Platón - Critón
Platón - Critón
CRITÓN
o del deber ciudadano
Platón                                       Critón o del deber                                        1
INTRODUCCIÓN
   Critón, el interlocutor de Sócrates en este diálogo, fue un discípulo o mejor un amigo íntimo de
su misma edad y admirador del filósofo, tanto, que siempre ha brillado más por su afecto, al
maestro, que por sus dotes y talento de filósofo. Como filósofo, nos dice Diógenes Laercio (II, 12,
121), que escribió algunos diálogos, que hoy día no se conservan. Por su nacimiento perteneció a
una de las más nobles y acomodadas familias de Atenas.
   De la nobleza de su alma da claras muestras en este diálogo, siguiendo dócilmente la luz de la
verdad, que su maestro le va mostrando. A la vez, revela la intensa admiración que profesa a
Sócrates. Ya mucho antes del día está junto a él, para darle la triste noticia de la llegada de la nave y
hacer los últimos esfuerzos para convencerle. Pone en juego todos los argumentos y ofrece todas
sus riquezas como precio de su rescate. Él también será el que al día siguiente cierre los ojos de
Sócrates, mártir ya de su deber.
   Antecedentes históricos. Anito, señalado demócrata, uno de los que más parte tuvieron en el
destronamiento de los treinta Tiranos y en la restauración de la democracia, presentó una acusación
contra Sócrates, como impío y corruptor de la juventud. «Sócrates debe ser condenado, porque no
cree en los dioses de la ciudad, sino que defiende otros extraños y es además corruptor de la
juventud». El juicio se tuvo ante los jueces presididos por el arconte-rey. El filósofo, anciano ya de
setenta años, fue condenado a muerte por una mayoría de 60 votos. Entre la sentencia y la ejecución
transcurrió un mes, porque era costumbre en Atenas, que no se aplicase la pena capital, durante la
travesía de la nave que anualmente iba a Delos. Sócrates, ayudado de sus amigos, podía haberse
evadido de la prisión y huido a Tebas o a Megara, a donde se refugiaron sus amigos poco después, o
a cualquiera otra ciudad de la Grecia. Sin embargo, en un gesto heroico de fidelidad a las leyes y de
desprecio a la muerte, permaneció en la prisión y bebió serenamente el veneno.
   Razón de ser del diálogo. Los discípulos y amigos más íntimos del maestro, después de la
muerte del filósofo, se creyeron poco seguros en la capital y se dispersaron. Platón se refugió con
otros de sus compañeros en Megara. La muerte de Sócrates, con quien tan estrechamente estaba
identificado, había impresionado tan profundamente aquella alma sólo nacida para las ideas y los
sentimientos nobles, que no podía sufrir la vista de la ciudad, cómplice de tan injusto crimen.
   Es bastante insegura la cronología de la vida de Platón en estos años. Quizás la permanencia de
unos tres en Megara permitió a Platón escribir en esta ciudad sus tres obras: la Apología, el Eutifrón
y el Critón. En caso de no haberse escrito en Megara, se debieron, de redactar en Atenas, a la vuelta
de su destierro. Sea de esto lo que fuere, estas tres obras se unen estrechamente no sólo en la
intención de Platón, sino en la época de su publicación.
   El recuerdo de la muerte de Sócrates y la infamia de que había sido objeto, estaban aún recientes.
En los círculos de Atenas se hablaba del filósofo condenado por impío contra los dioses y corruptor
de los jóvenes. Platón, que era su apasionado admirador, quiso reivindicar su memoria. A esto
tienden las tres obritas mencionadas.
   Con el Critón, quiere Platón explicar algo que debió de extrañar a los contemporáneos, Entre la
condenación de Sócrates y su ejecución transcurrió como dijimos un mes. Él, que estaba persuadido
de su inocencia y que tenía en su mano medios para evadirse, permanece fiel en la prisión y bebe
con serenidad el veneno. ¿A qué se debió esta actitud? Ésta era la pregunta que se hacían sin duda
los atenienses y a la que procuró responder Platón.
   Un matiz particular de esta misma pregunta es la objeción que pone Platón en boca de Crítón:
«Muchos que no nos conocen bien ni a ti ni a mí, pensarán que te hubieras podido salvar, si yo
hubiese querido pagar la suma que se necesitaba».
   Es muy probable que está objeción la tomase Platón de los labios de los atenienses. Bajó este
aspecto tiene el Critón un valor de propia defensa.
Platón                                      Critón o del deber                                      2
   Platón quería poner en claro ante toda Atenas que si Sócrates había muerto, era sólo por la
rectitud y fidelidad del filósofo a las leyes y en manera alguna por la mezquindad de sus amigos.
   No es, por consiguiente, este dialogo una discusión fría de filósofos, que pasan un rato
disputando lejos de la realidad sobre el respeto a las leyes. Es una apología, un panegírico a la
rectitud del maestro recientemente, infamado, y a la vez una defensa eficaz de las acusaciones que
se hacían a sus discípulos. Su fin es eminentemente práctico.
   Valor histórico del diálogo. Lo conocido del personaje Critón, nos hace pensar en un fondo de
verdad histórico. Sin embargo, esto hay que entenderlo. No queremos decir que el diálogo se tuviera
en la prisión el día antes de la muerte de Sócrates, con Critón por interlocutor y con todos los
detalles y particularidades que nos refiere Platón. Esto, naturalmente es inverosímil. Su valor
histórico está en que interpreta fielmente lo que en aquel mes que transcurrió entre la condenación y
la ejecución debió de pasar en la prisión entre Sócrates y sus amigos. Estos le instarían repetidas
veces a que escapase, y él, siempre noble y sereno, refutaría sus objeciones y sofismas; hoy unos,
mañana otros; hoy con unos amigos, mañana con otros. En este diálogo da Platón cuerpo a todas
estas conversaciones, resumiéndolas en un solo diálogo, la víspera de la muerte, para dar con esto
más realce a la noble figura de Sócrates. El carácter de mayor intimidad, de más afecto, de mejor
posición social pudieron inducir a Platón á poner todo el dialogo en boca de Critón.
    Análisis del diálogo. La introducción del diálogo es sencilla: Critón, que ha entrado antes del
amanecer en la cárcel, se sienta junto al lecho en que descansa Sócrates y contempla admirado, en
silencio, la paz con que duerme su maestro en tan tristes circunstancias. Sócrates despierta y hablan
sencillamente sobre la hora tan temprana y sobre el objeto de a visita, (44 a-44 b).
    La idea principal del diálogo la desenvuelve Sócrates en la hermosa y conocida prosopopeya de
las leyes, Las leyes se presentan a Sócrates en el momento en que se dispone a escapar y le echan en
cara su acción. (50 a-c). Le recuerdan todos los beneficios que de ellas ha recibido Ellas son las que
han hecho posible, al permitir y proteger el desposorio de sus padres, el nacimiento del mismo
Sócrates. Son también las que cuidadosamente han velado por su educación y crianza. Sócrates es
en justicia hijo y esclavo de la ciudad. Además, ¿no es la ciudad más veneranda, más digna de
respeto que los mismos padres? Y ahora quiere Sócrates en cuanto es de su parte destruirlas... (50 c-
51 c). Cuando el joven ateniense llega a la mayor edad, es libre para permanecer en la ciudad o irse
a cualquier otra, después que haya atentamente considerado la constitución íntima y las leyes de la
ciudad. El permanecer es un verdadero contrato: las leyes le prometen protección, él les ofrece su
obediencia. (51 c-52 a). Sócrates sería en este punto más culpable que nadie. Él había profesado
siempre tal amor a Atenas, que apenas si había querido salir de ella para alguna de las expediciones
militares. (52 a-52 b). Si hemos de creer a Platón en su diálogo «Fedro» (230, c), Sócrates no sólo
no salía de la Ática, pero ni aún siquiera de los muros mismos de Atenas, de, modo que no conocía
sus hermosos alrededores. Claro que esto es una exageración de Platón. Sabemos que Sócrates iba
con frecuencia al Liceo y a la Academia, que estaban fuera de los muros. Además, había nacido a
unos 11 ó 12 estadios de Atenas.
    Pero además Sócrates va con esta acción a poner en peligro a sus amigos. Y él mismo, ¿dónde va
a poder vivir en paz fuera de Atenas? En cualquier sitio en donde se refugie será despreciado y
burlado. (53 a-54 a). De la educación de los hijos ya se encargarán sus amigos. Le recuerdan
finalmente que en el Hades hay también leyes, que no le podrán recibir benévolamente, si viene
manchado con el crimen de haber destruido en cuanto era de su parte las leyes hermanas de la tierra.
    Este es el núcleo de la argumentación. En los capítulos anteriores después de la introducción y de
la proposición del tema por Critón, refuta Sócrates hábilmente las dificultades que éste le propone.
Las dos ideas capitales de esta primera parte introductoria son: que no se ha de seguir el parecer del
vulgo, sino el de los entendidos. (46 b-48 a). Además, hay que examinar si al escapar, como
propone Critón, se hace mal a alguien, porque en este caso en ningún modo se ha de hacer. Hacer el
Platón                                         Critón o del deber                                           3
mal a otra persona no es lícito ni aún en venganza de males que nos haya hecho, (48 y 49). Esta
última idea prepara y da valor a la argumentación de las leyes. Aunque éstas hayan obrado
injustamente contra Sócrates al condenarlo, no es lícito devolverles al por mal e intentar su
destrucción.
…………………………………………………………………………………………………
   El Critón es el más breve de los escritos de la primera época de Platón. Por su contenido está
muy próximo a la Apología. Se trata todavía de tomar decisiones que pueden salvar la vida. La
prisión y la próxima ejecución son las secuencias obligadas de la sentencia dictada en el juicio.
Encierra, incluso, una justificación de la actitud adoptada por Sócrates en su defensa. Esta última
afirmación no se da aisladamente en ninguna parte del diálogo, como sucede en otras obras, sino
que toda la exposición es una confirmación de la personalidad de Sócrates, tal como es posible
deducirla de la Apología. Es un escrito que no se parece en nada al resto de los diálogos. No se trata
de buscar una definición general de un concepto ni de rechazar un razonamiento por defecto en la
argumentación. Se trata, sobre todo, de adoptar una posición definitiva. Aun en los momentos en
que parece que nos movemos en el ámbito de la abstracción, ésta se halla en un segundo plano,
puesto que lo único importante es la decisión que al fin se va a tomar.
   La propuesta que Sócrates hace a Critón es la de repasar los conceptos y los puntos de vista que
ambos daban antes por buenos, para comprobar si ahora, en la nueva situación, siguen pareciendo
los mismos o hay que rechazarlos. Éste es el tema del diálogo, pero con la circunstancia de que la
confirmación va a ser hecha por un hombre al que quedan unas pocas horas de vida. Es el
dramatismo que se añade —a toda la argumentación. El heroísmo es, en principio, objeto de
admiración para todos los hombres; pero el acto heroico no puede existir sin el héroe. Es
ciertamente decepcionante que, una vez creadas las circunstancias para el acto heroico, el llamado a
llevarlo a cabo se retire de la única manera en que esto es posible: vergonzosamente. El acto heroico
es el resultado de una decisión personal y única, que supone la adecuación, más allá de toda
dificultad, de la conducta a una idea o a un deber moral. De todo esto tuvo clara intuición Sócrates
y, por ello, quizá, tomó una decisión, aun antes de comparecer ante el tribunal.1 Parece lógico
pensar que el Critón sigue a la Apología2, pero esto no es necesariamente deducible de las
referencias a hechos que aparecen también en la Apología. Ésta es la opinión de Guthrie3, con la
que coincidimos plenamente. Por las razones apuntadas más arriba, parece que el Critón es el
diálogo más próximo a la Apología, pero de ello no se infiere que su redacción sea casi simultánea,
aunque de hecho pudo haberlo sido. El gran número de diálogos escritos en un período limitado
reduce mucho el tiempo que pudo transcurrir entre la redacción de ambos escritos.
   Parece fuera de duda que Sócrates fue invitado a huir de la prisión y que esta invitación no se
limitó a su buen amigo Critón ni a los forasteros citados en 44b. Este propósito, nacido del dolor y
la irritación de los discípulos y amigos, debió de encontrar un callado estímulo en el evidente
desagrado que muchos atenienses tenían que sentir ante la monstruosidad que, inevitablemente, se
iba a producir. Platón cita sólo a Critón y no nombra a otros atenienses; únicamente cita a dos
extranjeros. La amistad de Critón con Sócrates y el que realmente éste se negara a evadirse eran
1
  Véase Introducción a la Apología.
