El Historiador y La Historia (Pelai Pages) PDF
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EL  HISTORIADOR  Y  LA  HISTORIA 
EL  HISTORIADOR,  SU  PRESENTE  Y  EL  PASADO  HISTRICO 
Como  acabamos  de  ver  en  el  captulo  precedente,  la  historia  o  la 
historiografa  no  puede  entenderse  al  margen  del  historiador.  De 
l  depende  y  ha  dependido  siempre  el  tipo  de  historia  que  se  realiza, 
el  mtodo  utilizado,  las  teoras  histricas  y,  en  definitiva,  el  produc-
to  historiogrfico  resultante.  De  tal  manera  que  no  puede  entender-
se  el  conocimiento  histrico  sin  el  historiador. 
Pero  el  historiador,  ese  hombre  como  cualquier  otro  hombre  que 
vive  en  una  sociedad,  se  acerca  al  conocimiento  del  pasado  a  partir 
de  su  propio  presente.  La  historia,  as,  es  la  relacin,  la  conjun-
cin  establecida  por  iniciativa  del  historiador,  entre  dos  planos  de  la 
humanidad:  el  pasado  vivido  por  los  hombres  de  otrora  y  el  pre-
sente  en  que  se  desarrolla  el  esfuerzo  por  la  recuperacin  de  aquel 
pasado  para  beneficio  del  hombre  actual  y  del  hombre  venidero.' 
Carr  estableca  la  misma  relacin  cuando  defina  la  historia  como 
un  proceso  continuo  de  interaccin  entre  el  historiador  y  sus  he-
chos,  un  dilogo  sin  fin  entre  el  presente  y  el  pasado.
1 
El  historiador,  pues,  se  enfrenta  a  un  pasado  que  trata  de  com-
prender  a  partir  de  su  presente.  Su  punto  de  partida  es,  inevitable-
mente,  el  presente  en  que  se  halla,  cuyos  problemas,  motivaciones  y 
vivencias  proyecta  hacia  el  objeto  de  su  estudio.  Comprender  esta 
relacin  supone  comprender,  en  primer  lugar,  el  carcter  de  toda 
obra  histrica,  en  el  momento  preciso  en  que  fue  elaborada.  El  his-
toriador  britnico  Collingwood  escribi  que  san  Agustn  vio  la  his-
toria  desde  el  punto  de  vista  del  cristiano  primitivo;  Tillamont, 
1.  MARROU:  El  conocimiento  histrico,  pg.  3 1 . 
2.  CARR:  Qu  es  la  historia?,  pg.  40. 
44  El  historiador  y  la  historia 
desde  el  de  un  francs  del  siglo  XVII;  Gibbon,  desde  el  de  un  ingls 
del  XVIII;  Mommsen, desde  el  del  alemn  del  siglo  xix;  a  nada  con-
duce  preguntarse  cul  era  el  punto  de  vista  adecuado.  Cada  uno  de 
ellos  era  el  nico  posible  para  quien  lo  adopt.
1 
Desde  esta  perspectiva,  la  ciencia  de  la  historia  en  cada  mo-
mento  de  su  evolucin  se  comprende  a  partir  de  la  poca  en  que 
se  inscribe,  del  propio  presente  del  historiador.  Y  por  eso  es  fun-
damental,  antes  de  penetrar  en  una  obra  historiogrfica,  conocer  su 
marco  histrico.  En  el  ejemplo  de  Collingwood,  el  punto  de  vista 
sobre  la  historia  de  cada  uno  de  los  autores  citados  se  configura, 
pues,  a  partir  de  las  preocupaciones  y  motivaciones  de  su  poca  co-
rrespondiente. 
En  1938,  Croce  formul  ideas  parecidas,  que  han  motivado  hasta 
el  presente  arduas  polmicas,  cuando  situ  el  conocimiento  histri-
co  a  partir  de  la  estricta  contemporaneidad  del  historiador.  Para 
Croce  la  historia  era  el  acto  de  comprender  y  entender,  inducido 
por  los  requerimientos  de  la  vida  prctica,*  requerimientos  que  po-
dan  situarse  en  el  plano  moral,  econmico,  esttico  o  intelectual, 
pero  que,  en  cualquier  caso,  el  conocimiento  de  "la  situacin  ac-
tual",  como  se  le  llama,  se  refiere  al  curso  que  la  vida  real  ha  seguido 
para  llegar  a  este  punto,  y  en  cuanto  as  lo  hace,  es  conocimiento 
histrico.'  La  conclusin  a  que  llegaba  Croce  no  dejaba  lugar  a 
dudas:  Los  requerimientos  prcticos  que  laten  bajo  cada  juicio 
histrico,  dan  a  toda  la  historia  carcter  de  "historia  contempor-
nea"  por  lejanos  en  el  tiempo  que  puedan  parecer  los  hechos  por 
ella  referidos;  la  historia,  en  realidad,  est  en  relacin  con  las  nece-
sidades  actuales  y  la  situacin  presente  en  que  vibran  aquellos  he-
chos.
4 
La  tesis  crociana,  ciertamente,  afirma  con  rotundidad  que  toda 
historia  es  contempornea,  en  la  medida  en  que  responde  a  los  in-
centivos  que  le  plantea  su  presente  al  historiador.  Quiz  quera 
decir  lo  mismo  el  historiador  argentino  Jos  Ingenieros  cuando  afir-
m  que 
cada  generacin  debe  repensar  la  historia.  Los  hombres  envejecidos  se 
la  entregan  corrompida,  acomodando  los  valores  histricos  al  rgimen 
3.  Citado  por  CARR:  Ibid.,  pg.  35. 
4.  BENEDETTO  CROCE:  La  historia  como  hazaa  de  la  libertad.  Mxico,  Fondo 
de  Cultura  Econmica,  1 96C,  pg.  9. 
5.  Ibid.,  pg.  10. 
6.  Ibid.,  pg.  11. 
El  historiador,  su  presente  y  el  pasado  histrico 
45 
de  sus  intereses  creados.  Es  obra  de  los  jvenes  transfundirle  su  sangre 
nueva,  sacudiendo  el  yugo  de  las  malsanas  idolatras.  La  historia  que  de 
tiempo  en  tiempo  no  se  repiensa  va  convirtindose  de  viva  en  muerta, 
reemplazando  el  zigzagueo  dramtico  del  devenir  social  con  un  quieto 
panorama  de  leyendas  convencionales.' 
En  la  historiografa  espaola  ms  reciente  el  peso  del  presente 
ha  sido  determinante  incluso  a  la  hora  de  escoger  los  temas  de  es-
tudio  y  anlisis.  En  1952,  Vicens  Vives  recordaba  el  triste  panorama 
de  la  historiografa  acadmica  del  momento,  lamentando  tanto  la 
rigidez  de  los  viejos  moldes  que  todava  constrien  su  expansin 
[se  refiere  a  la  historia  de  Espaa],  como  las  fciles  estructuras 
ideologistas  con  que  se  pretende  poner  remedio,  por  part e  de  algu-
nos,  al  evidente  colapso  del  pensamiento  espaol.'  En  1960,  si  bien 
Vicens  poda  ya  resear  avances  historiogrficos  importantes,  an 
tena  que  referirse  a  aquellos  historiadores  que  descienden  a  la 
palestra  con  odios  polticos  y  lanzan  sus  dardos  parapetados  en  c-
modos  e  inmerecidos  reductos  oficiales.'  Recientemente,  el  historia-
dor  cataln  Miquel  Izard  ha  puesto  de  relieve  cmo  a  partir  de  los 
aos  60  se  produjo  entre  los  historiadores  jvenes  un  acrecentado 
inters  por  la  historia  del  movimiento  obrero  espaol,  y  destacaba 
que  este  inters  responda  a  una  forma  de  militancia  antifranquista: 
sus  cultivadores  nos  interesamos  casi  exclusivamente  por  los  mo-
vimientos  de  resistencia,  y  en  especial  por  los  que  tuvieron  una 
participacin  ms  destacada  en  el  bando  republicano  de  una  guerra 
civil  que  degener  en  la  dictadura  que  estbamos  padeciendo.'
0
  Des-
de  este  mismo  punto  de  vista,  la  polmica  sobre  si  en  Espaa  se 
haba  producido  o  no  la  revolucin  burguesa  en  el  siglo  xix  estaba 
viciada  desde  sus  orgenes:  en  el  fondo,  enfrentaba  anlisis  distin-
tos  sobre  la  significacin  del  rgimen  franquista,  y  de  estos  anlisis 
se  derivaban  estrategias  diferenciadas  para  la  lucha  antifranquista. 
Por  otra  parte,  la  influencia  del  presente  en  el  historiador  se  ma-
nifiesta  tambin  en  la  utilizacin  de  las  categoras  del  lenguaje.  Es  '*Y
f 
sabido  que  en  historia,  como  en  cualquier  otra  ciencia  de  la  socie-
7.  Citado  por  FONTANA:  La  Historia,  pgs .  30- 31. 
8.  JAUME  VICENS  VIVES  en  el  Prlogo  a  la  primera  edicin  de  la  Aproxima-
cin  a  la  historia  de  Espaa.  Barcelona,  Teide,  1952,  pg.  6. 
9.  En  el  Prlogo  a  la  segunda  edicin  de  la  mi s ma  obra,  publicado  por 
Ed.  Vicens-Vives,  Barcelona,  1960,  pg.  11. 
10.  MIQUEL  IZARD:  Orgenes  del  Movimiento  Obrero  en  Espaa,  en  Estudios 
sobre  la  Historia  de  Espaa  (Homenaje  a  Tun  de  Lara),  tomo  1,  Santander, 
Universidad  Internacional  Menndez  Pelayo,  198 1,  pg.  295. 
46  El  historiador  y  la  historia 
dad,  la  nica  forma  posible  de  llegar  a  un  determinado  conocimiento 
es  a  travs  de  las  categoras  de  una  lengua  determinada.  El  propio 
acto  de  pensar  es  imposible  realizarlo  sin  el  lenguaje.  Y  es  sabido 
tambin  que  el  lenguaje  evoluciona  tanto  a  nivel  factual  como  se-
mntico  a  lo  largo  de  la  historia.  Pero,  sobre  todo,  la  lengua,  que 
es  un  producto  social,  como  sistema  con  el  que  pensamos,  configura 
nuestra  visin  del  mundo.  Vemos  el  mundo  con  los  ojos  de  nuestra 
lengua."  Y  ello  es  importante  porque  a  diferentes  lenguas  corres-
ponden  visiones  diferentes  del  mundo.
12
  A  partir  de  esta  considera-
cin  es  evidente  que  el  discurso  del  historiador  se  ver  mediatizado 
por  la  lengua  que  utiliza,  y  esta  mediatizacin  es  siempre  inevitable. 
Adems,  ya  lo  hemos  sealado,  los  contenidos  de  los  conceptos  utili-
zados  tambin  cambian  histricamente:  en  cada  presente  histrico 
el  historiador  usa  conceptos  cuyo  valor  semntico  no  es  siempre  el 
mismo. 
Cabe  sealar,  por  ltimo,  las  influencias  intelectuales  del  presen-
te  en  el  historiador.  De  la  misma  manera  como  sucede  con  el  len-
guaje,  el  historiador  participa  de  las  particularidades  intelectuales 
de  su  poca:  las  formas  de  pensamiento  y  de  concebir  el  mundo  se 
modifican  de  acuerdo  con  la  dinmica  de  las  evoluciones  sociales. 
Durante  muchos  siglos  la  visin  del  mundo  que  aport  el  catolicis-
mo  conform  el  pensamiento  de  la  mayora  de  historiadores  medie-
vales.  Los  mitos  griegos  llegaban  a  ser  tan  reales  en  el  presente  de 
Herodoto  que  era  imposible  explicar  los  orgenes  de  Grecia  sin  recu-
rrir  a  ellos.  En  la  realidad  contempornea  no  existe  ciertamente  una 
homogeneidad  de  pensamiento  que  influya  unvocamente  en  el  his-
toriador.  Pero  no  es  menos  cierto  que  todas  las  formas  de  pensa-
miento  contemporneo  (que  se  implican  mutuamente),  donde  pueda 
inscribirse  el  historiador,  se  fundamentan  a  partir  de  los  cambios 
y  transformaciones  sufridos  por  el  mundo  en  los  dos  ltimos  siglos. 
