0 calificaciones0% encontró este documento útil (0 votos) 161 vistas10 páginasAdela Cortina
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HACER REFORMA
LA ETICA DE LA
SOCIEDAD CIVIL
ADELA CORTINA
ANAYA\
A\NAYA\INTRODUCCION
Los civdadanos come protagonistas
Cubierto con unas mantas grises para protegerse del frio,
(0 en el desvan de Ia escuela, empieza a A
lade une:
el pais de los
o de las grandes ges-
9el pais de los sueiios. ¥ Atreyu, el valeroso guerrero, recorre
Ios caminos del ciclo en su dragén volador, buscando
ser humano que salve a su sefiora y a su reino de las garras
implacables de la Nada.
narracin ~prosigue Ende la
perar obsticul
1 va a ser sometido a una prueba decisiva: ha de waspasar
la Puerta del Espejo Magico que le devolver su propia
agen. Pero he aqui que, al intentar traspasarla, no es la
imagen de Atreyu, sino la de Bastian la que queda refleja-
da en el cristal, porque él es el humano invitado a mante-
ner con vida el Reino de Fantasia, é1 es ¢ do a sofiar
para que no se desvanezca, engullido por la Nada, el pais
de i6n con su Senora de los Deseos, la de los Ojos
Dorados.
Yen ese punto del cuento el metarrelato se funde con el
relato, y cada lector se sabe retado a asumir el papel de
edan, a
en manos de cada posible lector, se ¢
Reino de Fantasi
tiene mas término que el que queramos darle.
lc ocurre al mundo moralen
n poc 1: que no tiene mas confines,
mis limites ni mas vida que los que cada uno de nosotros,
todos nosotros, que! ne por protagonistas
ivamente politicos,
mn, personajes cé
mundo de la imagen, sino que son sus creadoras
se empefen en la
csa, en el quchacer compartido, de construir en serio
nn mundo mas humano. Un mundo al que no puedan re-
10
sultarle ajenos, sino muy suyos, ni los requerimientos del
sufrimiento, ni las exigencias de la justicia, ni Ia aspira
ala felicidad,
Si rehusamos ser los protagonistas de esta historia, pode-
mos tener la certeza de que nadie la hara por nosotros, por
que nadie puede hacerla. El viejo dicho de la sabiduria po-
pular "nadie es insustituible” se hace una vez mas falso, en
1 caso de la moral civica: las personas de carne y hueso -los
ciudadanos~ somos insustituibles en la construccién de
nuestro mundo moral, porque los agentes de moralizacion,
los encargados de formular los juicios morales, de incorpo-
rarlos y transmitirlos a través de la educacién, no son Tos po-
liticos, ni los personajes del mundo de la imagen, ni los can-
tantes, ni el clero, ni los intel sino todas y cacka una
de las personas que formamos parte de una sociedad. Por
eso puede decirse sin temor a errar que la moral de una so-
ciedad civil - la moral civica-, 0 la hacemos las "personas de
Ia calle", o no se hard, y se disolvera en la Nada como el Rci-
no de Fantasi
Tiene, pues, esta moral -por asi decirlo- algo de "fuente-
ovejunesca’, porque no son los hérocs de su trama los co-
adores ni los reyes, que aparecen, como tales, en se-
gundo plano, sino las gentes normales y corrientes. En sus
anos ~¥ no en otras esti convertirse realmente en un
pueblo con ideales, ilusiones y esperanzas, 0 quedarse en
luna masa amorfa de atomos, que no de individuos, menos
atin de personas.
jas occidlen-
‘democra-
‘Tiempo ha se viene criticando a las democr:
tales desde diversos sectores por ser en realidad
cias de masas" y no "democracias de pueblos", lo cu
ca que las componen individuos atomizados, indiferentes a
sus conciudadanos, convencidos en tiltimo término de que
la clave moral de sus sociedades la constituye un individua-
lismo tolerante. Descle esta perspectiva, e1 individuo seria el
Wucentro de la organizaci6n social, pero un individuo que, ilus-
trado él, progre él, tolera generosamente que otros
duos piensen de forma diferente y no se empeiia
nerles su propios puntos de vista.