2
  Véanse Critón 45b, 52c, y Apología 37c, 37d, respectivamente. La idea de que la vida lejos de Atenas fuera
poco deseable para Sócrates no es una circunstancia de carácter limitado a la que Sócrates aludiera durante la
defensa y que Critón cita, es una circunstancia a la que, sin duda, Sócrates daba gran importancia. Por otra
parte, las referencias a la defensa misma, al tratarse de hechos reales, no suponen de ningún modo la
existencia de la Apología. Lo mismo sucede con la referencia a que en el juicio pudo Sócrates
contraproponer el exilio; se trata de algo que sucedió en el juicio y a ello se refiere Critón.
3
  Guthrie, A History of Greek Philosophy, vol. IV: Plato. The man and his Dialogues. Earlier Period,
Cambridge, 1975, pág. 93.
       Platón                                       Critón o del deber                                        4
       atenuantes, si alguien hubiera querido presentar una acusación. Pero de que Platón no les cite no se
       puede deducir que su número fuera muy pequeño. Los «otros amigos», de 44e, aparecen más bien
       como un grupo de apoyo a Critón.
          El diálogo no sería concebible si no se hubiera dado esta incitación a que Sócrates se evadiera y
       sin que esta circunstancia fuera conocida, al menos, por una buena parte de los que iban a ser sus
       primeros lectores. No tuvo Platón que imaginar una situación a fin de que en ella Sócrates mostrara
       su entereza moral. La actitud de Sócrates se resume muy brevemente. Ninguna otra circunstancia va
       a ser válida, más que la razón. Si los razonamientos son buenos también ahora, hay que seguirlos
       sin tener en cuenta ningún peligro. La prosopopeya de las leyes, que no actúan sólo con argumentos
       sino tratando de hacer coherente el comportamiento de Sócrates con toda su vida anterior, es una
       presentación de máxima eficacia para contrastar su conducta, aunque algunos razonamientos nos
       resulten chocantes por nuestra diferente concepción del Estado. ¡Qué diferente resulta el Sócrates de
       este diálogo del que tuvo que presentar Meleto en la acusación!
          Sobre que, en realidad, esta conversación se hubiera producido es imposible decidir. Lo que
       parece menos probable es que fuera el día antes de que regresara el barco de Delos4. Tan inquietos
       como Critón estarían los otros amigos que, como se nos dice en el Fedón, se reunían en la prisión
       desde el amanecer. Pero una conversación semejante pudo haberla tenido Critón en cualquiera de
       sus intentos de persuadir a Sócrates a que huyera. Critón habría hablado con Platón de esta con-
       versación y éste, con su maravilloso estilo, habría compuesto esta pieza bellísima.
          El hecho de que, en el orden de la realidad cronológica., la continuación de este diálogo se halle
       en el comienzo y el final del Fedón no implica la menor relación de un diálogo con otro. En época
       posterior, cuando la temática. apologética estaba cerrada, al menos formalmente, encontró Platón
       que era muy bello encuadrar un diálogo sobre la inmortalidad del alma entre las primeras luces del
       día de la muerte del maestro y las últimas palabras que éste pronunció cuando ya el veneno ponía
       fin a su vida.
Introducción al diálogo. Hablan sobre la hora tan temprana de la visita de Critón, debida a la próxima
                                    llegada de la nave de Delos.
         SW. T… thnik£de ¢f‹xai, ð Kr…twn; À oÙ SÓCRATES. — ¿Por qué vienes a esta hora,
       prö œti ™st…n;                           Critón? ¿No es pronto todavía?
43 a      SW. Qaum£zw Ópwj ºqšlhsš soi Ð toà SÓCRATES. — Me extraña que el guardián de la
       desmwthr…ou fÚlax Øpakoàsai.          prisión haya querido atenderte.
          KR. Sun»qhj ½dh mo… ™stin, ð Sèkratej, CRITÓN. — Es ya amigo mío, Sócrates, de tanto
       di¦ tÕ poll£kij deàro foit©n, ka… ti kaˆ venir aquí; además ha recibido dé mí alguna
       eÙergšthtai Øp' ™moà.                     gratificación.
SW. ”Arti d$ ¼keij À p£lai; SÓCRATES. — ¿Has venido ahora o hace tiempo?
       4
         Todos los años se enviaba una procesión a Delos en recuerdo de la victoria de Teseo sobre el Minotauro,
       victoria que liberó a Atenas del tributo humano que debía pagar a Minos. Desde que la nave salía hasta su
       regreso, no se podía ejecutar ninguna sentencia de muerte.
       Platón                                          Critón o del deber                                            5
         SW. Eta pîj oÙk eÙqÝj ™p»geir£j me, SÓCRATES. — ¿Y cómo no me has despertado en
       ¢ll¦ sigÍ parak£qhsai;                 seguida y te has quedado sentado ahí al lado, en
                                              silencio?
43 b      KR. OÙ m¦ tÕn D…a, ð Sèkratej, oÙd' ¨n                  CRITÓN. — No, por Zeus, Sócrates, en esta
       aÙtÕj ½qelon ™n tosaÚtV te ¢grupn…v kaˆ                    situación tampoco habría querido yo mismo estar
       lÚpV enai, ¢ll¦ kaˆ soà p£lai qaum£zw                     en tal desvelo y sufrimiento, pero hace rato que me
       a„sqanÒmenoj æj ¹dšwj kaqeÚdeij· kaˆ                       admiro viendo qué suavemente duermes, y a
       ™p…thdšj se oÙk ½geiron †na æj ¼dista                      intención no te desperté para que pasaras el tiempo
       di£gVj. kaˆ poll£kij m$n d» se kaˆ prÒteron                lo más agradablemente. Muchas veces, ya antes
       ™n pantˆ tù b…J ÙdaimÒnisa toà trÒpou, polÝ                durante toda tu vida, te consideré feliz por tu
       d$ m£lista ™n tÍ nàn parestèsV sumfor´,                    carácter, pero mucho más en la presente desgracia,
       æj ·vd…wj aÙt¾n kaˆ pr®wj fšreij.                          al ver qué fácil y apaciblemente la llevas.
43 c      SW. Kaˆ g¦r ¥n, ð Kr…twn, plhmmel$j e‡h SÓCRATES. — Ciertamente, Critón, no sería
       ¢ganakte‹n thlikoàton Ônta e„ de‹ ½dh oportuno irritarme a mi edad, si debo ya morir.
       teleut©n.
          KR. Kaˆ ¥lloi, ð Sèkratej, thlikoàtoi ™n                CRITÓN. — También otros de tus años, Sócrates,
       toiaÚtaij sumfora‹j ¡l…skontai, ¢ll' oÙd$n                 se encuentran metidos en estas circunstancias, pero
       aÙtoÝj ™pilÚetai ¹ ¹lik…a tÕ m¾ oÙcˆ                       su edad no les libra en nada de irritarse con su
       ¢ganakte‹n tÍ paroÚsV tÚcV.                                suerte presente.
          SW. ”Esti taàta. ¢ll¦ t… d¾ oÛtw prö SÓCRATES. — Así es. Pero, ¿por qué has venido
       ¢f‹xai;                                 tan temprano?
          KR. 'Aggel…an, ð             Sèkratej, fšrwn            CRITÓN. — Para traerte, Sócrates, una noticia
       calep»n, oÙ so…, æj ™moˆ        fa…netai, ¢ll' ™moˆ        dolorosa y agobiante, no para ti, según veo, pero
       kaˆ to‹j so‹j ™pithde…oij       p©sin kaˆ calep¾n          ciertamente dolorosa y agobiante para mí y para
       kaˆ bare‹an, ¿n ™gè, æj         ™moˆ dokî, ™n to‹j         todos tus amigos, y que para mí, según veo, va a
       barÚtat' ¨n ™nšgkaimi.                                     ser muy difícil de soportar.
          KR. OÜtoi d¾ ¢f‹ktai, ¢ll¦ doke‹n mšn                   CRITÓN. — No ha llegado aún, pero me parece
       moi ¼xei t»meron ™x ïn ¢paggšllousin                       que estará aquí hoy, por lo que anuncian personas
       ¼kontšj tinej ¢pÕ Soun…ou kaˆ katalipÒntej                 venidas de Sunio5 que han dejado el barco allí.
       ™ke‹ aÙtÒ. dÁlon oân ™k toÚtwn [tîn                        Según estos mensajeros, es seguro que estará aquí
       ¢ggšlwn] Óti ¼xei t»meron, kaˆ ¢n£gkh d¾ e„j               hoy, y será necesario, Sócrates, que mañana acabes
       aÜrion œstai, ð Sèkratej, tÕn b…on se                      tu vida.
       teleut©n.
Sócrates narra un sueño que ha tenido, del cual deduce el día fijo de la llegada de la nave.
          SW. 'All', ð Kr…twn, tÚcV ¢gaqÍ, e„ taÚtV SÓCRATES. — Pues, ¡buena suerte!, Critón. Sea
       to‹j qeo‹j f…lon, taÚtV œstw· oÙ mšntoi omai así, si así es agradable a los dioses. Sin embargo,
       ¼xein aÙtÕ t»meron.                           no creo que el barco esté aquí hoy.
       5
        El cabo Sunio se halla en el vértice sur del Ática. A partir de ahí los barcos navegaban sin perder de vista la
       costa.
       Platón                                           Critón o del deber                                          6
          SW. 'Egè soi ™rî. tÍ g£r pou Østera…v de‹ SÓCRATES. — Voy a decírtelo. Yo debo morir al
       me ¢poqnÇskein À Î ¨n œlqV tÕ plo‹on.        día siguiente de que el barco llegue.
              KR. Fas… gš toi d¾ oƒ toÚtwn kÚrioi.                 CRITÓN. — Así dicen los encargados de estos
                                                                   asuntos.
          SW. OÙ to…nun tÁj ™pioÚshj ¹mšraj omai                  SÓCRATES. — Entonces, no creo que llegue el
       aÙtÕ ¼xein ¢ll¦ tÁj ˜tšraj. tekma…romai d$                  día que está empezando sino el siguiente. Me fundo
       œk tinoj ™nupn…ou Ö ˜èraka Ñl…gon prÒteron                  en cierto sueño que he tenido hace poco, esta
       taÚthj tÁj nuktÒj· kaˆ kinduneÚeij ™n kairù                 noche. Probablemente ha sido muy oportuno que
       tini oÙk ™ge‹ra… me.                                        no me despertaras.
         SW. 'EdÒkei t…j moi gun¾ proselqoàsa SÓCRATES. — Me pareció que una mujer bella,
44 b   kal¾ kaˆ eÙeid»j, leuk¦ ƒm£tia œcousa, de buen aspecto, que llevaba blancos vestidos se
       kalšsai me kaˆ e„pe‹n· “’W Sèkratej,   acercó a mí, me llamó y me dijo: «Sócrates,
½mat… ken trit£tJ Fq…hn ™r…bwlon †koio.” al tercer día llegarás a la fértil Ptía»6.
          SW. 'Enarg$j m$n oân, éj gš moi doke‹, ð SÓCRATES. — En todo caso, muy claro, según yo
       Kr…twn.                                     creo, Critón.
 Critón comienza a persuadir a su amigo a que mire por sí y se salve. Lo contrario no sólo le privaría
 de un buen amigo, sino que que le acarrearía deshonra. Sócrates le rebate diciéndole que desprecie
                                        la opinión del vulgo.
          KR. L…an ge, æj œoiken. ¢ll', ð daimÒnie                 CRITÓN. — Demasiado claro, según parece. Pero,
       Sèkratej, œti kaˆ nàn ™moˆ piqoà kaˆ sèqhti·                querido Sócrates, todavía en este momento hazme
       æj ™mo…, ™¦n sÝ ¢poq£nVj, oÙ m…a sumfor£                    caso y sálvate. Para mí, si tú mueres, no será una
       ™stin, ¢ll¦ cwrˆj m$n toà ™sterÁsqai                        sola desgracia, sino que, aparte de verme privado
       toioÚtou ™pithde…ou oŒon ™gë oÙdšna m» pote                 de un amigo como jamás encontraré otro, muchos
44 c   eØr»sw, œti d$ kaˆ pollo‹j dÒxw, o‰ ™m$ kaˆ                 que no nos conocen bien a ti y a mí creerán que,
       s$ m¾ safîj ‡sasin, æj oŒÒj t' ên se sózein                 habiendo podido yo salvarte, si hubiera querido
       e„ ½qelon ¢nal…skein cr»mata, ¢melÁsai.                     gastar dinero, te he abandonado. Y, en verdad,
       ka…toi t…j ¨n a„sc…wn e‡h taÚthj dÒxa À                     ¿hay reputación más vergonzosa que la de parecer
       doke‹n cr»mata perˆ ple…onoj poie‹sqai À                    que se tiene en más al dinero que a los amigos?
       f…louj; oÙ g¦r pe…sontai oƒ polloˆ æj sÝ                    Porque la mayoría no llegará a convencerse de que
       aÙtÕj oÙk ºqšlhsaj ¢pišnai ™nqšnde ¹mîn                     tú mismo no quisiste salir de aquí, aunque nosotros
       proqumoumšnwn.                                              nos esforzábamos en ello.
