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2.

EL HISTORIADOR Y LA HISTORIA
EL HISTORIADOR, SU PRESENTE Y EL PASADO HISTRICO
Como acabamos de ver en el captulo precedente, la historia o la
historiografa no puede entenderse al margen del historiador. De
l depende y ha dependido siempre el tipo de historia que se realiza,
el mtodo utilizado, las teoras histricas y, en definitiva, el produc-
to historiogrfico resultante. De tal manera que no puede entender-
se el conocimiento histrico sin el historiador.
Pero el historiador, ese hombre como cualquier otro hombre que
vive en una sociedad, se acerca al conocimiento del pasado a partir
de su propio presente. La historia, as, es la relacin, la conjun-
cin establecida por iniciativa del historiador, entre dos planos de la
humanidad: el pasado vivido por los hombres de otrora y el pre-
sente en que se desarrolla el esfuerzo por la recuperacin de aquel
pasado para beneficio del hombre actual y del hombre venidero.'
Carr estableca la misma relacin cuando defina la historia como
un proceso continuo de interaccin entre el historiador y sus he-
chos, un dilogo sin fin entre el presente y el pasado.
1
El historiador, pues, se enfrenta a un pasado que trata de com-
prender a partir de su presente. Su punto de partida es, inevitable-
mente, el presente en que se halla, cuyos problemas, motivaciones y
vivencias proyecta hacia el objeto de su estudio. Comprender esta
relacin supone comprender, en primer lugar, el carcter de toda
obra histrica, en el momento preciso en que fue elaborada. El his-
toriador britnico Collingwood escribi que san Agustn vio la his-
toria desde el punto de vista del cristiano primitivo; Tillamont,
1. MARROU: El conocimiento histrico, pg. 3 1 .
2. CARR: Qu es la historia?, pg. 40.
44 El historiador y la historia
desde el de un francs del siglo XVII; Gibbon, desde el de un ingls
del XVIII; Mommsen, desde el del alemn del siglo xix; a nada con-
duce preguntarse cul era el punto de vista adecuado. Cada uno de
ellos era el nico posible para quien lo adopt.
1
Desde esta perspectiva, la ciencia de la historia en cada mo-
mento de su evolucin se comprende a partir de la poca en que
se inscribe, del propio presente del historiador. Y por eso es fun-
damental, antes de penetrar en una obra historiogrfica, conocer su
marco histrico. En el ejemplo de Collingwood, el punto de vista
sobre la historia de cada uno de los autores citados se configura,
pues, a partir de las preocupaciones y motivaciones de su poca co-
rrespondiente.
En 1938, Croce formul ideas parecidas, que han motivado hasta
el presente arduas polmicas, cuando situ el conocimiento histri-
co a partir de la estricta contemporaneidad del historiador. Para
Croce la historia era el acto de comprender y entender, inducido
por los requerimientos de la vida prctica,* requerimientos que po-
dan situarse en el plano moral, econmico, esttico o intelectual,
pero que, en cualquier caso, el conocimiento de "la situacin ac-
tual", como se le llama, se refiere al curso que la vida real ha seguido
para llegar a este punto, y en cuanto as lo hace, es conocimiento
histrico.' La conclusin a que llegaba Croce no dejaba lugar a
dudas: Los requerimientos prcticos que laten bajo cada juicio
histrico, dan a toda la historia carcter de "historia contempor-
nea" por lejanos en el tiempo que puedan parecer los hechos por
ella referidos; la historia, en realidad, est en relacin con las nece-
sidades actuales y la situacin presente en que vibran aquellos he-
chos.
4
La tesis crociana, ciertamente, afirma con rotundidad que toda
historia es contempornea, en la medida en que responde a los in-
centivos que le plantea su presente al historiador. Quiz quera
decir lo mismo el historiador argentino Jos Ingenieros cuando afir-
m que
cada generacin debe repensar la historia. Los hombres envejecidos se
la entregan corrompida, acomodando los valores histricos al rgimen
3. Citado por CARR: Ibid., pg. 35.
4. BENEDETTO CROCE: La historia como hazaa de la libertad. Mxico, Fondo
de Cultura Econmica, 1 96C, pg. 9.
5. Ibid., pg. 10.
6. Ibid., pg. 11.
El historiador, su presente y el pasado histrico
45
de sus intereses creados. Es obra de los jvenes transfundirle su sangre
nueva, sacudiendo el yugo de las malsanas idolatras. La historia que de
tiempo en tiempo no se repiensa va convirtindose de viva en muerta,
reemplazando el zigzagueo dramtico del devenir social con un quieto
panorama de leyendas convencionales.'
En la historiografa espaola ms reciente el peso del presente
ha sido determinante incluso a la hora de escoger los temas de es-
tudio y anlisis. En 1952, Vicens Vives recordaba el triste panorama
de la historiografa acadmica del momento, lamentando tanto la
rigidez de los viejos moldes que todava constrien su expansin
[se refiere a la historia de Espaa], como las fciles estructuras
ideologistas con que se pretende poner remedio, por part e de algu-
nos, al evidente colapso del pensamiento espaol.' En 1960, si bien
Vicens poda ya resear avances historiogrficos importantes, an
tena que referirse a aquellos historiadores que descienden a la
palestra con odios polticos y lanzan sus dardos parapetados en c-
modos e inmerecidos reductos oficiales.' Recientemente, el historia-
dor cataln Miquel Izard ha puesto de relieve cmo a partir de los
aos 60 se produjo entre los historiadores jvenes un acrecentado
inters por la historia del movimiento obrero espaol, y destacaba
que este inters responda a una forma de militancia antifranquista:
sus cultivadores nos interesamos casi exclusivamente por los mo-
vimientos de resistencia, y en especial por los que tuvieron una
participacin ms destacada en el bando republicano de una guerra
civil que degener en la dictadura que estbamos padeciendo.'
0
Des-
de este mismo punto de vista, la polmica sobre si en Espaa se
haba producido o no la revolucin burguesa en el siglo xix estaba
viciada desde sus orgenes: en el fondo, enfrentaba anlisis distin-
tos sobre la significacin del rgimen franquista, y de estos anlisis
se derivaban estrategias diferenciadas para la lucha antifranquista.
Por otra parte, la influencia del presente en el historiador se ma-
nifiesta tambin en la utilizacin de las categoras del lenguaje. Es '*Y
f
sabido que en historia, como en cualquier otra ciencia de la socie-
7. Citado por FONTANA: La Historia, pgs . 30- 31.
8. JAUME VICENS VIVES en el Prlogo a la primera edicin de la Aproxima-
cin a la historia de Espaa. Barcelona, Teide, 1952, pg. 6.
9. En el Prlogo a la segunda edicin de la mi s ma obra, publicado por
Ed. Vicens-Vives, Barcelona, 1960, pg. 11.
10. MIQUEL IZARD: Orgenes del Movimiento Obrero en Espaa, en Estudios
sobre la Historia de Espaa (Homenaje a Tun de Lara), tomo 1, Santander,
Universidad Internacional Menndez Pelayo, 198 1, pg. 295.
46 El historiador y la historia
dad, la nica forma posible de llegar a un determinado conocimiento
es a travs de las categoras de una lengua determinada. El propio
acto de pensar es imposible realizarlo sin el lenguaje. Y es sabido
tambin que el lenguaje evoluciona tanto a nivel factual como se-
mntico a lo largo de la historia. Pero, sobre todo, la lengua, que
es un producto social, como sistema con el que pensamos, configura
nuestra visin del mundo. Vemos el mundo con los ojos de nuestra
lengua." Y ello es importante porque a diferentes lenguas corres-
ponden visiones diferentes del mundo.
12
A partir de esta considera-
cin es evidente que el discurso del historiador se ver mediatizado
por la lengua que utiliza, y esta mediatizacin es siempre inevitable.
Adems, ya lo hemos sealado, los contenidos de los conceptos utili-
zados tambin cambian histricamente: en cada presente histrico
el historiador usa conceptos cuyo valor semntico no es siempre el
mismo.
Cabe sealar, por ltimo, las influencias intelectuales del presen-
te en el historiador. De la misma manera como sucede con el len-
guaje, el historiador participa de las particularidades intelectuales
de su poca: las formas de pensamiento y de concebir el mundo se
modifican de acuerdo con la dinmica de las evoluciones sociales.
Durante muchos siglos la visin del mundo que aport el catolicis-
mo conform el pensamiento de la mayora de historiadores medie-
vales. Los mitos griegos llegaban a ser tan reales en el presente de
Herodoto que era imposible explicar los orgenes de Grecia sin recu-
rrir a ellos. En la realidad contempornea no existe ciertamente una
homogeneidad de pensamiento que influya unvocamente en el his-
toriador. Pero no es menos cierto que todas las formas de pensa-
miento contemporneo (que se implican mutuamente), donde pueda
inscribirse el historiador, se fundamentan a partir de los cambios
y transformaciones sufridos por el mundo en los dos ltimos siglos.
Desde esta perspectiva de anlisis que hemos ido describiendo,
los historiadores se erigen, as, en protagonistas indiscutibles de la
historia, entendida como proceso de conocimiento, desde el momen-
to en que se convierten en el catalizador de la relacin sincrtica
entre presente y pasado. Son ellos, efectivamente, quienes convier-
ten en contempornea toda la historia, pues no pueden desembara-
11. SEBASTIA SERRANO: Lingstica i qiiesti nacional. Valencia, Eliseu Cli-
ment ed., 1979. Serrano cita las tesis de Sapir y de Whorf (pg. 3 5) .
