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El Thriller de la Criada: un Thriller Psicológico Doméstico
El Thriller de la Criada: un Thriller Psicológico Doméstico
El Thriller de la Criada: un Thriller Psicológico Doméstico
Libro electrónico131 páginas1 hora

El Thriller de la Criada: un Thriller Psicológico Doméstico

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Información de este libro electrónico

A la sombra de los escarpados acantilados de la costa de Maine se encuentra Jasper Estate, un lugar donde los secretos se pudren y la traición acecha tras cada puerta dorada. Cuando Amelia Quinn, una criada ingeniosa pero desesperada, descubre un relicario centenario oculto en los muros derruidos de la finca, sin saberlo, desencadena una reacción en cadena que amenazará su vida. El relicario no es solo una reliquia familiar; contiene pistas crípticas que apuntan a un legado de asesinatos a sangre fría, planes ilícitos y verdades ocultas. A medida que Amelia arma el rompecabezas, se da cuenta de que no está sola en este juego mortal. Alguien la observa, la espera, y no se detendrá ante nada para silenciarla.

Lo que comienza como una búsqueda de respuestas se convierte en una angustiosa lucha por la supervivencia cuando Amelia descubre una red de corrupción que se extiende desde las fuerzas del orden locales hasta los funcionarios estatales. Con cada revelación, la apuesta se vuelve más importante: el sheriff Daniel Pierce oculta sus oscuros vínculos con la familia Jasper, mientras que Rachel Monroe, la enigmática asistente de la matriarca, parece saber mucho más de lo que deja entrever. Cada paso adelante trae nuevos peligros, obligando a Amelia a confrontar su pasado y a preguntarse en quién puede confiar. ¿Es Lucas Turner, el periodista de investigación que se hace pasar por bloguero de viajes, un verdadero aliado? ¿O Grace Hamilton, la afectuosa cocinera agobiada por las deudas, esconde algo siniestro?

Este apasionante thriller psicológico teje capas de misterio con giros inesperados. Mientras Amelia corre contra el tiempo para desentrañar el secreto final del relicario, descubre una verdad tan devastadora que reescribe todo lo que creía saber sobre sí misma y sus seres queridos. La tensión aumenta hasta un clímax trepidante, lleno de decisiones cruciales, que deja a los lectores sin aliento hasta la última página.

Si anhelas historias con giros únicos y personajes cuyas motivaciones difuminan la línea entre héroe y villano, "El Thriller de la Criada" es tu próxima lectura imprescindible. Sumérgete en un mundo donde nada es lo que parece, e incluso las decisiones más cotidianas conllevan consecuencias inimaginables. Déjate llevar por una historia de intriga alucinante y descubre por qué algunos secretos valen la pena matar. Añade "El Thriller de la Criada" a tu biblioteca hoy mismo y prepárate para perder el sueño con su inolvidable final.

IdiomaEspañol
EditorialIndependent Publisher
Fecha de lanzamiento13 jul 2025
ISBN9798231237982
El Thriller de la Criada: un Thriller Psicológico Doméstico
Autor

Grayson Blackwood

Grayson Blackwood is an American multi-genre author born in New York City who leverages his experience to create compelling and gripping content for a wide audience across a variety of genres, including mystery, thriller, suspense, fantasy, and science fiction.

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    El Thriller de la Criada - Grayson Blackwood

    CAPÍTULO 1: NUEVA LLEGADA

    El autobús costero se detuvo con un gemido mientras las primeras luces del amanecer se extendían por el horizonte, pintando los acantilados escarpados en tonos ámbar y acero. Amelia Quinn apretó con más fuerza la bolsa de lona que llevaba colgada del hombro y bajó sobre el pavimento agrietado. El aire cargado de sal llenaba sus pulmones, agudo y punzante, en marcado contraste con los rancios confines del autobús. Echó un vistazo a su alrededor, contemplando el desolado tramo de carretera flanqueado por densos bosques de pinos y el lejano rugido del Atlántico. En algún lugar más adelante, más allá de esos árboles, se extendía Jasper Estate, la extensa mansión que le había prometido no solo empleo, sino refugio del caos que había dejado atrás.

    —¿Nervios del primer día? La voz ronca del conductor rompió sus pensamientos. Se asomó por la ventana, su rostro curtido se arrugó en lo que podría haber sido una sonrisa si no fuera por el cigarrillo que colgaba precariamente de sus labios.

    Amelia forzó un cortés asentimiento. —Algo así.

    —Bueno, buena suerte con los Jaspers —murmuró antes de alejarse, dejándola sola con el sonido de la grava crujiendo bajo sus pies y el incesante grito de las gaviotas sobre su cabeza. Volvió a ajustar la correa de su bolso, sintiendo el peso de todo lo que llevaba, tanto física como emocionalmente, y comenzó a caminar hacia el estrecho camino de tierra que conducía a la finca.

    No pasó mucho tiempo antes de que la casa apareciera a la vista, con sus paredes de tablillas grises elevándose como un espectro contra el pálido cielo de la mañana. La estructura era más grande de lo que había imaginado, y su tejado de gambrel holandés proyectaba largas sombras sobre los descuidados jardines. Las ventanas brillaban fríamente a la débil luz del sol, y cada uno parecía verla acercarse con silenciosa desaprobación. Un escalofrío recorrió su espina dorsal, aunque no sabía si por la emoción o la inquietud.

