Ideario de La Colonia Española (Carlos Badía Malagrida)
Ideario de La Colonia Española (Carlos Badía Malagrida)
DE  LA
COLONIA ESPAOLA
Tol.ScL
8
  |2>(o3L
IDEARIO
DE LA
COLONIA   ESPAOLA
SU ORGANIZACION
Y  SU  PROGRAMA
POR
CARLOS  BADIA  MALAGRIDA
CONSUL  DE  ESPAA  EN  TORREON
TALLERES
 TIPOGRAFICOS "PON  QUIJOTE"
BELISARIO
  DOMINGUEZ  43.   MEXICO,  D.  F.
Jt
la
  Colonia  Espaola
de  Torren
J?or
  su  acendrado patriotismo,
por su  espritu   de   disciplina
y
por  su   benvola  adhesin,  a   la
autoridad  consular.
QUEDA  HECHO  EL DEPSITO
QUE  MARGA  LA  LEY.
PROLOGO
Un   periodista   excelente,   D.  Pedro  Serrano,  a  cu-
ya  labor  de  divulgacin  espaola  hay  que  rendir  el me-
recido  tributo por  su  alteza  de  miras
y
 por  la  documen-
tacin  extraordinaria   de  que   hace   alarde,  al   ocuparse
de   un   libro  mo,   tuvo  la   gentileza  de  requerir mi  opi-
nin  acerca  de  los   problemas   que   afectan  a  la   Colonia
Espaola  de  Mxico,  brindndome   a  tal
  fin
  las   colum-
nas  de  "El   Universal''.
En  estos  trminos,  con  ser muy  gratos  a  mi  espri-
tu,  yo   no  poda   recoger  la  alusin   del   seor  Serrano,
porque  el  mandato  ineludible de  una  disciplina,  me  im-
pide   toda   participacin   en   estas   cuestiones.   Era  en   el
terreno  doctrinal
  y
  sin  contacto   alguno   con  los  proble-
mas planteados,   donde poda  encontrar cabida  el pensa-
miento  de  un  hombre,  que,  a  falta
  de  otros  ttulos,  exhi-
be  su   vocacin
  y
  su   entusiasmo   por   las  cuestiones  de
Espaa   en   Amrica.   Y  en   este  sentido,   debo  al seor
Serrano  el
favor  inapreciable  de su   estmulo,  que ha  te*
nido
Juerza  bastante   para  decidirme   a  emprender  una
II
labor,  que  desde  mucho  tiempo permaneca   dormida  en
el   recinto  de  mis  ntimos  deseos.
Brindo  este   libro  a  la   consideracin
 y
  al   estudio  de
las   Colonias   Espaolas  en   Amrica.   Nadie  busque   en
sus  pginas  alusiones   ni personalismos;  mi pensamien-
to  flota por  encima   de  este   ambiente   de  querella,
 y
  sin
desdear  la   experiencia   de   los   hechos  ni   el   contacto   de
las   realidades,  aspiro  a   la  consecucin   defrmulas  so-
ciales
y
jurdicas  que   rediman   a   nuestras   Colonias  de
la   estrechez  de  su  vida  presente,   para  elevarlas   al  ran-
go  de  una  concepcin  superior.
Esta  concepcin  se   basa   en   el   reconocimiento  de  la
personalidad  de  cada   Colonia,   una  e   indivisible,  dentro
del   rea   geogrfica   de   cada   Repblica.   En   este   sen-
tido,   el  conjunto   de   espaoles   que   viven  acatando   una
misma  soberana
 y
  laborando   dentro   de  un  mismo   r-
gimen   econmico,   constituyen   una   entidad   natural*
con  derechos
  y
  deberes  propios.
La  definicin
  de  estos   derechos
  y
  estos   deberes:   su
entrocamiento   orgnico,
  y
  el   esquema  de  una  organi-
zacin  corporativa   capaz   de   recogerlos
  y
  estimularlos
dentro  de  una   accin   comn,   son   los  propsitos  que   se
persiguen  en   el   transcurso   de   estas   pginas.  Examino
los   hechos,   analizo   las   leyes, pondero   los   conflictos,
y
para   cada   uno,   sealo   las   soluciones   que   estimo  ms
adecuadas
 y
  ms practicables.
Mi  empeo  se  cifra
  en   la   transformacin   de  nues-
tras   Colonias,  haciendo  que  vivan,   hasta   donde  sea  po-
sible,   dentro  del  espritu
 y
  de  las   leyes  de  la  ciudadana
espaola.   Semejante  propsito  podra   abordarse   en   el
terreno  internacional,  pero yo  no   estimo  prudente  supe-
ditar  la  solucin  de  estas  cuestiones  a  las  mil  contingen-
cias   de   un  proceso   diplomtico,
  y
  a  reserva  de  poder
utilizar   estos   resortes   cuando   las   circunstancias   se
muestren propicias,  circunscribo   mi  labor   a   las  refor-
mas  inmediatamente  practicables   dentro   de   las  atri-
buciones  del  Estado  Espaol.
Yo  creo  descubrir  en   el   espritu   de   nuestros   Cdi-
gos,  toda  la   elasticidad  que  reclaman  las   necesidades   de
la   Colonia,  dando  cabida  alas  nuevas  frmulas  sin  vio-
lentos  tr astornos  en   el  orden jurdico  ni pavorosas   con-
secuencias para  el   erario  pblico.
En  una  palabra,  trato  de proyectar  sobre   la   colec-
tividad  espaola  de  Amrica,   el   imverio  de   nuestras  le
yes  administrativas,  hasta   el justo  lmite  que  nos  impon-
ga  la  soberana  de  cada  Estado,   restituyendo  al   tronca
generador  de  nuestra   vida  nacional,   todo  este  tesoro   de
energas  que  hoy  batallan  en  plena  dispersin   en  el   in-
menso  regazo  de  la  sociedad  americana.
Yo  escribo,  preferentemente, para  mis compatriotas,
pero  si  algn  americano  leyera   estas pginas,  no   crea
descubrir  en  ellas   el   rastro  de  un   inconfesable  designio,
No  aspiro  a  menoscabar  su  soberana  ni  a   suplantar  el
imperio  de  sus  leyes  patrias-,  por  el   contrario,   reclamo
para  ellas   el  ms
franco
 y
  real  acatamiento,
 y
  bajo   su
amparo
 y
  custodia,  imagino  la   constitucin  de  un pode-
roso  organismo  social,   que,   vinculado   con   el   vivir  de
Espaa,  se  articule  a  la  vez  con  la   sociedad  americana,
hasta   el  punto  de   constituir  una   fuerza
  organizada
  y
estable  en  que puedan  apoyarse  los   Gobiernos  dirigentes
y
  honrados.
Tan  alto  vuela  mi  ideal,   que  con   este programa  so-
IV
lo  se  busca  un  estado  de  transicin,  tras   l  cual  se  adivi-
nan frmulas  ms   amplias
  y
  ms  perfectas.   Lleno  de
fe en  el porvenir  comn  de  los  pueblos  de  raz  hispnica,
imagino  la  organizacin  de   nuestras   colonias   como  el
ncleo condensador  de  un  instinto  de  solidaridad  que  ha
de  dar  base  a  un  nuevo  derecho
 y
  substancia  a  una  nue-
va  concepcin  Supernacional.
Al  calor  de  estos  ideales  se  han  moldeado   mis  pen-
samientos,
 y
  en  cada  uno  de   ellos,  he   procurado   impri-
mir  el  sello  de  una   cordialidad   hispanoamericana   que
me ponga  a  salvo  de toda
  falsa   interpretacin   Podrn
discutirse  los  principios,   podrn  negarse  las  soluciones,
pero  nadie  tiene  derecho  a  mancillar  la  honradez  de   un
propsito,  que,  sirviendo   a   la  Patria,   prepara  el  adve-
nimiento  de  un   ideal  superior.
28  Julio  de  92L
PRIMERA  PARTE
LA   ORGAZACION
CAPITULO
  PRIMERO
SUMARIO
El   porvenir   del   ideal   americanista   est
en   manos   de   las   Colonias   Espaolas.
La
poltica   "internacional"   hispanoamericana
  y
la   poltica   "nacional"   en   orden   a   las   Co-
lonias   Espaolas  de   Amrica.Esta   es
  con-
dicin   de   aquella.Espaa   debe   legislar
para   sus   subditos   residentes   en   Amrica.
La   reforma   de   la   Constitucin
  no   puede
ser   obstculo   en   esta   poca   de   renovacin
universal.Nuestras  colonias   han  de   ser   las
que   sugieran  la   iniciativa,   la   pauta
  y
  el
  sis-
tema.El   programa   americanista
  en
  las
Cortes
  y
  en   "La   Gaceta".El   Gobierno   es-
paol  debe  pulsar  la  opinin  de  las  Colonias.
Necesidad   de   un   plebiscito.Esto   supone
la
  organizacin   corporativa   de   todos   los
  es-
paoles   residentes   en   una   misma   repblica.
reo  firmemente,  que  el porvenir  del  ideal
\J  americanista,  que  hoy  pugna  en  Espaa
por alcanzar  formas  de  realizacin  prctica,  se
halla  en manos   dlas   Colonias  Espaolas   es-
parcidas  por   las   veinte   repblicas   america-
nas.   No   porque   en   ellas   exclusivamente   se
concrete  el  problema,  sino  porque  de ellas  de-
pende  en  gran  parte  su  realizacin.
Todos  los  factores  que  hoy  se  invocan  co-
mo  elementos   cotizables   en   el   terreno   de  la
Poltica   Internacional
  y
  que   son   en  definiti-
va,  las  esencias  espaolas  ingertadas  en Am
rica  que  han  sobrevivido  a  un   siglo   de  violen-
tos  nacionalismos,   todos   e3tos   elementos   se
hubieran  extinguido  indefectiblemente,   sin  el
sosten
  y
  las   nuevas   aportaciones   del   inmi-
grante   espaol.
En  este  sentido  yo  no  establezco  solucin
de   continuidad   entre   los   colonizadores   anti-
guos
  y
  los   inmigrantes   modernos.   Desde  la
CARLOS  BADIA  MALAGRIDA
epopeya   de   los   agricultores
  y
  artesanos  de
amafio,  magistralmente   descrita  por  Pereyra
en   una  obra   reciente,
  (1)
  hasta  la  labor  por-
tentosa   de   comerciantes   industriales
  y
  ran-
cheros   de   nuestros   das,   no   veo  ms  que  la
prolongacin   de   un   solo   proceso,   en   el  que
operan   los   mismos   tipos   con   idnticas   vir-
tudes.
Y  siendo   esto   as,   nadie  puede  negar  la
funcin   preminente   que   incumbe  a  nuestras
colonias  dentro  de  este  programa  americanis-
ta,   que  con  tanta  lentitud  va  penetrando  en  la
ideologa  de  los   polticos  espaoles.
Eato  nos  lleva  de  la  mano  a  considerar  los
dos  aspectos  que   expontneamente   se  ponen
de  manifiesto  en  esta  materia,   cuando  se  ana-
liza  en  contacto   con   las   realidades,   sin   abs-
tracciones  ni   lirismos.
Una  cosa  es  la  poltica   hispanoamericana
propiamente  dicho,   la   que  se   estipule  de  Es-
tado   a   Estado,   para   el   desarrollo  de  una  ac-
cin  conjunta  en  determinados   problemas  de
inters  comn,
  y
  otra  muy   distinta,   la  polti-
ca  que  el   Gobierno   espaol  desarrolle  en  re-
lacin con  sus  nacionales  establecidos en Am-
rica.   El
  primero   es   un  prohlema  de  poltica
(1)
  Carlos
  Pereyra,
  "La   Obra  de   Espaa   en Am-
  
rica."
IDEARIO DE  LA  COLONIA  ESPAOLA
  17
internacional,   el   segundo   es   solo  un  aspecto
externo  de  la   poltica   interior   de  Espaa.  El
primero  es  superior  en   jerarqua,   en  magni-
tud
  y
 en  trascendencia; pero  el segundo  es de
ms  urgente  realizacin,  por   cuanto  encierra
en  s  mismo  las  posibilidades  que  han  de  ase-
gurar  el  xito  del  primero   en   la  esfera  inter-
nacional.
Este   motivo   de   condicionalidad   otorga
al   problema   una   significacin   extraordina-
ria
  y
  reclama   un   cambio   de  postura  radical
en  los  hombres  que  dirigen  la  poltica  espafio
la.   Se   han   de   rectificar   los   puntos  de  vista,
comprendiendo   de   una   vez,   que   es  absurdo
hablar   de   acercamiento   con   las   Repblicas
americanas,   mientras   nadie   se   preocupa   de
establecer   un   contacto   jurdico  con  las  colo-
nias  de  espaoles  establecidas   en  ellas.   Estas
Colonias  han  de  ser  el  nexo  poderoso que  con-
duzca   a   aquel   acercamiento;   el  instrumento
insustituible  de  que  ha   de  valerse  la diploma-
cia  en  su  difcil   labor
  y
  sobre   todo,   el  mejor
propagandista  de  las  intenciones espaolas en
el  seno  de  la  sociedad   americana.   S:  es   pre-
ciso  ponernos  en  contacto  con   nuestras  Colo-
nias,   es   preciso   pulsar  su   voluntad,
  alentar
sus   deseos,
  defender   sus   derechos;   en   una
palabra,   es   preciso   legislar   para   ellas,
  ha-
ciendo  que  aun  lejos  de  la   patria,   puedan
  se-
18   CARLOS  BADIA  MALAGRIDA
guir   viviendo,   hasta   donde   sea  posible,   den-
tro  de  la  ciudadana  espaola.
Este  es  nuestro  problema
  y
  hay  que  aa-
dir  tambin,   que   el   momento  no   puede  ser
ms  propicio  para  afrontarlo   con   entereza
  j
decisin.   Hay   que   derribar   prejuicios  muy
arraigados;  hay  que  violentar  preceptos  cons-
titucionales;  pero  qu   puede   significar
  todo
esto  en  una  poca   de   transformacin
  univer-
sal? En  esa  hora  en  que   el   concepto   de  la  so-
berana   alcanza   modalidades  insospechadas,
hasta  el  punto  de   otorgar   representacin
  di-
plomtica  (el  ms  excelso  atributo  de  la
  sobe-
rana),   a   pueblos   que   viven   bajo   un
  comn
crculo   federativo,  no  puede   ser  un
  problema
insoluble  para  nuestros  legisladores,
  el
  resol-
ver   cuestiones   tan   fundamentales
  como
  las
que   se   refieren   al   ejercicio   de  la
  ciudadana
espaola  en  territorio   americano
Volvamos   los   ojos   hacia  las  nuevas
  doc-
trinas  que  asoman  en  el  horizonte
  internacio-
nal,
  y
  decidmonos   a   poner   las   manos
  en
nuestra  vetusta   Constitucin,  suavizando
  sus
conceptos
  y
  acomodando   sus   engranes
  a   las
necesidades  que  imperiosamente
  se  manifies-
tan   en   la   vida   prctica   de   los
  espaoles  de
Amrica.   Su   organizacin   corporativa;
  sus
funciones   naturales   en   orden   a   la   inmigra-
cin
  y
  a  la   vida   econmica;   sus   deberes
  pa-
IDEARIO  DE  LA  COLONIA  ESPANGLA   19
triticos  en  punto  a  la  enseanza
  y
  al  servicio
militar:  sus  derechos   indiscutibles  en  cuanto
al   ejercicio   civil
y
  poltico   de  su  ciudadana
espaola,   son   hechos   que  no  pueden  perma-
necer  por  ms  tiempo  sin  reglamentacin
  y
al
arbitrio   de   preceptos   constitucionales   anti-
cuados
  y
  en   muchos   puntos   contrapuestos  a
las  legislaciones  americanas.
Estudiar  estos  problemas
  y
  legislar  para
ellos  es   la   labor  que  se   espera  de  las   Cortes
espaolas,
  y
  en  este  orden   de  ideas,   nuestras
Colonias  han  de  ser  las   que   sugieran   las   ini-
ciativas,   la  pauta
 y
  el  sistema.
El   problema   bsico   que   culmin   en  los
ltimos   tiempos   de   la   colonizacin   espao-
la  se  reproduce,  en  cierto   aspecto,   dentro  de
las   realidades  presentes.  Legislar  desde  la  le-
jana metrpoli para una  colonia  o  para un  gru-
po  de  nacionales   que  residen   en  pas  extran-
jero,  entraa  el  peligro  de  incurrir  en  el error
de  las  perspectivas  polticas  que  precipitaron
el  derrumbe  de   los  imperios   coloniales   en
  la
Historia.
Si   la   flexibilidad
  que   hoy  se
  manifiesta-
en  la  legislacin
  poltica   del
  Reino
  Unido
  coi*
respecto  a  los
  Dominios,
  hubiese
  aparecido
dos  siglos  antes,  hoy  la  vida
  internacional
  de
los  pueblos  revestira
  formas
  insospechadas.
Ciertamente   que  no  hubiera
  bastado
  a
  cont-
20   CARLOS  BADi  MALAGRIDA
ner  el  libre  advenimiento  de  las  modernas  na-
cionalidades,  pero  entre estas
  y
  sus  formacio-
nes   troncales   no   se   hubiese   producido   esa
solucin   de  continuidad   que  hoy  lamentamos
y
  habramos   llegado,   por   el   contrario,   a   la
gradual  elaboracin  de  grandes   unidades  su-
pernacionales.
Hoy  el   problema  es muy distinto;  se  trata
de  analizar  los  deberes  de  un   Estado  en  rela-
cin   con   sus   nacionales   residentes   en   pas
extranjero.
  Y  cuando  este  hecho  se  produzca,
como  en  el  caso   presente,   entre   pueblos   que
por   haber  formado   parte  de   una  misma  uni-
dad  troncal  mantienen  afinidades  positivas  de
parentesco
  y
  rasgos de  psicologa comn,  este
problema  puede  alcanzar   soluciones  inespera-
das.  Examino  los  ltimos discursos parlamen-
tarios   relativos   al   programa   americanista;
analizo  las  escasas  manifestaciones  del mismo
que  han  logrado  escalar  las   pginas  de  la  Ga-
ceta,
  y
  concluyo  afirmando   que   toda  la   labor
de  las  Cortes  en  este  sentido  ser  intil
  y
 aun
quizs  perjudicial,   mientras   no  se   decidan   a
pulsar,  mediante   procedimientos   efectivos
  y
democrticos,   la  opinin
  y
  la  voluntad   de   los
espaoles   que   residen   en   Amrica.   Yo   no
concibo  materia   legislable,  dentro  de  este  or-
den  de  ideas,  que  no  les   afecte   hondamente,
^
  aun   en   aquellos   asuntos   que
  pudiramos
IDEARIO  DE  LA  COLONIA  ESPAOLA   21
llamar  de  alta   poltica   internacional,   hay   un
fondo  econmico
  y
  prctico   que   no  escapa  al
inters  de  las  Colonias  espaolas.
Y  siendo   esto   as,   cabe   preguntar  si  es
justo
  y
  si  es  democrtico  que  el   Gobierno  es-
paol  se  decida   a  dar   disposiciones,   que  han
de   adolecer   inexcusablemente   de   defectos
fundamentales. Yo bien  s que hay  en  Espaa,
dentro
  y
  fuera  del  Parlamento,   personas  que
conocen  los  problemas   de  la   vida  espaola  en
Amrica
  y
  que pueden  dar  normas  adecuadas
a  sus  necesidades,  pero  tambin  afirmo que  la
iniciativa   particular,   por   mucho   que  sea   su
acierto,  nunca  podr  tener  la  exactitud,
  y
  so-
bre   todo   la   fuerza   moral,  de  que  apareciera
revestida  la  voluntad   colectiva   de  los  espao-
les  residentes  en  Amrica,
  expresamente  re-
cogida
  y
  legalmente
  formulada.
