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El Orloj de Londres
El Orloj de Londres
El Orloj de Londres
Libro electrónico196 páginas1 hora

El Orloj de Londres

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Información de este libro electrónico

Cuarta entrega de la saga de los Magos del Orloj

Londres no presume de un gran reloj astronómico... o eso cree el mundo. Pero seis jóvenes magos, recién llegados de superar desafíos en Praga, Venecia y París, per

IdiomaEspañol
EditorialRCHC LLC
Fecha de lanzamiento23 jun 2025
ISBN9798998910678
El Orloj de Londres

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    El Orloj de Londres - Erasmus Cromwell-Smith II

    EL ORLOJ DE LONDRES

    La serie del Orloj: Vol. 4

    Erasmus Cromwell-Smith II

    El Orloj de Londres

    © Erasmus Cromwell-Smith II

    © Erasmus Press

    Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, negocios, lugares, eventos e incidentes son producto de la imaginación del autor o se usan de manera ficticia. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, o eventos reales es pura coincidencia.

    Todos los derechos reservados. No se puede reproducir ninguna parte de este libro de ninguna forma ni por ningún medio electrónico o mecánico, sin el permiso por escrito del propietario del Copyright.

    ISBN: 979-8-9989106-6-1

    Publisher: Erasmus Press

    Editor: Elisa Arraiz Lucca

    Traducción al español: Erasmus Cromwell-Smith II

    Corrector de prueba: Erasmus Cromwell-Smith II

    Diseño de Portada: Alfredo Sainz Blanco

    Diagramación y montaje: Elisa Arraiz Lucca

    www.erasmuscromwellsmith.com

    Primera Edición

    Impreso en USA, 2025.

    Para mis hijos:

    Los unicornios azules solo existen en la vida, si los podemos ver.

    Tabla de Contenidos

    Nota del Autor

    Prefacio

    Prólogo

    Capítulo 1: Llegada y encuentros ominosos

    Capítulo 2: La búsqueda del Reloj Astrológico de Londres

    Capítulo 3: Bajo la sombra del Big Ben

    Capítulo 4: Primera ilusión en la Torre

    Capítulo 5: Perdidos en el laberinto

    Capítulo 6: Desayuno con el Orloj

    Capítulo 7: Sombras de la pereza

    Capítulo 8: Sombras de la arrogancia

    Capítulo 9:La llamada del crepúsculo: segundo consejo del Orloj

    Capítulo 10: Ecos de lealtad

    Capítulo 11: Sombras de traición

    Capítulo 12: El Último Repique

    Capítulo 13: El desafío de la Torre de Londres

    Epílogo: Cabaña en Escocia

    Palabras de despedida del autor

    Nota del Autor

    Ninguna ciudad en la Tierra resulta más paradójica para la búsqueda del Orloj que Londres, donde no existe ni un solo reloj astronómico célebre y, sin embargo, las ilusiones prosperan en cada rincón. Si has viajado junto a estos seis jóvenes magos a través de las ilusiones medievales de Praga, los laberintos acuáticos de Venecia y las torres de reloj ocultas de París, ya sabes que la magia de cada ciudad ha exigido verdades morales más hondas: desde la humildad hasta la lealtad, desde la compasión hasta el respeto. Cada triunfo reforzó aún más el vínculo entre estos amigos y los puso de continuo frente a un adversario siempre atento al más mínimo desliz. Sus esfuerzos dieron fruto: en Praga obtuvieron el estatus de Aprendices de Mago; en Venecia ascendieron a Magos Jóvenes; y en París alcanzaron el rango de Maestros Magos.

    Sin embargo, ninguna de las aventuras previas del Orloj nos preparó por completo—ni a ellos ni a mí—para la complejidad de Londres. Esta metrópoli oculta su «reloj astronómico» tras leyendas sobre el Big Ben y siglos de ilusiones secretas; un lugar donde el torbellino del tiempo se retuerce alrededor de los cuervos de la Torre y donde los ecos de la monarquía, con sus traiciones, pueden quebrar incluso al mago más orgulloso. Aquí las ilusiones acechan tras fachadas discretas; viejos mentores aparecen con acertijos crípticos o se esfuman en ráfagas giratorias antes de que podamos siquiera percibir su presencia real. Fuerzas oscuras—como el implacable Duende, que sobrevivió a los túneles de Praga, al laberinto de Venecia y a las ilusiones de París—intuyen que esta ciudad constituye nuestra prueba culminante. Cada virtud adquirida deberá ahora brillar con mayor intensidad que nunca, o será devorada por engaños capaces de explotar todas y cada una de nuestras dudas.

