EL BARGO DE VAPOR
| Eric Wilson
| Asesinato en el
| “Canadian Express”
Sreevisor. que cruzaba la estackén. Corctié bacla
él. abriéndose paso entre la gente que aguar-
daba para subir al tren, y le sujetd por el braze,
— Por favor, setiur—diio Jadeando—, ven-
BH eoseguidal
Bi hombre miré a Tom con anos grandes
ojos azules, aumentadns por el grosor de las
galas.
——(Qué? —dijo, evandase una mrana al
aide.
—1Que me ayudel —dijo Tom, temeraso
de pritar que se trataba de una bomba.
E] hombre movié la cabeza.
—No te oigo, hijo. La estecion es demusia-
de ruldosa.
Bi revisor parecié perder todo interés por
Tom ¥ se puso a escribir en unw Bbreta de
notas. Durante un segunda, Tom pensé mar-
charse y ponerse a salvo, pera, de repente, le
arrebat® la Iloreta y salté corriendo.
—EhI iablos! —grité el hombre.
Muchas caras se valvieron al verlos pasar
come una flecha, Tem con su pelo rojo, ¥ el
revisor tras él. Aquel hombre era buen corre
dor. y casi habiz dado alcance a Tom cuan-
eg6 junta a su malcta.
Hl paquete habia Gesaparecido.
Umposible! Tom levanié la maleta, huscan—
do la bomba perdida. y en aquel momento
llegé el revisor y sujeté a Tom.
—iMocoso!
Se produjo una enorme confusién. El revi-
sor arrancé la libreta de notas de Ja soaane de
Tom y Jes curlosos se agolparon mirando.
Un perra comenz6 a ladrar y Tom, de pren-
fo, encuntré la bomba...
En las manos de Dietmar Gban. $i, el rival
de Tom sujetaba ef paquete con una mirada
%iréniea en su rostro, al tiempo que se abria
paso entre las mirones,
Tom habia side engaiado y comprendié
que la «bomba» na era sino un viejo desper-
tador. Avergonzada, levanté la mirada hacia
el revisor.
—Por favor, senor —dijo amablemente—,
puedo explicarselo todo.
—iVoy a levarte a la paliciat
— Si, pero...
Desde arriba. un aliavoz anuncld:
«jPasajeros al twenty
Los mirones dudaron, lamentande perder-
sce el Binal de tode aquel jaleo que habia
originada Tom, pero se dierom la vuelta y
comenzarcu @ alejarse. Los grandes njos
azules del revisor se dirigieron de nueva a
Tom.
~-Ne crees mds problemas, nuchacho, o
acabaras entre rejas_
—Si, sefior dijo Torn.
Vio al revisor alejarse y se dio la vuella
para chillarle a Dietmar, pero éste se hubla
esfumadu. Moviendo la cabeza, Tom recoglé
Ja malata y se dirigid hacia el andén.
Afortunadamente para él, pronto Je yulvid
a invadic la emocién por el inminente viaje.
1a
Al llegar al andéu encontré un panorama
emocionarile: no cesaban de pasar carretillas
cargadas de maletas, los allavuces atronaban
COD sus Avisos. y lus inozos de estacién, con
chaquetillas blancas, cherlaban entre at,
mientras los pasajeros se apresuraban.
Pero lo més cowwcionante de tedo era el
tren. Largo. con la estructura de acero inoxl-
dable celuciente bajo les luces del andén, el
Canadian-Express s¢ extendia como un #igan-
te a lo large de las vias, esperanda impacien-
tt para lanzarse hacle la inminente aventu-
ra. ‘Tom se estremecié aute la belleza del
tren. Le hublera guslado quedarse alga gas
de tempo contemplindolo, pero soné el pitt
da de la iocomotora diesel y se sublé al
vapon més cercano.
—#Al bittete. -por favor --dijo un mezo al
que las palabras le silbaben per we bueco
que lenia entre los dientes supericres, Tem
observé tn cara de aquel hombre mayar.
deseando que fuera su amigo durante el viaje.
—Yo sx la Heve, sefor —dijo el moro,
tomandu la maleta de fom y echando a
andar por el vagén. Atravesando In puerta
que tenin el letrero Sherwood Manor, pasaron
junto B® Les pequetios compartimentos, ¥
ulluego recozieron un pasilly en ¢] que habia
una fila de pucrtas azuies.
-~Qné hay ubi dentro? —-le pregeunto
Tom al crapleado.
—Cunius. para la gente de dinero —curstes-
ts.
