Vida Ascética de San Antonio Abad
Vida Ascética de San Antonio Abad
OBJETO DE LA VIRTUD
ARTIFICIOS DE LOS DEMONIOS
IMPOTENCIA DE LOS DEMONIOS
FALSAS PREDICCIONES DEL FUTURO
DISCERNIMIENTO DE LOS ESPRITUS
ANTONIO NARRA SUS EXPERIENCIAS CON LOS DEMONIOS
VIRTUD MONSTICA
ANTONIO VA ALEJANDRA BAJO LA PERSECUCIN DEL EMPERADOR
MAXIMINO (311)
EL DIARIO MARTIRIO DE LA VIDA MONACAL
HUIDA A LA MONTAA INTERIOR
DE NUEVO LOS DEMONIOS
ANTONIO VISITA A LOS HERMANOS A LO LARGO DEL NILO
LOS HERMANOS VISITAN A ANTONIO
MILAGROS EN EL DESIERTO
VISIONES
DEVOCIN DE ANTONIO A LOS MINISTROS DE LA IGLESIA
ECUANIMIDAD DE SU CARCTER
POR LEALTAD A LA FE, ANTONIO INTERVIENE EN LA LUCHA ANTIARRIANA
LA VERDADERA SABIDURA
LOS EMPERADORES ESCRIBEN A ANTONIO
ANTONIO PREDICE LOS ESTRAGOS DE LA HEREJA ARRIANA
ANTONIO, TAUMATURGO DE DIOS Y MDICO DE ALMAS
MUERTE DE ANTONIO
EPLOGO
ir a la escuela, deseando evitar la compaa de otros nios, su nico deseo era, como
dice la Escritura acerca de Jacob (Gn 25,27), llevar una simple vida de hogar. Por su
puesto iba a la iglesia con sus padres, y ah no mostraba el desinters de un nio ni el
desprecio de los jvenes por tales cosas. Al contrario, obedeciendo a sus padres, pona
atencin a las lecturas y guardaba cuidadosamente en su corazn el provecho que
extraa de ellas. Adems, sin abusar de las fciles condiciones en que viva como nio,
nunca importun a sus padres pidiendo una comida rica o caprichosa, ni tena placer
alguno en cosas semejantes. Estaba satisfecho con lo que se le pona delante y no peda
ms.
LA VOCACIN DE ANTONIO Y SUS PRIMEROS PASOS EN LA VIDA MONSTICA
Despus de la muerte de sus padres qued solo con una nica hermana, mucho mas
joven. Tena entonces unos dieciocho o veinte aos, y tom cuidado de la casa y de su
hermana. Menos de seis meses despus de la muerte de sus padres, iba, como de
costumbre, de camino hacia la iglesia. Mientras caminaba, iba meditando y reflexionaba
como los apstoles lo dejaron todo y siguieron al Salvador (Mt 4,20; 19,27); cmo, segn
se refiere en los Hechos (4,35-37), la gente venda lo que tena y lo pona a los pies de los
apstoles para su distribucin entre los necesitados; y que grande es la esperanza
prometida en los cielos a los que obran as (Ef 1,18; Col 1,5). Pensando estas cosas,
entr a la iglesia. Sucedi que en ese momento se estaba leyendo el pasaje, y se
escuch el pasaje en el que el Seor dice al joven rico: Si quieres ser perfecto, vende lo
que tienes y d selo a los pobres; luego ven, sgueme, y tendrs un tesoro en el cielo (Mt
19,21). Como si Dios le hubiese puesto el recuerdo de los santos y como si la lectura
hubiera sido dirigida especialmente a l, Antonio sali inmediatamente de la iglesia y dio
la propiedad que tena de sus antepasados: 80 hectreas, tierra muy frtil y muy
hermosa. No quiso que ni l ni su hermana tuvieran ya nada que ver con ella. Vendi todo
lo dems, los bienes muebles que posea, y entreg a los pobres la considerable suma
recibida, dejando slo un poco para su hermana.
Pero de nuevo, entr en la iglesia, escuch aquella palabra del Seor en el Evangelio: No
se preocupen por el maana (Mt 6,34). No pudo soportar mayor espera, sino que fue y
distribuy a los pobres tambin esto ltimo. Coloc a su hermana donde vrgenes
conocidas y de confianza, entregndosela para que fuese educada. Entonces l mismo
dedico todo su tiempo a la vida asctica, atento a s mismo, cerca de su propia casa. No
existan an tantas celdas monacales en Egipto, y ningn monje conoca siquiera el lejano
desierto. Todo el que quera enfrentarse consigo mismo sirviendo a Cristo, practicaba la
vida asctica solo, no lejos de su aldea. Por aquel tiempo haba en la aldea vecina un
anciano que desde su juventud llevaba la vida asctica en la soledad. Cuando Antonio lo
vio, tuvo celo por el bien (Gl 4,18), y se estableci inmediatamente en la vecindad de la
ciudad. Desde entonces, cuando oa que en alguna parte haba un alma que se
esforzaba, se iba, como sabia abeja, a buscarla y no volva sin haberla visto; slo
despus de haberla recibido, por decirlo as, provisiones para su jornada de virtud,
regresaba.
Ah, pues, pas el tiempo de su iniciacin y afirm su determinacin de no volver mas a
la casa de sus padres ni de pensar en sus parientes, sino de dedicar todas sus
inclinaciones y energas a la prctica continua de la vida asctica. Haca trabajo manual,
pues haba odo que el que no quiera trabajar, que tampoco tiene derecho a comer (2 Ts
3,10). De sus entradas guardaba algo para su manutencin y el resto lo daba a los
pobres. Oraba constantemente, habiendo aprendido que debemos orar en privado (Mt
6,6) sin cesar (Lc 18,1; 21,36; 1 Ts 5,17). Adems estaba tan atento a la lectura de la
Escritura, que nada se le escapaba: retena todo, y as su memoria le serv en lugar de
libros.
As viva Antonio y era amado por todos. El, a su vez, se someta con toda sinceridad a
los hombres piadosos que visitaba, y se esforzaba en aprender aquello en que cada uno
lo aventajaba en celo y prctica asctica. Observaba la bondad de uno, la seriedad de
otro en la oracin; estudiaba la apacible quietud de uno y la afabilidad de otro; fijaba su
atencin en las vigilias observadas por uno y en los estudios de otros; admiraba a uno
por su paciencia, y a otro por ayunar y dormir en el suelo; miraba la humildad de uno y la
abstinencia paciente de otro; y en unos y otros notaba especialmente la devocin a
Cristo y el amor que se tenan mutuamente.
Habindose as saciado, volva a su propio lugar de vida asctica. Entonces haca suyo lo
obtenido de cada uno y dedicaba todas sus energas a realizar en s mismo las virtudes
de todos. No tena disputas con nadie de su edad, pero tampoco quera ser inferior a
ellos en lo mejor; y an esto lo haca de tal modo que nadie se senta ofendido, sino que
todos se alegraban por l. Y as todos los aldeanos y los monjes con quienes estaba
unido, vieron que clase de hombre era y lo llamaban el amigo de Dios amndolo como
hijo o hermano.
PRIMEROS COMBATES CON LOS DEMONIOS
Pero el demonio que odia y envidia lo bueno, no poda ver tal resolucin en un hombre
joven, sino que se puso a emplear sus viejas tcticas contra l. Primero trat de hacerlo
desertar de la vida asctica recordndole su propiedad, el cuidado de su hermana, los
apegos de su parentela, el amor al dinero, el amor a la gloria, los innumerables placeres
de la mesa y de todas las cosas agradables de la vida. Finalmente le hizo presente la
austeridad de todo lo que va junto con esta virtud, despert en su mente toda una nube
de argumentos, tratando de hacerlo abandonar su firme propsito.
El enemigo vio, sin embargo, que era impotente ante la determinacin de Antonio, y que
ms bien era l que estaba siendo vencido por la firmeza del hombre, derrotado por su
slida fe y su constante oracin. Puso entonces toda su confianza en las armas que
estn en los msculos de su vientre (Job 40,16). Jactndose de ellas, pues son su
artimaa preferida contra los jvenes, atac al joven molestndolo de noche y
hostigndolo de da, de tal modo que hasta los que lo vean a Antonio podan darse
cuenta de la lucha que se libraba entre los dos. El enemigo quera sugerirle pensamientos
sucios, pero el los disipaba con sus oraciones; trataba de incitarlo al placer, pero Antonio,
sintiendo vergenza, cea su cuerpo con su fe, con sus oraciones y su ayuno. El
perverso demonio entonces se atrevi a disfrazarse de mujer y hacerse pasar por ella en
todas sus formas posibles durante la noche, slo para engaar a Antonio. Pero l llen
sus pensamientos de Cristo, reflexion sobre la nobleza del alma creada por El, y sobre la
espiritualidad, y as apag el carbn ardiente de la tentacin. Y cuando de nuevo el
enemigo le sugiri el encanto seductor del placer, Antonio, enfadado, con razn, y
apesadumbrado, mantuvo sus propsitos con la amenaza del fuego y del tormento de los
gusanos ( Js 16,21; Sir 7,19; Is 66,24; Mc 9,48). Sosteniendo esto en alto como escudo,
pas a travs de todo sin ser doblegado.
Toda esa experiencia hizo avergonzarse al enemigo. En verdad, l, que haba pensado ser
como Dios, hizo el loco ante la resistencia de un hombre. El, que en su engreimiento
desdeaba carne y sangre, fue ahora derrotado por un hombre de carne en su carne.
Verdaderamente el Seor trabajaba con este hombre, El que por nosotros tom carne y
dio a su cuerpo la victoria sobre el demonio. As, todos los que combaten seriamente
pueden decir: No yo, sino la gracia de Dios conmigo (1 Co 15,10).
Finalmente, cuando el dragn no pudo conquistar a Antonio tampoco por estos ltimos
medios sino que se vio arrojado de su corazn, rechinando sus dientes, como dice la
Escritura (Mc 9,17), cambio su persona, por decirlo as. Tal como es en su corazn, as se
le apreci: como un muchacho negro; y como inclinndose ante l, ya no lo acos ms
con pensamientos pues el impostor haba sido echado fuera, sino que usando voz
humana dijo: A muchos he engaado y a muchos he vencido; pero ahora que te he
atacado a ti y a tus esfuerzos como lo hice con tantos otros, me he demostrado
demasiado dbil.
Quin eres t que me hablas as?, pregunt Antonio.
El otro se apresur a replicar con voz gimiente: Soy el amante de la fornicacin. Mi misin
es acechar a la juventud y seducirla; me llaman el espritu de la fornicacin. A cuantos no
he engaado, que estaban decididos a cuidar de sus sentidos! A cuntas personas
castas no he seducido con mis lisonjas! Yo soy aquel por cuya causa el profeta reprocha
a los cados: Ustedes fueron engaados por el espritu de la fornicacin (Os 4,12). S, yo
fui quien los hice caer. Yo soy el que tanto te molest y que tan a menudo fui vencido por
C,],LD. Antonio dio gracias al Seor y armndose de valor contra l, dijo: Entonces eres
enteramente despreciable; eres negro en tu alma y tan dbil como un nio. En adelante
ya no me causas ninguna preocupacin, porque el seor esta conmigo y me auxilia, ver
la derrota de mis adversarios (Sal 117,7).
Oyendo esto, el negro desapareci inmediatamente, inclinndose a tales palabras y
temiendo acercarse al hombre.
ANTONIO AUMENTA SU AUSTERIDAD
Esta fue la primera victoria de Antonio sobre el demonio; ms bien, digamos que este
singular xito de Antonio fue el del Salvador, que conden el pecado en la carne, a fin de
que la justificacin de la ley se cumpliera en nosotros, que vivimos no segn la carne sino
segn el espritu (Rm 8,3-4). Pero Antonio no se descuid ni se crey garantido por s
mismo por el hecho de que el demonio hubiera sido echado a sus pies; tampoco el
enemigo, aunque vencido en el combate, dej de estar al acecho de l. Andaba dando
vueltas alrededor, como un len (1 P 5,8), buscando una ocasin en su contra. Pero
Antonio habiendo aprendido en las Escrituras que los engaos del maligno son diversos
(Ef 6,11), practic seriamente la vida asctica, teniendo en cuenta que aun si no se poda
seducir su corazn con el placer del cuerpo, tratara ciertamente de engaarlo por algn
otro mtodo, porque el amor del demonio es el pecado. Resolvi por eso, acostumbrarse
a un modo mas austero de vida. Mortific su cuerpo ms y ms, y lo puso bajo la
sujecin, no fuera que habiendo vencido en una ocasin, perdiera en otra (1 Co 9,27).
Muchos se maravillaron de sus austeridades, pero l mismo las soportaba con facilidad.
El celo que haba penetrado en su alma por tanto tiempo, se transform por la costumbre
segunda naturaleza, de modo que aun la menor inspiracin recibida de otros lo haca
responder con gran entusiasmo. Por ejemplo, observaba las vigilias nocturnas con tal
determinacin que a menudo pasaba toda la noche sin dormir, y eso no slo una sino
muchas veces, para admiracin de todos. As tambin coma una sola vez al da, despus
de la cada del sol; a veces cada dos das, y con frecuencia tomaba su alimento cada dos
das. Su alimentacin consista en pan y sal; como bebida tomaba solo agua. No
necesitamos mencionar carne o vino, porque tales cosas tampoco se encuentran entre
los dems ascetas. Se contentaba con dormir sobre una estera, aunque lo haca
regularmente sobre el suelo desnudo.