Un   plebiscito   de   esta   naturaleza   (pres-
cindamos  por  ahora,  do  la forma  posible  de  su
realizacin),
  en   el   que  cuatro  millones  de  es-
paoles  emitieran  su  voto  acerca   de   determi-
nados
  asuntos
  polticos,   sera   una  revelacin
sorprendente
  y
  un  poderoso   reactivo
  para  la
Espaa
  actual.   Por
  razones  fciles  de  expli-
car,   el  espaol
  en  Amrica   es   mucho  ms  pa-
triota
  que  en
  Espaa,
  y
  una norma  elemental
de  justicia
  induce
  a   no   negarle   en  este  caso
22   CARLOS   BADIA  MALAGRIDA
los  derechos  que  antes  tuviera  quizs  con  me-
nos  merecimiento.
Es  preciso  que  Espaa   conozca  el   hervor
de  esta  conciencia  espaola   que   alienta  a  tra-
vs  del  continente   americano,  pero  es  preciso
tambin   que   esta  conciencia   unifique  sus  la
tidos  para  dar   una  sensacin  justamente  pro-
porcionada  a  su  fuerza.
Y este  es,   en  suma,   el   problema,  Las  Co.
lonias  espaolas  tienen  el   derecho  de  sugerir
al   Gobierno   aquellas   reformas   legales   que
convienen   no   tan   solo   a   sus  intereses,   sino
tambin   al   inters   general  de  la   poltica  his-
panoamericana.  Pero,  este  derecho  implica   el
cumplimiento  previo  de  un  deber:   su   organi-
zacin  corporativa.   Sin  ella  nada  se  puede  in-
tentar;  con  ella,   mucha
CAPITULO  H
SISTEMAS  DE  ORGANIZACION
Espaa  no   presta   atencin   al   problema
de   los   espaoles   de   Amrica,   pero
  estos
nada   han   hecho   para   darle   a   conocer.   Su
roluntad   colectiva   tendra   ms   fuerza   mo-
ral   que   la   Diplomacia.Es   preciso   resol-
ver   ante   todo,   el   problema   de   la
  organi-
zacin.El   concepto   alemn   de   la   "Colo-
nia   flotante'*
  y
  su   posible   adaptacin
  al
medio   espaol.La   unidad   moral   de   la   Co-
lonia.En   los   cuatro   millones   de   espao-
les   de   Amrica,   vive   la   sexta   parte   de   la
patria   espaola.El   sistema   de   federar   las
Asociaciones   privadas,   sus   defectos.La
organizacin   integral   de   la   Colonia   debe
basarse:   (a)   en   la   agrupacin   individual
y
  (b)   en   la   intervencin   directa   del
  Estado.
e  ha dicho que  Espaa  no  presta  atencin
al  problema  de  los espaoles de Amrica.
Que  no  se  estima  el  valor   de   su   esfuerzo  eco-
nmico,   ni   la   exaltacin  de  sus  sentimientos
patrios,   ni  los   servicios  que   rinden   al  comer-
cio   nacional.
Todo   esto   es   muy  cierto,   pero  cabe  pre-
guntar  tambin   qu   es   lo  que  han  hecho   las
Colonias   espaolas,   corporativamente,   para
despertar  un eco de simpata  en  la  opinin  p-
blica   de   su  pas.   Mensajes   de  adhesin  a  las
Instituciones,  donativos   esplndidos,   fiestas
de  raza,   florilegios  de  banquetes,  todo  ese cor
tejo  de  ceremonias  que  a  fuerza  de  exhibicin
^pierden  eficacia
  y
  seriedad,  se  deslizan   entre
las  noticias  de  prensa  como   el   eco   lejano   de
una  vida
  y
  un  ambiente  que   apenas   tiene  co-
nexin  ideal   con  los  rudos problemas  que  agi-
tan
  y
  azotan  la  vida  espaola.
La  fuente,   el  hospital  o  la  escuela  que   por
la  munificencia  de   un  ''indiano"  se  eleva   en  la
26   CARLOS  BADIA   MALAGRIDA
lejana  aldea;   los   padres  ancianos   percibiendo
el   auxilio  del  hijo  que   por   ellos   trabaja   ms
all  del  mar;  el  editor con  su  mercado de Am
rica;  el  artista  con  sus   contratos;  el  fabrican-
te  con  sus  pedidos,.,   eh  ah  las  nicas  realida-
des  que  trascienden  a   la   lejana   patria.   Todo
lo  dems  es  literatura.
Y  claro  es,  que   todas   estas  manifestacio-
nes,   simples,   casusticasy  espordicas,  no  al-
canzan  a dar   idea  de  lo que  es  la  vida  espaola
en  Amrica.   Acerca  del   impulso   corporativo
de  las   Colonias
  y
  de   las  cuestiones   que   esto
suscita,  no   se  tienen  ideas  claras   en   Espaa;
es  ms,  su  existencia   misma  es  en  gran  parte
desconocida.
Se  ha  dicho   que   Espaa,  a   despecho   de
sus  tradiciones,  es  la nica  nacin europea  que
carece  de  una  poltica   americanista,
  y
  si   esta
omisin  es  censurable  en   su  aspecto  interna-
cional,  cuando  representa  el   abandono   de  los
espaoles  que  residen  en Amrica,  alcanza  los
caracteres  de  una  injusticia   manifiesta,   Pero,
repito,  que  la  responsabilidad  de  estos  hechos
incumbe  ante  todo
  y
  sobre  todo   a  las  propias
Colonias  Espaolas,que poco o nada han  sabido
hacer  para  incorporar  el   problema  de  su  vida
a   los   dems   problemas   que   constituyen   el
ideario
  nacional  de  Espaa.
A   los   que   sostienen,   quizs
  expoleados
IDEARIO  DE  LA  COLONIA  ESPAOLA
  27
por  la  experiencia  de   algn   fracaso  personal,
que  este  desvo  de   la  opinin   pblica  espao
la  responde  a  un  desdn  consciente  e  invenci-
ble,   les  invito  a  reflexionar   un  momento  acer-
ca   de   la   autoridad   moral   que   alcanzara   la
opinin  de  las  Colonias  Espaolas,  cuando apa-
reciera  como  el   dictado   soberano  de   una  con-
ciencia   comn.   Ms   fuerte   que   la   misma
Diplomacia,  que  al   fin,   acta  canalizada  por  la
doble  presin  de  un  reglamento
  y
  una  disci-
plina,  la  voluntad de  los  espaoles  de  Amrica
se impondra  por  su  propia   fuerza,   el  da  que
supiera  manifestarse con  dignidad
  y
  decisin.
Y una  vez   dentro   de!   inters  popular,   su   ad-
venimiento   al   campo  de  la   poltica   se  impon-
dra  automticamente,   por   la  propia  virtuali-
dad  de  las   ideas.
Pero,  todo  esto  se  halla   condicionado  a   la
resolucin   de   un   problema  bsico:  la  organi-
zacin.  El  ideal  existe,   el   sentimiento   se  des-
bordaba voluntad  batalla  por triunfar  en',todos
los  rdenes.  Flta  pues   el  elemento   directriz;
una  estructura  que  dogmatice   el   pensamien-
to
  y
  una  disciplina  que   regule  la  actuacin.
Creo  oportuno
  recoger   aqu   el  concepto
de  la  colonia  flotante*,  que  como  instrumen-
to  expansivo  fu  uno  de  los  ltimos  proyectos
que  aliment  la  Alemania  Imperial.  Inspirada
acaso  en   las   recientes   experiencias  del  col
28   CARLOS  BAD1A  MALAGRIDA
niaje  ingls,   consista  en suprimir  del  concep-
to  clsico  de  la  Colonia   de   Dominio>   el   fac-
tor   territorial,
  y
  merced  a  esta   abstraccin,
llegaba   a   concebir   un   rgimen   de   gobierno
sobre  una  masa  de  ciudadanos,  independiente
del   pas  de  residencia   Segn  esta  doctrina,  el
subdito  del  Imperio   que   trabajara   en  las  lla-
nuras   de   la   Amazonia   o   en   los  Picos  de  los
Andes,   poda   ejercer   prcticamente  las  mis-
mas  funciones  polticas   con   iguales  derecho
y
  deberes  que  un  ciudadano  de   Berln.
Ignoro   los   resortes   con   que   contara   ia
diplomacia  alemana  para  implantar  este  siste-
ma  en  el  seno  de  naciones   independientes  sin
molestar   su   sentir   soberano,   pero   s  afirma
que  si   algn  pueblo  se   halla  en  posibilidad  de
adoptar   un  sistema  anlogo,  es   Espaa  enre-
lacin  con  las  Repblicas Americanas.
Todo  depende  del  valor  que  se   conceda  al
sentimiento   de   solidaridad   hispanoamerica-
na
 y
  de  las   concreciones   prcticas   que   de  l
se  esperen.  Si  el   hecho   de  la   comunidad  his-
pnica   se   reputa   como   algo   cotizable   en   el
terreno  internacional,  no  sera   difcil  llegara
una  inteligencia  que  hiciera  factible  la  instau-
racin  de  un  rgimen  anlogo  al  de  las  Colo-
nias   Flotantes*.   A  reserva   de   insistir   m&
adelante   acerca  de  este   punto,   concluyamos
afirmando,   que  sea  o  no  posible  la   realizacin
IDEARIO  DE  LA   COLONIA  ESPAOLA   29
prctica  de  esta  doctrina,   ha  tenido  al   menas
la  virtualidad   de   sugerirnos  un   concepto  or-
gnico  de  lo  que  realmente  son   las  colonias  es-
paolas.
Prescindamos   de   su   aparente   disgrega-
cin;  pasemos  por  alto   los   defectos  de  su   ru-
dimentaria  disciplina   colectiva,
  y
  busquemos
all,  en  el  fondo  del  alma   individual,  donde  se
conservan  latentes  las  virtudes   de  la  raza,   to-
do   el   tesoro   de   sentimientos   que   vibran
  al
unsono
  y
  que  alimentan  el  fuego   de  una  sub-
eonciencia   colectiva   vida   de   manifestarse.
Guiando  esto  existe,   todo  lo  dems  puede  ima-
ginarse   sin   incurrir  en   la   utopa.   Donde   el
sentimiento   vive,   vive   la   patria,
  y
  es  preciso
proclamar muy  alto  que,  en  los   cuatro   millo-
nes   de   espaoles   de   Amrica,   vive  la  sexta
parte  de  la  patria   espaola.
Con   tales   premisas,   el   problema   de   su
organizacin   es  algo   que   est  muy  dentro  de
las  posibilidades  inmediatas.  La unidad  moral
existe;   se  trata   tan  solo  de  darle  una   contex-
tura   orgnica
  y
  una   concrecin  jurdica.
No   pasemos   por   alto   la   experiencia   de
los   que   han   encaminado   sus   esfuerzos   a   la
consecucin   de   este   ideal,
  y
  dediquemos
un   tributo   de   justicia   a   los   espaoles   de
la Repblica  Argentina   reunidos   en   el   Pri-
mer   Congreso   de   Federacin   Espaola  du-
30   CARLOS  BADA  MALAGRIDA
rante  la  primera  decena   del   mes   de  mayo  de
1913,
  (1)  y
  a  otros  intentos  llevados  a   cabo  con
con  menos  xito  por  las  colonias   de  Uruguay,
Cuba
  y
  Mxico.  (2)
La doctrina sustentada por  el Congreso de
Buenos  Aires  consista  en   promover  la  unin
de  los  espaoles  residentes   en   aquella  Rep-
blica,   a  travs  de  sus Centros
  y
 corporaciones
privadas.   El   sistema   responda   a  conceptos
fundamentalmente   democrticos:  libertad  in-
dividual  para  asociarse   segn   sus  posibilida-
des
  y
  sus  convicciones;  federacin  de   las  aso-
ciaciones   espaolas   hasta   constituir  un   solo
bloque  en  toda  la  Repblica;  ausencia  comple
ta   de   toda   intervencin   oficial;   coordinacin
casi  imperceptible.
Sin  pretender  hacer  la  crtica de este  sis-
tema,  same  permitido  manifestar  mi  discon-
formidad en  punto  alo  doctrina que  lo inspira.
A  mi  juicio  todo  el  sistema  orgnico  debe
basarse,  primero,  en  la   integracin  de  indivi-
duos
  y
  no   de   sociedades;
  y
  segundo,   en  la
funcin  reguladora  del   Estado.  Tratar  de  ex-
plicar estos
  dos  puntos.
(1)
  "El  Primer  Congreso   de k
  Feersccn  Eepiola
de  la
  Repblica
  Argentina".
  Buenos  Airte,   1913.
(2)
  Alunara.
'
  Espaa
  y
  ei  Programa
  AmericaDs-
ta,"
  pg.
  45.
IDEARIO  DE  LA  COLONIA   ESPAOLA   31
Tngase   en   cuenta   que   el   ideal   que
  se
persigue  es  fundamentalmente   orgnico
  y
  de
derecho.  Se  trata   (como  veremos  ms  adelan-
te)  de  crear  una  unidad  jurdica,   dentro  de  la
cual   se   desarrolle   la   vida   en   todas  aquellas
manifestaciones   que  consientan:   de   un  lado,
la   Constitucin   del   pas   de   residencia,
  y
  de
otro,   la  propia  legislacin   espaola.   Y  siendo
esto   as,   la   simple  aglutinacin  de  las   Socie-
dades   actuales,   resultara   notoriamente   in-
adecuada.   Las   razones   saltan   a   la  vista.   En
general,   la   agrupacin   de   los
  espaoles
  "se
produce,   ya   para   fines   de  beneficencia
  o   de
sport,  ya  por  afinidades   regionales,
  ya,  en  fin,
por  rivalidades   de  grupo
  y
  espritu
  de  bande-
ra   Tratar  de  establecer  entre
  ellas  una
  coor-
dinacin   sistemtica
  y
  constante,
  es
  sumar
factores
  heterogneos
  y
  aglomerar
 rivalidades
de  muy  difcil  conciliacin.
Mucho  ms  prctico   me
  parece,
  a  la
  par
que  ms
  democrtico,
  el
  hecho
  de
  que  sea   e
1
individuo
  la
  clula
  inicial
  del
  sistema,
  de  tal
modo,
  que
  ste,
  en
  su
  conjunto,
  ofrezca
  el   as-
pecto  de
  una
  masa
  organizada
  de
  ciudadanos
espaoles,
  idnticamente
considerados
  en  sus
derechos
  y
  sus
  deberes.
En
  segundo
  trmino,
  creo
  que
  la
  inter-
vencin
  directriz
  del
  Estado
 espaol
  es  de
  todo
punto
  indispensable.
  Si  se
  trata
  de
  crear
  una
32   CARLOS  BADIA  MALIGRIDA
entidad   oficial,   como   veremos  ms  adelante,
que  est  capacitada  para  desempear  funcio-
nes  de  gobierno
 y
  delegaciones  de  servicios,"
es  preciso  que  el  Estado  ejerza   cerca   de   ella,
la  funcin  fiscal  inherente  a  su  soberana.  Pe-
ro   aun  dejando  aparte   estas   consideraciones
de  orden  jurdico,   de  las  que  en  otro   captulo
hablaremos  con  mayor   amplitud,  existen  mo-
tivos   de   orden   prctico   que   aconsejan   una
estrecha   inspeccin   por   parte  de  los   repre-
sentantes  del  Estado.
Si  se  aspira  a  crear  un   organismo   de  sa-
bor  netamente  nacional,  en  el  que  se  concreten
todos  los  prestigios
  y
  todos  los   respetos  de  la
Patria,   es  preciso  ponerlo  a   salvo   de  discusio
nes
  y
  contiendas,  de  regionalismos
  y
  rivalida-
des,  que  seguirn   teniendo   su  vlvula   de  ex-
pansin   en   el  seno   de  las   asociaciones  priva-
das.  Se  ha  de  aspirar  a   crear  una   vida  colec-
tiva  que   se   deslice   absolutamente  aparte   de
aquellas,
  y
  atenta  slo  a  los  nuevos  problemas
de   inters   general   que   su  misma  existencia
ir  planteando.  Y  en  este  sentido,  nicamente
la  intervencin  del  Estado,  ejercida  por medio
de  sus  representantes   diplomticos
  y
  consu-
lares,   estara   capacitada   para   imponerse
  a
todos   por   su   proria   autoridad  moral,  por   su
posicin   independiente,
  y
  por   la  renovacin
automtica   de   las   personas   encargadas   de
IDEARIO  DE  LA  COLONIA  ESPAOLA   33
ejrcela.   Sobre  estas  dos   bases:  unin  indivi-
dual   e   intervencin   del  Estado,   elevara   yo
todo  el  sistema  de  organizacin.
CAPITULO
  119
ORGANIZACION   ADMINISTRATIVA
La   organizacin   de   la
  colonia   debe
  ba-
sarse   en   la   Demarcacin   consular.Agen-
tes   honorarios,   Consulados,   Consulado   ge-
neral.Organizacin   de   la   colectividad   es-
paola   "Juntas   locales",   "Juntas   consula-
res"
  y
  "Junta   Suprema".  Precedimiento
electoral.La   variedad   de   organismos   no
significara   el   quebranto   de   la   personalidad
de   la   Colonia,   una   e   invisible.La   nacio-
nalidad   como   nico   requisito   individual.
Su
  nica   fuente   originaria   es   el   in-
forme   del   Cnsul.
  
  Inconvenientes
de   este   sistema.
  
  La   Colonia   po-
dra
  desempead   ventajocamente   es-
ta   misin   por   metilo*   de   las   juntas
Consulares   Jas   vinculadas   con   Jas
Juntas   Locales*
(C)   RECEPCION   DEL   EMI-
GRANTE.   Su   adaptacin   al   medio
social.   Oficinas   que   podran   insta-
larse   en   los   puertos   de   desembarque
y
  sus   diversos   servicios.
(D)   LAS   GARANTIAS   DEL
TRABAJO.
  
  Cumplimiento   de   los
contratos.
  
i   Agencias   de   colocacio-
nes.Cajas   de   Ahorros.   Accidentes
del   trabajo.Casas   de   residencia.
(E)   REPATRIACION.
  
  Su   do-
ble   concepto   humanitario
  y
  patri-
tico.Reglamentacin   actual;   sus   de-
fectos.Deberes   de   la   Colonia   en   esta
materia.
Cmo   podran   hacerse   compati-
bles   la   vigencia   de   la   Ley   espaola
  y
la   soberana
  extranjera?   Los
  resortes
coercitivos^
Consideracin
  econmica.
Conclusin.
Conforme
  al   plan   previamente   trazado,
abro  esta  segunda  parte  del   libro  con  el
propsito
 de  analizar  una  a   una,  todas  las  ma
terias
  que
  podran   ser  objeto   de  la   actuacin
de  la
  Colonia,
  como  entidad  administrativa.
Con  la  ley  en  la  mano
  y
  con  los  ojos   pues
tos  en
  la
  vida   de   los   espaoles  de   Amrica,
tratar  de
  sugerir  aquellas   reformas   que   los
hechos
  demanden,  con  el   nico   afn  de   sea-
lar  un
  camino  a  su  ideologa
  y
  un   campo  a  su
actuacin.
  Y  en   este   orden   de   ideas,   creo
que  el  tema  merecedor  de  todas   las
  p
referen
cias  es  el  que  se  refiere  a  la  Emigracin  Espa-
ola.