Finalmente, Jegaron 4 un vagén que tenia
los asientes colocadcs unos enfrente de otros.
de dos en dos. El snoz0 colocd Ja maleta de
Tom bajo wno de ios asienics,
—Este es sn sitio —dilo- -. Cuando salga-
imos de Winuipeg uniré csos dos asientos y
quedaré becha la cama. Que tenga un buen
viaje, sefier Austen.
Tom sonrid al moze y mind al otro lado dei
pasilio, donde estabua seatados un hombre
¥ woe mujer.
--Hals, waige —dijo e! hombre, con los
pulgares infroducides en ss franies—-.
éAdénde va usted?
-—A Colanbia Britanica. Voy a pasar et
verano con mis aluclos.
La mujer le alargé una caja grande.
—z(huierc una pasta? —-pregunts, sonrien-
daa Tom.
—Si, graci
—Su amigo se comié cuatro.
12
gMi amigo?
—St. el mruchucho que viaja can usted -—y
seialé bajo el asiento de Tom—: Ahi esti sa
matleta, debuju de su asiento.
—jOh, not —murmurd ‘Torn para si, sin
alreversc a mitar. Se agach6 y se estremect
cuando feyé la etiqueta: «Dietmur Obane.
Cuando se incerperé Tom, la mujer pare-
cia estar muy alegre.
---(Qué muchache mas simpatico! —dijo—.
Un. poce delgado, pero seis pastas de choco-
late le vensdran bien.
{Qué inala suerte, atrapado alli coun Dict-
mar Obant Un magnifico viaje echado a
perder. Pero, en fin. podria tniciarle rompién-
dole la cara a Dietmar por la broma de la
bomba. Tom se volvié hacia ta mujer:
—Por dande se fue esa rata asquerosa?
—e pregunid.
La mujer fruncié el cefic y cernd con
fuerza la tapa de Ja caja de pastas, antes de
responder friamente:
--Hacla el mirader.
—
xdumes de feutase
4sLa mujer miré a Tom, que se puso rojo.
Furioso consigo mismo. bajd la vista, stmua-
lando leer Ja carta.
—Parlez-vous frangasé * —dija el maride
Tom levanté Ia vista,
— a?
EE borgbre sonris.
+Le preguntaba si habla francés. He visto
que lefa Ia parie de la caria que viene en
francés.
-—JOht -difo ‘Tom. cou la cara ago mas
toja. sinti¢nda los ojos de ka mrajec Bios er
él. (Francés? $i, barns. quiere deci: ... out
Dietmar se eché a reir.
-~Austen ain oo habla ni siquiers inglés.
La verdad es que todavia Leva pafales.
ia mijar so ris de equelia broma y Tom ir
arred un puntapié a Dietmar por debajs de
Tz mosa, pore erré el gelpe, EL hombre Ie
alargd Ja mane a Tom.
-—Me llamo Richard Saks ---dljo-. Esta es
nu mujer. Catherine.
Tom estreché la mano del hombre, dando-
se cuenta, por su aspectu. de que no estaba
behido. Se §j6 ca su pele castario ascure ¥ en
* edBabla usted francis?»
4a
su bigote, y se volvié timidamente a la oiujer.
—Me llame Tam Austen --dijo—, y éste
es Diebnar Oban.
-—fncantada —la mujer bostezd y abrié
su bolso, de donde sacé una pitillera de oro
¥ una bogullla. Colocé en ella an clgarrillo y
se lleva la larga y elegante boquilia a los
labios.
—Qué vas a tomar, princesa? —preguntd
Richard Saks a su mujer.
-Calé.
Tom sonrié para si. encantado de haber
pedido también café Cuoanda ta mujer se
volwié para mirar la ventanilla, pudo obser-
var los diamantes refulpentes que Ievabe en
los dedos, el collar de perlas subre el jersey
negro, y ef maquillale alrededor de sus ojos
maravillosos,
— suo camino por el ten. Fl
62
encuentra con Richard Saks habia ahandado
su sentinuento de soledad, y se alegrd al
llegar a su departaments, Al meterse entre
Tas blancas y limpias sAbanus de su cama sc
sintié un poco mejor; la locomotora lanzé un
silbido en la neche oscuca y Tom se sumié
en un sucta agiiade.
Le desperté un grita.
Tom se incorpord en la cua, asustado.