          SW. 'All¦ t… ¹m‹n, ð mak£rie Kr…twn,                     SÓCRATES. — Pero ¿por qué damos tanta
       oÛtw tÁj tîn pollîn dÒxhj mšlei; oƒ g¦r                     importancia, mi buen Critón, a la opinión de la
       ™pieikšstatoi, ïn m©llon ¥xion front…zein,                  mayoría? Pues los más capaces, de los que sí vale
       ¹g»sontai aÙt¦ oÛtw pepr©cqai ésper ¨n                      la pena preocuparse, considerarán que esto ha
       pracqÍ.                                                     sucedido como en realidad suceda.
44 d      KR. 'All' Ðr´j d¾ Óti ¢n£gkh, ð Sèkratej,                CRITÓN. — Pero ves, Sócrates, que es necesario
       kaˆ tÁj tîn pollîn dÒxhj mšlein. aÙt¦ d$                    también tener en cuenta la opinión de la mayoría.
       dÁla t¦ parÒnta nunˆ Óti oŒo… t' e„sˆn oƒ                   Esto mismo que ahora está sucediendo deja ver,
       polloˆ oÙ t¦ smikrÒtata tîn kakîn                           claramente, que la mayoría es capaz de producir no
       6
           Es el verso 363 de Ilíada IX, en el que Platón ha cambiado la primera persona por la segunda.
       Platón                                        Critón o del deber                                         7
       ™xerg£zesqai ¢ll¦ t¦ mšgista scedÒn, ™£n los males más pequeños, sino precisamente los
       tij ™n aÙto‹j diabeblhmšnoj Ï.           mayores, si alguien ha incurrido en su odio.
          SW. E„ g¦r êfelon, ð Kr…twn, oŒo… t' enai           SÓCRATES. — ¡Ojalá, Critón, que los más fueran
       oƒ polloˆ t¦ mšgista kak¦ ™rg£zesqai, †na               capaces de hacer los males mayores para que
       oŒo… t' Ãsan kaˆ ¢gaq¦ t¦ mšgista, kaˆ                  fueran también capaces de hacer los mayores
       kalîj ¨n ecen. nàn d$ oÙdštera oŒo… te· oÜte           bienes! Eso sería bueno. La realidad es que no son
       g¦r frÒnimon oÜte ¥frona dunatoˆ poiÁsai,               capaces ni de lo uno ni de lo otro; pues, no siendo
       poioàsi d$ toàto Óti ¨n tÚcwsi.                         tampoco capaces de hacer a alguien sensato ni
                                                               insensato, hacen lo que la casualidad les ofrece.
Critón soluciona las dificultades que se le podían ofrecer a Sócrates: primero, que su huída había de
ser causa de muchos gastos y persecución para sus amigos; segundo, el no tener a dónde refugiarse
                                            cuando huyere.
          KR. Taàta m$n d¾ oÛtwj ™cštw· t£de dš, ð             CRITÓN. — Bien, aceptemos que es así. ¿Acaso
       Sèkratej, e„pš moi. «r£ ge m¾ ™moà promhqÍ              no te estás tú preocupando de que a mí y a los otros
       kaˆ tîn ¥llwn ™pithde…wn m», ™¦n sÝ ™nqšnde             amigos, si tú sales de aquí, no nos creen
       ™xšlqVj, oƒ sukof£ntai ¹m‹n pr£gmata                    dificultades los sicofantes7 al decir que te hemos
       paršcwsin æj s$ ™nqšnde ™kklšyasin, kaˆ                 sacado de la cárcel, y nos veamos obligados a
       ¢nagkasqîmen À kaˆ p©san t¾n oÙs…an                     perder toda nuestra fortuna o mucho dinero o,
       ¢pobale‹n À sucn¦ cr»mata, À kaˆ ¥llo ti                incluso, a sufrir algún otro daño además de éstos?
       prÕj toÚtoij paqe‹n; e„ g£r ti toioàton fobÍ,           Si, en efecto, temes algo así, déjalo en paz. Pues es
45 a   œason aÙtÕ ca…rein· ¹me‹j g£r pou d…kaio…               justo que nosotros corramos este riesgo para
       ™smen sèsantšj se kinduneÚein toàton tÕn                salvarte y, si es preciso, otro aún mayor. Pero
       k…ndunon kaˆ ™¦n dšV œti toÚtou me…zw. ¢ll'             hazme caso y no obres de otro modo.
       ™moˆ pe…qou kaˆ m¾ ¥llwj po…ei.
          SW. Kaˆ taàta promhqoàmai, ð Kr…twn, SÓCRATES. — Me preocupa eso, Critón, y otras
       kaˆ ¥lla poll£.                         muchas cosas.
           KR. M»te to…nun taàta foboà–kaˆ g¦r                 CRITÓN. — Pues bien, no temas por ésta.
       oÙd$ polÝ t¢rgÚriÒn ™stin Ö qšlousi                     Ciertamente, tampoco es mucho el dinero que
       labÒntej tin$j sîsa… se kaˆ ™xagage‹n                   quieren recibir algunos para salvarte y sacarte de
       ™nqšnde. œpeita oÙc Ðr´j toÚtouj toÝj                   aquí. Además, ¿no ves qué baratos están estos
45 b   sukof£ntaj æj eÙtele‹j, kaˆ oÙd$n ¨n dšoi               sicofantes y que no sería necesario gastar en ellos
       ™p' aÙtoÝj polloà ¢rgur…ou; soˆ d$ Øp£rcei              mucho dinero? Está a tu disposición mi fortuna que
       m$n t¦ ™m¦ cr»mata, æj ™gë omai, ƒkan£·                será suficiente, según creo. Además, si te
       œpeita kaˆ e‡ ti ™moà khdÒmenoj oÙk o‡ei de‹n           preocupas por mí y crees que no debes gastar lo
       ¢nal…skein t¢m£, xšnoi oátoi ™nq£de ›toimoi             mío, están aquí algunos extranjeros dispuestos a
       ¢nal…skein· eŒj d$ kaˆ kekÒmiken ™p' aÙtÕ               gastar su dinero. Uno ha traído, incluso, el
       toàto ¢rgÚrion ƒkanÒn, Simm…aj Ð Qhba‹oj,               suficiente para ello, Simias8 de Tebas. Están
       ›toimoj d$ kaˆ Kšbhj kaˆ ¥lloi polloˆ p£nu.             dispuestos también Cebes y otros muchos. De
       éste, Óper lšgw, m»te taàta foboÚmenoj                  manera que, como digo, por temor a esto no vaciles
       ¢pok£mVj sautÕn sîsai, m»te, Ö œlegej ™n                en salvarte; y que tampoco sea para ti dificultad lo
       tù dikasthr…J, dusceršj soi genšsqw Óti oÙk             que dijiste en el tribunal, que si salías de Atenas,
       ¨n œcoij ™xelqën Óti crùo sautù· pollacoà               no sabrías cómo valerte. En muchas partes, adonde
       m$n g¦r kaˆ ¥llose Ópoi ¨n ¢f…kV                        quiera que tú llegues, te acogerán con cariño. Si
       7
         Los sicofantes eran denunciantes profesionales. Generalmente cobraban del interesado en denunciar, que no
       deseaba hacerlo por sí mismo. Eran conocidos y temidos por las personas honradas que siempre podían verse
       envueltas en una denuncia falsa. El primer elemento sico- es la palabra higo (gr. sŷkon).
       8
         Simias y Cebes eran tebanos. En su ciudad habían sido discípulos del pitagórico Filolao. Después, en
       Atenas, fueron ambos discípulos de Sócrates. A los dos les hace Platón interlocutores de Sócrates en el
       Fedón, si bien el primer dialogante con Sócrates es Simias.
       Platón                                 Critón o del deber                                       8
       ¢gap»sous… se· ™¦n d$ boÚlV e„j Qettal…an        quieres ir a Tesalia, tengo allí huéspedes que te ten-
45 c   „šnai, e„sˆn ™moˆ ™ke‹ xšnoi o† se perˆ polloà   drán en gran estimación y que te ofrecerán
       poi»sontai kaˆ ¢sf£lei£n soi paršxontai,         seguridad, de manera que nadie te moleste en
       éste se mhdšna lupe‹n tîn kat¦ Qettal…an.        Tesalia.
   Critón comienza a argumentar: haces contra ti, lo que haría un enemigo; abandonas a tus hijos a
  quienes tienes obligación de alimentar y educar; finalmente el no querer escapar será interpretado
                                  por cobardía tuya y de tus amigos.
          ”Eti dš, ð Sèkratej, oÙd$ d…kaiÒn moi         Además, Sócrates, tampoco me parece justo que in-
       doke‹j ™piceire‹n pr©gma, sautÕn prodoànai,      tentes traicionarte a ti mismo, cuando te es posible
       ™xÕn swqÁnai, kaˆ toiaàta speÚdeij perˆ          salvarte. Te esfuerzas porque te suceda aquello por
       sautÕn genšsqai ¤per ¨n kaˆ oƒ ™cqro… sou        lo que trabajarían con afán y, de hecho, han
       speÚsaišn te kaˆ œspeusan s$ diafqe‹rai          trabajado tus enemigos deseando destruirte.
       boulÒmenoi. prÕj d$ toÚtoij kaˆ toÝj Øe‹j        Además, me parece a mí que traicionas también a
45 d   toÝj sautoà œmoige doke‹j prodidÒnai, oÛj        tus hijos; cuando te es posible criarlos y educarlos,
       soi ™xÕn kaˆ ™kqršyai kaˆ ™kpaideàsai            los abandonas y te vas, y, por tu parte, tendrán la
       o„c»sV katalipèn, kaˆ tÕ sÕn mšroj Óti ¨n        suerte que el destino les depare, que será, como es
       tÚcwsi toàto pr£xousin· teÚxontai dš, æj tÕ      probable, la habitual de los huérfanos durante la
       e„kÒj, toioÚtwn oŒ£per e‡wqen g…gnesqai ™n       orfandad. Pues, o no se debe tener hijos, o hay que
       ta‹j Ñrfan…aij perˆ toÝj ÑrfanoÚj. À g¦r oÙ      fatigarse para criarlos y educarlos. Me parece que
       cr¾ poie‹sqai pa‹daj À sundiatalaipwre‹n         tú eliges lo más cómodo. Se debe elegir lo que
       kaˆ tršfonta kaˆ paideÚonta, sÝ dš moi           elegiría un hombre bueno y decidido, sobre todo
       doke‹j t¦ ·vqumÒtata aƒre‹sqai. cr¾ dš, ¤per     cuando se ha dicho durante toda la vida que se
       ¨n ¢n¾r ¢gaqÕj kaˆ ¢ndre‹oj ›loito, taàta        ocupa uno de la virtud. Así que yo siento
       aƒre‹sqai, f£skont£ ge d¾ ¢retÁj di¦ pantÕj      vergüenza, por ti y por nosotros tus amigos, de que
45 e   toà b…ou ™pimele‹sqai· æj œgwge kaˆ Øp$r         parezca que todo este asunto tuyo se ha producido
       soà kaˆ Øp$r ¹mîn tîn sîn ™pithde…wn             por cierta cobardía nuestra: la instrucción del
       a„scÚnomai m¾ dÒxV ¤pan tÕ pr©gma tÕ perˆ        proceso para el tribunal, siendo posible evitar el
       s$ ¢nandr…v tinˆ tÍ ¹metšrv pepr©cqai, kaˆ       proceso, el mismo desarrollo del juicio tal como
       ¹ e‡sodoj tÁj d…khj e„j tÕ dikast»rion æj        sucedió, y finalmente esto, como desenlace ridículo
       e„sÁlqen ™xÕn m¾ e„selqe‹n, kaˆ aÙtÕj Ð ¢gën     del asunto, y que parezca que nosotros nos hemos
       tÁj d…khj æj ™gšneto, kaˆ tÕ teleuta‹on d¾       quedado al margen de la cuestión por incapacidad
       tout…, ésper kat£gelwj tÁj pr£xewj, kak…v        y cobardía, así como que no te hemos salvado ni tú
46 a   tinˆ kaˆ ¢nandr…v tÍ ¹metšrv diapefeugšnai       te has salvado a ti mismo, cuando era realizable y
       ¹m©j doke‹n, o†tinšj se oÙcˆ ™sèsamen oÙd$       posible, por pequeña que fuera nuestra ayuda. Así
       sÝ sautÒn, oŒÒn te ×n kaˆ dunatÕn e‡ ti kaˆ      pues, procura, Sócrates, que esto, además del daño,
       mikrÕn ¹mîn Ôfeloj Ãn. taàta oân, ð              no sea vergonzoso para ti y para nosotros. Pero
       Sèkratej, Óra m¾ ¤ma tù kakù kaˆ a„scr¦ Ï        toma una decisión; por más que ni siquiera es ésta
       so… te kaˆ ¹m‹n. ¢ll¦ bouleÚou–m©llon d$         la hora de decidir, sino la de tenerlo decidido. No
       oÙd$     bouleÚesqai     œti    éra     ¢ll¦     hay más que una decisión; en efecto, la próxima
       bebouleàsqai–m…a d$ boul»· tÁj g¦r               noche tiene que estar todo realizado. Si esperamos
       ™pioÚshj nuktÕj p£nta taàta de‹ pepr©cqai,       más, ya no es posible ni realizable. En todo caso,
       e„ d' œti perimenoàmen, ¢dÚnaton kaˆ oÙkšti      déjate persuadir y no obres de otro modo.
       oŒÒn te. ¢ll¦ pantˆ trÒpJ, ð Sèkratej,
       pe…qou moi kaˆ mhdamîj ¥llwj po…ei.