De  ella nacieron en gran  parte  las  actuales
Colonias,  por  ella  se  alimentan  sin   cesar  mul-
tiplicando  su  nmero
  y
  acrecentando  su  fuer
ata,
  y
  merced  a  ella,   en  fin,   reciben  el  impulso
renovador  de  un  patriotismo  de  reciente   for-
macin.
Prescindiendo   por   ahora   de  la  estrechez
70   CARLOS  BADIA  MALAGRIDA
del   concepto   legal,
  (1)
  creo   advertir   en   la
esencia   de   la  emigracin  espaola   uno  de  los
Jenmenos  caractersticos de nuestra  biologa
nacional.  Recurdese  cuanto  dejamos  apunta-
do  en  la  pgina   16   respecto  a  la  personalidad
dlas   Colonias
  y
  al papel  que desempean   en
nuestra  poltica  internacional.
  (2)
Tan   elevada   es   su   misin
  y
  tan   honda-
mente  afecta   al   porvenir  de  Espaa,  que ha de
ser   empeo   de   todos   el   conseguir  que  este
cuerpo
  social compuesto de cuatro  millones de
compatriotas  en  tierra   americana,  alcance  to-
do  el  vigor  que  sus  funciones  reclaman.   Y  no
hay
  que   olvidar,   que   por  las  circunstancias
del  medio  en  que  vive  est  sujeto  a  una  dismi-
nucin  paulatina
  y
  constante;   de   un  lado   el
contingente  que  desaparece   absorbido  por  la
fuerza  asimiladora  de  cada  pas,
  y
  de  otro,  los
que,
  vencedores   o   vencidos,   emprenden   su
regreso  a  la  patria.
Ni   en   uno   ni   en   otro   concepto   deben
(1)
  Vase  Ley  de  Emigracin   de  21  de  diciembre
de   1908,   el   Reglamento   Provisional   para   su   ejecu-
cin>   del  30  de  abril   de   1909,   y
  las   disposiciones  poste-
riores   recopiladas   en   1919,
  por  el   Consejo  Superior  de
Emigracin.
(2)
  Hombres  de  la
  
ali go  a  menta)  de   Ortiz   Echa-
gue,  sostienen  que  las   Colonias   actales   son   el  nico
  y
verdadero  lazo  que  existe  entie  Esps a
  y
  las  Repblicas
Americanas.
  Vase   El   problema  hispano-americano
en
  La  Nacin  de  Buenos   Aires,   dici*  mbre  de  1916.
IDEARIO  DE  LA  COLONIA  ESPAOLA   71
ponerse
  obstculos   a   este   desgaste,   tan  ex-
pontneo   como   conveniente.   Ninguno   de
nosotros  puede  reprochar  la  actitud   de  aque-
llos   que,   por  las   circunstancias   de   su  pro-
pia   vida,   adoptan  la   nacionalidad   america-
na.   La   masa   de   espaoles   que   anualmente
abandona  por  esta  ruta  su   ciudadana  nativa,
representa   la   aportacin   de  Espaa  a  la  em-
presa  de  nutrir
  y
  vigorizar  el  contenido  social
de  las  naciones  americanas.  No son desertores
de   nuestro   campo;   son   las   avanzadas   de   la
causa  comn,  que  tras  una  seleccin  expont-
nea,  acuden  a  acentuar  la nota  hispnica  en  el
alma  colectiva  de  su  nueva  patria.
Acostumbrmonos  a  tratar   de  este  modo
cuestiones  que   antes  excitaban  sordos   renco-
res,
  y
  pongamos  por   encim   de  nuestros   na-
cionalismos   respectivos,  este  espritu  de  cor-
dialidad
  y
  esta  nota  de  efusin,   que  han  de  ir
moldeando  el  alma  hispano-americana.
Tampoco  hay   que  censurar,   claro   es,   a
los  que  abandonando  su   puesto   en  el  seno  de,
la  Colonia,   se  decidan  a  regresar  ala  patria.
  (1)
Unos   llevan   consigo  el  orgullo  de  la   posicin
(1)
  Para  apreciar  bien   este  flujo
y
  reflujo   de  la  emi-
gracin   espaola,  fuera  de
  las  esta  isticae  oficiales,  va-
se  l   trabajo  del   Sr.   Labra  El  Estado  Moral  de  Espaa
  y
la  Accin   del  Ateneo  de  Madrid
  y
  de  las  Sociedades  Eco-
nmicas  de  Amigos  del  Pas>.  Madrid,  1917.
72   CARLOS  BADIA  MALAGRIDA
que   alcanzaron   tras   largos   aos   de   trabajo;
arrastran   otros   el   dolor   de  la  derrota,  de   la
juventud   perdida   en   una  lucha  estril,  de   la
salud  derrochada  en  esfuerzos  intiles.   Pero,
unos
  y
  otros   son   igualmente   acreedores  a   la
estimacin   de   la   patria,
  y
  en   este   mismo
desnivel  de  la  suerte,  hay   que  buscar  una  ca-
ritativa  compensacin.
Fuerza   es   pues,   contar   con   este   doble
desgaste   en  el cuerpo   social   de  la  Colonia;
  y,
puesto  que  el   nico   refuerzo  que  puede  com
pensarlo   es  la   influencia   inmigratoria,   justo
es  que   se   fijen   en   ella   los  que  con  ella  acre-
cientan  el  poder  de  su   organizacin  social.
La   Ley   de   Emigracin   en   su   captulo
primero  reconoce   el  derecho  de  todo  espaol
para  emigrar,>
 y
 aade  que  las  limitaciones
 y
garantas  que  establece  la  ley,  son  de carcter
tutelar.*
Para  hacer  efectiva  esta  tutela  dispone  la
creacin  de  un   complicado   organismo,   cuyas
funciones  pueden   expresarse   sintticamente
as:   un   negociado   especial   establecido   en   el
Ministerio   de   la   Gobernacin,
  y
  un  Consejo
Supremo  dependiente  del  mismo,   centralizan
todo  el  servicio;   varias   Juntas  Locales  insta-
ladas  en   los   puertos   de   embarque   tienen  la
misin   de   hacer   cumplir  la  ley   bajo  la  pauta
del  Consejo   Supremo.  Estos  organismos  ejer-
IDEARIO  DE  LA  COLONIA  ESPADOLA   73
cen   su   pap^l   fiscalizador   por   medio   de   un
Cuerpo   de   Inspectores,   distribuidos  en  esta
forma:   Primero,  en  las   regiones  espaolas  en
donde   exista   emigracin;   seguado,   en   los
puertos  de   embarque;  tercero,  en  los  puertos
de  escala;  cuarto,   en   los   buques,  antes  de  su
salida
  y
  durante   el   viaje;
  y
  quinto,   en  los
puertos   de  desembarque.
No   es  posible  analizar   aqu  todos  los  de-
talles  referentes   al   servicio;   me  limito  por   lo
tanto,   a  recoger   todo  lo  que  afecta  de  una  ma
manera   especial   a   nuestro   punto   de   vista.
Conforme   a   este   criterio,  es   de  observar  c-
mo  la  accin  tutelar  del  Estado queda circuns-
crita   al   perodo   inicial,   dentro   del   largo
  y
complicado  proceso   emigratorio.   Contiene   el
reclutamiento,  fiscaliza   los  contratos,   regula
riza  el  transporte,   tramita  las   reclamaciones,
pero,  una  vez  el  emigrante  ha  llegado  al  puer-
to   de   desembarque,   queda   abandonado   por
completo  a  su  propia  suerte.   Y  sin  embargo,
los  que  hemos  visto   de   cerca  las  miserias   de
la  emigracin,  los  que  conocemos  el  desampa-
ro  del  emigrante  en  un   pas   desconocido,  sin
medios  para  su  sustento,   sin  datos para  orien-
tarse,  implorando  trabajo como un  favor  o una
limosna,   estamos  capacitados   para  comentar
la  parquedad   de   la   Ley
 y
  la  insuficiencia  del
74   CARLOS  BADIA  MALAGRIDA
esfuerzo  oficial   para  cumplir  debidamente  su
misin  tutelar.
  (1)
Es   cierto   que   la  Ley  anuncia  la  creacin
de   Inspectores   en  los   puertos   de   desembar-
que,  pero  yo  no  tengo   noticia   de   que  se  haya
llevado  a  la  prctica   este   precepto.   Interina-
mente,   son   los   Cnsules   los   encargados   de
desempear  sus  funciones,  pero  stas  se  refie
ren   tan   solo   a   las   responsabilidades   de   los
navieros
  y
  a  otros  fines  puramente  informati
vos.   Sin embargo, el  legislador  tuvo  conciencia
de  las  necesidades
  y
  los  conflictos  que  pueden
acosar   al   emigrante   en  el   extranjero,
  y
  pre
viendo   estos   hechos,  estipul  en  las   Disposi-
ciones   Generales
  y
  Transitorias   que   los
Agentes  Diplomticos
  y
  Consulares  cuidarn
de   hacer   respetar   los   derechos   de  los  emi-
grantes;*  que,  el Gobierno aumentar  el  per-
sonal  consular
  y
  nombrar  Agentes  Consula-
res   especialmente   consagrados  a   este  servi-
cio
  y
  que,  adems, promover  la  celebracin
de  Tratados  Internacionales   para   mejorar   la
suerte  del  emigrante.   Conocemos   de   sobra
el   alcance   de   estas   disposiciones  generales,
que  por  su  vaguedad,  a nada  obligan
  y
  de poco
sirven.  Es  muy  cierto  que   la  emigracin  est
(1)
  'Con$lten*e  los   interesar Us   trabajos   que  scer-
ca  de  este
  tema  se  presentaron  al   Congreso   de  Emigra-
cin>   de   i909. Santiago   de  Galicia.
IDEARIO   DE  LA  COLONIA  ESPAOLA   75
garantizada  por  Convenios  Interna*  ionales  en
muchos   pases   americanos,   pero   habla*   de
que   los   Agentes   Diplomticos
  y
  Consulares
cuiden   de   hacer   respetar   los   derechos   del
emigrante,   es   dar  una   simple  apariencia   de
proteccin.
Los  que   conozcan   las   precarias  condicio
nes  en   que  actan  los   Consulados,  la  carencia
de  medios  informativos  en  que  se encuentran,
y
  su  alejamiento  de  las  comarcas  en   donde  los
emigrames  trabajan,   habrn   de   reconocerla
razn   que   me   asiste.   Amontonar   funciones
de  toda  ndole  a  cargo  de   los   Consulados,  sin
otorgarles  los  medios
  y
  los   resortes  indispen-
sables  paracumplir   su  misin,  no  es  resolver
los  problemas  ms  que  sobre  el   papel.  De  ah,
que  a  pesar  de  todo  lo   legislado,  la emigracin
se   desenvuelve   en   el  seno  de   las  Repblicas
Americanas  lejos  del amparo  oficial  de  Espaa.
Yo  no me  refiero,   claro   es,   a  los  derechos  que
genricamente  les   corresponden   como   hom-
bres
  y
  como   ciudadanos,   sino  tan  solo   a   las
garantas  que  se   les   deben  por  su  calidad  de
inmigrantes,
  y
  en  particular   las  que  afectan
a   las   seguridades  del  trabajo,
En   este   orden,   la   eficacia   de   la   accin
Consular  es  casi  nula;  la  ley   queda  por  consi-
guiente  incumplida;
  y
  el  pobre  emigrante  su
fre  las  consecuencias  de  su   desamparo,  pere
76   CARLOS  BADIA  MALAGRDA
grinando   sin   tino   en  pos  de  un   salario,
  y
  re
curriendo  en  ultimo  trmino  a  la Beneficencia
Espaola.
  (1)
Y  con   esto   queda   sealado  cul  debiera
ser  la  esfera  de  accin   de  la   Colonia  en   rela-
cin  con  los  inmigrantes:   Suplir  las   delicien
cias  de  la  Ley
  y
  proseguir   la   funcin  tutelar
del  Estado  dentro  del   territorio  americano.
Esta  labor   podra  desarrollarse  en  varios
sentidos:facilitando informescompletos, exac
tos
  y
  oportunos  a  la  Seccin   correspondiente
del Consejo Supremo;recibiendo alinmigrante,
preparando   su   adaptacin  al  medio  social   en
que   ha   de   vivir
  y
  proporcionndole  trabajo
ade  ruado   a   sus   aptitudes;  vigilando  el  cum-
plimiento   de   los   contratos;   estimulando   el
ahorro  individual;
  y
  por   ltimo,   facilitando
  y
ene   nzando   por   todos   los  medios   posibles   la
repatriacin.   Tratemos   de   puntualizar   estos
conceptos.
En   cuanto   al   servicio   de   informacin,
cuya   importancia   no   es  preciso  subrayar  te-
niendo  en  cuenta  que  de  l  depende  el  criterio
del   Gobierno   acerca   de   este   problema,  hay
que  re   onocer   que   la  Ley  adolece  de  grande
(1)
  Ea   las   conclusiones   del   Congreso  de  Emigra-
cin   no  se  trat  este  pu^to  con   la   extensin  que  su  im-
portancia  reclama.  Vase  el  discurso  presidencial  del  Sr.
Libra,
IDEARIO  DE  LA  COLO?NA  ESPAOLA   77
deficiencias.  En   su  captulo  10   consigna  que:
El  Consejo  Superior   estudiar   las   causas
  y
efectos  de  la  emigracin   espaola  en  relacin,
con  la  de  otros  pases;  formar   la   estadstica
de  la  misma
  y
  publicar   cuantos  datos
  y
  noti-
cias  conduzcan   al   conocimiento
  y
  resolucin
de   e^te   problema,   editando   adems  guas
  y
cartillas  populares.*
E)  Reglamento  Provisional,  en  su  articulo
4?
  aade:   Cuando  el  Consejo  Supremo  tenga
noticia de que en  algn  pas  o  comarca  ac  onde
los
  emigrantes   espaoles   pueden   o   suelen
dirigirse  existen   para  ellos  riesgos   excepcio-
nales,  por  los  malos  tratos   que  all   reciben  o
por  razones  de  orden  pblico  de   sanidad  o  de
otra  ndole   cualquiera,   lo  pondr   en   conoci-
miento  del  Ministro  de  la  Gobernacin.
Esto  por lo  que  respecta  a  la   accin  regu-
ladora   del   Estado.   Pero,   hay   otro   aspecto
interesantsimo,
  y
  es   el   que   se   refiere  a   la
informacin pblica,  es   decir,   la  que  va  desti-
nada   a  los   emigrantes   para   orientarles
  y
documentarles,   antes   de   que   se   decidan   a
abandonar  el  suelo  patrio.   A   este  fin  se  esta-
blecen   Oficinas   informadoras   que   debern
crearse  en  los   puertos   de  embarque*   (Regla
mento,artculo21),  las  cuales,  a   su  vez,  han  de
recibir  los   datos   informativos   de   la   Seccin
tercera del  Consejo  Supremo. Cmo se  regu
1
^
78   CARLOS   B ADA  MALAGRIDA
este  servicio?   Cules   son,   en   definitiva,   las
fuentes  originarias
 y
  directas  de  informacin?
Lo  resuelve  el   artculo  18  de  la  Ley  imponien-
do  a  los   Cnsules  el deber  de  remitir  trimes-
tralmente  al  Consejo   Superior   cuantas   noti-
cias   posean   referentes   a   los   pases   de   sus
residencias   sobre   la   demanda   de   trabajo,
salario
  y
  todo  lo  que  pueda   interesar  al  emi-
grante  espaol.>  Todas  las  dems  noticias  que
puedan  transmitir  los Consignatarios,   las  C
maras   Espaolas  de   Comercio,
  y
  los   propios
Gobiernos  interesados,  son hechos  que  la  Ley
prev,  pero  que  no  regula  ni  fiscaliza
Por  consiguiente,   el  nico  resorte  normal
con  que cuenta  el  Ministerio de  la Gobernacin
para   poner   en   marcha   todo   el   complicado
organismo   emigratorio,   lo   constituyen   Jos
informes  consulares.   Pero   lo  que  no   preven,
ni  la  Ley,  ni  el  Reglamento   ni   nadie,   son   los
medios  de  que  se   puedo   valer  el   Cnsul  para
reunir  los   informes.   Y  en  esto   estriba,  a   mi
juicio,   el  defecto  fundamental de  todo  lo  legis-
lado  en  esta  materia.
El   Cnsul   carece   de  los  elementos   ms
indispensables  para  llevar  a  cabo  esta  misin,
teniendo  en   cuenta   que   las   necesidades   del
servicio reclaman una urgencia, un tecnicismo,
y
  un  espritu   casustico,   que   slo   se   puede
alcanzar   mediante   la   accin   concertada   de
IDEARIO  DE  LA.  COLONIA  ESPAOLA   97
varios  elementos  distribuidos  entre las  Comar-
cas  donde   se   siente   la   necesidad   del  inmi-
grante.  Y  esto,  fcilmente  se  lograra,  consig-
nndolo  de  una  manera  expresa
  y
  categrica,
como  uno  de  los  deberes  especialsimos  dlas
Juntas  Consulares,   las  cuales,   utilizando  el
poderoso   resorte  de   su   articulacin   con   las
Juntas  Locales,  podran ponerse en contacto
directo  con  las   empresas
  y
  centros   de  explo-
tacin   que  reclamaran   el   esfuerzo  del   inmi-
grante   espaol.   Hasta  tal   punto  alcanzaran
las  ventajas  prcticas  de  este  sistema,  que  en
el  b
 rev  espacio  de  unos  das  se   podran  con-
certa r  las   partes  interesadas, celebrando  con-
tratos  por  cable,   con  la  garanta  de   la   Junta
Consular,   logrando,   con  este   medio,   que   el
emigrante,   al  abandonar  su   terruo,  ya  cono
ciera  a  punto   fijo  el  lugar  de   su   destino
  y
  las
condiciones   de  su  trabajo.
En segundo trmino, debera considerarse
como  una  de  las   funciones   oficialmente
  enco
mendadas  a  las  Colonias,   la  de  recibir  al   emi-
grante,
  y
  preparar  su   adaptacin   al   medio
social  a  que  fuera   destinado.
Mucho  se  ha  escrito
  y
  algo  se  ha hecho  en
Espaa  para  impulsar   las   Escuelas
  de  Emi-
gracin,
  (1)
  pero  declaro  que  no s  a punto  fijo
(1)
  Fu  uno  de  los  acuerdas  del   Congreso   de  Emi-
gracin  de  1909.
80   CARLOS   BADIA  MALAGJOPA
cul  es  la  finalidad  que   con  esto  se   persigue.
Si  aspiran  a  dotarles   de  un   mnimum   de  ins-
truccin  que  les capacite   para   desenvolverse
en  su  esfera  personal,  estimo  que  esta  es  una
funcin  privativa  de   la  Escuela   Primaria.   Si
loque   se   pretende   es   prepararlos   especial-
mente,  segn  el  pas  de   destino
  y
  con  vistas  a
la  ndole  de  su   trabajo,  creo  que  ei   momento
y
  el  lugar  oportuno  para  ello,   seran   despus
del   desembarque
  y
  en   el   propio   ambiente
americano.