Lo oyd de nuevo: era un grito terrible de
angustia. Se puso los pantalones y descarrid
jus cortinas de su litera. En ef pasilla todo
estaba tranquilo y por un momento dudé sf
na babia sido one pesadiila. Pero entooces
aparecié, entre las cortinas de su litera, la
cara de la scAora de las pastas,
—Qué ba sido ese grita tan bomible?
-—~pregunté con la cara livida,
--Ne la sé ~-respondié Tom-—. Voy a
averiguarlu, .
Se uydé otre grito, seguide de unos sollozos
prolundos. y Tom salié corriendo harta el
lugar de donde provenian. Al deblar la csqui-
na del pasillo que conctucia a les depuctamen-
tos, se detuve horrorizade. Frente a él estaha
Richard Saks, sosteuiendo en Jas manos un
euchillo manchado de sangre,
64Ructarp Saks estaba llorando.
~-{MI princesal —sollozaba—. jMi prittce-
sa esti muertal
Mientras lus lagrimas corrian por sus me-
jillas, Richard Saks no apartaba la vista det
cuchille ensangrentade y, por un momento,
Tom crey6 que iba a suicidarse. Pera solté el
cuchilla, que cayd al suelo, y se apoyd
Horande contra ta pared del pasille.
Tom se acerod, con e} corazén a pinto de
estallar, y vio que Ja puerta del departamen-
to de [a sefinta Ruggles estaba abierta. Entrd
y la vie, apoyada en su bastén, con la cara
livide por la irapresién,
--Sefiora Ruggles —dijo Tom-—. ¢Estd us-
ted bien?
La sehora Ruggles se estremecté.
~-Graclas a Dies que has venida —mur-
65muré—. He estado gritande pidiendo ayuda.
Por favor. auxilien a esa pobre mujer.
Tom asintié. Fn ese momento se oyeron
unas plsadas rapldas per ct pasillo y unos
gritos comlusos. Tom se volvid y via al mozo
viejo que sujetaba a Richard Suks y le hacla
caer al suelo. Lucgo, el borbre bajo y gordo
se acercé a Richard Saks y le grité a fa cara.
——jEsta usted locol —grité—. 2Qué ha
hecho?
FE] marido de la seriora de las pastas, que
llevaba puesto un batin. se dirigié hacia la
puerta dei departamento C y miré dentro.
-- {Dios miol ---exclamé con voz entrecor-
tada—. jEs horrible!
Tom traté de acercarse, pero el hombre
cord Ja puerta y se dirigié a Richard Saks.
—iMerece usted que lo maten! —le grit6—.
2Cémo ha sido capaz de malar a wpa pobre
mujer?
—jNot —muzniurd Hichard Saks. Su cara
estaba palida y tenia unus sefiales rojas
como si le hublesen galpeade-. jNo, no!
Para entonces el pasilla ya estaba leno de
pasajeros gue empujaban y sé apretujaban
teatande de ver lo que habia sucedido. Dan-
. dose cuenta de que podian pisotear a Richard
Ae
Saks, el mozo Ié oblig6 a incorpurarse y le
puse contra la pared. Al incorporarse el
sefior Saks, Tom vio el cuchillo en el suelo,
—Tiene un pafiuelo? —le pregunté al
mnvza.
Fi hombre asintié y sacé uno del bolsilio,
Tom se arrodillé, observando ia fuerte hoja
y el mango del ruchillo de caza. y lo envolvié
cnidadosamente en ¢l pafuelo. Levanté la
mirada y vio cerca de 4 ef rostra de Richard
Saks. y percibid el olor agria a alcohol de au
aliento,
67-—iNo! —dijo Richard Saks con mirada de
desesperacién—- jNo. amigo! {¥o no he sido!
-—iFmbustero! —El hombre buje ¥ gordo
levanté ts mano como para golpear
Saks--. (Yo le obligaré a decir ln verdiudt
sé¢ actced a Richard Saks, intentandto
Protegerle de algin goige, pero alguien suje-
6 la mano del hombre bajo y gard». Tom se
volvlé ¢ vio aun hombre alte con uniforme
de revisor.
~-Buenn --dijo ef revisor--. 2Qué pasa
aqui?
Todos contestaron al unisono, pero el re-
visor no parecié darse cuenta de la realidad
hasta que Tom desenvolvid ef pafiuelo y le
eosché el cuchille ensangrentade. Inmedia-
lamenie se puso en accidn, empezands por
despejar cl pasillo de espectudores condu-
eicndo a Richard Saks al departamento §.
que estaba vaciv. Grdend al mogy que se
quedara doutro vigilandale. cerré fa puerta y
se volvid a Tum y a los Giros testigos,
—Vnelvan a sus carmus, por favor —diju—.