12. Ibid., ibid.
Los condi ci onami ent os s oci al es y cul t ural es 47
zarse de su propia realidad en el mundo. Curts va mucho ms all
de estas consideraciones y acenta el protagonismo de los historia-
dores cuando afirma que stos deben atreverse a ser ellos mismos
y no deben vacilar en aprovechar el rico fondo de las vivencias per-
sonales que han hecho de ellos lo que son."
LOS CONDICIONAMIENTOS SOCIALES Y CULTURALES DEL HISTORIADOR
Pero, qu son los historiadores? Es suficiente constatar, como lo
hemos hecho hasta aqu, que el historiador est condicionado por su
presente? Representa el presente un todo homogneo y monoltico
que influye de la misma manera a todos los historiadores? Son pre-
guntas que efectivamente hay que responder para entender mejor
la importancia del historiador en la ciencia de la historia y el propio
carcter de sta.
Es lugar comn afirmar que los historiadores son hombres como
cualesquiera otros, que viven en una sociedad enfrentada por contra-
dicciones internas, que ocupan un lugar especfico en la produccin
social, y por lo tanto pertenecen a una clase social determinada,
que poseen una ideologa determinada (consciente o inconsciente-
mente) y un sistema de valores frente a la vida y a su sociedad, que
profesan o no creencias religiosas, y que pertenecen a un grupo na-
cional determinado. Todo ello en el marco de una situacin histrica
dada. Negar que todos estos elementos constitutivos de la vida del
historiador actan como condicionamientos en su quehacer his-
toriogrfico, sera tanto como afirmar que el historiador es un pro-
ducto social qumicamente puro capaz de hacer abstraccin de la
realidad que le envuelve y de elaborar sus historias en un laborato-
rio experimental matemticamente inexorable. Y ello, qu duda
cabe, por mucho que digan los objetivistas, es una falacia que no
resiste el mnimo anlisis.
Porque, en primer lugar, el historiador no puede sustraerse de
los condicionamientos sociales de la clase social a la que pertenece.
Es sabido que, segn la teora materialista del conocimiento y, en
este caso, del conocimiento histrico el punto de partida de un
proceso cognoscitivo no es nunca el individuo aislado, sino el grupo
13. L. P. CURTS, Jr., en la Introduccin a El taller del historiador. Mxi-
co, F. C. E. , 1975, pg. 25.
4 8 El historiador y la historia
social al que pertenece. Y es conocido tambin que el individuo,
como producto que es de un conjunto d relaciones sociales, funda-
menta su conciencia a partir de su propia existencia social." En este
sentido, el historiador no escapa ni puede escapar de las determina-
ciones de su existencia social, y ello se refleja siempre en el pro-
ducto histrico que elabora. No puede sorprendernos que la historia
tradicional fuese una historia de las lites, pues a ellas pertenecan
los historiadores que la cultivaban. La valoracin, la interpretacin
de fenmenos importantes de la historia de la humanidad, como
pueden ser la revolucin francesa o la revolucin rusa, cambiar
segn la ptica de clase que se adopte: durante muchas dcadas
las masas populares que participaron activamente en la revolu-
cin francesa fueron designadas por la historiografa como chus-
ma o populacho, y su presencia histrica considerada cuando
se la consideraba como un elemento distorsionador de los objeti-
vos revolucionarios de la burguesa. El propio hecho de que desde
hace pocas dcadas la historia empiece a preocuparse de las masas
populares es un claro reflejo del cambio de posicin social de mu-
chos historiadores.
La determinacin social es, pues, a muchos niveles, fundamental
para entender el punto de partida interpretativo de un historiador,
desde el momento en que su adscripcin ideolgica y poltica part e
siempre de un supuesto de clase. Los ejemplos de las relaciones en-
tre poltica-ideologa e historia son muy numerosos. El historiador
noruego-britnico George F. E. Rud no duda en sealar que en su
formacin como historiador tuve la ventaja adicional (...) de haber
sido marxista durante largo tiempo, en teora y en prctica; creo
que fue la lectura de Marx, y probablemente tambin la de Lenin,
lo que me condujo a la historia.
15
La influencia del marxismo en el
Rud historiador no puede presentarse en trminos ms tajantes:
Las ideas histricas de Marx han sido tan largas e insistentemente re-
presentadas mal en ciertos campos, que acaso se sorprenda alguien al
or que un profesor de historia afirma que una lectura de Marx repre-
14. Entre la numeros a bibliografa existente vans e, en especial, las obras
clsicas de MARX y ENGELS, La Ideologa alemana y las Tesis sobre Feuerbach.
Adems, K. MANNHEIM: Ideologa y utopa. Madrid, Aguilar, 1966, y ADAM
SCHAFF: Historia y verdad. Barcelona, Crtica, 1976. Remitimos al lector tam-
bin al siguiente epgrafe de este mi s mo cap tulo.
15. GEORGE F. E. RUD: El rostro cambiante de la multitud, en El taller del
historiador, pg. 207 .
Los condicionamientos sociales y culturales
49
sent una slida ventaja para su profesin. Lo que aprend de Marx fue
no slo que la historia tiende a progresar mediante un conflicto de las
clases sociales (opinin que, incidentalmente, era considerada perfecta-
mente respetable hace cien aos), sino que contiene una pauta descu-
brible y que avanza continuamente (no retrocede, no describe crculos
ni da saltos inexplicables), en trminos generales, de una fase inferior
a una fase superior de desarrollo. Aprend, asimismo, que las vidas y ac-
ciones de la gente comn constituyen el contenido mismo de la historia,
y que aun cuando los factores materiales tienen precedencia sobre los
institucionales o ideolgicos, las propias ideas se convierten en una fuer-
za material al entrar en la conciencia activa de los hombres. Ms an,
tambin aprend de Engels que, por excelentes que sean los sistemas
histricos (como el suyo propio y el de Marx, por ejemplo), toda la
historia debe ser estudiada de nuevo."
A principios de la dcada de los aos 70, el historiador britnico
Eric J. Hobsbawm sealaba tambin con gran rotundidad la inciden-
cia de los fenmenos polticos contemporneos en la historiografa
y, en especial, en el ascenso experimentado por la historiografa mar-
xista:
La extraordinaria importancia de los historiadores marxistas en la ac-
tualidad, o de los historiadores formados en la escuela marxista, se debe
sin duda, en gran parte, a la radicalizacin de los intelectuales y los estu-
diantes en la pasada dcada, al impacto de las revoluciones del Tercer
Mundo, la desintegracin de las ortodoxias marxistas opuestas al trabajo
cientfico original, y tambin a un factor tan simple como la sucesin de
las generaciones."
Pero si nos apartamos del campo especfico de la historiografa
marxista, la relacin y las interinfluencias entre poltica-ideologa e
historiografa son tambin evidentes. Hasta qu punt o el papel que
desempe Marc Bloch en la historiografa europea de entreguerras
fue la causa de que el gran historiador galo acabase sus das tortu-
rado en los campos de concentracin nazis? Pudo Bloch diferen-
ciar, en su misma persona, su actitud frente a la vida y por lo
tanto su antifascismo de su concepcin histrica? El historiador
norteamericano Thomas Garden Barnes, t ras relatar sus experien-
cias militantes como miembro de la Unin Liberal de Harvard y
como vicepresidente de la Sociedad de Harvard por los Derechos de
16. Ibid., ibid.
17. E. J. HOBSBAWM: La contribucin de Karl Marx a la historiografa, en
ROBN BLACKBURN (ed. ): Ideologa y ciencias sociales. Barcelona, Grijalbo, 1977,
pg. 316.
50
El historiador y la historia
las Minoras, concluye con la lapidaria evidencia segn la cual es-
cribir historia siempre es hacer un ensayo de la experiencia, y por
ello es la historia de uno mismo tanto como una historia del inde-
pendiente objeto del estudio.'
11
Situmonos ahora a la derecha del espectro de la poltica: hoy
en la historia de la historiografa contempornea se puede hablar
de la existencia de una historiografa fascista-racista estrechamente
vinculada a la estrategia poltica, al modelo de sociedad y a la con-
cepcin del mundo elaborada por el fascismo. En la Alemania nazi,
era materia de estudio en las escuelas y Universidades la enseanza
de la superioridad aria a lo largo de la historia, hasta el extremo de
que Jakob Graf, aplicando a la historia las ideas raciales de Ludwig
Ferdinand Clauss, profesor de la Universidad de Berln, lleg a es-
cribir que en todas partes el poder creador nrdico ha construido
imperios y expandido la cultura y lenguas arias por una gran parte
del mundo y que la raza nrdica ha producido mucha mayor
cantidad de grandes talentos que ninguna otra raza." Sin llegar a
estos extremos, en la reciente historiografa espaola, uno de los
historiadores que se precia de ser el historiador que ha vendido ms
millares de ejemplares de libros de historia que ningn otro nos
referimos, claro est, al profesor Ricardo de la Cierva no ha ocul-
tado jams su militancia en la derecha espaola, concretada en los
muchos cargos polticos que ha desempeado tanto durante el fran-
quismo como despus de la dictadura.