Despreciaba el uso de ungentos para el cutis, diciendo que los jvenes deban practicar
la vida asctica con seriedad y no andar buscando cosas que ablandan el cuerpo; deban
mas bien acostumbrarse a trabajar duro, tomando en cuenta las palabras del apstol:
Cuando mas dbil soy, mas fuerte me siento (2 Co 12,10). Deca que las energas del
alma aumentan cuanto ms dbiles son los deseos del cuerpo.
Estaba adems absolutamente convencido de lo siguiente: pensaba que apreciara su
progreso en la virtud y su consecuente apartamiento del mundo no por el tiempo pasado
en ello sino por su apego y dedicacin. Conforme a esto, no se preocupaba del paso del
tiempo sino que cada da a da, como si recin estuviera comenzando la vida asctica,
haca los mayores esfuerzos hacia la perfeccin. Gustaba repetirse a si mismo las
palabras de san Pablo: Olvidarme de lo que queda atrs y esforzarme por lo que est
delante (Flp 3,13), recordando tambin la voz del profeta Elas: Vive el Seor, en cuya
presencia estoy este da (1 Re 17,1; 18,15). Observaba que al decir este da, no estaba
contando el tiempo que haba pasado, sino que, como comenzando de nuevo,
trabajando duro cada da para hacer de s mismo alguien que pudiera aparecer delante
de Dios: puro de corazn y dispuesto a seguir Su voluntad. Y acostumbraba a decir que
la vida llevada por el gran profeta Elas deba ser para el asceta como un gran espejo en
el cual poder mirar siempre la propia vida.
ANTONIO SE RECLUYE EN LOS SEPULCROS: LAS LUCHAS CON LOS DEMONIOS
As Antonio se domin a s mismo. Entonces decidi mudarse a los sepulcros que se
hallan a cierta distancia de la aldea. Pidi a uno de sus familiares que le llevaran pan a
largos intervalos. Entr entonces en una de las tumbas, el mencionado hombre cerr la
puerta tras l, y as qued dentro solo. Esto era ms de lo que el enemigo poda soportar,
pues en verdad tema que ahora fuera a llenar tambin el desierto con la vida asctica.
As lleg una noche con un gran nmero de demonios y lo azot tan implacablemente
que qued tirado en el suelo, sin habla por el dolor. Afirmaba que el dolor era tan fuerte
que los golpes no podan haber sido infligidos por ningn hombre como para causar
semejante tormento. Por la providencia de Dios, porque el Seor no abandona a los que
esperan en El, su pariente lleg al da siguiente trayndole pan. Cuando abri la puerta y
lo vio tirado en el suelo como muerto, lo levant y lo llev hasta la Iglesia y lo deposit
sobre el suelo. Muchos de sus parientes y de la gente de la aldea se sentaron en torno a
Antonio como para velar su cadver. Pero hacia la medianoche Antonio recobr el
conocimiento y despert. Cuando vio que todos estaban dormidos y slo su amigo
estaba despierto, le hizo seas para que se acercara y le pidi que lo levantara y lo
llevara de nuevo a los sepulcros, sin despertar a nadie.
El hombre lo llev de vuelta, la puerta fue trancada como antes y de nuevo que solo
dentro. Por los golpes recibidos estaba demasiado dbil como para mantenerse en pie;
entonces oraba tendido en el suelo. Terminada su oracin, grit: Aqu estoy yo, Antonio,
que no me he acobardado con tus golpes, y aunque mas me des, nada me separar del
amor a Cristo (Rm 8,35). Entonces comenz a cantar: Si un ejrcito acampa contra m,
mi corazn no tiembla (Sal.26,3).
Tales eran los pensamientos y las palabras del asceta, pero el que odia el bien, el
enemigo, asombrado de que despus de todos los golpes todava tuviera valor de volver,
llam a sus perros, y arrebatado de rabia dijo: Ustedes ven que no hemos podido
detener a este tipo con el espritu de fornicacin ni con los golpes; al contrario llega a
desafiarnos. Vamos a proceder con l de otro modo.
La funcin del malhechor no es difcil para el demonio. Esa noche, por eso, hicieron tal
estrpito que el lugar pareca sacudido por un terremoto. Era como si los demonios se
abrieran paso por las cuatro paredes del recinto, reventando a travs de ellas en forma de
bestia y reptiles. De repente todo el lugar se llen de imgenes fantasmagricas de
leones, osos, leopardos, toros, serpientes, spides, escorpiones y lobos; cada uno se
mova segn el ejemplar que haba asumido. El len ruga, listo para saltar sobre l; el
toro ya casi lo atravesaba con sus cuernos; la serpiente se retorca sin alcanzarlo
completamente; el lobo lo acometa de frente; y el gritero armado simultneamente por
todas estas apariciones era espantoso, y la furia que mostraba era feroz.
Antonio, remecido y punzado por ellos, senta aumentar el dolor en su cuerpo; sin
embargo yaca sin miedo y con su espritu vigilante. Gema es verdad, por el dolor que
atormentaba su cuerpo, pero su mente era duea de la situacin, y, como para burlarse
de ellos, deca: si tuvieran poder sobre m, hubiera bastado que viniera uno solo de
ustedes; pero el Seor les quit su fuerza, y por eso estn tratando de hacerme perder el
juicio con su nmero; es seal de su debilidad que tengan que imitar a las bestias. De
nuevo tuvo la valenta de decirles: Si es que pueden, seis que han recibido el poder
sobre m, no se demoren, vengan al ataque!. Y si nada pueden, para qu forzarse tanto
sin ningn fin? Por que la fe en nuestro Seor es sello para nosotros y muro de
salvacin. As, despus de haber intentado muchas argucias, rechinaron su dientes
contra l, porque eran ellos los que se estaban volviendo locos y no l.
De nuevo el Seor no se olvid de Antonio en su lucha, sino que vino a ayudarlo. Pues
cuando mir hacia arriba, vio como si el techo se abriera y un rayo de luz bajara hacia l.
Los demonios se haban ido de repente, el dolor de su cuerpo ces y el edificio estaba
restaurado como antes. Antonio, habiendo notado que la ayuda haba llegado, respir
ms libremente y se sinti aliviado en sus dolores. Y pregunt a la visin: Dnde estaba
t? Por qu no apareciste al comienzo para detener mis dolores?
Y una voz le habl: Antonio, yo estaba aqu, pero esperaba verte en accin. Y ahora que
haz aguantado sin rendirte, ser siempre tu ayuda y te har famoso en todas partes.
Oyendo esto, se levant y or; y fue tan fortalecido que sinti su cuerpo ms vigoroso
que antes. Tena por aquel tiempo unos treinta y cinco aos edad.
ANTONIO BUSCA EL DESIERTO Y HABITA EN PISPIR
Al da siguiente se fue, inspirado por un celo an mayor por el servicio de Dios. Fue al
encuentro del anciano ya antes mencionado (3-5) y le rog que se fuera a vivir con l en
el desierto. El otro declin la invitacin a causa de su edad y porque tal modo de vivir no
era todava costumbre. Entonces se fue solo a vivir a la montaa. Pero ah estaba de
nuevo el enemigo!. Viendo su seriedad y queriendo frustarla, proyect la imagen ilusoria
de un disco de plata sobre el camino. Pero Antonio, penetrando en el ardid del que odia
el bien, se detuvo y, desenmascar al demonio en l, diciendo: Un disco en el
desierto? De dnde sale esto?. Esta no es una carretera frecuentada, y no hay huellas
de que haya pasado gente por este camino. Es de gran tamao y no puede haberse
cado inadvertidamente. En verdad, aunque se hubiera perdido, el dueo habra vuelto y
lo habra buscado, y seguramente lo habra encontrado porque es una regin desierta.
Esto es engao del demonio. No vas a frustrar mi resolucin con estas cosas, demonio!
Tu dinero perezca junto contigo! (Hch 8,20). Y al decir esto Antonio, el disco
desapareci como humo.
Luego, mientras caminaba, vio de nuevo, no ya otra ilusin, sino oro verdadero,
desparramado a lo largo del camino. Pues bien, ya sea que al mismo enemigo le llam la
atencin, o si fue un buen espritu el que atrajo al luchador y le demostr al demonio de
que no se preocupabas ni siquiera de las riquezas autnticas, l mismo no lo indic, y por
eso no sabemos nada sino que era realmente oro lo que all haba. En cuanto a Antonio,
qued sorprendido por la cantidad que haba, pero atraves por l, como si hubiera sido
fuego y sigui su camino sin volverse atrs. Al contrario, se puso a correr tan rpido que
al poco rato perdi de vista el lugar y qued oculto de l.
As, afirmndose ms y ms en su propsito, se apresuro hacia la montaa. En la parte
distante del ro encontr un fortn desierto que con el correr del tiempo estaba plagado
de reptiles. All se estableci para vivir. Los reptiles como si alguien los hubiera echado,
se fueron de repente. Bloque la entrada, despus de enterrar pan para seis meses as
lo hacen los tebanos y a menudo los panes se mantienen frescos por todo un ao, y
teniendo agua a mano, desapareci como en un santuario. Qued all solo, no saliendo
nunca y no viendo pasar a nadie. Por mucho tiempo persever en esta prctica asctica;
solo dos veces al ao reciba pan, que lo dejaba caer por el techo.
Sus amigos que venan a verlo, pasaban a menudo das y noches fuera, puesto que no
quera dejarlos entrar. Oan que sonaba como una multitud frentica, haciendo ruidos,
armando tumulto, gimiendo lastimeramente y chillando: ndate de nuestro dominio!
perdon a su Hijo, sino que lo entreg por todos nosotros (Rm 8,32), indujo a muchos a
abrazar la vida monstica. Y as aparecieron celdas monacales en la montaa y el
desierto se pobl de monjes que abandonaban a los suyos y se inscriban para ser
ciudadanos del cielo (Hb 3,20; 12,23).
Una vez tuvo necesidad de cruzar el canal de Arsino la ocasin fue para una visita a los
hermanos; el canal estaba lleno de cocodrilos. Simplemente or, se meti con todo sus
compaeros, y pas al otro lado sin ser tocado. De vuelta a su celda, se aplic con todo
celo a sus santos y vigorosos ejercicios. Por medio de constantes conferencias encenda
el ardor de los que ya eran monjes e incitaba a muchos otros al amor de la vida asctica;
y pronto, en la medida en que su mensaje arrastraba a hombres a travs de l, el nmero
de celdas monacales se multiplicaba y para todos era como un padre y gua.
CONFERENCIA DE ANTONIO A LOS MONJES SOBRE EL DISCERNIMIENTO DE
ESPIRTUS Y EXHORTACIN A LA VIRTUD (16-43)
Un da en que l sali, vinieron todos los monjes y le pidieron una conferencia. El les
habl en lengua copta como sigue:
Las Escrituras bastan realmente para nuestra instruccin. Sin embargo, es bueno para
nosotros alentarnos unos a otros en la fe y usar de la palabra para estimularnos. Sean,
por eso, como nios y triganle a su padre lo que sepan y dganselo, tal como yo, siendo
el mas antiguo, comparto con ustedes mi conocimiento y mi experiencia.
Para comenzar, tengamos todos el mismo celo, para no renunciar a lo que hemos
comenzado, para no perder el nimo, para no decir: Hemos pasado demasiado tiempo
en esta vida asctica. No, comenzando de nuevo cada da, aumentemos nuestro celo.
Toda la vida del hombre es muy breve comparada con el tiempo que a de venir, de modo
que todo nuestro tiempo es nada comparada con la vida eterna. En el mundo, todo se
vende; y cada cosa se comercia segn su valor por algo equivalente; pero la promesa de
la vida eterna puede comprarse con muy poco. La Escritura dice: Aunque uno viva
setenta aos y el ms robusto hasta ochenta, la mayor parte son fatiga intil (Sal 89,10).
Si, pues, todos vivimos ochenta aos o incluso cien, en la prctica de la vida asctica, no
vamos a reinar el mismo perodo de cien aos, sino que en vez de los cien reinaremos
para siempre. Y aunque nuestro esfuerzo es en la tierra, no recibiremos nuestra herencia
en la tierra sino lo que se nos ha prometido en el cielo. Ms, an, vamos a abandonar
nuestro cuerpo corruptible y a recibirlo incorruptible (1 Co 15,42).
As, hijitos, no nos cansemos ni pensemos que estamos afanndonos mucho tiempo o
que estamos haciendo algo grande. Pues los sufrimientos de la vida presente no pueden
compararse con la gloria separada que nos ser revelada (Rm 8,18). No miremos hacia a
travs, hacia el mundo, que hemos renunciado a grandes cosas. Pues incluso todo el
mundo, y no creamos que es muy trivial comparado con el cielo. Aunque furamos
dueos de toda la tierra y renunciaremos a toda la tierra, nada sera comparado con el
reino de los cielos. Tal como una persona despreciara una moneda de cobre para ganar
cien monedas de oro, as es que el dueo de la tierra y renuncia a ella, da realmente poco
y recibe cien veces ms (Mt 19,29). Pues, ni siquiera, toda la tierra equivale el valor del
cielo, ciertamente el que entrega una poca tierra no debe jactarse ni apenarse; lo que
abandona es prcticamente nada, aunque sea un hogar o una suma considerable de
dinero de lo que se separa.