En  este  orden,  las   Colonias  deberan   ins-
talar  en  los   puertos   donde  se   concentran  las
corrientes  inmigratorias,   Centros   u   Oficinas
en  las  que  se prestara  los  siguientes  servicios:
primero,  albergar
  y
  mantener   gratuitamente
a  los inmigrantes  durante  un  tiempo  determi-
nado:  segundo,  ofrecer  contratos  de   trabajo a
los  que  carecieran  de  l;
y
  tercero,  someterlos
a   un   rgimen   de   enseanza   sumario,   que
podra  abarcar  los  siguientes extremos:  Debe-
res  que  les  impone   la   ciudadana  espaola   en
pas   extranjero;   deberes  que   les   impone   la
Constitucin  del   pas  de   residencia;   coi   side-
racin  especial  dlas  leyes  de  trabajo
 y
  orden
publico;  nociones  de   rgimen   administrativo
en  lo  que  les  afecte;  sistema  monetario;  moda-
lidades
  que  en  cada  pas  adopte   la  ndole   del
trabajo  a  que  vayan  destinados,  etc.,  etc.   Den-
IEARIO  DE  LA  COLONIA  ESPADOLA   81
tro  de  estas  funciones  cabra  solicitar   la  coo-
peracin  del   Estado  del   pas   de   residencia,
particularmente   en  lo  que   se   refiere  a  la  ins-
peccin  de  Polica
  y
  aljservicio de  Sanidad.
  (1)
La  accin  tutelar  de  la   Colonia,   en   relacin
con  los  inmigrantes,  debera  extenderse   ade-
ms  a  otras  esferas.
La  Ley,  en  su   artculo  18,
  estimula   a  los
Cnsules  a  fomentar  por  cuantos   medios  es-
tn  a  su  alcance,  la constitucin de Sociedades
y
  patronatos  que tengan  por objeto  la  defensa,
tutela
  y
  auxilio  mutuo  de   los   espaoles.   Sin
penetrar  en  las  funciones  propias   de  la  Bene-
ficencia,   de  las  que  trataremos  en  otro  captu
lo,  sera  preciso  que  las   Colonias  pusieran  su
organizacin  al  servicio   de  este  ideal   tutelar,
ya  inspeccionando  el cumplimiento de  los  con-
tratos, ya montando  oficinas  de colocaciones en
eada  Junta Consular,  para  los que  quedaran
sin  trabajo;  ya,  en  fin,   estimulando   el  ahorro
dlos  inmigrantes, [de acuerdo con  el  Depsi
to  de  los  ahorros
 y
  remisin  de  metlico,  que
laley,ensu   artculo
  60,
  promete   establecer.
Podra  considerarse   como  un   caso   espe
cial,   el  del  emigrante  que  firmara  un  contrato
(1)
  Ua  establecimiento  anlogo  funciona  en  Perpignan,
regulado
  y
  sostenido  por  el  Gobierno   francs,  prestando
incalculable*  servicios   a   los  obreros   espauolesque  cru-
zan  la  frontera*
82   CARLOS  BADIA  MALAGRIDA
de  trabajo   con  un   patrono   espaliol.   En  este
cago,  sin   tratar  de   suplantar  la   autoridad  de
las   leyes   territoriales,
  y
  siempre   que   nada
conspirara  contra  ellas,   se  podra  mantener  el
vigor  de  ciertos   detalles   de  nuestra   Legisla-
cin  Obrera.  Con  esto,  el  amparo del emigran-
te  sera mucho  ms  eficaz,  llegndose  a  suplir
deficiencias  considerables, muy especialmente
en   aquellos   pases   donde   no  se   regulan   con
suficiente   garanta   los   accidentes   del   traba-
jo.
  (1)
Una  necesidad  experimentada   en   toda  la
Amrica  Espaola,  es  la  de  las  Casas   de  Re-
sidencia.  Es  preciso redimir  al emigrante  del
abandono,   la   soledad
  y
  las   incomodidades  de
su   vida  domstica.[El  que  carezca  de hogar,  no
debe  seguir  por  ms  tiempo  confinado  en  fon-
duchos
  Jy
  casas   de   huspedes,   sin   carino  de
familia
  y
  falto  de  todos   los  medios   higinicos
que  la   salud  reclama   imperiosamente.   Tod&
esto  podra  encontrarlo  en  las  Casas  de  Resi-
dencia,  montadas  sin  lujo,   sobriamente,  pero
con  todo  el  confort  necesario,  segn  los   recur-
(1)
  Raola,   en   su   Programa  Americanista   Post-
Guerra>,  pona   de  manifiesto  los  vacos  de  la   Legislacin
Americana  en  esta   materia,
y
  peda   nuevos   Ccnvenios
Internacionales  que  la  regularan.  Sin  duda,  este  es  el  ca-
mino  a   emprender,  pero   en  tanto   la   Diplomacia  ro   re-
suelva   el   problema,  la   solucin  que  propongo  reportaia
ventajas  positivas.
IDEARIO  DE  LA  COLONIA  ESPAOLA   83
sos
  y
  las  exigencias  de  cada  individuo.   Habi-
taciones  claras
  y
  ventiladas;   cuartos  de  bao,
jardines,   biblioteca;
  y
  dentro  de   este  cuadro,
un  ambiento  de   hogar  espaol
  y
  un   espritu
de  patritica  connivencia,  es   lo  que  ambiciona
el  emigrante.   Para  llenar   estas   necesidades,
podran  crearse  las   Casas  de  tipo  semejante
a
  la  Residencia   de   Estudiantes  de  Madrid,
en  todas  aquellas   localidades   donde  la  densi-
dad
  de  la   poblacin  espaola  lo   consintiera;
  y
este   servicio,   que   econmicamente   no   sera
una
carga, ni mucho menos
,
pod ra o rganizarse
bajo  la  tutela  del  Patronato   de  Emigracin.
Llegamos,   por   ltimo,   a   con&idorar   un
extremo,  que   si   en   el   orden   cronolgico   en
que  se  desarrollan  los  hechos  emigratorios  es
siempre  el  ltimo,  por   motivo   de   humanidad
y
  de  patriotismo,  se  hace  acreedor  a  una   pre-
ferente
  consideracin.
Aludo  a   la   necesidad   de   repatriar  a   los
emigrantes
  pobres,   ancianos,   menores
  y
  en-
fermos,
  necesidad que con dolorosa frecuencia
se  coufirma
  en  los   Consulados,
  y
  por  lo   cual
tantas veces  se resiente  el atormentado  peculio,
particular
  del   Cnsul.
Son  motivos
  de
 humanidad
 y
 de
  patriotis-
mo los  que
  deben
  invocarse
  en
  este
  caso.
  El
indigente
  que  tras
  largos
  aos
  de  lucha,
  per-
dida  su  juventud
  y
  agotadas
  sus
  fuerzas,
  care-
84   CARLOS  BADIA  MALAGRIDA
ce
  de   medios  para   regresar   al   lado   de   los
suyos,  es  acreedor  a   la  consideracin  de  quie-
nes,
  con  mejor   fortuna,  lograron  asegurar  su
porvenir.
La  Ley  dedica  uno  de   sus   captulos   a   la
repatriacin,   pero  en  sto,  como en  otros  pun-
tos,   la  insuficiencia  de   sus  preceptos   es   no-
toria.
  En  su  artculo
  46,
  impone a las empresas
navieras
  el  deber   de   repatriar   a   mitad   de
precio,   al  20  por  ciento   de  los  emigrantes  que
hubiesen
  conducido   al   pas  de  qne   se   trate,
durante  el  trimestre  anterior.
Los  Cnsules  son  los  encargados  de  regu
lar  el
  cumplimiento  de  este  precepto,  pero son
tales   los   obstculos   prcticos   que   suelen
surgir,
  (muchos  de  ellos originados  por  la  con
fusin  del  texto  legal),
  (1)
  que  raras   veces  se
puede
  llevar  a  la  prctica  con   exactitud.  Pero
aun
  prescirdiendo  de  esta circunstancia,
  y
  en
la
  hiptesis  de  que  se  cumpliera  exactamente
lo
  dispuesto por  la  Ley,  siempre quedaran  sin
resolver  estos  dos  puntos:  primero,  necesidad
de  trasladar  al  emigrante   hasta   el   puerto   de
embarque,
  y
  segundo,  necesidad  de  sufragar
le   los   gastos   del   billete   a   mitad   de   precio.
Estos  dos  vacos  son
  los
  que  deban   llena  r   las
(1)
  Vame  loa  interesantes   comentarios   [tpnajoro
Torroba,  profesor  de  e*ta  materia   en  el   Inatio  s-d   iq
mtico
  j
  Consular.
\
IDEARIO  DE  LA  COLONIA  ESPAOLA   85
Colonias,  tanto  o  ms  obligadas  que   el  Estado
en  esta  obra  de   humanidad
  y
  de
  patriotismo.
He  ah,  a grandes  rasgos,  las  reformas que
podran  ser  introducidas  en  la Ley  de
 Emigra-
cin,  otorgando  alas  Colonias  en  sus  diversas
Juntas*   funciones  anlogas  a  las  que  en  Es-
paa   desempean   las   Juntas   Locales
  y
  los
inspectores.
Al  llegar  a  este  punto,   un  grave
  inconve-
niente  nos  sale   al   paso.   Hemos  imaginado  la
vigencia   de   algunos   de   nuestros
  preceptos
legales,  en  actos   ejecutados   por   sbditos
  es-
paoles,   es  cierto,   pero   en   territorios
  donde
el   Estado   Espaol   no   ejerce   su   soberana.
Hasta  qu  punto  sera  este  compatible  con
  la
realidad? No
  hayfque  olvidar  que  nuestro  pro
yecto   responde   siempre  a  un   criterio   de  in-
terinidad
  y
  de   transicin,
  y
  que  aspira  slo  a
preparar  el  advenimiento  de un nuevo  derecho
que  se  ha  de  elaborar  en   las   Cancilleras.   En
tal   sentido,   la  tctica de  los   elementos   direc
tores  de   las   Colonias,   conjuntamente   con  el
Gobierno  espaol,   debe   consistir   en  aprove-
char   el   margen   que   expontneamente   con-
sientan  la  Constitucin
  y
  las   Leyes  America-
nas;  sin  desperdicio  ni  intromisiones,  siempre
con  gran  lealtad
  y
  con  un  espritu  casustico
  y
circunstancial.
Pero  an  aceptando
  estas  posibilidades,  el
CARLOS  ADIA  MALAGRIDA
inconveniente   apuntado   sigue   en   pie,   en  el
caso  concreto  de  las  infracciones.
De  qu  modo  38 podran  castigar?   Cules
seran  los  medios  coercitivos?   No  habra que
pensar,  claro  es,  en  la   aplicacin   de   los  pre-
ceptos  penales  ordinarios,  pero an en  el cam-
po  administrativo,  surgiran  resortes  eficaces
y
  de
  posible  utilizacin.  Cada  uno  de  los dere-
chos
  y
  de  las  ventajas   individuales   que  la Co-
lonia
  percibiera   en   cualquier   orden,   serian
otras  tantas  medidas   represivas   para   los
  in-
fractores  de  la  Ley.  Al  fin
  y
  al  cabo,  estesis-
tema,  en  forma  embrionaria, ha  tenido yapre-
cedeates.  Durante  la Guerra Europea,  los  sub-
ditos   de  la   Unin   Americana,   residentes  en
determinados   pases   neutrales,   abonaron  un
tributo  que  les  fu  impuesto  por  su  Gobierno,
y
  previendo posibles  infracciones,  se  consign
que  les  sera  negado  a  los  morosos  el   amparo
diplomtico
  y
  consular  de  su  p*>s.
  (1)
Omito   toda   consideracin   de   carcter
eco  imico  porque  este   puoio  ha  de  ser espe-
cialmente  tratado en  otro   captulo,   pero cre
conve  ente   apuntar   aqu,   que   previndose
en  la  Ley   la  posibilidad de  que  el  Ehtado  sub-
vencione  los   Centros   o   Patronatos   qae   se
fundan   para   proteger   al   emigrante,   puede
(t)   Revista  Armrican*   de
  Derecho   i itero acin al.
(Ab
  ii'
  1917)
IDEARIO  DE  LA   COLONIA  RSPAlfOLA   87
invocarse  este  precepto  para  recabar   el  auxi-
lio  oficial.
Y  pongo   trmino   a   este  captulo   con  la
creencia  de haber  sealado  vacos  en   nuestra
legislacin
  que  es  de   urgente   necesidad   re-
mediar;
  y
  con   el   convencimiento   de   haber
anunciado  una serie  de  soluciones  que  podrn
conceptuarse  mejores  o  peores,   pero   que  son
todas  ellas
  (y
  es  siempre  mi   empeo   primor-
dial),
  inmediatamente   practicables.
>
Yo tengo  el convencimiento  de  que  la  emi-
gracin  eapafiola,   as   reglamentada,  elevara
considerablemente  ei  nivel  social   de  nuestras
Colonias,
  y
  lejos  de  significar  una sangra  pa-
ra  la  patria,   constituira   un  poderoso instru-
mentle   expansin   econmica'y  de   aproxi-
in  poltica  con  los  pueblos  hispano-america-
CAPITULO  VII
FUNCIONES  RELATIVAS  AL
  SERVICIO
MILITAR
SU  LEGISLACIONEl   deber   de
  "de-
fender   a   la   patria   con  las   armas/'
La  Ley
de   Reclutamiento
  y
  Reemplazo   del   Ejrcito
de
  1912.Captulos   relativos   a   los
  espa-
oles   con   residencia   en   el
  extranjero.Las
Juntas   Consulares   de   Reclutamiento.Su
composicin.Sus   funciones.
LOS   PROBLEMAS.Ventajas   de
  este
sistema.Es   absolutamente   justo? Des-
igualdades   que   se   manifiestan   en   la   prc-
tica.Cmo   se   pueden   incorporar   los   re-
clutas   faltos   de   recursos?Los   prfugos
  y
su   desnacionalizacin.Efectos   funestos   de
los   indultos
  y
  las   amnistas.
LAS   SOLUCIONES.Solucin   relati-
va.Es   preciso   abonar   los   pasajes   a   los
reclutas   que   se   incorporen.
SOLUCION  TOTAL.Se   podra   cum-
plir   con   la   Ley   sin   necesidad   de   trasladar-
se   a   Espaa.El   concepto   del   Servicio   Mi-
litar,   despus   de   la   Guerra   Europea.
Problemas
sociales
  y
  nacionales  vinculados   con  la  En-
seanza.Es   preciso   evitar   todo   dualis-
mo  con   la   enseanza   oficial   americana.
Soco-
rros.Comedores
  y
  Albergues.La   pu-
reza   de   las   costumbres;   sus   aspectos;   las
sanciones.Rgimen   econmico
  y
  admi-
nistrativo.Aspecto   legal.
WUIHIIIIinMIKIIIIIIIHIIIIIIIIIII1IIMIItlnS4IIRItlB4taHflllllllIHtMlltt(niltini
I  la  nica  finalidad  de  estelibro fuera  la de
sugerir  iniciativas  a  la   accin  de   nes"
tras Colonias,  este  captulo  sera  realmente  in-
necesario.  De  tal  modo  se  halla  desarrollada
 y
organizada  la  Beneficencia,  que  poco   hay  que
decir  acerca  de   ella;   sin   embargo,  una  razn
de  mtodo  nos  aconseja  no  dejar   este  vaco  en
el  cuadro   general   de   funciones   que  estamos
trazando  en   estos  captulos,
  y
  por consiguien-
te,   es  forzoso  tratar  aqu   de  la  Puncin  Ben-
fica,  aunque  sea  con  el  slo  propsito  de  coor-
dinarla  con  las  dems.
Mucho   dice   en   favor   de   nuestros  nacio-
cionales,   el  hecho  de  que  haya  sido  un ideal de
caridad  el  aglutinante   capaz  de  asociarlos  en
un  esfuerzo  comn,   pero   es   preciso  tener  en
cuenta,  que  en  el   ndice  de  sus  deberes  colec-
tivos,   el  de  la  caridad  no  es  el  nico,  ni  siquie-
ra  el  principal.  Cuando  una Corporacin  tiene
conciencia  de  su  personalidad,  cuando  marcha
con  paso  firme  en  pos  de  un  ideal  en  el  que  se
122
  CARLOS  BADIA MALAGRIDA
compendian   todos   los   factores   de   su   vida
corporativa,   sus   derechos
  y
  sus  deberes   se
vinculan
  de   tal   modo,   que   ninguno   de  ellos
puede
  desdearse   sin   poner   en   peligro  a  los
dems.
  Derrochar  su  dinamismo  en  obras  de
caridad,
  olvidando  la educacin  de  la  juventud
o  la
  profesin  de  sus  sentimientos   patrios,  es
una
  labor  humanitaria,  pero desde  el  punto  de
vista
  espaol,  completamente  suicida.
Es   preciso  que   se  graden   los  esfuerzos
segn  la  jerarqua  de  los  conceptos,
  y
  confor-
me  a  este  principio,   puede   imaginarse   la  or-
ganizacin
  de   la   Beneficencia   Espaola como
una  de  las  funciones   inherentes  a  la  persona-
lidad   de   la   Colonia,   vinculada
  y
  coordinada
con  las   dems.
No  he  de  ser  yo  quien  trate   de   definir   la
prelacin  de  estas  funciones,  pero  el  hecho  de
que   se   mencionen   en  este  libro  con  el  orden
que  queda  expuesto,   obedece   a  un  firme  con-
vencimiento;  a  saber:  que   amparando  al  emi-
grante
  y
  educando   a  la  juventud,  las  necesi-
dades  benficas decreceran  considerablemen-
te.   El   trabajo
  y
  la  escuela,  son  los  remedios
preventivos  ms  eficaces  contra   la   miseria
  y
las  enfermedades,
  y
  si  esto   es  cierto,   la  acti-
dad  social  de  nuestras  Colonias  debe  tener  en
cuenta  estas  preferencias.
Conviene,  en  primer   trmino,  imprimir  a
IDEARIO  DE LA  COLONIA  ESPAOLA   123
la  accin  de  la   Beneficencia  Espaola   un  ca-
rcter  de  unidad  que  hoy  no   tiene.   Siguiendo
el  impulso  corporativo   de  nuestros  Centros
  y
Sociedades,   la   Beneficencia  ha  sido  obra  ex-
pontnea
  y
  calurosa  del   espiritu  regional.  En
algunos   pases,   Mjico   entre   ellos,   se  ha  lo-
grado   vencer   el   cerco   de   las   corporaciones
privadas   para   constituir   un   solo   bloque   en
cada  comarca,  dedicado  al  culto   de  la  caridad
en  sus  mitiples  aspectos.   Esto  ya  es  mucho,
pero  no  basta.  Es  preciso  dar  un  paso  ms; es
preciso   fundir   en   un  solo  esfuerzo  todas   las
asociaciones  establecidas  en   cada   Repblica,
hasta   lograr   que   la   Beneficencia   no   sea   la
obra  de   una   entidad  especial,   sino  un  deber
colectivo  de  la  Colonia,   piacticado
  y
  regulado
por  sus  rganos   de   administracin
  y
  de   go-
bierno.
De   este   modo  se   lograra  unificar  la  ac-
cin
  y
  mejorar  el  servicio  con mayor economa
en  el  presupuesto.  Mediante   un   rgimen  ad-
ministrativo  adaptado  a  las   Juntas  Locales>,
y
  a  la  Junta  Suprema>,  se  podra  centralizar
la
  adquisicin  de  vveres
  y
  de  material  sani-
tario,   evitando  la  duplicidad  de   Institutos   en
una   misma   Demarcacin
  y
  distribuyendo
mejor   la   caridad   segn   las   necesidades  del
lugar
  y
  del  momento.