Con estos ejemplos concretos queda claro, creemos, el hecho
de que la adscripcin ideolgica, la militancia poltica y la situa-
cin de clase actan como condicionamientos inevitables sobre el
historiador. Pero cabra precisar ms sobre un aspecto que conside-
ramos importante: la influencia del marco cultural que se deriva,
tanto de la situacin social (o socio-familiar) del historiador, como
de su contexto nacional. En cuanto a la primera vertiente, es evi-
dente que la pertenencia a una clase determinada imprime a su
formacin cultural unos caracteres de clase concretos. Que la cul-
tura es siempre clasista (de la case que sea) es de una obviedad in-
discutible, aunque el hombre y por supuesto el historiador sea
capaz de romper los lmites y las barreras de su cultura originaria
18. THOMAS GARDEN BARNES: Sin mucho respeto a conceptualizaciones ante-
riores, en El taller del historiador, pg. 170.
19. Vase GEORGE L. MOSSE: La cultura nazi. La vida intelectual, cultural y
social en el Tercer Reich. Barcelona, Grijalbo, 1973, pg. 107.
Los condicionamientos sociales y culturales
5 1
y asumir comportamientos culturales diferentes a los propios de su
clase. En este caso nos hallamos ante un fenmeno comnmente lla-
mado de desclasamiento. Pero en cualquier caso la cultura de clase
muy a menudo adquirida en el ambiente familiar representa
otro condicionante para el historiador. No siempre se posee la va-
lenta de reconocer este influjo, tal y como lo hace el historiador
norteamericano Lynn T. White, Jr.:
Mis propias aficiones me hacen atribuir el mayor peso al poder condi-
cionante del ambiente religioso. Despus de todo, soy hijo de un liberal
calvinista, profesor de tica cristiana, y entre mi graduacin en Stanford
en 1928 y mi viaje a Harvard en 1929, estudi en el Seminario Teolgico
de la Unin, a los pies del ms apasionado neoagustiniano de nuestros
tiempos, Reinhold Niebuhr: tengo una mens naturaliter theologica."
En mi caso concreto, y por primera vez hablo en primera per-
sona, mis condicionamientos culturales originarios tienen mucho
que ver con el aislamiento y las estrecheces de la sociedad rural
catalana de los aos 50 y principios de los 60, con una escuela repre-
siva y alienante desde todos los puntos de vista, con el brasero de
carbonilla en invierno y, cmo no!, con la leche en polvo repartida
en las escuelas, regalo de los americanos al gobierno espaol como
compensacin a las bases militares que se estaban instalando en Es-
paa. Ni que decir tiene que durante muchos aos de mi infancia la
leche fue uno de los alimentos que ms llegu a odiar.
Esta breve injerencia personal me lleva a plantear los condicio-
namientos nacionales de cultura nacional del historiador. Porque,
efectivamente, la historiografa catalana y es slo un ej empl o-
no ha podido sustraerse durante los ltimos siglos de la margina-
cin a que la ha condenado, y en buena medida sigue condenando, la
cultura espaola hegemnica. Los mismos condicionantes, aunque
desde una posicin de hegemona, rigen, qu duda cabe, el que-
hacer historiogrfico de los historiadores espaoles. Los ejemplos
de los condicionamientos nacionales son tambin muy numerosos y
van desde la historiografa romntica del siglo xix, cuando la histo-
ria erigi autnticos monumentos nacionales que servan a los com-
bates nacionalistas de la poca, hasta las ms recientes historias na-
cionales de Bretaa o Irlanda, el Quebec, Catalua o el ms pequeo
de los Estados africanos de reciente independencia. La cultura na-
20. LYNN T. WHITE, Jr.: Historia y clavos de herradura, en El taller del
historiador, pg. 83.
52 El historiador y la historia
cional, y la lengua en primer lugar, impone al historiador una forma
determinada de ver el mundo, la realidad ms inmediata que le
rodea y la propia historia. Cuntas veces los historiadores catalanes
se han quejado por el hecho de que las historias de Espaa, escri-
tas muchas veces desde Madrid por prestigiosos historiadores cas-
tellanos, se limitasen a ser una historia del y desde el Estado, que
obviaba la periferia peninsular!
2 1
Un historiador neoyorquino, Lawrence W. Levine, especialista en
temas relacionados con la historia de los negros, se lamentaba del
reproche que le haban hecho, segn el cual, como hijo de padres
blancos, tengo pocas probabilidades de comprender el pasado ne-
gro.
11
Y despus de sealar que los estudiantes negros suelen
apartarse de las clases de historia negra enseada por hombres blan-
cos y que los intelectuales negros proclaman a voz en cuello que
ellos son los nicos capacitados para estudiar e interpretar la hi-
toria negra," rompa una lanza en favor de la superacin de las
influencias culturales:
Si demasiados historiadores se han enredado en el cordn umbilical de
su propia cultura, es porque eran malos historiadores, y no porque fue-
ran trgicas vctimas de una inevitable miopa cultural. El historiador
que no puede trascender en grado considerable la cultura de su juventud,
las necesidades de su presente y las esperanzas de su futuro al enfrentar-
se al pasado, merece todo repudio, pero debemos tener cuidado de no
transformar sus fracasos en leyes inflexibles que gobiernen a todos los
historiadores.
2
'
1
Sin duda, el voluntarismo del prrafo de Levine y las conclusio-
nes tan radicales que extrae parten de su propia y amarga expe-
riencia personal, pero tambin parten de la posicin hegemnica y
dominante de la cultura blanca en los Estados Unidos. Y no se trata,
quede claro, de prejuicios raciales, sino de condicionamientos cultu-
ral-nacionales, implcitos en la propia naturaleza del hombre y de las
sociedades. Puesto que el hombre es tambin su propia cultura, y
21 s te es el caso de los dos lti mos intentos colectivos: el de la Histo-
ria de Espaa publicada a principios de los aos 70 por Eds . Alfaguara y
Alianza Editorial; y el de algunos volmenes de la Historia de Espaa que,
dirigida por Tun de Lara, ha publicado Ed. Labor desde 1980.
22. LAWRENCE W. LEVINE: El historiador y la brecha de la cultura, en El
el taller del historiador, pg. 340.
23. Ibid., ibid.
24. Ibid., pg. 342.
Los condicionamientos sociales y culturales 5 3
sta posee un marcado carcter de clase y al mismo tiempo un ca-
rcter tnico-nacional incuestionables.
Pedir al historiador que sea capaz de superar su cultura es tanto
como pedir al historiador-hombre que sea capaz de prescindir de su
propio sexo y del hecho de que vive en una sociedad patriarcal en la
que los hombres desempean la mayora por no decir la totali-
dad de las funciones dirigentes. Porque, efectivamente, en la his-
toriografa existen tambin unos claros condicionamientos sexistas
desde el momento en que, hasta fechas muy recientes, la mujer ha
estado marginada por la propia sociedad de las tareas historiogrfi-
cas. Es otra evidencia, creemos, que no precisa demostracin. Los
condicionamientos sexistas de la historiografa elaborada por los
hombres se evidencian claramente en el hecho, fcilmente compro-
bable, de que existe un olvido constante hacia todas aquellas mani-
festaciones histricas sociales, econmicas o sexuales concer-
nientes a la mujer."
No podramos acabar este repaso general de los condicionamien-
tos sociales y culturales sin referirnos al marco socioprofesional
en el que se desenvuelve el historiador, y particularmente el histo-
riador acadmico y universitario. Es, ciertamente, un tema delicado
que muy pocos historiadores y menos, claro est, los considerados
profesionales abordan. En su corrosiva y contundente obra que
tantas veces hemos citado, Jean Chesneaux denuncia la existencia de
una estructura de poder rgidamente jerarquizada en los medios
acadmicos de la historiografa francesa actual:
Lo que cuenta es el poder que tiene un historiador de investir a otra
persona con la etiqueta de calidad que la hace entrar en la misma cor-
poracin. Un patrn, en lo alto de la jerarqua universitaria, no podr
procurar a uno de sus protegidos una hermosa carrera ms que en el
caso de que el ltimo posea ttulos suficientes y cuente en su haber con
trabajos sealados. Pero estos ttulos y trabajos no tienen estrictamente
ningn valor en s mismos; permiten nicamente que funcione la desig-
nacin desde arriba.
28
Desde otra ptica, y sobre todo desde la experiencia que le con-
25. Es te olvido ha s i do pues to de relieve repetidamente por las historia-
doras feministas, tal y como reconoce E. J. HOBSBAWM: Home i dona a la ico-
nografa socialista, en L'Avenc (Barcelona), n. 5, enero 198 2, pgs . 47 - 57 . Va-
se tambin lo que plantea MARY NASH en la Introduccin de su libro Mujer y
movimiento obrero en Espaa, 1931-1939. Barcelona, Fontamara, 198 1, pgs. 9- 20.