Obviamente, tras el espectacular fracaso de ese cole
mo de los paises comunistas, que produjo en tales paises, en-
tre otras nefastas consecuencias, la eliminacién de los indivi-
duos concretos, y frente al resurgimiento de la xenofobia y
de los fundamentalismos religiosos o laicistas, un individua-
lismo tolerante parece la maxima cota de moralidad que una
sociedad puede alcanzar. Sin embargo, una tolerancia que
nace del individualismo es mas bien indi
adelante veremos, y esto explica que se:
cracias de masas y no democracias de pueblos; clemocracias
en las que, individuos cada vez m i
entre st, mas obsesion:
Unge, pues, pasar de
pueblo”. Pero para eso -y ésta ser
que las personas nos emperiamos en serio en crear juntos
humano, para lo cual no bastard cn abso
mos de elegir entre constru
dlisgregada.
Por eso, abrir las paginas de
ciedad civil es como emperar a
ble de Michael Ende, ya que el
vierte desde el comienzo en protagonista.
extraias personas, a quien sucede lo
is ynoa
contenido na-
12
‘ceros (politicos, famosos, intele:
salvar el Reino de Fantasia -el re
devore Ia Nada
le el comienzo de la lectura poner el
mn vertical, plegar las mesi
respaldo de la silla en posi
como dice la azafata antes de despegar los aviones- y saber
que vamos a tener que enfrentarnos juntos a los peligros
que se nos avecinen.
Que el lector fume 0 no durante el yuelo, incluso que fu
1e en Tos lavabos, es cosa totalmente suya, porque ya resulta
tun poco cargante esa obsesién de encerrar a los fiumadores
n Teservas, como las de los indios norteat
tos para fumadores, habitaciones para fumadores, cemente
tios para fumadores. S6lo nos faltaria escribir libros para f
madores y para no fumadores.
n esto escribe dejé de fumar hace aitos y
cectamente las virulentas campatias dirigid:
nadores, pero resulta deprimente esta paupé-
jas como la mani
que son propias de un primer
jento. Los problemas
muy otros, ya
ste que qi
que, como es l6gico, iran surgiendo espontineamente al
‘Vamos a ordenarlos fundamentalmente
1) :Quién esta legitimado en una sociedad pluralista pa-
en qué consiste ese mundo mas humano al que
urge aspirar?
2) zEs posible encontrar respuestas comunes a torlos los
ciudadanos de una sociedad plura sea preci-
so educar?1 caso de que la anterior respuesta fuera afirmat
‘ul seria ese contenido compartido que debe transi
lirse a través de la educacién?
4) ¥ por ditimo, zes posible conciliar las aportaciones de
una moral civiea, propia de una sociedad pluralista, con las
de una moral ereyente?
Para intentar responder a estas preguntas adoptaremos
tuna perspectiva fundamentalmente ética, entendiendo por
“ética’ "filosofia moral”; lo cual compo
promisos racionales a los que no renunciamos,
desde el comienzo aceptamos con gusto.
Recordemos que la filosofia no sélo tiene por objeto re-
Mlexionar sobre el arte (estética), la religién (filosofia de
On), las ciencias y las tecnologias (filosofia de la cie
la politica (filosofia politica) o el deré
cho (filosofia del derecho), sino también sobre la moral, e
cuyo caso recibe el nombre de filosofia moral 0 ética. Yuna
de las misiones de la ética consiste hoy en intentar aclarar
en qué consiste ese fendmeno de la moral civica, que no es
‘una moral individual ni tampoco una moral religiosa.no de-
pende de una determinada ideologia politica mi se deja r
ducir al derecho, y, sin embargo, resulta imprescindible pa
ra construir una sociedad, cuando menos, justa. De ella nos
‘ocupamos, pucs, en los capitulos que siguen,
14
1
éVALE LA PENA
Ue
MORALMENTE?