Desde  esta  perspectiva  de  anlisis  que  hemos  ido  describiendo, 
los  historiadores  se  erigen,  as,  en  protagonistas  indiscutibles  de  la 
historia,  entendida  como  proceso  de  conocimiento,  desde  el  momen-
to  en  que  se  convierten  en  el  catalizador  de  la  relacin  sincrtica 
entre  presente  y  pasado.  Son  ellos,  efectivamente,  quienes  convier-
ten  en  contempornea  toda  la  historia,  pues  no  pueden  desembara-
11.  SEBASTIA  SERRANO:  Lingstica  i  qiiesti  nacional.  Valencia,  Eliseu  Cli-
ment ed.,  1979. Serrano cita las tesis de Sapir y de Whorf (pg. 3 5) . 
12.  Ibid.,  ibid. 
Los  condi ci onami ent os  s oci al es  y  cul t ural es  47 
zarse  de  su  propia  realidad  en  el  mundo.  Curts  va  mucho  ms  all 
de  estas  consideraciones  y  acenta  el  protagonismo  de  los  historia-
dores  cuando  afirma  que  stos  deben  atreverse  a  ser  ellos  mismos 
y  no  deben  vacilar  en  aprovechar  el  rico  fondo  de  las  vivencias  per-
sonales  que  han  hecho  de  ellos  lo  que  son." 
LOS  CONDICIONAMIENTOS  SOCIALES  Y  CULTURALES  DEL  HISTORIADOR 
Pero,  qu  son  los  historiadores?  Es  suficiente  constatar,  como  lo 
hemos  hecho  hasta  aqu,  que  el  historiador  est  condicionado  por  su 
presente?  Representa  el  presente  un  todo  homogneo  y  monoltico 
que  influye  de  la  misma  manera  a  todos  los  historiadores?  Son  pre-
guntas  que  efectivamente  hay  que  responder  para  entender  mejor 
la  importancia  del  historiador  en  la  ciencia  de  la  historia  y  el  propio 
carcter  de  sta. 
Es  lugar  comn  afirmar  que  los  historiadores  son  hombres  como 
cualesquiera  otros,  que  viven  en  una  sociedad  enfrentada  por  contra-
dicciones  internas,  que  ocupan  un  lugar  especfico  en  la  produccin 
social,  y  por  lo  tanto  pertenecen  a  una  clase  social  determinada, 
que  poseen  una  ideologa  determinada  (consciente  o  inconsciente-
mente)  y  un  sistema  de  valores  frente  a  la  vida  y  a  su  sociedad,  que 
profesan  o  no  creencias  religiosas,  y  que  pertenecen  a  un  grupo  na-
cional  determinado.  Todo  ello  en  el  marco  de  una  situacin  histrica 
dada.  Negar  que  todos  estos  elementos  constitutivos  de  la  vida  del 
historiador  actan  como  condicionamientos  en  su  quehacer  his-
toriogrfico,  sera  tanto  como  afirmar  que  el  historiador  es  un  pro-
ducto  social  qumicamente  puro  capaz  de  hacer  abstraccin  de  la 
realidad  que  le  envuelve  y  de  elaborar  sus  historias  en  un  laborato-
rio  experimental  matemticamente  inexorable.  Y  ello,  qu  duda 
cabe,  por  mucho  que  digan  los  objetivistas,  es  una  falacia  que  no 
resiste  el  mnimo  anlisis. 
Porque,  en  primer  lugar,  el  historiador  no  puede  sustraerse  de 
los  condicionamientos  sociales  de  la  clase  social  a  la  que  pertenece. 
Es  sabido  que,  segn  la  teora  materialista  del  conocimiento  y,  en 
este  caso,  del  conocimiento  histrico  el  punto  de  partida  de  un 
proceso  cognoscitivo  no  es  nunca  el  individuo  aislado,  sino  el  grupo 
13.  L.  P.  CURTS,  Jr.,  en  la  Introduccin  a  El  taller  del  historiador.  Mxi-
co,  F. C. E. ,  1975,  pg.  25. 
4 8  El  historiador  y  la  historia 
social  al  que  pertenece.  Y  es  conocido  tambin  que  el  individuo, 
como  producto  que  es  de  un  conjunto  d  relaciones  sociales,  funda-
menta  su  conciencia  a  partir  de  su  propia  existencia  social."  En  este 
sentido,  el  historiador  no  escapa  ni  puede  escapar  de  las  determina-
ciones  de  su  existencia  social,  y  ello  se  refleja  siempre  en  el  pro-
ducto  histrico  que  elabora.  No  puede  sorprendernos  que  la  historia 
tradicional  fuese  una  historia  de  las  lites,  pues  a  ellas  pertenecan 
los  historiadores  que  la  cultivaban.  La  valoracin,  la  interpretacin 
de  fenmenos  importantes  de  la  historia  de  la  humanidad,  como 
pueden  ser  la  revolucin  francesa  o  la  revolucin  rusa,  cambiar 
segn  la  ptica  de  clase  que  se  adopte:  durante  muchas  dcadas 
las  masas  populares  que  participaron  activamente  en  la  revolu-
cin  francesa  fueron  designadas  por  la  historiografa  como  chus-
ma  o  populacho,  y  su  presencia  histrica  considerada  cuando 
se  la  consideraba  como  un  elemento  distorsionador  de  los  objeti-
vos  revolucionarios  de  la  burguesa.  El  propio  hecho  de  que  desde 
hace  pocas  dcadas  la  historia  empiece  a  preocuparse  de  las  masas 
populares  es  un  claro  reflejo  del  cambio  de  posicin  social  de  mu-
chos  historiadores. 
La  determinacin  social  es,  pues,  a  muchos  niveles,  fundamental 
para  entender  el  punto  de  partida  interpretativo  de  un  historiador, 
desde  el  momento  en  que  su  adscripcin  ideolgica  y  poltica  part e 
siempre  de  un  supuesto  de  clase.  Los  ejemplos  de  las  relaciones  en-
tre  poltica-ideologa  e  historia  son  muy  numerosos.  El  historiador 
noruego-britnico  George  F.  E.  Rud  no  duda  en  sealar  que  en  su 
formacin  como  historiador  tuve  la  ventaja  adicional  (...)  de  haber 
sido  marxista  durante  largo  tiempo,  en  teora  y  en  prctica;  creo 
que  fue  la  lectura  de  Marx,  y  probablemente  tambin  la  de  Lenin, 
lo  que  me  condujo  a  la  historia.
15
  La  influencia  del  marxismo  en  el 
Rud  historiador  no  puede  presentarse  en  trminos  ms  tajantes: 
Las  ideas  histricas  de  Marx  han  sido  tan  largas  e  insistentemente  re-
presentadas  mal  en  ciertos  campos,  que  acaso  se  sorprenda  alguien  al 
or  que  un  profesor  de  historia  afirma  que  una  lectura  de  Marx  repre-
14.  Entre  la  numeros a  bibliografa  existente  vans e,  en  especial,  las  obras 
clsicas  de  MARX  y  ENGELS,  La  Ideologa  alemana  y  las  Tesis  sobre  Feuerbach. 
Adems,  K.  MANNHEIM:  Ideologa  y  utopa.  Madrid,  Aguilar,  1966,  y  ADAM 
SCHAFF:  Historia  y  verdad.  Barcelona,  Crtica,  1976.  Remitimos  al  lector  tam-
bin  al  siguiente  epgrafe  de  este  mi s mo  cap tulo. 
15.  GEORGE  F.  E.  RUD:  El  rostro  cambiante  de  la  multitud,  en  El  taller  del 
historiador,  pg.  207 . 
Los  condicionamientos  sociales  y  culturales 
49 
sent  una  slida  ventaja  para  su  profesin.  Lo  que  aprend  de  Marx  fue 
no  slo  que  la  historia  tiende  a  progresar  mediante  un  conflicto  de  las 
clases  sociales  (opinin  que,  incidentalmente,  era  considerada  perfecta-
mente  respetable  hace  cien  aos),  sino  que  contiene  una  pauta  descu-
brible  y  que  avanza  continuamente  (no  retrocede,  no  describe  crculos 
ni  da  saltos  inexplicables),  en  trminos  generales,  de  una  fase  inferior 
a  una  fase  superior  de  desarrollo.  Aprend,  asimismo,  que  las  vidas  y  ac-
ciones  de  la  gente  comn  constituyen  el  contenido  mismo  de  la  historia, 
y  que  aun  cuando  los  factores  materiales  tienen  precedencia  sobre  los 
institucionales  o  ideolgicos,  las  propias  ideas  se  convierten  en  una  fuer-
za  material  al  entrar  en  la  conciencia  activa  de  los  hombres.  Ms  an, 
tambin  aprend  de  Engels  que,  por  excelentes  que  sean  los  sistemas 
histricos  (como  el  suyo  propio  y  el  de  Marx,  por  ejemplo),  toda  la 
historia  debe  ser  estudiada  de  nuevo." 
A  principios  de  la  dcada  de  los  aos  70,  el  historiador  britnico 
Eric  J.  Hobsbawm  sealaba  tambin  con  gran  rotundidad  la  inciden-
cia  de  los  fenmenos  polticos  contemporneos  en  la  historiografa 
y,  en  especial,  en  el  ascenso  experimentado  por  la  historiografa  mar-
xista: 
La  extraordinaria  importancia  de  los  historiadores  marxistas  en  la  ac-
tualidad,  o  de  los  historiadores  formados  en  la  escuela  marxista,  se  debe 
sin  duda,  en  gran  parte,  a  la  radicalizacin  de  los  intelectuales  y  los  estu-
diantes  en  la  pasada  dcada,  al  impacto  de  las  revoluciones  del  Tercer 
Mundo,  la  desintegracin  de  las  ortodoxias  marxistas  opuestas  al  trabajo 
cientfico  original,  y  tambin  a  un  factor  tan  simple  como  la  sucesin  de 
las  generaciones." 
Pero  si  nos  apartamos  del  campo  especfico  de  la  historiografa 
marxista,  la  relacin  y  las  interinfluencias  entre  poltica-ideologa  e 
historiografa  son  tambin  evidentes.  Hasta  qu  punt o  el  papel  que 
desempe  Marc  Bloch  en  la  historiografa  europea  de  entreguerras 
fue  la  causa  de  que  el  gran  historiador  galo  acabase  sus  das  tortu-
rado  en  los  campos  de  concentracin  nazis?  Pudo  Bloch  diferen-
ciar,  en  su  misma  persona,  su  actitud  frente  a  la  vida  y  por  lo 
tanto  su  antifascismo  de  su  concepcin  histrica?  El  historiador 
norteamericano  Thomas  Garden  Barnes,  t ras  relatar  sus  experien-
cias  militantes  como  miembro  de  la  Unin  Liberal  de  Harvard  y 
como  vicepresidente  de  la  Sociedad  de  Harvard  por  los  Derechos  de 
16.  Ibid.,  ibid. 
17.  E.  J.  HOBSBAWM:  La  contribucin  de  Karl  Marx  a  la  historiografa,  en 
ROBN  BLACKBURN  (ed. ):  Ideologa  y  ciencias  sociales.  Barcelona,  Grijalbo,  1977, 
pg.  316. 
50 
El  historiador  y  la  historia 
las  Minoras,  concluye  con  la  lapidaria  evidencia  segn  la  cual  es-
cribir  historia  siempre  es  hacer  un  ensayo  de  la  experiencia,  y  por 
ello  es  la  historia  de  uno  mismo  tanto  como  una  historia  del  inde-
pendiente  objeto  del  estudio.'
11 
Situmonos  ahora  a  la  derecha  del  espectro  de  la  poltica:  hoy 
en  la  historia  de  la  historiografa  contempornea  se  puede  hablar 
de  la  existencia  de  una  historiografa  fascista-racista  estrechamente 
vinculada  a  la  estrategia  poltica,  al  modelo  de  sociedad  y  a  la  con-
cepcin  del  mundo  elaborada  por  el  fascismo.  En  la  Alemania  nazi, 
era  materia  de  estudio  en  las  escuelas  y  Universidades  la  enseanza 
de  la  superioridad  aria  a  lo  largo  de  la  historia,  hasta  el  extremo  de 
que  Jakob  Graf,  aplicando  a  la  historia  las  ideas  raciales  de  Ludwig 
Ferdinand  Clauss,  profesor  de  la  Universidad  de  Berln,  lleg  a  es-
cribir  que  en  todas  partes  el  poder  creador  nrdico  ha  construido 
imperios  y  expandido  la  cultura  y  lenguas  arias  por  una  gran  parte 
del  mundo  y  que  la  raza  nrdica  ha  producido  mucha  mayor 
cantidad  de  grandes  talentos  que  ninguna  otra  raza."  Sin  llegar  a 
estos  extremos,  en  la  reciente  historiografa  espaola,  uno  de  los 
historiadores  que  se  precia  de  ser  el  historiador  que  ha  vendido  ms 
millares  de  ejemplares  de  libros  de  historia  que  ningn  otro  nos 
referimos,  claro  est,  al  profesor  Ricardo  de  la  Cierva  no  ha  ocul-
tado  jams  su  militancia  en  la  derecha  espaola,  concretada  en  los 
muchos  cargos  polticos  que  ha  desempeado  tanto  durante  el  fran-
quismo  como  despus  de  la  dictadura. 