 Sócrates, que quiere ser consecuente con sus doctrinas, establece los fundamentos de la cuestión:
 ¿es lícito o no el fugarse? Y viniendo a la opinión del vulgo afirma que sólo las opiniones rectas del
                                   vulgo son las que deben seguirse.
46 b     SW. ’W f…le Kr…twn, ¹ proqum…a sou SÓCRATES. — Querido Critón, tu buena voluntad
       polloà ¢x…a e„ met£ tinoj ÑrqÒthtoj e‡h· e„ sería muy de estimar, si le acompañara algo de
       d$ m», ÓsJ me…zwn tosoÚtJ calepwtšra. rectitud; si no, cuanto más intensa, tanto más
       Platón                                Critón o del deber                                      9
       skope‹sqai oân cr¾ ¹m©j e‡te taàta              penosa. Así pues, es necesario que reflexionemos si
       praktšon e‡te m»· æj ™gë oÙ nàn prîton          esto debe hacerse o no. Porque yo, no sólo ahora
       ¢ll¦ kaˆ ¢eˆ toioàtoj oŒoj tîn ™mîn mhdenˆ      sino siempre, soy de condición de no prestar
       ¥llJ pe…qesqai À tù lÒgJ Öj ¥n moi              atención a ninguna otra cosa que al razonamiento
       logizomšnJ bšltistoj fa…nhtai. toÝj d¾          que, al reflexionar, me parece el mejor. Los
       lÒgouj oÞj ™n tù œmprosqen œlegon oÙ            argumentos que yo he dicho en tiempo anterior no
       dÚnamai nàn ™kbale‹n, ™peid» moi ¼de ¹ tÚch     los puedo desmentir ahora porque me ha tocado
       gšgonen, ¢ll¦ scedÒn ti Ómoioi fa…nonta…        esta suerte, más bien me parecen ahora, en
       moi, kaˆ toÝj aÙtoÝj presbeÚw kaˆ timî          conjunto, de igual valor y respeto, y doy mucha
46 c   oÛsper kaˆ prÒteron· ïn ™¦n m¾ belt…w           importancia a los mismos argumentos de antes. Si
       œcwmen lšgein ™n tù parÒnti, eâ ‡sqi Óti oÙ     no somos capaces de decir nada mejor en el
       m» soi sugcwr»sw, oÙd' ¨n ple…w tîn nàn         momento presente, sabe bien que no voy a estar de
       parÒntwn ¹ tîn pollîn dÚnamij ésper             acuerdo contigo, ni aunque la fuerza de la mayoría
       pa‹daj ¹m©j mormolÚtthtai, desmoÝj kaˆ          nos asuste como a niños con más espantajos que
       qan£touj      ™pipšmpousa     kaˆ   crhm£twn    los de ahora en que nos envía prisiones, muertes y
       ¢fairšseij. pîj oân ¨n metriètata               privaciones de bienes. ¿Cómo podríamos examinar
       skopo…meqa aÙt£; e„ prîton m$n toàton tÕn       eso más adecuadamente? Veamos, por lo pronto, si
       lÒgon ¢nal£boimen, Ön sÝ lšgeij perˆ tîn        recogemos la idea que tú expresabas acerca de las
       doxîn. pÒteron kalîj ™lšgeto ˜k£stote À oÜ,     opiniones de los hombres, a saber, si hemos tenido
       Óti ta‹j m$n de‹ tîn doxîn prosšcein tÕn        razón o no al decir siempre que deben tenerse en
       noàn, ta‹j d$ oÜ; À prˆn m$n ™m$ de‹n           cuenta unas opiniones y otras no. ¿O es que antes
46 d   ¢poqnÇskein kalîj ™lšgeto, nàn d$               de que yo debiera morir estaba bien dicho, y en
       kat£dhloj ¥ra ™gšneto Óti ¥llwj ›neka           cambio ahora es evidente que lo decíamos sin
       lÒgou ™lšgeto, Ãn d$ paidi¦ kaˆ fluar…a æj      fundamento, por necesidad de la expresión, pero
       ¢lhqîj; ™piqumî d' œgwg' ™piskšyasqai, ð        sólo era un juego infantil y pura charlatanería? Yo
       Kr…twn, koinÍ met¦ soà e‡ t… moi ¢lloiÒteroj    deseo, Critón, examinar contigo si esta idea me
       fane‹tai, ™peid¾ ïde œcw, À Ð aÙtÒj, kaˆ        parece diferente en algo, cuando me encuentro en
       ™£somen ca…rein À peisÒmeqa aÙtù. ™lšgeto       esta situación, o me parece la misma, y, según el
       dš pwj, æj ™gûmai, ˜k£stote ïde ØpÕ tîn         caso, si la vamos a abandonar o la vamos a seguir.
       o„omšnwn tˆ lšgein, ésper nund¾ ™gë œlegon,     Según creo, los hombres cuyo juicio tiene interés
       Óti tîn doxîn §j oƒ ¥nqrwpoi dox£zousin         dicen siempre, como yo decía ahora, que entre las
       dšoi t¦j m$n perˆ polloà poie‹sqai, t¦j d$      opiniones que los hombres manifiestan deben
       m». toàto prÕj qeîn, ð Kr…twn, oÙ doke‹         estimarse mucho algunas y otras no. Por los dioses,
       kalîj soi lšgesqai; –sÝ g£r, Ósa ge             Critón, ¿no te parece que esto está bien dicho? En
       t¢nqrèpeia,      ™ktÕj    e   toà    mšllein   efecto, tú, en la medida de la previsión humana,
       ¢poqnÇskein aÜrion, kaˆ oÙk ¨n s$               estás libre de ir a morir mañana, y la presente
47 a   parakroÚoi ¹ paroàsa sumfor£· skÒpei d»–        desgracia no va a extraviar tu juicio. Examínalo.
       oÙc ƒkanîj doke‹ soi lšgesqai Óti oÙ p£saj      ¿No te parece que está bien decir que no se deben
       cr¾ t¦j dÒxaj tîn ¢nqrèpwn tim©n ¢ll¦ t¦j       estimar todas las opiniones de los hombres, sino
       mšn, t¦j d' oÜ, oÙd$ p£ntwn ¢ll¦ tîn mšn,       unas sí y otras no, y las de unos hombres sí y las de
       tîn d' oÜ; t… fÇj; taàta oÙcˆ kalîj lšgetai;    otros no? ¿Qué dices tú? ¿No está bien decir esto?
         SW. OÙkoàn t¦j m$n crhst¦j tim©n, t¦j d$ SÓCRATES. — ¿Se deben estimar las valiosas y.
       ponhr¦j m»;                                no estimar las malas?
         SW. Crhstaˆ d$ oÙc aƒ tîn fron…mwn, SÓCRATES. — ¿Son valiosas las opiniones de los
       ponhraˆ d$ aƒ tîn ¢frÒnwn;            hombres juiciosos, y malas las de los hombres de
                                             poco juicio?
       Se debe seguir el parecer del que es entendido en una materia. Ilustra esto con el ejemplo del
                                       profesor de educación física.
47 b       SW. Fšre d», pîj aâ t¦ toiaàta ™lšgeto;       SÓCRATES. — Veamos en qué sentido decíamos
        gumnazÒmenoj ¢n¾r kaˆ toàto pr£ttwn              tales cosas. Un hombre que se dedica a la gimnasia,
        pÒteron pantÕj ¢ndrÕj ™pa…nJ kaˆ yÒgJ kaˆ        al ejercitarla ¿tiene en cuenta la alabanza, la
        dÒxV tÕn noàn prosšcei, À ˜nÕj mÒnou ™ke…nou     censura y la opinión de cualquier persona, o la de
        Öj ¨n tugc£nV „atrÕj À paidotr…bhj ên;           una sola persona, la del médico o el entrenador?
           SW. OÙkoàn fobe‹sqai cr¾ toÝj yÒgouj SÓCRATES. — Luego debe temer las censuras y
        kaˆ ¢sp£zesqai toÝj ™pa…nouj toÝj toà ˜nÕj recibir con agrado los elogios de aquella sola
        ™ke…nou ¢ll¦ m¾ toÝj tîn pollîn.           persona, no los de la mayoría.
          SW. TaÚtV ¥ra aÙtù praktšon kaˆ                SÓCRATES. — Así pues, ha de obrar, ejercitarse,
        gumnastšon kaˆ ™destšon ge kaˆ potšon, Î ¨n      comer y beber según la opinión de ése solo, del que
        tù ˜nˆ dokÍ, tù ™pist£tV kaˆ ™paonti,           está a su cargo y entiende, y no según la de todas
        m©llon À Î sÚmpasi to‹j ¥lloij.                  los otros juntos.
47 c       SW. Een. ¢peiq»saj d$ tù ˜nˆ kaˆ             SÓCRATES. — Bien. Pero si no hace caso a ese
        ¢tim£saj aÙtoà t¾n dÒxan kaˆ toÝj                solo hombre y desprecia su opinión y sus elogios,
        ™pa…nouj, tim»saj d$ toÝj tîn pollîn             y, en cambio, estima las palabras de la mayoría,
        [lÒgouj] kaˆ mhd$n ™paϊÒntwn, «ra oÙd$n          que nada entiende, ¿es que no sufrirá algún daño?
        kakÕn pe…setai;
           SW. T… d' œsti tÕ kakÕn toàto, kaˆ po‹ SÓCRATES. — ¿Qué daño es este, hacia dónde
        te…nei, kaˆ e„j t… tîn toà ¢peiqoàntoj;   tiende y a qué parte del que no hace caso?
           KR. DÁlon Óti e„j tÕ sîma· toàto g¦r CRITÓN. — Es evidente que al cuerpo; en efecto,
        diÒllusi.                               lo arruina.
           SW. Kalîj lšgeij. oÙkoàn kaˆ t«lla, ð         SÓCRATES. — Está bien. Lo mismo pasa con las
        Kr…twn, oÛtwj, †na m¾ p£nta diwmen, kaˆ d¾      otras cosas, Critón, a fin de no repasarlas todas.
        kaˆ perˆ tîn dika…wn kaˆ ¢d…kwn kaˆ              También respecto a lo justo y lo injusto, lo feo y lo
        a„scrîn kaˆ kalîn kaˆ ¢gaqîn kaˆ kakîn,          bello, lo bueno y lo malo, sobre lo que ahora trata
        perˆ ïn nàn ¹ boul¾ ¹m‹n ™stin, pÒteron tÍ       nuestra deliberación, ¿acaso debemos nosotros
47 d    tîn pollîn dÒxV de‹ ¹m©j ›pesqai kaˆ             seguir la opinión de la mayoría y temerla, o la de
        fobe‹sqai aÙt¾n À tÍ toà ˜nÒj, e‡ t…j ™stin      uno solo que entienda, si lo hay, al cual hay que
        ™pawn, Ön de‹ kaˆ a„scÚnesqai kaˆ               respetar y temer más que a todos los otros juntos?
        fobe‹sqai m©llon À sÚmpantaj toÝj ¥llouj;        Si no seguimos a éste, dañaremos y maltrataremos
        ú e„ m¾ ¢kolouq»somen, diafqeroàmen ™ke‹no       aquello que se mejora con lo justo y se destruye
        kaˆ lwbhsÒmeqa, Ö tù m$n dika…J bšltion          con lo injusto. ¿No es así esto?
        ™g…gneto tù d$ ¢d…kJ ¢pèlluto. À oÙdšn ™sti
        toàto;
  Da Sócrates un paso más en la rgumentación: como no se puede vivir con el cuerpo corrompido,
 tampoco se puede vivir racionalmente dañada el alma y para no dañar el alma hay que seguir, no el
                         parecer del vulgo sino la verdad. Examinémosla.