26. CHESNEAUX: Hacemos tabla rasa del pasado?..., pg. 8 7 .
5 4 El historiador y la historia
ferian sus 80 aos de edad, el historiador britnico Vivan H. Gal-
braith escriba con la misma sagacidad:
Hoy, a un gran nmero de historiadores profesionales, perfectamente
preparados y probablemente sobrepagados, se les pide ensear historia
y, a la vez, escribir sobre ella. Su derecho de ser escuchados y ledos
depende de su condicin de profesores asalariados de un gran nmero de
universidades, en tanto que s prestigio entre sus colegas no se basa en
sus enseanzas, sino en la calidad y aun la cantidad de sus publicaciones.
Esta industrializacin de la historia acadmica est hoy adquiriendo las
proporciones de una revolucin, en el curso de la cual, aunque incons-
cientemente, la funcin docente, que debera ser la primera, ha sido
eclipsada por las investigaciones publicadas. Para el joven aspirante pro-
fesional, la historia es hoy una pelea de perros por el ascenso, y su lema
es publicar o morir. En el hambre mundial de literatura histrica, en
todos los niveles, los editores comerciales estn inundando el mercado
con libros, todos los cuales, como obra de profesionales, caben dentro de
la categora de investigacin... y educadores y educandos, por igual,
tienen dificultades para mantenerse al ritmo de esta actividad febril."
Las dos citas han sido, ciertamente, largas y mereceran muchas
matizaciones. No es cierto que en todos los pases del mundo capita-
lista occidental los historiadores estn sobrepagados. Pero s es cierto
que las relaciones de poder que se establecen entre los historiado-
res profesionales relaciones que en muchas ocasiones adoptan for-
mas institucionalizadas implican dependencias y subordinaciones
ms propias, a veces, de una sociedad estamental de Antiguo Rgi-
men, que de sociedades desarrolladas de capitalismo avanzado.
Y estas dependencias y subordinaciones pueden llegar a representar
hipotecas muy duras para el libre trabajo del historiador.
LA HISTORIA COMO PRODUCTO DE UN PROCESO DE CONOCIMIENTO
Si hemos planteado, tal como lo hemos hecho, los condicionamien-
tos sociales y culturales del historiador, es por el papel tan impor-
tante que juegan en el proceso de conocimiento que llamamos his-
toria. Ciertamente, ya hemos adelantado muchos de los elementos
que intervienen especficamente en el conocimiento histrico. Pero
no comprenderamos hasta qu punto actan los condicionamientos
sociales del historiador en el conocimiento histrico, sin plantear,
27 . VIVAN H. GALBRAITH: Reflexiones, en El taller del historiador, pg. 28 .
La historia como producto de un proceso de conocimiento 55
aunque sea a grandes rasgos, cmo se produce este conocimiento.
Tambin en este punto abundan las discrepancias y antagonis-
mos entre las distintas teoras del conocimiento, que histricamente
se han planteado el problema de las relaciones entre el pensar y el
ser, el espritu y la naturaleza. Un problema que en sus orgenes
haba enfrentado dos concepciones radicalmente excluyentes: la
idealista y la materialista. Los idealistas haban priorizado siempre
el pensamiento y el espritu como origen y fundamento de la reali-
dad. Hegel, el ltimo gran idealista de la historia, haba enunciado el
principio de que el proceso de pensamiento era el creador de la rea-
lidad y que la idea encarnacin del proceso de pensamiento era
un sujeto con vida propia:
El pensamiento dialctico desemboca, en la filosofa hegeliana, en un
proceso infinito de autoexpresin y autoconciencia del Espritu. En tal
sistema, el mundo exterior es visto solamente como un campo de aplica-
cin del pensamiento activo y creador; y la prctica, como la realizacin
externa de ideas, conceptos y planes desarrollados en y por el pensa-
miento. No hay respuesta, en Hegel, a la cuestin de saber de dnde
surge el pensamiento. Como su filosofa opera una especie de deificacin
de las formas y leyes lgicas del pensamiento humano, objetivizndolas
como algo externo, no es posible tal respuesta: el pensamiento es."
Contrariamente, el materialismo invierte esta relacin y plantea,
a menudo a nivel mecnico, el origen del mundo como producto di-
recto de la materia. Para Feuerbach, el ms importante materialista
premarxista, no existe contradiccin entre el ser y el pensar, por el
hecho de que el hombre no es ms que una parte de la naturaleza,
una parte del ser,
K
y esta integracin del hombre en la naturaleza
comporta que en el proceso de conocimiento se produzca la unidad
entre el sujeto y el objeto, puesto que el mundo objetivo no se en-
cuentra solamente fuera de m, est tambin en m mismo, en mi
propia piel.
50
El conocimiento se forma, as, a travs de la simple
contemplacin, mecnicamente, puesto que el objeto de conoci-
miento acta sobre el aparato perceptivo del sujeto que es un agen-
te pasivo, contemplativo y receptivo; el producto de este proceso (el
conocimiento) es un reflejo o copia del objeto, reflejo cuya gnesis
28 . CARDOSO: Introduccin a! trabajo de la investigacin histrica, pg. 24.
29. YURI PLEJNOV: Cuestiones fundamentales del marxismo (Del materia-
lismo de Feuerbach al materialismo histrico de Marx). Barcelona, Fontamara,
1976, pg. 35.
30. Ibid., ibid.
5 6 El historiador y la historia
est en relacin con la accin mecnica del objeto sobre el su-
jeto.
31
Partiendo del materialismo de Feuerbach, Marx y Engels elabo-
raron una teora materialista del conocimiento que se apartaba en
muchos aspectos fundamentales del materialismo anterior. Conside-
rando el fundamento epistemolgico de las posiciones marxistas, se
comprender la importancia que para la historia tienen los condi-
cionamientos socioculturales." En efecto, el primer principio meto-
dolgico del marxismo remite a la inevitabilidad del hombre como
ser social. En las Tesis sobre Feuerbach, Marx y Engels establecie-
ron que la esencia del hombre no es una abstraccin inherente al
individuo aislado, sino que en su realidad, es el conjunto de las
relaciones sociales." Es cierto que el hombre posee tambin deter-
minaciones biolgicas que lo caracterizan como tal, y sin las cuales
sera imposible el acto de pensar y conocer, pero fijarnos nicamen-
te en estas determinaciones significara afirmar que a partir del hom-
bre aislado es posible el conocimiento. Y ello, sin duda, resulta falso
desde el momento en que las categoras del lenguaje son, como ya
vimos, imprescindibles en todo conocimiento, y el lenguaje tambin
es producto directo de la actividad social de los hombres. Por otra
parte, en el campo estricto de la historia, est empricamente demos-
trado el hecho de que el hombre siempre ha existido en sociedad. De
ah que el marxismo afirme que el punto de partida del conocimien-
to no es nunca el individuo aislado, sino el grupo social al que per-
tenece el sujeto.
Adam Schaff, en este mismo sentido, ha apuntado las consecuen-
cias que entraa considerar al hombre como el conjunto de las
relaciones sociales:
En primer lugar, la articulacin dada del mundo, o sea la manera de
percibirlo, de distinguir en l elementos determinados, la dinmica de las
percepciones, etc., est relacionada con el lenguaje y con el aparato con-
ceptual que recibimos de la sociedad, por medio de la educacin consi-
derada como la transmisin de la experiencia social acumulada en la filo-
3 1 . ADAM SCHAFF: Historia y verdad, pg. 8 3.
32. Sin duda, la teora marxista dei conoci mi ento pone de relieve, ms que
ninguna otra teora, la importancia de los condicionamientos sociales. En es ta
parte del cap tulo hemos s eguido es pecialmente las dos obras ya citadas de
CIRO F. S. CARDOSO y de ADAM SCHAFF, y el libro de THOMPSON: Miseria de la
teora.
3 3 . Se trata de la VI Tesis sobre Feuerbach, citada de la versin catalana,
Barcelona, Ed. 62, 1969, pg. 103.
La historia como producto de un proceso de conocimiento 5 7
gnesis. En segundo lugar, nuestros juicios estn socialmente condiciona-
dos por los sistemas de valores que aceptamos y que poseen todos ellos
un carcter de clase; hecho que el marxismo, seguido por la sociologa
del conocimiento, ha puesto particularmente de relieve."
La otra premisa fundamental de la teora marxista del conoci-
miento rompe con el mecanismo de la relacin entre materia y pen-
samiento cuando afirma que el hombre llega hasta el pensamiento
principalmente por las sensaciones que experimenta en el proceso de
su accin sobre el mundo exterior.
35
El materialismo premarxista,
como vimos, crea que se llegaba al conocimiento por el reflejo que el
objeto depositaba sobre el sujeto, y que este sujeto producto de
las circunstancias y de la educacin se mostraba pasivo en el acto
de conocer. En las ya citadas Tesis sobre Feuerbach, Marx y Engels
se distanciarn de este materialismo desde el primer momento:
El principal defecto, hasta hoy, del materialismo de todos los filsofos
incluyendo a Feuerbach es que el objeto, la realidad, el mundo sen-
sible son tomados slo bajo la forma de objeto o de intuicin, pero no
como actividad humana concreta, como prctica, de forma no subjetiva."
La praxis se convierte, pues, en un principio fundamental de
todo conocimiento, desde el momento en que el hombre conoce el
objeto actuando sobre l y en este proceso de conocimiento, emi-
nentemente prctico, transforma al mundo y al mismo tiempo se
transforma a s mismo. Porque la actividad del hombre que lleva al
conocimiento surge como forma y producto de la transformacin
activa de la naturaleza por el trabajo.