Con  estos  ejemplos  concretos  queda  claro,  creemos,  el  hecho 
de  que  la  adscripcin  ideolgica,  la  militancia  poltica  y  la  situa-
cin  de  clase  actan  como  condicionamientos  inevitables  sobre  el 
historiador.  Pero  cabra  precisar  ms  sobre  un  aspecto  que  conside-
ramos  importante:  la  influencia  del  marco  cultural  que  se  deriva, 
tanto  de  la  situacin  social  (o  socio-familiar)  del  historiador,  como 
de  su  contexto  nacional.  En  cuanto  a  la  primera  vertiente,  es  evi-
dente  que  la  pertenencia  a  una  clase  determinada  imprime  a  su 
formacin  cultural  unos  caracteres  de  clase  concretos.  Que  la  cul-
tura  es  siempre  clasista  (de  la  case  que  sea)  es  de  una  obviedad  in-
discutible,  aunque  el  hombre  y  por  supuesto  el  historiador  sea 
capaz  de  romper  los  lmites  y  las  barreras  de  su  cultura  originaria 
18.  THOMAS  GARDEN  BARNES:  Sin  mucho  respeto  a  conceptualizaciones  ante-
riores,  en  El  taller  del  historiador,  pg.  170. 
19.  Vase  GEORGE  L.  MOSSE:  La  cultura  nazi.  La  vida  intelectual,  cultural  y 
social  en  el  Tercer  Reich.  Barcelona,  Grijalbo,  1973,  pg.  107. 
Los  condicionamientos  sociales  y  culturales 
5 1 
y  asumir  comportamientos  culturales  diferentes  a  los  propios  de  su 
clase.  En  este  caso  nos  hallamos  ante  un  fenmeno  comnmente  lla-
mado  de  desclasamiento.  Pero  en  cualquier  caso  la  cultura  de  clase 
muy  a  menudo  adquirida  en  el  ambiente  familiar  representa 
otro  condicionante  para  el  historiador.  No  siempre  se  posee  la  va-
lenta  de  reconocer  este  influjo,  tal  y  como  lo  hace  el  historiador 
norteamericano  Lynn  T.  White,  Jr.: 
Mis  propias  aficiones  me  hacen  atribuir  el  mayor  peso  al  poder  condi-
cionante  del  ambiente  religioso.  Despus  de  todo,  soy  hijo  de  un  liberal 
calvinista,  profesor  de  tica  cristiana,  y  entre  mi  graduacin  en  Stanford 
en  1928  y  mi  viaje  a  Harvard  en  1929,  estudi  en  el  Seminario  Teolgico 
de  la  Unin,  a  los  pies  del  ms  apasionado  neoagustiniano  de  nuestros 
tiempos,  Reinhold  Niebuhr:  tengo  una  mens  naturaliter  theologica." 
En  mi  caso  concreto,  y  por  primera  vez  hablo  en  primera  per-
sona,  mis  condicionamientos  culturales  originarios  tienen  mucho 
que  ver  con  el  aislamiento  y  las  estrecheces  de  la  sociedad  rural 
catalana  de  los  aos  50  y  principios  de  los  60,  con  una  escuela  repre-
siva  y  alienante  desde  todos  los  puntos  de  vista,  con  el  brasero  de 
carbonilla  en  invierno  y,  cmo  no!,  con  la  leche  en  polvo  repartida 
en  las  escuelas,  regalo  de  los  americanos  al  gobierno  espaol  como 
compensacin  a  las  bases  militares  que  se  estaban  instalando  en  Es-
paa.  Ni  que  decir  tiene  que  durante  muchos  aos  de  mi  infancia  la 
leche  fue  uno  de  los  alimentos  que  ms  llegu  a  odiar. 
Esta  breve  injerencia  personal  me  lleva  a  plantear  los  condicio-
namientos  nacionales  de  cultura  nacional  del  historiador.  Porque, 
efectivamente,  la  historiografa  catalana  y  es  slo  un  ej empl o-
no  ha  podido  sustraerse  durante  los  ltimos  siglos  de  la  margina-
cin  a  que  la  ha  condenado,  y  en  buena  medida  sigue  condenando,  la 
cultura  espaola  hegemnica.  Los  mismos  condicionantes,  aunque 
desde  una  posicin  de  hegemona,  rigen,  qu  duda  cabe,  el  que-
hacer  historiogrfico  de  los  historiadores  espaoles.  Los  ejemplos 
de  los  condicionamientos  nacionales  son  tambin  muy  numerosos  y 
van  desde  la  historiografa  romntica  del  siglo  xix,  cuando  la  histo-
ria  erigi  autnticos  monumentos  nacionales  que  servan  a  los  com-
bates  nacionalistas  de  la  poca,  hasta  las  ms  recientes  historias  na-
cionales  de  Bretaa  o  Irlanda,  el  Quebec,  Catalua  o  el  ms  pequeo 
de  los  Estados  africanos  de  reciente  independencia.  La  cultura  na-
20.  LYNN  T.  WHITE,  Jr.:  Historia  y  clavos  de  herradura,  en  El  taller  del 
historiador,  pg.  83. 
52  El  historiador  y  la  historia 
cional,  y  la  lengua  en  primer  lugar,  impone  al  historiador  una  forma 
determinada  de  ver  el  mundo,  la  realidad  ms  inmediata  que  le 
rodea  y  la  propia  historia.  Cuntas  veces  los  historiadores  catalanes 
se  han  quejado  por  el  hecho  de  que  las  historias  de  Espaa,  escri-
tas  muchas  veces  desde  Madrid  por  prestigiosos  historiadores  cas-
tellanos,  se  limitasen  a  ser  una  historia  del  y  desde  el  Estado,  que 
obviaba  la  periferia  peninsular!
2 1 
Un  historiador  neoyorquino,  Lawrence  W.  Levine,  especialista  en 
temas  relacionados  con  la  historia  de  los  negros,  se  lamentaba  del 
reproche  que  le  haban  hecho,  segn  el  cual,  como  hijo  de  padres 
blancos,  tengo  pocas  probabilidades  de  comprender  el  pasado  ne-
gro.
11
  Y  despus  de  sealar  que  los  estudiantes  negros  suelen 
apartarse  de  las  clases  de  historia  negra  enseada  por  hombres  blan-
cos  y  que  los  intelectuales  negros  proclaman  a  voz  en  cuello  que 
ellos  son  los  nicos  capacitados  para  estudiar  e  interpretar  la  hi-
toria  negra,"  rompa  una  lanza  en  favor  de  la  superacin  de  las 
influencias  culturales: 
Si  demasiados  historiadores  se  han  enredado  en  el  cordn  umbilical  de 
su  propia  cultura,  es  porque  eran  malos  historiadores,  y  no  porque  fue-
ran  trgicas  vctimas  de  una  inevitable  miopa  cultural.  El  historiador 
que  no  puede  trascender  en  grado  considerable  la  cultura  de  su  juventud, 
las  necesidades  de  su  presente  y  las  esperanzas  de  su  futuro  al  enfrentar-
se  al  pasado,  merece  todo  repudio,  pero  debemos  tener  cuidado  de  no 
transformar  sus  fracasos  en  leyes  inflexibles  que  gobiernen  a  todos  los 
historiadores.
2
'
1 
Sin  duda,  el  voluntarismo  del  prrafo  de  Levine  y  las  conclusio-
nes  tan  radicales  que  extrae  parten  de  su  propia  y  amarga  expe-
riencia  personal,  pero  tambin  parten  de  la  posicin  hegemnica  y 
dominante  de  la  cultura  blanca  en  los  Estados  Unidos.  Y  no  se  trata, 
quede  claro,  de  prejuicios  raciales,  sino  de  condicionamientos  cultu-
ral-nacionales,  implcitos  en  la  propia  naturaleza  del  hombre  y  de  las 
sociedades.  Puesto  que  el  hombre  es  tambin  su  propia  cultura,  y 
21  s te  es  el  caso  de  los  dos  lti mos  intentos  colectivos:  el  de  la  Histo-
ria  de  Espaa  publicada  a  principios  de  los  aos  70  por  Eds .  Alfaguara  y 
Alianza  Editorial;  y  el  de  algunos  volmenes  de  la  Historia  de  Espaa  que, 
dirigida  por  Tun  de  Lara,  ha  publicado  Ed.  Labor  desde  1980. 
22.  LAWRENCE  W.  LEVINE:  El  historiador  y  la  brecha  de  la  cultura,  en  El 
el  taller  del  historiador,  pg.  340. 
23.  Ibid.,  ibid. 
24.  Ibid.,  pg.  342. 
Los  condicionamientos  sociales  y  culturales  5 3 
sta  posee  un  marcado  carcter  de  clase  y  al  mismo  tiempo  un  ca-
rcter  tnico-nacional  incuestionables. 
Pedir  al  historiador  que  sea  capaz  de  superar  su  cultura  es  tanto 
como  pedir  al  historiador-hombre  que  sea  capaz  de  prescindir  de  su 
propio  sexo  y  del  hecho  de  que  vive  en  una  sociedad  patriarcal  en  la 
que  los  hombres  desempean  la  mayora  por  no  decir  la  totali-
dad  de  las  funciones  dirigentes.  Porque,  efectivamente,  en  la  his-
toriografa  existen  tambin  unos  claros  condicionamientos  sexistas 
desde  el  momento  en  que,  hasta  fechas  muy  recientes,  la  mujer  ha 
estado  marginada  por  la  propia  sociedad  de  las  tareas  historiogrfi-
cas.  Es  otra  evidencia,  creemos,  que  no  precisa  demostracin.  Los 
condicionamientos  sexistas  de  la  historiografa  elaborada  por  los 
hombres  se  evidencian  claramente  en  el  hecho,  fcilmente  compro-
bable,  de  que  existe  un  olvido  constante  hacia  todas  aquellas  mani-
festaciones  histricas  sociales,  econmicas  o  sexuales  concer-
nientes  a  la  mujer." 
No  podramos  acabar  este  repaso  general  de  los  condicionamien-
tos  sociales  y  culturales  sin  referirnos  al  marco  socioprofesional 
en  el  que  se  desenvuelve  el  historiador,  y  particularmente  el  histo-
riador  acadmico  y  universitario.  Es,  ciertamente,  un  tema  delicado 
que  muy  pocos  historiadores  y  menos,  claro  est,  los  considerados 
profesionales  abordan.  En  su  corrosiva  y  contundente  obra  que 
tantas  veces  hemos  citado,  Jean  Chesneaux  denuncia  la  existencia  de 
una  estructura  de  poder  rgidamente  jerarquizada  en  los  medios 
acadmicos  de  la  historiografa  francesa  actual: 
Lo  que  cuenta  es  el  poder  que  tiene  un  historiador  de  investir  a  otra 
persona  con  la  etiqueta  de  calidad  que  la  hace  entrar  en  la  misma  cor-
poracin.  Un  patrn,  en  lo  alto  de  la  jerarqua  universitaria,  no  podr 
procurar  a  uno  de  sus  protegidos  una  hermosa  carrera  ms  que  en  el 
caso  de  que  el  ltimo  posea  ttulos  suficientes  y  cuente  en  su  haber  con 
trabajos  sealados.  Pero  estos  ttulos  y  trabajos  no  tienen  estrictamente 
ningn  valor  en  s  mismos;  permiten  nicamente  que  funcione  la  desig-
nacin  desde  arriba.
28 
Desde  otra  ptica,  y  sobre  todo  desde  la  experiencia  que  le  con-
25.  Es te  olvido  ha  s i do  pues to  de  relieve  repetidamente  por  las  historia-
doras  feministas,  tal  y  como  reconoce  E.  J.  HOBSBAWM:  Home  i  dona  a  la  ico-
nografa  socialista,  en  L'Avenc  (Barcelona),  n.  5,  enero  198 2,  pgs .  47 - 57 .  Va-
se  tambin  lo  que  plantea  MARY  NASH  en  la  Introduccin  de  su  libro  Mujer  y 
movimiento  obrero  en  Espaa,  1931-1939.  Barcelona,  Fontamara,  198 1,  pgs.  9- 20. 