          SW. Fšre d», ™¦n tÕ ØpÕ toà Øgieinoà m$n       SÓCRATES. — Bien, si lo que se hace mejor por
       bšltion gignÒmenon, ØpÕ toà nosèdouj d$           medio de lo sano y se daña por medio de lo
       diafqeirÒmenon diolšswmen peiqÒmenoi m¾ tÍ        enfermo, lo arruinamos por hacer caso a la opinión
       tîn ™paϊÒntwn dÒxV, «ra biwtÕn ¹m‹n ™stin         de los que no entienden, ¿acaso podríamos vivir al
47 e   diefqarmšnou aÙtoà; œsti dš pou toàto sîma·       estar eso arruinado? Se trata del cuerpo, ¿no es así?
       À oÙc…;
          SW. ’Ar' oân biwtÕn ¹m‹n ™stin met¦ SÓCRATES. — ¿Acaso podemos vivir con un
       mocqhroà kaˆ diefqarmšnou sèmatoj;     cuerpo miserable y arruinado?
          SW. 'All¦ met' ™ke…nou ¥r' ¹m‹n biwtÕn         SÓCRATES. — Pero ¿podemos vivir, acaso,
       diefqarmšnou, ú tÕ ¥dikon m$n lwb©tai, tÕ d$      estando dañado aquello con lo que se arruina lo
       d…kaion Ñn…nhsin; À faulÒteron ¹goÚmeqa           injusto y se ayuda a lo justo? ¿Consideramos que
       enai toà sèmatoj ™ke‹no, Óti pot' ™stˆ tîn       es de menos valor que el cuerpo la parte de
48 a   ¹metšrwn, perˆ Ö ¼ te ¢dik…a kaˆ ¹                nosotros, sea la que fuere, en cuyo entorno están la
       dikaiosÚnh ™st…n;                                 injusticia y la justicia?
          SW. OÙk ¥ra, ð bšltiste, p£nu ¹m‹n oÛtw        SÓCRATES. — Luego, querido amigo, no
       frontistšon t… ™roàsin oƒ polloˆ ¹m©j, ¢ll'       debemos preocuparnos mucho de lo que nos vaya a
       Óti Ð ™pawn perˆ tîn dika…wn kaˆ ¢d…kwn, Ð       decir la mayoría, sino de lo que diga el que
       eŒj kaˆ aÙt¾ ¹ ¢l»qeia. éste prîton m$n           entiende sobre las cosas justas e injustas, aunque
       taÚtV oÙk Ñrqîj e„shgÍ, e„shgoÚmenoj tÁj          sea uno sólo, y de lo que la verdad misma diga. Así
       tîn pollîn dÒxhj de‹n ¹m©j front…zein perˆ        que, en primer término, no fue acertada tu
       tîn dika…wn kaˆ kalîn kaˆ ¢gaqîn kaˆ tîn          propuesta de que debemos preocuparnos de la
       ™nant…wn. “'All¦ m$n d»,” fa…h g' ¥n tij, “oŒo…   opinión de la mayoría acerca de lo justo, lo bello y
48 b   tš e„sin ¹m©j oƒ polloˆ ¢pokteinÚnai.”            lo bueno y sus contrarios. Pero podría decir alguien
                                                         que los más son capaces de condenarnos a muerte.
         KR. DÁla d¾ kaˆ taàta· fa…h g¦r ¥n, ð CRITÓN. — Es evidente que podría decirlo,
       Sèkratej. ¢lhqÁ lšgeij.                 Sócrates.
          SW. 'All', ð qaum£sie, oátÒj te Ð lÒgoj Ön     SÓCRATES. — Tienes razón. Pero, mi 'buen
       dielhlÚqamen œmoige doke‹ œti Ómoioj enai        amigo, este razonamiento que hemos recorrido de
       kaˆ prÒteron· kaˆ tÒnde d$ aâ skÒpei e„ œti       cabo a cabo me parece a mí que es aún el mismo de
       mšnei ¹m‹n À oÜ, Óti oÙ tÕ zÁn perˆ ple…stou      siempre. Examina, además, si también permanece
       poihtšon ¢ll¦ tÕ eâ zÁn.                          firme aún, para nosotros, o no permanece el
                                                         razonamiento de que no hay que considerar lo más
                                                         importante el vivir, sino el vivir bien.
          SW. TÕ d$ eâ kaˆ kalîj kaˆ dika…wj Óti SÓCRATES. — ¿La idea de que vivir bien, vivir
       Platón                                Critón o del deber                                    12
  Como conclusión de lo anterior, lo único que hay que examinar es si es justo o no el escapar de la
                                               prisión.
         KR. Kalîj mšn moi doke‹j lšgein, ð CRITÓN. — Me parece acertado lo que dices,
       Sèkratej, Óra d$ t… drîmen.          Sócrates, mira qué debemos hacer.
  Para preparar Sócrates su argumento definitivo, asienta que jamás se debe obrar mal, ni aun en el
                                  caso de devolver mal por mal.
          SW. OÙdenˆ trÒpJ fam$n ˜kÒntaj              SÓCRATES. — ¿Afirmamos que en ningún caso
       ¢dikhtšon enai, À tinˆ m$n ¢dikhtšon trÒpJ    hay que hacer el mal voluntariamente, o que en
       tinˆ d$ oÜ; À oÙdamîj tÒ ge ¢dike‹n oÜte       unos casos sí y en otros no, o bien que de ningún
       ¢gaqÕn oÜte kalÒn, æj poll£kij ¹m‹n kaˆ ™n     modo es bueno y honrado hacer el mal, tal como
       tù œmprosqen crÒnJ æmolog»qh; [Óper kaˆ        hemos convenido muchas veces anteriormente?
       Platón                                  Critón o del deber                                 13
       ¥rti ™lšgeto] À p©sai ¹m‹n ™ke‹nai aƒ           Eso es también lo que acabamos de decir. ¿Acaso
       prÒsqen Ðmolog…ai ™n ta‹sde ta‹j Ñl…gaij        todas nuestras ideas comunes de antes se han
       ¹mšraij ™kkecumšnai e„s…n, kaˆ p£lai, ð         desvanecido en estos pocos días y, desde hace
49 b   Kr…twn, ¥ra thliko…de [gšrontej] ¥ndrej prÕj    tiempo, Critón, hombres ya viejos, dialogamos uno
       ¢ll»louj spoudÍ dialegÒmenoi ™l£qomen           con otro, seriamente sin darnos cuenta de que en
       ¹m©j aÙtoÝj pa…dwn oÙd$n diafšrontej; À         nada nos distinguimos de los niños? O, más bien,
       pantÕj m©llon oÛtwj œcei ésper tÒte             es totalmente como nosotros decíamos entonces, lo
       ™lšgeto ¹m‹n· e‡te fasˆn oƒ polloˆ e‡te m»,     afirme o lo niegue la mayoría; y, aunque tengamos
       kaˆ e‡te de‹ ¹m©j œti tînde calepètera          que sufrir cosas aún más penosas que las presentes,
       p£scein e‡te kaˆ prvÒtera, Ómwj tÒ ge           o bien más agradables, ¿cometer injusticia no es,
       ¢dike‹n tù ¢dikoànti kaˆ kakÕn kaˆ a„scrÕn      en todo caso, malo y vergonzoso para el que la
       tugc£nei ×n pantˆ trÒpJ; fam$n À oÜ;            comete? ¿Lo afirmamos o no?
             SW. OÙdamîj ¥ra de‹ ¢dike‹n.              SÓCRATES. — Luego de ningún modo se debe
                                                       cometer injusticia.
          SW. OÙd$ ¢dikoÚmenon ¥ra ¢ntadike‹n, æj SÓCRATES. — Por tanto, tampoco si se recibe
       oƒ polloˆ o‡ontai, ™peid» ge oÙdamîj de‹ injusticia se debe responder con la injusticia, como
       ¢dike‹n.                                   cree la mayoría, puesto que de ningún modo se
                                                  debe cometer injusticia.
             SW. T… d$ d»; kakourge‹n de‹, ð Kr…twn, À SÓCRATES. — ¿Se debe hacer mal, Critón, o no?
       oÜ;
          SW. TÕ g£r pou kakîj poie‹n ¢nqrèpouj SÓCRATES. — Pues el hacer daño a la gente en
       toà ¢dike‹n oÙd$n diafšrei.              nada se distingue de cometer injusticia.
          SW. OÜte ¥ra ¢ntadike‹n de‹ oÜte kakîj       SÓCRATES. — Luego no se debe responder con
       poie‹n oÙdšna ¢nqrèpwn, oÙd' ¨n Ðtioàn          la injusticia ni hacer mal a ningún hombre,
49 d   p£scV Øp' aÙtîn. kaˆ Óra, ð Kr…twn, taàta       cualquiera que sea el daño que se reciba de él.
       kaqomologîn, Ópwj m¾ par¦ dÒxan ÐmologÍj·       Procura, Critón, no aceptar esto contra tu opinión,
       oda g¦r Óti Ñl…goij tisˆ taàta kaˆ doke‹ kaˆ   si lo aceptas; yo sé, ciertamente, que esto lo
       dÒxei. oŒj oân oÛtw dšdoktai kaˆ oŒj m»,        admiten y lo admitirán unas pocas personas. No es
       toÚtoij oÙk œsti koin¾ boul», ¢ll¦ ¢n£gkh       posible una determinación común para los que han
       toÚtouj ¢ll»lwn katafrone‹n Ðrîntaj             formado su opinión de esta manera y para los que
       ¢ll»lwn t¦ bouleÚmata. skÒpei d¾ oân kaˆ        mantienen lo contrario, sino que es necesario que
       sÝ eâ m£la pÒteron koinwne‹j kaˆ sundoke‹       se desprecien unos a otros, cuando ven la
       soi kaˆ ¢rcèmeqa ™nteàqen bouleuÒmenoi, æj      determinación de la otra parte. Examina muy bien,
       oÙdšpote Ñrqîj œcontoj oÜte toà ¢dike‹n         pues, también tú si estás de acuerdo y te parece
       oÜte toà ¢ntadike‹n oÜte kakîj p£sconta         bien, y si debemos iniciar nuestra deliberación a
       Platón                                   Critón o del deber                                     14
        ¢mÚnesqai ¢ntidrînta kakîj, À ¢f…stasai partir de este principio, de que jamás es bueno ni
49 e    kaˆ oÙ koinwne‹j tÁj ¢rcÁj;                  cometer injusticia, ni responder a la injusticia con
                                                     la injusticia, ni responder haciendo mal cuando se
                                                     recibe el mal. ¿O bien te apartas y no participas de
                                                     este principio?
        ™moˆ m$n g¦r kaˆ p£lai oÛtw kaˆ nàn œti En cuanto a mí, así me parecía antes y me lo sigue
        doke‹, soˆ d$ e‡ pV ¥llV dšdoktai, lšge kaˆ pareciendo ahora, pero si a ti te parece de otro
        d…daske. e„ d' ™mmšneij to‹j prÒsqe, tÕ met¦ modo, dilo y explícalo. Pero si te mantienes en lo
        toàto ¥koue.                                 anterior, escucha lo que sigue.
          KR. 'All' ™mmšnw te kaˆ sundoke‹ moi· CRITÓN. — Me mantengo y también me parece a
        ¢ll¦ lšge.                              mí. Continúa.
           SW. Lšgw d¾ aâ tÕ met¦ toàto, m©llon d' SÓCRATES. — Digo lo siguiente, más bien
        ™rwtî· pÒteron § ¥n tij Ðmolog»sV tJ d…kaia pregunto: ¿las cosas que se ha convenido con
        Ônta poihtšon À ™xapathtšon;                alguien que son justas hay que hacerlas o hay que
                                                    darles una salida falsa?
           SW. 'Ek toÚtwn d¾ ¥qrei. ¢piÒntej ™nqšnde     SÓCRATES. — A partir de esto, reflexiona. Si
50 a    ¹me‹j m¾ pe…santej t¾n pÒlin pÒteron kakîj       nosotros nos vamos de aquí sin haber persuadido a
        tinaj poioàmen, kaˆ taàta oÞj ¼kista de‹, À      la ciudad, ¿hacemos daño a alguien y,
        oÜ; kaˆ ™mmšnomen oŒj æmolog»samen dika…oij      precisamente, a quien me nos se debe, o no? ¿Nos
        oâsin À oÜ;                                      mantenemos en lo que hemos acordado que es
                                                         justo, o no?