    A lo largo de estas páginas, los Arlequines—más maduros y cautelosos—afrontan una cuenta regresiva de veinticuatro horas: un desafío que supera todas las pruebas anteriores vividas en las célebres ciudades relojeras de Europa. Londres carece de una fachada grandiosa de Orloj, pero su «mecanismo» intangible gira sin descanso, dispuesto a medir cada defecto o virtud que nos atrevamos a exhibir. Reúne todo lo aprendido en los tres libros precedentes: generosidad frente a avaricia, honestidad frente a traición, humildad frente a arrogancia, respeto frente a apatía y mucho más. En Londres, las ilusiones se hunden todavía más hondo, exigiendo no solo el dominio de hechizos, sino también el dominio de uno mismo.

    Ojalá puedas adentrarte en esta capital oculta, sintiendo el zumbido de engranajes que ningún turista percibe y los tañidos silenciosos que resuenan en el filo del amanecer. Si Praga nos enseñó a descubrir nuestros cimientos morales, Venecia demostró la fuerza de la unidad, y París refinó nuestra mirada sobre la compasión y el respeto, entonces Londres revelará qué sucede cuando todas esas virtudes se enfrentan a una ciudad de espejismos sin una sola esfera visible, pero con incontables reflejos de nuestros propios corazones.

    La prueba definitiva del tiempo ha llegado. Comencemos.

    Prefacio

    Isla de Skye, Escocia

    (verano de 2058)

    Los escarpados acantilados de la isla de Skye descendían de forma dramática hasta las inquietas olas del Atlántico Norte, envueltos en una bruma tan antigua como las rocas mismas. Aquí el silencio hablaba con más fuerza que las palabras, interrumpido tan solo por el grito ocasional de un ave marina o el suave murmullo del viento que atravesaba las colinas cubiertas de brezo. El lugar se sentía primigenio, como si contemplara en sigilo a quienes caminaban junto a su borde.

    El profesor Erasmus Cromwell‑Smith II y su querida compañera, Lynn Tabernaki, recorrían un estrecho sendero que bordeaba el precipicio, absorbiendo la serenidad de las Tierras Altas escocesas. El verano anterior había estado repleto de adrenalina en aguas bravas; ahora buscaban un viaje más contemplativo, explorando ruinas antiguas y trazando rutas entre piedras erguidas que, según los rumores, latían con una tenue resonancia mágica.

    Aquella noche, ya instalados en su cabaña solitaria con vistas al mar, Erasmus avivó un modesto fuego. Lynn lo observaba desde una butaca tapizada, reconociendo ese silencio introspectivo que lo envolvía cada año al acercarse un nuevo curso académico.

    —¿Listo para otro viaje nostálgico a tu pasado de mago? —bromeó suavemente mientras sorbía su té humeante.

    Erasmus esbozó una leve sonrisa; las llamas se reflejaban en sus ojos.

    —En efecto —respondió en voz baja. Mientras las brasas crepitaban, viejos recuerdos se agitaban.

    Lynn ladeó la cabeza.

    —No compartiste mucho sobre Londres el año pasado —insistió con un tono cuidadosamente medido—. ¿Qué lo hizo tan distinto?

    Erasmus permitió que la pregunta flotara unos instantes, la mirada perdida.

    —Londres fue… singular. Ya no éramos Magos Jóvenes; aquella ciudad nos puso a prueba de modos insospechados.

    La intriga despertó en Lynn, que se aventuró a preguntar:

    —¿Otra serie de relojes ocultos y Orlojs, supongo?

    Erasmus soltó una risa suave, sus ojos chispeando con recuerdos remotos.

    —Sí, solo que… el reloj de Londres estaba escondido aún más hondo. No había un gran «reloj astronómico» alzado en la ciudad. Sin embargo, las ilusiones prosperaban en cada rincón, y los viejos mentores aparecían de forma más enigmática que nunca. Fue un viaje entre apariencias y verdades, traiciones y lealtades, virtudes y vicios.

    Lynn se inclinó hacia delante, la curiosidad brillando en sus pupilas.

    —Entonces, ¿alcanzasteis otro nivel de magia?

    Una sonrisa críptica cruzó el rostro de Erasmus.

    —Más allá de Maestros Magos. La ciudad exigió una magia superior, una responsabilidad profunda que nos transformó para siempre.