Debemos adems tener en cuenta que si no dejamos estas cosas por el amor a la
virtud, despus tendremos que abandonarlas de todos modos y a menudo tambin,
como nos recuerda el Eclesiasts (2,18; 4,8; 6,2), a personas a las que no hubiramos
querido dejarlas. Entonces, por qu no hacer de la necesidad virtud y entregarlas de
modo que podamos heredar un reino por aadidura? Por eso, ninguno de nosotros tenga
ni siquiera el deseo de poseer riquezas. De qu nos sirve poseer lo que no podemos
llevar con nosotros? Por qu no poseer mas bien aquellas cosas que podamos llevar
con nosotros: prudencia, justicia, templanza, fortaleza, entendimiento, caridad, amor a
los pobres, fe en Cristo, humildad, hospitalidad? Una vez que las poseamos, hallaremos
que ellas van delante de nosotros, preparndonos la bienvenida en la tierra de los
mansos. (Lc 16,9; Mt 5,4)
PERSEVERANCIA Y VIGILANCIA
Con estos pensamientos cada uno debe convencerse que no hay que descuidarse sino
considerar que se es servidor del Seor y atado al servicio de su Maestro. Pero un
sirviente no se va atrever a decir: Ya que trabaj ayer, no voy a trabajar hoy. Tampoco
se va a poner a calcular el tiempo que se ya ha servido y a descansar durante los da que
le quedan por delante; no, da tras da, como est escrito en el Evangelio (Lc 12,35-38;
17,7-10; Mt 24,45), muestra la misma buena voluntad para que pueda agradar a su
patrn y no causar ninguna molestia. Perseveremos, pues, en la prctica diaria de la vida
asctica, sabiendo de que si somos negligentes un solo da, El no nos va a perdonar en
consideracin al tiempo anterior, sino que se va a enojar con nosotros por nuestro
descuido. As lo hemos escuchado en Ezequiel (Ez 18,24.26; 33,12ss); lo mismo Judas,
que en una sola noche destruy el trabajo de todo su pasado.
Por eso, hijos, perseveremos en la prctica del ascetismo y no nos desalentemos.
Tambin tenemos en esto al Seor que nos ayuda, segn la Escritura: Dios coopera para
el bien (Rm 8,28) con todo el que elige el bien. Y en cuanto a que no debemos
descuidarnos, es bueno meditar lo que dice el apstol: muero cada da (1 Co 15,31).
como algo confiado a nosotros, guardmosla para el Seor, para que el pueda reconocer
su obra como la misma que hizo.
Luchemos, pues, para que la ira no sea nuestro dueo ni la concupiscencia nos
esclavice. Pues est escrito que la ira del hombre no hace lo que agrada a Dios'( St
1,20). Y la concupiscencia cuando ha concebido, da a luz el pecado; y de este pecado,
cuando esta desarrollado, nace la muerte (St 1,15). Viviendo esta vida, mantengmonos
cuidadosamente en guardia y, como est escrito, guardemos nuestro corazn con toda
vigilancia (Pr 4,23). Tenemos enemigos poderosos y fuertes: son los demonios malvados;
y contra ellos es nuestra lucha, como dice el apstol, no contra gente de carne y hueso,
sino contra las fuerzas espirituales de maldad en las regiones celestiales, es decir, los que
tienen mando, autoridad y dominio en este mundo oscuro (Ef 6,12). Grande es su
nmero en el aire a nuestro alrededor, y no estn lejos de nosotros. Pero la diferencia
entre ellos es considerable. Nos llevara mucho tiempo dar una explicacin de su
naturaleza y distinciones, tal disquisicin es para otros ms competentes que yo; lo nico
urgente y necesario para nosotros ahora es conocer slo sus villanas contra nosotros.
ARTIFICIOS DE LOS DEMONIOS
En primer lugar, dmonos cuenta de esto: los demonios no fueron creados como
demonios, tal como entendemos este trmino, porque Dios no hizo nada malo. Tambin
ellos fueron creados limpios, pero se desviaron de la sabidura celestial. Desde entonces
andan vagando por la tierra. Por una parte, engaaron a los griegos con vanas fantasas,
y, envidiosos de nosotros los cristianos, no han omitido nada para impedirnos entrar en
cielo: no quieren que subamos al lugar de donde ellos cayeron. Por eso se necesita
mucha oracin y disciplina asctica para que uno pueda recibir del Espritu Santo el don
del discernimiento de espritus y ser capaz de conocerlos: cul de ellos es menos malo,
cul de ellos ms; que inters especial persigue cada uno y cmo han de ser rechazados
y echados fuera. Pues sus astucias y maquinaciones numerosas. Bien saban el santo
apstol y sus discpulos cuando decan: conocemos muy bien su maas (2 Co 2,11). Y
nosotros, enseados por nuestras experiencias, deberamos guiar a otros a apartarse de
ellos. Por eso yo, habiendo hecho en parte esta experiencia, les hablo a ustedes como a
mis hijos.
Cuando ellos ven que los cristianos en general, pero en particular los monjes, trabajan
con cuidado y hacen progresos, primero los asaltan y los tientan colocndoles
continuamente obstculos en el camino (Sal 139,6). Estos obstculos son los malos
pensamientos. Pero no debemos asustarnos de sus asechanzas, pues se las desbarata
pronto con la oracin, el ayuno y la confianza en el Seor. Sin embargo, aunque
desbaratados, no cesan sino que vuelven ataque con toda maldad y astucia. Cuando no
pueden engaar el corazn con placeres abiertamente impuros, cambian su tctica y van
de nuevo al ataque. Entonces urden y fingen apariciones para espantar el corazn,
transformndose e imitando mujeres, bestias, reptiles, cuerpos de gran tamao y hordas
de guerreros. Pero ni an as deben aplastarnos el miedo a semejantes fantasmas, ya que
no son nada sino pura vanidad, especialmente si uno se fortalece con la seal de la cruz.
En verdad, son atrevidos y extraordinariamente desvergonzados. Si en este punto
tambin se los derrota, avanzan una vez ms con nueva estrategia. Pretender profetizar y
predecir futuros acontecimientos. Aparecen mas altos que el techo, fornidos y
corpulentos. Su propsito es, si es posible, arrebatar con tales apariciones a los que no
han podido engaar con pensamientos. Y si hallan que an el alma permanece fuerte en
su fe y sostenida por la esperanza hacen intervenir a su jefe.
Este aparece a menudo de esta manera como, por ejemplo, se lo revel el Seor a Job:
Sus ojos son como los prpados del alba. De su boca salen antorchas encendidas,
chispas de fuego saltan fuera. De sus narices sale humo, como de olla o caldero que
hierve. Su aliento enciende los carbones y de su boca sale llama (Jb 41,18-21). Cuando
el jefe de los demonios aparece de esta manera, el bribn trata de aterrorizarnos, como
dije antes, con su hablar bravucn, tal como fue desenmascarado por el Seor cuando
dijo a Job: Tiene toda arma por hojarasca, y del blandir de la jabalina se burla; hace
hervir como una olla el mar profundo, y lo revuelve como una olla de ungento (Jb
41,29.31); tambin dice el profeta: Dijo el enemigo: los perseguir y alcanzar (Ex 15,9);
y en otra parte: Y hall mi mano como nido las riquezas de los pueblos, y como se
recogen los huevos abandonados, as me apoder yo de toda la tierra (Is 10,14)
Esta es, en resumen, la jactancia de la que alardean, estas son las peroratas que hacen
para engaar al que teme a Dios. Con toda confianza no necesitamos temer sus
apariciones ni poner atencin a sus palabras. Es slo un embustero y no hay verdad en
nada en lo que dice. Cuando habla semejantes tonteras y lo hace con tanta jactancia, no
se da cuenta de como es arrastrado con un garfio como dragn por el Salvador (Jb 41,12), con un cabestro como animal de carga, con sus narices con anillo como esclavo
fugitivo, y con sus labios atravesados por una abrazadera de hierro. Ha sido, pues,
atrapado como gorrin para nuestra diversin. Tal l como sus compaeros fueron
tratados as para ser pisoteados como escorpiones y culebras (Lc 10,19) por nosotros los
cristianos; y prueba de ello es el hecho de que seguimos existiendo a pesar de l. En
verdad, noten que l, que prometi que iba a secar el mar y apoderarse de todo el
mundo, no puede impedir nuestras practicas ascticas ni que yo hable contra l. Por eso,
no demos atencin a lo que pueda decir, porque es un mentiroso redomado, ni temamos
sus apariciones, porque tambin son mentiras. Ciertamente no es verdadera luz la que
aparece en ellos, ms bien es mero comienzo y parecido del fuego preparados para ellos
mismos; y con lo mismo que sern quemados tratan aterrorizar a los hombres. Aparecen,
es verdad, pero desaparecen de nuevo en el momento, sin daar a ningn creyente,
mientras se llevan consigo esa apariencia del fuego que los espera. Por eso, no hay
ninguna razn para tenerles miedo, pues por la gracia de Cristo todas sus tcticas
terminan en nada.
Pero son traicioneros y estn preparados para soportar cualquier cambio o
transformacin. A menudo, por ejemplo, pretenden cantar salmos, sin aparecer, y citan
textos de la Escrituras. Tambin algunas veces, cuando estamos leyendo, repiten como
eco lo que hemos ledo. Cuando vamos a dormir, nos despiertan para orar, y esto lo
hacen continuamente, dejndonos dormir apenas. Otra veces se disfrazan de monjes y
simulan piadosas conversaciones, teniendo como meta engaar con su apariencia y
arrastran entonces a sus vctimas adonde quieren. Pero no debemos prestarle atencin,
aunque nos despierten para orar, aunque nos aconsejen no comer del todo, aunque
pretendan acusarnos de cosas que antes aprobaban. Hacen esto no por amor a la
piedad o a la verdad, sino para inducir al inocente a la desesperacin, presentar la vida
asctica como sin valor y hacer que los hombres tomen fastidio por la vida solitaria como
algo tosco y demasiado pesado, y hacer caer a los que llevan tal vida.
Por eso profeta enviado por el Seor a tales infelices con estos trminos: Ay del que da
de beber a prjimo un mal trago! (Hab 2,15). Tales argumentos son desastrosos par el
camino que conduce a la virtud. Nuestro Seor mismo, aunque incluso los demonios
hablaban la verdad pues decan verdaderamente: T eres el Hijo de Dios (Lc 4,41), sin
embargo los hizo callar y les prohibi hablar. No quiso que desparramaran su propia
maldad junto con la verdad, y tampoco deseaba que nosotros les hiciramos caso
aunque aparentemente hablaban la verdad. Por eso, pues, es inconveniente que
nosotros, que poseemos las Escrituras y la libertad del Salvador, seamos enseados por
el demonio, por l, que no qued en su puesto (Judas 6), sino que constantemente ha
cambiado de parecer. Por eso tambin les prohibe usar citas de la Escritura al decir: Dios
dice al pecador Por qu recitas mis preceptos y tienes siempre en tu boca mi Alianza?
(Sal 49,19). Ciertamente ellos hacen de todo: hablan, gritan, engaan, confunden, y todo
para engaar al simple. Arman tambin tremendos estrpitos, lanzan risas tontas y
silbidos. Si nadie les hace caso, lloran y se lamentan como derrotados.
El Seor, por eso, porque es Dios, hizo callar a los demonios. En cuanto a nosotros,
hemos aprendido nuestras lecciones de los santos, hacemos como ellos hicieron e
imitamos su valor. Pues cuando ellos vean tales cosas, acostumbraban a decir: Cuando
el pecador se levant contra m, guard silencio resignado, no habl con ligereza (Sal
38,2); y en otra parte: Pero yo como un sordo no oigo, como un mudo no abro la boca;
soy como uno que no oye (Sal 37,14). As tambin nosotros no los escuchemos,
ellos, y as, cuando los tienen bien a mano poder destruirlos. No los escuchemos sino
que echmoslo fuera, pues no lo necesitamos. Qu de prodigioso hay en ellos, que
tienen cuerpos mas sutiles que los hombres, viendo que alguien se pone de camino, se le
adelanten y anuncien su llegada? Una persona de a caballo podra tambin adelantarse a
uno a pie y dar la misma informacin. As, pues, tampoco en esto hay que asombrarse de
ellos. No tienen ningn conocimiento previo de lo que todava no ha sucedido, sino que
slo Dios conoce todas las cosas antes de que sean (Dn 13,42). En este punto son como
ladrones que corren delante y anuncian lo que vieron. En este mismo momento, a
cuntos ya les habrn comunicado lo que estamos haciendo, como estamos aqu
discutiendo sobre ellos, antes de que ninguno de nosotros pueda levantarse e informar
de lo mismo! Pero hasta un nio veloz hara correr lo mismo, adelantndose a una
persona ms lenta. Les voy a aclarar con un ejemplo lo que quiero decir. Si alguien quiere
ponerse en viaje desde la Tebaida o de cualquier otro lugar, antes de que efectivamente
parta no saben si van a salir o no; pero en cuanto lo ven caminar, se adelantan y anuncian
su llegada de antemano. Y as sucede que despus de algunos das, llega. Pero a veces,
sin embargo, el viajero se vuelve, y el informe es falso.