    En la puerta principal, un anciano la saludó con un brusco movimiento de cabeza. Se llamaba el señor Hargrove, el administrador de la finca, y su comportamiento coincidía con la austeridad de la casa. —Llegas tarde —dijo sin preámbulos, con un tono entrecortado—.

    – Cogí el primer autobús disponible -respondió Amelia con calma, negándose a dejar que su brusquedad la inquietara-. Te aseguro que estoy ansioso por comenzar.

    Hargrove olfateó, no impresionado, pero le hizo un gesto para que lo siguiera adentro. La grandeza del vestíbulo la impresionó de inmediato: carpintería ornamentada, una amplia escalera y un candelabro antiguo lleno de cristales. Sin embargo, debajo de la opulencia había indicios de abandono: pisos desgastados, papel tapiz descolorido y un leve moho que se aferraba al aire. Estaba claro que la riqueza de los Jaspers no se había extendido al mantenimiento en algún tiempo.

    —Por aquí —le ordenó Hargrove, conduciéndola por un pasillo poco iluminado—. Sus habitaciones son modestas, pero adecuadas. Encontrarás tu uniforme dispuesto. El desayuno se sirve puntualmente a las siete.

    Amelia asintió, siguiéndolo hasta que llegaron a una pequeña habitación escasamente amueblada, escondida cerca de las habitaciones de los sirvientes. La cama era estrecha, la cómoda estaba llena de arañazos, pero serviría. Tan pronto como Hargrove se fue, se dedicó a desempacar sus escasas pertenencias, tratando de establecerse en este extraño mundo nuevo.

    Sus dedos rozaron algo inesperado cuando abrió el cajón superior de la mesita de noche: un medallón deslustrado entre letras amarillentas. Despertada la curiosidad, lo recogió, dándole la vuelta entre sus manos. El metal era frío al tacto, grabado con una intrincada cresta que no reconoció. Algo en él se sentía... como si llevara secretos que es mejor no perturbar.

    —¿Qué tenemos aquí? —murmuró para sí misma, metiéndose el medallón en el bolsillo. En ese momento, un ruido resonó por el pasillo, un suave crujido seguido por el inconfundible sonido de pasos. Eran lentos, deliberados y demasiado cerca para sentirse cómodos.

    Se quedó paralizada, con el corazón palpitante, mientras los pasos se hacían más fuertes, más cercanos. Quienquiera que fuera, o lo que fuera, no estaba tratando de esconderse. Y ahora, de pie en el silencio de su pequeña habitación, Amelia se dio cuenta de que no estaba sola en esta casa. Ni mucho menos.

    CAPÍTULO 2: RELOJ INVISIBLE

    —¿Oyes eso? La voz de Amelia cortó el suave zumbido de la suite de la matriarca, aunque era más una pregunta para ella misma que para cualquier otra persona. Hizo una pausa a mitad del movimiento, su plumero flotando sobre un tocador adornado abarrotado de frascos de perfume y pinceles de plata. La habitación se sentía mal, demasiado quieta, demasiado pesada, como si el aire mismo estuviera conteniendo la respiración. Los pasos de la noche anterior resonaron en su mente como un estribillo fantasmal, negándose a dejar que se sacudiera la sensación de que la estaban observando.

    Grace Hamilton, la cocinera de la finca, estaba de pie cerca de la puerta, con los brazos cruzados mientras observaba el desorden. —¿Oyes qué? —preguntó ella, con un tono ligero pero bordeado de curiosidad. Probablemente solo el asentamiento de la casa. Este lugar tiene crujidos más fuertes que mis viejos huesos.

    Amelia forzó una sonrisa, aunque no llegó a sus ojos. —Quizás. Reanudó su trabajo, pasando el plumero por el borde del espejo del tocador. Pero la inquietud persistía, picándole en la nuca. No era solo paranoia; Algo en esta habitación se sentía... apagado. Los muebles estaban impolutos, pulidos hasta quedar relucientes, pero había un vacío que iba más allá de la mera actividad. La ausencia de la matriarca flotaba como una sombra, asfixiante e inflexible.

    Mientras se dirigía hacia la pared del fondo, donde un enorme armario dominaba el espacio, Amelia captó un destello de movimiento por el rabillo del ojo. Se giró bruscamente, con el corazón palpitante, solo para ver en el espejo nada más que el reflejo de la habitación detrás de ella. Aun así, la sensación de ser observado persistía, haciéndose más fuerte con cada segundo que pasaba. Sus dedos rozaron el marco tallado del armario, trazando los intrincados patrones distraídamente, cuando de repente... un suave clic.

    —¿Qué fue eso? —preguntó Grace, ahora con la voz más aguda y teñida de alarma.

    —No lo sé —respondió Amelia, acelerando su pulso—. Presionó con más fuerza el panel que había tocado y, para su asombro, cedió ligeramente. Apareció una estrecha brecha, revelando la oscuridad más allá. Antes de que Grace pudiera protestar, Amelia se acercó y miró hacia el pasadizo oculto.

    —¿Estás loco? —siseó Grace, mirando nerviosamente por encima del hombro—. No vas metiendo la nariz en lugares que no pertenecen por aquí.

    Pero Amelia la ignoró, impulsada por una mezcla de miedo y fascinación. Empujó el panel aún más abierto, revelando una puerta delgada que conducía a una escalera de caracol que descendía entre las sombras. El aire olía a humedad y a tierra, y transportaba débiles susurros de secretos enterrados hacía mucho tiempo. Por un momento, vaciló, dividida entre la cautela y la curiosidad. Luego, armándose de valor, dio el primer escalón hacia abajo.

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