3
' En el libro primero de El
Capital, Marx pone de relieve cmo se produce la relacin entre el
hombre y la naturaleza mediante el trabajo:
El trabajo es, por de pronto, un proceso entre ser humano y naturaleza,
un proceso en el cual el ser humano media, regula y controla mediante
su propia actividad su metabolismo con la naturaleza. El ser humano se
enfrenta con la materia natural como fuerza natural l mismo. Pone en
movimiento las fuerzas naturales pertenecientes a su corporeidad bra-
zos y piernas, cabeza y manos, con objeto de apropiarse la materia
natural en una forma utilizable para su propia vida. Mediante ese mo-
34. ADAM SCHAFF: Ibid., pg. 94.
35. PLEJNOV: Cuestiones fundamentales..., pg. 37.
36. I Tesis de Feuerbach, de la edicin citada, pg. 101.
37. CARDOSO: Introduccin al trabajo..., pg. 26.
5 8 El historiador y la historia
vimiento obra en la naturaleza externa a l y la altera, y as altera al
mismo tiempo su propia naturaleza.
De esta manera, el materialismo marxista establece la existencia
de un sistema de acciones e interacciones entre el objeto y el suje-
to, de un movimiento permanente a partir del cual surge el conoci-
miento. Pero deja claro que la iniciativa en cualquier proceso cog-
noscitivo parte siempre del hombre, y de un hombre socialmente
determinado, con lo cual el conocimiento siempre es una forma
socialmente determinada de actividad humana.
3
'
Aplicando este modelo de teora del conocimiento al caso concre-
to del conocimiento histrico, se evidencia con mucha claridad cmo
la historiografa, la historia o la obra histrica es siempre un
producto socialmente determinado en la misma medida en que el
proceso cognoscitivo que lleva al conocimiento histrico est tam-
bin socialmente determinado, por el hecho de que el historiador
como todo hombre es un conjunto de relaciones sociales.
La actividad social que representa el conocimiento histrico es
al mismo tiempo una actividad histrica concreta en el tiempo y
en el espacio, y en la accin que el historiador ejerce sobre su
objeto de estudio invierte todas las sensaciones de su conciencia,
formadas por la influencia que el mundo exterior ejerce sobre l. De
esta manera, el historiador llega a conocer su objeto real mediante
una actividad prctica, en la cual su conciencia social juega siempre
un papel de primer orden. Pero, por otra parte, el objeto de su estu-
dio transforma, modifica y ampla su propia conciencia.
En su polmica con Althusser, E. P. Thornpson destaca la impor-
tancia que para el conocimiento histrico y en realidad para cual-
quier forma de conocimiento posee el dilogo entre el ser social y
la conciencia social, en el momento en que dentro del ser social
surge espontneamente la experiencia, como consecuencia de que
los hombres y las mujeres (y no slo los filsofos) son racionales
y piensan acerca de lo que les ocurre a ellos y a su mundo.'
0
De
esta manera la experiencia es determinante, en el sentido en que
ejerce presiones sobre la conciencia social existente, plantea nuevas
cuestiones y proporciona gran parte del material de base para los
38 . KARL MARX: El Capital. Libro primero, volumen 1. Barcelona, Grijalbo,
197 6, pg. 193. El subrayado es m o. P. P.
39. CARDOSO: Introduccin al trabajo..., pg. 27 .
40. THOMPSON: Miseria de la teora, pg. 19.
Historia e ideologa 59
60 El historiador y la historia
ejercicios intelectuales ms elaborados." Pero, al mismo tiempo, la
conciencia social acta y modifica al ser, puesto que del mismo
modo que el ser es pensado, el pensamiento es vivido; los seres hu-
manos, dentro de ciertos lmites, pueden vivir las expectativas socia-
les o sexuales que las categoras conceptuales dominantes les im-
ponen.
42
En el caso del conocimiento histrico, este esquema cognoscitivo
de Thompson presupone la existencia de dos tipos de acciones y
reacciones que se implican mutuamente: el dilogo entre el ser y la
conciencia del historiador, por una parte, y la accin de la concien-
cia sobre su objeto real de estudio, por la otra, que a su vez estable-
ce otro dilogo, cuyo resultado ser el conocimiento histrico. El
complejo sistema de interrelaciones no puede estar sintticamente
mejor descrito:
El objeto real (...) es epistemolgicamente inerte, es decir, no puede im-
ponerse ni desvelarse l mismo al conocimiento: esto tiene lugar dentro
del pensamiento y de sus procedimientos. Pero no quiere decir que sea
inerte en otros aspectos: no necesita ser sociolgica o ideolgicamente
inerte. Y como remate hay que decir que lo real no est ah fuera,
mientras que el pensamiento estara en la tranquila sala de conferencias
de nuestras cabezas, aqu dentro. El pensar y el ser habitan un solo y
mismo espacio, y este espacio somos nosotros mismos. As como pensa-
mos, tambin tenemos hambre y sentimos odio, enfermamos o amamos,
y la conciencia est entremezclada con el ser; as como contemplamos lo
real, experimentamos nuestra propia palpable realidad. De modo que
los problemas que las materias primas presentan al pensamiento
consisten a menudo precisamente en sus mismsimas cualidades activas,
indicativas e instructivas. Pues el dilogo entre conciencia y ser va adqui-
riendo ms y ms complejidad verdaderamente, alcanza pronto un or-
den diferente de complejidad, que ofrece un orden distinto de problemas
epistemolgicos cuando la conciencia crtica acta sobre una materia
prima hecha del mismo material que ella misma: los artefactos intelec-
tuales, las relaciones sociales, el acontecimiento histrico."
HISTORIA E IDEOLOGA
El hecho de que el conocimiento histrico est condicionado social-
mente implica que toda obra histrica posee necesariamente un ca-
4 1 . Ibid., pg. 20 .
42. Ibid., pg. 2 1 .
43. Ibid., pgs. 36- 37 .
rcter de clase, en la medida en que aparece a travs de la accin
de la conciencia social del historiador sobre un objeto de estudio
determinado: la historiografa surge como una de las actividades
intelectuales de una conciencia social determinada. Durante mu-
chas dcadas, desde el marxismo se habl de ciencia histrica bur-
guesa y tambin de ciencia burguesa para designar aquella his-
toria producida en los crculos acadmicos y universitarios que pre-
tendan un profesionalismo a ultranza y una neutralidad poltica e
ideolgica, pero que en el fondo respondan a unos intereses de cla-
se muy concretos.'"
Desde esta perspectiva la historiografa aparece como una forma
ms que adopta la ideologa de los, hombres: la historia surge como
una actividad de la conciencia de los hombres y al mismo tiempo
pasa a formar parte de su conciencia. En este punto se impone defi-
nir los conceptos y las relaciones entre conciencia social e ideologa.
Es conocido que Marx y Engels definan la conciencia nica-
mente como el Ser consciente, como el desarrollo de los reflejos
ideolgicos y de los ecos del proceso de la vida real de los hom-
bres.
4 5
En su tantas veces citado prefacio a la Contribucin a la cr-
tica de la economa poltica, Marx escribi que la estructura econ-
mica era la base real de la sociedad, sobre la cual se eleva una
superestructura jurdica y poltica y a la que corresponden formas
sociales determinadas de conciencia/
1
una conciencia que en El 18
Brwnario de Luis Bonaparte haba definido como sobreestructura
de sentimientos, ilusiones, modos de pensar y concepciones de vida
y plasmados de un modo peculiar.'" En 1890, en su conocida carta
a J. Bloch del 21 de septiembre, Engels hablaba de los reflejos de
todas estas luchas reales en el cerebro de los participantes; las teo-
ras polticas, jurdicas, filosficas; las ideas religiosas," que repre-
sentaban, sin duda, elementos constitutivos de la conciencia social
de los hombres. Siguiendo estas lneas interpretativas de Marx y
44. GEORG LUKCS utiliza a menudo es te concepto en Historia y consciencia
de case. Barcelona, Grijalbo, 1975*. Cabe sealar que, si bien los historiadores
marxis tas han renunciado mayoritariamente a es te concepto en buena parte
peyorativo, sigue utilizndose sobre todo en los pa ses socialistas.
45. MARX-ENGELS: La ideologa alemanya, pgs . 26- 27.
46. MARX: Prefacio a la Contribucin a la crtica de la economa poltica,
pg. 37 .
47 . MARX: El 18 Brumario de Luis Bonaparte. Barcelona, Ariel, 1968, pg. 51 .
48 . FRIEDRICH ENGELS: Historia, economa, crtica social, filosofa, cartas.
Barcelona, Pennsula, 1969, pgs. 341- 342.
Historia e ideologa 61
Engels, Franz Jakubowsky, en su ensayo clsico sobre Las superes-
tructuras ideolgicas en la concepcin materialista de la historia,
escribi que el concepto de conciencia coincide con el concepto de
superestructura ideolgica, con las representaciones humanas," y
defina las superestructuras ideolgicas como la forma en que los
hombres llegan a ser conscientes de sus luchas.