Claro  es,  que  esto,  implica  un  espritu  de
124   CARLOS  BADIA  MALAGRIDA
solidaridad
  y
  una  alteza  de   miras,  capaces  de
ahogar  los  localismos   que   hoy   prevalecen   en
esta  organizacin,   por  tantos  conceptos  admi-
rable.   Todo   lo   que   hasta   hoy   ha  creado   el
altruismo  espaol,   dejara  de  pertenecer  a  los
grupos   radicados   en   cada  comarca  para  for-
mar  el  patrimonio  comn   de  la   Colonia,  una  e
indivisible.
Esta transicin no  podra imponerse brus-
camente,
  y
  sera  necesario  otorgar  las  prrro-
gas,   necesarias  para   el   feliz   trmino   dlas
obras   emprendidas
  y
  de   los   compromisos
contrados,   pero  terminado   este  plazo,  en  ca-
da   Republica  no   habra   ms  que  una  Benefi-
cencia   Espaola
  y
  todos   deberan   aportar  a
ella  su  esfuerzo  personal,   como   hasta   hoy   lo
venan  haciendo  en   su   esfera   respectiva  con
ejemplar   entusiasmo.
En  cuanto  al   tipo  de   los   institutos  ben-
ficos
  y
  a  su  localizacin  en   cada   pas,   depen-
dera,   claro  es,   de  la  dispersin geogrfica  del
elemento   espaol.   El   nmero
  y
  capacidad  de
los   hospitales
  y
  sanatorios  lo   determinaran
las  necesidads  de  cada   Colonia,  pero  en  tr-
minos  generales,   podra  adoptarse   el   criterio
de  establecer  uno  en  cada  Demarcacin  pa-
ra  caso  de  urgencia
  y
  enfermedades   leves,
  y
otro  instalado  en  el  lugar  ms  sano  del  pas
  y
dotado  de  todos   los   elementos   necesarios  pa-
IDEARIO  DE  LA  COLONIA ESPAOLA   125
ra  atender  a  los   enfermos   que   sufrieran  do-
lencias  crnicas  o  de   larga  duracin.
Dentro  de estos  institutos,  absolutamente
gratuitos,  podran   establecerse   clnicas
  y
  sa-
las   de   pago   destinadas   a   suplir  el  hogar  de
los  que  carecen  de  familia,   en   casos  de  enfer
medad,   constituyendo   con   sus  cuotas  un  in-
greso  para  el  fondo  benfico.
La  accin  de  la  Beneficencia  debera  con-
tinuarse  fuera  de  estos  Institutos.  El  servicio
mdico  a  domicilio,   las  clnicas  de  vacunacin,
el  suministro   de  medicamentos,  etc.,   etc.;  tal
como  hoy  se   practican,   podran   alcanzar  una
mayor  amplitud  hasta   el   punto  de  constituir
no  tan  slo  una  caridad  para  los  enfermos  po-
bres,  sino  una  cooperacin   de   servicios  entre
todos  los  miembros  de  Ta   Colonia.
Aparte  de   estas   funciones   sanitarias,   la
Beneficencia   Espaola   debera   extender   su
accin  a  otras  necesidades   de  orden  social:  la
concesin  de  socorros  a  los  pobres vergonzan-
tes;  la  instalacin   de   comedores
  y
  albergues
para   los   sin  trabajo,
  y
  en  general,   todos   los
servicios  de  cooperacin
 y
  auxilio que  prestan
en   Espaa   la   Beneficencia   del   Estado
  y
  las
Asociaciones  de  Socorros  Mutuos.
Esta   organizacin,   instalada   segn   las
necesidades  de  cada  localidad,   siempre  en  co-
nexin
  con  los  Institutos   Benficos
  y
  bajo  la
126   CARLOS  BADIA  MALAGRIDA
dependencia  de  las   Juntas  Locales*,  permi-
tira  relevar  a  los  Cnsules   de   ciertas  funcio-
nes,  como  por  ejemplo  Jas  relativas  a  la  conce-
sin   de   socorros
  y
  hospitalizacin   de  enfer-
mos.
Convendra  adems   descartar   de   los   de-
beres  que  hoy  pesan   sobre   las  Sociedades  de
Beneficencia,  todos  aquellos  que no responden
con  exactitud  a   su   peculiar  misin
  y
  que  tie-
nen  su   lugar   adecuado   en   otra   esfera.   Me
refiero   principalmente   a   las  ofertas  de  colo-
cacin
  y
  de  trabajo
  y
  a  la   repatriacin  de   los
indigentes*   Estos   servicios   deberan  estar   a
cargo  de  las   Secciones   especialmente  dedica-
das  a  los   emigrantes.
Dentro  del  cuadro  de  las  funciones   ben-
ficas,   no  debera  olvidarse   la   de   velar  por   la
pureza  de  las  costumbres  pblicas
  y
  privadas
de  todos  los  miembros   dla   colectividad.   La
ndole de  este  servicio  dificultara  en  extremo
su   implantacin,   pero   no  la hara  imposible.
Una   accin   de   saneamiento   moral  es  tan  ne-
cesaria
  y
  tan   indispensable,   que  de  ella  de-
pende  en  muchas  ocasiones   la   reputacin  de
la  colectividad.
La  misin  benfica  en  este  orden  debera
consistir en poner de  manifiesto  los  hechos  in-
dividuales,  que  por su  publicidad,  puedenper
judicar  el  buen  nombre  de  la  Colonia.   He aqu
IDEARIO   DE  LA  COLONIA  ESPAOLA   127
algunos   de  los   puntos  sobre  los  cuales   debe-
ran  ejercer  esta  vigilancia   las   autoridades  o
los  funcionarios  de  la   Colonia;  alejamiento   de
los  espaoles   de   las   contiendas  polticas   del
pas   de   residencia;   represin   de  la  trata  de
blancas;   represin   del   alcoholismo;   absten-
cin  de   los   espaoles  en  ciertas empresas  co-
mo  casas  de  lenocinio,   garitos,   etc.;   honesti-
dad  controlada  en  profesiones  de  cierta  ndo-
le   como  prestamistas
  y
  establecimientos   de
empeo;  delacin   de   los   casos   de  bigamia,
  y
en  general,  todo   lo   que   redunde  en  beneficio
de  la  honradez
  y
  de  la   reputacin   de  la  Colo-
nia
 y
  de  sus   miembros.
Las  sanciones   impuestas,  desde   la   amo-
nestacin  privada  del Cnsul  hasta   la   pblica
descalificacin  del contumaz,  podran  graduar-
se  segn   los  casos
  y
  las  circunstancias.   Qui-
zs   diera   resultado   la   implantacin   de   los
tribunales   de   honor,   tal  como  funcionan   en
ciertas  Colonias  Alemanas.
En  cuanto  al   rgimen   administrativo,  no
debe  olvidarse   que   la   Beneficencia   perdera
su  carcter  de  Sociedad   privada  para   entrar
a   formar  parte   de   la  agrupacin   total  de   la
Colonia.   Jurdicamente  su  personalidad  sera
absorvida  por  la  personalidad  de   la  Colonia,
  y
en
  consecuencia,   todos  sus  bienes   pasaran  a
nutrir
  el  patrimonio  comn.
128   CARLOS  BADIA  MALAGRIDA
Sin   embargo,   conservara   una  plena  so-
berana   en   punto   a   su   rgimen   econmico,
hasta  tal  punto,  que   el  Captulo  de  Beneficen-
cia  en   el  presupuesto  general de  la  Colonia  se
considerara   intangible,   sin   que  fuera   dable
efectuar  a  su  costa  ninguna  transferencia   de
numerario  a  otro  Captulo.
En  cuanto  a  la  forma  de   nutrir  los   ingre-
sos,   nada  habra   que  aadir   al   sistema   pre-
sente,  con   excepcin   dlas   cuotas,   que   po-
dran  ser  abolidas   desde   el   momento  que   la
Beneficencia   dejaba   de   ser   una  socieda  pri-
vada.
Desde  el  punto  de  vista espaol,  se  haran
extensivas  a  ella  todas   las   consideraciones
  y
todas  las  prerrogativas  de   que  goza  en   Espa-
a  la  Beneficencia   del  Estado,
  y
  en   cuanto  a
su  acomodacin  a  las  leyes   americanas,  sera
preciso esfumar  su  personalidad jurdica  den-
tro  de  la  Corporacin  nica  de  la  Colonia.
CAPITULO  X
ACCION  MERCANTIL
I.LOS   HECHOS.Las   Colonias   en
la   vida   mercantil   americana.Su   influen-
cia   en   la   economa   espaola,   (a)   El   aho-
rro   del   emigrante   que   negocia   a   espaldas
de   la   produccin   espaola,   (b)   El   que
conquista   para   ella   nuevos   mercados,   (c)
El   que   la   surte   de   materias   primas.La
perfecta   utilizacin   de   estos   factores   im-
plica   un   amplio
  y
  total   reconocimiento   de
la   personalidad   econmica   de   la   Colonia.
II.LA   LEGISLACION   VIGENTE.
Es
preciso   otorgar   a   los   espaoles   de   Amri-
ca   el   derecho   electoral^Diversas   opinio-
nes   sustentadas   en   este   sentido.Como
influira   este   hecho   en   la   poltica   espao-
la.Inconvenientes   que   se   oponen   a   esta
reforma.Manera   de   resolverlas.Cmo
podra   lograrse   "inmediatamente"
  y
  sin
reformas   legales,   que  la  opinin   de   los   es-
paoles   de   Amrica   estuviera   representa-
da  en   las   Cortes.
EN
el  patriotismo  noble
 y
 exaltado  de  nues-
tras  Colonias,  hay un  punto  obscuro, me-
recedor  de  todas  las  censuras;  su  alejamiento
de  la  poltica  espaola.   Acaso   no   han   medi-
tado  la  enorme  influencia  que  podran  ejercer
en  ella,   no  para  fines  bastardos,   sin   en   pro-
vecho  de  la  patria?
Entre  los  espaoles  de  Amrica  existe  un
sentimiento  de  disconformidad,
  y
  a   veces  de
repulsin,  contra   los   derroteros   de   nuestra
poltica  nacional.   En  el  ambiente  de  cosmopo-
litismo  en  que  viven,   les  es  dado apreciar estas
cosas  con  una  perspectiva muy  dilatada,  en  la
que caben  todos  los  contrastes,
  y
  por  la  fuerza
de  esta  circunstancia,  contemplan con  profun-
do  desdn  el  trasiego  de  nuestra   vida  poltica
matizada   de  personalismos
  y
  adicta   siempre
a  una  ancestral  rutina.
Pero  esta  visin,  acaso   ms  exacta  que  la
que  se  tiene  en   Espaa,  lejos   de  justificar   su
actitud especiante,  debera estimularles  a  una
154   CARLOS  BADIA  MALAGRIDA
intervencin  renovadora.   Cierto  es,   que  la  ley
nos  les  es  propicia;  pero  aun  sin  esto,  ejemplos
tienen  ante  sus  ojos  que  bien  podran  ser  imi-
tados.   No  es  un  secreto  para   nadie  la  partici-
pacin  que   toman   las   Colonias   francesas  de
Amrica   en   las   elecciones   generales   de   su
pas,
  y
  en  este   o   en  otros   terrenos,  nuestros
compatriotas  tienen  altos   deberes   que   cum-
plir.
No  hace  mucho,  que  el  insigne   periodista
Grandmontagne,   en   un   artculo  que   repro-
dujo   El   Da   Espaol>  de   Mxico,
  (1)
  exal-
taba  el  espritu   regionalista que impera  en  las
agrupaciones  espaolas de Amrica.  Tan  plau-
sible me  parece  esta orientacin  regional,  que
lejos  de   rectificarla,  yo  aspirara  a  darle  nue-
vos  bros  con  el  auxilio  de   la  unidad   de  la  Co-
lonia,  esbozado  en  estas  pginas.   Creo   firme
mente  que   representa  lo   ms  puro
  y
  lo   ms
espontneo  del  patriotismo   espaol,
  y
  que  se
ra  un  grave  error  el   ponerle   obstculos,   in-
vocando  un  doctrinarismo   poltico  que  ya   es-
t  mandado  a  retirar.   Cuando  en  muchos  sec-
tores  de  Espaa  se  echa  de   menos  esta  vibra-
cin  del   nacionalismo   especfico,  que  h  sido
el   nervio   vigoroso, que  impuls   los   grandes
(1)
  Chistas
  y
  Gaitas,  o  el  Regionalismo  de  los   emi-
grador  en  El  Da  Espaol,  Mxico,  agosto  de  1921.
IDEARIO  DE  LA  COLONIA  ESPAOLA   15$
hechos  de  la  historia  patria,  el  instinto  certero
de  nuestros  emigrados  viene  a  darnos  el ejem-
plo  de  su  resurreccin.
De  ah  mi  empeo  en   estimular   esta  ten.
dencia,  pero  redimindola de  su  estancamien-
to  presente,  para ensanchar  el  horizonte  de  su
actividad.   Yo   me  atrevera   a   recomendar   a
mis  compatriotas,   menos   escrpulos
  y
  ms
ambiciones.
Cuando   escucho   los   porfiados   votos   de
amor  a  Espaa con  que  siempre   van  acotando
sus  expansiones   regionalistas,   creo
  percibir
la  impresin  de  un  escrpulo  pueril.   Quden-
se  estas  reservas   para   los   exaltados,  que  en
su   delirio  partidista,   incurrieron  en   un   mo-
mento  de  absurdos  extravos;  las  Colonias  Es-
paolas  de  Amrica  estn  a   salvo  de  tamaas
locuras,
  y
  pueden  dar  rienda  suelta  a  su   ins-
tinto  regional,   sin  temor  a  que  nadie  les  ultra-
je  con  imputaciones  malvolas.
Nadie  desvirte  el   tono   de   mis   palabras
ni  pretenda  leer  lo  que  no  escribo.  Yo  no  pue-
do   patrocinar  la  adopcin  de   ningn  progra-
ma,   ni   es   mi   propsito   el   hacer   proslitos
para  un   partido   poltico   determinado;   pero,
puesto   que   el   sentimiento   regional   triunfa
entre   los   espaoles   de   Amrica,   marco   la
coincidencia  de  este  hecho   con   el  incremento
que  alcanza  en   Espaa  la  doctrina  reginalis-
156   CARLOS  BADIA  MALAGRIDA
ta,   sealada  por   muchos   como  el   camino   de
nuestra renovacin  poltica.
En  este   sentido,   los   Centros   regionales
de  Amrica  podran  realizar   una  labor   admi-
rable,   pero es  preciso   estimularlos   para   que
se  decidan  a  abandonar   ese  culto   estril  que
condena  su  actividad   a   un   eterno  lirismo.   (1)
Es  preciso   olvidarse   un   poco   de   Chistus
  y
Gaitas,   de  saraos
  y
  romeras,  para  extender
sus  miradas  hacia  el   lejano  terruo,  como   un
ciudadano  espaol  que,  pese  a  la  distancia,  no
se  resigna  a  vivir  divorciado   de  la  marcha  po-
ltica  de  su   pas.   A  ta!  empeo  responden   los
propsitos  de  este  Captulo.
El   desarrollo   extraordinario   que   ha   al*
canzado   la   emigracin   moderna   con   toda   la
serie  de fenmenos  sociales   que  se  encadenan
a  su  alrededor,  pugnan  por   romper  los   viejos
moldes  de   las   constituciones   polticas   euro-
peas,   recabando   la   aceptacin   de   principios
ms  justos,  en   punto  a  la  nacionalidad   de   los
emigrantes,
  y
  que   respondan   mejor   a   las
necesidades que  la  vida  plantea.
  (2)
(1)
  Algunos  Centros  de  Cuba
  y
  la  Reoblica  Argen-
tina,  han  iniciado  ya  su   contacto  con   los   polticos   espa-
oles.
(2)
  Len  Duguit.   Droit  Constitutionnd,  pgina  136
y
  siguientes.   La  evolucin   del   Derecho  Pblico,   edi-
cin  espaola,  pag.   12
  y
  143.
IDEARIO  DE  LA  COLONIA  ESPAOLA   157
En   realidad,   el   emigrante   moderno,   al
abandonar  el  suelo  nativo,   no  se   divorcia  de  la
vida  nacional  de  su  patria.  Instalado  en  el pas
de   residencia,   sigue   rindiendo   culto   a   su
nacionalidad  en  todos  los  aspectos;  legaliza  su
ciudadana ante  la autoridad   consular,  cultiva
sus  vnculos   sociales  en  el  seno   de  las  corpo-
racienes  que  sus   compatriotas   le   brindan,
  y
en  el  orden  mercantil,  sirve   ms
  y
  mejor  a  la
economa  nacional  que  antes  de  abandonar  su
hogar patrio.  Y  siendo  esto  as,   reconociendo
esta  colaboracin   patritica,  prestada   desde
un lejano  pas,  la  idea de no negarle  el  ejercicio
de   sus   derechos   polticos,   surge   como   una
compensacin  elemental  de  justicia.
Anlogas  consideraciones  debieron  influir
en  la  Constitucin   alemana,   llevndole  a  tole
rar   una  semiduplicidad   de  ciudadana
  y
  una
exsencin   de   os   deberes   militares,   que   en
otros  pases  se  reputan  como   delitos.   Italia,
por  su   parte,  marchando   siempre  a   la  cabeza
de  las  dems   naciones,   en  cuanto  a  las   leyes
emigratorias,   recogi  la   iniciativa  de  otorgar
a  los  emigrantes  el  derecho  del sufragio  fuera
del  territorio   nacional,
  y
  en   tan   interesante
labor  le  sorprendi  la  guerra   europea.   Y an
en  los  pueblos  donde  el fenmeno  emigratorio
no  puede  ser un  problema,  como en  los Estados
Unidos,  esta  tendencia  conciliadora   despert
158   CARLOS  BADIA  MALAGRIDA
hondas   simpatas,
  y
  as,  pudo   darse  el   caso,
que  en  pleno campo  de  batalla,   en  tierra   fran.
cesa,  los  soldados  de  la   Unin  acudieron   a  las
urnas  para  ejercer   sus   derechos   ciudadanos.
Esta  iniciativa   flota  en  el   ambiente,
  y
  son
tantos  los  motivos  que  abonan  su  triunfo,
  y
 de
tal  magnitud  los  problemas  que  resuelve,  que
no  puede  tardar  en  alcanzar  soluciones  jurdi.
cas  en que se plasme  definitivamente. Y si  esto
ocurre  en  pases  como  Italia
 y
  Alemania,  qu
razones no  podrn  invocarse  en   Espaa,  cuya
afinidad  nacional  son  los  pueblos   americanos,
le  brinda  tan  excepcionales  ventajas?
Justo  es  consignar  que  tambin   en  nes,
tra patria  ha  encontrado  esta  idea  entusiastas
defensores.  De  muchos  aos  a   esta   parte,  no
ha habido  Congresos  ni Asambleas  de carcter
americanista, que no indujeran  en  el ndice de
sus  conclusiones  la  necesidad   de   garantizar
el  ejercicio  del  sufragio   a  los   espaoles   resi.
dentes  en  Amrica*.
  (1)
 Y  al  lado  de  esta  ten.
dencia  popular,  hombres  de   elevada  significa,
cin,   como  Labra,   Altamira
  y
  Rahola,   ms
comedidos  en   la demanda   para   hacerla   ms
viable,   se  han  limitado  a  pedir  la   representa,
in  senatorial  para   las   entidades   espaolas
(1)
  Fu  uno  de  los  acuerdos   tomados   por  el   Con-
greso  de  las  Asociaciones  Americanistas  de   Barcelona,
y
  de  la  Federacin  Espaola  de  Buenos  Aires.