           SW. 'All' ïde skÒpei. e„ mšllousin ¹m‹n       SÓCRATES. — Considéralo de este modo. Si
        ™nqšnde e‡te ¢podidr£skein, e‡q' Ópwj de‹        cuando nosotros estemos a punto de escapar de
        Ñnom£sai toàto, ™lqÒntej oƒ nÒmoi kaˆ tÕ         aquí, o como haya que llamar a esto, vinieran las
        koinÕn tÁj pÒlewj ™pist£ntej œrointo· “E„pš      leyes y el común de la ciudad y, colocándose
        moi, ð Sèkratej, t… ™n nù œceij poie‹n; ¥llo     delante, nos dijeran: «Dime, Sócrates, ¿qué tienes
50 b    ti À toÚtJ tù œrgJ ú ™piceire‹j dianoÍ toÚj      intención de hacer? ¿No es cierto que, por medio
        te nÒmouj ¹m©j ¢polšsai kaˆ sÚmpasan t¾n         de esta acción que intentas, tienes el propósito, en
        pÒlin tÕ sÕn mšroj; À doke‹ soi oŒÒn te œti      lo que de ti depende, de destruirnos a nosotras y a
        ™ke…nhn t¾n pÒlin enai kaˆ m¾ ¢natetr£fqai,     toda la ciudad? ¿Te parece a ti que puede aún
        ™n Î ¨n aƒ genÒmenai d…kai mhd$n „scÚwsin        existir sin arruinarse la ciudad en la que los juicios
        ¢ll¦ ØpÕ „diwtîn ¥kuro… te g…gnwntai kaˆ         que se producen no tienen efecto alguno, sino que
        diafqe…rwntai;” t… ™roàmen, ð Kr…twn, prÕj       son invalidados por particulares y quedan
        taàta kaˆ ¥lla toiaàta; poll¦ g¦r ¥n tij         anulados?» ¿Qué vamos a responder, Critón, a
        œcoi, ¥llwj te kaˆ ·»twr, e„pe‹n Øp$r toÚtou     estas preguntas y a otras semejantes? Cualquiera,
        toà nÒmou ¢pollumšnou Öj t¦j d…kaj t¦j           especialmente un orador, podría dar muchas
        dikasqe…saj prost£ttei kur…aj enai. À           razones en defensa de la ley, que intentamos
50 c    ™roàmen prÕj aÙtoÝj Óti “'Hd…kei g¦r ¹m©j ¹      destruir, que ordena que los juicios que han sido
        pÒlij kaˆ oÙk Ñrqîj t¾n d…khn œkrinen;”          sentenciados sean firmes. ¿Acaso les diremos: «La
        taàta À t… ™roàmen;                              ciudad ha obrado injustamente con nosotros y no
                                                         ha llevado el juicio rectamente»? ¿Les vamos a
                                                         decir eso?
       Platón                                 Critón o del deber                                      15
Las leyes recuerdan a Sócrates lo que éste les debe en todos los órdenes físico y moral.
          SW. T… oân ¨n e‡pwsin oƒ nÒmoi· “’W          SÓCRATES. — Quizá dijeran las leyes: «¿Es esto,
       Sèkratej, Ã kaˆ taàta æmolÒghto ¹m‹n te         Sócrates, lo que hemos convenido tú y nosotras, o
       kaˆ so…, À ™mmene‹n ta‹j d…kaij aŒj ¨n ¹        bien que hay que permanecer fiel a las sentencias
       pÒlij dik£zV;” e„ oân aÙtîn qaum£zoimen         que dicte la ciudad?» Si nos extrañáramos de sus
       legÒntwn, ‡swj ¨n e‡poien Óti “’W Sèkratej,     palabras, quizá dijeran: «Sócrates no te extrañes de
       m¾ qaÚmaze t¦ legÒmena ¢ll' ¢pokr…nou,          lo que decimos, sino respóndenos, puesto que
       ™peid¾ kaˆ e‡wqaj crÁsqai tù ™rwt©n te kaˆ      tienes la costumbre de servirte de preguntas y
50 d   ¢pokr…nesqai. fšre g£r, t… ™gkalîn ¹m‹n kaˆ     respuestas. Veamos, ¿qué acusación tienes contra
       tÍ pÒlei ™piceire‹j ¹m©j ¢pollÚnai; oÙ          nosotras y contra la ciudad para intentar
       prîton mšn se ™genn»samen ¹me‹j, kaˆ di'        destruimos? En primer lugar, ¿no te hemos dado
       ¹mîn œlabe t¾n mhtšra sou Ð pat¾r kaˆ           nosotras la vida y, por medio de nosotras, desposó
       ™fÚteusšn se; fr£son oân, toÚtoij ¹mîn, to‹j    tu padre a tu madre y te engendró? Dinos,
       nÒmoij to‹j perˆ toÝj g£mouj, mšmfV ti æj oÙ    entonces, ¿a las leyes referentes al matrimonio les
       kalîj œcousin;” “OÙ mšmfomai,” fa…hn ¥n.        censuras algo que no esté bien?» «No las censuro»,
       “'All¦ to‹j perˆ t¾n toà genomšnou trof»n te    diría yo. «Entonces, ¿a las que se refieren a la
       kaˆ paide…an ™n Î kaˆ sÝ ™paideÚqhj; À oÙ       crianza del nacido y a la educación en la que te has
       kalîj prosštatton ¹mîn oƒ ™pˆ toÚtJ             educado? ¿Acaso las que de nosotras estaban
       tetagmšnoi nÒmoi, paraggšllontej tù patrˆ       establecidas para ello no disponían bien ordenando
       tù sù se ™n mousikÍ kaˆ gumnastikÍ              a tu padre que te educara en la música y en la
50 e   paideÚein;” “Kalîj,” fa…hn ¥n. “Een. ™peid¾    gimnasia?» «Sí disponían bien», diría yo.
       d$ ™gšnou te kaˆ ™xetr£fhj kaˆ ™paideÚqhj,      «Después que hubiste nacido y hubiste sido criado
       œcoij ¨n e„pe‹n prîton m$n æj oÙcˆ ¹mšteroj     y educado, ¿podrías decir, en principio, que no eras
       Ãsqa kaˆ œkgonoj kaˆ doàloj, aÙtÒj te kaˆ oƒ    resultado de nosotras y nuestro esclavo, tú y tus
       soˆ prÒgonoi; kaˆ e„ toàq' oÛtwj œcei, «r' ™x   ascendientes? Si esto es así, ¿acaso crees que los
       ‡sou o‡ei enai soˆ tÕ d…kaion kaˆ ¹m‹n, kaˆ    derechos son los mismos para ti y para nosotras, y
       ¤tt' ¨n ¹me‹j se ™piceirîmen poie‹n, kaˆ soˆ    es justo para ti responder haciéndonos, a tu vez, lo
       taàta ¢ntipoie‹n o‡ei d…kaion enai; À prÕj     que nosotras intentemos hacerte? Ciertamente no
       m$n ¥ra soi tÕn patšra oÙk ™x ‡sou Ãn tÕ        serían iguales tus derechos respecto a tu padre y
       d…kaion kaˆ prÕj despÒthn, e‡ soi ín            respecto a tu dueño, si lo tuvieras, como para que
       ™tÚgcanen, éste ¤per p£scoij taàta kaˆ          respondieras haciéndoles lo que ellos te hicieran,
51 a   ¢ntipoie‹n, oÜte kakîj ¢koÚonta ¢ntilšgein      insultando a tu vez al ser insultado, o golpeando al
       oÜte tuptÒmenon ¢ntitÚptein oÜte ¥lla           ser golpeado, y así sucesivamente. ¿Te sería
       toiaàta poll£· prÕj d$ t¾n patr…da ¥ra kaˆ      posible, en cambio, hacerlo con la patria y las
       toÝj nÒmouj ™xšstai soi, éste, ™£n se           leyes, de modo que si nos proponemos matarte,
       ™piceirîmen    ¹me‹j    ¢pollÚnai    d…kaion    porque lo consideramos justo, por tu parte intentes,
       ¹goÚmenoi enai, kaˆ sÝ d$ ¹m©j toÝj nÒmouj     en la medida de tus fuerzas, destruimos a nosotras,
       kaˆ t¾n patr…da kaq' Óson dÚnasai               las leyes, y a la patria, y afirmes que al hacerlo
       ™piceir»seij ¢ntapollÚnai, kaˆ f»seij           obras justamente, tú, el que en verdad se preocupa
       taàta poiîn d…kaia pr£ttein, Ð tÍ ¢lhqe…v       de la virtud? ¿Acaso eres tan sabio que te pasa
       tÁj ¢retÁj ™pimelÒmenoj; À oÛtwj e sofÕj       inadvertido que la patria merece más honor que la
       éste lšlhqšn se Óti mhtrÒj te kaˆ patrÕj        madre, que el padre y que todos los antepasados,
       kaˆ tîn ¥llwn progÒnwn ¡p£ntwn timièterÒn       que es más venerable y más santa y que es digna de
       ™stin patrˆj kaˆ semnÒteron kaˆ ¡gièteron       la mayor estimación entre los dioses y entre los
       kaˆ ™n me…zoni mo…rv kaˆ par¦ qeo‹j kaˆ par'    hombres de juicio? ¿Te pasa inadvertido que hay
51 b   ¢nqrèpoij to‹j noàn œcousi, kaˆ sšbesqai de‹    que respetarla y ceder ante la patria y halagarla, si
       kaˆ m©llon Øpe…kein kaˆ qwpeÚein patr…da        está irritada, más aún que al padre; que hay que
       calepa…nousan À patšra, kaˆ À pe…qein À         convencerla u obedecerla haciendo lo que ella
       poie‹n § ¨n keleÚV, kaˆ p£scein ™£n ti          disponga; que hay que padecer sin oponerse a ello,
       prost£ttV paqe‹n ¹suc…an ¥gonta, ™£nte          si ordena padecer algo; que si ordena recibir
       tÚptesqai ™£nte de‹sqai, ™£nte e„j pÒlemon      golpes, sufrir prisión, o llevarte a la guerra para ser
       Platón                                Critón o del deber                                     16
       ¥gV    trwqhsÒmenon      À   ¢poqanoÚmenon,     herido o para morir, hay que hacer esto porque es
       poihtšon taàta, kaˆ tÕ d…kaion oÛtwj œcei,      lo justo, y no hay que ser débil ni retroceder ni
       kaˆ oÙcˆ Øpeiktšon oÙd$ ¢nacwrhtšon oÙd$        abandonar el puesto, sino que en la guerra, en el
       leiptšon t¾n t£xin, ¢ll¦ kaˆ ™n polšmJ kaˆ      tribunal y en todas partes hay que hacer lo que la
       ™n dikasthr…J kaˆ pantacoà poihtšon § ¨n        ciudad y la patria ordene, o persuadirla de lo que es
       keleÚV ¹ pÒlij kaˆ ¹ patr…j, À pe…qein aÙt¾n    justo; y que es impío hacer violencia a la madre y
51 c   Î tÕ d…kaion pšfuke· bi£zesqai d$ oÙc Ósion     al padre, pero lo es mucho más aún a la patria?»
       oÜte mhtšra oÜte patšra, polÝ d$ toÚtwn œti     ¿Qué vamos a decir a esto, Critón? ¿Dicen la
       Âtton t¾n patr…da;” t… f»somen prÕj taàta, ð    verdad las leyes o no?
       Kr…twn; ¢lhqÁ lšgein toÝj nÒmouj À oÜ;
Además Sócrates al huir quebrantaría un compromiso contraído libremente con ellas al establecerse
                                          en la ciudad.
          SW. “SkÒpei to…nun, ð Sèkratej,” fa‹en ¨n    SÓCRATES. — Tal vez dirían aún las leyes:
       ‡swj oƒ nÒmoi, “e„ ¹me‹j taàta ¢lhqÁ lšgomen,   «Examina, además, Sócrates, si es verdad lo que
       Óti oÙ d…kaia ¹m©j ™piceire‹j dr©n § nàn        nosotras decimos, que no es justo que trates de
       ™piceire‹j. ¹me‹j g£r se genn»santej,           hacernos lo que ahora intentas. En efecto, nosotras
51 d   ™kqršyantej,      paideÚsantej,    metadÒntej   te hemos engendrado, criado, educado y te hemos
       ¡p£ntwn ïn oŒo… t' Ãmen kalîn soˆ kaˆ to‹j      hecho participe, como a todos los demás
       ¥lloij p©sin pol…taij, Ómwj pro agoreÚomen      ciudadanos, de todos los bienes de que éramos
       tù ™xous…an pepoihkšnai 'Aqhna…wn tù            capaces; a pesar de esto proclamamos la libertad,
       boulomšnJ, ™peid¦n dokimasqÍ kaˆ ‡dV t¦ ™n      para el ateniense que lo quiera, una vez que haya
       tÍ pÒlei pr£gmata kaˆ ¹m©j toÝj nÒmouj, ú       hecho la prueba legal para adquirir los derechos
       ¨n m¾ ¢ršskwmen ¹me‹j, ™xe‹nai labÒnta t¦       ciudadanos y, haya conocido los asuntos públicos y
       aØtoà ¢pišnai Ópoi ¨n boÚlhtai. kaˆ oÙdeˆj      a nosotras, las leyes, de que, si no le parecemos
       ¹mîn tîn nÒmwn ™mpodèn ™stin oÙd'               bien, tome lo suyo y se vaya adonde quiera.