Tambin a veces hablan tonteras con respecto al agua del Ro. Por ejemplo, viendo
lluvias en las regiones de Etiopa y sabiendo que las avenidas del Ro tienen su origen, se
adelantan y lo anunciantes de que el agua alcance Egipto. Los hombres tambin podran
hacerlo, si pudieran correr tan rpido como ellos. Y tal como el atalaya de David (2 S
18,24), subindose a una altura, logr un vistazo del que llegaba antes del que estaba
debajo, y echando a correr le inform antes que los dems, no lo que an no haba
pasado, sino lo que estaba por suceder en el acto, as tambin los demonios se
apresuran a anunciar cosas a otros con el solo fin de engaarlos. En verdad, si entre
tanto la Providencia tuviera una disposicin especial en cuanto al agua o a los viajeros, y
esto es perfectamente posible, entonces se vera que el informe de los demonios es
mentira, y quedaran engaados los que pusieron su confianza en ellos.
As surgieron los orculos griegos y as fue descarriado el pueblo de la antigedad por los
demonios. Con esto hay que decir tambin cuanto engao fue preparado para el futuro,
pero el Seor vino para suprimir los demonios y su villana. No conocen nada fuera de s
mismos, pero ven otros tienen conocimientos y entonces, como ladrones, se apoderan
de l y lo desfiguran. Practican ms la conjetura que la profeca. Por eso, aunque a veces
parezcan estar en la verdad, nadie debera maravillarse. En realidad, tambin los
mdicos, cuya experiencia en enfermedades les viene de haber observado la misma
dolencia en diferentes personas, hacen a menudo conjeturas sobre la base de su prctica
y predicen lo que va a pasar. Tambin los pilotos y campesinos, observando las
condiciones del tiempo, por su experiencia pronostican si va a ver temporal o buen
tiempo. A nadie se le ocurrira decir que profetizan por inspiracin divina, sino por la
el santo sepulcro (Mt 28,5), y el ngel que habl a los pastores: No teman (Lc 2,10).
Temor en estos casos, no es cobarda del alma sino conciencia de la presencia de seres
superiores. Tal es, pues, la visin de los santos.
Por otra parte, el ataque y la aparicin de los malos estn llenos de confusin,
acompaados de ruidos, bramidos y alaridos; bien podra ser el tumulto de muchachos
groseros o salteadores. Esto al comienzo ocasiona terror en el alma, disturbios y
confusin de pensamientos, desaliento, odio de la vida asctica, tedio, tristeza, recuerdo
de los parientes, miedo de la muerte; luego viene el deseo del mal, el desprecio de la
virtud y un completo cambio de carcter. Por eso, si ustedes tienen una visin y sienten
miedo, pero si el miedo se lo quitan inmediatamente y en su lugar les viene una inefable
alegra y contento, valor, recuperacin de la fuerza y de la calma de pensamiento y de
todo lo dems que he mencionado, y valenta de corazn y amor de Dios, entonces
algrense y oren; su gozo y la tranquilidad de su alma dan prueba de la santidad de
Aquel que est presente. As Abraham, viendo al Seor, se alegr (Jn 8,56), y Juan,
oyendo la voz de Mara, la Madre de Dios, salt de gozo (Lc 1,41). Pero si tienen visiones
que los sorprenden y confunden y al tumulto por doquier y apariciones terrenas y
amenazas de muerte y todo lo dems que mencion, entonces sepan que la visita es del
malo.
Tengan tambin esta otra seal: si el alma sigue con miedo, el enemigo est presente.
Los demonios no quitan el miedo que producen, como lo hizo el gran arcngel Gabriel
con Mara y Zacaras, y el se le apareci a las mujeres en el sepulcro. Los demonios, al
contrario, cuando ven que los hombres tienen miedo, aumentan sus fantasmagoras, para
aterrorizarlos an ms, luego bajan y los engaan dicindoles: Pstrense y adrennos (Mt
4,9). As engaaron a los griegos, pues entre ellos los haba, tomados falsamente por
dioses. Pero nuestro Seor no permiti que furamos engaados por el demonio, cuando
una vez le reproch que intentara utilizar sus alucinaciones con El: Aprtate, Satans,
porque est escrito: Al Seor, tu Dios, adorars y al el slo lo servirs (Mt 4,10). Por eso,
despreciemos ms y ms al autor del mal, pues lo que dijo nuestro Seor fue por
nosotros: cuando los demonios oyen tales palabras, son expulsados por el Seor que
con estas palabras los reprendi.
No debemos jactarnos de echar fuera a los demonios ni darnos aires por curaciones
realizadas; no debemos honrar slo al que expulsa demonios y despreciar al que no lo
hace. Que cada uno observe atentamente la vida asctica de otro, entonces que la imite
y emule, o que la corrija. Pues hacer milagros no es asunto nuestro. Eso est reservado
slo para nuestro Salvador. El, por otra parte, dijo a los discpulos: Algrense, no porque
los demonios se les sometan, sino porque sus nombres estn escritos en el cielo (Lc
10,20). Y el hecho de que nuestros nombres estn escrito en el cielo es testimonio para
nuestra virtud, pero en cuanto a expulsar demonios, eso es don del Salvador que l
concede. Por eso, a los que se jactaban no de su virtud sino de sus milagros y decan:
Seor, no hemos expulsado demonios en tu nombre y no hemos obrado milagros
tambin en tu nombre? (Mt 7,22). El respondi: En verdad, les digo que no los conozco
(Mt 7,23), pues el Seor no conoce el camino de los impos (Sal 1,6). En resumen, se
debe orar, como he dicho, por el don de discernimiento de espritus, a fin de que, como
esta escrito, no creamos a cada espritu.
ANTONIO NARRA SUS EXPERIENCIAS CON LOS DEMONIOS
En realidad, ahora querra detenerme y no decir nada ms que viniera de m mismo, ya
que basta con lo que se ha dicho. Pero para que ustedes no piensen que simplemente
digo estas cosas por hablar, sino para que puedan convencerse de que lo hago por
verdadera experiencia, por eso quiero contarles lo que he visto en cuanto a las prcticas
de los demonios. Tal vez me llamen tonto, pero el Seor que est escuchando sabe que
mi conciencia es limpia y que no es por m mismo sino por ustedes para alentarlos que
digo todo esto.
Cuntas veces me llamaron bendito, mientras yo los maldeca en el nombre del Seor!
Cuntas veces hacan predicciones acerca del agua del Ro! Y yo les deca: Y qu
tienen que ver ustedes con esto?. Una vez llegaron con amenazas y me rodearon como
soldados armados hasta los dientes. En otra ocasin llenaron la casa con caballos y
bestias y reptiles, pero yo cant el salmo: Unos confan en sus carros, otros en su
caballera, pero nosotros confiamos en el nombre del Seor Dios nuestro (Sal 19,8), y a
esta oracin fueron rechazados por el Seor. Otra vez, en la obscuridad llegaron con una
luz fatua diciendo: Hemos venido a traerte luz, Antonio. Pero cerr mis ojos, or, y de un
golpe se apago la luz de los impos. Pocos meses despus llegaron cantando salmos y
citando las Escrituras. Pero yo fui como un sordo que no oye (Sal 37,14). Una vez
sacudieron la celda de un lado para otro, pero yo or, permaneciendo inconmovible en mi
mente. Entonces volvieron haciendo un ruido continuo, dando golpes, silbando y
haciendo cabriolas. Pero yo me puse a orar y a cantar salmos, y entonces comenzaron a
gritar y a lamentarse como si estuvieran completamente agotados, y yo alab al Seor
que redujo a nada su descaro e insensatez y les dio una leccin.
Una vez se me apareci en visin un demonio realmente enorme, que tuvo la desfachatez
de decir: Soy el Poder de Dios, y Soy la Providencia. Por favor qu deseas que te
otorgue?. Entonces yo le sopl mi aliento, invocando el nombre de Cristo, e hice empeo
por golpearlo. Parece que tuve xito, porque al instante, grande como era, desapareci
l, y todos sus compaeros junto con l, al nombre de Cristo. Otra vez que yo estaba
ayunando, se lleg a m el taimado acarreando panes ilusorios. Se puso a darme
consejos: Come y djate de tus privaciones! Tambin t eres hombre y ests punto de
enfermarte. Pero yo, notando su superchera, me levant a orar y no pudo aguantarlo.
Desapareci como humo a travs de la puerta.
Cuntas veces me mostr en el desierto una visin de oro que yo poda tocar y buscar!
Pero me le opuse cantando un salmo y se disolvi. Me golpe a menudo, y yo deca:
Nada podr separarme del amor de Cristo (Rm 8,35), y entonces ellos se golpeaban
unos a otros! Pero no fui yo quien detuvo y paraliz sus esfuerzos, sino el Seor que dijo:
Vi a Satans cayendo del cielo como un relmpago (Lc 10,18)
Hijitos mos acurdense de lo que dijo el apstol: Me apliqu esto a m mismo (1 Co
4,6), y aprendern a no descorazonarse en su vida asctica y a no temer las ilusiones del
demonio y sus compaeros.
Ya que me ha hecho loco entrando en todas sus cosas, escuchen tambin lo que sigue,
para que pueda servirles para su seguridad; cranme, no miento. Una vez escuch un
golpe en la puerta de mi celda, sal afuera y vi una figura enormemente y alta. Cuando le
pregunt: Quin eres?, me contest: Soy Satans. Qu ests haciendo aqu? El
respondi: Qu falta me encuentran los monjes y los dems cristianos sin ninguna
razn? Por qu me echan a cada rato?. Bien, por qu los molestas?, le dije.
El contest: No soy yo quien los molesta, sino que sus molestias tienen su origen en ellos
mismos, porque yo me he debilitado. No han ledo acaso; El enemigo ha sido
desarmado, arrasaste sus ciudades? (Sal 9,7). Ahora no tengo lugar, armas, ni ciudad. En
todas partes hay cristianos y hasta el desierto est lleno de monjes. Que se dediquen a
sus propios asuntos y no me maldigan sin causa.
Entonces me maravill ante la gracia del Seor y le dije: Aunque eres siempre mentiroso y
nunca hablas la verdad, sin embargo esta vez has dicho la verdad, por ms que te
desagrade hacerlo. Ves t, Cristo con su venida te hizo impotente, te derrib, te despoj.
El oyendo el nombre del Salvador e incapaz de soportar el calor que esto causaba, se
desvaneci.
Por eso, si incluso el mismo demonio confiesa que no tienen poder, deberamos
despreciarlo totalmente. El malo y sus sabuesos tienen, es verdad, todo un acopio de
bellaqueras, pero nosotros, sabiendo su debilidad, podemos despreciarlos. No nos
entreguemos, pues, ni desalentemos, ni dejemos que haya cobarda en nuestra alma ni
causemos miedo a nosotros mismos pensando: Ojal que no venga el demonio y me
haga caer! Ojal que no venga y me lleve para arriba o para abajo, o aparezca de repente
y me saque de mis casillas! No deberamos tener en absoluto semejantes pensamientos
ni afligirnos como si furamos a perecer. Mas bien tengamos valor y alegrmonos
siempre como hombres que estn siendo salvados. Pensemos que el Seor est con
nosotros, El que ahuyent los malos espritus y les quit su poder.
Meditemos siempre sobre esto y recordemos que mientras el Seor est con nosotros,
nuestros enemigos no nos harn dao. Pues cuando vienen, actan tal como nos
encuentran, y en el estado del alma en que nos encuentren, de ese modo presentan sus
ilusiones. Si nos ven llenos de miedo y de pnico, inmediatamente toman posesin como
bandoleros que encuentran la plaza desguarnecida; todo lo que pensemos de nosotros
mismos, lo aprovecharn con inters redoblado. Si nos ven con temerosos y
acobardados, van a aumentar nuestro miedo lo ms que puedan en forma de
imaginaciones y amenazas, y as la pobre alma es atormentada para el futuro. Pero si nos
encuentran alegrndonos con el Seor, meditando en los bienes que han de venir y
contemplando las cosa que son del Seor; considerando que todo est en sus manos y
que el demonio no tiene poder sobre un cristiano; que, de hecho, no tiene poder sobre
nadie absolutamente, entonces, viendo al alma salvaguardada con tales pensamientos,
se avergenzan y se vuelven. As, cuando el enemigo vio a Job fortificado, se retir de l,
mientras que encontrando a Judas desprovisto de toda defensa, lo tom prisionero.
Por eso, si queremos despreciar al enemigo, mantengamos siempre nuestro pensamiento
en las cosas del Seor y que nuestra alma se goce con la esperanza (Rm 12,12). Veremos
entonces cmo los engaos del demonio se desvanecen como humo, y los veremos huir
en lugar de perseguirnos. Ellos son, como dije, abyectos, cobardes, siempre recelosos
del fuego preparados para ellos (Mt 25,41).
Observen tambin esto con respecto a la intrepidez que deben tener en su presencia.
Cada vez que venga una aparicin, no se derrumben inmediatamente llenos de cobarde
miedo, sino que, sea lo que sea, pregunten primero con corazn resuelto: Quin eres t
y de dnde vienes?. Si es una visin buena, los va a tranquilizar y a cambiar su miedo en
alegra. Sin embargo, si tiene que ver con el demonio, va a desvanecerse al instante
viendo el decidido nimo de ustedes, ya que la simple pregunta, quin eres y de dnde
vienes?, es la seal de tranquilidad. As lo aprendi el hijo de Nun (Jos 5,13s), y el
enemigo no se libr de ser descubierto cuando Daniel lo interrog (Dn, 13-59).
