraer. Ahora quiero hablarte de

293
Bram Stoker

nuestro regalo de boda. Cuando el capelln


y las hermanas me han dejado a solas con
mi esposo oh, Lucy, es la primera vez
que escribo esta palabra!, he cogido el li-
bro de debajo de su almohada, lo he en-
vuelto con un papel blanco, lo he atado con
una cinta color azul plido que yo llevaba
en el cuello, y le he puesto un sello de cera,
utilizando como sello el anillo de casada.
Luego lo he besado y se lo he enseado a
Jonathan; le he dicho que lo guardar as, y
que ser el signo externo y visible, para to-
da la vida, de la confianza del uno en el
otro; que jams lo abrir, a menos que l me
lo pida expresamente, por algn imperioso
deber. Entonces me ha cogido las manos...
Oh, Lucy!, era la primera vez que me coga
las manos como esposa, y ha dicho que yo
era lo que ms quera en el mundo, y que
volvera a pasar todo lo que ha pasado, si

294
Drcula

fuese necesario, con tal de merecerme. El


pobre deba de referirse a una parte del pa-
sado; pero an no es capaz de calcular el
tiempo, y no me extraara que al principio
se equivocara no slo de mes, sino de ao.
Bueno, querida, qu poda decir yo?
Slo he sido capaz de contestarle que soy la
mujer ms feliz del mundo, y que no tengo
otra cosa que darle que mi ser, mi vida y mi
fe, y con ello, mi amor y mi entrega durante
todos los das de mi existencia. Y al besar-
me, Lucy, y atraerme con sus manos dbi-
les, me ha parecido como si sellsemos un
pacto solemne entre los dos...
Lucy, querida, sabes por qu te
cuento todo esto? No es solamente porque
me siento feliz al hablar de ello, sino porque
has sido y eres mi mejor amiga. Fue un pri-
vilegio para m ser tu amiga y consejera,
cuando dejaste las clases para prepararte

295
Bram Stoker

para el mundo. Querra que me vieses aho-


ra, con ojos de esposa muy feliz, adnde me
ha llevado el deber; para que tu misma vida
de casada pueda ser tambin todo lo feliz
que es la ma. Amiga ma, pido a Dios To-
dopoderoso que tengas un futuro lleno de
promesas; que sea un da largo y radiante,
sin vientos desabridos, sin olvidos de debe-
res, sin desconfianzas. No te deseo una au-
sencia total de dolor porque eso no puede
ser; pero espero que seas siempre todo lo fe-
liz que yo soy ahora. Adis, querida Lucy.
Enviar corriendo esta carta, y puede que te
escriba muy pronto otra vez. Debo termi-
nar, porque Jonathan se est despertando...,
y tengo que atender a mi esposo!
Con todo cario,
MINA MURRAY
CARTA DE LUCY WESTENRA A MINA
MURRAY

296
Drcula

Whitby, 30 de agosto

Queridsima Mina:
Te mando ocanos de abrazos y mi-
llones de besos, y mi mayor deseo de que te
encuentres pronto en tu casa con tu marido.
Quisiera que estuvieses de regreso con
tiempo suficiente para pasar unos das con
nosotras. Este aire vigoroso restablecer en-
seguida a Jonathan; a m me ha curado por
completo. Tengo un apetito feroz, me siento
llena de vitalidad y duermo bien. Te alegra-
r saber que se me ha ido el sonambulismo
por completo. Creo que no me muevo de la
cama desde hace una semana; es decir,
cuando estoy acostada. Arthur dice que es-
toy engordando. A propsito, olvidaba de-
cirte que Arthur est aqu. Salimos a pasear
a pie o en coche, montamos a caballo, re-

297
Bram Stoker

mamos, jugamos al tenis y pescamos juntos;


le quiero ms que nunca. l dice que me
quiere ms; pero lo dudo, porque una vez
me dijo que era imposible quererme ms de
lo que entonces me quera. Pero esto es una
tontera. Aqu est, llamndome. As que
termino de momento. Te quiere,
LUCY

P. D. Mi madre te enva recuerdos.


Parece que est mejor, la pobre.

P. P. D. Nos casaremos el 28 de se-


tiembre.

DIARIO DEL DOCTOR SEWARD

20 de agosto

298
Drcula

El caso de Renfield se vuelve cada vez ms


interesante. Ahora se ha apaciguado hasta tal ex-
tremo que tiene perodos de total carencia de pa-
sin. Durante la semana subsiguiente a su ataque
se mostr muy violento. Luego, una noche, al salir
la luna, empez a calmarse, sin parar de murmu-
rar para s: Ahora puedo esperar; ahora puedo
esperar. El celador vino a comunicrmelo, y baj
corriendo enseguida, a echarle una ojeada. Estaba
inmvil, con su camisa de fuerza, en la habitacin
acolchada, pero la expresin congestionada haba
desaparecido de su rostro, y a sus ojos asomaba
algo de su antigua y suplicante casi podra decir
humillante mansedumbre. Me alegr de verle
as, y orden que le soltaran. Los celadores vacila-
ron, pero finalmente obedecieron sin rechistar. Lo
extrao fue que el enfermo tuviera el humor sufi-
ciente como para observar la desconfianza de mi

299
Bram Stoker

personal; pues se acerc a m y dijo en voz baja,


sin dejar de mirar de reojo:
Creen que puedo hacerle dao! Figre-
se, yo hacerle dao a usted! Estpidos!
En cierto modo, era un alivio para m com-
probar que este pobre loco me distingue de los
dems; pero de todos modos, no veo claro su pen-
samiento. Debo tomarlo en el sentido de que ten-
go algo en comn con l, de forma que debemos
estar unidos, por as decir?, O quiere conseguir
de m algn favor tan grande que necesita mi
bienestar? Tendr que averiguarlo ms adelante.
Esta noche no quiere hablar. Ni siquiera el ofreci-
miento de un gatito pequeo, o de un gato adulto,
ha conseguido tentarle. Se ha limitado a decir:
No quiero ningn gato. Ahora tengo
otras cosas en que pensar, y puedo esperar.
Poco despus, le dej. El celador dice que
estuvo tranquilo hasta poco antes del amanecer, y
luego empez a mostrarse desasosegado, volvi a

300
Drcula

ponerse violento, y, finalmente, le acometi una


crisis que le dej agotado hasta el punto de hacerle
caer en una especie de coma .
...Hace tres noches que viene ocurriendo lo
mismo: est violento durante todo el da; despus
se queda tranquilo desde la salida de la luna a la
del sol. Quisiera descubrir la causa de este com-
portamiento. Casi parece como si se tratara de una
influencia transitoria. Quiz sea eso! Esta noche
vamos a poner en juego la razn lcida frente a la
demencia. Antes se nos escap sin que quisise-
mos; esta noche le ayudaremos a escapar. Le brin-
daremos una oportunidad, y tendr a mis hom-
bres preparados para seguirle, en caso necesario...

23 de agosto

Siempre ocurre lo inesperado. Cmo co-


noca Disraeli la vida! Al descubrir la jaula abierta,

301
Bram Stoker

nuestro pjaro no quiso echar a volar, por lo que


todos nuestros planes no han servido de nada. En
cualquier caso, hemos comprobado una cosa: que
los perodos de tranquilidad duran un tiempo ra-
zonable. En adelante, le pondremos las correas
durante unas horas al da. He dado orden al cela-
dor del turno de noche de que le tenga encerrado
meramente en la habitacin acolchada, si se
muestra tranquilo, hasta una hora antes de la sali-
da del sol. El cuerpo del pobre hombre disfrutar
de ese descanso, aunque su espritu no pueda
apreciarlo. Atencin! Otra vez lo inesperado! Me
llaman; el paciente se ha escapado de nuevo.

Ms tarde

Otra aventura nocturna. Renfield ha aguar-


dado astutamente a que el celador entrara en la

302
Drcula

habitacin a inspeccionar, y ha salido por delante


de l como una exhalacin, echando a correr por el
pasillo. He ordenado a los celadores que le sigan.
Como la vez anterior, se ha dirigido al terreno que
pertenece a la casa deshabitada, y le hemos encon-
trado en el mismo lugar, empujando la puerta de
la vieja capilla. Al verme, se ha puesto furioso y de
no sujetarle a tiempo los celadores, habra intenta-
do matarme. Mientras le cogamos, ha sucedido
algo. Haba redoblado sus esfuerzos, cuando de
repente se tranquiliz. Mir a mi alrededor instin-
tivamente, pero no vi nada. Luego observ la mi-
rada del paciente y la segu, pero no logr descu-
brir nada en el cielo iluminado por la luna, hacia
donde miraba fijamente, salvo un gran murcilago
que se alejaba hacia poniente con sus aleteos silen-
ciosos y fantasmales. En general, los murcilagos
dan vueltas, yendo y viniendo; pero ste pareca
seguir una trayectoria recta, como si supiese
adnde iba o tuviera una intencin especial. El pa-

303
Bram Stoker

ciente se fue tranquilizando cada vez ms, y al ca-


bo de un momento dijo:
No necesitan atarme; volver sin ofrecer
resistencia!
Regresamos sin dificultades. Tengo la sen-
sacin de que hay algo presagioso en esta calma;
no se me olvidar jams esta noche...

DIARIO DE LUCY WESTENRA

Hillingham, 24 de agosto

Voy a imitar a Mina, y a escribir todas las


cosas. Luego tendremos mucho de que hablar,
cuando estemos juntas. Me pregunto cundo ser
eso. Quisiera que estuviese conmigo ahora, ya que
me siento muy desgraciada. Anoche me pareci
soar otra vez, como cuando estaba en Whitby.
Quiz sea el cambio de aire, o el haber vuelto a

304
Drcula

casa otra vez. Todo son tinieblas a mi alrededor,


ya que no consigo recordar nada; pero estoy llena
de un vago temor y me siento dbil y agotada.
Arthur ha venido a comer y se ha preocupado
mucho al verme en este estado, pero yo no tena
nimos para fingir alegra. Ver si puedo dormir
esta noche en la habitacin de mam. Pondr
cualquier pretexto, y lo intentar.

25 de agosto

Otra mala noche. Mam rechaz mi propo-


sicin. Parece que no se encuentra muy bien, y sin
duda teme preocuparme. Intent mantenerme
despierta, y lo consegu durante un rato: pero el
reloj me sac del sopor al dar las doce, as que de-
b de adormilarme. O una especie de araazos o
aleteos en la ventana, pero no prest atencin; y
dado que no recuerdo nada ms, supongo que de-

305
Bram Stoker

b de quedarme dormida. Otra vez tuve pesadi-


llas. Me gustara poder recordarlas. Esta maana
me siento muy dbil. Tengo la cara horriblemente
plida, y me duele la garganta. Debo de tener algo
en los pulmones, porque parece que no me entra
aire suficiente. Tratar de mostrarme alegre cuan-
do venga Arthur; de lo contrario, s que se afligir
muchsimo al verme as.

CARTA DE ARTHUR HOLMWOOD AL


DOCTOR SEWARD

Hotel Albemarle, 31 de agosto


Querido Jack:
Quiero que me hagas un favor. Lucy est
enferma; es decir, no tiene ninguna enfermedad
especial, pero su aspecto es espantoso, y cada da
est peor. Le he preguntado si se debe a alguna
causa; no me atrevo a preguntarle a su madre,
pues preocupar a la pobre seora a propsito de

306
Drcula

su hija, en su actual estado de salud, sera fatal. La


seora Westenra me ha confiado que est senten-
ciada tiene una grave afeccin cardiaca, aun-
que Lucy no lo sabe an. Estoy seguro de que hay
algo que est consumiendo el espritu de mi que-
rida Lucy. Casi me siento desasosegado cuando
pienso en ella; me apena mucho verla as. Le he
dicho que consultara su caso contigo, y aunque al
principio ha vacilado s el motivo, mi viejo ca-
marada, al final ha accedido. Ser una misin
dolorosa para ti, lo comprendo; pero se trata de
ella, y no tengo por qu dudar en pedrtelo, ni t
en intervenir. Ve a comer a Hillingham maana a
las dos, a fin de no despertar ninguna sospecha en
la seora Westenra; y despus de comer, Lucy
aprovechar la ocasin para estar a solas contigo.
Yo llegar a la hora del t, y podremos salir juntos.
Estoy muy preocupado, y quiero hablar contigo
tan pronto como la hayas visto. No me falles!
ARTHUR

307
Bram Stoker

TELEGRAMA DE ARTHUR
HOLMWOOD A SEWARD

1 de setiembre
Mi padre peor. Marcho a verle. Es-
cribir. Envame detalles correo esta noche
a Ring. Telegrafa en caso necesario.

CARTA DEL DOCTOR SEWARD


A ARTHUR HOLMWOOD

2 de setiembre
Mi querido y viejo camarada:
Respecto a la salud de la seorita
Westenra, me apresuro a comunicarte que,
en mi opinin, no sufre ningn trastorno
funcional ni enfermedad que yo conozca.
De todos modos, no estoy satisfecho en
modo alguno con su aspecto; est muy
desmejorada respecto de la ltima vez que

308
Drcula

la vi. Naturalmente, debes tener en cuenta


que no he tenido ocasin de hacerle una
exploracin completa, como habra sido mi
deseo; nuestra misma amistad pone trabas
que ni la medicina ni los usos sociales pue-
den salvar. Ser mejor que te cuente lo su-
cedido, dejndote que saques, en cierto
modo, tus propias conclusiones. Te dir lo
que he hecho y lo que me propongo hacer.
Encontr a la seorita Westenra apa-
rentemente animada. Estaba presente su
madre, y enseguida me di cuenta de que
haca todo lo posible por disimular delante
de ella y evitarle preocupaciones. No me
cabe duda de que sospecha, si es que no sa-
be ya, que debe ser prudente cuando su
madre est delante. Comimos solos; y coma
todos nos esforzamos en mostrarnos ale-
gres, al final conseguimos que reinara una
sincera alegra, en compensacin a nuestros

309
Bram Stoker

esfuerzos. Luego la seora Westenra fue a


echarse, y Lucy se qued conmigo. Pasa-
mos al gabinete, y dado que las criadas iban
y venan, la alegra dur hasta que entra-
mos all. Tan pronto como se cerr la puer-
ta, se desprendi la mscara de su rostro, se
dej caer en una butaca con un gran suspiro
y se tap los ojos con una mano. Cuando vi
que le fallaban los nimos, aprovech su re-
accin para iniciar el reconocimiento. Me
dijo con dulzura:
No puede figurarse lo que detesto
hablar de m misma.
Le record que la confianza en un
mdico era sagrada, pero que t estabas
muy inquieto por ella. Entendi enseguida
a qu me refera, y arregl la cuestin en
pocas palabras:

310
Drcula

Dgale a Arthur todo lo que quie-


ra. No estoy preocupada por m, sino por
l!
De modo que puedo hablarte con en-
tera libertad.
Me di cuenta enseguida de que tie-
ne falta de sangre, aunque no he observa-
do en ella los habituales signos de anemia;
casualmente, pude comprobar la calidad
de su sangre, pues al abrir una ventana
que estaba encajada, cedi una cuerda, y
se cort ligeramente en la mano al rom-
perse un cristal. Fue un incidente sin im-
portancia, pero me brind la ocasin de
poder recoger unas gotas de su sangre, y
luego analizarlas. El anlisis cualitativo
revela un estado normal, y debera indicar
una salud vigorosa. En otros aspectos fsi-
cos, he comprobado con entera satisfac-
cin que no hay motivo para preocuparse;

311
Bram Stoker

pero como ha de existir alguna causa, he


llegado a la conclusin de que debe de tra-
tarse de algo mental. Ella se queja de tener
dificultad para respirar, a veces, y de te-
ner un sueo pesado, letrgico, con pesa-
dillas que la asustan, pero de las que no es
capaz de recordar nada. Dice que de nia
sola padecer de sonambulismo y que
cuando estuvo en Whitby le volvi ese
mismo hbito; una de las veces sali de
casa sonmbula y lleg hasta el acantilado
este, donde la encontr la seorita Mu-
rray: pero me asegura que ltimamente le
haba desaparecido tal costumbre. Tengo
mis dudas; as que he hecho lo que consi-
dero mejor para averiguarlo: he escrito a
mi viejo amigo y maestro, el profesor Van
Helsing, de Amsterdam, que es quien ms
sabe sobre enfermedades oscuras en el
mundo. Le he pedido que venga, y como

312
Drcula

dices que todos los gastos corren de tu


cuenta, le he mencionado quin eres, y tus
relaciones con la seorita Westenra. Esto,
mi querido compaero, es slo obede-
ciendo tus deseos; pues me siento orgullo-
so y feliz de hacer lo que sea por ella. Van
Helsing, lo s, har lo que le pida por ra-
zones personales. As que, sea cual sea la
conclusin a la que l llegue, deberemos
acatar sus decisiones. Da la impresin de
ser un hombre arbitrario, pero es porque
sabe ms que nadie. Es filsofo y metafsi-
co, y uno de los cientficos ms avanzados
de su tiempo; posee un entendimiento,
una mentalidad absolutamente abierta.
Esta, unida a unos nervios de acero, un
temperamento fro, una indomable reso-
lucin, un autodominio y una tolerancia
que elevan la virtud a la categora de ben-
dicin, y al corazn ms bondadoso que

313
Bram Stoker

existe todo lo cual constituye sus ins-


trumentos para esa noble obra que realiza
por la humanidad, opera tanto en la
teora como en la prctica; pues su campo
es tan inmenso como su simpata. Te
hablo de estas cosas para que comprendas
por qu tengo tanta confianza en l. Le he
pedido que venga inmediatamente. Ma-
ana ver a la seorita Westenra en los
Almacenes, a fin de no alarmar a su madre
con una nueva visita ma tan pronto.

Tu buen amigo,

JOHN SEWARD

CARTA DE ABRAHAM VAN HELSING,


M. D., D. PH., D. LIT., ETC., ETC., AL
DOCTOR SEWARD

314
Drcula

2 de setiembre

Mi querido amigo

He recibido su carta y salgo para


all. Por fortuna puedo ir inmediatamente
sin perjuicio para ninguno de mis pacientes.
De lo contrario, lo habra sentido mucho
por aquellos que confan en m, porque de
todos modos habra acudido corriendo a mi
amigo, que me llama para asistir a sus seres
queridos. Dgale a su camarada que cuando
usted succion sin prdida de tiempo el ve-
neno de la gangrena de aquel cuchillo que
nuestro comn amigo, demasiado nervioso,
dej caer, hizo usted ms por su prometida
que ahora necesita mi ayuda y la pide en
nombre de l, que todo lo que su enorme
fortuna podra conseguir. Pero para m re-
presenta un placer ms grande an, por tra-

315
Bram Stoker

tarse de su amigo: esa usted 'a quien ayudo.


Resrveme, pues, habitacin en el Great
Eastern Hotel, a fin de poder estar cerca, y
concierte una entrevista con la joven para
maana por la maana, no demasiado tar-
de, ya que probablemente tendr que regre-
sar por la noche. De todos modos, si hiciese
falta, volvera dentro de tres das y podra
quedarme el tiempo que fuera necesario.
Un cordial saludo, mi querido John, y hasta
entonces.

VAN HELSING

CARTA DEL DOCTOR SEWARD AL


HONORABLE
ARTHUR HOLMWOOD

3 de setiembre

316
Drcula

Querido Art:
Van Helsing ha estado aqu y ha
vuelto a marcharse. Me acompa a
Hillingham, y nos encontramos con que,
por discrecin de Lucy, su madre haba sa-
lido a comer fuera, por lo que pudimos es-
tar a solas con ella. Van Helsing le hizo un
reconocimiento muy minucioso. Ya te con-
tar cuando l me pase el informe; porque,
como es natural, no estuve presente todo el
tiempo. Me parece que est muy preocupa-
do; pero dice que tiene que meditarlo.
Cuando le habl de nuestra amistad y de la
confianza que tienes en m en lo que se re-
fiere a este asunto, dijo:
Debe contarle todo lo que piensa.
Dgale lo que opino yo tambin, si desea.
No; no estoy bromeando. No es una broma,
sino una cuestin de vida o muerte, y quiz
de algo ms.

317
Bram Stoker

Quise saber a qu se refera, porque


estaba muy serio. Esto fue al regresar a
Londres, mientras tombamos una taza de
t, antes de que l emprendiese el regreso a
Amsterdam. Pero no me dijo nada ms. No
debes enfadarte con l, Art, porque su
misma reserva significa que todo su cerebro
est dedicado a curarla. Cuando llegue el
momento, hablar con claridad, puedes es-
tar seguro. As que le dije que me limitara
a contarte nuestra visita, igual que si redac-
tase un artculo descriptivo para el Daily Te-
legraph. No me hizo caso, y coment que los
humos de Londres no parecen tan nocivos
como cuando estuvo l aqu de estudiante.
Si le da tiempo, es posible que maana
mismo tenga yo su informe. En cualquier
caso, me escribir.
Bueno; en cuanto 'a la visita, encon-
tr a Lucy ms animada que el primer da

318
Drcula

que la vi, y desde luego con mejor aspecto.


Le haba desaparecido la horrible palidez
que tanto me haba alarmado, y su respira-
cin era normal. Estuvo muy amable con el
profesor (como lo est ella siempre), y trat
de que se sintiese a gusto; aunque me di
cuenta de que la pobre haca mprobos es-
fuerzos. Creo que Van Helsing se dio cuen-
ta tambin, pues percib bajo sus espesas ce-
jas esa viva mirada que conozco tan bien.
Luego empez l a charlar sobre toda clase
de temas, eludiendo el de las enfermeda-
des, con tal ingeniosidad, que pude obser-
var que la fingida animacin de la pobre
Lucy se volva sincera. Luego, sin cambio
alguno aparente, llev la conversacin con
toda suavidad hacia el objeto de su visita, y
dijo en tono afable:
Mi querida seorita, me alegra
inmensamente comprobar lo mucho que la

319
Bram Stoker

quieren. Eso significa muchsimo, aun


cuando estuviese aqu cierta persona a la
que no veo. Me haban informado que esta-
ba usted en los huesos, y que se la vea
horriblemente plida. Pues yo les digo a to-
dos: Quia! Chasc los dedos y prosi-
gui: Usted y yo les vamos a demostrar
lo equivocados que estn. Qu sabe l y
me seal a m con la misma expresin y
gesto con que una vez me seal en clase, o
ms bien despus de ella, en una ocasin
especial que nunca se me olvidar, qu
sabe l de seoritas? l tiene sus locos con
los que entretenerse, y a quienes dar la feli-
cidad y devolver a sus seres queridos. Es
mproba la tarea de restituir la felicidad,
aunque tiene sus compensaciones. Pero
conocer a las jvenes! No tiene esposa ni
hija; y las chicas no se confan a los jvenes,
sino a los viejos como yo, que saben de mu-

320
Drcula

chos sufrimientos y de sus causas. As que,


querida, le enviaremos a fumar al jardn, y
mientras, usted y yo charlaremos un poco.
Recog la alusin y sal a dar una
vuelta; poco despus, el profesor se asom
a la ventana y me llam. Estaba serio, pero
dijo:
Le he hecho un reconocimiento
meticuloso, pero no he encontrado ninguna
causa funcional. Coincido con usted en que
ha perdido mucha sangre; aunque ahora no
la pierde. De todos modos, no tiene snto-
mas de anemia Le he pedido que me enve
a su doncella, a fin de hacerle una o dos
preguntas, para no dejar nada. S muy bien
lo que dir. Sin embargo, existe una causa;
siempre existe una causa para todo. Debo
regresar a casa y meditar. Mndeme usted
un telegrama todos los das; y si surge algo,
volver. La enfermedad puesto que el no

321
Bram Stoker

estar completamente bien es una enferme-


dad me interesa; y esta dulce joven me
interesa tambin. La encuentro encantado-
ra; y si no es por usted o por su enferme-
dad, volver por ella.
Como te digo, no quiso aadir una
palabra ms, aunque estbamos solos. De
modo, Arthur, que ahora sabes lo mismo
que yo. Me mantendr sobre aviso. Espero
que tu padre est mejor. Debe de ser terri-
ble para ti encontrarte en semejante situa-
cin, entre dos personas que te son tan que-
ridas. S cul es tu sentimiento del deber
para con tu padre, y haces bien en cumplir-
lo; pero si es necesario, te escribir para que
vengas enseguida al lado de Lucy; as que
no te inquietes demasiado si no tienes noti-
cias mas.
JOHN SEWARD

322
Drcula

DIARIO DEL DOCTOR SEWARD

4 de setiembre

El paciente zofago sigue acaparando nues-


tro inters. Slo ha tenido un acceso, y ocurri
ayer a una hora desacostumbrada. Poco antes de
que dieran las doce del medioda, empez a mos-
trarse inquieto. El celador, que conoce los snto-
mas, pidi ayuda inmediatamente. Por fortuna,
los hombres acudieron enseguida y llegaron a
tiempo, porque a las doce en punto se puso tan
furioso que tuvieron que emplearse a fondo para
reducirle. A los cinco minutos, sin embargo, em-
pez a disminuir su violencia; y finalmente se su-
mi en una especie de estupor, en cuyo estado ha
permanecido hasta ahora. El celador dice que sus
gritos durante el paroxismo eran sobrecogedores;
al entrar yo, encontr a mis hombres ocupados en

323
Bram Stoker

asistir a otros pacientes. Desde luego, entiendo


perfectamente el efecto, porque incluso a m me
inquietaron sus gritos a pesar de que me encon-
traba a cierta distancia. Es despus de la hora de la
cena en el sanatorio, y mi paciente sigue sentado
en un rincn, meditando, con una expresin som-
bra y afligida en el rostro que parece indicar algo.
Pero no llego a comprender bien el qu.

Ms tarde
Otro cambio se ha operado en mi paciente.
He ido a verle a las cinco y le he encontrado apa-
rentemente tan feliz y contento como antes. Estaba
cazando moscas: se las coma, y apuntaba sus cap-
turas haciendo seales con la ua en la puerta, en-
tre las ondulaciones del acolchado. Al verme, se
acerc, se excus de su mala conducta y me pidi,
en un tono dcil y sumiso, que le devolviese otra
vez a su habitacin y le dejase tener su cuaderno.
Me pareci conveniente seguirle la corriente; as

324
Drcula

que ya est de nuevo en su cuarto, con la ventana


abierta. Ha esparcido el azcar de su t en el alfi-
zar, y obtiene toda una cosecha de moscas. Ahora
no se las come sino que las mete en una caja, como
haca antes, y anda inspeccionando los rincones en
busca de araas. He tratado de hacerle hablar so-
bre los das pasados, ya que sera de inmensa
ayuda para descubrir alguna clave de sus pensa-
mientos; pero sin xito. Por un momento o dos pa-
reci muy triste, y dijo con una especie de voz le-
jana, como si hablase para s mismo, ms que
conmigo:
Todo ha terminado! Me ha dejado. Aho-
ra ya no tengo otra esperanza que lo que yo mis-
mo pueda hacer por m! Luego, volvindose s-
bitamente hacia m, dijo con resolucin: Doctor,
sera lo bastante bueno conmigo como para dar-
me un poco ms de azcar? Creo que me vendra
bien.
Para cazar moscas? pregunt.

325
Bram Stoker

S! A las moscas les gusta el azcar, y a


m me gustan las moscas; as que a m me gusta el
azcar tambin.
Hay gente tan ignorante que cree que los
locos no razonan. Le he facilitado doble racin, y
le he dejado lo ms feliz del mundo. Me gustara
poder sondearle la mente.

Medianoche
Otro cambio. Haba ido a visitar a la seori-
ta Westenra, a la que he encontrado mucho mejor,
y al regresar me haba detenido en nuestra entrada
a contemplar la puesta de sol, cuando o su grito
otra vez. Como su habitacin da a la parte delan-
tera del edificio, pude orle mejor que por la ma-
ana. Fue tremendo para m, dejar de admirar la
mgica y evanescente belleza de la puesta de sol
por encima de Londres, con sus luces plidas y
sus sombras negras, y todos los maravillosos ma-
tices que adquieren las sucias nubes y hasta las

326
Drcula

sucias aguas, para volverme hacia la siniestra se-


veridad de este edificio de fra piedra, y su carga
de miseria, con el corazn afligido de tanto sopor-
tar todo esto. Llegu a su celda cuando ya se ocul-
taba el sol, y desde la ventana vi hundirse el disco
rojo. A medida que se hunda, mi paciente fue
perdiendo violencia; y al desaparecer del todo, se
resbal de las manos que le sujetaban y cay al
suelo, como un fardo. Es prodigioso el poder de
recuperacin intelectual que poseen los lunticos,
pues a los pocos minutos se levant completamen-
te sereno y mir en torno suyo. Hice una sea a los
celadores para que no le sujetasen, porque quera
ver qu haca. Fue directamente a la ventana y ba-
rri los granos de azcar; luego cogi la caja de las
moscas, la vaci en el exterior y tir la caja; a con-
tinuacin cerr la ventana y, cruzando la habita-
cin, se sent en la cama. Todo esto me dej sor-
prendido; as que le pregunt:
Ya no va a almacenar ms moscas?

327
Bram Stoker

No dijo; estoy harto de todas esas


tonteras!
Desde luego, es un caso extraordinariamen-
te interesante. Quisiera tener un vislumbre de su
mente o de la causa de su sbita pasin. Aten-
cin!, puede que exista una clave despus de todo
si consigo averiguar por qu hoy sus paroxismos
han ocurrido precisamente en el momento en que
el sol estaba en su cenit y en el ocaso. Ser que el
sol ejerce una influencia maligna, en determinados
momentos, capaz de afectar a determinadas natu-
ralezas... como la luna la ejerce en otras? Ya vere-
mos.

TELEGRAMA DE SEWARD,
LONDRES,A VAN HELSING,
AMSTERDAM

4 de setiembre

328
Drcula

Paciente hoy mejor.

TELEGRAMA DE SEWARD, LONDRES,


A VAN HELSING, AMSTERDAM

5 de setiembre

Paciente muy mejorada. Buen apeti-


to; duerme perfectamente; animada; reco-
bra color.
TELEGRAMA DE SEWARD, LONDRES,
A VAN HELSING, AMSTERDAM

6 de setiembre

Terrible empeoramiento. Venga en-


seguida; no pierda tiempo. No telegrafiar a
Holmwood hasta verle a usted.

329
CAPITULO X

CARTA DEL DOCTOR SEWARD AL


HONORABLE
ARTHUR HOLMWOOD

6 de setiembre

Querido Art
Mis noticias hoy no son buenas. Esta
maana, Lucy estaba ligeramente peor. Sin
embargo, de esto ha derivado algo bueno:
la seora Westenra se ha mostrado natu-
ralmente preocupada y me ha consultado
profesionalmente acerca de su hija. He
aprovechado la ocasin para decirle que mi
viejo maestro, el gran especialista Van Hel-
sing, va a estar un tiempo conmigo, y que
quisiera ponerla en sus manos, igual que
Drcula

me pongo yo mismo; de modo que ahora


podemos ir y venir sin alarmarla, ya que
una fuerte impresin podra ocasionarle la
muerte; y en el estado de debilidad en que
se encuentra Lucy, esto podra ser tambin
catastrfico para ella. Estamos todos rodea-
dos de dificultades, mi pobre camarada; pe-
ro ruego a Dios que podamos vencerlas. Te
escribir cuando haga falta; de modo que si
no recibes noticias mas, ten la seguridad de
que estoy esperando a saber algo. Te envo
sta a toda prisa.
JOHN SEWARD

DIARIO DEL DOCTOR SEWARD

7 de setiembre
Lo primero que dijo Van Helsing al encon-
trarnos en Liverpool Street, fue:

331
Bram Stoker

Le ha dicho algo a nuestro joven y ena-


morado amigo?
No dije. Esperaba hablar antes con
usted, tal como le deca en el telegrama. Le he es-
crito una carta dicindole simplemente que iba a
venir usted, ya que la seorita Westenra no se en-
contraba bien; y que si haba alguna novedad se la
hara saber.
Bien, amigo mo dijo, muy bien! Es
mejor que no sepa nada an; quiz no llegue a en-
terarse. Ojal; aunque si es preciso, se lo diremos
todo. Ahora, John, amigo mo, permtame adver-
tirle algo. Usted est acostumbrado a tratar con
locos. Todos los hombres estn locos en mayor o
menor medida; pues con la misma discrecin con
que trata a sus locos, debe tratar tambin a los lo-
cos de Dios... que constituyen el resto del mundo.
Usted no dice a sus locos lo que hace ni por qu lo
hace; no les comunica lo que piensa. As que debe
dejar el saber en su sitio, donde pueda descan-

332
Drcula

sar..., donde pueda aumentar y crecer. Usted y yo,


discretamente, guardaremos lo que sabemos aqu
y aqu. Y me toc el corazn y la cabeza, y luego
se toc l ambos lugares tambin. De momento,
tengo mis ideas. Ms adelante se las revelar.
Por qu no ahora? pregunt. Quiz
nos sean tiles, quiz contribuyan a llegar a una
conclusin. Se detuvo, me mir, y dijo:
Mi querido John, cuando el trigo est cre-
cido, aun antes de que haya madurado..., cuando
la leche de la madre tierra est en l y el sol no ha
empezado an a pintarlo con su oro, el agricultor
arranca la espiga, la frota entre sus manos callosas,
sopla la granza verde y dice: Vaya!, buen trigo;
va a ser una buena cosecha
No vea la relacin, y se lo dije. Por toda
respuesta, alarg la mano, me cogi de una oreja y
me tir de ella en broma, como sola hacer aos
atrs, en sus clases; luego dijo:

333
Bram Stoker

El buen agricultor habla as porque ahora


ya lo sabe; pero no antes. Pero no ver usted al
buen agricultor sacar el grano de la tierra para ver
si crece; eso lo hacen los nios cuando juegan a
agricultores, no los que trabajan la tierra para vi-
vir. Comprende ahora, amigo John? Yo he sem-
brado mi trigo, y ahora tiene que encargarse la
Naturaleza de hacerlo germinar; parece que pro-
mete; pero esperar a que la espiga se desarrolle.
Se interrumpi al ver claramente que le
haba comprendido. Luego prosigui gravemente:
Usted fue siempre un estudiante aplica-
do, y sus estanteras estaban siempre ms llenas
de libros que las de los dems. Entonces era usted
tan slo un estudiante; ahora que es un maestro,
confo en que no habr perdido sus antiguos hbi-
tos. Recuerde, amigo mo, que el saber es ms
fuerte que la memoria, y que no debemos confiar
en lo ms dbil. Aun cuando haya abandonado la
buena prctica, djeme decirle que el caso de

334
Drcula

nuestra querida seorita puede (observe que digo


puede) resultar tan interesante para nosotros y para
el mundo entero, que deje pequeos a todos los
dems, como suele decirse. Tngalo bien en cuen-
ta. Nada hay demasiado pequeo. Y le aconsejo
que vaya tomando nota incluso de sus dudas y
suposiciones. Ms adelante puede serle de inters
el comprobar hasta qu punto eran ciertas sus con-
jeturas. Aprendemos con nuestros fracasos, no
con nuestros xitos!
Cuando le describ los sntomas de Lucy
los mismos de antes, pero sensiblemente ms acu-
sados, se puso muy serio, aunque no dijo nada.
Traa consigo un maletn con numerosos instru-
mentos y drogas, armas terribles de este bendito
oficio, como calific una vez, en una de sus cla-
ses, al instrumental utilizado en medicina. Cuando
nos pasaron al saln, la seora Westenra nos espe-
raba. Estaba preocupada, aunque no tanto como
yo tema encontrarla. La naturaleza, en uno de sus

335
Bram Stoker

gestos benevolentes, ha ordenado que hasta la


muerte contenga algn antdoto para sus propios
terrores. Aqu, en un caso en el que cualquier im-
presin puede resultar fatal, las cosas parecen or-
denadas de forma que, por una u otra causa, todo
lo que no sea personal ni siquiera el terrible em-
peoramiento de su hija, a la que tan entraable-
mente quiere no parece afectarla. Es como cuando
la Madre Naturaleza envuelve el cuerpo extrao
con una capa insensible, protegindose del mal
que de lo contrario acarreara su contacto. Si se
trata de un egosmo impuesto, entonces debemos
abstenernos de tachar a nadie de estar demasiado
pendiente de s, pues puede que sus causas tengan
races ms profundas de lo que nosotros creemos.
Ech mano de mis conocimientos sobre esta
fase de la patologa espiritual, y decid que la se-
ora Westenra no deba estar presente en el reco-
nocimiento de Lucy, y que tampoco deba permi-
tirle que pensara en su enfermedad ms de lo ne-

336
Drcula

cesario. Ella accedi enseguida a mi decisin; tan


enseguida, que nuevamente me pareci ver la
mano de la Naturaleza pugnando por preservar la
vida. Van Helsing y yo fuimos conducidos a la
habitacin de Lucy. Si ayer me preocup el ver
cmo estaba hoy me sent horrorizado. Estaba
blanca como el papel; haba perdido el color rojo
de los labios y de las encas, y le sobresalan los
huesos de la cara de manera sorprendente; era do-
loroso verla respirar. Van Helsing se qued petri-
ficado, y arrug el ceo hasta el punto de que sus
cejas casi se juntaron por encima de la nariz. Lucy
yaca en la cama, inmvil, sin fuerzas para hablar;
as que durante un rato permanecimos en silencio.
Luego, Van Helsing me mir, y salimos callada-
mente de la habitacin. Tan pronto como cerramos
la puerta, ech a andar rpidamente por el corre-
dor, hasta la siguiente habitacin, que estaba
abierta. Entonces me cogi, me meti adentro r-
pidamente y cerr la puerta.

337
Bram Stoker

Dios mo! exclam; es espantoso. No


hay tiempo que perder. Morir si no le llega sufi-
ciente sangre al corazn. Hay que hacerle una
transfusin de sangre enseguida. Se la da usted, o
se la doy yo?
Yo soy ms fuerte y ms joven, profesor.
Debo ser yo.
Entonces hagmoslo enseguida. Traer el
maletn. He venido preparado.
Fui con l, y mientras bajbamos, omos
llamar a la puerta. Al llegar al vestbulo, la donce-
lla acababa de abrir y entraba Arthur precipita-
damente. Ech a correr hacia m, diciendo en voz
baja y emocionada:
Jack, estoy muy preocupado. He ledo lo
que decas entre lneas en tu carta, y me he alar-
mado. Mi padre est mejor, as que he venido para
ver personalmente cmo van aqu las cosas. Es
usted el doctor Van Helsing? Le agradezco mucho
que haya venido.

338
Drcula

Los ojos del profesor se posaron en l, irri-


tados por su interrupcin en semejante momento;
pero seguidamente, al comprobar su constitucin
slida y la fuerza vigorosa y juvenil que emanaba
de su persona, sus ojos relampaguearon. Sin una
pausa, le dijo gravemente, mientras le tenda la
mano
Seor, llega usted a tiempo. Veo que es
usted el prometido de nuestra querida seorita. Se
encuentra mal, muy mal. Bueno, muchacho; no lo
tome usted as aadi, porque de repente se
haba puesto plido, y se haba dejado caer en una
butaca, a punto de desfallecer. Debe ayudarla.
Usted puede hacer por ella ms que nadie, y su
nimo ser la mejor ayuda.
Qu puedo hacer? pregunt Arthur
con voz ronca. Dgamelo, y lo har. Mi vida es
suya; estoy dispuesto a dar por ella hasta la ltima
gota de sangre.

339
Bram Stoker

El profesor tiene una vena enormemente


humorstica; y como le conozco desde hace tiem-
po, not un asomo de ese talante en su respuesta:
Mi joven seor, no le pido tanto... No
hace falta que le d hasta la ltima!
Qu debo hacer?
Le centelleaban los ojos, y las aletas de la
nariz le temblaban de fervor. Van Helsing le dio
una palmada en el hombro.
Vamos dijo. Es usted un hombre
fuerte; y eso es lo que nos hace falta. Usted puede
servir mejor que yo y que su amigo John.
Arthur mir desconcertado, y el profesor
prosigui, explicndole afablemente
Su prometida est muy mal. Necesita
sangre; si no la recibe, morir. Hemos deliberado
su amigo John y yo, y estamos a punto de hacerle
una transfusin: vamos 'a pasar sangre de las ve-
nas de quien las tiene llenas a las venas vacas de
quien suspira por ella. Era John quien iba a darla,

340
Drcula

puesto que es ms joven y ms fuerte que yo


aqu Arthur me cogi la mano y me la estrech
con fuerza, en silencio; pero ahora que est us-
ted aqu, creo que es ms indicado que nosotros
dos que vivimos inmersos en el mundo del pen-
samiento. Nuestros nervios no estn tan sosega-
dos y nuestra sangre no es tan vigorosa!
Arthur se volvi hacia l y dijo:
Si supiese lo contento que morira por
ella, comprendera...
Se detuvo, en una especie de ahogo.
Buen muchacho! dijo Van Helsing.
Dentro de no mucho tiempo, se alegrar de haber
hecho lo que le pido por la mujer que ama. Ahora
vamos, y guardemos silencio. La puede besar an-
tes de que empecemos; pero tan pronto como le
haga yo una sea. deber dejarla. No le diga nada
a la madre; ya sabe cmo se encuentra! No debe
recibir ninguna impresin; todo debe quedar entre
nosotros. Vamos!

341
Bram Stoker

Subimos los tres a la habitacin de Lucy. El


profesor pidi a Arthur que se quedase fuera. Lu-
cy volvi la cabeza y nos mir, pero no dijo nada.
No estaba dormida, sino demasiado dbil para
hacer ningn esfuerzo. Nos hablaba con los ojos,
eso era todo. Van Helsing sac algunos instrumen-
tos de su maletn y los coloc en una mesita fuera
de la vista. Luego mezcl un narctico; y acercn-
dose a la cama, dijo alegremente:
Bueno mi querida seorita; aqu est su
medicina. Bbasela toda, como una nia buena.
Veamos, yo la incorporar para que pueda tragar
con facilidad. Muy bien.
Haba hecho el esfuerzo con xito. Me sor-
prendi el tiempo que tard en hacerle efecto la
droga. Esto indicaba, de hecho, lo dbil que se en-
contraba. Pareci transcurrir un tiempo intermi-
nable, hasta que el sueo comenz a pesar en sus
prpados. Finalmente, sin embargo, el narctico
manifest su poder; y Lucy cay en un profundo

342
Drcula

letargo. Cuando el profesor se sinti satisfecho,


llam a Arthur y le pidi que se quitase la chaque-
ta. Luego aadi:
Puede darle un beso mientras acerco la
mesa. Amigo John, aydeme!
As que ninguno de los dos miramos. Van
Helsing se puso a mi lado y dijo:
Es joven y fuerte; el vigor de su sangre es
tan puro que no habr necesidad de desfibrinarla.
Luego, con suma rapidez, pero metdica-
mente, Van Helsing llev a cabo la operacin. A
medida que la sangre entraba en sus venas, pare-
ca volver la vida a las mejillas de la pobre Lucy, y
resplandecer la alegra en el rostro de Arthur, en
medio de su creciente palidez. Poco despus em-
pec a sentirme preocupado; pues la prdida de
sangre estaba afectando a Arthur visiblemente,
pese a ser un hombre fuerte. Una idea de la terri-
ble prueba que debi de sufrir el organismo de
Lucy lo daba el hecho de que lo que dejaba tan

343
Bram Stoker

debilitado a Arthur serva para restablecerla par-


cialmente tan slo. Pero el rostro del profesor
permaneca inconmovible, y vigilaba reloj en ma-
no y con los ojos fijos unas veces en la paciente y
otras en Arthur. Yo poda or los latidos de mi
propio corazn. Poco despus, dijo con voz suave:
No se mueva un segundo. Es suficiente.
Atindale usted a l; yo cuidar de la joven.
Cuando todo hubo terminado, pude obser-
var lo dbil que haba quedado Arthur. Le limpi
la herida y le cog del brazo para apartarlo, cuan-
do Van Helsing habl sin volverse; pareca tener
ojos detrs de la cabeza:
Creo que el valeroso prometido merece
otro beso, que puede darle ahora a la joven.
Y terminado su trabajo, arregl la almohada
bajo la cabeza de la paciente. Al hacerlo, se desliz
un poco la estrecha cinta de terciopelo negro que
Lucy lleva siempre alrededor del cuello, en la que
tiene prendido un antiguo diamante, regalo de su

344
Drcula

prometido, dejando al descubierto una seal roja


en la garganta. Arthur no la not, pero yo pude or
una profunda y siseante aspiracin, que es una de
las formas en que Van Helsing manifiesta su emo-
cin. No dijo nada en ese momento; pero luego,
volvindose a m, coment:
Ahora baje a nuestro joven y valeroso
prometido, dle un vaso de oporto, y djele des-
cansar un rato. Luego, que regrese a su casa y que
coma y duerma mucho, a fin de recuperar todo lo
que acaba de darle a su amada. No debe permane-
cer aqu. Alto!, un momento. Supongo, seor, que
estar deseoso de conocer los resultados. Pues se-
pa que la operacin ha sido un xito en todos los
sentidos. Le ha salvado la vida esta vez, de modo
que puede irse a casa a descansar con la satisfac-
cin de que ha hecho lo que deba. Se lo dir a ella
cuando est bien; ahora le amar ms por todo lo
que ha hecho. Hasta luego!

345
Bram Stoker

Cuando Arthur se hubo marchado, regres


a la habitacin. Lucy dorma dulcemente, pero su
respiracin era ms firme; poda ver moverse la
colcha cuando su pecho se llenaba de aire. Van
Helsing estaba sentado junto a la cama, y la obser-
vaba atentamente. La cinta de terciopelo le cubra
nuevamente la seal roja. Le pregunt al profesor
en voz baja:
Qu opina de esa seal roja de la gar-
ganta?
Y usted?
No se la haba visto hasta ahora
contest, y luego proceda quitarle la cinta.
Exactamente encima de la vena yugular,
haba dos perforaciones; no eran grandes, pero no
tenan buen aspecto. No se vea que estuviesen in-
fectadas; sin embargo, tenan los bordes blancos y
destrozados, como triturados. Inmediatamente se
me ocurri que esta herida, o lo que fuese, poda
ser la causa de tan abundante prdida de sangre.

346
Drcula

Pero desech enseguida la idea, ya que eso no po-


da ser. Habra tenido que estar toda la cama roja,
dada la cantidad de sangre que la 'joven haba
perdido a juzgar por su palidez antes de la trans-
fusin.
Y bien? dijo Van Helsing.
Bueno dije; no s qu puede ser.
El profesor se levant:
Debo regresar a Amsterdam esta noche
dijo. All tengo libros y cosas que necesito. Us-
ted deber quedarse aqu toda la noche, y no per-
der de vista a la paciente.
Llamo a una enfermera? pregunt.
Usted y yo somos las mejores enfermeras.
Viglela toda la noche; cuide que la alimenten bien
y que nadie la moleste. Deber velarla toda la no-
che. Ms tarde podremos dormir. Volver lo antes
posible. Entonces estaremos en condiciones de
empezar.

347
Bram Stoker

De empezar? pregunt. Qu dia-


blos quiere decir?
Ya lo ver! contest, mientras sala a
toda prisa. Un instante despus regres, asom la
cabeza por la puerta y dijo agitando el dedo en un
gesto de advertencia:
Recuerde que la tiene bajo su custodia. Si
la deja y le sucede algo no volver usted a dormir
tranquilo!

DIARIO DEL DOCTOR SEWARD


(Continuacin)

8 de setiembre
He estado toda la noche en vela con Lucy.
Los efectos del narctico se disiparon hacia el ano-
checer, y volvi en s de forma natural. Pareca
una persona distinta, segn el aspecto que tena
antes de la transfusin. Incluso se mostraba ani-
mada y llena de vivacidad; pero poda ver en ella

348
Drcula

signos de la absoluta postracin que haba sufrido.


Cuando le dije a la seora Westenra que el doctor
Van Helsing haba aconsejado que me quedase yo
velndola, casi rechaz la idea, viendo la renovada
energa y excelente nimo de su hija. Sin embargo,
me mantuve firme e hice todos los preparativos
para mi larga vigilia. Cuando su doncella termin
de arreglarla para la noche, momento que yo
haba aprovechado para cenar, entr y me sent
junto a la cama. Lucy no slo no puso la menor
objecin, sino que me miraba con agradecimiento
cada vez que yo alzaba los ojos hacia ella. Un rato
despus pareci invadirla el sueo; pero hizo un
esfuerzo y consigui sacudrselo. Esto se repiti en
varas ocasiones, cada vez con mayor esfuerzo por
su parte, y tras unos intervalos cada vez ms cor-
tos, a medida que el tiempo pasaba. Evidentemen-
te, no quera dormir; as que abord el tema inme-
diatamente.
No quiere dormir?

349
Bram Stoker

No; tengo miedo.


Miedo de dormir? Y por qu? Es la
bendicin que todos anhelamos.
Ah, no! ; no dira usted eso, si estuviese
en mi lugar..., si el sueo fuese para usted un pre-
sagio de horror!
Un presagio de horror! Qu quiere de-
cir?
Oh, no lo s! ; no lo s! Eso es lo terrible.
Toda esta debilidad me viene cuando duermo;
tengo miedo hasta de pensar en ello.
Pero, mi querida chiquilla, esta noche
puede dormir. Estoy aqu para velarla; y puedo
prometerle que no pasar nada.
Ah, veo que puedo confiar en usted!
Aprovech la ocasin, y dije:
Le prometo que si observo en usted al-
gn signo de que sufre una pesadilla, la desperta-
r inmediatamente.

350
Drcula

De verdad lo har? Qu bueno es usted


conmigo! Entonces dormir!
Y casi al mismo tiempo que lo deca, dej
escapar un hondo suspiro de alivio, y se durmi.
Vel junto a ella durante toda la larga no-
che. No se movi ni una sola vez, sino que sigui
durmiendo con un sueo profundo, tranquilo, vi-
vificante, reparador. Tena los labios ligeramente
entreabiertos, y su pecho se elevaba y descenda
con la regularidad de un pndulo. Su rostro sonre-
a, y ninguna pesadilla vino a turbar la paz de su
mente.
Por la maana temprano entr su doncella,
la dej a su cuidado y regres a casa, pues estaba
preocupado por un montn de cosas. Envi un
breve telegrama a Van Helsing y otro a Arthur,
contndoles los excelentes resultados de la trans-
fusin. Mi trabajo, enormemente atrasado, me
ocup todo el da; era ya de noche cuando pude
interesarme por mi paciente zofago. El parte era

351
Bram Stoker

bueno: haba estado completamente tranquilo du-


rante todo el da y la noche. Mientras cenaba, me
lleg un telegrama de Van Helsing sugirindome
que deba estar esta misma noche en Hillingham,
ya que era conveniente que permaneciese cerca de
Lucy, comunicndome que l saldra en el correo
de la noche y que se reunira conmigo a primera
hora de la maana.

9 de setiembre

Me encontraba tremendamente cansado


cuando llegu a Hillingham. Llevo dos noches se-
guidas sin pegar ojo y empiezo a sentir un embo-
tamiento que indica la extenuacin mental. Lucy
estaba despierta y con muchos nimos. Cuando le
di la mano, me mir severamente a la cara, y dijo:
Nada de velar esta noche. Est usted ren-
dido. Yo me encuentro completamente bien otra

352
Drcula

vez; de verdad. Y si alguien tiene que quedarse a


velar, ser yo a usted.
No quise discutir, y baj a cenar. Lucy baj
conmigo; animado por su encantadora compaa,
com con buen apetito y tom un par de vasos de
un oporto ms que excelente. Subimos despus, y
Lucy me mostr una habitacin contigua 'a la su-
ya, donde arda un fuego acogedor.
Veamos dijo; usted se quedar aqu.
Dejaremos abiertas esta puerta y la de mi habita-
cin. Puede echarse en el sof, porque ya s que
no hay forma de convencer a un mdico para que
se meta en la cama cuando tiene a un paciente a la
vista. Si necesito algo, le llamar, y usted podr
acudir enseguida.
No pude hacer otra cosa que decir que s,
ya que me senta rendido, y no habra sido capaz
de permanecer despierto por mucho que me
hubiese empeado. As que, tras renovar ella su

353
Bram Stoker

promesa de que me llamara si necesitaba algo, me


tend en el sof y me olvid de todo.

DIARIO DE LUCY WESTENRA

9 de setiembre

Estoy muy contenta esta noche. He estado


tan terriblemente dbil, que el poder andar y pen-
sar es como sentir el sol despus de haber sopor-
tado un largo perodo de viento y de cielo encapo-
tado. De alguna forma siento a Arthur muy, muy
cerca de m. Me parece notar su presencia clida a
mi alrededor. Supongo que la enfermedad y la
debilidad son egostas y vuelven nuestra mirada y
nuestra simpata hacia nosotros mismos, mientras
que la salud y la fuerza dan riendas al amor, el
cual tiene pensamiento y voluntad para vagar por
donde quiere. Si Arthur supiera cules son mis

354
Drcula

pensamientos en este momento! Mi vida, mi vida;


los odos deben de estar silbndote mientras
duermes, como me silban a m los mos despierta.
Oh, bendito descanso el de anoche! Qu bien
dorm, con el doctor Seward vigilndome! Esta
noche no me dar miedo dormir, ya que le tengo
cerca para poderle llamar. Gracias a todos, por ser
tan buenos conmigo! Gracias, Dios mo! Buenas
noches, Arthur.

DIARIO DEL DOCTOR SEWARD

10 de setiembre
Tuve conciencia de la mano del profesor
sobre mi cabeza, y me despabil completamente
en un segundo. Esa es una de las cosas a las que
estamos acostumbrados en el manicomio.
Cmo est nuestra paciente?

355
Bram Stoker

Bien, cuando la dej, o mejor cuando me


dej ella a m contest.
Vamos a verla.
Y entramos juntos en la habitacin.
La persiana estaba bajada, y fui a subirla
suavemente mientras Van Helsing se acercaba a la
cama con paso apagado, de felino.
En el momento en que levant la persiana y
el sol matinal inund la habitacin, o la baja y si-
bilante inspiracin del profesor; un mortal sobre-
salto me encogi el corazn. Al acercarme, se
apart l, y no necesit que su exclamacin: Golf
in Himmel!, fuese subrayada por su semblante
consternado. Alz la mano y seal la cama; su
rostro contrado estaba ceniciento. Not que me
temblaban las rodillas.
En la cama, sumida en un desmayo, yaca la
pobre Lucy, ms espantosamente blanca y maci-
lenta que nunca. Hasta los labios los tena blancos,
y las encas parecan habrsele retrado, como a

356
Drcula

veces observamos en el que ha muerto despus de


sufrir una prolongada enfermedad. Van Helsing
levant el pie para dar una patada de irritacin,
pero el instinto de su vida y su hbito de largos
aos le contuvieron, y baj el pie con suavidad
otra vez.
Rpido! dijo. Traiga un poco de co-
ac.
Corr al comedor y regres con el frasco.
Moj los desventurados labios blancos con el co-
ac, y entre los dos le frotamos las palmas de las
manos, las muecas y el corazn. El profesor la
auscult, y tras unos momentos de agnica incer-
tidumbre, dijo:
No es demasiado tarde. Late, aunque
muy dbilmente. Todo nuestro trabajo ha resulta-
do intil; tenemos que empezar de nuevo. Ahora
no tenemos aqu al joven Arthur; as que necesito
recurrir a usted, amigo John.

357
Bram Stoker

Mientras hablaba, iba metiendo la mano en


su maletn y sacando los instrumentos para la
transfusin; yo me quit la chaqueta y me sub la
manga de la camisa. No haba posibilidad de ad-
ministrarle un narctico, ahora, ni haca falta tam-
poco; y sin perder un solo instante, empezamos la
operacin. Al cabo de un rato, que no pareci cor-
to pues el dar sangre, por mucha voluntad que
se ponga en darla, siempre produce una sensacin
terrible, Van Helsing alz un dedo de adverten-
cia.
No se mueva dijo; temo que pueda
despertarse al volverle la vida; sera peligroso. Pe-
ro tomar una precaucin. Le pondr una inyec-
cin de morfina.
Seguidamente, con rapidez y habilidad
procedi a ejecutar lo que deca. El efecto en Lucy
fue beneficioso, dado que el desmayo se uni su-
tilmente al sueo narctico. Con un sentimiento
de orgullo personal, observ que volva un dbil

358
Drcula

matiz sonrosado a sus plidas mejillas y sus la-


bios. Ningn hombre sabe, hasta que lo experi-
menta, lo que se siente cuando su sangre pasa a
las venas de la mujer que ama.
El profesor me observ con atencin.
Es suficiente dijo.
Ya? protest. A Arthur le sac usted
bastante ms.
A lo que replic, esbozando una triste son-
risa:
l es su prometido, su fianc. Usted tiene
trabajo, mucho trabajo; debe ocuparse de ella y de
otros; con la sangre que le ha dado bastar.
Al terminar la operacin, reconoci a Lucy,
mientras yo presionaba con el dedo en mi propia
incisin. Me qued tendido, esperando a que ter-
minara, para que me atendiera a m, ya que me
senta dbil y un poco mareado. Poco despus me
examin el brazo, y me orden que bajase a tomar

359
Bram Stoker

un vaso de vino. Cuando sala de la habitacin, se


me acerc y medio me susurr:
Recuerde que no hay que decir nada de
esto. Si nuestro joven enamorado volviese inespe-
radamente, como la vez anterior, no debe decirle
una palabra. Se alarmara, y se pondra celoso
tambin. Y hay que evitar las dos cosas. Ahora
vaya!
Cuando regres, me mir con atencin, y
luego dijo:
No le veo muy desmejorado. Vaya a la
habitacin de al lado, chese en el sof y descanse
un rato; luego tmese un buen desayuno y vuelva
a verme.
Cumpl sus rdenes, pues saba lo prudente
y justas que eran. Haba cumplido mi parte, y aho-
ra mi obligacin era recobrar fuerzas. Me senta
muy dbil, y la debilidad me impeda en cierto
modo extraarme de lo sucedido. Me qued dor-
mido en el sof, sin embargo, preguntndome una

360
Drcula

y otra vez cmo Lucy haba retrocedido de ese


modo, y cmo poda haber perdido tanta sangre,
sin que apareciese seal por ninguna parte que
revelara la causa. Creo que segu interrogndome
en sueos, pues dormido o despierto, mis pensa-
mientos volvan siempre a las pequeas heridas
de su garganta, y al aspecto deshecho y triturado
de sus bordes..., pese a lo pequeas que eran.
Lucy durmi todo el da; y cuando desper-
t, se senta bastante bien y con fuerzas, aunque
no tanto como el da anterior. Despus de exami-
narla, Van Helsing sali a dar una vuelta, dejn-
dome a m a su cuidado, con orden estricta de no
dejarla sola ni un instante. Pude or su voz en el
vestbulo, preguntando por la oficina de telgrafos
ms prxima.
Lucy charl conmigo animadamente, y pa-
reca ignorar por completo lo ocurrido. Trat de
distraerla y mantenerla interesada. Cuando su

361
Bram Stoker

madre subi a verla, no advirti cambio alguno;


pero dijo con gratitud;
Es mucho lo que le debemos, doctor Se-
ward, por todo lo que ha hecho; pero ahora debe
procurar no trabajar en exceso. Est usted plido.
Necesita una esposa que le atienda y le cuide un
poco; le vendra bien!
Lucy se ruboriz, aunque slo moment-
neamente, ya que sus pobres venas no podan so-
portar mucho tiempo un inusitado flujo de sangre
a la cabeza. La reaccin le produjo una palidez ex-
cesiva, al tiempo que volva sus ojos implorantes
hacia m. Sonre y asent, llevndome un dedo a
los labios; dej escapar un suspiro y se hundi en-
tre las almohadas.
Van Helsing entr un par de horas despus,
y al cabo de un rato, me dijo:
Ahora vyase a casa, coma y beba mu-
cho. Recobre fuerzas. Yo me quedar esta noche y
velar a la joven. Debemos vigilar el caso usted y

362
Drcula

yo; pero no debemos decir nada a nadie. Tengo


serios motivos. No, no me pregunte cules son;
piense lo que quiera. No tema pensar incluso lo
ms improbable. Buenas noches.
En el vestbulo, dos de las doncellas me
abordaron para preguntarme si podan quedarse,
las dos o una de ellas, a velar a la seorita Lucy.
Me suplicaron que las dejase; y cuando les dije
que era deseo del doctor Van Helsing que fuse-
mos l o yo quienes debamos quedarnos, me pi-
dieron que intercediese con el caballero extranje-
ro Me sent muy conmovido ante este gesto de
abnegacin. Quiz porque me encontraba dbil, o
porque se trataba de una muestra del afecto que
sentan por Lucy; pues he visto repetidos casos
similares de bondad femenina. Llegu aqu a
tiempo de cenar a ltima hora; he efectuado una
visita a mis enfermos... Todo marcha bien; y con-
signo todo esto mientras espero a que me entre
sueo, cosa que ya me est ocurriendo.

363
Bram Stoker

11 de setiembre

Esta tarde he ido a Hillingham. Encontr a


Van Helsing contento, y a Lucy mucho mejor. Po-
co despus de llegar yo, trajeron una caja grande
para el profesor, procedente del extranjero. La
abri con gran solemnidad fingida, por supues-
to y extrajo un gran ramo de flores blancas.
Son para usted, seorita Lucy dijo.
Para m? Oh, doctor Van Helsing!
S; pero no para que juegue con ellas. Son
medicinales Lucy hizo un mohn de desagra-
do. Bueno, pero no para tomarlas en infusin ni
de ninguna otra forma repugnante, as que no tie-
ne por qu arrugar esa encantadora naricilla, o le
dir a mi amigo Arthur lo que va a sufrir, cuando
vea qu estropeada est toda esa belleza que l
tanto ama. Aj! jovencita; veo que la amenaza le

364
Drcula

hace desarrugar la naricilla. Son medicinales, pero


no sabe de qu modo. Las voy a poner en la ven-
tana. Har una preciosa guirnalda y se la pondr
alrededor del cuello, a fin de que duerma bien.
Ah, s!, igual que las flores de loto, hacen olvidar
las preocupaciones. Tienen un perfume muy se-
mejante a las aguas del Leteo y a las de la fuente
de la juventud, que los conquistadores buscaban en
la Florida, y encontraron demasiado tarde.
Mientras hablaba, Lucy haba estado exa-
minando y oliendo las flores. Luego las ech a un
lado, y dijo medio riendo, medio con enfado:
Oh, profesor! Creo que se est usted
riendo de m. Estas flores son simplemente de ajo
comn!
No se ra, seorita! Yo nunca gasto bro-
mas! Todo lo que hago tiene un motivo muy serio;
y le advierto que no me va a hacer fracasar. Cu-
dese; si no por usted, al menos por los dems.
Luego, viendo que la pobre Lucy se haba asusta-

365
Bram Stoker

do, prosigui con ms amabilidad: Ah, jovenci-


ta, no tenga miedo de m! Yo slo pretendo su
bien; estas flores tan ordinarias tienen virtudes
muy beneficiosas para usted. Veamos, yo mismo
se las colocar por la habitacin. Yo mismo trenza-
r la guirnalda que va a llevar. Pero chitn!, no lo
diga a nadie, por muchas preguntas que le hagan.
Debemos obedecer, y el silencio forma parte de
esta obediencia; y la obediencia es lo que le devol-
ver la fuerza y la pondr bien, para poder correr
a los brazos que la esperan. Ahora qudese senta-
da ah un poco. Venga conmigo, amigo John, y
aydeme a adornar la habitacin con estas flores
de ajo, que vienen de Haarlem, donde mi amigo
Vanderpool cultiva plantas medicinales todo el
'ao en su invernadero. Tuve que telegrafiarle
ayer, para que estuviesen hoy aqu.
Entramos en la habitacin cargados con las
flores.

366
Drcula

Ciertamente, las disposiciones del profesor


eran muy extraas; jams las haba visto yo regis-
tradas en ninguna farmacopea. Primero cerr las
ventanas y pas los pestillos; despus tom un
puado de flores y las frot por todo el marco,
como para asegurarse de que cada rfaga de aire
que entrara lo hiciera cargada de olor de ajo. Lue-
go frot con el manojo toda la jamba de la puerta,
por arriba, por abajo y por ambos lados; y lo mis-
mo hizo alrededor de la chimenea. Todo esto me
pareca absurdo; as que dije:
Bueno, profesor, s que usted tiene siem-
pre un motivo para hacer lo que hace; pero esto,
verdaderamente, me desconcierta. Menos mal que
no tenemos a ningn escptico delante; de lo con-
trario, habra dicho que est usted practicando al-
gn exorcismo para ahuyentar a los malos espri-
tus.
Quiz sea eso lo que hago! contest
tranquilamente, mientras empezaba a trenzar una

367
Bram Stoker

guirnalda que Lucy deba llevar alrededor del cue-


llo.
Luego esperamos a que Lucy se arreglara
para acostarse; y cuando estuvo metida en la ca-
ma, se acerc l y le coloc la guirnalda en el cue-
llo. Las ltimas palabras que dijo, fueron:
Tenga cuidado de que no se le deshaga; y
aunque sienta agobio, no abra esta noche ni la
ventana ni la puerta.
Se lo prometo dijo Lucy; y gracias
mil veces a los dos, por todas las atenciones que
tienen conmigo! Oh!, qu he hecho yo para me-
recer la bendicin de tan buenos amigos?
Cuando salimos de la casa en mi coche, que
estaba aguardando, dijo Van Helsing:
Esta noche puedo dormir en paz, y lo ne-
cesito; me he pasado dos noches viajando, el da
entremedias consultando libros, luego otro da de
tribulaciones, y otra noche en vela y sin pegar ojo.
Pase a recogerme maana temprano y vendremos

368
Drcula

juntos a ver cmo sigue la seorita; estoy seguro


de que estar mucho ms fuerte, gracias a mis
hechizos
Pareca tan convencido, que yo, recordando
mi propia confianza de dos noches antes, y sus
desastrosas consecuencias, experiment un vago
terror. Quiz fue mi debilidad lo que me hizo vaci-
lar en confirselo a mi amigo; pero sent ese terror
vivamente, igual que las lgrimas contenidas.

369
CAPITULO XI

DIARIO DE LUCY WESTENRA

12 de setiembre

Qu buenos son todos conmigo! La verdad


es que quiero mucho al doctor Van Helsing. Me
pregunto por qu estar tan preocupado por esas
flores. Se ha puesto tan intransigente que me ha
llegado a asustar. Sin embargo, debe de tener ra-
zn, porque hacen que ya me sienta mejor. No s
por qu, no me da miedo quedarme sola esta no-
che, y pienso que podr dormir sin temor. No har
caso de los aleteos contra la ventana. Oh, qu lu-
cha ms terrible tena que sostener ltimamente
para no quedarme dormida!; qu sufrimiento,
sentirme desvelada, y qu sufrimiento, tambin, el
Drcula

temor de quedarme dormida, con todos los horro-


res que me trae el sueo! Qu afortunada es la
gente cuya vida no conoce el miedo ni el temor, y
para quien dormir es una bendicin que llega con
la noche, y no trae otra cosa que sueos apacibles!
Bueno, esta noche espero la llegada del sueo,
aqu echada, como Ofelia en la obra de teatro, con
guirnaldas virginales y adornos de doncella.
Nunca me ha gustado la flor del ajo, pero esta no-
che me resulta agradable. Hay paz en su aroma;
siento que el sueo me vence. Buenas noches a to-
dos.

DIARIO DEL DOCTOR SEWARD

13 de setiembre

Pas por Berkeley y encontr a Van Helsing


preparado, como siempre. El coche pedido desde

371
Bram Stoker

el hotel estaba aguardando. El profesor cogi su


maletn, que ahora lleva siempre consigo.
Lo consignar todo puntualmente. Van
Helsing y yo llegamos a Hillingham a las ocho. La
maana era radiante; el sol esplndido, y la sensa-
cin fresca de principios del otoo parecan la
culminacin de la obra anual de la Naturaleza. Las
hojas adquiran ya toda clase de matices maravi-
llosos, pero no haban empezado a caer de los r-
boles. Al entrar, nos encontramos con la seora
Westenra que sala del cuarto de estar, Siempre se
levanta temprano. Nos salud cariosamente, y
dijo:
Les alegrar saber que Lucy se encuentra
mejor. La criatura an est dormida. Me he aso-
mado a su habitacin a verla, pero no he entrado
para no despertarla.
El profesor sonri y se mostr alborozado.
Se frot las manos y dijo:

372
Drcula

Aj! Ya saba yo que tena diagnosticado


el caso. Mi tratamiento ha surtido efecto.
A lo que ella contest:
No se atribuya todo el mrito, doctor. El
estado de Lucy, esta maana, se debe en parte a
m.
Qu quiere decir, seora? pregunt el
profesor.
Ver; anoche me senta inquieta por mi
pobre nia, y entr en su habitacin. Dorma pro-
fundamente... Tan profundamente, que ni siquiera
se despert al entrar yo. Pero tena la habitacin
espantosamente cargada. Por todas partes haba
montones de esas horribles flores de olor insopor-
table; hasta tena un ramo alrededor del cuello.
Tuve miedo de que asfixiasen a la pobre nia, en
su estado de debilidad, as que las quit todas y
abr un poco la ventana para que le entrase algo
de aire fresco. Le alegrar ver cmo se encuentra
ahora, estoy segura.

373
Bram Stoker

Y se dirigi a su gabinete donde desayuna


habitualmente. En cuanto termin de hablar, mir
al profesor y vi que se le haba puesto la cara de
color gris ceniza. Haba logrado dominarse mien-
tras la pobre seora estuvo delante, ya que saba
cul era su estado de salud, y lo funesta que poda
ser una fuerte impresin; incluso lleg a sonrerle
mientras sostena la puerta para que pasase a su
habitacin. Pero en el instante en que hubo des-
aparecido, me agarr sin ms, me llev al come-
dor y cerr la puerta.
Entonces, por primera vez en mi vida, vi
desmoronarse a Van Helsing. Alz las manos por
encima de la cabeza en una especie de muda de-
sesperacin y luego junt las palmas con desam-
paro; finalmente se sent en una silla y, llevndose
las manos a la cara, empez a llorar con secos y
profundos sollozos que parecan brotar del fondo
de su corazn. Luego alz los brazos otra vez, co-
mo si apelase al universo entero.

374
Drcula

Dios! Dios! Dios! exclam. Qu


hemos hecho, qu ha hecho esta pobre criatura,
para vernos acosados de este modo? Existe an
entre nosotros un hado procedente del paganismo
antiguo, para que se den cosas as, y de esta mane-
ra? Esta pobre madre, de forma totalmente incons-
ciente, y creyendo obrar de la mejor manera, ha
labrado la perdicin del cuerpo y del alma de su
hija; y no se lo podemos decir, ni siquiera pode-
mos prevenirla, porque eso la matara, y perde-
ramos a las dos. Ah, qu manera de acosarnos!
De qu forma se han levantado los poderes infer-
nales contra nosotros! De repente, se puso en
pie. Vamos dijo, vamos; tenemos que ac-
tuar. Sea contra el demonio o no, poco importa;
seguiremos luchando.
Fue al vestbulo, cogi el maletn y subimos
juntos a la habitacin de Lucy.
Nuevamente levant la persiana mientras
Van Helsing se diriga a la cama. Esta vez no hizo

375
Bram Stoker

gesto alguno de sorpresa al ver el desventurado


rostro con la misma espantosa palidez de antes. Su
semblante adopt una expresin de grave pesa-
dumbre e infinita compasin.
Me lo tema murmur, aspirando sono-
ramente, lo que revelaba su preocupacin.
Sin decir palabra, fue a asomarse a la puer-
ta; a continuacin, empez a colocar en la mesita
los instrumentos para una nueva transfusin. Yo
haba comprendido su necesidad bastante antes, y
me estaba quitando la chaqueta; pero el profesor
me contuvo con un ademn.
No! dijo. Hoy le toca a usted inter-
venir. Yo dar la sangre. Usted est dbil an.
Mientras hablaba, se despoj de la chaqueta
y se arremang la camisa.
La misma operacin; otra vez el narctico y
otra vez volvi el color a las mejillas cenicientas, y
la respiracin regular del sueo saludable. Esta

376
Drcula

vez vigil yo, mientras Van Helsing se recobraba y


descansaba.
Poco despus, aprovech la oportunidad
para decirle a la seora Westenra que no deba
quitar nada de la habitacin de Lucy sin consultar
con l, que las flores eran de gran poder medici-
nal, y que respirar su fragancia formaba parte del
tratamiento para curarla. Luego asumi perso-
nalmente el cuidado de la enferm, diciendo que
vigilara esta noche y la siguiente, y que ya me
avisara cundo deba ir.
Una hora despus despert Lucy de su
sueo, fresca y animada, y sin resentirse aparen-
temente de su terrible prueba.
Qu significa todo esto? Empiezo a pre-
guntarme si el convivir tanto tiempo con los locos
no me estar empezando a afectar al cerebro.

377
Bram Stoker

DIARIO DE LUCY WESTENRA

17 de setiembre

Han trascurrido cuatro das y cuatro noches


de paz. Empiezo a sentirme tan fuerte otra vez que
apenas me reconozco. Es como si hubiese pasado
una larga pesadilla y acabara de despertar, para
ver un sol hermoso y sentir a mi alrededor el aire
fresco de la maana. Tengo el brumoso recuerdo
de haber pasado momentos de ansiedad, esperan-
do y temiendo; de una oscuridad en la que no
haba ni el dolor de la esperanza, que hiciese ms
intensa la afliccin; de largos perodos de olvido, y
de un resurgir a la vida como el buzo que sale a la
superficie a travs de una gran presin de agua.
Sin embargo, desde que el doctor Van Helsing est
conmigo, todas estas pesadillas parecen haberse
disipado; los ruidos que solan asustarme
aleteos contra el cristal de la ventana, voces dis-

378
Drcula

tantes que parecan sonar cerca de m, speras pa-


labras que provenan de no s dnde y me orde-
naban no s qu han cesado por completo. Aho-
ra me acuesto sin miedo a dormir. Ni siquiera tra-
to de mantenerme despierta. Me he aficionado a
las flores de ajo, y todos los das me llega una caja
de Haarlem. Esta noche se ausentar el doctor Van
Helsing ya que tiene que estar un da en Amster-
dam. Pero no necesito que nadie me vele; me sien-
to lo bastante bien como para que me dejen sola.
Doy gracias a Dios por mi madre, por mi querido
Arthur y por todos nuestros amigos, que han sido
tan amables! No notar la ausencia del doctor Van
Helsing, ya que anoche cabece en su butaca un
buen rato. Le sorprend durmiendo dos veces, al
despertarme; pero no me dio miedo dormirme
otra vez, aunque las ramas, o los murcilagos, o lo
que fuera, golpeaban casi irritadamente en los
cristales de la ventana.
ESCAPA UN LOBO.

379
Bram Stoker

PELIGROSA AVENTURA DE NUESTRO


REPORTERO

ENTREVISTA AL GUARDIN DEL PARQUE


ZOOLGICO

The Pall Mall Gazette, 18 de setiembre

Tras muchas splicas, y casi otras tantas


negativas, y utilizando constantemente el nombre
de Pall Mall Gazette a modo de talismn, he podido
localizar al guardin de la zona del Parque Zool-
gico a la que corresponde la seccin de los lobos.
Thomas Bilder habita una de las viviendas del re-
cinto, detrs del pabelln de los elefantes, y aca-
baba de sentarse a tomar el t cuando le encontr.
Thomas y su esposa son personas acogedoras, en-
tradas en aos, y sin hijos; y si el ejemplo de hos-
pitalidad que me han dispensado es lo habitual, su
vida debe de ser bastante desahogada.

380
Drcula

El guardin no consinti en abordar lo que


l llamaba el asunto, hasta que no terminamos
de cenar y los tres estuvimos satisfechos. Luego,
una vez recogida la mesa, y despus de encender
la pipa, dijo:
Bueno, seor; puede usted preguntar lo
que quiera. Perdonar que me haya negado a
hablar de cuestiones profesionales antes de la co-
mida. Yo siempre les doy el t a los lobos, a los
chacales y a las hienas de toda la seccin, antes de
preguntarles.
Y cmo se las arregla para preguntarles?
dije, a fin de hacerle hablar.
Una de las maneras es dndoles en la ca-
beza con un palo largo; otra, rascndoles las orejas,
cuando los caballeros quieren que sus amigas vean
algo que merezca el precio de la entrada. Me dara
igual hacerlo al revs: sacudirles antes con el palo y
darles de comer despus; pero siempre espero a
que se tomen la copa y el caf, por as decir, antes

381
Bram Stoker

de probar a rascarles las orejas. Comprender -


aadi filosficamente- que a nosotros nos pasa lo
mismo que a los animales. Viene usted aqu y em-
pieza a hacerme preguntas sobre mi trabajo, y la
verdad es que, si no le hubiese visto esa saludable
pinta de cro, ya le habra mandado por ah, antes
de contestar. Ni siquiera cuando me dijo irnica-
mente que le preguntase al superintendente si po-
da usted interrogarme. Sin nimo de ofender, le
dije que se fuera al infierno?
S.
Pues cuando dijo usted, que iba a dar
parte de m por emplear un lenguaje tan grosero,
fue como darme en la cabeza; pero el muchacho
ha hecho muy bien. No es que andara yo con ga-
nas de pelea; simplemente, solt mi aullido como
hacen los lobos, los leones y los tigres. Pero, que el
Seor le bendiga; ahora que la vieja me ha echado
unas migajas de sus pastas y me ha servido el
agua de enjuagar su vieja tetera, y yo he encendi-

382
Drcula

do la pipa, me puede rascar las orejas cuanto quie-


ra, que no soltar un solo gruido. Adelante con
las preguntas. Ya s por qu ha venido; por lo del
lobo que se ha escapado.
As es. Quiero que me diga su opinin
sobre este asunto. Cunteme cmo ha ocurrido; y
cuando tenga todos los detalles, quiero que me
diga cul ha sido la causa de todo, segn usted, y
en qu cree que parar todo esto.
De acuerdo, jefe. La historia ms o menos
es la siguiente. Ese lobo, al que nosotros llamamos

Bersicker 4, era uno de los tres animales grises que

llegaron de Noruega para la casa Jamrach, a la que


se lo compramos har cuatro aos. Era un lobo
muy formal que nunca haba causado problemas.
Me sorprende bastante que le haya dado por esca-
parse, como me sorprendera que lo hiciera cual-
quier otro animal de aqu. Pero como ve, uno
puede fiarse tanto de los lobos como de las muje-
res.

383
Bram Stoker

No le haga caso, seor! terci la seora


de Bilder con una risotada. Hace tanto que est
entre animales, que bendito si no se ha vuelto un
viejo lobo l tambin! Pero no es peligroso.
Pues ver, seor; ayer, unas dos horas
despus de darles de comer, o el primer alboroto.
Estaba preparando un lecho en la seccin de los
monos para un puma joven que est enfermo; pe-
ro al or gruidos y aullidos, ech a correr. Bersic-
ker estaba mordiendo los barrotes, completamente
furioso, como si quisiera escapar. No haba mu-
chos visitantes, y cerca no estaba ms que un
hombre, un tipo alto y flaco, con una nariz gan-
chuda y una barba en punta con algunas canas.
Tena una mirada dura y fra y unos ojos rojos; me
cay mal, porque pareca como si fuese l quien lo
enfureca. Llevaba guantes blancos de piel; y me
dice, sealando a los animales:
Guarda, parece que hay algo que irrita a
esos lobos.

384
Drcula

Puede que sea usted le dije, pues no


me gustaban los aires que se daba. No se enfad
como yo me esperaba, sino que sonri con una
sonrisa insolente y ense una boca llena de dien-
tes afilados.
Ah, no!, no creo que yo les guste dijo.
Ah, s, claro que s! contest yo, imi-
tndole. Ellos siempre estn dispuestos a echar
mano de un hueso o dos para limpiarse los dien-
tes, a la hora de las comidas; y de eso tiene usted
un saco lleno.
Bueno, fue extrao; pero cuando los ani-
males nos vieron hablando, se tumbaron en el sue-
lo, y al acercarme a Bersicker, me dej que le aca-
riciase las orejas como siempre. Y entonces fue el
hombre aquel, y maldito si no meti la mano y le
acarici tambin las orejas al viejo lobo!
Ande con cuidado le dije, que Ber-
sicker es rpido.

385
Bram Stoker

Descuide dijo, estoy acostumbrado


a ellos.
Es usted de la profesin? dije, qui-
tndome la gorra, pues un hombre que trabaja con
lobos y dems es buen amigo de los guardas.
No dijo; no soy exactamente de la
profesin, pero he criado a varios como mascotas.
Y al tiempo que hablaba, se quit el som-
brero con la elegancia de m lord, y se fue. El viejo
Bersicker le sigui con la mirada hasta que se per-
di de vista; luego fue y se ech en un rincn, y no
se movi en toda la tarde. Pues bien; anoche, tan
pronto como estuvo fuera la luna, empezaron a
aullar los lobos. No haba ninguna razn para que
se pusieran a aullar. No haba nadie por all, apar-
te de alguien que evidentemente llamaba a su pe-
rro, en la carretera que pasa por detrs del parque.
Una o dos veces sal a ver si todo segua en paz,
comprob que s, y a continuacin dejaron de au-
llar. Poco antes de las doce, di otra vuelta antes de

386
Drcula

retirarme; y al llegar frente a la jaula de Bersicker,


vi los barrotes rotos y retorcidos, y la jaula vaca. Y
eso es todo lo que s.
Vio alguien algo ms?
Uno de nuestros jardineros regresaba de
la coral sobre esa hora, cuando vio a un gran perro
gris que sala por uno de los setos del parque. Al
menos, eso dice l; pero yo no me fo demasiado,
porque si es as, no le dijo una palabra a su mujer
al llegar a casa; y hasta que no se conoci la fuga
del lobo y nos pasamos toda la noche buscndolo
por el parque, no record l haber visto nada. Lo
que a m me parece es que an le sonaban los can-
tos de la coral en la cabeza.
Bien, seor Bilder; podra ahora darme
alguna explicacin de por qu se ha escapado el
lobo?
Pues ver, seor dijo con una especie
de modestia sospechosa, creo que s; pero no s
si le gustar mi teora.

387
Bram Stoker

Ya lo creo. Si un hombre como usted, que


conoce a los animales y tiene experiencia con ellos,
no puede aventurar una buena explicacin, quin
lo va a hacer?
Pues ver, seor; mi teora es que el lobo
se ha fugado..., simplemente porque se quera es-
capar.
Por la forma estrepitosa con que Thomas y
su mujer se rieron del chiste pude ver que no era la
primera vez que lo contaban, y que la explicacin
entera no era sino una patraa. No poda atajar las
asomas del buen Thomas, pero pens que tena un
medie de llegarle al corazn; as que dije:
Bueno, seor Bilder; consideraremos que
se ha ganado el primer medio soberano, y que el
otro medio est aguardando a que usted me cuen-
te lo que cree que ocurrir.
Tiene razn, seor dijo con viveza.
Espero que me perdone la broma pero la vieja me
ha guiado el ojo como dicindome que siguiese.

388
Drcula

Eso no es verdad! dijo la seora.


Mi opinin es sta: que el lobo est es-
condido en alguna parte. El jardinero que no re-
cordaba dice que galopaba en direccin norte, ms
deprisa que un caballo; pero yo no lo creo; porque
mire usted, seor, los lobos no galopan, como no
galopan los perros, porque no estn hechos para
galopar. En los cuentos, los lobos son una buena
pieza; y cuando van en manada y persiguen a al-
gn animal ms asustado que ellos, pueden armar
un alboroto infernal y hacer picadillo lo que se
ponga por delante. Pero, que el Seor nos bendiga,
en la vida real, un lobo es una criatura humilde;
no es ni la mitad de inteligente y 'atrevido que un
buen perro; y en la pelea no vale ni la cuarta parte.
Este que se ha escapado no est acostumbrado a
pelear ni a buscrsela, y lo ms seguro es que ande
por algn lugar del parque, asustado; y si es capaz
de pensar, se estar preguntando de dnde va a
sacar el almuerzo; o puede que haya corrido un

389
Bram Stoker

poco ms y est en alguna carbonera. Eso si no le


ha dado un buen susto a alguna cocinera, si le ha
visto brillarle los ojos en la oscuridad! Aunque si
no le dan de comer, tendr que buscarse algo, y
puede que d oportunamente con una carnicera.
Si no es as, y alguna niera se pone a pasear con
su soldado y se deja 'al beb en el cochecito...,
bueno, no sera de extraar que en el censo muni-
cipal hubiese un nio de menos. Eso es todo.
Le estaba dando el medio soberano, cuando
algo dio contra la ventana, agitndose; y la cara
del seor Bilder se alarg al doble de lo que la tie-
ne, a causa de la sorpresa.
Vlgame Dios! dijo. Pero si es el
viejo Bersicker que vuelve l solito!
Fue a la puerta y la abri; gesto que a m me
pareci innecesario. Siempre he pensado que nun-
ca parece tan bonito un animal salvaje como
cuando entre l y yo media un obstculo de pro-

390
Drcula

bada resistencia; cierta experiencia personal me


confirma, ms que refuta, esta teora.
Sin embargo, no hay nada como la costum-
bre; pues Bilder y su mujer tenan tanto miedo del
lobo como yo de un perro. Y el animal se mostraba
pacfico y manso como el padre de todos los lobos
de cuento, el antiguo amigo de Caperucita Roja,
cuando andaba disfrazado, queriendo ganarse su
confianza.
La escena fue una indescriptible mezcla de
comedia y de patetismo. El lobo malvado, que du-
rante medio da haba paralizado Londres y haba
hecho temblar de terror a todos los nios de la
ciudad, estaba all, en actitud arrepentida, y era
acogido y acariciado como una especie de hijo
prdigo vulpino. El viejo Bilder lo examin con la
ms tierna solicitud; y cuando hubo terminado
con su penitente, dijo:
Vaya; ya saba yo que el viejo camarada
se metera en algn lo; no lo haba dicho? Se ha

391
Bram Stoker

cortado en la cabeza, y lleva un sinfn de cristalitos


rotos. Ha debido de saltar alguna tapia. Es una
vergenza que dejen que la gente ponga botellas
rotas en lo alto de las tapias. Despus pasa lo que
pasa. Ven, Bersicker.
Se llev al lobo y lo encerr en una jaula,
con un trozo de carne que cumplira, en cantidad
al menos, los requisitos elementales de un buen
plato de ternera, y se fue a informar.
Y yo me he venido tambin a informar so-
bre los ltimos acontecimientos de hoy, relaciona-
dos con la extraa fuga del zoolgico.