26.  CHESNEAUX:  Hacemos  tabla  rasa  del  pasado?...,  pg.  8 7 . 
5 4  El  historiador  y  la  historia 
ferian  sus  80  aos  de  edad,  el  historiador  britnico  Vivan  H.  Gal-
braith  escriba  con  la  misma  sagacidad: 
Hoy,  a  un  gran  nmero  de  historiadores  profesionales,  perfectamente 
preparados  y  probablemente  sobrepagados,  se  les  pide  ensear  historia 
y,  a  la  vez,  escribir  sobre  ella.  Su  derecho  de  ser  escuchados  y  ledos 
depende  de  su  condicin  de  profesores  asalariados  de  un  gran  nmero  de 
universidades,  en  tanto  que  s  prestigio  entre  sus  colegas  no  se  basa  en 
sus  enseanzas,  sino  en  la  calidad  y  aun  la  cantidad  de  sus  publicaciones. 
Esta  industrializacin  de  la  historia  acadmica  est  hoy  adquiriendo  las 
proporciones  de  una  revolucin,  en  el  curso  de  la  cual,  aunque  incons-
cientemente,  la  funcin  docente,  que  debera  ser  la  primera,  ha  sido 
eclipsada  por  las  investigaciones  publicadas.  Para  el  joven  aspirante  pro-
fesional,  la  historia  es  hoy  una  pelea  de  perros  por  el  ascenso,  y  su  lema 
es  publicar  o  morir.  En  el  hambre  mundial  de  literatura  histrica,  en 
todos  los  niveles,  los  editores  comerciales  estn  inundando  el  mercado 
con  libros,  todos  los  cuales,  como  obra  de  profesionales,  caben  dentro  de 
la  categora  de  investigacin...  y  educadores  y  educandos,  por  igual, 
tienen  dificultades  para  mantenerse  al  ritmo  de  esta  actividad  febril." 
Las  dos  citas  han  sido,  ciertamente,  largas  y  mereceran  muchas 
matizaciones.  No  es  cierto  que  en  todos  los  pases  del  mundo  capita-
lista  occidental  los  historiadores  estn  sobrepagados.  Pero  s  es  cierto 
que  las  relaciones  de  poder  que  se  establecen  entre  los  historiado-
res  profesionales  relaciones  que  en  muchas  ocasiones  adoptan  for-
mas  institucionalizadas  implican  dependencias  y  subordinaciones 
ms  propias,  a  veces,  de  una  sociedad  estamental  de  Antiguo  Rgi-
men,  que  de  sociedades  desarrolladas  de  capitalismo  avanzado. 
Y  estas  dependencias  y  subordinaciones  pueden  llegar  a  representar 
hipotecas  muy  duras  para  el  libre  trabajo  del  historiador. 
LA  HISTORIA  COMO  PRODUCTO  DE  UN  PROCESO  DE  CONOCIMIENTO 
Si  hemos  planteado,  tal  como  lo  hemos  hecho,  los  condicionamien-
tos  sociales  y  culturales  del  historiador,  es  por  el  papel  tan  impor-
tante  que  juegan  en  el  proceso  de  conocimiento  que  llamamos  his-
toria.  Ciertamente,  ya  hemos  adelantado  muchos  de  los  elementos 
que  intervienen  especficamente  en  el  conocimiento  histrico.  Pero 
no  comprenderamos  hasta  qu  punto  actan  los  condicionamientos 
sociales  del  historiador  en  el  conocimiento  histrico,  sin  plantear, 
27 .  VIVAN  H.  GALBRAITH:  Reflexiones,  en  El  taller  del  historiador,  pg.  28 . 
La  historia  como  producto  de  un  proceso  de  conocimiento  55 
aunque  sea  a  grandes  rasgos,  cmo  se  produce  este  conocimiento. 
Tambin  en  este  punto  abundan  las  discrepancias  y  antagonis-
mos  entre  las  distintas  teoras  del  conocimiento,  que  histricamente 
se  han  planteado  el  problema  de  las  relaciones  entre  el  pensar  y  el 
ser,  el  espritu  y  la  naturaleza.  Un  problema  que  en  sus  orgenes 
haba  enfrentado  dos  concepciones  radicalmente  excluyentes:  la 
idealista  y  la  materialista.  Los  idealistas  haban  priorizado  siempre 
el  pensamiento  y  el  espritu  como  origen  y  fundamento  de  la  reali-
dad.  Hegel,  el  ltimo  gran  idealista  de  la  historia,  haba  enunciado  el 
principio  de  que  el  proceso  de  pensamiento  era  el  creador  de  la  rea-
lidad  y  que  la  idea  encarnacin  del  proceso  de  pensamiento  era 
un  sujeto  con  vida  propia: 
El  pensamiento  dialctico  desemboca,  en  la  filosofa  hegeliana,  en  un 
proceso  infinito  de  autoexpresin  y  autoconciencia  del  Espritu.  En  tal 
sistema,  el  mundo  exterior  es  visto  solamente  como  un  campo  de  aplica-
cin  del  pensamiento  activo  y  creador;  y  la  prctica,  como  la  realizacin 
externa  de  ideas,  conceptos  y  planes  desarrollados  en  y  por  el  pensa-
miento.  No  hay  respuesta,  en  Hegel,  a  la  cuestin  de  saber  de  dnde 
surge  el  pensamiento.  Como  su  filosofa  opera  una  especie  de  deificacin 
de  las  formas  y  leyes  lgicas  del  pensamiento  humano,  objetivizndolas 
como  algo  externo,  no  es  posible  tal  respuesta:  el  pensamiento  es." 
Contrariamente,  el  materialismo  invierte  esta  relacin  y  plantea, 
a  menudo  a  nivel  mecnico,  el  origen  del  mundo  como  producto  di-
recto  de  la  materia.  Para  Feuerbach,  el  ms  importante  materialista 
premarxista,  no  existe  contradiccin  entre  el  ser  y  el  pensar,  por  el 
hecho  de  que  el  hombre  no  es  ms  que  una  parte  de  la  naturaleza, 
una  parte  del  ser,
K
  y  esta  integracin  del  hombre  en  la  naturaleza 
comporta  que  en  el  proceso  de  conocimiento  se  produzca  la  unidad 
entre  el  sujeto  y  el  objeto,  puesto  que  el  mundo  objetivo  no  se  en-
cuentra  solamente  fuera  de  m,  est  tambin  en  m  mismo,  en  mi 
propia  piel.
50
  El  conocimiento  se  forma,  as,  a  travs  de  la  simple 
contemplacin,  mecnicamente,  puesto  que  el  objeto  de  conoci-
miento  acta  sobre  el  aparato  perceptivo  del  sujeto  que  es  un  agen-
te  pasivo,  contemplativo  y  receptivo;  el  producto  de  este  proceso  (el 
conocimiento)  es  un  reflejo  o  copia  del  objeto,  reflejo  cuya  gnesis 
28 .  CARDOSO:  Introduccin  a!  trabajo  de  la  investigacin  histrica,  pg.  24. 
29.  YURI  PLEJNOV:  Cuestiones  fundamentales  del  marxismo  (Del  materia-
lismo  de  Feuerbach  al  materialismo  histrico  de  Marx).  Barcelona,  Fontamara, 
1976,  pg.  35. 
30.  Ibid.,  ibid. 
5 6 El  historiador  y  la  historia 
est  en  relacin  con  la  accin  mecnica  del  objeto  sobre  el  su-
jeto.
31 
Partiendo  del  materialismo  de  Feuerbach,  Marx  y  Engels  elabo-
raron  una  teora  materialista  del  conocimiento  que  se  apartaba  en 
muchos  aspectos  fundamentales  del  materialismo  anterior.  Conside-
rando  el  fundamento  epistemolgico  de  las  posiciones  marxistas,  se 
comprender  la  importancia  que  para  la  historia  tienen  los  condi-
cionamientos  socioculturales."  En  efecto,  el  primer  principio  meto-
dolgico  del  marxismo  remite  a  la  inevitabilidad  del  hombre  como 
ser  social.  En  las  Tesis  sobre  Feuerbach,  Marx  y  Engels  establecie-
ron  que  la  esencia  del  hombre  no  es  una  abstraccin  inherente  al 
individuo  aislado,  sino  que  en  su  realidad,  es  el  conjunto  de  las 
relaciones  sociales."  Es  cierto  que  el  hombre  posee  tambin  deter-
minaciones  biolgicas  que  lo  caracterizan  como  tal,  y  sin  las  cuales 
sera  imposible  el  acto  de  pensar  y  conocer,  pero  fijarnos  nicamen-
te  en  estas  determinaciones  significara  afirmar  que  a  partir  del  hom-
bre  aislado  es  posible  el  conocimiento.  Y  ello,  sin  duda,  resulta  falso 
desde  el  momento  en  que  las  categoras  del  lenguaje  son,  como  ya 
vimos,  imprescindibles  en  todo  conocimiento,  y  el  lenguaje  tambin 
es  producto  directo  de  la  actividad  social  de  los  hombres.  Por  otra 
parte,  en  el  campo  estricto  de  la  historia,  est  empricamente  demos-
trado  el  hecho  de  que  el  hombre  siempre  ha  existido  en  sociedad.  De 
ah  que  el  marxismo  afirme  que  el  punto  de  partida  del  conocimien-
to  no  es  nunca  el  individuo  aislado,  sino  el  grupo  social  al  que  per-
tenece  el  sujeto. 
Adam  Schaff,  en  este  mismo  sentido,  ha  apuntado  las  consecuen-
cias  que  entraa  considerar  al  hombre  como  el  conjunto  de  las 
relaciones  sociales: 
En  primer  lugar,  la  articulacin  dada  del  mundo,  o  sea  la  manera  de 
percibirlo,  de  distinguir  en  l  elementos  determinados,  la  dinmica  de  las 
percepciones,  etc.,  est  relacionada  con  el  lenguaje  y  con  el  aparato  con-
ceptual  que  recibimos  de  la  sociedad,  por  medio  de  la  educacin  consi-
derada  como  la  transmisin  de  la  experiencia  social  acumulada  en  la  filo-
3 1 .  ADAM  SCHAFF:  Historia  y  verdad,  pg.  8 3. 
32.  Sin  duda,  la  teora  marxista  dei  conoci mi ento  pone  de  relieve,  ms  que 
ninguna  otra  teora,  la  importancia  de  los  condicionamientos  sociales.  En  es ta 
parte  del  cap tulo  hemos  s eguido  es pecialmente  las  dos  obras  ya  citadas  de 
CIRO  F.  S.  CARDOSO  y  de  ADAM  SCHAFF,  y  el  libro  de  THOMPSON:  Miseria  de  la 
teora. 
3 3 .  Se  trata  de  la  VI  Tesis  sobre  Feuerbach,  citada  de  la  versin  catalana, 
Barcelona,  Ed.  62,  1969,  pg.  103. 
La  historia  como  producto  de  un  proceso  de  conocimiento  5 7 
gnesis.  En  segundo  lugar,  nuestros  juicios  estn  socialmente  condiciona-
dos  por  los  sistemas  de  valores  que  aceptamos  y  que  poseen  todos  ellos 
un  carcter  de  clase;  hecho  que  el  marxismo,  seguido  por  la  sociologa 
del  conocimiento,  ha  puesto  particularmente  de  relieve." 
La  otra  premisa  fundamental  de  la  teora  marxista  del  conoci-
miento  rompe  con  el  mecanismo  de  la  relacin  entre  materia  y  pen-
samiento  cuando  afirma  que  el  hombre  llega  hasta  el  pensamiento 
principalmente  por  las  sensaciones  que  experimenta  en  el  proceso  de 
su  accin  sobre  el  mundo  exterior.
35
  El  materialismo  premarxista, 
como  vimos,  crea  que  se  llegaba  al  conocimiento  por  el  reflejo  que  el 
objeto  depositaba  sobre  el  sujeto,  y  que  este  sujeto  producto  de 
las  circunstancias  y  de  la  educacin  se  mostraba  pasivo  en  el  acto 
de  conocer.  En  las  ya  citadas  Tesis  sobre  Feuerbach,  Marx  y  Engels 
se  distanciarn  de  este  materialismo  desde  el  primer  momento: 
El  principal  defecto,  hasta  hoy,  del  materialismo  de  todos  los  filsofos 
incluyendo  a  Feuerbach  es  que  el  objeto,  la  realidad,  el  mundo  sen-
sible  son  tomados  slo  bajo  la  forma  de  objeto  o  de  intuicin,  pero  no 
como  actividad  humana  concreta,  como  prctica,  de  forma  no  subjetiva." 