15BIBLIOGRAFIA
2
[p) EA Ny NEE WN
ee (Ey VeyN ITN
MORAL
ARANGUREN, JOSE LUIS: Bia, en Obras completas, vol. I, Trotta, M
are de los valores yeuncn moral. Univers
La rebelde las masas, en. Obras completa, Revita dle1. El vicio de la pasividad: gvasallos morales?
Ocurre con las virtudes y los vicios que, aunque son per
sonales, dependen en muy buena medida de la situacion
social; y no s6lo porque lo que unas épocas consideran vir~
ades, otras lo tienen por vicios, sino también porque det
nadas condiciones sociales afectan @ las personas y van
xenerando una actitud generalizada y dificil de superar.
“es el caso de un vicio como el de la pasividad, muy exten-
ido en nuestras sociedades democraticas, cuando precisa-
yente Lo que exige una moral de anos es que sean
cllos mismos quienes asuman sus orientaciones y se hagan
responsables de ellas, desprendiéndlose de esa actitud de va-
laje, que resulta totalmente impropia de nuestra época,
nque sea, por desgracia, tan comin.
fecto, se dice que el vasallaje era propio del régimen
‘consistia en una relacién de dependencia y de
(0 a un sefior, al. que se com
ramento. Si bien es cierto
nn el sefior adquitia el compromiso de proteger
jes invasiones enemigas, no Io es me~
de vasallaje supone de algiin mod
tad a disposicién de la de otro, En los
propios del despotismo ilustrado desapareci6 la
n del vasallaje, propia del feudalismo, pero per-
stibdito, que es, segtin el Diccionario
27de la Real Academia, aquel que esti "sujeto a la autoridad
de un superior, con la obligaci6n de obedecerle". De suerte
que tampoco el stibdito gova de autonomia, sino que per
manece sometido a la autoridad del soberan cn, en
definitva, es el inico autonome, an aes €
Ciertamente, el vasallaje 0 la condicién de siibdito son
bien conocidos Fn
bi como instituciones politicas, propias del
mundo feudal y del despotismo ilustrado, sin emb Den 28
olemos pensar en estas figuras como expresivas de deter
minadas actitudes morales, asombrosamente extendidas en
nuestro momento.
Se dice que la democracia cs, entre otras cosas,
la distincion entre sefior y vasallo, entre soberano y stibdit
porque todos los miembros de la comunidad politica son
igualmente ciuidadanos. Los representantes elegidos demo-
craticamente no poscen un estatuto politico superior, ni
tampoco los monarcas de las sociedades democraticas, por-
que todos almente ciudadanos, sometidos tn
mente al imperio de la ley, El paso del feudalismo y del
potismo ilustrado ala democracia es, pues, ala ve, paso
del vasallaje o de la condicién de stibdito a la de ciudadano,
Sin embargo, curiosamente, esta eiudadania politica no suc.
Je tener su trasunto en una eiudadania moral, que consist
¥ia en asumir, como persona, la propia autonomia
Seria entonces moralmente vasallo 0
para formular un juicio moral er
marlo de alguien 0 alguienes que se lo den ya hecho, reco-
nociendo con ello lo que en la e Nama
su"minorfa de edad’. El menor de edad no tiene capucidad
Para regirse por su propio juicio, y por eso resul
razonable que se guie en su conducta por
formulados por aquellos que
capacidad para juzgar. Entrar
28
atonces pereatarse de la
cuestiones morales significar
jcios morales y regirse
propia capacidad para forn
por ellos,
Esto no significa en absoluto que, para forjarse tales j
cios, el ciudad adulto no pueda recurrir al bi
saber y entender de gentes que le merecen crédito, por su
\ucta y por su formacion, sino todo lo contrario: es una
stra de mayoria de edad percatarse de que es imposible
‘a cualquier ser humano llegar a juicios verdaderos 0 corré
tos en solitario, sin ayuda de otros. Pero es igi
muestra de mayoria de edad darse cuenta de que, en tilti-
mo término, si yo no estoy convencido de que algo resulta
moralmente plenificante 0 es deber, no lo voy a pe
mo una exigencia 0 como una invitacién moral, asi la hue
dad entera lo tenga por bueno. Las ofertas 0 las exi
gencias morales no tienen fuerza atractiva o exigitiva si el
propio sujeto no las experimenta como tales.