IDEARIO  DE  LA  COLONIA  ESPADOLA   159
de  carcter  econmico,  establecidas   en   Am,
rica.
  (1)
Salvando  pequeas  diferencias,   la  coinci-
dencia  en   lo   fundamental es  manifiesta,
  y
  ello
nos  induce   a  sospechar   que  acaso  sea  ya   lle-
gada  la  hora de  que  las  Colonias  Espaolas las
recojan,   incorporndolo  al  vasto  programa  de
sus   reivindicaciones.
Tan   sujestiva   es   esta   idea,
  y
  tan  honda
significacin   entraa,   que   puede   contar   de
antemano  con  el asentimiento
  y
  tambin con  el
entusiasmo  de   la   opinin  espaola.   Nadie  les
disputara  un  derecho que  est  en  la  concien-
cia  de  todos  el  satisfacer,
  y
  que  solo  un incon-
fesable  fetichismo constitucional  nos  veda  ex-
pansionar;   pero  el   da   que   en   el  trasiego   de
nuestras  contiendas   polticas  se  preduzcauna
pausa  cordial   queconcienta  el  derribo'de   los
obstculos  que  hoy  parecen  inconmovibles,  el
Poder  Legislativo  de nuestra patria recibir  el
impulso   renovador   de   los   representantes  de
ultramar.
Difcilmente pueden hoy prevrselas  con.
secuencias  de  este hecho,  en  virtud  del  cual un
gran   sector   de   la   vida   espaola   que   hoj   se
desarrolla  aisladamente,  llegara  a  vincularse
con  el  cuerpo   nacional;  el   patriotismo  de   las
(1)
  Obras  anteriormente  citadas.
160   CARLOS   BADIA  MALAGRIDA
Colonias,t9mendoconscienciade  su  participa-
cin  en   la   marcha   de   la  poltica   espaola   se
acrecentara   hasta  lo   indecible;
  y
  en  el   seno
del  Parlamento,  resonaran  nuevos  ecos,  por-
tadores   de   sanas   influencias
  y
  de   energas
vrgenes,   que poco  a  poco  iran remozando  to-
do  lo  que   hay   de   viejo
  y
  caduco   en   nuestra
legislacin   nacional.
He   ah   un   noble
  y
  patritico   ideal   que
deben  perseguir  con  empeo   nuestras   Colo-
nias,   pero  sien  algo  la   prudencia  debe  influir
en  esta   empresa,   preciso   es   prever   los  obs-
tculos  que  puede  alegar   cualquier   Gobierno
al   serle  formulada   la   demanda,   para  saberse
anticipar  a  ellos   discretamente.
Tres  son,   a  mi   juicio  los   puntos  de   vista
que   pueden  adoptar  las  Colonias  en  esta cues-
tin,  variando  en cada uno  de  ellos  las   circuns-
tancias
  y
  las   posiblidades.
Si  se   aborda   el  problema   ntegramente,
recabando   para  el  emigrante   una   considera-
cin   idntica   a  la   del  ciudadano   espaol,   en
cuanto  a  las   funciones   electorales,   pidiendo
una  participacin  directa
  y
  efectiva  en  la  de-
signacin  de  los  diputados,   el   espectro   de  la
reforma   constitucional   que   tanto   asusta   a
nuestros  polticos,  sera una  plataforma digna
para  aplazarla   solucin.
Si  por  el   contrario,   el empeo  de  las  Co-
IDEARIO  DE  LA  COLONIA  ESPADOLA   161
lonias  se   limita  a  pedir  la   representacin  se-
natorial,  es muy posible queen  el  artculo 25 de
la  Constitucin   se   encuentre  un   margen  su-
ficiente   para   resolver   el   problema.
  (1)
  Pero
ello  supondra como  requisito  previo  la   orga-
nizacin  de  la   Colonia
  y
  la   nueva   estructora
de  las  Cmaras  de   Comercio,  hasta   el   punto
de   consentir   que   en  ellas   delegue  el  Estado
las  funciones  polticas   que   hoy   desempean
en  Espaa las  Sociedades Econmicas  de Ami-
gos  del   Pas.
Este  es  sin  duda  el primer paso  que deben
dar  las  Colonias  para  llegar  al  reconocimiento
de  sus  derechos  polticos.   Sin   embargo,   te-
niendo  en   cuenta   la  necesidad   tantas   veces
experimentada  de  que  la   opinin  de  los  espa
files  en  Amrica  pueda  ser oda en  las  Cma-
ras   Legislativas,  sin   aguardar   una   reforma
jurdica
  que   la   sancione,   podra   adoptarse
interinamente,
  un sistema extraoficial que  res^
pondiera  a  esta  necesidad.
Una  vez  conseguida  la
  organizacin
  de  la
Colonia
 y
 puesto en marcha  el cuerpo
 electoral
tal como  queda descrito en  el captulo  III,
 fcil
sera  requirir  el  voto  de   todos  los
  espaoles
residentes  en  cada  Repblica,
  para
  designar
(1)
  Federico   Rahola:  Programa
  Americanista
  Post-
Guerra.^Pgina
  187
162   CARLOS  BADIA  MALAGRIDA
el  nombre  de  los  polticos, que  teniendo  asien-
to  en   alguna   de   las   Cmaras,  se  avinieran  a
ser   los   portavoces  de  la   opinin   espaola  de
Amrica.  Cargo  sera  este,  que aceptaran con
empeo  muchos  prohombres  de  diversos  par-
tidos,
  y
  aunque   desprovista  de  toda   eficacia
jurdica,   esta   representacin   aparecera  re-
vestida  de  una  autoridad
  y
  de  una  fuerza mo-
ral  extraordinarias.
Este  es  el  programa   mnimo  que  las  cir-
cunstancias  del   momento  brindan  ala   actua-
cin  poltica  de  nuestras  Colonias.
Decdanse  a   emprender  esta  ruta,
  y
  ten-
gan  el   convencimiento  de  que,  el   da   en  que
esto  ocurra,  el  da  en  que  en  el  Parlamento  se
levanten  a  hablar   un   grupo   de   hombres   re
presentndole  hecho,  sino  de  derecho,  a   sus
ompatrio tas   de   ultramar,  aquel  da,   el   pleito
de  nuestras   Colonias  estar   ganado.
CAPITULO
  XII
REGIMEN  ECONOMICO
A  quien   corresponde   el   deber   del   im-
pulso   econmico,
  dentro   del   rgimen   ad-
ministrativo   de   la   Colonia?   Hasta   dnde
alcanzan   los   deberes   del   Estado?
La  actuacin
  administrativa   de   la   Co-
lonia  no  debe   ser  una  carga  para  el   erario
pblico.Cmo   las   Colonias   contribuyen
al   acrecentamiento   de   la   riqueza   nacional.
Como   el   Estado   contribuye   al   bienes-
tar   de   las   Colonias.La   desproporcin
entre   estos   dos   conceptos.
(A)   LA   SUBVENCION   DEL   ESTA-
DO.La   partida   de
  u
Gastos   relativos   a
las   Colonias"   en   el   Presupuesto   General
del   Estado.Gastos   Generales.Gastos
particulares.
(B)
^
LA  CONTRIBUCION  DE  LA  CO-
LONIA.El   presupuesto  particular   de   ca-
da   Colonia.Su   confeccin.Su   revisin.
Rgimen   tributario.
Puede   el   Estado
imponer  contribuciones  a  sus   subditos   fue-
ra   de   la   jurisdiccin   territorial?Prece-
dentes   en   nuestra   Legislacin.Los   re-
sortes   coercitivos.Las   diversas   partidas
del   Presupuesto
  y
  su  nivelacin.
Hemos
  imaginado   la   estructura   de   un
organismo
  y
  los   resortes  de  un  sistema
administrativo;  hemos   analizado  las   diversas
materias   sobre   las   cuales   podra   versar  su
actuacin;  todo  el elemento esttico de nuestro
proyecto
  queda   sumariamente   establecido;
falta  solo  lo  dinmico,  lo  que   puede   determi
nar   su   actividad,   lo   que   debe   impulsar   su
funcionamiento   de   una   manera   metdica
  y
constante;  falta   considerar,  en  suma el  factor
econmico.
Qu   criterio   podra  adoptarse  para   cu-
brir esta necesidad?   Sera  la   Colonia   la   lla-
mada a ello?  Sera el Estado,  o  ambos  ala  vez?
En  principio,  todo  sistema de  administra
cin  pblica  supone  el  impulso  econmico  del
Estado,
  y
  este  a   su   vez,   descansa  sobre   un
rgimen  tributario,  de  alguna manera estable-
cido.   Sera  esto  aplicable  al caso  presente?
Puntualicemos   ante   todo,   hasta
  donde
llegan  los  deberes  del   Estado  en  relacin
  con
166   CARLOS   BADIA MALAGRIDA
sus   nacionales   establecidos   en   Amrica,
  y
cuales  seran  las  ventajas   que  podra  obtener
mediante  la adopcin  del plan descrito en estos
captulos.   Razones  de  derecho   natural,  como
las  que asisten  al emigrante;  motivos  de ndole
econmica, como   los  que  se encuentran
  en  las
Cmaras  de   Comercio;   conveniencias  de   ca-
rcter   poltico-administrativo   como   las
  que
ataen  al  servicio  militar;  todo  debe
  cotizarse
en  el   balance   de   estas   consideraciones
  que
brindan  al  Estado  una   fuerza  extraordinaria,
y
  que   al   mismo  tiempo  le  imponen
  deberes
ineludibles.
Quien  convenga   conmigo  en  la forma   de
apreciar   la  actuacin   nacional*  de   nuestras
Colonias,  habr  de  aceptar  tambin  las  conse-
cuencias  que   lgicamente  se  desprenden
  y
  se
imponen.  El  espaol que en  la  fidelidad  de sus
sentimientos
  y
  en  la   prestacin   de   sus  es-
fuerzos,   sigue  colaborando  en  la  vida
  nacional
espaola,  tiene  un indiscutible   derecho
  a que
el  Estado  le   brinde   las  mismas
  consideracio-
nes  de   auxilio
 y
  proteccin   que otorga  a   sus
sbditos   dentro  del  territorio   nacional.
Existen,   claro   es,   motivos   doctrinales
  y
razones  prcticas  que  regulan
  y
  limitan  la  ac-
cin  tutelar  del  Estado,  pero   en  principio,
  (y
en   parte,  de hecho),  este  deber  subsiste
  y
  se
proyecta ms  allde  sus fronteras geogrficas.
IDEARIO  DE  LA  COLONIA  ESPOLA   167
No  incurramos  en  la  candidez  de  avalorar
con  exceso  los   motivos  morales
  y
  sentimenta-
les;  no  rehuyamos  el  criterio cuantitativo  que
prevalece  en   las   cuestiones  de   Economa Po-
ltica,   que  aun  dentro  de  este  terreno,  existen
motivos poderosos que  abogan a nuestro favor.
Yo  no   quisiera   que  la   accin   del  Estado
en   pro  de  los  Espaoles  de  Amrica   implica-
ra  un  solo  cntimo  de   gravamen  al  erario  na-
cional.   Yo  no  quisiera  que  en  este presupues-
to   imaginario,   superaran  en  lo   ms   mnimo
los  gastos  a  los  ingresos,
  y,
  sin  vacilar,   acep-
tara  un  criterio   regulador  que  consistiera en
limitar  el  dispendio  del   Estado,  al  volumen  de
los  ingresos   que   anualmente   afluyen   a la ha-
cienda   espaola,   por   diversos   conceptos,
merced  al  esfuerzo  de  nuestras   Colonias.
Sd  descender  al  examen  de  las   estadsti-
cas  (pues  esta   documentacin  es   muy   difcil
de lograr   en   Amrica)   intentar   puntualizar
ligeramente
  estos  conceptos.   En  primer  tr-
mino,   las  Colonias   constituyen   el  acrecenta-
miento  de   la  riqueza   nacional   mediante   la
reunin   de   numerario  a   particulares  o   a  las
entidades  bancarias,   en   concepto  de   ahorro.
Los  capitales   que  por   este   procedimiento  se
han  acumulado  en  el  Norte de  Espaa
  y
  parti-
cularmente  en Asturias
  y
  en  Catalua,  son  de
mucha  consideracin.   El   seor  Labra  calcu-
168   CARLOS  BADIA  MALAGRIDA
laba  en  muchos  millones  de  pesetas  la  suma a
que  ascendan   cada  ao  las   imposiciones  he-
chas  por  giro   postal;
  y
  a  esta   cantidad   hay
que   aadirlas  que  llegan  a   Espaa  por  otros
conductos.
En  segundo  trmino,  la hacienda  nacional
se  beneficia  con  el  esfuerzo   de  nuestras  Colo-
nias,  a  travs  de  las   exportaciones  que   estas
inician,   sostienen
  y
 acrecientan. Y por ltimo,
contribuyen tambin a nutrir  el erario pblico,
mediante  los  ingresos  de  la   recaudacin  con-
sular.
Por  su  parte,   el   Estado,   invierte   sumas
considerables,   en  atenciones  que  total   o  par-
cialmente   alcanzan   a   nuestras   Colonias,   en
varios  sentidos:  mediante  el sostenimiento  del
Servicio Consular  para  la  prestacin   de  soco-
rros,  para   repatriaciones;   como   subvencin
a  las   CompaasNavieras,   como  auxilio   a   las
Cmaras  de  Comercio,
  y
  por   ltimo,   con  los
gastos  que  ocaciona  el  servicio de Emigracin.
De   todos   estos  conceptos,   el   que   ms
directamente  responde  a  las  conveniencias  de
la  Colonia  es  el que  se   refiere  al   Servicio   Di-
plomtico
  y
  Consular,
  y
  sin   embargo,   justo
es  decir   tambin,   que   lejos  de   representar
una  carga  para  el Estado,  constituye,  hoy  por
hoy,  una fuente  considerable de ingresos.  Los
socorros  a  los   indigentes,   quedan   reducido
IDEARIO  DE  LA  COLONIA  ESPAOLA   16*
a  su  mnima   expresin,   tanto  por   la  falta  de
medios   para   otorgarlos,   como  por  la   labor
admirable  que  en   este  orden  prstala   Bene-
ficencia  Espaola.   Las   repatriaciones  se con-
ceden  solo   como  medida   excepcional,  cuando
circunstancias   polticas
  o   econmibas  lo  im-
ponen,
  y
  normalmente,
  corre  a   cargo  de  la
subvencin  que  el  Estado   concede  a  las  Com-
paas  Navieras,  cuyos  beneficios   no  siempre
alcanzan  debidamente  a  las  Colonias. En  cuan-
to  al  auxilio   asignado  a   las  Cmaras  de   Co-
mercio,  lo   constituyen   cantidades  irrisorias,
que  no  hay  para  que   mencionar;
  y
  por  lo   que
se  refiere  ai   Servicio de  Emigracin,  ya vimos
en  el   captulo  V  la   insuficiencia   con   que   se
desenvuelve.
Resulta  pues,   que,  estableciendo  un   ba-
lance   entre   las   inversiones  del   Estado   en
beneficio   de  las   Colonias,
  y
  la  aportacin   de
stas  a  la   riqueza   nacional,   el   segundo   con-
cepto  supera   considerablemente   al  primero.
Esta   desproporcin,   sobrepasa   los   lmites
prudenciales  fijados  por  la  Economa  Poltica-
y
  para  que  no   constituya   una  injusticia   con'
tributiva,  es  preciso que  el Estado  se  disponga
a  reforzar  las  partidas   asignadas  a  estos  ser-
vicios,  con  toda  la  amplitud   que  reclaman  las
necesidades  presentes.
Aceptado  este  principio
  y
  refirindolo  al
170   CARLOS  BADIA  MALAGRIDA
sistema  de organizacin   administrativa  esbo-
zado   en   el   transcurso   de   estos   Captulos,
fcilmente  se  comprende   que   el  Estado
  y
  las
Colonias,  deben  compartir  el   deber de   llenar
los  ingresos  del  presupuesto.
Un  sistema  de  desglose,  semejante  al que  ri-
je   para   nuestro   Protectorado  en  Marruecos,
podra  ser aplicado en  relacin con  las  Colonias
de  Amrica.  Las  Cortes  deberan  fijar  la canti*
dad global que  para  tales  fines  se consignan en
el   Presupuesto   del   Estado,
  y
  con  esta  canti-
dad,   podra  formarse  una  partida  especial  en
la   que  figurarn  diversos  Captulos.  Primero:
gastosgenerales ;(a) OrganismosAmericanos
del  Ministerio  de  Estado  (vanse  los  captulos
III
  y
  IV),   (b)  Servicio Diplomtico
  y
  Consular
en  Amrica,  (c)   subvenciones   alas   empresas
navieras,
  y
  id) atenciones  generales  referentes
a  la emigracin.  Segundo:  gastos  especiales,
  y
aqu,   se  consignaran  en  los  apartados  corres-
pondientes,   para  cada  Colonia,  las   sumas que
les asignara  el  Estado  (proporcionalmente  re-
partidas)  en  concepto  de  subvencin,  para  cu-
brir  las  jne  cesidades  de  sus   respectivos  pre-
supuestos.
Y  Uegemos  ya  a  la  segunda  parte  de  esta
cuestin.   Cada   Colonia   debera  gozar  de  una
autonoma   plena   en  cuanto  a  la  confeccin  de
su   presupuesto,   en   cuanto  a  los   resortes  de
IDEARIO  DE  LA  COLONIA  ESPAOLA
  171
su  hacienda,
  y
  a  la  libre  inversin  de  sus  fon-
dos.   Autonoma   que,   por   otra  parte,  estara
controlada   por   el   Estado,  con  la
  cooperacin
tcnica  de  los  Delegados  de Hacieda o
Agrega-
dos  Comerciales  (vase  captulo VIH)
y
  la
  revi-
sin  previa  efectuada  por los
  organismos
  cen-
trales   del  Ministerio  de  Estado.
Cmo   podran  confeccionarse
  estos
  pre-
supuestos?  Cul  sera  su  estructura?
  Quin
debera   regular   sus  resortes
  tributarios,
  fal-
tando  la  fuerza  coercitiva de una
 soberana
  po-
ltica?.
Creo  que  mucho  aprovecharan  a este
  res-
pecto   las   experiencias   de  la
  Administracin
francesa   en   Africa,   no   en  cuanto  afecta
  a  la
unidad  de  soberana,  sino  por  lo  que  se
  refiere
a  la   concistencia   de   dos  sociedades   en
  pleno
divorcio   corporativo,   dentro  del  mismo
  espa-
cio   territorial.   En   este   sentido,   acaso
  sera
aplicable   al   rgimen   econmico   de   nuestras
Colonias,   el   sistema  de  presupuestos
  parcia-
les,   elaborados  en  cada  Demarcacin
  por  la
correspondiente   Junta  Consular,
  y
  coordi-
nados   dentro   de  un  plan  de  conjunto,  a  cargo
de  la Junta Suprema.  De  esta manera,  no tan
slo   en   la   forma   de   atender  sus  demandas,
sino  tambin  en  las  diversas  posibilidades  tri-
butarias,  sera  posible acomodarse a  la contex-
tura  social  de  los  espaoles, en cada localidad
172   CARLOS   BADI  MALAGRIDA
sin   menoscabo   de   los   intereses   generales.
Aun   a   riesgo   de   incurrir  en  errores  la-
mentables,
  y
  con   el   solo   empeo  de  sealar
wna  norma  aparentemente  preferible,  consig*
no  la   opinin  que   precede,  abierta  siempre  a
las   enmiendas   que   dicte   el   ajeno   saber.  De
todos  modos,  estas  son  cuestiones  de  procedi-
miento
  .y   de  detalle,  que  slo  ante  los  hechos
mismos  se  pueden  resolver  con  pleno  conoci-
miento  de  causa.