La  praxis  se  convierte,  pues,  en  un  principio  fundamental  de 
todo  conocimiento,  desde  el  momento  en  que  el  hombre  conoce  el 
objeto  actuando  sobre  l  y  en  este  proceso  de  conocimiento,  emi-
nentemente  prctico,  transforma  al  mundo  y  al  mismo  tiempo  se 
transforma  a  s  mismo.  Porque  la  actividad  del  hombre  que  lleva  al 
conocimiento  surge  como  forma  y  producto  de  la  transformacin 
activa  de  la  naturaleza  por  el  trabajo.
3
'  En  el  libro  primero  de  El 
Capital,  Marx  pone  de  relieve  cmo  se  produce  la  relacin  entre  el 
hombre  y  la  naturaleza  mediante  el  trabajo: 
El  trabajo  es,  por  de  pronto,  un  proceso  entre  ser humano y  naturaleza, 
un  proceso  en  el  cual  el  ser  humano  media,  regula  y  controla  mediante 
su  propia  actividad  su  metabolismo  con  la  naturaleza.  El  ser  humano  se 
enfrenta  con  la  materia  natural  como  fuerza  natural  l  mismo.  Pone  en 
movimiento  las  fuerzas  naturales  pertenecientes  a  su  corporeidad  bra-
zos  y  piernas,  cabeza  y  manos,  con  objeto  de  apropiarse  la  materia 
natural  en  una  forma  utilizable  para  su  propia  vida.  Mediante  ese  mo-
34.  ADAM  SCHAFF:  Ibid.,  pg.  94. 
35.  PLEJNOV:  Cuestiones  fundamentales...,  pg.  37. 
36.  I  Tesis  de  Feuerbach,  de  la  edicin  citada,  pg.  101. 
37.  CARDOSO:  Introduccin  al  trabajo...,  pg.  26. 
5 8  El  historiador  y  la  historia 
vimiento  obra  en  la  naturaleza  externa  a  l  y  la  altera,  y  as  altera  al 
mismo  tiempo  su  propia  naturaleza. 
De  esta  manera,  el  materialismo  marxista  establece  la  existencia 
de  un  sistema  de  acciones  e  interacciones  entre  el  objeto  y  el  suje-
to,  de  un  movimiento  permanente  a  partir  del  cual  surge  el  conoci-
miento.  Pero  deja  claro  que  la  iniciativa  en  cualquier  proceso  cog-
noscitivo  parte  siempre  del  hombre,  y  de  un  hombre  socialmente 
determinado,  con  lo  cual  el  conocimiento  siempre  es  una  forma 
socialmente  determinada  de  actividad  humana.
3
' 
Aplicando  este  modelo  de  teora  del  conocimiento  al  caso  concre-
to  del  conocimiento  histrico,  se  evidencia  con  mucha  claridad  cmo 
la  historiografa,  la  historia  o  la  obra  histrica  es  siempre  un 
producto  socialmente  determinado  en  la  misma  medida  en  que  el 
proceso  cognoscitivo  que  lleva  al  conocimiento  histrico  est  tam-
bin  socialmente  determinado,  por  el  hecho  de  que  el  historiador 
como  todo  hombre  es  un  conjunto  de  relaciones  sociales. 
La  actividad  social  que  representa  el  conocimiento  histrico  es 
al  mismo  tiempo  una  actividad  histrica  concreta  en  el  tiempo  y 
en  el  espacio,  y  en  la  accin  que  el  historiador  ejerce  sobre  su 
objeto  de  estudio  invierte  todas  las  sensaciones  de  su  conciencia, 
formadas  por  la  influencia  que  el  mundo  exterior  ejerce  sobre  l.  De 
esta  manera,  el  historiador  llega  a  conocer  su  objeto  real  mediante 
una  actividad  prctica,  en  la  cual  su  conciencia  social  juega  siempre 
un  papel  de  primer  orden.  Pero,  por  otra  parte,  el  objeto  de  su  estu-
dio  transforma,  modifica  y  ampla  su  propia  conciencia. 
En  su  polmica  con  Althusser,  E.  P.  Thornpson  destaca  la  impor-
tancia  que  para  el  conocimiento  histrico  y  en  realidad  para  cual-
quier  forma  de  conocimiento  posee  el  dilogo  entre  el  ser  social  y 
la  conciencia  social,  en  el  momento  en  que  dentro  del  ser  social 
surge  espontneamente  la  experiencia,  como  consecuencia  de  que 
los  hombres  y  las  mujeres  (y  no  slo  los  filsofos)  son  racionales 
y  piensan  acerca  de  lo  que  les  ocurre  a  ellos  y  a  su  mundo.'
0
  De 
esta  manera  la  experiencia  es  determinante,  en  el  sentido  en  que 
ejerce  presiones  sobre  la  conciencia  social  existente,  plantea  nuevas 
cuestiones  y  proporciona  gran  parte  del  material  de  base  para  los 
38 .  KARL  MARX:  El  Capital.  Libro  primero,  volumen  1.  Barcelona,  Grijalbo, 
197 6,  pg.  193.  El  subrayado  es  m o.  P.  P. 
39.  CARDOSO:  Introduccin  al  trabajo...,  pg.  27 . 
40.  THOMPSON:  Miseria  de  la  teora,  pg.  19. 
Historia  e  ideologa  59 
60  El  historiador  y  la  historia 
ejercicios  intelectuales  ms  elaborados."  Pero,  al  mismo  tiempo,  la 
conciencia  social  acta  y  modifica  al  ser,  puesto  que  del  mismo 
modo  que  el  ser  es  pensado,  el  pensamiento  es  vivido;  los  seres  hu-
manos,  dentro  de  ciertos  lmites,  pueden  vivir  las  expectativas  socia-
les  o  sexuales  que  las  categoras  conceptuales  dominantes  les  im-
ponen.
42 
En  el  caso  del  conocimiento  histrico,  este  esquema  cognoscitivo 
de  Thompson  presupone  la  existencia  de  dos  tipos  de  acciones  y 
reacciones  que  se  implican  mutuamente:  el  dilogo  entre  el  ser  y  la 
conciencia  del  historiador,  por  una  parte,  y  la  accin  de  la  concien-
cia  sobre  su  objeto  real  de  estudio,  por  la  otra,  que  a  su  vez  estable-
ce  otro  dilogo,  cuyo  resultado  ser  el  conocimiento  histrico.  El 
complejo  sistema  de  interrelaciones  no  puede  estar  sintticamente 
mejor  descrito: 
El  objeto  real  (...)  es  epistemolgicamente  inerte,  es  decir,  no  puede  im-
ponerse  ni  desvelarse  l  mismo  al  conocimiento:  esto  tiene  lugar  dentro 
del  pensamiento  y  de  sus  procedimientos.  Pero  no  quiere  decir  que  sea 
inerte  en  otros  aspectos:  no  necesita  ser  sociolgica  o  ideolgicamente 
inerte.  Y  como  remate  hay  que  decir  que  lo  real  no  est  ah  fuera, 
mientras  que  el  pensamiento  estara  en  la  tranquila  sala  de  conferencias 
de  nuestras  cabezas,  aqu  dentro.  El  pensar  y  el  ser  habitan  un  solo  y 
mismo  espacio,  y  este  espacio  somos  nosotros  mismos.  As  como  pensa-
mos,  tambin  tenemos  hambre  y  sentimos  odio,  enfermamos  o  amamos, 
y  la  conciencia  est  entremezclada  con  el  ser;  as  como  contemplamos  lo 
real,  experimentamos  nuestra  propia  palpable  realidad.  De  modo  que 
los  problemas  que  las  materias  primas  presentan  al  pensamiento 
consisten  a  menudo  precisamente  en  sus  mismsimas  cualidades  activas, 
indicativas  e  instructivas.  Pues  el  dilogo  entre  conciencia  y  ser  va  adqui-
riendo  ms  y  ms  complejidad  verdaderamente,  alcanza  pronto  un  or-
den  diferente  de  complejidad,  que  ofrece  un  orden  distinto  de  problemas 
epistemolgicos  cuando  la  conciencia  crtica  acta  sobre  una  materia 
prima  hecha  del  mismo  material  que  ella  misma:  los  artefactos  intelec-
tuales,  las  relaciones  sociales,  el  acontecimiento  histrico." 
HISTORIA  E  IDEOLOGA 
El  hecho  de  que  el  conocimiento  histrico  est  condicionado  social-
mente  implica  que  toda  obra  histrica  posee  necesariamente  un  ca-
4 1 .  Ibid., pg. 20 . 
42.  Ibid.,  pg.  2 1 . 
43.  Ibid., pgs.  36- 37 . 
rcter  de  clase,  en  la  medida  en  que  aparece  a  travs  de  la  accin 
de  la  conciencia  social  del  historiador  sobre  un  objeto  de  estudio 
determinado:  la  historiografa  surge  como  una  de  las  actividades 
intelectuales  de  una  conciencia  social  determinada.  Durante  mu-
chas  dcadas,  desde  el  marxismo  se  habl  de  ciencia  histrica  bur-
guesa  y  tambin  de  ciencia  burguesa  para  designar  aquella  his-
toria  producida  en  los  crculos  acadmicos  y  universitarios  que  pre-
tendan  un  profesionalismo  a  ultranza  y  una  neutralidad  poltica  e 
ideolgica,  pero  que  en  el  fondo  respondan  a  unos  intereses  de  cla-
se  muy  concretos.'" 
Desde  esta  perspectiva  la  historiografa  aparece  como  una  forma 
ms  que  adopta  la  ideologa  de  los,  hombres:  la  historia  surge  como 
una  actividad  de  la  conciencia  de  los  hombres  y  al  mismo  tiempo 
pasa  a  formar  parte  de  su  conciencia.  En  este  punto  se  impone  defi-
nir  los  conceptos  y  las  relaciones  entre  conciencia  social  e  ideologa. 
Es  conocido  que  Marx  y  Engels  definan  la  conciencia  nica-
mente  como  el  Ser  consciente,  como  el  desarrollo  de  los  reflejos 
ideolgicos  y  de  los  ecos  del  proceso  de  la  vida  real  de  los  hom-
bres.
4 5
  En  su  tantas  veces  citado  prefacio  a  la  Contribucin  a  la  cr-
tica  de  la  economa  poltica,  Marx  escribi  que  la  estructura  econ-
mica  era  la  base  real  de  la  sociedad,  sobre  la  cual  se  eleva  una 
superestructura  jurdica  y  poltica  y  a  la  que  corresponden  formas 
sociales  determinadas  de  conciencia/
1
  una  conciencia  que  en  El  18 
Brwnario  de  Luis  Bonaparte  haba  definido  como  sobreestructura 
de  sentimientos,  ilusiones,  modos  de  pensar  y  concepciones  de  vida 
y  plasmados  de  un  modo  peculiar.'"  En  1890,  en  su  conocida  carta 
a  J.  Bloch  del  21  de  septiembre,  Engels  hablaba  de  los  reflejos  de 
todas  estas  luchas  reales  en  el  cerebro  de  los  participantes;  las  teo-
ras  polticas,  jurdicas,  filosficas;  las  ideas  religiosas,"  que  repre-
sentaban,  sin  duda,  elementos  constitutivos  de  la  conciencia  social 
de  los  hombres.  Siguiendo  estas  lneas  interpretativas  de  Marx  y 
44.  GEORG  LUKCS  utiliza  a  menudo  es te  concepto  en  Historia  y  consciencia 
de  case.  Barcelona,  Grijalbo,  1975*.  Cabe  sealar  que,  si  bien  los  historiadores 
marxis tas  han  renunciado  mayoritariamente  a  es te  concepto  en  buena  parte 
peyorativo,  sigue  utilizndose  sobre  todo  en  los  pa ses  socialistas. 
45.  MARX-ENGELS:  La  ideologa  alemanya,  pgs .  26- 27. 
46.  MARX:  Prefacio  a  la  Contribucin  a  la  crtica  de  la  economa  poltica, 
pg.  37 . 
47 .  MARX:  El  18  Brumario  de  Luis  Bonaparte.  Barcelona,  Ariel,  1968,  pg.  51 . 
48 .  FRIEDRICH  ENGELS:  Historia,  economa,  crtica  social,  filosofa,  cartas. 
Barcelona,  Pennsula,  1969,  pgs.  341- 342. 
Historia  e  ideologa  61 
Engels,  Franz  Jakubowsky,  en  su  ensayo  clsico  sobre  Las  superes-
tructuras  ideolgicas  en  la  concepcin  materialista  de  la  historia, 
escribi  que  el  concepto  de  conciencia  coincide  con  el  concepto  de 
superestructura  ideolgica,  con  las  representaciones  humanas,"  y 
defina  las  superestructuras  ideolgicas  como  la  forma  en  que  los 
hombres  llegan  a  ser  conscientes  de  sus  luchas.