50
Sin embargo, para los clsicos marxistas, conciencia e ideologa
no responden al mismo contenido. Para Engels ideologa es un
proceso que el supuesto pensante cumple sin duda conscientemen-
te, pero con una conciencia falsa, puesto que la ideologa no
concuerda con la realidad y no la capta y expresa de manera adecua-
da." Schaff indica cmo Marx y Engels durante toda su vida habla-
ron de ideologa como de falsa conciencia y demuestra la coheren-
cia y la lgica del pensamiento de Marx y Engels cuando siempre
que hablaban de ideologa se referan a la ideologa de la burgue-
sa y en ningn caso consideraron sus propias teoras como ideolo-
ga. Discutiendo las interpretaciones de Mannheim, Schaff pone de
relieve que el aserto marxiano segn el cual la ideologa es una fal-
sa conciencia, en realidad no define, y subraya que en la concepcin
de Marx y Engels el concepto de ideologa es muy restrictivo y que
no puede equipararse a los contenidos que los marxistas posteriores
le han dado."
El propio Schaff, para resolver el problema de la ideologa como
falsa conciencia y para introducir en el concepto de ideologa todo
tipo de ideologas incluida la marxista propone una definicin
mucho ms amplia cuando afirma que por "ideologa" yo entiendo
los puntos de vista basados en un sistema de valores y relativos
a los problemas planteados por el objeto deseado del desarrollo so-
cial; puntos de vista que determinan las actitudes de los hombres, o
sea, su disposicin para adoptar algunos comportamientos en situa-
ciones determinadas y su comportamiento efectivo en las cuestiones
sociales." Desde una ptica geneticofuncional, Schaff reformula la
definicin al hablar de las ideas sobre los problemas planteados por
49. FRANZ JAKUBOWSKY: Las superestructuras ideolgicas... Madrid, Alberto
Corazn ed., 197 3, pg. 97 .
50. Ibid., pg. 8 1 .
51 . Citado por JAKUBOWSKY: Ibid., pg. 18 1.
52. ADAM SCHAFF: Historia y verdad, pgs. 196- 209.
53. Ibid., pgs . 209- 210.
62 El historiador y la historia
el objetivo deseado de desarrollo social, que se forman sobre la base
de determinados intereses de clase y sirven para defenderlos.
5
*
A partir de estas definiciones, Schaff est de acuerdo en que la
ideologa sigue siendo el reflejo de la realidad o como asiente, ci-
tando a Pokrovski el reflejo de la realidad en la conciencia de los
hombres, a travs del prisma de sus intereses en general, y primor-
dialmente de sus intereses de clase,
55
pero no necesariamente el
reflejo deformante de la realidad; y en este punto introduce en
el concepto de ideologa tanto las falsas conciencias, las ideologas
que constituyen deformaciones de clase como las ideologas au-
tnticas, adecuadas.
58
El tema, complejo y sumamente problematizado y debatido, en
sus mltiples derivaciones escapa, sin embargo, al objeto central
de nuestro estudio: plantear que toda historiografa forma parte de
una determinada ideologa. Si aceptamos las propuestas de defini-
cin de Schaff sobre ideologa y desde la perspectiva de lo que he-
mos enunciado hasta ahora, es evidente que hay que situar a la his-
toriografa dentro del marco de las ideologas de los hombres y de
las clases sociales. Al menos, en el sentido que le da Chesneaux
cuando afirma que nuestro conocimiento del pasado es un factor
activo del movimiento de la sociedad, es lo que se ventila en las lu-
chas polticas e ideolgicas, una zona violentamente disputada. El
pasado, el conocimiento histrico pueden funcionar al servicio del
conservadurismo social o al servicio de las luchas populares. La his-
toria penetra en la lucha de clases; jams es neutral, jams perma-
nece al margen de la contienda.
57
Es cierto que en este prrafo Chesneaux plantea la dimensin
poltica e ideolgica de la historia en toda su extensin social, as-
pecto que trataremos en el prximo captulo. Pero como ya hemos
visto, el condicionamiento de clase del conocimiento histrico impli-
ca que la obra histrica sea valorada justamente a partir del grupo
social en el que se encuadra el historiador, y no desde su exclusivo
punto de vista personal, como individuo aislado. As, la historia,
como producto ideolgico del historiador, corresponde al mismo
54. ADAM SCHAFF: Historia y verdad, pg. 210.
55. Ibid., pg. 21 5.
56. Ibid., pg. 21 1 .
57 . CHESNEAUX: Hacemos tabla rasa del pasado?..., pg. 24. El subrayado
es m o. P. P.
Historia e ideologa
6 3
tiempo al producto ideolgico de la clase social a la que aqul per-
tenece.
Esta compleja relacin historiador-ideologa-clase-conocimiento
histrico puede quedar ms clara si nos remitimos a ejemplos con-
cretos. Sera histricamente incomprensible El siglo de Luis XIV
de Voltaire si no la analizsemos a partir de la ideologa de la Ilus-
tracin, de una ideologa, por otra parte, que no pertenece a Voltai-
re, sino a una burguesa revolucionaria de la que Voltaire es un
exponente terico que est rompiendo con el Antiguo Rgimen y
est elaborando un proyecto social nuevo de acuerdo con sus propios
intereses. La concepcin religiosa de la historia que impone el cristia-
nismo, a partir de san Agustn, durante la Edad Media europea,
slo puede comprenderse teniendo en cuenta la funcin ideolgica
que la religin desempea bajo el feudalismo, en cuanto representa
la legitimacin del poder econmico, social y poltico de las clases
feudales dominantes. Marx, a su vez, era consciente de que su pun-
to de partida social era la clase obrera, y el marxismo como ideolo-
ga y por lo tanto la concepcin marxista de la historia slo ad-
quiere sentido histrico desde el momento en que se vincula al obje-
tivo social de la clase obrera: la transformacin revolucionaria de
la sociedad, en un sentido socialista. Lo que queremos decir, en defi-
nitiva, es que no existe producto histrico que no est imbuido de la
ideologa del historiador, de una ideologa que siempre posee su co-
rrespondencia social en una clase. Cuando el propio historiador se
adscribe a una escuela historiogrfica, su adscripcin comporta una
determinada concepcin de la historia, y en general consciente o
inconscientemente se relaciona con sus concepciones ideolgicas
precisas.
As las cosas, se puede llegar a situaciones extremadamente gra-
ves para la ciencia de la historia, como h sucedido con la concep-
cin histrica de Althusser y de sus discpulos, cuando afirman que
la historia y en este caso la historia real, las res gestae no existe
como objeto real de conocimiento, sino que es un producto ideol-
gico_de la teora del historiador.
5
" Pero, como han demostrado los
58 . Las pos iciones tericas de Althusser pueden estudiarse, fundamental-
mente, en Louis ALTHUSSER: La revolucin terica de Marx. Mxico, Siglo X X I ,
1967; y Louis ALTHUSSER y TIENNE BALIBAR: Para leer El Capital. Mxico, Si-
glo X X I , 1969. Las concepciones althusserianas aplicadas a la historia en BARRY
HINDESS y PAUL Q. HIRST: Los modos de produccin precapitalistas. Barcelona,
Pennsula, 197 9.
6 4
El historiador y la historia
crticos de Althusser, y en especial la reciente aportacin de E. P.
Thompson, el estructuralismo althusseriano adolece de graves defec-
tos epistemolgicos que le conducen inevitablemente a un idealismo
metafsico, que nada tiene que ver con el materialismo histrico.
5
'
Y a otro nivel, existe el peligro que en parte se vislumbra en
las concepciones de Chesneaux de llegar a una ideologizacin tan
profunda de la historia que sta slo tenga validez en el marco co-
yuntural del presente inmediato. Ciertamente, no faltan defensores
de estas tesis, que nicamente valoran el trabajo histrico en fun-
cin de las luchas polticas e ideolgicas del momento. La historia,
desde este punto de vista, sera un instrumento ms de lucha
ideolgica y de prctica poltica. Schaff destaca cmo bajo la perspec-
tiva de Pokrovski la historia se convierte en un virtual juego pol-
tico: el historiador selecciona los hechos arbitrariamente y los in-
terpreta de modo subjetivo en funcin de su posicin de clase.
50
Pero resaltar el condicionamiento de clase de la ideologa del his-
toriador y enmarcar la historiografa en el campo de las produccio-
nes ideolgicas no significa ideologizar la historia hasta estos extre-
mos. Porque el historiador, sea cual sea su predicamento ideolgico,
est limitado, en primer lugar, por la naturaleza del objeto de su
estudio y por los hechos histricos que trata de comprender, que
existen al margen de l mismo, en el sentido que apunta Thompson:
Los procesos acabados de cambio histrico, con sus intrincadas relacio-
nes causales, ocurrieron de verdad, y la historiografa puede falsearlos
o entenderlos mal, pero no puede en lo ms mnimo modificar el estatuto
ontolgico del pasado. El objetivo de la disciplina histrica es alcanzar
esta verdad de la historia.
61
Ello implica que las pre-ocupaciones de cada generacin, sexo o
clase deben inevitablemente tener un contenido normativo, que ha-
llar expresin en las preguntas formuladas a los datos empricos."