DIARIO DEL DOCTOR SEWARD

17 de setiembre

Estaba ocupado en mi despacho, despus


de cenar, poniendo al da mis libros, ya que a cau-

392
Drcula

sa de la urgencia de otros trabajos y las frecuentes


visitas a Lucy los llevo bastante atrasados, cuando
de pronto se abri la puerta de golpe, y entr im-
petuoso mi paciente, con la cara contrada de fu-
ria. Me qued paralizado; porque un paciente que
entra de esas maneras en el despacho del director
es un acontecimiento inusitado. Sin detenerse un
instante, se abalanz sobre m. Llevaba un cuchillo
de mesa en la mano; y al ver que era peligroso,
trat de mantener el escritorio entre nosotros. Sin
embargo, fue ms rpido y ms fuerte que yo;
porque antes de que lograra recobrar el equilibrio,
me lanz un golpe, hacindome un corte de consi-
deracin en la mueca izquierda. Pero antes de
que pudiese atacarme otra vez, le golpe con la
derecha, y cay de espaldas cuan largo era. La
mueca me sangraba en abundancia, y se haba
formado un pequeo charco de sangre en la al-
fombra. Mi amigo renunci a seguir peleando, de
modo que me dediqu a vendarme la herida, sin

393
Bram Stoker

dejar de vigilar precavidamente a la figura tum-


bada. Cuando entraron corriendo los celadores, y
nos volvimos hacia l, le descubrimos haciendo
algo que produca nuseas. Estaba tumbado boca
abajo en el suelo, lamiendo como un perro la san-
gre que me haba cado de la mueca.
Le cogieron con facilidad y, para mi sorpre-
sa, se dej llevar tranquilamente por los celadores,
sin dejar de repetir una y otra vez: La sangre es
vida! La sangre es vida!
No puedo permitirme perder sangre ahora:
ltimamente me han sacado demasiada para mi
salud, y la prolongada tensin de la enfermedad
de Lucy y sus horribles fases me estn consu-
miendo a m tambin. Estoy agotado y sobreexci-
tado, necesito descansar, descansar, descansar.
Afortunadamente, Van Helsing no me ha llamado;
as que no necesito renunciar a mi sueo; esta no-
che no podra resistir sin dormir.

394
Drcula

TELEGRAMA DE VAN HELSING,


ANTWERP,
A SEWARD, CARFAX

(Enviado a Carfax, Sussex, por no indicarse el


condado; transmitido a las 22.00 horas)

17 de setiembre

Vaya a Hillingham esta noche. Si no


vigila permanentemente, entre a menudo y
mantenga flores en su sitio; muy importan-
te; no deje de hacerlo. Me reunir con usted
en cuanto llegue.

DIARIO DEL DOCTOR SEWARD

18 de setiembre
Voy a coger el tren para Londres. La llega-
da del telegrama de Van Helsing me ha llenado de

395
Bram Stoker

consternacin. Toda una noche perdida, y s por


experiencia lo que puede haber sucedido. Natu-
ralmente, es posible que haya ido todo bien; pero
qu habr pasado? Sin duda se cierne sobre noso-
tros una maldicin, de forma que siempre hay un
accidente que desbarata todas nuestras previsio-
nes. Llevar conmigo el cilindro y completar la
grabacin en el fongrafo de Lucy.

NOTA DEJADA POR LUCY WESTENRA

17 de setiembre. Por la noche

Escribo esta nota para que la encuentren, a


fin de que nadie se vea en dificultades por mi cau-
sa. Se trata de una relacin exacta de lo que ha
ocurrido esta noche. Siento que las fuerzas me
abandonan y que voy a morir; apenas soy capaz

396
Drcula

de escribir; pero debo hacerlo aunque muera


mientras escribo.
Me acost como de costumbre, cuidando de
que las flores estuviesen tal como haba ordenado
el doctor Van Helsing, y me dorm enseguida.
Me despertaron los aleteos en la ventana;
aleteos que empezaron aquella noche en que sal
sonmbula de casa y fui al acantilado de Whitby y
me salv Mina, y que ahora conozco tan bien. No
me asustaron, pero hubiera preferido que el doc-
tor Seward hubiese estado en la habitacin de al
lado, como dijo el doctor Van Helsing que estara,
para poderle llamar. Intent dormir, pero no po-
da. Luego me vino el antiguo temor a quedarme
dormida, y decid mantenerme despierta. Perver-
samente, el sueo trataba de apoderarse de m
cuando yo no quera; as que, como me daba mie-
do estar sola, abr la puerta y llam: Hay alguien
por ah

397
Bram Stoker

Nadie me contest. Tem despertar a mi


madre, as que cerr la puerta otra vez. Entonces,
o en los matorrales una especie de aullido como
de perro, aunque ms feroz y profundo. Fui a la
ventana y mir, pero no vi nada, salvo un enorme
murcilago que evidentemente haba estado gol-
peando la ventana con sus aleteos. As que regres
a la cama de nuevo, aunque decidida a no dormir.
Luego se abri la puerta y se asom mi madre; al
ver que no estaba dormida, entr y se sent junto
a m. Me dijo, ms dulce y suavemente que nunca:
Estaba preocupada por ti, cario; y he
venido a ver si ests bien.
Tem que cogiera fro, sentada all, y le dije
que se metiese en la cama conmigo; de modo que
se acost a mi lado; no se quit la bata porque dijo
que estara un rato y luego regresara a su habita-
cin. Y mientras estbamos abrazadas las dos,
volvieron a orse los aleteos contra los cristales de

398
Drcula

la ventana. Ella se sobresalt y se asust un poco;


y exclam:
Qu es eso?
Trat de tranquilizarla; lo consegu al fin, y
se qued callada; pero not que su pobre corazn
lata con terrible violencia. Al cabo de un rato se
volvi a or el aullido entre los arbustos, y poco
despus son un estrpito en la ventana, cayendo
un montn de cristales rotos en el suelo de la habi-
tacin. El viento que se haba levantado agitaba la
persiana, y por el boquete que haban dejado los
cristales rotos asom la cabeza de un enorme lobo
gris. Mi madre grit asustada y trat de incorpo-
rarse agarrndose desesperadamente a lo que fue-
se para ayudarse. Entre otras cosas, se cogi a la
guirnalda de flores que el doctor Van Helsing in-
sisti en que me pusiera en el cuello, y me la
arranc. Se qued sentada un segundo o dos, se-
alando al lobo, y de su garganta brot un horri-
ble estertor; luego se desplom como fulminada

399
Bram Stoker

por un rayo; su cabeza me golpe en la frente, de-


jndome atontada unos instantes. Me daba vueltas
la habitacin y todo lo que me rodeaba. Yo tena
los ojos fijos en la ventana, y una mirada de pun-
titos luminosos parecan penetrar por el roto, gi-
rando y formando remolinos como esa columna
de polvo que describen los viajeros que levanta el
simn en el desierto. Trat de moverme, pero me
senta como hechizada, con el cuerpo de mi pobre
madre, cada vez ms fro pues haba dejado de
latirle el corazn tendido encima de m; durante
un rato no tuve conciencia de nada ms.
Me dio la sensacin de que no transcurri
mucho tiempo; pero fue muy, muy espantoso,
hasta que recobr la conciencia otra vez. En algn
lugar, no lejos, taa una campana; los perros de
los alrededores aullaban, y en nuestros arbustos,
cerca de la casa, cantaba un ruiseor. Yo me senta
torpe, embotada por el dolor, y el miedo y la debi-
lidad; pero el canto del ruiseor pareca como la

400
Drcula

voz de mi madre muerta que me llamaba para


consolarme. Los ruidos despertaron a las donce-
llas tambin, ya que pude or sus pies descalzos
por el corredor. Las llam y entraron; y cuando
vieron lo que haba sucedido, y qu era el cuerpo
que yaca sobre m, empezaron a gritar. El viento
entraba por la ventana rota y bata la puerta contra
el marco. Levantaron el cuerpo de mi pobre madre
y lo tendieron en la cama, de la que me haba le-
vantado, cubrindolo con una sbana. Estaban tan
asustadas y nerviosas que las mand que bajaran
al comedor y se tomasen un poco de vino. La
puerta se agit un instante, y se cerr de golpe
otra vez. Las doncellas soltaron un grito y echaron
a correr hacia el comedor; coloqu todas mis flores
en el pecho de mi madre. Despus me acord de lo
que me haba dicho el doctor Van Helsing, pero ya
no se las quise quitar; adems, ahora tendra a al-
gunas de las criadas que me velasen. Me sorpren-

401
Bram Stoker

da que no hubiesen subido ya. Las llam, pero no


tuve respuesta, as que fui al comedor a buscarlas.
El corazn me dio un vuelco al descubrir el
motivo. Las cuatro yacan en el suelo, inconscien-
tes, respirando agitadamente. La licorera estaba en
la mesa; ola a ludano, y al mirar en el aparador,
vi que el frasco que el mdico de mi madre utiliza
para ella oh, que utilizaba!, estaba vaco.
Qu voy a hacer? Qu voy a hacer? He vuelto a
la habitacin, con mi madre. No puedo dejarla; y
estoy sola, quitando a las criadas dormidas, a las
que alguien ha drogado. Sola con la muerte! No
me atrevo a salir, ya que oigo los aullidos del lobo
a travs de la ventana rota.
El aire parece lleno de minsculas notas
que flotan y se arremolinan en la corriente que en-
tra por la ventana, y las luces se vuelven azulencas
y difusas. Qu voy a hacer? Dios mo, protgeme
del peligro esta noche! Me esconder este papel en
el pecho, donde puedan encontrarlo cuando ven-

402
Drcula

gan a amortajarme. Mi querida madre se ha ido!


Es hora de que me vaya yo tambin. Adis, Art-
hur, si no sobrevivo a esta noche. Que Dios te
proteja, amor mo, y me ayude a m tambin!

403
CAPITULO XII

DIARIO DEL DOCTOR SEWARD

18 de setiembre

Fui inmediatamente a Hillingham y llegu


a primera hora de la maana. Ped al cochero que
me esperase en la entrada y sub solo por la ala-
meda. Llam con suavidad a la puerta e hice sonar
la campanilla discretamente, por temor a desper-
tar a Lucy o a su madre, esperando que acudiese a
abrir alguna de las criadas. Un rato despus, vien-
do que no vena nadie, repet los golpes en la
puerta y los repiqueteos de campanilla; pero tam-
poco obtuve respuesta. Maldita la pereza de las
sirvientas, que an estaban en la cama a esas horas
eran ya las diez, y volv a llamar, con ms im-
paciencia, aunque sigui sin contestar nadie. Has-
Drcula

ta aqu me haba limitado a culpar a las criadas;


pero ahora me asalt un terrible temor. Era este
silencio un nuevo eslabn de la cadena fatal que
pareca estrecharse cada vez ms en torno nues-
tro? Haba venido la muerte a visitar la casa antes
que yo? Saba que unos minutos de demora, inclu-
so unos segundos, podan significar horas de peli-
gro para Lucy, si haba sufrido otra vez una de sus
recadas; as que di un rodeo a la casa para ver si
haba posibilidad de introducirme en ella.
No haba forma de entrar. Todas las puertas
y ventanas estaban firmemente cerradas; regres
decepcionado al porche. Y en ese instante, o el
trote rpido de un caballo. Se detuvo ante la verja,
y unos segundos despus vi venir a Van Helsing
corriendo por la avenida. Al descubrirme, jade:
Ah!, es usted? Acaba de llegar? Cmo
est ella? Llegamos demasiado tarde? No recibi
mi telegrama?

405
Bram Stoker

Le contest, lo ms deprisa y coherente-


mente que pude, que haba recibido el telegrama
por la maana, y que haba venido sin perder un
segundo, pero que no haba conseguido que me
oyese nadie de la casa. El profesor se detuvo, se
quit el sombrero, y dijo solemnemente
Entonces me temo que hemos llegado
demasiado tarde. Que sea lo que Dios quiera!
Con su habitual capacidad para recuperarse, pro-
sigui: Vamos. Si no hay ningn acceso, abrire-
mos uno. El tiempo es vital para nosotros.
Fuimos a la parte de atrs de la casa, adon-
de da la ventana de la cocina. El profesor sac una
pequea sierra quirrgica de su maletn, y ten-
dindomela, me seal la reja que protege la ven-
tana. Me puse manos a la obra, y poco despus
haba cortado tres barrotes. Luego, con un cuchillo
largo y delgado, hice saltar la falleba y abr la ven-
tana. Ayud a entrar al profesor y luego le segu.
No haba nadie en la cocina ni en las habitaciones

406
Drcula

adyacentes, que son las de las criadas. Fuimos


abriendo todas las puertas a medida que avanz-
bamos, y en el comedor, escasamente iluminado
por los rayos de luz que se filtraban por los posti-
gos, descubrimos a cuatro criadas tendidas en el
suelo. No se nos ocurri pensar ni por un instante
que estuviesen muertas, ya que sus estentreas
respiraciones y el acre olor a ludano que reinaba
en la habitacin no dejaba dudas sobre su estado.
Nos miramos Van Helsing y yo, y mientras sala-
mos, dijo l:
Despus las atenderemos.
Seguidamente, subimos a la habitacin de
Lucy. Nos detuvimos un instante o dos en la puer-
ta a escuchar, pero no se oa ningn ruido. Con
cara plida y manos temblorosas, abrimos la puer-
ta suavemente y entramos en la habitacin.
Cmo describir lo que vimos? En la cama
yacan dos mujeres, Lucy y su madre. Esta se en-
contraba en la parte de dentro, cubierta con una

407
Bram Stoker

sbana blanca cuyo borde haba apartado el viento


que entraba por la ventana rota, dejando al descu-
bierto un rostro blanco, contrado en una expre-
sin de terror. A su lado yaca Lucy, con el rostro
plido y ms contrado an. Las flores de su cuello
estaban ahora sobre el pecho de su madre, y mos-
traba la garganta descubierta, con las dos peque-
as heridas que ya le habamos notado, aunque
ahora tenan un aspecto horriblemente blanco y
destrozado. Sin decir nada, el profesor se inclin
sobre la cama, de modo que su cabeza casi rozaba
el pecho de la pobre Lucy; luego la lade como pa-
ra escuchar, y enderezndose de un salto, exclam
An no es demasiado tarde! Rpido!
Rpido! Trigame coac!
Baj corriendo y volv con l, tomando la
precaucin de olerlo y probarlo, no fuera que es-
tuviese drogado como la licorera del jerez que
haba visto sobre la mesa. Las doncellas an ron-
caban, aunque con desasosiego, por lo que supuse

408
Drcula

que se les estaban disipando los efectos del narc-


tico. No me entretuve en cerciorarme, y corr a re-
unirme con Van Helsing. Igual que la vez anterior,
le frot los labios y las encas con un poco de co-
ac, as como las muecas y las palmas de las ma-
nos. Y me dijo:
Todo lo que se puede hacer de momento
es esto. Baje y despierte a las criadas. Azteles la
cara con una toalla mojada, y hgalo con cierta
energa. Dgales que enciendan fuego y preparen
un bao caliente. Esta pobre criatura est tan fra
como el cuerpo que tiene a su lado. Necesitar ca-
lor, antes de que podamos hacer nada.
Baj enseguida, y no me fue difcil desper-
tar a tres de las mujeres. La cuarta era muy joven,
y la droga la haba afectado evidentemente bastan-
te ms, as que la levant y la deposit en el sof,
dejndola que durmiese. Las otras se mostraron
aturdidas al principio, pero al recordar lo ocurri-
do, empezaron a llorar y a sollozar histricamente.

409
Bram Stoker

Me puse severo con ellas, y no las dej hablar. Les


dije que ya era bastante que se hubiese perdido
una vida, y que si se entretenan demasiado mori-
ra tambin la seorita Lucy. As que, llorando y
sollozando, acudieron a sus quehaceres, a medio
vestir como estaban, y prepararon el fuego y el
agua. Afortunadamente, los fuegos de la cocina y
de la caldera gestaban todava encendidos, y no
hizo falta calentar agua. Preparamos el bao,
transportamos a Lucy tal como estaba, y la meti-
mos en la baera. Cuando le estbamos frotando
los brazos y las piernas, llamaron a la puerta. Una
de las doncellas acudi corriendo, mientras se po-
na apresuradamente algo ms de ropa, y abri.
Luego regres y dijo en voz baja que era un caba-
llero que vena de parte del seor Holmwood. Le
mand que le dijese simplemente que esperara,
que ahora no podamos atender a nadie. Baj con
el recado y, absorto en nuestro trabajo, me olvid
por completo de l.

410
Drcula

A lo largo de mi experiencia, jams haba


visto trabajar al profesor con tanto ardor. Yo saba
como l que era una lucha a brazo partido con la
muerte, y en una de las pausas as se lo dije. Me
contest algo que no entend, aunque lo dijo con
una expresin de tremenda gravedad reflejada en
el semblante:
Si no fuese ms que eso, ahora mismo lo
dejara todo, y permitira que expirase en paz;
pues no vislumbro luz alguna de vida en el hori-
zonte.
Sigui trabajando con renovado y, si es po-
sible, ms frentico ardor.
Poco despus empezamos a notar que el ca-
lor empezaba a producir algn efecto. El corazn
de Lucy se oa algo ms con el estetoscopio, y sus
pulmones se movan perceptiblemente. El rostro
de Van Helsing casi resplendeci; y mientras la
sacbamos del bao y la envolvamos en una toa-
lla caliente para secarla, me dijo:

411
Bram Stoker

La primera victoria es nuestra! Jaque al


rey!
Llevamos a Lucy a otra habitacin previa-
mente preparada, la depositamos en la cama y le
vertimos unas gotas de coac en la boca. Observ
que Van Helsing le ataba suavemente un pauelo
de seda alrededor del cuello. An se encontraba
inconsciente, y estaba tan mal como la habamos
visto antes, si no peor.
Van Helsing llam a una de las doncellas y
le dijo que se quedase con su seorita y no le qui-
tase la vista de encima hasta que regresramos no-
sotros; luego me hizo una sea para que salira-
mos de la habitacin.
Tenemos que deliberar sobre lo que debe
hacerse dijo mientras bajbamos por la escalera.
Al llegar al vestbulo, abri la puerta del
comedor y nos metimos all, cerrando despus
precavidamente. Las contraventanas estaban
abiertas, pero las persianas haban sido bajadas,

412
Drcula

obedeciendo a esa etiqueta del luto que la mujer


inglesa de clase llana observa siempre rgidamen-
te. La habitacin estaba por tanto, en penumbra.
Sin embargo, haba luz suficiente para lo que nos
proponamos. La severa expresin de Van Helsing
se relaj un poco, asumiendo un gesto de perpleji-
dad. Sin duda haba algo que le torturaba la men-
te; de modo que aguard un instante, hasta que
dijo:
Qu vamos a hacer ahora? Adnde
vamos a buscar ayuda? Hay que hacerle otra
transfusin, y pronto; de lo contrario, la vida de la
pobre joven no durar una hora. Usted est ex-
hausto ya; yo estoy exhausto tambin. Temo con-
fiar en estas mujeres, aunque tengan el valor de
prestarse a la transfusin. Dnde vamos a encon-
trar a alguien que quiera darle sangre?
Bueno, y yo qu?
La voz provena del sof, al otro lado de la
habitacin, y su timbre me produjo una inmensa

413
Bram Stoker

alegra, ya que perteneca a Quincey Morris. Van


Helsing hizo un gesto de irritacin al orle, pero su
rostro se apacigu, y una expresin de satisfaccin
asom a sus ojos, al exclamar yo, a la vez que co-
rra hacia l con los brazos abiertos:
Quicey Morris! Qu te trae por aqu?
pregunt, mientras le estrechaba la mano.
Vengo de parte de Art.
Me entreg un telegrama:

Tres das sin noticias de Seward. Te-


rriblemente preocupado. Sigo aqu. Padre
igual. Manda noticias Lucy. No tardes.
HOLMWOOD
Creo que llego en el momento oportuno.
Slo tenis que decirme qu debo hacer.
Van Helsing se acerc, le cogi la mano y,
mirndole directamente a los ojos, dijo:
La sangre de un valiente es lo mejor del
mundo cuando hay una mujer en peligro. Es usted

414
Drcula

todo un hombre, de eso no cabe duda. Por mucho


que el demonio maquine en contra nuestra. Dios
nos enva a los hombres que necesitamos.
Nuevamente practicamos la espantosa ope-
racin. No me siento con nimos para entrar en
detalles. Lucy haba sufrido una terrible impresin
que la haba dejado ms postrada que nunca, pues
aunque sus venas percibieron gran cantidad de
sangre, su cuerpo no respondi al tratamiento tan
bien como en las dems ocasiones. Su lucha por
recobrar la vida era un espectculo doloroso. Sin
embargo, mejor la actividad del corazn y de los
pulmones, y Van Helsing le puso una inyeccin
subcutnea de morfina, como antes, que le produ-
jo un efecto beneficioso. Su desfallecimiento se
convirti en un profundo sueo. El profesor se
qued vigilando mientras yo bajaba con Quincey
Morris y enviaba a una de las doncellas a pagarles
a los cocheros que seguan esperando. Dej a
Quincey echado despus de tomarse un vaso de

415
Bram Stoker

vino, y le dije a la cocinera que preparase un buen


desayuno. Luego me vino una idea, y volv a la
habitacin donde estaba Lucy ahora. Al entrar, ca-
lladamente, encontr a Van Helsing con un par de
hojas de papel en la mano. Era evidente que las
haba ledo, y estaba meditando, sentado, con la
mano en la frente. Haba una expresin de som-
bra satisfaccin en su semblante, como el que ha
resuelto una duda. Me tendi el papel, y dijo por
toda explicacin:
Se le han cado a Lucy del pecho cuando
la trasladbamos al bao.
Despus de leerlas, me qued mirando al
profesor; y tras una pausa, le pregunt:
En nombre de Dios!, qu significa esto?
Est loca, o qu clase de horrible peligro es el que
corre?
Me haba quedado tan perplejo, que no su-
pe decir nada ms. Van Helsing alarg la mano y
cogi el papel, diciendo:

416
Drcula

No se preocupe de eso, ahora. Olvdelo.


Ya lo sabr todo y lo entender a su debido tiem-
po; aunque tendr que ser ms tarde. Y ahora,
qu es lo que vena a decirme?
Esto me devolvi a la realidad, y me reco-
br.
Vena a hablarle del certificado de defun-
cin. Si no cumplimos todas las formalidades,
puede haber una investigacin, y saldra a la luz
este papel. Confo en que no habr necesidad de
ninguna encuesta, porque eso matara a la pobre
Lucy, despus de que no lo ha logrado todo lo
dems. Yo s, y usted tambin lo sabe, y lo mismo
el doctor que la atenda, que la seora Westenra
padeca del corazn, y podemos certificar que mu-
ri por esa causa. Redactemos el certificado inme-
diatamente, y yo mismo lo llevar al registro y me
acercar a la funeraria.
Muy bien, amigo John! Bien pensado!
Verdaderamente, si la seorita Westenra se ve

417
Bram Stoker

acosada por enemigos implacables, al menos tiene


la dicha de contar con amigos que la quieren. Uno,
dos, tres, todos abren sus venas para ella, adems
de hacerlo este viejo. Ah, s! ; lo s, amigo John.
No estoy ciego! Y por esa razn le aprecio a us-
ted ms! Ahora vamos.
En el vestbulo me encontr con Quincey
Morris, que haba redactado un telegrama para
Arthur comunicndole que la seora Westenra
haba muerto; que Lucy haba estado grave tam-
bin, aunque ahora se encontraba mejor; y que
Van Helsing y yo estbamos con ella. Le expliqu
adnde iba, y me dej ir; pero al salir, dijo:
Cuando vuelvas, Jack, quiero hablar con-
tigo; de acuerdo?
Le hice un gesto afirmativo y sal corriendo.
No tuve dificultades en la presentacin del certifi-
cado, y avis a la funeraria local para que fuera
por la tarde a tomar medidas para el atad y hacer
todos los preparativos.

418
Drcula

Al regresar, Quincey me estaba esperando.


Le dije que me reunira con l en cuanto viera c-
mo se encontraba Lucy, y sub a su habitacin.
An estaba dormida, y el profesor no se haba
movido de su butaca, junto a ella. Se llev el dedo
a los labios, lo cual me dio a entender que calcula-
ba que no tardara en despertarse, y tema que lo
hiciese antes de tiempo. As que baj con Quincey
y le llev al cuarto de estar, donde las persianas no
estaban bajadas, y era un poco ms alegre o ms
bien menos lgubre que las dems habitaciones.
Cuando estuvimos solos, me dijo:
Jack Seward, no quiero meterme en don-
de no me llaman; pero esto no es un caso ordina-
rio. T sabes que yo amaba a esa muchacha y que-
ra casarme con ella; y aunque eso es cosa pasada,
no puedo dejar de sentirme preocupado. Qu es
lo que pasa? El holands (que a lo que se ve, es
una buena persona) dijo cuando entrasteis en la
habitacin que haba que hacerle otra transfusin,

419
Bram Stoker

y que vosotros estabais exhaustos. Ahora bien, s


que los mdicos hablis a puerta cerrada y que
nadie espera enterarse de lo que vosotros delibe-
ris en privado. Pero este caso no es corriente y,
sea como sea, he desempeado mi parte. No es
as?
As es dije.
Deduzco prosigui que t y Van
Helsing habis hecho ya lo que yo he hecho hoy.
No es as?
As es.
Y supongo que Arthur tambin, porque
cuando le vi, hace cuatro das, pareca muy deca-
do. No haba observado un decaimiento tan rpi-
do desde que estuve en las pampas, y tena una
yegua aficionada a salir a pastar por la noche. Una
de las veces la cogi uno de esos grandes murci-
lagos que llaman vampiros, le abri la vena, y no
le dej sangre para volverse a enderezar; tuve que
rematarla all mismo. Jack, si no supone romper

420
Drcula

ningn secreto profesional, dime si Arthur fue el


primero; es as?
Mientras hablaba, el pobre muchacho pare-
ca terriblemente inquieto. Le angustiaba toda esta
incertidumbre en torno a la mujer que amaba, y su
total ignorancia del terrible misterio que pareca
envolverla aumentaba su dolor. Le sangraba el co-
razn, y tena que apelar a toda su hombra y no
es poca la que tiene, para evitar el desmorona-
miento. Guard silencio antes de contestar, ya que
no deba traicionar nada que el profesor deseara
mantener en secreto; pero ya saba tantas cosas, y
adivinaba tanto, que no haba razn para no con-
testarle; de modo que repet las mismas palabras:
As es.
Y desde cundo viene ocurriendo esto?
Desde hace diez das.
Diez das! Entonces supongo, Jack Se-
ward, que esa pobre criatura a la que todos ama-
mos ha recibido en sus venas, en ese tiempo, la

421
Bram Stoker

sangre de cuatro hombres robustos. Tericamente,


su cuerpo no la podra contener. Y acercndose
a m, me pregunt en una especie de susurro fe-
roz: Quin se la quita?
Mov la cabeza.
Ese es el misterio dije. A Van Helsing
le tiene desesperado el problema; en cuanto a m,
no s qu pensar. No tengo ni la menor sospecha.
Ha habido una serie de circunstancias que han
desbaratado todas nuestras previsiones para vigi-
lar convenientemente a Lucy. Pero no volver a
ocurrir. Permaneceremos aqu hasta que todo se
resuelva... bien o mal. Quincey tendi la mano.
Contad conmigo dijo. T y el holan-
ds me diris qu debo hacer, y lo har.
Cuando Lucy. se despert, avanzada ya la
tarde, su primer gesto fue llevarse la mano al pe-
cho; y para mi sorpresa, sac el papel que Van
Helsing me haba dado a leer. El cuidadoso profe-
sor lo haba vuelto a colocar donde haba estado, a

422
Drcula

fin de que no se alarmara cuando despertase. Sus


ojos se iluminaron al vernos a Van Helsing y a m,
y se alegr. Luego mir en torno suyo, por la habi-
tacin, y al ver dnde estaba, se estremeci; profi-
ri un grito y se llev sus delgadas manos a la ca-
ra. Comprendimos lo que significaba: acababa de
volverle plenamente a la conciencia la muerte de
su madre; as que hicimos cuanto pudimos por
consolarla. Evidentemente, la simpata la confort
algo; pero estaba muy dbil y abatida, y llor en
silencio durante largo rato. Le dijimos que esta-
ramos con ella el tiempo que fuera necesario, y
eso pareci tranquilizarla. Hacia el anochecer se
adormil. Entonces sucedi algo muy extrao.
Mientras dorma, se sac el papel del pecho y lo
rompi. Van Helsing se acerc y le cogi los peda-
zos. Entretanto, ella sigui haciendo el movimien-
to de romperlo, como si an lo tuviese en las ma-
nos; despus, las levant y las abri como espar-
ciendo los trocitos. Van Helsing se qued sor-

423
Bram Stoker

prendido, y arrug el ceo como si pensase algo;


pero no dijo nada.

19 de setiembre

Anoche Lucy durmi a ratos todo el tiem-


po, con miedo a quedarse dormida, y sintindose
ms dbil cada vez que se despertaba. Nos estu-
vimos turnando el profesor y yo para velarla, y no
la dejamos sola ni un momento. Quincey Morris
no dijo nada, pero s que estuvo montando guar-
dia toda la noche alrededor de la casa.
Cuando amaneci, la luz del da nos revel
los estragos que haban sufrido las fuerzas de la
pobre Lucy.
Apenas era capaz de volver la cabeza, y el
poco alimento que pudo tomar no pareci sentarle
bien. Dorma a ratos, y Van Helsing y yo obser-
vamos la diferencia que haba en ella de cuando

424
Drcula

dorma a cuando estaba despierta. Dormida pare-


ca ms fuerte, aunque ms macilenta, y su respi-
racin se volva ms sosegada; su boca abierta
mostraba unas encas plidas y retiradas de los
dientes, por lo que stos parecan ms largos y afi-
lados de lo habitual; cuando despertaba, la suavi-
dad de sus ojos cambiaba evidentemente su ex-
presin, y recobraba su aspecto de siempre, aun-
que era el de una moribunda. Por la tarde pidi
ver a Arthur, y le telegrafiamos. Quincey fue a
buscarle a la estacin.
Eran casi las seis cuando lleg; el sol se es-
taba poniendo, clido y lleno, y su luz rojiza en-
traba por la ventana y daba ms color a sus blan-
cas mejillas. Al verla, se sinti sencillamente em-
bargado de emocin, y ninguno de nosotros pudo
hablar. En las ltimas horas, los perodos de sueo
o de estado comatoso haban sido ms fre-
cuentes, de forma que los intervalos en los que
conversaba eran ms breves. Sin embargo, la pre-

425
Bram Stoker

sencia de Arthur pareci estimularla; se recobr


un poco y habl ms animadamente que cuando
estbamos nosotros solos. El tambin hizo acopio
de valor y se mostr lo ms alegre que pudo, de
forma que ambos pusieron de su parte.
Ahora es casi la una, y l y Van Helsing se
han quedado junto a ella. Tengo que relevarles
dentro de un cuarto de hora; entretanto, grabo es-
to con el fongrafo de Lucy. Tratars. de descan-
sar hasta las seis. Me temo que maana termina-
rn nuestras vigilias, ya que el golpe ha sido de-
masiado fuerte: la pobre criatura no tiene fuerzas
para recuperarse. Que Dios nos ayude a todos.

CARTA DE MINA HARKER A LUCY


WESTENRA
(No abierta por ella)

17 de setiembre

426
Drcula

Queridsima Lucy:
Me parece que hace un siglo que no
tengo noticias tuyas, y que no te escribo.
Pero s que me perdonars cuando leas lo
que tengo que contarte. Vers: por fin he
trado de regreso a mi esposo; cuando lle-
gamos a Exeter, haba un coche esperndo-
nos, y en l estaba el seor Hawkins, a pe-
sar de su ataque de gota. Nos llev a su ca-
sa, donde nos haba preparado unas cmo-
das y confortables habitaciones, y cenamos
juntos. Despus de la cena, dijo el seor
Hawkins:
Queridos amigos, brindo por vues-
tra salud y prosperidad; y os deseo toda la
dicha del mundo. Os conozco a los dos
desde que erais pequeos, y os he visto cre-
cer con cario y orgullo. Ahora quiero que
sea ste vuestro hogar. No tengo conmigo
ni hijo ni hija; me he quedado sin familia;

427
Bram Stoker

as que os lo he dejado todo en mi testa-


mento.
Te confieso, Lucy, que llor mientras
Jonathan y el anciano se estrechaban la ma-
no. Nuestra velada fue muy, muy feliz.
Y aqu estamos, instalados en esta
casa hermosa y antigua; desde mi habita-
cin y desde el saln puedo ver los grandes
olmos del recinto de la catedral, con sus
grandes ramas negras extendidas ante sus
piedras viejas y amarillas, y puedo or los
grajos, arriba, graznar y graznar y charlar y
parlotear todo el da como hacen los gra-
jos... y tambin las personas. No hace falta
que te diga lo ocupada que estoy ordenan-
do cosas y llevando la casa.
Jonathan y el seor Hawkins estn
atareados todo el da, porque como Jonat-
han se ha convertido en socio, el seor

428
Drcula

Hawkins quiere ponerle al corriente acerca


de todos los clientes.
Cmo se encuentra tu madre? Me
gustara ir a la ciudad un da o dos para ve-
ros, pero no me atrevo, con tantas respon-
sabilidades sobre m; y Jonathan necesita
cuidados todava. Est empezando a recu-
perar un poco de peso, pero se haba que-
dado terriblemente flojo, despus de su lar-
ga enfermedad; incluso ahora sufre sobre-
saltos en sueos, y se despierta temblando,
hasta que consigo tranquilizarle otra vez.
Pero gracias a Dios, estas cosas son cada
vez menos frecuentes a medida que pasan
los das, y confo en que, con el tiempo, se le
irn por completo. Bueno, y ahora que te he
contado todas mis cosas, permteme que te
pregunte sobre ti. Cundo os vais a casar,
y dnde, y quin va a celebrar la ceremonia,
y cmo vas a ir vestida? Va a ser una boda

429
Bram Stoker

con muchos invitados, o ntima? Cuntame-


lo todo, querida Lucy; cuntamelo todo,
porque no hay nada tuyo que no sea de in-
ters para m. Jonathan me pide que te
mande sus respetuosos saludos; pero no
creo que est bien ese formulismo por parte
del joven socio de la importante firma
Hawkins & Harker, as que como t me
quieres a m, y l me quiere a m, y yo os
quiero a los dos con todo mi corazn y en
todos los tiempos del verbo, te envo sim-
plemente carios de su parte. Hasta
pronto, queridsima Lucy; te mando mis
mejores deseos.
Tuya,
MINA HARKER

INFORME DEL DOCTOR PATRICK


HENNESSEY,
M. D., M. R. C. S., L. K. Q. C. P.
I., ETC., ETC.,

430
Drcula

AL DOCTOR JOHN SEWARD

20 de setiembre

Distinguido colega:
De acuerdo con sus deseos, le escribo
para informarle del estado de los pacientes
que ha dejado a mi cargo... En cuanto a
Renfield, hay bastante que contar. Ha sufri-
do otra crisis que poda haber tenido un fi-
nal espantoso, pero tal como ha sucedido,
afortunadamente, no ha tenido mayores
consecuencias. Esta tarde ha llegado a la ca-
sa deshabitada, cuyo terreno linda con el
nuestro casa a la que nuestro paciente
huy dos veces, como recordar , un ca-
rro de transportes con dos hombres. Los
hombres se detuvieron ante nuestra verja
para preguntar al portero la direccin que
traan, ya que eran forasteros. Yo mismo es-
taba asomado a la ventana, fumando des-

431
Bram Stoker

pus de la cena, y vi a uno de ellos acercar-


se a nuestro edificio. Al pasar junto a la
ventana de Renfield, el paciente empez a
insultarle desde dentro, soltndole todos
los improperios que le venan a la lengua.
El hombre, que pareca persona bastante
sensata, se limit a contestarle: Haga el fa-
vor de cerrar esa cochina boca; entonces,
nuestro paciente le acus de venir a robarle
y de querer matarle, y dijo que l le parara
los pies, aunque le ahorcaran por ello. Abr
la ventana e hice una sea al hombre para
que no hiciese caso; entonces ech una
ojeada al edificio, y al darse cuenta de dn-
de estaba, exclam: Que Dios le bendiga,
seor!, poco importa lo que me digan en un
manicomio. Les compadezco a usted y a su
jefe, por tener que convivir con una bestia
salvaje como sa. Luego pregunt corts-
mente su direccin, y le dije cul era la en-

432
Drcula

trada de la casa vaca; se march, seguido


de las amenazas, maldiciones e injurias de
nuestro paciente. Baj a ver si poda averi-
guar la causa de su irritacin, ya que habi-
tualmente es un hombre de comportamien-
to tranquilo, y salvo sus contados accesos
de violencia, no haba ocurrido jams una
cosa parecida. Para mi asombro, le encontr
completamente sereno y, a su manera, de lo
ms afable. Quise hacerle hablar sobre el
incidente, pero me pregunt con toda man-
sedumbre a qu me refera, tratando de
hacerme ver que lo haba olvidado por
completo. Siento decir, sin embargo, que
era una muestra ms de su astucia, pues
menos de media hora despus volvi a
crear problemas. Esta vez haba roto la
ventana, haba salido, y hua corriendo por
la avenida. Grit a los celadores para que le
siguiesen, y ech a correr tras l, ya que te-

433
Bram Stoker

ma que intentase alguna tropela. Mis te-


mores se vieron justificados cuando vi el
mismo carro que haba pasado por delante
de nuestra institucin, que ya se alejaba por
la carretera cargado de cajones. Los hom-
bres se secaban la frente y tenan la cara co-
lorada, como despus de un trabajo penoso.
Antes de alcanzar yo al paciente, ste se
abalanz sobre ellos, arroj a uno del carro
y empez a golpearle la cabeza contra el
suelo. Si no llego a cogerle en ese instante,
creo que lo habra matado all mismo. El
otro salt y le peg en la cabeza con el
mango de su ltigo. Fue un golpe terrible;
pero no pareci hacerle nada, porque lo
agarr tambin, y forceje con nosotros
tres, zarandendonos como si fusemos de
trapo. Usted sabe que no soy persona de
poco peso, y los otros dos eran hombres
fornidos. Al principio pele en silencio; pe-

434
Drcula

ro cuando empezbamos a dominarle, y los


celadores le estaban poniendo la camisa de
fuerza, comenz a gritar: No les dejar!
No me robarn! No me matarn poco a
poco! Luchar defendiendo a mi Dueo y
Seor!, y toda clase de desatinos por el es-
tilo. Con muchsima dificultad, consiguie-
ron volverlo a traer a la casa y meterle en la
habitacin acolchada. Uno de los celadores,
Hardy, se rompi un dedo. Pero he conse-
guido ponrselo bien, y parece que se le cu-
rar.
Los dos carreteros, al principio, da-
ban voces amenazando con exigirnos daos
y perjuicios, y jurando hacer caer sobre no-
sotros todo el peso de la ley. Sin embargo,
sus amenazas se mezclaban con una especie
de velada disculpa por la derrota sufrida
ante un simple enfermo mental. Dijeron
que si no hubiese sido por los esfuerzos que

435
Bram Stoker

acababan de hacer, levantando y cargando


en el carro aquellos pesados cajones, se
habran hecho con l en un momento. Otra
razn que dieron de su derrota fue lo tre-
mendamente resecos que estaban por el ca-
rcter polvoriento de su oficio, y la conside-
rable distancia que haba del lugar de traba-
jo a cualquier taberna. Comprend la indi-
recta y, tras un buen vaso de grog, o algo
ms, y un soberano a cada uno, dejaron de
tomarse en serio el ataque y juraron que ya
traeran ellos algn da a un loco peor, por
el gusto de enfrentarlo a ese tipo simpti-
co Les tom el nombre y la direccin por si
hiciera falta. Son stos: Jack Smollet, de
Dudding's Rents, King George's Road,
Great Walworth, y Thomas Snelling, Peter
Parley's Row, Guide Court, Bethnal Green.
Los dos trabajan para Harris & Sons, Com-

436
Drcula

paa de Mudanzas y Transportes, Orange


Master's Yard, Soho.
Le informar de cualquier cosa de in-
ters que ocurra aqu, y le telegrafiar in-
mediatamente si sucede algo de importan-
cia.
Entretanto, le saluda atentamente,

PATRICK HENNESSEY

CARTA DE MINA HARKER A LUCY


WESTENRA
(No abierta por ella)

18 de setiembre

Queridsima Lucy:
Nos ha sucedido una horrible des-
gracia. El seor Hawkins ha fallecido de re-
pente. Hay quien piensa que no es un suce-

437
Bram Stoker

so demasiado doloroso para nosotros; pero


habamos llegado a quererle tanto que ver-
daderamente parece como si hubiramos
perdido a nuestro padre. Yo no llegu a co-
nocer a mis padres, as que la muerte de es-
te anciano ha sido un golpe muy duro para
m. Jonathan est terriblemente afectado.
No es slo que sienta dolor por este hombre
bueno que le ha ayudado toda la vida, y
ahora, al final, le ha tratado como si fuese
su propio hijo, dejndole unos bienes que,
para unas personas modestas como noso-
tros, suponen una fortuna ms grande de lo
que podra soar la avaricia, sino que Jo-
nathan lo siente por otra razn. Dice que la
responsabilidad que ahora pesa sobre l le
llena de desasosiego. Empieza a dudar de s
mismo. Yo trato de animarle, y el que yo
crea en l contribuye a que cobre confianza
en s mismo. Pero es en eso donde ms le ha

438
Drcula

afectado la grave prdida que ha tenido.


Ah! qu lstima que una naturaleza afable,
sencilla, noble v fuerte como la suya una
naturaleza que le ha permitido elevarse en
pocos aos, con la ayuda de nuestro buen y
querido amigo, de simple oficinista a la ca-
tegora de jefe, haya quedado tan daada
que la misma esencia de su fuerza se ha de-
bilitado por completo. Perdname, querida
Lucy, que te hable de todos mis problemas
en estos momentos en que eres tan feliz; pe-
ro necesito contrselos a alguien, pues el es-
fuerzo de mostrarme alegre y animosa de-
lante de Jonathan me cansa, y no tengo a
nadie a mi lado en quien pueda confiar.
Temo ir a Londres, cosa que tendremos que
hacer pasado maana, ya que el pobre se-
or Hawkins ha dejado escrito en su testa-
mento que se le entierre en la tumba de su
padre. Como no hay parientes, ser Jonat-

439
Bram Stoker

han quien presida el duelo. Intentar pasar


a verte, querida, aunque slo sea unos mi-
nutos. Perdona el haberte soltado todos es-
tos problemas. Te manda sus mejores de-
seos y te quiere, tu amiga,

MIRA HARKER

DIARIO DEL DOCTOR SEWARD

20 de setiembre

Slo la decisin y el hbito me inclinan a


grabar algo esta noche. Me siento tan deprimido,
tan abatido, tan hastiado del mundo y de todo, in-
cluso de la vida misma, que si oyese batir las alas
del ngel de la muerte, y son esas alas las que se
han estado agitando ltimamente la madre de

440
Drcula

Lucy, el padre de Arthur, y ahora... , me tendra


sin cuidado. Pero seguir con mi obligacin.
Fui a relevar a Van Helsing junto a la cabe-
cera de Lucy. Decidimos que descansara Arthur
tambin, aunque al principio se neg. Slo cuando
le dije que queramos que nos ayudase durante el
da, y que no debamos desmoronarnos todos por
falta de descanso, no fuera que Lucy sufriese las
consecuencias, accedi a irse. Van Helsing se por-
t muy amablemente con l.
Vamos, hijo dijo; venga conmigo. Es-
t usted debilitado y enfermo; ha soportado mu-
chos sufrimientos y mucho dolor, adems de la
merma de fuerzas que todos sabemos. No debe
quedarse solo; pues cuando uno est solo, se sien-
te asaltado por los temores y las alarmas. Vamos
al saln, donde hay un buen fuego y dos sofs. Us-
ted se tumbar en uno, y yo en el otro; y nos con-
solar estar juntos, aun cuando no hablemos o nos
durmamos.

441
Bram Stoker

Arthur sali con l, y se volvi para echar


una mirada anhelante al rostro de Lucy, cuya ca-
beza descansaba sobre la almohada, casi ms
blanca que el lino. Estaba completamente inmvil.
Ech una mirada a la habitacin para cerciorarme
de que todo estaba como deba. Comprob que el
profesor segua utilizando las flores de ajo en esta
habitacin igual que en la otra: las hojas de la ven-
tana rebosaban de flores, y alrededor del cuello de
Lucy, sobre el pauelo de seda que Van Helsing le
hizo ponerse, haba una guirnalda tambin. Lucy
respiraba con cierta dificultad, y su rostro tena
peor aspecto que nunca, pues su boca abierta des-
cubra unas encas plidas. Los dientes, en la pe-
numbra, parecan ms largos y afilados que por la
maana. Especialmente, y por algn efecto ptico,
los colmillos parecan mucho ms largos y afilados
que el resto. Me sent junto a ella y poco despus
la vi removerse inquieta. En ese mismo instante se
oy una especie de aleteo o golpeteo apagado en

442
Drcula

la ventana. Me acerqu con sigilo y atisb por una


ranura de la persiana. Haba luna llena, y pude
observar que el ruido aquel lo produca un gran
murcilago que revoloteaba indudablemente
atrado por la luz, aunque era muy dbil, y cho-
caba de cuando en cuando con sus alas en la ven-
tana. Al regresar a mi butaca, me encontr con que
Lucy se haba movido ligeramente y se haba qui-
tado las flores del cuello. Se las volv a colocar
como pude y segu observndola.
Al poco rato se despert, y le di su alimento
como Van Helsing haba prescrito. Comi muy
poco y sin gana. No pareca haberse entablado en
ella esa lucha inconsciente por recobrar la vida y
la fuerza, mantenida hasta ahora a lo largo de toda
su enfermedad. Me choc que, en el momento de
despertar, apretara las flores de ajo contra su pe-
cho. Era extrao: cada vez que caa en estado le-
trgico, en el que la respiracin se volva esterto-
rosa, se quitaba las flores; y cuando despertaba,

443
Bram Stoker

las apretaba contra s. No haba posibilidad de


error en esto, ya que durante las largas horas que
siguieron se despert numerosas veces, repitiendo
siempre esos mismos gestos al dormirse y al des-
pertar.
A las seis, Van Helsing vino a relevarme. El
cansancio haba vencido a Arthur por completo, y
el profesor le haba dejado que siguiese durmien-
do. Cuando vio el rostro de Lucy, le o aspirar de
manera sibilante, y me dijo en un acerado susurro:
Levante la persiana; quiero luz!
Se inclin, pegando casi su rostro al de Lu-
cy y la examin atentamente. Quit las flores y le
retir de la garganta el pauelo de seda. Al hacer-
lo, retrocedi, y le o exclamar: Mein Gott!, con
una voz que se le ahog en la garganta. Me inclin
a mirar tambin, y me invadi un extrao escalo-
fro.
Las heridas del cuello haban desaparecido
por completo.

444
Drcula

Durante cinco minutos enteros, Van Hel-


sing permaneci mirando a Lucy fijamente, con
expresin grave. Luego se volvi hacia m, y dijo
con tranquilidad:
Se est muriendo. Ya le queda poco. Re-
cuerde esto: es importante que est consciente en
el momento de expirar; sera muy distinto, si se
muriese dormida. Despierte a ese pobre muchacho
y hgale venir a ver el desenlace; confa en noso-
tros, y se lo hemos prometido.
Baj al comedor y le despert. Se qued
aturdido un momento, pero al darse cuenta de
que entraba el sol por las ranuras de las persianas
pens que era tarde, y su rostro reflej temor. Le
asegur que Lucy estaba dormida an, pero le di-
je, lo ms suavemente que pude, que Van Helsing
y yo temamos que se acercaba el final. Se cubri
el rostro con las manos y se escurri del sof, ca-
yendo de rodillas; as se qued, quiz un minuto,
con el rostro oculto, rezando, mientras sus hom-

445
Bram Stoker

bros se sacudan con los sollozos. Le cog de la


mano y le levant.
Vamos, amigo mo le dije; debes ape-
lar a todo tu valor; de esa manera ser ms fcil
para ella.
Cuando entramos en la habitacin de Lucy,
observ que Van Helsing, con su habitual previ-
sin, haba procurado que ella tuviera el mejor as-
pecto posible. Incluso le haba cepillado el pelo, de
modo que sus esplndidos rizos se desplegaban
sobre la almohada. En el momento de entrar noso-
tros, abri los ojos, y al ver a Arthur, susurr con
suavidad:
Arthur! Oh, amor mo, qu alegra que
hayas venido!
Arthur se inclin para besarla, pero Van
Helsing le contuvo.
No, todava no! susurr. Cjale la
mano, eso la reconfortar ms.

446
Drcula

De modo que Arthur le cogi la mano y se


arrodill junto a ella. Lucy estaba muy bonita, y
sus dulces facciones competan con la belleza de
sus ojos. Luego cerr los prpados y se sumi en
un sueo. Durante un momento, su pecho se mo-
vi suavemente, y su respiracin pareca la de una
criatura cansada.
Luego, insensiblemente, se oper en ella un
extrao cambio que yo le haba notado durante la
noche. La respiracin se volvi estertorosa, abri
la boca, y sus plidas encas, retradas hacia arriba,
dieron 'a sus dientes un aspecto ms largo y afila-
do que nunca. En una especie de somnolencia va-
ga, inconsciente, abri los ojos, 'ahora ms apaga-
dos y ms duros a la vez, y dijo con voz voluptuo-
sa, como jams habamos odo de sus labios
Arthur! Oh, amor mo, cunto me alegra
que hayas venido! Bsame!
Arthur se inclin anhelante para besarla;
pero en ese momento Van Helsing quien, como

447
Bram Stoker

yo, se haba sobresaltado al or el cambio de su


voz se abalanz sobre l y, cogindole por el
cuello con las dos manos, lo ech hacia atrs con
una fuerza inimaginable en l y le arroj mate-
rialmente al otro extremo de la habitacin.
No lo haga! exclam; por el alma de
usted y la de ella, no lo haga! Y se coloc entre
los dos como un len acosado.
Arthur se qued tan estupefacto, que du-
rante un instante no supo qu hacer ni qu decir; y
antes de dejarse llevar por cualquier impulso vio-
lento, se dio cuenta del lugar y del momento, y
guard silencio, esperando.
Yo tena la mirada fija en Lucy, igual que
Van Helsing, y vimos fluctuar, como una sombra,
un espasmo de furia por su rostro; apret los dien-
tes afilados. Luego, cerr los ojos, y respir con
dificultad.
Muy poco despus volvi a abrirlos con to-
da suavidad, y, alargando una mano plida y del-

448
Drcula

gada, cogi la mano morena de Van Helsing, la


atrajo hacia s, y la bes:
Mi fiel amigo dijo con voz desfallecida,
pero con intenso patetismo; y amigo de l, tam-
bin! Oh, vele por l y haga que viva en paz!
Se lo juro dijo el profesor solemnemen-
te, arrodillndose junto a ella con su mano cogida,
como el que presta juramento. Luego se volvi
hacia Arthur, y le dijo: Acrquese, hijo; cjale las
manos y bsele la frente; pero slo una vez.
En vez de sus labios, se encontraron sus
ojos; y as se despidieron.
Los ojos de Lucy se cerraron; Van Helsing,
que haba estado observando atentamente, cogi a
Arthur del brazo y le apart.
La respiracin de Lucy se volvi estertorosa
otra vez; y de repente, ces.
Se acab dijo Van Helsing. Ha expi-
rado!

449
Bram Stoker

Cog a Arthur por el brazo y le llev al sa-


ln; se sent all y se cubri la cara con las manos,
sollozando de una forma que casi me hizo perder
el valor.
Regres a la habitacin y encontr a Van
Helsing observando a la pobre Lucy con una ex-
presin ms grave que nunca. El cuerpo de Lucy
haba experimentado un cambio. La muerte le
haba restituido parte de su belleza, pues su frente
y sus mejillas haban recobrado un poco la redon-
dez de lneas; incluso sus labios haban perdido su
mortal palidez. Era como si la sangre, al no necesi-
tarla el corazn para funcionar, hubiera subido a
dulcificar la acritud de la muerte.

Pareca que agonizaba cuando dorma,


Y que dorma cuando muri.

Me acerqu a Van Helsing, y le dije:

450
Drcula

Pobre muchacha, al fin ha encontrado la


paz. Ha muerto!
El profesor se volvi hacia m, y dijo con
grave solemnidad:
Ah!, no, no es as! Esto no es ms que el
principio!
Al preguntarle qu quera decir, movi la
cabeza, y contest
An no se puede hacer nada. Hay que
esperar.

451
CAPITULO XIII

DIARIO DEL DOCTOR SEWARD


(Continuacin)

Acordamos que se celebrase el funeral a los


dos das, de forma que Lucy y su madre pudiesen
ser enterradas juntas. Me ocup de todas las peno-
sas formalidades, y el corts empresario de la fu-
neraria prob que sus empleados adolecan o
estaban dotados de su misma obsequiosa un-
tuosidad. Incluso la mujer que prest las ltimas
atenciones a las difuntas me coment, a la manera
confidencial de quien pertenece a una profesin
del mismo ramo, mientras sala de la cmara mor-
tuoria:
Drcula

Es una preciosidad de cadver, seor. Es


un verdadero privilegio atenderla. No exagero si
le digo que honrar a nuestro establecimiento!
Observ que Van Helsing no se marchaba.
Quiz a causa del desorden de cosas que reinaba
en la casa. No tenan parientes que viviesen cer-
ca; y como Arthur deba regresar al da siguiente
para asistir al funeral de su padre, no pudimos
notificarlo a nadie. En estas circunstancias, Van
Helsing y yo asumimos el deber de examinar do-
cumentos, etc. El profesor insisti en echar un
vistazo personalmente a los papeles de Lucy. Le
pregunt por qu, ya que tema que siendo ex-
tranjero, no conociese los procedimientos legales
ingleses y se tomase molestias innecesarias. Me
contest:
Los conozco, los conozco; olvida usted
que adems de mdico soy abogado. Pero no se
trata de intereses legales solamente. Usted lo sabe,
al querer evitar que intervenga el forense. Yo ten-

453
Bram Stoker

go ms motivos para evitarlo. Puede que haya


ms papeles... como ste.
Mientras hablaba, sac de su cuaderno la
nota que Lucy se haba guardado en el pecho, y
que haba roto dormida.
Cuando averige las seas del abogado
de la seora Westenra selle todos los documentos
y escrbale esta noche. Por mi parte, vigilar toda
la noche en la antigua habitacin de la seorita
Lucy, y mirar a ver qu hay. No estara bien que
sus pensamientos ms ntimos fueran a parar a
manos extraas.
Segu con mi parte de trabajo, y media hora
despus haba encontrado el nombre y la direccin
del abogado de la seora Westenra, y le haba es-
crito. Todos los documentos de la pobre seora
estaban en orden; haba instrucciones explcitas
respecto al lugar donde deba ser enterrada. No
bien hube cerrado la carta cuando, para mi sorpre-
sa, entr Van Helsing diciendo:

454
Drcula

Puedo ayudarle, amigo John? Yo he


terminado; as que si le hago falta, estoy a su ente-
ra disposicin.
Ha encontrado lo que buscaba? pre-
gunt; a lo que me contest
No buscaba nada en particular. Slo es-
peraba encontrar, y he encontrado, todo lo que
haba: algunas cartas, unas pocas anotaciones y un
diario recin empezado. Pero lo tengo todo aqu; y
de momento no diremos nada a nadie. Ver a ese
pobre muchacho maana por la noche, y si hoy da
su autorizacin, utilizaremos algunos de estos pa-
peles.
Cuando terminamos el trabajo que tena-
mos entre manos, me dijo:
Bueno, amigo John; creo que podemos
irnos a acostar. Necesitamos dormir, usted y yo, y
descansar y recuperarnos. Tenemos muchas cosas
que hacer maana; esta noche no hacemos falta ya,
por desgracia.

455
Bram Stoker

Antes de marcharnos, fuimos a ver a la po-


bre Lucy. Los de la funeraria haban hecho un
buen trabajo, ya que haban convertido la habita-
cin en una pequea chapelle ardente. Haba infini-
dad de hermosas flores blancas, haciendo que la
muerte pareciese lo menos repulsiva posible. Lucy
tena el rostro cubierto con un extremo de la mor-
taja; el profesor se inclin y lo retir suavemente, y
nos quedamos impresionados ante la belleza de su
semblante, perfectamente iluminado por la luz de
los cirios. Lucy haba recobrado todo su encanto al
morir, y las horas que haban transcurrido, en vez
de dejar las huellas de los dedos borradores de la
descomposicin, le haban restituido la belleza de
la vida hasta el punto de que no poda creer lo que
vean mis ojos, y que era un cadver lo que tena
delante.
El profesor estaba muy serio. No la haba
amado como yo, y no haba razn para que aso-
masen lgrimas a sus ojos. Me dijo

456
Drcula

No se mueva; ahora vuelvo. Y sali de


la habitacin.
Regres con un manojo de flores de ajo sil-
vestre, cogido de la caja que haba sin abrir en el
vestbulo, y las coloc entre las dems, alrededor
de la cama. A continuacin se quit del cuello un
pequeo crucifijo de oro, y se lo puso sobre la bo-
ca. Luego volvi a poner el sudario como estaba y
nos marchamos.
Me estaba desvistiendo en mi habitacin,
cuando sonaron unos golpecitos en la puerta. En-
tr el profesor y empez a hablar inmediatamente:
Quiero que me traiga maana, antes del
anochecer, un juego de bisturs para autopsia.
Tenemos que practicar una autopsia?
pregunt.
S y no. Quiero operar, pero no como us-
ted cree. Le dir de qu se trata; pero no cuente
una palabra a nadie. Quiero seccionarle la cabeza
y extraerle el corazn. Cmo!, un cirujano como

457
Bram Stoker

usted, y se horroriza? Usted, a quien he visto tra-


bajar, sin temblarle la mano ni el corazn, en ope-
raciones de vida o muerte que hacan estremecer a
los dems... Ah!, no debo olvidar, mi querido
amigo John, que usted la amaba; pero lo he tenido
en cuenta, puesto que soy yo quien va a operar;
usted slo tendr que ayudarme. Me gustara
hacerlo esta noche, pero no podemos por Arthur;
vendr maana, despus del funeral de su padre,
y querr verla. Luego; cuando la metan en el ata-
d para el sepelio, y estn durmiendo todos, ven-
dremos usted y yo. Desatornillaremos la tapa y
realizaremos la operacin; despus volveremos a
colocarlo todo en su sitio, a fin de que nadie sepa
nada, excepto nosotros.
Pero para qu todo eso? La joven est
muerta. Para qu mutilar su pobre cuerpo sin ne-
cesidad? Si no hace falta la autopsia, y no vamos a
sacar nada con ello, ningn beneficio para ella, ni

458
Drcula

para nosotros, ni para la ciencia o el saber huma-


no, para qu realizarla? Sera monstruoso.
Por toda respuesta, me puso la mano en el
hombro y dijo con infinita ternura:
Amigo John, compadezco su afligido co-
razn, y le quiero an ms por esto. Si pudiese,
cargara sobre m el peso que ha de llevar. Hay co-
sas que usted no sabe; pero las sabr, y me bende-
cir por ello, aunque no son agradables. John, hijo;
me ha visto hacer alguna cosa sin motivo? Puedo
equivocarme, porque soy humano; pero tengo fe
en lo que hago. No fue por esa razn por la que
me llam, cuando hizo su aparicin la desgracia?
S! No se sorprendi, incluso se horroriz, cuan-
do no dej que Arthur besase a su amada
aunque estaba agonizando y le apart con todas
mis fuerzas? S! Sin embargo, vio usted cmo
ella me dio las gracias, con su hermosa mirada
moribunda y su dbil voz, y me bes la mano y

459
Bram Stoker

me bendijo? S! Y no oy el juramento que le


hice, y la vio cerrar los ojos agradecida? S!
Bueno, pues ahora tengo poderosas razo-
nes para hacer lo que me propongo. Usted ha con-
fiado en m durante muchos aos; ha credo en m
todas estas semanas, cuando haba cosas tan ex-
traas que podan haberle hecho dudar. Confe un
poco ms en m, amigo John. Si no lo hace, enton-
ces tendr que decirle lo que pienso; y eso, proba-
blemente, no le gustar. Si opero (porque tengo
que operar, confe usted en m o no) sin contar con
la confianza de mi amigo, lo har con pesar, y me
sentir muy solo cuando necesite toda la ayuda y
el aliento del mundo! Aqu se detuvo un instan-
te, y prosigui, solemne: Amigo John, se presen-
tan das extraos y terribles. Procuremos estar
muy unidos y cooperar en la consecucin del buen
fin. No tiene fe en m?
Le cog la mano y le promet que s. Sostuve
la puerta abierta mientras l se marchaba y le se-

460
Drcula

gu con la mirada hasta que entr en su habitacin


y cerr la puerta. Permanec inmvil un instante y
vi pasar a una de las doncellas en silencio por el
pasillo yo estaba a su espalda, de modo que no
me vio, y entrar en la habitacin donde yaca
Lucy. El gesto me conmovi. Es muy rara la leal-
tad, y sentimos simpata por quienes la manifies-
tan espontneamente hacia aquellos a quienes
amamos. Ah estaba esa pobre muchacha que,
desechando los terrores que naturalmente inspira
la muerte, se acercaba sola a velar junto al fretro
de su seorita, a fin de que sus restos desventura-
dos no estuviesen solos, hasta que recibiesen el
eterno descanso...
Deb dormir mucho y profundamente, por-
que ya estaba avanzado el da cuando Van Hel-
sing entr en la habitacin y me despert. Se acer-
c a mi cama y dijo:
Ya no hacen falta los bisturs; no haremos
la autopsia.

461
Bram Stoker

Por qu no? pregunt. Pues su solem-


nidad de la noche anterior me haba impresionado
enormemente.
Porque dijo con gravedad es dema-
siado tarde. Mire! y me ense el pequeo cru-
cifijo de oro. Esto lo robaron por la noche.
Cmo que lo robaron pregunt per-
plejo, si lo tiene usted?
Porque se lo he cogido a la desdichada
que lo rob, a la mujer que roba a los muertos y a
los vivos. No escapar a su castigo, aunque no por
mi mano; no saba muy bien lo que haca, y por
eso lo rob. Ahora nos toca esperar.
Dicho esto, se march dejndome un nuevo
misterio en que pensar, un nuevo enigma que des-
cifrar.
La maana fue montona, pero a medioda
lleg el abogado: el seor Marquand, de Whole-
man, Sons, Marquand & Lidderdale. Estuvo muy
cordial; se mostr muy agradecido por lo que

462
Drcula

habamos hecho, y nos relev todos los detalles.


Durante la comida, nos cont que, desde haca al-
gn tiempo, la seora Westenra vena temiendo
una muerte repentina a causa de su debilitado co-
razn, y haba puesto todos sus asuntos en orden;
nos comunic que, a excepcin de cierta propie-
dad vinculada al padre de Lucy, que por falta de
descendencia directa reverta a una rama lejana de
la familia, todos sus bienes, muebles e inmuebles,
pasaban a ser propiedad de Arthur Holmwood.
Una vez explicado esto, prosigue:
A decir verdad, nosotros hicimos lo posi-
ble por evitar esta disposicin testamentaria,
hacindole observar a la seora Westenra que de-
terminadas contingencias podan dejar a la hija, o
bien sin un penique, o bien sin libertad para deci-
dir, en el momento de su matrimonio. Incluso in-
sistimos tanto a este respecto, que a punto estuvi-
mos de tener un enfrentamiento con nuestra clien-
te, ya que nos pregunt si estbamos dispuestos a

463
Bram Stoker

no hacernos cargo de sus deseos. Naturalmente,


no nos qued ms remedio que aceptar. Tenamos
razn en principio, y habramos podido demos-
trar, por la lgica de los acontecimientos, que
nuestra opcin tena el noventa y nueve por ciento
de posibilidades de ser la correcta. Sin embargo,
debo admitir con franqueza que en este caso,
cualquier otra disposicin habra hecho imposible
dar cumplimiento a su voluntad. Ya que al morir
antes que su hija, sta habra entrado en posesin
de la propiedad; y aunque ella hubiese sobrevivi-
do a su madre cinco minutos tan slo (y dada la
imposibilidad material de testar), su caso habra
sido considerado como de muerte abintestato. Con
lo cual, lord Godalming, aunque es la persona ms
allegada, no habra podido reclamar nada; y los
herederos, aunque lejanos, no habran renunciado
a sus derechos, por razones sentimentales, en fa-
vor de un completo desconocido. Les aseguro, mis

464
Drcula

queridos seores, que estoy contento del resulta-


do, muy contento.
Era una buena persona; sin embargo, el ale-
grarse por este pequeo detalle en el que estaba
profesionalmente interesado, en medio de una
tragedia de tales proporciones, era claro ejemplo
de lo limitado de sus sentimientos.
No estuvo mucho tiempo, aunque dijo que
pasara ms tarde, el mismo da, para ver a lord
Godalming. Su llegada, sin embargo, nos tranqui-
liz en cierto modo, ya que nos aseguraba que no
tenamos que temer ninguna crtica de nuestras
acciones. Esperbamos a Arthur a las cinco, de
modo que poco antes de esa hora visitamos la c-
mara mortuoria. Eso es lo que era, en efecto, ya
que all yacan madre e hija. El empresario de la
funeraria, fiel a su profesin, haba hecho la mejor
ostentacin de su mercanca, y reinaba en la habi-
tacin un ambiente mortuorio que nos deprimi.
Van Helsing le pidi que volviese a colocarlo todo

465
Bram Stoker

como antes, explicndole que como lord Godal-


ming iba a llegar pronto, sera menos desgarrador
para sus sentimientos ver a su fiance sola. El em-
presario pareci escandalizarse ante su propia
torpeza, y se esforz en ordenarlo todo como la
noche anterior, de forma que cuando Arthur lleg,
le ahorramos a sus sentimientos aquella horrible
impresin.
Pobre muchacho! Estaba tremendamente
deshecho y afligido; incluso pareca haber perdido
algo de su viril resolucin, por el exceso de tantas
emociones intensas. Yo saba que haba estado sin-
cera y devotamente unido a su padre; y el perder-
lo, en semejante momento adems, haba supuesto
un rudo golpe para l. Se mostr de lo ms afec-
tuoso conmigo, y amablemente corts con Van
Helsing; pero no pude por menos de percibir cier-
ta tensin en l. El profesor lo not tambin, y me
pidi que le llevase arriba. Lo hice as y le dej en
la puerta de la habitacin, pensando que le gusta-

466
Drcula

ra estar a solas con ella; pero me cogi del brazo y


me llev adentro, dicindome en voz baja:
T la amabas tambin, mi buen amigo;
ella me lo cont todo, y no haba otro amigo al que
ella estimara ms que a ti. No s cmo agradecerte
todo lo que has hecho por ella. An no puedo
creer...
Aqu se desmoron: me ech los brazos al-
rededor de los hombros y apoy la cabeza en mi
pecho, llorando.
Ah, Jack, Jack! Qu voy a hacer ahora?
La vida ha perdido de repente todo su sentido pa-
ra m; ya no me queda ninguna razn para vivir.
Le consol lo mejor que pude. En esos ca-
sos, los hombres no necesitan de muchas palabras.
Un apretn de mano, una presin del brazo sobre
el hombro, un sollozo al unsono, son manifesta-
ciones de simpata que comprende el corazn.
Permanec inmvil y en silencio, hasta que se apa-
ciguaron los sollozos; entonces dije con suavidad:

467
Bram Stoker

Entremos a verla.
Nos acercamos a la cama; y apart el lienzo
de su rostro. Dios mo, qu hermosa estaba! Cada
hora que pasaba pareca aumentar su encanto. Me
sent un poco sorprendido y asustado; en cuanto a
Arthur, se ech a temblar, y finalmente fue presa
de las dudas y los estremecimientos. Por ltimo,
tras una larga pausa, me dijo con voz apenas au-
dible:
Jack, de verdad est muerta?
Le asegur con dolor que as era, y le expli-
qu pues comprend que no deba consentir que
abrigase tan horrible duda ni un segundo que
era frecuente que, despus de la muerte, se suavi-
zaran los rasgos de la cara, recobrando su antigua
belleza juvenil; que esto ocurra sobre todo cuando
a la muerte le haba precedido algn sufrimiento
intenso o prolongado. Esto pareci disipar por
completo sus dudas; y despus de permanecer
arrodillado junto al lecho durante un rato, y con-

468
Drcula

templarla largamente con amor, se apart. Le dije


que deba despedirse, ya que tenan que preparar
el fretro; as que volvi, le cogi su mano muerta,
la bes, se inclin y la bes en la frente. Se retir,
volvindose a mirarla por encima del hombro
mientras sala.
Le dej en el saln, y le dije a Van Helsing
que se haba despedido; ste fue a la cocina y avi-
s a los hombres de la funeraria que lo podan
preparar todo y atornillar la tapa del atad. Cuan-
do sali de la habitacin, le habl de la pregunta
que me haba hecho Arthur, y replic:
No me sorprende, Ahora mismo tena
mis dudas yo tambin!
Cenamos los tres y pude ver que el pobre
Art trataba de ocultar su estado de nimo lo mejor
que poda. Van Helsing estuvo callado todo el
tiempo, pero cuando encendimos el cigarro, em-
pez
Lord...

469
Bram Stoker

Pero Arthur le interrumpi:


No, no; eso, no, por el amor de Dios! Al
menos ahora. Perdneme, seor: no es mi inten-
cin ofenderle; es que mi prdida est an muy
reciente.
El profesor contest con dulzura:
Slo he utilizado ese ttulo porque tena
una duda. No debo llamarle seor, ya que he
empezado a quererle (s, mi querido muchacho, a
quererle) como Arthur.
Llmeme como quiera dijo. Supongo
que siempre podr darme el ttulo de amigo. Y
permita que le diga que no s qu palabras em-
plear para agradecerle lo que ha hecho por mi po-
bre Lucy. Guard silencio un momento, y pro-
sigui: S que ella comprendi mejor que yo su
proceder; y si me he portado con rudeza, o le he
faltado en algo cuando usted obr as..., como re-
cordar el profesor asinti, debe perdonarme.

470
Drcula

Van Helsing contest con grave amabili-


dad:
S que le fue muy difcil comprenderme
completamente entonces, pues para confiar en tal
violencia hace falta comprender; y supongo que
an no confa, que an no puede confiar en m,
porque todava no comprende. Y quiz haya ms
ocasiones en que necesite su confianza, aunque no
pueda, ni deba, comprender. Pero llegar el mo-
mento en que su confianza en m ser total y com-
pleta, y en que usted comprender con claridad
meridiana. Entonces me bendecir por todo lo que
he hecho por usted, por los dems, y por aquella a
quien he jurado proteger.
Por supuesto, por supuesto, seor dijo
Arthur con calor; confo en usted, en todos los
sentidos. S y creo que tiene usted un corazn ge-
neroso, que es amigo de Jack, y que lo ha sido de
ella. As que haga lo que crea conveniente.

471
Bram Stoker

El profesor se aclar la garganta un par de


veces, como para hablar, y dijo al final:
Puedo pedirle algo ahora?
Por supuesto.
Sabe que la seora Westenra le ha deja-
do todos sus bienes?
No; pobre mujer; jams se me haba ocu-
rrido.
Dado que todo le pertenece, tiene dere-
cho a disponer de ello como quiera. Pues bien,
quiero que me d permiso para leer todos los es-
critos y cartas de la seorita Lucy. Crame; no es
ociosa curiosidad. Hay un motivo que ella misma
habra aprobado, tenga la seguridad. Aqu estn.
Los cog antes de saber que todo era de usted, pa-
ra que no fuesen a parar a manos desconocidas...,
para que ninguna mirada extraa se asomara a su
alma a travs de sus palabras. Los conservar, si
me lo permite; quiz no desee usted verlos toda-
va; pero los guardar en sitio seguro. No se per-

472
Drcula

der un solo papel; y a su debido tiempo, se los


devolver. Es mucho lo que le pido, pero acceder
a ello en nombre de Lucy, verdad?
Arthur habl, cordial, como es l siempre:
Doctor Van Helsing, puede hacer lo que
guste. S que mi pobre prometida habra aproba-
do esta decisin. No le molestar con mis pregun-
tas hasta que llegue el momento.
El viejo profesor se levant y dijo solemne-
mente:
Y hace bien. El sufrimiento nos aflige a
todos; pero no todo ser sufrimiento, ni ser ste
el ltimo. Usted y nosotros (usted sobre todo, mi
querido muchacho) tendremos que cruzar las
aguas revueltas, antes de llegar a aguas tranquilas.
Pero debemos tener valor, ser generosos y cumplir
con nuestro deber; y todo marchar bien!
Esa noche dorm en un sof de la habitacin
de Arthur. Van Helsing no se acost. Anduvo de
un lado para otro, como vigilando la casa, sin per-

473
Bram Stoker

der nunca de vista la habitacin donde Lucy yaca


en su atad, cubierta de flores de ajo silvestre que,
junto con los lirios y las rosas, difundan una fra-
gancia densa e irresistible en la noche.

DIARIO DE MINA HARKER

22 de setiembre

Escribo mientras regresamos en tren a Exe-


ter. Jonathan va dormido.
Parece que fue ayer cuando escrib por l-
tima vez en este diario; sin embargo, cuntas cosas
han pasado desde entonces, cuando estaba en
Whitby, pensando en el porvenir, y Jonathan lejos
y sin enviar noticias; ahora me encuentro casada
con l, Jonathan se ha convertido en abogado, rico,
dueo de su bufete, el seor Hawkins est muerto
y enterrado, y Jonathan con una nueva crisis que

474
Drcula

amenaza causarle un grave quebranto. Puede que


algn da me pregunte sobre esto. Voy a anotarlo
todo. Tengo la mano desentrenada efecto de la
inesperada prosperidad; as que no estar de
ms adiestrarla de nuevo con un poco de ejerci-
cio...
La ceremonia ha sido muy sencilla y so-
lemne. Slo estbamos nosotros y la servidumbre,
uno o dos viejos amigos suyos de Exeter, su agen-
te de Londres, y un caballero que representaba a
sir John Paxton, presidente de la Incorporated
Law Society. Jonathan y yo permanecimos cogidos
de la mano, con el sentimiento de que nos haba
dejado nuestro mejor y ms querido amigo...
Volvimos en silencio a la ciudad, en un au-
tobs que cogimos hasta Hyde Park Comer. Jo-
nathan pens que tal vez me gustara pasar un ra-
to en el Row, y nos sentamos; pero haba muy po-
ca gente all, y resultaba triste y desolador ver tan-
tas sillas vacas. Nos hacan pensar en la silla vaca

475
Bram Stoker

de casa; as que nos levantamos y bajamos hacia


Piccadilly. Jonathan me llevaba cogida del brazo,
como sola hacer en tiempos, antes de incorpo-
rarme a la enseanza. Me pareci incorrecto, por-
que no se puede estar enseando etiqueta y deco-
ro durante aos a las jovencitas, sin que la pedan-
tera muerda en una un poquitn; pero se trata de
Jonathan, mi marido, y nadie nos conoca ni nos
importaba que nos conocieran, de modo que pa-
seamos as. Me haba quedado mirando a una
hermossima joven con una gran parcela, sentada
en una victoria que haba detenida delante del
Giuliano's, cuando not que Jonathan me apretaba
el brazo con tal fuerza que me haca dao; y dijo
en voz baja:
Dios mo!
Jonathan me tiene constantemente preocu-
pada; temo que le sobrevenga una crisis nerviosa
otra vez; as que me volv rpidamente y le pre-
gunt qu le haba impresionado.

476
Drcula

Estaba muy plido y los ojos parecan salr-


sele de las rbitas mitad de temor, mitad de
asombro, clavados en un hombre alto y flaco,
con una nariz ganchuda, bigote negro y barba
puntiaguda, quien a su vez estaba pendiente de la
hermosa joven. La miraba con tal intensidad que
no se dio cuenta de nosotros, de modo que pude
observarle bastante bien. No era una cara agrada-
ble: tena las facciones crueles, sensuales y duras,
con unos dientes grandes y blancos parecan
ms blancos por el color rojo de los labios, y afi-
lados como los de un animal. Jonathan segua mi-
rndole de tal modo que me dio miedo de que se
diese cuenta y se molestara, considerando su as-
pecto feroz y desagradable. Le pregunt a Jonat-
han por qu estaba tan afectado, y me contest,
evidentemente convencido de que yo saba tanto
como l:
No ves quin es?

477
Bram Stoker

No, cario dije; no le conozco.


Quin es?
Su respuesta me impresion y me produjo
un estremecimiento; pues habl como si no se di-
ese cuenta de que era a m, a Mina, a quien se di-
riga:
Es l, l en persona!
El pobre Jonathan se senta aterrado por al-
guna razn...; muy, muy aterrado. Creo que de no
haberme tenido a m para apoyarse, se habra
desplomado en el suelo. Estaba como fascinado;
un hombre sali del establecimiento con un pe-
queo paquete, se lo entreg a la dama, y sta or-
den a su cochero que se pusiese en marcha. El
misterioso individuo la sigui con la mirada; y
cuando el carruaje se meti por Piccadilly, ech a
andar en la misma direccin y par un coche de
alquiler. Jonathan segua observndole, y dijo co-
mo para sus adentros:

478
Drcula

Creo que es el Conde; pero ha rejuvene-


cido. Oh, Dios, si fuese as! Dios mo! Dios mo!
Ojal estuviese seguro! Ojal estuviese seguro!
Se estaba angustiando tanto que me dio
miedo despertarle recuerdos con mis preguntas;
as que guard silencio. Me lo llev suavemente; y
cogido de mi brazo, camin junto a m con docili-
dad. Seguimos andando un poco; despus, entra-
mos en Green Park y nos sentamos un rato. El da
era caluroso para ser otoo, y encontramos un
banco en un sitio agradable y sombro. Jonathan
estuvo mirando al vaco unos minutos; despus se
le cerraron los ojos y se qued dormido, con la ca-
beza apoyada sobre mi hombro. Pens que era lo
mejor para l, as que procurar no molestarle.
Unos veinte minutos despus, se despert, y me
dijo alegremente:
Vaya, Mina; me he dormido! Perdona es-
ta falta de consideracin. Vamos a tomar una taza
de t en cualquier parte.

479
Bram Stoker

Evidentemente, se haba olvidado por com-


pleto del misterioso desconocido, igual que en su
enfermedad haba olvidado todo lo que este inci-
dente acababa de recordarle. No me gusta esta
forma de sumirse en el olvido; puede ocasionarle
algn dao en el cerebro, o prolongrselo. No
quiero preguntarle nada, no vaya a ser que le per-
judique, ms que beneficiarle; pero tengo que ave-
riguar, como sea, qu es lo que le pas en el ex-
tranjero. Me temo que ha llegado el momento de
abrir ese paquete y leer lo que escribi. Oh, Jonat-
han, perdname si hago mal, pero es por tu propio
bien!

Ms tarde
Ha sido un triste regreso, en todos los sen-
tidos: la casa vaca sin el amigo que tan bueno ha
sido con nosotros, Jonathan an plido y ausente
tras esta ligera recada, y ahora, un telegrama de
Van Helsing, quienquiera que sea asiento comuni-

480
Drcula

carle fallecimiento seora Westenra hace cinco d-


as y de Lucy anteayer. Enterradas hoy.
Oh, cuantsimo dolor en esas pocas pala-
bras! Pobre seora Westenra! Pobre Lucy! Se
han ido, se han ido para no volver nunca ms con
nosotros! Y pobre, pobre Arthur, haber perdido a
un ser tan dulce! Que Dios nos ayude a soportar
tanta afliccin!

DIARIO DEL DOCTOR SEWARD

22 de setiembre

Todo ha terminado. Arthur ha regresado a


Ring y se ha llevado consigo a Morris. Qu exce-
lente compaero es Quincey Morris! Estoy nti-
mamente convencido de que ha sentido la muerte
de Lucy tanto como nosotros; pero ha aguantado
con una moral de vikingo. Si Amrica contina

481
Bram Stoker

dando hombres como l, acabar siendo una ver-


dadera potencia mundial. Van Helsing se ha
echado; est descansando, antes de emprender el
viaje. Se marcha a Amsterdam esta noche, pero
dice que volver maana por la noche; va a hacer
unas gestiones que slo puede realizar personal-
mente. Despus, pasar a verme si puede; dice
que tiene que llevar a cabo un trabajo en Londres
que le ocupar algn tiempo. Pobre hombre! Me
temo que las tensiones de la pasada semana han
debilitado su frrea resistencia. Durante el entierro
he podido observar que haca esfuerzos terribles
para contenerse. Al terminar, nos acercamos a
Arthur, que en ese momento hablaba de la sangre
que le haban sacado para drsela a Lucy, y pude
ver cmo el rostro de Van Helsing se pona blanco
y rojo alternativamente. Arthur estaba diciendo
que desde ese instante le pareci como si se hubie-
se casado con ella y que, ante los ojos de Dios, Lu-
cy era su esposa. Ninguno de nosotros dijo una

482
Drcula

palabra de las dems transfusiones, ni lo diremos


tampoco. Arthur y Quincey se marcharon juntos a
la estacin, y Van Helsing y yo regresamos aqu.
En cuanto subimos al coche, el profesor sufri un
ataque de histerismo. Despus neg que fuese tal
cosa, insistiendo en que se trataba tan slo de su
sentido del humor, que se le manifestaba en situa-
ciones terribles. Empez a rer, y no par hasta
que le saltaron las lgrimas; tuve que bajar las cor-
tinillas, no fuese que alguien nos viese, y juzgase
mal; luego sigui llorando hasta que el llanto se le
convirti en risa otra vez; y rea y lloraba a un
tiempo, lo mismo que las mujeres. Trat de amo-
nestarle severamente, como se amonesta a las mu-
jeres en tales circunstancias; pero sin resultado.
Qu distintos son los hombres y las mujeres en las
manifestaciones de resistencia o de debilidad ner-
viosa! Luego, cuando su semblante volvi a adop-
tar su habitual expresin grave y severa, le pre-
gunt el motivo de su risa, y por qu en semejante

483
Bram Stoker

momento. Su respuesta fue en cierto modo tpi-


camente suya, por lo contundente, lgica y miste-
riosa. Dijo:
Ah, usted no comprende, querido John!
No crea que no estoy triste, aunque me ra. Le
aseguro que lloraba mientras me ahogaba la risa.
Pero no vaya a creer que cuando lloro siento tris-
teza tan slo, porque al llanto tambin le acompa-
a la risa. Tenga siempre presente que la risa que
llama a la puerta y pregunta: Puedo pasar?, no
es autntica risa. En absoluto! La risa es reina; lle-
ga cuando quiere y como quiere. No pide permiso
a nadie; no espera a que llegue el momento apro-
piado. Simplemente dice: Aqu esto Vea por
ejemplo todos mis desvelos por esa joven dulce y
bondadosa; le he dado mi sangre, aunque soy vie-
jo y carezco de fuerzas; le he consagrado mi tiem-
po, mi habilidad, mi sueo; he dejado que les falte
a mis otros pacientes para que a ella le sobre. Y sin
embargo, me ro delante de su sepultura, mientras

484
Drcula

las paletadas de tierra que el sepulturero arrojaba


sobre el atad: Bum! Bum!, retumban en mi
corazn, hasta hacer huir nuevamente la sangre de
mis mejillas. El corazn sangra por ese pobre mu-
chacho..., ese joven cuya edad tendra ahora mi
propio hijo, si hubiese tenido yo la dicha de que
viviera, y cuyos ojos y cabellos son idnticos. Y
ahora, ya sabe por qu le quiero tanto. Sin embar-
go, a pesar de que dice cosas que llegan a lo ms
hondo de mi corazn de marido, y hacen suspirar
a mi corazn de padre como no consigue hacerlo
nadie (ni siquiera usted, amigo John; pues sus ex-
periencias y las mas se encuentran en un plano de
mayor igualdad que las de un padre y un hijo),
aun en ese momento, su majestad la Risa viene a
m y me grita y ruge en el odo: Aqu estoy!
Aqu estoy!, hasta que vuelve a danzar la sangre
y a darme en las mejillas el sol que ella trae consi-
go. Ah, amigo John, ste es un mundo extrao, un
mundo triste y lleno de desgracias, sufrimientos y

485
Bram Stoker

tribulaciones! ; sin embargo, cuando su majestad


la Risa llega, hace que dancen todas esas cosas al
son que ella toca. Corazones sangrantes, huesos
resecos de cementerio, lgrimas abrasadoras..., to-
do danza con la msica que ella entona con esa
boca pattica que tiene. Y crame, amigo John; es
bueno y conveniente que nos venga. Ah, los
hombres y las mujeres somos como cuerdas ten-
sas, cuando los sentimientos tiran de nosotros en
distintos sentidos! Luego, las lgrimas, al igual
que la lluvia cuando moja la cuerda, nos templan
de nuevo hasta que quiz la tensin se vuelve ex-
cesiva, y nos rompemos. Pero su majestad la Risa
llega como el sol; afloja esa tirantez y permite que
sigamos nuestra labor, sea la que sea.
No quise herirle dicindole que no captaba
su idea; pero como segua sin entender por qu se
haba redo, se lo pregunt. Al contestarme, su
semblante se puso severo; y dijo en un tono com-
pletamente distinto:

486
Drcula

Oh, es por la lgubre irona que hay en


todo esto! Esa joven adorable, adornada de flores,
que pareca tan bella como cuando estaba con vida
(hasta el punto de que, uno tras otro, hemos llega-
do a preguntarnos todos si estaba verdaderamente
muerta), tendida en ese hermoso mausoleo de
mrmol donde descansan los suyos, junto a su
madre, que tanto la amaba y a la que tanto amaba
ella; y esa campana sagrada taendo: Tan! Tan!
Tan!, lenta y tristemente; y esos hombres santos,
con el atuendo blanco de los ngeles, simulando
leer en los libros, aunque sin posar la mirada ni
una sola vez en sus pginas; y todos nosotros con
la cabeza inclinada. Y para qu? Est muerta, no
es as?
Pero bueno, profesor dije, no veo en
todo eso nada que sea motivo de risa. Su explica-
cin lo convierte en un enigma ms grande que
antes. Pero aun cuando la ceremonia del entierro
fuese cmica, qu me dice del pobre Art y de su

487
Bram Stoker

afliccin? Sencillamente, tiene el corazn destro-


zado.
Su caso es igual. No ha dicho que la
transfusin de su sanare a las venas de ella la
haba convertido verdaderamente en su esposa?
S; y para l, la idea resulta grata y conso-
ladora.
En efecto. Pero hay una dificultad, amigo
John. Si es as, qu pasa con las dems transfu-
siones? Jo, jo! Si admitisemos eso, esta dulce jo-
vencita sera polgama; y yo, con mi esposa muer-
ta, aunque viva segn la ley de la Iglesia..., yo,
marido fiel a la esposa que ya no tengo a mi lado,
sera bgamo.
De todas maneras, no veo dnde est el
chiste! dije, ya que no me senta con ganas de
seguirle el humor.
Me puso la mano sobre el brazo, y dijo:
Amigo John, perdneme si le causo pe-
sar. No muestro mis sentimientos a los dems

488
Drcula

cuando pueden herir, sino slo a usted, mi viejo


amigo, en quien puedo confiar. Si hubiese podido
asomarse a mi corazn cuando me dieron ganas
de rer, si pudiese hacerlo ahora, que su majestad
la Risa se ha largado con su corona y con todos sus
atavos (porque se ha ido lejos, muy lejos de m, y
por mucho tiempo), quiz me compadecera ms
que a nadie.
Me conmovi la ternura con que hablaba, y
le pregunt por qu.
Por todo lo que s!
Ahora estamos todos separados; y durante
muchos y largos das, la soledad cubrir nuestros
tejados con sus alas tenebrosas. Lucy yace en su
tumba familiar; en el panten seorial de ese ce-
menterio solitario, lejos del bullicio de Londres,
donde el aire es fresco y el sol se eleva por encima
de Hampstead Hill, y donde las flores silvestres
crecen a su antojo.