50 
Sin  embargo,  para  los  clsicos  marxistas,  conciencia  e  ideologa 
no  responden  al  mismo  contenido.  Para  Engels  ideologa  es  un 
proceso  que  el  supuesto  pensante  cumple  sin  duda  conscientemen-
te,  pero  con  una  conciencia  falsa,  puesto  que  la  ideologa  no 
concuerda  con  la  realidad  y  no  la  capta  y  expresa  de  manera  adecua-
da."  Schaff  indica  cmo  Marx  y  Engels  durante  toda  su  vida  habla-
ron  de  ideologa  como  de  falsa  conciencia  y  demuestra  la  coheren-
cia  y  la  lgica  del  pensamiento  de  Marx  y  Engels  cuando  siempre 
que  hablaban  de  ideologa  se  referan  a  la  ideologa  de  la  burgue-
sa  y  en  ningn  caso  consideraron  sus  propias  teoras  como  ideolo-
ga.  Discutiendo  las  interpretaciones  de  Mannheim,  Schaff  pone  de 
relieve  que  el  aserto  marxiano  segn  el  cual  la  ideologa  es  una  fal-
sa  conciencia,  en  realidad  no  define,  y  subraya  que  en  la  concepcin 
de  Marx  y  Engels  el  concepto  de  ideologa  es  muy  restrictivo  y  que 
no  puede  equipararse  a  los  contenidos  que  los  marxistas  posteriores 
le  han  dado." 
El  propio  Schaff,  para  resolver  el  problema  de  la  ideologa  como 
falsa  conciencia  y  para  introducir  en  el  concepto  de  ideologa  todo 
tipo  de  ideologas  incluida  la  marxista  propone  una  definicin 
mucho  ms  amplia  cuando  afirma  que  por  "ideologa"  yo  entiendo 
los  puntos  de  vista  basados  en  un  sistema  de  valores  y  relativos 
a  los  problemas  planteados  por  el  objeto  deseado  del  desarrollo  so-
cial;  puntos  de  vista  que  determinan  las  actitudes  de  los  hombres,  o 
sea,  su  disposicin  para  adoptar  algunos  comportamientos  en  situa-
ciones  determinadas  y  su  comportamiento  efectivo  en  las  cuestiones 
sociales."  Desde  una  ptica  geneticofuncional,  Schaff  reformula  la 
definicin  al  hablar  de  las  ideas  sobre  los  problemas  planteados  por 
49.  FRANZ  JAKUBOWSKY:  Las  superestructuras  ideolgicas...  Madrid,  Alberto 
Corazn  ed.,  197 3,  pg.  97 . 
50.  Ibid.,  pg.  8 1 . 
51 .  Citado  por  JAKUBOWSKY:  Ibid.,  pg.  18 1. 
52.  ADAM  SCHAFF:  Historia  y  verdad,  pgs.  196- 209. 
53.  Ibid.,  pgs .  209- 210. 
62  El  historiador  y  la  historia 
el  objetivo  deseado  de  desarrollo  social,  que  se  forman  sobre  la  base 
de  determinados  intereses  de  clase  y  sirven  para  defenderlos.
5
* 
A  partir  de  estas  definiciones,  Schaff  est  de  acuerdo  en  que  la 
ideologa  sigue  siendo  el  reflejo  de  la  realidad  o  como  asiente,  ci-
tando  a  Pokrovski  el  reflejo  de  la  realidad  en  la  conciencia  de  los 
hombres,  a  travs  del  prisma  de  sus  intereses  en  general,  y  primor-
dialmente  de  sus  intereses  de  clase,
55
  pero  no  necesariamente  el 
reflejo  deformante  de  la  realidad;  y  en  este  punto  introduce  en 
el  concepto  de  ideologa  tanto  las  falsas  conciencias,  las  ideologas 
que  constituyen  deformaciones  de  clase  como  las  ideologas  au-
tnticas,  adecuadas.
58 
El  tema,  complejo  y  sumamente  problematizado  y  debatido,  en 
sus  mltiples  derivaciones  escapa,  sin  embargo,  al  objeto  central 
de  nuestro  estudio:  plantear  que  toda  historiografa  forma  parte  de 
una  determinada  ideologa.  Si  aceptamos  las  propuestas  de  defini-
cin  de  Schaff  sobre  ideologa  y  desde  la  perspectiva  de  lo  que  he-
mos  enunciado  hasta  ahora,  es  evidente  que  hay  que  situar  a  la  his-
toriografa  dentro  del  marco  de  las  ideologas  de  los  hombres  y  de 
las  clases  sociales.  Al  menos,  en  el  sentido  que  le  da  Chesneaux 
cuando  afirma  que  nuestro  conocimiento  del  pasado  es  un  factor 
activo  del  movimiento  de  la  sociedad,  es  lo  que  se  ventila  en  las  lu-
chas  polticas  e  ideolgicas,  una  zona  violentamente  disputada.  El 
pasado,  el  conocimiento  histrico  pueden  funcionar  al  servicio  del 
conservadurismo  social  o  al  servicio  de  las  luchas  populares.  La  his-
toria  penetra  en  la  lucha  de  clases;  jams  es  neutral,  jams  perma-
nece  al  margen  de  la  contienda.
57 
Es  cierto  que  en  este  prrafo  Chesneaux  plantea  la  dimensin 
poltica  e  ideolgica  de  la  historia  en  toda  su  extensin  social,  as-
pecto  que  trataremos  en  el  prximo  captulo.  Pero  como  ya  hemos 
visto,  el  condicionamiento  de  clase  del  conocimiento  histrico  impli-
ca  que  la  obra  histrica  sea  valorada  justamente  a  partir  del  grupo 
social  en  el  que  se  encuadra  el  historiador,  y  no  desde  su  exclusivo 
punto  de  vista  personal,  como  individuo  aislado.  As,  la  historia, 
como  producto  ideolgico  del  historiador,  corresponde  al  mismo 
54.  ADAM  SCHAFF:  Historia  y  verdad,  pg.  210. 
55.  Ibid.,  pg.  21 5. 
56.  Ibid.,  pg.  21 1 . 
57 .  CHESNEAUX:  Hacemos  tabla  rasa  del  pasado?...,  pg.  24.  El  subrayado 
es  m o.  P.  P. 
Historia  e  ideologa 
6 3 
tiempo  al  producto  ideolgico  de  la  clase  social  a  la  que  aqul  per-
tenece. 
Esta  compleja  relacin  historiador-ideologa-clase-conocimiento 
histrico  puede  quedar  ms  clara  si  nos  remitimos  a  ejemplos  con-
cretos.  Sera  histricamente  incomprensible  El  siglo  de  Luis  XIV 
de  Voltaire  si  no  la  analizsemos  a  partir  de  la  ideologa  de  la  Ilus-
tracin,  de  una  ideologa,  por  otra  parte,  que  no  pertenece  a  Voltai-
re,  sino  a  una  burguesa  revolucionaria  de  la  que  Voltaire  es  un 
exponente  terico  que  est  rompiendo  con  el  Antiguo  Rgimen  y 
est  elaborando  un  proyecto  social  nuevo  de  acuerdo  con  sus  propios 
intereses.  La  concepcin  religiosa  de  la  historia  que  impone  el  cristia-
nismo,  a  partir  de  san  Agustn,  durante  la  Edad  Media  europea, 
slo  puede  comprenderse  teniendo  en  cuenta  la  funcin  ideolgica 
que  la  religin  desempea  bajo  el  feudalismo,  en  cuanto  representa 
la  legitimacin  del  poder  econmico,  social  y  poltico  de  las  clases 
feudales  dominantes.  Marx,  a  su  vez,  era  consciente  de  que  su  pun-
to  de  partida  social  era  la  clase  obrera,  y  el  marxismo  como  ideolo-
ga  y  por  lo  tanto  la  concepcin  marxista  de  la  historia  slo  ad-
quiere  sentido  histrico  desde  el  momento  en  que  se  vincula  al  obje-
tivo  social  de  la  clase  obrera:  la  transformacin  revolucionaria  de 
la  sociedad,  en  un  sentido  socialista.  Lo  que  queremos  decir,  en  defi-
nitiva,  es  que  no  existe  producto  histrico  que  no  est  imbuido  de  la 
ideologa  del  historiador,  de  una  ideologa  que  siempre  posee  su  co-
rrespondencia  social  en  una  clase.  Cuando  el  propio  historiador  se 
adscribe  a  una  escuela  historiogrfica,  su  adscripcin  comporta  una 
determinada  concepcin  de  la  historia,  y  en  general  consciente  o 
inconscientemente  se  relaciona  con  sus  concepciones  ideolgicas 
precisas. 
As  las  cosas,  se  puede  llegar  a  situaciones  extremadamente  gra-
ves  para  la  ciencia  de  la  historia,  como  h  sucedido  con  la  concep-
cin  histrica  de  Althusser  y  de  sus  discpulos,  cuando  afirman  que 
la  historia  y  en  este  caso  la  historia  real,  las  res  gestae  no  existe 
como  objeto  real  de  conocimiento,  sino  que  es  un  producto  ideol-
gico_de  la  teora  del  historiador.
5
"  Pero,  como  han  demostrado  los 
58 .  Las  pos iciones  tericas  de  Althusser  pueden  estudiarse,  fundamental-
mente,  en  Louis  ALTHUSSER:  La  revolucin  terica  de  Marx.  Mxico,  Siglo  X X I , 
1967;  y  Louis  ALTHUSSER  y  TIENNE  BALIBAR:  Para  leer  El  Capital.  Mxico,  Si-
glo  X X I ,  1969.  Las  concepciones  althusserianas  aplicadas  a  la  historia  en  BARRY 
HINDESS  y  PAUL  Q.  HIRST:  Los  modos  de  produccin  precapitalistas.  Barcelona, 
Pennsula,  197 9. 
6 4 
El  historiador  y  la  historia 
crticos  de  Althusser,  y  en  especial  la  reciente  aportacin  de  E.  P. 
Thompson,  el  estructuralismo  althusseriano  adolece  de  graves  defec-
tos  epistemolgicos  que  le  conducen  inevitablemente  a  un  idealismo 
metafsico,  que  nada  tiene  que  ver  con  el  materialismo  histrico.
5
' 
Y  a  otro  nivel,  existe  el  peligro  que  en  parte  se  vislumbra  en 
las  concepciones  de  Chesneaux  de  llegar  a  una  ideologizacin  tan 
profunda  de  la  historia  que  sta  slo  tenga  validez  en  el  marco  co-
yuntural  del  presente  inmediato.  Ciertamente,  no  faltan  defensores 
de  estas  tesis,  que  nicamente  valoran  el  trabajo  histrico  en  fun-
cin  de  las  luchas  polticas  e  ideolgicas  del  momento.  La  historia, 
desde  este  punto  de  vista,  sera  un  instrumento  ms  de  lucha 
ideolgica  y  de  prctica  poltica.  Schaff  destaca  cmo  bajo  la  perspec-
tiva  de  Pokrovski  la  historia  se  convierte  en  un  virtual  juego  pol-
tico:  el  historiador  selecciona  los  hechos  arbitrariamente  y  los  in-
terpreta  de  modo  subjetivo  en  funcin  de  su  posicin  de  clase.
50 
Pero  resaltar  el  condicionamiento  de  clase  de  la  ideologa  del  his-
toriador  y  enmarcar  la  historiografa  en  el  campo  de  las  produccio-
nes  ideolgicas  no  significa  ideologizar  la  historia  hasta  estos  extre-
mos.  Porque  el  historiador,  sea  cual  sea  su  predicamento  ideolgico, 
est  limitado,  en  primer  lugar,  por  la  naturaleza  del  objeto  de  su 
estudio  y  por  los  hechos  histricos  que  trata  de  comprender,  que 
existen  al  margen  de  l  mismo,  en  el  sentido  que  apunta  Thompson: 
Los  procesos  acabados  de  cambio  histrico,  con  sus  intrincadas  relacio-
nes  causales,  ocurrieron  de  verdad,  y  la  historiografa  puede  falsearlos 
o  entenderlos  mal,  pero  no  puede  en  lo  ms  mnimo  modificar  el  estatuto 
ontolgico  del  pasado.  El  objetivo  de  la  disciplina  histrica  es  alcanzar 
esta  verdad  de  la  historia.
61 
Ello  implica  que  las  pre-ocupaciones  de  cada  generacin,  sexo  o 
clase  deben  inevitablemente  tener  un  contenido  normativo,  que  ha-
llar  expresin  en  las  preguntas  formuladas  a  los  datos  empricos." 