Mas   interesante,   por  su  matiz  doctrinal,
es   el  problema  que  se  refiere  a  las  formas  de
tributacin,
  y
  a  los  resortes  coercitivos  para
garantizar  su  cumplimionto.  En  principio,   ca-
da   Colonia   estipulara  en  su  presupuesto  los
tributos que  deberan abonar sus miembros,
  y
desde   el   momento  en  que  dicho  presupuesto
alcanzara  la  aprobacin  del  Ministerio  de  Es-
tado,   aquellos   tributos  tendran  fuerza  legal.
Al  llegar  a  este  punto,  cabe  preguntar;  tiene
el   Estado  poder  bastante  para  imponer  tribu-
tos   directos   o   indirectos   a   sus   nacionales
residentes   en   el   extranjero?  Dejando  aparte
consideraciones   de   orden   sentimentel
  y
  pa
tritico,   yo   creo   que  siempre  que  un  Estado
sostenga   debidamente   su  Cuerpo   Consular,
tiene   derecho   a   resarcirse  de  los  gastos  que
sto  le  ocasione,  a  cargo  de  los sbditos que  se
beneficien   con   los   servicios   de  dicha  institu-
IDEARIO  DELA  COLONIA  BSPASoLA   175
cin
  (1).
  Esta  es  la  prctica  establecida,
  y
  las
cantidades   que   ingresan   en   los   Consulados,
con   las   excepciones   que   luego   indicar,   se
perciben  en concepto de remuneracin de  ser-
vicios,
  y
  como  tales  ingresan  en  las  arcas  del
Estado (conviene que  el  pblico se percate bien
de   esta   inversin),   mediante   un   sistema   de
contabilidad   debidamente   controlado.   Hasta
aqu,  no  aparece  el   tipo  de  impuesto personal;
se  trata  slo  de  actos  de  jurisdiccin  volunta-
ria,   especificados  en  el  Arancel,
  y
  mientras  el
espaol no  utilice los  servicios consulares,  est
exento   de   toda  contribucin.  Pero avancemos
un   poco   ms  en  este  exmen;  en  el  impuesto
transitorio   del   20   por   ciento  sobre  todos  los
pago^  efectuados   conforme  al  Arancel  consu-
lar,  ya aparece  un  nuevo  concepto,  que  si bien
no   responde   a   la  idea  del  impuesto  personal,
puesto   que   sigue   pesando  sobre  los  actos  de
jurisdiccin   voluntaria,   tampoco  puede  califi-
carse,   en   rigor,   como   una   remuneracin  de
servicio.
Pero   an   hay   ms;  la  ley  impone  a  todo
espaol   inscrito   en  un  Consulado  el  deber  de
(1)
  Este  fu   el  criterio  invocado por  el  Gobierno  de  los
Estados   Unidos   cuando   se   dicidi   a  imponer  la  contri-
bucin   de  guerra  a  sus  subditos  residentes  en  pases  Lta
trale*.
174   CARLOS  BADIA  MALAGRIDA
solicitar   cada   ao  su  cdala  de  nacionalidad,
y
  este   acto,   el  arancel  lo  graba  con  un  canon
proporcional  a  los   recursos  del  individuo,  gra-
duados   con   arreglo   a   una   escala  que  oscila
desde   la   renta   anual  de  10.000  pesetas  hasta
el  moiesto  salario  de  un  jornalero.
Ya   no   se   trata,   por  consiguiente,   de  un
acto  de jurisdiccin  voluntaria,   sino  de un  pre
cepto   legal   que   p^sa   sobre   el  individuo
  por
razn  de  su  nacionalidad,
  y
  elcnon  que en  tal
concepto   percibe   el  Estado,  es,  aunque  la   ley
no  lo  diga,  un  impuesto  personal.
Ahora  bien;  si  existen  motivos capaces  de
justificar  el  cobro   de  este   impuesto  en   la  ac
tualidad,   el   da   en   que   la   Colonia
  funcione
dentro  de  la   administracin   del   Estado,
  po-
dran  hacerse   extensivas   a   ella   las
  mismas
doctrinas  que  hoy prevalecen en  la
  legislacin
tributaria  espaola,
  y
  por   consiguiente,
  est
justificada  la  consignacin   de  este
  resorte
  en
el  captulo  de  ingresos  del   Presupuesto  de  la
Colonia.
La  forma  en  que  podra   hacerse  efectivo
este  impuesto,   es  cuestin   de   detalle  que  no
interesa  a  nuestro  propsito;  lo  esencial,  es  la
aceptacin  del  principio,
  y
sobre esta  base, las
posibilidades  se  multiplican   indefinidamente.
Contra  la  infraccin  del  precepto   cabra   uti-
lizar  los  mismos  sistemas  previstos   en  la Ley
IDEARIO  DE  LA.   COLONIA   ESPAOLA   175
consular,  pensando   siempre,  que   su   eficacia
aumentara en  proporcin   a  los   resortes  que
automticamente   aparecieran   en   el   sistema
administrativo  de  la  Colonia.
Sealada  esta  primera  partida   en  el  capi-
tular   de   ingresos   del Presupuesto,   todas  las
restantes  son  de  fcil  previsin.
La  forma   de   invertir  los  fondos   consula-
res  debera  ajustarse  al  nuevo  orden  de  cosas
teniendo  presente,  que   en  rigor,   el   Servicio
Consular   no   debe   consideraase   como   una
fuente  de   ingresos,
  y
  que   el   principio   ms
equitativo  que  debera  regir  su  vida  econmi-
ca,   sera  el  que   persiguiera   la   nivelacin   de
su   presupuesto.
En  la  partida  correspondiente   al   servicio
militar,   se  producira   un   supervit   conside-
rable,  que  podra  ser   transferido  al   captulo
de  los  ingresos  ordinarios.
En  esta  materia  podra reforzarse   el   ni-
vel  tributario   elevando  las  cuotas  al  tenor   de
las   reatas   paternas,  sin  temor  de  incurrir en
demasa,   teniendo  en  cuntalas  enormes  ven-
tajas  prcticas  que  los   interesados   disfruta-
ran  con  este  sistema.
En  la  partida de  Beneficencia, igualmente
superaran  los  ingresos,
  y
 aun cuando  en  este
caso  no   cabra   transferencia  alguna,   sin  em-
bargo,   con una  reglamentacin   adecuada   eu-
176   CARLOS BADIA  MALAGRIDA
cauzando   la   caridad   pblica,   podra   encon-
trarse  una  frmula,  mediante   la   cual,   el   su-
pervit  de  dicha  partida  pudiera   distribuirse
entre  otras   de   naturaleza   similar,   como   la
emigracin
  y
  la  enseanza.
Estas  dos  partidas,  as   reforzadas,   no  re-
presentaran   un   peso   negativo  en   el  Presu-
puesto,  mxime,  teniendo  en  cuenta  que  en  la
primera,  podran   incluirse   las   subvenciones
que  hoy  asgnala  Ley  a  los  Patronatos de emi-
grantes,
  y
  que   en   la   segunda,  los   pensiona-
dos,  las  vigilancias
  y
  las  matrculas  rendiran
un  ingreso considerable.
En  la   partida  correspondiente   a  las  fun-
ciones  mercantiles,   se  dara   un   margen   su-
ceptible  de  aprovechamiento  en  distintas  for-
mas.   Mediante  el  sistema   de   registros
  y
  es-
tadsticas  que  tendran  a   su   cargo  las  Cma-
ras  de   Comercio,   sera   factible  la   implanta-
cin  de  un  impuesto   sobre  los  beneficios,  que
viniera   a   sustituir   el   rgimen   actual   de   las
cuotas.
La  unificacin  de  los  pedidos,  significara
una  economa  en  los   fletes,  capaz   de   ser  par-
cialmente  utilizado   como  un   ingreso.   El   pri-
vilegio  aduanero  de   que  gozaran  las  exporta-
ciones  negociadas  por  las  Cmaras  de  Comer-
cio,   permitira  tambin   la   imposicin  de   un
cnon,  que  sin  anular  el   alcance   de  aquel  be-
IDEARIO  DE  LA  COLONIA  ESPAOLA   177
neficio,   rindiera   una   utilidad   al   erario   de  la
Colonia.
Y  as  sucesivamente  se  iran  compensan-
do  los  conceptos  en  cada   partida,   hasta   pro-
ducir  una  nivelacin  general en  el   presupues-
to,  que  permitiera  reducir  propo'rcionalmente
la  subvencin  del  Estado.
Tericamente   estudiadas   estas   cuestio-
nes
  (y
  mucho  ms  cuando  lo agrava  la  imperi-
cia   de   un   profano),   son   de   una   simplicidad
engaadora.   Sin  embargo,   por   muchas   que
sean  las  sorpresas  que   la  realidad  nos   reser-
ve,   nunca  llegarn  a  desvirtuar   totalmente  la
eficacia  de  las  conclusiones  trazadas   sobre  el
papel.
Yo  tengo  f  en   nuestras  Colonias;  yo   co-
nozco  los  infinitos  resortes   de  su  patriotismo
y
  se muy  bien,  que  todos  los   quebrantos  que
sfrela  administracin  espaola  por  la  indis-
plina   social   de  nuestras   masas,  no   tendran
arraigo   en   su  seno.   El   papel   estimulante
  y
coercitivo  de   las  sanciones  legales,   lo  desem-
peara  en Amrica  el  espritu  cvico  de  la  co
lectividad,
  y
  con  factores  de   esta   naturaleza,
realmentese  pueden  hacer  prodigios.
CAPITULO  XIII
LA  DOCTRINA  JURIDICA
Razn  de  mtodo,La  nueva  ideologa  jurdi-
ca. antinomia   entre  las  dos   soberanas.Doc-
trina   de  Len  Duguit   acerca   del   coucepto  de  la
soberana.La   nocin   del   sevicio  pblico. La
nnidad   funcional
  y
  el   gremialismo   ingls.La
Ley  general
  y
  la   Ley  particular. La  Fuerza  coer-
citiva   en   la   omisin  de  dos  servicios,El   dere-
cho   de  asociacin  en  Amrica.
HE
pretendido  escribir   un   libro,   que   por
su
  contenido
  y
  por  su   exposicin   estu-
viera  al  alcance  del  pblico   a  que   va  destina
do.   Muchas  de  las   ideas  que   se  exponen,  en-
traan   una  significacin   jurdica  que  es  pre-
ciso  definir,   para  que   no  parezcan   disparata
das   utopas;
  y
  con   este   convencimiento,  he
procurado  acotar  aquellos   extremos   que  pu
dieran  ser   errneamente   interpretados,   con
ciertas  consideraciones   jurdicas  que   contri-
buyeran  a  su  fcil   comprensin
  y
  a   impedir
el  escepticismo   en   el  nimo  del  lector.
Ignoro  si  habr conseguido  tales  propsi-
tos,   pero  aun  en  el  coso  afirmativo,  yo  s muy
bien  que mis  razonamientos[de  Derecho  no  al-
canzan  a  satisfacer  la  exigencia   de  los  que  se
apresten  a  juzgar  mi  labor  desde  un  punto  de
vista   exclusivamente   jurdico.   No  tengo   yo
mismo la  pretensin  de  andar  con  paso  firme,
sobre  un  terreno  que  no  me  es  familiar.   For-
mado  en  la  disciplina  de   mis   estudios   profe
sionales,  que  por  su   excesiva  complejidad  ex-
182   CARLOS  BADIA  LAGMAR1DA
cluyen  toda  idea  de  especializacin,  no  acierto
a  desentraar   los  conceptos   jurdicos,   en   la
medida  que  pueden   hacerlo  aquellos   que   es-
pecialmente  se   consagraron   a  este  linaje   de
estudios.
Para  ellos   inserto   las  presentes  conside-
raciones  acerca de  la Doctrina Jurdica>,  aun
a  riesgo  de  quebrar  la  tnica  general  del  libro,
con  el  solo  deseo  de  sincerarme   ante  los   que
acierten  a  descubrir  en  estas   pginas  errores
fundamentales,   que   mermen   la   eficacia   de
mis  propsitos.   Pueden existir estos  errores,
pero  en   todo   caso,   quiero  que   prevalezca   la
honradez   cientfica   que   presidi  mi  labor
  y
que  quiso  anticiparse  a   todas   las   contingen-
cias.
Conste  pues,  que  en  la  concepcin  de  mis
teoras,   no   trato   de   rehuir   el   alegato   de   la
ciencia  jurdica,   ni  soslayo  los   conflictos   que
plantea   el  Derecho  Positivo  en   determinadas
cuestiones.   Tengo  de  ellos   plena   conciencia,
y
  si  no  se  abaten   mis   propsitos   como   ante
un  obstculo  invencible,  es   porque  me  anima
el  convencimiento  de  que  una   profunda  revo-
lucin  ideolgica  se  est   operando   en  la  esfe-
ra  del  Derecho   Pblico,   que  bien   pronto   ha
de  derrocar  principios
  y
  creencias  que   hasta
hoy  se  juzgaban  inconmovibles.   Desde   las  co-
rrientes   internacionalistas   definidas   por  Bo-
JBEARIO  DE  LA  COLONIA  ESPAOLA   183
urgois,   Ramsay   Muir,   Brunhes
  y
  Charles
Brun,  hasta  el   nacionalismo  mstico
  y
  racial
de  Rabindranath   Tagore,  pasando   por  el  se-
reno apostolado  de  Romain  Rolland;  desde  las
inquietantes   predicaciones   del   gremialismo
ingls  de  The New  Age
  y
  el  residuo  ideol-
gico  del  comunismo   ruso,  hasta   los  primeros
avances  del  nuevo   derecho   pblico   formula-
dos  por   Duguit,   todo   nos   augura  el   adveni-
miento  de  una   disciplina   jurdica  que   ha   de
regularla  marcha  de  la   sociedad  futura.
  (1)
Y  no  aludo  con  ello  a  un porvenir  remoto,
sino  a  posibilidades  muy   prximas.   Los   pri-
meros  atisbos  de  esta   doctrina  se   acusan   ja
en  la  legislacin
  y
  en  la  jurisprudencia  de  los
Estados  ms   progresivos,
  y
  no   creo  que   sea
(1).
  Rabindranath  Tagore   Nationalism   1918.El
punto  de  vista  de Tagore  defendiendo  el   nacionalismo
social   eintegral>  guarda  cierta   afinidad   ideolgica  con
el   estatismo
  de   los   gremialistas   ingleses   ("Mr.   Arthur
Penty  A   Guildsman's   interpretation   of   History>
  y
  A.
R.  Orage  Socialismo  gremial,  trad.   Carlos   Pereyra)
y
brinda  un  margen  de  interpretacin   favorable   a  nuestro
programa.   Aludo  adems,  en  este   captulo,   a  los   estu-
dios  siguientes:  Ramiro  de   Maetzu,   La   Crisis   del  Hu-
manismo;,   Jean  Brunhes  Les  Conditions  de  la  Geogra-
phie   Humaine  de  la   Societe   des   Nations;   nationalites,
nations,   Etets.   (Ver*  la   Societ   des  Nations)   Len
Duiguit   Las  Transformaciones   del   Derecho   Publico>
(trad.   A.   Posada,)  Ramsay  Muir   NaonaHsme  et  Inter-
nacionalisme>   (trad.   francesa.)
84   CARLOS  BADEA  MALAGUDA
ningn   delirio   esnobista,   el   ampararnos   en
ellos  para  determinar  la  accin  de   Espaa  en
Amrica,  mxime,   cuando   con   ello   se   plan
tean  problemas  que escapan   al  alcance  de  las
instituciones   vigentes.
Tras  un   anlisis   cientfico   de   las   ideas
que  se  encadenan   en   el  transcurso   de   estos
captulos,   se  argir   en   primer   trmino,   el
obstculo   formidable   que   faiana  de  la   anti-
nrnia  entre  las   dos   soberanas.   He   cuidado
bien  de  precisar  en  su  momento   oportuno,  la
norma  que  deba  prevalecer  en   esta  materia,
consistente  en   prolongar   la   accin   de  la  ley
espaola  hasta  el  justo  lmite  donde  empezara
el  imperio   de   la   soberana   americana.   Pero
no  se  me  oculta,  que  este  criterio  circunstan-
cial
  y
 excesivamente acomodaticio,  difcilmen-
te  puede  resistir  los  embates   de   una   critica
cientfica,  apayada  en   el   concepto   clsico  de
la  soberana.   Pero  hoy,  este  concepto  se  halla
en  plena  quiebra.   Son hombres como   Duguit
Posada
 y
 Ramsay Muir,  los  que  sostienen esta
tesis,
  y
  respaldado  con  tan  robusta autoridad,
yo me  acojo  a  ella  para  la  defensa  de  mis  con-
clusiones.
Si,   como   sostiene   Duguit   la   soberana
no   es   nica   e   indivisible,   sino   mltiple
  y
multicelular*;  si   no   es  el   poder  de   domina-
cin,  ni   de   mando,  ni   de  coaccin
  material
IDEARIO  DE  LA  COLONIA  ESPAOLA   185
siquiera,   sino  de   poder,   de   capacidad,   de
autonoma,  de  organizacin
  y
  de  sistema,   que
acta como  una  fuerza de   la  conciencia  colec-
tiva,
  (1)
  no andaremos muy lejos de encontrar
el  engrane  de  dos  soberanas   distintas  dentro
de  un  mismo  cuerpo   social.   Pero   avancemos
un  poco  ms,  hasta   encontrarnos   con  la   opi-
nin  de  Brunhes,  afirmando   que   el  imperio
de  la   ley   nacional   tiende  a   emanciparce   del
sentido  geogrfico  en   que  ha   vivido  recluida,
para  seguir  la  extrema   movilidad   de  los   es-
>ritus>
  (2)
  Y   si  la   nacin  no  ha   de  tener   su
asiento  en  el   soporte  territorial   que  le  asign
la  Historia,   el  Estado puede  irradiar   su   acti-
vidad  por  todos  los  confines   del  globo,  confir-
mando   la   conclusin  de   Brunhes,  que  en  el
siglo   XX  no   son   las   nacionalidades   sino  los
Estados  los  que  han asegurado  su  triunfo  (3).
No  se  adivina  a  travs  de estas  teoras  la
trayectoria  de una  luz  ideal,   que  llega  a  ilumi-
nar   cenceptos
  y
  pincipios,   envueltos   hasta
hoy  en  la bruma  de  la   utopa?   Si   el  concepto
de   la   soberana   tiende  a   desvincularse   del
(1)
  Daguit   Las  transformaciones   del  Derecho  Pbli-
co   Edicin  espaola  pgina   37.
(2)
  Jean   Brunhes  Les   conditions   dla   geographie
iiuraaine  en  las  Societe  des  Nations
  pg
  23.
(8)
  Id.
  pg.
  37.
186   CARLOS  BADIA  MALAGRIDA
territorio  para   seguir  al   individuo,  ms   all
del   estatuto  personal
  y
  hasta  donde  alcance
su   actividad   poltica
  y
  econmica,   nuestra
legislacin debe  acoger  con amplitud de  miras
esta  doctrina,  en  laque  va envuelta la solucin
de   inveterados  problemas,
  y
  tras   la  cual   se
brindan   a   la   actividad   espaola   inmensas
posibilidades.