489
Bram Stoker

As que doy por terminado este diario; sabe


Dios si empezar otro alguna vez. Si lo empiezo, o
contino este mismo, ser para hablar de otras
personas y de otros temas; ya que aqu, al termi-
nar la historia amorosa de mi vida, y antes de vol-
ver a tomar el hilo de mi trabajo cotidiano, digo
con tristeza, y perdida la esperanza,

FIN

MISTERIO EN HAMPSTEAD

The Westminster Gazette, 15 de setiembre


Los vecinos de Hampstead se sienten in-
quietos estos das por una serie de acontecimien-
tos que parecen paralelos a los conocidos por los
autores de artculos tales como El horror de Ken-
sington, La mujer apualada o La mujer de
negro En los dos o tres ltimos das, ha habido
varios casos de nios que abandonaron sus casas o

490
Drcula

no supieron regresar a sus hogares al terminar de


jugar en el Brezal. En todos estos casos, los nios
eran demasiado pequeos para poder dar una ex-
plicacin coherente de su conducta; pero hay un
factor comn en sus excusas, y es que estuvieron
con una hermosa seora Siempre se les ha echa-
do de menos a ltima hora de la tarde, y en dos
ocasiones los nios no han sido encontrados hasta
la maana siguiente. La creencia general de los
vecinos es que, como el primero de los extraviados
dijo que una hermosa seora le haba pedido
que fuera con ella a dar un paseo, los dems adop-
taron la frase y la emplearon cuando se present la
ocasin. Es la explicacin ms natural. El juego
favorito de los pequeos hoy da consiste en
atraerse unos a otros con engaos. Un correspon-
sal nos comenta que resulta increblemente diver-
tido ver a un pequeo fingirse la hermosa seo-
ra Algunos de nuestros caricaturistas podran
aprender una leccin de irona de lo grotesco,

491
Bram Stoker

comparando la realidad con lo representado. Slo


de acuerdo con los principios generales de la natu-
raleza human, la hermosa seora desempea-
ra un papel popular en estas representaciones al
fresco. Nuestro comunicante dice ingenuamente
que ni la propia Ellen Terry conseguira ser tan
irresistiblemente atractiva como algunos de estos
nios de cara sucia fingen y hasta imaginan
serlo.
Sin embargo, hay quiz un aspecto serio en
este asunto, pues algunos nios, desde luego to-
dos los que anduvieron extraviados durante la no-
che, presentan un rasguo o herida en el cuello.
Dichas heridas son como las que podra hacer una
rata o un perro; y aunque en s mismas carecen de
importancia, parecen indicar que, cualquiera que
sea el animal que las inflige, obra con un mtodo o
sistema propio. La polica de la zona ha recibido
instrucciones de que efecte una inspeccin minu-
ciosa por el Brezal, en busca de nios, especial-

492
Drcula

mente de nios pequeos, y de cualquier perro


que ande extraviado por all.

EL HORROR DE HAMPSTEAD
OTRO NIO HERIDO

LA HERMOSA SEORA

The Westminster Gazette, 25 de setiembre


edicin especial
Acabamos de recibir noticia de que a ltima
hora de la maana ha sido encontrado un nio,
extraviado anoche, en unos matorrales que hay en
la parte del Brezal de Hampstead llamada Shoo-
ter's Hill, que es quiz la menos frecuentada. Pre-
senta la misma herida minscula en la garganta
observada en los dems casos. Se encontraba te-
rriblemente dbil y pareca completamente dema-
crado. Cuando se recuper un poco, cont la mis-

493
Bram Stoker

ma historia de que le haba llevado all la hermo-


sa seora.

494
CAPITULO XIV

DIARIO DE MINA HARKER

23 de setiembre

Jonathan est mejor, despus de pasar una


mala noche. Me alegro de que tenga mucho traba-
jo porque eso le mantiene el pensamiento aparta-
do de cosas terribles. Ah!, y me alegro de que
ahora est abrumado por las responsabilidades de
su nueva posicin. Ya saba yo que sera fiel a s
mismo; y ahora, qu orgullosa estoy, viendo a mi
Jonathan afianzarse en esa altura en la que se ha
situado, y mantener el ritmo de las obligaciones
que le llegan en todos los sentidos! Hoy estar
fuera de casa todo el da y volver tarde; dijo que
no vendra a comer. He terminado mis tareas do-
Bram Stoker

msticas, as que coger el diario que escribi en el


extranjero, me sentar en mi habitacin, y lo lee-
r...

24 de setiembre

Anoche no tuve nimos para escribir; este


terrible relato de Jonathan me dej enormemente
preocupada. Pobrecito mo! ;Cunto ha debido de
sufrir, sea real o imaginario todo esto! Me pregun-
to qu habr de cierto en todo ello. Sufri la ence-
falitis y escribi a continuacin todas esas cosas
terribles, o tienen algn fundamento? Supongo
que nunca lo sabr, ya que no me atrevo a hablarle
del tema... Sin embargo, est ese hombre que vi-
mos ayer! Jonathan pareca creer que era l... Po-
bre marido mo! Supongo que el funeral le alter
los nervios, haciendo que sus pensamientos toma-
ran determinados derroteros... Est convencido de
que es cierto todo. Recuerdo que el da de nuestra

496
Drcula

boda dijo: A menos que un solemne deber me


obligue a volver sobre esos momentos amargos,
soados o vigiles, dementes o lcidos. Parece
haber ilacin en todo ello... Ese terrible Conde iba
a venir a Londres... Si es as, y ha logrado mezclar-
se con sus millones de habitantes..., quiz llegue
ese solemne deber; y si se presenta, no deberemos
retroceder... Estar preparada. Voy a coger la m-
quina de escribir y a ponerme ahora mismo a me-
canografiarlo. As lo tendremos disponible, por si
necesitan leerlo otros ojos. De ese modo, quiz le
ahorre sufrimientos al pobre Jonathan, ya que po-
dr hablar en su nombre sin necesidad de que se
le moleste con todas estas cosas. Si alguna vez lle-
ga a superarlo completamente, quiz quiera con-
trmelo todo; entonces podr preguntarle, y ave-
riguar lo ocurrido, y ver el modo de consolarle.

497
Bram Stoker

CARTA DE VAN HELSING A LA


SEORA HARKER

24 de setiembre
( personal)
Distinguida seora:

Le ruego que me perdone si me dirija


a usted como el lejano amigo que le comu-
nic la triste noticia del fallecimiento de la
seorita Lucy Westenra. Por gentileza de
lord Godalming, estoy autorizado a leer sus
cartas y escritos, debido a lo cual me siento
profundamente preocupado sobre determi-
nadas cuestiones de vital importancia. En-
tre estos papeles he encontrado algunas car-
tas de usted que revelan lo amigas que eran
y lo que usted la quera. Seora Harker, en
nombre de ese cario le suplico que me
ayude. Se lo pido por el bien de los dems,
para reparar un gran mal y conjurar gran-

498
Drcula

des y terribles desgracias que pueden llegar


a ser ms graves de lo que usted puede
imaginar. Me permite que pase a visitarla?
Puede confiar en m. Soy amigo del doctor
John Seward y de lord Godalming (el que
fue Arthur para la seorita Westenra) De
momento, considero que es mejor no anti-
ciparle nada. Ir a verla a Exeter tan pronto
como usted me d permiso para hacerlo, y
me indique el momento y lugar. Le suplico
que me perdone, seora. He ledo las cartas
que le escribi a la pobre Lucy, y s lo bue-
na que es usted, y lo que sufre su marido;
as que, si puede ser, le ruego que no le diga
nada, a fin de no inquietarle. Una vez ms,
le ruego que me perdone, y se digne dis-
culparme.
VAN HELSING

TELEGRAMA DE LA SEORA HARKER

499
Bram Stoker

A VAN HELSING

25 de setiembre

Venga hoy tren diez quince a ser po-


sible. Podr verle cuando llegue.
WILHELMINA HARKER

DIARIO DE MINA HARKER

25 de setiembre

No puedo evitar el sentirme terriblemente


nerviosa, a medida que se acerca el momento de la
visita del doctor Van Helsing porque, en cierto
modo, espero que arrojar alguna luz sobre la
desventurada experiencia de Jonathan; y ya que
asisti a la pobre Lucy durante su ltima enfer-
medad, podr contarme algo de ella. Esa es la ra-

500
Drcula

zn por la que viene; se trata del sonambulismo de


Lucy, no de Jonathan. As que nunca llegar a sa-
ber la verdad! Qu tonta soy! Ese horrible diario
me obsesiona la imaginacin y lo tie todo con sus
colores. Naturalmente que viene a hablar de Lucy.
La pobre haba vuelto a su antigua costumbre de
andar en sueos; y aquella noche espantosa del
acantilado debi de afectarla bastante... Casi me
haba olvidado, en mis ocupaciones, de lo mal que
estuvo despus. Debi de hablarle al doctor de su
aventura sonmbula en el acantilado, y comentar-
le que yo estaba al corriente; y ahora quiere que se
lo cuente todo, a fin de tener una idea clara del ca-
so. Espero que hice bien al no decirle nada a la se-
ora Westenra; jams me perdonara que un acto
mo, aunque fuese por omisin, hubiese perjudi-
cado a la pobre Lucy. Espero, tambin, que el doc-
tor Van Helsing no me reproche nada; he sufrido
ltimamente tantas angustias y tribulaciones, que
no podra soportar una sola ms, por ahora.

501
Bram Stoker

Supongo que a veces es beneficioso llorar:


despeja el ambiente, igual que la lluvia. Quiz fue
la lectura del diario lo que me alter los nervios
ayer; despus, Jonathan se ha ido esta maana, y
va a estar fuera todo el da y toda la noche; es la
primera vez que nos separamos desde que nos ca-
samos. Espero que se cuide, y que no ocurra nada
que le cause trastornos. Son las dos; el doctor no
tardar en llegar. No le dir nada del diario de Jo-
nathan, a menos que l me lo pida. Me alegro de
haber mecanografiado mi propio diario tambin;
en caso de que me pregunte sobre Lucy, se lo
puedo dejar; eso ahorrar muchas preguntas.

Ms tarde
Ya se ha ido. Oh qu extraa entrevista, y
cmo me da vueltas la cabeza! Me siento como si
estuviera soando. Ser posible todo eso, o si-
quiera una parte? Si no hubiese ledo primero el
diario de Jonathan, jams habra admitido que

502
Drcula

fuese posible. Pobre, pobre Jonathan! Cunto de-


bi de sufrir! Quiera Dios que todo esto no le oca-
sione otro grave quebranto de salud. Tratar de
evitarlo; pero puede que le sirva de consuelo, y de
ayuda por terrible que sea y espantosas que re-
sulten sus consecuencias, el saber con seguridad
que sus ojos, sus odos y su cerebro no le engaa-
ron, y que todo es cierto. Quiz sea la duda lo que
le atormenta; que cuando la duda se agita dentro
de l, sea lo que sea la verdad si ha sido un sue-
o o no, se sentir ms seguro y estar ms pre-
parado para soportar cualquier fuerte impresin.
El doctor Van Helsing debe de ser una persona
buena e inteligente, si es amigo de Arthur y del
doctor Seward, y si le han trado de Holanda ex-
presamente para cuidar de Lucy. Despus de ver-
le, tengo la impresin de que es bueno, amable y
de noble carcter. Cuando venga maana le pre-
guntar sobre Jonathan; luego, quiera Dios que
todo su dolor y ansiedad terminen de una vez.

503
Bram Stoker

Hace algn tiempo pensaba yo en hacer prcticas


de entrevistas; el amigo de Jonathan que trabaja
para el Exeter News le dijo una vez que lo esencial
de ese trabajo es la memoria; que hay que ser ca-
paces de redactar con exactitud, casi palabra por
palabra lo que se ha dicho, aunque despus lo
tenga que pulir un poco. La entrevista que hemos
tenido aqu ha sido muy extraa; tratar de trans-
cribirla literalmente.
Eran las dos y media cuando o llamar a la
puerta. Hice acopio de valor, y esper. Unos mi-
nutos despus, abri Mayr, y anunci: El doctor
Van Helsing
Me levant, salud, y l avanz hasta donde
estaba yo; es un hombre de mediana estatura,
constitucin recia, con los hombros hacia atrs,
trax ancho, y cuello firmemente asentado sobre el
tronco, igual que la cabeza sobre el cuello. El equi-
librio de la cabeza sugiere inmediatamente una
gran capacidad de pensamiento y fuerza de volun-

504
Drcula

tad; es una cabeza noble, proporcionada y ancha,


que se agranda por detrs de las orejas. Su cara
afeitada muestra un mentn cuadrado, fuerte, de-
cidido, una boca inquieta, nariz proporcionada,
algo estrecha, aunque con unas ventanas vivas y
sensibles que parecen abrirse an ms cuando
arruga el ceo y se le estira la boca. Su frente es
amplia y lisa, primero se eleva casi recta y luego se
inclina hacia atrs por encima de dos ondulacio-
nes o protuberancias separadas que la configuran
de tal modo que su pelo rojizo no tiene posibilidad
de caer de forma natural hacia adelante, sino hacia
atrs y hacia los lados. Tiene los ojos grandes y
azules, muy separados, vivos y tiernos; o severos,
segn el humor en que se encuentre. Me dijo:
La seora Harker?
Hice un gesto afirmativo.
Antes, seorita Mina Murray?
Asent otra vez.

505
Bram Stoker

Es a Mina Murray a quien vengo a ver;


que fue amiga de la pobre y querida Lucy Westen-
ra. Seora, vengo a hablar a propsito de esa joven
fallecida.
Seor dije, no podra usted presen-
tarse ante m con mejores credenciales que las de
ser amigo y mdico de Lucy Westenra.
Y le tend la mano. l me la tom y dijo
afectuosamente:
Ah, seora! ; saba que la amiga de esa
joven inocente sera buena, pero veo que an lo es
ms... Termin su discurso con una inclinacin.
Le pregunt sobre qu quera hablar con-
migo, de modo que empez inmediatamente:
He ledo las cartas que usted le escribi a
la seorita Lucy. Perdneme, pero deba empezar
a investigar por alguna parte, y no tena a nadie a
quien preguntar. S que usted estuvo con ella en
Whitby. A veces Lucy escriba en un diario... No
debe sorprenderse, seora; lo empez despus de

506
Drcula

marcharse usted; y en ese diario hace alusiones a


cierta crisis de sonambulismo de la que afirma que
usted la salv. En mi perplejidad, se me ha ocurri-
do acudir a usted para rogarle que me cuente todo
cuanto recuerde sobre el particular.
Creo, doctor Van Helsing, que se lo pue-
do contar todo.
Ah!, entonces tiene usted buena memo-
ria para los hechos y los detalles. No ocurre as
con todas las jvenes.
No es eso, doctor; es que lo escrib todo
en su momento. Puedo dejarle esos escritos, si
desea.
Ah, madam Mina, le estar muy agrade-
cido! Me har un favor inmenso.
No pude resistir la tentacin de desconcer-
tarle un poco supongo que por el sabor de la
manzana original que an nos dura en la boca, y
le entregu el diario taquigrafiado. l lo cogi con
un gesto de agradecimiento, y dijo:

507
Bram Stoker

Puedo leerlo?
Por supuesto contest lo ms comedi-
damente que pude.
Lo abri, e instantneamente se reflej en
su rostro el desencanto. Luego, se levant y asinti
con la cabeza.
Ah, es usted una mujer muy inteligente!
dijo. S desde hace tiempo que el seor Har-
ker es hombre de muchas cualidades; pero he aqu
que su esposa posee todas las virtudes. Sera us-
ted tan amable de ayudarme leyndolo para m?
Ah! Lstima que no sepa yo taquigrafa.
Mi pequea broma haba terminado, y me
sent casi avergonzada; as que cog la copia me-
canografiada de mi cesta de labor, y se la tend.
Perdneme dije: no he podido evitar-
lo. Pens que iba a venir para preguntarme sobre
la pobre Lucy, y que no deba hacerle esperar... No
por m, sino porque s que su tiempo debe de ser
precioso, y lo he pasado a mquina para usted.

508
Drcula

Cogi la copia, y sus ojos relampaguearon:


Es usted muy buena dijo. Puedo
leerla ahora? Quiz necesite preguntarle algo des-
pus.
Por supuesto que s dije; lalo. Entre-
tanto, ordenar que preparen la comida; mientras
comemos, podr hacerme toda clase de preguntas.
Hizo una inclinacin de cabeza y se aco-
mod en una butaca, de espaldas a la luz, y se en-
frasc en la lectura, mientras yo, sala a ocuparme
de la comida, sobre todo para no molestarle. Al
regresar, le encontr paseando inquieto de un lado
para otro de la habitacin, con la cara totalmente
encendida de excitacin. Corri hacia m y me co-
gi las manos.
Oh, madam Mina! exclam, no s
cmo expresarle todo lo que le debo. Este docu-
mento es claro como la luz del da. Me ha abierto
las puertas. Me siento aturdido, deslumbrado con
tanta luz; sin embargo, detrs de la luz, acuden

509
Bram Stoker

masas de nubes a cada instante. Pero usted no


comprende, no puede comprender. Ah! ; pero le
estoy inmensamente agradecido a usted, que es
una mujer inteligente. Seora esto lo dijo con
mucha solemnidad, si alguna vez Abraham van
Helsing puede hacer algo por usted o por los su-
yos, confo en que me lo har saber. Ser un placer
y una satisfaccin poderla servir como amigo; co-
mo amigo, pero todo lo que s, todo lo que yo
pueda saber, lo pondr a su servicio y al de sus
seres queridos. Hay tinieblas en la vida, y hay lu-
minarias tambin; y usted es una de esas lumina-
rias. Usted vivir una vida feliz y buena, y ser la
bendicin de su esposo.
Pero, doctor, me halaga usted demasiado,
y... y no me conoce.
Que no la conozco...? Yo, que soy un
viejo, y he estudiado durante toda mi vida a los
hombres y a las mujeres; yo, cuya especialidad es
el cerebro y todo lo que a l se refiere y lo que de

510
Drcula

l se deriva! Yo, que he ledo ese diario que tan


amablemente ha mecanografiado para m, y de
cuyas lneas no emana ms que la verdad! Yo,
que he ledo la dulce carta que escribi a la pobre
Lucy sobre su matrimonio y su fidelidad, no la
conozco! Oh, madam Mina, las mujeres que son
buenas lo cuentan todo sobre su vida, cada da,
cada hora y cada minuto; cosas que hasta los nge-
les pueden leer; y los hombres interesados en el
saber tenemos algo de ojos de ngel! Su esposo es
una persona noble, y usted es noble tambin, por-
que tiene confianza, y la confianza no puede sub-
sistir en las naturalezas mezquinas. Y su espo-
so...? Hbleme de l. Est ya bien? Se le ha ido
toda la fiebre, y se encuentra ya fuerte y sano?
Me pareci una ocasin maravillosa para
consultarle sobre Jonathan; as que dije:
Est recuperado casi del todo; pero le ha
afectado la muerte del seor Hawkins.

511
Bram Stoker

Ah, s, lo s, lo s! me interrumpi l
. He ledo sus dos ltimas cartas.
Supongo prosegu que es eso lo que
le trastorn; pues cuando estuvimos en la ciudad,
el jueves pasado, sufri una especie de fuerte im-
presin.
Una fuerte impresin, y despus de una
reciente encefalitis! Mal asunto. Qu clase de im-
presin?
Vio a alguien que le record algo terrible;
algo que al parecer le desencaden la encefalitis.
Y al llegar aqu, se me agolp todo dentro
de manera incontenible. La compasin por Jonat-
han, el horror que l haba sufrido; el espantoso
misterio de su diario y el miedo que desde enton-
ces se ha ido apoderando de m me invadieron
como un tumulto. Supongo que fue un instante de
histerismo, pues ca de rodillas, alc las manos
hacia l y le implor que curase a mi marido. l
me cogi las manos, me levant, me hizo sentar en

512
Drcula

el sof y se sent junto a m; y reteniendo mi mano


entre las suyas, me dijo con infinita dulzura:
Mi vida es una vida vaca y solitaria, y
tan llena de trabajo, que no tengo mucho tiempo
para amistades; pero desde que he sido llamado
aqu por mi amigo John Seward, he conocido a
tantas personas buenas y he visto tanta nobleza,
que siento ms que nunca la soledad de mi exis-
tencia ms grande cada vez, a medida que pasan
los aos. Crame, pues, que vengo aqu lleno de
respeto por usted; usted me ha dado esperanzas...
esperanzas, no en lo que estoy investigando, sino
en que an quedan mujeres buenas que pueden
hacer la vida dichosa, mujeres cuyas vidas y cuya
sinceridad pueden servir de leccin a los hijos ve-
nideros. Me alegro, me alegro de poder serle de
alguna utilidad; pues si su esposo sufre, su sufri-
miento cae dentro del mbito de mi estudio y ex-
periencia. Le prometo que har con mucho gusto
todo lo que pueda por l...; todo, para que su vida

513
Bram Stoker

sea fuerte y vigorosa; y la de usted, muy feliz.


Ahora coma. Est usted agotada, y quiz sobreex-
citada. A Jonathan no le gustara encontrarla tan
plida; y no le hara nada bien ver a la que ama
con tan mal aspecto. As que, por l, debe comer y
sonrer. Me ha contado cuanto quera saber sobre
Lucy, as que no hablemos ms de ello, para no
hurgar en el dolor. Me quedar en Exeter esta no-
che, porque quiero reflexionar sobre lo que me ha
contado; cuando haya meditado lo suficiente, le
har unas preguntas, si puedo. Entonces, tambin,
podr contarme todo lo que sepa sobre el mal que
aqueja a Jonathan; pero ahora no. Ahora debe co-
mer; ya me lo contar todo ms tarde.
Despus de comer, cuando regresamos al
saln, me dijo:
Bien, hbleme ahorade l.
Mientras hablaba a este hombre grande y
sabio, empec a temer que me tomara por una po-
bre tonta y a Jonathan por un loco todo en ese

514
Drcula

diario resulta tan extrao, y vacil. Pero l se


mostr muy afectuoso y amable, y me prometi
ayudarme. Confi en l, y le dije:
Doctor Van Helsing; lo que tengo que de-
cirle es tan extrao que temo que se ra de m y de
mi marido. Desde ayer, no he dejado de tener una
especie de duda febril; debe ser indulgente con-
migo, y no considerarme estpida por haber dado
crdito a ciertas cosas extraas.
Su actitud y sus palabras me tranquilizaron
cuando dijo:
Ah, mi querida seora!; si usted supiera
lo extrao que es el caso por el cual estoy aqu, se-
ra usted quien se reira. He aprendido a no des-
dear lo que creen los dems, por raro que parez-
ca. Procuro mantener un criterio abierto, y no son
las cosas ordinarias de la vida las que podran ce-
rrrmelo, sino las cosas extraas, las cosas extra-
ordinarias, las que le hacen dudar a uno si estar
loco o en su sano juicio.

515
Bram Stoker

Gracias, gracias mil veces! Me quita un


peso de encima. Si me lo permite, le dar a leer un
escrito. Es largo, pero lo he pasado a mquina. Ese
escrito le dir cul es mi angustia y la de Jonathan.
Se trata del diario que l llevaba en el extranjero, y
todo lo que le sucedi. No me atrevo a decir nada
ms. Lalo, y juzgue usted mismo. Luego, cuando
volvamos a vernos, quiz tenga la bondad de de-
cirme qu piensa de todo esto.
Se lo prometo dijo mientras me coga
los papeles; maana por la maana, tan pronto
como pueda, vendr a verles a usted y a su espo-
so.
Jonathan estar aqu a las once y media;
si viene usted a comer con nosotros, puede coger
el rpido de las 3.34, que le dejar en Paddington
antes de las ocho.
Le sorprendi lo enterada que estoy de las
horas de los trenes, pero ignora que he confeccio-
nado un horario de todas las llegadas y salidas de

516
Drcula

Exeter para ayudar a Jonathan, en caso de que


tenga que marcharse inopinadamente.
De modo que ha cogido los papeles y se ha
ido; yo me he quedado aqu sentada, pensando...,
pensando no s qu.

CARTA (EN MANO) DE VAN HELSING


A LA SEORA HARKER

25 de setiembre, 6.30 de la tarde


Querida madam Mina:
He ledo el maravilloso diario de su
marido. Puede desechar toda duda. Por ex-
trao y terrible que parezca, es cierto. Le
doy mi palabra. Podra ser grave para otras
personas; para su marido y para usted, no
hay nada que temer. l es un hombre deci-
dido, y permtame que le diga, con la expe-
riencia que tengo, que el hombre que fue
capaz de descender por el muro y entrar en
aquella habitacin y hacerlo adems por

517
Bram Stoker

segunda vez no puede quedar marcado


para siempre por una fuerte impresin. Su
corazn y su cerebro estn perfectamente
bien; eso, le puedo jurar que es as antes de
haberle visto; as que puede estar tranquila.
A l debo preguntarle otras muchas cosas.
Ha sido un acierto haber venido hoy a verla
a usted, ya que en un momento he averi-
guado tantas cosas, que me siento deslum-
brado...; ms deslumbrado que nunca. Y
necesito pensar.
Sinceramente suyo,
ABRAHAM VAN HELSING

CARTA DE LA SEORA HARKER A


VAN HELSING

25 de setiembre, 3.30 de la tarde

Querido doctor Van Helsing:

518
Drcula

Un milln de gracias por su amabil-


sima carta; ha supuesto un inmenso alivio
para m. Sin embargo, si es cierto, qu co-
sas ms terribles existen en el mundo; y qu
espantoso, si ese hombre, ese monstruo, es-
t verdaderamente en Londres! Me da mie-
do pensarlo. En este mismo momento,
mientras le escribo, me acaba de llegar un
telegrama de Jonathan diciendo que sale es-
ta tarde a las 6.25 de Launceston, y que es-
tar aqu a las 10.18; as que no tendr mie-
do esta noche. En vez de venir a comer, le
importara venir a desayunar con nosotros
a las ocho, si no es demasiado temprano pa-
ra usted? De este modo, si tiene prisa, po-
dra coger el tren de las 10.30, que le dejar
en Paddington a las 2.35. No hace falta que
me conteste, si piensa venir.
Le saluda su sincera y agradecida
amiga,

519
Bram Stoker

MINA HARKER

DIARIO DE JONATHAN HARKER

26 de setiembre
Crea que no volvera a escribir nunca ms
en este diario, pero ha llegado el momento de
hacerlo. Anoche, al regresar a casa, Mina tena la
cena preparada; y despus de cenar me habl de
la visita de Van Helsing, de que le haba dado una
copia de los dos diarios, y de lo preocupada que
haba estado por m. Me ense la carta del doc-
tor, donde dice que todo lo que yo he escrito es
cierto. Creo que ha hecho de m un hombre nuevo.
Dudaba de la realidad de todo lo que provoc mi
desmoronamiento. Me senta impotente, en tinie-
blas, lleno de desconfianza. Pero ahora que s que
es verdad, no tengo miedo; ni siquiera del Conde.
De modo que al fin ha conseguido su propsito de

520
Drcula

instalarse en Londres, y es a l a quien vi. Ha reju-


venecido; pero cmo? Van Helsing es el hombre
idneo para desenmascararle y cogerle, si es tal
como dice Mina. Permanecimos en vela hasta muy
tarde, y hablamos de todo esto. Mina se est vis-
tiendo; pasar por el hotel a recoger al doctor de-
ntro de unos minutos, y le traer aqu...
Creo que se sorprendi al verme. Nada ms
entrar en su habitacin, y presentarme, me cogi
por el hombro, me volvi la cara hacia la luz y di-
jo, tras examinarme detenidamente:
Me haba dicho madam Mina que estaba
usted enfermo; que padeca un trastorno nervioso.
Me encant orle decir madam Mina a es-
te amable anciano de facciones enrgicas. Sonre y
dije:
Estaba enfermo; he tenido una crisis. Pero
usted ha conseguido curarme ya.
Cmo?

521
Bram Stoker

Con la carta que le mand anoche a Mi-


na. Yo estaba sumido en la duda; todo tena para
m una atmsfera de irrealidad, y no estaba seguro
de nada, ni siquiera de la evidencia de mis propios
sentidos. Y no estando seguro de nada, no saba
qu hacer; de modo que me dediqu tan slo a
trabajar en lo que hasta hoy ha sido la rutina de mi
vida. Pero esa rutina haba dejado de servirme ya
de refugio, y haba perdido la confianza en m
mismo. Doctor, no sabe usted lo que significa du-
dar de todo, incluso de uno mismo. No, no lo sabe;
con unas cejas como las suyas, no puede saberlo.
Mis palabras parecieron halagarle; se ri y
dijo:
Exacto! Es usted buen fisonomista. Cada
hora que pasa, aprendo cosas nuevas aqu. Tendr
mucho gusto en desayunar con ustedes; ah, se-
or!, y perdonar que este viejo le alabe dicindole
que su esposa es una bendicin.

522
Drcula

Me habra pasado el da entero oyndole


cantar las alabanzas de Mina; as que me limit a
asentir con la cabeza y guardar silencio.
Es una de esas mujeres que hace Dios con
su propia mano para ensearnos a los hombres y a
las dems mujeres que hay un cielo al que pode-
mos llegar, y cuya luz se difunde ya aqu en la tie-
rra. Es dulce, sincera, noble, desinteresada... Y eso,
permtame que se lo diga, significa mucho en es-
tos tiempos escpticos y egostas. En cuanto a us-
ted, seor, he ledo todas las cartas que madam
Mina envi a la seorita Lucy, y algunas de ellas
hablan de usted, de modo que le conozco desde
hace unos das por intermedio de otros; pero co-
nozco su autntica personalidad desde anoche.
Deme la mano, quiere? Seamos amigos para
siempre.
Nos estrechamos la mano, y se mostr tan
serio y tan amable que me hizo sentirme anona-
dado.

523
Bram Stoker

Y ahora dijo, me permite pedirle un


poco ms de ayuda? Tengo que llevar a cabo una
importante tarea, y primero debo informarme. Us-
ted podra ayudarme en esto. Sabra decirme qu
ocurri antes de su marcha a Transilvania? Ms
tarde le pedir una colaboracin de carcter dife-
rente; pero de momento me basta con esto.
Pero, seor dije, acaso su misin
tiene alguna relacin con el Conde?
La tiene dijo solemnemente.
Entonces, me uno a usted en alma y vida.
Dado que se marcha en el tren de las 10.30, no
tendr tiempo de leer unos cuantos documentos
que tengo, pero se los dejar. Puede llevrselos y
leerlos durante el viaje.
Despus de desayunar, le acompa a la es-
tacin. Cuando nos despedamos, dijo:
Podra venir Londres, si se lo pidiese,
con su esposa?
Iremos cuando usted diga dije.

524
Drcula

Le haba comprado los peridicos locales de


la maana y los de Londres de la tarde anterior; y
mientras hablbamos por la ventanilla del vagn,
esperando a que el tren se pusiera en marcha, em-
pez a hojearlos. Sus ojos captaron algo de espe-
cial inters en uno de ellos, en el Westminster Ga-
zette lo distingu por el color del papel, y se
puso plido. Ley algo, con suma atencin, y gi-
mi en voz baja:
Mein Gott! Mein Gott! Tan pronto! Tan
pronto!
Creo que se haba olvidado de mi presen-
cia. En ese instante, silb el tren, y arranc. Esto le
devolvi a la realidad, se asom a la ventanilla y
agit la mano gritando:
Cariosos saludos a madam Mina; le es-
cribir a usted en cuanto pueda.

DIARIO DEL DOCTOR SEWARD

525
Bram Stoker

26 de setiembre

Verdaderamente, no parece que las cosas


tengan final. No hace una semana que puse fin, y
aqu estoy, empezando otra vez, o ms bien conti-
nuando la misma grabacin. Hasta esta tarde, no
he tenido motivos para pensar en lo ocurrido.
Renfield se comportaba con ms cordura que nun-
ca en todos los sentidos. Llevaba ya tiempo dedi-
cndose a sus moscas, y haba empezado otra vez
con las araas, de manera que no me ocasionaba
problemas. He tenido una carta de Arthur, escrita
el domingo, y por ella veo que lo sobrelleva bas-
tante bien. Quincey Morris est con l, y eso le sir-
ve de mucha ayuda, ya que es un muchacho bur-
bujeante de nimo. Quincey me escribe unas l-
neas tambin; me cuenta que Arthur recobra poco
a poco su antiguo optimismo; de manera que, en
lo que a ellos respecta, me siento tranquilo. En

526
Drcula

cuanto a m, me estaba reintegrando al trabajo con


el entusiasmo de antes, de forma que habra podi-
do decir que la herida que me haba dejado la
muerte de Lucy se estaba cicatrizando. Sin embar-
go, todo ha vuelto a abrirse; y slo Dios sabe cul
ser el final. Tengo la impresin de que Van Hel-
sing s lo sabe, pero slo revela lo imprescindible
para despertar la curiosidad. Ayer fue a Exeter y
pernoct all. Hoy ha vuelto; y casi irrumpi en la
habitacin a eso de las cinco y media, ponindome
en las manos el Westminster Gazette de ayer tarde.
Qu piensa de eso? pregunt, dando
despus un paso atrs y cruzndose de brazos.
Hoje el peridico, porque en realidad no
saba a qu se refera; pero l me lo cogi y me se-
al un artculo sobre nios extraviados en
Hampstead. Aquello no me deca nada, hasta que
llegu a un prrafo en el que se describan unas
pequeas heridas redondas en el cuello. Me vino
una idea a la mente, y alc la mirada.

527
Bram Stoker

Y bien? dijo el profesor.


Iguales que las de la pobre Lucy.
Y cmo se explica?
Sencillamente, porque hay una causa
comn. Fuera lo que fuese lo que la hiri a ella, los
ha herido a ellos.
Sin embargo, no entend muy bien su res-
puesta
Eso es cierto indirectamente, pero no di-
rectamente.
Qu quiere decir, profesor? pregunt.
Me senta inclinado a tomar su seriedad a la
ligera, porque al fin y al cabo, cuatro das de des-
canso y sin angustias febriles, contribuyen a de-
volverle a uno el humor; pero cuando vi su sem-
blante, cambi de tono. Nunca ni en medio de
nuestra desesperacin a causa de la pobre Lucy,
haba tenido una expresin tan seria. .
Dgamelo! exclam. A m no se me
ocurre ninguna explicacin. No s qu pensar, y

528
Drcula

carezco de datos para aventurar ninguna hipte-


sis.
Pretende decirme, amigo John, que no
tiene ninguna sospecha sobre lo que ha ocasiona-
do la muerte de la pobre Lucy, despus de todos
los indicios que yo le he brindado, adems de los
mismos acontecimientos?
Una postracin nerviosa a causa de una
gran prdida o gasto de sangre.
Y cmo se ha perdido o gastado esa
sangre?
Hice un gesto negativo con la cabeza. El
profesor dio un paso, se sent junto a m, y pro-
sigui:
Usted es un hombre inteligente, amigo
John; razona bien y su perspicacia es sagaz; pero
tiene demasiados prejuicios. No deja que sus ojos
vean y que sus odos oigan, y lo que est fuera de
su vida diaria carece de importancia para usted.
No cree que hay cosas que no entiende, y que sin

529
Bram Stoker

embargo existen, que algunas personas ven cosas


que no ven las dems? Pero existen cosas antiguas
y nuevas que no llegan a captar los ojos de los
hombres, porque conocen (o casi conocer) las co-
sas tal como otros hombres se las han enseado.
Ah!, se es el error de nuestra ciencia: quiere ex-
plicarlo todo; y si no puede explicarlo, entonces
dice que no hay nada que explicar. Sin embargo,
vemos surgir cada da alrededor nuestro nuevas
creencias; o que se creen nuevas, aunque son vie-
jas que finjen ser jvenes..., como esas damas ele-
gantes de la pera. Supongo que usted no creer
ahora en la transferencia corporal, verdad? Ni en
la materializacin, verdad? Ni en los cuerpos as-
trales, verdad Ni en la lectura del pensamiento,
verdad? Ni en el hipnotismo...
S dije, en eso s; Charcot lo ha de-
mostrado palpablemente.
El profesor sonri, y dijo:

530
Drcula

Entonces, en eso est de acuerdo, no? Y


por supuesto, entiende cmo acta, y comprende
cmo la mente del gran Charcot ( lstima que no
viva ya!) penetra en el alma del paciente en quien
influye, no? Entonces, amigo John, debo supo-
ner que acepta sencillamente el hecho, y se conten-
ta con dejar en blanco desde la premisa a la con-
clusin? Pues explqueme (porque soy un estudio-
so del cerebro), cmo es que acepta el hipnotismo
y rechaza la lectura del pensamiento?
Permita que le diga, amigo mo, que hay
cosas hoy da en la ciencia de la electricidad que
habran sido consideradas impas por los mismos
hombres que descubrieron la electricidad..., y que
ellos mismos, de haber vivido no mucho antes,
habran sido quemados por brujos. Siempre ha
habido misterios en la vida. Por qu Matusaln
vivi novecientos aos y el Viejo Parr ciento sesen-
ta y nueve, y sin embargo esa pobre Lucy, con la
sangre de cuatro hombres en sus venas, no pudo

531
Bram Stoker

vivir siquiera un da? Pues de haber vivido un da


ms, habramos podido salvarla. Conoce usted
todos los secretos de la vida y la muerte? Domina
completamente la anatoma comparada, y puede
decir por qu las cualidades de los brutos estn
presentes en unos hombres y en otros no? Puede
decirme por qu, mientras unas araas mueren
pronto y son de pequeo tamao, vivi aquella
araa enorme durante siglos en la torre de la vieja
iglesia espaola, y creci y creci, hasta el punto
de que bajaba y se beba el aceite de todas las lm-
paras de la iglesia? Puede decirme por qu en las
pampas, y en otros lugares, hay murcilagos que
salen de noche y les abren las venas al ganado y a
los caballos y les succionan toda la sangre?, por
qu en algunas islas de los mares occidentales hay
murcilagos que se pasan el da colgados de los
rboles, de forma que aquellos que los ha visto los
describen como nueces o cocos gigantescos, que
cuando los marineros suben a dormir a cubierta,

532
Drcula

porque hace mucho calor, se posan sobre ellos, y


por la maana los encuentran muertos y plidos
como la seorita Lucy?
Dios mo, profesor! dije, ponindome
en pie de un salto. Pretende insinuar que Lucy
fue atacada por uno de esos murcilagos, y que
pasan esas cosas aqu en Londres, en pleno siglo
XIX?
Hizo un gesto con la mano para que guar-
dase silencio, y prosigui
Puede decirme por qu la tortuga vive
ms tiempo que generaciones enteras de hombres;
por qu el elefante contempla el paso de las dinas-
tas, y por qu el papagayo slo muere en las fau-
ces del gato o del perro, o por alguna enfermedad?
Puede decirme por qu los hombres de todas las
pocas y lugares creen que hay personas que vi-
ven eternamente si se las deja, que hay hombres y
mujeres que no mueren? Todos sabemos (porque
la ciencia as lo atestigua) que ha habido sapos en-

533
Bram Stoker

cerrados en las rocas durante miles de aos, ocul-


tos en agujeros muy pequeos donde slo caban
ellos, desde que el mundo era joven. Puede de-
cirme por qu el faquir indio puede dejarse morir
y enterrar, y despus de sellada su sepultura se
siembra trigo encima, y madura ese trigo, y se sie-
ga y se siembra y se siega otra vez; y luego quitan
los sellos de la tumba, y all est el faquir indio, no
muerto, sino que se levanta y camina entre los
dems igual que antes?
Aqu le interrump. No era capaz de seguir-
le; me abrumaba de tal modo con su lista de ex-
centricidades de la Naturaleza, y de imposibilida-
des posibles, que me arda la imaginacin. Perci-
ba vagamente que intentaba darme una leccin,
como sola hacer en otro tiempo, en sus clases de
Amsterdam; pero entonces sola decirme qu era
lo que pretenda, de modo que yo tena todo el
tiempo en el pensamiento el objeto de su diserta-

534
Drcula

cin. Pero ahora no contaba con ninguna ayuda,


aunque quera seguirle; de modo que dije:
Profesor, permtame que vuelva a ser su
estudiante predilecto. Dgame cul es la tesis, a fin
de poder aplicar su ciencia a medida que avanza
en sus explicaciones. En este momento voy men-
talmente de un punto a otro igual que siguen los
locos una idea. Me siento como un novicio avan-
zando por un cenagal en medio de la niebla, sal-
tando de un matojo a otro en un esfuerzo ciego
por seguir andando sin saber adnde voy.
Ese es un buen smil dijo. Bueno, se
lo dir. Mi tesis es la siguiente: quiero que crea.
Que crea qu?
Que crea en cosas que no puede creer.
Permita que le ponga un ejemplo. Una vez o decir
que un americano defina la fe as: Aquello que
hace que creamos en cosas que sabemos que no
son ciertas. Al menos comprendo perfectamente a
ese hombre. Quera decir que debemos tener una

535
Bram Stoker

mentalidad abierta, y no permitir que una peque-


a verdad obstruya el curso de las grandes verda-
des, como una pequea roca obstruye el paso del
tren. Primero tenemos la verdad pequea. Bien!
Conservmosla y valormosla; pero no debemos
permitir que crea que es toda la verdad del uni-
verso.
Entonces, lo que quiere decir es que no
deje que ninguna conviccin previa turbe la recep-
tividad de mi mente respecto de alguna cuestin
extraa. Entiendo correctamente la idea?
Ah!, sigue siendo usted mi alumno pre-
dilecto. Merece la pena ensearle a usted. Ahora
que est preparado para entender, tiene dado el
primer paso. Cree, ahora, que esos pequeos agu-
jeros observados en el cuello de los nios los ha
producido la misma causa que se los produjo a
Lucy?
Supongo que s.
Se levant, y dijo solemnemente:

536
Drcula

Pues entonces se equivoca. Ah, ojal fue-


se as!; pero no. Es peor, mucho peor.
En nombre de Dios, profesor Van Hel-
sing, qu quiere decir? exclam.
Se dej caer en una silla con gesto de de-
sesperacin, apoy los codos en la mesa y se cu-
bri la cara con las manos al hablar:
Los ha hecho la propia seorita Lucy!

537
CAPITULO XV

DIARIO DEL DOCTOR SEWARD


(Continuacin)

Durante un momento, me sent dominado


por la ira; fue como si el profesor acabara de sol-
tarle una bofetada a Lucy, en vida. Di un puetazo
en la mesa y me levant, exclamando:
Doctor Van Helsing, est usted loco!
Alz la cabeza y me mir, y vi en su expre-
sin una ternura que me seren enseguida.
Ojal lo estuviera! dijo. Sera ms f-
cil sobrellevar la locura que una verdad de esta
naturaleza. Ah, amigo mo!, por qu cree usted
que doy tantos rodeos?, por qu tardo tanto en
decirle una cosa tan simple? Acaso porque le
Drcula

odio, porque le he odiado toda mi vida? Acaso


porque quiero causarle dolor? Acaso porque
quiero vengarme, despus de tantos aos, por
haberme salvado de una muerte espantosa? Ah,
no!
Perdneme dije.
Y prosigui:
Amigo mo, no es sino porque quera de-
crselo con dulzura; pues s que usted amaba a esa
dama encantadora. Pero ni siquiera ahora espero
que me crea. Es muy difcil aceptar sin ms una
verdad abstracta, pensar que quiz sea posible,
cuandosiempre hemos credo que no lo es; y
ms difcil an es aceptar una verdad tan triste y
tan concreta, sobre todo de una persona como la
seorita Lucy. Esta noche se lo probar. Se atreve
a venir conmigo?
La proposicin me hizo vacilar. A un hom-
bre no le gusta comprobar ese tipo de verdades;

539
Bram Stoker

Byron ha sido la excepcin, en esta categora de


celosos:

Y comprobar la verdad que ms aborreca.

Se dio cuenta de mi vacilacin, y dijo:


El argumento es sencillo; no se trata de
un raciocinio de locos esta vez; de saltar de mata
en mata en medio de la niebla. Si no es verdad,
entonces la prueba ser un alivio; en el peor de los
casos, no supondr ningn dao. Pero y si es cier-
to! Ah!, ah est el terror; sin embargo, el mismo
terror estar de parte ma, porque para ayudarme
hace falta creer. Bien, le dir lo que me propongo:
primero, iremos al sanatorio a ver a ese nio. El
doctor Vincent, del Nort Hospital, donde dicen
los peridicos que lo han ingresado, es amigo mo,
y creo que de usted, puesto que estudiaron los dos
en Amsterdam. Estoy seguro de que permitir
examinar el caso a dos cientficos, si no a dos ami-

540
Drcula

gos. No le diremos nada, sino solamente que que-


remos estudiarlo. Y despus...
Y despus?
Se sac una llave del bolsillo y la sostuvo en
alto.
Despus pasaremos la noche, usted y yo
en el cementerio donde Lucy est enterrada. Esta
es la llave de su panten. Me la dio el sepulturero
para que se la entregase a Arthur.
Se me encogi el corazn, porque vea que
nos esperaba una dura prueba. Sin embargo, no
poda hacer nada; de modo que me arm de valor,
y le dije que era mejor que nos disemos prisa, ya
que se nos estalla yendo la tarde...
Encontramos al nio despierto. Haba dor-
mido, haba tomado algn alimento, y al parecer
todo iba bien. El doctor Vincent le quit el apsito
del cuello, y nos ense las dos punciones. No
haba error posible en cuanto a la semejanza con
las de la garganta de Lucy. Eran ms pequeas, y

541
Bram Stoker

los bordes parecan ms frescos; nada ms. Le


preguntamos a Vincent a qu las atribua, y con-
test que debi de morderle algn animal, quiz
una rata; aunque personalmente se inclinaba, a
creer que se las haba hecho un murcilago de los
que tanto abundaban en los montes del norte de
Londres.
Puede que entre esos animales inofensi-
vos haya algn ejemplar daino de los pases del
sur dijo. Quiz lo trajera algn marinero y
luego se le escap. O puede que se haya fugado
del parque zoolgico algn ejemplar joven, o que
se haya vuelto vampiro uno de los murcilagos
comunes. Esas cosas ocurren. Hace diez das tan
slo, se escap un lobo, y le siguieron el rastro
hasta aqu. Y una semana despus, a los nios les
dio por jugar nada menos que a Caperucita Roja,
por todo el Brezal, hasta que vino a asustarles la
hermosa seora, que desde entonces se ha con-
vertido en la atraccin de todos ellos. Incluso este

542
Drcula

pobre chiquillo, al despertarse hoy, le ha pregun-


tado a la enfermera si poda marcharse. Y al que-
rer saber ella por qu quera irse, dijo que para ju-
gar con la hermosa seora
Supongo dijo Van Helsing que
cuando mande al nio a su casa, prevendr a los
padres para que le vigilen estrechamente. Estas
fantasas son muy peligrosas; y si el nio perma-
neciese otra noche fuera de casa, probablemente
sera fatal. Pero supongo que no le dar de alta en
varios das, verdad?
Por supuesto que no; al menos hasta de-
ntro de una semana; o ms, si la herida no ha sa-
nado.
La visita al sanatorio nos entretuvo ms de
lo que habamos calculado, y el sol se haba ocul-
tado antes de que salisemos. Cuando Van Hel-
sing vio que oscureca, dijo:
No hay prisa. Aunque se ha hecho ms
tarde de lo que yo crea. Busquemos un sitio don-

543
Bram Stoker

de cenar; luego haremos lo que tenemos que


hacer.
Cenamos en el Jack Straw's Castle, metidos
entre una multitud de ciclistas y dems gentes bu-
lliciosas. Alrededor de las diez, salimos de la po-
sada. Estaba muy oscuro, y las farolas dispersas
hacan ms densa la oscuridad, cuando nos alej-
bamos de sus respectivos crculos. Evidentemente,
el profesor haba estudiado el camino que deba-
mos tomar, ya que marchbamos sin vacilaciones;
por mi parte, estaba completamente desorientado.
A medida que caminbamos, bamos encontrn-
donos con menos gente, hasta que nos sorprendi-
mos un poco al tropezarnos con una patrulla a ca-
ballo de la polica que efectuaba su ronda habitual.
Finalmente, llegamos a la tapia del cementerio, y
la escalamos. Con cierta dificultad dado que es-
taba muy oscuro y el paraje nos era completamen-
te desconocido encontramos la tumba. El profe-
sor sac la llave, abri la chirriante puerta y,

544
Drcula

hacindose a un lado cortsmente, aunque de ma-


nera completamente impensada, me hizo un gesto
para que le precediese. Haba cierta irona en la
invitacin, en esta cortesa de darme la preferencia
en tan macabra ocasin. Mi compaero me sigui
y cerr la puerta inmediatamente, cerciorndose
primero de que el pasador de la cerradura no era
de resbaln. De lo contrario, nos habramos visto
en un serio aprieto. Luego hurg en su maletn,
sac una caja de fsforos y procedi a encender
una luz. La tumba, durante el da, y adornada con
flores frescas, haba tenido un aspecto bastante l-
gubre. Pero ahora que haban pasado varios das,
y las flores estaban marchitas y secas, con los
blancos ptalos ya de color herrumbre, y el verde
se haba convertido en marrn; ahora que las ara-
as y los escarabajos haban vuelto a tomar pose-
sin de sus dominios; ahora que la piedra descolo-
rida y polvorienta, el hierro oxidado y hmedo, el
latn empaado y todos los sucios objetos platea-

545
Bram Stoker

dos devolvan desmayadamente el resplandor de


la vela, el efecto resultaba ms srdido y depri-
mente de lo que cabe imaginar. Sugera, irresisti-
blemente, la idea de que no era la vida la vida
animal lo nico que puede fenecer.
Van Helsing proceda sistemticamente.
Sosteniendo la vela en alto para poder leer las pla-
cas de los atades, y mantenindola de una forma
que el esperma caa en blancas gotas que se cuaja-
ban tan pronto como tocaban el metal, comprob
cul era el fretro de Lucy. Revolvi en su maletn,
y sac un destornillador.
Qu va a hacer? pregunt.
Voy a abrir el atad. An necesita usted
convencerse.
Empez a quitar tornillos, y a continuacin
levant la tapa, dejando al descubierto una cubier-
ta de plomo. Aquello me pareci casi demasiado.
Era como una afrenta a la difunta, igual que si la
despojasen de su ropa durante el sueo, mientras

546
Drcula

viva; as que le cog la mano y le detuve. El se li-


mit a decir:
Ahora ver.
Volvi a escarbar en su maletn y sac una
sierra de calar. Asest un golpe con el destornilla-
dor en el plomo, con un gesto que me hizo pesta-
ear, produciendo en la lmina un pequeo aguje-
ro que, sin embargo, bast para poder introducir
la punta de la sierra. Yo haba esperado que salie-
sen las caractersticas emanaciones de un cadver
de una semana. Los mdicos que hemos tenido
que afrontar estas contingencias estamos ya acos-
tumbrados a ellas; as que me retir hacia la puerta
Pero el profesor no se detuvo un instante; aserr la
funda de plomo, a lo largo de uno de los lados;
cuando llevaba aserrados unos dos pies, sigui
transversalmente, y luego por el otro lado. Cogi
el borde del trozo aserrado y lo dobl hacia los
pies del atad, y acercando la vela a la abertura,
me hizo una sea para que me asomase.

547
Bram Stoker

Me acerqu y mir. El atad estaba vaco.


Naturalmente, fue una sorpresa para m;
me qued estupefacto. Pero Van Helsing no se al-
ter. Ahora estaba ms seguro que nunca de su
teora, y por tanto ms animado a proseguir en su
empresa.
Est usted conforme ahora, amigo John?
pregunt.
Sent despertar en m una obstinada incli-
nacin a la polmica, y contest:
Estoy conforme en que el cuerpo de Lucy
no se encuentra en el atad; pero eso slo prueba
una cosa.
Qu cosa, amigo John?
Que no est ah.
Buena lgica dijo, en lo que a argu-
mentos se refiere. Pero cmo explica, cmo pue-
de explicar, que no est ah?
Quiz lo ha robado un ladrn de cad-
veres. O alguno de los empleados de la funeraria.

548
Drcula

Me daba cuenta de que estaba diciendo ton-


teras; sin embargo, era lo nico que se me ocurra.
El profesor suspir.
Ah, bueno! dijo; habr que encon-
trar una prueba ms. Venga conmigo.
Coloc la tapa del atad otra vez, recogi
todas sus cosas y las guard en el maletn; apag
la vela de un soplo y la meti en el maletn tam-
bin. Abrimos la puerta, y salimos. El profesor ce-
rr con llave. Acto seguido, me la tendi diciendo:
Quiere guardarla usted? As estar ms
seguro.
Me re aunque no fue una risa muy ale-
gre, y me acerqu para cogrsela.
La llave no significa nada dije; puede
haber duplicados; de todas formas, no es difcil
abrir una cerradura de esa clase.
El profesor no dijo nada, pero se guard la
llave en el bolsillo. Luego me dijo que vigilase una
parte del cementerio mientras l vigilaba la otra.

549
Bram Stoker

Me apost detrs de un tejo, y vi avanzar su oscu-


ra figura hasta que las lpidas y los rboles lo
ocultaron por completo.
Fue una vigilancia solitaria. Al poco rato de
ocupar mi puesto, un lejano reloj daba las doce;
despus o sonar la una, y las dos. Estaba helado,
entumecido, furioso con el profesor por haberme
trado a semejante sitio, y conmigo mismo por
haber ido. Tena demasiado fro y sueo para estar
atento, aunque no lo bastante como para olvidar la
misin que se me haba encomendado; de forma
que todo me resultaba enojoso por dems.
De repente, al volverme, me pareci vis-
lumbrar algo as como una franja blanca que se
desplazaba entre los tejos, por la parte del cemen-
terio ms alejada de la tumba; al mismo tiempo,
un bulto oscuro corri por el lado que vigilaba el
profesor, en direccin a la franja blanca. Me dirig
tambin hacia all; pero tuve que dar un rodeo
por detrs de las lpidas y las tumbas cercadas,

550
Drcula

tropezando con algunas sepulturas. El cielo estaba


nublado, y a lo lejos cant un gallo madrugador. A
poca distancia, por detrs de una fila de enebros
que sealaban el camino de la iglesia, una figura
blanca y borrosa se dirigi apresuradamente hacia
la tumba. Los rboles me ocultaban su entrada y
no pude ver cmo desapareca la blanca figura. O
rumor de pasos por donde acababa de pasar; me
acerqu y encontr al profesor con un nio peque-
o en brazos. Al verme, me lo ense, diciendo
Y ahora, est conforme?
No dije en un tono que me pareci
agresivo.
Es que no ve al nio?
S, lo veo; pero quin lo ha trado aqu?
Est herido? pregunt.
Ahora lo veremos dijo el profesor, y sin
ms palabras, salimos del cementerio cargados
con la criatura.

551
Bram Stoker

Cuando llegamos a cierta distancia, nos me-


timos en un grupo de rboles, encendimos un fs-
foro, y le examinamos el cuello. No le encontra-
mos heridas ni rasguos de ninguna clase.
Tena yo razn o no? pregunt triun-
falmente.
Hemos llegado a tiempo dijo el profe-
sor con alivio.
Haba que decidir ahora lo que debamos
hacer con el nio, y deliberamos sobre este parti-
cular. Si lo llevbamos al puesto de polica, ten-
dramos que dar cuenta de nuestros movimientos
durante la noche; por lo menos, nos tocara hacer
alguna declaracin sobre cmo lo habamos en-
contrado. As que al final decidimos llevarlo al
Brezal, y cuando oysemos llegar a la polica, lo
dejaramos donde pudiesen encontrarlo indefecti-
blemente; luego regresaramos a casa lo ms de-
prisa posible. Todo sali bien. En el lindero del
Brezal de Hampstead omos los pasos pesados de

552
Drcula

un polica; dejamos al nio tendido en el sendero,


y nos quedamos vigilando hasta que lo descubri
al balancear su linterna de un lado a otro. Omos
su exclamacin de asombro; luego nos fuimos en
silencio. Por suerte, pudimos parar un coche cerca
del Spaniards, y regresamos a la ciudad.
No tena sueo, y me he puesto a grabar
todo esto. Pero tratar de descansar unas horas, ya
que Van Helsing pasar a recogerme a medioda.
Insiste en que vaya con l a efectuar otra expedi-
cin.

27 de setiembre

Se hicieron las dos, antes de que se nos pre-


sentase una ocasin para introducirnos. Haba
habido un funeral a medioda, haba concluido, y
se iban yendo poco a poco los ltimos rezagados.
Estuvimos observando atentamente desde un
grupo de alisos, hasta que vimos que el sacristn

553
Bram Stoker

cerraba la verja, despus de salir. Entonces supi-


mos que podamos gozar de entera libertad hasta
la maana siguiente, si queramos; pero el profe-
sor me dijo que con una hora, a lo sumo, tendra-
mos suficiente. Otra vez sent esa horrible sensa-
cin de la realidad de las cosas, en las que cual-
quier esfuerzo de imaginacin parece fuera de lu-
gar; y me di cuenta claramente del peligro que co-
rramos ante la ley, con esta empresa sacrlega.
Adems, me daba la impresin de que careca de
sentido. Pese a lo horrible que era abrir un atad
de plomo para ver si la mujer que haba muerto
haca una semana estaba verdaderamente muerta,
ahora me pareca que rayaba en la locura volver a
abrirla tumba, cuando sabamos, por la evidencia
de nuestros ojos, que el atad estaba vaco. Me en-
cog de hombros, no obstante, y permanec en si-
lencio, pues Van Helsing saba salirse con la suya,
por mucho que los dems protestasen. Sac la lla-
ve, abri la cripta, y una vez ms me invit cor-

554
Drcula

tsmente a pasar delante de l: el lugar era tan es-


pantoso como la noche anterior; pero qu misera-
ble pareca al entrar el sol! Van Helsing se dirigi
al 'atad de Lucy, y le segu. Se inclin sobre l y
dobl la pestaa de plomo, y me sent sbitamente
dominado por la sorpresa y el estupor.
All estaba Lucy, tal como la habamos visto
la noche antes del funeral. Estaba, si es posible,
ms radiantemente hermosa que nunca. Yo no
acababa de creer que estuviese muerta. Tena los
labios rojos, ms rojos que nunca; y un delicado
rubor en las mejillas.
Es esto un truco? pregunt.
Se convence usted ahora? dijo el pro-
fesor por toda respuesta; y mientras hablaba alar-
g la mano, lo que me produjo un estremecimien-
to, y le separ los labios para ensearme los dien-
tes blancos.
Vea prosigui ; los tiene ms afila-
dos que antes. Con ste y con ste y toc uno de

555
Bram Stoker

los caninos y el correspondiente de abajo , pue-


de morder a los nios pequeos. Se convence
ahora, amigo John?
Una vez ms, el afn de polmica despert
en mi interior. No poda aceptar su abrumadora
teora; as que, en, un esfuerzo por rebatirle, cosa
de la que an ahora me siento avergonzado, dije:
Puede que alguien la haya colocado aqu
durante la noche.
De veras? Puede ser, y quin?
No lo s. Alguien.
Sin embargo, hace una semana que est
muerta. La mayora de la gente no tendra ese as-
pecto.
No encontr respuesta para esto, as que
guard silencio; Van Helsing no pareci notar este
silencio; en todo caso, no dio muestras ni de triun-
fo ni de pesar. Examinaba minuciosamente el ros-
tro de la muerta, levantndole los prpados, mi-
rndole los ojos y abrindole nuevamente los la-

556
Drcula

bios para observar los dientes. Luego se volvi


hacia m y dijo:
Aqu hay algo que es diferente a todo
cuanto hay consignado en los libros: sta es una
vida dual que se sale de lo comn. Fue mordida
por un vampiro cuando estaba en trance, sonm-
bula ( ah!, se sorprende usted? usted no lo sabe,
amigo John, pero ya lo sabr a su debido tiempo);
as se le pudo sacar mayor cantidad de sangre. Pe-
ro muri en estado de trance, y ahora es una No
muerta en trance tambin. Eso es lo que la dife-
rencia de todos los dems. Normalmente, cuando
el No muerto duerme en su hogar explic,
haciendo un gesto amplio con el brazo para mos-
trar qu entenda l por el ahogar de un vampi-
ro, su semblante refleja lo que es; la dulce apa-
riencia. anterior a la transformacin en No muerto
se disuelve en la nada, como les ocurre a los muer-
tos ordinarios. Pero en ese rostro no hay nada ma-
ligno; y va a ser difcil matarla mientras duerme.

557
Bram Stoker

Esto ltimo me hel la sangre; empezaba a


darme cuenta de que estaba aceptando las teoras
de Van Helsing; de todos modos, si estaba real-
mente muerta, por qu me aterraba la idea de
matarla? El profesor me mir y, evidentemente,
not un cambio en mi expresin, porque dijo casi
con alegra:
Ah!, ya cree ahora?
No me atosigue tanto de una vez
contest. Estoy dispuesto a aceptarlo. Cmo va
a efectuar esa sangrienta tarea?
Le seccionar la cabeza, le llenar la boca
con ajos, y le atravesar el cuerpo con una estaca.
Me estremec ante la idea de mutilar el
cuerpo de la mujer que haba amado. Sin embargo
el sentimiento no era tan fuerte como yo haba es-
perado. De hecho, empezaba a sentir pavor y re-
pugnancia ante la presencia de este ser, de esta No
muerta, como Van Helsing la llamaba. Es posible
que el amor sea subjetivo?, no es objetivo?

558
Drcula

Esper bastante rato a que empezara Van


Helsing, pero segua como absorto en honda re-
flexin. Luego cerr su maletn de golpe, y dijo:
He estado pensando, y he decidido lo
mejor. Si siguiese mi impulso simplemente, hara
ahora mismo, en este momento, lo que tengo que
hacer; pero hay que tener en cuenta otras cosas,
otras cosas mil veces ms difciles, y que no cono-
cemos. Esto es sencillo. An no le ha quitado la
vida a nadie, aunque eso es cuestin de tiempo, e
intervenir ahora sera evitarle semejante riesgo pa-
ra siempre. Pero puede que nos haga falta Arthur;
y cmo vamos a hablarle de esto? Si usted vio las
heridas en la garganta de Lucy y otras iguales en
el nio del sanatorio, si vio anoche el atad vaco
y hoy ocupado por una mujer que no ha experi-
mentado otro cambio que el de haber recobrado
ms color y belleza durante la semana que lleva
muerta...; si usted sabe todo esto, y vio anoche la
figura blanca que traa a un nio al cementerio, y

559
Bram Stoker

no cree en el testimonio de sus sentidos, cmo


puedo esperar que Arthur, que no sabe nada,
pueda creer? Dud de m cuando le imped que la
besara cuando estaba a punto de expirar. S que
me ha perdonado, convencido de que, movido por
alguna idea equivocada, le imped despedirse de
ella como quera; ahora puede pensar que, por
otra idea equivocada, esta mujer fue enterrada vi-
va, y que por una idea ms equivocada an, la
hemos matado. Podra alegar que hemos sido no-
sotros, los equivocados, quienes la hemos matado
por nuestras ideas; y se sentira ms desdichado
an. Nunca estara seguro; y eso sera lo peor.
Unas veces pensara que su amada haba sido en-
terrada viva, y tendra espantosas pesadillas en las
que se representara sus horribles sufrimientos;
otras, en cambio, pensara que quiz tuvimos ra-
zn, y que su amada era una No muerta, en defi-
nitiva. No! Se lo he dicho en otra ocasin aunque
desde entonces he aprendido mucho. Ahora que

560
Drcula

s que todo es cierto, estoy mil veces ms conven-


cido de que debemos cruzarlas aguas turbulentas
para llegar a las mansas. El pobre muchacho va
atener unos momentos en que el mismo rostro del
cielo se le va a volver negro; entonces podremos
actuar de una vez por todas, y devolverle la paz.
Estoy decidido. Vmonos. Usted regresar esta
noche a su sanatorio, a ocuparse de su trabajo. Yo
pasar la noche aqu, en el cementerio, atento a lo
que ocurra. Maana por la noche pase por el Ber-
keley a buscarme, a las diez. Mandar recado para
que vaya Arthur tambin, as como ese apuesto
joven americano que dio su sangre. Ms tarde
tendremos trabajo. Le acompaar hasta Piccadi-
lly y cenaremos all; quiero estar de regreso antes
de la puesta de sol.
As que cerramos la tumba con llave, salta-
mos la tapia del cementerio, lo que no era muy di-
fcil, y regresamos a Piccadilly.

561
Bram Stoker

NOTA DEJADA POR VAN HELSING


EN SU CASILLERO DEL BERKELEY
HOTEL, DIRIGIDA AL DOCTOR
JOHN SEWARD (No entregada)

27 de setiembre
Amigo John:
Le escribo estas lneas por si sucedie-
se algo. Voy a ir solo a vigilar el cementerio.
Procurar que la No muerta, la seorita Lu-
cy, no salga esta noche, de modo que ma-
ana por la noche estar ms ansiosa. Pon-
dr ciertas cosas que no le gustarn flores
de ajo y un crucifijo, y que le impedirn
salir de la tumba. Es una No muerta recien-
te, y se mostrar dcil. Sin embargo, estos
objetos slo pueden evitar que salga, pero
no obligarla a permanecer en el atad, si
siente mucha ansiedad; porque entonces el
No muerto se desespera, y busca la va de

562
Drcula

menos resistencia, sea la que sea. Vigilar


toda la noche, desde la puesta de sol, hasta
el amanecer; y si hubiese algo ms que ave-
riguar, lo averiguar. En cuanto a Lucy, no
creo que le ocurra nada: pero ese otro, a
causa del cual se ha convertido en una No
muerta, ahora tiene poder para encontrar
la tumba de ella y buscar all proteccin. Es
astuto; los por el seor Harker, y por la
forma en que, nos ha burlado, jugando con
nosotros cuando tratbamos de salvar la
vida de la seorita Lucy; y en muchos as-
pectos los No muertos son muy fuertes. Sus
manos tienen la fuerza de veinte hombres;
y la de nosotros cuatro, que le dimos nues-
tro vigor a la seorita Lucy, est tambin en
l. Adems, tiene dominio sobre los lobos y
sabe Dios sobre qu otros seres. En fin, si se
le ocurre ir all esta noche, me encontrar a
m y a nadie ms...; hasta que sea demasia-

563
Bram Stoker

do tarde. Pero puede que no intente dar ese


paso. No hay motivo para que lo d; su te-
rreno de caza est ms lleno de piezas que
el cementerio donde duerma la No muerta
y vigila un anciano.
No obstante, le escribo todo esto por
si acaso... Recoja los documentos que adjun-
to; los diarios de los Harker y dems. Y la-
los; busque luego a ese gran No muerto,
crtele la cabeza y queme su corazn, o
atraviselo con una estaca, a fin de librar al
mundo de esa amenaza.
Y si es as, adis para siempre.
VAN HELSING

DIARIO DEL DOCTOR SEWARD

28 de setiembre

564
Drcula

Es sorprendente cmo se recupera uno con


dormir bien una noche. Ayer me senta casi dis-
puesto a aceptar las monstruosas ideas de Van
Helsing; ahora en cambio las veo como un espe-
luznante ultraje al sentido comn. No hay duda
de que l est convencido. Me pregunto si se le
habr trastornado el juicio. Sin duda existe alguna
explicacin racional para todos estos misterios. Es
imposible que el profesor pueda haberlo urdido
todo. Es tan anormalmente inteligente que si per-
diera la razn, podra llevar a cabo lo que fuese a
las mil maravillas, con tal de defender una idea
fija. Me disgusta pensar una cosa as; y efectiva-
mente, es casi tan fantstica su teora, como la re-
velacin de que est loco. De todos modos, le vigi-
lar estrechamente. Puede que d con alguna ex-
plicacin de todo este misterio.

29 de setiembre, por la maana

565
Bram Stoker

Anoche, poco antes de las diez, llegaron


Arthur y Quincey a la habitacin de Van Helsing;
ste nos dijo lo que quera que hicisemos; pero
durante todo el tiempo se dirigi de manera espe-
cial a Arthur, como si todas nuestras voluntades
se concentraran en la suya. Empez diciendo que
esperaba que furamos con l, pues hay un grave
deber que cumplir all. Le sorprendi recibir mi
carta? , pregunt directamente a lord Godalming.
Algo. Me preocup un poco. Ha habido
tantas preocupaciones alrededor de mi casa lti-
mamente, que no me encuentro con fuerzas para
seguir soportando ms. Pero he sentido curiosidad
por saber qu quera. Quincey y yo hemos habla-
do sobre el particular; pero cuanto ms hablba-
mos, ms perplejos estbamos. Por lo que a m
respecta, he llegado a un punto en que no entien-
do nada de nada.

566
Drcula

Yo tampoco dijo Quincey Morris lac-


nicamente.
Ah! exclam el profesor, entonces
estn ustedes ms cerca del principio que aqu el
amigo John, que tiene que retroceder bastante,
hasta llegar al principio.
Era evidente que se haba dado cuenta de
mi retomo a mi vieja posicin escptica, sin que yo
dijese una palabra. Luego, volvindose a los otros
dos, dijo con suma seriedad:
Quiero que me d su permiso para llevar
a cabo esta noche lo que creo que es una buena ac-
cin. S que le pido mucho; cuando conozca lo
que me propongo hacer, y slo entonces, com-
prender cunto. Por consiguiente, quiero que me
prometa que acceder sin explicaciones previas, a
fin de que despus, aunque se sienta irritado
conmigo durante algn tiempo no oculto que tal
eventualidad se puede dar, no se culpe de nada.

567
Bram Stoker

Eso es hablar con franqueza terci


Quincey. Yo respondo por el profesor. No s
cul es su propsito, pero juro que es un hombre
honrado; y para m, bastante bueno.
Gracias, seor dijo Van Helsing con or-
gullo. Tambin a m me cabe el honor de consi-
derarle uno de mis fieles amigos, cuyo apoyo ten-
go en muy alta estima.
Le tendi la mano, y Quincey se la estrech.
A continuacin habl Arthur:
Doctor Van Helsing, no me gusta com-
prar a ciegas, como suele decirse en Escocia; si se
trata de algo en lo que puede verse comprometido
mi honor de caballero o 'mi fe de cristiano, no
puedo darle la promesa que me pide. Si me asegu-
ra que lo que se propone no viola ninguna de esas
dos cosas, entonces le doy mi consentimiento aho-
ra mismo; aunque le confieso que no entiendo qu
es lo que pretende.

568
Drcula

Acepto esa limitacin dijo Van Hel-


sing; todo lo que le pido es que, si considera ne-
cesario condenar cualquier accin ma, reflexione
bien primero, y cercirese de que no viola sus
condiciones.
De acuerdo! dijo Arthur; eso es jus-
to. Y ahora que han terminado los pourparlers,
puedo preguntar qu es lo que vamos a hacer?
Quiero que vengan conmigo, en secreto,
al cementerio de Kingstead.
El semblante de Arthur se demud, y dijo
en tono algo sorprendido:
Donde est enterrada la pobre Lucy?
El profesor hizo un gesto afirmativo, y Art-
hur prosigui:
Y una vez all?
Entraremos en su tumba!
Arthur se levant de un salto.
Profesor, habla usted en serio, o se trata
de una broma monstruosa? Perdneme; veo que

569
Bram Stoker

habla en serio. Se sent otra vez, pero pude


observar que estaba rgido, hermtico, como el
que se encierra en su propia dignidad. Hubo un
silencio, hasta que l volvi a preguntar: Y una
vez en la tumba?
Abriremos el atad!
Esto es demasiado! dijo levantndose
irritado otra vez. Quiero ser paciente mientras
se trata de cosas razonables; pero esto..., esta pro-
fanacin de la tumba... de la tumba de la mujer
que...
La indignacin no le dej continuar. El pro-
fesor le mir con compasin.
Si pudiese ahorrarle sufrimientos, mi po-
bre amigo dijo, bien sabe Dios que lo hara:
Pero esta noche, nuestros pasos deben seguir un
sendero de espinas; de lo contrario, los pies de
quien usted ama caminarn eternamente por el
sendero de las llamas!

570
Drcula

Arthur alz los ojos, con la cara plida, im-


pasible, y dijo:
Tenga cuidado! Tenga cuidado!
No quiere escuchar lo que tengo que de-
cir? dijo Van Helsing. As podr saber al me-
nos cul es mi propsito. Puedo continuar?
Es bastante justo intervino Morris.
Tras una pausa, prosigui Van Helsing,
evidentemente con esfuerzo:
La seorita Lucy est muerta; no es as?
Bien! Entonces no puede sufrir dao alguno. Pero
si no lo est...
Arthur dio un salto.
Dios mo! exclam. Qu pretende
insinuar? Ha habido algn error?, acaso ha sido
enterrada con vida? gimi con una angustia que
ni la esperanza poda dulcificar.
Yo no he dicho que est viva, muchacho.
Ni siquiera se me ha ocurrido. Yo no he querido.
decir sino que puede ser una No muerta.

571
Bram Stoker

No muerta! No viva! Qu quiere decir?


Es todo esto una pesadilla, o qu es?
Hay misterios que los hombres apenas
pueden vislumbrar y que, despus de cientos de
aos slo han podido resolverse parcialmente.
Crame, hoy estamos al borde de uno de ellos. Pe-
ro an no he terminado. Me da permiso para sec-
cionarle la cabeza a la seorita Lucy?
Dios del cielo, no! exclam Arthur en
un rapto de apasionamiento. Por nada del
mundo consentir que se le inflija ninguna mutila-
cin a su cuerpo muerto. Doctor Van Helsing, me
est sometiendo usted a una prueba excesiva.
Qu le he hecho para que me torture de ese mo-
do? Qu le ha hecho esa dulce criatura para que-
rer arrojar semejante baldn sobre su tumba? Es-
t usted loco, para decir esas cosas, o es que lo es-
toy yo, para escucharlas? No se le ocurra pensar
ms en semejante profanacin; no le dar mi con-
sentimiento para hacer nada. Tengo el deber de

572
Drcula

proteger su sepultura de cualquier ultraje, y por


Dios que lo cumplir!
Van Helsing se levant de la butaca en la
que haba estado sentado todo el tiempo, y dijo en
tono grave y severo:
Milord Godalming, yo tambin tengo un
deber que cumplir, un deber para con los dems,
un deber para con usted, y un deber para con la
muerta; y por Dios que lo cumplir! Todo lo que
le pido ahora es que venga conmigo, que observe
y que escuche; y si cuando ms tarde le vuelva a
hacer esta misma peticin, no est ms dispuesto
que yo a concederle el descanso, entonces..., en-
tonces cumplir con mi deber, piense usted lo que
piense. Y luego, obedeciendo a los deseos de mi-
lord, me pondr a su disposicin para rendirle
cuentas, cuando y donde usted quiera. Su voz
se quebr un poco; y prosigui con acento lleno de
compasin : Pero se lo ruego: no se irrite conmi-
go. En una larga vida de trabajos que con frecuen-

573
Bram Stoker

cia no fueron agradables de hacer, y que a veces


me han encogido el corazn, jams he tenido que
llevar a cabo una empresa tan dolorosa como sta.
Crame: si llega el momento en que cambia de
opinin respecto a m, una sola mirada suya bas-
tar para borrar este amargo momento, porque yo
hara todo lo humanamente posible por evitarle el
dolor. Pinselo. Por qu habra de asumir tantos
trabajos y tantas pesadumbres? Yo he venido aqu
desde mi pas para hacer todo el bien que pueda;
al principio, para complacer a mi amigo John;
despus, para ayudar a esa encantadora joven a la
que tambin he llegado a querer. A ella (me da
vergenza decir todo esto, pero lo digo con cario)
le di lo que usted le dio: la sangre de mis venas; se
la di yo, que no era como usted, su prometido, si-
no slo su mdico y su amigo. Le consagr mis
noches y mis das, antes y despus de su muerte; y
si mi muerte la pudiese salvar incluso ahora,

574
Drcula

cuando se ha transformado en No muerta, se le


dara de buena gana.
Sus palabras estaban teidas de dulce y
grave orgullo, y Arthur se sinti conmovido. Co-
gi la mano del viejo profesor y dijo con voz emo-
cionada:
Ah!, es muy duro pensar en todo eso, y
no consigo comprender; de todos modos, ir con
usted y observar.

575
CAPITULO XVI

DIARIO DEL DOCTOR SEWARD


(Continuacin)

Eran las doce menos cuarto cuando salta-


mos la baja tapia y entramos en el cementerio. La
noche era oscura y la luna asomaba de tarde en
tarde por los desgarrones de las espesas nubes que
pasaban rpidas por el cielo. Caminbamos juntos;
Van Helsing abra la marcha unos pasos delante
del resto. Cuando estuvimos cerca de la tumba,
observ a Arthur con atencin, temiendo que la
proximidad de un lugar de tan doloroso recuerdo
le afectase; pero se mantena sereno. Supuse que el
misterio mismo de la misin que nos llevaba all
tenda a contrarrestar en cierto modo su afliccin.
El profesor abri la puerta, y al ver nuestra natural
Drcula

vacilacin, por distintos motivos, resolvi la situa-


cin entrando l primero. Los dems le seguimos
y cerramos la puerta.. Encendi a continuacin
una linterna y enfoc hacia el atad. Arthur avan-
z indeciso; Van Helsing me dijo:
Usted estuvo aqu conmigo, ayer. Estaba
el cuerpo de la seorita Lucy en ese atad?
S; estaba.
El profesor se volvi a los otros, comen-
tando:
Ya lo han odo; sin embargo l es uno de
los que no creen en m.
Sac el destornillador y procedi una vez
ms a quitar la tapa del atad. Arthur observaba
la operacin muy plido y callado; cuando fue re-
tirada la tapa, se acerc. Evidentemente, no sabia
que era un atad de plomo o, en todo caso, no se
acordaba. Al ver el desgarrn que tena la hoja de
plomo, se le congestion la cara un instante; pero
se le pas enseguida, y se puso tremendamente

577
Bram Stoker

plido; sigui sin decir nada. Van Helsing dobl


hacia atrs el trozo recortado; nos asomamos to-
dos, y retrocedimos.
El atad estaba vaco!
Durante varios minutos, ninguno de noso-
tros dijo una palabra. Al fin, Quincey Morris rom-
pi el silencio:
Profesor, yo he respondido por usted. Lo
que quiero es su palabra. En una situacin corrien-
te, no le preguntara una cosa as; no le afrentara
con la duda que implica; pero ste es un misterio
que va ~ ms all del honor y del deshonor. Ha
hecho usted eso?
Le juro por todo lo ms sagrado, que no
he sacado nada de aqu. Lo que ha ocurrido es lo
siguiente: hace dos noches vinimos aqu mi amigo
Seward y yo... movidos por la mejor intencin,
crame. Abr el atad, que entonces estaba sellado,
y lo encontramos vaco como ahora. Esperamos y
vimos venir entre los rboles a una figura blanca.

578
Drcula

Ayer vinimos de da, y la encontramos dentro.


No es as, amigo John?
S.
La otra noche llegamos a tiempo. Se
haba extraviado otro pequeuelo, y gracias a Dios
lo encontramos sin dao alguno entre las tumbas.
Ayer volva venir antes de ponerse el sol, ya que
cuando llega el crepsculo, los No muertos pue-
den salir de la tumba. Esper aqu toda la noche
hasta la salida del sol, pero no ocurri nada. Muy
probablemente, porque puse ajos sobre las abra-
zaderas d esa puerta, que los No muertos no
pueden soportar, y otros objetos que ellos evitan.
Anoche no pudo salir; pero esta noche, antes de la
puesta de sol, quit los ajos y todo lo dems. Esa
es la razn por la que encontramos ahora el atad
vaco. Pero tengan un poco de paciencia. Hasta
aqu, han visto muchas cosas extraas. Esperen
conmigo afuera, ocultos y sin que nos oigan, y

579
Bram Stoker

presenciarn cosas ms extraas. As que dijo,


bajando la tapa de su linterna, salgamos.
Abri la puerta y salimos uno tras otro,
quedndose l el ltimo para cerrar.
Ah, qu pura y fresca era la brisa de la no-
che, despus del terror de la cripta! Qu agrada-
ble era ver correr las nubes, y los breves rayos de
la luna entre ellas, al pasar y alejarse como las ale-
gras y las tristezas de la vida humana; qu agra-
dable respirar el aire fresco, sin contaminacin al-
guna de corrupcin y de muerte; qu conmove-
dor, ver los rojos relmpagos del cielo, ms all
del monte, y or el lejano y apagado rumor que
delata la vida de una gran ciudad! Cada uno, a su
manera, estaba serio y abrumado. Arthur guarda-
ba silencio; me daba cuenta de que trataba de ave-
riguar el objeto y significado de todo este misterio.
Yo me senta relativamente paciente, inclinado
otra vez a desechar toda duda y aceptar las con-
clusiones de Van Helsing. Quincey Morris perma-

580
Drcula

neca flemtico a la manera del hombre que lo


acepta todo con espritu de fra valenta, arries-
gando cuanto tiene. Como no poda fumar, se cor-
t un buen trozo de tabaco y empez a masticarlo.
En cuanto a Van Helsing, estaba dedicado a una
tarea muy concreta. Primero sac de su maletn
un, objeto que pareca una especie de oblea, cui-
dadosamente envuelta en una servilleta blanca; a
continuacin extrajo un par de puados de algo
blancuzco, como de pasta o masilla. Desmenuz la
hostia, y lo amas todo entre las manos. Luego
hizo finas tiras con la masa y empez a colocarlas
en las grietas, entre la puerta y el marco de la
tumba. Todo esto me tenia algo perplejo; y como
estaba cerca del profesor, le pregunt qu haca.
Arthur y Quincey se acercaron tambin a observar
con curiosidad. El profesor contest:
Estoy sellando la tumba para que la No
muerta no pueda entrar.

581
Bram Stoker

Y pone esa pasta para ello? pregunt


Quincey. Gran Scott, es esto un juego?
Lo es.
Y qu material emplea?
Esta vez la pregunta parti de Arthur. Van
Helsing se quit reverentemente el sombrero, y
contest
Una hostia. La he trado de Amsterdam.
He obtenido licencia.
Fue una respuesta que sobrecogi al ms
escptico de nosotros; comprendimos que ante un
propsito tan grave como el del profesor, un pro-
psito en el que haca uso del objeto que l tena
por ms sagrado, era imposible desconfiar. En
respetuoso silencio, nos situamos cada uno en el
lugar que nos haba asignado alrededor de la
tumba, pero ocultos de la vista de cualquiera que
se acercase. Compadec a los otros, especialmente
a Arthur. En mis anteriores visitas haba apren-
dido a soportar este horror de vigilancia; y aunque

582
Drcula

haca una hora rechazaba las pruebas, sent que se


me encoga el corazn. Jams me haban parecido
las tumbas tan espectralmente blancas; jams los
cipreses y los tejos y los enebros se me haban an-
tojado tanto la encarnacin de la fnebre melanco-
la, jams los rboles y la hierba se haban agitado,
ni haban susurrado de forma tan inquietante; ja-
ms haban crujido las ramas tan misteriosamente;
jams el lejano aullido de los perros haba transmi-
tido un presagio tan lastimero a travs de la no-
che.
Transcurri un largo rato de silencio, de va-
co profundo y doloroso; y tras un siseo, el profe-
sor hizo una sea: y all, por la avenida de tejos,
vimos avanzar una figura blanca..., una figura
blanca e imprecisa, portando un bulto oscuro so-
bre su pecho. Se detuvo, y en ese instante, un rayo
de luna traspas las masas de errticas nubes y
revel con sobrecogedora claridad a una mujer de
cabello negro, vestida con las mortajas de la tum-

583
Bram Stoker

ba. No se le vea la cara porque iba inclinada sobre


lo que descubrimos que era un nio de cabellos
rubios. Se detuvo, y son un grito breve y agudo,
como los que dan los nios en sueos, o los perros
cuando, tumbados ante la chimenea, se quedan
dormidos. bamos a salirle al encuentro, pero el
profesor alz una piano que todos vimos, puesto
que estaba detrs de un tejo, delante de nosotros,
y nos contuvo; a continuacin, la figura blanca
ech a andar otra vez. Ahora estaba lo bastante
cerca como para distinguirla con claridad ya que
segua habiendo luna. Se me paraliz el corazn, y
o a Arthur resollar, al reconocer las facciones de
Lucy Westenra. Lucy Westenra, pero qu cam-
biada! Su dulzura se haba transformado en dia-
mantina, despiadada crueldad, y su pureza en una
salacidad voluptuosa. Van Helsing dio un paso
adelante; y, obedientes a su gesto, avanzamos
tambin los dems. Nos colocamos los cuatro en
fila ante la puerta de la tumba. Van Helsing levan-

584
Drcula

t su linterna y le quit la tapa; su luz concentrada


cay sobre el rostro de Lucy, y pudimos ver que
tena los labios rojos de sangre fresca, y que un
hilillo le corra por el mentn y manchaba la pure-
za de su blanco sudario.
Nos estremecimos de horror. Por el temblor
de la luz, not que incluso a Van Helsing le haban
traicionado sus nervios de acero. Arthur estaba
junto a m, y si no le llego a coger por el brazo, se
habra desplomado en el suelo.
Cuando Lucy llamo Lucy al ser que te-
namos delante porque se era su cuerpo nos
vio, dio un paso atrs, produciendo un gruido
igual que un gato cuando se siente cogido por
sorpresa; luego sus ojos nos miraron a uno tras
otro. Eran los ojos de Lucy, a juzgar por su forma
y color; pero unos ojos de Lucy sucios y llamean-
tes, carentes de aquella pureza y mansedumbre
que siempre habamos visto. En ese instante, el
amor que an senta por ella se convirti en odio y

585
Bram Stoker

repugnancia; de haberla tenido que matar all


mismo, lo habra hecho yo personalmente con sal-
vaje complacencia. Al fijarse en nosotros, sus ojos
relampaguearon con un destello infernal, y su ros-
tro se contrajo en una sonrisa voluptuosa. Dios,
qu escalofro me produjo esta visin! Con gesto
despreocupado, e insensible como un demonio,
arroj al suelo al nio que hasta ahora haba apre-
tado fuertemente contra su pecho, gruendo sobre
l como grue un perro sobre su hueso. El nio
emiti un grito y qued tendido en el suelo, llori-
queando. El gesto de ella denotaba tal frialdad de
sentimientos que le arranc a Arthur un gemido; y
cuando Lucy avanz hacia l con los brazos abier-
tos y una sonrisa lasciva, se ech atrs y ocult su
rostro entre las manos.
Ella sigui avanzando, no obstante, y con
gracia lnguida y voluptuosa, dijo:

586
Drcula

Ven a m, Arthur. Deja a esos otros y ven.