59.  Exis te  una  numeros a  bibliografa  crtica  a  las  concepciones  althusseria-
nas.  Vase,  entre  otras:  CARLOS  NELSON  COUTINHO:  El  estructuralismo  y  la  mi-
seria  de  la  razn.  Mxico,  Era,  1973;  ADAM  SCHAFF:  Estructuralismo  y  marxis-
mo.  Mxico,  Grijalbo,  1976.  PIERRE  VILAR  es  autor  de  dos  breves  aportaciones: 
El  mtodo  histrico,  en  Althusser,  mtodo  histrico  e  historicismo.  Barcelona, 
Anas*rama,  197 2,  y  Historia  marxista,  historia  en  construccin,  Barcelona,  Ana-
grama,  197 4.  La  crtica  de  Thomps on  en  el  libro  ya  citado  Miseria  de  la 
teora. 
60.  ADAM  SCHAFF:  Historia  y  verdad,  pg.  216. 
61 .  THOMPSON:  Miseria  de  la  teora,  pg.  7 0. 
62.  Ibid.,  pg.  7 1 . 
El  historiador  y  sus  mtodos  65 
Y  el  contenido  normativo  que  reclama  Thompson  remite  a  las 
salvaguardas  metodolgicas  que  sirven  o  deben  servir  como  limi-
tacin  contra  la  ideologizacin  {in  extremis)  de  la  historia. 
EL  HISTORIADOR  Y  SUS  MTODOS 
En  efecto,  el  historiador  est  limitado  y  determinado  tambin  por 
el  mtodo  o  los  mtodos  que  ha  ido  construyendo  la  ciencia  de  la 
historia.  Es  cierto,  y  sin  duda  evidente,  que  no  existe  un  nico  m-
todo  historiogrfico.  En  este  punto  hay  que  recordar  de  nuevo  que 
la  historia  no  es  metodolgicamente  unvoca  y  que  a  menudo  se 
contraponen  mtodos  cuya  aplicacin  ofrece  resultados  diferentes, 
cuando  no  contradictorios:  as  sucede,  por  ejemplo,  cuando  en  el 
anlisis  de  una  sociedad  se  utilizan  los  mtodos  funcionalistas,  al  es-
tilo  de  Mousnier,"  o  bien  el  mtodo  de  anlisis  marxista.  En  el  pri-
mer  caso  la  estructura  social  aparece  en  funcin  del  prestigio  u 
honor  de  cada  grupo  social,  que  desempeara  una  funcin  espec-
fica  en  la  sociedad  de  acuerdo  con  este  prestigio.  Para  el  marxismo 
una  estructura  social  determinada  siempre  resulta  como  consecuen-
cia  de  la  estructura  econmica,  como  consecuencia,  por  lo  tanto, 
del  lugar  que  ocupan  los  diferentes  grupos  sociales  entre  quienes 
existen  contradicciones  y  antagonismos  en  un  sistema  de  produc-
cin  dado  y  por  las  relaciones  de  propiedad  que  mantienen  respecto 
a  los  medios  de  produccin." 
Por  otra  parte,  la  ciencia  histrica  propone  mtodos  y  tcnicas 
de  validez  universal  para  los  historiadores.  En  este  punto  cabra 
establecer  una  distincin  importante  entre  metodologa  y  mtodo, 
puesto  que  a  veces  ambos  conceptos  se  utilizan  en  un  mismo  sen-
tido,  y  en  cambio  otras  veces  expresan  contenidos  diferentes.  En  el 
sentido  propuesto  en  el  ejemplo  anterior,  es  evidente  que  cuando 
hablamos  de  metodologa  nos  referimos  al  mtodo  que  surge  de  la 
aplicacin  de  una  determinada  concepcin  de  la  historia:  as,  habla-
mos  de  metodologa  funcionalista,  positivista  o  marxista.  La  meto-
dologa  en  este  caso  no  se  comprende  sin  la  teora  de  la  que  parte 
el  historiador.  La  teora  conforma  la  metodologa.  Contrariamente,  el 
63.  Vas e,  al  res pecto,  CARDOSO  y  PREZ  BRIGNOLI:  LOS  mtodos  de  la  his-
toria.  Barcelona,  Crtica,  197 6,  pgs.  312- 314. 
64.  Ibid.,  pgs .  310- 311. 
66 
El  historiador  y  la  historia 
mtodo  o  los  mtodos  se  refieren  a  las  tcnicas  de  trabajo  utiliza-
das  por  el  historiador  en  sus  investigaciones:  en  este  sentido  se 
habla  de  mtodos  de  historia  econmica,  de  historia  social,  cultural 
o  poltica.  Pero  las  cosas  no  estn  tan  claras,  puesto  que  tambin 
se  puede  hablar  y  de  hecho  se  ha  utilizado  el  concepto  de  m-
todo  marxista  o  mtodo  funcionalista.  Lo  que  queremos  indicar,  en 
definitiva,  es  la  ambigedad  y  ambivalencia  terminolgica  de  los 
conceptos  utilizados,  en  la  medida  en  que  se  han  utilizado  indistin-
tamente  para  designar  uno  u  otro  contenido.
65 
El  problema  del  mtodo  en  las  ciencias  sociales  y,  desde  lue-
go,  en  la  historia  es  complejo  y  ha  merecido  hasta  el  presente 
una  extenssima  bibliografa.
66
  Sin  pretensiones  de  exhaustividad, 
veamos  algunos  de  estos  problemas.  A  un  nivel  primario,  el  investi-
gador  se  enfrenta  con  el  problema  de  las  fuentes.  Durante  muchos 
aos  el  historiador  slo  acept  como  fuentes  histricas  aquellos  do-
cumentos  escritos  legados  por  el  pasado.  El  positivismo  contribuy 
enormemente  a  esta  deformacin,  que  slo  a  partir  de  Bloch  y  Feb-
vre  empez  a  cuestionarse,  aunque  no  es  raro  en  la  actualidad  hallar 
historiadores  que  siguen  aferrndose  al  documento  escrito  como  ni-
ca  fuente  histrica.  Pero  el  historiador  actual  debe  saber  que  todo 
testimonio  o  vestigio  que  responda  a  una  actividad  social  de  los 
65.  Desde  una  perspectiva  enciclopdica,  tendr amos  que  definir  metodolo-
ga  como  la  ciencia  del  mtodo,  y  a  s te  como  el  conj unto  de  procedimientos 
a  seguir  para  llegar  a  un  conocimiento.  Jerzy  Topolsky,  tras  renunciar  a  ua 
definicin  de  metodolog a  de  las  ciencias,  seala  los  dos  tipos  de  problemas 
que  centran  el  inters  de  la  metodolog a:   1 .  Inters  en  las  operaciones  cog-
noscitivas  us adas  en  la  investigacin  cientfica.  2.  Inters  en  los  resultados 
de  dichas  operaciones  cognoscitivas  (JERZY  TOPOLSKY:  Metodologa  de  la  histo-
ria.  Madrid,  Ctedra,  1982,  pg.  21 ) .  Por  su  parte,  Mario  Bunge  define  al  m-
todo  como  un  procedimiento  para  tratar  un  conj unto  de  problemas,  y  dis-
tingue  entre  mtodo  general  de  la  ciencia  (un  procedimiento  que  se  aplica 
al  ciclo  entero  de  la  investigacin  en  el  marco  de  cada  problema  de  conoci-
miento)  y  mtodos  especiales  (la  invencin  o  la  aplicacin  de  procedimientos 
especiales  adecuados  para  los  varios  es tadios  del  tratamiento  de  los  problemas , 
desde  el  mero  enunciado  de  s tos  hasta  el  control  de  las  s oluciones  propues-
tas);  vase  MARIO  BUNGE:  La  investigacin  cientfica.  Barcelona,  Ariel,  1981", 
pg.  24.  Para  Cardoso  "mtodo"  designa  a  los  procedimientos  ordenados  que 
es  precis o  emplear  para  alcanzar  algn  objetivo  previamente  establecido,  mien-
tras  el  mtodo  cientfico  har a  referencia  a  los  medios  de  que  dispone  la 
ciencia  para  plantear  problemas  verificables  (contras tables )  y  s ometer  a  la 
prueba  las  soluciones  propues tas  para  tales  problemas.  CARDOSO:  Introduc-
cin  al  trabajo  de  la  investigacin  histrica,  pgs .  43- 46. 
66.  Adems  de  las  obras  citadas  en  la  nota  anterior,  pueden  consultarse  el 
manual  clsico  de  MAURICE  DUVERGER:  Mtodos  de  las  ciencias  sociales.  Bar-
celona,  Ariel,  1976',  y  los  tres  volmenes  de  RAYMOND  BOUDON  y  PAUL  LAZARS-
FELD:  Metodologa  de  tas  ciencias  sociales.  Barcelona,  Laia,  1973- 1975. 
El  historiador  y  sus  mtodos 
67 
hombres  es  merecedor  de  ser  considerado  fuente  Histrica:  desde 
evidentemente!  los  documentos  escritos  impresos  o  manus-
critos,  hasta  los  restos  arqueolgicos,  las  tradiciones  orales  y  el 
folklore,  las  huellas  que  la  accin  de  los  hombres  hayan  podido  de-
j ar  sobre  la  naturaleza,  el  arte  en  sus  ms  variadas  facetas,  la  lite-
rat ura  tantas  veces  ignorada  por  el  historiador,  y  que  en  muy  pocas 
ocasiones  se  la  ha  considerado  como  documento  escrito,  los  res-
tos  iconogrficos  ms  variados  son,  sin  duda,  fuentes  histricas  que 
el  historiador  en  ningn  caso  debe  despreciar.  Para  la  historia  con-
tempornea  ms  reciente,  la  memoria  oral,  la  fotografa,  el  cine  y 
todos  los  recursos  que  proporciona  el  mundo  de  la  imagen  el  v-
deo  incluido  proporcionan  al  historiador  nuevas  fuentes  hasta 
ahora  inexplotadas. 
Pero  ante  esta  variedad  de  material  histrico  el  historiador  debe 
utilizar  mtodos  de  estudio  adecuados.  En  primer  lugar,  porque  no 
siempre  las  fuentes  son  objetivas.  La  objetividad  que  puede  pre-
sentarse  en  una  moneda  romana,  en  unas  hachas  neolticas  o  en  la 
fotografa  de  una  conferencia  diplomtica  internacional  puede  desa-
parecer  cuando  se  trata  de  documentacin  escrita.  Thompson  pone 
de  relieve  que  la  mayora  de  fuentes  escritas  tienen  valor  sin  de-
masiada  relacin  con  el  "inters"  que  haya  movido  a  registrarlas," 
o  sea,  cuando  se  recogen  datos  sin  intencionalidad  alguna  de  trascen-
dencia  futura.  Pero,  en  otros  casos  aunque  sea  en  una  minora 
los  documentos  escritos  pueden  poseer  una  intencionalidad  precisa: 
y  as  sucede,  por  ejemplo,  con  todas  las  crnicas  reales.  Adems,  no 
siempre  la  documentacin  utilizada  es  la  documentacin  existente. 
El  historiador  cubano  Moreno  Fraginals  destaca  cmo  los  historia-
dores  cubanos  anteriores  a  la  revolucin  de  1959  tuvieron  especial 
inters  en  fabricar  unos  mitos  histricos  en  funcin  de  los  intereses 
de  la  burguesa  criolla  dominante  durante  largas  dcadas.  Y  para 
ello  se  efectu  una  depuracin  y  seleccin  sistemtica  de  las  fuentes 
que  sirviesen  para  fabricar  y  perpetuar  estos  mitos." 
En  todos  los  casos,  pues,  el  historiador  en  la  bsqueda  de  las 
fuentes  tambin  llamada  heurstica  debe  ser  consciente  de  los 
67 .  THOMPSON:  Miseria  de  la  teora,  pg.  50 . 
68 .  MORENO  FRAGINALS:  La  historia  com  a  arma,  en  L'Avene  (Barcelona), 
n.  2,  mayo  197 7 ,  pgs .  7 6- 8 0.  Los  tres  mi tos  o  dogmas  fundamentales  que  destaca 
el  autor  en  la  historiograf a  cubana  son  los  del  anties paolis mo,  el  es camoteo 
del  problema  negro  y  la  pres entacin  de  la  burgues a  criolla  como  el  grupo 
creador  de  la  nacionalidad. 
6 8  El  historiador  y  la  historia 
problemas  que  plantean  o  pueden  plantear  aqullas,  y  deber  aplicar 
los  anlisis  crticos  adecuados  para  verificar  su  autenticidad  y  apre-
ciar  su  contenido,  de  acuerdo  con  la  poca  y  el  lugar  preciso  en 
que  se  inscribe  el  documento  o  fuente  estudiada.  De  esta  manera,  el 
historiador  establecer  el  dato  histrico,  como  primer  paso  de  su 
investigacin.  No  pretendemos  establecer  todos  los  pasos  precisos 
de  la  investigacin  histrica  que  han  sido  tratados  ya  por  estudios 
ms  especializados.