59. Exis te una numeros a bibliografa crtica a las concepciones althusseria-
nas. Vase, entre otras: CARLOS NELSON COUTINHO: El estructuralismo y la mi-
seria de la razn. Mxico, Era, 1973; ADAM SCHAFF: Estructuralismo y marxis-
mo. Mxico, Grijalbo, 1976. PIERRE VILAR es autor de dos breves aportaciones:
El mtodo histrico, en Althusser, mtodo histrico e historicismo. Barcelona,
Anas*rama, 197 2, y Historia marxista, historia en construccin, Barcelona, Ana-
grama, 197 4. La crtica de Thomps on en el libro ya citado Miseria de la
teora.
60. ADAM SCHAFF: Historia y verdad, pg. 216.
61 . THOMPSON: Miseria de la teora, pg. 7 0.
62. Ibid., pg. 7 1 .
El historiador y sus mtodos 65
Y el contenido normativo que reclama Thompson remite a las
salvaguardas metodolgicas que sirven o deben servir como limi-
tacin contra la ideologizacin {in extremis) de la historia.
EL HISTORIADOR Y SUS MTODOS
En efecto, el historiador est limitado y determinado tambin por
el mtodo o los mtodos que ha ido construyendo la ciencia de la
historia. Es cierto, y sin duda evidente, que no existe un nico m-
todo historiogrfico. En este punto hay que recordar de nuevo que
la historia no es metodolgicamente unvoca y que a menudo se
contraponen mtodos cuya aplicacin ofrece resultados diferentes,
cuando no contradictorios: as sucede, por ejemplo, cuando en el
anlisis de una sociedad se utilizan los mtodos funcionalistas, al es-
tilo de Mousnier," o bien el mtodo de anlisis marxista. En el pri-
mer caso la estructura social aparece en funcin del prestigio u
honor de cada grupo social, que desempeara una funcin espec-
fica en la sociedad de acuerdo con este prestigio. Para el marxismo
una estructura social determinada siempre resulta como consecuen-
cia de la estructura econmica, como consecuencia, por lo tanto,
del lugar que ocupan los diferentes grupos sociales entre quienes
existen contradicciones y antagonismos en un sistema de produc-
cin dado y por las relaciones de propiedad que mantienen respecto
a los medios de produccin."
Por otra parte, la ciencia histrica propone mtodos y tcnicas
de validez universal para los historiadores. En este punto cabra
establecer una distincin importante entre metodologa y mtodo,
puesto que a veces ambos conceptos se utilizan en un mismo sen-
tido, y en cambio otras veces expresan contenidos diferentes. En el
sentido propuesto en el ejemplo anterior, es evidente que cuando
hablamos de metodologa nos referimos al mtodo que surge de la
aplicacin de una determinada concepcin de la historia: as, habla-
mos de metodologa funcionalista, positivista o marxista. La meto-
dologa en este caso no se comprende sin la teora de la que parte
el historiador. La teora conforma la metodologa. Contrariamente, el
63. Vas e, al res pecto, CARDOSO y PREZ BRIGNOLI: LOS mtodos de la his-
toria. Barcelona, Crtica, 197 6, pgs. 312- 314.
64. Ibid., pgs . 310- 311.
66
El historiador y la historia
mtodo o los mtodos se refieren a las tcnicas de trabajo utiliza-
das por el historiador en sus investigaciones: en este sentido se
habla de mtodos de historia econmica, de historia social, cultural
o poltica. Pero las cosas no estn tan claras, puesto que tambin
se puede hablar y de hecho se ha utilizado el concepto de m-
todo marxista o mtodo funcionalista. Lo que queremos indicar, en
definitiva, es la ambigedad y ambivalencia terminolgica de los
conceptos utilizados, en la medida en que se han utilizado indistin-
tamente para designar uno u otro contenido.
65
El problema del mtodo en las ciencias sociales y, desde lue-
go, en la historia es complejo y ha merecido hasta el presente
una extenssima bibliografa.
66
Sin pretensiones de exhaustividad,
veamos algunos de estos problemas. A un nivel primario, el investi-
gador se enfrenta con el problema de las fuentes. Durante muchos
aos el historiador slo acept como fuentes histricas aquellos do-
cumentos escritos legados por el pasado. El positivismo contribuy
enormemente a esta deformacin, que slo a partir de Bloch y Feb-
vre empez a cuestionarse, aunque no es raro en la actualidad hallar
historiadores que siguen aferrndose al documento escrito como ni-
ca fuente histrica. Pero el historiador actual debe saber que todo
testimonio o vestigio que responda a una actividad social de los
65. Desde una perspectiva enciclopdica, tendr amos que definir metodolo-
ga como la ciencia del mtodo, y a s te como el conj unto de procedimientos
a seguir para llegar a un conocimiento. Jerzy Topolsky, tras renunciar a ua
definicin de metodolog a de las ciencias, seala los dos tipos de problemas
que centran el inters de la metodolog a: 1 . Inters en las operaciones cog-
noscitivas us adas en la investigacin cientfica. 2. Inters en los resultados
de dichas operaciones cognoscitivas (JERZY TOPOLSKY: Metodologa de la histo-
ria. Madrid, Ctedra, 1982, pg. 21 ) . Por su parte, Mario Bunge define al m-
todo como un procedimiento para tratar un conj unto de problemas, y dis-
tingue entre mtodo general de la ciencia (un procedimiento que se aplica
al ciclo entero de la investigacin en el marco de cada problema de conoci-
miento) y mtodos especiales (la invencin o la aplicacin de procedimientos
especiales adecuados para los varios es tadios del tratamiento de los problemas ,
desde el mero enunciado de s tos hasta el control de las s oluciones propues-
tas); vase MARIO BUNGE: La investigacin cientfica. Barcelona, Ariel, 1981",
pg. 24. Para Cardoso "mtodo" designa a los procedimientos ordenados que
es precis o emplear para alcanzar algn objetivo previamente establecido, mien-
tras el mtodo cientfico har a referencia a los medios de que dispone la
ciencia para plantear problemas verificables (contras tables ) y s ometer a la
prueba las soluciones propues tas para tales problemas. CARDOSO: Introduc-
cin al trabajo de la investigacin histrica, pgs . 43- 46.
66. Adems de las obras citadas en la nota anterior, pueden consultarse el
manual clsico de MAURICE DUVERGER: Mtodos de las ciencias sociales. Bar-
celona, Ariel, 1976', y los tres volmenes de RAYMOND BOUDON y PAUL LAZARS-
FELD: Metodologa de tas ciencias sociales. Barcelona, Laia, 1973- 1975.
El historiador y sus mtodos
67
hombres es merecedor de ser considerado fuente Histrica: desde
evidentemente! los documentos escritos impresos o manus-
critos, hasta los restos arqueolgicos, las tradiciones orales y el
folklore, las huellas que la accin de los hombres hayan podido de-
j ar sobre la naturaleza, el arte en sus ms variadas facetas, la lite-
rat ura tantas veces ignorada por el historiador, y que en muy pocas
ocasiones se la ha considerado como documento escrito, los res-
tos iconogrficos ms variados son, sin duda, fuentes histricas que
el historiador en ningn caso debe despreciar. Para la historia con-
tempornea ms reciente, la memoria oral, la fotografa, el cine y
todos los recursos que proporciona el mundo de la imagen el v-
deo incluido proporcionan al historiador nuevas fuentes hasta
ahora inexplotadas.
Pero ante esta variedad de material histrico el historiador debe
utilizar mtodos de estudio adecuados. En primer lugar, porque no
siempre las fuentes son objetivas. La objetividad que puede pre-
sentarse en una moneda romana, en unas hachas neolticas o en la
fotografa de una conferencia diplomtica internacional puede desa-
parecer cuando se trata de documentacin escrita. Thompson pone
de relieve que la mayora de fuentes escritas tienen valor sin de-
masiada relacin con el "inters" que haya movido a registrarlas,"
o sea, cuando se recogen datos sin intencionalidad alguna de trascen-
dencia futura. Pero, en otros casos aunque sea en una minora
los documentos escritos pueden poseer una intencionalidad precisa:
y as sucede, por ejemplo, con todas las crnicas reales. Adems, no
siempre la documentacin utilizada es la documentacin existente.
El historiador cubano Moreno Fraginals destaca cmo los historia-
dores cubanos anteriores a la revolucin de 1959 tuvieron especial
inters en fabricar unos mitos histricos en funcin de los intereses
de la burguesa criolla dominante durante largas dcadas. Y para
ello se efectu una depuracin y seleccin sistemtica de las fuentes
que sirviesen para fabricar y perpetuar estos mitos."
En todos los casos, pues, el historiador en la bsqueda de las
fuentes tambin llamada heurstica debe ser consciente de los
67 . THOMPSON: Miseria de la teora, pg. 50 .
68 . MORENO FRAGINALS: La historia com a arma, en L'Avene (Barcelona),
n. 2, mayo 197 7 , pgs . 7 6- 8 0. Los tres mi tos o dogmas fundamentales que destaca
el autor en la historiograf a cubana son los del anties paolis mo, el es camoteo
del problema negro y la pres entacin de la burgues a criolla como el grupo
creador de la nacionalidad.
6 8 El historiador y la historia
problemas que plantean o pueden plantear aqullas, y deber aplicar
los anlisis crticos adecuados para verificar su autenticidad y apre-
ciar su contenido, de acuerdo con la poca y el lugar preciso en
que se inscribe el documento o fuente estudiada. De esta manera, el
historiador establecer el dato histrico, como primer paso de su
investigacin. No pretendemos establecer todos los pasos precisos
de la investigacin histrica que han sido tratados ya por estudios
ms especializados.