Mis brazos estn hambrientos de ti. Ven y descan-
saremos juntos. Ven, esposo mo, ven!
Haba una dulzura diablica en el tono de
su voz un tintineo como de cristal que reson
incluso en el cerebro de los dems, aun cuando las
palabras iban dirigidas a otro. En cuanto a Arthur,
pareci hechizado: apart las manos de la cara y
abri los brazos. Y estaba ella a punto de abrazar-
le, cuando avanz Van Helsing e interpuso entre
los dos su pequeo crucifijo de oro. Ella retrocedi
y, con el rostro sbitamente contrado, llena de ra-
bia, cruz por delante de l y se dirigi hacia la
tumba.
Sin embargo, cuando estuvo a slo un pie o
dos de la puerta, se detuvo como si la sujetase una
fuerza irresistible. Luego volvi de cara a la luz de
la luna y de la linterna, que. ahora no temblaba en
la frrea mano de Van Helsing. Jams vi una ex-
presin igual de frustrada malevolencia; y confo

587
Bram Stoker

en que jams la vuelvan a ver unos ojos mortales.


Su hermoso rubor se torn lvido, los ojos despi-
dieron chispas de fuego infernal, su ceo se arru-
g en pliegues de carne que parecan las serpien-
tes de Medusa, y su boca encantadora, manchada
de sangre, se abri de forma rectangular, como la
de las mscaras griegas y japonesas de la pasin.
Si alguna vez ha habido un rostro que expresara
deseos de muerte si la mirada pudiese matar,
lo vimos nosotros en ese instante.
Durante medio minuto, que pareci una
eternidad, permaneci entre el crucifijo y el sagra-
do sello que le impeda la entrada. Van Helsing
rompi el silencio al preguntar a Arthur:
Respndame, amigo Arthur! Debo pro-
seguir mi obra?
Arthur cay de rodillas, y ocult el rostro
entre las manos, al contestar:

588
Drcula

Haga lo que quiera, haga lo que quiera!


No es posible consentir que exista un horror de
esta naturaleza! y dej escapar un gemido.
Corrimos Quincey y yo hacia l, y le cogi-
mos de los brazos. Pudimos or el clic de la linter-
na cuando la cerr Van Helsing; se acerc ste a la
tumba y empez a quitar el sagrado smbolo de
las grietas. Y todos vimos con horrorizado asom-
bro que, tan pronto como se apart, la mujer, que
haca un instante tena un cuerpo material tan real
como el nuestro, se filtraba a travs de un intersti-
cio por el que apenas habra cabido la hoja de un
cuchillo. Todos sentimos una sensacin de alivio
cuando vimos que el profesor volva a, colocar las
tiras de masilla en las rendijas de la puerta.
Hecho esto, cogi al nio y dijo:
Ahora, amigos, vengan conmigo; no po-
demos hacer nada ms hasta maana. Hay un fu-
neral a medioda, as que vendremos un poco
despus. Los amigos del difunto se habrn ido to-

589
Bram Stoker

dos hacia las dos; cuando el sacristn cierre la ver-


ja, nos quedaremos dentro. Entonces tendremos
ms trabajo, aunque no del mismo gnero que el
de esta noche. En cuanto a este pequeo, no ha su-
frido demasiado dao, y dentro de veinticuatro
horas se encontrar perfectamente bien. Lo deja-
remos donde le pueda encontrar la polica, como
al de la otra noche; despus regresaremos a casa.
Y acercndose a Arthur, aadi: Amigo mo,
ha sufrido usted una dolorosa prueba; ms tarde,
cuando piense en ello, comprender que era nece-
sario. Se encuentra ahora en aguas turbulentas,
hijo mo. Maana a estas horas, si Dios quiere, las
habr dejado atrs, y habr llegado a aguas tran-
quilas; as que no llore demasiado. Hasta entonces,
no le pedir que me perdone.
Arthur y Quincey regresaron conmigo, y
tratamos de animarnos mutuamente durante el
camino. Habamos dejado al nio en lugar seguro;

590
Drcula

y estbamos cansados; de modo que dormimos de


forma ms o menos real.

29 de setiembre, por la noche

Poco antes de las doce, pasamos los tres


Arthur, Quincey Morris y yo a buscar al profe-
sor. Era extrao observar que, sin ponernos de
acuerdo, nos habamos vestido de negro. Arthur,
por supuesto, iba de luto riguroso; pero los dems
nos vestimos as instintivamente. Llegamos al ce-
menterio hacia la una y media, y estuvimos de-
ambulando a fin de no llamar la atencin; de mo-
do que cuando los sepultureros hubieron termi-
nado su trabajo, y el sacristn, convencido de que
todo el mundo se haba marchado, hubo cerrado
la verja, tuvimos el cementerio a nuestra entera
disposicin. Van Helsing, en vez de su pequeo
maletn negro, se haba trado una bolsa grande de

591
Bram Stoker

cuero, parecida a las de los jugadores de cricket; se


notaba que pesaba bastante.
Cuando estuvimos solos y omos perderse
las ltimas pisadas en la carretera, seguimos al
profesor en silencio, como movidos por una con-
signa, camino de la tumba. Abri la puerta, en-
tramos y cerramos despus. Luego sac de su bol-
sa una linterna, la encendi, sac a continuacin
dos velas, las encendi tambin, y las peg sobre
otros atades derritiendo un poco el extremo, de
forma que hubiese luz suficiente para trabajar.
Cuando quit la tapa Arthur temblaba como
una hoja, vimos que el cuerpo descansaba all
con toda su mortal belleza. Pero no haba amor en
mi corazn: no senta otra cosa que asco hacia el
ser repugnante que haba asumido el cuerpo de
Lucy sin alma. Incluso vi endurecerse el semblante
de Arthur, mientras miraba. Luego dijo a Van
Helsing:

592
Drcula

Es verdaderamente el cuerpo de Lucy, o


se trata de un demonio que ha tomado su forma?
Es su cuerpo, y no lo es. Pero espere unos
momentos: entonces ver lo que era, y lo que es.
Era como si estuvisemos viendo a Lucy en
una pesadilla: los dientes puntiagudos, las man-
chas de sangre, la boca voluptuosa cuya visin
haca estremecer, todo el aspecto carnal y des-
provisto de espritu, parecan una burla diablica
de la pureza de Lucy. Van Helsing, con su metdi-
ca forma de proceder, empez a sacar los distintos
contenidos de la bolsa y a ordenarlos para su utili-
zacin. Primero sac un soldador de hierro, una
barra de plomo de soldar y una lamparilla que, al
encenderla en un rincn de la tumba, expela un
gas que arda con vigorosa llama azul; luego sac
los bisturs y los coloc a mano; finalmente, sac
una estaca redonda de madera, de unas dos pul-
gadas y media o tres de grosor y unos tres pies de
longitud. Uno de los extremos estaba endurecido

593
Bram Stoker

al fuego y rematado en una punta muy afilada.


Junto con la estaca extrajo un mazo pesado, como
los que se emplean en las carboneras de las casas
para romper los pedazos gruesos de carbn. Yo
encuentro siempre estimulantes los preparativos
para cualquier clase de operacin; pero el efecto
que todas estas cosas produjeron en Arthur y en
Quincey fue de consternacin. No obstante, con-
servaron el valor y permanecieron callados y tran-
quilos.
Cuando todo estuvo dispuesto, dijo Van
Helsing:
Antes de nada, permtanme que les ex-
plique lo que dicen el saber y la experiencia de los
antiguos, y de todos aquellos que han estudiado
los poderes de los No muertos. Cuando se con-
vierten en eso, con el cambio les llega la maldicin
de la inmortalidad no pueden morir, siguen sub-
sistiendo siglo tras siglo, sumando nuevas vcti-
mas y multiplicando los males del mundo; pues

594
Drcula

todos los que mueren vctimas de los No muertos


se convierten en No muertos a su vez, y atacan a
su especie. De este modo, se va ensanchando el
crculo, como las ondulaciones que produce una
piedra al caer en el agua. Amigo Arthur, si le llega
a dar aquel beso a la pobre Lucy antes de morir, o
la hubiese abrazado anoche cuando usted le abri
los brazos, al morir se habra convertido usted
tambin en nosferatu, como los llaman en la Euro-
pa oriental, contribuyendo de este modo a la mul-
tiplicacin de los No muertos, cosa que nos habra
llenado de horror. La actividad de esta desventu-
rada dama no ha hecho ms que empezar. Esos
nios cuya sangre chupa an no han sufrido un
dao irreparable; pero si sigue viviendo, perdern
cada vez ms sangre, les har acudir a ella con su
poder, y les sacar la sangre con su baca perversa.
Pero si muere rectamente, entonces todo cesar;
desaparecern las pequeas heridas de sus gar-
gantas, y volvern a sus juegos sin saber el peligro

595
Bram Stoker

que corrieron. Pero la mayor bendicin es que,


cuando esta No muerta descanse verdaderamente
como descansan los difuntos, el alma de la pobre
dama a la que ambamos volver a ser libre. En
vez de cometer iniquidades durante la noche y
aumentar su degradacin durante el da, ocupar
el lugar que le corresponde entre los ngeles. De
modo, amigo mo, que ser una mano misericor-
diosa la que le aseste el golpe que la puede liberar.
Yo estoy dispuesto; pero no hay nadie entre us-
tedes con ms derecho? No ser una alegra pen-
sar despus, en el silencio de la noche, cuando no
llega el sueo: Ha sido mi mano la que la ha
ayudado a subir a las estrellas; ha sido la mano de
quien ms la amaba, la mano que ella habra ele-
gido entre todas, de haber podido escoger? D-
ganme si hay alguien as entre nosotros.
Todos miramos a Arthur. l vio tambin,
como los dems, la infinita bondad que haba en
esta sugerencia de que fuese su mano la que nos

596
Drcula

devolviese a Lucy como un santo recuerdo, y no


como un ser impo; dio un paso adelante y dijo
con valor, aunque le temblaba la mano y tena el
rostro blanco como el papel:
Mi fiel amigo, le doy las gracias desde el
fondo de mi corazn desgarrado. Dgame qu
debo hacer, y lo har!
Van Helsing pos una mano sobre su
hombro, y dijo: Bravo, muchacho! Un instante
de valor, y todo habr terminado. Deber atra-
vesarla con esta estaca. Ser una prueba espan-
tosa, no se engae; pero ser muy breve; des-
pus, su alegra ser ms grande que su dolor;
saldr de esta tenebrosa tumba como si caminara
en el aire. Pero una vez que empiece, no deber
vacilar. Piense que nosotros, sus fieles amigos,
estaremos a su lado, y que vamos a rezar por us-
ted todo el tiempo.
Bien dijo Arthur con voz ronca. D-
game qu tengo que hacer.

597
Bram Stoker

Coja la estaca con la mano izquierda, co-


loque la punta sobre el corazn y dle un mazazo
con la derecha. Entonces empezaremos nuestra
oracin por la difunta... Yo la leer; aqu tengo el
libro; y los dems me seguirn; golpee en nombre
de Dios, para devolverle la paz a nuestra querida
joven, y para que perezca la No muerta.
Arthur cogi la estaca y el mazo, y tan
pronto como tom la resolucin, sus manos no
experimentaron el ms ligero temblor. Van Hel-
sing abri el breviario y empez a leer, mientras
Quincey y yo le seguamos lo mejor que poda-
mos. Arthur coloc la punta sobre el corazn y
vimos el hoyuelo que produjo al apoyarse en la
carne blanca. A continuacin descarg un golpe
con todas sus fuerzas.
El ser del atad se retorci; un chillido
horrendo y paralizador brot de sus labios abier-
tos. El cuerpo se estremeci, tembl y se sacudi
en salvajes contorsiones; los dientes blancos y afi-

598
Drcula

lados daban continuas dentelladas, hasta que cor-


taron los labios y la boca se ti de roja espuma.
Pero Arthur no vacil. Pareca una imagen de
Thor con su brazo inexorable alzndose y cayen-
do, hincando ms y ms la estaca misericordiosa,
mientras la sangre del corazn traspasado manaba
y salpicaba a su alrededor. Su rostro expresaba re-
solucin, y en l pareca resplandecer un sagrado
deber; su contemplacin nos infundi nimos, de
forma que nuestros rezos resonaron con fuerza en
la pequea cripta.
Despus, las contorsiones y sacudidas del
cuerpo se hicieron ms dbiles, los dientes dejaron
de morder, y el rostro de temblar. Por ltimo, se
qued inmvil. La terrible misin haba termina-
do.
El mazo se desprendi de la mano de Art-
hur. Se tambale ste, y se habra desplomado en
el suelo si no llegamos a cogerle. Por su frente co-
rran gruesas gotas de sudor y su respiracin era

599
Bram Stoker

entrecortada. Efectivamente haba sido un trance


espantoso para l; y de no haberle empujado unas
razones que estaban por encima de las considera-
ciones humanas, jams lo habra llevado a efecto.
Durante unos minutos estuvimos tan pendientes
de l que no miramos el atad. Cuando lo hici-
mos, sin embargo, un murmullo de asombro co-
rri entre nosotros. Nos quedamos tan absortos,
que Arthur se levant del suelo donde se haba
sentado, y se acerc a mirar tambin; y entonces,
una extraa y gozosa luz ilumin su semblante,
disipando por completo la nube de horror que lo
haba ensombrecido.
En el atad no estaba ya el ser repugnante
que tanto nos haba asustado, y al que habamos
llegado a odiar hasta el punto de conceder la mi-
sin de destruirlo, como un privilegio, a aquel de
nosotros con ms derecho a llevarla a cabo. Ahora
era Lucy, tal y como la habamos conocido en vi-
da, con su rostro de inigualable dulzura y pureza.

600
Drcula

Es cierto que mostraba las huellas de la angustia,


el dolor y la consuncin, como se las habamos
visto en vida; pero stas eran queridas para noso-
tros, ya que revelaban fielmente a la que hablamos
conocido. Comprendimos que la santa beatitud
que iluminaba como un rayo de sol el rostro y el
cuerpo consumidos no era sino el smbolo de la
serenidad que deba reinar para siempre.
Van Helsing se acerc, pos una mano so-
bre l hombro de Arthur, y le dijo:
Y ahora, Arthur, amigo mo, me perdo-
na?
La reaccin ala terrible tensin le sobrevino
al cogerle la mano al anciano, llevrsela a los la-
bios, y besarla, diciendo:
Perdonarle! Que Dios le bendiga por
haberle devuelto el alma a mi amada, y a m la
paz.
Ech las manos a los hombros del profesor
y, apoyando la cabeza sobre su pecho, llor un

601
Bram Stoker

momento en silencio, mientras los dems perma-


necamos inmviles. Cuando levant la cabeza,
Van Helsing le dijo:
Ahora, hijo mo, puede besarla. Bese sus
labios muertos, si quiere, como ella habra desea-
do. Porque ahora ya no es un demonio de sonrisa
espantosa, ya no es un ser eternamente deprava-
do. Ya no es una No muerta. Es una muerta de
Dios, cuya alma est con l!
Arthur se inclin y la bes; luego hicimos
salir de la tumba a Quincey y a l; el profesor y yo
aserramos la parte superior de la estaca, dejndole
la punta dentro del cuerpo. Luego le cortamos la
cabeza y le llenamos la boca de ajos. Soldamos el
atad de plomo, atornillamos la tapa, recogimos
nuestras herramientas, y salimos. Cuando el pro-
fesor cerr la puerta, le entreg la llave a Arthur.
Afuera, la brisa era suave, brillaba el sol,
cantaban los pjaros, y pareca como si toda la Na-
turaleza hubiese adoptado otro tono. Haba ani-

602
Drcula

macin y gozo y paz en todas partes, y nos senti-


mos alegres en un sentido, aunque era una alegra
atemperada.
Antes de marcharnos, dijo Van Helsing:
Ahora, amigos mos, hemos dado un pa-
so en nuestra misin; el ms desgarrador para no-
sotros. Pero queda una empresa an mayor: des-
cubrir al autor de todo este sufrimiento, y acabar
con l. Tengo una pista que podemos seguir; aun-
que es una empresa larga y difcil en la que habr
peligro y dolor. Me ayudarn todos ustedes?
Hemos aprendido a creer, todos nosotros, no es
as? Y puesto que hemos aprendido a creer, no
vemos cul es nuestro deber? S! Y no vamos a
prometer seguir hasta el final?
Uno tras otro, le cogimos la mano y se lo
prometimos. Cuando nos marchbamos, dijo el
profesor:
Dentro de dos noches nos veremos y ce-
naremos juntos, a la siete, en casa del amigo John.

603
Bram Stoker

Llamar a otras dos personas; dos personas a


quienes ustedes no conocen todava; estar prepa-
rado para explicarles nuestra misin y revelarles
nuestros planes. Amigo John, venga usted conmi-
go g casa; tengo que consultarle muchas cosas, y
puede ayudarme. Esta noche salgo para Amster-
dam, pero volver maana por la noche. Entonces
empezar nuestra bsqueda. Pero primero tendr
que explicarles algo, a fin de que sepan lo que tie-
nen que hacer y temer. Entonces tendremos oca-
sin de renovar nuestras promesas; pues nos espe-
ra una misin terrible, y una vez que hayamos
puesto un pie en el arado, no deberemos retroce-
der.

604
CAPITULO XVII

DIARIO DEL DOCTOR SEWARD


(Continuacin)

Cuando llegamos al hotel Berkeley, Van


Helsing encontr un telegrama para l:

Llego tren. Jonathan en Whitby. Im-


portantes noticias.
MINA HARKER

El profesor se mostr encantado.


Ah, esta maravillosa seora Harker!
dijo; es una joya de mujer! Viene, pero yo no
puedo quedarme a esperarla. Tendr que alojarla
en su casa, amigo John. Deber ir usted a la esta-
cin a recogerla. Telegrafele en route a fin de pre-
venirla.
Bram Stoker

Cuando despachamos el telegrama, fuimos


a tomar una taza de t; all me habl de un diario
que haba ido escribiendo Jonathan Harker en el
extranjero, y me dio la copia mecanografiada; me
dio otra, tambin, del diario de la seora Harker,
escrito en Whitby.
Llveselas erijo, y estdielas bien.
Cuando yo vuelva; estar al corriente de los
hechos, y podremos abordar nuestra investigacin
en mejores condiciones. Gurdelas bien, porque
encierran un precioso tesoro. Necesitar de toda
su fe, a pesar de la experiencia de hoy. Lo que se
cuenta aqu puso la mano pesada y gravemente
en el mazo de papeles, mientras hablaba puede
significar el principio del fin para nosotros dos y
para muchos otros; o el fin de los No muertos que
pisan esta tierra. Le ruego que lo lea con amplitud
de criterio; y si puede aportar cualquier dato a la
historia que aqu se cuenta, hgalo, porque es im-
portantsimo. Usted lleva un diario de todos estos

606
Drcula

sucesos extraos, no es cierto? As que la prxima


vez que nos reunamos los cotejaremos los tres.
Seguidamente, se arregl para irse, y poco
despus cogi un coche que le llevara a Liverpool
Street. Por mi parte, me dirig a Paddington, don-
de llegu unos quince minutos antes de entrar el
tren.
La multitud se dispersaba despus de inva-
dir tumultuosamente los andenes de llegada; em-
pec a sentirme inquieto, temiendo que se me
perdiese mi invitada, cuando se acerc a m una
joven de rostro encantador y aspecto elegante, y
despus de una rpida ojeada, dijo:
E1 doctor Seward?
Y usted es la seora Harker! contest
inmediatamente; y ella me tendi la mano.
Le he conocido por la descripcin de la
pobre Lucy; pero... call de repente, y un vivo
rubor inund su cara.

607
Bram Stoker

El rubor que encendi mis propias mejillas


hizo, quiz, que los dos nos sintiramos ms c-
modos, pues fue una tcita respuesta al suyo. Me
hice cargo de su equipaje, que inclua una mqui-
na de escribir, y cogimos el metro hasta Fenchurch
Street, iras enviar un telegrama a mi ama de llaves
pidindole que preparase inmediatamente un
dormitorio y un cuarto de estar para la seora
Harker.
Llegamos a la hora prevista. Ella saba, na-
turalmente, que se trataba de un manicomio; pero
advert que no pudo reprimir un ligero estreme-
cimiento al entrar.
Dijo que, si poda ser, bajara a mi despa-
cho, porque tena muchas casas que contar. As
que estoy terminando de grabar esto en mi fon-
grafo, mientras la espero. Hasta ahora no he teni-
do ocasin de hojear los papeles que Van Helsing
me ha entregado, aunque los tengo delante de m.
Procurar que la seora Harker se entretenga en

608
Drcula

algo, a ver si mientras tanto los puedo leer. Sin


duda ignora lo precioso que es el tiempo, y la mi-
sin que tenemos entre manos. Tendr que tener
cuidado para no asustarla. Aqu llega!

DIARIO DE MINA HARKER

29 de setiembre

Despus de arreglarme, baj al despacho


del doctor Seward. Me detuve en la puerta un
momento, ya que me pareci orle hablar con al-
guien. Pero dado que me haba pedido que no
tardara, llam; le o decir: Pase, y entr.
Para asombro mo, no haba nadie con l.
Estaba completamente solo; y sobre la mesa te-
na un artefacto, que reconoc inmediatamente
por una descripcin, llamado fongrafo. Hasta

609
Bram Stoker

ahora no haba visto ninguno, y me sent muy


interesada.
Me temo que le he hecho esperar dije
; me haba quedado en la puerta al orle hablar;
cre que estaba con alguien.
Ah! replic l, con una sonrisa, esta-
ba grabando algo en mi diario.
En su diario? pregunt con sorpresa.
S contest. Lo tengo aqu.
Mientras hablaba, puso una mano sobre el fon-
grafo.
Me sent vivamente interesada, y exclam:
Vaya!, esto le gana a la taquigrafa.
Puedo orle decir algo?
Desde luego contest l con prontitud,
y se levant para ponerlo en marcha. Pero se de-
tuvo, y su cara reflej una expresin de turbacin.
El caso es empez con torpeza que
slo tengo grabado mi diario; y se refiere entera-

610
Drcula

mente, o casi enteramente, a mis casas, y puede


ser embarazoso...; o sea, quiero decir...
Se call, y trat de ayudarle a salir de su
confusin.
Usted asisti a mi querida Lucy hasta el
final. Permita que oiga cmo muri; le agradecera
que me contase todo lo que pueda sobre ella. Nos
queramos muchsimo, muchsimo.
Para mi perplejidad, contest con una ex-
presin de horror en el semblante
Contarle cmo muri? Por nada del
mundo!
Por qu no? pregunt; un terrible so-
bresalto se haba apoderado de m.
Guard silencio otra vez, y me di cuenta de
que trataba de inventar un pretexto. Finalmente,
tartamude:
Ver, no s cmo localizar una parte con-
creta del diario. Mientras hablaba, vi que se le
ocurra una idea; y aadi con inconsciente senci-

611
Bram Stoker

llez, en tono distinto, y con infantil ingenuidad:


Es completamente cierto, le doy mi palabra! No
pude reprimir una sonrisa, a lo que l hizo una
mueca: Esta vez me he traicionado! Pero sabe
usted que aunque hace meses que vengo graban-
do este diario, no he previsto el modo de localizar
una parte concreta, en caso de querer escucharla?
A todo esto, yo haba decidido que el diario
del doctor que haba asistido a Lucy poda aportar
algo ms a nuestro conocimiento de ese terrible
ser, y le dije con determinacin:
Entonces, doctor Seward, ser mejor que
me deje copirselo a mquina.
Se puso mortalmente plido, y dijo:
No! No! Por nada del mundo permitir
que conozca esa historia terrible!
Luego era una historia terrible. Mi intui-
cin no me haba engaado! Medit unos momen-
tos; y mientras recorra la habitacin con la mira-
da, buscando inconscientemente algo, alguna

612
Drcula

oportunidad que me ayudase, descubr el gran


mazo de papeles mecanografiados sobre la mesa.
Sus ojos se fijaron en los mos y siguieron impen-
sadamente la trayectoria de mi mirada. Al ver
tambin el paquete, comprendi lo que yo estaba
pensando.
Usted no me conoce dije. Cuando
haya ledo esos escritos que he mecanografiado
(mi diario y el de mi esposo), me conocer mejor.
Yo no he vacilado en dar a conocer mis pensa-
mientos ms ntimos en esta causa; pero natural-
mente, usted no me conoce... todava; de modo
que no puedo esperar que tenga tanta confianza
en m.
Verdaderamente, es un hombre de noble
carcter; la pobre Lucy tena razn en lo que deca
de l. Se levant y abri un gran armario en el que
tena ordenada numricamente cierta cantidad de
cilindros huecos, de metal, recubiertos de una cera
oscura; y dijo:

613
Bram Stoker

Tiene usted toda la razn. No confiaba en


usted porque no la conoca. Pero ahora la conozco;
y permita que le diga que deb haberla conocido
hace tiempo. S que Lucy le hablaba de m; ella
tambin me habl de usted. Puedo hacer la nica
reparacin que est a mi alcance? Coja estos cilin-
dros y escchelos: la primera media docena son
personales, y no le horrorizarn; as me conocer
mejor. La cena estar lista cuando termine. Entre-
tanto, yo leer algunos de estos documentos, y es-
tar en mejor disposicin para comprender ciertas
cosas.
Subi personalmente el fongrafo a mi
cuarto de estar, y me lo ajust. Ahora me enterar
de algo interesante, estoy segura; porque sin duda
contar la otra cara de un autntico episodio amo-
roso, del que ya conozco la mitad...

614
Drcula

DIARIO DEL DOCTOR SEWARD

29 de setiembre
Estaba tan enfrascado en ese maravilloso
diario de Jonathan Harker, y en el de su esposa,
que se me pas el tiempo sin sentir. La seora
Harker no haba bajado cuando entr la doncella a
anunciar la cena; as que le dije:
Posiblemente se siente cansada; espere
una hora para servir la cena.
Y continu mi trabajo. Acababa de terminar
el diario de la seora Harker, cuando entr ella. La
encontr encantadoramente bonita, pero muy tris-
te, con los ojos colorados de llorar. Esto me enter-
neci. ltimamente, bien sabe Dios que he tenido
motivos para llorar! ; aunque no me ha sido con-
cedido ese consuelo; y ahora, la visin de esos ojos
preciosos brillantes por las recientes lgrimas me
lleg al corazn. De modo que dije lo ms ama-
blemente que pude:

615
Bram Stoker

Temo mucho haberle causado dolor.


Oh, no; no ha sido eso! replic; es
que me ha conmovido el ver cunto ha sufrido us-
ted. Es un aparato maravilloso, pero es cruelmente
sincero. Me ha contado con sus mismos acentos
las angustias de su corazn. Es como si l, alma
llorase al Dios todopoderoso. Nadie debe orlo
otra vez! Escuche, he tratado de serle til. He
transcrito sus palabras con mi mquina de escri-
bir; as no' habr necesidad de que nadie escuche
los latidos de su corazn, como lo he hecho yo.
Nadie tiene por qu orlos, ni los oir
dije en voz baja.
Ella puso su mano sobre la ma, y exclam
gravemente:
Ah, pero s deben saberlo!
Que deben saberlo?; pero por qu?
pregunt.
Porque forma parte de la terrible historia,
forma parte de la muerte de la querida Lucy, y de

616
Drcula

todo lo que la ha propiciado; porque en la lucha


que debemos afrontar para librar a la tierra de ese
terrible monstruo, necesitamos echar mano de to-
da la informacin y de toda la ayuda que poda-
mos conseguir. Creo que los cilindros que me ha
dado contienen ms datos de los que usted pre-
tenda darme a conocer; su grabacin aporta mu-
chos elementos esclarecedores en este oscuro mis-
terio. Me permitir que le ayude, verdad? Estoy
enterada de todo hasta determinado momento, y
aunque slo he podido escuchar su diario hasta el
7 de setiembre, ya veo el acoso que sufri la pobre
Lucy, y cmo se abati sobre ella su terrible desti-
no. Jonathan y yo hemos estado trabajando noche
y da desde que hablamos con el profesor Van
Helsing. La ha ido a Whitby a recoger ms infor-
macin, y maana estar aqu para ayudarnos. No
tiene por qu haber secretos entre nosotros; si tra-
bajamos juntos y con absoluta confianza, podemos
ser ms fuertes que si andamos a oscuras.

617
Bram Stoker

Me mir con ojos suplicantes; y al mismo


tiempo, su persona manifestaba tantos nimos y
tanta resolucin, que acced inmediatamente a sus
deseos.
Haga usted lo que considere conveniente.
Que Dios me perdone si me equivoco! Hay cosas
terribles que todava no sabemos; pero si usted ha
venido de tan lejos por la muerte de la pobre Lu-
cy, comprendo que no se conforme con permane-
cer a oscuras. Y puede que su final, su verdadero
final, le traiga a usted un poco de paz. Vamos, ya
est la cena. Debemos reponer fuerzas, dado lo
que nos aguarda; tenemos ante nosotros una em-
presa espantosa y cruel. Cuando termine de cenar,
escuchar el resto, y le contestar a las preguntas
que quiera... si es qu hay al lo 'que no compren-
de; aunque para los que lo presenciamos estuvo
bastante claro.
DIARIO DE MINA HARKER

618
Drcula

29 de setiembre

Despus de cenar fui con el doctor Seward


a su despacho. Baj el fongrafo de mi habitacin,
y yo llev mi mquina de escribir. Me trajo una
cmoda silla, prepar el fongrafo para que yo lo
manejase sin levantarme, y me ense a pararlo,
por si necesitaba detenerme. Luego, se sent pen-
sativo en una butaca, de espaldas a m a fin de que
yo me sintiese lo ms a gusto posible, y se puso a
leer. Yo me coloqu los auriculares y empec a es-
cuchar.
Cuando termin la terrible historia de la
muerte de Lucy, y... y todo lo que sigui, me re-
cost en la silla sin fuerzas. Afortunadamente, no
me desmayo con facilidad. Cuando el doctor Se-
ward me vio, se levant apresuradamente, profi-
riendo una exclamacin, corri al armario, sac un
frasco y me dio a beber un sorbo de coac que me
reanim en pocos minutos. La cabeza me daba

619
Bram Stoker

vueltas, y de no ser porque en medio de toda la


multitud de horrores me lleg como un rayo de
luz la certeza de que mi querida, mi queridsima
Lucy haba encontrado la paz, creo que no habra
podido soportarlo y habra sufrido un ataque de
histerismo. Es todo tan descabellado, tan misterio-
so y extrao, que si no llega a ser porque conoca
la experiencia de Jonathan en Transilvania, no
habra sido capaz de creerlo. As, no saba qu
pensar; y sal del apuro ocupndome de otra cosa.
Quit a tapa a la mquina de escribir, y le dije al
doctor Seward:
Deje que lo transcriba ahora. Hay que te-
nerlo preparado para cuando llegue el doctor Van
Helsing. He enviado un telegrama a Jonathan para
que venga aqu cuando llegue a Londres. En este
asunto lo ms importante son los datos; de modo
que si tenemos preparado todo nuestro material, y
ordenado cronolgicamente cada anotacin,
habremos adelantado mucho. Dice usted que lord

620
Drcula

Godalming y el seor Morris van a venir tambin.


Podremos ponerles al corriente cuando lleguen.
El doctor Seward regul el fongrafo a me-
nos velocidad y continu mecanografiando a par-
tir del sptimo cilindro. Utilic papel carbn y sa-
qu tres copias, igual que haba hecho con los
otros. Era bastante tarde, cuando termin, pero el
doctor Seward haba ido a atender su trabajo, efec-
tuando una visita a sus pacientes; despus regres
y se sent a mi lado a leer, de manera que no me
he sentido demasiado sola. Qu bueno y atento
es! El mundo parece que est lleno de hombres
buenos...; aunque hay monstruos tambin. Antes
de retirarme a descansar, he recordado lo que Jo-
nathan escribi en su diario sobre la turbacin del
profesor al leer algo en el peridico de la tarde, en
la estacin de Exeter; y dado que el doctor Seward
conserva los peridicos le he cogido los nmeros
del Westminster Gazette y del Pall Mall Gazette, y me
los he subido a la habitacin. Recuerdo lo que me

621
Bram Stoker

ayudaron el Dailygraph y el Whitby Gazette a com-


prender los terribles sucesos de Whitby, cuando
desembarc el conde Drcula; as que los hojear a
partir de esa fecha, y quiz consiga alguna nueva
informacin. No tengo sueo, y el trabajo me ayu-
dar a tranquilizarme.

DIARIO DEL DOCTOR SEWARD

30 de setiembre

El seor Harker lleg a las nueve. Recibi el


telegrama de su esposa a tiempo, antes de coger el
tren. Es extraordinariamente inteligente, a juzgar
por su expresin, y est lleno de energa. Si es cier-
to lo que dice en su diario y debe de serlo, te-
niendo en cuenta mis propias experiencias, es
hombre de mucho nervio tambin. Ese descenso a
la cripta por segunda vez es de una intrepidez

622
Drcula

asombrosa. Despus de leer lo que cuenta espera-


ba encontrarme con una persona excepcional, pero
no con el caballero tranquilo y con aspecto de ne-
gociante que ha llegado hoy.

Ms tarde
Despus de comer, Harker y su esposa han
subido a su habitacin; y al pasar yo por delante
hace un rato he odo el ruido de la mquina de es-
cribir. Trabajan con tesn. La seora Harker dice
que estn ordenando cronolgicamente todos los
datos e informaciones. Harker tiene las cartas cru-
zadas entre los consignatarios de los cajones de
Whitby y la compaa de transportes que se hizo
cargo de ellos. Ahora estn leyendo la copia me-
canografiada de mi diario. Me pregunto qu saca-
rn en claro. Aqu est...
Qu extrao que no se me ocurriera que la
casa que tengo ms cerca de aqu, sea precisamen-
te el escondite del Conde! Bien sabe Dios que

623
Bram Stoker

nuestro paciente Renfield nos ha dado indicios su-


ficientes! Han aadido las cartas relacionadas con
la compra de la casa al texto mecanografiado. Ah,
si las hubiramos tenido antes, habramos podido
salvar a la pobre Lucy! Dejmoslo; de lo contrario,
acabar por enloquecer! Harker se ha ido otra vez
para seguir cotejando el material. Dice que para la
hora de la cena tendrn ordenada toda la historia.
Entretanto, dice que yo deberla ir a visitar a Ren-
field, ya que hasta aqu ha venido siendo una es-
pecie de indicador de las idas y venidas del Con-
de. An no lo veo del todo claro; aunque cuando
compruebe las fechas supongo que lo ver. Qu
bien que la seora Harker haya mecanografiado
mis grabaciones! De no haber sido as, no habra
habido forma de conseguir esas fechas...
He encontrado a Renfield sentado plcida-
mente en su habitacin con las manos cruzadas,
sonriendo beatficamente. Me ha parecido la per-
sona ms en su juicio que he visto en mi vida. Me

624
Drcula

he sentado y he hablado con l sobre un montn


de temas, y en todos ellos ha mostrado una gran
sensatez. Luego, espontneamente, me ha hablado
de regresar 'a casa, tema que no haba tocado ja-
ms, que yo sepa, desde que ingres aqu. De
hecho, me ha dicho que confa en que le demos de
alta enseguida. Creo que si no hubiese hablado
poco antes con Harker, y no hubiese ledo las car-
tas y las fechas de sus ataques de violencia, habra
estado dispuesto a firmarle el alta tras un breve
perodo de observacin. Ahora, en cambio, no me
fo. Todos sus accesos de violencia estaban rela-
cionados de algn modo con la proximidad del
Conde. Qu significa, entonces, esta absoluta pla-
cidez? Es posible que su instinto se sienta satisfe-
cho ante el ltimo triunfo del vampiro? Esperare-
mos; es zofago, y en sus insensatos desvaros en
la puerta de la capilla de la casa abandonada
hablaba siempre de su "seor Todo esto parece
confirmar nuestra teora. Sin embargo, le he deja-

625
Bram Stoker

do poco despus: mi amigo parece un poquito


demasiado cuerdo, en este momento, para son-
dearle a fondo. Podra empezar a pensar, y...! As
que dejmosle. Como no me fo de su tranquili-
dad, le he dicho al celador que le vigile estrecha-
mente y tenga preparada la camisa de fuerza por
si acaso.

DIARIO DE JONATHAN HARKER

29 de setiembre, en el tren a Londres

Cuando recib la amable respuesta del se-


or Billington de que me dara toda la informacin
que obraba en su poder, me pareci lo ms pru-
dente ir en persona a Whitby y hacer all las averi-
guaciones necesarias. Mi objetivo ahora consiste
en seguir el rastro de ese horrible cargamento del
Conde hasta su propiedad de Londres. Ms tarde,

626
Drcula

quiz podamos enfrentarnos con l. Billington


hijo, un joven muy amable, me esperaba en la es-
tacin y me llev a casa de su padre, donde haban
decidido que me quedase a dormir. Son hospitala-
rios, con esa hospitalidad sincera de Yorkshire que
consiste en atender en todo al invitado y dejarle en
entera libertad para que se mueva a su gusto. Sa-
ban que soy un hombre ocupado y que mi estan-
cia deba ser breve, por lo que el seor Billington
tena preparado en su despacho todos los docu-
mentos relativos al envo de los cajones. Casi me
dio un vuelco el corazn al reconocer una de las
cartas que haba visto sobre la mesa del Conde,
antes de conocer sus planes diablicos. , Todo
haba sido cuidadosamente planeado, y ejecutado
sistemticamente y con precisin. Haba previsto
cada detalle para salvar cualquier obstculo que
surgiese casualmente en su camino. Para utilizar
una expresin americana, no haba dejado un so-
lo cabo por atar, y la absoluta puntualidad con

627
Bram Stoker

que haban sido ejecutadas sus instrucciones no


era sino consecuencia lgica de esta previsin.
Copi la factura: 50 cajones de tierra comn, des-
tinada a fines experimentales Me ensearon tam-
bin una copia de la carta dirigida a Carter Pater-
son, y su contestacin; me dieron copia de las dos.
Esta es toda la informacin que el seor Billington
pudo facilitarme; a continuacin baj al puerto y
habl con los vigilantes de la costa, con los oficia-
les de aduanas y con el jefe de puerto. Todos me
comentaron la extraa entrada del barco, que ya
ha pasado a formar parte de fa tradicin local; pe-
ro nadie pudo aadir nada al informe de 50 cajo-
nes de tierra comn. Luego habl con el jefe de es-
tacin, quien amablemente me present a los
hombres que se ocuparon de los cajones. Su cuen-
ta concordaba exactamente con la de la lista, y no
tenan nada que aadir, salvo que los cajones eran
mortalmente pesados y que su acarreo les haba
dejado secos. Uno de estos hombres coment que

628
Drcula

era de lamentar que no hubiera habido un caballe-


ro como usted, squire, capaz de demostrar en
forma lquida su aprecio a tantos esfuerzos; y otro
remach que la sed entonces generada haba sido
tal, que pese al tiempo transcurrido an no la
haba podido calmar. No hace falta aadir que,
antes de marcharme, tuve buen cuidado de subsa-
nar el motivo de tal reproche.

30 de setiembre

El jefe de estacin fue tan atento que me dio


unas lneas para su antiguo compaero el jefe de
estacin de King's Cross, de manera que cuando
llegu all por la maana, pude interrogarle sobre
la llegada de los cajones. A su vez, me puso en
contacto con los funcionarios correspondientes, y
comprob que su cuenta coincida tambin con la
factura original. Aqu me encontr con que la sed
generada era bastante menos acuciante; sin em-

629
Bram Stoker

bargo, an quedaban algunos vestigios, y me vi


obligado, nuevamente, a eliminarlos de forma re-
troactiva.
De all fui a las oficinas centrales de Carter
Paterson, donde me recibieron con la mayor corte-
sa. Consultaron la operacin en el libro diario y
telefonearon a sus oficinas de King's Cross pi-
diendo ms detalles. Afortunadamente para m,
los hombres que se encargaron del reparto estaban
esperando trabajo, y el encargado les mand que
se presentasen en las oficinas, enviando tambin,
por uno de ellos, la hoja de ruta y todos los docu-
mentos relacionados con la entrega de los cajones
en Carfax. Aqu comprob que la cuenta coincida
exactamente; los hombres que haban efectuado la
entrega dijeron que podan ampliar la parquedad
de las palabras escritas con unos cuantos detalles.
No tard en comprobar que dichos detalles se re-
feran de manera casi exclusiva al carcter polvo-
riento de su trabajo, y a la consiguiente sed que

630
Drcula

ocasionaba en los trabajadores. A fin de brindarme


la oportunidad de aliviar retroactivamente por
medio de moneda del reino tan beneficioso mal,
uno de los hombres coment
La casa esa, jefe, es la ms rara que he
visto en mi vida. Palabra! Hace siglos que no ha
entrado nadie en ella. Hay tanto polvo all, que
podra dormir uno en el suelo sin que le doliesen
los huesos; y estaba todo tan abandonado como la
antigua Jerusaln. En cuanto a la vieja capilla ah
s que...! A mi compadre y a m nos pareci que no
salamos nunca. No me habra gustado estar all ni
un segundo, despus de oscurecer.
He estado en esa casa, y lo creo perfecta-
mente; pero si hubiesen sabido lo que yo s, creo
que habran cargado un poco ms las tintas.
De una cosa ms estoy satisfecho: de que
todos los cajones que llegaron a Whitby desde Var-
na en la Demter han sido depositados en la vieja
capilla de Carfax. Tiene que haber cincuenta; si no

631
Bram Stoker

se han llevado ninguno..., como el diario del doc-


tor Seward me hace temer.
Intentar buscar al transportista que se lle-
v los cajones de Carfax cuando Renfield les atac.
Siguiendo esa pista, puedo averiguar bastante.

Ms tarde

Mina y yo hemos trabajado todo el da y


hemos puesto todos los papeles en orden.

DIARIO DE MINA HARKER

30 de setiembre

Estoy tan contenta que apenas puedo con-


tenerme Supongo que es la reaccin, despus del
miedo que he pasado: este terrible asunto y el

632
Drcula

abrirse de nuevo la vieja herida podan haber te-


nido repercusiones desastrosas en Jonathan. Le vi
partir para Whitby 'con el semblante ms animado
que nunca; pero me senta llena de temor. Sin em-
bargo, el esfuerzo ha influido beneficiosamente en
l. Nunca se haba mostrado tan decidido, tan
fuerte, tan lleno de energa volcnica, como ahora.
Ha ocurrido exactamente lo que ese bendito pro-
fesor Van Helsing deca: es muy valiente, y se su-
pera en circunstancias que podran acabar con una
naturaleza ms dbil. Regres lleno de vida y es-
peranza y determinacin; hemos ordenado todos
los documentos para esta noche. Estoy nerviossi-
ma de tanta excitacin. Supongo que debera sen-
tir compasin por algo tan perseguido como el
Conde. Digo algo porque este ser no es persona...;
ni siquiera bestia. El leer lo que cuenta el doctor
Seward sobre la muerte de la pobre Lucy, y lo que
pas despus, es suficiente para secar el manantial
de la compasin en el alma de cualquiera.

633
Bram Stoker

Ms tarde
Lord Godalming y el seor Morris llegaron
antes de lo previsto. El doctor Seward estaba tra-
bajando y se haba llevado a Jonathan consigo, de
manera que he tenido que recibirles yo. Ha sido
un encuentro doloroso para m, porque me ha
trado el recuerdo de todas las esperanzas de la
pobre Lucy, segn me contaba ella hace tan slo
unos meses. Naturalmente, Lucy les haba habla-
do de m, y parece que el doctor Van Helsing tam-
bin ha estado cantando mis alabanzas, como ha
dicho el seor Morris. Pobres muchachos, ninguno
de ellos sabe que estoy enterada de las proposi-
ciones matrimoniales que le hicieron a Lucy. Aho-
ra no saban exactamente qu decir, ya que igno-
ran hasta dnde estoy enterada del caso; as que
han hablado de cuestiones que nada tenan que
ver. Sin embargo, me lo pens bien, y llegu a la
conclusin de que era mejor ponerles al corriente.

634
Drcula

Yo saba por el diario del doctor Seward que estu-


vieron presentes en la muerte de Lucy en su
muerte verdadera, y que no adelantaba ningn
secreto. De modo que les dije, lo mejor que pude,
que haba ledo todos los documentos y diarios, y
que mi marido y yo acabbamos de mecanogra-
fiarlos y de ordenarlos. Les di una copia a cada
uno para que la leyesen en la biblioteca. Cuando
lord Godalming cogi la suya y la hoje por enci-
ma es un mazo de hojas bastante grueso, dijo:
Ha escrito usted todo esto, seora Har-
ker?
Asent, y l prosigui
No veo qu finalidad tiene todo esto; pe-
ro se portan ustedes con tanta amabilidad, y traba-
jan con tanta energa, que todo lo que puedo hacer
es aceptar ciegamente sus sugerencias y tratar de
ayudar; yo he recibido una leccin al tener que
admitir hechos capaces de volver humilde a un

635
Bram Stoker

hombre hasta la ltima hora de su vida. Adems,


s que usted quera a la pobre Lucy...
Aqu se volvi y se cubri la cara con las
manos. Pude notar la congoja en su voz. El seor
Morris, con instintiva delicadeza, pos una mano
en su hombro, y luego sali en silencio de la habi-
tacin. Creo que hay algo en la naturaleza femeni-
na que mueve al hombre a abandonarse ante ella,
dejando que broten libremente sentimientos tier-
nos y emocionados, sin menoscabo de su hombra.
Cuando lord Godalming estuvo a solas conmigo,
se sent en el sof y se desmoron totalmente. Me
sent a su lado y le cog la mano. Espero que lo
haya considerado un gesto espontneo del mo-
mento, y que si vuelve a pensar en ello, no se le
ocurra nada raro. Pero le juzgo mal: s que no
hara una cosa as: es un autntico caballero. Le
dije, porque vea que tena destrozado el corazn:
Yo quera a Lucy; s lo que ella represen-
taba para usted y lo que usted representaba para

636
Drcula

ella. Ella y yo ramos como hermanas; pero ahora


que no est con nosotros, me dejar ser como una
hermana para usted, en su angustia? Comprendo
su dolor, aunque no puedo medir su hondura. Si
la compasin y la simpata pueden consolarle en
su afliccin, me dejar serle de alguna ayuda...,
por Lucy?
Instantneamente, el pobre muchacho se
sinti abrumado por el sufrimiento. Todo lo que
haba soportado hasta ahora en silencio, le sali de
pronto libremente. Se dej llevar por la crisis de
histerismo y, alzando las manos abiertas, junt las
palmas en una completa agona de dolor. Se le-
vant, se sent otra vez, y las lgrimas corrieron
por sus mejillas. Sent una piedad infinita por l y
le abr los brazos impensadamente. Con un sollo-
zo, apoy la cabeza sobre mi hombro, y gimi co-
mo un nio desconsolado, mientras le sacuda la
emocin.

637
Bram Stoker

Las mujeres tenemos un espritu maternal


que nos eleva por encima de las cuestiones trivia-
les cuando nos lo invocan; sent la cabeza de este
hombre mayor y afligido descansando sobre mi
hombro como si fuese el nio que algn da des-
cansar en mi pecho, y le acarici los cabellos co-
mo si fuese mi propio hijo. No se me ocurri pen-
sar, en ese momento, en lo extrao de la escena.
Poco despus cesaron sus sollozos, y se le-
vant murmurando una excusa, aunque no trat
de disimular su emocin. Me dijo que durante d-
as y noches das de cansancio y noches de in-
somnio haba sido incapaz de hablar con nadie,
como debe hacer todo hombre en sus momentos
de afliccin. No haba habido ninguna mujer que
le hubiese mostrado su simpata, o con la que
hubiese podido desahogar su corazn, hablndole
de las terribles circunstancias que rodeaban su do-
lor.

638
Drcula

Ahora s lo que he sufrido dijo, y se se-


c los ojos; lo que no s (ni nadie sabr jams) es
lo dulce que ha sido hoy su simpata para m. A su
debido tiempo lo sabr; y crame que, aunque no
dejo de estar agradecido, mi gratitud aumentar
con mi comprensin. Me permitir ser como un
hermano para toda la vida, verdad que s, por
nuestra querida Lucy?
Por nuestra querida Lucy dije, mien-
tras nos dbamos la mano.
Y por usted misma aadi l ; pues
si alguien se ha ganado alguna vez la estima y la
gratitud de un hombre, ha sido usted, hoy. Y si
llegase a necesitar ayuda de alguien, crame que
no me la pedir en vano. Quiera Dios que no ven-
ga jams ese momento a nublar el sol de su vida;
pero si fuese as, promtame que me lo har saber.
Hablaba con tanta seriedad, y su dolor era
tan reciente, que comprend que le servira de con-
suelo; as que le dije

639
Bram Stoker

Se lo prometo.
En el corredor encontr al seor Morris
asomado a la ventana. Al or mis pasos, se volvi.
Cmo se encuentra Art? dijo. Luego,
al notar mis ojos enrojecidos, prosigui : Ah,
veo que le ha estado consolando! Pobre mucha-
cho, lo necesita! Slo una mujer puede ayudar a
un hombre cuando se siente con el corazn des-
trozado; y l no tiene a nadie.
Quisiera poder consolar a todos lo que
han sufrido. Me permitir ser su amiga, y acudir
a m cuando necesite consuelo? Ms adelante sa-
br por qu se lo digo.
Vio que estaba muy seria, se inclin, me co-
gi la mano y, llevndosela a los labios, me la be-
s. Me pareci un pobre consuelo para un alma
tan valiente y generosa; e instintivamente, me esti-
r y le bes. Los ojos se le llenaron de lgrimas, y
hubo un ahogo momentneo en su garganta; lue-
go dijo, ya sereno:

640
Drcula

Chiquilla, jams lamentar este gesto de


generosidad, mientras viva!
Y se dirigi al despacho de su amigo.
Chiquilla! La misma palabra que le dijo a
Lucy; oh, tambin l demostr ser un amigo!

641
CAPITULO XVIII

DIARIO DEL DOCTOR SEWARD

30 de setiembre

Regres a casa a las cinco, y me encontr


con que Godalming y Morris no slo haban llega-
do, sino que haban estudiado ya la transcripcin
de los diversos diarios y cartas que Harker y su
maravillosa esposa han mecanografiado y orde-
nado. Harker todava no haba vuelto de su visita
a los transportistas de los que me haba hablado el
doctor Hennessey en su carta. La seora Harker
nos sirvi una taza de t, y sinceramente debo de-
cir que, por primera vez desde que vivo aqu, este
viejo edificio me ha parecido mi casa. Al terminar,
dijo la seora Harker:
Drcula

Doctor Seward, puedo pedirle un favor?


Quisiera visitar a su paciente, el seor Renfield.
Permtame que le vea. Lo que cuenta usted de l
en su diario me ha interesado muchsimo!
Tena una expresin tan suplicante y encan-
tadora, que no me pude negar, ni haba razn para
hacerlo; as que la llev. Cuando entr en la habi-
tacin le dije al enfermo que una seora deseaba
verle; a lo que l contest simplemente:
Por qu?
Est visitando el establecimiento y quiere
ver a todos los que viven aqu contest.
Ah, muy bien! dijo; que pase, no fal-
taba ms; pero espere un momento a que arregle
la habitacin.
Su forma de limpiarla fue muy singular: se
limit a tragarse todas las moscas y araas de las
cajas, antes de que yo pudiera detenerle. Era evi-
dente que no quera que se lo impidiesen. Cuando

643
Bram Stoker

concluy tan repugnante menester, dijo alegre-


mente:
Dgale a la dama que puede pasar.
Y se sent en el borde de la cama con la ca-
beza baja, pero los prpados levantados, a fin de
poderla ver cuando entrase. Por un instante tem
que abrigara intenciones homicidas; recordaba lo
tranquilo que se haba mostrado poco antes de
atacarme en mi propio despacho, y tom precau-
ciones situndome cerca de l, a fin de sujetarle si
trataba de abalanzarse sobre ella. La seora Har-
ker entr en la habitacin con una graciosa natura-
lidad capaz de ganarse el respeto de cualquier lu-
ntico, pues la naturalidad es una de las cualida-
des que ms respetan los locos. Se acerc a l, son-
riendo afablemente, y le tendi la mano.
Buenas tardes, seor Renfield dijo.
Como ve, ya le conozco. El doctor Seward me ha
hablado de usted.

644
Drcula

No contest enseguida, sino que se limit a


mirarla atentamente, con ceo impasible. Esta ex-
presin dio paso a otra de sorpresa, en la que
haba cierta duda, tambin; luego, para mi asom-
bro, dijo:
Usted no es la joven con la que el doctor
quera casarse, verdad? No puede ser; ella ha
muerto.
La seora Harker sonri con dulzura, y
contest:
Oh, no! Yo ya estoy casada; ya lo estaba
antes de conocer al doctor Seward. Soy la seora
Harker.
Entonces, qu hace usted aqu?
Mi marido y yo hemos venido a estar
unos das con el doctor Seward.
Pues no se queden.
Pero por qu?

645
Bram Stoker

Me pareci que este tema de conversacin


poda no ser del agrado de la seora Harker, como
no lo era para m, e intervine:
Cmo sabia que yo quera casarme?
Su contestacin fue claramente desdeosa,
en una pausa en la que apart los ojos de la seora
Harker, me mir, y los volvi otra vez hacia ella:
Qu pregunta ms estpida!
A m no me lo parece, seor Renfield
dijo la seora Harker, saliendo en mi defensa.
Renfield le contest con tanta cortesa y
respeto, como desprecio haba mostrado hacia m
Sin duda comprender, seora Harker,
que cuando un hombre es querido y respetado,
como lo es nuestro anfitrin, todo cuanto le afecta
interesa a nuestra pequea comunidad. El doctor
Seward es querido no slo por sus familiares y
amigos, sino incluso por sus pacientes, algunos de
los cuales, debido a su desequilibrio mental, tien-
den a desvirtuar las causas y los efectos. Dado que

646
Drcula

estoy interno en un manicomio, no puedo por me-


nos de observar que la propensin al sofisma de
algunos de los que estn internados aqu les incli-
na a errores de non causae y de ignoratio elenchi.
Abr los ojos con asombro ante esta nueva
manifestacin. Aqu tenia a mi loco predilecto el
ms representativo de su tipo que haba conoci-
do hablando de filosofa elemental con la acti-
tud de un refinado caballero. Me pregunto si fue
la presencia de la seora Harker lo que hizo vibrar
algn resorte de su memoria. Si esta nueva faceta
es espontnea o si, debida de alguna forma a la
influencia inconsciente de ella, significa que esta
mujer est dotada de algn extrao don o poder.
Seguimos hablando durante un rato; y
viendo que discurra de forma completamente ra-
zonable, la seora Harker, tras dirigirme una mi-
rada interrogante al empezar, decidi llevarle
hacia su tema favorito. De nuevo tuve ocasin de
asombrarme, pues se expres con la objetividad

647
Bram Stoker

de una persona en su completo juicio; incluso se


puso a s mismo como ejemplo.
Bueno, yo mismo era un hombre que te-
na una extraa creencia. En efecto, no es extrao
que mis amigos se sintieran alarmados, e insistie-
sen en que deban ponerme bajo vigilancia. Sola
imaginar que la vida era una sustancia positiva y
perpetua, y que comiendo gran cantidad de seres
vivos, sin importar lo bajos que estuviesen en la
escala de la creacin, uno poda prolongar indefi-
nidamente la vida. Y sostena esta teora con tanta
vehemencia que incluso intent a veces ingerir vi-
da humana. Aqu el doctor confirmar que en una
ocasin trat de matarle, dispuesto a robustecer
mis fuerzas vitales, haciendo que mi cuerpo asimi-
lase su vida al ingerir su sangre...; fiando, natu-
ralmente, en la frase de las Sagradas Escrituras:
Porque la sangre es vida. Aunque, por supuesto,
los vendedores ambulantes que venden cierto re-

648
Drcula

medio han vulgarizado el dicho. hasta el punto de


volverlo despreciable. No es cierto, doctor?
Asent en silencio; porque estaba tan per-
plejo que apenas saba qu pensar ni decir; me re-
sultaba difcil imaginar que le haba visto comerse
de golpe todas sus araas y moscas haca menos
de cinco minutos. Consult mi reloj, vi que era
hora de ir a la estacin a esperar a Van Helsing, y
le dije a la seora Harker que debamos retirarnos.
Sali enseguida, despus de decirle afablemente al
seor Renfield:
Adis! Espero verle a menudo en mejo-
res circunstancias para usted.
A lo que l contest, para mi asombro:
Adis, seora. Ruego a Dios que no vuel-
va a ver su preciosa cara nunca ms. Que l la
bendiga y la guarde!
Me fui a la estacin a esperar a Van Helsing
y dej a los muchachos en casa. El pobre Art pare-
ce algo ms animado de lo que ha estado desde el

649
Bram Stoker

principio de la enfermedad de Lucy, y Quincey


vuelve a dar muestras de su antigua vitalidad por
primera vez desde hace mucho tiempo.
Van Helsing descendi del vagn con la an-
siosa impaciencia de un joven. Me vio enseguida y
ech a correr hacia m, diciendo:
Hola, amigo John!, cmo va todo?
Bien? Estupendo! He estado ocupado, pero ven-
go a quedarme el tiempo que haga falta He arre-
glado todos mis asuntos, y tengo muchas cosas
que contarles. Est madam Mina con usted? S?
Y su maravilloso marido? Y Arthur y mi amigo
Quincey, estn en su casa tambin? Perfecto!
Mientras regresbamos, le cont lo que
haba sucedido, y cmo haba sido utilizado mi
propio diario, por sugerencia de la seora Harker;
a lo cual interrumpi el profesor:
Ah, esa maravillosa madam Mina! Tiene
un cerebro de varn, de varn superdotado; y un
corazn de mujer. El buen Dios la ha hecho con

650
Drcula

algn fin concreto, crame, al concederle tan ma-


ravillosa combinacin. Amigo John, hasta hoy la
fortuna ha hecho que esa mujer nos fuese de gran
ayuda; despus de esta noche, deber dejar de in-
tervenir en este tenebroso asunto. No est bien
que corra un riesgo tan grande. Nosotros los hom-
bres estamos decididos (no hemos hecho prome-
sa solemne, acaso?) a destruir a ese monstruo; pe-
ro aqu no hay sitio para una mujer. Aun cuando
saliese sin dao, podra quedar debilitado su cora-
zn con tantos y tan tremendos horrores; y resen-
tirse despus: despierta, sus nervios, y dormida,
sus sueos. Adems, es joven y no hace mucho
que est casada; puede que, si no ahora, dentro de
algn tiempo tenga otras cosas en que pensar. Di-
ce usted que lo ha mecanografiado todo; supongo
entonces que tendr algunas dudas que consultar-
nos; pero maana deber decir adis a este traba-
jo, y dejarnos solos a nosotros.

651
Bram Stoker

Me mostr sinceramente de acuerdo con l,


y le dije lo que habamos descubierto en su ausen-
cia: que la casa que Drcula haba comprado era
precisamente la ms cercana a la ma. Se qued
estupefacto, y pareci invadirle una enorme pre-
ocupacin.
Ah, si lo hubiramos sabido antes!
dijo; le habramos cogido a tiempo, y habramos
salvado a la pobre Lucy. Pero agua pasada no
mueve molino, como dice el dicho. No pensemos
ms en eso, y sigamos hasta el final.
A continuacin se sumi en un mutismo
que dur hasta que cruzamos la verja de nuestro
establecimiento. Antes de subir a arreglarnos para
la cena, dijo a la seora Harker:
Madam Mina, me ha dicho mi amigo
John que usted y su marido han ordenado todos
los escritos hasta el momento.

652
Drcula

Hasta este mismo momento no, profesor


dijo impulsivamente ella; slo hasta esta ma-
ana.
Y no es eso hasta el momento? Hemos
visto cunta luz han arrojado los ms pequeos
detalles. Hemos revelado nuestros secreto; sin
embargo, ninguno de nosotros se siente incmodo
por ello.
La seora Harker empez a enrojecer; y sa-
cando un papel del bolsillo, dijo:
Doctor Van Helsing, quiere leer esto, y
decirme si debo incluirlo? Es lo que he anotado
hasta este instante. He considerado necesario se-
guir consignndolo todo, por trivial que parezca;
pero no contiene nada de inters, 'aparte del pu-
ramente personal. Debo continuar?
El profesor ley el papel gravemente, y se
lo devolvi diciendo:
No hace falta que siga, si no quiere; pero
convendra hacerlo. Puede contribuir a que su ma-

653
Bram Stoker

rido la quiera an ms; y a que todos nosotros, sus


amigos, le tengamos ms estima y afecto.
Ella volvi a ruborizarse, aunque esboz
una sonrisa radiante.
As que tenemos completas y en orden to-
das las notas tomadas hasta este mismsimo ins-
tante. El profesor se ha llevado una copia al des-
pacho, despus de cenar, y antes de la reunin que
hemos fijado para las nueve.
Los dems lo hemos ledo ya todo; de modo
que cuando nos reunamos en el despacho, estare-
mos al corriente de los hechos y podremos trazar
nuestro plan de batalla contra este terrible y miste-
rioso enemigo.

DIARIO DE MINA HARKER

30 de setiembre
Cuando nos reunimos en el despacho del
doctor Seward, dos horas despus de la cena, que

654
Drcula

haba sido a las seis, formamos impremeditada-


mente una especie de consejo o comit. El profesor
Van Helsing se sent a la cabecera de la mesa, lu-
gar que le asign el doctor Seward al entrar en la
habitacin. A m me coloc junto a l, a su dere-
cha, pidindome que actuase de secretaria; Jonat-
han se sent a mi lado. Enfrente se pusieron lord
Godalming, el doctor Seward y el seor Morris.
Lord Godalming se haba sentado al otro lado del
profesor, y el doctor Seward en el centro. El profe-
sor dijo:
Doy por supuesto que estamos todos al
comente de los hechos consignados en estos pape-
les. Todos asentimos, y continu: Convendr,
pues, que les explique la clase de enemigo con
quien vamos a enfrentarnos. Les dar a conocer
algunos detalles sobre la historia de este hombre,
que yo mismo he comprobado. Luego deliberare-
mos sobre cmo debemos actuar, y adoptaremos
las medidas oportunas.

655
Bram Stoker

Los seres llamados vampiros existen; algu-


nos de nosotros tenemos pruebas irrefutables. Pe-
ro aun cuando no contsemos con una dolorosa
experiencia, las enseanzas y testimonios escritos
del pasado aportan pruebas suficientes para toda
persona sensata. Confieso que al principio yo
mismo era escptico. De no haberme esforzado
durante largos aos en conservar un criterio am-
plio, no habra llegado a creer, hasta que la misma
realidad me hubiese gritado al odo: "Mira! Mira!
Ah lo tienes! Ah lo tienes!" Ah!, si hubiese sa-
bido al principio lo que ahora s (incluso si hubie-
se sospechado quin era), habra salvado la vida
de un ser tan precioso y querido por nosotros. Pe-
ro ya lo hemos perdido; y mientras podamos te-
nemos que luchar para que no perezcan otros se-
res. El nosferatu no muere como la abeja, cuando
pica. Al contrario, se vuelve ms fuerte; y al ser
ms fuerte, tiene ms poder para hacer el mal. El
vampiro que hay entre nosotros tiene la fuerza de

656
Drcula

veinte hombres y es ms astuto que cualquier


mortal, pues su sagacidad ha ido aumentando con
los siglos; todava domina la necromancia, que es
la adivinacin a travs de los muertos, y los muer-
tos por l invocados obedecen a su mandato; es
una bestia, o peor que una bestia; es insensible
como un demonio y carece de corazn; dentro de
ciertos lmites, puede aparecerse cuando quiere y
donde quiere, adoptando determinadas formas a
su antojo; y dentro de ciertos lmites, tambin,
puede mandar sobre los elementos; como la tem-
pestad, la niebla o el trueno; ejerce poder sobre
todos los seres inferiores: las ratas, los bhos, los
murcilagos, las mariposas nocturnas, los zorros,
los lobos, y es capaz de aumentar su volumen,
disminuirlo, y hasta de desvanecerse. As que,
cmo entablaremos la lucha para destruirle?
Cmo descubriremos dnde est, y una vez des-
cubierto, cmo le destruiremos? Amigos mos, es
mucho lo que tenemos por delante; vamos a em-

657
Bram Stoker

prender una misin terrible, cuyas consecuencias


pueden hacer estremecer al ms valiente. Si fraca-
samos en esta lucha, ser l quien gane; y qu se-
r de nosotros? Porque la vida no es nada! Es lo
que menos me preocupa. Si fracasamos, no ser
slo cuestin de vida o muerte. Podemos acabar
como l; podemos convertirnos en seres repug-
nantes de la noche igual que l, sin conciencia, sin
corazn, alimentndonos de los cuerpos y las al-
mas de aquellos a quienes amamos. Se nos habrn
cerrado para siempre las puertas del cielo; porque
quin nos las podr volver a abrir? Seremos obje-
to de eterno odio para todos; una mancha en el
rostro radiante de Dios; una flecha en el costado
de Aquel que muri por la salvacin del hombre.
Pero estamos frente a un sagrado deber; pode-
mos retroceder acaso? Por mi parte, digo que no;
pero yo soy viejo, y la vida, con su luz, sus paisa-
jes hermosos, sus cantos de pjaros, su msica y
su amor, se encuentra muy atrs. Ustedes en cam-

658
Drcula

bio son jvenes. Algunos han conocido el dolor;


pero an les quedan das de felicidad. As que,
qu deciden?
Mientras el profesor hablaba, Jonathan me
haba cogido la mano. Al verle extender la mano,
tem que se sintiera abrumado por la espantosa
naturaleza de nuestro peligro; pero su contacto me
hizo revivir, al notarla fuerte, decidida, llena de
confianza. La mano de un hombre valeroso es ca-
paz de hablar por s misma; no hace falta que una
mujer enamorada escuche su msica.
Cuando el profesor termin de hablar, mi
marido y yo nos miramos a los ojos; no nos hizo
falta decir nada.
Yo respondo por Mina y por m dijo l.
Cuente conmigo, profesor dijo el seor
Quincey Morris, con su habitual laconismo.
Estoy con usted dijo lord Godalming
; aunque no fuese ms que por Lucy.

659
Bram Stoker

El doctor Seward se limit a asentir con la


cabeza. Se levant el profesor y, depositando su
crucifijo de oro sobre la mesa, extendi las manos
a ambos lados. Cog su mano derecha, y lord Go-
dalming le cogi la izquierda; Jonathan me cogi a
m la derecha con su mano izquierda y le tendi la
otra al seor Morris. De modo que hicimos este
pacto solemne cogidos todos de la mano. Sent fro
en el corazn, pero ni por un instante se me ocu-
rri echarme atrs. Volvimos a ocupar nuestros
asientos, y el doctor Van Helsing sigui hablando
con una animacin que indicaba que el trabajo se-
rio haba empezado. Haba que tomarlo con la
misma seriedad y formalidad que cualquier nego-
cio de esta vida.

Bien, ahora ya saben contra quin tene-


mos que luchar; pero nosotros tampoco carecemos
de fuerza. A nuestro favor tenemos la posibilidad
de luchar juntos..., cosa que le est vedada al

660
Drcula

vampiro; contamos con el auxilio de la ciencia;


somos libres para obrar y para pensar; y las horas
del da y de la noche son nuestras por igual. De
hecho, hasta donde llegan nuestros poderes, care-
cen de toda limitacin, y podemos emplearlos li-
bremente. Tenemos una causa a la que consagrar-
nos, un objetivo desinteresado, y ambas cosas sig-
nifican mucho.
Veamos ahora adnde llegan y adnde no
los poderes generales que tenemos en contra y los
individuales. O dicho de otro modo, estudiemos
las limitaciones del vampiro en general, y las de
ste en particular.
Todo lo que tenemos que hacer es acudir a
las tradiciones y las supersticiones. En principio,
no parece que esto represente mucho, tratndose
de la vida y la muerte ...., y ms an. Sin embargo,
habremos de conformarnos; primero, porque no
tenemos otro medio del que echar mano; y segun-
do, porque al fin y al cabo, estas cosas (la tradi-

661
Bram Stoker

cin, la supersticin) no carecen de importancia.


Acaso no se apoya en ellas la creencia de los de-
ms en los vampiros.. , aunque no la nuestra, por
desgracia? Hace un ao, quin de nosotros habra
aceptado tal posibilidad, en un siglo XIX cientfico,
escptico y positivista? Nosotros mismos hemos
llegado a rechazar 'algo que estbamos viendo jus-
tificado ante nuestros ojos. Debemos suponer, por
tanto, que la creencia en l vampiro, sus limitacio-
nes y su curacin se apoyan de momento en la
misma base. Porque permtanme que les diga que
se le ha conocido en todo lugar habitado por el
hombre. En la antigua Grecia y en la vieja Roma;
aparece en toda Alemania, Francia, India y hasta
en Quersoneso; se encuentra tambin en China,
tan lejos de nosotros, donde es temido en la actua-
lidad. Sigui a los barserkers de Islandia, a los
demonacos hunos, a los eslavos, sajones y magia-
res. Contra eso, pues, tenemos que luchar; y per-
mtanme que les diga que la conviccin de much-

662
Drcula

simos de estos pueblos ha quedado confirmada


por nuestra desventurada experiencia. El vampiro
sigue viviendo, y no muere por el mero paso del
tiempo, y prospera cuando puede nutrirse con la
sangre de los seres vivos; y todava ms: nosotros
mismos hemos visto que incluso puede rejuvene-
cer; que sus facultades vitales se vuelven vigoro-
sas, y parece como si se remozara cuando encuen-
tra en abundancia su alimento habitual. Pero sin
su dieta no puede medrar; no come como los de-
ms. Nuestro amigo Jonathan, que vivi con l
durante unas semanas, no le vio comer ni una sola
vez. Ni una sola! Por lo dems, su cuerpo no pro-
yecta sombra, ni su imagen se refleja en el espejo,
como observ Jonathan, tambin. Su mano tiene la
fuerza de varios hombres, cosa que apreci Jonat-
han cuando cerr la puerta ante los lobos, o cuan-
do te ayud a bajar de la diligencia. Puede trans-
formarse en lobo, como hizo para desembarcar en
Whitby, ocasin en que despedaz a un perro;

663
Bram Stoker

puede convertirse en murcilago, tal como le vio


madam Mina en la ventana de Whitby y como mi
amigo John le vio salir de la casa vecina; o mi ami-
go Quincey, desde la ventana de la seorita Lucy.
Puede viajar en la niebla que l mismo origina, se-
gn prob ese noble capitn de barco; pero por lo
que sabemos, el alcance de esa niebla es limitado,
y slo tiene vida alrededor de l. Es capaz de sur-
gir en los rayos de luna, en forma de minsculas
motas de polvo, como se aparecieron a Jonathan
aquellas hermanas del castillo de Drcula. Y vol-
verse sutil: nosotros mismos vimos a la seorita
Lucy, antes de encontrar la paz, filtrarse por una
rendija del espesor de un cabello, para entrar en
su tumba. Y una vez que encuentra el camino, es
capaz de salir por l y entrar de la misma manera,
por cerrada y soldada que est su sepultura. Pue-
de ver en la oscuridad..., facultad nada pequea
en un mundo cuya mitad est siempre en tinie-
blas. Ah, pero iganme bien! Es capaz de hacer

664
Drcula

todas estas cosas, pero no es libre. Es incluso ms


prisionero que un esclavo de galeras o que un loco
en una celda. No puede ir adonde quiera; aunque
no es un ser natural, sin embargo, ha de obedecer
a ciertas leyes de la Naturaleza..., no s por qu.
No puede entrar en ningn sitio, al principio, a
menos que alguien del interior le invite expresa-
mente; despus, s podr hacerlo todas las veces
que quiera. Su poder cesa, como el de todas las
potencias malignas, con la llegada del da. Slo en
determinados momentos goza de una limitada li-
bertad. Si no est en el lugar de su refugio, slo
puede cambiarse a medioda, o en el momento
preciso de la salida y la puesta del sol. Todo esto
nos dice la tradicin, y en este informe nuestro te-
nemos pruebas de que es as. Por tanto, aunque
puede hacer lo que quiera dentro de sus lmites si
cuenta con su hogar, su atad, su infierno, un lu-
gar impo, como vimos cuando se refugi en la se-
pultura del suicida de Whitby, sin embargo, slo

665
Bram Stoker

puede desplazarse en determinados momentos. Se


dice, por otra parte, que slo puede cruzar aguas
vivas cuando estn sin movimiento, o en la plea-
mar. Adems, hay cosas que le afectan de tal mo-
do que anulan todo su poder, como el ajo, tal co-
mo hemos visto, y los objetos sagrados, como este
smbolo, mi crucifijo, que tenemos ahora delante,
mientras decidimos. Ante estas cosas no puede
nada, y se retira en silencio y con respeto. Hay
otras de las que quiero hablarles tambin, por si
las necesitamos en nuestras pesquisas. La rama de
rosal silvestre sobre su atad le impide salir de l;
y si estando descansando en su atad se le dispara
una bala bendecida, sta le mata, convirtindole
en verdadero muerto; en cuanto a la estaca, sabe-
mos ya que le devuelve la paz, y cortarle la cabe-
za, el descanso. Lo hemos visto con nuestros pro-
pios ojos.
As, cuando descubramos el habitculo de
este No muerto, podremos confinarle en su atad

666
Drcula

y destruirle, si obramos de acuerdo con lo que sa-


bemos. Pero es inteligente. He pedido a mi amigo
Arminius, de la Universidad de Budapest, que me
facilite un informe sobre este ser; y despus de
consultar todas las referencias existentes, me ha
dicho quin es. Parece que se trata del voivoda
Drcula, el cual se hizo famoso en su lucha contra
los turcos, en el gran ro que hace frontera con
Turqua. Si es as, entonces se trata de un hombre
nada corriente; pues en ese tiempo, y durante los
siglos posteriores, tuvo fama de ser uno de los
hombres ms inteligentes y astutos, y de los ms
valerosos hijos del "pas del otro lado del bosque".
Ese cerebro poderoso y esa frrea voluntad se fue-
ron con l a la tumba, y hoy se alzan contra noso-
tros. Arminius dice que los Drcula fueron una
estirpe noble e ilustre, aunque tuvo tambin vs-
tagos de quienes sus coetneos afirmaban que sos-
tenan tratos con el Malo. Aprendieron sus secre-
tos en la Scholomancia, entre las montaas que

667
Bram Stoker

rodean el lago Hermanstadt, donde el demonio


reclama su derecho a un discpulo de cada diez.
En los documentos aparecen palabras como "stre-
goica", bruja; "ordog" y "pokol", Satans e infierno;
y hay un manuscrito en el que se califica a este
mismo Drcula de "wampyr", trmino cuyo signi-
ficado entendemos todos demasiado bien. De los
genitales de este mismo Drcula salieron grandes
hombres y buenas mujeres, y sus tumbas santifi-
can la tierra donde nicamente puede refugiarse
el monstruo. Pues no es poco aterrador el que este
ser maligno est profundamente arraigado en to-
do lo bueno, hasta el punto de que no puede des-
cansar en un suelo carente de sagrados recuerdos.
Mientras hablaba el profesor, el seor Mo-
rris tena la mirada fija en la ventana; se levant en
silencio y sali de la habitacin. Hubo una breve
pausa, y luego el profesor continu:
Y ahora debemos decidir lo que tenemos
que hacer. Poseemos aqu muchos datos, y pode-

668
Drcula

mos planear nuestra campaa. Sabemos por las


averiguaciones de Jonathan que a Whitby llegaron
cincuenta cajones de tierra procedentes del casti-
llo, y que todos ellos fueron trados a Carfax; sa-
bemos tambin que de ah se han llevado algunos.
Creo, pues, que nuestro primer paso debe ser
comprobar si signen estando los dems en esa ca-
sa, cosa que podemos hacer hoy mismo, o si ha
desaparecido algn otro; en caso de que fuese as,
deberamos rastrear...
Aqu sufrimos una interrupcin que nos
produjo un gran sobresalto. Del exterior del edifi-
cio nos lleg el estampido de un disparo; el cristal
de la ventana salt en pedazos y una bala rebot
en lo alto del alfizar y fue a dar en una pared de
la habitacin. Me temo que en el fondo soy cobar-
de, porque di un grito. Los hombres se levantaron
todos de un salto; lord Godalming corri hacia la
ventana y la abri. A continuacin omos la voz de
Morris que gritaba desde el exterior:

669
Bram Stoker

Lo siento! Creo que les he alarmado.


Subo a contarles lo que ha ocurrido.
Un minuto despus, entr y dijo:
Ha sido una idiotez por mi parte, y les
pido sinceramente disculpas, seora Harker; me
temo que la he asustado terriblemente. El caso es
que mientras hablaba el profesor, he visto apare-
cer un gran murcilago en el alfizar. Les he cogi-
do tal aprensin a esos condenados bichos, desde
los recientes acontecimientos, que no los puedo
soportar; de modo que he salido y le he disparado,
como hago cada vez que veo alguno. T sueles re-
rte por eso, Art.
Le ha dado? pregunt Van Helsing.
No lo s; creo que no, porque lo he visto
alejarse hacia el bosque.
Se call, se sent otra vez en su silla, y el
profesor prosigui su alocucin:
Hay que seguirle el rastro a cada uno de
esos cajones; y cuando estemos preparados, de-

670
Drcula

bemos capturar o matar al monstruo en su madri-


guera; o en todo caso, esterilizar la tierra, por as
decir, de forma que no pueda encontrar refugio en
ella. As podremos descubrirle en su forma huma-
na entre el medioda y la puesta de sol, y enfren-
tarnos con l en su momento de mayor debilidad.
Por lo que a usted respecta, nadan Mina,
esta noche termina su intervencin, hasta que todo
haya concluido. Nos es usted demasiado preciosa
para permitir que corra ningn riesgo. Despus de
que nos separemos esta noche, no deber hacernos
preguntas. Ya se lo contaremos todo a su debido
tiempo. Somos hombres, y soportaremos esta
prueba; usted deber ser nuestra estrella y nuestra
esperanza; y todos podremos actuar con ms liber-
tad si usted no corre el peligro que vamos a correr
nosotros.
Todos los hombres, incluso Jonathan, se
sintieron aliviados; a m no me pareca bien que
fuesen a desafiar el peligro con su seguridad dis-

671
Bram Stoker

minuida, quiz porque la fuerza es la mayor se-


guridad, debido a su preocupacin por m. Pero
estaban decididos y, aunque para m era una pl-
dora dura de tragar, no pude hacer nada, salvo
aceptar tan caballeresca proteccin.
El seor Morris reanud la deliberacin:
Dado que hay que actuar cuanto antes,
propongo que vayamos ahora mismo a casa del
Conde. El tiempo corre a su favor; por otra parte,
si actuamos con rapidez, quiz evitemos una nue-
va vctima.
Confieso que las fuerzas empezaron a fa-
llarme cuando se acerc el momento de actuar,
pero no dije nada porque tema an ms que, si
me juzgaban un estorbo o un impedimento para
su empresa, prescindieran incluso de mis consejos.
Ahora han ido a Carfax con todo lo necesa-
rio para entrar en la casa.
Muy varoniles, me han dicho que me vaya
a la cama; como si una mujer pudiera dormir

672
Drcula

cuando aquellos a quienes quiere se encuentran en


peligro! Me echar y fingir que duermo, para que
Jonathan no se inquiete por m, cuando regrese.

DIARIO DEL DOCTOR SEWARD

1 de octubre, 4 de la madrugada

Cuando nos disponamos a salir, me infor-


maron que Renfield peda verme con urgencia
porque tena algo sumamente importante que de-
cirme. Le dije al que me traa el recado que ira a
verle sin falta por la maana, ya que en ese mo-
mento estaba ocupado. El celador aadi:
Se ha puesto muy pesado, seor. Jams le
haba visto tan ansioso. No s; pero si no va a ver-
le enseguida, le dar uno de sus ataques.
Saba que este hombre no hablaba por
hablar, de modo que le dije:

673
Bram Stoker

Est bien; ahora ir.


Les ped a los dems que me esperasen, que
iba a ver a mi paciente.
Llveme con usted, amigo John dijo el
profesor. El caso de este paciente, por lo que
cuenta usted en su diario, me interesa mucho;
aparte de que tiene tambin, de cuando en cuan-
do, cierta relacin con nuestro problema. Me gus-
tara mucho verle; sobre todo, en uno de sus acce-
sos.
Puedo ir yo tambin? pregunt lord
Godalming.
Y yo? dijo Quincey Morris.
Asent, y nos dirigimos todos _)s hacia all,
por el corredor.
Le encontramos en un estado de considera-
ble excitacin, aunque mucho ms juicioso en su
actitud y sus palabras de lo que le haba visto
otras veces. Mostraba una sorprendente capacidad
de comprensin, muy distinta de cuanto yo haba

674
Drcula

observado en un luntico; y daba por sentado que


sus razones prevaleceran sobre las nuestras, ente-
ramente cuerdas. Entramos los cuatro en la habi-
tacin, pero ninguno de los que me acompaaban
dijo nada al principio. Lo que quera Renfield era
que le dejase marcharse a su casa inmediatamente.
Apoyaba su peticin en argumentos que pretend-
an demostrar su completa recuperacin, y aduca
para ello la cordura que revelaba en ese momento.
Apelo a sus amigos dijo; quiz no les
importe juzgar mi caso. A propsito, no me los ha
presentado.
Yo estaba tan asombrado, que la extrava-
gancia de hacerle las presentaciones a un loco en
un manicomio no me choc en ese momento;
adems, haba cierta dignidad en la actitud del pa-
ciente, y tal ecuanimidad en su persona, que in-
mediatamente acced 'a su peticin.

675
Bram Stoker

Lord Godalming; el profesor Van Hel-


sing; el seor Quincey Morris, de Texas. Les pre-
sento al seor Renfield.
Les estrech la mano, dicindole a cada
uno:
Lord Godalming, he tenido el honor de
apoyar a su padre en Windham; lamento saber,
puesto que ostenta usted el ttulo, que ha fallecido.
Fue un hombre respetado y querido por todos los
que le conocieron; en su juventud fue, segn he
odo, el inventor de un ponche de ron muy cele-
brado en la tarde del Derby. Seor Morris, debe
sentirse usted orgulloso de su gran estado. Su in-
tegracin en la Unin fue un precedente que pue-
de tener grandes repercusiones en el futuro, el da
que el polo y los trpicos juren fidelidad a las Es-
trellas y las Barras. Quiz se revele el poder del
Tratado como un vasto instrumento de amplia-
cin, cuando la doctrina de Monroe ocupe su ver-
dadero lugar en la fbula poltica. Y qu se puede

676
Drcula

decir ante el honor de conocer a Van Helsing? Se-


or, no le pido excusas por prescindir del conven-
cionalismo de anteponerle todos sus ttulos.
Cuando un individuo ha revolucionado la tera-
putica con el descubrimiento de la evolucin con-
tinua del cerebro, los convencionalismos resultan
inadecuados, ya que le reduciran a una clase de-
terminada de personas. Caballeros, a ustedes que,
por nacionalidad, herencia o privilegios naturales,
estn capacitados para ocupar sus respectivos lu-
gares en un mundo en marcha, les pido que juz-
guen si no me encuentro tan sano mentalmente
como la mayora de los mortales que estn en ple-
na posesin de su libertad. Y estoy seguro de que
usted, doctor Seward, humanitarista y mdico ju-
rista, a la vez que cientfico, juzgar un deber mo-
ral examinar mi caso en circunstancias excepciona-
les.