Voy « llamar por radio a la préxtwa estacié
y la policia estara alli cuando Hegue ef tren,
Me igure que querran hablar can tudos
ustedes.
RR
La siguiente estacidn parecia no llegar
nunca. .Tou. permanecia tumbado en su
cama, sin poder olvidar la impresién que le
habia producidu ver a Richard Saks empu-
flando el cuchillo ensangrentado, Por fin,
distinguié un peyueno destella de lux a lo
lejos, en la oscuridad. La luz Iue erecieude
hasta que, finalmente, pudo divisar las Inces
de las calles y fos anuncios luminoses de neon,
Fl treo entré en la estacién silbando ¥
haciende sonar la campana, como si quisiera
pregonar Jes horrores que acababan de
aciirrir. Tor se senté, y se estaba poniende
los zapatos cuando distingulé algunos detalles
de la pequefia estacién, La otttad de in pobla-
cién debia estar en cl andén, y divisé otras
Personas que se dirigian corriendo hacia la
eslacién. al tempo que se detenia el tren.
Tin coche de [a> policia, con sus luces
jntermitentes, estaba estacionado junta a la
estactin. Un poulicia hajé de él y se dirigid
hacia el tren; nnos segundos después. Tom
le oy6 hablac con el] revisor, mientras cami-
naban por el pasillo. Luego todo quedé en
silencig y ‘fein volvié @ la yventantlla.
A medida que pasaba el tiempo. crecia la
tuultitud de fuera. Habian formada corrillos
69en los que se habluba acaloradamente bajo
Ja escasa ilunoinacién de las Inces del andén.
Un hombre que Uevaba una camisa de man-
ga corta y las manos en los bolsillos del
pantalén vie a Tom y le dijo algo.
--¢Qué? —-dije ‘Tou. que no labia -podide
uirle a Loaves del cristal de la ventana.
El hombre se ilevé los manos a la boca 6
mode de bocina. esta vez se escucharon tas
palabras a través de la ventanilla,
—Qué ha pasado?
Tom bajé la vista bacta el cuchillo de caxa
que atin sostenia entre sus manos, Siu poder
resistir la rentaciim, Iu sacé del pafiuele y lo
sujetd con ta punta hacia aiba, como si
fuera a apumelar a aiguien. Los ojos det
hombre se abrieron de asombro, grilé algo y
schalé hacia ‘You. Una excitacion, come si
sy trarra de una descarga eléctrica, recarnd
ia muiiitud, y todes se apretujacon bajo ta
veritanila de Tom, pelefndose par ver ef
cuchillo ensangrentado.
Sintiénduse avergonzado, Tom apart el
cuchilly y bajé la cortina, (Qué estupidest
[Vaya detective. que no sélo presumia ante
una moultitud de extrafios, sino que dejaba
sus buellas dactilares en una prueba eviden-
7
le del cagul Rojo de vergiienga, envolvid de
nuevo e! cuehillo en el paiiuelo.
Una manu movid las cortinas de su litera.
El corazon empez6 a tatirle de miedo. Pero
silo se trataba del revisor, que miré dentro
y dija:
— Por fuvor, zquirve acompabarme?
£l revisor absié la marcha harta el coche-
mirador, donde lox otros lestigos de la trage-
dia se eucontrabam sentados junta a las
mesas def restaurante. ‘odes Iban on beta,
excepte ce] max.
EI policia estaba sentado junto a una de
las mesas. con un chiadvine de notas en la
mano. Bremuy joven, de ojos azutes brillan-
tes ¥ pelo rubte.cauy cortade.
-—JEs éste ef altima testlen? - -preguaté al
revisor.
— Si.
Fl palicia mirdé « Tom.
-~Quiere decirme su nombres
—Tom Austen -—Ton le entregé el cuchi-
No. Me teme que tenga también mis hue
lias dactilares.
—2Fs éste el cochillo que utilied Richard
Saks?
-Yo na sé si Jo utilizs » mo, pero cuando
7Regué al pasill lo tenia cu sus manos y
luego lo dejd caer.
El hombre balo y gorde se adelanta:
— (Claro que lo utiliza! —dije con Lona
enfadado—. El naté a su muject
— (Puede usted probarlo? —pregunté Tom.
— Naturalmente que si. Todas escuchamos
ia pelea en el bur. y Imego é] dijo que no
queria verla.