VIRTUD MONSTICA
Mientras Antonio discurra sobre estos asuntos con ellos, todos se regocijaban.
Aumentaba en algunos la virtud, en otros desapareca la negligencia, y en otros la
vanagloria era reprimida. Todos prestaban consejos sobre los ardides del enemigo, y se
admiraban de la gracia dada a Antonio por el Seor para discernir los espritus.
As sus solitarias celdas en las colinas eran como las tiendas llenas de coros divinos,
a ellos hasta que expiraban. Por eso el juez, viendo su intrepidez y la de sus compaeros
y su celo en estas cosas, dio orden de que ningn monje apareciera en el tribunal o
estuviera en la ciudad. Todos los dems pensaron conveniente esconderse ese da, pero
Antonio se preocup tan poco de ello que lav sus ropas y al da siguiente se coloc al
frente de todos, en un lugar prominente, a vista y presencia del prefecto. Mientras todos
se admiraban y el prefecto mismo lo vea al acercarse con todos los funcionarios, el
estaba ah de pie, sin miedo, mostrando el espritu anhelante caracterstico de nosotros
los cristianos. Como lo expres antes, oraba para que tambin l pudiera ser martirizado,
y por eso se apenaba por no haberlo sido.
Pero el Seor cuidaba de l para nuestro bien y para el bien de otros, a fin de que pudiera
se maestro de la vida asctica que l mismo haba aprendido en las Escrituras. De hecho,
muchos, slo con ver su actitud, se convirtieron en celosos seguidores de su modo de
vida. De nuevo, por eso, continu con su costumbre, de ir al servicio de los confesores
de la fe y, como si estuviera encadenado con ellos (Hb 13,3), se agot en su afn por
ellos.
EL DIARIO MARTIRIO DE LA VIDA MONACAL
Cuando finalmente la persecucin ces y el obispo Pedro, de santa memoria, hubo
sufrido el martirio, se fue y volvi a su celda solitaria, y ah fue mrtir cotidiano en su
conciencia, luchando siempre las batallas de la fe. Practic una vida asctica llena de
celo y ms intensa. Ayunaba continuamente, su vestidura era de pelo la interior y de
cuero la exterior, y la conserv hasta el da de su muerte. Nunca ba su cuerpo para
lavarse, ni tampoco lav sus pies ni se permiti meterlos en el agua sin necesidad. Nadie
vio su cuerpo desnudo hasta que muri y fue sepultado.
Vuelto a la soledad, determin un perodo de tiempo durante el cual no saldra ni recibira
a nadie. Entonces un oficial militar, un cierto Martiniano, lleg a importunar a Antonio:
tena una hija a la molestaba el demonio. Como persista ante l, golpeado a la puerta y
rogando que saliera y orara a Dios por su hija, Antonio no quiso salir sino que, usando
una mirilla le dijo: Hombre por qu haces todo ese ruido conmigo?. Soy un hombre tal
como t. Si crees en Cristo a quien yo sirvo, ndate y como eres creyente, ora a Dios y se
te conceder. Ese hombre se fue y creyendo e invocando a Cristo, y su hija fue librada
del demonio. Muchas otras cosas hizo tambin el Seor a travs de l, segn la palabra:
Pidan y se les dar (Lc 11,9). Muchsima gente que sufra, dorma simplemente fuera de
su celda, ya que l no quera abrirle la puerta, y eran sanados por su fe y su sincera
oracin.
HUIDA A LA MONTAA INTERIOR
Cuando se vio acosado por muchos e impedido de retirarse como eran su propsito y su
deseo, e inquieto por lo que el Seor estaba obrando a travs de l, pues poda
transformarse en presuncin, o alguien poda estimarlos ms de lo que convena,
reflexion y se fue hacia la Alta Tebaida, a un pueblo en el que era desconocido. Recibi
pan de los hermanos y se sent a la orilla del ro, esperando ver un barco que pasara en
el que pudiera embarcarse y partir. Mientras estaba as aguardando, se oy una voz
desde arriba: Antonio, a dnde vas y porque?.
No se desorient sino que, habiendo escuchado a menudo tales llamadas, contest: Ya
que las multitudes no me permiten estar solo, quiero irme a la Alta Tebaida, porque son
muchas las molestias a las que estoy sujeto aqu, y sobre todo porque me piden cosas
ms all de mi poder. Si subes a la Tebaida, dijo la voz, o si, como tambin pensaste,
bajas a la Bucolia, tendrs ms, s, el doble ms de molestias que soportar. Pero si
realmente quieres estar contigo mismo, entonces vete al desierto interior.
Pero, dijo Antonio, quin me mostrar el camino?. Yo no lo conozco. De repente le
llamaron la atencin unos sarracenos que estaban por tomar aquella ruta. Acercndose,
Antonio les pidi ir con ellos al desierto. Ellos le dieron la bienvenida como por orden de
la Providencia. Y viaj con ellos tres das y tres noches y lleg a una montaa muy alta. Al
pie de la montaa haba agua, clara como el cristal, dulce y muy fresca. Extendindose
desde all haba una llanura y unos cuantos datileros.
Antonio, como inspirado por Dios, qued encantado por el lugar, porque esto fue lo que
quiso decir Quien habl con el a la orilla del Ro. Comenz por conseguir algunos panes
de sus compaeros de viaje y se quedo slo en la montaa, sin ninguna compaa. En
adelante, mir este lugar como si hubiera encontrado su propio hogar. En cuanto a los
sarracenos, notando el entusiasmo de Antonio, hicieron del lugar un punto de sus
travesas, y estaban contentos de llevarle pan. Tambin los datileros le daban un pequeo
y frugal cambio de dieta. M s tarde, los hermanos, se las ingeniaron para mandarle pan.
Antonio, sin embargo, viendo que el pan les causaba molestias porque tenan que
aumentar el trabajo que ya soportaban, y queriendo mostrar consideracin a los monjes
en esto, reflexion sobre el asunto y pidi a algunos de sus visitantes que les trajeran un
azadn y un hacha y algo de grano.
Cuando se lo trajeron, se fue al terreno cerca de la montaa, y encontrando un pedazo
adecuado, con abundante provisin de agua de la vertiente, lo cultivo y sembr. As lo
hizo cada ao y les suministraba su pan. Estaba feliz de que con eso no tena que
molestar a nadie, y con todo trataba de no ser carga para otros. Pero ms tarde, viendo
que de nuevo llegaba gente a verlo, comenz tambin a cultivar algunas hortalizas, a fin
de que sus visitantes tuvieran algo ms para restaurar sus fuerzas despus del viaje tan
cansado y pesado.
Al comienzo, los animales del desierto que venan a beber agua le daaban los
sembrados de la huerta. Entonces atrap a uno de los animales, lo retuvo suavemente y
les dijo a todos: Por qu me hacen perjuicio si yo no les haga nada a ninguno de
ustedes? Vyanse, y en el nombre del Seor no se acerquen otra vez a estas cosas!. Y
desde ese entonces, como atemorizados por sus rdenes, no se acercaron al lugar.
DE NUEVO LOS DEMONIOS
As estuvo slo en la Montaa Interior, dando su tiempo a la oracin y a la prctica de la
vida asctica. Pero los hermanos que fueron en su busca, le rogaron que les permitiera
llegar cada mes y llevarle aceitunas, legumbres y aceite, puesto que ya ahora era
anciano.
De sus visitantes hemos sabido cuantos combates tuvo que soportar mientras vivi ah,
no contra carne y sangre, como est escrito (Ef 6,12), sino en lucha con los demonios.
Pues tambin all oyeron tumultos y muchas voces y clamor como de armas. De noche
vieron la montaa llenarse de vida con bestia salvajes. Lo vieron tambin peleando como
tambin con enemigos visibles, y orando contra ellos. A uno que lo visit, le habl
palabras de aliento mientras el mismo se mantena firme en la contienda, de rodillas y
orando al Seor. Era realmente notable que, slo como estaba en ese despoblado, nunca
desmayase frente a los ataques de los demonios, ni tampoco con todos los animales y
reptiles que haba, tuviese miedo de su ferocidad. Como est en la escritura, l realmente
confiaba en el Seor como el monte Sin (Sal 124,l), con nimo inquebrantable e
intrpido. As los demonios ms bien huan de l, y los animales salvajes hicieron la paz
con l, como est escrito (Job 5,23)
El malo puso estrecha guardia sobre Antonio y rechin sus dientes contra l, como dice
David en el salmo (Sal 34,16), pero Antonio fue animado por el Salvador, quedando sin
ser daado por esa villana y sutil estrategia. Le envi bestias salvajes mientras estaba en
sus vigilias nocturnas, y en plena noches todas las hienas del desierto salieron de sus
guaridas y lo rodearon. Tenindolo en medio, abran sus fauces y amenazaban morderlo.
Pero l, conociendo bien las maas del enemigo, les dijo: Si han recibido poder para
hacer esto contra m, estoy dispuesto a ser devorado; pero si han sido enviadas por los
demonios, vyanse inmediatamente porque soy servidor de Cristo. En cuanto Antonio
dijo esto, huyeron como azotados por el ltigo de esa palabra.
Pocos das despus, mientras estaba trabajando porque el trabajo formaba parte de su
propsito, alguien lleg a la puerta y tir la cuerda con que trabajaba (estaba haciendo
canastos, que daba a sus visitantes en cambio por lo que le traan). Se levant y vio a un
monstruo que pareca hombre hasta los muslos, pero con piernas y pies de asno. Antonio
hizo simplemente la seal de la cruz y dijo: Soy servidor de Cristo. Si has sido enviado
contra m aqu estoy. Pero el monstruo con sus demonios huy tan rpido, que su
misma rapidez lo hizo caer y muri. La muerte del monstruo vino a significar el fracaso de
los demonios: hicieron cuanto pudieron porque se fuera del desierto y no pudieron.
ANTONIO VISITA A LOS HERMANOS A LO LARGO DEL NILO
Una vez los monjes le pidieron que regresara donde ellos y pasara algn tiempo
visitndolos a ellos y sus establecimientos. Hizo el viaje con los monjes que vinieron a su
encuentro. Un camello haba cargado con pan y agua, ya que en todo ese desierto no
hay agua, y la nica agua potable estaba en la montaa de donde haban salido y en
donde estaba su celda. Yendo de camino se acab el agua, y estaban todos en peligro
cuando el calor es mas intenso. Anduvieron buscando y volvieron sin encontrar agua.
Ahora estaban demasiado dbiles para poder caminar siquiera. Se echaron al suelo y
dejaron que el camello se fuera, entregndose a la desesperacin.
Entonces el anciano, viendo el peligro en que todos estaban, se llen de afliccin.
Suspirando profundamente, se apart un poco de ellos. Entonces se arrodill, extendi
sus manos y or. Y de repente el Seor hizo brotar una fuente donde estaba orando, de
modo que todos pudieron beber y refrescarse. Llenaron sus odres y se pusieron a buscar
el camello hasta que lo encontraron, sucedi que el cordel se haba enredado en una
piedra y haba quedado sujeto. Lo llevaron a abrevar y, cargndolo con los odres,
concluyeron su viaje sin ms deterioros ni accidentes.
Cuando lleg a las celdas exteriores, todos le dieron una cordial bienvenida, mirndolo
como a un padre. El, por su parte, como trayndoles provisiones de su montaa, los
entretena con su narraciones y les comunicaba su experiencia prctica. Y de nuevo hubo
alegra en las montaas y anhelos de progreso, y el consuelo que viene de una fe comn
(Rm 1,12). Tambin se alegr de contemplar el celo de los monjes y al ver a su hermana
que haba envejecido en su vida de virginidad, siendo ella misma gua espiritual de otras
LOS HERMANOS VISITAN A ANTONIO
Despus de algunos das volvi a su montaa. Desde entonces muchos fueron a visitarlo,
entre ellos muchos llenos de afliccin, que arriesgaban el viaje hasta l. Para todos los
monjes que llegaban donde l, tena siempre el mismo consejo: poner su confianza el
Seor y amarlo, guardarse a s mismo de los malos pensamientos y de los placeres de la
carne, y no ser seducido por el estmago lleno, como est escrito en los Proverbios (Prov
24,15). Deban huir de la vanagloria y orar continuamente; cantar salmos antes y despus
del sueo; guardar en el corazn los mandamientos impuestos en las Escrituras y
recordar los hechos de los santos, de modo que el alma, al recordar los mandamientos,
pueda inflamarse ante el ejemplo de su celo. Les aconsejaba sobre todo recordar
siempre la palabra del apstol: Que el sol no se ponga sobre tu ira (Ef 4,26), y a
considerar estas palabras como dichas de todos los mandamientos: el sol no debe
ponerse no slo sobre la ira sino sobre ningn otro pecado.