677
Bram Stoker

Esta ltima splica la hizo con un distin-


guido aire de conviccin que no careca de encan-
to.
Creo que todos nos quedamos asombrados.
Por mi parte, tuve el convencimiento, a pesar de
conocer el carcter y la historia clnica del pacien-
te, de que haba recobrado el juicio; y sent un
gran impulso de decirle que me alegraba verle al
fin recuperado, y que me ocupara de todas las
formalidades para dejarle en libertad por la ma-
ana. Sin embargo, consider ms prudente espe-
rar, antes de hacer tan importante declaracin,
dado que s de sobra lo propenso a los cambios
repentinos que es este paciente en particular. As
que me limit a decir, en trminos generales, que
pareca haber mejorado con gran rapidez; que
tendra una conversacin ms larga con l por la
maana, y que entonces vera qu se podra hacer
para satisfacer sus deseos. No pareci complacerle
esto, ya que dijo rpidamente:

678
Drcula

Me temo, doctor Seward, que no ha en-


tendido cules son mis deseos. Lo que quiero es
irme ya, ahora, enseguida, en este momento, si
puede ser. El tiempo apremia, y en el contrato im-
plcito que tenemos con la muerte, es fundamen-
tal. Esto seguro de que basta exponer ante un ad-
mirable facultativo como el doctor Seward un de-
seo tan simple, aunque tan trascendental, para
verlo cumplido.
Me mir fijamente, y al ver la negativa en
mi cara, se volvi hacia los dems y les observ
con atencin. Al no encontrar respuesta suficiente,
prosigui:
Es posible que me haya equivocado en
mi suposicin?
En efecto dije con franqueza, pero al
mismo tiempo, me di cuenta, con brutalidad.
Hubo una larga pausa, y luego dijo lenta-
mente:

679
Bram Stoker

Entonces, supongo que debo fundar mi


peticin en otros motivos. Permtame pedirle esta
concesin..., favor, privilegio, o como quiera lla-
marlo. Le suplico que me lo conceda, no a ttulo
personal, sino en inters de otras personas. No es-
toy en libertad de exponerle todas mis razones;
pero puede tener la seguridad de que son todas
loables, sensatas y desinteresadas, y que dimanan
del ms alto sentido del deber. Si usted pudiese
asomarse a mi corazn, seor, aprobara comple-
tamente los sentimientos que me animan. Y ms
an, me contara entre los mejores y ms leales de
sus amigos.
Nuevamente nos mir de forma penetrante
a todos. Tuve la creciente conviccin de que este
cambio repentino de su mtodo intelectual no era
sino otra forma o fase de su locura, as que decid
dejarle seguir un poco ms, sabiendo por
experiencia que, como todos los lunticos, se dela-
tara al final. Van Helsing le observaba atentamen-

680
Drcula

te, con las cejas casi juntas a causa de su concen-


tracin. Y le dijo a Renfield en un tono que no me
sorprendi en ese momento, aunque s al recor-
darlo despus, ya que era el del que se dirige a un
igual:
No puede explicar con franqueza el ver-
dadero motivo por el que quiere que le liberen es-
ta misma noche? Yo le doy mi palabra de que si
me convence a m, que soy extranjero, carezco de
prejuicios y tengo amplitud de criterio, har que el
doctor Seward le conceda, bajo su propio riesgo y
responsabilidad, el privilegio que pide.
Neg tristemente con la cabeza, y una ex-
presin de hondo pesar en el semblante. El profe-
sor prosigui:
Vamos, seor, pinselo. Usted pide el
privilegio de la razn en el ms alto grado, ya que
pretende impresionarnos con su absoluta sensatez.
Lo hace usted, de cuya cordura tenemos motivos
para dudar, porque an no est libre de tratamien-

681
Bram Stoker

to mdico por esta misma razn. Si no nos ayuda a


tomar la decisin ms prudente, cmo podemos
cumplir con el deber que usted mismo nos impo-
ne? Sea sensato y aydenos; y si podemos, contri-
buiremos a dar cumplimiento a sus deseos.
Neg otra vez con la cabeza, y dijo
Doctor Van Helsing, no tengo nada que
decir. Su razonamiento es perfecto; si pudiese, no
vacilara un instante; pero no soy dueo de m
mismo en este asunto. Slo puedo pedirle que
confe en m. Si se me niega lo que pido, la respon-
sabilidad no ser ma.
Me pareci llegado el momento de poner
fin a la escena, que se estaba volviendo cmica-
mente seria, y me dirig hacia la puerta diciendo
simplemente:
Vamos, amigos mos, tenemos trabajo
que hacer. Buenas noches!
Sin embargo, cuando llegaba a la puerta, un
nuevo cambio se oper en el paciente. Vino hacia

682
Drcula

m tan deprisa que por un instante tem que inten-


tase un nuevo acto homicida. Mis temores, sin
embargo, eran infundados; porque junt las ma-
nos, las levant en un gesto implorante, y repiti
su splica de forma conmovedora. Al ver l que
su mismo exceso de emocin militaba en contra
suya, confirmando an ms nuestra anterior opi-
nin, adopt una actitud ms suplicante. Mir a
Van Helsing, y vi mi conviccin reflejada en sus
ojos; as que adopt una actitud ms firme, aun-
que no ms severa, y le indiqu con un gesto que
de nada servan sus esfuerzos. Ya conoca la exci-
tacin creciente que le entraba cada vez que peda
algo que en ese momento le gustara muchsimo,
muchsimo; como cuando me pidi que le dejase
tener un gato; y esperaba verle caer en la misma
hosca resignacin. Pero no ocurri as esta vez;
pues, cuando vio que no consegua lo que preten-
da, le entr una especie de frenes. Cay de rodi-
llas, alz las manos, retorcindoselas en quejum-

683
Bram Stoker

brosa postracin, y profiri un torrente de splicas


mientras las lgrimas le resbalaban abundante-
mente por las mejillas, y su tar y su cuerpo ente-
ro reflejaban la ms profunda emocin:
Se lo ruego, doctor Seward, se lo suplico;
deje que me marche ahora mismo. Enveme adon-
de quiera y como quiera; que me acompaen los
celadores con ltigos y con cadenas; que me lleven
con camisa de fuerza, con esposas y grillos en los
pies, y me encierren en la crcel; pero que me sa-
quen de aqu. Usted no sabe lo que hace, tenin-
dome encerrado aqu. Le hablo desde lo ms hon-
do de mi corazn, desde el fondo de mi alma. No
sabe a quin est perjudicando, ni de qu modo; y
yo no se lo puedo decir. Pobre de m, que no
puedo hablar! Por todo lo que usted considera
ms sagrado, por todo lo que ama, por el amor
que ha perdido, por la esperanza que an abriga,
por el Todopoderoso, squeme de aqu y libre mi
alma de toda culpa! Es que no me oye, seor? Es

684
Drcula

que no lo entiende? Es que no aprender jams?


No se da cuenta de que estoy en mi sano juicio, y
que le hablo en serio ahora, que esto no es un ata-
que de locura, sino la lucha de un hombre cuerdo
por salvar el alma? Esccheme, seor! Escche-
me! Deje que me vaya! Deje que me vaya!
Me pareci que cuanto ms durara la esce-
na, peor se pondra, y que le dara el ataque, as
que le cog por las manos y lo levant.
Vamos le dije con severidad, se aca-
b; ya hemos tenido bastante por hoy. Mtase en
la cama y trate de comportarse con ms sensatez.
Sbitamente, call, me mir fijamente un
momento. Luego, sin decir una palabra, se levant
y fue a sentarse en el borde de la cama. Le haba
llegado el desmoronamiento, igual que en otras
ocasiones, tal como yo me esperaba.
Al salir yo de la habitacin, el ltimo de to-
dos, me dijo con voz serena:

685
Bram Stoker

Confo, doctor Seward, en que me har la


justicia de tener en cuenta, ms adelante, que hice
esta noche todo lo posible por convencerle.

686
CAPITULO XIX

DIARIO DE JONATHAN HARKER

1 de octubre, 5 de la madrugada

Fui con los dems a investigar con la con-


ciencia tranquila, ya que nunca haba visto a Mina
tan fuerte y con mejor aspecto. Me alegra mucho
que haya consentido en abstenerse y dejar que los
hombres hagamos el trabajo. En cierto modo, me
asustaba verla metida en este espantoso asunto;
pero ahora que ha terminado el trabajo, y que gra-
cias a su energa, su capacidad y su clarividencia,
ha quedado todo ensamblado de forma que se re-
coge cada detalle, debe comprender que su come-
tido ha terminado, y que debe dejarnos a nosotros
hacer lo dems. Creo que todos estbamos un po-
Bram Stoker

co violentos por la escena de Renfield. Al salir de


la habitacin, caminamos en silencio hasta que
llegamos al despacho. All, dijo el seor Morris al
doctor Seward:
Escucha, Jack, si ese hombre no estaba in-
tentando engaarnos, se trata del luntico ms en
sus cabales que he visto en mi vida. No estoy se-
guro, pero creo que tena un motivo serio; y si es
as, ha sido bastante cruel no haberle dado una
oportunidad.
Lord Godalming y yo permanecimos en si-
lencio, pero el doctor Van Helsing dijo:
Amigo John, usted conoce ms a los lun-
ticos que yo, y me alegro; porque me temo que si
me hubiese tocado a m decidir, despus de esta
ltima explosin de histerismo que ha tenido, le
habra dejado en libertad. Pero vivimos para
aprender, y en nuestra actual empresa no debe-
mos, dejar ningn cabo suelto como dira mi ami-
go Quincey. Las cosas estn bien tal como estn.

688
Drcula

El doctor Seward pareci contestar vaga-


mente a los dos.
No s, pero coincido con ustedes. Si ese
hombre hubiese sido un luntico corriente, habra
intentado confiar en l; pero parece involucrado
en la actuacin del Conde de una forma tal, que
temo cometer una grave equivocacin si accedo a
sus caprichos. No se me olvida cmo suplicaba
con el mismo fervor que le dejase tener un gato, y
luego trat de morderme en el cuello. Por otra
parte, llam al Conde amo y seor, y quiz
quiera ir a ayudarle en alguna diablica fechora.
Ese ser espantoso cuenta con la ayuda de los lo-
bos, las ratas y los seres de su propia especie; de
modo que supongo que no sera de extraar que
pretendiera utilizar a un respetable luntico. Des-
de luego, pareca muy formal. Espero haber hecho
bien. Todo esto, sumado a la empresa que tene-
mos entre manos, es capaz de poner a cualquiera
los nervios de punta.

689
Bram Stoker

El profesor avanz un paso y, ponindole


una mano afectuosa en el hombro, dijo con su voz
grave y afable:
Amigo John, no tema. Tratamos de cum-
plir con nuestra obligacin en un caso triste y te-
rrible; slo podemos hacer lo que consideramos
que es mejor. Qu otra cosa nos cabe esperar, sal-
vo la misericordia del buen Dios?
Lord Godalming se haba ausentado unos
minutos, pero acababa de regresar. Nos ense un
pequeo silbato de plata, y coment:
Puede que ese viejo casern est lleno de
ratas; si es as, tengo aqu el antdoto.
Despus de saltar la tapia, nos dirigimos a
la casa, tomando la precaucin de avanzar al am-
paro de las sombras de los rboles, cuando aso-
maba la lucia. Al llegar al porche, el profesor abri
su maletn, sac un montn de objetos y los dej
en el umbral, distribuyndolos en cuatro peque-

690
Drcula

os grupos; evidentemente, uno para cada uno de


nosotros. Luego dijo:
Amigos mos, vamos a meternos en un
terrible peligro, y necesitamos armas de muchas
clases. Nuestro enemigo no es meramente espiri-
tual. Recuerden que posee la fuerza de veinte
hombres y que, aunque nuestro cuello es corrien-
te, y por tanto nos lo pueden aplastar y romper, el
suyo no es vulnerable a la mera fuerza fsica. Un
hombre, o un grupo de hombres, ms fuertes en
todos los sentidos que l, pueden reducirle en de-
terminados momentos; pero no le pueden herir
del mismo modo que puede l herirnos a nosotros.
Por tanto, debemos guardarnos de su contact.
Pnganse esto cerca del corazn mientras
hablaba, sac un pequeo crucifijo de plata y me
lo tendi a m, que era quien estaba ms cerca de
l, pngase estas flores alrededor del cuello
ahora me dio una guirnalda de flores de ajo mar-
chitas; por si surgen otros enemigos ms mun-

691
Bram Stoker

danos, tenga este revlver y este cuchillo; y para


ayudarse, estas pequeas lmparas elctricas, que
pueden sujetarse en el pecho; por ltimo, y sobre
todo, tenga esto, que no debemos profanar innece-
sariamente. Se trataba de un trocito de hostia
consagrada; la meti en un sobre y me lo tendi. A
los dems les equip de manera parecida. Aho-
ra, amigo John, dnde estn las ganzas? Si con-
seguimos abrir la puerta, no habr necesidad de
forzar ninguna ventana como en casa de la seori-
ta Lucy.
El doctor Seward eligi una o dos ganzas
y prob a abrir, con destreza manual de cirujano.
Enseguida lo consigui con una de ellas; despus
de intentar accionarla hacia un lado y hacia otro,
la cerradura cedi, descorrindose el pestillo con
un ruido chirriante. Empujamos; gimieron las
herrumbrosas bisagras y la puerta se abri lenta-
mente. Fue una impresin asombrosamente idn-
tica a la reflejada en el diario del doctor Seward,

692
Drcula

cuando entraron en la tumba de la seorita Wes-


tenra; supongo que los dems debieron de sufrir
la misma impresin, porque todos retrocedimos.
El profesor fue el primero en decidirse a entrar.
In manus tuas, Domine! dijo santigun-
dose al trasponer el umbral. Cerramos la puerta
detrs de nosotros para no llamar la atencin des-
de la carretera, cuando encendiramos las luces. El
profesor manipul previsoramente la cerradura,
comprobando que poda abrirse desde dentro, por
si despus haba prisa en salir. A continuacin en-
cendimos las lmparas y empezamos la inspec-
cin.
Las luces de las pequeas lmparas proyec-
taban toda clase de formas extraas al cruzarse
sus rayos; o bien la opacidad de nuestros cuerpos
arrojaba sombras gigantescas. Yo no poda evitar
la sensacin de que haba alguien extrao entre
nosotros. Supongo que era debida al recuerdo de
mi terrible experiencia en Transilvania, que tan

693
Bram Stoker

irresistiblemente me haba despertado lo que me


rodeaba. Pero creo que esta sensacin la experi-
mentbamos todos; porque observ que los dems
no paraban de mirar por encima del hombro a ca-
da ruido que se produca, a cada sombra que sur-
ga, igual que yo.
Todo el lugar estaba cubierto de una espesa
capa de polvo. En el suelo dicha capa tena un
grosor de pulgadas, salvo donde se haba pisado
recientemente; y 'al enfocar mi luz hacia all, des-
cubr huellas de clavos, donde el polvo haba que-
dado aplastado. El polvo cubra y acolchaba asi-
mismo las paredes; y en los rincones se hacinaban
las telaraas, acumulando ms polvo, hasta el
punto de parecer viejos y harapientos jirones de
tela, debido a que el peso las haba desgarrado
parcialmente. Sobre una mesa del vestbulo haba
un gran manojo de llaves, con una etiqueta amari-
llenta cada una. Haban sido usadas varias veces,
ya que el manto de polvo de la mesa tena varios

694
Drcula

desgarrones, como el que qued al cogerlas el pro-


fesor. Este se volvi hacia 'm y dijo:
Usted conoce este lugar, Jonathan. Ha sa-
cado un plano de este edificio, y lo conoce ms
que. nosotros. Por dnde se va a la capilla?
Yo tena alguna idea de la direccin, aun-
que en mi anterior visita no haba llegado a entrar;
as que abr la marcha, y despus de equivocarme
unas cuantas veces, me encontr ante una puerta
de roble baja, arqueada, reforzada con fajas de
hierro.
Aqu es dijo el profesor, enfocando su
lmpara sobre un pequeo plano de la casa, co-
piado del expediente de mi correspondencia ori-
ginal sobre la compra. Con un poco de trabajo, en-
contramos la llave en el manojo, y abrimos. Est-
bamos preparados para recibir una impresin
desagradable, porque mientras abramos la puer-
ta, de sus rendijas emanaba cierto aire vago y ma-
loliente; pero ninguno se esperaba la pestilencia

695
Bram Stoker

que haba en el interior. Los dems no haban es-


tado nunca cerca del Conde; y por mi parte, le
habla visto en un periodo de ayuno, en sus habita-
ciones, o saciado de sangre fresca en un edificio
ruinoso y abierto por todas partes; pero aqu se
trataba de un recinto pequeo, cerrado; y el pro-
longado abandono reinante haba corrompido su
atmsfera estancada. Era un olor a tierra, como de
aire viciado y lleno de miasmas. Pero cmo des-
cribir esa fetidez? No slo pareca estar compuesta
por todos los males de la mortalidad y por el olor
acre y pungente de la sangre, sino que pareca
como si la corrupcin misma se hubiese corrom-
pido. Puaf!, me produce nuseas pensar en ello
ahora. Pareca que cada bocanada de aire exhalada
por el monstruo se hubiera quedado all dentro,
haciendo ms intenso su carcter repugnante.
En circunstancias normales, tal hedor
habra puesto fin a nuestra aventura; pero ste no
era un caso normal, y el importante y terrible obje-

696
Drcula

tivo en el que estbamos comprometidos nos in-


funda una fuerza que nos elevaba por encima de
consideraciones meramente fsicas. Tras retroce-
der involuntariamente, ante la primera vaharada
nauseabunda, entramos todos decididos a cumplir
nuestra misin como si ese repugnante lugar fuese
una rosaleda.
Efectuamos una minuciosa inspeccin del
recinto, diciendo el profesor al empezar:
Antes que nada hay que averiguar cun-
tos cajones quedan; despus, hay que registrar ca-
da rincn, cada agujero, cada grieta, y ver si des-
cubrimos alguna pista que nos lleve a las dems.
Una ojeada bast para comprobar los que
quedaban, ya que los enormes cofres de tierra eran
bastante voluminosos, y no haba forma de disi-
mularlos.
Encontramos veintinueve, de los cincuenta
que haban llegado! En una ocasin me asust al
ver a lord Godalming volverse sbitamente y mi-

697
Bram Stoker

rar hacia el pasadizo; me asom yo tambin, y por


un instante se me paraliz el corazn. En algn
lugar, mirando desde la oscuridad, me pareci ver
brillar el rostro malvado del Conde, el puente de
la nariz, sus ojos rojos, sus labios, su espantosa pa-
lidez. Slo fue un instante, porque lord Godal-
ming coment
Me ha parecido ver una cara, pero no
hay ms que sombras. Y reanud su inspeccin.
Dirig la luz de mi lmpara hacia aquel
punto, y me asom al pasadizo. No vi a nadie; y
como no tena rincones, ni puertas o vanos de nin-
guna clase, sino slidos muros, no haba sitio
donde nadie pudiera ocultarse; ni siquiera l. Pen-
s que el miedo nos haba excitado la imaginacin,
y no dije nada.
Unos minutos ms tarde, vi a Morris salir
sbitamente de un rincn que haba estado regis-
trando. Todos seguimos sus movimientos con la
mirada, ya que el nerviosismo se estaba apode-

698
Drcula

rando de nosotros, y vimos una masa fosforescen-


te que parpadeaba como las estrellas. Retrocedi-
mos instintivamente. El recinto se estaba poblando
de ratas.
Durante un momento o dos, nos sentimos
horrorizados, salvo lord Godalming, que al pare-
cer haba previsto tal contingencia. Corri hasta la
pesada puerta, que el doctor Seward haba descri-
to desde fuera, y que yo tambin haba visto, le
dio una vuelta a la llave, retir los enormes cerro-
jos, y la abri de par en par. Luego se sac del bol-
sillo el pequeo silbato de plata y emiti una lla-
mada baja y estridente. Enseguida fue contestada
desde detrs de la casa del doctor Seward por
unos ladridos de perros, y un minuto despus
aparecieron tres terriers por una esquina. Incons-
cientemente, nos habamos ido todos hacia la
puerta; y observamos que el polvo haba sido muy
pisoteado en este lugar: los cajones que se haban
llevado haban sido sacados por aqu. Pero incluso

699
Bram Stoker

en el minuto transcurrido, el nmero de ratas


haba aumentado enormemente. Parecan hervir
por todo el recinto a la vez, de forma que la luz de
la lmpara, al brillar sobre sus cuerpos inquietos y
relucientes y en sus ojillos siniestros, daba al suelo
un aspecto de terreno poblado de lucirnagas.
Llegaron los perros, pero se detuvieron de pronto
en el umbral y se pusieron a gruir; luego, simul-
tneamente, alzaron sus hocicos y empezaron a
aullar lgubremente. Las ratas se multiplicaban a
millares sin cesar.
Lord Godalming cogi en brazos a uno de
los perros, entr con l y lo deposit en el suelo.
En el instante en que el animal se sinti libre, pa-
reci recobrar su valor y se abalanz sobre sus
enemigos naturales. Las ratas huyeron ante su
presencia de tal modo que, antes de que hubiera
matado una veintena, y unas cuantas los otros pe-
rros introducidos de la misma manera, haban
desaparecido todas las dems.

700
Drcula

Con la huida de las ratas, pareci como si se


hubiese conjurado una presencia maligna, ya que
los perros brincaban de un lado para otro ladran-
do alegremente, acosando a sus enemigas mal-
heridas, dndoles revolcones una y otra vez, y
lanzndolas al aire con violentas sacudidas. A to-
dos nos volvieron los nimos. No s si era que se
haba purificado el ambiente corrompido al abrir-
se la puerta de la capilla, o el alivio que experi-
mentamos al salir; lo cierto es que la sombra de
temor que nos envolva pareci desprenderse de
nosotros como una tnica, y el motivo de nuestra
expedicin perdi un poco de su siniestro signifi-
cado; aunque no disminuy un pice nuestra reso-
lucin. Cerramos la puerta desde dentro, pasando
los cerrojos, y seguimos registrando la casa lle-
vando a los perros con nosotros. No encontramos
otra cosa que enormes cantidades de polvo, com-
pletamente intacto, salvo mis propias pisadas, que
dej en mi primera visita. Ni una sola vez dieron

701
Bram Stoker

los perros muestra de inquietud; y cuando regre-


samos a la capilla, saltaban de un lado para otro
como si anduviramos cazando conejos en un
bosque veraniego.
El da empezaba a despuntar por oriente
cuando salimos por la puerta principal. El doctor
Van Helsing haba cogido la llave del manojo, y
cerr de forma ortodoxa, guardndosela despus
en el bolsillo.
Por de pronto dijo, nuestra noche ha
sido bastante productiva. No hemos tenido nin-
gn percance como yo me tema, y hemos com-
probado cuntos aje es faltan. Sobre todo, me ale-
gro de que hayamos dado el primer paso, quiz el
ms difcil y peligroso, sin haber trado a nuestra
queridsima madam Mina, ni haber inquietado sus
pensamientos y sus sueos con visiones, ruidos y
olores horrendos, que quiz no hubiera podido
olvidar jams. Adems, hemos aprendido una lec-
cin, si se me permite razonar a particular; que los

702
Drcula

animales sobre los que ejerce su dominio no obe-


decen a su poder espiritual; como ven, estas ratas
que han acudido a su mandato, como acudieron
los lobos cuando quiso usted marcharse del casti-
llo, o cuando aquella desventurada mujer grit,
han huido a la desbandada en presencia de los pe-
rritos de mi amigo Arthur. Tenemos otras cuestio-
nes ante nosotros, otros peligros, otros temores; y
ese monstruo... quiz no haya empleado su poder
sobre el mundo animal por una y ltima vez, esta
noche. Pero de momento, se ha ido a otra parte.
Bien! Esto nos da ocasin de gritarle: Jaque!, en
esta partida de ajedrez en la que nos jugamos al-
mas humanas. Y ahora, regresemos. Est a punto
de amanecer, y tenemos motivo para estar conten-
tos de nuestro primer trabajo nocturno. Puede que
nos toque hacer lo mismo durante muchas noches
y das, si hay peligro; pero debemos seguir, y no
retroceder ante nada.

703
Bram Stoker

La casa estaba en silencio cuando regresa-


mos; no se oa nada, salvo el llanto de algn infe-
liz, en una de las partes ms alejadas del edificio, y
una especie de gemidos apagados, procedentes de
la habitacin de Renfield. El pobre desdichado se
estaba torturando, sin duda, como hacen los de-
mentes, con intiles pensamientos dolorosos.
Entr de puntillas en nuestra habitacin y
encontr a Mina dormida, respirando tan apaci-
blemente que tuve que acercar el odo para poder
orla. Parece ms plida de lo habitual. Espero que
la reunin de esta noche no la haya inquietado.
Agradezco sinceramente que la aparten de todo el
trabajo futuro, e incluso de nuestras deliberacio-
nes. Es una tensin excesiva para una mujer. No se
me haba ocurrido al principio, pero ahora me doy
cuenta. Me alegro de haber tomado este acuerdo.
Quiz haya cosas que podran asustarla; y sin em-
bargo, puede que sea peor ocultrselas, si llega a
enterarse despus de que no se las hemos dicho.

704
Drcula

En adelante, nuestra misin debe ser un libro ce-


rrado para ella, al menos hasta que podamos de-
cirle que todo ha terminado, y que hemos librado
a la tierra de ese monstruo del submundo. Quiz
sea difcil callar cuando siempre ha habido una
confianza absoluta entre nosotros; pero debo ser
firme, guardar completo silencio, maana, sobre la
aventura de esta noche, y no decir una palabra de
lo sucedido. Me acostar en el sof para no moles-
tarla.

1 de octubre, ms tarde
Supongo que es natural que nos hayamos
despertado tarde, ya que ayer fue un da ajetrea-
do, y esta noche no hemos descansado en absolu-
to. Incluso Mina debi de sentirse agotada, pues
aunque yo me he despertado cuando el sol estaba
bastante alto, ella segua durmiendo, y la he teni-
do que llamar dos o tres veces, antes de que se
despertara. Desde luego, estaba tan profundamen-

705
Bram Stoker

te dormida que durante unos segundos no me ha


reconocido, y me ha mirado con una mezcla de
perplejidad y terror, como el que despierta de un
mal sueo. Se ha quejado de que se senta desma-
dejada, y la he dejado descansar un rato ms.
Ahora sabemos que se hato llevado veintin cajo-
nes; si ha sido en alguno de esos carros de trans-
portes, podremos seguirles la pista a todos ellos.
Naturalmente, esto simplificar inmensamente
nuestra labor, y cuanto antes nos ocupemos de
eso, mejor. Ir hoy a visitar a Thomas Snelling.

DIARIO DEL DOCTOR SEWARD

1 de octubre
Hacia medioda, me despert el profesor
irrumpiendo en mi habitacin. Se senta ms jovial
y alegre que de costumbre; es evidente que lo que
hicimos anoche ha contribuido a quitarle un peso
de encima. Despus de comentar dicha aventura,
dijo de pronto:

706
Drcula

Su paciente me interesa mucho. Puedo


asistir a la visita que le haga esta maana? Si est
usted demasiado ocupado, puedo ir solo, si no hay
inconveniente. Para m es una experiencia nueva
encontrar a un luntico que habla de filosofa y
razona con tanta sensatez.
Yo tena que atender algn trabajo, de mo-
do que le dije que fuera solo porque as no tendra
que esperar; llam a un celador y le di las instruc-
ciones pertinentes. Antes de que el profesor aban-
donase la habitacin le aconsej que no sacase fal-
sas impresiones de mi paciente.
Lo que quiero contest, es que me
hable de l y de su mana de comer seres vivos.
Segn escribi usted en su diario, su paciente le
dijo a madam Mina que en otro tiempo tuvo esa
creencia. Por qu se sonre, amigo John?
Perdone dije, pero la respuesta est
aqu. Puse la mano sobre el texto mecanografia-
do. Cuando nuestro sano e instruido luntico

707
Bram Stoker

nos habl de que antes sola comer vidas, an te-


na la boca sucia de las moscas y araas que aca-
baba de comerse antes de que la seora Harker
entrara en la habitacin.
Van Helsing sonri a su vez.
Bien! dijo. Tiene usted buena me-
moria, amigo John. Deb haberlo recordado. Sin
embargo, esta misma desviacin del pensamiento
y de la memoria es lo que hace tan fascinante el
estudio de las enfermedades mentales. Puede que
este demente me ensee ms sobre la locura que
las doctrinas de los ms sabios. Quin sabe?
Me fui, y poco despus me haba enfrasca-
do en mi trabajo. Me pareci que haba transcurri-
do poco tiempo, cuando Van Helsing regres a mi
despacho.
Interrumpo? pregunt cortsmente,
detenindose en la puerta.

708
Drcula

De ningn modo contest. Pase. He


terminado lo que tena que hacer, y estoy libre
ahora. Si quiere, puedo acompaarle.
No es necesario; ya he ido!
Y bien?
Me temo que no me tiene mucho aprecio.
Nuestra entrevista ha sido breve. Al entrar yo, es-
taba sentado en un taburete, en el centro de la
habitacin, con los codos sobre las rodillas, y su
cara era la imagen del sombro descontento. Le he
hablado lo ms alegremente posible, y con todas
las muestras de respeto. Pero no me ha contestado
nades en absoluto. Me conoce?, le he pregun-
tado. Su respuesta no ha sido nada tranquilizado-
ra: Le conozco demasiado; usted es el viejo imb-
cil de Van Helsing. Vyase a paseo, usted y sus
estpidas teoras sobre el cerebro. Malditos sean
todos los obcecados holandeses! No he logrado
arrancarle una sola palabra ms, y ha seguido sen-
tado, con su implacable malhumor, como si yo no

709
Bram Stoker

estuviese en la habitacin. As que, por esta vez,


he perdido la oportunidad de aprender algo de
este inteligente luntico; bueno, voy a tratar de le-
vantar un poco el nimo charlando con madam
Mina. Amigo John, me alegra lo indecible que esa
mujer no sufra ms, ni soporte ms angustias con
todas estas cuestiones terribles. Aunque echemos
d menos su ayuda, es mejor as.
Coincido plenamente con usted
contest con toda seriedad, pues no quera que
flaquease en esta cuestin. Es mejor que se man-
tenga al margen de esto. Ya se presentan bastante
mal las cosas para nosotros, que somos hombres
de mundo y hemos tenido que afrontar situacio-
nes difciles en otro tiempo; pero no hay sitio para
una mujer. Si siguiese metida en este asunto, con
el tiempo acabara por arruinarle la salud.
De modo que Van Helsing se ha ido a char-
lar con la seora Harker y su marido; Quincey y
Art han salido en busca de pistas de los cajones de

710
Drcula

tierra. Terminar mi visita a los enfermos, y nos


reuniremos esta noche.

DIARIO DE MINA HARKER

1 de octubre

Me produce una extraa sensacin, notar


que me dejan en la ignorancia, como me pasa hoy;
sentir, despus de la confianza que Jonathan ha
tenido conmigo durante tantos aos, que evita
manifiestamente ciertos temas, los ms vitales. Es-
ta maana me he despertado tarde, despus de las
fatigas de ayer; y aunque Jonathan se ha desperta-
do tarde tambin, se ha levantado antes que yo.
Antes de irse, me habl en un tono ms dulce y
tierno que nunca, pero sin mencionar una palabra
de lo sucedido en la visita a la casa del Conde. Sin
embargo, saba lo terriblemente ansiosa que estoy.

711
Bram Stoker

Pobre marido mo! Me parece que su silencio ha


debido afligirle a l ms que a m. Han acordado
todos que es mejor que no siga interviniendo en
este terrible asunto, y yo he accedido. Pero pensar
que l tiene secretos para m! Estoy llorando como
una tonta, cuando s que se debe precisamente al
amor que mi marido siente por m, y al afecto de
estos otros hombres...
Creo que me ha hecho bien. Bueno, algn
da me lo contar todo Jonathan; y para que no
llegue a pensar ni por un momento que tengo se-
cretos para l, seguir escribiendo en mi diario
como siempre. Despus, para que no dude de mi
sinceridad, se lo dar para que lea expuestos ah
todos los pensamientos de mi corazn. Hoy me
siento especialmente triste y deprimida. Supongo
que es la reaccin, despus de tantas emociones.
Anoche me acost cuando ellos se marcha-
ron, simplemente porque me haban dicho que lo
hiciera. No tena sueo, y senta una ansiosa in-

712
Drcula

quietud. Estuve pensando en todo lo ocurrido


desde que Jonathan vino a verme a Londres, y me
parece una horrible tragedia; como si un fatalismo
empujara implacablemente hacia un fin predeter-
minado. Todo lo que uno hace, por muy razonable
y justo que sea, parece acarrear las consecuencias
ms lamentables. Si no hubiese ido yo a Whitby,
quiz la pobre Lucy estara ahora con nosotros. No
le dio por visitar el cementerio hasta que llegu
yo; y si no hubiese ido all conmigo por las tardes,
no habra ido despus sonmbula, y ese monstruo
no la habra destruido como la destruy. Oh! Por
qu ira yo a Whitby? Vaya, ya estoy llorando otra
vez! No s qu me pasa hoy. Procurar que no lo
sepa Jonathan; si se entera de que he llorado dos
veces en una misma maana yo, que jams he
llorado por m, ni le he hecho derramar una sola
lgrima a l, al pobre se le partira el corazn.
Pondr cara alegre: y aunque sienta ganas de se-
guir llorando, no lo sabr. Supongo que es una de

713
Bram Stoker

las lecciones que las pobres mujeres tenemos que


aprender...
No recuerdo exactamente cmo me dorm.
Creo que o de repente ladridos de perros y voces
extraas, como si alguien rezase frenticamente en
la habitacin del seor Renfield, que est abajo, en
alguna parte. Luego se qued todo en silencio, en
un silencio tan profundo que me sobresalt, y me
levant a asomarme a la ventana. Todo estaba os-
curo y callado, y las sombras negras que proyec-
taba la luna parecan llenas de un silencio miste-
rioso y especial. Nada se mova; todo pareca in-
mvil y tenebroso como el destino o la muerte; de
forma que una delgada hebra de niebla blanca que
avanzaba por la hierba en direccin a la casa con
una lentitud casi imperceptible, pareca dotada de
sensibilidad y vitalidad propias. Creo que esta
desviacin de mis pensamientos me soseg, por-
que al volver a la cama not que un letargo se
apoderaba de m. Estuve echada un rato, pero no

714
Drcula

acababa de quedarme dormida, as que me levant


y fui a asomarme a la ventana otra vez. La niebla
iba extendindose; ahora llegaba hasta la casa, de
forma que pude verla espesarse contra el muro,
como si tratase de subir solapadamente hacia las
ventanas. El pobre loco empez a gritar ms que
nunca; y aunque no distingua una sola palabra de
lo que deca, pude reconocer en su tono una spli-
ca apasionada. Luego o como un forcejeo o lucha,
y comprend que los celadores estaban tratando de
reducirle. Me asust tanto que me met en la cama,
me cubr la cabeza con el embozo, y me tapon los
odos con los dedos. En ese momento no tena ni
pizca de sueo; al menos eso creo. Pero deb de
quedarme dormida enseguida, porque aparte de
los sueos, no recuerdo nada hasta el da siguien-
te, en que Jonathan me despert. Me parece que
me cost trabajo darme cuenta de dnde estiba, y
que era Jonathan _u quien estaba inclinado sobre
m. Porque tuve un sueo muy extrao, y fue casi

715
Bram Stoker

tpica la forma en que los pensamientos vigiles se


fundieron o se prolongaron en forma de sueos.
Me pareci que estaba dormida, esperando
a que llegara Jonathan. Me senta muy inquieta
por l, aunque era incapaz de moverme; los pies,
las manos y el cerebro me pesaban enormemente,
de form que nada me funcionaba de manera
normal. As que mi sueo era inquieto, y no para-
ba de pensar. Luego empec a tener conciencia de
que el aire era pesado, hmedo, fro. Apart el
embozo de la cara, y descubr con sorpresa que
todo era borroso a mi alrededor. La luz de gas,
que haba dejado encendida para Jonathan, aun-
que haba bajado la llama, era una minscula bra-
sa rojiza en la niebla que evidentemente haba
aumentado y haba invadido el dormitorio. Enton-
ces record que haba dejado cerrada la ventana,
antes de meterme en la cama. Hubiera querido ir a
comprobarlo, pero un pesado letargo pareca in-
movilizarme las piernas y hasta la voluntad. Segu

716
Drcula

echada, aguantando y sin moverme; nada ms.


Cerr los ojos, aunque segu viendo a travs de los
prpados (es maravilloso, los engaos que nos
ofrecen los sueos, y con qu consonancia pode-
mos imaginar) La niebla se fue haciendo cada vez
ms densa, y ahora pude ver cmo se filtraba co-
mo si fuese humo o como la blanca energa del
agua hirviendo y entraba a borbotones en la habi-
tacin, no por la ventana, sino a travs de las ren-
dijas de la puerta. Y sigui espesndose an ms,
hasta que pareci como si se concentrase en una
especie de columna de vapor en el centro de la es-
tancia, en cuya parte superior distingua la luz de
gas brillando como un ojo rojizo. Las cosas me
empezaron a dar vueltas en la cabeza, a la vez que
la columna vaporosa giraba en la habitacin; y me
vinieron a la memoria las palabras bblicas: Una
columna de nube durante el da, y de fuego du-
rante la noche. Sera, efectivamente, una adver-
tencia espiritual que me llegaba en sueos? Pero

717
Bram Stoker

esta columna estaba formada por elementos diur-


nos y nocturnos, pues el fuego estaba en el ojo rojo
que, ahora que lo pienso, ejerca una fascinacin
nueva sobre m; y mientras miraba, el fuego se es-
cindi, y pareci brillar fijamente a travs de la
niebla como dos carbones encendidos, igual que
los que Lucy me describi en su momentneo
desvaro, en el acantilado, cuando la agonizante
luz del sol dio en los ventanales de la iglesia de
Santa Mara. De repente, el terror se apoder de
m, al recordar que as era como Jonathan haba
visto cobrar realidad a aquellas espantosas muje-
res, a travs de un torbellino de niebla, bajo la luz
de la luna. Y en mi sueo, deb desmayarme, por-
que todo se sumi en la negrura. El ltimo esfuer-
zo consciente que realiz mi imaginacin fue para
mostrarme una cara lvida, blanca, que surga de
la niebla y se inclinaba sobre m. Debo tener cui-
dado con esa clase de sueos, ya que podran des-
equilibrarme la razn si se repitiesen con dema-

718
Drcula

siada frecuencia. Yo les dira al doctor Van Hel-


sing o al doctor Seward que me prescribiesen algo
para dormir, pero temo alarmarles. Un sueo de
esta naturaleza, en las presentes circunstancias,
podra llenarles de inquietud por m. Esta noche
procurar dormir sin recurrir a nada de eso. Si no
lo consigo, maana por la noche les pedir que me
preparen una dosis de cloral; por una vez, no me
har dao, y me puede procurar un sueo repara-
dor. El sueo de esta noche me ha cansado ms
que si no hubiese pegado ojo.

2 de octubre, 10 de la noche

Anoche consegu dormir, aunque sin soar


nada. Deb de quedarme profundamente dormida,
ya que no me despert cuando Jonathan se meti
en la cama; pero el sueo no me ha descansado, ya
que hoy me siento terriblemente dbil y abatida.

719
Bram Stoker

Ayer me pas el da intentando leer, o adormilada.


Por la tarde, el seor Renfield pidi verme. El po-
bre se mostr muy amable; y al marcharme, me
bes la mano y rog a Dios que me bendijese. En
cierto modo, me conmovi mucho; lloro cuando
pienso en l. Esta es una nueva debilidad con la
que debo tener cuidado. Jonathan se sentira muy
desdichado si supiese que he estado llorando. El y
los dems estuvieron ausentes hasta la hora de la
cena, y regresaron muy cansados. Hice lo que pu-
de para animarles, y creo que el esfuerzo me bene-
fici a m, porque me olvid de lo cansada que es-
taba yo. Despus de cenar, me mandaron a la ca-
ma, y ellos salieron a fumar, segn dijeron; pero s
que queran hablar de lo que cada uno haba
hecho durante el da. Por la actitud de Jonathan,
comprend que l tena algo importante que co-
municar. No me senta con tanto sueo como es-
peraba; as que antes de acostarme le ped al doc-
tor Seward que me diese algn sedante, ya que no

720
Drcula

haba dormido bien la noche anterior. Muy ama-


blemente, me ha preparado una pocin y me ha
dicho que no me har ningn dao, ya que es muy
suave... Me la he tomado, y estoy aguardando a
que me d sueo; aunque parece que todava tar-
dar. Espero no haber cometido un error, ya que
ahora que siento revolotear el sueo en torno mo,
me asalta un nuevo temor: que pueda haber sido
una imprudencia privarme de la posibilidad de
despertar. Podra hacerme falta. Ya me est en-
trando sueo. Buenas noches.

721
CAPITULO XX

DIARIO DE JONATHAN HARKER

1 de octubre, por la noche

Encontr a Thomas Snelling en su casa de


Bethnal Green, pero desgraciadamente no estaba
en condiciones de recordar nada. La misma pers-
pectiva de poder beber cerveza gratis que le haba
brindado el anuncio de mi visita result excesiva,
y haba empezado su orga demasiado pronto. Sin
embargo, me enter por su esposa, que pareca
una buena mujer, que l slo es ayudante de Smo-
llet, y que es ste quien iba como responsable. As
que fui en coche a Walworth y encontr a Joseph
Smollet en casa, en mangas de camisa, tomando t
en un plato. Es un tipo despierto y honrado, un
Drcula

trabajador bueno y digno, y con ideas propias. Re-


cordaba perfectamente el incidente de los cajones;
sac un cuaderno sorprendente, con los cantos
reforzados, de un misterioso receptculo que tena
en la parte de atrs del pantaln, consult unas
anotaciones jeroglficas semiborradas, hechas con
lpiz grueso, y me dio las direcciones de los cajo-
nes. Desde Carfax, dijo, se efectu un transporte
de seis cajones que fueron depositados en el n-
mero 197 de Chicksand Street, Mile End, New
Town; y otro de otros seis que fueron llevados a
Jamaica Lane, Bermondsey Si el Conde se propo-
na diseminar estos refugios macabros por Lon-
dres, dichos lugares fueron escogidos para una
primera fase, a fin de distribuirlos despus ms
ampliamente. Esta forma sistemtica de llevar a
cabo la operacin me hizo pensar que su propsito
no era circunscribirse a das zonas de Londres tan
slo. Ahora se haba instalado en el extremo orien-
tal de la margen del norte, en el este de la margen

723
Bram Stoker

del sur, y en el sur. El norte y el oeste no quedar-


an fuera de sus planes diablicos, naturalmente, y
menos el centro mismo de la ciudad, el corazn
del elegante Londres. Me volv a Smollet, y le pre-
gunt si haban salido ms cajones de Carfax.
Bueno, jefe, es usted muy generoso con-
migo le haba dado medio soberano, de modo
que le dir todo lo que s. Hace cuatro noches le o
contar a un tal Bloxam en el Are and Ounds, de
Pinchet's Alley, cmo l y su compaero haban
tenido que hacer un trabajo bastante polvoriento
en una vieja casa de Purfleet. No hay mucho tra-
bajo por aqu; as que me parece que seguramente
Sam Bloxam puede saber algo sobre el particular.
Le pregunt si poda decirme dnde encon-
trarle. Aad que si me daba su direccin, le re-
compensara con otro medio soberano. As que se
trag el resto del t de una sola vez y se levant,
diciendo que iba a averiguarlo inmediatamente. Se
detuvo en la puerta, y dijo:

724
Drcula

Oiga, jefe; es una tontera que espere


aqu. Puede que encuentre a Sam enseguida, o
puede que no; pero de todas maneras, no va a es-
tar como para decirle muchas cosas esta noche.
Sam es un tipo raro cuando se pone a beber, Si me
da un sobre con el sello pegado y la direccin
puesta, averiguar dnde puede encontrar a Sam,
y se lo mandar esta misma tarde. Pero ser mejor
que vaya a verle maana temprano, porque de lo
contrario, no lo coger; Sam es siempre madruga-
dor, por mucho que haya bebido la vspera.
Esto me pareci lo ms 1 prctico sali una
de sus hijas con un penique a m .11 comprar un
sobre y una hoja de papel, quedndose con e.
cambio. Cuando regres, escrib el sobre y le puse
el sello; y tras repetir Smollet su promesa de que
me mandara la direccin tan pronto como la ave-
riguara, regres. Estamos sobre la pista. Esta no-
che me siento cansado y necesito dormir. Mina es-
t como un tronco, y la noto un poco demasiado

725
Bram Stoker

plida; tiene los ojos como si hubiese estado llo-


rando. Pobrecilla; estoy convencido de que lamen-
ta tener que mantenerse al margen, y puede que
eso la tenga doblemente preocupada por m y por
los dems. Pero es mejor as. Es preferible el des-
encanto, y que se sienta ahora molesta por ese mo-
tivo, a que acabe mal de los nervios. Los mdicos
tienen toda la razn al insistir en que no interven-
ga en este horrible asunto. Debo ser firme, ya que
el peso del silencio va a descansar especialmente
sobre m. No debo abordar el tema con ella bajo
ningn concepto. Pero puede que no sea demasia-
do duro, despus de todo, ella misma se ha vuelto
reservada sobre el particular, y no ha vuelto a
hablar del Conde ni de sus fechoras desde que le
comunicamos nuestra decisin.

2 de octubre, por la noche

726
Drcula

Hoy ha sido un da largo, agotador y movi-


do. Recib, en el primer correo del da, el sobre que
le dej a Smollet, con un trozo de papel sucio, en el
que vena escrita, con lpiz de carpintero y una
letra desparramada, la siguiente direccin:
Sam Bloxam, Korkrans, 4 Poters Cort,
Bartel Street, Walworth. Preguntar por el encolga-
do
La carta lleg cuando an me encontraba en
la cama, y me levant sin despertar a Mina. La no-
t cansada, plida y con mal aspecto. Decid dejar
que siguiera durmiendo; cuando volviera de esta
nueva averiguacin arreglara las cosas para que
regresara a Exeter. Creo que estar ms a gusto en
casa, ocupndose de sus quehaceres diarios, que
aqu entre nosotros, y ajena a todo. Slo vi al doc-
tor Seward un momento, y le dije adnde iba,
prometindole regresar a comunicarles a todos el
resultado tan pronto como supiese algo. Fui a
Walworth y, con alguna dificultad, encontr Pot-

727
Bram Stoker

ter's Court; me haba despistado la mala ortografa


del seor Smollet. Sin embargo, en cuanto di con
la calle, me fue fcil localizar la pensin Corcoran.
Pregunt a un hombre que sali a la puerta por el
encolgado, y neg con la cabeza.
No s quin es. Esa persona no vive aqu;
no he odo ese nombre en toda mi vida. No creo
que viva nadie con ese nombre por aqu.
Saqu la carta de Smollet; y al releerla, me
pareci que la ortografa de lo anterior poda ser
una orientacin, y le pregunt:
Usted qu es?
Yo soy el encargado contest.
Comprend que haba acertado: la letra de
Smollet me haba vuelto a desorientar.
Una propina de media corona puso a mi
disposicin cuanto saba el encargado, y me enter
de que el seor Bloxam haba dormido su resaca
de cerveza en la pensin Corcoran, y se haba
marchado al trabajo que tena en Pensar a las cinco

728
Drcula

de la madrugada. No supo decirme cul era la di-


reccin de este trabajo, aunque tena la vaga idea
de que se trataba de un flamante almacn de
mercancas; y con esta brumosa orientacin, me
encamin hacia Poplar. Eran ms de las doce
cuando consegu una referencia ms concreta de
dicho edificio, y fue en un caf, donde estaban
comiendo unos obreros. Uno de ellos dijo que se
estaba construyendo un almacn de mercancas
en Cross Angel Street que pareca responder a lo
de flamante. Me dirig inmediatamente hacia all.
Unas palabras con el antiptico portero y con un
capataz an ms antiptico, a quienes pude apaci-
guar con moneda del reino, me pusieron sobre la
pista de Bloxam; se le envi recado al sugerir yo
que estaba dispuesto a pagar al capataz el salario
del da, a cambio de poder hacerle unas preguntas
sobre un asunto particular. Bloxam era un tipo
bastante despierto, aunque tosco en el lenguaje y
la actitud. Cuando le promet que le pagara su

729
Bram Stoker

informacin y le di un anticipo, me dijo que haba


hecho dos viajes de Carfax a una casa de Piccadi-
lly, y que haba llevado de una a otra nueve cajo-
nes grandes muy pesadsimos, en un carro
de un caballo, alquilado por l mismo para este
fin. Le pregunt si poda darme el nmero de la
casa de Piccadilly, a lo que contest:
Ver, jefe; se me ha olvidado el nmero,
pero est a unos cuantos portales de una gran
iglesia blanca, o algo parecido, no muy antigua. Es
un casern viejo y polvoriento, aunque no se pue-
de ni comparar con el otro, del que recogimos las
cajas.
Cmo entr usted en la casa, si no haba
nadie?
Estaba el viejo que me contrat, aguar-
dndome dentro de la casa de Purfleet. Me ayud
a sacar los cajones y a cargarlos en el carro. Y mal-
dita sea, es el to ms fuerte que me he echado yo

730
Drcula

a la cara; y eso que es un viejo con el bigote blanco


y tan flaco que no parece capaz de dar ni sombra.
Cmo me estremecieron esas palabras!
Coga los cajones por su lado como si
fuesen paquetes de t, mientras que yo bufaba y
resoplaba sin acabar de levantar el mo... Y no es
que sea yo una gallina.
Y en la casa de Piccadilly, cmo entr?
Estaba l tambin. Haba llegado antes
que yo; porque cuando llam a la campanilla, sali
l a abrir, y me ayud a entrar los cajones al vest-
bulo.
Los nueve? pregunt.
S; cinco en el primer viaje y cuatro en el
segundo. Es un trabajo que le deja a uno seco; no
recuerdo ni cmo regres a casa.
Le interrump
Se quedaron los cajones en el vestbulo?
S; era un vestbulo muy grande en el que
no haba nada.

731
Bram Stoker

Intent averiguar algo ms:


No tena usted ninguna llave?
No vi llaves por ninguna parte. El viejo
seor abri la puerta personalmente y la cerr otra
vez cuando me march. No recuerdo lo que pas
en el ltimo viaje, seguramente a causa de la cer-
veza.
Y no recuerda el nmero de la casa?
No, seor. Pero no es difcil localizarla. Es
un casern alto que tiene la fachada de piedra, un
arco y una gran escalinata hasta la puerta. Re-
cuerdo la escalinata porque me echaron una mano
tres haraganes que se acercaron a ver si se gana-
ban unas monedas. El viejo seor les dio un cheln;
y ellos le pidieron ms; pero l cogi a uno de
ellos por el hombro y lo arroj escaleras abajo; as
que se marcharon los tres soltando maldiciones.
Pensando que esta descripcin me bastara
para localizar la casa, le pagu a mi amigo su in-
formacin, y me dirig a Piccadilly. Haba conse-

732
Drcula

guido un dato poco alentador: el Conde poda


manejar los cajones sin ayuda de nadie, evidente-
mente. En tal caso, el tiempo era precioso; pues
ahora que haba conseguido una primera distribu-
cin, poda completar el trabajo sin llamar la aten-
cin, eligiendo el momento oportuno. Dej el co-
che en Piccadilly Circus y segu andando hacia el
oeste; pasado el Junior Constitutional, descubr el
edificio en cuestin, y tuve la certeza de que sta
era la siguiente madriguera de Drcula. La casa
tena pinta de estar deshabitada desde haca mu-
cho tiempo. Tena el polvo incrustado en las ven-
tanas, y las contraventanas abiertas. Sus marcos
estaban ennegrecidos por el tiempo, y la pintura
haba saltado del hierro. Se notaba que reciente-
mente haba ostentado un gran cartel delante del
balcn; pero lo haban arrancado de mala manera,
y an estaban all los palos que lo haban sosteni-
do. Detrs de la barandilla del balcn haba algu-
nas tablas sueltas con toscos bordes de color blan-

733
Bram Stoker

co. Habra dado lo que fuera por haber visto intac-


to el letrero, porque sin duda me habra dado una
clave importante sobre la propiedad del edificio.
Recordaba mis indagaciones para gestionar la
compra de Carfax, y comprend que si localizaba
al anterior propietario, podra conseguir entrar en
la casa.
De momento, no quedaba nada ms por
averiguar desde Piccadilly, ni tena nada que
hacer all; di la vuelta y fui a la parte de 'atrs por
si poda enterarme de alguna otra cosa. Haba ac-
tividad en las caballerizas, ya que la mayora de
las casas de Piccadilly estn ocupadas. Pregunt a
uno o dos de los mozos de cuadra que haba por
all si podan darme alguna informacin sobre la
casa deshabitada. Uno de ellos dijo que, segn
haba odo, la haban comprado recientemente,
aunque ignoraba a quin haba pertenecido. Sin
embargo, me dijo que hasta haca muy poco haba
tenido el cartel de Se vendes y que quiz podran

734
Drcula

decirme algo en Mitchel, Sons & Candy, la agencia


que se haba encargado de venderla, porque re-
cordaba haber ledo ese nombre en el cartel. No
quise mostrar demasiado inters, ni dejar que mi
informador recelase nada; le di las gracias y me
fui. Estaba oscureciendo ya, y en otoo la noche se
echa encima enseguida, de modo que no deba
perder tiempo. Despus de consultar la direccin
de Mitchel, Sons & Candy en una gua, en Berke-
ley, me dirig a sus oficinas, situadas en Sackville
Street.
El caballero que me atendi se mostr tan
sumamente amable como reservado. Despus de
informarme que la casa de Piccadilly durante
nuestra entrevista la llam invariablemente man-
sin haba sido vendida, dio por terminada la
entrevista. Cuando le pregunt quin la haba
comprado, abri los ojos un poco ms, guard si-
lencio unos segundos, y contest:
Est vendida, seor.

735
Bram Stoker

Perdone dije con igual cortesa, pero


tengo motivos especiales para desear saber quin
la ha comprado.
Guard un silencio ms prolongado, alz
un poco ms las cejas, y volvi a contestar con la-
conismo:
Est vendida, seor.
Sin duda dije, no tendr inconve-
niente en darme algn otro detalle.
S lo tengo, seor contest. Los asun-
tos de los clientes estn seguros en manos de Mit-
chell, Sons & Candy.
El personaje era un pedante de primera
magnitud, y no serva de nada discutir con l. Me
pareci ms acertado enfrentarme en su propio
terreno, y le dije:
Sus clientes, seor, tienen suerte de con-
tar con tan celoso guardin de sus intereses. Yo
soy tambin de la profesin le entregu mi tarje-
ta, y no vengo por simple curiosidad; lo hago en

736
Drcula

nombre de lord Godalming, que desea conocer


algunos detalles del inmueble que hasta hace poco
a estado en venta, segn dice l.
Estas palabras dieron un nuevo sesgo a la
cuestin. Y dijo:
Me gustara complacerle si pudiese, se-
or Harker; y especialmente complacer a milord.
Una vez nos encarg un pequeo asunto sobre el
alquiler de un bufete, cuando an era el honorable
Arthur Holmwood. Si me deja usted las seas de
milord, consultar con la direccin sobre el parti-
cular y en caso de que no haya inconveniente, se
lo comunicar a milord en el correo de esta misma
tarde. Tendremos mucho gusto en complacer a
milord, si podemos hacer una excepcin en nues-
tra norma, y facilitarle a milord la informacin que
nos solicita.
Quise ganarme un amigo, y no hacerme un
enemigo, as que le expres mi agradecimiento, le
di la direccin del doctor Seward, y me march.

737
Bram Stoker

Haba oscurecido, y me senta cansado y ham-


briento. Tom una taza de t en la Aerated Bread
Company, y baj a Purfleet para coger el primer
tren.
Encontr a todos los dems en casa. Mina
estaba cansada y plida, aunque haca heroicos
esfuerzos para mostrarse animada y alegre; me
parta el corazn pensar que deba tenerla aparta-
da de todo, y preocuparla de esta manera. Gracias
a Dios, sta ser la ltima noche en que la inquie-
ten nuestras conferencias, y sienta como una espi-
na el que la excluyamos de nuestras reuniones. He
hecho acopio de valor para mantenerme firme en
esta prudente decisin de no implicarla en tan es-
pantosa empresa. Parece algo ms resignada; o
quiz el mismo tema se le ha hecho repugnante,
porque cada vez que alguien hace alguna alusin
casual, se estremece literalmente. Me alegro de
haber tomado dicha determinacin a tiempo; ya

738
Drcula

que si reacciona as, nuestra informacin, cada vez


ms abundante, supondra un suplicio para ella.
No poda contarles a los dems las indaga-
ciones que he. hecho hasta que estuvisemos so-
los; as que despus de la cena seguida de un
poco de msica para cubrir las apariencias incluso
entre nosotros, llev a Mina a su habitacin y la
dej en la cama. La pobre ha estado ms afectuosa
conmigo que nunca, y me ha estrechado corneo si
no quisiese que me fuera; pero haba muchas co-
sas de que hablar, y la dej. Gracias a Dios, este
silencio no ha supuesto ningn cambio entre noso-
tros.
Al bajar encontr a los dems reunidos al-
rededor de la chimenea, en el despacho. Durante
el viaje haba redactado en mi diario todo lo que
he hecho, hasta este momento, y me limit a leerlo,
ya que era el modo ms prctico de informarles.
Cuando termin, dijo Van Helsing:

739
Bram Stoker

Hoy ha sido un da muy provechoso,


amigo Jonathan. Indudablemente, estamos sobre
la pista de los cajones que faltan. Si los encontra-
mos todos en esa casa, nuestra misin habr con-
cluido prcticamente. Pero si falta alguno, habr
que seguir hasta que lo encontremos; despus, da-
remos nuestro coup final, y perseguiremos a ese
desdichado hasta que muera definitivamente.
Guardamos silencio un momento, y a con-
tinuacin habl el seor Morris:
Y dganme! Cmo vamos a entrar en la
casa?
Como hemos entrado en la otra contest
lord Godalming rpidamente.
Pero, Art, sta es distinta. En la de aqu
de Carfax nos protega la noche y un parqu ta-
piado. Allanar una casa en Piccadilly es muy dis-
tinto, tanto si lo hacemos de da como de noche.
Confieso que no s cmo vamos a entrar, a menos
que ese encanto de la gestora nos facilite una lla-

740
Drcula

ve; quiz lo sepamos cuando recibamos su carta,


maana por la maana.
Lord Godalming arrug el ceo, se levant,
y empez a pasear poda habitacin. Poco despus
se detuvo, y dijo mirndonos a cada uno de noso-
tros:
Quincey tiene razn. El allanamiento es
un asunto. muy serio; la primera vez nos ha salido
bien; pero el paso que ahora vamos a dar es muy
delicado... A no ser que encontremos el cesto de
las llaves del Conde.
Como no podamos hacer nada hasta la
maana, y lo ms aconsejable era esperar a ver si
lord Godalming tena noticias de la agencia Mit-
chell, dejamos las decisiones para la hora del des-
ayuno. Estuvimos un rato ms, fumando y
hablando de los distintos aspectos del caso; yo he
aprovechado este rato para consignarlo todo en mi
diario, hasta ahora mismo. Tengo mucho sueo;
me voy a la cama...

741
Bram Stoker

Unas lneas ms: Mina duerme profunda-


mente, y su respiracin es regular. Tiene la frente
surcada de pequeas arrugas, aunque no parece
tan macilenta como esta maana. Espero poner
remedio a esto maana mismo, haciendo que re-
grese a casa, a Exeter. Ah, qu sueo tengo!

DIARIO DEL DOCTOR SEWARD

1 de octubre

Otra vez me tiene desconcertado Renfield.


Sus estados de nimo se suceden con tanta rapi-
dez que me resulta difcil seguirlos; y como siem-
pre representan algo ms que su propio bienestar,
constituyen un estudio de lo ms interesante. Esta
maana, cuando fui a verle despus del desaire a
Van Helsing, su actitud era la del hombre que es
dueo de su destino. De hecho, lo era... subjetiva-

742
Drcula

mente. Nada que fuera meramente terreno le im-


portaba; se senta en las nubes, y contemplaba
desde ellas nuestras necesidades y flaquezas de
pobres mortales. Me pareci una buena ocasin
para averiguar algo, y le pregunt;
Cmo van hoy esas moscas?
Esboz una sonrisa de superioridad una
sonrisa digna de la cara de Malvolio, y me con-
test:
Las moscas, mi querido seor, tienen una
caracterstica sorprendente: sus alas son smbolo
del poder areo de las facultades psquicas. Qu
razn tenan los antiguos 'al representar el alma
como una mariposa!
Se me ocurri llevar su analoga hasta los
ltimos extremos lgicos, y dije vivamente:
Ah, es el alma lo que le preocupa ahora!,
verdad?
Su locura le desbarat el discurso, y una
expresin de perplejidad asom 'a su cara cuando,

743
Bram Stoker

moviendo la cabeza con un gesto negativo, dijo


con una resolucin que muy raramente haba visto
en l:
Oh, no, no! No me interesan las almas.
Todo lo que quiero es vida. Aqu se anim:
Pero ahora ya no me preocupa. Me va bien, y ten-
go toda la que quiero. Tendr que buscarse otro
paciente, doctor, si quiere estudiar la zoofagia!
Este comentario me sorprendi un poco, as
que segu tirndole de la lengua:
Entonces, manda usted sobre la vida;
acaso es un dios?
Sonri con benvola e inefable superiori-
dad.
Oh, no! Estoy muy lejos de arrogarme
los atributos de la Deidad. Ni siquiera me intere-
san especialmente sus obras espirituales. Para de-
finir mi postura intelectual, le dir que, en lo que
concierne a las cosas puramente terrenas, mi acti-

744
Drcula

tud es un poco como la que Enoch adopt espiri-


tualmente!
Su aclaracin era un enigma para m. En ese
momento no recordaba cul era la postura de
Enoch; de modo que le pregunt simplemente,
aunque me daba cuenta de que con ello me reba-
jaba a los ojos de un luntico:
Y por qu de Enoch?
Porque l caminaba con Dios.
No vea la analoga, aunque no quise reco-
nocerlo; as que volv a su anterior negacin:
De modo que no le importa la vida; y no
quiere almas. Cmo es eso?
Le hice la pregunta con presteza y con cier-
ta severidad, a fin de desconcertarle. Lo consegu;
por un instante, volvi a su antigua actitud servil,
se dobleg ante m y me adul al contestar:
No quiero almas, en efecto, en efecto! No
las quiero. No podra utilizarlas si las tuviera! No
me seran de ninguna utilidad. No podra comr-

745
Bram Stoker

melas ni... De repente, se call, y su antigua as-


tucia cruz por su semblante como una rfaga de
viento en la superficie del agua. En cuando a la
vida, doctor, qu es, en definitiva? Cuando uno
tiene la que precisa, y sabe que no va a necesitar
ms, qu ms quiere? Yo tengo amigos, buenos
amigos, como usted, doctor Seward dijo con
una mirada de soslayo que delat una astucia in-
decible; s que no me faltar jams un medio de
vida!
Creo que, inmerso en la bruma de su de-
mencia, vio cierta animosidad en m, porque in-
mediatamente se recluy en su ltimo refugio: el
mutismo obstinado. Durante un momento ms,
trat intilmente de hacerle hablar. Estaba de mal
humor, as que le dej.
Ms tarde, me mand llamar. Normalmen-
te, no habra acudido sin un motivo especial; pero
en la actualidad me tiene tan interesado su caso
que fui de buena gana. Adems, me alegra tener

746
Drcula

alguna ocupacin que me ayude a pasar el tiempo.


Harker ha salido en busca de pistas; y lo mismo
lord Godalming y Quincey. Van Helsing est en el
despacho estudiando detenidamente el informe
preparado por los Harker; parece convencido de
que un anlisis minucioso de todos los detalles
puede darnos alguna clave. No quiere que le mo-
lesten en su trabajo sin un motivo. Hubiera queri-
do llevarle a ver a mi paciente, pero pens que
quiz no le apeteca, despus de su ltimo desaire.
Tena otro motivo tambin: puede que Renfield no
hablara con la misma libertad en presencia de una
tercera persona, que estando solos l y yo.
Le encontr sentado en su taburete, en el
centro de la habitacin, postura que en l denota
generalmente cierta energa mental. Al entrar yo,
dijo inmediatamente, como si la pregunta hubiese
estado aguardando en sus labios:
Qu piensa de las almas?

747
Bram Stoker

Evidentemente mi suposicin haba sido


correcta. La actividad mental inconsciente estaba
produciendo su efecto, aun en el luntico. Decid
cerciorarme.
Qu piensa usted? pregunt.
Tard un momento en contestar, pero mir
en torno suyo, arriba y abajo, como si esperase en-
contrar inspiracin para contestar:
No quiero almas! dijo en un tono d-
bil, como de excusa.
Esta cuestin pareca obsesionarle, as que
decid aprovecharme, ser cruel para ser amable Y
le dije:
A usted le gusta la vida, y es lo que quiere.
Ah, s! La vida es buena y no plantea
problemas.
Pero cmo podemos tener vida, sin te-
ner alma tambin? pregunt.
La pregunta pareci dejarle perplejo; de
modo que prosegu:

748
Drcula

Ser divertido, ir volando por ah, con las


almas de miles de moscas y de araas y de pjaros
y de gatos bordoneando y gorjeando y maullando
a su alrededor. Se ha comido sus vidas, y ahora
debe cargar con sus almas!
Algo pareci impresionarle en la imagina-
cin, pues se tap los odos con los dedos y cerr
los ojos, apretndolos fuertemente como hacen los
nios cuando les enjabonan la cara. Haba algo pa-
ttico en ese gesto que me conmovi; tambin me
sirvi de leccin, porque pareca que ante m tena
a un nio...; a un nio tan slo, aunque tuviera las
facciones consumidas y blanco el pelo de la barba.
Era evidente que estaba sufriendo un trastorno; y
sabiendo cmo haba interpretado en otras ocasio-
nes cosas aparentemente desconocidas para l, se
me ocurri intentar penetrar en su pensamiento
cuanto me fuera posible. Lo primero era devolver-
le la confianza; por tanto, le pregunt, alzando la

749
Bram Stoker

voz para que me oyese a travs de sus odos tapo-


nados:
Quiere un poco de azcar para atraer a
las moscas otra vez?
Pareci despertar inmediatamente, y neg
con la cabeza. Solt una carcajada, y dijo:
No, gracias! Las moscas son pobres cria-
turas, al fin y al cabo! Y tras una pausa, aa-
di: Pero no quiero que sus almas anden bor-
deando a mi alrededor.
Y araas? continu.
Al infierno las araas! Para qu sirven
las araas? No tienen nada que se pueda comer
ni... se call de repente, como si se acordase de
un tema prohibido.
Vaya, vaya! pens para mis adentros,
es la segunda vez que se calla de repente ante la
palabra "beber"; qu significar eso? Renfield
pareci darse cuenta de que haba cometido un

750
Drcula

desliz, y aadi apresuradamente, como para des-


viar mi atencin:
Me tiene sin cuidado toda esa clase de bi-
chos: ratas, ratones y pequeas bestezuelas, co-
mo dice Shakespeare; pollo de despensa, po-
dramos llamarlos nosotros. Tanto dara pedirle a
un hombre que comiese molculas con un par de
palillos, como interesarme a m por los carnvoros
inferiores, cuando s lo que tendr en el futuro.
Ya veo dije; quiere animales grandes
en los que poder hincar el diente. Le gustara
desayunar elefante?
Lo que dice es una estupidez!
Se estaba avispando demasiado, de modo
que pens que poda presionarle.
Me pregunto dije, pensativo, cmo
ser el alma de un elefante.
Consegu el efecto deseado porque, inme-
diatamente, dej su arrogancia y volvi a conver-
tirse en un nio.

751
Bram Stoker

Yo no quiero un alma de elefante, ni


ninguna otra! dijo. Durante unos segundos
guard silencio, desalentado. Y de repente, se le-
vant de un salto, con los ojos centelleantes y to-
dos les signos de una intensa agitacin mental:
Vyanse al infierno usted y sus almas! grit.
Por qu viene a incordiarme hablndome de al-
mas? No tengo bastantes preocupaciones y su-
frimientos, para ocuparme de las almas?
Se haba puesto tan agresivo que cre que le
iba a dar otro ataque homicida; as que hice sonar
el silbato. Instantneamente, se calm y dijo excu-
sndose:
Perdone, doctor; he perdido el control; no
le hace falta ninguna ayuda. Estoy tan preocupado
que me pongo irritable. Si supiera usted el pro-
blema que tengo que afrontar y resolver, me com-
padecera, me tolerara y me perdonara. Por fa-
vor, que no me pongan la camisa de fuerza. Nece-
sito pensar, y no puedo pensar libremente cuando

752
Drcula

tengo el cuerpo sujeto. Estoy seguro de que lo


comprende!
Evidentemente, se haba dominado; as que
cuando llegaron los celadores les dije que no pa-
saba nada, y se retiraron. Renfield les observ
mientras se iban; cuando se cerr la puerta, dijo,
con gran dignidad y dulzura:
Doctor Seward, ha sido usted muy consi-
derado conmigo. Crame que se lo agradezco
muchsimo!
Me pareci prudente dejarle en ese estado
de nimo, y me march. Desde luego, el caso de
este hombre merece una profunda reflexin. En-
cuentro varios aspectos que parecen componer lo
que los entrevistadores americanos, llamaran
una historia, si se consiguen ordenar debida-
mente. Y son los siguientes:
Se resiste a pronunciar la palabra beber.
Le da miedo la idea de cargar con el alma
de nadie.

753
Bram Stoker

No teme la falta de vida en el futuro.


Desprecia toda forma de vida inferior, aun-
que le asusta que le acosen sus almas.
Lgicamente, todas estas cosas apuntan en
una direccin! Tiene la seguridad de que conse-
guir una vida superior. Teme las consecuencias:
cargar con un alma. Entonces, es en una vida
humana en lo que l piensa!
Y quin se la garantiza...?
Dios misericordioso! El Conde ha estado
con l, y trama algn nuevo plan terrible!

Ms tarde
Despus de efectuar mi ronda, he ido a ver
a Van Helsing y le he hablado de mis recelos. Se
ha puesto muy serio, y despus de meditarlo un
momento, me ha pedido que le llevase a ver
Renfield. Hemos ido. Al llegar a la puerta, hemos
odo al luntico cantando alegremente, como sola
hacer tiempo atrs. Cuando entramos, vimos con

754
Drcula

asombro que haba extendido su azcar como


haca antes; las moscas, letrgicas en otoo, empe-
zaban a bordonear por la habitacin. He tratado
de hacerle hablar sobre nuestra anterior conversa-
cin, pero no ha hecho caso. Ha seguido cantando,
exactamente como si no estuvisemos presentes.
Tena un trozo de papel y se lo estaba guardando
en el cuaderno. Nos hemos ido tal como hemos
entrado.
Su caso es verdaderamente extrao; habr
que vigilarle esta noche.

CARTA DE MITCHELL, SONS &


CANDY A LORD GODALMING

Milord:
Es un honor para nosotros, en todo
momento, dar satisfaccin a sus deseos.
Respecto al inters de milord, expresado
por mediacin del seor Harker, nos es gra-
to proporcionarle la siguiente informacin

755
Bram Stoker

relativa a la compraventa de la finca nme-


ro 347 de Piccadilly: sus vendedores origi-
nales son los albaceas del difunto seor Ar-
chibald Winter Suffield. El adquiriente es
un noble extranjero, el conde De Ville,
quien efectu la compra personalmente,
pagando al contado, si milord nos permi-
te tan vulgar expresin. Aparte de esto, no
tenemos ms informes sobre dicha persona.
Sin otro particular, rogamos a milord
nos considere sus humildes servidores,

MITCHELL, SONS & CANDY

DIARIO DEL DOCTOR SEWARD

2 de octubre

756
Drcula

Anoche puse de guardia en el corredor a


uno de mis hombres, y le dije que estuviese atento
a cualquier ruido que se produjese en la habita-
cin de Renfield, con instrucciones de que me lla-
mase si observaba algo extrao. Despus de cenar,
cuando nos reunimos todos en el despacho alre-
dedor de la chimenea la seora Harker se haba
acostado, hablamos de todas las gestiones y
averiguaciones efectuadas en el da. Harker era el
nico que haba conseguido algo concreto, y te-
nemos muchas esperanzas de que su pista sea im-
portante.
Antes de acostarme, pas por la habitacin
de mi paciente y me asom a la mirilla. Dorma
profundamente, y su pecho suba y bajaba con una
respiracin regular.
Esta maana, el hombre de guardia me ha
informado que poco despus de la medianoche
empez a mostrarse desasosegado y se puso a re-
zar en voz alta. Le pregunt si era todo, contest

757
Bram Stoker

que l no haba odo nada ms. Not algo raro en


su actitud, y le pregunt a bocajarro si se haba
dormido. Neg haberse dormido, aunque admiti
que haba cabeceado un rato. No me gustan estos
hombres en los que no se puede confiar si no se les
vigila.
Hoy Harker va a seguir la pista que descu-
bri ayer, y Art y Quincey se encargarn de com-
prar caballos. Godalming cree que conviene tener
preparados unos cuantos, porque cuando tenga-
mos la informacin que buscamos, no habr tiem-
po que perder. Debemos esterilizar toda la tierra
importada entre la salida y la puesta del sol; de
este modo cogeremos al Conde en su momento de
mayor debilidad, y sin un refugio donde escon-
derse. Van Helsing ha ido al museo Britnico a
consultar ciertas autoridades en medicina antigua.
Los mdicos de siglos pasados registraron cosas
que la medicina posterior no acepta, y el profesor

758
Drcula

ha ido en busca de remedios brujeriles y diabli-


cos que puedan servirnos ms adelante.
A veces creo que estamos todos locos, y que
despertaremos a la razn metidos en una camisa
de fuerza.

Ms tarde
Hemos vuelto a reunirnos. Parece que al fin
estamos en el buen camino, y que nuestro trabajo,
maana, ser el principio del fin. Me pregunto si
la tranquilidad de Renfield tendr alguna relacin
con todo esto. Sus cambios de humor han respon-
dido de tal modo a las acciones del Conde, que
quiz intuya de alguna forma la inminente des-
truccin del monstruo. Si tuvisemos algn indi-
cio sobre lo que pas ayer por su mente, entre mi
conversacin con l y su vuelta a la caza de mos-
cas, tal vez nos proporcionara alguna clave valio-
sa. Ahora lleva un tiempo en que est aparente-

759
Bram Stoker

mente tranquilo... Ha sido l? Ese grito parece


que ha sonado en su habitacin...
El celador acaba de entrar impetuosamente
en mi habitacin, y me ha dicho que Renfield ha
sufrido un accidente. Ha odo el grito, y al entrar
le ha encontrado en el suelo, cubierto de sangre.
Ir inmediatamente...

760
CAPITULO XXI

DIARIO DEL DOCTOR SEWARD

3 de octubre

Consignar puntualmente, tal como lo re-


cuerdo, todo lo sucedido desde la ltima graba-
cin. No debemos pasar por alto ningn detalle;
proceder con calma.
Al llegar a la habitacin de Renfield le en-
contr tendido en el suelo, sobre el costado iz-
quierdo, en medio de un charco de sangre. Al tra-
tar de incorporarle, observ en seguida que haba
recibido heridas terribles; no parecan hechas con
la intencionalidad que se observa an en una cor-
dura letrgica. Tena la cara horriblemente magu-
llada, como si se la hubiese golpeado contra el
Bram Stoker

suelo: era de la cara, efectivamente, de donde le


manaba la sangre encharcada en el suelo. El cela-
dor que estaba arrodillado junto a su cuerpo me
dijo, mientras le dbamos la vuelta:
Creo, seor, que tiene rota la espina dor-
sal. Mire: el brazo derecho, la pierna y todo ese
lado de la cara los tiene paralizados.
El celador estaba perplejo sobre cmo poda
haberle ocurrido semejante accidente. Pareca
completamente desconcertado; y coment, arru-
gando el ceo:
No consigo entender estos dos acciden-
tes. Puede haberse hecho eso en la cara golpen-
dose la cabeza contra el suelo. En el manicomio de
Eversfield vi una vez a una joven hacer algo pare-
cido, antes de que nadie pudiese detenerla. Su-
pongo que tambin puede haberse roto la espina
dorsal cayndose de la cama, si le ha cogido en
mala postura. Pero no se me ocurre en absoluto
cmo le han podido pasar las dos cosas. Si tena la

762
Drcula

espalda rota, no ha podido golpearse la cabeza; y


si tena la cara as antes de caerse de la cama,
habra dejado seales en ella.
Le dije:
Vaya a buscar al doctor Van Helsing, y
dgale que haga el favor de venir enseguida. Que
no pierda un segundo.
El hombre sali corriendo, y muy pocos
minutos despus apareci el profesor en bata y
zapatillas. Al ver a Renfield en el suelo, le observ
atentamente un momento, y luego se volvi hacia
m. Creo que me ley el pensamiento, porque dijo
con serenidad, evidentemente para que lo oyese el
celador:
Ah, qu desgraciado accidente! Necesi-
tar un examen muy minucioso, y muchsimos
cuidados. Me quedar con usted; pero antes voy a
vestirme. Slo tardar unos minutos.
El paciente respiraba ahora de forma ester-
torosa; era fcil ver que haba sufrido un dao te-

763
Bram Stoker

rrible. Van Helsing regres con extraordinaria ce-


leridad, con su estuche de instrumentos quirrgi-
cos. Evidentemente, haba estado pensando y
haba tomado una decisin; porque casi antes de
examinar al paciente, me susurr:
Haga que se vaya el celador. Quiero que
estemos a solas con l cuando recobre el conoci-
miento, despus de la operacin.
As que dije:
Creo que es suficiente, Simmons. Hemos
hecho cuanto hemos podido, de momento. Ser
mejor que vaya a hacer su ronda; el doctor Van
Helsing le operar. Infrmeme si observa algo
anormal en cualquier parte.
El hombre se retir, e iniciamos un minu-
cioso reconocimiento del paciente. Las heridas de
la cara eran superficiales; el verdadero dao con-
sista en una fractura de crneo que se extenda
por toda la zona motriz. El profesor medit un
momento, y dijo:

764
Drcula

Hay que reducir la presin y restablecer


las condiciones normales en la medida en que po-
damos; la rapidez de la sufusin delata la extrema
gravedad de la herida. Parece que tiene afectada
toda la zona motriz. La sufusin del cerebro au-
menta rpidamente; hay que trepanar enseguida,
o ser demasiado tarde.
Mientras hablaba, llamaron suavemente a
la puerta. Fui a abrir, y me encontr en el corredor
a Arthur y a. Quincey en pijama y zapatillas. Dijo
el primero:
He odo al celador que llamaba al doctor
Van Helsing y le hablaba de un accidente, y he
despertado a Quincey; o ms bien le he llamado,
porque no estaba durmiendo. Los acontecimientos
se suceden demasiado deprisa y de una manera
muy extraa para que ninguno de nosotros duer-
ma tranquilo en estos momentos. He estado pen-
sando que maana por la noche las cosas sern
distintas de como han sido hasta ahora. Podremos

765
Bram Stoker

mirar hacia el pasado... y hacia el porvenir, con


algo ms de claridad Puedo pasar?
Asent, y sostuve la puerta abierta para que
entraran; luego cerr otra vez. Cuando Quincey se
dio cuenta de la postura y el estado del paciente, y
vio el horrible charco de sangre que haba en el
suelo, dijo en voz baja:
Dios mo! Qu ha ocurrido? Pobre
hombre!
Se lo cont brevemente, y aad que espe-
rbamos que recobrase el conocimiento despus
de la operacin... al menos unos instantes. Fue a
sentarse inmediatamente en el borde de la cama, y
lord Godalming junto a l; todos nos quedamos
observando pacientemente.
Esperaremos lo imprescindible dijo
Van Helsing, para localizar la zona ms indica-
da para trepanar, a fin de extraerle el cogulo lo
ms rpida y perfectamente posible; porque es
evidente que la hemorragia est aumentando.

766
Drcula

Los minutos de espera transcurran con es-


pantosa lentitud. Yo tena el corazn encogido; y
por la expresin de Van Helsing, me daba cuenta
de que abrigaba serios temores de un desenlace.
En cuanto a m, estaba asustado por lo que pudie-
ra decir Renfield. Me daba verdadero miedo pen-
sarlo; pero en mi interior, saba ya cul iba a ser su
revelacin, como he ledo que le ocurre a los que
velan a un moribundo. La respiracin del pobre
hombre era ansiosa e irregular. A cada instante
pareca como si quisiera abrir los ojos y hablar; pe-
ro luego segua respirando de forma estertorosa, y
caa en una insensibilidad ms prolongada. Pese a
estar habituado a las enfermedades y a la muerte,
la incertidumbre me iba dominando cada vez ms.
Casi poda or los latidos de mi corazn y el pulso
de la sangre en las sienes como si fuesen martilla-
zos. Finalmente, el silencio se hizo angustioso. Mi-
r a mis compaeros, uno tras otro, y por sus caras
encendidas vi que soportaban las mismas torturas

767
Bram Stoker

que yo. Haba una incertidumbre nerviosa en to-


dos nosotros; como si una terrible campana, en lo
alto, se hubiese puesto a doblar poderosamente
cuando menos lo esperbamos.
Por ltimo, lleg el momento en que se hizo
patente que el moribundo se iba a toda prisa; po-
da expirar en cualquier momento. Mir al profe-
sor, y vi sus ojos clavados en m. Su rostro estaba
grave y contrado cuando dijo:
No hay tiempo que perder. Sus pala-
bras pueden salvar muchas vidas; no he parado de
pensarlo, mientras esperbamos. Incluso puede
que haya un alma en peligro! Operemos por en-
cima del odo.
Y sin decir nada ms empez. Durante unos
momentos, la respiracin del luntico sigui sien-
do estertorosa. Luego, aspir de forma tan pro-
longada que pareca que le iba a reventar el pecho.
De repente, abri los ojos, y se le quedaron fijos,
con una extraviada expresin de desamparo. Es-

768
Drcula

tuvo as unos instantes; despus, su rostro se sua-


viz en una alegre sorpresa, y de sus labios brot
un suspiro de alivio. Se agit convulsivamente y
dijo:
Me portar bien, doctor. Dgales que me
quiten la camisa de fuerza. He tenido una terrible
pesadilla, y me he quedado tan dbil que no me
puedo mover. Qu me pasa en la cara? La siento
como hinchada, y me escuece espantosamente.
Trat de volver la cabeza; pero los ojos se le
pusieron vidriosos otra vez por el esfuerzo, de
modo que le volv a colocar suavemente en su an-
terior postura. Entonces le dijo Van Helsing con
voz grave y sosegada:
Cuntenos su sueo, seor Renfield.
Al or su voz, la cara de Renfield se ilumin
a travs de su mutilacin, y dijo:
Es usted, doctor Van Helsing? Cunto
me alegra que est aqu! Dme un poco de agua;
tengo los labios resecos; tratar de contrselo. He

769
Bram Stoker

soado... Se detuvo, y pareci que se iba a des-


mayar.
Le dije a Quincey en voz baja:
Trae el coac... Est en mi despacho...
Rpido!
Ech a correr y regres con un vaso, la lico-
rera y una jarra de agua. Le humedecimos sus la-
bios abrasados, y el paciente se reanim. Sin em-
bargo, su daado cerebro haba estado funcionan-
do durante ese intervalo, al parecer, porque cuan-
do se recobr, me mir fijamente, con una agnica
confusin que jams se me olvidar, y dijo:
No tengo por qu engaarme; no ha sido
un sueo, sino una terrible realidad.
Su mirada gir por la habitacin; al captar
las dos figuras pacientemente sentadas en el borde
de la cama, prosigui:
Si no estuviese seguro, la presencia de es-
tas personas me lo confirmara. Cerr los ojos
un instante, no por dolor ni por sueo, sino volun-

770
Drcula

tariamente, como apelando a todas sus facultades;


y cuando los abri, dijo apresuradamente, y con
ms energa de la que haba mostrado hasta aho-
ra: deprisa, doctor, deprisa. Me estoy murien-
do! Siento que me queda poco tiempo. Pronto me
llegar la muerte... o algo peor! Humedzcame los
labios con coac otra vez. Tengo que decirle algo,
antes de morir; o antes de que mi pobre cerebro
destrozado perezca de una forma u otra. Gracias!
Fue la noche en que me dej usted, despus de
suplicarle que me dejase ir. Entonces no poda
hablar porque tena la lengua atada; pero, salvo
eso, estaba tan en mi juicio como lo estoy ahora.
Me sum en una agona de desesperacin, despus
de marcharse usted; me pareci que transcurrie-
ron horas. Luego, me inund una inmensa paz. Se
me calm el cerebro, y comprend dnde estaba.
O ladrar a unos perros detrs del edificio, no
donde estaba l!

771
Bram Stoker

Mientras Renfield hablaba, los ojos de Van


Helsing no parpadearon una sola vez; no obstante,
alarg la mano, cogi la ma y me la apret con
fuerza. Sin embargo, no se traicion. Hizo un ges-
to de asentimiento, y dijo en voz baja:
Siga.
Renfield prosigui:
Surgi ante la ventana, en la niebla, como
sola venir a menudo; pero esta vez era totalmente
corpreo..., no un espectro; y Sus ojos eran feroces
como los de un hombre irritado. Se ri con Su bo-
ca roja; los dientes afilados y blancos centellearon
a la luz de la luna, al volverse para mirar hacia el
crculo de rboles donde ladraban los perros. Al
principio me resist a pedirle que entrara, aunque
saba que lo deseaba, como lo haba deseado
siempre. Luego, empez a hacerme promesas...;
no de palabra, sino haciendo que se realizasen...
El profesor le interrumpi con una pregun-
ta:

772
Drcula

Cmo?
Haciendo que sucediera; envindome
moscas cuando brillaba el sol. Unas moscas de
alas relucientes como el acero y el zafiro; y enor-
mes mariposas nocturnas con la calavera y las ti-
bias cruzadas en el dorso.
Van Helsing asinti, mientras me susurraba
inconscientemente:
La Acherontia atropos de las Esfinges; la
mariposa de la muerte, como la llaman ustedes.
El paciente sigui hablando:
Luego empez a murmurar: Ratas, ra-
tas, ratas! Cientos, miles, millones de ratas; cada
una con su vida; y perros y gatos, capaces de de-
vorarlas. Te ofrezco todas esas vidas, con sangre
roja, que suman aos y aos de vida; no meras
moscas zumbadoras! Yo me re, porque quera
ver hasta dnde llegaba Su poder. Entonces aulla-
ron los perros, al otro lado de los rboles, junto a
Su casa. Me hizo una sea para que me acercase a

773
Bram Stoker

la ventana. Me levant y me asom; y l alz Sus


manos, como invocando algo, aunque sin pronun-
ciar una sola palabra. Una masa oscura se despa-
rram sobre la hierba, brotando en forma de lla-
mas; entonces hizo que la niebla se desplazase a
derecha e izquierda, y pude ver que haba miles
de ratas, con sus ojillos rojizos y centelleantes...
igual que los Suyos, slo que ms pequeos. Le-
vant la mano, y todas se detuvieron; me pareci
que deca: Todas estas vidas te dar, s; y mu-
chas ms, y ms grandes an, por los siglos de los
siglos, si postrndote ante m, me adoras! Luego,
una nube roja como la sangre pareci cegar mis
ojos; y antes de que supiese lo que haca, me en-
contr abriendo la ventana y dicindole: Pasad,
Amo y Seor! Desaparecieron las ratas, y aunque
slo haba entreabierto una pulgada la hoja de la
ventana penetr en la habitacin, como suele fil-
trarse la luna a travs de la ms pequea rendija, y
surgi ante m en todo su tamao y esplendor.