Lo  interesante,  es   seguir  las   palpitacio-
nes  de  la   vida  nacional  hasta  donde   alcancen,
omitiendo  toda  consideracin   de  soberana
  y
de   territorio.   Donde*  se   opere   un   esfuerza
individual,  por  inslito
  y
  modesto  que  sea,   en
correspondencia  con  el   pensamiento   o  con  la
economa  de  Espaa,  hasta  all   se   prolonga  la
actividad   funcional  del  Estado.   Son   las fun-
ciones
  y
  no  los  conceptos,  las  que  estn  llama-
das  a  prevalecer  en  el  Derecho Pblico  moder-
no,
  y
  de  este   modo,   se  descuaja   la  raz  revo-
lucionaria  de   los   derechos   subjetivos,  en  pos
de  un  pensamiento  ms  equitativo
 y
  ms  real,
el  de que  todo   poder
  y
  todo   derecho   deben
estar  condicionados  a  la  funcin. >(1)
  Siguien
do   por  esta   ruta,   Len   Duguit  sostiene   que
El   Derecho  Pblico  moderno  se  convierte  en
un   conjunto   de   reglas   que   determinan   la
(1)
  Ramiro  de   Maetzu:   LaCrisis   del   Humanismo
pg.
  338.
IDEARIO  DELA  COLONIA  ESPAOLA   J87
organizacin  de   los  servicios   pblicos
  y
  ase-
guran   su   funcionamiento   regular   e  ininte-
rrumpido.   ...   El   fundamento   del   derecho
pblico,  no  es  el  derecho  subjetivo  del  mando,
es  la  regla  de  la  organizacin   de  los   servicios
pblicos*.   Y   el   profesor   espaol   Posada,
marchando   paralelamente   a   la   idiologa   de
Duguit,
  y
  rivalizando   con  l  en   aras   de   un
realismo  cada  vez   ms  acentuado,   aade  que
en  el   fondo   de  toda   accin  de   soberana,   se
esconde   la   prestacin   de  un   servicio  pbli-
co
  (1).
Por   este   camino,   rozando   siempre   las
octrinas  del   Socialismo  de   Estado,   aunque
sin  confundirse  con  ellos,   vamos  entrando  en
el terreno  de una  nueva  disciplina  jurdica,  en
la  que  caben  todas  las  gradaciones
 y
  todos  los
matices.   Bajo  su  amparo   podemos   imaginar
la  personalidad  de  la   Colonia,  dentro  de  aque-
lla  unidad   funcional   que  se   vislumbra   como
nota  caracterstica  del   Estado   moderno.   Las
manifestaciones  de   su  vida   colectiva  no   son
otra   cosa  que   simples   servicios  pblicos,
  y
respecto  a  ellos,   el  Gobierno  ha   de  desempe-
ar  la  misin  reguladora que  su  propio  carc-
ter  le  impone.
(1)
  Adolfo  Posada  prlogo   a   a   obra  de   Duguit   an-
es  mencionada.
188   CARLOS   BADIA  MALAGRIDA
No  vara   esencialmente   el  concepto   del
servicio   pblico,  por  el  hecho  de  que  su  pres-
tacin  se efecte dentro  o  fuera   del  territorio
nacional.   La  misma  existencia   dla   Institu
cin  Consular  as  lo  confirma,
  y
  en  las  atribu-
ciones   administrativas   que   se   le   asignan,
pueden  verse,   en  embrin,  muchos  de  los  ser
vicios   pblicos   que   el   Gobierno   ejecuta   o
controla   dentro   de   sus  fronteras   polticas.
Basndome  en  este  hecho,  he  pretendido  solo
darle  mayor  desarrollo
  y
  hacerlo  extensivo  a
otras  esferas  de  la  actividad  social  de  la  Col
nia,   procurando  borrar  este   concepto   monis
ta  que  lo   preside   todo
  y
  todo  lo   vincula  a  la
autoridad  del  Cnsul,   para  restituirlo  al   ejer
cicio  de  la  persona  colectiva, segn  los  princi-
pios  de   limitacin
  y
  jerarqua*   que  son   los
postulados  del  Estatismo  gremial   (1).
Aceptadas  estas   doctrinas,  queda   tcita
mente   consignado   todo  lo   que  se  refiere   al
wganismoy  a  la funcin   de   la   Colonia;   falta
ahora  considerar   la  ley
  y
  la  sancin.
Len  Duguit,   fiel  a  su   criterio   favorable
a  la  pluralidad  de  soberanas,   sostiene  que  en
el   territorio  del  Estado,  al  lado de  la  ley  nacio-
nal,   se   forman  las  leyes   particulares   (locales,
(1)
  Arthar  Penty   A   Guidemau's   Interpretaron  of
History
  pg
  72,
  y
  Maetza,obra  citada
  pg.
  241.
IDEARIO  DE  LA  COLONIA   ESPAOLA   189
de   servicios,   de   asociaciones,   de   contratos
colectivos   de  trabajo,  de   concesiones  de  ser-
vicios  pblicos...)  que   se imponen  a  los  ciuda-
danos
  y
  a  los   tribunales.
  (1)
  Segn   esto,   la
facultad   estatuaria  de   una  asociacin,   es   ni
ms  ni  menos  que  un  derecho   legislativo,  con
todos  los  atributos  soberanos  que   emanan  de
la  funcin  que   desarrolla  o   del   servicio   que
presta.   No  existe  la  delegacin  de  servicios
(doctrina  patrocinada  en   Espaa  por  la  Man-
comunidad  Catalana),  sino   el   ejercicio  de  una
soberana  particular  que  d   substancia  a  una
ley  particular .
Con   arreglo   a   esta   concepcin,   pcdra
definirse  la  norma   legislativa   que   podra  re-
gular  el  funcionamiento   de  la   Colonia.   Seria
misin del   Estado  el   dar  la  Ley   General,  en  la
que  se   consignara   el   reconocimiento  de   la
personalidad   de   la   Colonia,
  y
  en   la   que   se
estipulara  el  monto  del  auxilio  econmico  que
deba   percibir.   Fuera   de  esto,   todo   lo  refe-
rente  a   la   estructura
  y
  a  su   funcionamiento
general,  seran  atributos  de aquella  soberana
implcitamente   reconocida   con   su  personali-
dad.  En  uso  de  esta   soberana,  la  Colonia  po-
dra  dictar  sus  Leyes,  incluso   su   materia,   tri-
butaria,  en  la  inteligencia  de   que  gozaran de
(1)
  Duguit  obra  citada
  pg.
  181.
190   CARLOS  BADIA  MALAGRIDA
la misma  fuerza  obligatoria  que una  ley  elabo-
rada  en  las  Cortes,
  y
  la  eficacia  que  le   presta-
ra  el   Estado   en   este   terreno,   sera  pura
  y
simplemente   de  carcter  moral.
El  careter  obligatorio  supone  un  resorte
coercitivo,   pero  este,  no   debe   buscarse   en  la
esfera   de   los   preceptos   penales,   sino  en   el
propio  radio  de  su  funcin   peculiar.   El  Cdi
go  pena  las  infracciones  de   las   Leyes  Gene-
rales,   no  de  las  particulares;   para  ello,   sera
preciso  que  la  infraccin  de  una  ley  particular
revistiera   caracteres   excepcionales,   con   los
que  se  infringiera  a  la  vez,   el   precepto  de  una
ley  general.   Pero   cuando   esto   no  ocurre,   la
fuerza   coercitiva   de   una   ley   particular   se
deriva  del  mismo  servicio   que  la  ley  regula,
  y
las  nicas  penalidades  que   tiene  a  su  alcance,
son  las  que   pueden  decretarse con  la   omisin
de  dicho  servicio.
A primera  vista  esto   pudiera   parecer  de
una  eficacia muy  relativa,  pero   a  poco   que  se
medite  acerca  de  la  trabazn  que  existira  en
tre  los  diversos  servicios,   fcilmente  se  llega-
r  al  convencimiento   de   que  ninguna   infrac-
cin  legal  quedara   impune,  ante  la   perspec-
tiva  de  una  serie de recursos escalonados,  que
llegaran  hasta  el  extremo  de   cerrar  al   rebel
de,   el  camino  de  la   repatriacin.
Palta  un  punto   a   considerar,
  y
  es,   el   en-
IDEARIO  DE  LA  COLONIA  ESPAOLA   19
1
grane  de   este   organismo   colonial,   con   la  so-
ciedad
  y
  la  legislacin   del  pas  de  residencia-
Este  punto,   mientras  no  pueda   resolverse  en
el  terreno  diplomtico
  (y
  no  creo que haya  lie
gado  todava  el   momento   oportuno  para  ello)
ser  preciso  acomodarlo   a   las   exigencias  le-
gales  de  cada  pas.
Afortunadamente,  por  la  especial  contex-
tura   de   las   naciones   americanas,
  y
  por   la
fuerza  del  cosmopolitismo que   en  ellas  opera,
la  tendencia  asociacionista  est  reconocida  en
sus   cdigos  con  un  mximum  de  amplitud.
Hoy  por   hoy,no  creo  que  pueda  aspirar-
se  a  obtener  un  reconocimiento  especial,   sino
que  por  el  contrario,  la   Colonia  debera"ajus-
tarse  a  las  normas  vigentes  en   cada   pas   en
relacin  con  las   asociaciones   privadas,
  y
  de
fijo,   encontrara   en   ellas   margen   suficiente
para  su actuacin  en   todos   los   aspectos.   Se-
ra  una  asocin  privada  en   la   que   se  concen-
traran  diversos  fines,   hoy  practicados   aisla-
damente  por entidades especialmente  creadas
para  ello,
  y
  esta   integracin  funcional,  no  po-
dra  en  modo  alguno,  desvirtuar   su   carcter
ni  dificultar  su   acogimiento  a  la  ley.
La  personalidad  de   la   Colonia   revestira
pues  un  doble  carcter;  el   de   una
  asociacin
privada  ante  las  leyes  americanas,
  y
  el  de  una
entidad   administrativa   ante   las   leyes   espa-
olas.
I
CONCLUSION
No  se me oculta  en  modo  alguno,  el  excep-
ticismo   con   que   muchos   han   de   acoger
  las
sugestiones   de   este  libro,  Hombres
  avezados
al   duro   contacto   de   las   realidades,   en   este
rodar   vertiginoso  de  la  vida   americana,
  nada
tiene   de   extrafio   que   me  juzguen   como   un
teorizante   ms.   A  su  costa,   se   ha   teorizado
tanto
  y
  tan  intilmente!
Pero  yo  no  me  resigno   a  correr  la  misma
suerte   que   nuestros  lricos   americanistas,
  y
a  cuantos  intenten  desvirtuar  mis  ideas  con  el
alegato  de  la  irrealidad,   he  de  requerirles  pa-
ra   que   no   me  nieguen  la  apelacin  definitiva
de
  un   ensayo.   El   asunto  es  magno,
  y
  vale
  la
pena   de   que   lo   sometamos  a  una  prueba  ex-
perimental.   Slo   ante   el   desengao   de   los
hechos  me  resignara   a  plegar   las   alas  de  mi
optimismo;  mientras  tanto,   seguir  creyendo
en   la
  virtualidad   de   mis   ideas,   si  no  en   su&
detalles,
  al   menos  en  su  orientacin  general,
Y  como  esto
  podra  parecer   un
  g
  sto  de  pre-
96   CARLOS  BADIA  MALAGRIDA
uncin,
  y
  yo  he   procurado,  por  el  contrario,
impregnar  estas  pginas   de  toda  mi  sinceri-
dad,   quiero   dejar   consignados   incluso   los
detalles   de  procedimiento   que   pudieran  ser-
vir  de  iniciacin  a  la  obra  esbozada.
Para ello,  sera preciso  utilizar  los  ncleos
de
  organizacin  espaola   que  hoy  actan ms
o  menos  diseminados en cada  pas.   Cualquiera
de  ellos  podra lanzar  la  iniciativa,
  y
  requirien-
do  la  cooperacin  de  los   Centros
  y
  Entidades
establecidas  en  la  misma  localidad,   se  podra
constituir   un   Comit  Organizador,  con  la  ex-
presa
  y
  nica   finalidad   de  llevar   a   cabo  las
gestiones
  preliminares.
Este  Comit   debera,  en  primer  trmino,
someter   sus   propsitos   a   la  aprobacin   del
Ministro   de   Espala,   colocndose   desde   el
primer  momento  bajo  el  amparo  de  su   autori
dad
  y
  la  eficacia  de   su   auxilio,   Logrado  esto,
sera  preciso  formular  un   programa   mnimo
e   inmediato,   que  respondiera   a  la  necesidad
de   despertar   el   ideal   colectivo   de   todos  los
espaoles  establecidos  en   la   Repblica.   Una
campaa  de  propaganda   hbilmente  desarro
liada,   bajo  el  respaldo  de  la autoridad consular
en  cada  Distrito,   ira   preparando  el  ambiente
para   la   celebracin   de   una   gran   asamblea.
Para  este   acto,   los  Cnsules habran  recibido
de  la  Superioridad   las   instrucciones  necesa-
IDEARIO  DE  LA  COLONIA  ESPAOLA
  97
rias  para  recibir  el   voto  de  todos  los espaoles
inscritos   en  los   Registros  o  simplemente  pro-
vistos  de   documentos   de   identidad   (hay  que
partir  de  la  base  de  un  mximum  de   toleran-
cia)   para   la  designacin   de   los  que  debieran
representarles  en  1?   Asamblea.
Este  primer   concierto   de   voluntades,   se
llevara  a  cabo  de  una  manera  rudimentaria
  y
con   un   gran   nurgen   de   deficiencias,   pero
sera,  de  fijo,   un  ensayo  fecundo
  y
  renovador.
Reunida   la   Asamblea
  y
  distribuido   el
trabajo   entre   sus   diversas   secciones   (cada
una   de   ellas   auxiliada   por  un   Cnsul  de  ca-
rrera,   en*calidad   de   asesor),   se  empezara   la
obra   constructiva   con   arreglo  a  los  procedi-
mientos
  ms  breves,   ms  democrticos
  y
  me-
nos  parlamentarios  posibles.  He  aqu  los  pun-
tos  de  vista   que  podran   presidir   la  labor  es-
tatuaria  de  la   Asamblea.
Organizacin   integral   de   la   Colonia   en
todo   el   territorio   de   la   Repblica,  cuidando
bien  de  sealar  las   Demarcaciones
  y
  los   Dis-
tritos;  constitucin  de  las  Juntas,  sealamien-
to  sumario  de  sus  funciones  ms  elementales,
rgimen  econmico,
  y
  sistema  electoral.   Todo
esto,   respondiendo  a  un   criteeio   de  ensayo
  y
de  internidad,  que  podra   durar  un  ao  como
mximum.
Desde  aquel   momeuto,   la   Colonia
  alean-
198   CARLOS   BADIA  MALAGRIDA
zara  personalidad   legal,
  y
  con  este   carcter,
podra   aspirar   a   ponerse   en   contacto  con   el
Gobierno
  y
  coa  los   partidos  polticos  de  Es-
paa.   Para   intensificar   esta   medirla   entra-
ra   en  funciones   el  cuerpo  electoral,   a  fin   de
designar  los  hombres   polticos,   que  teniendo
representacin   en   las   Cortes,   pudieran   os-
tentar  con  dignidad
  y
  empeo,   la   representa-
cin   oficiosa   de   la   Colonia.  Varios  delegados
de   la   misma   se   trasladaran  a   Espaa   para
recabar  la aceptacin de  los  que hubiesen  sido
elegidos,
  y
  con  ellos,   se  dirigiran  al  Gobierno
para  exponerle   las  decisiones   de  la  Asamblea
como   punto   de   partida   para  la  organizacin
ulterior.
A  qu  contiuar?  El  da  en  que  esto  fuera
un   hecho,  el   pleito  de  las  Colonias
  estara  ga-
nado,
  y
  la   poltica
  espaola
  entrara
  en   un
perodo   de  fecunda
  renovacin.
INDICE
Captulos   Pginas
LEl   porvenir   del   ideal  americanista  est  en
manos  de  las   Colonias   EspaolasLa
poltica  internacional  hispanoamerica-
na
  y
  la   poltica   nacional   en   orden   a
las   Colonias   Espaolas   de   Amrica.
Su   legislacin.El
deber   de   defender   a   la   patria   con
las   armas.
  
  La   Ley   de   Recluta-
miento
  y
  Reemplazo   del   Ejrcito,   de
1912.
Captulos   relativos   a   los   espa-
oles  con   residencia   en   el   extranjero.
Las   Juntas   Consulares   de   Recluta-
miento.Sus   funciones.
Los   problemas.Ventajas   de   este
sistema.
Es absolutamente justo?
Problemas  sociales
  y
  nacionales   vincu-
lados   con   la   Enseanza.Es   preciso
evitar  todo   dualismo  con   la   enseanza
oficial   americana. Cul  ha   de  ser  la  es-
fera   de  accin  de  la   Colonia.
I.
El   concepto.
Razn  de  mtodo.La  Caridad   no  es
el   deber  nico   de   la   Colonia,   ni   6i   quie-
INDICE
  VII
Captulos   Pginas
ra   el   principal.Prelacin   de  conceptos
y
  de  funciones.
II.
Su  organizacin.La  Beneficen-
cia   no  debe  serla  obra   de una  Sociedad
especial,   sino  un   deber   colectivo   de   la
Colonia.Debe   ser   una   sola   en  cada
Repblica.Su organizacin  local
 y
  cen-
tra!.
III.
Servicios   sanitarios.Institutos
benficos  en  cada  Demarcacin.Ins-
tituto  central.Servicios   mdicos  a   do-
micilio.Otros  varios:
IV.
Servicios sociales.Socorros.
Comedores
  y
  Albergues.La  pureza
  de
las   costumbres;  sus  aspectos;   las  sancio-
nes.Rgimen   econmico
 y
  administra-
tivo.Aspecto  legal
  ,   119
XACCION   MERCANTIL.  L
Los   he-
chos. Las  Colonias   en   la  vida
  mercantil
amerioana.Su  influencia   en   la   econo-
ma  espaola,   (a)  El  ahorro  del   emigran-
te   que  negocia  aespaldns   de   la   produc-
cin  espaola,   (b)   El   que   conquista
  pa-
ra   ella  nuevos  mercados,   (c)   El   que  la
suerte  de  materias  primas.La   perfecta
utilizacin   de  estos   factores   implica   un
amplio
  y
  total   reconocimiento  dla  per-
sonalidad  econmica   de  la  Colonia.
II.
A  quin  co-
rresponde  el   deber   del  impulso   econ-
mico,   dentro  del   rgimen   administrativo
de  la   Colonia?  Hasta  dnde alcanzan  los
deberes   del   Estado?
La  actuacin   administrativa   de   la   Co-
lonia  no   debe   ser   una   carga   para   el
erario   pblico.Cmo  las  Colonias  con-
tribuyen   al   acrecentamiento   de  la   rique-
za   nacional.Cmo  el   Estado  contribu-
ye   al   bienestar  dlas  Colonias.La  des-
proporcin  entre   estos  dos  conceptos.
(A).
La  contribucin   de  la   Colonia.
El  presupuesto  particular  de  cada  Co-
lonia.Su   confeccin. Su   revisin.
Rgimen tributario.
Puede   el   Estado
imponer   contribuciones   a   sus  subditos
fuera   de  su jurisdiccin   territorial?Pre-
cedentes   en   nuestra   Legislacin.Los
X   INDICR
Captulos   Pginas
resortes   coercitivos. Las   divessas   par-
tidas   del   Presupuesto
  y
  su   nivelacin....   163
XIII.LA  DOCTRINA  JURIDICA.Razn   de
mtodo.La  nueva ideologa  jurdica.