       ¢pagoreÚei, ™£nte tij boÚlhtai Ømîn e„j         Ninguna de nosotras, las leyes, lo impide, ni
       ¢poik…an „šnai, e„ m¾ ¢ršskoimen ¹me‹j te kaˆ   prohíbe que, si alguno de vosotros quiere
       ¹ pÒlij, ™£nte metoike‹n ¥llosš poi ™lqèn,      trasladarse a una colonia, si no le agradamos
       „šnai ™ke‹se Ópoi ¨n boÚlhtai, œconta t¦        nosotras y la ciudad, o si quiere ir a otra parte y
51 e   aØtoà.                                          vivir en el extranjero, que se marche adonde quiera
                                                       llevándose lo suyo.
       Öj d' ¨n Ømîn parame…nV, Ðrîn Ön trÒpon         »El que de vosotros se quede aquí viendo de qué
       ¹me‹j t£j te d…kaj dik£zomen kaˆ t«lla t¾n      modo celebramos los juicios y administramos la
       pÒlin dioikoàmen, ½dh fam$n toàton              ciudad en los demás aspectos, afirmamos que éste,
       æmologhkšnai œrgJ ¹m‹n § ¨n ¹me‹j               de hecho, ya está de acuerdo con nosotras en que
       keleÚwmen poi»sein taàta, kaˆ tÕn m¾            va a hacer lo que nosotras ordenamos, y decimos
       peiqÒmenon tricÍ famen ¢dike‹n, Óti te          que el que no obedezca es tres veces culpable,
       gennhta‹j oâsin ¹m‹n oÙ pe…qetai, kaˆ Óti       porque le hemos dado la vida, y no nos obedece,
       trofeàsi, kaˆ Óti Ðmolog»saj ¹m‹n pe…sesqai     porque lo hemos criado y se ha comprometido a
52 a   oÜte pe…qetai oÜte pe…qei ¹m©j, e„ m¾ kalîj     obedecemos, y no nos obedece ni procura
       ti poioàmen, protiqšntwn ¹mîn kaˆ oÙk           persuadirnos si no hacemos bien alguna cosa.
       ¢gr…wj ™pitattÒntwn poie‹n § ¨n keleÚwmen,      Nosotras proponemos hacer lo que ordenamos y no
       ¢ll¦ ™fišntwn duo‹n q£tera, À pe…qein ¹m©j      lo imponemos violentamente, sino que permitimos
       À poie‹n, toÚtwn oÙdštera poie‹. taÚtaij d»     una opción entre dos, persuadirnos u obedecernos;
       famen kaˆ sš, ð Sèkratej, ta‹j a„t…aij          y el que no obedece no cumple ninguna de las dos.
       ™nšxesqai, e‡per poi»seij § ™pinoe‹j, kaˆ oÙc   Decimos, Sócrates, que tú vas a quedar sujeto a
       ¼kista 'Aqhna…wn sš, ¢ll' ™n to‹j m£lista.”     estas inculpaciones y no entre los que menos de los
                                                       atenienses, sino entre los que más, si haces lo que
                                                       planeas.»
       Platón                                         Critón o del deber                                          17
 Sócrates especialmente está más obligado por el mucho amor que siempre ha mostrado a la ciudad
                                    no queriendo salir de ella.
       e„ oân ™gë e‡poimi· “Di¦ t… d»;” ‡swj ¥n mou              Si entonces yo dijera: «¿Por qué, exactamente?»,
       dika…wj kaq£ptointo lšgontej Óti ™n to‹j                  quizá me respondieran con justicia diciendo que
       m£lista 'Aqhna…wn ™gë aÙto‹j æmologhkëj                   precisamente yo he aceptado este compromiso
       tugc£nw taÚthn t¾n Ðmolog…an. fa‹en g¦r ¨n                como muy pocos atenienses. Dirían: «Tenemos
52 b   Óti “’W Sèkratej, meg£la ¹m‹n toÚtwn                      grandes pruebas, Sócrates, de que nosotras y la
       tekm»ri£ ™stin, Óti soi kaˆ ¹me‹j ºršskomen               ciudad te parecemos bien. En efecto, de ningún
       kaˆ ¹ pÒlij· oÙ g¦r ¥n pote tîn ¥llwn                     modo hubieras permanecido en la ciudad más
       'Aqhna…wn ¡p£ntwn diaferÒntwj ™n aÙtÍ                     destacadamente que todos los otros ciudadanos9, si
       ™ped»meij e„ m» soi diaferÒntwj ½resken, kaˆ              ésta no te hubiera agradado especialmente, sin que
       oÜt' ™pˆ qewr…an pèpot' ™k tÁj pÒlewj                     hayas salido nunca de ella para una fiesta, excepto
       ™xÁlqej, Óti m¾ ¤pax e„j 'IsqmÒn, oÜte ¥llose             una vez al Istmo, ni a ningún otro territorio a no ser
       oÙdamÒse, e„ m» poi strateusÒmenoj, oÜte                  como soldado; tampoco hiciste nunca, como hacen
       ¥llhn ¢podhm…an ™poi»sw pèpote ésper oƒ                   los demás, ningún viaje al extranjero, ni tuviste
       ¥lloi ¥nqrwpoi, oÙd' ™piqum…a se ¥llhj                    deseo de conocer otra ciudad y otras leyes, sino
       pÒlewj oÙd$ ¥llwn nÒmwn œlaben e„dšnai,                   que nosotras y la ciudad éramos satisfactorias para
       ¢ll¦ ¹me‹j soi ƒkanoˆ Ãmen kaˆ ¹ ¹metšra                  ti. Tan plenamente nos elegiste y acordaste vivir
52 c   pÒlij· oÛtw sfÒdra ¹m©j Åroà kaˆ æmolÒgeij                como ciudadano según nuestras normas, que
       kaq' ¹m©j politeÚsesqai, t£ te ¥lla kaˆ                   incluso tuviste hijos en esta ciudad, sin duda
       pa‹daj ™n aÙtÍ ™poi»sw, æj ¢reskoÚshj soi                 porque te encontrabas bien en ella. Aún más, te
       tÁj pÒlewj. œti to…nun ™n aÙtÍ tÍ d…kV ™xÁn               hubiera sido posible, durante el proceso mismo,
       soi fugÁj tim»sasqai e„ ™boÚlou, kaˆ Óper                 proponer para ti el destierro, si lo hubieras querido,
       nàn ¢koÚshj tÁj pÒlewj ™piceire‹j, tÒte                   y hacer entonces, con el consentimiento de la
       ˜koÚshj     poiÁsai. sÝ       d$   tÒte   m$n             ciudad, lo que ahora intentas hacer contra su
       ™kallwp…zou æj oÙk ¢ganaktîn e„ dšoi                      voluntad. Entonces tú te jactabas de que no te
       teqn£nai se, ¢ll¦ Åroà, æj œfhsqa, prÕ tÁj                irritarías, si tenías que morir, y elegías, según
       fugÁj q£naton· nàn d$ oÜt' ™ke…nouj toÝj                  decías, la muerte antes que el destierro. En cambio,
       lÒgouj a„scÚnV, oÜte ¹mîn tîn nÒmwn                       ahora, ni respetas aquellas palabras ni te cuidas de
       ™ntršpV, ™piceirîn diafqe‹rai, pr£tteij te                nosotras, las leyes, intentando destruirnos; obras
       ¤per ¨n doàloj Ð faulÒtatoj pr£xeien,                     como obraría el más vil esclavo intentando
52 d   ¢podidr£skein ™piceirîn par¦ t¦j sunq»kaj                 escaparte en contra de los pactos y acuerdos con
       te kaˆ t¦j Ðmolog…aj kaq' §j ¹m‹n sunšqou                 arreglo a los cuales conviniste con nosotras que
       politeÚesqai. prîton m$n oân ¹m‹n toàt' aÙtÕ              vivirías como ciudadano. En primer lugar,
       ¢pÒkrinai, e„ ¢lhqÁ lšgomen f£skontšj se                  respóndenos si decimos verdad al insistir en que tú
       æmologhkšnai politeÚsesqai kaq' ¹m©j œrgJ                 has convenido vivir como ciudadano según
       ¢ll' oÙ lÒgJ, À oÙk ¢lhqÁ.” t… fîmen prÕj                 nuestras normas con actos y no con palabras, o
       taàta, ð Kr…twn; ¥llo ti À Ðmologîmen;                    bien si no es verdad.» ¿Qué vamos a decir a esto,
                                                                 Critón? ¿No es cierto que estamos de acuerdo?
          SW. “”Allo ti oân,” ¨n fa‹en, “À sunq»kaj              SÓCRATES. — «No es cierto —dirían ellas— que
52 e   t¦j prÕj ¹m©j aÙtoÝj kaˆ Ðmolog…aj                        violas los pactos y los acuerdos con nosotras, sin
       paraba…neij, oÙc ØpÕ ¢n£gkhj Ðmolog»saj                   que los hayas convenido bajo coacción o engaño y
       oÙd$ ¢pathqeˆj oÙd$ ™n Ñl…gJ crÒnJ                        sin estar obligado a tomar una decisión en poco
       ¢nagkasqeˆj bouleÚsasqai, ¢ll' ™n œtesin                  tiempo, sino durante setenta años10, en los que te
       ˜bdom»konta, ™n oŒj ™xÁn soi ¢pišnai, e„ m¾               fue posible ir a otra parte, si no te agradábamos o te
       9
         Sócrates no había salido de Atenas, más que en cumplimiento de sus deberes militares. La fiesta en el Istmo
       no supone contradicción. El mismo cita, en Apología 28c, los lugares de las campañas.
       10
          Es la edad de Sócrates, y las leyes suponen que durante toda su vida ha podido reflexionar si le gustaban o
       no las leyes que regian la ciudad.
       Platón                                           Critón o del deber                                       18
       ºršskomen ¹me‹j mhd$ d…kaiai ™fa…nontÒ soi                  parecía que los acuerdos no eran justos. Pero tú no
       aƒ Ðmolog…ai enai. sÝ d$ oÜte Lakeda…mona                  has preferido a Lacedemonia ni a Creta, cuyas
       proVroà oÜte Kr»thn, §j d¾ ˜k£stote fÊj                     leyes afirmas continuamente que son buenas, ni a
53 a   eÙnome‹sqai, oÜte ¥llhn oÙdem…an tîn                        ninguna otra ciudad griega ni bárbara; al contrario,
       `Ellhn…dwn pÒlewn oÙd$ tîn barbarikîn,                      te has ausentado de Atenas menos que los cojos,
       ¢ll¦ ™l£ttw ™x aÙtÁj ¢ped»mhsaj À oƒ                        los ciegos y otros lisiados. Hasta tal punto a ti más
       cwlo… te kaˆ tufloˆ kaˆ oƒ ¥lloi ¢n£phroi·                  especialmente que a los demás atenienses, te
       oÛtw soi diaferÒntwj tîn ¥llwn 'Aqhna…wn                    agradaba la ciudad y evidentemente nosotras, las
       ½resken ¹ pÒlij te kaˆ ¹me‹j oƒ nÒmoi dÁlon                 leyes. ¿Pues a quién le agradaría una ciudad sin
       Óti· t…ni g¦r ¨n pÒlij ¢ršskoi ¥neu nÒmwn;                  leyes? ¿Ahora no vas a permanecer fiel a los
       nàn d$ d¾ oÙk ™mmene‹j to‹j æmologhmšnoij;                  acuerdos? Sí permanecerás, si nos haces caso,
       ™¦n ¹m‹n ge pe…qV, ð Sèkratej· kaˆ oÙ                       Sócrates, y no caerás en ridículo saliendo de la
       katagšlastÒj ge œsV ™k tÁj pÒlewj ™xelqèn.                  ciudad.
     Además, de huir, se seguirían muchos males: daría pie para que juzgasen justa la sentencia,
  aparecería vergonzosamente inconsecuente a sus doctrinas, deseoso, a su edad, ridículamente de
                   vivir, y no ganaría nada en cuanto a la educación de los hijos.
          “SkÒpei g¦r d», taàta parab¦j kaˆ                        »Si tú violas estos acuerdos y faltas en algo, exami-
       ™xamart£nwn ti toÚtwn t… ¢gaqÕn ™rg£sV                      na qué beneficio te harás a ti mismo y a tus amigos.
       sautÕn À toÝj ™pithde…ouj toÝj sautoà. Óti                  Que también tus amigos corren peligro de ser
53 b   m$n g¦r kinduneÚsous… gš sou oƒ ™pit»deioi                  desterrados, de ser privados de los derechos
       kaˆ aÙtoˆ feÚgein kaˆ sterhqÁnai tÁj pÒlewj                 ciudadanos o de perder sus bienes es casi evidente.