774
Drcula

Se le haba ido debilitando la voz, as que le


humedec los labios otra vez con coac y sigui
hablando; pero su memoria haba seguido funcio-
nando durante este intervalo, al parecer, ya que
dio un salto en su relato. Quise hacerle volver al
punto en que se haba interrumpido, pero Van
Helsing me susurr:
Djele seguir. No le interrumpa; si le hace
retroceder, quiz pierda el hilo y no sea capaz de
continuar.
He esperado todo el da prosigui;
sin que. l me enviara nada, ni moscardas siquie-
ra, y cuando sali la luna, me sent bastante enoja-
do con l. Entonces se filtr por la ventana, aun-
que estaba cerrada, sin llamar siquiera; y me enfu-
rec. Pero l sonri; y Su cara blanca surgi de la
niebla con Sus fulgurantes ojos rojos, como si fue-
se dueo de todo el lugar, y yo ya no fuera nadie.
Ni siquiera ola igual, cuando pas junto a m. No

775
Bram Stoker

pude detenerle. Me pareci que, de alguna forma,


la seora Harker haba entrado en la habitacin.
Los dos hombres que estaban sentados en
la cama se levantaron y se acercaron, quedndose
detrs de l, a fin de que no les viese, y poderle or
mejor. Ninguno de los dos dijo nada; pero el pro-
fesor dio un respingo y se estremeci; su rostro
adopt una expresin ms grave y sombra. Ren-
field continu sin notarlo:
Cuando la seora Harker entr a verme,
esta tarde, ya no era la misma; era como el t des-
pus de aadir agua a la tetera. Aqu nos remo-
vimos todos, pero seguimos callados; y prosi-
gui: No me di cuenta de que haba entrado
hasta que habl; pero no era la misma. A m, las
gentes plidas no me interesan; me gusta que ten-
gan grandes cantidades de sangre; pero a ella pa-
reca que no le quedaba ni una gota. En ese mo-
mento no se me ocurri; pero cuando se march,
empec a pensar, y me puse furioso al compren-

776
Drcula

der que l le haba estado sorbiendo la vida.


Observ que los otros temblaban, igual que yo;
pero por lo dems, seguimos sin movernos. As
que, cuando lleg esta noche, yo ya estaba prepa-
rado. Vi filtrarse la niebla en la habitacin, y la
agarr con fuerza. He odo decir que los locos po-
seen una fortaleza sobrenatural; y dado que yo es-
taba loco (a veces al menos), decid utilizar mi po-
der. S, y El tambin lo saba, porque tuvo que sa-
lir de la niebla y enfrentarse conmigo. Le agarr
bien; y pens que le iba a vencer, porque estaba
dispuesto a que no le sacase ms vida a la joven
seora; pero entonces le mir a los ojos. Su fuego
s clav en m, y las fuerzas me abandonaron. Se
zaf, y cuando trat de agarrarle otra vez, me le-
vant en vilo y me arroj contra el suelo. Me en-
volvi una nube roja, tuve conciencia de un ruido
como el estallido de un trueno, y la niebla pareci
escurrirse por debajo de la puerta.

777
Bram Stoker

Su voz era cada vez ms dbil, y su respira-


cin ms estertorosa. Van Helsing se puso de pie
instintivamente.
Ahora sabemos lo peor dijo. Est
aqu, y conocemos sus intenciones. Puede que no
sea demasiado tarde. Vayamos armados, igual que
la otra noche..., pero no perdamos tiempo; no se
puede desperdiciar un solo instante.
No haba necesidad de expresar con pala-
bras nuestro temor, o mejor nuestra conviccin:
todos la compartamos por igual. Echamos a co-
rrer a nuestras habitaciones, y recogimos los mis-
mos objetos que llevbamos cuando entramos en
la casa del Conde. El profesor estaba ya prepara-
do, y cuando le encontramos en el corredor, nos
los ense significativamente, mientras deca:
Yo nunca dejo esto; ni lo dejar, hasta que
concluya este desventurado asunto. Sean precavi-
dos ustedes tambin, amigos mos. No es corrien-
te, el enemigo con el que nos enfrentamos. Qu

778
Drcula

pena! Qu pena que nuestra querida madam Mi-


na tenga que sufrir! Se interrumpi; su voz se
haba quebrado. En cuanto a m, no s si era la ra-
bia o el terror lo que me ahogaba el corazn.
Nos detuvimos ante la puerta de los Har-
ker. Art y Quincey vacilaron; y por fin Quincey
dijo:
Debemos molestarles?
S dijo Van Helsing lgubremente. Y
si la puerta est cerrada con llave, la echaremos
abajo.
No la asustaremos a ella? No es normal
irrumpir en la habitacin de una dama!
Van Helsing dijo solemne:
Como siempre, tiene usted razn; pero
esto es cuestin de vida o muerte. Todos los apo-
sentos son iguales para un mdico; y aun cuando
no lo fueran, lo son para m esta noche. Amigo
John, cundo yo haga girar el picaporte, si la puer-

779
Bram Stoker

ta no se abre, la embestir usted con el hombro; y


ustedes tambin, amigos mos. Ahora!
Accion el picaporte mientras hablaba, pero
la puerta no cedi. Nos abalanzamos contra ella:
se abri de golpe con un estallido, y a punto estu-
vimos de caer todos al suelo. El profesor cay efec-
tivamente, permitindome ver por encima de l,
mientras se levantaba apoyndose con las manos y
las rodillas. Y lo que vi me dej horrorizado. Sent
erizrseme el pelo de la nuca y que se me parali-
zaba el corazn.
La luna era tan brillante que, aun con la
gruesa persiana amarilla, entraba suficiente clari-
dad en la habitacin para ver. En el lado de la ca-
ma ms prximo a la ventana descansaba Jonat-
han Harker con el rostro arrebolado y respirando
con dificultad, como si estuviese sumido en un es-
tado estuporoso. Arrodillada en el borde de la
cama ms prximo a la puerta, estaba la blanca
figura de su esposa. Junto a ella, de pie, haba un

780
Drcula

hombre alto y flaco, vestido de negro. No miraba


hacia la puerta, pero en cuanto le descubrimos,
todos reconocimos al Conde... en todos los deta-
lles, hasta en la cicatriz de la frente. Tena cogidas
las dos manos de la seora Harker con su mano
izquierda, apartndole con fuerza los brazos; y le
sujetaba la nuca con la derecha, obligndola a vol-
ver la cara sobre su pecho. Su blanco camisn es-
taba manchado de sangre, y un hilillo descenda
tambin por el pecho del hombre, cuya ropa des-
garrada lo mostraba al aire. La escena guardaba
un terrible parecido a la de un nio obligando a
un gatito a meter el hocico en el plato de leche pa-
ra que beba. Al irrumpir en la habitacin, el Con-
de se volvi hacia nosotros, y una expresin de-
monaca, cuya descripcin yo conoca ya, apareci
en su semblante. Sus ojos rojos centellearon con
furia diablica; las grandes ventanas de su nariz
aguilea se abrieron y temblaron; y los dientes
blancos y afilados, detrs de sus labios manchados

781
Bram Stoker

de sangre, castaetearon como los de una fiera


salvaje. Con un movimiento violento que arroj a
su vctima sobre la cama, se volvi y se abalanz
sobre nosotros... Pero el profesor se adelant, y
alz hacia l el sobre que contena la sagrada hos-
tia. El Conde se detuvo sbitamente, tal como hizo
la pobre Lucy delante de su tumba, y retrocedi. Y
fue retrocediendo ms y ms, a medida que avan-
zbamos con nuestros crucifijos en alto. Inespera-
damente, se ocult la luna al interponerse una nu-
be oscura y enorme; y cuando surgi la llama de
gas, al aplicarle Quincey un fsforo, no encontra-
mos ms que unos tenues flecos de vapor. Los
romos escurrirse por debajo de la puerta que, de-
bido al retroceso, despus de la violenta embesti-
da, se haba vuelto a cerrar. Van Helsing, Art y yo
corrimos hacia la seora Harker, que haba reco-
brado el sentido, profiriendo un grito tan frenti-
co, tan lleno de desesperacin, que me seguir re-
sonando en los odos mientras viva. Durante unos

782
Drcula

segundos, permaneci tendida en una actitud in-


defensa y dislocada. Tena el rostro macilento, con
una palidez acentuada por la sangre que le man-
chaba los labios, las mejillas y la barbilla; un del-
gado hilillo de sangre descenda por el cuello
tambin. Tena los ojos extraviados de terror. Lue-
go, se cubri la cara con sus pobres manos dolori-
das, en las que, debido a su blancura, destacaba la
roja huella de la presa del Conde, y de detrs de
ellas brot un gemido bajo y desolado que convir-
ti el terrible alarido en la expresin de una an-
gustia infinita. Van Helsing se acerc y le cubri el
cuerpo dulcemente con la colcha; en cuanto a Art,
despus de mirarla a la cara un instante con de-
sesperacin, sali corriendo de la alcoba. Van Hel-
sing me susurr:
Jonathan se encuentra en ese estado de
estupor que segn sabemos, es capaz de infundir
el vampiro. Hasta tanto la pobre madam Mina no

783
Bram Stoker

se recobre, no podemos hacer nada por ella; pero


a l hay que despertarle!
Moj la punta de una toalla en agua fra y
empez a azotarle la cara con ella, mientras su es-
posa segua con el rostro oculto entre las manos,
sollozando de forma desgarradora. Levant la
persiana y me asom. Haba una luna clara, y vi a
Quincey Morris correr por el csped y ocultarse
bajo la sombra de un gran tejo. Me extra su pro-
ceder; pero en ese instante o una viva exclama-
cin de Harker, al recobrar parcialmente el cono-
cimiento y volverse hacia la cama. En su cara, co-
mo no poda por menos de ocurrir, haba una ex-
presin de asombro indescriptible. Sigui atnito
durante unos segundos; luego, pareci recobrar
totalmente la conciencia, y se incorpor de repen-
te. Su esposa se irgui, como impulsada por el
mismo movimiento, y se volvi hacia su marido
con los brazos extendidos, para abrazarle; sin em-
bargo, los retir instantneamente, junt los codos,

784
Drcula

se cubri la cara y se estremeci de tal modo que


la cama se agit.
En nombre de Dios!, qu significa esto?
exclam Harker. Doctor Seward, doctor Van
Helsing! Qu pasa aqu? Qu ha ocurrido? Qu
ha pasado? Mina, cario! Qu es esto? Qu sig-
nifica toda esta sangre? Santo Dios, santo Dios!
Adnde hemos llegado! Y cayendo de rodillas,
junt las manos con desesperacin. Dios, Dios,
aydala a ella! Oh, aydala!
Salt de la cama con vivo movimiento, y
empez a vestirse..., plenamente consciente de la
necesidad de actuar enseguida.
Qu ha pasado? Cuntenmelo todo!
exclam sin detenerse. Doctor Van Helsing, us-
ted quiere a Mina, lo s. Por favor, haga algo para
salvarla. No puede haber ido lejos todava. Cude-
la mientras salgo en su busca!
Su esposa, en medio de su terror y de su
tremenda desdicha, vio el peligro a que iba a ex-

785
Bram Stoker

ponerse su marido; y olvidando al punto su pro-


pia afliccin, se agarr a l y exclam:
No! No! Jonathan, no me dejes. Bien sabe
lo que he padecido esta noche, para soportar aho-
ra el terror de que puedas sufrir dao t. Debes
quedarte conmigo. Debes quedarte con estos
amigos, que vigilarn!
Su expresin se fue volviendo frentica
mientras hablaba; y al acceder l a sus splicas, su
esposa lo cogi y lo atrajo hacia s, lo sent en la
cama y se abraz a l con todas sus fuerzas.
Van Helsing y yo tratamos de calmarles. El
profesor alz un pequeo crucifijo, y dijo con
asombrosa serenidad:
No tema, querida. Nosotros estamos
aqu; y mientras est esto junto a ustedes, ningn
ser inmundo podr acercarse. Por esta noche, es-
tn a salvo; debemos mantener la calma y delibe-
rar juntos.

786
Drcula

La seora Harker se estremeci y guard si-


lencio, apoyando la cabeza en el pecho de su ma-
rido. Cuando la levant otra vez, el blanco cami-
sn de l qued manchado de sangre all donde
sus labios lo haban rozado, y donde haba gotea-
do la pequea herida abierta de su cuello. Al ver
las manchas, se encogi, dejando escapar un ge-
mido ahogado, y susurr entre sollozos:
Estoy impura, impura! No debo tocarle
ni besarle nunca ms. Oh, haberme convertido yo
en su peor enemigo, en el ser a quien ms deber
temer!
A lo que dijo l con decisin:
Tonteras, Mina. Me da vergenza orte
decir esas cosas. No quiero orlas, y no lo voy a
consentir. Que Dios me juzgue si te abandono, y
me castigue con ms rigores de los que sufro en
esta hora, si algo sucediera entre nosotros por
cualquier accin o decisin ma!

787
Bram Stoker

Abri los brazos y la atrajo contra su pecho;


y durante un rato la dej que sollozara. Nos mir e
hizo un gesto de asentimiento, mientras parpa-
deaban sus ojos hmedos y le temblaban las aletas
de la nariz; en cuanto a su boca, la mantena fuer-
temente apretada. Al cabo de un rato, los sollozos
de Mina se hicieron menos frecuentes y ms dbi-
les; y Harker, con una estudiada calma que daba
prueba del temple de sus nervios, me dijo:
Y ahora, doctor Seward, cuntemelo to-
do. Ya conozco demasiado bien el hecho principal;
cuntemelo todo, tal como ha sucedido.
Le hice una relacin exacta de lo ocurrido, y
l escuch con aparente pasividad; pero las venta-
nas de su nariz se estremecieron y sus ojos cente-
llearon, al contarle cmo las manos despiadadas
del Conde haban sostenido a su esposa con la bo-
ca en la herida abierta de su pecho. Me pareci in-
teresante observar que, aun en ese momento,
mientras su cara blanca de furia se contraa con-

788
Drcula

vulsamente por encima de su esposa, sus manos le


acariciaban cariosamente el cabello desordenado.
En el preciso momento en que termin, Quincey y
Godalming llamaron a la puerta. Entraron, y Van
Helsing me mir significativamente. Comprend
que me indicaba que debamos aprovechar esta
interrupcin para alejar en lo posible el pensa-
miento de estos desventurados esposos de s mis-
mos; de modo que le hice un gesto de asentimien-
to para que les preguntase qu haban visto o
hecho. A lo cual, lord Godalming contest:
No le he visto ni en los corredores, ni en
ninguna de nuestras habitaciones. He mirado en el
despacho; ha estado all, pero se haba ido ya. Sin
embargo, haba:..
Se call de repente, al ver la pobre figura
inclinada de la cama. Van Helsing dijo gravemen-
te:

789
Bram Stoker

Prosiga, amigo Arthur. No queremos ms


ocultaciones. Nuestra esperanza ahora est en sa-
berlo todo. Hable sin reparos!
Art continu:
Haba estado all, y aunque slo habr si-
do unos segundos, no ha dejado de hacer dao: ha
quemado el manuscrito, y an temblaban las lla-
mas azules entre las blancas cenizas; ha arrojado al
fuego los cilindros de tu fongrafo, y la cera ha
avivado el fuego.
Aqu le interrump yo:
Gracias a Dios, hay otra copia!
Su cara se ilumin durante un segundo, pe-
ro se deprimi al proseguir:
He bajado corriendo despus, pero no he
visto rastro alguno de l. Me he asomado a la
habitacin de Renfield; pero no he visto nada, sal-
vo... Otra vez se interrumpi.
Siga dijo Harker con aspereza.

790
Drcula

Arthur baj la cabeza, se humedeci los la-


bios con la lengua, y aadi
Salvo que ese pobre hombre ha muerto.
La seora Harker alz la cabeza, nos mir a
uno tras otro, y dijo solemnemente:
Hgase la voluntad de Dios!
No pude por menos de observar que Art
ocultaba algo; pero comprendiendo que tena al-
gn motivo, no dije nada. Van Helsing se volvi
hacia Morris y le pregunt:
Y usted, amigo Quincey, tiene algo que
decir?
Muy poco contest. Puede que despus
resulte importante, pero de momento no lo s.
Pens que no estarla de ms averiguar, si era posi-
ble, adnde ira el Conde cuando se fuera de la ca-
sa. A l no le he visto; pero he visto salir un mur-
cilago de la ventana de Renfield y alejarse hacia
occidente. Esperaba verle regresar a Carfax bajo la
forma que fuese; pero sin duda se ha refugiado en

791
Bram Stoker

alguna otra guarida. No regresar esta noche;


porque el cielo ya est enrojeciendo por oriente, y
no tardar en amanecer. Maana tendremos que
trabajar!
Estas ltimas palabras las dijo con los dien-
tes apretados. Durante un par de minutos, quiz,
hubo un silencio, y me dio la impresin de que oa
el latir de nuestros corazones. Luego habl Van
Helsing, posando tiernamente una mano sobre la
cabeza de la seora Harker:
Y ahora, madam Mina, nuestra pobre y
querida madam Mina, cuntenos exactamente lo
ocurrido. Bien sabe Dios que no quiero causarle
ningn dolor; pero es necesario que lo sepamos
todo. Porque, ahora ms que nunca, tenemos que
actuar deprisa, con energa y muy en serio. El da
est a punto de empezar, y hay que terminar, si es
posible; y ahora se nos brinda la posibilidad de
vivir y aprender.

792
Drcula

La pobre seora se estremeci; observ la


tensin nerviosa que sufra al cogerse an ms
fuertemente a su marido e inclinar la cabeza ms y
ms, hasta apoyarla en el pecho de l. Luego la le-
vant orgullosamente, y tendi una mano a Van
Helsing, quien la cogi entre las suyas; y despus
de inclinarse y besrsela respetuosamente, se la
retuvo. La otra mano la tena entrelazada con la de
su marido, que la rodeaba con el otro brazo con un
gesto protector. Tras una pausa, que aprovech
para ordenar sus pensamientos, empez:
Tom el somnfero que tuvo usted la
amabilidad de prepararme, pero transcurri mu-
cho tiempo sin que me hiciera efecto. Me senta
incluso ms desvelada, y empezaron a acudirme
al pensamiento mil horribles figuraciones, todas
relacionadas con la muerte y los vampiros, la san-
gre, el sufrimiento y el dolor. Su marido gimi
involuntariamente, y ella se volvi hacia l y dijo
con ternura: No te angusties, cario. Tienes que

793
Bram Stoker

ser valeroso y fuerte, y ayudarme en esta horrible


tarea. Si supieses el esfuerzo que debo hacer para
contar este espanto, comprenderas lo mucho que
necesito tu apoyo. Bueno, comprend que deba
contribuir a que la medicina me hiciese efecto, si
era beneficioso para m, de modo que hice lo posi-
ble por dormir. Efectivamente, me entr sueo en-
seguida, porque no recuerdo nada ms. Jonathan
no me despert al entrar, porque lo siguiente que
recuerdo es que dorma a mi lado. En la habitacin
flotaba la misma neblina blanca que haba notado
anteriormente. No s si ustedes saban esto; pero
lo encontrarn en mi diario, que luego les dar a
leer. Sent el mismo terror vago que haba experi-
mentado antes y la misma sensacin de que haba
una presencia extraa. Me volv para despertar a
Jonathan, pero vi que dorma profundamente co-
mo si hubiese sido l quien haba tomado el som-
nfero, y no yo. Lo intent de todos modos, pero
sin resultado. Esto me produjo un gran temor, y

794
Drcula

mir 'aterrada en torno a m. Y entonces me dio un


vuelco el corazn: junto a la cama, como si hubiese
salido de la niebla, o ms bien como si la niebla se
hubiese transformado en l, puesto que haba des-
aparecido por completo, vi a un hombre alto y fla-
co, completamente vestido de negro. Enseguida le
reconoc por las descripciones de los dems: el
rostro color cera; la nariz aguilea que la luz ilu-
minaba como una delgada raya blanca; los labios
entreabiertos, entre los que 'asomaban unos dien-
tes blancos y afilados; y los ojos rojos que ya me
haba parecido ver en Whitby, cuando el sol po-
niente se reflej en las vidrieras de la iglesia de
Santa Mara. Reconoc tambin la cicatriz roja de
su frente, donde Jonathan le golpe. Por un instan-
te, mi corazn se neg a latir; y habra gritado, pe-
ro me senta incapaz de hacer nada. Y en esa pau-
sa, me habl l en una especie de susurro cortante,
agudo, sealando a Jonathan:

795
Bram Stoker

Silencio! Si haces ruido, lo coger y le


saltar los sesos delante de ti.
Yo estaba aterrada y demasiado estupefac-
ta para hacer ni decir nada. Con una sonrisa bur-
lona, me puso una mano en el hombro; y sujetn-
dome con fuerza, me desnud el cuello, diciendo:
"Primero, un pequeo refrigerio para compensar
mis esfuerzos. Ser mejor que ests quieta; no es
la primera vez, ni la segunda, que tus venas me
aplacan la sed!" Yo estaba aturdida y, cosa extra-
a, no tena deseos de eludirle. Supongo que ese
sentimiento forma parte de la horrible maldicin,
cuando la vctima ha sufrido su contacto. Y, oh,
Das mo, apidate de m!, aplic sus labios re-
pugnantes en mi cuello!
Su marido dej escapar otro gemido; ella le
apret la mano an ms, y le mir compasivamen-
te, como si hubiese sido l la vctima, y continu:
Sent que las fuerzas me abandonaban, y
que estaba a punto de desmayarme. No s cunto

796
Drcula

tiempo dur esa situacin; pero me pareci que


transcurra mucho tiempo, hasta que apart su su-
cia y espantosa boca. Vi que la tena goteante de
sangre fresca!
El recuerdo la domin un instante por
completo, se inclin, y se habra desvanecido si el
brazo de su esposo no llega a sostenerla. Con un
gran esfuerzo, se recobr y sigui hablando:
Luego me dijo en tono de burla: Conque
t tambin maquinas contra m, como los dems.
Ayudas a esos hombres a perseguirme y malo-
grar mis planes! Ahora me conoces, y ellos me co-
nocen en parte, tambin; pero dentro de poco sa-
brn lo que significa cruzarse en mi camino. Debe-
ran guardar sus energas para defender su casa.
Porque mientras ellos conspiran contra m (contra
m, que he gobernado naciones y he intrigado y
luchado por ellas, siglos antes de que ellos vinie-
sen al mundo), yo les contraataco en secreto. Y t,
el ser ms querido de todos ellos, eres ahora carne

797
Bram Stoker

de mi carne, sangre de mi sangre, familia de mi


familia, y mi generosa prensa de vino por un
tiempo; y ms tarde, sers mi auxiliar y compae-
ra. Y sers vengada a tu vez; pues ninguno de
ellos dejar de proporcionarte aquello que necesi-
tas. Pero debes ser castigada por lo que has hecho.
Has contribuido a desbaratar mis proyectos; ahora
obedecers a mis llamadas. Cuando mi pensa-
miento te diga: Ven!, cruzars las tierras y los ma-
res para acudir a mi mandato; para lo cual, termi-
na esto! Se abri la camisa, y con sus uas largas
y afiladas se rasg una vena del pech. Cuando
empez a brotar la sangre, me cogi las dos manos
con una sola de las suyas, sujetndome fuertemen-
te, y con la otra me tom del cuello y me apret la
boca contra su herida, de forma que, o me ahoga-
ba, o tragaba su... Oh, Dios mo, Dios mo! Qu
he hecho yo? Qu he hecho yo, para merecer este
destino, cuando toda mi vida he tratado de cami-
nar con mansedumbre y rectitud? Dios mo,

798
Drcula

apidate de m! Mira a esta pobre alma en peligro


ms que mortal, y en tu misericordia, apidate
tambin de aquellos que la quieren!
A continuacin, empez a frotarse los la-
bios como para limpirselos de toda contamina-
cin.
Mientras relataba su terrible historia, el cie-
lo de oriente empez a clarear, y todo cobr niti-
dez. Harker segua inmvil, callado; pero en su
rostro, a medida que avanzaba el espantoso relato,
fue apareciendo una expresin sombra cada vez
ms tenebrosa, en la claridad matinal, hasta que la
primera franja roja del amanecer se propag, y el
color de su carne se recort oscuramente bajo sus
cabellos encanecidos.
Hemos acordado montar guardia por turno
junto a la desventurada pareja, hasta que nos re-
unamos todos para adoptar un plan de accin.

799
Bram Stoker

De una cosa estoy seguro: en toda su in-


mensa rbita diaria el sol no alumbrar hoy otra
casa ms desdichada que sta.

800
CAPITULO XXII

DIARIO DE JONATHAN HARKER

3 de octubre

Como tengo que hacer algo, porque si no


me voy a volver loco, escribir en este diario. Son
las seis, y vamos a reunirnos dentro de media hora
en el despacho, a comer algo; el doctor Van Hel-
sing y el doctor Seward dicen que si no repone-
mos fuerzas no podremos rendir al mximo. Y
hoy, bien lo sabe Dios, es cuando habr que rendir
al mximo. Seguir escribiendo cada vez que ten-
ga ocasin, porque no me atrevo a ponerme a pen-
sar. Anotar todos los incidentes, los grandes y los
pequeos; quiz al final, los pequeos resulten ser
de vital importancia. Pese a lo que sabemos, ni
Bram Stoker

Mina ni yo podramos estar peor de lo que esta-


mos hoy. Sin embargo, debemos confiar y esperar.
La pobre Mina me acaba de decir ahora, con las
lgrimas corrindole por las mejillas, que nuestra
fe se prueba en las dificultades y en el sufrimien-
to..., que debemos seguir confiando el uno en el
otro; y que Dios nos ayudar al final. Al final!
Dios mo! Qu final...? Hay que trabajar! Traba-
jar!
Cuando el doctor Van Helsing y el doctor
Seward regresaron de ver al pobre Renfield, deli-
beramos sobre lo que haba que hacer. En primer
lugar, el doctor Seward nos dijo que cuando l y el
doctor Van Helsing bajaron a la habitacin de
Renfield encontraron a ste tendido en el suelo,
hecho un guiapo. Tena la cara golpeada y rotos
los huesos del cuello.
El doctor Seward pregunt al celador de
guardia que estaba en el corredor si haba odo al-
go. Dijo que estaba sentado confes que un poco

802
Drcula

adormilado, cuando oy voces en la habitacin,


y que a continuacin Renfield haba gritado varias
veces: Dios! Dios! Dios! Despus de lo cual,
son el golpe de una cada, y al entrar en la habi-
tacin, lo haba encontrado tendido en el suelo,
boca abajo, tal como le haban visto los doctores.
Van Helsing pregunt si haba odo voces, o
una voz, y dijo que no saba; que al principio le
haba parecido como si fuesen dos, pero como no
haba nadie ms en la habitacin, pens que no
haba sido ms que una. Poda jurar, si era necesa-
rio, que la palabra Dios haba sido dicha por el
paciente. Cuando estuvimos solos, el doctor Se-
ward nos dijo que no haba querido insistir en ese
detalle; haba que pensar que si se llevaba a cabo
una encuesta, no servira de nada declarar la ver-
dad, ya que nadie la creera. Por tanto, considera-
ba , que poda redactarse un certificado de defun-
cin por accidente, con el testimonio del celador.

803
Bram Stoker

En caso de que el forense pidiese una investiga-


cin oficial, el resultado sera el mismo.
Cuando empezamos a deliberar sobre cul
deba ser nuestro prximo paso, lo primersimo
que acordamos fue que Mina estuviese enterada
de todo; que no se le ocultase absolutamente nada,
por doloroso que fuera. Ella misma estuvo de
acuerdo, y fue conmovedor verla tan animosa, y
no obstante tan afligida y tan profundamente des-
esperada.
No debe haber ms ocultaciones dijo.
Ah! Ya hemos tenido demasiadas. Adems, no
hay nada en el mundo que pueda causarme ms
dolor del que he sufrido..., del que sufro ahora!
Pase lo que pase, debe haber una nueva esperan-
za, unos nimos nuevos para m!
Van Helsing la miraba fijamente mientras
hablaba, y dijo de pronto, con voz serena:

804
Drcula

Madam Mina, no tiene miedo, no por


usted, sino por otros, despus de lo que ha suce-
dido?
La cara de ella se qued impasible, pero sus
ojos centellearon con la devocin de un mrtir al
contestar:
Ah, no! Porque he tomado una decisin!
Cul? pregunt l suavemente, mien-
tras los dems guardbamos silencio; pues cada
uno a nuestra manera, tenamos una vaga idea de
lo que ella quera decir. Y contest con naturali-
dad, como si se limitara a constatar un hecho:
Si descubro en m, y me voy a vigilar
atentamente, el menor signo de peligro para. aque-
llos a quienes quiero, morir!
No pensar quitarse la vida dijo l con
voz ronca.
S; si no tuviera un amigo que me salvara
de ese sufrimiento y de tan desesperado trance!

805
Bram Stoker

Y mir significativamente al profesor mientras


hablaba.
Este estaba sentado; pero se levant, se
acerc a ella y le puso la mano sobre la cabeza, di-
ciendo con solemnidad:
Hija ma, s tendra ese amigo, si fuese
por su bien. Yo mismo aadira a mi cuenta con
Dios el encontrar para usted esa eutanasia, incluso
en este instante, si eso fuera lo mejor. Si fuera ne-
cesario! Pero, hija ma... Por un momento, pare-
ci ahogrsele la voz, y un hondo sollozo brot de
su garganta; trag y dijo a continuacin: Hay
aqu personas que se interpondran entre usted y
la muerte. No debe morir. No debe morir por la
mano de nadie; y menos por la suya propia. Hasta
que no muera el que ha mancillado su dulce vida,
usted no debe morir; porque si l sigue siendo un
No muerto, la muerte la convertira a usted en lo
que l es. No; usted debe vivir! Debe luchar y es-
forzarse por vivir, aunque la muerte le parezca

806
Drcula

una bendicin inefable. Debe luchar con la muerte


misma, tanto si acude a usted con dolor o con go-
zo, de da o de noche, sin peligro o con l! Yo la
exhorto por su alma viva a que no muera, a que
no piense siquiera en la muerte, hasta que este
gran mal haya sido conjurado.
La pobre se haba puesto mortalmente pli-
da, y se estremeca y temblaba como he visto que
se estremecen y tiemblan las arenas movedizas
cuando sube la marea. Todos guardamos silencio;
no podamos hacer otra cosa. Finalmente, se sere-
n; y volvindose dulcemente, aunque con dolor,
hacia l, dijo a la vez que le tenda la mano
Le prometo, mi querido amigo, que si
Dios lo permite, luchar por no morir, hasta
haberme librado de este horror, si l me concede
el tiempo necesario.
Era tan buena y valerosa, que todos nos
sentimos hondamente alentados a soportar lo que
fuese por ella; y empezamos a deliberar lo que de-

807
Bram Stoker

bamos hacer. Yo le dije que deba ser ella quien


guardase todos los documentos en la caja fuerte,
as como las cartas, diarios y grabaciones que pu-
diesen hacernos falta ms adelante; y que deba ir
consignndolo todo tal como haca antes. Le ale-
gr la idea de poder hacer algo, si es que puede
emplearse tal palabra, en relacin con este tene-
broso 'asunto.
Como siempre, Van Helsing se nos haba
adelantado a los dems, y haba hecho una exacta
ordenacin de nuestro trabajo.
Creo que fue una sabia medida dijo
, la decisin que tomamos, despus de nuestra
visita a Carfax, de no hacer nada con los cajones
de tierra que hay all. De haberlos inutilizado, el
Conde habra adivinado nuestras intenciones, y
seguramente habra tomado con tiempo medidas
para neutralizar cualquier intento de destruir los
dems; ahora, en cambio, no sabe cules son nues-
tras intenciones. Es ms, con toda probabilidad,

808
Drcula

ignora que podemos esterilizarle sus madrigueras


e impedir que se refugie en ellas. Sabemos mucho
ms sobre su distribucin; de forma que cuando
inspeccionemos la casa de Piccadilly, podremos
averiguar dnde tiene las ltimas. Hoy acabare-
mos con l; y sa ha de ser nuestra esperanza. El
sol que nos sorprendi esta maana sumidos en el
dolor, nos protege en su carrera. Hasta que se
ponga esta tarde, ese monstruo deber conservar
la forma que de momento tiene. Ahora se ve redu-
cido a los lmites de su envoltura terrena. No pue-
de disolverse en el aire sutil ni desaparecer por las
grietas y rendijas. Si quiere trasponer una entrada,
tendr que abrir la puerta como cualquier mortal.
Debemos inspeccionar y esterilizar todas sus ma-
drigueras; y si no le cogemos antes y le destrui-
mos. le acorralaremos poco a poco en algn lugar
donde podamos hacerlo de forma definitiva.
Al or esto, me levant de un salto, porque
no paraba de pensar que los minutos y segundos

809
Bram Stoker

de los que dependan la vida y la felicidad de Mi-


na se nos escapaban mientras hablbamos de lo
que debamos hacer. Pero Van Helsing levant la
mano, haciendo gestos de que me calmase.
No, amigo Jonathan dijo; en esto, el
camino ms rpido es el ms largo, como dice el
proverbio de ustedes. Llegado el momento, actua-
remos todos, y lo haremos con desesperada rapi-
dez. Pero piense que, con toda probabilidad, la
clave de la situacin est en esa casa de Piccadilly.
Puede que el Conde haya comprado muchas ca-
sas. Quiz tenga all escrituras de propiedad, lla-
ves y dems. Tendr papel de escribir y talonarios
de cheques. Hay muchas cosas que le hacen falta y
que necesita guardar en alguna parte. Por qu no
en un lugar cntrico y tranquilo, donde no tiene
dificultad para entrar y salir por la puerta princi-
pal o por la de atrs a cualquier hora, puesto que
en los momentos de ms trnsito nadie se va a fi-
jar en l? Iremos all y registraremos la casa; y

810
Drcula

cuando sepamos lo que contiene, entonces hare-


mos lo que nuestro amigo Arthur llama en trmi-
nos cinegticos tapar la madriguera, y cogere-
mos a nuestro viejo zorro... Verdad?
Pues vayamos inmediatamente excla-
m; estamos perdiendo un tiempo precioso!
El profesor no se movi, sino que se limit
a decir:
Y cmo vamos en entrar en esa casa de
Piccadilly?
Cmo sea! exclam. Echaremos aba-
jo la puerta, si es preciso.
Y qu dir la polica?
Me qued desconcertado; saba que si l
quera que nos demorsemos, es que tena sus mo-
tivos. De modo que dije, lo ms tranquilo que pu-
de:
No hay que esperar ms de lo necesario;
estoy seguro de que usted se da cuenta de la tortu-
ra que sufro.

811
Bram Stoker

Ah, hijo mo!; lo s, lo s; y desde luego,


no es mi deseo prolongarle esa angustia. Pero
qu podemos hacer hasta que todo el mundo se
ponga en movimiento? Ya llegar ese instante. He
estado pensando, y me parece que el camino ms
sencillo es el mejor. Queremos entrar en esa casa
pero no tenemos llave; no es as?
Asent.
Supongamos ahora que fuese usted el
propietario de esa casa, y no pudiera entrar en
ella; y piense que no tiene alma de salteador; qu
hara?
Buscara a un honrado cerrajero, y le en-
cargara que me quitase la cerradura.
Pero la polica intervendra, no?
Oh, no! No, si viese trabajar al cerrajero
como es debido.
Entonces me mir fijamente, mientras
hablaba, todo lo que se puede poner en duda es
la intencin del que encarga el trabajo, y la creen-

812
Drcula

cia de la polica de que tal persona obra honrada-


mente o no. Evidentemente, la polica de este pas
est formada por hombres demasiado interesados
y hbiles ( ah, muy hbiles!) en estudiar el cora-
zn, para preocuparse por estas cuestiones. No,
no; amigo Jonathan, usted puede ir y quitar impu-
nemente la cerradura de un centenar de casas
deshabitadas de este Londres suyo, o de cualquier
ciudad del mundo; si lo hace tal como es debido, y
en el momento en que se hacen los trabajos hon-
rados, nadie se lo impedir. Una vez le que un
caballero, dueo de una casa preciosa de Londres,
la cerr y se march a pasar unos meses a Suiza;
entonces lleg un ladrn, rompi el cristal de una
ventana de atrs y entr. Luego abri los postigos
de la fachada y sali y entr por la puerta a la vis-
ta de la polica. Despus, sac dicha casa a pblica
subasta, anuncindola con un enorme cartel; y lle-
gado el da, vendi por mediacin de un famoso
subastador todos los bienes del otro hombre, que

813
Bram Stoker

era el dueo. A continuacin, vendi la finca a un


constructor, con el acuerdo de derribar la casa y
llevarse todo el material del derribo en determi-
nado plazo, en todo lo cual, la polica y dems au-
toridades le ayudaron cuanto pudieron. Y cuando
el propietario regres de Suiza, encontr un solar
donde haba estado su casa. Todo se hizo en rgle;
por tanto, nosotros trabajaremos en rgle tambin.
No iremos demasiado temprano para que a la po-
lica, que tiene poco en que pensar, no le choque;
iremos despus de las diez. A esa hora habr mu-
cha gente, y es el momento en que haramos dicho
trabajo si fusemos efectivamente los dueos de la
casa.
No tuve ms remedio que reconocer que
tena razn; y la expresin desesperada de Mina se
relaj un poco: las prudentes palabras de Van Hel-
sing eran esperanzadoras; y continu:
Una vez dentro de la casa, quiz encon-
tremos ms llaves; en todo caso, una parte de

814
Drcula

nuestro grupo se quedar all mientras el resto va


a inspeccionar los otros dos sitios adonde han ido
a parar ms cajones de tierra: Bermondsey y Mile
End,
Lord Godalming se puso de pie.
Aqu puedo ser yo de alguna utilidad
dijo. Telegrafiar a mi casa pidiendo que nos
preparen caballos y carruajes...
La idea de tenerlo todo preparado por si
necesitamos regresar a caballo me parece maravi-
llosa dijo Morris; pero no crees que tus sun-
tuosos carruajes, con sus adornos herldicos y
dems, llamaran demasiado la atencin por las
callejas de Walworth o de Mile End para nuestro
propsito? Creo que debemos coger coches de al-
quiler, cuando vayamos hacia el sur o hacia el es-
te; y dejarlos incluso un poco antes de llegar al si-
tio adonde vamos.
El amigo Quincey tiene razn! dijo el
profesor. Su cabeza est lo que se dice en todo.

815
Bram Stoker

Es una misin difcil la que vamos a emprender, y


no debe haber mirones, si es posible.
Mina se iba mostrando cada vez ms inte-
resada por todos los preparativos, y me alegraba
ver que la perentoriedad del caso contribua a
hacerle olvidar de momento la terrible experiencia
de la noche. Estaba muy, muy plida..., casi cada-
vrica, y tan delgada que los labios se le retraan,
enseando los dientes de forma prominente. No
quise mencionar este detalle para no producirle
un dolor innecesario; pero me helaba la sangre en
las venas pensar en lo que le haba sucedido a la
pobre Lucy cuando el Conde la dej exange. No
mostraba signo alguno de que se le hubiesen afi-
lado los dientes; pero an era pronto, y haba
tiempo para temer.
Al abordar el tema del orden que debamos
seguir en nuestra campaa, y la disposicin de
nuestras fuerzas, surgieron nuevas dudas. Final-
mente, acordamos que antes de ir a Piccadilly de-

816
Drcula

bamos inutilizar el refugio ms cercano del Con-


de. En caso de que l lo descubriese demasiado
pronto, an le llevaramos ventaja en nuestra labor
destructora; y su presencia en forma puramente
material, y ms dbil, poda dejar algn rastro.
En cuanto a la disposicin de nuestras fuer-
zas, el profesor sugiri que, despus de nuestra
visita a Carfax, debamos entrar todos en la casa
de Piccadilly; quedarnos all los doctores y yo,
mientras lord Godalming y Quincey localizaban y
destruan los refugios de Warworth y de Mile
End. El profesor insinu que era posible, aunque
no probable, que apareciera el Conde en Piccadilly
durante el da, y que sias era podamos acabar
con l all mismo. En todo caso, debamos seguirle
todos. Yo me opuse a este plan, en lo que a m
concerna, y les dije que me quedara con Mina pa-
ra protegerla.
Estaba decidido a este respecto; pero Mina
no lo consinti. Dijo que poda surgir alguna difi-

817
Bram Stoker

cultad legal, y que quiz hiciera falta entonces mi


presencia; que tal vez apareciera entre los docu-
mentos del Conde alguna clave que slo yo poda
entender por mi experiencia en Transilvania, y
que en tal caso, nos hara falta estar todos juntos
para hacer frente a la extraordinaria fuerza del
Conde. Tuve que ceder, ya que se impuso la suge-
rencia de Mina; adems, dijo que la ltima espe-
ranza para ella era que trabajsemos todos juntos.
En cuanto a m aadi, no tengo
miedo. Las cosas han sido todo lo malas que pod-
an ser; pase lo que pase, habr siempre esperanza
o consuelo. Ve, cario! Si Dios lo quiere, tan a sal-
vo estar sola como en compaa.
As que me levant de un salto, y exclam:
Entonces, en nombre de Dios, vayamos
inmediatamente, porque aqu estamos perdiendo
el tiempo! No sea que el Conde vaya a Piccadilly
antes de lo que creemos.

818
Drcula

No tan deprisa! dijo Van Helsing le-


vantando la mano.
Pero por qu? pregunt.
Ha olvidado dijo con una sonrisa
que anoche se saci a placer, y que dormir hasta
bastante tarde?
Olvidarlo? Acaso podr olvidarlo ja-
ms..., jams? Podr olvidar nunca, ninguno de
nosotros, esa terrible escena? Mina luch por man-
tener sereno su valeroso semblante pero el dolor la
domin: se llev las manos a la cara y se estreme-
ci, sin poder contener los sollozos. Van Helsing
no haba pretendido recordarle su espantosa expe-
riencia. En la discusin, haba olvidado simple-
mente la parte de ella en el drama. Y al darse
cuenta de lo que haba dicho, se sinti horrorizado
de su torpeza y trat de consolarla:
Oh, madame Mina dijo; querida,
querida madame Mina! Cunto siento haber di-
cho una cosa de tan poco tacto, con lo que yo la

819
Bram Stoker

respeto! Esta vieja boca estpida y esta estpida


cabeza son una calamidad; pero usted lo olvidar,
verdad?
Se inclin hacia ella mientras hablaba. Mina
le cogi las manos y, mirndole a travs de las l-
grimas, dijo entrecortadamente:
No; no lo olvidar; creo que es mejor que
lo recuerde; pero tambin recordar de usted su
bondad, para tenerlo todo presente. Ahora vayan
pronto. El desayuno est preparado; hay que co-
mer para poder estar fuerte.
Fue un extrao desayuno para todos noso-
tros. Tratamos de alegrarnos y animarnos mutua-
mente, y Mina fue la que ms animacin y alegra
mostr. Al terminar, Van Helsing se levant y di-
jo:
Ahora, mis queridos amigos, demos
cumplimiento a nuestra terrible labor. Estamos
todos armados, como la noche en que visitamos la
guarida de nuestro enemigo, contra cualquier ata-

820
Drcula

que espiritual o carnal? Todos dijimos que s.


De acuerdo. Bien, madam Mina; en cualquier caso,
estar usted completamente a salvo aqu, hasta la
puesta de sol; pero antes habremos regresado...
si... Regresaremos! Pero antes de que nos vaya-
mos, permita que la proteja contra un ataque per-
sonal. Al bajar usted, me he entretenido en prepa-
rar su habitacin, colocando en ella determinados
objetos que ya conoce, de manera que el monstruo
no pueda entrar. Ahora, permita que proteja su
persona. Voy a ponerle en la frente este trozo de
hostia consagrada, en el nombre del Padre, del
Hijo, y del...
Son un grito espantoso que casi nos hel el
corazn. Cuando la hostia toc la frente de Mina,
le quem, le chamusc la carne como si se tratase
de un hierro al rojo. El entendimiento de mi pobre
amada capt el significado de aquello con tanta
rapidez como sus sentidos experimentaron el do-
lor; y de tal modo la abrumaron ambas cosas, que

821
Bram Stoker

su naturaleza consumida cobr expresin en ese


tremendo alarido. Pero enseguida acudieron las
palabras a sus labios; an no haba cesado el eco
de su grito en el aire, cuando le vino la reaccin, y
cay de rodillas en el suelo, en una agona de
humillacin. Echndose sus hermosos cabellos so-
bre la cara como los antiguos leprosos su capa,
gimi:
Estoy sucia! Sucia! El Todopoderoso re-
chaza mi carne contaminada! Deber llevar esta
marca vergonzosa en la frente hasta el da del Jui-
cio.
Todos se haban quedado silenciosos. Yo
me haba dejado caer junto a ella transido de an-
gustia y dolor, y rodendola con mis brazos, la es-
trech fuertemente. Durante unos minutos, nues-
tros afligidos corazones latieron al unsono, mien-
tras los amigos que nos rodeaban apartaban la mi-
rada para llorar en silencio. Luego Van Helsing se
volvi y dijo gravemente, tan gravemente, que

822
Drcula

pens que hablaba movido por alguna inspiracin


y que no eran suyas las palabras
Puede que tenga que llevar esa marca
hasta el momento que Dios juzgue oportuno, que
ser el del Juicio, en que enderezar todos los ma-
les de la tierra y de las criaturas que en ella ha co-
locado. Ah, mi querida madam Mina! Ojal es-
temos all los que la queremos, cuando esa roja
cicatriz, signo de que Dios conoce lo ocurrido,
desaparezca y deje su frente tan pura como sabe-
mos que tiene el corazn! Pues tan cierto como
que existimos, esa cicatriz desaparecer cuando
Dios juzgue llegado el momento de aliviarle de
ese peso que a todos nos abruma. Hasta entonces,
cargaremos con nuestra Cruz, como Su Hijo carg
con la suya, obediente a Su mandato. Puede que
hayamos sido elegidos como instrumentos de Su
voluntad, y que nos elevemos hasta El a travs del
sufrimiento y de la vergenza; a travs de las l-
grimas y de la sangre; a travs de las dudas y de

823
Bram Stoker

los temores, y de todo lo que diferencia al hombre


de Dios.
Haba esperanza en sus palabras; y consue-
lo. E invitaban a la resignacin. As lo sentimos
Mina y yo; simultneamente, cogimos las manos
del anciano, nos inclinamos y se las besamos. Lue-
go, sin una palabra, nos arrodillamos todos y
uniendo nuestras manos, juramos mutua felici-
dad. Los hombres prometimos arrancar el velo del
dolor del rostro de aquella a quien ambamos, ca-
da uno a su manera; y rezamos pidiendo a Dios
que nos ayudase e iluminase en la terrible misin
que tenamos ante nosotros.
Haba llegado la hora de emprender la
marcha. Me desped de Mina ninguno de noso-
tros olvidar ese momento mientras viva, y nos
pusimos en camino.
Una cosa tengo firmemente decidida: si al
final Mina se transforma en vampiro, no entrar
sola en ese mundo desconocido y terrible. Supon-

824
Drcula

go que fue 'as como, en otro tiempo, de un vam-


piro se origin una multitud: del mismo modo que
sus cuerpos horribles slo pueden descansar en
tierra sagrada, as, el ms sagrado amor es quien
recluta sus huestes espantosas.
Entramos en Carfax sin dificultad; todo es-
taba tal como lo habamos encontrado la primera
vez. Era difcil creer que en ese ambiente prosaico
de abandono, de polvo y descomposicin se pu-
diese cobijar el horror que ya conocamos. Si no
hubiramos tenido el nimo completamente deci-
dido, y no nos hubiese espoleado el recuerdo de
las terribles experiencias sufridas, difcilmente
habramos seguido adelante en nuestra empresa.
No encontramos ningn documento ni signo al-
guno de utilidad en la casa; en cuanto a la vieja
capilla, los cajones estaban tal como los habamos
visto antes. El doctor Van Helsing dijo solemne-
mente, mientras los contemplbamos:

825
Bram Stoker

Amigos mos, aqu hay un deber que te-


nemos que cumplir. Hay que esterilizar esta tierra,
santificada por piadosos recuerdos, que l se ha
trado de su lejano pas para tan siniestro uso. Es-
cogi esta tierra santificada. Pero nosotros le ven-
ceremos con sus mismas armas; porque la vamos a
santificar an ms. Estaba santificada para uso del
hombre; ahora la santificaremos para Dios.
Mientras hablaba, sac de su maletn un
destornillador y una llave inglesa, y en poco tiem-
po abri la tapa de uno de los cajones. La tierra
ola a moho, a aire estancado; pero apenas pres-
tamos inters a estas cosas, porque estbamos
atentos a lo que haca el profesor. Sac de su estu-
che un trozo de hostia consagrada, y la deposit
reverentemente en la tierra; luego cerr la tapa y
se dispuso a atornillarla en su sitio. Los dems le
ayudamos.
Uno tras otro, efectuamos la misma opera-
cin en cada uno de los cajones y los dejamos apa-

826
Drcula

rentemente como los habamos encontrado; pero


ahora cada uno de ellos contena un trozo de hos-
tia.
Cuando salimos, cerramos la puerta, y el
profesor dijo con gravedad:
Ya est. Si logramos hacer lo mismo en
todos los dems, esta tarde, cuando se ponga el
sol, la frente de madam Mina estar tan pura y tan
blanca como el marfil!
Al cruzar el csped camino de la estacin
para coger el tren, nos volvimos para mirar la fa-
chada del manicomio. Busqu ansiosamente con la
mirada, y vi a Mina asomada a nuestra ventana.
La salud con la mano y le hice un gesto con la ca-
beza para indicarle que habamos cumplido nues-
tra misin en la casa de Carfax. Ella asinti tam-
bin, dndome a entender que haba comprendi-
do. Antes de perderla de vista, agit' la mano en
seal de adis. Segu andando, camino de la esta-

827
Bram Stoker

cin, con el corazn oprimido, y subimos al tren


que ya resoplaba en el andn.
He escrito todo esto durante el viaje.

Piccadilly, 12.30
Poco antes de llegar a Fenchurch Street, me
dijo lord Godalming:
Quincey y yo vamos a buscar a un cerra-
jero. Ser mejor que no venga usted con nosotros,
por si surgen dificultades; puede que tengamos
que entrar por una ventana, y dado que usted es
abogado, la Incorporated Law Society podra sen-
tirse molesta con su proceder. Yo protest de
que no me dejasen compartir ningn peligro pero
l prosigui: Adems, llamaremos menos la
atencin si no vamos demasiados. Mi ttulo me
avalar ante el cerrajero, y ante cualquier polica
que pase por delante. Ser mejor que usted 'acom-
pae a Jack y al profesor, y esperen en Green Park,

828
Drcula

desde donde pueden observar la casa; cuando


abramos la puerta y se haya marchado el cerrajero,
podrn acudir. Nosotros les estaremos esperando
para abrirles.
Me parece una idea acertada! dijo Van
Helsing.
No hablamos ms. Godalming y Morris se
fueron apresuradamente en un coche de alquiler,
y nosotros cogimos otro. Nos apeamos en la es-
quina de Arlington Street, y seguimos a pie hacia
Green Park. El corazn me lati con violencia
cuando vi la casa en la que tantas esperanzas te-
namos puestas, con su aspecto ttrico y silencioso,
mostrando su desolacin en medio de todos los
edificios elegantes y alegres que la rodeaban. Nos
sentamos en un banco desde donde podamos ob-
servar cmodamente, y encendimos un cigarro, a
fin de llamar lo menos posible la atencin. Los
minutos transcurran con exasperante lentitud
mientras aguardbamos la llegada de los otros.

829
Bram Stoker

Por ltimo, vimos aproximarse un carruaje


de cuatro ruedas. Descendieron lord Godalming y
Morris con todo el aplomo; y salt del pescante un
obrero rechoncho, cargado con su bolsa de herra-
mientas. Morris pag al cochero, y ste se toc el
sombrero y se fue. Subieron la escalinata, y lord
Godalming explic al cerrajero lo que quera que
hiciese. El hombre se quit la chaqueta parsimo-
niosamente y la colg en uno de los barrotes de la
barandilla. dicindole algo a un polica que en ese
momento pasaba por all. El polica asinti, y el
hombre se arrodill y deposit su bolsa de herra-
mientas junto a l. Despus de revolver un poco,
sac unas cuantas y las orden. Luego se levant,
mir por el ojo de la cerradura, y lo sopl; y vol-
vindose hacia sus clientes, hizo algn comenta-
rio. Lord Godalming sonri, y el hombre cogi un
gran manojo de llaves; seleccion una, la introdujo
en la cerradura y trat de accionarla con ella. Des-
pus de probar unos momentos, cogi otra, y lue-

830
Drcula

go una tercera. De repente, empuj un poco la


puerta, la abri, y entraron los tres en el vestbulo.
Nosotros seguimos sentados; yo fumaba furiosa-
mente, pero el cigarro de Van Helsing se haba
apagado por completo. Aguardamos paciente-
mente; vimos salir al obrero y recoger su bolsa de
herramientas. Luego sostuvo la puerta entreabier-
ta, sujetndola con las rodillas, mientras ajustaba
una llave en la cerradura. Finalmente, se la entre-
g a lord Godalming, quien sac su monedero y le
pag. El hombre se toc el sombrero, se puso la
chaqueta y se fue; ni un alma prest inters a la
operacin.
Cuando ya haca un rato que el hombre se
haba ido, cruzamos la calle los tres y llamamos a
la puerta. Inmediatamente abri Quincey Morris;
junto a l, lord Godalming encenda un cigarro.
El lugar huele de forma repugnante
dijo este ltimo cuando entramos.

831
Bram Stoker

En efecto, haba un olor nauseabundo


como en la capilla de Carfax, claro indicio de
que el Conde utilizaba a menudo este refugio. Nos
pusimos a inspeccionar la casa sin separarnos, en
previsin de un ataque; porque sabamos que nos
enfrentbamos a un enemigo fuerte y astuto, y
an no sabamos si el Conde estaba o no en la ca-
sa. En el comedor, situado a continuacin del ves-
tbulo, encontramos ocho cajones de tierra. Ocho,
de los nueve que buscbamos! Nuestro trabajo no
estaba terminado, ni lo estara hasta que encontr-
ramos el cajn que faltaba. Primero abrimos los
postigos de la ventana que daba a un estrecho pa-
tio enlosado, frente a un establo que tena un teja-
do que le daba aspecto de fachada de casa. Careca
de ventanas, de modo que no haba temor de que
nos viesen. Nos dedicamos a examinar los cajones
sin prdida de tiempo. Con las herramientas que
traamos, los fuimos abriendo uno tras otro, efec-
tuando en ellos la misma operacin que en los de

832
Drcula

la capilla. Una vez comprobado que el Conde no


estaba en la casa, nos pusimos a buscar sus perte-
nencias.
Tras una rpida ojeada a todas las habita-
ciones, desde la planta baja al tico, llegamos a la
conclusin de que el comedor era la nica estancia
donde haba efectos que podan pertenecer al
Conde; as que procedimos a examinarlos deteni-
damente. Estaban en estudiado desorden sobre la
gran mesa del comedor. Encontramos la escritura
de propiedad de la casa de Piccadilly as como
las de las de las casas de Mile End y Bermond-
sey, papel de cartas, sobres, plumas y tinta. To-
do estaba cubierto con papel de seda para prote-
gerlo del polvo. Haba tambin un cepillo para la
ropa, un peine, una jarra de agua y una jofaina,
sta con agua sucia y teida de sangre. Finalmen-
te, haba un manojo de llaves de todas clases y ta-
maos, probablemente pertenecientes a las dems
casas. Tras examinar este ltimo hallazgo, lord

833
Bram Stoker

Godalming y Quincey Morris tomaron nota pun-


tualmente de las diversas direcciones de las casas
del este y del sur, cogieron el manojo de llaves y se
marcharon a destruir los cajones que encontraran
en ellas. Entretanto, los dems nos hemos queda-
do aqu, esperando pacientemente a que regre-
sen... o a que venga el Conde.

834
CAPITULO XXIII

DIARIO DEL DOCTOR SEWARD

3 de octubre

El tiempo se nos hizo terriblemente largo


mientras aguardbamos el regreso de Godal-
ming y Quincey Morris. El profesor trat de
mantenernos con el pensamiento activo,
haciendo que lo empleramos constantemente.
Me di cuenta de su intencin benefactora al ver
las miradas de soslayo que le diriga a Harker
de cuando en cuando. El pobre muchacho est
tan hundido en la desdicha que da lstima.
Anoche se le vea un hombre franco, animoso y
jovial, con una cara joven y llena de energa, y
el cabello castao oscuro. Hoy es un viejo con-
Bram Stoker

sumido y macilento, cuyos cabellos blancos es-


tn acordes con sus ojos hundidos y las arrugas
de su cara. An conserva intacta la energa; de
hecho, es como una llama viviente. Y quiz sea
esto su salvacin; pues si todo marcha bien, le
ayudar a sobreponerse a su depresin; des-
pus, de alguna forma, despertar a la realidad
de la vida. Pobre muchacho; yo crea que mi
dolor era grande; pero el suyo tambin lo es...!
El profesor se da cuenta y hace lo posible por
tenerle constantemente pensando en algo. Lo
que nos ha estado contando es muy interesan-
te, dadas las circunstancias. Segn recuerdo, ha
dicho lo siguiente:
He estudiado repetidamente, desde que
cayeron en mis manos, todos los papeles referen-
tes a ese monstruo, y cada vez estoy ms conven-
cido de la necesidad de acabar con l. En todas
partes vemos signos de que progresa; no slo en
poder, sino en que tiene ms conciencia de este

836
Drcula

poder. Segn he sabido por las investigaciones de


mi amigo Arminius, de Budapest, fue en vida un
hombre extraordinariamente asombroso. Soldado,
hombre de estado y alquimista..., lo que constitua
el mximo desarrollo del saber cientfico de su
tiempo. Tena una inteligencia poderosa, unos co-
nocimientos incomparables y un corazn que no
conoca el miedo ni el remordimiento. Se atrevi
incluso a asistir a la Scholomancia, y no hubo ra-
ma del saber que no abordara. Y lo cierto es que
sus poderes mentales sobrevivieron a su muerte
fsica; aunque parece que su memoria no es com-
pleta. En determinados aspectos intelectuales, fue,
y es slo un nio; pero est adquiriendo madurez,
algunas cosas que al principio eran pueriles ahora
han alcanzado una dimensin de hombre adulto.
Avanza experimentando, y lo hace bien; y si no
nos hubiramos cruzado en su camino, sera y
puede serlo, si fracasamos el padre o propaga-

837
Bram Stoker

dor de un nuevo orden de seres, cuyo camino ha


de conducir a la muerte; no a la vida.
Harker gimi, y dijo:
Y ahora esgrime todo eso contra mi es-
posa! Pero cmo experimenta? Porque eso po-
dra ayudarnos a destruirlo!
Desde que lleg, ha estado probando su
poder, despacio pero de manera segura; ese gran
cerebro infantil que tiene no cesa de trabajar. Para
nosotros, su cerebro an es infantil; porque de
haberse atrevido a intentar ciertas cosas desde un
principio, hace tiempo que lo habramos perdido.
Sin embargo, su propsito es triunfar, y un hom-
bre que tiene siglos por delante puede permitirse
esperar y avanzar con cautela. Su lema podra ser
festina lente.
No acabo de entender dijo Harker con
cansancio. Por favor, sea ms claro! Creo que
la angustia y las preocupaciones me estn embo-
tando el cerebro.

838
Drcula

El profesor pos tiernamente una mano so-


bre su hombro, y le dijo:
Ah, hijo mo!; ser claro. No ve cmo
ese monstruo ha ido aumentando su saber de ma-
nera progresiva? Cmo ha utilizado al paciente
zofago para entrar en casa del amigo John, por-
que el Vampiro, aunque despus puede entrar
cuando quiera y como quiera, la primera vez slo
puede hacerlo cuando le invita uno de sus mora-
dores? Pero esto no es importante. No ve usted
cmo al principio todos los cajones eran transpor-
tados por otros? Entonces crea que deba ser as.
Pero su cerebro infantil iba madurando, y empez
a pensar si no sera preferible ocuparse l mismo
de los cajones. De modo que ech primero una
mano, y luego, cuando vio que se le daba bien, tra-
t de moverlos l solo. Y de esta manera sigue
desarrollando su plan, y disemina sus sepulturas;
de este modo, nadie ms que l sabe dnde se
ocultan. Quiz se proponga enterrarlas profun-

839
Bram Stoker

damente en la tierra. Para utilizarlas slo durante


la noche, o cuando puede cambiar de forma; as
nadie sabr dnde se oculta! Pero, hijo mo, no
desespere; ha aprendido esto demasiado tarde. Ya
hemos esterilizado todas sus guaridas excepto
una; y antes de que el sol se ponga, la habremos
localizado tambin. Entonces no tendr dnde es-
conderse. He querido que nos demoremos esta
maana a fin de poder estar seguros. Acaso no
nos jugamos nosotros ms que l? Entonces, por
qu no vamos a ser ms precavidos? Por mi reloj,
es la una; si todo ha ido bien, nuestros amigos
Arthur y Quincey estn ya de regreso. Hoy es
nuestro da, y debemos estar seguros, aunque va-
yamos despacio, para no desperdiciar ninguna
posibilidad. Mire! Ya estamos los cinco juntos
otra vez.
Mientras hablaba, nos sobresaltaron unos
golpes en la puerta de la entrada; llamaba el repar-
tidor de telgrafos. Salimos todos al vestbulo, y

840
Drcula

Van Helsing, tendiendo la mano para que guard-


semos silencio, fue a abrir. El muchacho le entreg
el telegrama. El profesor cerr la puerta otra vez y,
despus de mirar la direccin, lo abri y ley en
voz alta:

Cuidado con D. Sale a las 12.45 de


Carfax direccin sur. Puede andar buscn-
doles.
MINA

Hubo una pausa, que fue rota por la voz de


Harker: Bien, con la ayuda de Dios, no tarda-
remos en enfrentarnos con l!
Dios intervendr cuando quiera y como
quiera. No se preocupe; y no se alegre todava;
puede que lo que estamos deseando en este mo-
mento sea a la postre una equivocacin.

841
Bram Stoker

En este momento me importa todo muy


poco contest l acaloradamente, salvo borrar
a esa bestia de la creacin. Dara el alma por ello!
Calle, calle, hijo mo! dijo Van Hel-
sing. Dios no compra almas de esa manera; y el
Diablo, aunque puede comprarlas, no cumple los
tratos. Pero Dios es misericordioso y justo, y cono-
ce su dolor y su devocin hacia madam Mina.
Piense cmo se duplicara el dolor de ella si oyese
esas palabras insensatas. No tenga ningn temor.
Todos nos hemos consagrado a esta causa, y hoy
veremos el final. Ha llegado la hora de entrar en
accin; hoy este vampiro encuentra sus poderes
limitados a los del hombre, y, hasta la puesta de
sol, no podr cambiar. Tardar en llegar (es la una
y veinte), y an pasar tiempo antes de que est
aqu, por mucha prisa que se d. Esperemos que
lleguen antes milord Arthur y Quincey.
Una media hora despus de recibir el tele-
grama de la seora Harker, sonaron unos golpes

842
Drcula

suaves y decididos en la puerta. Fue una llamada


corriente, como la que hacen miles de caballeros a
diario, pero que hizo latir con violencia nuestros
corazones. Nos miramos, y nos dirigimos juntos al
vestbulo; cada uno preparado para sacar sus ar-
mas: las espirituales, con la mano izquierda, y las
mortales con la derecha. Van Helsing retir el pes-
tillo; sosteniendo abierta la puerta, retrocedi, con
ambas manos dispuestas para entrar en accin. La
alegra debi de reflejarse en nuestros semblantes
cuando descubrimos en el umbral, pegados a la
misma puerta, a lord Godalming y a Quincey Mo-
rris. Entraron rpidamente y cerraron, mientras
comentaba el primero al cruzar el vestbulo:
Misin cumplida. Hemos encontrado las
dos casas; haba seis cajones en cada una. Los
hemos destruido todos!
Destruidos? pregunt el profesor.
Para l! Guardamos todos silencio.
Quincey aadi: Ahora no nos queda ms que

843
Bram Stoker

esperar aqu. Pero si a las cinco no ha venido, ten-


dremos que regresar, ya que no debemos dejar so-
la a la seora Harker despus del crepsculo.
Llegar aqu bastante antes dijo Van
Helsing, que haba estado consultando su cuader-
no de notas. Nota bene: segn el telegrama de
madam Mina, ha salido de Carfax en direccin
sur; eso significa que iba a cruzar el ro, cosa que
slo puede hacer durante la bajamar; por tanto, ha
debido de cruzarlo poco antes de la una. El que
haya tomado la direccin sur tiene un sentido para
nosotros. Hasta ahora slo recela; y de Carfax se
dirige al lugar que considera menos sospechoso.
Ustedes han debido de estar en Bermondsey poco
antes de que l llegara. El hecho de que no est
an aqu significa que ha pasado primero por Mile
End. Eso le demorar algn tiempo; porque tienen
que ayudarle a cruzar el ro de alguna manera.
Cranme, amigos mos, no vamos a esperar mu-
cho tiempo. Deberamos tener preparado algn

844
Drcula

plan, a fin de no desaprovechar ninguna oportu-


nidad. Chist!, ya no queda tiempo. Preparen las
armas! Atentos!
Mientras hablaba, alz una mano en seal
de advertencia; todos omos cmo introducan una
llave en la cerradura.
No pudo por menos de producirme admi-
racin, aun en semejante momento, la forma en
que tom la iniciativa un espritu superior. En to-
das nuestras caceras y aventuras por las distintas
partes del mundo, Quincey Morris haba sido
siempre el encargado de trazar el plan de accin,
mientras que Arthur y yo estbamos acostumbra-
dos a obedecerle en todo. Ahora, la vieja costum-
bre pareci renovarse de forma instintiva. Tras
una rpida ojeada a la habitacin, ide un plan y,
sin pronunciar una sola palabra, a base de gestos,
nos asign a cada uno un sitio. Van Helsing, Har-
ker y yo nos apostamos exactamente detrs de la
puerta, a fin de que cuando se abriera, el profesor

845
Bram Stoker

pudiese defender ese acceso mientras nosotros dos


nos interponamos entre el recin llegado y la
puerta. Godalming y Quincey se ocultaron, prepa-
rados para cubrir la ventana. Esperamos con una
tensin que haca que los segundos transcurrieran
con angustiosa lentitud. Sonaron unos pasos cau-
telosos en el vestbulo: evidentemente, el Conde
estaba prevenido para cualquier sorpresa...; al
menos, la tema.
De repente, irrumpi con un salto en la
habitacin, antes de que ninguno de nosotros pu-
diese hacer nada para interceptarle. Fue un mo-
vimiento de felino..., un gesto tan inhumano que
pareci aliviarnos de la terrible impresin que nos
haba producido su llegada. El primero en reac-
cionar fue Harker, quien, con un vivo movimien-
to, se situ en la puerta que daba al vestbulo. Al
vernos, el Conde esboz una mueca horrible, en-
seando unos dientes largos y afilados; su mal-
vola sonrisa se convirti enseguida en una mirada

846
Drcula

fra y desdeosa de felino. Pero su expresin cam-


bi al ver que, como movidos por un mismo im-
pulso, avanzbamos todos hacia l. Fue una lsti-
ma que no tuviramos bien organizado el ataque;
porque ni siquiera en ese momento saba yo qu
bamos a hacer. Tampoco saba si nuestras armas
mortales nos iban a servir. Harker, evidentemente,
estaba decidido a ponerlas a prueba, porque sac
su gran machete kukri y le lanz una feroz cuchi-
llada. Fue un golpe poderoso; el Conde se salv
slo gracias a su diablica agilidad. Un segundo
ms, y la afilada hoja le habra hendido el corazn.
Con todo, la punta alcanz a rasgarle la tela de la
chaqueta, producindole un desgarrn por el que
se le derram un puado de billetes de banco y
monedas de oro. La expresin del semblante del
Conde fue tan infernal, que durante un segundo
tem por Harker, aunque le vi levantar el terrible
cuchillo para descargarle otro golpe. Instintiva-
mente, me lanc a protegerle sosteniendo en alto

847
Bram Stoker

la hostia y la cruz. Sent que una fuerza poderosa


emanaba de mi brazo; y no me sorprendi ver re-
troceder al monstruo cuando me secundaron los
dems. Sera imposible describir la expresin de
odio y de frustrada malignidad, de ira y de rabia
infernal, que invadi el rostro del Conde. El creo
color de su rostro se convirti en un amarillo ver-
doso, en contraste con sus ojos encendidos y la ro-
ja cicatriz de la frente, que destacaba en su plida
piel como una herida palpitante. Un segundo des-
pus, con un quiebro sinuoso, pas por debajo del
brazo de Harker antes de que ste pudiese asestar
el golpe; y agarrando un puado de dinero del
suelo, cruz la habitacin y se arroj por la venta-
na. En medio del ruido de cristales rotos, se preci-
pit al enlosado del patio; entre el estrpito de los
cristales, o un tintineo de oro, sin duda al rodar
algunos soberanos por el suelo.
Corrimos a la ventana y le vimos levantarse
de un salto sin dao alguno. Cruz corriendo el

848
Drcula

patio y abri la puerta de las caballerizas. A conti-


nuacin, se volvi hacia nosotros, y grit:
Creis que vais a destruirme... con vues-
tras caras plidas ah en fila, como corderos en el
matadero! Ya lo lamentaris, cada uno de voso-
tros! Creis que me habis dejado sin un solo re-
fugio, pero tengo ms! Mi venganza acaba de
empezar! Se prolongar durante siglos, y el tiem-
po estar de mi parte. Las mujeres que amis son
mas ya..., y 'a travs de ellas, vosotros, y muchos
otros tambin, seris mis criaturas; estaris bajo mi
mandato, y seris mis chacales cuando yo necesite
alimento. Bah!
Con una sonrisa despreciativa, cruz rpi-
damente la puerta, y omos chirriar el cerrojo
herrumbroso al pasarlo tras l. Se oy abrir y ce-
rrar otra puerta al otro lado. El primero de noso-
tros en hablar fue el profesor, mientras corramos
hacia el vestbulo ante la dificultad de seguirle a
travs del establo.

849
Bram Stoker

Ahora sabemos algo ms... mucho ms!


A pesar de sus palabras desafiantes, nos teme; le
apremia el tiempo! Si no, por qu tanta prisa? Su
misma voz le ha delatado, o mucho me engaan
mis odos. Para qu ha cogido ese dinero? Co-
rran. Son cazadores de animales salvajes, y en-
tienden de eso. Por mi parte, me asegurar de que
aqu no quede nada que pueda servirle, si es que
regresa.
Mientras hablaba, se guard el resto del di-
nero; cogi las escrituras de propiedad de donde
las haba dejado Harker, ech lo dems a la chi-
menea y le prendi fuego con un fsforo.
Godalming y Morris haban salido corrien-
do al patio, y Harker se haba descolgado por la
ventana para perseguir al Conde. Pero ste haba
cerrado por dentro la puerta del establo; y cuando
consiguieron abrirla, no encontraron el menor ras-
tro de l. Van Helsing y yo fuimos a la parte de
atrs de la casa a preguntar; pero las caballerizas

850
Drcula

estaban desiertas y nadie le haba visto desapare-


cer.
La tarde estaba ya avanzada, y el sol no
tardara en ponerse. Tuvimos que reconocer que
habamos terminado; con pesar, convinimos con el
profesor cuando dijo:
Regresemos a casa con madam Mina...,
con la pobre madam Mina. Todo lo que podamos
hacer por ahora est hecho; al menos all podre-
mos protegerla. Pero no hay que desesperar. No le
queda ms que un cajn de tierra, y tenemos que
encontrarlo. En cuanto lo descubramos, habremos
terminado.
Pude ver que hablaba con esa valenta a fin
de infundir nimos a Harker. El pobre muchacho
estaba completamente deshecho. De cuando en
cuando, dejaba escapar algn gemido ahogado
que no lograba reprimir: pensaba en su mujer.
Con el corazn apesadumbrado, regresa-
mos a casa, donde encontramos a la seora Harker

851
Bram Stoker

esperndonos, con una expresin de alegra que


haca honor a su valenta y generosidad. Cuando
vio nuestras caras, la suya se puso mortalmente
plida; por un segundo 0 dos cerr los ojos como
si rezase en secreto; luego dijo alegremente:
Nunca les agradecer bastante a todos
ustedes lo que hacen por m. Oh, pobre amor mo!
Mientras hablaba, cogi la cabeza gris de su ma-
rido con ambas manos, y la bes. Apoya tu po-
bre cabeza aqu y deja que descanse. Todo saldr
bien, cario! Dios nos proteger, si as tiene a bien
disponerlo.
El pobre muchacho se limit a gemir. No
haba lugar para las palabras en su profunda aflic-
cin.
Nos sentamos todos a cenar de forma ruti-
naria, y creo que eso nos reanim un poco. Era,
quiz, el mero bienestar fsico que produce satis-
facer el hambre ya que ninguno haba tomado
nada desde el desayuno, o la sensacin de com-

852
Drcula

paerismo que nos daba el estar juntos; el caso es


que nos sentimos menos desdichados, y miramos
el porvenir con alguna esperanza. Fieles a nuestra
promesa, le contamos a la seora Harker lo ocu-
rrido. Y aunque palideci mortalmente unas veces,
al or el peligro que haba corrido su marido, y co-
lorada otras, al ponerse de manifiesto su devocin
por ella, escuch con valenta y serenidad. Cuando
llegamos al momento en que Harker se arroj in-
trpidamente sobre el Conde, se agarr al brazo
de su marido y. lo apret contra s, como si el te-
nerlo de esta manera le protegiese de todo dao.
Sin embargo, no dijo nada hasta que hubo con-
cluido el relato, y escuchado ella todos los inciden-
tes hasta ese momento. Luego, sin soltar las manos
de su marido, se levant y tom la palabra. Ah,
ojal supiera yo dar una idea de la escena; de esa
mujer, buena de verdad, radiante de belleza y ju-
ventud y animacin, pese a la cicatriz roja de su
frente que ella no olvidaba y nosotros mirbamos

853
Bram Stoker

con los dientes apretados..., pensando por qu mo-


tivo la tena; de su tierna fe frente a todos nuestros
temores y dudas; y de nosotros mismos, conscien-
tes de que, simblicamente al menos, pese a toda
su bondad y su pureza y su fe, haba sido recha-
zada por Dios!
Jonathan dijo, y su voz son en sus la-
bios como una msica llena de amor y de ternu-
ra, Jonathan, cario, y ustedes, mis fieles ami-
gos: quiero que tengan todos una cosa presente,
mientras dure esta espantosa situacin. S que de-
ben luchar..., que deben matar como mataron a la
falsa Lucy, a fin de que la verdadera viviese eter-
namente; pero es una empresa inspirada por el
odio. Esa pobre alma que ha trado toda nuestra
desgracia es quiz la ms desdichada de todas.
Piensen cul ser su alegra cuando perezca tam-
bin su parte mala, y su parte buena alcance la
inmortalidad espiritual. Deben compadecerse de

854
Drcula

l tambin, aunque eso no debe impedir que sus


manos le destruyan.
Mientras hablaba, observ cmo se ensom-
breca y contraa el rostro de su marido, como si la
pasin que le dominaba le estuviese consumiendo
por dentro. Instintivamente, apret las manos de
su esposa con ms fuerza, hasta el punto de po-
nrsele blancos los nudillos. Pero ella no se retor-
ci de dolor aunque me di cuenta de que le
haca dao, sino que le mir con unos ojos ms
suplicantes que nunca. Cuando dej de hablar, se
levant Harker de un salto, librndose de la mano
de ella casi con violencia, y exclam
Ojal me lo ponga Dios en las manos el
tiempo suficiente para poder arrancarle la vida, tal
como pretendemos! Y si adems pudiese enviar
su alma al infierno, no dudara en hacerlo!
Oh, calla, calla! En nombre de Dios! No
digas esas cosas, Jonathan, esposo mo, o me ma-
tars de miedo y de horror. Reflexiona, cario.

855
Bram Stoker

Durante todo este da interminable, no he parado


de pensar que... quiz... algn da... pueda yo
tambin necesitar esa compasin; y que algn otro
como t, y con igual motivo, pueda negrmela!
Oh, esposo mo, esposo mo, sin duda me habras
evitado ese pensamiento si hubieses reaccionado
de otro modo!; pero pido a Dios que no tome tus
palabras sino como el grito doliente de un hombre
enamorado y sumido en la desdicha. Dios mo,
que estos cabellos blancos sean la prueba del su-
frimiento de este hombre que en su vida ha come-
tido un solo acto reprobable, y al que han sobre-
venido tantas desventuras!
Ahora ramos los hombres los que llor-
bamos. No podamos contener las lgrimas, y de-
jamos que nos brotasen libremente. Y ella, al ver
que sus dulces consejos nos haban convencido,
llor tambin. Su marido cay de rodillas; y ro-
dendola con sus brazos, ocult el rostro entre los
pliegues de su vestido. Van Helsing nos hizo una

856
Drcula

sea a los dems, y salimos en silencio de 'la habi-


tacin, dejando a los dos corazones amantes solos
con Dios.
Antes de retirarse, el profesor acondicion
la habitacin para evitar cualquier asedio del
vampiro, asegurando a la seora Harker que po-
da descansar en paz. Ella trat de convencerse de
que era as, y procur mostrarse contenta ante su
esposo. Fue un esfuerzo valeroso; y creo que no ha
quedado sin recompensa. Van Helsing les ha de-
jado a mano una campanilla que cualquiera de los
dos puede hacer sonar en caso de necesidad. Tan
pronto como han cerrado la puerta. Quincey, Go-
dalming y yo hemos acordado montar guardia re-
partindonos la noche entre los tres y vigilar por
la seguridad de esta pobre dama. La primera
guardia ha recado en Quincey, de modo que no-
sotros nos acostaremos enseguida. Godalming se
ha retirado ya, porque tiene la segunda. Y ahora

857
Bram Stoker

que he terminado mi trabajo, voy a acostarme yo


tambin.

DIARIO DE JONATHAN HARKER

34 de octubre, hacia la medianoche

Ayer pensaba que el da no terminara nun-


ca. Tenia unas ganas inmensas de dormir, y una
especie de ciega conviccin de que al despertar
descubrira que todo era distinto, y que todo cam-
bio resultara favorable. Antes de separarnos,
hemos hablado de nuestro prximo paso, aunque
sin llegar a ningn resultado. Todo lo que sabe-
mos es que falta un cajn de tierra, y que slo el
Conde sabe dnde est. Si decide permanecer
oculto, puede que nos despiste durante aos; y
sabe Dios lo que puede ocurrir entretanto...! La
sola idea de esta posibilidad me parece tan horri-

858
Drcula

ble, que no me atrevo ni a pensar en ella. Lo nico


que s es que si ha habido alguna vez una mujer
que era toda perfeccin, sa es mi pobre y querida
esposa. Y la quiero mil veces ms, despus del
rasgo de compasin que ha tenido esta noche;
compasin que me ha hecho ver lo despreciable
que era mi propio odio hacia ese monstruo. Sin
duda Dios no permitir que el mundo pierda una
criatura como ella. Esta es mi esperanza. Ahora
navegamos entre arrecifes, y la fe es nuestra nica
ancla. Gracias a Dios, Mina duerme sin pesadi-
llas! Tengo miedo de que estas terribles experien-
cias le inspiren sueos espantosos. No la haba vis-
to tranquila desde la puesta del sol. Luego, duran-
te un rato, la expresin de descanso que inund su
rostro, fue como la primavera, despus de las
tormentas de marzo. Al principio cre que se deba
a la suavidad del rojo crepsculo que baaba su
rostro, pero ahora pienso que encierra un signifi-
cado ms profundo. No tengo sueo, aunque me

859
Bram Stoker

siento cansado..., mortalmente cansado. Procurar


dormir; maana no voy a tener descanso hasta...

Ms tarde
Debo de haberme quedado dormido; por-
que me ha despabilado Mina. Estaba sentada en la
cama con una expresin de terror en la cara. La he
visto sin dificultad, porque no habamos dejado la
habitacin a oscuras; me ha tapado la boca con la
mano para que no hablara, y luego me ha susu-
rrado:
Chist! Hay alguien en el corredor!
Me he levantado sigilosamente, he cruzado
la habitacin y he abierto con suavidad.
Fuera, echado sobre un colchn, estaba el
seor Morris, completamente despierto. Ha levan-
tado la mano para que no dijese nada, mientras
deca en voz baja:

860
Drcula

Chist! Vuelva a la cama; todo va bien.


Esta noche habr aqu uno de nosotros en todo
momento. No queremos correr riesgos!
Por su mirada y su gesto he comprendido
que no admita discusin, as que he vuelto a en-
trar y se lo he contado a Mina. Ha suspirado, y
una plida sonrisa ha cruzado por su semblante,
mientras me rodeaba con sus brazos y deca dul-
cemente:
Oh, gracias, Dios mo, por estos hombres
valerosos!
Y tras otro suspiro, se ha vuelto a dormir.
Escribo esto porque me siento desvelado; pero in-
tentar conciliar el sueo otra vez.

4 de octubre por la maana

Mina volvi a despertarme durante la no-


che. Esta vez habamos dormido bastante, porque

861
Bram Stoker

la claridad griscea de la maana recortaba los


rectngulos de las ventanas, y la luz de gas era
como una mancha, ms que un crculo de luz. Me
dijo inmediatamente:
Ve a llamar al profesor. Quiero verle en-
seguida.
Para qu?
Tengo una idea. Supongo que se me ha
ocurrido durante la noche, y la he debido de estar
madurando sin saberlo. Quiero que me hipnotice
antes de que amanezca; creo que entonces podr
decir algo de inters. Ve corriendo, cario; se est
haciendo tarde.
Fui a la puerta. En el colchn estaba el doc-
tor Seward. Al verme, se puso de pie enseguida.
Ocurre algo? pregunt alarmado.
No contest; pero Mina quiere ver al
doctor Helsing enseguida.
Yo ir dijo, y fue corriendo a la habita-
cin del profesor.

862
Drcula

Dos o tres minutos despus, Van Helsing


entr en la habitacin en bata, y el seor Morris y
lord Godalming llegaban a la puerta a preguntar.
Cuando el profesor vio a Mina, una sonrisa una
ancha sonrisa disip la ansiedad de su rostro; se
frot las manos, y dijo:
Ah, mi querida madam Mina, esto s que
es un cambio! Qu le parece, amigo Jonathan!
Volvemos a tener a nuestra querida madam Mina
tal y como era! Luego, volvindose hacia ella,
aadi alegremente: En qu puedo servirla?
Porque seguro que no me ha llamado sin un moti-
vo.
Quiero que me hipnotice! dijo.
Hgalo antes de que amanezca. Creo que entonces
podr hablar, hablar libremente. Dse prisa, por-
que queda poco tiempo!
Sin decir una sola palabra, el profesor la
sent en la cama. Clav su mirada en ella, e inici
una serie de pases desde lo alto de la cabeza hacia

863
Bram Stoker

abajo, con una mano y con la otra. Mina le mir


fijamente unos minutos. Entretanto, mi corazn
lata como un martinete, porque me daba cuenta
de que le iba a sobrevenir una crisis. Poco a poco,
se le cerraron los ojos, y se qued inmvil; slo el
leve movimiento de su pecho indicaba que estaba
viva. El profesor efectu unos cuantos pases ms,
se detuvo, y pude ver que tena la frente cubierta
de grandes gotas de sudor. Mina abri los ojos;
pero no pareca la misma mujer. Tena una mirada
distante, y haba una calidad soolienta en su voz
completamente nueva para m. Alzando la mano
para que no hablase, el profesor me indic con
una sea llamara a los dems. Entraron de punti-
llas, cerraron la puerta y se quedaron junto a los
pies de la cama. Mina no pareci notar su presen-
cia. Van Helsing abandon su mutismo y dijo con
un tono muy sosegado, para no romper el hilo de
los pensamientos de ella:
Dnde est usted?

864
Drcula

Mina respondi con voz neutra:


No lo s. El sueo no tiene lugar.
Durante unos minutos rein el silencio. Mi-
na estaba rgida, y el profesor segua mirndola
fijamente; los dems apenas nos atrevamos a res-
pirar. En la habitacin haba cada vez ms clari-
dad. Sin apartar los ojos de Mina, el doctor Van
Helsing me indic que levantase la persiana. Lo
hice as, y la luz del da inund la habitacin. En
ese momento el profesor volvi a preguntar:
Dnde est usted ahora?
La respuesta lleg como en sueos, pero
con intencin; era como si estuviese interpretando
algo. Le he odo ese mismo tono cuando lea sus
notas.
No lo s. Todo es extrao para m!
Qu ve?
No puedo ver nada; todo est oscuro.
Qu oye?

865
Bram Stoker

Pude percibir cierta tensin en la voz pa-


ciente del profesor.
Chapoteo de agua. Es como un gorgoteo
y el golpear de pequeas olas. Las oigo en el exte-
rior.
Entonces, est en un barco?
Nos miramos todos; cada uno trataba de
adivinar alguna idea en los dems. Nos daba mie-
do pensar. La respuesta brot enseguida.
S!
Qu ms oye usted?
Pisadas de hombres, arriba, que andan de
un lado para otro. Se oye chirriar una cadena, y un
tintineo como de trinquete de cabrestante al gol-
pear en la rueda dentada.
Qu hace?
Estoy inmvil..., completamente inmvil.
Es como la muerte!