—Pern eso no es una prueba —dijo Tom.
—jPara mi sf lo esl
—Y para mi —dijo la yefiora de las pastas,
cifiénduse la bata azul al cuerpo~-—. No sx
olvide que la noche auterior también estuvle-
rou discutieado en su departamento,
-- Usted no estaba alli y. por tanto, no
puede saber Jo que sucedié —-dija Tom.
—Pero yo si que estaba —dijo el moze.
dirigiéndose alteruativarnente a Tom y al
revisor, cou une mirada nerviosa.
—Y yo también —dijo ia sehora Ruggles.
Uevaba una bata de lana sobre un camlséu
blanco largo. y las lagrimas habian desteii-
do sus mejillas—. Parecia una pelea moy
violenta.
— Si, suponge que asi fue —~dijo ‘Com con
calma. Le repugnaba pensar que Richard
72
Saks fuera el asesing, Sin embargo. todas Jas
sospechas cecaian sobre sl Y, para colmo de
Tuules, Tom recordé de pronto la conversa-
tlén muntenida durante el desayuno. Las
cosas se poudrian pear para Kichard Seks,
pero no podia ocultar ningiin detalle a la
policia—. Hay algo mas -- . Todos nesotros somos contribuyca-
tea, pox lo que tenemog derecho a asegurar-
nos de que Te palicia act Ga eficamnente.
Le: sefiora de Ins pastas asinud y se pttse
dé. pie.
o--¢Podemos irmos ya? -—-pregumtdé al pol.
cla—. Nés bam tenido sin dormir media
Sie ye pueden. irse.
Mientras salia Ja gente. Tom abservé que ©
ef pollefa. movia ta cabeza disgustado. No era
da exiraiar, uo fe gustaba que se literlirle-
ran cuande se trataba de aclarar los hechos
telacionadas.con un ascylnato. ‘fom regresé
a sc liters, profundamente torprestenade por
los sucesos de aguelia noche. La cara de
Dietmar asom. pur entre las coctiaas.
—~gBs verdad que ban matado 2 Catherine
Saks? ---preguntd,
Peat stati.
—Eapeie qua uhorquett 4 coe pu.
—éA, quidne
~A su maricte.
—~Cémo sabes 14 que lz ha matado él?
—H#s evidente. Se pareve a los asestnos que
sc ver-en la. television.
—-Muy listo; Dietmar.,,
76
‘Yom sublé a su litera y mniré por und
rendija de la cortinilla la multitud de gente
que babia en el andén, Sentia deseos de
baja: del tren para respirar un poco de aire
fresco, pero, 2qué pasaiia st lo reconocian
como el muchacho del cuchillo?
Se disfrasaria un poco, Salté de la cama ¥
sacé de su oraieta unas galas de sol y una
chaqueta de entreticupy. Se los puso y se
dirigié hasta el final-del vagén-restaurante.
digpuesto a bajar tranquilamente del tren. La
puerta estaba ablerta y Torn descendié los
escalones.
‘Lodes Ios rostras miraban hacia el coche-
cama donde Catherine Seks yacta oruerta, y
nadie se dia cuenta de que Tom bajaba del
teen. Vio am chico con wa bicicleta y se
-- Hola lie —. fQué sucede?
—iHa habido un asesinatol —dijo el mu-
chacho con voe emocionada,
—2Qné dices?
—!Ves ese vagéa? —lijo el chico, senalan-
do ¢] coche-cama de Tam.
Si.
—Pues un muchacho ha matado ahi a
sn madre a ponaladas. Le encerraron en un
FFdepartamento hasta que el tro Kegara aqzri,
pero se escapé e hirlé.a unas petsonas que
Intentaran detenerle.
Tom miré al muchacho. sho poder creer to
que ofa. of
‘Ves esa ventanilla? Abi es donde Hank
Sayer vio al muchache, que agitaba un
enorme cuchillo chorreando sangre. Tonia la
mirada perdida, come si estuviera loco. Al-
guien sujeté entonces al muchacho, pero se
escup6, y ahora debe andar escendido en
algdn lugar det tren,
El chico dejé de hablar, con Ja resplracién,
entrecortada por la emocién.
—~For qué no te vas a casa? —le dijo
Yom—. Ese muchache puede escaparse del
tren y herirte con ef cuchillo.
E} chico se eché a reir.
—No me perderia est por nada del mundo.
—Hien, vay a echare an vistazo,
—De acuerdo.
Tom se metié las manos en fos bolsillos de
la chaqueta ¥ se puso e pascar por el andén.