4
' Slo queremos destacar que el mtodo que uti-
liza el historiador hasta llegar a precisar el dato histrico, a partir
del cual verificar sus hiptesis y construir sus interpretaciones,
posee validez universal.
Los mtodos crticos de verificacin y autentificacin de fuentes
suelen plantearse de manera distinta segn la naturaleza de la fuen-
te histrica, y as mismo sucede con los mtodos concretos utiliza-
dos en las distintas reas de especializacin de la historia. Cuando
en 1961 un vasto equipo de investigadores franceses public, bajo
la direccin de Charles Samaran, una de las aportaciones colectivas
ms importantes realizadas en Francia en las ltimas dcadas sobre
teora y metodologa histricas, procuraron presentar de forma ex-
haustiva la totalidad de mtodos de trabajo que debe conocer el his-
toriador especialista en las diferentes etapas histricas y en las distin-
tas reas de especializacin. Destacaron especialmente el lugar que
ocupan las llamadas ciencias auxiliares de la historia en los procesos
de investigacin: desde los mtodos arqueolgicos, hasta la filologa,
la epigrafa, la paleografa, la diplomacia, etc. Apuntaban tambin la
importancia de las nuevas orientaciones que iban apareciendo en
la historiografa: la relacin entre historia y lingstica, la importan-
cia de los datos demogrficos y estadsticos, el nuevo tratamiento que
se empezaba a practicar en la historia de las mentalidades, etc.
A partir de la dcada de los aos 60 han abundado las obras de-
dicadas a los mtodos especficos que deben aplicarse en los estu-
dios sobre historia demogrfica, econmica o social. Faire de l'histoi-
re, publicado en Francia en 1974, bajo la direccin de Jacques Le Goff
69. Vanse, en especial, el libro de TOPOLSKY: Metodologa de la historia; la
obra de CARDOSO: Introduccin al trabajo..., y FIERRE SALMN: Historia y cri-
tica.
70. L'Histore et ses mthodes. Brujas , Gallimard, 1961. Como dato signifi-
cativo des taquemos las 1771 pginas de que cons ta el volumen y el hecho de que
entre otros autores escriben Henri-Irne Marrou, Georges Sadoul, Marcel Cohn
y Georges Duby.
El historiador y sus mtodos 69
y Pierre Nora," pretenda ser una reactualizacin de los problemas
historiogrficos nuevos que haban aparecido desde 1961, aunque el
carcter de esta obra sea diferente del de la dirigida por Samaran. Los
avances experimentados en la aplicacin de los mtodos estadsticos
y cuantitativos han sido espectaculares y han beneficiado especial-
mente a los estudios demogrficos y a la historia econmica." Una
descripcin detallada de la enorme bibliografa aparecida en los l-
timos aos sobre los mtodos de la historia merecera, sin lugar a
dudas, un grueso volumen."
Esta enorme produccin bibliogrfica pone de relieve el profesio-
nalismo y el rigor que se ha ido apoderando de la ciencia histrica:
las salvaguardas metodolgicas de que hablaba Thompson existen
y en parte gracias a ellas hoy es posible verificar la validez de los
modelos histricos que utiliza el historiador.
Por otra parte, la interdisciplinariedad entre la historia y el res-'
to de las ciencias sociales, que pareca tan difcil de conseguir, ha
avanzado en proporciones considerables. La plena incorporacin de
la geografa en los estudios histricos ha dado lugar a la geohistoria,
el estudio de las relaciones existentes entre el hombre y la natura-
leza a lo largo de la historia. La demografa la ciencia de contar
a los hombres y la economa que a menudo aparecen tan ligadas
e interrelacionadas son indispensables para cualquier anlisis de
estructura econmica y social o de procesos histricos." Los mtodos
71. Faire de l'histoire. Pars, Gallimard, 197 4. Existe traduccin castellana en
Laia, Barcelona, 197 8- 1980.
72. Vanse, en particular, WITOLD KTJLA: Problemas y mtodos de la historia
econmica. Barcelona, Pennsula, 1973; RODERICK FI.OUD: Mtodos cuantitativos
para historiadores. Madrid, Alianza Editorial, 1975; y, de publicacin ms re-
ciente, G. R. HAWKE: Economics for historians. Londres, Cambridge University
Press, 1980.
73. Adems de los libros ya mencionados en notas anteriores, vase EMMA-
NUEL LE ROY LADURIE: Le territoire de 'historien. Pars, Gallimard, 1974- 1978.
Se trata de una voluminos a obra de dos volmenes . Para los lectores de len-
gua castellana debemos destacar la importancia de la obra de CARDOSO y PREZ
BRIGNOLI: Los mtodos de la historia, centrada especialmente en la historia
econmica, demogrfica y social.
74. En el terreno de la demografa histrica se ha avanzado enormemente
en las ltimas dcadas , si bien no todos los historiadores que Ja practican
parten de los mi s mos pres upues tos . En fechas relativamente recientes, el his-
toriador italiano M. Livi-Bacci ofreca, con los siguientes trminos , cul era el
objeto de la demograf a histrica: Una poblacin es un agregado de indivi-
duos ligados por relaciones funcionales. Es tas relaciones j ams son automti-
cas y jams se repiten de la mis ma manera: son variables y mutables . Estas
relaciones o v nculos son el cemento que determina el grado de cohes in de
una poblacin o su densidad moral, (...) su resistencia frente a una crisis, su
70 El historiador y la historia
aportados por la sociologa en los estudios sociales deben ser cono-
cidos y utilizados por el historiador social como mtodos propios.
Muchas veces es difcil precisar dnde acaba la historia y dnde
empieza la antropologa: el comportamiento humano en todas sus
mltiples facetas es objeto de estudio por parte de ambas discipli-
nas. La historia de las mentalidades requiere la aplicacin de los m-
todos de la psicologa social. Y ya sealamos la importancia de la
lingstica para el estudio de la historia.
El anlisis integrador de todos los fenmenos histricos fuerza,
evidentemente, a esta interdisciplinariedad, y si bien es cierto, segn
las palabras de Pierre Vilar, que la historia deba ser considerada
como la nica ciencia a la vez global y dinmica de las sociedades,
y por lo tanto como la nica sntesis posible de las dems ciencias
humanas," no es menos cierto que, para que ello sea posible, el
historiador debe conocer todos los mtodos y tcnicas de trabajo
del resto de las ciencias del hombre.
Sin mtodo, pues, no hay historia ni ciencia posible. Pero ya he-
mos indicado que sin teora tampoco. Y este ltimo aserto es ms
importante de lo que a simple vista parece. Demasiadas veces se ha
querido absolutizar la importancia de los mtodos para destacar
la validez del producto histrico. Se ha querido medir el profesiona-
lismo y el rigor aplicando el baremo de las tcnicas de trabajo. Un
ejemplo claro de ello lo ofrece la escuela norteamericana New Eco-
nomic History, una nueva historia econmica, que ha desarrollado
hasta tal punto los mtodos economtricos, que ha reducido la his-
toria a una mera secuela de tecnicismos deshumanizados donde han
desaparecido la riqueza de matices de las actividades humanas y los
hombres mismos. El mtodo debe estar siempre en funcin de la
teora que el historiador profesa, y la teora de la historia ya he-
mos insistido en ello aparecer como vlida en la medida en que
nos sirva para comprender el presente como totalidad histrica.
Sin embargo, las espadas siguen en alto. Y muchos historiadores
acusan al profesionalismo de otros de mera argucia que pretende
defender una neutralidad de la ciencia que en su prctica no existe.
capacidad de reaccin. El anlisis de es tas relaciones es la tarea central de
la demografa histrica. En La socit italienne devant les crises de mortalit,
Florencia, 1979, pg. 64. Vas e, adems , la obra clsica de E. A. WRIGLEY: His-
toria y poblacin. Madrid, Guadarrama, 1969.
7 5. PIERRE VILAR: Problemas tericos de la historia econmica, en La His-
toria hoy. Barcelona, Avance, 1976, pg. 144.
E! hi s t ori ador y s us m t odos 7 1
ste es el caso de Jean Chesneaux, quien sita el profesionalismo
tecnicista de muchos historiadores actuales como una falsa eviden-
cia del discurso histrico.
71
Para Chesneaux el rigor cientifico, el
deseo de precisin, control de los hechos respecto de la realidad,
conocimiento objetivo,'investigaciones de los principios, de los enca-
denamientos y de las leyes
7 7
es indispensable en la historia. Pero
el criterio esencial del saber cientfico sigue siendo el vaivn entre
teora y prctica. Y la historia, por definicin, no puede realizar este
vaivn sino al contacto del presente.'" La conclusin nos remite
inevitablemente al presente, puesto que la historia no puede ser
plenamente ciencia ms que si deja de encerrarse en el pasado.
7
'
De esta manera, slo en el presente, desde el presente y para el pre-
sente la historia y los mtodos que utiliza el historiador hallan su
razn de ser.
7 6. CHESNEAUX: Hacemos tabla rasa del pasado?..., pgs . 7 1- 86.
7 7 . Ibid., pgs . 8 4- 8 5.
7 8 . Ibid., pg. 8 5.
7 9. Ibid., ibid.

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