866
Drcula

Su voz se desvaneci en una respiracin


profunda, como de persona dormida, y sus ojos se
volvieron a cerrar.
A la sazn, el sol haba salido, y era comple-
tamente de da. El doctor Van Helsing pos las
manos sobre los hombros de Mina y deposit sua-
vemente su cabeza sobre la almohada. Permaneci
como una nia dormida, durante unos momen-
tos, y luego dej escapar un profundo suspiro, se
despert, y nos mir con expresin interrogante:
He hablado en sueos? fue todo lo
que dijo.
Sin embargo, pareci darse cuenta de la si-
tuacin sin que nadie dijese nada; aunque estaba
deseosa de saber qu haba dicho. El profesor repi-
ti la conversacin, y ella coment:
Entonces no hay un solo momento que
perder: puede que an no sea demasiado tarde!

867
Bram Stoker

El seor Morris y lord Godalming echaron


a correr hacia la puerta, pero la voz serena del
profesor les volvi a llamar:
Un momento, amigos mos. El barco ese,
est donde est, ha echado el ancla mientras ella
hablaba. Hay muchos barcos anclados en este
momento, en el inmenso puerto de Londres. Cul
de ellos es el que buscamos? Demos gracias a
Dios de poder contar otra vez con una pista, aun-
que no sabemos adnde nos puede llevar! Hemos
estado algo ciegos; ciegos como suelen estarlo los
hombres, ya que cuando miramos hacia atrs, ve-
mos lo que podamos haber previsto, si hubise-
mos visto lo que podamos ver. Ah!, la frase resul-
ta un galimatas, verdad? En fin, ahora sabemos
en qu pensaba el Conde al coger el dinero, aun-
que el cuchillo feroz de Jonathan le puso en un pe-
ligro que an teme. Quera escapar. Me oyen?
Escapar! Se dio cuenta de que slo le quedaba un
cajn de tierra, que tena a un puado de hombres

868
Drcula

siguindole detrs como una jaura de perros, y


que en Londres no haba sitio para l. Ha embar-
cado su ltimo cajn de tierra y se va del pas.
Piensa escapar; pero no! Le seguiremos. Hala!
Cmo dira el amigo Arthur cuando se pone la
chaqueta roja! Nuestro viejo zorro es astuto; muy
astuto; por tanto, debemos perseguirle con astucia.
Yo tambin soy astuto, y desde hace un momento
s lo que piensa. Entretanto, podemos descansar
tranquilamente; porque entre l y nosotros hay
aguas que no va a cruzar, ni podra aunque quisie-
ra, a menos que el barco tocase tierra, en la baja-
mar, o cuando est ms alta la marea. El sol ha sa-
lido ya, y tenemos todo el da por delante hasta
que, se oculte. Tomemos un bao, vistmonos y
desayunemos; es cuanto necesitamos; y comamos
sin preocuparnos, puesto que no est en la misma
tierra que nosotros.
Mina le mir suplicante y le pregunt:

869
Bram Stoker

Pero por qu le seguimos buscando, si


se marcha lejos de nosotros?
El profesor le cogi una mano y le dio unas
palmaditas, al contestar:
No me pregunte nada todava. Cuando
hayamos desayunado, podr contestarle a lo que
quiera.
No dijo nada ms, y nos separamos para
vestirnos.
Cuando terminamos, Mina repiti la pre-
gunta. l la mir gravemente durante un minuto,
y luego dijo con pesar:
Mi querida madame Mina, ahora ms
que nunca debemos encontrarle, aunque tenga-
mos que seguirle hasta la boca del Infierno!
Mina se puso plida, y pregunt dbilmente:
Por qu?
Porque contest solemne l puede
vivir durante siglos; pero usted es una mujer mor-

870
Drcula

tal. El tiempo es nuestro enemigo, desde el mo-


mento en que le dej esa marca en el cuello.
Llegu a tiempo de cogerla en el instante en
que caa desvanecida.

871
CAPITULO XXIV

DIARIO DEL DOCTOR SEWARD


(Grabacin de Van Helsing)

Para Jonathan Harker.


Debe quedarse para proteger a su
querida madam Mina. Nosotros salimos a
inspeccionar..., si puede llamarse as, por-
que no se trata propiamente de eso, sino de
preguntar; slo queremos confirmar algo.
Pero usted tiene que quedarse hoy a cuidar-
la. Es su ms sagrado deber. No es oportu-
no que venga con nosotros. Permita que le
cuente lo que sabemos nosotros cuatro, ya
que he informado a los dems. Nuestro
enemigo se ha ido: regresa a su castillo de
Transilvania. Lo s tan bien como si una gi-
Drcula

gantesca mano de fuego lo hubiese escrito


sobre una pared. El tena prevista esta posi-
bilidad, en cierto modo: ese ltimo cajn de
tierra estaba preparado para ser embarcado
en alguna parte. Por eso recogi el dinero;
por eso ech a correr, para que no le cogi-
ramos antes de que el sol se ocultase. Era su
ltima esperanza, aparte la posibilidad de
esconderse en la tumba de la pobre seorita
Lucy, cosa que crea que an poda hacer.
Al fallarle esto, se dirigi directamente a su
ltimo recurso..., a su ltima trinchera, po-
dramos decir, si quisiramos darle una
double entente. Es listo, muy listo! Sabe que
su juego aqu ha terminado; por eso ha de-
cidido regresar. Ha encontrado un barco
que hace esa ruta, y ha embarcado. Ahora
nosotros vamos a averiguar qu barco es y
adnde se dirige; cuando lo sepamos, vol-
veremos para comunicrselo. Esto le conso-

873
Bram Stoker

lar a usted y dar a madam Mina nuevas


esperanzas. Pues cuando reflexione ver
que hay esperanzas; que no todo est per-
dido. El ser al que perseguimos ha tardado
siglos en llegar a Londres; sin embargo, no-
sotros, en cuanto nos hemos enterado de
sus intenciones, le hemos expulsado en un
da. Tiene limitaciones; aunque puede hacer
dao y no sufre del mismo modo que noso-
tros. No obstante, nosotros somos fuertes,
cada uno a su manera; y juntos, ms toda-
va. Anmese, querido esposo de madam
Mina. Esta batalla no ha hecho ms que
empezar, y la ganaremos al final... Tan cier-
to como que Dios vela por Sus criaturas
desde su trono. De modo que no permita
que su nimo decaiga.
VAN HELSING

DIARIO DE JONATHAN HARKER

874
Drcula

4 de octubre

Cuando Mina escuch el mensaje grabado


de Van Helsing la pobre se anim muchsimo. S-
lo saber que el Conde est fuera de nuestro pas la
ha aliviado; y el alivio es una forma de recobrar
fuerzas. En cuanto a m, ahora que no tenemos es-
te horrible peligro frente a nosotros, me parece ca-
si imposible creer que sea verdad. Incluso mis te-
rribles experiencias en el castillo de Drcula me
parecen una pesadilla largo tiempo olvidada.
Aqu, con el aire fresco del otoo, bajo el sol...
Ah!, pero cmo voy a olvidarlo! En plena
meditacin, mis ojos acaban de ver la cicatriz roja
que destaca en la blanca frente de mi pobre espo-
sa. Mientras la tenga, no es posible dudar. Des-
pus, cuando haya desaparecido, su mismo re-
cuerdo se disipar, dejando nuestra fe tan limpia
como un puro cristal. A Mina y a m nos pone

875
Bram Stoker

nerviosos estar con los brazos cruzados, as que


volvemos a los diarios una y otra vez. De alguna
forma, aunque lo real parece cobrar mayor enti-
dad, sin embargo, el dolor y el miedo disminuyen.
Como si todo manifestase mi designio consolador.
Mina dice que quiz seamos instrumentos del bien
supremo. Puede ser! Tratar de pensar como ella.
Todava no hemos hablado del futuro. Es mejor
esperar, hasta ver adnde han llegado el profesor
y los dems en sus investigaciones.
El tiempo transcurre ms deprisa de lo que
crea que transcurrira para m, en lo sucesivo. Ya
son las tres.

DIARIO DE MINA HARKER

5 de octubre, 5 de la tarde
Reunin para informar de las gestiones rea-
lizadas. Presentes: el profesor Van Helsing, lord

876
Drcula

Godalming, el doctor Seward, el seor Quincey


Morris, Jonathan Harker y Mina Harker.
El doctor Van Helsing da cuenta de los pa-
sos efectuados durante el da, tendentes a averi-
guar en qu barco y con qu destino lleva a efecto
el conde Drcula su huida:
Como yo saba que su propsito era re-
gresar a Transilvania, estaba seguro de que deba
entrar por la desembocadura del Danubio, o por
algn otro lugar del
Mar Negro, dado que haba hecho ese reco-
rrido para venir. Pero estbamos en la ms com-
pleta ignorancia. Omne gnotum pro magnifico; de
modo que, sumidos en el desaliento, fuimos a ave-
riguar qu barcos haban zarpado ayer de tarde
rumbo al Mar Negro. El Conde se haba puesto ya
en camino, dado que madam Mina haba dicho
que navegaba. Pero eso no era tan importante co-
mo el encontrarlo en la lista de salidas que publica
el Times; as que, a sugerencia de lord Godalming,

877
Bram Stoker

fuimos a la Lloyd, donde se registran todos los


barcos que zarpan, por pequeos que sean. All
averiguamos que el nico barco con destino al
Mar Negro haba zarpado en el momento de la
marea alta. Se trataba del Czarina Catherine, y
haba salido del muelle de Doolitte, con rumbo a
Varna, y de all a otros puntos del Danubio. "Bien!
me dije, se es el barco en el que va el Conde."
Nos dirigimos al muelle Doolittle, y encontramos
all a un hombre en una caseta de madera tan pe-
quea que l pareca ms grande que su propia
oficina. Por l averiguamos las idas y venidas del
Czarina Catherine. El hombre en cuestin, de voz
fuerte y cara colorada no paraba de blasfemar,
aunque era buen tipo; y cuando Quincey le dio
una propina que cruja cuando l la enroll y la
meti en una bolsita diminuta que llevaba en las
profundidades de su ropa, se convirti en mejor
persona an, y en humilde servidor nuestro. Nos
acompa, e interrog a muchos hombres rudos y

878
Drcula

mal encarados, aunque se amansaron tambin al


aplacrseles la sed. Soltaban muchos sapos y cule-
bras, y muchas cosas ms que yo no comprenda,
aunque imaginaba qu podan significar; de todos
modos, nos dijeron todo lo que queramos saber.
Entre unos y otros, nos dijeron que ayer
tarde, alrededor de las cinco, lleg un hombre con
mucha prisa. Era un individuo alto, flaco y plido,
con una nariz ganchuda, unos dientes asombrosa-
mente blancos y unos ojos como brasas. Iba todo
de negro, salvo un sombrero de paja que desento-
naba tanto con su indumentaria como con la poca
del ao. Reparti bastante dinero, tratando de
averiguar enseguida qu barco zarpaba para el
Mar Negro, y a qu puerto se diriga. Alguien le
llev a las oficinas, y luego al barco, donde no su-
bi a bordo, sino que se detuvo delante de la plan-
cha y pidi al capitn que bajase a hablar con l. El
capitn, tan pronto como supo que se le pagara
bien, baj; y aunque blasfem mucho al principio,

879
Bram Stoker

despus lleg a un acuerdo. A continuacin, el in-


dividuo flaco pregunt a la gente que haba por
all dnde poda alquilar un carro. Se march 5
poco despus regres conduciendo l mismo el
carro, en el que llevaba un cajn, que baj l per-
sonalmente, aunque hicieron falta varios hombres
para ponerlo en la carretilla y subirlo a bordo. Dio
muchas instrucciones al capitn sobre cmo y
dnde deba ser colocado su cajn; pero el capitn
se enfad y jur en muchas lenguas, dicindole
que si quera poda ver l mismo dnde lo iban a
estibar. Pero l contest que "no"; que no poda
entretenerse porque tena mucho que hacer. A lo
que dijo el capitn que sera mejor que se diese
prisa (solt un juramento), porque el barco zarpa-
ra (juramento) antes de que cambiase 1. urea
(juramento). Entonces el individuo flaco sonri y
dijo que, por supuesto, estara de vuelta en el
momento oportuno; pero que le extraara que se
hiciese a la mar tan pronto. El capitn jur otra vez

880
Drcula

en varias lenguas, y el individuo flaco hizo una


corts inclinacin, le dio las gracias y le dijo que
abusara de su amabilidad embarcando poco antes
de zarpar. Por ltimo, el capitn, ms congestio-
nado que nunca, y en mayor nmero de lenguas,
exclam (en medio de una sarta de sapos y cule-
bras) que no quera franceses en su barco (al que
tambin colm de maldiciones). En resumen, des-
pus de preguntar dnde haba una tienda para
comprar los impresos de embarque, el hombre fla-
co se march.
Nadie saba adnde fue o en "dnde cuer-
nos se meti", como ellos dijeron, dado que tenan
cosas que hacer... (con otra sarta de juramentos);
pero no tard en comprobarse que el Czarina Cat-
herine no zarpara a la hora prevista. Una leve ne-
blina empez a descender del ro, y fue gradual-
mente en aumento, hasta que se convirti en espe-
sa niebla. El individuo flaco debi de marcharse a
pie, porque nadie supo decir qu direccin haba

881
Bram Stoker

tornado. Entretanto, el capitn se mostr polglota,


muy polglota, en sus sapos y culebras; pero no
pudo hacer nada. El agua suba cada vez ms, y
empez a temer que perdera la marea. Estaba con
un humor de mil demonios, cuando, exactamente
en el momento de la pleamar, subi el individuo
flaco por la plancha y pregunt dnde haba sido
estibado su cajn. El capitn le contest, entre ms
sapos y culebras, que se podan ir al infierno su
cajn y l. Pero el individuo flaco no se ofendi, y
baj con el piloto a comprobar dnde lo haban
puesto; subi despus y estuvo un rato en cubier-
ta, envuelto en la niebla. Sin duda se retir ense-
guida, porque un momento despus no estaba. Y
nadie volvi a pensar ms en l, ya que la niebla
no tard en levantar, y al poco rato volva a este
completamente despejado. Mis amigos de los sa-
pos y culebras se rean a ms no poder, cuando; o
cmo los juramentos del capitn superaron su... ta
habitual y su lenguaje se llen an ms de en, ex-

882
Drcula

presiones pintorescas, cuando, al preguntar a los


marineros que iban y venan por el ro a esas
horas, averigu que ninguno haba notado niebla
de ninguna clase, salvo alrededor del muelle. Fi-
nalmente, el barco lev anclas en el momento del
reflujo; y por la maana se encontraba evidente-
mente muy cerca de la desembocadura del ro.
Mientras hablbamos, deba de haber salido ya a
alta mar.
Conque, mi querida madam Mina, ahora
podemos descansar un tiempo, ya que nuestro
enemigo se encuentra en alta mar, con la niebla a
sus rdenes, y rumbo a la desembocadura del Da-
nubio. Los barcos navegan despacio, por rpidos
que quieran ir; en cambio, nosotros, cuando em-
prendamos el viaje, iremos por tierra, ms deprisa,
y le esperaremos all. Nuestra esperanza est en
cogerle cuando se encuentre dentro de su cajn,
entre el amanecer y el ocaso; porque entonces no
podr oponer resistencia, y estar a nuestra mer-

883
Bram Stoker

ced. Tenemos das por delante para preparar


nuestro plan. Todos sabemos adnde va; hemos
visitado al armador de ese barco, y nos ha ensea-
do las facturas y dems documentos. El cajn que
buscamos va a desembarcar en Varna, donde ser
entregado a un agente llamado Ristics, quien pre-
sentar sus credenciales; con eso, nuestro amigo el
armador habr cumplido su parte del contrato.
Nos pregunt si haba algo anormal; porque de ser
as, poda telegrafiar pidiendo que se efectuase un
registro en Varna; pero le dijimos que no, ya que
no debe intervenir en esto la polica ni la aduana.
Tenemos que llevarlo a cabo nosotros solos, y a
nuestra manera.
Cuando el doctor Van Helsing termin de
hablar, le pregunt si era cierto que el Conde iba a
bordo del barco. Contest:
Tenemos la mejor prueba de que s: el
testimonio que aport usted esa maana, durante
su trance hipntico.

884
Drcula

Le pregunt otra vez si era realmente nece-


sario perseguir al Conde; porque tena miedo de
que Jonathan me abandonara; ya que si iban los
dems, estaba segura de que ira l tambin. Al
contestar, empez hablando con serenidad. Sin
embargo, se fue acalorando, y hablando cada vez
con ms energa, hasta que al final comprendimos
claramente dnde resida esa autoridad personal
que le converta en un hombre superior:
S, es necesario..., es necesario..., es nece-
sario! Por usted, en primer lugar, y luego por la
humanidad. Este monstruo ha hecho mucho dao
ya, en el reducido mbito en el que se ha movido,
y en el corto perodo de tiempo en que slo ha si-
do un cuerpo que tanteaba a oscuras sus propias
limitaciones. Ya he explicado esto a los dems, y
usted, mi querida madam Mina, lo sabr tambin
cuando oiga la grabacin de mi amigo John, o la
que hemos hecho para su marido. Ya les he conta-
do cmo el abandonar su desrtico pas (desrtico

885
Bram Stoker

en cuanto a poblacin) y venir a una tierra nueva


donde las vidas humanas se hacinan como granos
de trigo en un granero, ha sido una empresa de
siglos. Si se hubiese tratado de otro No muerto,
quiz no hubiera conseguido, en todos los siglos
pasados y venideros, lo que ha logrado l. En l
han debido de coincidir, de alguna forma prodi-
giosa, todas las poderosas fuerzas de la Naturale-
za que se mantienen profundamente ocultas. El
mismo lugar donde ha pervivido como No muerto
durante el transcurso de los siglos, es totalmente
extrao al mundo geolgico y qumico. Hay gran-
des cavernas y fisuras que nadie sabe adnde lle-
gan. Hay volcanes cuyas chimeneas an vomitan
aguas de extraas propiedades y gases que matan
o vivifican. Sin duda existen propiedades magn-
ticas o elctricas en algunas de estas combinacio-
nes de fuerzas ocultas que favorecen la vida fsica
de forma misteriosa; y su misma persona ha esta-
do dotada, desde el principio, de cualidades ex-

886
Drcula

cepcionales. En unos tiempos que fueron difciles


y belicosos, tuvo fama de poseer unos nervios de
acero, un cerebro ms sutil y un corazn ms va-
liente que ningn hombre. De alguna extraordina-
ria manera, los principios vitales han alcanzado en
l el mximo grado de posibilidad; y del mismo
modo que su cuerpo se mantiene fuerte, se perfec-
ciona y prospera, as sucede con su cerebro, y todo
ello sin el concurso de las potencias diablicas, lo
que evidentemente ha conseguido tambin, dado
que no puede prevalecer ante los poderes que
proceden del bien, y vienen a ser su smbolo. Y
ahora, veamos lo que representa para nosotros. A
usted, la ha contaminado... Ah!, perdone que le
hable as, querida; pero lo hago por su bien. La ha
contaminado de tal forma, que en caso de que no
le infligiera ningn otro dao, usted vivira..., se-
guira viviendo tal como es; pero al llegar su lti-
ma hora, la muerte, que es comn a todos los
hombres por sancin de Dios, la convertira en un

887
Bram Stoker

ser como l. Pero no suceder! Hemos jurado no


consentir tal cosa. Seremos ministros de los deseos
de Dios: el mundo y los hombres por quienes mu-
ri Su Hijo, no deben ser entregados a los mons-
truos, cuya misma existencia le deshonrara. Ya
nos ha concedido el redimir un alma; ahora sal-
dremos como los antiguos caballeros de las cruza-
das a redimir ms. Marchemos como ellos hacia
oriente; y como ellos, si caemos, lo haremos por la
santa causa. Guard silencio.
Pero dije yo, no proceder el Conde
con inteligencia, a la vista de su fracaso? Puesto
que ha sido expulsado de Inglaterra, no procura-
r evitarla, como el tigre evita el poblado del que
ha sido expulsado?
Aj! dijo; su smil del tigre es muy
acertado, a mi juicio, y lo voy a adoptar. Su devo-
rador de hombres, como llaman en la India al tigre
que ha probado una vez el sabor de la sangre
humana, ya no quiere otra clase de presa, sino que

888
Drcula

merodea sin cesar, hasta que consigue alguna. No-


sotros tambin hemos expulsado de nuestro po-
blado a un tigre, a un devorador de hombres; y
ste jams dejar de merodear. Adems, no es de
los que se retiran y se mantienen alejados. Durante
su vida, durante su vida autntica, cruz:, la fronte-
ra con Turqua y atac a su enemigo en su propio
terreno. Fue rechazado; pero acaso renunci?
No! Volvi una y otra, y otra vez. Fjese en su in-
sistencia y en su resistencia. Su cerebro infantil
haba concebido haca mucho tiempo la idea de
instalarse en una gran ciudad. Y qu es lo que
hizo? Averigu cul era el lugar ms prometedor
del mundo para l. Luego empez a preparar me-
tdicamente dicha empresa. Averigu con pacien-
cia el alcance de sus fuerzas y la capacidad de sus
poderes. Estudi nuevas lenguas. Aprendi nue-
vas formas sociales, nuevas normas de conducta,
poltica, leyes, finanzas, ciencias y formas de vida
de un pueblo que haba surgido despus de su

889
Bram Stoker

existencia como hombre. La ojeada que echa a to-


do esto no hace ms que estimularle el apetito e
inflamarle el deseo. Adems, contribuye a que
madure su cerebro; pues todo ello demuestra lo
acertadas que fueron al principio sus suposicio-
nes. Y todo esto lo ha hecho l solo; l solo, desde
una tumba ruinosa, en un pas olvidado! Qu no
podr hacer cuando tenga ante s el inmenso
mundo del pensamiento? l, que puede rerse de
la muerte, como todos sabemos; que puede pros-
perar en medio de las plagas que aniquilan pue-
blos enteros. Ah!, si esa criatura procediese de
Dios y no del Demonio, cunto bien podra hacer
en este mundo nuestro! Pero nos hemos compro-
metido solemnemente a librar al mundo de ese
mal. Debemos llevar a cabo nuestra empresa en
silencio, y nuestros esfuerzos han de ser secretos;
pues en estos tiempos ilustrados, en que los hom-
bres no creen siquiera en lo que ven, la duda de
los sabios sera lo que mayor fuerza le dara. Sera

890
Drcula

una armadura para l y le prestara armas capaces


de destruirnos a nosotros, sus enemigos, que nos
exponemos incluso a perder el alma por salvar a la
que amamos; por el bien de la humanidad y por la
honra y gloria de Dios.
Despus de una discusin general, hemos
acordado no tomar esta noche ninguna decisin
definitiva; dejar las cosas de momento tal como
estn, y pensar cada uno qu es lo mejor. Maana
por la maana, a la hora del desayuno, nos reuni-
remos otra vez, expondremos nuestras conclusio-
nes y decidiremos qu plan seguir.

***
Siento una paz y un descanso maravilloso
esta noche. Es como si hubiese apartado de m una
presencia amenazadora. Quiz...
No he podido terminar de formular posi-
cin me he mirado de reojo en el espejo, y me he

891
Bram Stoker

visto la marca roja en la frente. Eso me ha hecho


recordar que an estoy impura.

DIARIO DEL DOCTOR SEWARD

5 de octubre

Hoy todos nos hemos levantado temprano;


creo que ha sido un descanso reparador. Durante
el desayuno, ha reinado ms alegra de la que es-
perbamos.
Es verdaderamente asombrosa la resisten-
cia de la naturaleza humana. En cuanto desapare-
ce el obstculo que la agobia, sea el que sea
incluso mediante la muerte, volvemos rpida-
mente a los primeros principios de la esperanza y
de la alegra. Ms de una vez, mientras estbamos
sentados a la mesa, he abierto los ojos con asom-
bro, preguntndome si no eran un sueo todos es-
tos das pasados. Slo cuando veo esa mancha roja

892
Drcula

en la frente de la seora Harker vuelvo a la reali-


dad. Incluso ahora, mientras trato de resolver esta
grave cuestin, me resulta casi imposible darme
cuenta plenamente de que an existe la causa de
todas nuestras preocupaciones. Hasta la propia
seora Harker parece a veces olvidar por comple-
to su angustiosa situacin; slo de cuando en
cuando, si alguna circunstancia se lo recuerda,
piensa en su terrible cicatriz. Dentro de media
hora vamos a reunirnos aqu en mi despacho, para
decidir nuestro plan de accin. Sin embargo, pre-
veo una dificultad inmediata; la preveo por instin-
to, ms que por deduccin: tenemos que hablar
con toda franqueza, pero temo que alguna fuerza
misteriosa le ate la lengua a la seora Harker. S
que es capaz de extraer sus propias conclusiones,
y veo, por todo lo ocurrido, lo acertadas y brillan-
tes que pueden ser; pero quiz no quiera o no
pueda exponerlas. Se lo he mencionado a Van
Helsing, y hemos quedado en hablarlo a solas. Mi

893
Bram Stoker

opinin es que el Conde le ha inoculado un espan-


toso veneno en las venas, y que empieza ahora a
hacerle efecto. El Conde tena sus razones para
administrarle lo que Van Helsing llama el bau-
tismo del vampiro. Tal vez sea un veneno que se
destila de las cosas buenas; en una poca en que
la existencia de las ptomanas es un misterio, no
hay por qu extraarse de nada! Una cosa s s:
que si mi instinto no me engaa respecto a los si-
lencios de la seora Harker, entonces existe una
terrible dificultad un peligro desconocido en
la empresa que tenemos delante. El mismo poder
que la obliga a guardar silencio puede obligarla a
hablar. No me atrevo a seguir el razonamiento,
porque faltara con el pensamiento a una noble
mujer!
Van Helsing va a venir al despacho un poco
antes que los dems. Tratar de abordar el tema
con l.

894
Drcula

Ms tarde
Tan pronto como ha llegado el profesor,
hemos hablado de la situacin. He podido ver que
haba algo que quera comunicarme, pero que no
se atreva.
Despus de varios rodeos, dijo de repente:
Amigo John, hay algo sobre lo que de-
bemos hablar usted y yo a solas, antes de exponer-
lo a los dems. Despus, se lo comunicaremos a
todos... Se detuvo; yo me qued esperando, y
prosigui: Madam Mina, nuestra pobre y queri-
da,,. madam Mina, est cambiando.
Un escalofro me recorri el cuerpo al ver
corroborados de este modo mis temores. Van Hel-
sing sigui hablando:
Despus de la dolorosa experiencia de la
seorita Lucy, debemos estar prevenidos, antes de
que las cosas lleguen demasiado lejos. Nuestra
empresa es ahora ms difcil que nunca, y este
nuevo problema confiere a cada hora que pasa

895
Bram Stoker

una tremenda importancia. He observado que


comienzan a aflorar a su cara los rasgos del vam-
piro. Todava son muy, muy tenues; pero no dejan
de ser perceptibles, si se sabe mirar. Sus dientes se
han afilado, y a veces su mirada adquiere cierta
dureza. Y no es eso todo: sus silencios son ahora
ms frecuentes; lo mismo que le ocurra a la seo-
rita Lucy. Tampoco ella hablaba, aunque escriba
lo que quera que se supiese ms tarde. Ahora mi
temor es ste; si es verdad que durante el trance
hipntico nos puede decir lo que el Conde ve y
oye, no es menos cierto que quien la ha hipnoti-
zado primero y ha bebido su sangre y le ha hecho
beber la suya, puede obligarle si quiere, a revelarle
lo que ella sabe? Hice un gesto afirmativo, y
prosigui Entonces, lo que debemos hacer es
impedir que lo haga; debemos evitar que conozca
nuestros propsitos; de este modo, ella no podr
decirle lo que no sabe. Es un doloroso deber! Ah!
Tan doloroso, que me produce angustia pensarlo;

896
Drcula

pero tiene que ser as. Cuando nos reunamos hoy,


debemos decirle que por razones que no vamos a
discutir, no debe asistir a nuestras deliberaciones,
aunque estar bajo nuestra proteccin.
Se enjug la frente, ya que haba empezado
a sudar profusamente al pensar en el dolor que
poda infligir a esa pobre alma, tan torturada ya.
Yo saba que le consolara en cierto modo si le de-
ca que yo tambin haba llegado a la misma con-
clusin; en cualquier caso, le evitara el dolor de la
duda. Se lo dije, y el efecto fue el que yo esperaba.
Ya casi es la hora, de la reunin. Van Hel-
sing se ha ido a preparar los puntos que hay que
abordar, y la dolorosa cuestin de la seora Har-
ker. Estoy convencido de que lo que quiere es re-
zar un poco a solas.

Ms tarde
Nada ms empezar la reunin, Van Helsing
y yo hemos experimentado un inmenso alivio per-

897
Bram Stoker

sonal. La seora Harker envi recado por medio


de su ~~ marido diciendo que haba decidido no
asistir, ya w: ,pareca ms conveniente que discu-
tiramos nuestros movimientos con entera liber-
tad, sin que nos turbase su presencia. El profesor y
yo nos miramos un instante, y nos sentimos libe-
rados de un peso enorme. Por mi parte, pens que
si la seora Harker se haba dado cuenta del ries-
go, habamos evitado a un tiempo el dolor y el pe-
ligro Dadas las circunstancias, acordamos, con
una mirada y llevndonos el dedo a los labios, si-
lenciar nuestras sospechas hasta que pudiramos
conferenciar aparte otra vez. Seguidamente, pa-
samos a discutir nuestro plan de campaa. En
primer lugar, Van Helsing expuso someramente
los hechos:
El Czarina Catherine sali del Tmesis
ayer por la maana. Navegando a su mxima ve-
locidad, tardar al menos tres semanas en llegar a
Varna; pero nosotros podemos viajar por tierra y

898
Drcula

llegar a la misma ciudad en tres das. Ahora bien,


si le concedemos dos das menos al viaje del barco
debido a las condiciones del tiempo, que, como
sabemos, el Conde puede propiciar, y un da y
una noche ms a nuestro viaje, por las demoras
que podamos sufrir, nos queda todava un margen
de casi dos semanas. De modo que, a fin de ir con
una seguridad total, debemos partir el 17, lo ms
tarde. De ese modo estaremos en Varna un da an-
tes de que llegue el barco, y podremos hacer los
preparativos necesarios. Naturalmente, remos ar-
mados; armados contra los seres malvados, tanto
espirituales como fsicos.
Aqu, Quincey Morris aadi
Creo que en el pas del Conde abundan
los lobos, y puede que l llegue 'all antes que no-
sotros. Propongo que aadamos a nuestras armas
algn Winchester. Tengo cierta confianza en el
Winchester, cuando surgen dificultades. Recuer-
das, Art, cuando llevbamos a una manada detrs,

899
Bram Stoker

en Tobolsk? Lo que habra dado yo en aquella


ocasin por que cada uno hubiese tenido un rifle
de repeticin!
Bien! dijo Van Helsing. Llevaremos
Winchester. La cabeza de Quincey est siempre en
todo, y ms cuando hay cacera en perspectiva,
aunque mi metfora es ms una deshonra para la
ciencia, que un peligro los lobos para el hombre.
Entretanto, nada podemos hacer aqu; y puesto
que estoy convencido de que ninguno de nosotros
conoce Varna, por qu no nos vamos antes? Tan-
to aqu como all, tenemos que esperar. Entre esta
noche y maana podemos hacer los preparativos,
y si todo va bien, podemos emprender el viaje los
cuatro.
Los cuatro? exclam Harker inquisiti-
vamente, mirndonos a cada uno de nosotros.
Por supuesto! contest el profesor
con presteza. Usted debe quedarse aqu para
cuidar de su dulce esposa!

900
Drcula

Harker se qued callado un rato, y luego


dijo con voz lgubre:
Hablaremos de eso maana por la maa-
na. Quiero consultarlo con Mina.
Pens que haba llegado el momento de que
Van Helsing le advirtiera que no revelase los pla-
nes a ella; pero no lo hizo. Le mir significativa-
mente y carraspe. Por toda respuesta, Van Hel-
sing se llev el dedo a los labios, y se march.
DIARIO DE JONATHAN HARKER

5 de octubre, por la tarde

Despus de la reunin de esta maana, es-


tuve un rato sin poder pensar, nuevo sesgo que
adoptan los acontecimientos me de mente en un
estado de perplejidad que me impide reflexionar
La decisin de Mina de no tomar parte en las dis-
cusiones me ha dejado sorprendido; y como no he
podido hablarlo con ella, me he quedado sumido

901
Bram Stoker

en un mar de dudas. Ahora estoy tan lejos como


antes de la solucin. Y la forma en que han acogi-
do los dems la decisin de Mina me ha dejado
perplejo tambin; la ltima vez que hablamos de
esto acordamos que no deba haber ms oculta-
ciones entre nosotros. Mina est durmiendo ahora,
sosegada y tranquila como una nia pequea.
Tiene los labios curvados y las mejillas encendidas
de felicidad. Gracias a Dios, an hay momentos de
stos para ella.

Ms tarde
Qu extrao es todo! Me he sentado a con-
templar el sueo de Mina, y he llegado a estar cer-
ca de la felicidad como supongo que no lo estar
jams. A medida que mora la tarde y la tierra se
poblaba de sombras, el silencio de la habitacin se
me iba haciendo ms y ms solemne. De repente,
Mina abri los ojos y mirndome tiernamente, di-
jo:

902
Drcula

Jonathan, quiero que me prometas algo


bajo palabra de honor. La promesa me la vas a
hacer a m, pero la va 'a or Dios, y no debers
romperla aunque me veas caer de rodillas y supli-
carte con lgrimas en los ojos. Vamos, promteme-
lo, ahora mismo.
Mina le dije; una promesa as no te la
puedo hacer de repente. Puede que no tenga dere-
cho a hacerla.
Pero cario dijo ella con tal intensidad
espiritual, que sus ojos eran como dos estrellas po-
lares, soy yo quien te lo pide; y no es por m.
Pregntale al doctor Van Helsing, y si no tengo
razn, si l no est de acuerdo, te dejo que hagas
lo que quieras. Es ms; si despus estis todos de
acuerdo, quedars libre de tu promesa.
Te doy mi palabra! dije, y por un mo-
mento, ella pareci sumamente feliz; aunque para
m, esa cicatriz roja de su frente le ha quitado toda
felicidad.

903
Bram Stoker

Promteme que no me dirs nada sobre


los planes que tracis en vuestra lucha contra el
Conde. Ni me lo dirs de palabra, ni permitirs
que yo lo deduzca o lo infiera; en ningn momen-
to, mientras tenga esta seal! Y seal solem-
nemente la cicatriz. Comprend que hablaba en
serio, y dije con solemnidad
Te lo prometo! Y al decirlo, sent que
desde ese instante, se cerraba una puerta entre no-
sotros.

Ms tarde, medianoche
Mina ha estado animada y alegre toda la
velada. Tanto, que los dems parecan como con-
tagiados de su alegra; incluso yo mismo me senta
como si se hubiese disipado esa atmsfera de tris-
teza que nos agobia. Todos nos hemos retirado
temprano. Mina duerme ahora como una nia; es
maravilloso que pueda dormir en medio de su te-
rrible angustia. Gracias, Dios mo; porque as al

904
Drcula

menos puede olvidar sus preocupaciones. Quiz


influya en m su ejemplo como ha influido esta
noche su alegra. Lo intentar. Ah!, lo que dara
por dormir sin pesadillas.

6 de octubre, por la maana

Otra sorpresa. Mina me ha despertado


temprano, hacia la misma hora que ayer, para pe-
dirme que llamara al doctor Van Helsing. Cre que
era para que la hipnotizase otra vez, y fui corrien-
do sin hacer preguntas. Evidentemente l se espe-
raba algo as, porque le encontr vestido en su
habitacin. Tena la puerta entornada, y me oy
salir de nuestra habitacin. Acudi enseguida; al
entrar, pregunt a Mina si podan venir los dems
tambin.
No dijo ella con toda sencillez; no se-
r necesario. Ya les informar usted despus. De-
bo ir con ustedes en ese viaje.

905
Bram Stoker

El doctor Van Helsing se sobresalt, igual


que yo. Tras un momento de silencio, dijo:
Por qu?
Necesito ir. Estar ms segura as; y uste-
des estarn ms seguros tambin.
Pero por qu, mi querida madam Mina?
Usted sabe que su seguridad es nuestro ms so-
lemne deber. Vamos a meternos en un peligro en
el que usted estar, o podra estar, ms expuesta
que ninguno de nosotros, debido... debido a las
circunstancias..., a las cosas que han pasado. Se
call, confundido.
Mina alz el dedo y se seal la frente al
contestarle:
Lo s. Por eso es por lo que debo ir. Se lo
puedo decir ahora, mientras est saliendo el sol;
despus, tal vez no sea capaz de hacerlo. S que
cuando el Conde me llame, le obedecer. S que si
me ordena que vaya en secreto, utilizar los recur-

906
Drcula

sos que sean necesarios para ir, engaar a quien


sea..., incluso a Jonathan.
Dios es testigo de la expresin con que me
mir al hablar; y si es cierto que hay un Angel que
registra las acciones de los hombres, habr tomado
nota de esa mirada en la pgina de sus mritos.
No pude hacer otra cosa que juntar las manos con
fuerza; mi emocin era demasiado grande incluso
para el alivio de las lgrimas.
Ustedes, los hombres prosigui, son
valerosos y fuertes. Son fuertes en nmero, puesto
que unidos pueden hacer frente a un ser capaz de
doblegar la resistencia humana de quien tuviera
que valor s mismo. Pero adems les ser de utili-
dad, ya que podrn hipnotizarme y averiguar co-
sas que ni siquiera yo misma s.
Van Helsing dijo con gravedad:
Madam Mina; como siempre, es usted de
lo ms sensata. Vendr con nosotros; y juntos,
haremos lo que nos hemos propuesto.

907
Bram Stoker

Al terminar de hablar el profesor, el largo


silencio de Mina me hizo levantar los ojos hacia
ella. Haba vuelto a apoyar la cabeza en la almo-
hada y se haba dormido; ni siquiera se despert
cuando levantamos la persiana y el sol inund la
habitacin. Van Helsing me hizo una sea para
que saliese con l, en silencio. Fuimos a su habita-
cin, y un minuto despus lord Godalming, el
doctor Seward y el seor Morris se reunan con
nosotros. Les cont lo que Mina le haba pedido, y
prosigui:
Saldremos para Varna maana por la
maana. Ahora habr que tener en cuenta un nue-
vo factor: madam Mina. Pero su alma sigue sin-
donos fiel! Para ella, ha supuesto una agona de-
cirnos lo que nos ha dicho; pero tiene mucha ra-
zn, y nos ha avisado con tiempo. No debemos
desperdiciar ninguna posibilidad; y una vez en
Varna, habr que actuar tan pronto llegue el barco.

908
Drcula

Qu haremos exactamente? pregunt


Morris.
El profesor guard silencio, antes de contes-
tar:
Primero, subir a bordo de ese barco; lue-
go, cuando hayamos identificado el cajn, colocar-
le encima una rama de rosal silvestre. Lo sujeta-
remos al cajn como sea, porque de esa forma no
podr salir; al menos, eso dice la supersticin. Y
en la supersticin debemos confiar, en principio;
en la antigedad, se era el credo del hombre, y en
ella tiene todava sus races la fe. Luego, cuando
surja la ocasin que buscamos, cuando no haya
nadie a nuestro alrededor que pueda vernos, abri-
remos el cajn y... y habremos terminado.
Yo no esperar dijo Morris. Cuando
vea el cajn, lo abrir y destruir a ese monstruo,
aunque tenga a miles de personas mirndome,
aunque me maten a continuacin!

909
Bram Stoker

Le cog la mano instintivamente, y la encon-


tr firme como el acero. Creo que comprendi mi
expresin; espero que as sea.
Buen muchacho dijo el doctor Van
Helsing. Bueno y valiente. Quincey, es usted to-
do un hombre. Dios le bendiga. Y crame, hijo
mo: ninguno de nosotros se demorar ni se de-
tendr por temor. Yo slo me refera a lo que po-
demos hacer..., a lo que tendremos que hacer. Pe-
ro, efectivamente, no sabemos lo que haremos.
Pueden suceder tantas cosas y son tan diversos los
medios y las consecuencias, que mientras no lle-
gue el momento, no podemos decidir. Estaremos
armados en todos los sentidos; y cuando se pre-
sente el instante decisivo, nuestro impulso no de-
ber flaquear. Ahora, pongamos nuestros intereses
en orden. Dejemos arreglados todos los asuntos
que se relacionan con los seres que nos son queri-
dos y que dependen de nosotros; porque nadie
puede decir cundo ni cmo puede terminar esto.

910
Drcula

En cuanto a m, lo tengo todo en regla; y como no


me queda nada por hacer, me ocupar de las ges-
tiones del viaje: sacar los billetes y dems.
No haba nada ms que decir, y nos sepa-
ramos. Ordenar todos mis asuntos de este mun-
do, y me preparar para lo que ocurra...
Ms tarde
Ya est; he redactado mi testamento, y todo
est en regla. Si Mina me sobrevive, ser mi nica
heredera. Si no fuese as, entonces los que han sido
tan buenos con nosotros heredarn cuanto deje-
mos.
El sol est llegando a su ocaso; me lo re-
cuerda ese desasosiego que se va apoderando de
Mina. Estoy seguro de que tiene algo en el pensa-
miento que revelar en el momento exacto de la
puesta del sol. Esos instantes son cada vez ms
angustiosos para todos nosotros, pues cada cre-
psculo supone un nuevo peligro..., un nuevo do-
lor que, sin embargo, puede representar, si Dios

911
Bram Stoker

quiere, un medio para que todo termine felizmen-


te. Escribo estas cosas en el diario porque creo que
mi pobre esposa no debe orlas ahora; pero las
tendr preparadas por si quiere leerlas cuando to-
do haya pasado.
Me est llamando.

912
CAPITULO XXV

DIARIO DEL DOCTOR SEWARD

11 de octubre, por la noche

Jonathan Harker me ha pedido que registre


todo capacitado en mi diario, porque dice que l
no se siente irnos para hacerlo, y quiere conservar
la relacin exacta.
Creo que ninguno de nosotros se sorpren-
di cuando nos pidi que furamos a ver ala seo-
ra Harker, poco antes de ponerse el sol. ltima-
mente hemos llegado a comprender que la salida
y la puesta del sol son momentos en los que ella
goza de una especial libertad, cuando su yo se
manifiesta sin que ninguna fuerza dominadora la
coarte o la inhiba, o la obligue a actuar. Este
Bram Stoker

humor o estado anmico empieza como una media


hora antes de salir o de ponerse el sol, y dura has-
ta que, o bien el sol aparece enteramente, 0 las nu-
bes se encienden con los rayos que rebasan el
horizonte. Al principio se observa en ella una es-
pecie de estado neutro, como si se liberase de al-
guna atadura; luego le sobreviene rpidamente
una total libertad; sin embargo, cuando esa liber-
tad cesa, le llega enseguida la recada o retroceso,
precedido slo por un silencio premonitorio.
Anoche, en la reunin, se le notaba algo
forzada, y mostraba todos los signos de una lucha
interior. Lo atribu al violento esfuerzo que hizo
en los primeros instantes. Unos minutos despus,
sin embargo, recobr el completo dominio de s; y
haciendo a su marido una sea para que se senta-
se a su lado en el sof, donde estaba medio recos-
tada, nos pidi a los dems que acercramos nues-
tras sillas. Cogi la mano de su marido entre las
suyas, y empez

914
Drcula

Quiz estemos aqu, juntos y en libertad,


por ltima vez! Ya s, cario; s que t estars
conmigo hasta el final le dijo a su marido, cuya
mano tena fuertemente apretada entre las suyas,
como podamos ver todos. Maana saldremos a
cumplir nuestra misin, y slo Dios sabe la suerte
que nos est reservada. Son tan buenos conmigo
que van a llevarme en ese viaje. S lo que estn
dispuestos a hacer por una dbil mujer, cuya alma
quiz est perdida (no, no; an no, pero en todo
caso, en peligro) Pero deben recordar que yo no
soy como ustedes. Llevo inoculado un veneno en
la sangre, en el alma, capaz de destruirme; que me
destruir, a menos que algo me redima. Oh, ami-
gos mos!, conocen tan bien como yo cul es el pe-
ligro que corre mi alma; y aunque s que existe
una solucin para m, ni ustedes ni yo la debemos
adoptar. Nos mir a todos, uno tras otro, supli-
cante, empezando y terminando en su marido.

915
Bram Stoker

Qu solucin? pregunt Van Helsing


con voz ronca. Cul es la solucin que no de-
bemos..., que no podemos adoptar?
Que yo muera ahora, por mi mano o por
la de otro, antes de que un mal mayor se desarro-
lle enteramente. S, igual que lo saben ustedes,
que una vez haya muerto, podrn liberar mi esp-
ritu inmortal, tal como liberaron al de la pobre Lu-
cy. Si fuese la muerte, o el miedo a la muerte, el
nico obstculo, no retrocedera ante la idea de
morir aqu, ahora, en medio de mis amigos a los
que quiero. Pero la muerte no es todo. No puedo
creer que morir en este caso sea la voluntad de
Dios, cuando tenemos por delante la esperanza, y
una empresa mejor que cumplir. Por tanto, por
mi parte renuncio a la certidumbre del eterno des-
canso, y estoy dispuesta a salir a la oscuridad
donde tal vez me tropiece con los seres ms tene-
brosos del mundo o del submundo!

916
Drcula

Seguimos callados porque sabamos instin-


tivamente que esto era tan slo un prembulo. Las
caras de los dems permanecan inmviles; la de
Harker estaba de color ceniza; quiz adivinaba
ms que ninguno lo que iba a seguir. Y la seora
Harker prosigui:
Esto es lo que aporto al fondo de la man-
comunidad.
No pude por menos de sorprenderme ante
la extraa expresin legal, utilizada en semejante
momento con toda seriedad.
Qu aportan ustedes? Sus vidas, lo s
prosigui con rapidez; eso es fcil para unos
hombres valerosos. Sus vidas son de Dios, y pue-
den devolvrselas a l; pero qu me dan ustedes
a m? Nos volvi a mirar interrogativamente,
pero esta vez evit el rostro de su marido. Quin-
cey pareci comprender; asinti, y su rostro se
ilumin. Les dir entonces claramente lo que
quiero; porque no debe haber ni una sombra de

917
Bram Stoker

duda entre nosotros. Deben prometerme todos us-


tedes, incluso t, mi esposo bienamado, que me
darn muerte cuando llegue el momento.
Qu momento? La voz era de Quin-
cey, aunque fue baja y forzada.
El momento en que se convenzan de que
he cambiado de tal modo que es preferible que
muera a que siga viviendo. Cuando muera de este
modo, dejando de ser la que era, quiero que me
atraviesen con una estaca y me corten la cabeza,
sin un instante de vacilacin, o que hagan lo que
sea necesario para devolverme la paz!
Qincey fue el primero en levantarse, tras
una pausa. Se arrodill ante ella y, cogindole la
mano, dijo solemnemente:
Slo soy un tipo rudo, que tal vez no ha
vivido como debe vivir un hombre para ganarse
tal distincin, pero le juro por todo lo que tengo
por ms sagrado y querido que si llega ese mo-
mento, no eludir el deber que usted nos impone.

918
Drcula

Y le prometo tambin, que estar muy atento,


porque si tengo la menor duda, considerar que el
momento ha llegado!
Mi fiel amigo! fue todo lo que ella con-
sigui decir en medio de sus lgrimas, mientras se
inclinaba y le besaba la mano.
Yo le juro lo mismo, mi querida madam
Mina! dijo Van Helsing.
Y yo! dijo lord Godalming.
Cada uno se fue arrodillando ante ella para
prestar juramento. Yo tambin. Luego su marido
se volvi, con la mirada perdida y una palidez gri-
scea que suavizaba la nvea blancura de sus cabe-
llos, y pregunt:
Debo prometerlo yo tambin, esposa
ma?
T tambin, cario dijo con un anhelo
infinito de compasin en su voz y en sus ojos.
No debes retroceder. Eres el ms querido para m,
a quien ms cerca tengo en el mundo; nuestras

919
Bram Stoker

almas estn fundidas en una sola para toda la vida


y para siempre. Piensa, cario, que ha habido ve-
ces en que hombres valerosos han tenido que ma-
tar a sus esposas y mujeres de la familia para evi-
tar que cayeran en poder de sus enemigos. Sus
manos no vacilaron cuando aquellas a quienes
amaban les imploraban que las matasen. Es un
deber del hombre para con la mujer ala que ama,
en esos momentos de dolorosa prueba! Y si es as,
esposo mo, y me ha de dar la muerte alguna ma-
no, quiero que sea la que ms me quiere! Doctor
Van Helsing, no he olvidado su compasin, en el
caso de la pobre Lucy, con quien la amaba... se
call, ruborizndose, y cambi la frase, con el
que ms derecho tena a devolverle la paz. Si se
repitiese esa misma situacin, espero contar con
usted para que mi marido tenga durante el resto
de su vida el feliz recuerdo de que fuese su amo-
rosa mano la que me liber de esta espantosa es-
clavitud.

920
Drcula

Lo juro tambin! exclam la voz de


Van Helsing con firmeza.
La seora Harker sonri ampliamente, se
recost otra vez hacia atrs, y dijo:
Y ahora, permtanme hacerles una adver-
tencia que no deben olvidar: esta vez, si sucede,
ocurrir de forma rpida e inesperada; en tal caso,
no deben perder tiempo esperando mejor ocasin.
En ese momento, yo podra estar... No! Si llega
ese momento, estar unida a nuestro enemigo, y
en contra de ustedes. Y una peticin ms ahora
se puso muy solemne: no es vital ni necesaria
como la anterior, pero quiero que hagan una cosa
por m, si puede ser.
Todos dijimos que s, aunque ninguno de
nosotros habl; no haba necesidad.
Quiero que me lean el oficio de difuntos.
La interrumpi un hondo gemido de su marido;
ella le cogi una mano entre las suyas, se la llev
al corazn, y prosigui: Me lo tendrn que leer

921
Bram Stoker

algn da. Sea cual sea el desenlace de esta espan-


tosa situacin, ser un dulce pensamiento para to-
dos o para algunos de nosotros. Lelo t, amor
mo; as perdurar tu voz en mi memoria para
siempre... Pase lo que pase!
Pero cario implor l, la muerte es-
t an muy lejos de ti.
No replic ella alzando la mano. Es-
toy ms cerca de la muerte, en este momento, que
si la tierra de la sepultura pesara sobre m!
Oh, esposa ma!, de veras quieres que lo
lea? dijo antes de empezar.
Eso me consolar, amor mo! fue todo
lo que dijo.
Y tan pronto como ella le hubo preparado el
libro, empez a leer.
Cmo podra yo ni nadie describir la
extraa escena, su solemnidad, su melancola, su
tristeza, su horror y, sin embargo, su dulzura? In-
cluso un escptico, que no ve en todo lo santo y lo

922
Drcula

emocional otra cosa que una parodia de la amarga


verdad, se habra conmovido si hubiese visto al
pequeo grupo de amigos afectuosos y fieles
arrodillados en torno a esta dama herida y acon-
gojada, o hubiese percibido la tierna pasin en la
voz del esposo, tan quebrada por la emocin que a
menudo tena que hacer una pausa en la lectura
del sencillo y hermoso Oficio de Difuntos.
No... no puedo! Me... me faltan las pala-
bras!
El instinto de la seora Harker haba acer-
tado. Pese a lo extrao de la escena, y a lo grotesca
que nos pueda parecer despus, experimentamos
todos una poderosa influencia en ese momento,
que nos alivi mucho, y el enmudecimiento de la
seora Harker, indicador de la inminente recada
en su prdida de libertad, no nos pareci tan des-
esperado como habamos temido.

923
Bram Stoker

DIARIO DE JONATHAN HARKER

15 de octubre. Varea

Salimos el 12 por la maana de Charing


Cross; llegamos a Pars esa misma noche y ocu-
pamos nuestras plazas reservadas en el Orient Ex-
press. Pasamos la noche y el da siguiente viajan-
do y llegamos aqu hacia las cinco. Lord Godal-
ming fue al consulado a ver si haba llegado algn
telegrama para l, mientras el resto nos dirigimos
al hotel Odessus. Puede que el viaje haya tenido
sus incidencias; pero yo estaba demasiado nervio-
so para que me importase nada. Hasta que el Cza-
rina Catherine entre en puerto, no hay en el mundo
nada que me interese. Gracias a Dios, Mina est
bien, y parece que va recuperando fuerzas; le est
volviendo el color. Duerme bastante; durante el
viaje ha venido durmiendo, casi todo el tiempo.
Antes de salir y de ponerse el sol, no obstante, se

924
Drcula

muestra muy despierta y alerta; y ha adoptado la


costumbre de llamar a Van Helsing para que la
hipnotice en esos momentos. Al principio haca
falta cierto esfuerzo y haba que hacerle muchos
pases; pero ahora parece que se rinde enseguida,
como por hbito, y apenas si necesita ningn ges-
to. Es entonces cuando el profesor ejerce cierto
poder sobre ella, y le obedecen sus pensamientos.
Siempre le pregunta qu ve, qu oye. A lo primero
contesta:
Nada; todo est oscuro.
Y a lo segundo:
Oigo golpear las olas suavemente contra
el barco, y deslizarse el agua en los costados. Las
lonas y las jarcias se tensan, y crujen los mstiles.
El viento es fuerte: lo oigo gemir en los obenques;
la proa arroja espuma.
Es evidente que el Czarina Catherine se en-
cuentra en plena navegacin y se dirige a toda pri-
sa a Varna. Lord Godalming acaba de regresar.

925
Bram Stoker

Haba cuatro telegramas para l; uno del da en


que salimos, y todos en el mismo sentido: que la
Lloyd no haba recibido noticias del Czarina Cat-
herine desde ningn sitio. Antes de salir de Lon-
dres, lord Godalming haba dejado instrucciones a
su gente para que le mandara todos los das un
telegrama informndole si el barco haba enviado
noticias. Deba telegrafiarle aun en caso negativo,
a fin de asegurarse de que se mantena esta vigi-
lancia al otro extremo del telgrafo.
Hemos cenado y nos hemos retirado tem-
prano. Maana iremos a visitar al vicecnsul, y
ver si podemos conseguir un permiso para subir a
bordo del barco tan pronto como atraque. Van
Helsing dice que nuestra oportunidad est en su-
bir a bordo entre la salida y la puesta del sol. El
Conde, aunque adopte forma de murcilago, no
podr cruzar el agua espontneamente, por lo que
le ser imposible abandonar el barco. Como no
puede tomar forma humana sin despertar sospe-

926
Drcula

chas cosa que evidentemente desea evitar,


permanecer en el cajn. Por tanto, si podemos
subir a bordo despus de salir el sol, estar a nues-
tra merced: abriremos el cajn y caeremos sobre l,
como en el caso de la pobre Lucy, antes de que
despierte. Que no espere demasiada clemencia
por nuestra parte! Parece que no vamos a tener
demasiadas dificultades con los oficiales de la
aduana ni con los marineros. Gracias a Dios, en
este pas el soborno lo puede todo, y venimos bien
provistos de dinero. Slo tenemos que asegurar-
nos de que el barco no entre en puerto entre el
crepsculo y la aurora sin que nos adviertan, y es-
taremos salvados. Don dinero lo arreglar, su-
pongo!

16 de octubre

El informe de Mina sigue siendo el mismo:


chocar de olas y correr de agua por los costados,

927
Bram Stoker

oscuridad y viento favorable. Evidentemente


hemos llegado a tiempo; cuando tengamos noticia
del Czarina Catherine, estaremos prevenidos. Como
no tiene ms remedio que cruzar los Dardanelos,
estamos seguros de recibir aviso.

17 de octubre

Ya est todo dispuesto, creo, para recibir al


Conde cuando llegue. Godalming haba dicho a la
compaa que sospechaba que el cajn contena
ciertos objetos robados a un amigo suyo, y haba
conseguido autorizacin para abrirlo bajo su ente-
ra responsabilidad. E1 armador le haba entregado
un documento en el que peda al capitn que le
proporcionase todas las facilidades para efectuar
cuanto deseara a bordo, y otro documento en tr-
minos parecidos a su agente de Varna. Hemos ido
a ver a dicho agente; se ha quedado muy impresio-
nado ante la afable actitud de Godalming, y nos ha

928
Drcula

dado garantas de que har lo que sea por satisfacer


nuestros deseos. Hemos acordado ya lo que va-
mos a hacer, si conseguimos abrir el cajn. Si el
Conde est dentro, Van Helsing y Seward le corta-
rn la cabeza inmediatamente y le atravesarn el
corazn con una estaca. Morris, Godalming y yo
impediremos cualquier interrupcin, aunque ten-
gamos que hacer uso da las armas que hemos
trado. El profesor dice que si logramos tratar de
este modo el cuerpo del Conde, se desintegrar
rpidamente y se reducir a polvo. Si es as, no
habr prueba alguna contra nosotros, en caso de
que surgiese alguna sospecha de homicidio. Pero
si no fuese as, tanto si caemos como si no en nues-
tro intento, esperemos que este mismo manuscrito
sirva de prueba entre alguno de nosotros y la so-
ga. Por lo que a m respecta, aprovechar la oca-
sin con enorme agradecimiento, si se presenta.
Nos proponemos no dejar piedra por remover,
con tal de llevar a efecto nuestro propsito. Nos

929
Bram Stoker

hemos puesto de acuerdo con algunos oficiales a


fin de que tan pronto como el Czarina Catherine sea
avistado, se nos mande aviso mediante un mensa-
jero ex profeso.

24 de octubre
Ha transcurrido una semana de espera. A
lord Godalming le llegan diariamente telegramas,
aunque siempre con el mismo texto: Sigo sin no-
ticias Las respuestas hipnticas de Mina son
tambin invariables: Chocar de olas, correr de
agua, crujidos de mstiles

RUFUS SMITH, DE LA LLOYD,


LONDRES, A LORD GODALMING, A
LA ATENCION DEL VICECONSUL
DE S. M. B. VARNA

24 de octubre (telegrama)
Czarina Catherine enva comunicacin
esta maana desde Dardanelos.

930
Drcula

DIARIO DEL DOCTOR SEWARD

24 de octubre

Cunto echo de menos mi fongrafo! Es-


cribir un diario a pluma me resulta de lo ms eno-
joso. Estamos todos excitados hoy, desde que lleg
el telegrama de la Lloyd para Godalming. Ahora
s lo que sienten los hombres en una batalla,
cuando suena la llamada a la accin. La seora
Harker es el nico miembro del grupo que no ma-
nifiesta signo alguno de emocin. Pero no es ex-
trao que sea as; porque hemos puesto especial
cuidado en no decirle nada, ni manifestar nervio-
sismo de ninguna clase cuando ella est presente.
Hace unos das no habra dejado de notarlo, por
mucho que hubisemos querido ocultarlo; pero en
ese sentido ha cambiado mucho durante las tres
ltimas semanas. Le ha aumentado el estado de
letargo, y aunque su aspecto es bueno y saludable,

931
Bram Stoker

y va recobrando el color, Van Helsing no est con-


tento. Hablamos de ella a menudo, aunque no
hemos dicho una sola palabra a los dems. Le des-
trozara el corazn al pobre Harker y los ner-
vios, por supuesto si supiera que tenemos la
menor sospecha en ese sentido. Van Helsing me
pide que le examine los dientes muy minuciosa-
mente cuando la tiene en estado hipntico; dice
que mientras no empiecen a afilrsele, no hay pe-
ligro de que se opere ningn cambio grave en ella.
Si ocurriera ese cambio... Habra que tomar me-
didas...! Los dos sabemos qu medidas habra que
tomar, aunque ninguno se atreve a expresar con
palabras su pensamiento. Ninguno de los dos re-
trocedera ante esta tarea..., por horrible que nos
parezca. La palabra consoladora y excelente es
eutanasia! Doy las gracias a quien la haya in-
ventado.
Desde los Dardanelos hasta aqu, hay tan
slo unas veinticuatro horas de navegacin, segn

932
Drcula

la velocidad que el Czarina Catherine ha desarro-


llado desde Londres. Por tanto, deber llegar por
la maana; y puesto que no hay posibilidad de
que llegue antes de esa hora, nos retiraremos to-
dos a descansar temprano. Nos levantaremos a la
una, a fin de estar preparados.

25 de octubre, medioda

Estamos sin noticias an sobre la llegada


del barco. El informe hipntico que la seora Har-
ker ha dado esta maana sigue siendo el mismo,
de modo que es posible que tengamos noticias en
cualquier momento. Estamos con una excitacin
febril; salvo Harker, que se muestra sereno; tiene
las manos fras como el acero, y hace una hora le
encontr afilando la hoja de su gran machete
ghoorka, que ahora lleva siempre consigo. Mal
asunto para el Conde, si llega a rozarle el cuello el

933
Bram Stoker

filo de este kukri que maneja una mano tan firme y


rigurosa!
Van Helsing y yo estamos hoy un poco
alarmados en lo que respecta a la seora Harker.
Hacia medioda ha cado en una especie de letargo
que nos ha preocupado bastante; aunque no
hemos dicho nada a los dems, nos tiene intran-
quilos. Ha estado tan inquieta toda la maana, que
al principio nos alegr saber que dorma. Pero al
mencionar su marido, por casualidad, que dorma
tan profundamente que no haba conseguido des-
pertarla, hemos ido a su habitacin a comprobarlo.
Respiraba con naturalidad y tenia un aspecto tan
saludable y beatfico, que hemos pensado que es
mejor que siga durmiendo. Pobre muchacha; tiene
tantas cosas que olvidar, que no es extrao que le
beneficie el dormir, si eso le trae el olvido.

Ms tarde

934
Drcula

Hemos visto confirmada nuestra opinin,


ya que despus de un sueo reparador de varias
horas, se ha despertado ms animada y repuesta
que estos das pasados.
Al ocultarse el sol, nos ha dado el informe
hipntico acostumbrado. Si sigue en el Mar Negro,
corre hacia su destino. Hacia su fin, confo!

26 de octubre

Otro da ms, y continuamos sin noticias


del Czarina Catherine. Ya deba estar aqu. Es evi-
dente que sigue navegando en alguna parte, puesto
que el informe hipntico de la seora Harker, esta
maana, ha sido el de siempre. Quiz el barco se
ha puesto al pairo alguna vez a causa de la niebla;
algunos de los vapores que han llegado esta tarde
han informado de la presencia de bancos de niebla
al norte y al sur del puerto. Debemos mantener

935
Bram Stoker

nuestra vigilancia, ya que el barco puede hacer su


aparicin en cualquier momento.

27 de octubre, medioda

Es muy extrao; an no hay noticias del


barco que esperamos. El informe de la seora
Harker, anoche y esta maana, ha sido el mismo:
Chocar de olas y agua que se desliza, aunque
aadi que las olas son muy pequeas. Los tele-
gramas de Londres siguen diciendo invariable-
mente: No hay ms noticias. Van Helsing est
terriblemente nervioso, y me acaba de confesar
que teme que el Conde se nos escape. Y ha aadi-
do significativamente:
No me gusta ese letargo de madam Mina.
Las almas y los recuerdos pueden hacer cosas ex-
traas durante el trance.
He estado a punto de preguntarle algo ms,
pero ha entrado Harker en ese preciso momento, y

936
Drcula

el profesor me ha hecho una sea. Esta tarde, a la


puesta de sol, trataremos de hacerla hablar con
ms claridad durante su trance hipntico.

RUFUS SMITH, LONDRES, A LORD


GODALMING, A LA ATENCION DEL
VICECONSUL DE S. M. B., VARNA

28 de octubre (telegrama)
Czarine Catherine informa haber en-
trado en Galatz hoy trece horas.

DIARIO DEL DOCTOR SEWARD

28 de octubre
La llegada del telegrama anunciando que el
barco ha entrado en Galatz no ha supuesto para
ninguno de nosotros la conmocin que habra sido
de esperar. Es cierto que no sabamos cmo, cuan-
do ni por dnde nos vendra el rayo; pero creo que

937
Bram Stoker

todos nos temamos que sucedera algo extrao.


La tardanza en llegar a Varna nos haba confirma-
do que las cosas no iban 'a salir como habamos
previsto; y nos limitamos a esperar a ver dnde
surga lo imprevisto. De todos modos, fue una
sorpresa. Supongo que la Naturaleza 'acta con el
fundamento esperanzador de que, a pesar de no-
sotros mismos, creemos que las cosas sern como
deberan ser, y no como sabemos que sern. El
trascendentalismo es un faro para los ngeles, pe-
ro una insignificancia para el hombre. Fue una
singular experiencia, y cada uno la tom de forma
diferente. Van Helsing alz las manos por encima
de la cabeza un instante, como reconviniendo al
Todopoderoso; pero no dijo nada, y unos segun-
dos despus, se levant con la cara severamente
rgida. Lord Godalming se puso muy plido y
permaneci sentado respirando con dificultad. Yo
mismo me qued medio aturdido, mirando a uno
tras otro. Quincey Morris se apret el cinturn con

938
Drcula

ese movimiento rpido que me es tan familiar: en


nuestras antiguas correras, significaba accin
La seora Harker se puso horriblemente plida,
hasta el punto de que pareca arderle la cicatriz
roja de la frente, pero cruz las manos con manse-
dumbre y alz los ojos en una plegaria. Harker
sonri sonri claramente, con la sonrisa oscu-
ra y amarga del que ha perdido la esperanza; pero
al mismo tiempo, su gesto desminti la expresin
de su rostro, pues sus manos buscaron instintiva-
mente el puo de su enorme machete kukri y des-
cansaron all.
A qu hora sale el primer tren para Ga-
latz? pregunt Van Helsing, dirigindose a to-
dos en general.
Maana por la maana a las 6.30.
Todos nos quedamos mirando; la respuesta
proceda de la seora Harker.
Cmo diablos lo sabe? dijo Art.

939
Bram Stoker

Olvida usted, o quiz no sabe, aunque


Jonathan y el doctor Van Helsing s, que soy una a
apasionada de los trenes. En Exeter sola ocupar
los horarios de los trenes para ayudar a mi marido
ha sido a veces de tanta utilidad, que siempre que
emprendemos un viaje los estudio. Saba que si
por cualquier causa tenamos que ir al castillo
de Drcula, debamos pasar por Galatz o por Bu-
carest; de modo que me fij en el horario de sali-
das par a esas ciudades. Desgraciadamente, no es
muy complica o, ya que el nico tren en esa direc-
cin sale maana, como ya he dicho.
Maravillosa mujer! murmur el profe-
sor.
No podemos alquilar un tren especial?
Van Helsing neg con la cabeza.
Me temo que no. Esta tierra es muy dis-
tinta a la suya y la ma; aun cuando tuviramos un
tren especial, probablemente no llegara tan pron-
to como el tren regular. Adems, tenemos que

940
Drcula

hacer algunos preparativos. Y debemos reflexio-


nar. Ahora organicmonos. Usted, amigo Arthur,
vaya a la estacin, saque los billetes y dispngalo
todo para salir por la maana. Usted, amigo Jo-
nathan, vaya al agente del barco y pdale cartas de
presentacin para el de Galatz, con autorizacin
para efectuar un registro en los mismos trminos
que aqu. Quincey Morris, usted ir a ver al vice-
cnsul para solicitarle ayuda ante su colega de Ga-
latz, y cuanto pueda facilitarnos nuestra misin,
de forma que una vez que estemos en el Danubio,
no perdamos tiempo. Entretanto, John se quedar
con madam Mina y conmigo para deliberar. As, si
se retrasan ustedes, no importa cuando llegue el
momento de ponerse el sol, yo estar aqu para
escuchar el informe de madam.
Yo dijo la seora Harker animadamen-
te, con un talante parecido a como era antes, ms
que al de los ltimos das tratar de ser de algu-
na utilidad en todos los sentidos; y pensar y es-

941
Bram Stoker

cribir para ustedes como sola hacer. Siento que


se va alejando de m, extraamente, esa fuerza que
me dominaba, y me siento ms libre de lo que era
ltimamente!
Los tres jvenes, comprendiendo lo que
significaban esas palabras, se alegraron visible-
mente; pero Van Helsing y yo nos miramos con
preocupacin. Sin embargo, no dijimos nada en
ese momento.
Cuando los tres hombres salieron a cumplir
su misin, Van Helsing pidi a la seora Harker
que consultase la copia de los diarios y le buscase
la parte en que Harker hablaba del castillo. Sali a
traerla, y cuando se cerr la puerta, me dijo:
Hemos pensado lo mismo!, as que
hable!
Ha habido un cambio en ella. Es una es-
peranza que me produce vrtigo, porque puede
engaarnos.

942
Drcula

Exactamente. Sabe por qu le he pedido


que traiga el manuscrito?
No dije. Tal vez para tener ocasin
de quedarnos a solas.
En parte es as, amigo John; pero nica-
mente en parte. Quiero decirle algo. Ah, amigo
John! Me voy a exponer a un grave, a un terrible
riesgo; pero creo que hago bien. En el momento en
que madam Mina ha dicho esas palabras que nos
han desconcertado, me ha venido una idea. En el
trance de hace tres das, el Conde le envi su esp-
ritu para leer su pensamiento; o ms probable-
mente, la llam al cajn de tierra que navega en el
barco, entre aguas que se deslizan, del mismo
modo que va sin que l se lo mande en la salida y
la puesta del sol. As se ha enterado de que esta-
mos aqu; porque ella puede contar ms cosas
acerca de su vida diurna, en la que sus ojos ven y
sus odos oyen, que cuando va adonde est l, en-
cerrado en su atad. Ahora hace todos los esfuer-

943
Bram Stoker

zos por huir de nosotros. En este momento no


quiere saber nada de ella. Tiene la completa segu-
ridad de que acudir a su llamada; pero ahora la
aparta..., retira de ella su influjo, a fin de que no
vaya a l. Ah!, tengo la esperanza de que el cere-
bro adulto de nuestro hombre, puesto que lo fue
hace mucho tiempo y no est excluido de la gracia
de Dios, se impondr a ese cerebro infantil que
yace en su tumba desde hace siglos, que an no ha
llegado a alcanzar la talla de los nuestros y se
mueve slo por egosmo y por tanto de forma
mezquina. Aqu viene madam Mina; no hay que
decirle una sola palabra sobre su trance! Ella no
sabe nada, y la podra sumir en la desesperacin,
precisamente cuando ms necesitamos toda su es-
peranza y todo su nimo; cuando ms necesitamos
de su gran cerebro, tan hbil como el de un hom-
bre, aunque dulce como el de toda mujer, y con
ese poder especial que el Conde le confiere, y que
no puede quitarle por completo..., aunque l crea

944
Drcula

que s. Atencin! Deje que hable yo, y ver. Ah,


John, amigo, estamos atravesando momentos dif-
ciles! Tengo un miedo como no lo he tenido jams.
Slo nos cabe confiar en Dios. Silencio! Aqu vie-
ne!
Cre que el profesor iba a sufrir un acceso
de histerismo, como le haba ocurrido en el entie-
rro de Lucy; pero tras un gran esfuerzo, consigui
dominarse y conservar un perfecto equilibrio ner-
vioso cuando la seora Harker entr en la habita-
cin, animada y risuea, inmersa en su trabajo, y
olvidada, 'al parecer, de su desventurada situa-
cin. Le entreg a Van Helsing unas cuantas hojas
mecanografiadas. El profesor las reley gravemen-
te, y su semblante se fue iluminando mientras lea.
Luego cogi las hojas entre el pulgar y el ndice, y
dijo:
Amigo John, usted que ya tiene experien-
cia; y usted, madam Mina, que an es tan joven;
aqu tienen una leccin: no sientan nunca miedo a

945
Bram Stoker

pensar. Me estaba dando vueltas en la cabeza el


barrunto de una idea; no saba si dejar que echase
a volar. Y he aqu que, prudentemente, acabo de
consultar el punto que me la haba despertado, y
descubro que no hay tal barrunto; que es una idea
completa, aunque tan joven que an no tiene fuer-
za suficiente para alzar el vuelo. Es ms: al igual
que "el patito feo" de mi amigo Hans Andersen, no
se trata siquiera de un pensamientopato, sino de
un pensamientocisne, que navegar noblemente
con sus grandes alas, cuando llegue el momento
de utilizarlas. Escuchen; voy a leerles lo que Jo-
nathan ha escrito aqu:
"...Ese otro de su estirpe, que en una po-
ca posterior cruz repetidamente el gran ro con
sus fuerzas para marchar sobre Turqua; y que,
cuando era rechazado, volva una y otra y otra
vez, aunque regresara solo del ensangrentado
campo donde haban sucumbido sus tropas, por-
que saba que triunfara al fin?"

946
Drcula

Qu, dice todo esto? No mucho! El pen-


samiento infantil del Conde no ve nada; por tanto,
habla sin reservas. El pensamiento adulto de usted
no ve nada tampoco, de momento. Pero ah estn
las palabras de esta dama, que habla sin pensar en
lo que dice, y no sabe lo que significan... o lo que
podran significar. Sabemos que hay elementos que
permanecen inmviles, pero que, arrastrados por
el curso de la Naturaleza, echan a andar y al ro-
zarse..., puf!, producen un inmenso relmpago
que ciega y mata; pero es capaz de revelar la tierra
que hay abajo, en un rea de leguas y leguas. No
es as? Bien, pues me explicar. Para empezar,
han estudiado ustedes la filosofa del crimen? "S"
y "No". Usted, John, s; porque forma parte del es-
tudio de la locura. Usted no, madam Mina, porque
el crimen no le ha afectado nunca... o slo una vez.
Sin embargo, su mente est sana, y no razona a
particulari ad universale. Esa es la caracterstica de
los criminales. Y es tan constante en todos los pa-

947
Bram Stoker

ses y todos los tiempos, que, incluso la polica, que


no entiende gran cosa de filosofa, alcanza a cono-
cer empricamente la existencia de tal proceso. El
criminal siempre maquina un solo crimen..., es de-
cir, el autntico criminal parece predestinado a
cometer ese crimen y ningn otro. El criminal no
tiene el cerebro de hombre adulto. Es inteligente y
astuto, y posee muchos recursos; pero su cerebro
es infantil en muchos aspectos. Ahora bien, nues-
tro criminal est predestinado al crimen, tambin;
tiene tambin un cerebro infantil, y es propio de
un nio hacer lo que l ha hecho. La avecilla, el
pececillo, las pequeas bestezuelas, no aprenden
mediante principios, sino con la experiencia; as,
cada cosa que aprenden, les sirve de apoyo para
aprender ms. "Dos pou sto", deca Arqumedes;
"dadme un punto de apoyo y mover el mundo!"
Aquello que ha hecho una vez constituye el punto
de apoyo mediante el cual su cerebro infantil se
convierte en cerebro maduro; y hasta que conciba

948
Drcula

otra idea, seguir haciendo lo mismo, tal como lo


hizo por primera vez! Ah, querida, veo que abre
los ojos, y que el relmpago le ha revelado leguas
y leguas de tierra! coment, ya que la seora
Harker haba empezado a palmotear y tena los
ojos chispeantes. E1 profesor continu`: Ahora
hable. Diga a estos resecos hombres de ciencia lo
que ve con sus relucientes ojos.
Le cogi una mano y se la retuvo mientras
hablaba. El pulgar y el ndice del profesor busca-
ron su pulso en la mueca, cosa de la que me di
cuenta de manera instintiva e inconsciente, mien-
tras ella deca:
El Conde es un criminal de tipo nato.
Nordau y Lombroso lo clasificaran as; y qua cri-
minal, posee una mente imperfecta. Por tanto, an-
te una dificultad tiene que recurrir a su hbito. Su
pasado es una clave, y la nica pgina que cono-
cemos en lo que se refiere a ese hbito tomada
de sus propios labios, dice que en otro tiempo,

949
Bram Stoker

cuando se vio en lo que el seor Morris llamara


un aprieto, abandon la tierra que l haba in-
tentado invadir, y regres a su pas; pero no re-
nunci a tal idea, y se dedic a preparar un nuevo
intento. Volvi, mejor equipado para este objetivo,
y venci. De este modo, se dirigi a Londres con
idea de invadir un nuevo pas. Ha sido derrotado;
y cuando ha visto malogradas sus esperanzas de
xito, y en peligro, su existencia, ha huido a su tie-
rra, exactamente como haba hecho en otro tiem-
po, cuando abandon Turqua y cruz el Danubio.
Bien, bien! Ah, qu mujer ms inteligen-
te es usted! dijo Van Helsing entusiasmado,
mientras se inclinaba y le besaba la mano. Un
momento despus me dijo con la misma tranqui-
lidad que si acabramos de visitar la habitacin de
un enfermo: Slo tiene setenta y dos; a pesar de
toda esta excitacin. Pero tengo esperanzas. Y
volvindose hacia ella otra vez, dijo con inters:
Pero siga, siga! An hay ms que decir, si quiere.

950
Drcula

No tema; John y yo lo sabemos ya. En todo caso,


yo s; y le puedo decir si est en lo cierto. Hable
sin temor...
Lo intentar; pero perdneme si soy ego-
sta.
De ninguna manera! Debe ser egosta,
puesto que es en usted en quien debemos pensar.
Pues bien; puesto que es criminal, es ego-
sta; y como su entendimiento es limitado y su ac-
cin se funda en el egosmo, no piensa ms que en
un solo objetivo. En un objetivo despiadado. Igual
que cruz el Danubio dejando que sus fuerzas
fuesen aniquiladas, as se propone ponerse a salvo
sin importarle nada. Y de ese modo, en su egos-
mo, libera mi alma del terrible influjo que haba
alcanzado sobre m con la accin de aquella noche
espantosa. Porque lo sent, lo sent. Gracias, Dios
mo, por Tu inmensa misericordia! Mi alma ahora
est ms libre de lo que ha estado desde esa hora
fatal; y lo nico que me atormenta es el temor de

951
Bram Stoker

que en algn trance o sueo haya utilizado l lo


que yo s, para llevar a cabo sus fines.
E1 profesor se levant.
S; ha utilizado su mente; y por ello nos
ha dejado aqu, en Varna, mientras el barco que le
lleva corre envuelto en la niebla, hacia Galatz,
donde sin duda lo tiene todo dispuesto para bur-
larnos. Pero su mentalidad infantil slo ha visto
hasta ah; y puede que, como ocurre siempre en la
providencia de Dios, aquello mismo que el mal-
hechor consideraba ms beneficioso para l resulte
ser su mayor perjuicio. E1 cazador cae en su pro-
pia trampa, como dice el gran salmista. Porque
ahora que cree que ha logrado burlarnos, y nos
lleva tantas horas de ventaja, su cerebro infantil
tiende a confiarse. Cree tambin que, como se ha
librado de usted, no puede saber nada de l; y en
eso se equivoca! Ese terrible bautismo de sangre
que le ha infligido le permite seguirle en espritu,
como ha hecho hasta ahora en sus momentos de

952
Drcula

libertad: en la salida y la puesta del sol. En esos


momentos, va a l por voluntad ma; no porque l
se lo ordene; y dicha capacidad, que ejercita para
su propio bien y el de los dems, la ha conseguido
al haber sufrido en sus manos. Esto es ahora tanto
ms importante cuanto que l no lo sabe, dado
que para protegerse ha renunciado incluso a saber
dnde estamos. Sin embargo, nosotros no somos
egostas, y creemos que en medio de las actuales
tinieblas y horas de oscuridad, Dios est con noso-
tros. Le seguiremos; y no retrocederemos, aunque
corramos peligro de convertirnos en seres como l.
Amigo John, han sido stos unos momentos me-
morables; y nos han hecho avanzar considerable-
mente en nuestro camino. Escriba; redacte nuestra
deliberacin de forma que cuando los dems re-
gresen de sus respectivas misiones puedan infor-
marse de lo tratado; as estarn al corriente como
nosotros.

953
Bram Stoker

De modo que escribo todo lo que hemos


hablado mientras esperamos a que vuelvan. La
seora Harker lo ha pasado todo a mquina, des-
de que nos ha trado el manuscrito.

954
CAPITULO XXVI

DIARIO DEL DOCTOR SEWARD

29 de octubre

Escribo esto en el tren de Varna a Galatz.


Anoche tuvimos una reunin poco antes de la
puesta del sol. Cada uno de nosotros haba cum-
plido su cometido lo mejor que haba podido; en
lo que atae a decisin, empeo y oportunidad,
estamos preparados, tanto para el viaje como para
dar cumplimiento a nuestros propsitos en cuanto
lleguemos a Galatz. Cuando lleg la hora acos-
tumbrada, la seora Harker se someti a la prueba
hipntica; y despus de un esfuerzo ms intenso y
prolongado, por parte de Van Helsing, del que
hasta ahora haba hecho falta, se sumi en el tran-
Bram Stoker

ce. Normalmente, se pone a hablar a la primera


indicacin; pero esta vez el profesor tuvo que In-
terrogarla con gran energa, antes de que dijese
nada; por ltimo, lleg la respuesta
No veo nada; estamos detenidos; no oigo
golpear de olas, sino slo un constante remolino
de agua que discurre suavemente, al pasar junto a
la guindaleza. Oigo a unos hombres que se hablan
a voces, lejos y cerca, la cadencia de unos remos y
su crujido en los escalamos. Suena un caonazo; el
eco retumba a lo lejos. Arriba suenan pisadas, y
restregar de cuerdas y cadenas. Qu ocurre aho-
ra? Hay un resplandor de luz; siento la brisa co-
ntra m.
Al llegar aqu se call. Se haba incorporado
del sof, donde estaba echada, como movida por
un impulso; y haba alzado las dos manos con las
palmas hacia arriba como si levantase un peso.
Van Helsing y yo nos dirigimos una mirada de in-
teligencia. Quincey alz las cejas levemente y la

956
Drcula

observ con atencin, mientras la mano de Harker


buscaba instintivamente el puo de su machete
kukri. Hubo una larga pausa. Todos sabamos que
se estaba acabando el momento en que gozaba de
libertad para hablar; pero nos dbamos cuenta de
que era intil decir nada. De repente, se incorpor,
abri los ojos, y dijo suavemente:
No quiere ninguno de ustedes una taza
de t? Deben de estar muy cansados!
No pudimos hacer otra cosa que complacer-
la, as que dijimos que s. Fue a preparar el t;
cuando hubo salido, dijo Van Helsing:
Ya han visto, amigos mos. Est a punto
de desembarcar; ha abandonado su cajn de tierra.
Pero todava no ha puesto los pies en la costa. Du-
rante la noche puede ocultarse en cualquier sitio;
pero no puede irse si no le desembarcan o el barco
no toca tierra. Si ocurre eso, y es de noche, puede
cambiar de forma y volar o saltar a tierra como
hizo en Whitby. Pero si amanece antes de que lle-

957
Bram Stoker

gue a la costa, entonces no podr escapar, a no ser


que le transporten. Y de ser as, tal vez los hom-
bres de la aduana descubran el contenido de la ca-
ja. En resumen, si no logra desembarcar esta no-
che, o antes del amanecer, habr perdido un da
entero, y quiz lleguemos a tiempo; porque si no
ha huido por la noche, le cogeremos nosotros de
da, en su cajn, y le tendremos a nuestra merced;
ya que no se atreve a revelar su ser visible y autn-
tico por temor a ser desenmascarado.
No haba ms que hablar, de modo que es-
peramos pacientemente a que amaneciera para ver
si la seora Harker poda decirnos algo ms.
Por la maana escuchamos con el aliento
contenido sus respuestas en estado de trance. E1
sueo hipntico tard an ms en llegar que la
vez anterior; y cuando se produjo, el tiempo que
quedaba para que el sol saliese del todo era tan
escaso que empezamos a desesperar. Van Helsing

958
Drcula

pona toda el alma en el esfuerzo; por ltimo,


obedeciendo a su voluntad, contest:
Todo est oscuro. Oigo rumor de agua a
mi altura, y crujidos de madera contra madera.
Call, y surgi un sol rojo en toda su re-
dondez. Nos tocaba esperar hasta la noche.
En este momento vamos camino de Galatz
presos de una angustiada expectacin. El tren tie-
ne la llegada entre las dos y las tres de la madru-
gada; pero de Bucarest hemos salido ya con tres
horas de retraso de modo que probablemente,
cuando lleguemos el sol estar muy alto. Conta-
mos con dos mensajes hipnticos ms de la seora
Harker; puede que alguno o quiz los dos
arroje algo ms de luz sobre lo que est ocurrien-
do.

Ms tarde
Ya se ha puesto el sol Afortunadamente, ha
sido un momento en que nada poda distraernos;

959
Bram Stoker

porque de haber ocurrido en la estacin, no


habramos contado con el suficiente aislamiento y
tranquilidad. La seora Harker cedi al influjo
hipntico con ms dificultad que esta maana. Me
temo que est perdiendo la facultad de percibir las
sensaciones del Conde, precisamente cuando ms
falta nos hace. Creo que le empieza a funcionar la
imaginacin. Hasta ahora, mientras estaba en
trance, se limitaba a sealar los hechos. Pero si si-
gue de esta manera, puede desorientarnos. Me
alegrara inmensamente, si supiese que el poder
del Conde sobre ella se est disipando del mismo
modo que la facultad de ella para saber dnde se
encuentra l; pero me temo que no es as. Cuando
habl por fin, sus palabras fueron enigmticas:
Algo est saliendo; lo siento como un
viento fro. Oigo ruidos confusos a lo lejos..., como
de hombres hablando en lenguas extraas, agua
que corre furiosamente; y aullidos de lobos.

960
Drcula

Call, y le entr un sbito temblor que fue


aumentando por momentos, hasta que, al final, se
estremeci como en una parlisis. No dijo nada
ms, pese a las insistentes preguntas del profesor.
Al despertar se senta fra, agotada, lnguida; pe-
ro, tena la mente lcida, alerta. No recordaba na-
da y pregunt qu haba dicho; cuando se lo con-
tamos, se qued meditando durante un rato, en
silencio.