Es enteramente necesario que el sol no condene por ningn pecado de da, ni la luna por
ninguna falta o incluso pensamiento nocturno. Para asegurarnos de esto, es bueno
escuchar y guardar lo que dice el apstol: Jzguense y prubense ustedes mismos (2
Co 13,5). Por eso cada uno debe hacer diariamente un examen de lo que ha hecho de da
y de noche; si ha pecado, deje de pecar; si no ha pecado, no se jacte por ello. Persevere
mas bien en la practica de lo bueno y no deje de estar en guardia. No juzgue a su prjimo
ni se declare justo l mismo, como dice el santo apstol Pablo, Hasta que venga el
Seor y saque a luz lo que est escondido (1 Co 4,5; Rm 2,16). A menudo no tenemos
conciencia de lo que hacemos; nosotros no lo sabemos, pero el Seor conoce todo. Por
eso dejmosle el juicio a El, compadezcmonos mutuamente y llevemos los unos las
cargas de los otros (Ga 6,2). Juzgumonos a nosotros mismo y, si vemos que hemos
disminuido, esforcmonos con toda seriedad para reparar nuestra deficiencia. Que esta
observacin sea nuestra salvaguardia con el pecado: anotemos nuestras acciones e
impulsos del alma como si tuviramos que dar un informe a otro; pueden estar seguros
que de pura vergenza de que esto se sepa, dejaremos de pecar y de seguir teniendo
pensamientos pecaminosos. A quin le gusta que lo vean pecando? Quin habiendo
pecado, no preferira mentir, esperando escapar as a que lo descubran? Tal como no
quisiramos abandonarnos al placer a vista de otros, as tambin si tuviramos que
escribir nuestros pensamientos para decrselos a otro, nos guardaramos muchos de los
malos pensamientos, de vergenza de que alguien los supiera. Que ese informe escrito
sea, pues, como los ojos de nuestros hermanos ascetas, de modo que al avergonzarnos
al escribir como si nos estuvieran viendo, jams nos demos al mal. Moldendonos de
esta manera, seremos capaces de llevar a nuestro cuerpo a obedecernos (1 Co 9,27),
para agradar al Seor y pisotear las maquinaciones del enemigo.
MILAGROS EN EL DESIERTO
Estos eran los consejos a los visitantes. Con los que sufran se una en simpata y
oracin, y a menudo y en muchos y variados casos, el Seor escuch su oracin. Pero
nunca se jact cuando fue escuchado, ni se quej cuando no lo fue. Siempre dio gracias
al Seor, y animaba a los sufrientes a tener paciencia y a darse cuenta de que la curacin
no era prerrogativa suya ni de nadie, sino slo de Dios, que la obra cuando quiere y a
quienes El quiere. Los que sufran se satisfacan con recibir las palabras del anciano
como curacin, pues aprendan a tener paciencia y a soporta el sufrimiento. Y los que
En otra ocasin en que estaba sentado en la montaa y mirando hacia arriba, vio en el
aire a alguien llevado hacia lo alto entre gran regocijo entre otros que le salan al
encuentro. Admirndose de tan gran multitud y pensando que felices eran, or para
saber que era eso. De repente una voz se dirigi a l dicindole que era el alma de un
monje Ammn de Nitria, que vivi la vida asctica hasta edad avanzada. Ahora bien, la
distancia entre Nitria a la montaa donde estaba Antonio, era de trece das de viaje. Los
que estaban con Antonio, viendo al anciano tan extasiado, le preguntaron que significaba
y el les cont que Ammn acababa de morir.
Este era bien conocido, pues vena ah a menudo y muchos milagros fueron logrados por
su intermedio. El que sigue es un ejemplo: Una vez tena que atravesar el ro Licus en la
estacin de las crecidas; le pidi a Teodor que se le adelantara para que no se vieran
desnudos uno a otro mientras cruzaban el ro a nado. Entonces cuando Teodor se fue, el
se senta todava avergonzado por tener que verse desnudo l mismo. Mientras estaba
as desconcertado y reflexionando, fue de repente transportado a la otra orilla. Teodoro,
tambin un hombre piadoso, sali del agua, y al ver al otro lado al que haba llegado
antes que l y sin haberse mojado se aferr a sus pies, insistiendo que no lo iba a soltar
hasta que se lo dijera. Notando la determinacin de Teodoro, especialmente, despus de
lo que le dijo, l insisti a su vez para que no se lo dijera a nadie hasta su muerte, y as le
revel que fue llevado y depositado en la orilla, que no haba caminado sobre el agua, ya
que slo esto es posible al Seor y a quienes El se lo permite, como lo hizo en el caso del
apstol Pedro (Mt 14,29). Teodoro relat esto despus de la muerte de Ammn.
Los monjes a los que Antonio les habl sobre la muerte de Ammn, se anotaron el da, y
cuando, un mes despus, los hermanos volvieron desde Nitria, preguntaron y supieron
que Ammn se haba dormido en el mismo da y hora en que Antonio vio su alma llevada
hacia lo alto. Y tanto ellos como los otros quedaron asombrados ante la pureza del alma
de Antonio, que poda saber de inmediato lo que haba pasado trece das antes y que era
capaz de ver el alma llevada hacia lo alto.
En otra ocasin, el conde Arquelao lo encontr en la montaa Exterior y le pidi
solamente que rezara por Policracia, la admirable virgen de Laodicea, portadora de
Cristo. Sufra mucho del estmago y del costado a causa de su excesiva austeridad, y su
cuerpo estaba reducido a gran debilidad. Antonio or y el conde anot el da en que hizo
oracin. Cuando volvi a Laodicea, encontr sana a la virgen. Preguntando cuando se vio
libre de su debilidad, sac el papel donde haba anotado la hora de la oracin. Cuando le
contestaron, inmediatamente mostr su anotacin en el papel, y todos se asombraron al
reconocer que el Seor la haba sanado de su dolencia en el mismo momento en que
Antonio estaba orando e invocando la bondad del Salvador en su ayuda.
En cuanto a sus visitantes, con frecuencia predeca su venida, das y a veces un mes
antes, indicando la razn de su visita. Algunos venan slo a verlo, otros a causa de sus
enfermedades, y otros, atormentados por los demonios. Y nadie consideraba el viaje
demasiado molesto o que fuera tiempo perdido; cada uno volva sintiendo que haba
recibido ayuda. Aunque Antonio tena estos poderes de palabra y visin, sin embargo
suplicaba que nadie lo admirara por esta razn, sino mas bien admirara al Seor, porque
El nos escucha a nosotros, que slo somos hombres, a fin de conocerlo lo mejor que
podamos.
En otra ocasin haba bajado de nuevo para visitar las celdas exteriores. Cuando fue
invitado a subir a un barco y orar con los monjes, slo l percibi un olor horrible y
sumamente penetrante. La tribulacin dijo que haba pescado y alimento salado a bordo
y que el olor vena de eso, pero l insisti que el olor era diferente. Mientras estaba
hablando, un joven que tena un demonio y haba subido a bordo poco antes como
polizn, de repente solt un chillido. Reprendido en el nombre de nuestro Seor
Jesucristo, el demonio se fue y el hombre volvi a la normalidad; todos entonces se
dieron cuenta de que el hedor vena del demonio.
Otra vez un hombre de rango fue donde l, posedo de un demonio. En este caso el
demonio era tan terrible que el poseso no estaba consciente de que iba hacia Antonio.
Incluso llegaba a devorar sus propios excrementos. El hombre que lo llev donde Antonio
le rog que orara por l. Sintiendo compasin por el joven, Antonio or y pas con l
toda la noche. Hacia el amanecer el joven de repente se lanz sobre Antonio y le dio un
empujn. Sus compaeros se enojaron ante eso, pero Antonio dijo: No se enojen con el
joven, porque no es l el responsable sino el demonio que est en l. Al ser increpado y
mandado irse a lugares desiertos, se volvi furioso e hizo esto. Den gracias al Seor,
porque el atacarme de este modo es una seal de la partida del demonio. Y en cuanto
Antonio dijo esto, el joven volvi a la normalidad. Vuelto en s se dio cuenta donde
estaba, abraz al anciano y dio gracias a Dios.
VISIONES
Son numerosas las historias, por lo dems todas concordes, que los monjes han
trasmitido sobre muchas otras cosas semejantes que l obr. Y ellas, sin embargo, no
parecen tan maravillosas como otras an ms maravillosas. Un a vez, por ejemplo, a la
hora nona, cuando se puso de pie para orar antes de comer, se sinti transportado en
espritu y, extrao es decirlo, se vio a s mismo y se hallara fuera de s mismo y como si
otros seres lo llevaran en los aires. Entonces vio tambin otros seres terribles y
abominables en el aire, que le impedan el paso. Como sus guas ofrecieron resistencia,
los otros preguntaron con qu pretexto quera evadir su responsabilidad ante ellos. Y
No tena ninguna inclinacin a hablar a cerca de estas cosas a la gente. Pero cuando
haba pasado largo tiempo en oracin y estado absorto en toda esa maravilla, y sus
compaeros insistan y lo importunaban para que hablara, estaba forzado a hacerlo.
Como padre no poda guardar un secreto ante sus hijos. Senta que su propia conciencia
era limpia y que contarles esto podra servirles de ayuda. Conoceran el buen fruto de la
vida asctica, y que a menudo las visiones son concedidas como compensacin por las
privaciones.
DEVOCIN DE ANTONIO A LOS MINISTROS DE LA IGLESIA
ECUANIMIDAD DE SU CARCTER
Era paciente por disposicin y humilde de corazn. Siendo hombre de tanta fama,
mostraba, sin embargo, el ms profundo respeto a los ministros de la Iglesia, y exiga que
a todo clrigo se le diera ms honor que a l. No se avergonzaba de inclinar su cabeza
ante obispos y sacerdotes. Incluso si algn di cono llegaba donde l a pedirle ayuda,
conversaba con l lo que fuera provechoso, pero cuando llegaba la oracin le peda que
presidiera, no teniendo vergenza de aprender. De hecho, a menudo plante cuestiones
inquiriendo los puntos de vista de sus compaeros, y si sacaba provecho de lo que el
otro deca, se lo agradeca.
Su rostro tena un encanto grande e indescriptible. Y el Salvador le haba dado este don
por aadidura: si se hallaba presente en una reunin de monjes y alguno a quien no
conoca deseaba verlo, ese tal en cuanto llegaba pasaba por alto a los dems, como
atrado por sus ojos. No era ni su estatura ni su figura las que lo hacan destacar sobre
los dems, sino su carcter sosegado y la pureza de su alma. Ella era imperturbable y as
su apariencia externa era tranquila. El gozo de su alma se transparentaba en la alegra de
su rostro, y por la forma de expresin de su cuerpo se saba y se conoca la estabilidad
de su alma, como lo dice la Escritura: Un corazn contento alegra el rostro, uno triste
deprime el espritu (Pr 15,13). Tambin Jacob observ que Labn estaba tramando algo
contra l y dijo a sus mujeres: Veo que el padre de ustedes no me mira con buenos ojos
(Gn 31,5). Tambin Samuel reconoci a David porque tena los ojos que irradiaban alegra
y dientes blancos como la leche (1 S 16,12; Gn 49,12). As tambin era reconocido
Antonio: nunca estaba agitado, pues su alma estaba en paz, nunca estaba triste, porque
haba alegra en su alma.
POR LEALTAD A LA FE, ANTONIO INTERVIENE EN LA LUCHA ANTIARRIANA
En asuntos de fe, su devocin era sumamente admirable. Por ejemplo, nunca tuvo nada
que hacer con los cismticos melecianos, sabedor desde el comienzo de su maldad y
apostasa. Tampoco tuvo ningn trato amistoso con los maniqueos ni con otros herejes, a
excepcin nicamente de las amonestaciones que les haca para que volvieran a la
verdadera fe. Pensaba y enseaba que amistad y asociacin con ellos perjudicaban y
arruinaban su alma. Tambin detestaba la hereja de los arrianos, y exhortaba a todos a
no acercrseles ni a compartir su perversa creencia. Una vez, cuando uno de esos impos
arrianos llegaron donde l, los interrog detalladamente; y al darse cuenta de su impa fe,
los ech de la montaa, diciendo que sus palabras era peores que veneno de serpientes.
Cuando en una ocasin los arrianos esparcieron la mentira de que comparta sus mismas
opiniones, demostr que estaba enojado e irritado contra ellos. Respondiendo al llamado
de los obispos y de todos los hermanos, baj de la montaa y entrando en Alejandra
denunci a los arrianos. Deca que su herejas era la peor de todas y precursora del
anticristo. Enseaba al pueblo que el Hijo de Dios no es una creatura ni vino al ser de la
no existencia, sino que El es la eterna Palabra y Sabidura de la substancia del Padre.
Por eso es impo decir: hubo un tiempo en que no exista, pues la Palabra fue siempre
coexistente con el Padre. Por eso, no se metan para nada con estos arrianos sumamente
impos; simplemente, no hay comunidad entre luz y tinieblas (2 Co 6,14). Ustedes deben
recordar que son cristianos temerosos de Dios, pero ellos, al decir que el Hijo y la Palabra
de Dios Padre es una creatura, no se diferencian de los paganos que adoran la creatura
en lugar del Dios creador (Rm 1,25). Estn seguros de que toda la creacin est irritada
contra ellos, porque cuentan entre las cosas creadas al Creador y Seor de todo, por
quien todas las cosas fueron creadas (Col 1,16).
Todo el pueblo se alegraba al escuchar a semejante hombre anatemizar la hereja que
luchaba contra Cristo. Toda la ciudad corra para ver a Antonio. Tambin los paganos e
incluso los mal llamados sacerdotes, iban a la Iglesia dicindose: Vamos a ver al varn
de Dios, pues as lo llamaban todos. Adems, tambin all el Seor obr por su
intermedio expulsiones de demonios y curaciones de enfermedades mentales. Muchos
paganos queran tocar al anciano, confiando en que seran auxiliados, y en verdad hubo
tantas conversiones en eso pocos das como no se las haba visto en todo un ao.