Por eso es urgente tomar buerts nota de que somos las pro
pias personas las que, asumiendo nuestra "ciudadania moral’,
© mejor, asumiendo nuestra autonomia, hemos de Megar a
juzgar qué tenemos por correeto y qué tenemos por bueno.
Desgraciadament politica esta mas re-
conocida en los papeles que practicada en la realidad, toda-
via mis lejos de realizarse esta Ta mia moral, porqu
tn las cuestiones morales el vicio de la pasividad, al que an-
{es aludamos, hace verdaderos estragos. Conocer el origen
de esta pasividad es sumamente til, si es que nos importa
Superarla en la inea de una actitud activa y auténoma, por
eso comentaremos brevemente dos de Jos elementos que
han contribuido a fortalecerla en buena parte de los paises
democriticos, y muy especialmente en el nuestro: el arr
gado habito de poner todas la decisiones, incluso las mora-
Tes, en manos de los gobernantes, y la igualmente arraigada
costumbre de atenerse a un cédigo moral tinico.
292. Clientes pasivos del estado del bienestar
mo es hien sabido, el estado
empeiio decidido, entre otros propésitos, de proteger los
derechos humanos ela lama “segunda generacion”: &
Jos que también se nombre de derechos econd-
micos, sociales y culturales®. El respeto y proteccién de estos
derechos era necesario para que los seres humanos pudie-
ran desarrollar una vida digna, porque mal puede vivirse
dignamente desde la miseria econémica, desde la inseguri-
dad ante la enfermedad, la vejez 0 la jubilacion, desde la
falta de asistencia sanitaria y, por supuesto, desde Ia care!
cia de alimento, casa y abrigo.
nestar nacié con el
De ahi que la Declaracién Universal de los Derechos Hu-
manos de 1948 en su articulo 25 diga expresa “iota
persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le
asegure, asi como a su familia, Ia salud y el bienestar’, y ex
pecifique a continuacién que en tal derecho se incluye la
‘ imentacién, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y
's servicios sociales necesarios, los seguros en caso de dé-
sempleo, enfermedad dee eer tre aoa
de pérdida de sus medios de subsistencia, la educacién,
menos en lo concerniente a la instruccidn elemental, etc.
En principio, un estado social de derecho, como es el ca
so de Espaia, esta obligado a procurar a sus ciudadanos la
satisfacci6n de todos estos derechos bajo pena de quedar
deseg en defini
mos de justicia sin los que mal puede
igualdad 0 solida :
Sin embargo, para cubrir tales minimos el estado tiene
que recabar fondos y para ello puede recurrit a dos procedi
ntos, que no dejan de tener sus riesgos, como la historia
ha demostrado. En principio, puede convertirse él mismo
npresario y tatar de gestionar la riqueza para obtener
beneficio; pero también puede programar un sistema fiscal,
de modo que los ciudadanos paguen impuestos en propor-
cién a su nivel de renta y patrimonio. De este modo el esta-
do considera como una de sus fundamentales tareas la de
practicar la justicia distributiva, o mejor, redistributiva, por-
que se encarga de redistribuir la riqueza para que todos los
Gudadanos disfruten, al menos, de unos mini
Este fue y sigue siendo el afin ético del estado del bit
nestar, afin que, asi expuesto, es irrenunciable para cual
quier ética civica y para cualquier ética politica que se en-
cuentre a la altura de nuestros dias. Sin embargo,
desarrollo histérico de los estados del bienestar, incluido
célebre "modelo sueco"s, su realizacién historica conereta
cen diversos paises, ha tenido unas consecuencias en virtud
dle las cuales viene recibiendo agudas criticas desde la déca-
1 de los setenta?, No vamos a entrar en ellas, porque no es
a nuestra tarea, sino s6lo a recordar una de las criticas
ne con mayor frecuencia se hacen al estado benefactor y
esta profundamente relacionada con el hecho de que los
iudadanos de las sociedades democraticas, a pesar de ser-
cilmente nos percatemos de que somos nosotros los,
protagonistas de la vida politica y de la viela moral.