       À t¾n oÙs…an ¢polšsai, scedÒn ti dÁlon·                     Tú mismo, en primer lugar, si vas a una de las
       aÙtÕj d$ prîton m$n ™¦n e„j tîn ™ggÚtat£                    ciudades próximas, Tebas o Megara11, pues ambas
       tina pÒlewn œlqVj, À Q»baze À Mšgar£de–                     tienen buenas leyes, llegarás como enemigo de su
       eÙnomoàntai g¦r ¢mfÒterai–polšmioj ¼xeij,                   sistema político y todos los que se preocupan de
       ð Sèkratej, tÍ toÚtwn polite…v, kaˆ Ósoiper                 sus ciudades te mirarán con suspicacia
       k»dontai tîn aØtîn pÒlewn Øpoblšyonta… se                   considerándote destructor de las leyes; confirmarás
       diafqorša ¹goÚmenoi tîn nÒmwn, kaˆ                          para tus jueces la opinión de que se ha sentenciado
       bebaièseij to‹j dikasta‹j t¾n dÒxan, éste                   rectamente el proceso. En efecto, el que es des-
53 c   doke‹n Ñrqîj t¾n d…khn dik£sai· Óstij g¦r                   tructor de las leyes, parecería fácilmente que es
       nÒmwn diafqoreÚj ™stin sfÒdra pou dÒxeien                   también corruptor de jóvenes y de gentes de poco
       ¨n nšwn ge kaˆ ¢no»twn ¢nqrèpwn                             espíritu. ¿Acaso vas a evitar las ciudades con
       diafqoreÝj enai. pÒteron oân feÚxV t£j te                  buenas leyes y los hombres más honrados? ¿Y si
       eÙnomoumšnaj pÒleij kaˆ tîn ¢ndrîn toÝj                     haces eso, te valdrá la pena vivir? O bien si te
       kosmiwt£touj; kaˆ toàto poioànti «ra ¥xiÒn                  diriges a ellos y tienes la desvergüenza de
       soi zÁn œstai; À plhsi£seij toÚtoij kaˆ                     conversar, ¿con qué pensamientos lo harás,
       ¢naiscunt»seij dialegÒmenoj–t…naj lÒgouj,                   Sócrates? ¿Acaso con los mismos que aquí, a
       ð Sèkratej; À oÛsper ™nq£de, æj ¹ ¢ret¾ kaˆ                 saber, que lo más importante para los hombres es la
       ¹ dikaiosÚnh ple…stou ¥xion to‹j ¢nqrèpoij                  virtud y la justicia, y también la legalidad y las
       kaˆ t¦ nÒmima kaˆ oƒ nÒmoi; kaˆ oÙk o‡ei                    leyes? ¿No crees que parecerá vergonzoso el
53 d   ¥schmon [¨n] fane‹sqai tÕ toà Swkr£touj                     comportamiento de Sócrates? Hay que creer que sí.
       pr©gma; o‡esqa… ge cr». ¢ll' ™k m$n toÚtwn                  Pero tal vez vas a apartarte de estos lugares; te irás
       tîn tÒpwn ¢pare‹j, ¼xeij d$ e„j Qettal…an                   a Tesalia con los huéspedes de Critón. En efecto,
       par¦ toÝj xšnouj toÝj Kr…twnoj; ™ke‹ g¦r d¾                 allí hay la mayor indisciplina y libertinaje, —y
       ple…sth ¢tax…a kaˆ ¢kolas…a, kaˆ ‡swj ¨n                    quizá les guste oírte de qué manera tan graciosa te
       ¹dšwj sou ¢koÚoien æj gelo…wj ™k toà                        escapaste de la cárcel poniéndote un disfraz o
       desmwthr…ou ¢ped…draskej skeu»n tš tina                     echándote encima una piel o usando cualquier otro
       periqšmenoj, À difqšran labën À ¥lla oŒa d¾                 medio habitual para los fugitivos, desfigurando tu
       e„èqasin ™nskeu£zesqai oƒ ¢podidr£skontej,                  propio aspecto. ¿No habrá nadie que diga que,
       kaˆ tÕ scÁma tÕ sautoà metall£xaj· Óti d$                   siendo un hombre al que presumiblemente le queda
       11
            Estas ciudades están citadas también, en este mismo sentido, en Fedón 99 a.
       Platón                                   Critón o del deber                                     19
53 e   gšrwn ¢n»r, smikroà crÒnou tù b…J loipoà           poco tiempo de vida, tienes el descaro de desear
       Ôntoj æj tÕ e„kÒj, ™tÒlmhsaj oÛtw gl…scrwj         vivir tan afanosamente, violando las leyes más
       ™piqume‹n zÁn, nÒmouj toÝj meg…stouj               importantes? Quizá no lo haya, si no molestas a
       parab£j, oÙdeˆj Öj ™re‹; ‡swj, ¨n m» tina          nadie; en caso contrario, tendrás que oír muchas
       lupÍj· e„ d$ m», ¢koÚsV, ð Sèkratej, poll¦         cosas indignas. ¿Vas a vivir adulando y sirviendo a
       kaˆ ¢n£xia sautoà. ØpercÒmenoj d¾ bièsV            todos? ¿Qué vas a hacer en Tesalia sino darte
       p£ntaj ¢nqrèpouj kaˆ douleÚwn– t… poiîn À          buena vida como si hubieras hecho el viaje allí para
       eÙwcoÚmenoj ™n Qettal…v, ésper ™pˆ de‹pnon         ir a un banquete? ¿Dónde se nos habrán ido
       ¢podedhmhkëj e„j Qettal…an; lÒgoi d$               aquellos discursos sobre la justicia y las otras
       ™ke‹noi oƒ perˆ dikaiosÚnhj te kaˆ tÁj ¥llhj       formas de virtud? ¿Sin duda quieres vivir por tus
54 a   ¢retÁj poà ¹m‹n œsontai; ¢ll¦ d¾ tîn               hijos, para criarlos y educarlos? ¿Pero, cómo?
       pa…dwn ›neka boÚlei zÁn, †na aÙtoÝj                ¿Llevándolos contigo a Tesalia los vas a criar y
       ™kqršyVj kaˆ paideÚsVj; t… dš; e„j Qettal…an       educar haciéndolos extranjeros para que reciban
       aÙtoÝj ¢gagën qršyeij te kaˆ paideÚseij,           también de ti ese beneficio? ¿O bien no es esto,
       xšnouj poi»saj, †na kaˆ toàto ¢polaÚswsin;         sino que educándose aquí se criarán y educarán
       À toàto m$n oÜ, aÙtoà d$ trefÒmenoi soà            mejor, si tú estás vivo, aunque tú no estés a su
       zîntoj bšltion qršyontai kaˆ paideÚsontai          lado? Ciertamente tus amigos se ocuparán de ellos.
       m¾ sunÒntoj soà aÙto‹j; oƒ g¦r ™pit»deioi oƒ       ¿Es que se cuidarán de ellos, si te vas a Tesalia, y
       soˆ ™pimel»sontai aÙtîn. pÒteron ™¦n m$n           no lo harán, si vas al Hades, si en efecto hay una
       e„j Qettal…an ¢podhm»sVj, ™pimel»sontai,           ayuda de los que afirman ser tus amigos? Hay que
       ™¦n d$ e„j “Aidou ¢podhm»sVj, oÙcˆ                 pensar que sí se ocuparán.
       ™pimel»sontai; e‡per gš ti Ôfeloj aÙtîn
54 b   ™stin tîn soi faskÒntwn ™pithde…wn enai,
       o‡esqa… ge cr».
Finalmente, de la infracción de las leyes aquí en la tierra se vengarán las leyes del infierno.
          “'All', ð Sèkratej, peiqÒmenoj ¹m‹n to‹j        »Más bien, Sócrates, danos crédito a nosotras, que
       so‹j trofeàsi m»te pa‹daj perˆ ple…onoj            te hemos formado, y no tengas en más ni a tus hijos
       poioà m»te tÕ zÁn m»te ¥llo mhd$n prÕ toà          ni a tu vida ni a ninguna otra cosa que a lo justo,
       dika…ou, †na e„j “Aidou ™lqën œcVj p£nta           para que, cuando llegues al Hades, expongas en tu
       taàta ¢polog»sasqai to‹j ™ke‹ ¥rcousin·            favor todas estas razones ante los que gobiernan
       oÜte g¦r ™nq£de soi fa…netai taàta                 allí. En efecto, ni aquí te parece a ti, ni a ninguno
       pr£ttonti ¥meinon enai oÙd$ dikaiÒteron           de los tuyos, que el hacer esto sea mejor ni más
       oÙd$ Ðsièteron, oÙd$ ¥llJ tîn sîn oÙden…,          justo ni más pío, ni tampoco será mejor cuando
       oÜte ™ke‹se ¢fikomšnJ ¥meinon œstai. ¢ll¦          llegues allí. Pues bien, si te vas ahora, te vas
54 c   nàn m$n ºdikhmšnoj ¥pei, ™¦n ¢p…Vj, oÙc Øf'        condenado injustamente no por nosotras, las leyes,
       ¹mîn tîn nÒmwn ¢ll¦ Øp' ¢nqrèpwn· ™¦n d$           sino por los hombres. Pero si te marchas tan
       ™xšlqVj oÛtwj a„scrîj ¢ntadik»saj te kaˆ           torpemente, devolviendo injusticia por injusticia y
       ¢ntikakourg»saj, t¦j sautoà Ðmolog…aj te           daño por daño, violando los acuerdos y los pactos
       kaˆ sunq»kaj t¦j prÕj ¹m©j parab¦j kaˆ             con nosotras y haciendo daño a los que menos
       kak¦ ™rgas£menoj toÚtouj oÞj ¼kista œdei,          conviene, a ti mismo, a tus amigos, a la patria y a
       sautÒn te kaˆ f…louj kaˆ patr…da kaˆ ¹m©j,         nosotras, nos irritaremos contigo mientras vivas, y
       ¹me‹j tš soi calepanoàmen zînti, kaˆ ™ke‹ oƒ       allí, en el Hades, nuestras hermanas las leyes no te
       ¹mšteroi ¢delfoˆ oƒ ™n “Aidou nÒmoi oÙk            recibirán de buen ánimo, sabiendo que, en la
       eÙmenîj se Øpodšxontai, e„dÒtej Óti kaˆ ¹m©j       medida de tus fuerzas has intentado destruirnos.
54 d   ™pece…rhsaj ¢polšsai tÕ sÕn mšroj. ¢ll¦ m»         Procura que Critón no te persuada más que
       se pe…sV Kr…twn poie‹n § lšgei m©llon À            nosotras a hacer lo que dice.»
       ¹me‹j.”
    Platón                                         Critón o del deber                                         20
Como conclusión, Sócrates asienta plenamente su posición de no huir y seguir la voluntad de dios.
                                   Critón queda convencido.
       Taàta, ð f…le ˜ta‹re Kr…twn, eâ ‡sqi Óti              Sabe bien, mi querido amigo Critón, que es esto lo
    ™gë dokî ¢koÚein, ésper oƒ korubantiîntej                que yo creo oír, del mismo modo que los
    tîn aÙlîn dokoàsin ¢koÚein, kaˆ ™n ™moˆ                  coribantes12 creen oír las flautas, y el eco mismo
    aÛth ¹ ºc¾ toÚtwn tîn lÒgwn bombe‹ kaˆ                   de estas palabras retumba en mí y hace que no
    poie‹ m¾ dÚnasqai tîn ¥llwn ¢koÚein· ¢ll¦                pueda oír otras. Sabe que esto es lo que yo pienso
    ‡sqi, Ósa ge t¦ nàn ™moˆ dokoànta, ™¦n lšgVj             ahora y que, si hablas en contra de esto, hablarás en
    par¦ taàta, m£thn ™re‹j. Ómwj mšntoi e‡ ti               vano. Sin embargo, si crees que puedes conseguir
    o‡ei plšon poi»sein, lšge.                               algo, habla.
KR. 'All', ð Sèkratej, oÙk œcw lšgein. CRITÓN. — No tengo nada que decir, Sócrates.
      SW. ”Ea to…nun, ð Kr…twn, kaˆ pr£ttwmen SÓCRATES. — Ea pues, Critón, obremos en ese
    taÚtV, ™peid¾ taÚtV Ð qeÕj Øfhge‹tai.     sentido, puesto que por ahí nos guía el dios.
    12
       Los coribantes eran los seguidores de la diosa Cíbele, procedente de Asia Menor. Con sus danzas rituales y
    el sonido de sus flautas producían el éxtasis en los iniciados.