Algunos pensaron que la multitud lo molestaba y por eso trataron de alejar a todos de l,
pero l, sin incomodarse, dijo: Toda esta gente no es ms numerosa que los demonios
contra los que tenemos que luchar en la montaa.
Cuando se iba y lo estbamos despidiendo, al llegar a la puerta una mujer detrs de
nosotros le gritaba: Espera varn de Dios mi hija est siendo atormentada terriblemente
por un demonio! Espera, por favor, o me voy a morir corriendo!. El anciano la escuch,
le rogamos que se detuviera y el accedi con gusto. Cuando la mujer se acerc, su hija
era arrojada al suelo. Antonio or, e invoc sobre ella el nombre de Cristo; la muchacha
se levant sana y el espritu impuro la dej. La madre alab a Dios y todos dieron gracias.
y l tambin contento parti a la Montaa, a su propio hogar.
LA VERDADERA SABIDURA
Tena tambin un grado muy alto de sabidura prctica. Lo admirable era que, aunque no
tuvo educacin formal, posea ingenio y comprensin despiertos. Un ejemplo: Una vez
llegaron donde l dos filsofos griegos, pensando que podan divertirse con Antonio.
Cuando l, que por ese entonces viva en la Montaa Exterior, catalog a los hombres por
su apariencia, sali donde ellos y les dijo por medio de un intrprete: Por qu filsofos,
se dieron tanta molestia en venir donde un hombre loco?. Cuando ellos le contestaron
que no era loco sino muy sabio, l les dijo: Si ustedes vinieron donde un loco, su
molestia no tiene sentido; pero si piensan que soy sabio, entonces hganse lo que yo
soy, porque hay que imitar lo bueno. En verdad, si yo hubiera ido donde ustedes, los
habra imitado; a la inversa, ahora que ustedes vinieron donde m, convirtanse en lo que
soy: yo soy cristiano. Ellos se fueron, admirados de l, vieron que los demonios teman a
Antonio.
Tambin otros de la misma clase fueron a su encuentro en la Montaa Exterior y
pensaron que podan burlarse de l porque no tena educacin. Antonio les dijo: Bien,
que dicen ustedes: qu es primero, el sentido o la letra? Y cul es el origen de cul?:
El sentido de la letra o la letra del sentido?. Cuando ellos expresaron que el sentido es
primero y origen de la letra, Antonio dijo: Por eso quien tiene una mente sana no
necesita las letras. Esto asombr a ellos y a los circunstantes. Se fueron admirados de
ver tal sabidura en un hombre iletrado. Porque no tena las maneras groseras de quien a
vivido y envejecido en la montaa, sino que era un hombre de gracia y cortesa. Su hablar
estaba sosegado con la sabidura divina (Col 4,6), de modo que nadie le tena mala
voluntad, sino que todos se alegraban de haber ido en su busca.
Y por cierto, despus de stos vinieron otros todava. Eran de aquellos que de entre los
paganos tienen reputacin de sabios. Le pidieron que planteara una controversia sobre
nuestra fe en Cristo. Cuando trataban de argir con sofismas a partir de la predicacin de
la divina Cruz con el fin de burlarse, Antonio guard silencio por un momento y,
compadecindose primero de su ignorancia, dijo luego a travs de un intrprete que
haca una excelente traduccin de sus palabras: Qu es mejor: confesar la Cruz o
atribuir adulterio o pederastias a sus mal llamados dioses? Pues mantener lo que
mantenemos es signo de espritu viril y denota desprecio de la muerte, mientras que lo
que ustedes pretenden habla slo de sus pasiones desenfrenadas. Otra vez, qu es
mejor: decir que la Palabra de Dios inmutable qued la misma al tomar el cuerpo
humano para la salvacin y bien de la humanidad, de modo que al compartir el
nacimiento humano pudo hacer a los hombres partcipes de la naturaleza divina y
espiritual (2 P 1,4), o colocar lo divino en un mismo nivel que los seres insensibles y
adorar por eso a bestias y reptiles e imgenes de hombres?. Precisamente eso son los
objetos adorados por sus hombres sabios. Con qu derecho vienen a rebajarnos porque
afirmamos que Cristo pereci como hombre, siendo que ustedes hacen provenir el alma
del cielo, diciendo que se extravi y cay desde la bveda del cielo al cuerpo? Y ojal que
fuera slo el cuerpo humano, y que no se cambiara o migrara en el de bestia y
serpientes!. Nuestra fe declara que Cristo vino para la salvacin de las almas, pero
ustedes errneamente teorizan acerca de un alma increada. Creemos en el poder de la
Providencia y en su amor por los hombres y que esa venida por tanto no era imposible
para Dios; pero ustedes llamando al alma imagen de la Inteligencia, le impulsan cadas y
fabrican mitos sobre su posibilidad de cambios. Como consecuencia, hacen a la
inteligencia misma mutable a causa del alma. Porque en cuanto era imagen debe ser
aquello a cuya imagen es. Pero si ustedes piensan semejantes cosas acerca de la
Inteligencia, recuerden que blasfeman del Padre de la Inteligencia.
Y referente a la Cruz, qu dicen ustedes que es mejor: soportar la cruz, cuando
hombres malvados echan mano de la traicin, y no vacilar ante la muerte de ninguna
manera o forma, o fabricar fbulas sobre las andanzas de Isis u Osiris, las conspiraciones
de Tifn, la expulsin de Cronos, con sus hijos devorados y parricidios?. S, aqu
tenemos su sabidura!
Y por qu mientras se ren de la Cruz, no se maravillan de la Resurreccin? Porque los
mismos que nos trasmitieron un suceso, escribieron tambin sobre el otro. O por qu
mientras se acuerdan de la Cruz, no tiene nada que decir sobre los muertos devueltos a
la vida, los ciegos que recuperaron la vista, los paralticos que fueron sanados y los
leprosos que fueron limpiados, el caminar sobre el mar, y los dems signos y milagros
que muestran a Cristo no como hombre sino como Dios? En todo caso me parece que
ustedes se engaan as mismos y que no tienen ninguna familiaridad real con nuestras
Escrituras. Pero lanlas y vean que cuanto Cristo hizo prueba que era Dios que habitaba
con nosotros para la salvacin de los hombres.
Pero hblennos tambin ustedes sobre sus propias enseanzas. Aunque que pueden
decir de las cosas insensibles sino insensateces y barbaridades?. Pero si, como oigo,
quieren decir que entre ustedes tales cosas se hablan en sentido figurado, y as
convierten el rapto de Cor en alegora de la tierra; la cojera de Hefestos, del sol; a Hera,
del aire; a Apolo, del sol; a Artemisa, de la luna; y a Poseidn, del mar: an as no adoran
ustedes a Dios mismo, sino que sirven a la creatura en lugar del Dios que cre todo. Pues
si ustedes han compuesto tales historias porque la creacin es hermosa, no deban haber
ido mas all de admirarla, y no hacer dioses de las creaturas para no dar a las cosas
hechas el honor del Hacedor. En ese caso, ya sera tiempo que dieran el honor al debido
arquitecto, a la casa construidas por l, o el honor debido al general, a los soldados.
Ahora, qu tienen que decir a todo esto? As sabremos si la Cruz tiene algo que sirva
y prevalece, no la suya. Su religin, con toda la tranquilidad y proteccin que goza, est
murindose, mientras la fe y enseanza de Cristo, despreciadas por ustedes a menudo
perseguidas por los gobernantes, han llenado el mundo. En qu tiempo resplandeci
tan brillantemente el conocimiento de Dios? O en qu tiempo aparecieron la continencia
y la virtud de la virginidad? O cundo fue despreciada la muerte como cuando lleg la
Cruz de Cristo? Y nadie duda de esto al ver a los mrtires que desprecian la muerte por
causa de Cristo, o al ver a las vrgenes de la Iglesia que por causa de Cristo guardan sus
cuerpos puros y sin mancilla.
Estas pruebas bastan para demostrar que la fe en Cristo es la nica religin verdadera.
Pero aqu estn ustedes, los que buscan conclusiones basadas en el razonamiento ,
ustedes que no tienen fe. Nosotros no buscamos pruebas, tal como dice nuestro
maestro, con palabras persuasivas de sabidura humana (1 Co 2,4), sino que
persuadimos a los hombres por la fe, fe que precede tangiblemente todo razonamiento
basado en argumentos. Vean, aqu hay algunos que son atormentados por los
demonios. Estos eran gente que haban venido a verlo y que sufran a causa de los
demonios; hacindolos adelantarse, dijo: O bien, snenlos con sus silogismos, o
cualquier magia que deseen, invocando a sus dolos; o bien, si no pueden, dejen de
luchar contra nosotros y vean el poder de la Cruz de Cristo. Despus de decir esto,
invoc a Cristo e hizo sobre los enfermos la seal de la Cruz, repitiendo la accin por
segunda y tercera vez. De inmediato las personas se levantaron completamente sanas,
vueltas a su mente y dando gracias al Seor. Los mal llamados filsofos estaban
asombrados y realmente atnitos por la sagacidad del hombre y por el milagro realizado.
Pero Antonio les dijo: Por qu se maravillan de esto? No somos nosotros sino Cristo
quien hace esto a travs de los que creen en El. Crean ustedes tambin y vern que no
es palabrera la que tenemos, sino fe que por la caridad obrada por Cristo (Ga 5,6); si
ustedes tambin hacen suyo esto, no necesitarn ya andar buscando argumentos de la
razn, sino que hallarn que la fe en Cristo es suficiente. As habl Antonio. Cuando
partieron, lo admiraron, lo abrazaron y reconocieron que los haba ayudado.
LOS EMPERADORES ESCRIBEN A ANTONIO
La fama de Antonio lleg hasta los emperadores. Cuando Constantino Augusto y sus
hijos Constancio Augusto y Constante Augusto, oyeron estn cosas, le escriban como a
un padre, rogndole que les contestara. El, sin embargo, no dio mucha importancia a los
documentos ni se alegr por las cartas; sigui siendo el mismo que antes de que le
escribiera el emperador. Cuando le llevaron los documentos, llam a los monjes y dijo:
No deben sorprenderse si un emperador nos escribe, porque es hombre; deberan
sorprenderse de que Dios haya escrito la ley para la humanidad y nos haya hablado por
medio de su propio Hijo. En verdad, ni quera recibir cartas, diciendo que no saba qu
contestar. Pero los monjes le persuadieron hacindole presente que los emperadores
eran cristianos y que se ofenderan al ser ignorados; entonces accedi a que se las
leyeran. Y contest, recomendndoles que dieran culto a Cristo y dndoles el saludable
consejo de no apreciar demasiado las cosas de este mundo sino ms bien recordar el
juicio venidero, y saber que slo Cristo es el Rey verdadero y eterno. Les rogaba que
fueran humanos y que hicieran caso de la justicia y de los pobres. Y ellos estuvieron
felices de recibir la respuesta. Por eso era amado por todos, y todos deseaban tenerlo
como padre.
ANTONIO PREDICE LOS ESTRAGOS DE LA HEREJA ARRIANA
Dando tal razn de s mismo y contestando as a los que lo buscaban, volvi a la
Montaa Interior. Continu observando sus antiguas prcticas ascticas, y a menudo,
cuando estaba sentado o caminando con visitantes, se quedaba mudo, como est
escrito en el libro de Daniel (Dn 4,16 LXX). Despus de un tiempo, retomaba lo que haba
estado diciendo a los hermanos que estaban con l, y los presentes se daban cuenta de
que haba tenido una visin. Pues a menudo cuando estaba en la montaa vea cosas
que sucedan en Egipto, como se las confes al obispo Serapin, cuando este se
encontraba en la Montaa Interior y vio a Antonio en trance de visin.
En una ocasin, por ejemplo, mientras estaba sentado trabajando, tom la apariencia de
alguien que est en xtasis, y se lamentaba continuamente por lo que vea. Despus de
algn tiempo volvi en s, lamentndose y temblando, y se puso a orar postrado,
quedando largo tiempo en esa posicin. Y cuando se incorpor, el anciano estaba
llorando. Entonces los que estaban con l se agitaron y alarmaron muchsimo, y lee
preguntaron que pasaba; lo urgieron por tanto tiempo que lo obligaron a hablar.
Suspirando profundamente, dijo: Oh, hijos mos, sera mejor morir antes de que
sucedieran estas cosas de la visin. Cuando ellos le hicieron ms preguntas, dijo entre l
grimas: La ira de Dios est a punto de golpear a la Iglesia, y ella est a punto de ser
entregada a hombres que son como bestias insensibles. Pues vi la mesa de la casa del
Seor y haba mulas en torno rodendolas por todas partes y dando coces con sus
cascos a todo lo que haba dentro, tal como el coceo de una manada briosa que
galopaba desenfrenada. Ustedes oyeron cmo me lamentaba; es que escuch una voz
que deca: Mi altar ser profanado.