En efecto, el estado benefactor se ve obligado a interve-
se convierte, por lo tanto, en "estado interventor". Sin
igo, una vez ha asumido este papel interviene en muchosotros aspectos de Ia vida social, de modo que acaba reci-
biendo el nombre de "estado-providencia”, porque los ciu-
dadanos se acostumbran a que es el estado quien, ya que re-
cauda los impuestos, tiene que velar por ellos y resolver
todos sus problemas,
Se genera asi una actitud por parte del estado y otra por
parte de los ciudadanos que es igualmente nociva. El estado
asume una posiciGn paternalista y los ciudadanos por stu
parte, una actitud de dependencia pasiva.
Consiste el paternalismo -recordemos- en imponer de-
terminadas medidas en contra de la voluntad del destinata-
io para evitarle un dafio o para procurarle un bien. El pa
ternalismo esta justificado cuando puede declararse que el
destinatario de las medidas paternalistas es un “incompe-
tente basico" en la materia de que se trate y, por lo tanto,
no puede tomar al respecto decisiones racionales!”
Por ejemplo, no puede dejarse a un subnormal que se
corte con un cuchillo, por muy convencido que él esté de
que eso le beneficia; y, en otro orden de cosas, es obligato-
io informar a un acusado por un delito de que tiene dere-
cho a recurrir a un abogaclo porque, dado que es un in-
competente basico en materia juridica, justamente puede
‘er el ipo de afirmaciones que van a perjudicarle, aun-
que 1 no pueda presumirlo en modo alguno. Yen lo que
hace al terreno politico, el paternalismo es tipico del des
potismo ilustrado, que se justifica precisamente por afirmar
que es el gobernante quien conoce sobradamente en qué
consiste el bien det pueblo, mientras que éste, a los ojos del
gobernante, es un incompetente basico en la materia
E Gansin, “pfs édcanentejusifcale el patrn
(0988) pp
lange det tic aplcadacs
es pater
El estado benefactor, por su parte, no es un despotismo
ilustrado, pero su actitud interventora acaba degenerando
en algo muy préximo al paternalism, y acaba generando
cn los ciudadanos la conviccion de que deben esperarlo to-
do de “papi-estado”. Ciertamente los ciudadanos reivindi-
can, se quejan y reclaman, como también puede hacerlo un.
snbnormal, pero van quedando incapacitados para perca-
rarse de que son ellos quienes han de encontrar soluciones,
porque piensan, con toda raz6n, que si el estado fiscal es el
duenio de todos los bienes, es de él de quien han de esperar
clremedio para sus males 0 Ta satisfacci6n de sus deseos.
Puede decirse, pues, que el estado paternalista ha genera
do un ciudadano dependiente, “criticén” -que no "critico"=,
pasivo, apatico y mediocre; alejado de todo pensamiento de
libre iniciativa, responsabilidad o empresa creadora. Un ciu-
dadano que no se siente protagonista de su vida politica, ni
tampoco de su vida moral, cuando lo que exige un verdad
ro estado de justica es que los ciudadanos se sepan artifices
dle su propia vida personal y social.
33
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