4
'  Slo  queremos  destacar  que  el  mtodo  que  uti-
liza  el  historiador  hasta  llegar  a  precisar  el  dato  histrico,  a  partir 
del  cual  verificar  sus  hiptesis  y  construir  sus  interpretaciones, 
posee  validez  universal. 
Los  mtodos  crticos  de  verificacin  y  autentificacin  de  fuentes 
suelen  plantearse  de  manera  distinta  segn  la  naturaleza  de  la  fuen-
te  histrica,  y  as  mismo  sucede  con  los  mtodos  concretos  utiliza-
dos  en  las  distintas  reas  de  especializacin  de  la  historia.  Cuando 
en  1961  un  vasto  equipo  de  investigadores  franceses  public,  bajo 
la  direccin  de  Charles  Samaran,  una  de  las  aportaciones  colectivas 
ms  importantes  realizadas  en  Francia  en  las  ltimas  dcadas  sobre 
teora  y  metodologa  histricas,  procuraron  presentar  de  forma  ex-
haustiva  la  totalidad  de  mtodos  de  trabajo  que  debe  conocer  el  his-
toriador  especialista  en  las  diferentes  etapas  histricas  y  en  las  distin-
tas  reas  de  especializacin.  Destacaron  especialmente  el  lugar  que 
ocupan  las  llamadas  ciencias  auxiliares  de  la  historia  en  los  procesos 
de  investigacin:  desde  los  mtodos  arqueolgicos,  hasta  la  filologa, 
la  epigrafa,  la  paleografa,  la  diplomacia,  etc.  Apuntaban  tambin  la 
importancia  de  las  nuevas  orientaciones  que  iban  apareciendo  en 
la  historiografa:  la  relacin  entre  historia  y  lingstica,  la  importan-
cia  de  los  datos  demogrficos  y  estadsticos,  el  nuevo  tratamiento  que 
se  empezaba  a  practicar  en  la  historia  de  las  mentalidades,  etc. 
A  partir  de  la  dcada  de  los  aos  60  han  abundado  las  obras  de-
dicadas  a  los  mtodos  especficos  que  deben  aplicarse  en  los  estu-
dios  sobre  historia  demogrfica,  econmica  o  social.  Faire  de  l'histoi-
re,  publicado  en  Francia  en  1974,  bajo  la  direccin  de  Jacques  Le  Goff 
69.  Vanse,  en  especial,  el  libro  de  TOPOLSKY:  Metodologa  de  la  historia;  la 
obra  de  CARDOSO:  Introduccin  al  trabajo...,  y  FIERRE  SALMN:  Historia  y  cri-
tica. 
70.  L'Histore  et  ses  mthodes.  Brujas ,  Gallimard,  1961.  Como  dato  signifi-
cativo  des taquemos  las  1771  pginas  de  que  cons ta  el  volumen  y  el  hecho  de  que 
entre  otros  autores  escriben  Henri-Irne  Marrou,  Georges  Sadoul,  Marcel  Cohn 
y  Georges  Duby. 
El  historiador  y  sus  mtodos  69 
y  Pierre  Nora,"  pretenda  ser  una  reactualizacin  de  los  problemas 
historiogrficos  nuevos  que  haban  aparecido  desde  1961,  aunque  el 
carcter  de  esta  obra  sea  diferente  del  de  la  dirigida  por  Samaran.  Los 
avances  experimentados  en  la  aplicacin  de  los  mtodos  estadsticos 
y  cuantitativos  han  sido  espectaculares  y  han  beneficiado  especial-
mente  a  los  estudios  demogrficos  y  a  la  historia  econmica."  Una 
descripcin  detallada  de  la  enorme  bibliografa  aparecida  en  los  l-
timos  aos  sobre  los  mtodos  de  la  historia  merecera,  sin  lugar  a 
dudas,  un  grueso  volumen." 
Esta  enorme  produccin  bibliogrfica  pone  de  relieve  el  profesio-
nalismo  y  el  rigor  que  se  ha  ido  apoderando  de  la  ciencia  histrica: 
las  salvaguardas  metodolgicas  de  que  hablaba  Thompson  existen 
y  en  parte  gracias  a  ellas  hoy  es  posible  verificar  la  validez  de  los 
modelos  histricos  que  utiliza  el  historiador. 
Por  otra  parte,  la  interdisciplinariedad  entre  la  historia  y  el  res-' 
to  de  las  ciencias  sociales,  que  pareca  tan  difcil  de  conseguir,  ha 
avanzado  en  proporciones  considerables.  La  plena  incorporacin  de 
la  geografa  en  los  estudios  histricos  ha  dado  lugar  a  la  geohistoria, 
el  estudio  de  las  relaciones  existentes  entre  el  hombre  y  la  natura-
leza  a  lo  largo  de  la  historia.  La  demografa  la  ciencia  de  contar 
a  los  hombres  y  la  economa  que  a  menudo  aparecen  tan  ligadas 
e  interrelacionadas  son  indispensables  para  cualquier  anlisis  de 
estructura  econmica  y  social  o  de  procesos  histricos."  Los  mtodos 
71.  Faire  de  l'histoire.  Pars,  Gallimard,  197 4.  Existe  traduccin  castellana  en 
Laia,  Barcelona,  197 8- 1980. 
72.  Vanse,  en  particular,  WITOLD  KTJLA:  Problemas  y  mtodos  de  la  historia 
econmica.  Barcelona,  Pennsula,  1973;  RODERICK  FI.OUD:  Mtodos  cuantitativos 
para  historiadores.  Madrid,  Alianza  Editorial,  1975;  y,  de  publicacin  ms  re-
ciente,  G.  R.  HAWKE:  Economics  for  historians.  Londres,  Cambridge  University 
Press,  1980. 
73.  Adems  de  los  libros  ya  mencionados  en  notas  anteriores,  vase  EMMA-
NUEL  LE  ROY  LADURIE:  Le  territoire  de  'historien.  Pars,  Gallimard,  1974- 1978. 
Se  trata  de  una  voluminos a  obra  de  dos  volmenes .  Para  los  lectores  de  len-
gua  castellana  debemos  destacar  la  importancia  de  la  obra  de  CARDOSO  y  PREZ 
BRIGNOLI:  Los  mtodos  de  la  historia,  centrada  especialmente  en  la  historia 
econmica,  demogrfica  y  social. 
74.  En  el  terreno  de  la  demografa  histrica  se  ha  avanzado  enormemente 
en  las  ltimas  dcadas ,  si  bien  no  todos  los  historiadores  que  Ja  practican 
parten  de  los  mi s mos  pres upues tos .  En  fechas  relativamente  recientes,  el  his-
toriador  italiano  M.  Livi-Bacci  ofreca,  con  los  siguientes  trminos ,  cul  era  el 
objeto  de  la  demograf a  histrica:  Una  poblacin  es  un  agregado  de  indivi-
duos  ligados  por  relaciones  funcionales.  Es tas  relaciones  j ams  son  automti-
cas  y  jams  se  repiten  de  la  mis ma  manera:  son  variables  y  mutables .  Estas 
relaciones  o  v nculos  son  el  cemento  que  determina  el  grado  de  cohes in  de 
una  poblacin  o  su  densidad  moral,  (...)  su  resistencia  frente  a  una  crisis,  su 
70  El  historiador  y  la  historia 
aportados  por  la  sociologa  en  los  estudios  sociales  deben  ser  cono-
cidos  y  utilizados  por  el  historiador  social  como  mtodos  propios. 
Muchas  veces  es  difcil  precisar  dnde  acaba  la  historia  y  dnde 
empieza  la  antropologa:  el  comportamiento  humano  en  todas  sus 
mltiples  facetas  es  objeto  de  estudio  por  parte  de  ambas  discipli-
nas.  La  historia  de  las  mentalidades  requiere  la  aplicacin  de  los  m-
todos  de  la  psicologa  social.  Y  ya  sealamos  la  importancia  de  la 
lingstica  para  el  estudio  de  la  historia. 
El  anlisis  integrador  de  todos  los  fenmenos  histricos  fuerza, 
evidentemente,  a  esta  interdisciplinariedad,  y  si  bien  es  cierto,  segn 
las  palabras  de  Pierre  Vilar,  que  la  historia  deba  ser  considerada 
como  la  nica  ciencia  a  la  vez  global  y  dinmica  de  las  sociedades, 
y  por  lo  tanto  como  la  nica  sntesis  posible  de  las  dems  ciencias 
humanas,"  no  es  menos  cierto  que,  para  que  ello  sea  posible,  el 
historiador  debe  conocer  todos  los  mtodos  y  tcnicas  de  trabajo 
del  resto  de  las  ciencias  del  hombre. 
Sin  mtodo,  pues,  no  hay  historia  ni  ciencia  posible.  Pero  ya  he-
mos  indicado  que  sin  teora  tampoco.  Y  este  ltimo  aserto  es  ms 
importante  de  lo  que  a  simple  vista  parece.  Demasiadas  veces  se  ha 
querido  absolutizar  la  importancia  de  los  mtodos  para  destacar 
la  validez  del  producto  histrico.  Se  ha  querido  medir  el  profesiona-
lismo  y  el  rigor  aplicando  el  baremo  de  las  tcnicas  de  trabajo.  Un 
ejemplo  claro  de  ello  lo  ofrece  la  escuela  norteamericana  New  Eco-
nomic  History,  una  nueva  historia  econmica,  que  ha  desarrollado 
hasta  tal  punto  los  mtodos  economtricos,  que  ha  reducido  la  his-
toria  a  una  mera  secuela  de  tecnicismos  deshumanizados  donde  han 
desaparecido  la  riqueza  de  matices  de  las  actividades  humanas  y  los 
hombres  mismos.  El  mtodo  debe  estar  siempre  en  funcin  de  la 
teora  que  el  historiador  profesa,  y  la  teora  de  la  historia  ya  he-
mos  insistido  en  ello  aparecer  como  vlida  en  la  medida  en  que 
nos  sirva  para  comprender  el  presente  como  totalidad  histrica. 
Sin  embargo,  las  espadas  siguen  en  alto.  Y  muchos  historiadores 
acusan  al  profesionalismo  de  otros  de  mera  argucia  que  pretende 
defender  una  neutralidad  de  la  ciencia  que  en  su  prctica  no  existe. 
capacidad  de  reaccin.  El  anlisis  de  es tas  relaciones  es  la  tarea  central  de 
la  demografa  histrica.  En  La  socit  italienne  devant  les  crises  de  mortalit, 
Florencia,  1979,  pg.  64.  Vas e,  adems ,  la  obra  clsica  de  E.  A.  WRIGLEY:  His-
toria  y  poblacin.  Madrid,  Guadarrama,  1969. 
7 5.  PIERRE  VILAR:  Problemas  tericos  de  la  historia  econmica,  en  La  His-
toria  hoy.  Barcelona,  Avance,  1976,  pg.  144. 
E!  hi s t ori ador  y  s us  m t odos  7 1 
ste  es  el  caso  de  Jean  Chesneaux,  quien  sita  el  profesionalismo 
tecnicista  de  muchos  historiadores  actuales  como  una  falsa  eviden-
cia  del  discurso  histrico.
71
  Para  Chesneaux  el  rigor  cientifico,  el 
deseo  de  precisin,  control  de  los  hechos  respecto  de  la  realidad, 
conocimiento  objetivo,'investigaciones  de  los  principios,  de  los  enca-
denamientos  y  de  las  leyes
7 7
  es  indispensable  en  la  historia.  Pero 
el  criterio  esencial  del  saber  cientfico  sigue  siendo  el  vaivn  entre 
teora  y  prctica.  Y  la  historia,  por  definicin,  no  puede  realizar  este 
vaivn  sino  al  contacto  del  presente.'"  La  conclusin  nos  remite 
inevitablemente  al  presente,  puesto  que  la  historia  no  puede  ser 
plenamente  ciencia  ms  que  si  deja  de  encerrarse  en  el  pasado.
7
' 
De  esta  manera,  slo  en  el  presente,  desde  el  presente  y  para  el  pre-
sente  la  historia  y  los  mtodos  que  utiliza  el  historiador  hallan  su 
razn  de  ser. 
7 6.  CHESNEAUX:  Hacemos  tabla  rasa  del  pasado?...,  pgs .  7 1- 86. 
7 7 .  Ibid.,  pgs .  8 4- 8 5. 
7 8 .  Ibid.,  pg.  8 5. 
7 9.  Ibid.,  ibid.