Hubo un pequefoe revuelé en la multicud y
vio a dos hombres que se acercaban con ona
camilla. Se oyeron mumulles y la gente se
puso de puntillas para wmirar, mientras Jos
7g
hombres subiag al tren. Minutos después,
alpuien cercano al tren exclamd:
iAbl viencn!
Aparecieroa. los honthres de la camilla,
que bajaron su carge con cuidado. La gente
enotudecié. vin apartar la vista de lw manta
iris que cubria el cuerpo de Catherine Saks.
Algumoas hombres se quitaron el sombrere y
‘Yom vio a ava rauier ilevarse wn pafucle a
los ajos. Mientras Vevaban la canulla a una
ambulancia que apuardabe cerca, sflo se ofa
cl revoplida de Ta maquina,
Todo el mundo estaba pendiente de la
wmbulanch., en la que introdujeron ta cami-
Ma. pero a ‘Tom se !e ecurrié mirar hacia el
fren y vio al nolicta que descendia con
Richaid Saks las esculerilias det coche-cama.
Los dos hombres pasaran por dcivas de ia
gente y se dirigicron al cache de la policia.
Dose: de ver por Gitima ver 4 Kichard
Saks, Ton se dirigié comlondo bacie el coche
y Mead « él cuando el politia abria le porte
FUE.
~-fluena suerte —-le dijo a Hichurd Saks.
pobre hemibre pareclé recouccer com
cuhad a Lom, pere ¢
nrisa untes de deiarse ¢
74sido en el asienro del coche. Fntré luego el
policia. puse en marcha e] motor y arranco
rapidamente, Jevantando las ruedas una au-
be de polvo en el aire ternplade de la noche,
Tom se dio la vuelta y regresé despacio ai
ren, sin poder olvidar la trisLeza que refleja-
bun los ojos de Richard Saks.
&0
A LA MANANA siguicnte el sol brillaba
con fuerza. Tum se desperté, poco 1 paco.
recordandy el asesinato con una cnorme
angustia en el coruzén. |Pobre Richard Saks!
Abrié las ojos vy eché un yistazo por la
ventanilla. Una inmensa y maciza montana
se elevaba hacia el cielo, Se senté. pregun-
tandose qué habria sido de la Hanura, cuan-
do cav6 en la cucnla de que el trep estaba
alravesanda las Montahas Rocosas.
la montafia que tenia ante si era una
chorme mole pétrea, cuva cima se clevaba
hacta lax nubes. A sus laderas so aterraban
verdes basques, que sc extendian por el valle
que el Canadian Express cruzaba.
Tom sé visthé, disfratande a] mismo tiem-
po de lu vista. El tren subié con estuerzo una
pensdiente empinada, y luego siguié con pre-
#1cauGiOn per ug esteeche pasadize labrade en
la pared de la woutafia. Mirando abajo hacia
el valle, un laga de color verds ssmerai-
da, tan solo alterady por la estela que dejaba
tras de si una canoa ro}:
le humbrierto. Qescorrid fas cortinas y dudé
si desperiae a Dieta: al fal decidid ir solo
al vapon-ceslaurante,
Pocos pasajcros estaban levantandos tan
tomprane. Une de ellos era la sefiora Rug-
gles; Hevaba un vestide oeyco con inanges
acampanadas y un chal. Sunriendo, invité o
Tom # su mesa.
~~ Buenos dias —+lifo el nechache, sentan-
dose.
-o(Verdad que es marevillosc? --dijo le
seriora Kuggies sehaleudo ef espeso bosque
que se extendia alli abaio, en ef valle.
—8i que ip es —xlijo Tom. echando wre
mirada 2 su celoj—. Me parece que la inves
tgaclén de ia policia he beeko que cl tren
vaya con retraso,
—Si-—diju la seriora Ruggles. pero esa
nas permite disfrutar del panurama duragte
mas tiempo.
a2
2s
Tor encargé cereal con leche y unas
tostadas. y luege se puso a coicar por la
veotanilla.
—Me gustarla que Richard Saks pudiese
estar tairando estas montafias, en lugar de
estar pudriéndose en ana celde.
-—Si, pohre hombre —la sefiora Ruggics sc
estremeclké—, Pero. por favar, ne hablemos
de eso, También podría gustarte
Num 111 2014
Aún no hay calificaciones
Num 111 2014
132 páginas
Cafes Frios
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8 páginas
El Herrero
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El Herrero
86 páginas