30 de octubre, 7 de la maana

Estamos llegando a Galatz, y puede que no


tenga tiempo de escribir despus. Todos esper-
bamos con ansia el momento de la salida del sol.
Consciente de la dificultad de sumirla en trance
hipntico, Van Helsing empez sus pases antes de
lo acostumbrado. No tuvieron ningn efecto hasta
que lleg el momento, en que se rindi, con ms
dificultad an, tan slo un minuto antes de que el

961
Bram Stoker

sol saliese el todo. El profesor no perdi tiempo en


interroga y ella respondi con igual prontitud:
Todo est oscuro. Oigo remolinos de
agua a la altura de mis odos, y crujir de madera
contra madera. Un ganado a lo lejos. Hay otro
ruido; un ruido extrao, como...
Call, palideci, y sigui palideciendo an
ms.
Siga! Siga! Se lo ordeno! grit Van
Helsing con voz angustiada. Al mismo tiempo, la
desesperacin asom a sus ojos, porque el sol
arrebolaba ya el plido rostro de la seora Harker.
Abri sta los ojos, y nos sobresalt a todos al pre-
guntar dulcemente, casi con la mayor preocupa-
cin:
Oh, profesor!, por qu me pide que
haga lo que sabe que no puedo? No recuerdo na-
da.

962
Drcula

Luego, viendo la expresin de asombro en


nuestros semblantes, dijo, mirndonos uno por
uno:
Qu he dicho? Qu he dicho? No s
nada; slo que estaba echada ah, medio dormida,
y he odo que me deca: Siga! Siga, se lo orde-
no! Me resulta extrao orle ordenarme cosas a
m, como si fuese una nia mala!
Ah, madam Mina! dijo l con triste-
za, es la prueba, si es que hacen falta pruebas,
de todo lo que la quiero y la respeto, el que unas
palabras dichas ms en serio que nunca, por su
propio bien, suenen extraas porque parecen una
orden a la persona a la que me siento orgulloso de
obedecer!
El tren va ya emitiendo silbidos; estamos
entrando en Galatz. Ardemos de ansiedad e impa-
ciencia.

963
Bram Stoker

DIARIO DE MINA HARKER

30 de octubre

El seor Morris me ha trado al hotel en el


que habamos reservado habitaciones por telgra-
fo, dado que l no poda acompaarles porque no
sabe lenguas. Han distribuido sus fuerzas, igual
que hicieron en Varna; pero esta vez es lord Go-
dalming quien ha ido a ver al vicecnsul, ya que
su categora social es garanta casi segura ante es-
tas personalidades oficiales, y tenemos una extre-
ma premura de tiempo. Jonathan y los dos docto-
res han ido a ver al agente del armador para ave-
riguar los detalles de la llegada del Czarina Cat-
herine.

Ms tarde
Lord Godalming ha regresado. El cnsul no
est, y el vicecnsul se encuentra enfermo; de mo-

964
Drcula

do que le ha atendido un funcionario. Se ha mos-


trado muy amable y le ha ofrecido toda su ayuda.

DIARIO DE JONATHAN HARKER

30 de octubre

A las nueve de la maana hemos ido el doc-


tor Van Helsing, el doctor Seward y yo a ver a los
seores Makenzie & Steinkoff, agentes de la com-
paa londinense de Hapgood. Haban recibido un
telegrama de Londres en respuesta a la peticin
hecha por lord Godalming, solicitando la informa-
cin que desebamos. Se mostraron enormemente
amables y corteses, y nos llevaron inmediatamente
a bordo del Czarina Catherine, que est fondeado
en el puerto fluvial. All vimos al capitn, un tal
Donelson, quien nos cont el viaje. Dijo que en to-
da su vida haba hecho un viaje en tan buenas
condiciones.

965
Bram Stoker

Bueno! dijo; hasta miedo nos dio,


porque temamos pagarlo de alguna forma, con
alguna desgracia, como suele ocurrir normalmen-
te. No es corriente hacer un viaje de Londres al
Mar Negro con viento de popa todo el tiempo,
como si el propio Diablo hinchase las velas a pro-
psito. Y sin avistar nada. Cuando nos aproxim-
bamos a un barco, o a un puerto o cabo, la niebla
nos envolva y pareca viajar con nosotros, y
cuando levantaba despus, al mirar lo que fuese,
haba desaparecido. Cruzamos ante Gibraltar sin
poder hacer seal alguna; y si no llegamos a tener
que esperar en los Dardanelos a que nos diesen
permiso de paso habramos entrado aqu sin haber
avistado ni saludado a nadie. Al principio, me
senta inclinado a disminuir vela y barloventear
hasta que levantase la niebla; pero luego pens
que si el Diablo se propona meternos rpidamen-
te en el Mar Negro, lo hara tanto si queramos
como si no. Si hacamos un viaje rpido, no nos

966
Drcula

desacreditara ante nuestros armadores, ni perju-


dicara a nuestro trfico; y Satans, viendo servi-
dos sus propsitos, nos estara muy agradecido
por no haberle puesto impedimentos.
Esta mezcla de simplicidad y de astucia, de
supersticin y razonamiento comercial, excit a
Van Helsing, que exclam
Amigo mo, ese Diablo es ms listo de lo
que muchos piensan; l sabe cuando encuentra a
un colega!
El capitn no se ofendi por este cumplido,
y prosigui
Cuando cruzamos el Bsforo, los hom-
bres empezaron a refunfuar; algunos de ellos, los
rumanos, vinieron a pedirme que tirase por la
borda un cajn que haba embarcado un viejo de
pinta muy rara, poco antes de zarpar de Londres.
Yo les haba visto espiarle y cruzar dos dedos para
protegerse del mal de ojo. Ah, pero la supersti-
cin de los extranjeros es completamente ridcula!

967
Bram Stoker

Les mand inmediatamente a paseo; sin embargo,


poco despus cerr la niebla sobre nosotros, y me
sent un poquillo nervioso, aunque no sabra decir
si por culpa del cajn. Bueno, el caso es que se-
guimos. La niebla no despej en cinco das, y en-
tretanto dej que el viento nos guiara; porque si el
Diablo quera que fusemos a alguna parte..., nos
llevara de cabeza. Y si no, bueno; iramos muy
atentos. Y efectivamente tuvimos rumbo despeja-
do y agua profunda todo el tiempo; y hace dos d-
as, cuando asom el sol entre la niebla, descubri-
mos que estbamos en el ro, delante de Galazt.
Los rumanos se pusieron como locos, empeados
en que arrojara el cajn al ro, con razn o sin ella.
Tuve que liarme a palos con un espeque; y cuando
el ltimo despej la cubierta con las manos en la
cabeza, quedaron convencidos de que, con mal de
ojo o sin l, la propiedad y la confianza de mis ar-
madores estn mejor guardadas en mis manos que
en el ro Danubio. Tengan en cuenta que ya haban

968
Drcula

subido el cajn a cubierta y estaban a punto de


arrojarlo. Y dado que iba consignado a Galatz, va
Varna, se me ocurra desembarcarlo en ese puerto
y librarme de l. No levant la niebla ese da, y tu-
ve que permanecer fondeado toda la noche; pero
por la maana temprano, una hora antes de que
saliese el sol, subi a bordo un hombre con una
orden escrita, enviada desde Inglaterra, para reco-
ger el cajn que iba a nombre del conde Drcula.
Por supuesto, lo tenamos preparado. Los papeles
que traa estaban en regla; y me alegr de poder-
me librar del maldito envo, porque ya estaba em-
pezando a ponerme nervioso el dichoso problema.
Si el Diablo llevaba equipaje a bordo del barco,
sin duda deba de ser se!
Cmo se llamaba el hombre que vino a
recogerlo? pregunt el doctor Van Helsing, con
contenida ansiedad.
Ahora mismo se lo digo contest.

969
Bram Stoker

Baj a su camarote y sac un recibo firmado


por un tal Immanuel Hildesheim. Su direccin era
Burgen strasse, 16. Esto era todo lo que saba el
capitn; as que le dimos las gracias y nos fuimos.
Encontramos a Hildesheim en su oficina;
era ms bien una caricatura de judo, con su tez y
su nariz de oveja. Evalu sus declaraciones en me-
tlico que nosotros procuramos ajustar; y tras
algn regateo, nos dijo lo que saba. Result ser
poca cosa, aunque importante. Haba recibido una
carta del seor De Ville, de Londres, en la que le
rogaba que fuese a recoger, a ser posible antes de
la salida del sol para evitar la' aduana, una caja
que llegara a Galatz en el Czarina Catherine. Deba
ponerla en manos de un tal Petrof Skinsky, el cual
trataba con los eslovacos que bajaban a comerciar
por el ro, hasta el puerto. En pago por esta gestin
haba recibido un billete de banco ingls, que
haba canjeado por oro en el Banco Internacional
del Danubio. Cuando Skinsky lleg, l ya haba

970
Drcula

desembarcado el cajn, para ahorrarse el gasto de


los portes. Y eso era cuanto saba.
A continuacin fuimos a buscar a Skinsky,
pero no conseguimos encontrarle. Uno de sus ve-
cinos, que no pareca sentir por l el menor afecto,
dijo que se haba marchado un par de das antes,
nadie saba adnde. Esto fue corroborado por el
dueo de la casa, quien recibi por un mensajero
la llave de la vivienda junto con el dinero del al-
quiler que le adeudaba, en moneda inglesa. Esto
ocurri anoche, entre las diez y las once. Nueva-
mente estbamos en punto muerto.
Mientras hablbamos, lleg corriendo un
vecino y cont, casi sin aliento, que haban encon-
trado el cuerpo de Skinsky detrs de la tapia del
cementerio de San Pedro, con la garganta destro-
zada, obra sin duda de algn animal salvaje. Las
personas con las que acabbamos de hablar echa-
ron a correr para ver ese horror, mientras las mu-
jeres gritaban: Es obra de un eslovaco! Nos mar-

971
Bram Stoker

chamos a toda prisa, por temor a vernos involu-


crados de alguna forma en el asunto, y a que nos
detuviesen.
Durante el camino al hotel no pudimos lle-
gar a ninguna conclusin. Estbamos convencidos
de que la caja segua su viaje de regreso; pero
haba que averiguar dnde estaba. Ibamos con el
corazn apesadumbrado, pensando en Mina.
Una vez reunidos los hombres, lo primero
que hemos hecho ha sido decidir contarle a Mina
la situacin. Las cosas estn tomando un cariz
desesperado, y al menos hay una posibilidad,
'aunque peligrosa. Como primera providencia, se
me ha eximido de mi promesa respecto a ella.
DIARIO DE MINA HARKER

30 de octubre, por la tarde

Estaban todos tan rendidos, deshechos y


desanimados, que no hay forma de que hagamos

972
Drcula

nada mientras no descansen un poco; as que les


he pedido que se echen media hora, mientras paso
a mquina lo ocurrido hasta el momento. Estoy
inmensamente agradecida al hombre que invent
la mquina de escribir porttil, y al seor Morris
por haberme proporcionado una.
Me habra sentido perdida si hubiese tenido
que redactarlo todo a pluma...
Ya he terminado; pobrecito Jonathan, cmo
debe de haber sufrido! Cmo debe de sufrir toda-
va! Se ha echado en el sof; parece que apenas
respira; como si hubiese sufrido un colapso. Tiene
el ceo arrugado y la cara contrada por el sufri-
miento. Pobrecillo!, quizs est pensando, y esas
arrugas de la cara se deben a su concentracin.
Ah, ojal pudiese ayudarle en algo... hara lo que
fuera...!
He hablado con el doctor Van Helsing, y
me ha dado todos los papeles que hasta ahora no
haba ledo... Mientras ellos descansan, los leer

973
Bram Stoker

atentamente; quiz llegue a alguna conclusin. In-


tentar seguir el ejemplo del profesor y analizar
sin prejuicios los datos que tengo ante m...
Creo que, con la ayuda de Dios, acabo de
hacer un descubrimiento. Coger los mapas y les
echar una ojeada...
Estoy ms convencida que nunca de que
son ciertas mis suposiciones. He preparado una
nueva conclusin; de modo que reunir al grupo
para lersela. A ver qu piensan; hay que ser cui-
dadosos; y cada minuto es precioso.

NOTA DE MINA HARKER


(Incorporada a su diario)

Cuestin fundamental de la encuesta

El problema del conde Drcula para regre-


sar a su propio castillo.

974
Drcula

A) Debe ser transportado por alguien. Esto


es evidente, ya que si tuviese poder para trasla-
darse l solo como quisiera, podra hacerlo bien
como hombre, bien adoptando la forma de lobo,
murcilago o cualquier otro animal. Naturalmen-
te, teme que le descubran o le intercepten el cami-
no en el estado de impotencia en que se encuentra,
confinado en su cajn de madera, entre el amane-
cer y el ocaso.
B) Cmo deben transportarle. Aqu hay que
proceder por exclusin: por carretera, por tren p
por agua.
1. Por carretera: Hay infinidad de dificulta-
des; sobre todo, a la salida de cada ciudad:
a) porque hay gente; la gente es curiosa y
hace preguntas. Una alusin, una sospecha, una
duda sobre qu puede haber en la caja, podra
significar su destruccin;
b) hay, o puede haber aduaneros y consu-
meros;

975
Bram Stoker

c) sus perseguidores pueden seguirle el ras-


tro. Esta es su mayor preocupacin; y a fin de evi-
tar que le delate, ha rechazado cuanto ha podido a
su vctima: yo!
2. Por tren: No hay nadie que se encargue
del cajn. Podra haberse ocupado l de arreglarlo;
pero eso hubiera supuesto una demora, quiz fa-
tal, con los enemigos pisndole los talones. Es cier-
to que poda haber escapado por la noche; pero
adnde habra ido, en una ciudad extraa, sin un
refugio donde esconderse? No es se su propsito,
y no quiere arriesgarse.
3. Por agua: Aunque es el medio ms seguro
por una parte, por otra es el ms peligroso. Si em-
barca, est indefenso salvo por la noche; y aun en-
tonces, slo puede invocar la niebla, la tormenta,
la nieve y los lobos. Pero si naufragase, el agua se
lo tragara irremediablemente, y estara perdido.
Puede hacer que el barco toque tierra; pero si fue-

976
Drcula

se una tierra hostil, donde no tuviera libertad para


moverse, su situacin sera an ms desesperada.
Sabemos por mis informes que sigue nave-
gando; por tanto, debemos averiguar por qu
aguas.
Lo primero que hay que hacer es estudiar
qu ha hecho exactamente hasta ahora, porque
quiz esto arroje alguna luz sobre lo que har. Pa-
ra ello,
en primer lugar, debemos considerar lo que
hizo en Londres, como parte de su plan general de
accin, cuando se vio acosado y tuvo que salir del
paso como pudo;
en segundo lugar, debemos ver, hasta donde
nos es posible deducirlo con los datos que tene-
mos, lo que ha hecho aqu.
Respecto al primer punto, evidentemente, se
propona llegar a Galatz, y mand un albarn a
Varna para despistarnos, en caso de que descu-
brisemos por qu medio se haba marchado de

977
Bram Stoker

Inglaterra; su nico e inmediato objetivo entonces


era escapar. La prueba es la carta que envi a Im-
manuel Hildesheim dndole instrucciones para
que se hiciese cargo del cajn y lo desembarcase
antes de la salida del sol. Tambin estn las instruc-
ciones que dio a Petrof Skinsky. Esto ltimo es s-
lo una suposicin; pero debi de mandarle alguna
carta o mensaje, ya que Skinsky fue a recogerla de
Hildesheim.
Hasta ahora, sabemos que los planes le han
salido bien. El Czarina Catherine efectu un viaje
fenomenalmente rpido... Tanto, que lleg a desper-
tar sospechas en el capitn Donelson; pero su su-
persticin, unida a su avidez, favoreci los deseos
del Conde, y naveg con viento favorable y en-
vuelto en la niebla hasta el punto de entrar a cie-
gas en Galatz. Las medidas del Conde, como ha
quedado demostrado, estaban bien calculadas.
Hildesheim se hizo cargo del cajn, lo desembarc
y se lo pas a Skinsky. Skinsky se lo llev y..., aqu

978
Drcula

perdemos la pista. Lo nico que sabemos de l es


que est siendo transportado por agua, evitando
aduanas y arbitrios, si es que los hay.
Y llegamos a lo que el Conde debi de
hacer a su llegada a tierra... a Galatz.
El cajn fue entregado a Skinsky antes del
amanecer. Al salir el sol, el Conde pudo aparecer en
su propia forma. Aqu nos preguntamos, por qu
eligi a Skinsky para que le ayudase? El diario de
mi marido dice que Skinsky trataba con los eslo-
vacos que bajan por el ro a comerciar hasta el
puerto; por otro lado, el comentario del hombre de
que el asesinato ha sido obra de un eslovaco reve-
la el sentir general contra ellos. El Conde no quera
entrometimientos.
Mi teora es la siguiente: que el Conde de-
cidi en Londres regresar por agua a su castillo,
como la forma ms segura y secreta. Haba sido
sacado del castillo por los cngaros, quienes pro-
bablemente entregaron el cargamento a los eslo-

979
Bram Stoker

vacos, los cuales llevaron los cajones a Varna, ya


que fueron embarcados all con destino a Inglate-
rra. As, tuvo el Conde conocimiento de qu per-
sonas podan efectuar este servicio. Cuando el ca-
jn estuvo en tierra, tanto si fue antes de amanecer
como despus de ponerse el sol, sali del mismo,
fue a buscar a Skinsky y le dio instrucciones para
que lo transportase remontando algn ro. Hecho
esto, y comprobado que todo marchaba, borr sus
huellas, segn crea l, asesinando a su agente.
He examinado el mapa, y encuentro que los
ros por los que ms probablemente suben los es-
lovacos son el Pruth o el Sereth. He ledo en el es-
crito mecanografiado que en uno de mis trances o
vacas, agua corriente al nivel de mis odos y crujir
de madera. El Conde va en el cajn; as, pues, va
por un ro, en una embarcacin sin cubierta... im-
pulsada probablemente por remos o prtigas, ya
que las orillas estn cerca, y avanza contra corrien-

980
Drcula

te. Si navegase a favor de la corriente, no se oiran


esos ruidos.
Naturalmente, puede no ser el Sereth, ni el
Pruth; pero habr que comprobarlo. De estos dos,
el ms navegable es el Pruth; sin embargo, al Se-
reth se le une el Bistritza en Fundu, el cual llega
hasta el desfiladero de Borgo. La curva que des-
cribe pasa lo bastante cerca del castillo de Drcula
como para. llegar hasta all sin abandonar el ro.

DIARIO DE MINA HARKER


(Continuacin)

Cuando termin de leer, Jonathan me cogi


en sus brazos y me bes. Los dems me estrecha-
ron ambas manos, y el doctor Van Helsing dijo:

981
Bram Stoker

Nuestra querida madam Mina es una vez


ms nuestra maestra. Sus ojos vean mientras los
nuestros estaban ciegos. Ahora estamos de nuevo
sobre la pista; y esta vez podemos conseguir nues-
tro objetivo. Nuestro enemigo se encuentra en el
momento de mayor impotencia; y si caemos sobre
l de da, mientras est en el ro, habremos con-
cluido nuestra tarea. Nos lleva cierta delantera,
pero le es imposible darse prisa, ya que no puede
abandonar el cajn para que quienes le transpor-
tan no sospechen nada; porque si recelasen algo,
lo arrojaran inmediatamente al agua, donde pere-
cera. l lo sabe, y por eso no saldr. Ahora, seo-
res, iniciemos nuestro consejo de guerra; porque
hay que dilucidar ahora mismo lo que cada uno
debe hacer.
Yo tratar de conseguir una lancha de
vapor dijo lord Godalming.

982
Drcula

Y yo, caballos, para perseguirle por la ori-


lla, no sea que desembarque dijo el seor Mo-
rris.
Bien! dijo el profesor. Las dos cosas
me parecen acertadas. Debemos contar con fuerza,
si queremos vencer a la fuerza; los eslovacos son
robustos y violentos, y llevan 'armas brutales.
Los hombres sonrieron, pues entre todos
ellos llevan un pequeo arsenal. El seor Morris
coment
He trado algunos Winchester; son bas-
tante prcticos a la hora de enfrentarse a una mul-
titud, y adems puede que haya lobos. Recuerden
que el Conde ha tomado algunas precauciones,
imparti ciertas instrucciones a sus hombres que
la seora Harker no lleg a entender. Debemos
estar preparados en todos los sentidos.
El doctor Seward dijo:
Creo que es mejor que yo vaya con Quin-
cey. Estamos acostumbrados a cazar juntos, y bien

983
Bram Stoker

armados podemos hacer frente a lo que sea. No


debes ir solo, Art. Puede que tengas que enfrentarte
con los eslovacos, y una cuchillada fortuita (porque
no creo que esos individuos lleven armas de fue-
go) echara a rodar todos nuestros planes. Esta vez
no debemos dejar nada el azar; ni descansar hasta
separarle la cabeza del cuerpo al Conde y asegu-
rarnos de que no podr reencarnar.
Mir a Jonathan mientras hablaba, y Jonat-
han me mir a m. Pude ver que mi pobre esposo
sufra por dentro lo indecible. Naturalmente, que-
ra estar conmigo; pero el grupo de la embarcacin
seria el que con ms probabilidad destruira al...
al... al vampiro (no s por qu he vacilado en es-
cribir esta palabra) Permaneci en silencio un rato,
y durante este silencio dijo el doctor Van Helsing:
Amigo Jonathan, esta misin es suya por
dos razones. Primero, porque es usted joven, vale-
roso, capaz de luchar, y cuenta con todas las ener-
gas necesarias para el momento final; y, adems,

984
Drcula

porque tiene derecho a ser quien destruya al que


le ha ocasionado tanto sufrimiento. No tema por
madam Mina; ella estar bajo mi cuidado, si no
tiene inconveniente. Soy viejo. Mis piernas no tie-
nen la rapidez que tuvieron en otro tiempo, y no
estoy acostumbrado a cabalgar, ni a perseguir, ni a
manejar armas mortales. Pero puedo encargarme
de otro cometido: puedo luchar de otro modo, y
morir, si es preciso, como cualquier joven. Ahora,
permtame que le diga que se sera mi deseo;
mientras ustedes, milord Godalming y amigo Jo-
nathan, remontan el ro en esa rpida embarcacin
de vapor, y mientras John y Quincey rastrean la
orilla por si acaso desembarca, yo llevar a ma-
dam Mina directamente al corazn del territorio
enemigo. Mientras el viejo zorro est atado a su
cajn, navegando en aguas corrientes que le impi-
den huir a tierra (y sin 'atreverse a levantar la tapa
de su atad por temor a que los eslovacos, aterra-
dos le abandonen y le dejen perecer), nosotros se-

985
Bram Stoker

guiremos el itinerario que hizo Jonathan: de Bis-


tritz a Borgo; y una vez all, buscaremos el camino
al castillo de Drcula. Para ello, quiz me ayude el
poder hipntico de madam Mina (por otra parte
misterioso) en el primer amanecer que nos coja
cerca de ese lugar fatal. Hay cosas que hacer y lu-
gares que sentificar, hasta conseguir que desapa-
rezca ese nido de vboras.
Aqu Jonathan le interrumpi con calor:
Acaso pretende, profesor Van Helsing,
llevar a Mina, en la triste situacin en que se en-
cuentra, y contaminada por esa diablica enfer-
medad, a la misma boca de la trampa mortal? Por
nada del mundo! Ni por el cielo ni por el infierno!
Se qued sin habla un minuto, y luego prosi-
gui: Sabe lo que es ese lugar? Acaso ha visto
esa horrible e infame madriguera... bullendo de
formas espantosas que la luna ilumina, y en la que
cada mota de polvo que gira en el aire es embrin
de un monstruo devorador? Ha sentido los labios

986
Drcula

del vampiro en su garganta? Aqu se volvi


hacia m, clav los ojos en mi frente, alz los bra-
zos y exclam. Oh, Dios mo!, qu hemos
hecho para que haya cado este terror sobre noso-
tros?
Y se desplom en el sof en un acceso de
dolor. La voz clara y afable del profesor, con un
acento que pareca hacer vibrar el aire, nos tran-
quiliz:
Ah, amigo mo!, precisamente quiero ser
yo quien entre en ese lugar espantoso, para evitar
que madam Mina vaya a parar all. No consienta
Dios que yo la meta en tal lugar! All tengo que
hacer un trabajo, un trabajo de locura, que los ojos
de madam no deben ver. Todos los hombres que
estamos aqu, excepto Jonathan, hemos visto con
nuestros propios ojos qu es lo que hay que hacer
para que quede purificado el lugar. Recuerde que
estamos en una situacin terriblemente difcil. Si el
Conde se nos escapa esta vez (y es fuerte, ingenio-

987
Bram Stoker

so y astuto), quiz se le ocurra descansar durante


un siglo; y entonces, nuestra querida amiga el
profesor me cogi una mano ir a hacerle com-
paa al morir, y ser como aquellas otras que us-
ted vio, Jonathan. Usted nos ha descrito sus labios
voluptuosos y sus risas obscenas, al abalanzarse
sobre aquel saco que el Conde les arroj. Veo que
se estremece, y con razn. Perdone que le cause
todo este dolor, pero es necesario. Amigo mo,
acaso no estoy dispuesto a dar mi vida por esta
espantosa necesidad? Si alguien tiene que ir al cas-
tillo, y quedarse en l, he de ser yo, para hacerles
compaa.
Como usted quiera dijo Jonathan con
un sollozo que sacudi todo su ser. Estamos en
manos de Dios!

Ms tarde
Oh, cunto me anima ver cmo trabajan es-
tos hombres valerosos! Cunto les pueden ayudar

988
Drcula

las mujeres cuando son ellos tan honestos, since-


ros y esforzados! Tambin me ha hecho reflexio-
nar el maravilloso poder del dinero! Cunto pue-
de hacer cuando se utiliza adecuadamente, y qu
repercusiones tendra si se empleara de manera
indigna! Me siento profundamente agradecida
porque lord Godalming sea rico, y porque tanto l
como el seor Morris, que tambin tiene bastante
dinero, estn dispuestos a gastar sin reparos. Si no
hubiese sido as, nuestra pequea expedicin no
podra salir tan rpida, ni tan bien equipada como
saldr dentro de una hora. An no hace tres horas
que han acordado qu misin debe llevar a cabo
cada grupo, y ya han conseguido lord Godalming
y Jonathan una preciosa lancha de vapor, con la
caldera a toda presin, y presta para salir en cues-
tin de un momento. El doctor Seward y el seor
Morris tienen media docena de hermosos caballos,
bien aparejados. Todos estamos provistos de los
mapas y pertrechos necesarios de diversas clases.

989
Bram Stoker

El profesor Van Helsing y yo saldremos esta noche


en el tren de las 11.40 con destino a Veresti, donde
tendremos que conseguir un carruaje para conti-
nuar hasta el desfiladero de Borgo. Llevaremos
bastante dinero, ya que tendremos que comprar el
carruaje y los caballos. Lo conduciremos nosotros
porque no podemos confiar en nadie, en este
asunto. El profesor sabe un montn de lenguas, de
manera que no tendremos dificultades. Vamos a
llevar armas. Yo, un gran revlver; Jonathan no
estara tranquilo si no tuviera yo un arma, como
los dems. ''Ah!, pero hay una clase de arma que
no puedo llevar; la cicatriz de la frente me lo im-
pide. El querido doctor Van Helsing me consuela
dicindome que voy preparada por si aparecen
lobos; cada hora que pasa, el tiempo se vuelve
ms fro, y las rfagas de nieve van y vienen como
presagios.

Ms tarde

990
Drcula

He necesitado apelar a todo mi valor para


despedirme de mi querido esposo. Quiz no nos
volvamos a ver. Animo, Mina! El profesor te est
mirando fijamente; su mirada es una advertencia.
No es momento para las lgrimas...; a no ser que
Dios las haga brotar de alegra.

DIARIO DE JONATHAN HARKER

30 de octubre, por la noche

Escribo a la luz del fogn de la lancha; lord


Godalming estn encendindolo. Es un hombre
experto en este tipo de trabajo, ya que ha tenido
durante muchos aos una lancha propia en el T-
mesis, y otra en Norkfolk Broads. Respecto a nues-
tros planes, hemos llegado a la conclusin de que
las suposiciones de Mina son correctas, y que si el
Conde ha elegido un camino fluvial para regresar
a su castillo, se es el Sereth; y luego seguir por el

991
Bram Stoker

Bistritza desde el punto de su confluencia con el


anterior. Suponemos que el lugar elegido para
cruzar el territorio entre el ro y los Crpatos debe
de ser alrededor de los 47 grados de latitud Norte.
No nos da miedo seguir navegando a toda marcha
ro arriba de noche; el agua es profunda y las ribe-
ras estn bastante separadas, lo que hace la nave-
gacin cmoda, incluso en la oscuridad. Lord Go-
dalming me pide que duerma un rato, ya que con
uno que vigile es suficiente. Pero no puedo dor-
mir... Cmo podra hacerlo, con ese terrible peli-
gro cernindose sobre mi amor, que ahora va ca-
mino de semejante lugar...? Mi nico consuelo es
pensar que estamos en manos de Dios. Con esta fe
sera ms fcil morir que vivir, y olvidar as toda
preocupacin. El seor Morris y el doctor Seward
partieron a caballo antes de que nos pusiramos
nosotros en marcha; seguirn por la margen dere-
cha, aunque lo bastante apartados de la orilla co-
mo para alcanzar las elevaciones y poder divisar

992
Drcula

desde ellas extensos trechos de ro para evitar, sus


sinuosidades. En las primeras etapas les acompa-
arn dos hombres que se encargarn de los caba-
llos de repuesto cuatro en total, a fin de no
llamar la atencin. Cuando los despidan, que ser
al poco tiempo, sern ellos quienes cuiden de los
caballos. Quiz haga falta que unamos nuestras
fuerzas; si es as, podrn proporcionar cabalgadu-
ra a todo nuestro grupo. Una de las sillas tiene un
cuerno movible, y puede adaptarse fcilmente pa-
ra Mina, si fuese necesario.
Estamos metidos en una aventura insensa-
ta. Aqu, mientras navegamos a oscuras, y el fro
que sube del agua nos invade, y se oyen voces
misteriosas alrededor de nosotros, todo resulta
natural. Parece como si nos estuviramos aden-
trando en regiones desconocidas y caminos igno-
rados, en un mundo de tinieblas y de seres espan-
tosos. Godalming est cerrando la portezuela del
fogn...

993
Bram Stoker

31 de octubre

Seguimos avanzando. Ha amanecido, y


Godalming duerme. Yo estoy de guardia. La ma-
drugada es tremendamente fra; se agradece el ca-
lor de la caldera, aunque llevamos gruesos abrigos
de pieles. Hasta ahora hemos adelantado tan slo
a unas pocas embarcaciones pequeas, pero nin-
guna de ellas llevaba a bordo ningn cajn o em-
balaje del tamao de lo que buscamos. Sus tripu-
lantes se han asustado al enfocarles nosotros la
lmpara elctrica; han cado de rodillas y se han
puesto a rezar.

1 de noviembre, por la tarde

No ha habido novedad en todo el da; se-


guimos sin encontrar lo que buscamos. Ahora nos
hemos desviado por el Bistritza; si nos equivoca-

994
Drcula

mos en nuestras suposiciones, hemos perdido.


Vamos examinando todas las embarcaciones,
grandes y pequeas. Esta maana, una tripulacin
nos ha tomado por una lancha del gobierno, y nos
ha tratado de acuerdo con tal suposicin. Dado
que esto nos ha facilitado las cosas, al llegar a
Fundu donde el Bistritza confluye con el Se-
reth, hemos comprado una bandera rumana y la
hemos puesto en nuestra embarcacin, donde
ahora ondea ostentosamente. Desde que la lleva-
mos, en cada embarcacin que hemos registrado
ha dado resultado el engao: nos han tratado con
toda deferencia, y ni una sola vez nos han puesto
objeciones a cuanto hemos querido preguntar o
hacer. Algunos eslovacosnos han dicho que les
ha pasado una embarcacin grande, que iba a una
velocidad superior a la normal, y con doble tripu-
lacin a bordo. Esto ha sido antes de llegar a Fun-
du; de modo que no podan decir si dicha embar-
cacin se haba desviado por el Bistritza, o haba

995
Bram Stoker

seguido el curso del Sereth. En Fundu no hemos


podido averiguar nada sobre dicha embarcacin,
de modo que debi de pasar por all durante la
noche. Tengo mucho sueo; el fro se est apode-
rando de m, y mi cuerpo necesita descanso. Go-
dalming insiste en hacer l la primera guardia.
Que Dios le bendiga por todas sus bondades para
con la pobre Mina y conmigo.

2 de noviembre, por la maana

Es de da. Este buen camarada no ha queri-


do despertarme. Dice que habra sido pecado
hacerlo, al ver lo apaciblemente que dorma, olvi-
dado de todas mis angustias. Me parece tremen-
damente egosta por mi parte haber dormido tanto
y dejarle a l vigilando toda la noche; pero tiene
toda la razn. Esta maana me siento un hombre

996
Drcula

nuevo; y me encuentro sentado aqu, velando su


sueo. Me he encargado de todo lo necesario: el
funcionamiento del motor, la conduccin del ti-
mn y la vigilancia. Siento que me vuelven las
fuerzas y la energa. Me pregunto dnde estarn
ahora Mina y Van Helsing. Deben de haber llega-
do a Veresti hacia el medioda del mircoles. Tar-
darn en conseguir un carruaje y caballos; pero si
han salido pronto y han ido deprisa, ahora estarn
cerca del desfiladero de Borgo. Que Dios les gue
y les ayude! Me da miedo pensar en lo que pueda
pasarles. Ojal pudiramos ir ms deprisa! ; pero
es imposible; el motor palpita y da de s todo lo
que puede. No s cmo les ir al doctor Seward y
al seor Morris. Parece que hay un sinfn de ria-
chuelos que descienden de las montaas y desem-
bocan en el ro; pero como no son excesivamente
anchos de momento al menos, aunque en in-
vierno, o cuando la nieve se derrite, deben de ser
peligrosos, quiz los jinetes no hayan encontra-

997
Bram Stoker

do demasiados obstculos. Confo en que les vea-


mos antes de llegar a Strasba; porque si para en-
tonces no hemos dado alcance al Conde, ser pre-
ciso deliberar sobre qu haremos.

DIARIO DEL DOCTOR SEWARD

2 de noviembre

Llevamos tres das de marcha. Seguimos


sin novedad, y sin tiempo para escribir en caso de
que la haya; porque cada minuto es precioso. Slo
nos hemos tomado el descanso necesario para ali-
viar a los caballos; en cuanto a nosotros dos, va-
mos aguantando bastante bien. Nos estn siendo
muy tiles nuestras pasadas aventuras. Hay que
seguir; no estaremos tranquilos hasta que volva-
mos a ver la lancha.

3 de noviembre

998
Drcula

En Fundu nos han dicho que la lancha ha


seguido por el Bistritza. Quisiera que no hiciese
tanto fro. Se observan signos de una inminente
nevada; si nieva mucho tendremos que detener-
nos. Y en ese caso tendramos que procurarnos un
trineo para seguir al estilo ruso.

4 de noviembre

Hoy hemos sabido que la lancha ha sufrido


una avera al tratar de remontar un rpido. Los
botes eslovacos son capaces de pasarlos sin difi-
cultad con ayuda de cuerdas y con pericia. Algu-
nos los haban remontado unas horas antes. Go-
dalming es un entendido en mecnica, y ha sido l
quien la ha reparado. Por ltimo, han conseguido
subir los rpidos sin percances, ayudados por las
gentes de aqu, y han reanudado la persecucin.
Parece ser que la embarcacin no ha quedado bien
despus del accidente; los campesinos nos han di-

999
Bram Stoker

cho que al llegar otra vez a aguas tranquilas se les


iba parando de cuando en cuando, hasta que les
perdieron de vista. Debemos marchar ms deprisa
que nunca; puede que no tarden en necesitar nues-
tra ayuda.

DIARIO DE MINA HARKER

31 de octubre

Llegamos a Veresti a medioda. El profesor


dice que esta maana ha conseguido hipnotizarme
a duras penas, y que todo lo que he dicho es: Os-
curidad y silencio Ahora ha ido a comprar un ca-
rruaje y caballos. Dice que ms adelante intentar
comprar caballos de repuesto, a fin de cambiarlos
por el camino. Nos quedan algo ms de setenta
millas. El paisaje es precioso y de lo ms interesan-
te; cmo disfrutara admirando todo esto si vini-
ramos en otras condiciones!

1000
Drcula

Qu maravilla, si lo estuvisemos reco-


rriendo Jonathan y yo solos! Detenernos a hablar
con la gente, conocer algo de sus formas de vida, y
llenar nuestro espritu y nuestra memoria con to-
do el color y el pintoresquismo de este pas mara-
villoso y agreste, y de esta extraa gente! Pero
ay...!

Ms tarde
El doctor Van Helsing ha regresado. Por fin
ha conseguido el carruaje y los caballos, comere-
mos algo y saldremos dentro de una hora. La
duea de la posada est preparando una cesta
enorme de provisiones; hay comida para un regi-
miento de soldados. El profesor la alienta, y me
dice en voz baja que quiz pase una semana antes
de que volvamos a conseguir comida. Ha ido de
compras, tambin, y ha enviado a la posada un
maravilloso lote de abrigos de pieles, mantas y to-

1001
Bram Stoker

da clase de prendas de abrigo. No habr peligro


de que pasemos fro.

***

Salimos dentro de unos momentos. Me da


miedo pensar en lo que pueda ocurrirnos. Verda-
deramente, estamos en manos de Dios. Slo l sa-
be qu suceder, y le pido con todas las fuerzas de
mi humilde y afligido corazn que vele por mi
amado esposo; que, pase lo que pase, Jonathan
llegue a saber que le he querido y honrado ms de
lo que soy capaz de expresar, y que mi ltimo y
ms profundo pensamiento ser siempre para l.

1002
CAPITULO XXVII

DIARIO DE MINA HARKER

1 de noviembre

Hemos viajado todo el da, y a buena mar-


cha. Los caballos parecen darse cuenta de que se
les trata con dulzura, porque no necesitamos fus-
tigarlos. Los hemos cambiado tantas veces, y
hemos encontrado tan buena disposicin en todas
partes, que eso nos anima a pensar que va a ser un
viaje cmodo. El doctor Van Helsing da pocas ex-
plicaciones: dice a los campesinos que tiene prisa
por llegar a Bistritz, y les paga bien el cambio de
caballos. Tomamos sopa caliente, caf o t; es una
regin maravillosa; est llena de bellezas de todas
las clases imaginables, y la gente es generosa, fuer-
Bram Stoker

te y sencilla, y parece dotada de buenas cualida-


des. Todos son muy, muy supersticiosos. En la
primera casa en que hemos parado, cuando la mu-
jer que nos serva vio la cicatriz que tengo en la
frente, se santigu y cruz dos dedos hacia m, pa-
ra librarse del mal de ojo. Creo que se tom la mo-
lestia de ponernos doble cantidad de ajo en nues-
tra comida; y el caso es que no puedo soportar el
ajo. Desde entonces, he tomado la precaucin de
no quitarme el sombrero o el velo; as evito levan-
tar sospechas. Viajamos deprisa; y como no lleva-
mos cochero que ande contando chismes, nos ade-
lantamos al escndalo; pero quiz ese miedo al
mal de ojo nos siga durante todo el camino. El
profesor parece infatigable; no ha descansado en
todo el da, aunque me ha dejado dormir bastante
tiempo. Me ha hipnotizado a la hora del ocaso, y
dice que he contestado lo de costumbre: Oscuri-
dad, chocar de agua, y crujidos de madera; as que
nuestro enemigo sigue an ro arriba. Me da mie-

1004
Drcula

do pensar en Jonathan; pero en cierto modo, ahora


no temo por l ni por m. Escribo esto mientras es-
peramos a que nos preparen los caballos en una
granja. El doctor Van Helsing duerme. Pobrecillo;
parece gastado, envejecido, gris; pero tiene la boca
firme y apretada como la de un conquistador; in-
cluso en sueos posee instinto de resolucin.
Cuando reanudemos el viaje har que descanse
mientras conduzco yo. Le dir que an ros que-
dan dos das, y que puede vencerle el cansancio
cuando ms falta le hagan las fuerzas... Ya est to-
do preparado; nos vamos dentro de un momento.

2 de noviembre, por la maana

Consegu convencerle, y nos turnamos toda


la noche en las riendas; ahora tenemos el da por
delante, luminoso, aunque fro. Noto una pesadez
extraa en el aire...; digo pesadez a falta de otra
palabra mejor; me refiero a que nos produce una

1005
Bram Stoker

especie de opresin. Hace mucho fro; menos mal


que con nuestra ropa de pieles vamos abrigados.
El doctor Van Helsing me ha hipnotizado a la sa-
lida del sol; dice que he contestado
Oscuridad, crujidos de madera, fragor de
agua; lo que indica que el agua est cambiando a
medida que suben. Espero que mi querido esposo
no corra peligro... ms de lo necesario; pero esta-
mos en manos de Dios.

2 de noviembre, por la noche

Hemos viajado todo el da. El paisaje se en-


sancha cada vez ms a medida que avanzamos, y
los grandes espolones de los Crpatos que en Ve-
resti veamos tan lejanos y tan bajos en el horizon-
te, ahora parecen rodearnos y elevarse ante noso-
tros como una barrera. Los dos nos sentimos ani-
mados; creo que nos esforzamos en darnos aliento
mutuamente. El doctor Van Helsing dice que lle-

1006
Drcula

garemos al desfiladero de Borgo por la maana.


Las granjas escasean por aqu; el profesor dice que
tendremos que seguir con los ltimos caballos que
hemos conseguido, ya que no hay posibilidad de
cambiarlos. Adems de los de refresco hemos en-
ganchado otros dos, de modo que ahora llevamos
un tiro de cuatro. Los pobres animales son pacien-
tes y buenos, y no nos causan ningn problema. Y
dado que somos los nicos viajeros, puedo llevar
las riendas incluso yo. Llegaremos al desfiladero
de Borgo al amanecer; no queremos llegar antes.
As que iremos sin prisas y nos tomaremos los dos
un buen descanso, primero uno y luego el otro.
Ah!, qu pasar maana? Vamos en busca del
lugar donde sufri mi pobre marido. Que Dios nos
gue derechamente hasta all, y que se digne velar
por Jonathan y los que nos son queridos y se en-
cuentran en tan grave peligro. En cuanto a m, no
soy digna de Su atencin. Ay! Estoy impura ante
sus ojos, y lo seguir estando mientras no me

1007
Bram Stoker

permita comparecer ante Su presencia como un


ser que no ha incurrido en Su ira.

NOTA DE ABRAHAM VAN HELSING

4 de noviembre

Anoto esto para mi fiel y viejo amigo el


doctor John Seward, de Purfleet, por si no nos
vemos ms. Quiz le sirva de explicacin. Es por
la maana, y escribo junto a una hoguera que he
mantenido encendida toda la noche con ayuda de
madam Mina. Hace fro, mucho fro; tanto, que el
cielo se nota pesado, gris, cargado de nieve; cuan-
do sta caiga, se asentar para todo el invierno;
porque el suelo se est endureciendo para recibir-
la. Me parece que esto ha afectado a madam Mina;
siente tal embotamiento de cabeza que no parece
la misma. Duerme y duerme y duerme! Ella, que
sola estar tan alerta, no ha hecho literalmente na-

1008
Drcula

da en todo el da; incluso ha perdido el apetito. No


ha escrito en su pequeo diario, cuando antes to-
maba notas con tanta asiduidad cada vez que nos
detenamos. Algo me dice que no marcha todo
bien. Sin embargo, esta noche la encuentro ms
vive. El largo sueo que ha dormido todo el da la
ha descansado y animado, y ahora se muestra ms
dulce y animada que nunca. He intentado hipno-
tizarla en el momento de la puesta del sol; pero sin
resultado; su receptividad ha ido disminuyendo
cada vez ms, y esta noche me ha sido completa-
mente imposible someterla al sueo hipntico.
Bueno, hgase la voluntad de Dios..., ocurra lo
que ocurra y adondequiera que nos lleve!
Ahora abordemos lo meramente histrico,
puesto que madam Mina no escribe ya con su m-
quina, debo ser yo quien lo haga a mi manera an-
ticuada y trabajosa, a fin de que no quede sin con-
signar nada de lo que nos sucede cada da.

1009
Bram Stoker

Ayer, poco despus de que saliese el sol,


llegamos al desfiladero de Borgo. Cuando estaba a
punto de salir, me prepar para la sesin de hip-
notismo. Detuvimos el carruaje y bajamos a fin de
que nada nos turbase. Puse en el suelo unas man-
tas de pieles, y madam Mina se tendi y se sumi
en su sueo hipntico como de costumbre, aunque
ms lentamente y durante un perodo ms breve
que otras veces. Su respuesta fue la de siempre:
Oscuridad y aguas turbulentas. Luego se des-
pert, animosa y de buen humor; proseguimos el
viaje, y no tardamos en llegar al desfiladero. En
ese momento y lugar empieza a dar muestras de
una ardorosa impaciencia. Y una nueva fuerza se
manifiesta en ella; porque seala un camino, y di-
ce:
Por ah.
Cmo lo sabe? pregunto yo.

1010
Drcula

Lo s contesta, y tras una pausa, aa-


de: Acaso no ha pasado por ah mi marido, y
no habla de ese camino en su diario?
Al principio me parece extrao, pero no
tardo en observar que no hay otra carretera se-
cundaria. Se la ve muy poco utilizada, y muy dis-
tinta de la que va de Bukovina a Bistritz, que es
ms ancha y firme y est ms transitada.
As que descendemos por ella; y cuando
aparecen otros caminos no siempre tenemos la
seguridad de que lo sean, porque estn descuida-
dos y cubiertos por la ligera capa de nieve que ha
cado, slo los caballos saben por dnde seguir.
Les doy rienda, y siguen avanzando, pacientes.
Poco despus, vemos aparecer ante nosotros todos
los detalles que Jonathan describe en su maravi-
lloso diario. Seguimos durante horas por el cami-
no. Al principio, le digo a madam Mina que
duerma; se echa y consigue coger el sueo. Va
durmiendo todo el camino; por ltimo, empiezo a

1011
Bram Stoker

sentir cierto temor, y trato de despertarla. Pero si-


gue durmiendo, y no lo consigo por mucho que lo
intento. No quiero insistir, no sea que eso le per-
judique; ha sufrido mucho, y dormir a veces, vital
para ella. Creo que yo tambin me adormilo un
poco, porque de repente me siento culpable, como
si hubiera hecho algo malo; descubro que estoy de
pie, con las riendas en la mano, mientras los bue-
nos caballos caminan, tras, tras, como de costum-
bre. Me vuelvo, y veo que madam Mina sigue
durmiendo. Ya no falta mucho para el ocaso, y el
sol derrama sobre la nieve un caudal de luz amari-
llenta, de suerte que proyectamos una sombra lar-
ga que llega hasta el pie de la enhiesta montaa.
Porque vamos subiendo y subiendo, y todo es es-
carpado y rocoso, como si se tratara de los bordes
del mundo.
A continuacin despierto a madam Mina.
Esta vez se despabila sin dificultad, y trato de su-
mirla en el sueo hipntico. Pero no hay manera;

1012
Drcula

no acusa en absoluto mi magnetismo. Insisto una


y otra vez, hasta que nos damos cuenta de repente
de que est oscuro; miro a mi alrededor, y observo
que el sol se ha puesto. Madam Mina se echa a re-
r, y me vuelvo a mirarla. Ahora est completa-
mente despierta; desde la noche de Carfax, en que
entramos por primera vez en la casa del Conde, no
la haba visto con tan buen aspecto. Me quedo
desconcertado y algo inquieto; pero la encuentro
tan animada y tierna y preocupada por m, que
desecho todo temor. Enciendo una hoguera, ya
que nos hemos trado una provisin de lea, y ella
prepara algo de cenar mientras yo desaparejo los
caballos, los pongo al resguardo, los ato y les doy
de comer. Luego, cuando regreso junto a la hogue-
ra, encuentro la cena dispuesta. Voy a servirle a
ella, pero sonre y me dice que ya ha cenado; que
tena tanta hambre que no me ha esperado. No me
tranquiliza su explicacin y me asaltan graves du-
das; pero temo asustarla, no le digo nada. Me sirve

1013
Bram Stoker

ella y ceno solo; luego nos envolvemos en las man-


tas, nos tumbamos junto al fuego y le digo que
duerma mientras yo velo. Poco despus me olvido
de mi guardia; y cuando de repente me acuerdo
de que estoy de vigilancia, la descubro echada
tranquilamente, pero despierta, y mirndome con
sus ojos relucientes. Esto ocurre una o dos veces
ms, y por ltimo me quedo completamente dor-
mido, hasta poco antes del amanecer. Al desper-
tarme, trato de hipnotizarla; pero ay!; aunque ella
cierra los ojos, obediente, no consigue dormirse. El
sol se eleva ms y ms y ms; y el sueo le llega
demasiado tarde; aunque tan pesado, que no se
despierta. Tengo que cogerla en brazos y subirla al
carruaje dormida, una vez enganchados los caba-
llos y recogido todo, para proseguir la marcha.
Madam sigue durmiendo y durmiendo; dormida
tiene un aspecto ms saludable y sonrosado que
despierta. Y eso no me gusta. Tengo miedo, mie-
do, miedo...! Tengo miedo de todo..., hasta de

1014
Drcula

pensar; pero debo seguir adelante; est en juego la


vida y la muerte, y ms an; as que no debemos
retroceder.

5 de noviembre, por la maana

Lo anotar todo con exactitud, porque aun-


que usted y yo hemos visto cosas extraas, puede
llegar a pensar que yo, Van Helsing, estoy loco; y
que los mltiples horrores y la prolongada tensin
de nervios me han transtornado finalmente el jui-
cio.
Ayer viajamos todo el da, acercndonos
cada vez ms a las montaas, y adentrndonos en
una regin salvaje y desolada. Hay grandes y
amenazadores precipicios, y muchas cascadas; y la
Naturaleza pareca celebrar a veces un carnaval.
Entretanto, madam Mina segua durmiendo y
durmiendo; y aunque yo sent hambre y com, no
la pude despertar..., ni siquiera para que comiese.

1015
Bram Stoker

Empec a temer que el fatal maleficio del lugar


estuviese influyendo en ella, dado que estaba con-
taminada por el bautismo del vampiro. Bien
me dije, si ella duerme de da, ser mejor que yo
no lo haga de noche. Como bamos por un cami-
no pedregoso, porque es una calzada antigua, de-
fectuosa, inclin la cabeza y me dorm. Nueva-
mente me despert con sensacin de culpa, y de
que haba transcurrido mucho tiempo; encontr a
madam Mina dormida todava, y el sol muy bajo.
Pero todo haba cambiado; las amenazadoras
montaas parecan lejanas, y nos acercbamos a lo
alto de una empinada cuesta, en cuya cima se al-
zaba un castillo como el que Jonathan describe en
su diario. Me alegr, y al mismo tiempo sent mie-
do; porque ahora para bien o para mal, estbamos
cerca del fin: Despert a madam Mina, y nueva-
mente trat de hipnotizarla, aunque sin conseguir-
lo, hasta que fue demasiado tarde. Entonces, antes
de que nos cayese la noche encima porque aun

1016
Drcula

despus de ponerse el sol, el cielo reflejaba su luz


sobre la nieve y durante un rato se demor el in-
menso crepsculo, desenganch los caballos, les
di de comer, y los resguard lo ms posible. A
continuacin encend una hoguera; hice que ma-
dam Mina ahora despierta y ms encantadora que
nunca, se sentara cmodamente entre las mantas.
Prepar comida, pero ella no consinti en comer,
diciendo simplemente que no tena hambre. No le
insist, porque saba que no servira de nada. Pero
yo s com, porque ahora deba reponer fuerzas.
Luego, temiendo que pudiese ocurrir algo, trac
un crculo amplio alrededor de madam Mina, y
pas sobre l una hostia al tiempo que la iba des-
haciendo en trocitos muy pequeos. Ella sigui
sentada durante un rato, inmvil..., tan inmvil
que pareca muerta; y se fue poniendo blanca, ca-
da vez ms blanca, hasta que se le qued la cara
como la nieve; aunque sigui callada. Pero cuando
me acerqu, se agarr a m y not que la pobre

1017
Bram Stoker

criatura temblaba de pies a cabeza de una forma


que daba lstima. Cuando la not algo ms cal-
mada, le dije:
No quiere acercarse al fuego?
Porque quera probar qu poda hacer. Se
levant obediente; pero cuando iba a dar un paso,
se detuvo y se qued como paralizada.
Por qu no sigue? pregunt. Ella me-
ne la cabeza, retrocedi y volvi a sentarse en su
sitio. Luego me mir con los ojos muy abiertos,
como el que acaba de despertarse, y dijo simple-
mente:
No puedo! Y se qued callada.
Me alegr, porque saba que lo que ella no
poda hacer, no podra hacerlo tampoco ninguno
de aquellos seres a los que tanto temamos. Aun-
que su cuerpo peligraba, su alma estaba a salvo!
Poco despus, los caballos se pusieron a re-
linchar y a sacudir los ronzales, hasta que me
acerqu y los tranquilic. Cuando sintieron mis

1018
Drcula

manos sobre ellos, resollaron mansamente, como


de alegra, me lamieron las manos y se quedaron
quietos durante un rato. Tuve que acariciarlos
muchas veces a 10 largo de la noche, hasta que
lleg esa hora fra en que toda la Naturaleza se en-
cuentra en su grado vital ms bajo; y cada vez, mi
presencia les tranquiliz. En esa hora fra el fuego
empez a apagarse, y me dispuse a echar lea;
porque ahora la nieve caa a rfagas, y con ella
empezaba a extenderse una niebla fra. Incluso en
la oscuridad haba cierta luz, cosa que suele ocu-
rrir cuando el suelo se cubre de nieve; y pareca
como si los remolinos de nieve y los flecos de nie-
bla adoptasen figuras de mujeres con largos vesti-
dos. Todo estaba inmerso en un silencio siniestro y
mortal; slo los caballos relinchaban y retrocedan,
presos de un indecible terror. Empec a sentir
miedo..., mucho miedo; pero a continuacin me
invadi una sensacin de seguridad, dentro del
crculo donde me encontraba. Empec a pensar

1019
Bram Stoker

tambin que eran figuraciones debidas a la noche,


a la oscuridad, a las tribulaciones sufridas y a toda
esta terrible ansiedad. Era como si las imgenes
que yo me haba forjado de la espantosa experien-
cia de Jonathan me estuviesen seduciendo; porque
la nieve y la niebla empezaban a girar en remoli-
nos, hasta el punto de que me pareci percibir fu-
gazmente las vagas siluetas de aquellas mujeres
que le besaron. Y en ese momento, los caballos se
acobardaron, y gimieron aterrados como gimen de
dolor los hombres. Pero la locura del miedo no se
apoder de ellos hasta el extremo de escaparse.
Tem por madam Mina cuando vi que estas figu-
ras espectrales la rodeaban. La observ, pero se-
gua sentada tranquilamente, y me sonri; quise
acercarme a la hoguera para echar ms lea, pero
ella me cogi y me retuvo, susurrndome muy ba-
jo, tan bajo que pareca esas voces que omos en
sueos:
No! No! No salga; aqu est seguro!

1020
Drcula

Me volv hacia ella; y mirndola a los ojos,


dije:
Pero, y usted? Por quien temo es por
usted!
A lo cual se ech a rer, con una risa dbil,
irreal, y exclam:
Teme por m! Por qu por m? No hay
en el mundo nadie ms a salvo de ellas que yo.
Y mientras me preguntaba perplejo, qu
querran decir sus palabras, una rfaga de aire
hizo saltar las llamas y vi la cicatriz roja de su
frente. Ah!; entonces comprend. Pero si no me
hubiese dado cuenta en ese instante, lo habra
hecho poco despus; porque las figuras a las que
los remolinos de niebla y de nieve prestaban una
vaga consistencia se fueron acercando ms y ms,
aunque permanecieron fuera del crculo sagrado.
Entonces empezaron a materializarse, hasta que
si Dios no me ha privado del juicio, porque lo vi
con mis propios ojos surgieron ante m en carne

1021
Bram Stoker

y hueso, las mismas tres mujeres que Jonathan


viera en la habitacin, cuando se acercaron a be-
sarle el cuello. Reconoc sus formas redondas y
ondulantes, sus ojos relucientes y duros, sus dien-
tes blancos, su color sonrosado, sus labios volup-
tuosos. Sonrieron a la pobre madam Mina; y
haciendo sonar sus risas en el silencio de la noche,
entrelazaron sus brazos y, sealndola, dijeron
con esas voces dulces y estremecidas a las que Jo-
nathan haba atribuido la insoportable dulzura
musical de los vasos de agua:
Ven, hermana. Ven con nosotras. Ven!
Ven!
Me volv hacia la pobre madam Mina con
temor y mi corazn salt de alegra como las lla-
mas; porque el terror de sus dulces ojos, su repug-
nancia y horror transmitieron a mi corazn un
mensaje de esperanza. Gracias a Dios, todava no
era una de ellas. Cog un tizn que tena cerca y,
alzando un trozo de hostia, avanc con ambas co-

1022
Drcula

sas hacia el fuego. Retrocedieron ante m, riendo


de una forma baja y horrible. Ech un poco de lea
al fuego sin miedo; porque saba que estbamos a
salvo dentro de nuestro crculo protector. No po-
dan acercarse a m mientras estuviese armado de
este modo, ni a madam Mina mientras permane-
ciese dentro del crculo, que ella no poda abando-
nar ni las otras trasponer. Los caballos haban de-
jado de gemir y estaban inmviles en el suelo; la
nieve caa sobre ellos blandamente y los iba cu-
briendo de blanco. Comprend que el terror haba
terminado para las pobres bestias.
As estuvimos, hasta que el rojo del amane-
cer empez a invadir el gris de la nieve. Yo me
senta triste, asustado, lleno de afliccin y de te-
rror; pero cuando ese hermoso sol empez a ele-
varse en el horizonte, me volvi la vida nueva-
mente. Con las primeras claridades, las horrendas
figuras se haban disuelto en un remolino de nie-

1023
Bram Stoker

bla y de nieve; las hebras de oscura bruma se ale-


jaron hacia el castillo y desaparecieron.
Instintivamente, al ver que amaneca, me
volv hacia madam Mina dispuesto a hipnotizarla;
pero la encontr sumida en un sueo profundo y
repentino del que no me fue posible sacarla. Trat
de hipnotizarla a travs del sueo, pero no dio
ninguna respuesta; absolutamente ninguna. Y en-
tretanto sali el sol. No me atrevo a moverme. He
reanimado el fuego y he ido a ver los caballos; es-
tn muertos. Hoy tengo mucho que hacer aqu.
Esperar a que el sol est alto; porque quiz me
toque visitar sitios en los que la luz del sol sea ga-
ranta de seguridad para m, aunque estn oscure-
cidos por la nieve y la niebla.
Repondr fuerzas con un buen desayuno y
luego acometer mi terrible empresa. Madam Mi-
na sigue durmiendo an; gracias a Dios, su sueo
es tranquilo...

1024
Drcula

DIARIO DE JONATHAN HARKER

4 de noviembre, por la tarde

El accidente de la lancha ha sido una des-


gracia terrible para nosotros. Si no llega a ser por
eso, ya habramos dado alcance a la embarcacin
del Conde hace tiempo, y a estas horas mi querida
Mina estara libre. Me da miedo pensar en ella,
con tantos lobos merodeando por ese espantoso
lugar. Hemos conseguido caballos, y seguimos
tras l. Escribo esto mientras Godalming se prepa-
ra. Vamos armados. Que se preparen los zngaros,
si intentan oponer resistencia. Ah, ojal estuvie-
ran Morris y Seward aqu, con nosotros! Slo nos
queda esperar! Adis, Mina, si no vuelvo a escri-
bir ms! Que Dios te bendiga y vele por ti!

1025
Bram Stoker

DIARIO DEL DOCTOR SEWARD

5 de noviembre, por la tarde

Al amanecer divisamos a los zngaros que


se alejaban del ro a toda prisa, con su carreta.
Iban todos agrupados alrededor de ella, y corran
como si se supieran perseguidos. Est cayendo
una ligera nevada y reina una extraa tensin en
el aire. Puede que se deba a nuestro propio estado
de nimo; pero es una excitacin muy extraa. Oi-
go a lo lejos el aullido de los lobos; la nieve los
hace bajar de las montaas, y representan un peli-
gro que puede caer sobre nosotros desde cualquier
punto. Los caballos estn casi listos. Nos pondre-
mos en marcha en seguida. Cabalgaremos hacia la
muerte. Pero slo Dios sabe de quin; y dnde,
cmo o cundo sobrevendr...

1026
Drcula

NOTA DEL DOCTOR VAN HELSING

5 de noviembre, por la tarde

Al menos estoy en mi sano juicio. Gracias,


Dios mo, por esa merced; aunque la prueba ha
sido espantosa. Dej a madam Mina dormida de-
ntro del crculo sagrado, y me dirig al castillo. El
martillo de herrero que he trado en el coche desde
Veresti me ha sido til; aun que estaban todas las
puertas abiertas, he inutilizado sus goznes
herrumbrosos, no fuera que por mala intencin 'o
por mala suerte, se cerraran estando yo dentro y
no me fuera posible salir. No olvido la amarga ex-
periencia de Jonathan. Gracias a lo que recordaba
de su diario, encontr el camino de la vieja capilla,
donde saba que me esperaba trabajo. El ambiente
era opresivo; pareca como si en ella hubiese ema-
naciones de vapores sulfurosos, y me produca
mareo. De pronto no supe muy bien si me zumba-

1027
Bram Stoker

ban los odos o era el aullido de los lobos en la le-


jana. Pens en mi querida madam Mina y me sen-
t en una terrible situacin. El dilema me haba co-
gido entre la espada y la pared. No haba querido
llevarla al castillo, a fin de que permaneciese en el
crculo sagrado, a salvo del vampiro; pero ahora
estara a merced de los lobos! Sin embargo decid
que mi misin estaba aqu; caeramos ante los lo-
bos, si sa era la voluntad de Dios. En todo caso,
tan slo se trataba de la muerte, y despus la 'li-
bertad. Tena que decidir por ella. De haber tenido
que decidir slo por m, me habra resultado todo
ms sencillo: las fauces del lobo son mejor lugar
de descanso que la tumba del vampiro! Y tras
haber tomado esta determinacin; prosegu mi ta-
rea.
Saba que tena que haber al menos tres se-
pulturas...; sepulturas habitadas. Busqu y bus-
qu, y encontr a una de las mujeres. Dorma su
sueo de vampiro, tan llena de vida y de volup-

1028
Drcula

tuosa belleza, que me estremec como si fuese a


cometer un asesinato. Ah!, no me cabe duda de
que en los tiempos pasados, en que sucedan estas
cosas, en una situacin como la ma a muchos
hombres les fallara el valor en el ltimo momen-
to, y los nervios despus. Se demoraban y se de-
moraban, hasta que la mera belleza y fascinacin
de la sensual No muerta les hipnotizaba; y se que-
daban contemplndola tiempo y tiempo, hasta
que llegaba el crepsculo y despertaba el vampiro.
Entonces los ojos de la hermosa se abran llenos de
amor y les ofreca su boca voluptuosa para que se
la besasen..., y el hombre es dbil. Y se converta
en una vctima ms para la grey del vampiro; una
ms que iba a engrosar las filas tenebrosas y
horrendas de los No muertos...!
Efectivamente, haba en esa mujer cierta
fascinacin, ya que me sent conmovido en pre-
sencia de ella, incluso tendida como estaba en esa
tumba gastada por el tiempo y cubierta de polvo

1029
Bram Stoker

secular; pero reinaba un hedor espantoso, como el


que notamos en los refugios del Conde. S, me
sent cautivado yo, Van Helsing, con toda mi
resolucin y todos mis motivos para odiarla, me
sent conmovido, y un deseo irresistible de demo-
rar mi accin paralizaba mis facultades y me en-
torpeca el alma. Puede que fuera la natural nece-
sidad de dormir y la extraa opresin del aire que
empezaban a vencerme. Lo cierto es que me esta-
ba invadiendo un sopor, una somnolencia como la
del que s rinde a una dulce fascinacin, cuando
de pronto, en el aire acolchado por la nieve, me
lleg un largo, apagado gemido, tan lastimero y
lleno de afliccin, que me despert como un toque
de clarines. Porque era la voz de mi querida ma-
dam Mina.
Nuevamente hice acopio de valor, dispues-
to a abordar mi horrible empresa; segu derriban-
do las losas que cubran los sepulcros, y encontr a
otra de las hermanas; la otra morena. No me atrev

1030
Drcula

a detenerme a contemplarla como a la primera,


por temor a sentir de nuevo el mismo hechizo; y
segu buscando hasta que, poco despus, encontr
en un sepulcro alto y suntuoso, como dedicado a
una persona muy querida, a la hermana rubia a la
cual, como Jonathan, haba visto materializarse
por medio de los tomos de niebla. Era una visin
tan delicada, tan esplndidamente hermosa, tan
exquisitamente sensual, que el mismo instinto de
hombre que hay en m, y que llama a los de mi
sexo a amar y proteger a las del suyo, hizo que mi
cabeza girase, transportada por esta nueva emo-
cin. Pero gracias
Dios, el hondo gemido de mi querida ma-
dam Mina no haba muerto an en mis odos; y
antes de que el hechizo me dominara por comple-
to, me obligu a emprender mi insensata labor.
Haba buscado en todos los sepulcros de la capilla;
y como slo haban acudido a nosotros, durante la
noche, estos tres fantasmas

1031
Bram Stoker

No muertos, supuse que no existan ms


No muertos en el lugar. Haba un sepulcro ms
grande y suntuoso que el resto; era enorme, de
nobles proporciones. Slo ostentaba un nombre

DRCULA

Este era, pues, el hogar del Vampiro Rey, a


quien se deba que lo fuesen tantos otros. El hecho
de que estuviera vaco proclamaba con toda elo-
cuencia lo que ya sabamos. Antes de devolverles
a estas mujeres su identidad mortal con mi horri-
ble trabajo, dej en el lecho de Drcula fragmentos
de hostia, desterrndole de l, como No muerto,
para siempre.
A continuacin empec el pavoroso trabajo
que tanto tema. Si se hubiese tratado de interve-
nir slo un cuerpo, habra sido relativamente fcil.
Pero tres! Repetir otras dos veces la horrenda ac-
cin que acababa de ejecutar!; porque si haba sido

1032
Drcula

terrible en el caso de la dulce seorita Lucy, qu


no sera en el de estas extraas que sobrevivan
desde hace siglos, se haban fortalecido con el pa-
so de los aos, y lucharan cuanto les fuera posible
por defender sus sucias vidas...?
Ah, amigo John!, ha sido un trabajo de car-
nicero. Si no me hubiese empujado el pensar en
otras muertes y en la vida sobre la que penda esta
espantosa amenaza, no habra tenido fuerzas para
seguir. An estoy temblando; aunque, gracias a
Dios, mis nervios se han mantenido firmes hasta el
final. Si no hubiese visto en el descanso del primer
semblante, en la alegra que cruz fugazmente por
l un momento antes de sobrevenirle la disolucin
final, un testimonio de que el alma haba triunfa-
do, no habra sido capaz de continuar semejante
carnicera. No habra soportado el horrsono chi-
llido, al penetrar la estaca; el hundimiento del
cuerpo, que no paraba de retorcerse, los labios cu-
biertos de espuma sanguinolenta. Habra huido de

1033
Bram Stoker

terror y habra dejado esta empresa inacabada. Pe-


ro ha terminado! Ahora ya puedo compadecer a
esos pobres seres, llorarlos, al recordar su placidez
al entrar en pleno sueo de la muerte momentos
antes de desaparecer. Porque, amigo John, tan
pronto como mi cuchillo les seccion la cabeza, el
cuerpo entero empez a desintegrarse, reducin-
dose a su polvo primordial, como si la muerte que
deba haber acontecido hace siglos hubiese hecho
valer finalmente sus derechos, exclamando al
mismo tiempo, muy alto: Soy suya!
Antes de abandonar el castillo purifiqu sus
entradas para que el Conde no pudiese volver a
cruzarlas jams como No muerto.
Luego entr en el crculo donde madam
Mina dorma; despert de su sueo y llor since-
ramente al saber todo lo que yo haba soportado.
Vmonos! exclam; vmonos de es-
te horrible lugar! Vayamos en busca de mi mari-
do, que est viniendo hacia aqu!

1034
Drcula

Se la vea dbil, plida, muy delgada; pero


sus ojos eran puros y resplandecan de fervor. Me
alegraba ver su palidez y su debilidad; porque
an tena demasiado reciente la imagen horrenda
de esas sonrosadas mujeres que dorman el sueo
del vampiro.
Y as, con confianza y esperanzados, y no
obstante llenos de temor, emprendimos el camino
hacia el Este, en busca de nuestros amigos... y de
l, de quien dice madam Mina que sabe que viene
hacia aqu.

DIARIO DE MINA HARKER

6 de noviembre
Ya estaba avanzada la tarde cuando el pro-
fesor y yo emprendimos el camino hacia el Este,
por donde saba que Jonathan estaba viniendo. No
bamos deprisa, aunque el camino descenda pro-
nunciadamente, porque marchbamos cargados

1035
Bram Stoker

con las gruesas mantas y ropas; no queramos co-


rrer el riesgo de exponernos al fro y a la nieve.
Cogimos algunas provisiones tambin, porque es-
tbamos en una regin completamente desolada,
y, hasta donde alcanzbamos a ver a travs de la
nieve que caa, no haba el menor vestigio de vida
humana. Cuando llevbamos recorrida como una
milla, me sent rendida por la pesada marcha, y
nos detuvimos a descansar. Entonces miramos
hacia atrs y vimos la clara silueta del castillo de
Drcula recortada sobre el cielo: habamos des-
cendido tanto desde su enclave, que nuestro ngu-
lo de perspectiva nos mostraba las montaas de
los Crpatos muy por debajo de l. Lo veamos
con toda su grandiosidad, encaramado a unos mil
pies, en lo alto de un tremendo precipicio, con un
abismo enorme entre l y la pronunciada ladera
de las montaas adyacentes de uno y otro lado.
Haba algo extrao y misterioso en toda la regin.
Podamos or aullar a los lobos en la lejana. Esta-

1036
Drcula

ban muy distantes, pero sus aullidos, aunque nos


llegaban amortiguados por la espesa nevada, eran
aterradores. Por la forma en que inspeccionaba el
terreno, me di cuenta de que el doctor Van Hel-
sing buscaba un lugar estratgico donde estuvi-
semos menos expuestos, en caso de ataque. El ac-
cidentado camino segua descendiendo, y se dis-
tingua a travs de la nieve acumulada.
Poco despus, el profesor me hizo una sea;
de modo que me levant y me reun con l. Haba
encontrado un sitio magnfico: era una especie de
oquedad natural en una roca, con una entrada que
formaba como una puerta entre dos peas. Me co-
gi de la mano y me llev adentro.
Bien! dijo; aqu estar protegida; y si
vienen los lobos, podr enfrentarme a ellos uno a
uno.
Meti nuestras pieles, me prepar un lecho
cmodo y me dio algunas provisiones, oblign-
dome a tomarlas. Pero no pude comer; el mero in-

1037
Bram Stoker

tento me resultaba repugnante, y por mucho que


quise complacerle, no lo consegu. Esto le entriste-
ci sobremanera, pero no me hizo ningn repro-
che. Sac los gemelos de campaa del estuche, se
subi a lo alto de la roca, y empez a escrutar el
horizonte. De repente, grit:
Mire, madam Mina! Mire! Mire!
Ech a correr y sub 'adonde estaba l; me
tendi los gemelos y seal en una direccin. La
nieve caa ahora ms espesa, y el viento que em-
pezaba a levantarse la agitaba, formando furiosos
remolinos. Sin embargo, a veces haba pausas en-
tre una rfaga y otra, lo que me permiti inspec-
cionar una amplia zona. Desde la altura en que
estbamos se dominaba una distancia considera-
ble; y a lo lejos, ms all de la blanca extensin de
nieve, distingu el ro como una cinta negra, con
los quiebros y curvas de su cauce serpeante. Justo
enfrente de nosotros, no muy lejos tan cerca, en
realidad, que me sorprendi no haberlo visto an-

1038
Drcula

tes, vena a toda prisa un grupo de hombres a


caballo. En medio de ellos avanzaba un carruaje,
una larga carreta que oscilaba de un lado a otro,
como la balanceante cola de un perro, a cada irre-
gularidad del camino. Recortados contra la nieve,
pude ver por sus ropas que eran campesinos o gi-
tanos.
Sobre la carreta iba un gran cofre rectangu-
lar. Al verlo, el corazn me dio un vuelco, porque
comprend que se acercaba el final. Se estaba ave-
cinando el crepsculo, y saba muy bien que a la
puesta del sol, el ser que an iba prisionero all
recobrara su libertad y podra eludir toda perse-
cucin bajo cualquiera de sus numerosas formas.
Me volv asustada hacia el profesor; para mi cons-
ternacin, haba desaparecido de mi lado. Un ins-
tante despus, le vi abajo. Estaba trazando un cr-
culo en torno a la roca como el que nos haba pro-
tegido durante la noche. Una vez completado.
volvi junto a m, diciendo:

1039
Bram Stoker

Al menos, as estar usted a salvo de l!


Me cogi los gemelos, y cuando la nieve
volvi a amainar, barri con ellos todo el espacio
que tenamos debajo de nosotros.
Vaya! dijo, tienen prisa; fustigan a
los caballos y fuerzan el galope lo que pueden.
Guard silencio, y luego aadi con voz lgu-
bre: Corren hacia el ocaso. Tal vez se nos haya
hecho tarde. Que sea lo que Dios quiera!
La nieve empez a caer de forma cegadora,
impidindonos ver nada. Poco despus perdi
fuerza otra vez, y el profesor se puso a escrutar de
nuevo el paisaje con los gemelos. Y de pronto dej
escapar un grito:
Mire! Mire! Mire! Dos hombres a caba-
llo les siguen de cerca, desde el Sur. Deben de ser
Quincey y John. Tome los gemelos. Mire antes de
que la nieve le impida ver!
Los cog y mir. Efectivamente, los dos
hombres podan ser el doctor Seward y el seor

1040
Drcula

Morris. En todo caso, vi que ninguno de ellos era


Jonathan. Pero en ese mismo instante, supe que
Jonathan no estaba lejos; mir alrededor y descu-
br, al norte del grupo de gitanos, a otros dos
hombres que venan a galope tendido. Uno de
ellos era Jonathan, y el otro supuse naturalmente
que era lord Godalming. Tambin iban en pos del
grupo del carro. Cuando se lo dije al profesor, gri-
t de alegra como un colegial y, despus de mirar
intensamente hasta que la nieve que caa hizo im-
posible ver nada, prepar su Winchester para uti-
lizarlo desde una roca junto a la abertura de nues-
tro refugio.
Todos convergen dijo. Cuando lle-
gue el momento, cogeremos a los gitanos desde
todos los ngulos.
Coloqu el revlver junto a m, porque
mientras hablbamos, el aullido de los lobos se iba
volviendo ms cercano y ms fuerte. Amain la
nieve y pudimos observar nuevamente. Era extra-

1041
Bram Stoker

o ver cmo caan cerca de nosotros, enormes co-


pos de nieve, y ms all brillaba el sol de forma
cada vez ms radiante, a medida que descenda
hacia las cimas de los montes. Barriendo con los
gemelos todo nuestro alrededor, pude distinguir
de trecho en trecho unos puntos que se movan en
grupos de dos, de tres o en nmero mayor: eran
los lobos, que acudan en busca de presa.
Cada instante de espera nos pareca un si-
glo. El viento soplaba ahora a rfagas violentas y
agitaba la nieve con furia, envolvindonos en sus
remolinos. Haba momentos en que no veamos
nada a la distancia de nuestro brazo; otros, en
cambio, aunque el viento gema a nuestro alrede-
dor, el aire se despejaba de forma que podamos
distinguir hasta la lejana. ltimamente nos haba-
mos acostumbrado tanto, a vigilar las salidas y
puestas del sol, que sabamos casi con toda preci-
sin cundo iba a ocurrir; y nos dimos cuenta de
que no iba a tardar.

1042
Drcula

Era difcil creer que llevbamos menos de


una hora, por nuestros relojes, apostados en este
refugio rocoso, cuando haban empezado a con-
verger hacia nosotros los distintos grupos. El vien-
to era ahora ms crudo y soplaba constantemente
del Norte. Al parecer, alejaba las nubes cargadas
de nieve; porque, salvo alguna rfaga ocasional, la
nieve ces. Ahora distinguamos claramente a los
individuos de cada grupo, el perseguido y los per-
seguidores. Sorprendentemente, los perseguidos
parecan no darse cuenta de que les seguan; o al
menos no se preocupaban. Sin embargo, parecan
esforzarse en doblar la marcha, a medida que el
sol descenda hacia las cimas de los montes.
Los perseguidores se aproximaron a ellos.
El profesor y yo nos ocultamos detrs de una roca
y cogimos las armas; comprend que estaba deci-
dido a cortarles el paso. Unos y otros ignoraban
nuestra presencia.

1043
Bram Stoker

De repente dos voces gritaron: Alto! Una


era de Jonathan, con acento de embargada emo-
cin; la otra era la voz decidida y fuerte del seor
Morris, que denotaba una serena autoridad. Quiz
los gitanos ignoraban el significado de esa pala-
bra, pero el tono era inequvoco, fuese la lengua
que fuese. Instintivamente tiraron de las riendas, y
en el instante en que lord Godalming y Jonathan
corran hacia un lado, el doctor Seward y el seor
Morris aparecieron por el otro. El jefe de los gita-
nos, un individuo de aspecto esplndido que mon-
taba como un centauro, les hizo seas de que re-
trocedieran y, con voz autoritaria, dio orden a sus
compaeros de que continuasen. Fustigaron stos
a sus caballos, y arrancaron vigorosamente; pero
los cuatro hombres alzaron sus rifles y les dijeron
de forma elocuente que se detuviesen. En ese
momento el doctor Van Helsing y yo nos levan-
tamos detrs de la roca y les apuntamos con nues-
tras armas. Vindose rodeados, tiraron de las

1044
Drcula

riendas y se detuvieron. El jefe se volvi hacia los


suyos, les grit algo, y cada gitano sac el arma
que llevaba consigo, cuchillo o pistola, dispuesto a
atacar. Estaba a punto de estallar la batalla.
El jefe, con un rpido movimiento de rien-
das, situ su caballo al frente; y sealando primero
el sol que ya casi rozaba la cima de los montes
, y luego el castillo, dijo algo que no entendimos.
Por toda respuesta, los cuatro hombres de nuestro
grupo saltaron de sus caballos y echaron a correr
hacia la carreta. Yo deba haber sentido un miedo
terrible al ver a Jonathan en semejante peligro; pe-
ro sin duda experimentaba el ardor de la batalla
igual que todos los dems: no tena miedo, sino
slo un deseo extrao, incontenible, de hacer algo.
Al observar la accin de nuestro grupo, el jefe de
los gitanos dio una orden; sus hombres acudieron
instantneamente a ayudar a la carreta, en un es-
fuerzo desorganizado, empujando todos y estor-

1045
Bram Stoker

bndose unos a otros en sus ansias por cumplir la


orden.
A todo esto, pude observar que Jonathan
por un lado del grupo de gitanos, y Quincey por el
otro, pugnaban por abrirse paso hacia el carruaje;
era evidente que estaban empeados en terminar
la empresa antes de que el sol acabara de ponerse.
Nada pareca contenerles ni impedir su avance. Ni
las armas apuntadas, ni los centelleantes cuchillos
de los gitanos que tenan delante, ni el aullido de
los lobos detrs, parecan distraerles la atencin.
La impetuosidad de Jonathan y la absoluta clari-
dad de sus intenciones parecieron asustar a sus
oponentes; instintivamente se hicieron a un lado y
le dejaron pasar. Un segundo despus, haba sal-
tado al carro y, con una fuerza que pareca incre-
ble, haba levantado el cajn y lo haba arrojado al
suelo por encima de una rueda. Entretanto, el se-
or Morris haba tenido que abrirse paso a viva
fuerza por su lado, entre el crculo de zngaros.

1046
Drcula

Mientras observaba a Jonathan con el aliento con-


tenido, le vi por el rabillo del ojo luchar denoda-
damente, y relampaguear las armas de los gitanos
mientras l avanzaba en medio de todos eludien-
do las cuchilladas. Paraba los golpes con su enor-
me cuchillo de monte, y al principio pens que
tambin haba logrado llegar indemne; pero al lle-
gar junto a Jonathan, que ya haba saltado del ca-
rro, observ que se apretaba el costado con la ma-
no izquierda, y que le manaba sangre entre los
dedos. No se detuvo por eso; porque cuando Jo-
nathan, con desesperada energa, atac un extre-
mo del cajn tratando de abrir la tapa con su gran
machete kukri, l atac frenticamente el otro con
su cuchillo. La tapa empez a ceder bajo el esfuer-
zo de ambos hombres; salieron los clavos con un
chirrido, y la tapa cay hacia atrs.
Entretanto, los gitanos, vindose cubiertos
por los Winchester y a merced de lord Godalming
y el doctor Seward, se haban rendido, renuncian-

1047
Bram Stoker

do a toda resistencia. El sol casi rozaba las cimas


de los montes, y las sombras de! todo el grupo se
proyectaban sobre la nieve. Vi al Conde tendido
dentro de la caja, sobre la tierra, que con la brutal
cada desde el carro se le haba esparcido por en-
cima. Estaba mortalmente plido, igual que una
mscara de cera; sus ojos rojos centelleaban con
una mirada horrible y vindicativa que yo conoca
muy bien.
Y mientras le observaba, sus ojos vieron el
sol ocultndose, y la expresin de odio que haba
en ellos se transform en triunfo.
Pero en ese instante relampague el gran
machete de Jonathan. Dej escapar un grito al ver
cmo el golpe le cortaba el cuello; al mismo tiem-
po, el cuchillo del seor Morris le atraves el cora-
zn.
Fue un milagro: ante nuestros ojos, y casi en
lo que se tarda en aspirar, el cuerpo entero se des-
integr y desapareci por completo.

1048
Drcula

Mientras viva, me alegrar recordar que, en


este momento de disolucin final, asom a su ros-
tro una expresin de paz como nunca habra ima-
ginado en l.
El castillo de Drcula se recortaba ahora so-
bre un cielo rojo, y cada piedra de sus derruidas
almenas se articulaba contra la luz del sol ponien-
te.
Los gitanos, considerndonos en cierto mo-
do los causantes de la extraordinaria desaparicin
del hombre muerto, dieron media vuelta y huye-
ron a la desbandada. Los que iban a pie saltaron
sobre la carreta, pidiendo a voces a los que ten-
an caballo que no les abandonasen. Los lobos, que
haban retrocedido a prudente distancia, siguieron
tras ellos y nos dejaron solos.
El seor Morris, que haba cado al suelo, se
incorpor apoyndose en un codo, sin dejar de
apretarse el costado con la mano; la sangre an
manaba entre sus dedos. Corr hacia l porque

1049
Bram Stoker

el crculo sagrado no poda retenerme ya, igual


que los dos doctores. Jonathan se arrodill detrs
de l, y el herido apoy la cabeza sobre su hom-
bro. Con un suspiro, y haciendo un desmayado
esfuerzo, me cogi la mano con la suya que no te-
na manchada. Sin duda vio la angustia en mi
semblante, porque me sonri y dijo:
Me siento muy feliz de haber sido de al-
guna ayuda! Oh, Dios mo! exclam sbitamen-
te, tratando de sentarse, y sealando hacia m.
Vale la pena morir por eso! Miren! Miren!
El sol rozaba ahora la cima de los montes, y
sus rojos rayos me daban en la cara, bandome
con su resplandor dorado. Movidos por un mismo
impulso, los hombres cayeron de rodillas, y un
profundo y grave Amn brot de todos ellos
cuando sus miradas siguieron el dedo del mori-
bundo, que exclam:
Ahora, demos gracias a Dios de que no
haya sido todo en vano! Miren!, su frente est tan

1050
Drcula

pura como la nieve. La maldicin ha sido conju-


rada!
Y, con hondo dolor nuestro, el valeroso ca-
ballero sonri en silencio y expir.

1051
Nota

Hace siete aos que atravesamos las llamas;


y creo que la felicidad de algunos de nosotros me-
rece la pena el dolor sufrido. Fue una doble alegra
para Mina y para m que nuestro hijo naciera en el
aniversario de la muerte de Quincey Morris. S
que su madre tiene la secreta creencia de que en-
carn en l algo del espritu de nuestro valeroso
amigo. Le pusimos el nombre de todos los del
grupo; pero le llamamos Quincey.
Este verano hemos hecho un viaje a Tran-
silvania, y hemos visitado el viejo escenario que
para nosotros estuvo, y est, tan lleno de terribles
recuerdos. Era casi imposible creer que las cosas
que habamos visto con nuestros propios ojos, y
odo con nuestros propios odos, fuesen verdad.
Ya han desaparecido todas las huellas de lo suce-
dido. E1 castillo sigue descollando como antes,
por encima de una inmensa regin desolada.
Drcula

Al regresar, nos pusimos a hablar de los


tiempos pasados..., que ahora podemos rememo-
rar sin desesperacin; porque Godalming y Se-
ward se han casado, y son felices. Saqu los pape-
les de la caja fuerte, donde han estado desde nues-
tro regreso, hace ya tanto tiempo. Nos sorprendi
el hecho de que, en toda la enorme cantidad de
material que compone esta relacin, no haya un
solo documento fehaciente! No hay sino un mon-
tn de hojas, todas mecanografiadas, salvo los l-
timos cuadernos de Mina, Seward y mo, y la nota
de Van Helsing. Aunque quisiramos, no podra-
mos pedir a nadie que aceptase como verdica tan
descabellada historia. Van Helsing lo resumi to-
do al comentar, con nuestro hijo sobre las rodillas:
No queremos pruebas; no pedimos a na-
die que nos crea! Algn da sabr este nio lo va-
liente y animosa que es su madre. Ya conoce su
dulzura y su cario;. ms tarde comprender c-

1053
Bram Stoker

mo la quisieron algunos hombres, y lo que stos


hicieron por ella.

JONATHAN HARKER

1054
NOTAS

(1) Gigantes de la mitologa escandinava que, po-


sedos por una furia incontenible durante el
combate, realizaban las proezas ms extra-
ordinarias.
(2) Shakespeare: El mercader de Venecia, I, 1.
(3) Coleridge. Rime of the scient Mariner, II, ver-
sos, 117 8.
(4) Deformacin de berserker.

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