    Mientras la noche envolvía la cabaña, Erasmus se levantó y se acercó a la ventana. La luz lunar bañaba los acantilados con un pálido resplandor plateado; abajo, el mar susurraba.

    —Y, al igual que en Praga, Venecia y París —dijo con voz apagada—, no he contado a nadie la magnitud de las pruebas de Londres. Los recuerdos han permanecido aquí —se tocó el pecho— hasta ahora.

    La sonrisa de Lynn se ensanchó.

    —Entonces volveré a estar presente, como siempre, aunque sea solo de forma virtual.

    Erasmus le apretó la mano.

    —No esperaría menos de ti.

    El silencio bañado por la luna sobre Skye dio paso a los últimos días del verano. Mañana tras mañana, Erasmus y Lynn paseaban por las crestas cubiertas de brezo; las preguntas suaves de ella arrancaban fragmentos dispersos de sus recuerdos londinenses. Cada noche, el viento del Atlántico parecía traer susurros de los tañidos ocultos del Orloj, incitándolo a anotar ideas para sus próximas clases. Cuando las hojas insinuaron un otoño prematuro, Erasmus sintió una mezcla de nostalgia y anticipación: el equilibrio perfecto para iniciar otro año académico.

    Pocos días después, la acogedora cabaña de piedra era ya un cálido recuerdo mientras abordaba el Hiperloop que lo llevaría de San Francisco al Instituto Central de Artes y Literatura. Al consultar su reloj, le hizo gracia—y le irritó apenas—comprobar que llegaba siete minutos tarde. Algunas cosas nunca cambiaban.

    Instituto Central de Artes y Literatura

    (otoño de 2058)

    El Hiperloop zumbaba a través de su tubo de vacío, transportando al profesor Erasmus Cromwell‑Smith II en su peregrinación académica anual. Vestido aquella mañana con un tweed burdeos profundo, sentía el habitual cosquilleo de emoción mientras el instituto se perfilaba ante sus ojos.

    «En camino», escribió a Lynn, con una leve sonrisa en la comisura de los labios.

    La respuesta fue inmediata: «Sorpresa, sorpresa, llegas tarde».

    Poniendo los ojos en blanco de forma juguetona, salió del Hiperloop instantes después —exactamente siete minutos tarde. Algunas tradiciones jamás cambiaban. Estudiantes y asistentes de realidad virtual abarrotaban el auditorio: quinientos en persona y un sin número más conectados de forma remota.

    —¡Bienvenidos de nuevo! —saludó, proyectando una calidez que resonó en todo el salón.

    —¡Qué bueno estar de vuelta, profesor! —respondió el coro.

    Cuando el murmullo se apagó, Erasmus los recorrió con la mirada, un destello vivaz en los ojos.

    —Este año viajaremos de nuevo a mi pasado, a un capítulo que he mantenido reservado. Permítanme llevarlos al verano de 2033. Con quince años, mis compañeros y yo llegamos a Londres, una ciudad sin un gran reloj astronómico, pero rebosante de ilusiones que empequeñecieron cuanto habíamos vivido. Allí fuimos más allá de la mera Maestría.

    Hizo una pausa, contemplando el mar de rostros ansiosos, cada uno inclinado hacia él con expectación.

    —La poesía y las fábulas eternas siguen siendo nuestras luces guía. Prepárense para ilusiones que confunden, virtudes que empoderan y verdades ocultas. Iremos despojando las capas de Londres hasta revelar el Orloj que los ojos mortales jamás contemplan.

    Con una sonrisa apenas perceptible, bajó el tono hasta un susurro íntimo:

    —Acompáñenme una vez más mientras desvelamos los secretos del Orloj de Londres. La historia comienza ahora…

    Prólogo

    Verano de 2033

    Un silencio expectante se cernía sobre el Támesis en la penumbra previa al amanecer. Una niebla tenue y persistente flotaba en los márgenes del río, aguardando—al igual que Londres misma—un cambio extraordinario. Aunque el bullicio de la ciudad continuaba, pequeños rincones parecían quedar extrañamente suspendidos, como si el tiempo mismo titubeara. Bajo las farolas, cerca de la Torre de Londres, siluetas parpadeaban y se desvanecían; en una esquina desierta de la estación de Paddington, un remolino de color destelló y después se esfumó. Sutiles ilusiones susurraban que algo profundo estaba a punto de desplegarse.

    En lo alto de una terraza con vistas a la cúpula de San Pablo, el señor M. emergió del recuerdo. Una media capa ondeaba alrededor de

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