As habl el anciano. Y dos aos despus lleg el asalto de los arrianos y el saqueo de
las Iglesias, cuando se apoderaron a la fuerza de los vasos y los hicieron llevar por los
paganos; cuando tambin forzaron a los paganos de sus tiendas para ir a sus reuniones y
en su presencia hicieron lo que se les antoj sobre la sagrada mesa. Entonces todos nos
dimos cuenta de que el coceo de mulas predicho por Antonio era lo que los arrianos
comandante militar que envi mensajeros a pedirle que bajara, fue y habl algunas
palabras acerca de la salvacin y a favor de los que lo necesitaban, y luego se dio prisa
para irse. Cuando el duque, como lo llaman, le rog que se quedara, le contest que no
poda pasar ms tiempo con ellos, y los satisfizo con esta hermosa comparacin: Tal
como un pez muere cuando est un tiempo en tierra seca, as tambin los monjes se
pierden cuando holgazanean y pasan mucho tiempo entre ustedes. Por eso tenemos que
volver a la montaa, como el pez al agua. De otro modo, si nos entretenemos podemos
perder de vista la vida interior. El comandante al escucharle esto y muchas otras cosas
ms, dijo admirado que era verdaderamente siervo de Dios, pues, de dnde poda un
hombre ordinario tener una inteligencia tan extraordinaria si no fuera amado por Dios?
Haba una vez un comandante Balacio era su nombre, que era como los partidario de
los execrables arrianos persegua duramente a los cristianos. En su barbarie llegaba a
azotar a las vrgenes y desnudar y azotar a los monjes. Entonces Antonio le envi una
carta dicindole lo siguiente: Veo que el juicio de Dios se te acerca; deja, pues, de
perseguir a los cristianos para que no te sorprenda el juicio; ahora est a punto de caer
sobre ti. Pero Balacio se ech a rer, tir la carta al suelo y la escupi, maltrat a los
mensajeros y les orden que llevaran este mensaje a Antonio: Veo que ests muy
preocupados por los monjes, vendr tambin por ti. No haban pasado cinco das
cuando el juicio de Dios cay sobre l. Balacio y Nestorio, prefecto de Egipto, haban
salido a la primera estacin fuera de Alejandra, llamada Chereu; ambos iban a caballo.
Los caballos pertenecan a Balacio y eran los ms mansos que tena. No haban llegado
todava al lugar, cuando los caballos, como acostumbraban a hacerlo, comenzaron a
retozar uno contra otro, y de repente el ms manso de los dos, que cabalgaba Nestorio,
mordi a Balacio, lo ech abajo y lo atac. Le rasg el muslo tan malamente con sus
dientes, que tuvieron que llevarlo de vuelta a la ciudad, donde muri despus de tres
das. Todos se admiraron de que lo dicho por Antonio se cumpliera tan rpidamente.
As dio escarmiento a los duros. Pero en cuanto a los dems que acudan a l, sus
ntimas y cordiales conversaciones con ellos lo hacan olvidar sus litigios y hacan
considerar felices a los que abandonaban la vida del mundo. De tal modo luchaba por la
causa de los agraviados que se poda pensar qu el mismo y no los otros era la parte
agraviada. Adems tena tal don para ayudar a todos, que muchos militares y hombres de
gran influjo abandonaban su vida agravosa y se hacan monjes. Era como si Dios hubiera
dado un mdico a Egipto. Quin acudi a l con dolor sin volver con alegra? Quin
lleg llorando por sus muertos y no ech fuera inmediatamente su duelo? Hubo alguno
que llegara con ira y no la transformara en amistad? Que pobre o arruinado fue donde
l, y al verlo y orlo no despreci la riqueza y se sinti consolado en su pobreza? Qu
monje negligente no gan nuevo fervor al visitarlo? Qu joven, llegando a la montaa y
viendo a Antonio, no renunci tempranamente al placer y comenz a amar la castidad?
Quin se le acerc atormentado por un demonio y no fue librado? Quin lleg con un
alma torturada y no encontr la paz del corazn?
Era algo nico en la prctica asctica de Antonio que tuviera, como establec antes, el
don de discernimientos de espritus. Reconoca sus movimientos y saba muy bien en
que direccin llevaba cada uno de ellos su esfuerzo y ataque. No slo que l mismo fue
no fue engaado por ellos, sino que, alentando a otros que eran hostigados en sus
pensamientos, les ense como resguardarse de sus designios, describiendo la debilidad
y ardides de espritus que practicaban la posesin. As cada uno se marchaba como
ungido por l y lleno de confianza para la lucha contra los designios del diablo y sus
demonios.
Y cuntas jvenes que tenan pretendientes pero vieron a Antonio slo de lejos,
quedaron vrgenes por Cristo! La gente llegaba donde l tambin de tierras extraas, y
tambin ellos reciban ayuda como los dems, retornando como enviados en un camino
por un padre. Y en verdad, y ahora que ya parti, todos, como hurfanos que han
perdido a su padre, se consuelan y conforman slo con su recuerdo, guardando al mismo
tiempo con cario sus palabras de admonicin y consejo.
MUERTE DE ANTONIO
Este es el lugar para que les cuente y ustedes oigan, ya que estn deseosos de ello,
como fue el fin de su vida, pues en esto fue modelo digno de imitar.
Segn su costumbre, visitaba a los monjes en la Montaa Exterior. Recibiendo una
premonicin de su muerte de parte de la Providencia, habl a los hermanos: Esta es la
ltima visita que les hago y me admirara si nos volvemos a ver en esta vida. Ya es tiempo
de que muera, pues tengo casi ciento cinco aos. Al or esto, se pusieron a llorar,
abrasando y besando al anciano. Pero l, como si estuviera por partir de una ciudad
extranjera a la suya propia, charlaba gozosamente. Los exhortaba a no relajarse en sus
esfuerzos ni a desalentarse en las prctica de la vida asctica, sino a vivir, como si
tuvieran que morir cada da, y, como dije antes, a trabajar duro para guardar el alma
limpia de pensamientos impuros, y a imitar a los pensamientos santos. No se acerquen a
los cismticos melecianos, pues ya conocen su enseanza perversa e impa. No se
metan para nada con los arrianos, pues su irreligin es clara para todos. Y si ven que los
jueces los apoyan, no se dejen confundir: esto se acabar , es un fenmeno que es mortal
y destinado a su fin en corto tiempo. Por eso, mantnganse limpios de todo esto y
observen la tradicin de los Padres, y sobre todo, la fe ortodoxa en nuestro Seor
Jesucristo, como lo aprendieron de las Escrituras y yo tan a menudo se los record.
Cuando los hermanos lo instaron a quedarse con ellos y morir all, se rehus a ello por
muchas razones, segn dijo, aunque sin indicar ninguna. Pero especialmente era por
esto: los egipcios tienen la costumbre de honrar con ritos funerarios y envolver con
sudarios de lino los cuerpos de los santos y particularmente el de los santo mrtires; pero
no los entierran sino que los colocan sobre divanes y los guardan en sus casas,
pensando honrar al difunto de esta manera. Antonio a menudo pidi a los obispos que
dieran instrucciones al pueblo sobre este asunto. Asimismo avergonz a los laicos y
reprob a las mujeres, diciendo que eso no era correcto ni reverente en absoluto. Los
cuerpos de los patriarcas y los profetas se guardan en las tumbas hasta estos das; y el
cuerpo del Seor fue depositado en una tumba y pusieron una piedra sobre l (Mt 27,60),
hasta que resucit al tercer da. Al plantear as las cosas, demostraba que cometa error
el que no daba sepultura a los cuerpos de los difuntos, por santos que fueran. Y en
verdad, qu hay ms grande o ms santo que el cuerpo del Seor? Como resultado,
muchos que lo escucharon comenzaron desde entonces a sepultar a sus muertos, dieron
gracias al Seor por la buena enseanza recibida.
Sabiendo esto, Antonio tuvo miedo de que pudieran hacer lo mismo con su propio
cuerpo. Por eso, despidindose de los monjes de la Montaa Exterior, se apresur hacia
la Montaa Interior, donde acostumbraba a vivir. Despus de pocos meses cay enfermo.
Llam a los que lo acompaaban haba dos que llevaban la vida asctica desde haca
quince aos y se preocupaban de l a causa de su avanzada edad, y les dijo: Me voy
por el camino de mis padres, como dice la Escritura (1 R 2,2; Js 23,14), pues me veo
llamado por el Seor. En cuanto a ustedes estn en guardia y no hagan tabla rasa de la
vida asctica que han practicado tanto tiempo. Esfurcense para mantener su
entusiasmo como si estuvieran recin comenzando. Ya conocen a los demonios y sus
designios, conocen tambin su furia y tambin su incapacidad. As, pues, no los teman;
dejen mas bien que Cristo sea el aliento de su vida y pongan su confianza en El. Vivan
como si cada da tuvieran que morir, poniendo su atencin en ustedes mismos y
recordando todo lo que me han escuchado. No tengan ninguna comunin con los
cismticos y absolutamente nada con los herejes arrianos. Saben como yo mismo me
cuid de ellos a causa de su pertinaz hereja en contra de Cristo. Muestren ansia de
mostrar su lealtad primero al Seor y luego a sus santos, para que despus de su muerte
los reciban en las moradas eternas (Lc 16,9), como a mis amigos familiares. Grbense
este pensamiento, tngalo como propsito. Si ustedes tienen realmente preocupacin
por m y me consideran su padre, no permitan que nadie lleve mi cuerpo a Egipto, no sea
que me vayan a guardar en sus casas. Esta fue mi razn para venir ac, a la montaa.
Saben como siempre avergonc a los que hacen eso y los intim a dejar tal costumbre.
Por eso, hganme ustedes mismos los funerales y sepulten mi cuerpo en tierra, y
respeten de tal modo lo que les he dicho, que nadie sino slo ustedes sepa el lugar. En la
resurreccin de los muertos, el Salvador me lo devolver incorruptible. Distribuyan mi
ropa. Al obispo Atanasio denle la tnica y el manto donde yazgo, que l mismo me lo dio
pero que se ha gastado en mi poder; al obispo Serapin denle la otra tnica, y ustedes
pueden quedarse con la camisa de pelo. Y ahora, hijos mos, Dios los bendiga. Antonio
se va, y no esta ms con ustedes.
Despus de decir esto y de que ellos lo hubieron besado, estir sus pies; su rostro estaba
transfigurado de alegra y sus ojos brillaban de regocijo como si viera a amigos que
vinieran a su encuentro, y as falleci y fue a reunirse con sus padres. Ellos entonces,
siguiendo las rdenes que les haba dado, prepararon y envolvieron el cuerpo y lo
enterraron ah en la tierra. Y hasta el da de hoy, nadie, salvo esos dos, sabe donde est
sepultado. En cuanto a los que recibieran las tnicas y el manto usado por el
bienaventurado Antonio, cada uno guarda su regalo como un gran tesoro. Mirarlos es ver
a Antonio y ponrselos es como revestirse de sus exhortaciones con alegra.
Este fue el fin de la vida de Antonio en el cuerpo, como antes tuvimos el comienzo de la
vida asctica. Y aunque este sea un pobre relato comparado con la virtud del hombre,
recbanlo, sin embargo, y reflexionen en que caso de hombre fue Antonio, el varn de
Dios. Desde su juventud hasta una edad avanzada conserv una devocin inalterable a la
vida asctica. Nunca tom la ancianidad como excusa para ceder al deseo de la
alimentacin abundante, ni cambi su forma de vestir por la debilidad de su cuerpo, ni
tampoco lav sus pies con agua. Y, sin embargo, su salud se mantuvo totalmente sin
perjuicio. Por ejemplo, incluso sus ojos eran perfectamente normales, de modo que su
vista era excelente; no haba perdido un solo diente; slo se le haban gastado las encas
por la gran edad del anciano. Mantuvo las manos y los pies sanos, y en total apareca
con mejores colores y ms fuerte que los que usan una dieta diversificada, baos y
variedad de vestidos.
El hecho de que lleg a ser famoso en todas partes, de que encontr admiracin
universal y de que su prdida fue sentida an por gente que nunca lo vio, subraya su
virtud y el amor que Dios le tena. Antonio gan renombre no por sus escritos ni por
sabidura de palabras ni por ninguna otra cosa, sino slo por su servicio a Dios.
Y nadie puede negar que esto es don de Dios. Cmo explicar, en efecto, que este
hombre, que vivi escondido en la montaa, fuera conocido en Espaa y Galia, en Roma
y Africa, sino por Dios, que en todas partes hace conocidos a los suyos, que, ms an,
haba dicho esto en los comienzos?. Pues aunque hagan sus obras en secreto y deseen
permanecer en la oscuridad, el Seor los muestra pblicamente como lmparas a todo
los hombres (Mt 5,16), y as, los que oyen hablar de ellos, pueden darse cuenta de que
los mandamientos llevan a la perfeccin, y entonces cobran valor por la senda que
conduce a la virtud.
EPLOGO
Ahora, pues, lean a los dems hermanos, para que tambin ellos aprendan cmo debe
ser la vida de los monjes, y se convenzan de que nuestro Seor y Salvador Jesucristo
glorifica a los que lo glorifican. El no slo conduce al Reino de los Cielos a quienes lo
sirven hasta el fin, sino que, aunque se escondan y hagan lo posible por vivir fuera del
mundo, hace que en todas partes se lo conozca y se hable de ellos, por su propia
santidad y por la ayuda que dan a otros. Si la ocasin se les presenta, lanlo tambin a
los paganos, para que al menos de este modo puedan aprender que nuestro Seor
Jesucristo es Dios e Hijo de Dios, y que los cristianos que lo sirven fielmente y mantienen
su fe ortodoxa en El, demuestran que los demonios, considerados dioses por los
paganos, no son tales, sino que, ms an, los pisotean y ahuyentan por lo que son:
engaadores y corruptores de hombres.
Por nuestro Seor Jesucristo, a quien la gloria por los siglos. Amn
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